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——— fi Be LY PREGUNTAS @ — <0. — Coleccion 25 preguntas La coleccién «25 preguntas» nace de la escucha de las preguntas mas habituales que creyentes y no creyentes se formulan sobre temas religiasos 0 pré- ximos a la religidn y moral catdlicas. El estilo pregunta-respuesta permite brevedad y concisién. Los autores hacen un ejercicio de divulgacién para llegar al mayor numero posible de lectores e invitan a renovar las conocimientos sobre los temas trata- dos con rigor y sencillez. 1. La misa. Denis Gagnon 2. La muerte y el mas all, Pierre Léger 3. La laicidad. Micheline Milot 4, Jesus, el Cristo siempre vivo. Santiago Garcia >——— 25 preguntas Micheline Milot La laicidad EDITORIAL CCS Titulo de la obra original: La jaicité. Editorial Novalis, 4475, rue Frontenac, Montréal (Québec), H2H 282. C.P. 990. Traductor: Alejandro Vikas sdb. Pagina web de EDITORIAL CCS: www.editorialccs.com © 2008., Novalis, Université Saint-Paul, Ottawa. © 2009. EDITORIAL CCS, Alcala, 166 / 28028 MADRID ‘Queda prohibida, salvo excepcién prevista en la ley, cualquier forma de reproduccién, distribucién, comunicacién publica 0 transformacién de esta obra sélo puede ser realizada con Ja autorizacién de sus titulares, salvo excepcidn previsia por la Jey. Dinjase a CEDRO (Centro Esparial de Derechos Reprogrd- ficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algun fragmento de esta obra. Diagramaci6n editorial: Concepcién Hernanz Portada: Olga R. Gambarte ISBN: 978-84-9842-358-7 Depésito legal: M-46364-2009 Fotocomposicién: AHF, Becerril de la Sierra (Madrid) Imprime: Estilo Estugraf Impresores S.L. Introduccion Aunque el libro original no tiene introduccién, en la traducci6n castellana queremos poner una para orientar al lector sobre el presente libro. Ante todo, no debe perder de vista quien se pasee por estas paginas que el libro ha sido escri- to desde unas coordenadas geograficas, histéri- cas y culturales diversas a las espafiolas. Se nos enfoca el problema de la laicidad desde Canada. De aqui las referencias frecuentes a la realidad ca- nadiense. Creemos que es bueno disponer de un libro de divulgaci6n sobre la laicidad escrito des- de otro Ambito cultural. Las preguntas 15 y 16 han sido rehechas por el profesor José Luis Moral de la Parte sdb, pro- fesor en la Pontificia Universidad Salesiana de Roma. Estas dos preguntas contienen una res- puesta que refleja, de forma sucinta, la espectfica manera con la que en Espafia se plantea el tema de la laicidad. on Hemos elegido el término Iaicidad para indi- car la corriente de pensamiento que defiende la independencia de la persona, de la sociedad o del Estado como tal, respecto de cualquier organiza- cién o confesién religiosa. Dejamos el término Iai- cismo para denominar las corrientes que exage- ran la laicidad hasta el extremo de negar o impedir la existencia en la sociedad de las orga- nizaciones o confesiones religiosas. 1 « @Por qué ocuparse de la laicidad? El comienzo del siglo xxt conoce una fuerte ani- maci6n alrededor de la idea del laicidad, tanto en los paises histéricamente laicos, como Francia o Turquia, como en una sociedad como la de Qué- bec, en la que la nocién ha sido introducida tar- diamente en los debates puiblicos. La multiplica- cién de los modos de expresién publica de la pertenencia religiosa contribuye ciertamente a alimentar este interés por la laicidad. Esta diversidad, sobre todo cuando se hace visi- ble, suscita a veces el asombro, cuando no la in- quietud. Esto es particularmente cierto cuando aparecen manifestaciones identificativas de tipo religioso, a los ojos de algunos, desfasadas con relacién a lo que deberfa ser el lugar de la reli- gién, en una sociedad moderna que no conoce ya el marco normativo de las autoridades confesio- nales. En esta materia se expresan los puntos de vista mas divergentes y no es de extrafiar que el laicismo suscite también su parte de pasiones. La percepcién de la laicidad esta marcada por no pocas ambigiiedades. Una de ellas, y no la me- nor, proviene de su asociacion estrecha con la lai- cidad francesa, idealizada por unos y despresti- giada por otros. Asi pues, cuando se trata de un tema como el de la laicidad, hay que superar un doble desafio: primero quitarle pasién a la discu- sién a fin de presentar un estudio razonado y, después, sacar la representacién de la laicidad de las ataduras histéricas e ideolégicas que la unen todavia a Francia. Entonces es posible abrir un espacio de comprension y de reflexion a prop6- sito de una realidad que impregna todas las de- mocracias. Cuestionarse sobre la laicidad nos conduce a abordar uno de los grandes desaffos a los que ha- cen frente todas las sociedades pluralistas, con- cebir, desde un punto de vista politico, juridico y social a la vez, una manera de vivir juntos paci- ficamente, en un momento histérico en que la di- versidad de las concepciones de la vida (morales, religiosas y filosoficas) nunca ha sido tan acen- tuada. Entre las concepciones del mundo, las que estén unidas a una tradici6n religiosa plantean més interrogantes y debates; ellas seran objeto principal de nuestra atencién. La libertad de conciencia y de religion es con- siderada como algo adquirido en los Estados de derecho, pero es sin duda una de las libertades fundamentales que suscita el mayor ntimero de cuestiones relativas a su implantaci6n, a su re- gulacién, a su adquisicién y a sus limites. ;Las pertenencias religiosas