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CaptruLo 20 EL BARROCO. CULTURA Y RELIGION Barroco y Clasicismo El término «Barroco, de origen discutido, fue acuiado en el si- slo xvim para definic, de forma un tanto despectiva, las tendencias artisticas dominantes durainte un largo periodo anterior, De la his- toria del arte pasarfa a otras manifestaciones culturales, como la lite- ratura o la masica, para definir mas adelante la cultura de una época en su sentido més ampli, llevando a Benedetto Croce a hablar de Ja Edad Barroca (1929). Habria asi una época del Barroco como an- tcriormente hubo otra del Renacimiento, separadas ambas por un periodo intermedio, de crisis del Renacimiento que, desde el punto de vista artstico, corresponderia al Manierismo, Detris del Barroco sc ha visto la crisis de los ideales de unidad y concordia del Huma- nismo, arrumbados por los grandes enfrentamientos religiosos pos- teriores a las reformas, asi como lz manifestacién cultural de un tiempo de dificultades. Surgido esencialmente en Italia, al igual que el Renacimiento, su centro geografico se sitta en Europa Occidental, con una cronolo- fa amplia que va desde los afios ochenta del siglo xv1 hasta bien en- trado el xvut, si bien la fase culminante seria entre 1600 y 1680. Sus tres vinculaciones esenciales, que contribuyen a definitlo y expli- carlo, son la Contrarreforma catdlica, el auge del mundo cortesano y las diversas crisis del siglo La primera explica tanto su matriz romana como la importan- cia que aleanza en la Ciudad Eterna y el hecho de que se desarrollara esencialmente en el fmbito dominado por la Iglesia catdlica, con un reflejo pico en otros paises. El Concilio de Trento impuls6 la recris- tianizaci6n de los fcles, la gran mayorfa de los cuales no sabian leer 0 no lefan habitualmente, lo que aconsejaba recurrir al mensaje visual, 470 accesible para todos. Los templos habjan de transmi conocimientos esenciales del dogma definido en ‘Trento, Nada jor para ello que impresionar vivamente sus sentidos; emocionar con imagenes impactantes; eso si, controladas por la Iglesia para evi desviaciones o representaciones poco convenientes al decoro, com algunas de las creadas en los tiempos mas abiertos del Renacimiento, La ensefianza visual no sc limitaba a los contenidos de la fe. Desea transmitir también la potencia y el triunfo de la Iglesia sobre la here. jiay el predominio absoluro de su verdad. Dios todopoderoso anun- ciaba el perdén de los pecados y el premio a los justos, pero también amenazaba con el castigo a quienes no lo fueran. Todo ello explica sustitucién de las formas clisicas y reposadas —humanizadas— del Renacimiento por otras en agitado movimiento; el abandono de la belleza serena de inspiracién neoplaténica por la necesidad de repre- sentar una religiGn basada en el esfuerzo del hombre por lograrla sal- ‘vaci6n, una idea agénica —de lucha— que se plasma artisticamente en la obsesién por el movimiento, la ruptura de las formas 0 la bas. queda de los contrastes. La segunda vinculacién es la cultura cortesana entonces impe rante y su necesidad de transmitir también una serie de valores a tra vés del especticulo: potencia politica y social, identificacién con la Tglesia patente en el recurso a las mismas formas artisticas, esplen- dos, necesidad de sumisién de los vasallos y grupos sociales inferio- res... Por tiltimo, el Barroco no puede entenderse sin las diversas cri sis que recorren buena parte de la centutia. No solo la recesi6n y las dificultades econémicas, sino también las grandes guetras —como Ja de los Treinta Aios—o las revueltas, sublevaciones y guerras ci- viles, En este sentido, seria la expresién de la sensibilidad de una época atormentada, El Barroco, especialmente en la arquitectura religiosa o civil, es un atte enormemente teatral, en el que prima la decoracién fastuosa y detallista —la apariencia— sobre los elementos constructivos, ast como el impacto y la atraccién de lo sorprendente. La obsesi6n por el movimiento lleva a una sucesi6n de curvas, contracurvas, colum- nas saloménicas, fachadas ondulantes o salientes, juegos de luces y sombras y toda otra serie de elementos. La arquitectura religiosa de Roma se enriquece enormemente con las aportaciones de auto- tes como Madero, Bernini o Borromini, especialmente en la iglesia y la plaza de San Pedro, Obviamente, las realizaciones se extendie- ton a las formidables historias visuales de los retablos, a la escultura —de nuevo Bernini—o la pintura, en la que la obra genial de Ca tavaggio supondria cl punto esencial de partida. Se buscan las ale- EL Barvoco, Cultura y religion a gorfas como transfiguracién de lo aparente, los contrastes de luz y sombra, los trampantojos o engatios —pict6ricos pero también es- cultéricos y arquitecténicos—, la representacién del instante fugi- tivo, In naturaleza del paisaje concreto y también fugaz, el bode- g6n, que reflja la belleza a punto de desaparecer de la naturaleza muerta, el rctruto realista frente a los arquetipos de la belleza cli- sica, el desnudo entte ellos. En el arte civil, el Barroco plasma la suntuosidad de In socie dad cortesana encabezada por los monarcas: palacios y villas eam- pestres, con sus parques y jardines, que combinan la naturaleza con fuentes y grutas artificiales. También el brillo de las ceremonias, re flejo del poder y la grandeza de sus protagonistas, ya se tratara de entzadas de principes, celebraciones de matrimonios reales, vieto- tias bélicas, paces 0 tratados, o de cualquier otro tipo de fiestas, in cluidas celebraciones religiosas como los funerales de reyes y altos personajes. En todos aquellos casos se realizaron importantes ar quitecturas efimeras. Algunas de las principales ceremonias tienen n marcado caricter religioso, No solo las procesiones y celebra- ciones del triunfo cat6lico, como el Corpus Christi, sino también Jos autos sacramentales, en los que sobresale el genio de Pedro Cal- detén de la Barca, Roma, sede del papado, inicia con la Contratre forma un urbanismo esplendoroso, que se complementa con la for: midable arquitectura de la plaza de San Pedto y la instalacién de obeliscos, simbolo solar que sugeria la identificacién de los papas con los faraones egipcios, Todo sirve al mensaje que pretenden en- viar de un goder supremo sobre la Tierra que, sin embargo, se vera cada vez mas contrastado por la realidad. Pero el Barroco no se limita a una estética en el mundo del arte y las ceremonias, sino que afecta al resto de las expresiones cultu- tales, hasta el punto de que puede hablarse de un universo barroco que, frente a la armonia precedente, descubre un mundo domi nado por la contradiccién y la tensi6n entre fuerzas opuestas aun- que complementarias: bien-mal, razén-instinto, materia-espiritu, realidad-apariencia, luz-sombra.... Una visidn de la vida mas pesi- mista que la de los tiempos del Renacimiento fija su atencién en la mudanza, el cambio, la incerteza del mundo y del hombre; en de- finitiva, a fugacidad de la existencia, que provoca inseguridad, in- satisfacci6n, angustia o desengafo. En la literatura, temas como la inconstancia y la fidelidad o la vida y la muerte estan entre los favo ritos. En el aspecto formal, priman las yuxtaposiciones, metforas, antitesis y otras figuras que reflejan el contraste, ast como la agu- deza conceptista o el realismo moralizante de la picaresca. Contra- m Ls Ribot rio a toda regla, el Barroco rechaza el equilibrio, la medida o la ra- 26n, Es el triunfo de lo excesivo, lo patético, lo irracicnal. Con todo, no conviene olvidar su carfcter de cultura tendente al sometimiento del individuo al orden imperante. EI teatro barroco defenders los valores dominantes y las ceremonias estan pensadas no solo para distraer, sino también para atraer, La visién critica propia del Barroco y el desengafio del mundo provocan y explican reacciones diversas, desde el hedonismo y epicu- reismo, al escepticismo de los libertinos, o al refugio religioso 0 mis- tico, Tal vez la salida més interesante fuera el recurso a la moral es- toca, iniciado en los afios del cambio de siglo y que alcanzé un gran desarrollo entre las elites europeas por su atractivo para sobrellevar tiempos dificiles, Basada en Séneca y en las obras de autores contem- porsineos como Justo Lipsio, la ética estoica, segiin sefiala Adolfo Ca- rrasco, proponia el repliegue interior y una orgullosa reivindicacién del yo frente a la maldad del mundo. Algunos aspectos, como su ca pacidad para adaptarse a cualquier ambiente religioso, situindose por encima de las diferencias confesionales, o la coneepcién del po- der como una realidad siempre externa y extrafia al individuo, hacen del estoicismo uno de los pilares de la modernidad Una de las grandes aportaciones de la cultura barroca sera la pera, mezcla de misica y teatro, que se inicia en Ttalia con el Or {feo de Claudio Monteverdi (1607). Espafia fue uno de los paises mas influidos por dicha cultura, que coincidi6 con el momento culmi: nante de su Siglo de Oro, No abstante, su incidencia no es la misma en todos los autores y creadores, con algunos casos mis dificiles de idlentificar. dems de escultores como Gregorio Fernandez (1576- 1636), Martinez Montanés, Pedro de Mena 0 Alonso Cano, destaca la némina impresionante de grandes pintores: Ribera, Zurbardn, Murillo, con la figura culminante de Diego Velizques, y también los escritores: Miguel de Cervantes (1547-1616), que describe la pugna entre realidad e irrealidad en E! Quijote; Félix Lope de Vega (1562 1635), creador de la comedia nueva; Géngora (1561-1627); Que- vedo (1580-1645); Tirso de Molina (1579-1648); Baltasar Gracién (1601-1658), o Calderén de la Barca (1600-1681), En los Paises Ba- jos espafoles, Rubens (1577-1640) es el principal representante de tun auge de la pintura barroea en el mundo flamenco, que cuenta también con otros grandes autores como Van Dyck (1599-1641), quien desarrollé buena parte de su actividad en la corte inglesa, La huella del Barroco fue escasa en Francia, lo