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El tiempo de los profetas Doctrinas de la época romantica ‘rinwers ection en frwneés, 1077 Primera etcion en expanol, 1004 SSeyunda ediion, 2012 Deniehou, Paul UI Uempo de los profetas. Doctrinas de la época romdntica / Paul Bénichow ; prologo dle Jean Starobinski; trad. de Aurelio Garzon del Camino, — 2* ed. — México : ECE, 2012 5581p | 23 17 cin, — (Colec. Seccidn de Obras de Lengua y Estudios Literarios) Tilo original: Les Temps des prophetes, Doctrines de lige romantique ISDN 978.607-16-0044-1 |. Pilosolla — Francia — Siglo XIX 1. Statobiuskd, Jean, prél, I. Garz6n del Carnino, Aurelio, i ML. Ser. IN, Lepess.s Dewey 104 B467 P\tribuclon en Latinoamérica ison dle portada: Teresa Guzman Romero ‘ilo original: Le temps des prophetes. Dacre de Page romantique © 107, flitions Gallimard, Pais DR. © 2012, Fondo de Cultura Econdmica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. E mypresa certfiada 150 9001-2008 Se prohibe la reproduccisn total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio, ‘sla anviencia por escrito de titular de los derechos. ISBN 978-607-16-0944-1 Iinpteso en México + Printed in Mexico Of, por Jean Starobinski 9 +O E] movimiento neocatélico 170 UTOPIA SEUDOCIENTIFICA: DE LAS LUCES A LA UTOPIA | Figuras heroicas de la utopia 219 /II, Saint-Simon y Auguste Comte 239 Las nuevas Iglesias: sansimonismo y positivismo 257 DE LA UTOPIA A LA DEMOCRACIA HUMANITARIA | La disidencia sansimoniana: Pierre Leroux 315 Los discfpulos de Fourier. 342 |. MOVIMIENTO HUMANITARIO (I, El credo humanitario y su difusion 363 |. La herejia romantica 404 432 533 Prologo El tiempo de los profetas, junto con los otros tres libros que Paul Bénichou de- «ico a la experiencia intelectual del romanticismo francés (La coronacién del escritor, Los magos romdnticos, La escuela del desencanto), es ya un clasico de la Investigacion literaria. Esta tetralogia, asi como Imdgenes del hombre en el cla- sicismo francés (1948) que la precede y Segin Mallarmé (1995), su continua- cidn, nos ofrece el ejemplo mas acabado de una investigacion historica que interroga a la literatura de una época y de una sociedad siempre en total ape- go con sus textos y en relacion con los cédigos morales y las decisiones esté- ticas que prevalecieron en ellos. Mas que la aplicacién de un sistema explica- tivo preexistente, estos estudios son yerdaderas exploraciones. Después de las convulsiones provocadas por la Revolucion francesa, squé forma debian adquirir las instituciones de la nueva era? Tras la caida del An- tiguo régimen, después del fracaso de la Repitblica jacobina, luego de la de- rrota del Imperio y con el creciente desarrollo de la industria, se generaliz6 la preocupacién por replantear los fundamentos del vinculo social; para mu- chos, esta preocupacién se vio acompariada del llamado a la renovacién reli- giosa. La atencién de Paul Bénichou se centré en el vasto conjunto de doctri- nas que se elaboraron en los decenios que abarcaban el “neocatolicismo” (Ballanche y Chateaubriand), el liberalismo politico (Benjamin Constant) y la “democracia humanitaria” (es decir, el primer socialismo tal y como lo expusie- ron Quinet y Michelet). Sus estudios no se conforman con exponer las filoso- fias y los programas politicos que fueron formulados en aquel entonces, sino que también consideran la funcién social que los poetas desempenaron, esos cometidos ptiblicos, en ocasiones descomunales, que los creadores de utopias sofaron con cumplir. Desde una perspectiva a la vez erudita y sensible, Paul Bénichou reconstruye un clima intelectual en el que la nocion de lo sagrado todavia jugaba un papel importante, nocién que la poesia deseaba recobrar. Planteada asf, la cuestin remite a lo que el poeta Yves Bonnefoy denomi- na “la autoconciencia de la poesfa”; sin embargo, en el periodo que estudia > Bénichou, esta autoconciencia se acompajiaba de un proyecto magisterial. Ya desde su “Prefacio”, Bénichou establece la siguiente formula: “Toda defini- cidn del orden social consagra como guia a aquel que la formula” (p. 16). El historiador examina tanto el “entorno del pensamiento” en el que surgen es- tas esperanzas, como las misiones que ambicionaron realizar muchos poetas de la época. ¢A qué legitimidad recurrir tras el derrumbe de la monarquia de derecho divino? Es entonces que se imponen nociones que confieren legiti- midad como las de libertad, justicia 0 armonia, nociones que exigen ser prac- ticadas 0, por lo menos, plasmadas en poesia. Hubo una etapa relativamente corta en que el texto poético funcionaba, al mismo tiempo, como candidatu- ra para desempenar una funcién publica. Asi, se desarrollo toda una realidad que actuaba en contra de los poetas, incluso de aquellos que parecian haber sido admitidos (Lamartine, Hugo); una dimension opaca que mas tarde se convertiria en el blanco de los sarcasmos de los escritores del “realismo”. In- dependientemente de las carreras politicas, el problema era saber a qué tipo de qutoridad podia aspirar el genio literario. La coronacion del escritor, que precede a Fl tiempo de los profetas, describe un advenimiento. Un gran mime- 10 de autores posrevolucionarios estaban convencidos de elevar la literatura al “rango de poder espiritual” consagréndose asi como “sacerdotes” poéticos. Bl fracaso fue resultado conjunto de sus egocentrismos y de la adversidad que no habian previsto. El ultimo volumen de la tetralogia, amado La escue- a del desencanto, rete ejemplos del distanciamiento que adoptaron, en res- puesta, muchos poetas a partir de mediados del siglo xix, es deciz, después de las jornadas de junio de 1848 y, sobre todo, después del golpe de estado de Louis-Napoléon Bonaparte. Puesto que su intencién era considerar las mas distintas corrientes de opinion, Paul Bénichou tuvo que recopilar una gran cantidad de documentos representativos y no limitarse a las obras que el éxito literario ya habia consa- grado. Se impuso como tarea revelar qué propuestas innovadoras, qué polé- Inicas y propagandas acompanaron, en esa época, los proyectos de bienestar para un mundo nuevo. Se dio a la busqueda de las manifestaciones mas vivas de las ideas dondequiera que éstas pudieran encontrarse y, para ello, no omi- lio ningtin estrato, estudid incluso los escritos de circunstancia y los multi- ples Organos de prensa donde las escuelas y las sectas —sansimonismo, furie- rismo, positivismo— se enfrentaron. Compilé una riquisima documentacion y no podemos mas que admirar la precision con la que resucité el genio in- ventivo de una época, sin olvidar sus manifestaciones excesivas 0 caricatures- cis, y sin perderse en lo anecdotico. El reconocimiento que me suscita El tempo de los profetas no se Himita a todo Jo que el libro nos ensena sobre un cambio esencial en la historia {htelectual 10 4 moroac de Francia, sino también a que descubrimos en esta obra la perspectiva de un hombre del siglo xx que no deja de lado su propia experiencia. Al aclarar nos una fase decisiva de la historia intelectual anterior, Bénichou nos brincia una respuesta a nuestra propia inquietud sobre el sentido del presente. El aliin de exactitud en la lectura del pasado esta intimamente relacionado con la e: periencia del mundo modemo y sus catastrofes. La motivacion del historia dor, su exigencia de objetividad, eran todavia mas acuciantes porque se tratabia de la primera aparicion de muchos de los problemas que hemos heredaclo, Paul Bénichou se mantuvo al margen de las teorias de moda y las rivalicla des escolares que durante tanto tiempo han conmocionado los circulos inte: Iectuales; propuso un método basado en la practica y sus lectores no tardan en descubrir que la calidad y la sensibilidad de su percepcion, la fidelidad de su lectura integral, libre de todo prerrequisito “tedrico”, son las directrices de esta obra y explican que fuera llevada a término con tanta lucidez. A dos siglos del romanticismo, nos sentimos muy diferentes y al mismo tiempo, muy implicados. Muchas cosas han cambiado desde que terminé la Revolucion francesa, sin embargo, persiste el mismo problema en el plano politico. Sigue siendo necesario que los Estados modernos garanticen los de rechos individuales siempre y cuando favorezcan el bienestar comin; las precauciones que deben tomarse —ya sea contra los excesos del individu lismo, ya sea contra la violencia del poder estatal— siguen siendo las mis