pueden expresarse en las instituciones ptblicas? ;La laicidad exige la des- aparicién de la religi6n en la esfera ptiblica y su repliegue a la esfera privada? Nos preguntamos sobre la posicién que el Estado debe adoptar res- pecto a las multiples formas de expresién publica de la religion. ,La tradici6n religiosa con la que se identifica la mayoria de la poblacién, conlleva por si misma derechos 0 privilegios distintos en relacién a las demas confesiones, habida cuenta de su importancia en el desarrollo histérico de una nacién? Ante la rapidez de los cambios que provoca la di- versidad creciente, muchos se preguntan si existe un modelo «ideal» de laicidad que permita zan- jar, de una vez por todas, la cuestién de la reli- gién en el espacio publico. Este librito, presentado en forma de preguntas y respuestas, persigue tres objetivos. El primero consiste en presentar el sentido de la laicidad y sus implicaciones politicas y sociales en un Es- tado moderno (cuestiones de la 2 a la 8). Las pa- labras tienen un origen, se inscriben en una his- toria particular y estan sujetas a interpretaciones variadas y evolutivas. La laicidad comporta evi- dentemente su carga semantica histérica. Es, no obstante, posible discernir los principios o fun- damentos de la laicidad y ver sus repercusiones politicas. El segundo objetivo trata de ilustrar c6- mo la laicidad se encuentra presente segtin mo- delos variados, de una sociedad a otra o en el se- no de una misma sociedad, incluso cuando el término como tal, no se utilice en ella (cuestiones de la 9 a la 14). Dicho de otra manera, los princi- pios fundamentales de la realidad politica y so- cial del laicismo se ven actualizados de maneras diferentes en los Estados de derecho. El tercer ob- jetivo trata de proporcionar los elementos de re- flexién sobre las relaciones complejas entre la lai- cidad y la expresion de las pertenencias religiosas, en el espacio publico y en las instituciones (cues- tiones de la 15 a la 25). Se trata de un apartado en el que las sensibilidades de diversos grupos so- ciales se enfrentan, reclamandose siempre con- cepciones laicas, pero radicalmente divergentes. Examinamos concretamente el alcance y los limi- tes de las diversas concepciones de la laicidad. 2 =» ¢Cual es el origen del término laicidad? E] pensamiento filosGfico o politico sobre la lai- cidad ha surgido antes que la palabra misma hi- ciese su aparicion en los diccionarios, puesto que las vivencias y las reflexiones sobre las situacio- nes sociales preceden generalmente a las pala- bras que les ponen nombre. Se vislumbra como algo interesante averiguar de dénde le viene al término su significado y cémo ha sido definido desde su origen. La palabra tiene una doble génesis etimolégica que nos envia a dos perspectivas diferentes, a dos tipos de oposicién. Una proviene de la palabra eclesiastica latina laicus, que significa «aquel que no ha recibido 6rdenes religiosas». Se diferencia asi el clérigo y el laico en el seno de la comunidad 10 cristiana. El Concilio Vaticano II trata de dar una cierta valoracién a la participacién de los laicos en la vida de la Iglesia (el laicado). Otro origen mas antiguo proviene del término griego laos, que significa «pueblo». La etimologia griega es ciertamente mas determinante en la definicion de la laicidad que toma forma en la segunda mitad del siglo xix. Efectivamente, desde que aparece en los diccionarios, la laicidad evoca una realidad politica segtin la cual el Estado no recibe ya su le- gitimidad de una Iglesia o de una confesi6n reli- giosa, sino de la soberania del pueblo. La nocién evoca una manera de pensar y de vivir lo politi- co. El Diccionario de Littré propone por primera vez, en. 1877, una definicion de la laicidad como el hecho de un «Estado neutral respecto a las re- ligiones, tolerante con todos los cultos». La neu- tralidad supone entonces esencialmente que el Estado trata igualmente a todas las religiones y que no puede favorecer ni impedir ninguna reli- gidn y ningun culto. Para que el Estado ejerza esta neutralidad sin pri- vilegiar ninguna religién, no puede asociarse a ninguna de ellas. Asi, la definicién de la laicidad ha evolucionado rapidamente para incluir otro aspecto fundamental, el de la separacion de los poderes entre lo politico y lo religioso. Encontra- mos estos dos aspectos complementarios, laneu- tralidad y la separacin, en el Diccionario de pedago- gia y de instrucctén primaria editado por Fernand Buisson, en 1887. La laicidad es el hecho de un I «estado neutral respecto de los cultos, indepen- diente de todos los clérigos, de toda concepcién teolégica». Se notara que esta definicién aparece casi cien afios después de la revolucion francesa. Otra palabra emparentada con la de laicidad es el Inicismo, y merece algunas precisiones. El sen- tido corriente atribuido a este término lleva como connotacion el militantismo que puede ser des- plegado por grupos en la sociedad o por un Es- tado que pretende luchar contra los poderes de las tradiciones religiosas en la vida social 0 poli- tica. La definici6n mas conocida del laicismo.es la de una doctrina o ideologia que tiende a hacer de la laicidad_un combate contra las pretensio- nes de las Iglesias para regir la vida publica. El Jaicismo supone sin duda alguna que la Iglesia y el Estado estén separados, pero segun una pers- pectiva mds conflictual. El laicismo se hace ideo- logia’y toma, con frecuencia, la forma de dogma- tismo religioso, Se le