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SÍNTESIS HISTÓRICA DE LA GUERRA DEL PACÍFICO

El 7 de febrero de 1879, la fragata blindada chilena Blanco Encalada se ancló en el puerto boliviano
de Antofagasta y lo bloqueó, con el fin de disuadir al gobierno boliviano de la aplicación de una
medida sobre un impuesto de diez centavos que debían pagar las compañías salitreras por cada
quintal que se exportara entre los paralelos 23 y 24 del desierto de Atacama.
Una semana después, la armada chilena tomó Antofagasta (el 14 de febrero) y luego las minas de
plata de Caracoles y Calama. La reacción del gobierno boliviano consistió en reagrupar sus
ejércitos. Desde marzo se libró una guerra a la que se uniría Perú, aliado de Bolivia por la firma de
un pacto de defensa recíproca suscrito en 1873, que al final resultaría en la pérdida del Litoral
boliviano y de los departamentos peruanos de Tarapacá, Tacna y Arica a favor de Chile.
Ninguna otra guerra dejó una huella tan profunda en nuestra historia y en nuestra memoria. La
intensidad de su impacto se debe a que privó a Bolivia de su cualidad de país costero.
Las causas de la guerra son numerosas y algunas eran antiguas, como la cuestión limítrofe que
no estaba del todo zanjada entre Chile y Bolivia, que se había expresado en la suscripción de
tratados bilaterales en 1842, 1866 y 1874, todos contradictorios entre sí. En medio de esta
incertidumbre, el gobierno boliviano el 27 de noviembre de 1873 firmó un contrato con la anglo-
chilena “Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta”, otorgándole el derecho a exportar
salitre de Antofagasta, libre de todo derecho de exportación y de gravamen.
El 6 de agosto de 1874, Bolivia y Chile firmaron un tratado que fijó el límite entre ambos países en
el paralelo 24 de latitud sur, estableciendo además que se mantendrían invariables los derechos
de exportación de los minerales que compañías chilenas explotaran en la zona en disputa
(paralelos 23 y 24), que no estarían sujetos a ningún otro impuesto por los próximos 25 años.
La aprobación del contrato por la Asamblea Nacional de Bolivia recién se dio el 14 de febrero de
1878, con la condición de que dichas compañías hicieran efectivo, como mínimo, un impuesto de
diez centavos por quintal de salitre exportado, lo que suscitó los reclamos chilenos.
Sin embargo, el gobierno boliviano se mantuvo firme en la condición que había establecido la
Asamblea. El incidente de los diez centavos permitió al gobierno chileno argumentar la violación a
los términos del tratado limítrofe de 1874 y tomar cartas en el asunto en una cuestión de derecho
privado que incumbía a Bolivia y a la Compañía de Salitres y Ferrocarril Antofagasta. La
intervención directa del gobierno en este asunto llevó a la declaratoria oficial de guerra contra
Bolivia y Perú en abril de 1879.
Chile vivía una profunda crisis económica desde 1875, motivada por una caída vertiginosa en los
precios del trigo, el cobre y la plata, productos en los que se asentaba la base exportadora de este
país. Aquello derivó en desempleo y descontento social. La exportación de salitre era una
oportunidad para superar la crisis económica y Atacama era la única reserva de este recurso, cuyo
precio en el mercado internacional se mantenía estable.
Además, compañías salitreras y de ferrocarriles se habían asentado en el litoral tanto boliviano
como peruano desde hacía mucho tiempo, sentando una importante presencia poblacional que
defendería el lugar que les proporcionaba trabajo y cobijo. Aquello contrastaba con la escasa y
débil presencia de población boliviana en el departamento del Litoral pues en 1874, 93% de la
población de Antofagasta era chilena y apenas 2% era boliviana.
Además de estos factores económicos, territoriales, sociales, políticos y diplomáticos, hubo
también un claro plan de anexión del desierto de Atacama al territorio chileno, cuyo antecedente
era la convicción del gobierno chileno de tener derechos territoriales sobre la zona desde 1842,
negando que este perteneciera a Bolivia por el principio uti possidetis iuris de 1810 y
desconociendo la documentación que señalaba que la provincia de Atacama había estado sujeta
a la jurisdicción de la Audiencia de Charcas, concretamente a la Intendencia de Potosí (1782). Por
ello, entre 1866 y 1874 se celebraron varios tratados de límites entre las dos repúblicas y Bolivia
envió reiteradas misiones diplomáticas para demostrar su derecho territorial ante Chile.
Ante la imposibilidad de dar una solución diplomática al conflicto, el 3 de abril de 1879, Chile
finalmente hizo la declaración oficial de guerra a Bolivia y a su aliado Perú. La guerra se desarrolló
en un sinnúmero de arduas batallas por tierra y por mar. La superioridad militar chilena era
innegable. Excepto por las dos fragatas blindadas peruanas, sus contendientes no tenían
capacidad para hacer frente a la ofensiva chilena, que se había esforzado en constituir un ejército
fuerte y bien equipado.
Se destaca en la historiografía y en la memoria colectiva boliviana la batalla librada el 23 de marzo
de 1879 en Calama, sobre el puente del Tópater, en la que las tropas de civiles, al mando de
hombres como Ladislao Cabrera y Eduardo Avaroa, se enfrentaron al ejército chileno antes de la
declaración formal de guerra, como una reacción a los ataques que había iniciado Chile desde
febrero de ese año.
En 1881, Chile propuso a Bolivia el fin de las hostilidades a cambio de la cesión del departamento
de Litoral, compensada con la cesión, a su vez, de los departamentos peruanos de Tacna y Arica.
Narciso Campero (designado presidente de Bolivia luego de la destitución de Hilarión Daza tras la
retirada de Camarones y la derrota en la batalla de San Francisco) rechazó estas negociaciones,
manteniéndose fiel al tratado de alianza con el Perú.
El Tratado de Paz de Ancón (1883), que suscribieron Perú y Chile, fue nefasto para los intereses
bolivianos, pues Perú cedió la propiedad perpetua e incondicional sobre el territorio salitrero de
Tarapacá e indirectamente también la del Litoral boliviano; concedió igualmente la posesión
provisional sobre Tacna y Arica hasta que un plebiscito decidiera a cuál de las dos repúblicas
pertenecerían estos departamentos. La presión a la que Chile sometió al Perú podría explicar por
qué este país firmó este tratado. Después de la rendición del Perú y ante la amenaza de la toma
de La Paz, Bolivia no tuvo más opción que firmar un pacto de tregua en 1884 bajo las condiciones
que se le impusiera para poner fin al conflicto.
Más adelante, el Tratado de Paz y Amistad de 1904 significó el final definitivo de la guerra para
Bolivia. Perdió un vasto territorio y su cualidad marítima a cambio de una magra indemnización en
libras esterlinas (300.000 £) y de la construcción de una línea férrea entre Arica y La Paz. Un
tratado posterior suscrito entre Perú y Chile en 1929 terminaría por condenar a Bolivia a la
mediterraneidad al establecer la imposibilidad de ambos países de ceder a un tercero el derecho
sobre sus territorios soberanos sin previo acuerdo con el otro.
La Guerra del Pacífico, más allá de sus batallas, de sus héroes y antihéroes, debe ser vista como
un acontecimiento que puso a prueba los cimientos de las jóvenes repúblicas implicadas, dejando
ver sus aciertos, así como sus puntos más débiles.

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