mas. Bénichou nos recuerda que: “Lo que era nuevo hace doscientos anos es hoy todavia lo que hay de mas nuevo” (p. 539). Entre las itltimas observaclo nes de la obra, estén las que proponen una genealogia de algunos de los 1a les que azotaron el siglo xx y que se desprenden de mitos del imaginario 10 MAntico: éstos funcionan a modo de advertencias necesarias contra aquellas distorsiones del pensamiento cuyo riesgo atin nos acecha Considero que la semantica historica es la pareja indispensable de la mayorla de las ciencias humanas. Gracias al libro de Paul Bénichou, podemos pereibir Jos signos concretos de una gran mutacion en el centro mismo del lenguaje dle 1a epoca romantica; vemos establecerse ahi algunos de los parametros que siguen vigentes en el pensamiento moderno. Ein el siglo xvi se hablaba de artes y ciencias, se aplaudian, ademas, sus Plogresos; el uso del plural en estos términos implicaba una multiplicidad de disciplinas, Por el contrario, en el siglo xix vemos aparecer en el vocabulario ies entidades que, expresadas en singular, se escriben con una mayuiseula Mierilizacora; Arte, Clencia, Progreso; estos términos equivalen a lo que los Hngoistas Haman singulares colectivos y, por medio de principios de legiti Melon, se sumaron a los conceptos de Humanidad, Historia y Justicia, El HiNbio Kemantico es considerable: Arte y Clencla, en singular, pudieron de i meena ht r la concepeion de estos dos términos evoluciond hasta designar, por anadidura, vocaciones de existencia regidas por imperativos absalutos, Las palabras que al principio sdlo designaban una categoria de produccion intelectual, se invistieron de un valor casi religioso hasta incurrir en caminos equivocados, callejones sin sali- da como el “arte por el arte”, Las utopias mas fantasiosas —que Bénichou evoca con justa razon— partian de Glencia. Tal parec presuncion de que eran avaladas por la que la palabra Progreso fue elevada a la dignidad de un imperativo superior; en un principio, esta palabra no se utilizaba mas que para designar un movimiento o un crecimiento cualquiera (incluso el del mail), luego se conyertiria en un término que implicaba wna esperanza y una obligacién de mejorar la sociedad entera, la humanidad en su conjunto. Esta hocion ineita a la accion humana, y, estrictamente, no evoca a la divina pro- videneia mas que en calidad de colaboradora. Bénichou advierte una BRON sistencia en la forma en que el romanticismo, sobre todo en su vertiente ut6- pica, se nego a renunciar a un fundamento religioso que le conferfa garantia, incluso cuando era el hombre, y sélo el hombre, quien se encargaba de dar el paso decisivo. Las entidades inscritas en los singulares colectivos —Progreso, Historia— lograron convertirse en objetos de fe, en absolutos, y servirian de legitimacién para muchas empresas, incluso para movimientos politicos que se olvidarian de la exigencia fundamental: la libertad. JEAN STAROBINSKI Septiembre del 2008 [Maduccion de Iwirre HirewaNpe Perez-Vexrni] 12 4 proroco Prefacio He intentado describir, en una obr: 1 precedente, las transformaciones que humanista nacida medio siglo alectaron, después de 1800, la fe antes, Aque Hla historia es la historia misma de ia literatura en el transcurso dle cliche pe tiedo, de la idea totalmente nueva que se formo en cuanto a su papel, y de las creaciones originales por medio de que ese papel le asignaba, Todo el promocion de la literatura a | modernos. Jas cuales intents cumplir la misién Periodo esta dominado en efecto por ly a categoria de poder espiritual de los tiempos stos afios rematan, en 1830, dentro de la vanguardia romanticismo, en un momento de crisis, en el que los temas concel acompanar la sociedad nueva se ericuentran en conflicto con esa hasta estar tentados a formularse en el lenguaje de la soledad y del No obstante, esta especie de catastrofe, pretiada de consecuencia futuro inmediato, no compromete, ni con mucho, toda la historia del roman teismo bajo la monarquta de Julio. Los grandes predecesores, Lan Hugo, Vigny, Sainte-Beuve, acrecentado su nimero co Hotoriedad mas reciente, pero de la misma generacio Quinet y George Sand, trataron de mantener, a través Sociedad. burguesa y sin rechazarla por entero, una ‘es de regeneracion sobre la cual fandaron més que nunca Se considera como el gran romanticismo francés, en s Mantiene animado por un impulso optimista Al mismo tiempo cristalizaban, en torno de la nocién de poder espiritual, Justificaciones y construcciones doctrinales diversas que abarcaban el presente yel futuro de la sociedad. Mientras que la literatura propiamente dich Seguia tenovando sus horizontes, veianse nacer, en la frontera de las letras y de la es. Peculacicn filosofico-social, sistemas destinados.a interpretar las vieisitudes de juvenil del bidos para sociedad, anatema para el nartine, m. varios escritores de m que ellos, Michelet, de las realidades de la peranza de progreso 0 su apostolado. Lo que u inquietud misma, se "Le sacre de l'écrivain, 1750-1830, Librairie José Conti, Parts, 1973. Ed. en espaftol: La corona: lon det escritor, 2* ed., wad., de A. Garzén del Camino, rce, México, 2012. [E.] signar, en un principio, el conjunto de las obras humanas inspiradas por la busqueda de la belleza y del conocimiento. Hacia 1800, la concepcién de estos dos términos evoluciond hasta designar, por afiadidura, vocaciones de existencia regidas por imperativos absalutos. Las palabras que al principio solo designaban una categoria de producci6n intelectual, se invistieron de un valor casi religioso hasta incurrir en caminos equivocados, callejones sin sali- da como el “arte por el arte”. Las utopias mas fantasiosas —que Bénichou evoca con justa razon— partian de la presuncién de que eran avaladas por la Ciencia. Tal parece que la palabra Progreso fue elevada a la dignidad de un imperativo superior; en un principio, esta palabra no se utilizaba mas que para designar un movimiento o un crecimiento cualquiera (incluso el del mal), luego se convertiria en tm término que implicaba una esperanza y una obligacion de mejorar la sociedad entera, la humanidad en su conjunto. Esta noci6n incita a la accion humana, y, estrictamente, no evoca a la divina pro- videncia mas que en calidad de colaboradora. Bénichou advierte una incon- sistencia en la forma en que el romanticismo, sobre todo en su vertiente uto- pica, se negé a renunciar a un fundamento religioso que le conferfa garantia, incluso cuando era el hombre, y s6lo el hombre, quien se encargaba de dar el paso decisivo. Las entidades inscritas en los singulares colectivos Progreso, Historia— lograron convertirse en abjetos de fe, en absolutes, y servirian de legitimacion para muchas empresas, incluso para movimientos politicos que se olvidarian de la exigencia fundamental: la libertad. Jean STAROBINSKI Septiembre del 2008 [raduccion de Iver HeewANoez Pérez-Vexrt) Prefacio He intentado describir, en una obra precedente,* las transformaciones que afectaron, después de 1800, la fe humanista nacida medio siglo antes. Aque= lla historia es la historia misma de la literatura en el transcurso de dicho pe= riod, de la idea totalmente nueva que se formé en cuanto a su papel, y de las creaciones originales por medio de las cuales intento cumplir la mision que ese papel le asignaba. Todo el periodo esta dominado en efecto por lt promocion de la literatura a la categorfa de poder espiritual de los tiempos maodernos. Estos afos rematan, en 1830, dentro de la vanguardia juvenil del romanticismo, en un momento de crisis, en el que los temas concebicios pata acompafiar la sociedad nueva se ertcuentran en conflicto con esa sociedad, hasta estar tentados a formularse en el lenguaje de la soledad y del anatema No obstante, esta especie de catastrofe, prefiada de consecuencias pari el futuro inmediato, no compromete, ni‘con mucho, toda la historia del romani= ticismo bajo la monarquia de Julio. Los grandes predecesores, Lamartine, Hugo, Vigny, Sainte-Beuve, acrecentado su ntimero con varios escritores de notoriedad mas reciente, pero de la misma generacion que ellos, Michelet, Quinet y George Sand, trataron de mantener, a través de las realidades de ln sociedad burguesa y sin rechazarla por entero, una esperanza de progteso © de regeneracion sobre la cual fundaron mas que nunca su apostolado, Lo que se considera como el gran romanticismo francés, en su inquietud misma, s€ mantiene animado por un impulso