encuentra hoy en el seno de movimientos militantes que pretenden la desapa- ricién de todo signo religioso del espacio ptiblico. Existe otra definicidn menos conocida de laicis- mo. Fue fijada por la Academia Francesa en 1842. Se trata de una doctrina que reconoce a los laicos el derecho de gobernar la Iglesia. Hemos resalta- do anteriormente que el laico es aquel que no ha recibido ningtin ministerio eclesial. Con esta de- finicién, la Academia Francesa permite incluir el caso britanico en el que el soberano, que no es un 12 clérigo, es no obstante el jefe de la Iglesia angli- cana y dispone de un alto poder en el seno de la Iglesia. El laicismo designa aqui la extension del poder de los laicos sobre el poder religioso. Durante mucho tiempo se ha considerado que la laicidad era una palabra intraducible, a la vez lin- giiistica y semanticamente, en otras lenguas dis- tintas del francés. Por tanto, en todas las lenguas abundan los neologismos y las imitaciones lin- giisticas. E] neologismo Iaicity se encuentra des- pués de algtin tiempo en los escritos cientificos ingleses, y la lengua espafila utiliza la palabra laicidad. De todo ello nos queda que la asocia- ci6n estrecha con el modelo adoptado por Fran- cia, ha influido durante mucho tiempo en el uso de la palabra laicidad fuera del contexto francés. Be ePor qué la laicidad se asocia casi exclusi- vamente con Francia? A veces se tiene la impresién de que la laicidad es un producto estrictamente francés, una especie de excepcién sociopolitica propia de Francia. Tres factores explican en buena parte esta asociacion. Primero, la palabra fue definida por primera vez en la lengua de Moliére. No proviene de la tra- duccién de un término que hubiera existido al mismo tiempo en otra lengua que no fuera el francés. Pero nos podemos preguntar por qué la palabra laicidad no ha sido traducida a otras len- 13 guas o transpuesta con facilidad a otros contextos (como la palabra «democracia»). La respuesta a esta restriccién del término laici- dad al territorio francés, se encuentra quiza del lado de un segundo factor explicativo, el de la connotacién de conflictividad que le esta asocia- do. Hay aqui una cierta ironia anacrénica de la historia. La Reptiblica francesa fue calificada de «laica» tardiamente por la Constitucién de 1946: «Francia es una Reptblica indivisible, laica, de- mocratica y social» (art. 1). No obstante, se atri- buye a los revolucionarios franceses de 1789 la laicidad combativa o anticlerical, ciertamente an- tirreligiosa. La Revolucién marca efectivamente el imaginario colectivo que confirié al concepto un cierto contenido conflictivo, tanto en el inte- rior como en el exterior de Francia. El ideal repu- blicano de un Estado auténomo respecto a la re- ligién y respetuoso con los derechos del hombre, fue conquistado a alto precio en el encuentro con Ja voluntad de la Iglesia catélica que ejercia en- tonces un poder real e influyente. La autonomia del Estado, en este contexto, no podia afirmarse sin conflictos. Si la nocién de laicidad no fue de- finida hasta un siglo mas tarde, la concepcién francesa de la laicidad se fundamenta, no obstan- te, en el corazén de este momento histérico de oposicién entre dos tendencias: una tendencia li- beral, en el sentido filosdfico del término, y otra conservadora, opuesta a la modernizacién de lo 14 politico en particular y a la modernidad de ma- nera mas general. Otro episodio que marca una vez mds el conflicto entre el Estado y la Iglesia se remonta al comien- zo del siglo xx, con ocasion de la adopcion de dos leyes por el Parlamento francés. En plena refor- ma de la laicizacién de la ensefanza escolar en Francia (1882), el 7 de julio de 1904 fue adoptada una ley que prohibia el derecho de ensenar, a toda persona que formase parte de una congre- gacin religiosa. Muchos miembros de congrega- ciones religiosas emigraron, algunos hacia Qué- bec. En el afio siguiente, en 1905, fue votada la Ley de Separacion de las Iglesias y el Estado (sin que apareciese el término laicidad). Si esta ley tu- vo en definitiva un efecto pacificador del conflic- to, como lo analizé el historiador Jean Baubérot, Francia, sin embargo, permanece como figura del «contramodelo» de la implantacién laica en mu- chos paises en que el Estado no ha luchado con- tra una confesién religiosa para afirmar su legi- timidad y su preeminencia. Un tercer factor explicativo de la asociacién estre- cha entre Francia y la laicidad, reside en el hecho de que la laicidlad francesa ha estado, y todavia lo esta, fuertemente articulada y unida a una con- cepcion de la pertenencia ciudadana, que pocas naciones occidentales han adoptado. La ciudada- nia republicana francesa corresponde a una uto- pia politica referida a aquello que en Ja pertenen- 15 cia nacional de cada ciudadano se traduce por una relacién directa con el Estado, lazo que exclu- ye toda mediacién por pertenencias auna catego- ria social, a un grupo oa una Iglesia. La construc- cion de la ciudadania supone que sean relegadas aun segundo plano las adhesiones comunitarias que ponen en riesgo la relacion politica. La laicidad francesa esta ligada a un proyecto de sociedad y, desde sus comienzos, a la voluntad de instaurar una cierta «espiritualidad» republi- cana (por ejemplo, el culto a las diosas Raz6én y Libertad). La laicidad se presentaba como la al- ternativa a las pretensiones englobantes de la es- piritualidad catélica. Este proyecto de sociedad se apoya, hasta ahora, en