mismo que en In- glaterra, en la que destaca a principios de siglo Ia figura excepcio- nal de William Shakespeare (1564-1616), el mayor genio teatral ce BL Barvoco, Cultura y reign 4B la Edad Mederna, Su incidencia fue asimismo reducida en las Pro- vincias Unidas, los paises luteranos del norte o Alemania, desga- trada por la guerra. La simplicidad de lineas y la ausencia de icono- grafia de las iglesias reformadas, orientadas a la palabra, la misica y el canto, eran poco propicias a las complicaciones artsticas. Las Provincias Unidas, no obstante, vivieron un formidable siglo picté- rico barroco, con autores como Rembrandt (1606-1669), Frans Hals (c. 1580-1666) o Johannes Vermeer (1632-1675), principales repre- sentantes de una pintura que, ademas de su calidad, aporta una te- matica moderna y claramente civil: intetiores, retratos, bodegones, paisa... reflejo de Ia vida cotidiana de la pujante burguesia neer- landesa. El Barroco se extenderd tardfamente por los estados de los Habsburgo o por Polonia, El triunfo en la defensa de Viena frente a Jos turcos en 1683 provocé, especialmente en Viena o Praga, un auge de las construcciones de palacios e iglesias, en el que participan ar- guitectos como Fischer von Erlach o Lukas von Hildebrandt. Desde mediados de siglo se desarroll6 en Francia una estética que ha sido definida como Clasicismo, caracterizada por el culto a la An tigiiedad, el imperio de las normas, las linens rectas y los voliimenes definidos, aungue incorpora también clementos del Barroco. Es un atte que surge coincidiendo con el auge politico francés y que sirve de afitmacion de la Francia de Luis XIV, lo que explica su claro pre- dominio a partie delos afios sesenta en que se inicia el reinado perso- nal de dicho monarca, quien pone las artes y la cultura al servicio de su propia glorificacion, El palacio y los jardines de Versalles ola igle- sia de los Invalidos seri sus principales realizaciones artsticas, pero donde el clasicismo francés ulcanza su maximo esplendor es en la li- teratura, cuyas reglas estéticus serin codificadas por Nicolas Boileau en su obra L‘Art podtique (1674). Especial importancia tiene el teatro, con Corneille —en realidad una figura de transicidn, con tintes ba- stocos al menos en su juventud—, Jean Racine y, sobre todo, el dra- maturgo y comedidgrafo Moligre. Otros autores fueron el fabulista La Fontaine o Charles Perrault, La literatura del clasicismo defiende elideal del hombre honesto, que opone a la moral caballeresca valo- res como la mesura, la razén y el dominio de si mismo. Precisamente la Francia de Luis XIV fue, sobre todo a partir de 1687, el epicentro de la llamada querella entre antiguos y mo- demos, una polémica cultural que no se limit6 a Francia ni a tales afios, pues fue uno de los argumentos medulares de la historia cul- tural europea en la Edad Moderna, Se trata de una formidable y dilatada disputa sobre las fuentes y los modelos culturales, artisti- cos y humanos, Si el Renacimiento habia significado un redescubri- 414 Luis Ribot micnto de la Antigiiedad elésica, los avances posteriores en todos los drdenes, desde lo artistico y literario a lo cientifico, sin olvidar las diferencias politicas y religiosas, planteaban el debate sobre la superioridad de uno u otro mundo, Una polémica discusién de in- ‘numerables consecuencias, trufada ademds en muchos casos de in- tereses politicos, pues, como ocurria en la Francia del Rey Sol, la exaltacién de los tiempos actuales frente a los antiguos servia para ensalzar la politica y las realizaciones del momento. En Italia, cuya querella, mas moderada, precedi6 a la francesa, destacan Traiano Boccalini y Alessandro Tassoni entre los antiguos, y Secondo Lan- cellotti como defensor de la modernidad, Sera precisamente este tl- timo quien, después de haber alabado al papa Usbano VIIL, viaje a Francia para exaltar a Richelieu e introduzca alli la querella, con- tando con la defensa de los antiguos que habia realizado Montaigne a finales del siglo xvi. Otros modernos posteriores sersn Chatles Perrault, autor de loas a Luis XV, o el escritor y filésofo Fontene- lle, Frente a ellos, como partidarios de la Antigticdad, se situaran Racine, La Fontaine, y sobre todo, Nicolas Boileau. El enfrentamiento, que dio lugar a numerosos escritos y trata- dos, no era una simple cuestin de fuentes y modelos, sino que tras- lucia posturas contrapuestas en cuanto a la libertad creadora y la biisqueda dela verdad y la belleza, Ya en el siglo xvi uno de los de- fensores de los antiguos, el escritor irlandés Jonathan Swift, en un relato satirico breve publicado en 1704 (The Battle ofthe Books), en el que describja la batalla ocurrida en una biblioteca entre los libros antiguos y modernos, basindose en las fabulas de Esopo, hizo de las abejas, que liban de distintas flores antes de oftecernos su pro- pia creacién, el emblema de los que basan sus saberes en la Antigtie= dad, frente a las araiias, que extraen sus hilos de su propio cuerpo. Claro que de la actitud de los modernos, simbolizados por tan feo animal, naceria la idea de progreso, pues un moderno como Charles Perrault, en su poema a la gloria de Luis XIV, serfa uno de los pi ‘eros en formularla, No es de extrafiar por ello que buena parte de los ilustrados del siglo xvi se sittien en el bando de los modesnos, diferencia del antiguo Rousseau, En la Francia del siglo xvi destacan, asimismo, algunos autores que han sido considerados como precedentes de la Tlustracién. Los dos mas importantes fueron Pierre Bayle (1647-1706) y Bernard le Bouyer de Fontenelle (1657-1757), quien, por su larga vida, legé a ser también un ilustrado. El primero, no solo por su escepticismo re- ligioso —del que hablaremos mas adelante—o por su actitud critica contra la irracionalidad, los prejuicios y las supersticiones, sino tam: ELBarroco, Calturay religion 4 bign por su affn de divulgacién. La principal de sus obras, el Dic tionnaire Historique et Critique (1695-1697), reeditado y ampliado en varias ocasiones durante los afios siguientes, seria muy reeditado en el siglo xvm, constituyendo uno de los modelos inspiradores de a Enciclopedia. Con él pretendia, en el terreno histérico, lo mismo que Descartes se habia propuesto en el metafisico: superar el pirro- nnismo (escepticismo) al que conducen la parcialidad y los errores de los testimonios y conseguir asi que la historia alcanzara el grado de fiabilidad que habian logrado otros saberes. En 1684 comenz6 en Amsterdam la publicacién de las Nowwelles de la république des lettres —de las que seria editor y principal autor hasta 1687—, una especie de periddico de critica literaria dirigido a aquellos intelec: tales que tenian al francés como la lengua de la literatura, la filoso- fia y la ciencia, que constituyé el primer intento serio y exitoso de populaizat la literatura, En cuanto a Fontenelle, divulgador cien- tifico al que ya nos hemos referido, los enciclopedistas decfan que ‘eprepat6 la luz.con que el mundo debia ser reiluminado». ‘Otros protestantes franceses refugiados en las Provinecias Uni- das crearon también obras criticas precursoras del pensamiento ilus- trado, como es el caso de Jean Leclerc, teGlogo y exégeta de la Bi- blia, quien publicé la Biblioth2que Universelle et Historique, wna enciclopedia de 26 voliimenes (1686-1693), asi como otras dos Bi- bliothéques continuacidn de esta, yaen el siglo xvut, 0 el historiador y lexicdlogo hugonote Henri Basnage de Beauval, que publics en 24 tomos la Histoire des ouvrages des savants (1687-1709), en la linea de las Nouvelles de Bayle, Pero los precursores de la Hustraci6n no fueron exclusivamente franceses, En las Provincias Unidas, Ingla- terra o en la Alemania de la segunda mitad de la centuria aparecen también personajes que resultaran claves en el desarrollo del pensa- miento, Uno de ellos es el filésofo holandés Baruch Spinoza; otro, el tambien filésofo y tratadista politico inglés John Locke, figura de enorme transcendencia en miiltiples campos y uno de los padres del pensamiento modemo, Un tercero es sin duda Newton, A ellos ha- bria que unir en Alemania a Leibniz o a su enemigo el juristae histo- riador sajén Samuel Pufendorf. La aplicacién de las reformas religiosas Desde el punto de vista religioso, el siglo xvi supone la con rmuacién del tiempo largo de la Reforma, en la doble variante protes- tante y catdlica, Al igual que en las diltimas décadas della centuria an- 416 Lats Ril terior —posteriores a la reafirmacién de los respectivos credos— ims caractetistico serfa la rigidez combativa de lasactitudes contra sreformistas, que explica conflictos de la envergadura de la Guerr de los Treinta Aiios. No obstante, la intensidad religiosa comenz6 ceder en las décadas finales del siglo, coincidiendo con lo que Pa Hazard llamé la crisis de la conciencia europea, marcada por el dex sarrollo del espititu eritico y el inicio, todavia lento y localizado, de la descristianizacién, El paralelismo que existe entre los campos catdlico y protestante es evidente en muchos aspectos. No obstante, en el espacio domi nado por el protestantismo, los nuevos eredos y las formas de reli. siosidad derivadas de ellos se habian impuesto ya en el siglo ante- rior, asistigndose ahora a un proceso de divisién interna, sobre todo cn el mundo luterano y cn Inglaterra. La reforma cn la Iglesia catd- lica habia sido mas tardia y se enfrentaba ademas con la inercia de la religién tradicional, por lo que su implantacién se hizo de forma més Ienta, abarcando en muchos casos buena parte de! siglo xvi. Se trat6 cesencialmente de un proceso de recristianizaci6n, de formacién re- ligiosa de las elites y las masas; en definitiva, de reorganizacién ecle- siastica y revitalizacién de las creencias y las pricticas religiosas, Frente al sacerdocio universal de los protestantes, el Concilio de ‘Trento reforz6 el peso de la jerarquia y configuré una Iglesia con un perfil mas claramente clerical que la anterior a la reforma. Por lo de- mas, en ambos sectores del cristianismo —catdlico y protestante— las disputas teoldgicas se centraron sobre todo en el problema de la Gracia, En los dos se desarrollaron, asimismo, tendencias misticas, deseosas de lograr una experiencia directa con Dios, y surgicron las reacciones de los libertinos y racionalistas, Obviamente, tanto unas como otras afectaban sobre todo a sectores sociales de cierto nivel cultural y social, con mucha menor influencia en las masas urbanas y atin menos las rurales, habitualmente mas incultas, El mapa religioso no presenta gran originalidad con respecto al siglo anterior. Las zonas de influencia respectiva de catélicos y pro- testantes se mantuvieron estables, a excepcién de hechos como la expulsidn de los hugonotes de Francia (1685). En el érea central del continente los cambios fueron mayores a consecuencia del desarro- Ilo de la Guerra de los Treinta Afos, con un resultado final que, a grandes rasgos,ratficé la existencia de un norte de Alemania de pre- dominio protestante y un sur catélico, En la Iglesia catolica continia la imposicién de la reforma, que fue penetrando lentamente en las instituciones, las creencias y las costum- bres. En la segunda mitad del siglo xv, los paises pioneros habian sido BLBervoco. Calturay religion an Espatia y buena parte de Italia. En Francia, Alemania, Paises Bajos, Bohemia y Polonia no se realizé hasta el siglo xvn, con cronologias di- vyersas. El pais que encabeza la renovacién religiosa es ahora Francia, sustituyendo a la Espatia del siglo anterior. El impetu renovador fue especialmente intenso hasta los afios centrales de la centutia. El siglo xvi fue una época dorada para las ediciones religiosas, Jo que prueba la existencia de una fuerte demanda de catecismos, devocionatios, vidas de santos, sermonarios, textos litirgicos y teo- Iogicos, meditaciones misticas, etc., al tempo que se revitalizaban en las universidades los estudios de teologia y derecho canénico. Los libros de tema religioso predominaban ampliamente sobre los dedicados 4 otras cuestiones, como lo prueba el hecho de que en Paris, seguramente el principal centro cultural del siglo, supusieran e148 por 100 de los editados entre 1643 y 1645 y el 49 por 100 en- tre 1699 y 1701. Aparte de la gran difusidn de los catecismos abre- viados, como los de los padres Gaspar de Astete (1579) y Jerénimo Ripalda (1591) o los dos, breve y extenso, escritos por el jesuita Ro- berto Bellacmino (1597-1598), algunas obras tuvieron gran éxito de piiblico, como la Guia Espiritual de Miguel de Molinos, con veinte ediciones en diversas lenguas en los primeros quince aifos, o el tra- tado De la fréquente Communion de Antoine Arnauld, obra basica del jansenismo (1643), que fue otro best-seller. Mas importancia te- nfa obviamente el sermén, que llegaba a un piblico mucho mas am- plio, con predicadores populares que trataban de emocionar a sus, ‘oyentes, por supuesto, el confesonario, lugar de contacto directo del sacerdete con cada uno de los feles. En el aspecto disciplinario, hubo una reorganizacién claramente jerarquizada de la Iglesia y una intensa labor de reforma de los ecle- cos. Dicha tarea no dejé de encontrar resistencias de todo tipo, yy entre ellas las de muchos componentes del alto clero. Casi todas las familias de la nobleza principal tenfan miembros segundones en los obispados, muchos de los cuales pretendian mantener la acumu- lacién de beneficios y eran reacios a la residencia en sus didcesis © al cumplimiento de sus obligaciones pastorales. Las resistencias se plantearon también en otros niveles, y las hubo también externas, por parte de monarcas y gobernantes temerosos del incremento del poder de Roma. Poco a poco, sin embargo, se fue produciendo una renovacién cuyo resultado fue la configuracién de un clero mejor formado gracias a los seminatios establecidos en cada diécesis, con una vida mis austera y ejemplas, y mas controlado por una jerarquia ala que seimpuso de forma mas cficaz la atencién pastoral y cl go- bietno de le didcesis, con obligacién de realizar visitas a las parro- 8 Lats Ribot quias, Para completar la formacién del clero parroquial, al que co- menz6 a exigirse la residencia y el uso de la sotana; se implantaron también conferencias eclesidsticas periddicas para los pérrocos de una determinada circunscripcién. La actividad renovadora fue especialmente intensa en el clero regular, con una actuacién muy destacada de los jesuitas, la orden mas diniimica surgida de la reforma catdlica, que desempeni6 un pa- pel muy importante en la recatolizaci6n de amplios espacios, inclui- dos territorios reconquistados al protestantismo o cereanos a zonas protestantes. Su actividad se desarroll6 en miltiples terrenos, des- tacando especialmente en la ensefianza. A lo largo del siglo les fue- ron encomendadas una serie de universidades, como las de Pader- born, Minster u Osnabriick en Alemania; Salzburg o Innsbruck en Austria, o Praga en Bohemia, Su papel fue especialmente des- tacado en innumerables colegios, destinados sobre todo a los hijos de familias acomodadas. Hacia 1650 tales colegios, que compartian idéntica organizacién y métodos de ensefianza, agrupaban a unos 150,000 alumnos. Otra orden importante fueron los capuchinos, predicadores muy actives que desartollaban ademas tareas poco agradables como el cuidado de apestados e incurables, Entre las 6r- denes femeninas, se extendieron por Europa las carmclitas descal- 2as, fundadas por Teresa de Jestis el siglo anterior, y las ursulinas, de- dicadas a la enseianza de nifias. Laenseitanza y la asistencia fueron los dos capitulos esenciales de la accién de las nuevas drdenes, Las iniciativas fueron muchas, aun- {que tinicamente sefialaremos las principales, A finales del siglo xvi, el italiano Camillo Lelis habia creado los Clérigos Regulates al Servicio de los Enfermos, conocidos como camilianos (1586), que se caracte- rizarian por una notable preocupacién por la higiene. A comienzos del siglo, el sacerdote espaol José de Calasanz. funds en Roma las Escuelas Pias, a cargo de la orden creada también por él de los esco- lapios, y orientadas a la educacién de nifios pobres, En 1607, Paulo V aprobé 1a Compaiifa de Maria, fundada en Burdeos por Jeanne de Lestonnac y dedicada a Ia ensefanza de nifias, lo que suponia una re- lajacién de la clausura impuesta en Trento a todo el monacato feme- nino. En 1610, Francois de Sales (1567-1622) y Jeanne de Chantal crearon la orden de la Visitacin, conocida también como las salesas, en principio para la visita de enfermos y pobres, pero poco después, ante Ia oposicién del obispo de Lyon, se es impuso la clausura, cam: biando su dedicacién a la educacién de nifias internas. En 1611, Pierre de Bérulle (1575-1629), quien junto con su prima madame Acarie habia introducido en Francia la reforma car LBarroco. Calturay religion 419 imelitana de Teresa de Jesis (1604), fund6 la sociedad del Oratorio, tuna orden secular destinada a la formacién del clero, que depurd Ja devocién y cuyos colegios se convertirian en rivales de los jesui tas, Bérulle influyé mucho en personalidades tan importantes como Vincent de Paul, Bossuet, Saint-Cyran o Descartes. En 1623, Vin- cent de Paul y Louise de Marillac fundaron las Flijas de la Caridad, gue fueron formalmente una cofradia con votos anuales para evi- tar los problemas que habian tenido las salesas en relacién con la clausura, ineompatible con su dedicacién asistencial a pobres y en- fermos, labor que desarrollaron en hospitales 0 en centros de be- neficencia y escuelas creados por ellas, La obra de Vincent ce Paul (1581-1660) se extendi6 también a la reforma del clero secular, En el ambito de la ensefianza primaria, Jean-Baptiste de La Salle fund6 Jos Hermanos de la Doctrina Cristiana (1682), instituto religioso destinado especialmente a la formacién de nifios pobres que no po- dian pagar las escuelas existentes. En la misma linea creo escuclas dominicales para aprendices y obreros adultos, asi como centros para la formacién de maestros de escuela Los fundadores de érdenes, habitualmente canonizados, se con- vertitian en el modelo contrarreformista de santidad, Pero el espi- titu renovador afect6 también a drdenes antiguas. Dentro de los benediictinos surgieron distintas federaciones de conventos y, entre ellas, la corgregacisn de Saint-Maur en Francia (1618), de estricta observancia y especializada en el estudio y la erudicién, Otras veces la reforma respondié a esfuerzos individuales, como los de la ma- die Angélique Amauld a comienzos de siglo en el convento cister ciense de Port-Royal des Champs, cerca de Paris, o el abacl Rancé, autor en los afios sesenta de una reforma dentro del Cister, cono- cida como los trapenses por el monasterio de La ‘Trappe en que la llevé a cabo, y que supuso un retorno a la letra de la regla de San Be- nito, extreriando el rigor ascético. Tanto la Iglesia catélica como las protestantes realizaron un con- siderable esfuerzo por extender entre las masas la instrucci6n y la prictica reigiosa, controlando el cumplimiento de esta. Junto al pa- pel de las escuelas en la ensefianza del catecismo, el centro bisico de actuacién en cl mundo catdlico fue la parroquia, desde la que se trat6 de intensificar la presencia de la religién en la vida cotidiana de los fieles. Se revalorizaron los sacramentos, se impuso la obligacién de bautizar a los recién nacidos en los tres primeras dias y se con- trolé la asistencia a la misa dominical, vigilando la prohibicién de trabajar en domingos y festivos o exigiendo el cierre de las tabernas en las horas del culto, Pero donde se impuso un mayor control fue 480 Luis Rabo. cn la prictica, obligatoria desde Trento, de confesar y comulgar por Pascua Florida, que cada fiel habia de realizar en su partoquia para un mejor control. A quienes no la cumplian se les imponfan multas, se publicaban sus nombres o se les amenazaba con la excomunién y Ja privacién de sepultura eclesiéstica Especial importancia tuvieron las misiones periédlicas,dirigidas so- bre todo a las capas populares