optimista. Al mismo tiempo cristalizaban, en torno de la nocién de poder espiritual, justificaciones y construcciones doctrinales diversas que abarcaban el presente y el futuro de ja sociedad, Mientras que la literatura propiamente dicha seguit tenovando sus horizontes, vetanse nacer, en la frontera de las letras y de ln ew peeulacién filosofico-social, sistemas destinados a interpretar las vicisitudes de © Le saere de Ueerivain, 1750-1830, Libraitie Jowt Cort, Paris, 1973, Ba, en espanol; La corona clon det escritor, 28 ed., trad, de A, Garzon del Camia, ver, Mexico, 2012, 18s) la Francia moderna y a deducir de ellas una formula para el futuro. Las doctri- nas que habfan comenzado a surgir bajo la Restauracion se desarrollaron y di- fundieron después de que la caida de los Borbones hubo relegado definitiva- mente al pasado la antigua sociedad. El romanticismo, en su madurez, sufri6 la repercusion de esas doctrinas, nacidas a cierta distancia de él, pero de la misma fuente y de la misma necesidad. Parece, pues, indispensable un cuadro de con- junto del movimiento doctrinal en el trascurso del medio siglo romantico, no s6lo para un conocimiento exacto de la época y de los problemas que se esfor- zaba en resolver, sino también para el esclarecimiento de las obras maestras de que tan ricas son la literatura y la poesfa de esos arios. La literatura de doctrina acompafia entonces a la de creacion; mucho menos esplendorosa y atractiva que ella, la impregna con sus sugestiones y su ascendiente. Esta relacion sera ya visible en la presente obra, aunque los grandes escritores de la generacion romantica entre 1830 y 1848 apenas aparecen en ella. Este libro trata de hacer revivir el medio intelectual en el que se desenvolvieron y en funcién del cual crearon. Decir lo que de él tomaron, y cémo elaboraron estos préstamos de acuerdo con sus propios objetivos, constituiria el tema de otra obra. No he querido abordar aqui las relaciones entre el espfritu de doctrina y la literatura de creacién sino al nivel, generalmente menor, en que tales relaciones son mas directamente perceptibles: en el ambiente 0 el eco literario inmediato de las escuelas ideologicas. Los grandes creadores plantean otros problemas. Todo el comienzo del siglo xix, que es a la vez el de una sociedad nueva, en la que vivimos todavia, ha estado ansioso por definir doctrinalmente los fundamentos de esa sociédad, ast como la ley de su existencia y de su futuro. Se veia en ruinas un mundo que antiguas certidumbres habian justificado. (Tendria las suyas el mundo nuevo? El problema es el mismo para todas las familias espirituales; tnicamente las respuestas pueden variar. Se vacila entre la experiencia reciente del libre examen, agente indudable de la trasforma-~ cidn de que se es testigo, y la idea, heredada de costumbres anteriores, segin Ja cual la cohesion social exige creencias comunes indiscutidas. No se sabe si el libre ejercicio del pensamiento es el alma de la sociedad moderna, o tan solo cl preludio de la instauracién de un dogma nuevo. Se duda entre estos dos pensamientos y se suelen combinar segtin {6rmulas diversas. Los liberales, que ven en el principio de libertad critica, con la dignificacion del individuo que en ella esta implicada, la conquista esencial del hombre moderno, dan facilmen- te la precedencia a este principio sobre el de unidad o totalidad organica del cuerpo social, Y esta manera de ver liberal gozaba entonces de tal crédito, estaba tan fuertemente arraigada en las mentes, que influyd y altero las doctri- nas dogmaticas que ge levantaban en contra de ella, o sea el catolicismo tra dicional y la nueva utopia clentificista, El problema, sin embarge, ne ha ces do de plantearse jarnas, Conviene, ademas, tener en cuenta otra nocién heredada del Siglo de las Luces: la que presenta la historia humana como una marcha y como un pro- greso. En esta nocién se supone que coinciden una causalidad historica pue ramente objetiva y una finalidad orientada hacia un valor: el progreso resulta ser a la vez un proceso necesario y un avance voluntario hacia lo mejor. Aho= ra bien, uma de las caracteristicas del pensamiento dogmatico es la de con= fundir de primera intencién el orden de las causas y el de los fines, de modo que basta describir el mundo para dictar al hombre sus deberes por via de qutoridad. El liberalismo, y en esto reside su originalidad, ha tendido a hacer depender de la intervencion de la libre voluntad humana esta convergencit de las causas y de los fines en el progreso, que se convierte entonces, como toda accién, en una utilizacion por el hombre del orden objetivo con miras all fin deseado: la eleccion de ese fin le corresponde a él y no al mundo, y la lis bertad de esa eleccién hace fracasar la imposicion del dogma. La religion tradicional habia tenido siempre una respuesta para el proble= ma de la relacion entre causas y fines. Los hacia reunirse en Dios, causa de las causas y fin de los fines, a la vez motor supremo y término de todo valor: En la perspectiva catdlica, el cumplimiento de los fines no implicaba necesariamente un avance progresivo de la especie, pero tampoco lo exclufa: el neoeatolicisme del siglo xix fue, en cuanto a lo esencial, la integracion de la idea de progreso. en el dogma tradicional. Bastaba considerar la ley de] progreso como impuestt por Dios y eficaz por efecto de su sola voluntad, para que se convirtiese en la version moderna de la conjuncién, en el ser absoluto, de la necesidad y del bien. Como el dogma catélico inclufa desde siempre, por dificil que fuese de coneillat con la soberania divina, la afirmacién de una voluntad libre en el individuo, el heoeatolicismo podia ofrecer uma formula tentadora por su ambigtedad mise ma, y por el tefuerzo sobrenatural que prestaba a unas esperanzas moclernas; (ul fue, sin duda alguna, el secreto de su vitalidad y de su difusion Su debilidad estaba en el hecho de que en el momento en que esta formula tomaba forma, la ciencia, en su calidad de proveedora de certidumbre, habia mpliamente desposetdo de su corona a la teologfa en la opinion intelectual comin, Hubo algunos que imaginaron pedirle a esta ciencia el fundamen: to del dogma del porvenir. Pensaron encontrar, gracias a ella sola, incluido en el orden del universo, el secreto de los destinos de la humanidad, Tal fue el punto de partida de la utopia cientifica o que pretendia ser tal: postulaba wna eoincidencia entre la visién cientifica de las cosas y el prondstico de realiza elon de una humanidad ideal, Empero, si bien la certidumbre cientifiea jis indiseutible que ninguna otra en el conocimiento de la naturaleza, esti Jojow de mogtrarse tan segura, al menos hasta ahora, en el conocimiento del hombre y de st: historia; e incluso si lo fuera en estas esferas, no podria refer Hite mas que a la aprehension del hecho, no a la definicion del ideal, La utopfa, por definicién, ignora estas dificultades; supone una ciencia social no solo segura en cuanto a los hechos y a sus leyes, sino portadora de los fines supremos del género humano, cosa que no puede sostener sino decretando arbitrariamente tal ciencia. Esta arbitrariedad se ha prevalido légicamente de una repudiacién de principio de la libertad de examen: con lo cual la utopia renegaba de los origenes antidogmaticos de la ciencia misma, y entraba en conilicto con el espiritu general de la Europa moderna; de ahi las inevitables disidencias en su seno, nacidas del deseo de evitar estos inconvenientes. Se acometié la tarea de corregir el dogma supuestamente cientifico por medio de un acompafamiento liberal, 0 sea incluyendo en el desarrollo necesario de la especie el derecho al libre examen y las prerrogativas del individuo. En suma, apenas se habia constituido la utopia cientffica como dogma, cuando una neoutopia la puso a tono con el siglo, mediante unas ambigiedades se- mejantes a las del neocatolicismo contemporaneo. De esta neoutopia es de donde procedi6, o se alimenté, el humanitarismo de la era romantica Los elementos de este debate general, que no se ha extinguido, entre la li- bertad critica y el dogma, han suministrado la composicisn de la presente obra. Comienza con el examen de la doctrina liberal, prosigue con una exposicién de las tentativas neocristianas, luego de la utopia seudocientifica, y termina con Jas formas disidentes de esa utopia, y con el movimiento humanitario, Quisiera cerrar este prefacio con dos observaciones. La