la intencién de sociali- zacion de una pertenencia comin la naci6n, en una moral del ciudadano y en un civismo que ex- resa la adhesion. a la Republica. Si historicamen- te el conflicto ha marcado profundamente el pro- ceso de laicizacién, se puede afirmar que los debates sobre la identidad nacional republicana actualmente determinan la concepcién de la lai- cidad francesa, en el sentido de que la laicidad en Francia cumple una funcién identificadora. También, en una perspectiva analitica y compa- rativa, esta concepcion de la ciudadania hay que distinguirla de la laicidad, para no fijar la repre- sentacién que se hace de un Estado laico segtin la modalidad francesa. Dicho de otro modo, exis- ten formas no republicanas de laicidad. Esta dis- tincion facilita la identificacion de los principios 16 fundamentales de la laicidad que encontramos enel corazon del funcionamiento.de todas las de- mocracias modernas. 4. iCuales son los principios en que se funda- menta la laicidad? La laicidad comporta algunos principios que fundamentan su realidad politica, sea cual sea el contexto nacional en el que se encuentran tradu- cidos. La definicién del término, presentada mas arriba, identificaba dos de estos elementos esen- ciales: la separaci6n y la neutralidad. Nosotros presentamos ahora lo que significan concreta- mente, afiadiendo otro principio que puede pa- recer ldgico, pero que merece ser subrayado, so- bre todo en el contexto en el que los derechos humanos han conocido enormes progresos. Se trata de la‘libertad de conciencia y de religion, al igual que laigualdad de tratamiento de los ciu- dadanos en esta materia. El principio de separacién constituye el pedestal de la laicidad: se trata de la independencia del Estado respecto a las Iglesias y la autonomia de las organizaciones religiosas respecto al poder politico. El Estado no recibe su legitimidad de una Iglesia o de una cierta transcendencia reli- giosa. El orden politico es libre de elaborar nor- mas colectivas de interés general, sin que ningu- na religion o conviccién particulares domine o 17 controle el poder politico y las instituciones pu- blicas. El poder politico no puede ser el brazo se- cular de una institucion religiosa para imponer al conjunto de la sociedad lo que parece justo y bueno segtin los dogmas de esa confesién reli- giosa. La autonomia del Estado implica la diso- ciacién entre la ley civil y las normas religiosas. Seguin el proceso histérico que ha conducido a la independencia del Estado frente a la religién, nos encontramos dos modalidades de la separacién. La primera nos remite a una promulgacion legal o constitucional, en un contexto en el que la libe- racion juridica del Estado respecto a diferentes Iglesias aparece como la tinica y verdadera garan- tia de autonomia politica respecto a las imposi- ciones religiosas. Esta concepcién de la necesaria separacién de los poderes prevalece en Francia, México y Turquia. En el segundo caso, mas ex- tendido, la separacion se inserta gradualmente en la gobernabilidad politica, cuyo ejercicio se despliega de manera auténoma respecto a las Iglesias. Una separacién «de hecho» se inscribe progresivamente en la interpretacién del dere- cho. El Estado, generalmente, no ha tenido que conquistar su propia autonomia de manera con- flictiva respecto a las Iglesias. Se piensa aqui en los ejemplos tipicos de Canada y de Dinamarca. La independencia del poder del Estado respecto alas organizaciones religiosas representa la con- dicién esencial para que el Estado pueda tratar a de manera igualitaria, sean 18 cuales sean su pertenencia o su indiferencia reli- giosas. De aqui se deduce el segundo principio, el de la neutralidad. La neutralidad es una exigencia restrictiva que el Estado debe imponerse a fin de no favorecer ni molestar, directa o indirectamente, a ninguna re- ligién. Para poder representar la totalidad del pueblo, el /aos, el Estado se prohibe definir 0 juz- gar lo que es una creencia aceptable 0 su expre- sién justa. No obstante, tiene el deber de velar pa- ra preservar el orden publico y la libertad del otro, que podria comprometer la manifestacion de ciertas convicciones religiosas. La neutralidad no significa que el Estado esté «sin valores», puesto que la gobernabilidad del Estado reposa sobre valores fundamentales, como la democra- cia, la tolerancia, el respecto de la diversidad y los derechos del hombre. Siempre, el poder politi- co debe mostrarse imparcial respecto a los dife- rentes grupos de convicciones que estan presentes en la sociedad civil. El Estado no es el represen- tante de una de las partes de la sociedad civil ni de las mayorias politicas o circunstanciales, sino mas bien del conjunto de la sociedad. El poder politico puede interpretar la neutrali- dad de manera puramente abstencionista. En numerosos paises, el Estado es mas bien proac- tivo a fin de asegurar a los ciudadanos, especial- mente a los miembros de las minorias, los me- dios de ejercer su libertad de conciencia y de 19 religién. A nuestro parecer, el Estado que no in- terviene para reequilibrar la fuerza politica de una mayoria que puede limitar los derechos de las minorias, pierde en cierto modo su neutralidad, ya que no vela por asegurar equitativamente el interés de todos los ciudadanos y por corregir las desigualdades concretas. Laseparacion y la neutralidad garantizan que to- dos los seres humanos tienen el derecho al res- peto de su libertad de conciencia y de religién, comprendida