y al mundo rural, que creaban durante unos dias un clima de exaltaci6n religiosa. Tenfan mucho de espectécus Jos destinados a impresionar al pablico sencillo, con quemas de libros, sermones conmovedores, escenificaciones de la Biblia 0 de la vida de santos, y otras manifestaciones exteriores. En la actividad de estas mi siones interiores—distintas de las queiban a tierras de infcles—tuvie- ron un especial protagonismo los jesuitas 0 los capuchinos. El objetivo era popularizar el conocimiento de las principales oraciones, generali- zat su prictica habitual, realizar una confesién general y, por itimo, ‘una comunién masiva de los ieles. Eran una especie de adaptacisn al pueblo de los ejercicios espirtuales jesufticos. Hl arte barroco, expre- sién del triunfo y la magnificencia de la Iglesia postrientina, las fun- ciones religiosas, procesiones y otra serie de manifestaciones, desempe- fiaban un papel de cnorme importancia y contribuyeron a configurar la llamada piedad barroca, También el teatro se puso al servicio del men- sajereligioso contrarseformista, tanto en los colegios de jesuitas, cuyos alumnos solian representar obras en latin, como en ambientes més po- pulares, como prueban en el teatro espafiol los autos sacramentales, en Jos que destacaria Pedro Calderén de la Barca, que concluian siempre con una apoteosis de la eucaristia, Entre los protestantes, la parroquia o la iglesia local fueron tam- bién el centro de la vida comunitaria, Los sermones, los canticos, especialmente de los salmos, asi como la maisica, eran parte esencial de las pricticas religiosas que se realizaban en ellas, caracterizadas asimismo por un control rigido de los fieles. La obligatoriedad de asistir a los servicios religiosos dominicales se vefa respaldada por Jas sanciones a quienes faltasen, a veces con amonestaciones pab! cas ¢ incluso tribunales eclesidsticos que castigaban no solo tales inasistencias, sino también el trabajo dominical u otros comporta- mientos, asi como la inmoralidad o la herejia. El rigor eta distinto dependiendo de las diversas confesiones, siendo especialmente duro en los calvinistas mas estrictos 0 los puritanos, que perse- gufan el teatro y otras diversiones, como haria en Inglaterra Oliver Cromwell en sus afios de gobierno. En la intensificacién de la vida religiosa eatélica desempefiaron también un papel importante las cofradias 0 asociaciones, que agru- EL Berroco. Cura y religiin 481 paban a los laicos bajo advocaciones religiosas. Muchas de ellas se crearon ahoza, ya no tanto vinculadas al mundo gremial cuanto re- lacionadas con las préeticas piadosas. Los jesuitas fundaron y disi- ggieron muchas, En Francia destacé la Compagnie du Saint-Sacre- ‘ment, creada entre otros por el duque de Ventadour (1627), con las finalidades de promover las misiones, ejercer la caridad, reformar la moral y combatir la herejia, imitando al maximo los derechos de los protestantes. De hecho, se convirtié en una organizacién poli tica y socialmente podetosa, basada en el secreto y vinculada al par- tido de los devotos, cercano a las reinas espafiolas Ana y Maria Te- tesa de Austria, En 1664, Moliére escribié contra ella Le Tartuffe ou PImposteur, cuya representacién estuvo probibida hasta 1669 por influjo de la compafia, En las luchas politicas de la época, el carde- nal Mazatino habia intentado suprimitla, pero no seria hasta 1666, ‘muertos ya el ministro y la reina madre, que era su principal apoyo, cuando la compaiiia comenz6 a eclipsarse. Pese a la amplia labor adoctrinadora y de control desarrollada por las diferentes Iglesias, subsistian restos de paganismo. En mu- chos mbites, sobre todo rurales, se mantenia vigente una mentali- dad animista primitiva, tendente a situar en todo lo que existe un alma dotads de podes, poco apta para el anilisis ¢ incapaz. de dis- tinguir con claridad lo natural de lo sobrenatural. Las supersticio- nes eran en ellos frecuentes e invadian la préctica del cristianismo con innumerables reminiscencias paganas. Los exorcismos 0 los ti- tuales propiciatorios contra las calamidades naturales se vinculaban ‘a unas creercias religiosas poco criticas y una practica escasamente depurada, De entre todas las manifestaciones destaca por su impor- tancia la brujerfa, una préctica vinculada a zonas marginales yen ge- neral montaiiosas, propia de mujeres y que mas que la actividad de las acusadas reflejaba el temor y a supersticién de los acusedores. El auge de las persecuciones tuvo lugar entre 1580 y 1650. La mayor extensién de dicha represién en relaci6n con el siglo anterior tal vez pueda explicarse por la sensibilidad barroca y por los efectos de la crisis econmica, No hay acuerdo sobre el niimero total de victimas ‘quemadas ea la hoguera, aunque las estimaciones mis modestas las sitGan en unas 60,000 a lo largo del siglo. En la segunda mitad la per sccucién comenzé a decaer. La persecucién de las brujas fue sobre todo una obsesién protestante, que afect6 en mucha menor medida alos catélicos. Las victimas fueron numerosas en los patses del cen- tro y norte de Europa: Suiza, Paises Bajos, Francia, Escocia, Ingla- terra, Alemania, Austria, Hungeia, Polonia... En Espana, por ejem- plo, la brujeria results anecdética, a excepcién de algunos territorios 4g Luis Ribot del notte y las provincias vascas. A ello contribuiria la propia Inqui« sicién, escéptica ante dicho fenémeno. Divisiones en el protestantismo El gran problema del luteranismo era hacer frente a las divisio- nes internas surgidas ya a la muerte de Lutero. Para evitarlas, los principes impulsaron el establecimiento de una linea ortodoxa me- diante la Concordia de Wittenberg (1580), basada en diversos acuer- dos en la doctrina. Las universidades alemanes desempefiaton un pa- pel fundamental en la teologia, en la que la obra principal fueron los Loci theologici (1610-1625) de Johann Gerhard. Pero la gran nove- dad dentro del eampo luterano en la segunda mitad de a centuria fue el pietismo, movimiento que tuvo gran difusién en Alemania pese a los ataques de la ortodoxia. Su iniciador fue el alsaciano Philip Ja- cob Spener (1635-1705), quien, siendo pastor en Frankfurt, propuso la creacidn de los collegia pietatis 0 asambleas semanales de feligre- ses escogidos (1670). En su obra Pia Desideria (1675) defendis la ne- ccesidad de renovacién religiosa, tanto en los conocimientos biblicos ‘como en la predicacién o en la prictica de una religion del corazén en la que predominara el sentimiento. La recepcién del pietismo fue di- versa, siendo perseguido en algunos estados y universidades —como Ia de Witcenberg—pero protegido en otros como el Brandeburgo de Federico IIT, En realidad se trataba de sustituir la rigidez del lutera- nismo ortodoxo por una fe més viva y una prictica revitalizada, mas cercana a la emoci6n de la experiencia religiosa. Pese a la obsesién por la ortodoxia, el principio de! libre examen propicié la divisién del protestantismo, llegando incluso a la apari- cién de numerosos heterodoxos 0 creyentes independientes, lo que Leszek Kolakowski llamé cristianos sin Iglesia. Mas organizadas, se desarrollaron también corrientes 0 sectas, que fueron generalmente perseguidas, lo que solia Ilevarles a defender la tolerancia. Algunas ‘eran los frutos nuevos de un viejo tronco que se resistia a desapare- cer, como los anabaptistas 0 los husitas. Aquellos tuvieron alguna importancia en las Provincias Unidas y en Inglaterra, dando origen a comienzos de siglo a los baptistas, partidarios del bautismo adulto y por inmersién. Los husitas, provenientes de la predicacién del bo- hemio Jan Hus, sobrevivieron en el exilio gracias sobre todo al mo- ravo Jan Amos Komenski (Comenius), que recorri6 numerosos pat- ses difundiendo su creencia en la bondad del hombre y el progreso vvinculado a la educacién, la ciencia y la caridad, ELBarroco, Cultura y religion 483 (Oras desviaciones eran nuevas, como los menonitas, seguido- res del anabaptista neerlandés Menno Simons, contemporineo de los grandes reformadores protestantes del siglo anterior, que defen- derian la separaci6n entre Iglesia y Estado, postura que adoptaron. también los baptistas ingleses, defensores asimismo de la tolerancia. Para huir de las persecuciones, comunidades menonitas se estable- cieron en la Europa oriental y, desde 1683, en Pensilvania, Mas ra dical desde el punto de vista teolégico fue el socinianismo, fundado por el sienés Fausto Sozzini (Socino) (1539-1604), quien desde 1579 residié en Polonia, Vinculado al grupo antitrinitario de los Her manos Polacos, negaba la ‘Trinidad y, consiguientemente, Ia divini- dad de Cristo, al tiempo que revalorizaba el libre arbitrio y las bue- nas obras, propugnando una religién tolerante, razonable y sencilla Los socinianos se extendicron por las Provincias Unidas y poste- tiormente por América del Norte, donde hubo también otros gru pos contratios a la Trinidad o unitaristas, que desde mediados del siglo xv1 se habjan desarrollado también en Transilvania, En Tngla terra, a finales de siglo llegaron a tener cierta influencia en sectores cultos, como el propio Newton, si bien su oposicisn a la Trinidad los excluitia dela tolerancia iniciada tras la Revolucién de 1688. Tnglaterta fue precisamente el lugar en el que se multiplicaron las sectas, al socaire también de los cambios sociales y politicos. Ademas de los baptistas, destacaron los cudqueros (temblorosos) o Sociedad cde Amigos, fundados por George Fox (1646) y que se extenderian con sus discipulos William Penn (fundador de Pensilvania) o Robert Barclay, autor de los principales textos tealdgicos de dicho movi miento. Frente alas manifestaciones externas y la organizacién ecle- siistica, los cudqueros insistian en la luz interior, el Cristo inmediato presente en cada hombre, predicando asimismo el amor fraterno y Jas bucnas obras, Durante la guerra civil y la época de Cromwell se desarrollaren los independientes © congregacionistas, que rechaza ban cualquier control eclesistico més allé de la congregacién local y