primera es que, a pesar de la diferencia de las doctrinas, existe un fondo comtin de pensamien- os que inspira toda la época: libertad, progreso, santidad del ideal, dignidad de la ciencia, fe en la providencia y religion del porvenir humano son valores que todos, en mayor o menor medida, admiten, y que nadie rechazaria for- malmente, de suerte que seria erronea desde el comienzo una vision exclusi- yamente conflictiva de las doctrinas de esta época. La sociedad nacida de la Revolucion no difiere, a este respecto, de aquella que reemplaz6, y en la que los debates ideologicos habtan opuesto entre si durante largo tiempo las va- riantes de un credo religioso y social comtin a todos. La existencia de una clase pensante de formacion y de condicién relativa- mente homogéneas acompana naturalmente este estado de cosas en la época que nos interesa, Lo cual nos conduce a esta segunda observacion: cuando se consideran las doctrinas de la era romantica, hay que tener siempre presente que su objeto no es sélo constituir la sociedad moderna, sino a la vez funda Jos derechos de la corporacion espiritual que las emite, Toda definielin del orden social consagra como guia a aquel que la formula, sobre todo si ve trata de una definicién ideal, como era siempre el caso entonces Lista mutoconsa gracion lleva necesariamente en germen grandes abuses, 0 MN grin Huston; en cuanto exaltacion del sacerdocio por el sacerdote, #@ Ie Honsiderar vesueitida de log siglos clericales, y no es casual que cedan entonces una funcién especialmente clevada al poeta y al artista; se proponen asf agregar a su crédito la aureola de lo bello: poesia y arte son el tnico firmamento del mundo nuevo, la unica corona mistica del espiritu en el siglo que comienza. Todos los fundadores de doctrinas han querido adot- nar con esta corona el nuevo orden que anunciaban. Pero quienes la levaban en efecto, artistas y poetas, figuraban necesariamente en pequerio niimero en la gran Iglesia del ideal moderno. Han sido celosos de su privilegio, que qui- sicron, ellos también, que fuera desmesurado, pero independiente de las es- cuclas, Preservaron asi, en la semiquimera misma de su sacerdocio, y de acuerdo con los mas litcidos hombres de doctrina, un espfritu de apertura y de comunicacion, una libertad esencial y preciosa allernativa, La Constituyente quiso regenerar la Iglesia aliandola a la Revol y la Iglesia se nego. La Convencion quiso constituir una religion revoluetil imitacion traspuesta de los ritos y de las imagenes catdlicas, y esta Lentil ficial no prosperd. La religion que puede vivir hoy no puede ser una Institt oficial; depende “del sentimiento intimo, del secreto entre el hombre y Din, Cielo interior”; Robespierre se engahé en esto: “Ese rey del Terror quedo Mi mente derrocado el dia en que se convirtié en el pontifice de una relighon de {aclo’.!"® La utopfa moderna, el sansimonismo, repiten este error.!"” Asi, ¢ {il mente en el principio de una conciencia libre donde Quinet busea la defini dle su religion, Las asambleas revolucionarias sustituyeron a la Iglesia claudiowiit para formular el credo de la humanidad moderna; con tal titulo fueron prove como el Estado que nacié de ellas, de una autoridad espiritual; pero pasado (lh to limite, los derechos de la conciencia prevalecen sobre esa autoridad { XIV Michele US Dé topos 10s doctrinarios del humanitarismo, Michelet es el més ilustre, Sus dotes de escritor y la brillantez de su obra lo mantuvieron en un puesto mas destacado que a ninguno de ellos en la opinién literaria. Es el tinico a quien aunque la ficcion se halle ausente de sus obras, se puede colocar legitima. mente entre los grandes creadores de la época roméntica. Es un derecho que s dejé de otorgarsele, aunque su fama sufrio algim dano al quedar anti- ada su doctrina. Hoy, a mas de la reverencia literaria que munca se le neg6. za de cierto rebrote de favor a causa de que su obra depara a determinados stos de nuestra época la ocasion de afirmarse. Se le alaba por su manera inspirada de escribir la historia, en el momento, se nos dice, “en que se de- rumba el orden positivista que lo habia descartado”:! pero esta apreciacién, Gon todo lo grande que es la Revolucion, yo no pido que hagais de ella vin {ill [. No es Ia Justicia, ni el Evangelio etemo, ni la Religion absoluta |, | fl ideal de la Revolucion esta, por muchos conceptos, mas cerca del Cristianisme (ih que lo esta hoy la Iglesia. gHabremos de decir por esto que el Estado es Ia tll) gidn misma? |,..] ¢Tomaremos el Codigo Civil por la palabra santa, y las el ras constitucionales por nuestros concilios? ¢Creemos, con estos abusos ce jl bra, acercarnos mucho a esa conversacin con Dios que no puede ni debe iit faltarle al hombre?"* el debate de método que supone, no tienen mucho sentido, ya que la histo. ria en toda época necesita tanto de informacién rigurosa como de imagina- ccion y de intuicion? el propio Michelet presume de hallarse mas ampliamen- te documentado y, en cierto modo, de ser mas positivo que sus predecesores émulos, Por otra parte, algunos de nuestros contemporaneos descubren tras el discurso de Michelet una riqueza de temas sensoriales y afectivos que a cauisa de que a veces contrarian las conveniencias de gusto y de decencia corrientes, compensan a sus ojos la insipidez de su humanitarismo. Estos te- mas obsesionantes, que se refieren por lo general a las cualidades fisicas de hhace vislumbrar a partir de qué problemas y por qué camino se ha pasado de til los objetos y de los cuerpos, a las sensaciones y afectos que suscitan y a la espiritu a otro. Con razén, por cierto, ha celebrado gloriosamente su centeriil{l existencia instintiva en general, componen en Michelet un universo que se 4 fen 1903 la Repablica lica, honrandolo como uno de sus fundadores."” estima mas original que su pensamiento.’ Esta manera de ver es naturalmen- ‘ susceptible de una aplicacién general: se puede hacer y se hace pata otros ‘Asi, este pensamiento se reparte finalmente entre un cédigo necesario le he ral social y una posible experiencia individual de la trascendencia, Nacido baja tl signo de la reunion de lo espiritual y de lo temporal, recusa de hecho esta unklill teservando el privilegio espiritual del individuo pensante. Se ve en Quinet cONil clerta logica humanitaria, en guardia contra el dogma, preparé el terreno cle lil democracia de libre pensamiento. Un credo futuro ignorado, una biiscuuedi lit abandonada a cada cual, estos temas desembocan facilmente en el rechazo We principio de todo dogma metafisico que ligue a la sociedad, Mucha distancit ily sin duda de 1848 a 1880, de la segunda Repiblica a la tercera. Pero Quintet Il 16 Le Christianisme e¢ la Revolution francaise, en Oeuvres completes, t. Ill, p. 306. 17 Vease a este respecto La Revolution religicuse au dix-neuvieme siecle (1854), en Oeuvres (il pletes, t. XXIV, p. 519. 6 Le Christianisine et la Revolution francaise, en Oeuvres completes, t IT, pp, 351-352. ¥® Vease por ejemplo, sobre esta celebracion, T. Steeg, E. Quinet, Paris, s, [1903], y el muni del 15 de marzo de 1903 de la Revue pedagogique: * Michelet, Oeuvres completes, ed. de Paul Viallaneix, 1. 1, Parts, 1971, texto-de la contraportada. 2 Vease a este respecto, ibid, 1V, pp. 60-61, las reflexiones de Jacques Le Goff. ‘ * Roland Barthes (Michelet par lui-méme [M. por él mismol, Paris, 1954) ha dado un cuadro de conjunto de estos temas en un ensayo memorable por muchos aspectos. 