su practica individual y colectiva. La libertad de conciencia y de religién y la igual- dad de trato, pretenden asegurar que no haya discriminacién entre ciudadanos de pertenencias teligiosas diversas. Estos derechos estan en el co- raz6n de la realidad social y juridica de la laici- dad. Este respeto trata de asegurar la libertad de adherirse o no a una religi6n 0 a convicciones fi- loséficas (notablemente el ateismo y el agnosti- cismo), el reconocimiento de la autonomia de la conciencia individual, de la libertad personal de los seres humanos de ambos sexos y de la libre expresién de estas libertades, siempre en los li- mites de un orden publico democratico y en el respeto de los derechos del otro. Dicho esto, el Estado no puede contentarse con afirmar la im- portancia de las libertades religiosas sin velar pa- ra que las modalidades politicas e institucionales permitan.a los ciudadanos el vivir concretamente estas libertades. 20 NESTOR DA COSTA VELAZQUEZ Las configuraciones segtin las cuales estos tres principios han sido reivindicados politicamente, aceptados socialmente, formalizados juridica- mente e interiorizados culturalmente varian de una sociedad a otra. Sin embargo, algunos ele- mentos histéricos han contribuido mas particu- larmente, en cada contexto nacional, al proceso de laicizacién 5 » (Qué factores historicos han favorecido el surgimiento de la laicidad? La separacion del Estado y de las Iglesias, el ejer- cicio de la neutralidad politica y el reconocimiento juridico de las libertades de conciencia y de reli- gidn no surgen en ningun sitio espontaneamente. Un largo proceso de laicizacién se efectuia gracias a-acontecimientos que concurren en el surgi- miento de los principios laicos. Se trata raramente de una evolucién lineal y tranquila. Esta evolu- cién experimenta avances y retrocesos, tensiones entre grupos sociales e incluso dificultades ligadas a la aplicacién concreta de los principios formal- mente admitidos. No hay un verdadero orden 1é- gico universal localizable en el establecimiento de los principios laicos. Algunos paises, primero instauraron una separacion de poderes sin pro- veerla inmediatamente del reconocimiento pleno y completo de la libertad de conciencia y de reli- gién de todos los ciudadanos (Estados Unidos de 2E América). Otros, por el contrario, antes de haber promulgado oficialmente la separacién de pode- res, instauraron regimenes de tolerancia religiosa (Francia). Sin pretender ser exhaustivos, pode- mos determinar tres factores determinantes de los procesos historicos de laicizacién. Tolerancia respecto a la libertad de culto La pluralidad religiosa representa el principal contexto que ha obligado a los Estados a buscar ajustes respecto a la tolerancia para atenuar las discriminaciones y favorecer la paz social. Los si- glos xvi y Xvi conocieron un periodo particular- mente efervescente a este respecto. La conver- gencia de grandes tendencias sociales suscita esta renovacion de la reflexién relativa a la coexisten- cia de las diferentes convicciones religiosas. Po- demos subrayar la difusién del pensamiento li- beral que denunciaba, entre otros, los efectos nefastos sobre ciertas categorias de ciudadanos de un Estado que hace suya una concepci6n reli- giosa particular. Las grandes conquistas han es- trechado los contactos entre individuos de reli- giones diferentes. En la misma época, en Europa, lasubida del protestantismo ponia en serias difi- cultades las pretensiones hegeménicas del cato- licismo romano. Efectivamente, tras la Reforma protestante en el siglo XVII, y con repercusiones a las que ha dado lugar en un mundo todavia glo- balmente cristiano, el problema que se planted 22 fue el de la coexistencia de grupos cuyas concep- ciones de la «verdad» respecto a los textos bibli- cos eran diferentes. En las colonias americanas (que formaron los Es- tados Unidos de América), Virginia adoptaba en 1786 una ley propuesta por Thomas Jefferson pa- ra establecer la libertad religiosa en un contexto de diversidad importante, mayoritariamente cristiana. Si la primera enmienda de la Constitu- cién estadounidense permitid una separacién de poderes a nivel federal, hay que esperar a la en- mienda 14, en 1868, para que el libre ejercicio de la religiGn sea incorporado a los «privilegios e in- munidades de los ciudadanos americanos [con- tra los cuales] ningun Estado promulgara una ley». En otros paises, en la misma época, llevan a cabo diversas tentativas para aplacar los conflic- tos que desencadena la pluralidad religiosa. En Canada, tras la conquista inglesa, el Tratado de Paris (1763) acordé la libertad de culto a los ca- télicos, que fueron los primeros en beneficiarse de ella en todo el Imperio britanico. Por supuesto que, modos, incluso parciales, de reconocimiento de la pluralidad habian sido de- finidos antes de este periodo. En el Impero oto- mano habia sido aplicada una cierta tolerancia respecto a las religiones del Libro, con el sistema de «millets» (que significa «minorias religiosas»). Este sistema permitia a los judios y a los cristianos practicar su culto. Pensamos también en la pro- 23 mulgacion del Edicto de Nantes, en 1598, que tra- taba de que los catélicos y los protestantes, sin llegar a eliminarse radicalmente unos a otros, consintiesen en una coexistencia obligada y ne- gociada. Este edicto fue abolido momentanea- mente en 1685, bajo la gran influencia de la Igle- sia catélica, dando lugar a atrocidades, y marcara durante