abogaban por una completa tolerancia dentro del protestantismo, los is radicales partidarios de la Quinta Monarqufa, de cardcter mile- natista, que consideraban inmediata la segunda venida de Cristo, u otras sectas minoritarias como los seekers, los anters. Los principales problemas religiosos en Inglaterra se deriva- ron dela lucha entrc la Iglesia oficial, anglicana, y los puritanos, de orientacién calvinista y contratios a la existencia de obispos. Anima dos por el acceso al trono de un escocés educado en el presbiteria- nismo, los puritanos pidieron a Jacobo T Estuardo una reforma de Ja Iglesia ofcial, Aungue se celebraron para ello las conferencias de 484 Lats Ribot fampton Court (1604), no sirvieron sino para reafirmar la vincula. j6n del trono con la Iglesia anglicana. Se impuso entonces a las uni- versidades el juramento episcopaliano, y en 1610 el rey proclam6 en Glasgow la Iglesia episcopaliana de Escocia. La Iglesia anglicana se convirtié pricticamente en una extensién de la burocracia real. La pparroquia era la base del sistema impositivo y de la administracién local. Sus responsables, dotados de amplios poderes, recibfan ins- trucciones gubernamentales. Los obispos eran précticamente fun- cionatios, con cuyos votos contaba el rey en Ia Camara de los Lores, yel Tribunal de la Alta Comisién, encargado de los delitos religio- 30s, era un instrumento mas de la burocracia real. Muchos purita- nos, como los ocupantes del Mayflower (1620), emigraron entonces hacia las colonias de Norteamética. El conflicto se recrudecié en el reinado de Carlos Icon la llegada de William Laud al arzobispado de Canterbury (1633). Varios pu- ritanos fueron castigados, se censuraron libros y se prohibi6 predi- cara diversos pastores. En 1638, los escoceses firmaron un Covenant y expulsaron a los obispos, dando origen a una guerra que contri- buitia a desencadenar la Revolucién inglesa. El régimen puritano de Cromwell suprimio los obispos y el Prayer Book, adoptando una nueva confesién de fe presbiteriana en treinta y cuatro articulos. La Iglesia anglicana volvié al poder con la Restauracién, y en 1662 el Parlamento vot6 un Act of Uniformity, que obligaba a los eclesidsti- os a aceptat el libro de oraciones oficial, Los 1.760 ministros que se negaron fueron expulsados de sus parroquias. En cuanto a Escocia, el intento de reintroducir el episcopalismo acarre6 una sangrienta represién, con 18,000 victimas, No obstante, el Tribunal de la Alta Comisién, abolido durante la Revoluci6n, no fue restaurado. Tanto Carlos II como Jacobo II se inclinaban hacia el catolicismo y en 1672 y 1687 promuigaron sendas declaraciones de indulgencia para favorecer a los catdlicos, que beneficiaron también alos disiden- tes del anglicanismo, Pero el Parlamento se opuso a la tolerancia con diversas actas (leyes). El supuesto complot papista denunciado por Titus Oates (1678) provocs ademis una sangrienta represién de los catélicos. Tras la Revolucién Gloriosa, Guillermo III promulg6 el To leration Act (1689), que autorizaba a celebrar ptiblicamente su culto todos los protestantes que aceptaran el dogma de la Trinidad. En su poca, la organizacién episcopal desaparcci6 practicamente del terti- torio escocés, La tolerancia excluia, no obstante, a los catélicos, con: siderados enemigos del estado, Por el tratado de Limerick (1690) se oblig6 también a un juramento anticatélico a quienes ocuparan esca- fios en el Parlamento de Irlanda, ademés de otras restricciones. EL Berroco. Cultura y religion 485 Alo largo del siglo xvt hubo también en Europa posturas unio- nistas o sincretistas de distinto alcance, mis extendidas tal vez en el mundo protestante que en el catélico. David Pareus, un luterano convettido al calvinismo, 0 el presbiteriano escocés John Durie, pre- tendieron unir a todos los reformados. Otros mas ambiciosos, como Hugo Grocio o el ya aludido Comenius, quisieron recuperat la uni dad de toda la cristiandad, una actitud que compartirfan més ade- ante catdlicos como el obispo elector de Maguncia (1647-1663) Jean Philippe de Schénborn, el franciscano flamenco de padres es- paiioles Cristobal de Rojas y Spinola, el obispo francés Bossuet o el {ilésofo de origen protestante Gottltied Leibniz. Todos ellos eran irenistas, partidarios de la paz, y mantuvieron contactos o desarto- llaron gestiones que no aleanzaron el éxito deseado, Regalismo y galicanismo Otro rasgo importante del siglo xvu fue la intensificacién de los conflictos regalistas entre los poderes soberanos y el papa de Roma. Allo cont:ibuyeron el reforzamiento del poder real en la linea del absolutismo y el paralclo incremento del que tenia el papa en el seno de la Iglesia catélica, claramente reforzado en el Concilio de Trento. La Iglesia de la Contrarreforma es mds claramente romana, a lo que conttibuye el propio pontificado con hechos como la beatificacién (1672) y posterior canonizacién de Pio V (1712), el primer papa pos- terior al concilio, que destacé en la aplicacién de los decretos con- ciliares, en la lucha contra Ia herejfa y en la organizacién de la liga armada contra los turcos que levaria ala victoria de Lepanto. En mu cchos casos, los reyes encontraron apoyo, al menos parcial, en sus pro- pias Iglesias nacionales, muchos de euyos obispos o abades deseaban tambien limitar las injerencias de la Santa Sede. Junto al regalismo politico, existe asi también un regalismo eclesiéstico, en el que no fal- taban planteamientos teol6gicos. Conflictos regalistas hubo en nu- merosos paises catélicos ante los frecuentes roces que provocaba la concurrencia dle ambos poderes. La manifestacién més importante, sin embargo, fue el galicanismo francés, fuertemente enraizado en los privilegios antiguos de la Gallia cristiana y en instituciones como la ‘Asamblea del Clero o la Facultad de Teologia de Paris, defensora del conciliatismo —doctrina que consideraba superior la autoridad de Jos conecilis a la del papa—o de la autoridad divina de los obispos frente a la dependencia de Roma. Instituciones civiles como el Parla- mento de Pats se caracterizaban también por su galicanismo, 486 Un primer conflicto se plante6 en la reunién de los Estados Ge- nerales de 1614, cuando el rey se negé a legalizar los decretos del Concilio de Trento, bassindose en una propuesta del tercer estado que no admitia que ningén otro poder sobre la Tierta tuviera de- echo alguno sobre el reino de Francia. Peto sin duda el elemento que potencié al maximo el galicanismo fue el avance del absolu tismo mondrquico con Luis XIV. El rey de Francia disfrutaba de la llamada regalia temporal, que le otorgaba las rentas de una serie de sedes episcopales durante el tiempo en que estuvieran vacan- tes. Por un edicto de 1673, Luis XIV, respaldado por la Facultad de Teologia de Ia Sorbona, la extendid a todo el reino y pretendié ademas conseguir la regalia espiritual o derecho de presentacién, de candidatos a los beneficios eclesiésticos de las didcesis vacan: tes, iniciando un largo conflicto con el papa Inocencio XI (1676. 1689), que afecté también a varios obispos franceses contratios a Ja decisién real. En 1682, la Asamblea del Clero aprobé la declaracién de los Cua- tto Articulos, redactados por Bossuet, obispo de Meaux, que reafi- ‘maban las tesis galicanas y conciliaristas. Los parlamentos la registra- ron y el rey ordené que se ensefiara en los seminarios y las facultades de teologia. El papa envi a la Asamblea el breve Paternae cbaritai, en que denunciaba el acuerdo entre los obispos y el rey, y se neg a dlr la investidura candnica a los ebispos nombrados por el rey que hubieran asistido a la Asamblea, Como quiera que Luis XIV rehus6 distinguir los que habian asistido de los que no, en 1688 habia treinta y cinco didcesis vacantes. Aquel aiio, el conflicto lleg6 al maximo ‘cuando Tnocencio XT excomulg6 al embajador francés por negarse a renunciar a las inmunidades de su embajada en Roma y el barrio, en torno a la mistna, El resultado fue que las tropas reales ocuparon el enclave pontificio de Avignon y el condado Venaissin (Venesino) y comenz6 a hablarse de concilio general y de cisma. Un primer acercamiento se produjo con el nuevo papa Alejan- dro VIII (1689-1691). A cambio de algunas cesiones, Luis XIV re- nnuncié al derecho de asilo de la embajada romana, como habjan he- cho ya otros soberanos, y restituyé a la Santa Sede los tertitotios cocupados. El papa, no obstante, declar6 nulos los Cuatro Articulos yl extensién de los derechos de regalia a todo el territorio de Fran- Solo en 1692-1693, con 43 didcesis vacantes, se leg a una so- lucin de compromiso. El pontifice Inocencio XI (1691-1700) con- fitmé en sus sedes a todos los obispos, después de que cada uno de ellos le enviara una carta manifestandole su sentimiento por lo ocu- rrido. El rey retiré la orden de que se enseiiaran los Cuatro Artfcu- BLBorvoco. Calturay religisn 487 Jos galicanes, aunque no los anul6, conservando a cambio la regalia temporal, salvo en las didcesis de Cambrai y Lyon. El regalismo no agotaba los conflictos de la Santa Sede con los soberanos catdlicos. Tras la rebelién de Portugal, el papa se encon- tré en una situacién dificil, por lo que se neg6é a nombrar abispos en dicho tesritorio para evitar problemas con el rey de Espaiia, Fe- lipe IV. Anse ello, el soberano portugués, Juan IV, los nombré di- rectamente, amenazando con un cisma que no se resolvié hasta el reconocimiento formal de su independencia. Un caso similar se pro- ducitia a comienzos del siglo xvut cuando, en el curso de la Guerra de Sucesién de Espana, el papa Clemente XI se vio obligado a optar entre los das principes enfrentados por el trono, con las consiguien- tes tensiones con el que resultara perjudicado, El problema de la Gracia La gran preocupacién teoldgica es la cuestién de la Gracia nece- saria para le salvacidn, que adquiere en este siglo un destacado pro- tagonismo, Tanto el catolicismo como las diversas confesiones pro: testantes se vieron afectados por las disputas en tomno a ella, Frente al pesimismo