470 < emovmentoHUmaNiTanto a iste en cliniggir la viva Una nausea que acompana la que el autor aparenta: pero las nauseas de Mie , No es lan nuevo; et chelet nacen de sus condenas de principio, como las jaquecas de Voltaire dos, menos controlad en el aniversario de la Noche de San Bartolomé; no producian esas conde- engi, 04 tan legit toda otra predileceion has, les suministraban la sancion de la repugnancia, el juicio sin apelacion Ay pase jeatfo sin miramientos, no dee de los sentidos incomodados. Algunas de las obsesiones de Michelet se nos hjeciones mayo nsideremos, en cuanto a Michelet al Heh Muestran, muy al contrario, dotadas de autoridad y significado propios: asi ain ®eurre con las de la inmersién en el pasado, de la potencia vital y de la universo elemental de las sensaciones y de los impulsos instintiviil Muerte, del cadaver y de Ia resurreccion, del martirio de los debiles y de quiza primordial con respecto al del discurso consciente que se arliculi #if sus desquites. Y si conviene atribuir a tales temas mas importancia que a obra, {Pero primordial en qué sentido? gCronol6gicamente? {Vituliiiell los de lo seco 0 de lo viscoso, de lo hinchado, de lo humedo o de lo plets: {Literariamente? Desde este altimo punto de vista, en todo caso, tall Unive Tico, es porque los vemos consustanciales a las actitudes y a las opciones de s mudo, mientras la voluntad del autor-sujeto no le presta la palabra lo (iil Michelet; ellos mismos son ya actitudes y opciones, pensamiento y palabra posible sin que se establezca una jerarquia, en el seno de elementos eiditll del yo; formulan lo que gobierna la obra de Michelet la confesion de una fe | entre lo principal y lo accesorio. Suponer equivalentes todos los eleiell humanitaria vivida a través de la experiencia de la historia. Por ellos, esta que figuran en este conjunto, no queriendo considerar el sujeto que lay 0 fe, al hundir sus rafces en el mundo de los sentidos, de la afectividad y de niza, es querer limitarse al caos que precede a la creacion. En la masa de Ja imaginacion, atestigua la unidad del hombre y el imperio reciproco del representaciones y de las relaciones metaforicas que componen el lorie pensamiento y de la vida lintivo de Michelet escritor, hay grados de ser: no todos los motivos elie Se dira que el pensamiento de Michelet, esa profesién de fe ideologica mismo peso ni la misma autoridad, podria decirse, en el seno de esta obi “que es su discurso consciente, es comtin en su tiempo, y se encuentra en elacién con la cual debemos considerarlos, no conociéndolos sino pif ‘otros. Es comprobar lo evidente: que la ideologia nunca es solitaria, Sin em- No se puede conceder el mismo crédito, en exégesis literaria, a la putt | bargo, de un individuo a otro, existen variantes, cada una de las cuales ilus- gen retorica —en el tiltimo analisis, manera de hablar, nada mas— y al ‘ta mejor lo que permanece vago 0 poco motivado en el sistema de pensa- holo intensamente cargado de sentido, nudo de pensamiento y dle emo Mmiento comun. Querer, con el pretexto de que Michelet no es el tinico en que Michelet nos requiere manifiestamente que consideremos como palal pensar lo que piensa, no considerarlo sino al margen de su pensamiento, es esencial. Las imagenes no valen, en literatura, sino por las pasiones y |i Hegarse a examinarlo, elogiarlo contra él mismo, voiviéndole la espalda, Decir que ese pensamiento es desdenable, por ser el de la clase media de su época, es juzgar mal a un espfritu definido con demasiada precipitacion, y a una fe "que esta reduccin simplista desfigura; es ignorar la adhesion a esa fe de una Parte considerable de la clase intelectual en todo el siglo xix, y de una parte mayor todavia de Ja izquierda popular y obrera hasta nuestros dias. ¢Y por qué, por otra parte, habria de tener la clase media menos dignidad historica que las demas clases? Estos decretos de un marxismo sumario dan que pen- sar; a no ser que al rebajar con una palabra a la pequetia burguesfa se trate " Oscuramente de alzarse al nivel de la grande, suplanténdola con el pensa- miento en su privilegio de desprecio. Pequena burguesia o no, la ideologia de \ Michelet es Michelet en persona, su dialogo cotidiano consigo mismo, su vida mas intensa y su lugar de encuentro apasionado con el tiempo en que f vivid. No hemos de comparar aqui su genio y su doctrina: su obra los hace indiscernibles. Nuestra mision es preguntarnos si, por brotar en él de una fuente poderosa de emocién y de invencion, ofrece su humanitarismo rasgos originales, y cuales son éstos. y reservas mentales , Los tipos fisiologicos y humorales que Michelet atribuye a los dive personajes de la historia jamas dejan de situarse en la escala de la repre clon o de la alabanza. Con la mayor frecuencia, es una forma grafien de inyectiva, algo asi como un vocabulario despectivo elevado a la poll metaforica, que nos ensenta mucho sobre la elocuencia de Michelet, sobre el sentido de su obra, casi nada. Este modo de elocucién apela nef riamente a unos gustos y a unas repugnancias sensoriales que el autor il ne comunes a sus lectores y a él; y preciso es que sean tales en elect, (i sean evidentes entre ellos y él, para que pueda movilizarlos en apoyo (le Hilt simpatfas y de sus antipatias. Un temperamento fisico, cualquiera (ile sanguineo, bilioso, linfatico o cualquier otro, designado por su nombie, 1) tal de que esto sea en cierto tono y en un contexto contundente, piiiliiit sobre todo lector una impresién desagradable; determinado detalle prowl 472. < exmovimenroHumaniTanio micueer 473 Primeras intuiciones: Vico Michelet, lo mismo que su amigo Quinet, lego directamente al humanitarisy mo a partir de un estado de esptritu inicial estrictamente moderno. No sultié hi la aforanza del pasado que alimenté las inquietudes del primer romani! eismo, ni la especie de cristianismo literario segiin el cual se formulaban je neralmente estas inquietudes. Una adhesién congenita a la Revolucion [ran esa, propia sin duda de su medio natal, lo libro de ello.* Jamas se refirio sino con hostilidad a la escuela de Chateaubriand, en la que ve, en la época de |a letargia imperial, la vuelta de las antiguallas y el abandono de la lengua y del espiritu del siglo xvi progresista, ni concedié a la melancolia otro mérito sino el de reflejar con veracidad la situacién de una “nacionalidad claudican e!.? Entre los testigos de esta claudicacién estima mas que a Chateaubriand, por simpatta politica, a otros escritores de Ia misma época, el Hberal Sena cour y Grainville, el autor del Dernier homme (Uhimo hombre], sacerdote easado, que se suicido en 1805: pero ve en todos ellos la marca del mismo desastre; poco antes de su muerte, sigue convencido de que los juicios de Marie-Joseph Chenier, convencional regicida y escritor neoclasico, “sobre lt literatura de su siglo y sobre Chateaubriand” se mantendran sin apelacién en Ja posteridad.° Naturalmente, esta actitud pudo acentuarse en Michelet a mes dida que iba rechazando a la antigua Francia y a la religion y se pronunciaba mds radicalmente contra todo intento de remozar el cristianismo, contra lt escuela del arte cristiano en particular’ Pero desde el comienzo se habia sen: \ido completamente ajeno a la literatura neocatélica. Lo dice, a propésito de ‘Atala; “Yo siempre me he mantenido muy alejado de todo eso”, y habla del Génie du christianisme como de un libro que “no tuvo gran accion".* ¥ es por que él mismo ignors esta influencia, ya que en sus comienzos se habia en- contrado més proximo, por el tono y el espiritu, al siglo xvu! que a la Restau racién; la manera como cuenta su juventud hacia 1820, tiene mas de Jean-Jacques 0 de Rétif que del estilo nuevamente acreditado.® Llama enton ‘ces. las obras de Byron “ese libro detestable”, y se queja de “la languidez a la + Vease a tal respecto Jean Guehenno, [Evangile eternel, étude sur Michelet, Paris, 1927, pp. 26-27. : Po Vase Gabriel Monod, La Vie et la pensée de Jules Michelet (1798-1852), Paris, 1923, t. I, é e Mic! de 1846). pp. 214-215 (notas inéditas de Michelet para su curso i © Véase su Histoire du dix-newvieme siecle (pastuma), 3 vols.,t. II], Michel Lévy fréres, 1875, libr 1, capitulos ncy x; todo el capitulo x y un apendlice estan consagraclos a Grainvilley a su poeta 7 Vease el “Prelacio” de 1869 a la Histoire de France, en las Oeuvres completes, ed. de Viallaneix IV, Paris, 1974, p. 17. Salvo indicacion en contza, cito siempre las Oeuvres de esta edicion. * Histoire du dix-neuvieme siecle, t. Ill, p. 84, nota y 86. 9 Véase su Memorial, en la ed. de Viallaneix de los Ecrits de jeunesse, Parts, 1959. 