largo tiempo el imaginario colectivo y politico. Separacién de derechos ciudadanos y pertenencia religiosa Es un hecho relativamente reciente en la historia de la humanidad, el poder ejercer libremente sus derechos de ciudadano, sin que la adhesion a una confesién o a un credo sea una condicion oun obstaculo para este ejercicio. En general, los individuos identificados con la religion nacional disfrutaban de los derechos a los que las minorias no tenian acceso. Esto podfa concretarse en una discriminacién que afecta a la participacion en los asuntos publicos, al hecho mismo de encon- trar trabajo o de poseer una tierra. La division de la pertenencia religiosa y de Ja per- tenencia ciudadana ha encontrado histéricamen- te su garantia por su inscripcién en el derecho. Asi, el Acta de Québec de 1774 (primera consti- tucién de la colonia britanica nuevamente con- quistada) abolio el Juramento del Test para los 24 catolicos que querian acceder a cargos publicos, y esto, sin conflictividad. Este juramento, andlogo al Religious Test, prescrito entonces en las colonias americanas, imponia a los ciudadanos de obe- diencia catélica condiciones para tener derecho a ejercer una funcién publica: por ejemplo, abju- rar de la fidelidad al Papa, declaracién contra el dogma de la transubstanciacién y contra el culto a la Virgen. La abolicién del Juramento de Test desvincula asi los derechos de algunas categorias de ciudadanos de las condiciones de pertenencia confesional. La Declaracién de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789) en Francia ten- dra un efecto similar, poniendo en primer plano al ciudadano, independientemente de su afilia- cién religiosa. Desplazamiento de la fuente de legitimacion del Estado: pasa de las Iglesias a la soberanta del pueblo La representacién del «pueblo soberano» es una figura fundamental de la concepcién de la laici- dad. La soberanfa del pueblo como instancia in- manente de la legitimidad del Estado, se revela profundamente «laicizante, en el sentido en que la gobernabilidad politica no se funda ya sobre una u otra de las instancias religiosas, para ejer- cer su poder. Este desgajarse del poder del Esta- do en relacion a un fundamento religioso, hace legitima, a otro nivel, la diversidad de conviccio- 25 nes en el dominio publico, puesto que ninguna religién puede entonces pretender una superio- ridad sobre las otras. Esta transferencia de legiti- midad refuerza inevitablemente el principio de separacién del Estado y de las Iglesias. La Unidn de las dos Canadas en 1840 y su siste- ma parlamentario, asi como la instauracién del Estado liberal en 1848 (que consagra la autono- mia gubernamental en relacién al consejo ejecu- tivo de Londres) marcan, sin que esto sea expli- citamente enunciado, la autonomia del Estado frente a la Iglesia establecida de Inglaterra. Nin- guna Iglesia esta desde entonces organicamente ligada a la organizacién del poder. La asociacién polftica reposard en adelante, en concepciones es- trictamente inmanentes del vinculo social. En Francia, la ley de separacién (1905) marca oficial- mente esta transferencia definitiva de la fuente de la legitimacién del Estado. Estados formalmente laicos, sacando su legitimi- dad del pueblo, pueden permanecer fuertemente influenciados por normas religiosas promovidas por las Iglesias. Es notablemente el caso de Mé- xico y de Brasil donde, a pesar de la laicidad del Estado, el derecho al aborto, por ejemplo, tiene dificultades para ser legalizado, En Estados Uni- dos, en donde se conoce una estricta separacién constitucional, la presidencia de G. W. Busch ha mostrado su desacuerdo respecto a leyes concer- nientes, al aborto o a la homosexualidad. Con 26 mucha frecuencia, esta influencia politica de las instituciones religiosas se apoya en la débil secu- larizacion de algunos segmentos de la sociedad. 6 » gCuales son las diferencias entre laicizacion y secularizacion? La nocién de laicizacién con frecuencia se con- funde con otra que se le parece mucho, la secu- larizacién. Este parecido entre los dos términos se apoya entre otros, en el hecho de que la lengua inglesa no conoce mds que un solo término para designar los dos procesos, es la palabra seculari- zacién. No obstante, los problemas de traduccién gue evocamos mas arriba, no deben impedir el trabajo de comprensién y de andlisis que exige mas matices. La mayor parte de los autores an- glofonos trata de mostrar que la secularizacion tiene diferentes niveles, distinguiendo entre sus aspectos institucionales (que corresponde a lo que entendemos por laicizacién) y sus aspectos culturales (como es la pérdida de poder social de la religion). La secullarizacion corresponde a una pérdida pro- gresiva de pertinencia social y cultural de la reli- gion como cuadro normativo orientador de las conductas y de la vida moral del conjunto de la sociedad. El proceso de secularizacién se lleva a cabo bajo la presién de otros campos de la activi- dad social (econdémico, intelectual, artistico, etc.), 27 sin conflictos importantes y, con frecuencia, sin debate. Si la religion permanece pertinente para los individuos y legitima socialmente, no puede imponerse mas al conjunto de la sociedad. Las mismas conciencias adquieren gradualmente més autonomia en relacién a las autoridades re- ligiosas. Los individuos suscriben cada vez me- nos la integralidad de las prescripciones y los dogmas de su confesién de pertenencia. Se ob- serva que seleccionan, entre los simbolos