antropol6gico que habia inspirado la Reforma protes tante, la restauracidn catélica estaba més cerca del Humanismo, no solo por su mayor confianza en las capacidades del ser humano de contribuir asu salvacin, sino también por su vision mis positiva del mundo, No obstante, en el seno de la Iglesia catélica habia tenden- cias mas pesimistas, basadas sobre todo en san Agustin, de las que surgieron planteamientos sobre la Gracia cercanos a los protestan- tes, que inspiraron formas de religiosidad rigorista y austera no muy lejanas de las del calvinismo. Paralclamente, dentro del protestan- tismo se dieron reacciones frente a la creencia basica en la miseria del hombre ante Dios, més préximas a las doctrinas de la Iglesia ca- télica sobre dicha cuestién. El gran problema de fondo era la dificultad de conciliar la po- tencia infinita de Dios y su omnisciencia —que le permitia conocer desde siempre quign habria de salvarse—, con la libertad humana. Dilucidar sila Gracia divina, necesaria para la salvacién, era una con- cesidn genérica de Dios que el hombre podia aprovechar libremente 0, por el contrario, una concesién gratuita y limitada a aquellos a quienes Dies habia elegido para salvarse (predestinacién). Volvian a ponerse sobre el tapete las grandes cuestiones planteadas en los afios de la Reforma: libre albedrio o predestinacién, buenas obras o justi 488 Luis Ribor ficacién pot los métitos de Cristo. La Iglesia catdlica defendia que la Gracia era un don gratuito, concedido a todos los bautizados en vir- tud de los méritos de Cristo. El hombre, con su libre albedrio, po- dia rechazarla o aceptarla, colaborando a su salvacién con Jas buenas cobras y la prictica de los sacramentos, vehiculos de la Gracia. Dis- tinguia asf entre una Gracia suficiente, que se otorga a todo creyente, y una Gracia eficaz, que requiere Ia colaboraci6n del individuo. Los, protestantes creian en la justificacin tinicamente por los méritos de Cristo, legando hasta la postura mas radical del calvinismo, defen- sor dela predestinacién, Las distintas interpretaciones sobre la conciliacién de Gracia di- vina y la libertad humana dieron lugas, dentro de la Iglesia catslica, ala polémica De auxilis, que se desarrollo en los aiios finales del si- glo xv1y primeros del xv, enfrentando sobre todo a los jesuitas con los dominicos, con una destacada participacién de tedlogos espatio- les. El nombre procede de la congregacién De ausxilis divinae gratiae creada por Clemente VITI para resolver la disputa (1597). Los jesui- tas se inclinaban més a la libertad humana y los dominicos a la Gra- cia divina, Entre los primetos destacaron Francisco Suarez o Luis de Molina, quien publicé en Lisboa Concordia liberi arbitrii cum gratiae donis (1588), principal compendio de las ideas jesufticas al respecto, que a partir de entonces se conocerfan como molinismo, Los domi- nicos publicaron en su contra la Apologia de los hermanos dontinicos, obra probablemente de Domingo Baez. Pese a as presiones de la In- quisicién espafiola, el papa Clemente VIII se negé a condenar la Con- cordia, y en 1607 Paulo V acepts que tanto dominicos como jesuitas pudieran defender sus doctrinas, probibiéndoles expresamente que calificaran como herética la contratia, Detras de la polémica sobre la Gracia se escondian posturas distintas en el terreno de la moral, en el que los jesuitas se inclinaban hacia el probebilismo —vinculado al Jaxismo motal—, una opcién casuistica por la que aceptaban como li- cita cualquier opinién no manifiestamente absurda ni explicitamente condenada por la Iglesia, aunque hubiera otra més probable, pero tambien los frecuentes enfrentamientos entre miembros de las diver- sas drdenes, que, como sefiala Te6fanes Egido, eran odios teolégicos, derivados del intento de cada una de imponer su verdad. La querella se habia cerrado en falso, pues subsistian en el seno de la Iglesia posturas teol6gicas enfrentadas, que resurgirfan en el s- slo xv1 con el jansenismo, movimiento religioso de matriz agust- niana caracterizado por una postura extrema respecto a la cuestién de la Gracia, Uno de sus predecesores, en plena querella De auxilis, seria cl flamenco Michel Baius, profesor de la Facultad de ‘Teologia ELBarroco, Cultura y religibn 499 de Lovaina, muchas de enyas tesis fueron condenadas por la Iglesia, Jo que no impidié que tuviera sus seguidores y que continuara la po- lémica sobre la Gracia, siendo especialmente intensa a finales de los afios ocherta en dicha facultad, en la que ensefiaba también el je- suita Leonard Lessius, contrario a Baius. Afios después, otro pro- fesor de Lovaina, el neerlandés Cornelis Jansen (1585-1638), nom: brado obispo de Ypres dos afios antes de su muerte, y mas conocido por el nombre latinizado de Jansenius, escribié una suma del pen- samiento de san Agustin, en la que sostenfa que Dios quiso salvar a toda la humanidad, pero después del pecado original solo salva a los predestinados, a los que otorga la Gracia eficaz, imposible de resis- tit, Cristo, por tanto, no muri por toda la humanidad. Aunque Dios hha decidido quiénes se salvarin, la préctica religiosa es un camino para descubrir la pertenencia al grupo selecto de los elegidos, lo que proporciona un cierto consuelo ante la terrible incertidumbre deri vada de la predestinacién. Tal doctrina, pronto conocida como jan- senismo, se extendid por los Paises Bajos del sur y sobre todo por Francia, derivindose de ella una religiosidad rigorista, pesimista y austera, plagada de exigencias morales ‘La obra de Jansenius, titulada Augustinus, no se publicé hasta 1640, muerto ya el autos, y fue pronto atacada por los jesuitas de Lo- vaina y condenada por Urbano VIII en la bula In entinenti (1642). No obstante, el sacerdote francés Antoine Arnauld (1612-1694) pu- blicé dos apologias del obispo que provocaron la reaccién de la Sor- bona y un amplio niimero de obispos franceses, quienes lograron que Inocencio X, por la bula Czsm2 occasione (1653), condenara cinco proposiciones tomadas del Augustinus. Desde 1661 la Asamblea del lero impuso @ todos los eclesidsticos franceses y a los maestros lai- os Ia obligacion de firmar un formulario de obediencia a la condena romana de las Cinco Proposiciones. Cuatro obispos se opusieron al formulario y prohibieron a los clérigos de sus didcesis que lo firma- ran, También se negaron a firmarlo las religiosas de Port-Royal des Champs, cuya abadesa era Angelique Arnauld, hermana de Antoine, pese a los castigos infligidos por el arzobispo de Paris (algunas fue- ron alejadas de la abadia, otras privadas de sacramentos...). En rea- lidad, la postura de la Iglesia y los catdlicos franceses distaba de ser uundnime, pese a que en 1665 Luis XIV celebré un lit de justice en el Parlamente de Paris para registrar una declaracién contra los janse- nistas. En 1668 se llegé a una solucién de compromiso en la llamada Paz de la Iglesia 0 Paz Clementina, por el respaldo del papa Cle- mente EX, que dio lugar a una relativa tranquilidad hasta mediados de los afios ochenta en que se reanudaron las persecuciones, 490 Lass Ribot La abadia femenina y la residencia de caballeros de Port-Royal fueton el ndcleo del jansenismo francés, cuyo inspiridor original has bia sido el director espiritual del monasterio, el abad de Saint-Cyran, Jean Duvergier de Hauranne (1581-1643), amigo de Jansenius e in- troductor en Francia de su doctrina. El movimiento jansenista se extendi6 sobre todo entre la nobleza de robe y la burguesia de los oficios, incluidos muchos magistrados del Parlamento de Paris, ‘También incluyé.a numerosos eclesiésticos, sacerdotes de la Gongre- zgacién del Oratorio, abogados, escritores y otras gentes de cierto ni- vel cultural. Richelieu, Mazarino y Luis XIV se opusieron a los jan- senistas, de quienes recelaban politicamente; de hecho, numerosos jansenistas participaron en la Fronda, ‘Todo ello ha llevado a muchos, historiadores a considerarlo como un movimiento contrario al abso: lutismo, Pero no se puede generalizar. Hubo parlamentarios no jan- senistas y amigos de los jesuitas y jansenistas cercanos al gobierno, Lo dinico ciesto es que el jansenismo dividi6 profundamente la Igle- sia y la sociedad francesa del siglo xvu. Los especialistas distinguen varios jansenismos, dependiendo de los diferentes tratadistas que escribieron en la senda trazada por Jans scnius y de los distintos periodos hist6ricos en que se desarroll6. Ha bria, a grandes rasgos, un jansenismo teoldgico, el primero; un jan- senismo moral-espiritual, de fuerte influencia en el rigorismo moral de los siglos posteriores; y un jansenismo politico, que seria el ma- yoritario en el siglo xvm, caracterizado por el galicanismo y la opo- sicin a los jesuitas. Si Jansenius habia inspirado el teol6gico, auto- res como el abad de Saint-Cyran o Antoine Amauld fueron la base esencial del jansenismo moral-espiritual. Discipulo de Bérulle, Saint-Cyran, que permanecié varios afios encarcelado por Richelien, defendia una interpretacién de san Agustin caracterizada por una piedad anti-intelectual y una con- cepcién rigurosa de los sacramentos, Influido también por Bérulle, Arnauld desarrollé una ascétiea propia, adaptando a sus creencias la liturgia y los sacramentos, en relacién con los cuales destaca su obra De la fréquente Communion (1643), en la linea tigorista. Ar- nauld sufrié también diversas persecuciones y en sus tiltimos afios hubo de exiliarse a los Paises Bajos y a Bruselas. Cuando en 1655 Ie expulsaron de la Sorbona, su amigo el filésofo y cientifico Blaise Pascal (1623-1662), jansenista moderado como él, redacté una se- rie de cartas satiricas de gran valor literario, que serian publicadas cn las Provincias Unidas con el titulo de Lettres provinciales, en las que atacaba a los jesuitas. Arnauld, como Saint-Cyran y todos Ios jansenistas, era enemigo de los jesuitas, no solo por sus postu- EI Barvoco. Cultura y religion 491 ras teoldgicas, sino por su casuismo moral (laxismo) 0 sus opeio- nes politicas. AA finales del siglo xvu, el sacerdote