474 4 e.movimentoHUMANrTARiO que incitan todos las iWieos", Cuenta con Marco Aurelio para preser varlo de ello; toda sit vida abogara ast por wn dominio activo de la volun- tad; la invasion del sentimiento y de sus delicias pasivas lo encontrara siem- pre receloso El joven Michelet compartia, en politica y en filosofia, las ideas comunes {los liberales bajo la Restauracién, como se deriva de su Journal y de sus car- tas de juventud, aunque evitaba prudentemente comprometerse en una ac- cion publica y deseaba la reconciliacién de los partidos." Se preguntaba, como tantos liberales contemporéneos, cual podia ser el grado de validez del cristianismo en el mundo moderno. Educado fuera de la fe cristiana, salvo “algunos conatos religiosos” a los diez afios, y un bautismo a los dieciséis, de escasa trascendencia,"? tenia en general por supersticin la religion tradicio- nal,'> y proyectaba ya en 1822 “una Histoire philosophique du christianisme [Historia filosofica del cristianismo], en la que se trataria de ver lo que se podia conservar”."' Pensaba que las formas actuales de la religion, al depu- arse, rematarian en “el estudio religioso de las ciencias naturales en sus no- ciones mas populares”; la preocupacion de definir una fe moderna en su relacion, por una parte, con el cristianismo anterior, y, por la otra, con la ce- lebracion cientifica de la naturaleza, habria de estar hasta el final en el centro de su obra. Completando el caudal liberal, la nocién de humanidad, como conjunto solidario entregado a un desarrollo comin, tenia en él, si hemos de creerle, fuertes raices afectivas: decia sentir, hasta el dolor, “el amor a los hombres”.'° Sin embargo, su meditacion en este terreno fue primero filologi- ca mas que sentimental. Ya en 1819 concibié la idea de una obra sobre los Caractéres des peuples, trouvés dans leur vocabulaire |Caracteres de los pueblos, descubiertos en su vocabulario]..” Volvié a este proyecto en 1823, amplian- dolo en el sentido de que el medio de investigacién no era ya tnicamente el yocabulario, sino el lenguaje entero, ni el objeto de la busqueda el caracter de los pueblos tan sélo, sino su cultura considerada desde el angulo mas am- plio: habla de una Histoire de la civilisation retrouvée dans les langues [Historia % Journal, 11 de agosto de 1820, en los mismos Fcrits de jeunesse, p. 10+ * Vease en especial el Journal de los dias 5-6-7, 8, 9 y 20 de junio de 1820 (Herits de jeunesse, pp. 83 y ss), y la carta a Poinsot del 5 de junio de 1820 (ibid., pp. 261-262). Paul Viallaneix (La Voie royate, Paris, 1959, pp. 113 y ss.) cita una carta dirigida por Michelet a La Renommée en junio de 1819, muy vehemente, pero firmada con un nombre falso, 8 Véase Memorial, en crits de jeunesse, p. 187, y Monod, La Vie et la pensée Vease por ejemplo el Journal del 15 de junio de 1820 (ibid,, p. 86) ° Journal des idées, 1822 (en Ecrits de jeunesse, p. 226) " Journal des idees, 6 de octubre de 1825 (ibid, p. 235) Carta a Poinsot del 31 de mayo de 1920 (Ecrits de jeunesse, pp. 259-260) ™ Journal de mes lectures, septiembre de 1819 (Ecrits de jeunesse, p. 305); también Journal des ides, la misma fecha (ibid., p. 224), stp 15. micuecer 475 Historia y libertad La especie, pues, pero sin olvidar wl individuo, Es que Michelet a preocupado en aquel tempo, y cada vez mas, por ung definicton de Wt tad, El problema se le planteaba en su terreno, el del historiador en bi una ley del desarrollo humano. 1 cluida la intervencion divina, lat positiva parecia postular una necesidad natural en ka sucesion ce La #f de la historia; concebiase facilmente esta necesidad segtin el modelo at elencias de la naturaleza, excluyendo la finalidad humana tanto come Ma hia; se buseaba, para que fuera la ley suprema en una esfera doncle el lil Jo es todo, un orden de causas en el que su voluntad no pudicri 11ler\ Lu propia filosofia liberal se habfa empleado a veces, paracojicamenity este sentido. Augustin Thierry habia explicado la historia de Francia y Ii volucién por un conflicto de razas entre el pueblo galo, conquistada ¥ vertido en estado Iano, y la nacién franca dominadora, convertida er) afl eracia, Pero incluso cuando no adoptaba esta version racial del determin historico, y no creia deber explicar 1789 como el inevitable desquite de i yaza autoctona contra el invasor, la historia liberal solia hacer surgi la viel in historica del derecho de un juego ciego de fuerzas: todo el curse lt historia de Francia, y en particular el largo triunfo del absolutismo nivel y modernizador, habia hecho nacer la libertad moderna sin quererla. Se \ decia una necesidad que haba producido un tan admirable resultado; 4¢ 1 eta alarde de tener a la vez consigo el derecho y la fuerza de las cosy, Hil preguntarse si tal coincidencia caia de su peso. Como liberales, hubieriie tlegido el derecho, de tener que elegir; pero se estaba tan lejos de imagine en tal disyuntiva, que Victor Cousin, hacia el final de la Restauracion y aj a identificar en historia el éxito y éf yandose en Hegel, se habia aventurado derecho, y a juzgar el segundo por el primero, lo cual, en buena filosoll Ww heral, es un puro escandalo, y asi se consider6. Michelet comenzé su carrera disipando esta confusion, Al cabo de varia anos de lectura sobre la historia universal, una vez que hubo renunciado proyecto desmesurado de escribir esta historia, y limitandose a proponey ¢ yesultado general de sus reflexiones, rechazo toda idea de necesidad histor) ca; es la nocion de libertad lo que domina su Introduction a Vhistoire univer lle2" La atmésfera de los meses que siguieron a julio de 1830 influyo sit) dda en algo.** La libertad de que se trata aqui es, en primer Ingar, el pode de opcién por el cual el género humano, en su desarrollo, se sustrae a la ne 2 Paris, abril de 1831. 2% La obra fue compuesta sobre todo a partir de octubre de 1830: vease Oeuvres completes, (IP p: 220y nota 4. ATB << eLmovmenToHUManiTario esidad: “Con el munde guerra que debe terminar eon indo, y no antes; la del hombre contra la naturaleza, del espiritu contra la teria, de la libertad contra la fatalidad. La historia no es otra cosa que el Jato de esta lucha interminable.” Augustin Thierry no se dio cuenta del favacter fatalista de su sistema; pero “si se admite que la historia es el desa- qrollo necesario de un principio necesario, la libertad es aniquilada”.”” Los historiadores para quienes el progreso no es mas que el despliegue de una ley objetiva son, aun sin sospecharlo, apologistas de Ia fuerza; niegan lo que constituye la humanidad: para ellos, logicamente, “la victoria es santa, el €xi- lo es santo; poco me importa que cubran su fatalismo con el nombre de la Providencia, donde la libertad perece, perecen también la moral y la reli~ ‘gion’. Al denunciar como incompatibles la libertad y la necesicad, pensaba sobre todo en Cousin; dira més tarde de él que “su kantismo heroico de 1818, su fatalismo hegeliano de 1828, lo mostraban viajando de uno a otro lo”. En 1831, un seguidor de Cousin le objetaba: “Sin el desarrollo fatal, jneluctable, ignorado en gran parte por aquellos que cooperaron a él, la his- toria no me parece otra cosa que un poema o una novela”. Pero rechaz6 siempre, por lo que a él respectaba, la idea de una necesidad historica | Reafirmaba en 1846: “La historia es lo que hacemos, es nuestra obra, ino nuestro tirano. Si existe una faceta fatal, pero la mejor faceta es libre”.”? En 1853, lee en un autor italiano: “Las transformaciones de la sociedad no se hacen a golpe de Estado; es el lento trabajo de los siglos, el desarrollo organico de las fuerzas humanas, la explicacion progresiva de esa ley supre- ma, fatal, omnipotente, che voi solete chiamare Prowvidenza, ¢ noi Natura” este texto, considerado desde cierto punto de vista, podria satisfacer a un discipulo de Vico; sin embargo, suscita una negativa: “No se haran jamés, ‘en nombre del fatalismo, las obras de la libertad”.° Si Michelet pretendia, con los historiadores modernos, sustraer el curso de la historia a la interven- 2 Introduction a l'histoire universelle, p. 5 » Curso de 1828-1829 en la Escucla Normal, segiin Viallaneix, La Vole royale, p. 258. 3 Primera version de un pasaje de Ia Introduction a l'histoire universelle (reproducida en Oeuvres completes, t. II, p. 299). 3 Sobre el rechazo de Michelet al sistema histérico de Cousin en 1828, véase Monod, La Vie..., LT, pp. 187 yss., especialmemte pp. 192-195, y Viallaneix, en Ocuvres completes, t. U, pp. 218 y ss Primera version del “Prefacio” de 1869 a la Histoire de France, reprodlucidlo en Oeuvres com- pletes,t. IV, p. 42. Carta a Michelet de su amigo Poret, 17 de abril de 1831, citada en Viallaneix, La Voie royale, p. 247 % Notas inéditas del curso de 1846 en el College de France (segiin Viallaneix, La Voie ro- yale, p. 183). 