y las practicas de su tradicion respectiva, los elemen- tos que le sirven para dar mas sentido a su vida. Asi, el hecho de que la pertenencia religiosa se exprese con signos visibles en el espacio social, no afecta al proceso de secularizacion. La fe o la adhesion son siempre el fruto de una decisién li- bre, incluso si ésta aparece a los ojos de las demas personas como un signo de sumisién a un cua- dro normativo religioso. El ejemplo del velo lle- vado por musulmanas es emblemiatico a este res- pecto. En Occidente, la gran mayorfa de las que lo llevan no suscribe el conjunto de preceptos del Islam (notablemente la interpretacion de la charia, la ley islamica). Se adhieren a ciertos preceptos, deseando funcionar en una sociedad cuyas nor- mas civiles no son definidas por dogmas religio- sos. Esto corresponde bien a un proceso de secu- larizacion. En cuanto a la Jaicizaci6njintroduce una disocia- cién entre lo politico y la religion en la regula- 28 cién global de la sociedad, notablemente en un contexto pluralista. Esta regulacién se encuentra plasmada en el universo juridico, sea en las cons- tituciones, sea en el derecho de costumbres. El proceso de laicizacién concierne mas especifica- mente al ajuste de las relaciones entre el Estado y las confesiones y conduce a la instancia politica a autonomizarse en relacién a las normas reli- giosas. Se trata de un ajuste de lo politico en vir- tud del cual la libertad de conciencia y de reli- gidn se encuentra garantizada a los ciudadanos por un Estado neutro respecto a las diferentes concepciones de la vida que coexisten en la so- ciedad, y esto segtin a una voluntad de igual jus- ticia para todos. La laicizacién supone, por lo menos teéricamente, que no existe religién ofi- cial o nacional reconocida por el Estado. La reli- gién no se encuentra excluida de la vida publica; simplemente, debe desempefiar su funcién se- gun las reglas del derecho comin. Los grupos religiosos y las Iglesias se convierten en asocia- ciones libres en la sociedad civil, el mismo titulo que las otras asociaciones. Lasecularizacion aparece generalmente como un proceso sociocultural progresivo, entre otros mu- chos cambios culturales. Por su parte, la laici- Zaci6n se desarrolla raramente sin engendrar re- laciones de fuerza y suscitar debates sociales, ya que modifica el funcionamiento de las institucio- nes, tanto religiosas como politicas. Por ejemplo, la laicizacién de las escuelas publicas suscita con- 28 troversias, por todas partes donde se lleva a cabo, ya que sus objetivos educativos se desmarcan de toda inspiracion confesional, cosa que algunos creyentes 0 grupos religiosos pueden encontrar inconcebible. Ademas, la laicidad no afecta a to- das las instituciones y a todos los aspectos de la regulacion politica de manera uniforme y simul- tanea; puede haber laicizacién del derecho ma- trimonial antes de la laicizacién de la educacion, 0 viceversa. En las democracias liberales, lo mas frecuente es que los dos procesos se crucen y se conjuguen, pero no siguen necesariamente la misma evolu- cién. Asi, una sociedad puede presentar un alto grado de laicizacién del Estado, pero un grado de secularizacién mas débil 0 variable segtin los grupos sociales (Estados Unidos y Turquia). Al revés, hay sociedades ampliamente seculariza- das (Inglaterra y Dinamarca) que pueden man- tener religiones establecidas en el seno de una de- mocracia laica. 7 « ¢Las religiones han alimentado o contribui- do a la laicidad de los Estados? No existe respuesta tinica a la cuestidn del papel de las religiones en los procesos de laicizacién. La laicidad se ha construido gracias a un vacia- miento de lo politico segtin el cual el Estado no reconoce més la competencia de imponer tal doc- 30 trina religiosa o moral a sus ciudadanos para ase- gurar su «salvacién», renunciando asi a tomar él el relevo de una confesién religiosa. Este vacia- miento abre un espacio de libertad en el que la expresion de la diversidad religiosa se encuentra protegida y garantizada, en los limites del dere- cho del otro y del orden publico. A este respecto, la posicién de las confesiones ha conocido va- riantes, seguin las épocas y los contextos o incluso en funcién de las tradiciones religiosas dominan- tes. Algunas Iglesias se han resistido a veces a la pérdida del poder politico que ellas ejercian, co- mo en Francia, donde esta tenacidad condujo a un conflicto que duré casi un siglo. En otros contextos, algunas confesiones, por el contrario, han sido proactivas para asegurar su autonomia en relacion a toda injerencia politica en los asuntos religiosos. Esta actitud constituye un vector de laicizacién, ya que la recfproca, es decir, la no injerencia de las Iglesias en los asun- tos del Estado, representa la contrapartida de la autonomia religiosa. Asi, en las primeras colonias americanas, los grupos religiosos asediados por las guerras de religiones que se habian extendido por Europa, contribuyeron activamente a definir el doble principio de separacion: que el Estado sea libre en relacién a las Iglesias y que éstas sean libres en relacién a lo politico. Desde 1644, el te- 6logo Roger Williams, pastor baptista que fundé Le Rhode Island, afirmaba que «el Estado es civil por esencia y la Iglesia es una asociacién de fie- 31 les». Le Rodhe Island es la primera colonia ame- ricana que realizé de manera perdurable la sepa- racién del Estado y la Iglesia y, por lo mismo, el primer Estado en el mundo que definis