oratoriano Pasquier Ques- nel (1634-1719), quien hubo de exiliarse también a Bruselas y pos teriormente a Amsterdam, revitalizé el jansenismo con su obra Ré- flexions Morales sur le Nouveau Testament, conocida parcialmente desde 1671 aunque su primera edicién completa fue en 1694. En ella vinculaba el jansenismo al galicanismo y las tesis conciliaristas, porlo que ‘ue el iniciador del jansenismo politico. Al propio tiempo, bajo la influencia de Quesnel, el jansenismo se hizo menos intelec- tual y elitista y més popular. La disputa originada llev6 al papa Cle- mente XI, solicitado por Luis XIV, a condenar las ciento una pro- posiciones de Quesnel en virtud de la bula Unigenitus (1713). Pese ala resistencia del Parlamento de Paris, el rey hizo registrar la bula, Los jansenistas, con apoyos en el alto clero, apelaron a un concilio general. Muerto ya Luis XIV, fueron excomulgados en 1718, pese a Jo cual continuaron existiendo en el siglo xvu, si bien con un perfil cada vez. més politico y vinculado al galicanismo que religioso, Aun- que las primeras monjas jansenistas ya habfan desaparecido, a finales de 1709 la congregacién de Port-Royal fue dispersada y el monaste- rio destruido unos meses después, por orden del rey. Los protestantes también se vieron afectados por el problema de In Gracia, Ya en el siglo xv1, el luterano Melanchton habia dado al hombre una mayor participacién en la obra de la salvaci6n, i cando una corriente que se mantendria en el siglo xv. La polémica fue especialmente viva en cl seno del calvinismo, cuya doctrina in sistia en la predestinacién, dando origen a una marcada divisi6n in- terna. Ginebra habia dejado de ser el epicentro calvinista, despla zado ahora a las Provincias Unidas, en las que una serie de sinodos desde 1571 a 1601 habian impuesto la aceptacién de la Confessio Belgica y e! Catecismo de Heidelberg traducido al holandés (1566), ambos estrictamente calvinistas. Los teélogos que dieron nombre a cada una de las dos tendencias fueron Jacobus Arminius (1560- 1609) y Franz Gomar (1563-1641). La Universidad de Leiden, de la que amboseran profesores, fue el nticleo inicial de la disputa, Frente ala absoluca superioridad de Dios y la predestinacién, Arminius se acerc6 a la doctrina del catolicismo, mas optimista sobre la eapaci- dad del hombre de contribuir a su salvacién. Gomar, en cambio, de- fendi6 el calvinismo estricto. En el trasfondo de la oposicion doctri- nal se mezclaban intereses politicos y sociales, ademas de rivalidades internas, alinedndose con el gomarismo los orangistas —partidarios deun mayor poder de la Casa de Orange en la Reptiblica—, muchos 492 Las Ribop nobles, la mayoria de los pastores y numerosos trabajadores urba- ‘nos, mientras que las teorias de Arminio encontraban respaldo entre Ja burguesfa mercantil ylos gobiernos municipales de las principales, ciudades, mayoritariamente republicanos. Los gomatistas trataron de expulsar a sus enemigos de las ete: dtas y pilpitos, obligéndoles a suscribir los textos canénicos. Ello provocd la Remonstrantia (queja) de cuarenta y seis pastores ar- minianos a los Estados Generales (1610). Pero las tensiones afec- taban también a los gomaristas, cuyas reuniones se prohibieron en varias de las principales ciudades, favorables a los arminianos. Fi- nalmente, el Sinodo de Dordrecht (1618-1619) condené las doctri- ‘nas arminianas, conocidas también como remonstrantes por la queja de 1610. Para ello fue decisivo el apoyo del estattider Mauricio de Nassau, en cl contexto que Hlevé a la reanudacién de la guerra con- tra Espatia, El gran pensionario Johan van Oldenbarnevelt, republi ccano, arminiano y partidatio de la paz. con Espafia, fue decapitado y otros seguidores como Hugo Grocio, que logré escapar, hubieron de exiliarse. Doscicntos pastores fueron depuestos y ochenta salie- ron del pais. No obstante, solo tres provincias (Utrecht, Giieldres y Overijssel) ratificaron las ordenanzas del sinado y pocos afios des- pués diversos arminianos volvieron a ocupar puestos en Ia ighesia y Ja universidad, La progresiva tolerancia —en realidad también una cietta indiferencia religiosa— contribuiria a aplacar las tensiones. En Francia, pese a que el Sinodo de Alés (1620) acepté la postura gomarista de Dordrecht, la polémica entre ambos sectores se mani- fest6 en la oposicién entre la Academia de Saumur, en la que el te6 logo Moise Amyraut (1596-1664) defendia posturas tolerantes y mas cercanas a Arminio, yla de Sedan, vinculada al gomarismo, con Pi tre du Moulin como principal exponente. Ambas tendencias subsis tieron hasta la supresién oficial del calvinismo francés con la revoca cién del edicto de Nantes en 1685. En Ginebra triunfaron también las tesis de Dordrecht, si bien las ensefianzas de Amyraut produje- ron ciertas tensiones entre los pastores, que se extendieron al menos hasta los afios setenta. El enfrentamiento teol6gico surgido en el seno del calvinismo agudizé en la Inglaterra de la primera mitad del siglo las tensio- nes entre anglicanos y puritanos, pues mientras la Iglesia anglicana adoptaba posturas cercanas al arminianismo, los puritanos defen- dian la doctrina calvinista estricta. En el Prayer Book (libro de ora- ciones), que recogia la confesién de fe presbiteriana adoptada por Cromwell, se afirmaba que Dios habfa destinado a unos hombres a la vida eterna y a otros a la eterna muerte, Pese al triunfo generali- BL Burroco. Cultura religidn 493 ido de los gomaristas, la influencia del atminianismo no desapare- ci, ejercigndose en un sector de los bautistas ingleses, los llamados bautistas generales, que defendian que Dios murié para salvar a to- dos los creyentes; también influria en los menonitas neerlandeses y, yaen el siglo xvm, en el fundador del metodismo, John Wesley, que Jo incorporé a su doctrina, La mistica Otra delas reacciones frente a Ja omnipotencia divina fue la mis- tica, puesta de moda en Europa en la segunda mitad del siglo xv, a partir sobre todo de las traducciones de libros espafioles sobre la misma, Solo el libro De la oracién y la meditacién de fray Luis de Granada tuvo més de 125 ediciones entre 1545 y 1680, y también se difundieron ampliamente las obras ascéticas del jesuita Juan Euse- bio Nieremberg, (1595-1658). En el siglo xvi twvo un amplio desa- rrollo en Francia, destacando Frangois de Sales, autor del Traité de Lamour de Diew (1616), que propone como sustituto de la angus- tia por la salvacién, La experiencia mistica, cuya esencia era la per- cepcién de la presencia ded ot70, levaba a visiones y otros transpor- tes, como las de la salesa Marguerite-Marie Alacoque. Otro mistico importante, y también reformador como Sales, fue Pierte de Bérw lle, miembro del grupo que se reunia en toro a madame Acatie, formado en la vida interior y la oracién, que anhela separarse del mundo sensible y hacer el silencio interior para tocar a Dios sustan- cia a sustarcia, en una clara reminiscencia del platonismo, Berulle consideraba la grandeza de Dios absoluta, frente al hombre al que levantaba de la nada. Toda la accidn del hombre debia dirigirse a la sloria divina, imitando a Cristo para llegar al padre. ‘La mayor novedad en este terreno fue el quietismo, cuyos ante- cedentes se encuentran en la vasta cortiente de los alumbrados, es- pecialmente importantes en la Espaiia del siglo xv1, Creado por el sacerdote espatiol Miguel de Molinos (1628-1696), cuya Gua Es- piritual se publicé en Roma en 1675, se extendis sobre todo por Taalia y Francia, particularmente entre una elite de clérigos y lai- cos deseoses de formas més elevadas de religiosidad. En Francia lo introdujeron el barnabita Francois Lacombe y la mistica madame Guyon, extendiéndose entre los devotos de la corte, El quietismo era una mistica de negacién que establecia una contraposicién en- tre la naturaleza (mundo de las criaturas) y el Dios ereador, al que solo se podia llegar mediante un camino de aniquilacién, incluide 494 Las Ribot el yo personal. El término quietismo o m 0 —no confun: dir con molinismo— alude a la actitud de dejamiento 0 abandono) que preconiza, sin desarrollar ninguna actividad que pudiera estor bar la unidn intima con Dios. Hay que abandonarse pasivamente a la voluntad divina, en forma de oracién contemplativa, interios, puramente espititual, como medio de llegar a la unién intima con, Dios, el puro amor, sin necesidad de dogmas ni précticas piadosas, Segtin los quietistas, cuando el alma llega a este estado no debe en- tretenerse en resistir los movimientos sensuales, pues eso la llevaria a perder la perfeeta contemplacisn. En opinién de Melquiades Andrés, el quietismo malentendié en Italia a la mistica espafiola y se ampar6 en ella. «Los quictistas —es- cribe— olvidaron, lo mismo que los alumbrados, los trabajos de pu tificacién y de costosa ascension al monte de la unién con Dios y ala cima de la oracién quietan. Las sospechas sobre su ortodoxia, mez: cladas con los intereses politicos de Francia, que les consideraba partidarios de la Casa de Austria, propiciaron en Roma cl apresa- miento por el Santo Oficio de Molinos y algunos de sus discipulos (1685), pese a que Melquiades Andrés considera que la Gute Espii- tual no contiene proposiciones abiertamente errOneas, y las que pus dieran parecer atrevidas se encuentran con frecuencia en los gran: des misticos anteriores. En 1687, el papa Inocencio XI condené sesenta y ocho proposiciones de Molinos, quien fue obligado a abju- rar y condenado a reclusién de por vida. El obispo de Cambrai, F& nelon, preceptor de los nietos del rey, escribié en su defensa la obra Explication des Maximes des Saints sur a vie intéricure (1691), pro- moviendo la conocida como querella del amor puro, en la que tuvo como principal contrineante al obispo Jacques Bossuet. El papa Ino- cencio XI, indeciso al principio, a instancias de Luis XIV y Bossuct (1699) condené veintitrés proposiciones del libro de Fénelon, que hhubo de someterse y alejarse de la corte. ‘También en el campo luterano hubo sectores que acudieron a la