3 Nota inédita sobre un texto de Ausonio Franchi, reproducida en Monod, Jules Michelet, tudes sur sa vie et ses Oeuvres, Parts, 1905, p. 39 micheer 479 clon divina, era para confiar ay diteceion a la humanidad, no part wunbres juridicas documentadas en lt ia uuniversal, y dlestina sela a una fatalidad de naturalera, ajena ala voluntad del hombre; mer en evidencia la unidad de las tradiciones humanas, Michelet sigue que, en el texto italiano, le desagrada, Todavia al final de su vida eat {las huellas de Vico; su recopilacion ilustra la concordancia, en cierto en nombre de La justicia, "a lay dos eseuelas sofisticas, una la de li lo ecuménica, de las instituciones antiguas de la humanidad, y de los In de la arbitrariedad, la del capricho divino”,’” es decir, el fatalinnne bolos por los cuales se expresaba primitivamente la existencia social. que anula al hombre, tanto como la teologia que se burla de él. La aol a concepeion se hallaba sobre todo acreditada entre los tradicionalistas, Michelet en este debate es clara y consecuente. Pero la dificultad en #h Ballanche, en Lamennais; pero, partiendo de ahi, se podia llegar a con- Jada a otro lugar, donde no es menos grave: al reparto por realist siones diversas. Michelet, cuya recopilacion establece la universalidad humanidad como ser colectivo y el individuo. Jas tradiciones simbolicas, aboga sin embargo, de acuerdo con el espiritu de liberales de su €poca, contra la perennidad del simbolo, incompatible el pensamiento de una humanidad adulta. La “Introduccion”, que expo- Ja filosofia actual del autor, relega a un pasado caduco el cuerpo de la 4, La simbolizacion, hija en el hombre de una necesidad profunda, se ancipa progresivamente del peso de la materia; el simbolo, en el limite, ncia a ser simbolo, se despoja de poesia y de oscuridad, para convertir- ond ‘en pensamiento puro y claro. El yo moderno “La humanidad es obra de si misma”: en esta formula de autocreaelily) del género humano veia Michelet lo esencial de la ensefanza de Vi {dea directriz de su propia mision de historiador.** Ahora bien, toilit ‘ciado de libertad desemboca inevitablemente en la persona. Hin 144 nal de una meditacion sobre los filésofos de los siglos precedentes, Michelet: “Heroismo de la época moderna: gqué queda? Yo", ih ‘asi a la supremacia que la filosofia moderna confiere al sujeto jie Habia reflexionado desde hacta largo tiempo sobre la posicidn del yu alas cosas: “De una parte —decfa en 1829— se coloca el yo, es deity bertad humana; de la otra el no-yo, es decir, la fatalidad fisica’, y antagonismo el hombre, sin poder ignorar la naturaleza, debe tenet jl nencia sobre ella.*° El historiador concibe esta preeminencia comii conquista progresiva cuyas etapas celebra. Quinet, como ha padi habia precedido a Michelet sobre este punto; al traducir a Herder habit endo su fatalismo, y descrito algunos afos antes que Michelet, come el Se esfuerzan los pensamientos alados en volat bajo el peso que tira de ellos con- tra el suelo; se alzan, como para respirar un poco |...] La imaginacion de los primeros hombres fue tanto mas fecunda en simbolos poéticos cuanto que aqué- los eran més jovenes, mas toscos, mas incapaces de abstraccion |. .} Qué es en efecto la infancia, sino una pesada encarnacin del pensamiento, cargada de le- che, de sangre, de poesia? La edad nos cura de ella, y la prosa, y el analisis, la muerte sobre todo, ese supremo analisis.” S En los tiempos primitivos en que el derecho ‘se desprendfa mal del he- 10, cuando ser y deber se confundian, reinaba una “prodigiosa poesia que, la fuerza de los simbolos, aventajaba de antemano toda poesia huma- liberaba progresivamente dle la necesidad natural en el curso de la histori "3 Es cierto, “no se sale facilmente del reino de los suefos [...]; nos po- Jas civilizaciones.*! os de nuevo en marcha, pero volvemos siempre la cabeza, suspiramos, Michelet dio en 1837 una version nueva de esta doctrina en sus iejos nifios!” y sin embargo, “de ser preciso que la una o Ia otra muera, du droit francais. Esta obra se presenta como una coleccion de formulli ¥ perezca la forma, la belleza misma, para la liberacién del espiritu!”* que “todo simbolo es un equivoco, lo mismo que toda poesfa”; y por lo : 2 Histoire des dix-neuvieme siécle, tL, “Prefacto”, pp. xx-xnw. lems: “jEs otra cosa la naturaleza misma? Ved como juegan con la ilusion M Yéase Histoire romaine, 1.1, p. vt; “Prologo” de la edicién de las Oeuvres choisies cle View (1 las formas vivas, en esa sofistica fecunda, en la que todo es de doble sen- . 1p n.Journal, 30 de marzo de 1842 (ed. de P. Viallancix, 2 vols., Parts, 1959-1962, 1.1, )) J ido, reflejando sin cesar los seres, no pidiendo otra cosa sino referido todo huevo “Prefacio”, en 1866, de la Histoire romaine (en Oeuvres complétes, t. Il, p. 335), ® Journal, 23 de marzo de 1842 (t. 1 p. 384); recuerdo de la famosa replica cle ln Meat 2 Origines du droit francais cherchees dans les symboes et formules da droit universel [Origenes del Corneille: vease mas adelante, n. 46 y texto. recho francés, buscados en los simbolos y formulas del derecho wniversall, Paris, 1837, pp. (xv, ® Notas tomadas en su curso de 1829-1830 en la Escuela Normal (en Viallaneix, Li Wi mi y nota. “ p. 275). 8 Ibid., p. Ux. 4) Vease, en nuestro capitulo anterior, las notas 11 y 15 y el texto que remite a ellis Ibid, p. cmm-cax. ABO 4 cL movimiento HuManiTario micever 481 as{ misma, confundiendo toda vida en un Inmenso equivoco Prowl que se ponga Lérmino a esta confusion; la naturaleza puecde muy biel fundirlo todo: “Pero Dios no lo deja hacer; Desenmarana, mientras ella i da, Toda creacion es una distincidn. (¥ él distingue incesantemente, et prescribe, el eterno mensurador, el omnipotente jurisconsulto!” Al hacer esto, Dios traza su camino al hombre: “El deber del hombre #8 hacer como Dios, distinguir también, no dejarse perder en la naturalee eonsentir que la persona sea una simple dependencia de la cosa. | homlii hia querido ser. Esta resistencia es sobre todo la gloria de nuestro Oceldenit Ll verdadero nombre de éste es critica, es decir, separacion”.”” Fue en Roi después de Persia, de Judea y de Grecia, donde el derecho paso del simbialt al pensamiento abstracto; y Francia sucedié a aquéllas: “Francia es la verily deta continuadora de Roma. Prosigue la obra de la interpretacion. Thali logico, prosaico, antisimbélico”, A ello contribuyo el calvinismo: “Bajo Halt influencia austera y en el olvido casi total de la poesia de imagenes, stig una poesfa [...] en la que el mundo fisico no es nada, en la que el hom no le debe nada mas que a si mismo. Esta poesia podia responder come | Medea de Corneille cuando se le pregunta: ‘{Qué os queda?’ “Yo""."° La ea cacidn de un yo heroico que se yergue sobre la ruina de los simbolos petlt hece a Michelet; pero el triunfo progresivo de la prosa sobre la poesia ett Ik historia supuesta del espfritu humano es un lugar comin de la filosofia de las Luces, Dejando aparte diferencias de estilo y de tono, Diderot cinta Ip mismo, sin negar é| tampoco la nostalgia de la infancia humana en la hurnit nidad adulta, y su ttima palabra seria la de Michelet: “Y sin embargo, tit podemos tornar a esas formas amables y juveniles. Estan marchitas sitt 1 Inedio, esas bellas flores de la naturaleza’.*” Este elogio de la prosa y dé} espiritu de abstracci6n, tan opuesto a la imagen que se tiene por lo general de Michelet, sorprende menos cuando se sabe hasta qué punto el adios «lit poesia era familiar al pensamiento liberal, en guardia contra Ta tentacion de lo irracional. Michelet lo entendio asi. Asentir a un poder permanente del simbola, hubiera sido mantener, como base de la sociedad, el silencio de la raz6n. Ash se hacta, en un campo que no era el suyo. Sin embargo, en él como en todo él humanitarismo, lo que la razén y la prosa ganan de un lado, lo pierden del otro. Se censura la tradicion simbélica universal como portadora de una no cion oscura de lo divino; pero se la magnifica porque atestigua la unidad, y en cierta manera la divinidad del género humano mismo, considerado come ® Ibid. pp. CX. W Ibid, pp. Cxx-Cxn. 9 bid., pp. Cos-exxtt 482. <<. movimiento HUMANITARIO todo, Yaen 1831, zara a Dios Es a tia quien pedire ayuda, mi noble pats; es preciso que hagas para nosotros las veces del Dios que se nos desvanece, que Tlenes en nosotros el inconmesura- ble abismo que el cristianismo extinto ha dejado. Nos debes el equivalente del infinito, Todos sentimos perecer en nosotros la individualidad. jOjala vuelva el sentido de la generalidad social, de la universalidad humana, de la del mundo! Entonces quiza nos remontemas hacia Dios."* Asi se explica que, en las mismas paginas en que declara caducadas las tradiciones en su forma simbolica, celebre con fervor la unidad humana de que son testimonio: “Experimenté —escribe— una gran emocion cuando of por primera vez ese coro universal |...] Desde mi pequefta existencia de un momento, vela, tocaba, yo, indigno, la eterna comunion del género huma- no”.