clara- mente la separacion de poderes. Canada presenta otro caso distinto. Tras la con- quista britanica, la Iglesia catdlica no podia espe- rar permanecer como la religion del Estado en el seno de un Imperio cuyo soberano era jefe de la Iglesia anglicana. Por tanto, en algunos decenios, el anglicanismo renunciaba a los privilegios de una Iglesia establecida y las diversas Iglesias pro- testantes presentes en el territorio, se mostraron hostiles a toda prerrogativa concedida por el Es- tado a una u otra de las Iglesias. Asi, ninguna Iglesia ha podido verdaderamente oponerse a la autonomia del gobierno politico, sean cuales sean las voluntades expresadas en diversos momen- tos para que el Estado se ajuste con sus leyes a las normas religiosas cristianas. Se puede afirmar globalmente que, en América del Norte, la situa- cién politica nueva respecto al mundo europeo, particularmente la diversidad religiosa presente desde su comienzo en la sociedad, ha favorecido el proceso de laicizacién del Estado. La referencia a Canada se presta a una confusion frecuente, concerniente al rol de las religiones en la esfera ptiblica. Esta confusién se superpone de hecho a la ante- tiormente ya evocada entre laicizacién y secula- 32 rizacion. En bastantes contextos nacionales en los que esté implantada la democracia, las religiones han permanecido largo tiempo como una fuente del encuadre de las practicas sociales y de las normas morales, frenando asi el proceso de se- cularizaci6n. Siempre, simultaneamente, la auto- nomia del gobierno politico en relacién a los po- deres religiosos podia afirmarse e inscribirse en la accién del Estado. Por ejemplo, a pesar de la separacion de los poderes politico y religioso en los Estados Unidos, realizada por la primera en- mienda de la Constitucion en 1791, las diferentes confesiones religiosas han continuado ejerciendo una influencia muy fuerte en. cada uno de los Es- tados, hasta definir al «buen ciudadano» segtin la adecuacién de su comportamiento a las nor- mas religiosas y no a las civiles (las dos se con- funden con frecuencia). El débil grado de secularizacién, debido a la ac- cin social de las Iglesias, no ha perjudicado al proceso de laicizacién, y sin embargo éstas, como ya lo hemos visto, sf que han contribuido a ello. Seguin otro ejemplo, el de Québec, la Iglesia ca- tolica ha sido acusada con frecuencia de haber re- tardado la laicizacién de dicha sociedad. Una vez més, se confunde el poder social del entorno con las decisiones politicas y juridicas que han con- tradicho frecuentemente sus pretensiones. Hay que sefialar siempre que el principal foco de re- sistencia de la Iglesia catélica a la laicidad ha sido el de la escuela ptiblica. 33 Hoy no se puede negar que hay oposiciones a la laicizacién, por ejemplo, en la voluntad de algu- nos grupos religiosos de ejercer una especie de magisterio moral en su propia comunidad o en la elaboracién de normas colectivas. Hemos evo- cado América latina. Esta oposicion se encuentra presente en muchas sociedades en las que el Is- lam representa la religion dominante; algunos segmentos de poblacion asocian la laicidad a una modernidad occidental impuesta desde fuera. Es ésta una percepcién que sirve de proteccién al hecho de que los principios laicos pueden arrai- gar en no importa qué tradicién cultural. 8. ila democracia es necesariamente laica? Existen afinidades fundamentales entre la forma- cién del Estado democratico y el surgimiento de la laicidad. Estas afinidades tienen su rafz en los principios que determinan la democracia y que estan en el fundamento de la laicidad. La laicidad misma es portadora de una visién de la moder- nidad politica. Los elementos de la laicidad aparecen necesaria- mente en toda sociedad que deba negociar sus relaciones sociales marcadas por intereses 0 con- cepciones morales o religiosas plurales. Las liber- tades de conciencia, de religion y de expresién constituyen unas premisas radicales de la vida democratica. Explicita o implicitamente, el Esta- 34 _ do es conducido a tomar posicién respecto a los grupos religiosos dominantes que rigen la vida social, moral y politica. El poder politico debe igualmente tomar en consideracién la voluntad de los grupos minoritarios deseosos de asegurar el mantenimiento de sus tradiciones. Ademés, las numerosas reivindicaciones colectivas 0 indivi- duales concernientes a la expresi6n publica de la libertad de conciencia y de religién, preocupan a todas las democracias. Cuando el Estado se separa de la sociedad civil y no se identifica con una de sus componentes o con una mayoria politica, entonces puede repre- sentar el interés general de todos los ciudadanos para asegurar su regulaci6n. Todas las democra- cias adoptan un estilo laico de gobierno, lo cual no significa que la democracia se confunda con la laicidad, ya que la vida democratica comporta numerosos aspectos (seguridad, economia, re- cursos naturales, etc.) que no conciernen a los principios laicos. Se observa facilmente que los Estados aplican de diversas maneras los princi- pios fundamentales de la laicidad. Varios paises todavia tienen una Iglesia nacional, como Inglaterra, Dinamarca o Noruega. Esta si- tuacién puede parecer que contradice la afirma- cién segtin la cual las democracias son necesaria- mente laicas. Estos paises corresponden no obstante a verdaderas democracias laicas, en la medida en que los principios sobre los que se 35

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