mistica, con personajes como Johan Arndt (1586-1621), precur- sor del pictismo, o el mas complejo Johann Valentin Andreae (1586: 1654), vinculado al esoterismo. ‘A comienzos del siglo, un zapatero alemin, Jacob Bohme (1575-1624), difundié en una amplia obra es- crita un panteismo mistico que logré numerosos disefpulos. En alg ros casos, el pietismo Ilevé a visiones y éxtasis en la linea de la mis- tica catdlica, Dentro del propio anglicanismo bubo sectores que, sin llegar a la mistica, postulaban una religion mas espiitual e insistfan cn la vida interior, legando en casos extremos a negar Ia necesidad de una Iglesia organizada, Entre los disidentes ingleses, los cusque BL Barroco, Cultura y religion 495 ros, con su biisqueda de la iluminacién interior, se acercaban tam- bien a las tendencias misticas. Las misiones tra consecuencia de la renovacién religiosa fue la intensifica- cién de la actividad misional fuera de Europa, destacando especial- mente en ello la actividad realizada, centro de la Tglesia cat6lica, por Jos dos grandes imperios ultramarinos: Espafia y Portugal, El papa Gregorio XY, a raiz de las primeras victorias del emperador sobre Jos protestantes en Ia Guerra de los ‘Treinta Aios, cre6 en 1622 la congregacién De Propaganda Fide, que, junto ala recatolizaciGn de los tertitorios de los Habsburgo y otros émbitos protestantes, tenia la finalidad de controlar la actividad misional en todo el mundo. El problema era que, en virtud de las concesiones pontificias realiza- dasen los comienzos dela colonizacién, que instituyeron respectiva- mente el Patronato y el Padroado, toda la organizacin eclesiéstica dentro de los dominios ultramarinos espaol y portugués dependia directamente de sus soberanos, La América espafiola y portuguesa, Filipinas y parte de la India quedaban asi fuera de la jurisdiccion de Ja congregécién, lo que creé serios conflictos. En el pontificado pos- terior de Urbano VIII (1623-1644), la congregacién se asent6 en un importante palacio de la piazza di Spagna, cuya fachada seria deco- rada por Bernini, creéndose asimismo un seminario encargado de formar en Roma a seminatistas procedentes de Oriente, que recibi6 el nombre de Colegio Urbano (1627). El métedo tradicional de evangelizacién era la tabula rasa, que prescindfa de la cultura previa de los pueblos a evangelizar. Frente a «lla tuvieron particular importancia los intentos de aculturacién de- satrollados sobre todo por los jesuitas, que contaban con las inicia- tivas previes de Francisco Javier en Japén y Matteo Ricci en China En la India los puso en prictica a partir de 1606 el jesuita italiano Roberto de Nobili, quien intent6 atraerse a los brahmanes compor- téndose como ellos, aprendié el sanscrito y vivid como un penitente hinds, Imizando su ejemplo, otros misioneros se acercaron al estilo de vida de las demas castas como medio para atractles al Evangelio. El procedimiento dela aculturaci6n se desarroll6 en otros lugares de Asia, generalmente con éxito, pese a las dificultades de extender el mensaje ca:dlico en culturas tan alejadas de la europea. En algunos casos, el procedimiento de la aculturacién practi- cado por les misioneros se llevé hasta la adaptacién de los ritos a las 496 Lats Riboo culturas de los adoctrinados, lo que no dejé de provocar reaceiones, En el fondo de las mismas se hallaba la oposicién de Propaganda Fide y de las misiones de los dominicos hacia los jesuitas, fuerte- mente vinculados ademas con el poder imperial del rey de Espafia, rey también de Portugal hasta 1640-1668. Surgié asf la llamada que: rella de los ritos, centrada originariamente en China y que se exten- deria durante un siglo (1645-1744). En 1645, el papa Inocencio X conden6 los titos chinos practicados por los jesuitas, a partir del in- forme realizado sobre ellos por el dominico padre Morales. El con- flicto tuvo diversas alternativas, con escritos en defensa de una u otra postura, que reflejaban también las crticas de importantes sec- tores de la Iglesia hacia la casuistiea moral y el laxismo de los jesui- tas. Finalmente, Benedicto XIV condenaria los ritos chinos en 1742 yllos malabares (hinddes) en 1744. Dentro de la actividad misional de los jesuitas tuvo una gran im- portancia la labor desarrollada con los indios guaranies, a partir de la concesién por Felipe TIT de un territorio auténomo en la re- gién del Parana —entre las actuales Paraguay, Argentina y Brasil— (1609), con la finalidad de eristianizarles, protegiéndoles al tiempo delos cazadores de esclavos. Se establecieron asf una serie de redue- ciones, que llegaron a un total de treinta, con 150,000-200.000 habi- tantes. Autorizados a usar armas de fuego para defenderse de los co- Jonos espaiioles 0 portugueses, en 1641 derrotaron a los portugueses de Sao Paulo. En 1649, Felipe IV reconocié dichas misiones como un tertitorio separado del resto de sus posesiones, que pagaba tibu- tos al rey pero dependia exclusivamente de los religiosos, los cuales Jo gobernaban asistidos por consejos de notables, sin la presencia de representantes del rey 0 soldados espaiioles. Los jesuitas instalaron un sistema comunitario, sin dinero ni diferencias sociales, basado en tuna economia de autoabastecimiento, que se extendié también a po- blados indigenas del territorio brasilefi. Los protestantes realizaron una escasa actividad misionera, en- tte otras razones por el hecho de que la expansién colonial neerlan- desa o inglesa no dependia de los gobiernos sino de compaiiias co- merciales. No obstante, en los territorios de Asia que consiguieron controlar los neerlandeses expulsaron a los misioneros catélicos y tealizaron cierta labor proselitista, con misioneros protestantes nombrados por la Compaiiia de las Indias Orientales. La primera isi6n protestante seria, sin embargo, la de Tranquebar, en la costa sudoriental de la India, ereada por luteranos daneses formados en Ja universidad pictista de Halle (1707). Los ingleses en Norteamé- rica no se interesaron por la evangelizacién de los indigenas y la So- ELBarroco. Ceturay reli 497 ciety for promotion of Christian Knowledge no se cre6 en Inglate- rra hasta 1699. Los comienzos de la descristianizacién Tanto en el seno del catolicismo como de las Iglesias protestantes sutgieron ea el siglo xvut los movimientos libertinos, caracterizados pot el escepticismo ante la revelacién, que les hacfa rechazar elemen- tos esenciales del cristianismo como la civinidad y la resurreccién de Cristo o la inmortalidad del alma. Al susttuir la Biblia por los clasi- cos, adoptaron actitudes paganas que en algunos casos les llevaron por la senda del estoicismo, aunque predominé la tendencia hacia Certo epicureismo. Son herederos de los crticos racionalistas del si- slo anterior, como Pomponazzi, Maquiavelo o Montaigne y defien- den la libertad de pensamiento en el ambito religioso, cultural y cien- tifico. Se trataba, no obstante, de grupos minoritarios y de cierto nivel sociocultural, localizados preferentemente en Francia e Inglaterra, y atin lo cran mis los pocos que pudieran ser considerados propia- ‘mente ateos, si bien fueron aumentando a lo largo del siglo. Comensaban asimismo a surgir planteamientos que, aun acep- tando el hecho religioso, trataban de sujetarlo a la razdn, tenden- cia que llevaria al deismo, desatrollado sobre todo en el siglo xvi. La impronta racionalista sobre la religién, tanto en el campo catd- lico como en el protestante, se percibe especialmente en el ditimo tercio del siglo, anunciando el auge de la razén caracteristico de la Tlustracién dieciochesca, En el caso del catolicismo, el desarrollo dea ciencia moderna y el rechazo del argumento de autoridad no podian dejar de afectar a su corpus doctrinal, en el que la tradicion —argumento de autoridad al fin y al cabo— desempefiaba un pa- pel muy importante, Elsacerdote francés Richard Simon (1638-1712) inicié la exége- sis biblica moderna aplicando a los textos sagrados su método gra- matical, histérico y eritico, Por su parte, el fl6sofo Leibniz. trat6 de claborar una teologia racional en su Systema Theologicum (1686), «que deseaba fuera la base de su anhelada unién de las Iglesias. El lic bro de John Locke Reasonableness of Christianity (1695), en el que defendia la coneiliacién entre revelacién y razén, ha sido interpre- tado como una réplica al deista John Toland, quien se oponia a los iisterios, La figura més critica, fue la del francés Pierre Bayle, fil6- sofo escéptico y precursor de la Tustracién, Bayle es un cartesiano, aunque recibe también la influencia de libertinos eruditos como 498 Lis Ribot Gabriel Naudé 0 Frangois de la Mothe le Vayer. Calvinista y du- rante un tiempo catélico, fue profesor en la Academia Calvinista de Sedan, marchando a Rotterdam cuando esta fue cerrada en 1681. Finalmente abandoné toda religion, convencido de que los factores psicoldgicos o sociolégicos tienen tanta influencia en la fe como los elementos racionales, Ello le levé a reivindicar la libertad de con- ciencia y a tolerancia, defendiendo que los problemas éticos no tie- nen que relacionarse con la religion, sino ser examinados a la luz de Ja razén natural, Como efecto combinado del racionalismo, el cansancio antela ri sider de las distintas Iglesias y credos, o la incipiente descristianiza- Cién, a finales de siglo se produjo un timido avance del espiritu de tolerancia, algo mas fuerte tal vez en algunos territorios protestantes como las Provincias Unidas. Un papel destacado tuvo la obra del f- 6sofo holandés Baruch Spinoza (1632-1677), quien en su Tractatus theologico-politicus (1670) defendia la tolerancia religiosa y la liber- tad individual. En su opinion, la sustancia bisica de la religi6n no se identifica con ningin credo, sino con una ley natural de justicia y de caridad, Los reyes no pueden servirse de la religion para afirmar su dominio y el pacto que instituye el poder no puede anular a libertad individual de conciencia y pensamiento. IV GUERRA, ABSOLUTISMO Y REBELION

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