° “Indigno”: esta retorica devota se refiere a un ser total del cual las exis- tencias individuales apenas dan una idea del mismo modo que en la religion la realidad divina engloba y excede todo lo que la manifiesta. Es, pues, en la humanidad donde el hombre individual existe realmente, y la historia tiene por objeto seres globales, naciones, pueblos y la especie entera. No se trataria mas que de un problema de método si Michelet dudara tan solo entre la im- portancia de los individuos y la de las grandes masas en historia: la cuestion se reduciria al manejo de los conceptos generales en relacién con los hechos recogidos. Pero se adivina que hay otra cosa: un problema de primacfa, en el ser, entre individuo y grupo; la emocién misma de Michelet lo sugiere, pero también su circunspeccion, cuando Tama simbolica —con una palabra cuya ambivalencia en sus escritos acabamos de notar— a la historia que trata de exceder al hombre individual y hacer de él la expresién y la imagen de la masa. Vico, nos dice, lo inicié en este simbolismo, “principio peligroso y fe- cundo”.° Compréndese esta prudencia: {no es peligroso para un filosofo de la libertad, tan exigente como pretende serlo Michelet, conceder vida y valor supereminente a unos conjuntos que exceden el yo y que ninguna conciencia aprehende? El hecho es que no se atreve a adherirse sin reservas a este simbo- lismo, Sin embargo, titubea, y esta vacilaci6n esta latente a lo largo de su obra; a tal respecto, él también ha corrido de un polo a otro. Al rechazar el simbo- lismo metafisico de las tradiciones, el humanitarismo ha acreditado, quiéralo 6 no, lo que podria llamarse un simbolismo sociolégico, no menos irracional +8 journal, T de agosto de 1831 (t. 1, p. 83) © Origines du droit..., “Introducci6n’, p. cv % 484 484 4 e.movimiento HuMANITARIO eri su naturaleza, y del cual la obra de Michelet ha usado ampliany algo en el Barrio Latino, si hemos de ereer a Heine, Hlamaban a Michel sieur Symbole.”" Poca, puesto que al menos una familia espirivual fundaba la religion del ero humano sobre el rechazo doctrinal de la libertad, Michelet no igno~ el socialismo dogmatico naciente, y denuncié los peligros que veia en él, la vez para la primacia del espiritu sobre la materia, segin su formula, y para la posicion del individuo frente al Estado; dos cosas que no eran mas que una sola para él. Atac6, hacia 1830, al sansimonismo, que por enton- es conmovia ampliamente al publico intelectual. Reflexionando, como muchos otros por aquella época, sobre las posibilidades de pervivencia del cristianismo o del advenimiento de una religion nueva, decta: “No hablo del sansimonismo: los que comienzan una religion por el pantefsmo, tum- ‘ba de toda religion, no tienen ni ciencia, ni filosofia, Alli donde el panteis- mo pone la mano, congela el sentimiento moral”. El pantefsmo de los san- simonianos, en el sentido propiamente filoséfico del término, es discutible, pero Michelet entendia por pantefsmo una doctrina que pone espiritu y materia sobre el mismo plano de valor, que a riesgo de absorber todo el hombre en la naturaleza, anula la voluntad libre: “El cuerpo, objetaba, es siempre el enemigo de la libertad humana |...], es preciso que el alma lu- che hasta que el cuerpo sea su esclavo”.* En efecto, los sansimonianos jpensaban hacer suceder al ascetismo cristiano una reconciliacin del espi- itu y de la carne; en aquella fecha tal proyecto estaba en pugna con el evi- dente espiritualismo de Michelet, que implica una guerra eterna entre las dos potencias: “Felicito con todo mi corazén —escribe— a los nuevos apéstoles que nos anuncian la buena nueva de una pacificacion proxima. Pero temo que el proyecto conduzca simplemente a materializar el espiti- tu”. A decir verdad, la primacia del alma sobre el cuerpo se hallaba tan generalmente afianzada en las ideas de esta generacién, que a mas de un sansimoniano, no obstante las proclamaciones de la escuela, le hubiera re~ pugnado trastornar realmente la vieja jerarquia: un joven discipulo de la secta pretende que en la oposicion de Michelet al sansimonismo sélo habia ‘una disputa de palabras, y se esfuerza en demostrarlo.” Repugnancias mas inmediatas hactan aumentar el alejamiento de Miche- let respecto de los sansimonianos. Los veia reconstituyendo, en su logica or- ganicista, un clero, una autoridad sacerdotal confesada. El mismo record, yeinte afios después, la impresion que le habia causado una sesion de predicacion sansimoniana a la que lo condujo en 1831, en compania de Libertad y utopia: el socialismo naciente La libertad que, segin la afirmacion repetida de Michelet, hace la histori podria ser privilegio del género humano sino en el caso de que Wwinhittt fuera de cada uno de sus miembros en particular. Cuando Michelet Wf que la humanidad se hace a st misma, que “el hombre es para si Misi propio Prometeo",” representa la colectividad con los atributos cle un lil duo, cosa que no cesara de hacer a propésito de cada nacion como 4 jii¥ sito de toda la especie.® Esto le permite, a la vez que rechaza el fatull historico, reducir generalmente el papel de los individuos en historili™ masa puede ser para él un agente libre. En buena légica no se puede t tuna masa de hombres el estatuto moral de una persona sino suponienit acuerdo con los miembros que la componen, o admitiendo al meno, yil no una unanimidad quimérica, una iniciativa y una influencia de cad ‘en la accion de todos, y excluyendo por consiguiente la pretension de solo © de unos cuantos de encarnar desde el principio el grupo. La cole dad sélo puede ser llamada libre si se orienta en sus opciones a través de debate, de una confrontacién de los deseos y de las razones donde cada gona intervenga como tal. De lo contrario, la nueva divinidad sociologied hace sino disimular la tiranfa de un pequefto ntimero; la libertad de 16 to puede ser mas que comenzando por ser la libertad de cada uno, clejani colocarse por encima de las conciencias individuales, es decir, precisamieliif yenunciando a la divinidad. As{ es como una doctrina de la libertad histone implica, por una relacion necesaria, la libertad civica En el ambiente de 1830, estas evidencias parecian limpidas: la fe hii nitaria creia impedir, sin necesidad de explicarse respecto a ello, toca newly contra el individuo. La dificultad se presentaba, sin embargo, ya en) ill 81 Heine, Lutece, lettres sur ta vie politique, artistique ct sociale de la France, carta del 1° ce junit 1843 (nueva ed., Paris, 1892, p. 355). © Origines du drot..., p. 1xvi ©) Toda nacion, para él, iene su alma: la formula prometeica se repite a propdsito de Encl fll el 'Prefacio” de 1869 a la Histoire de France (vease Oeuvres completes, t. LV, p. 13) Duda y se contradice, muy naturalmente, sobre este tema: comparese, por ejemplo, l/r iil ten las fechas del 30 de marzo cle 1842 (t.1, p. 388) y del 22-23 de febrero de 1845 (tL, pp 0H 5593), Los textos que pueden citarse sobre esta cuestién son numerosos, y la negacion del paptl lt {os individuos domina en ellos. + Notas tomadas en el curso de Michelet el 4 de julio de 1830, segiin Monod, “Michelet profes- seut a la Ecole normale”, en la Revue des Deux Mondes, del 15 de diciembre de 1894, p. 901 5° Introduction a U histoire universelle (1831), p. 77, en las “Notas y aclaraciones”; esta nota habia formado parte de! texto en el manuscrito (véase Oeuvres completes, t. IL, p. 299), 5 Vase Viallaneix, en su edicin de las Oewvres completes, t. U1, p. 223. micheer 485 Quinet, un amigo, miembro de ti nueva Iglesia.” Cualquiera que macion personal por algunos sansimontianos —a quienes, por lod sobre todo en funcion de sus estados de serviclo democraticos, al ii actividades propias de la sect, le disgustaba ve onstituirse, en i Talen, un dogma fijo y un clero jerarquizado; “La confesion era to tiltt falta a la nueva religion, pero no la direccion, Todavia'no se cibujabi é siaclo amable Molinos de la Rue de Montigny, pero cierta suavidacl (nil que se olfateara el Jesus’. Ha repeticlo mas tarde este juiclo, In tidal a Enlantin, nuevo Molinos.” 4 Biste paralelo entre el papa sansimoniano y el padre del quletint significativo; refleja la aversion que Michelet mostro siempre por él (iamo pasivo, correlativo segin él de la autoridad imperiosa del di catdlico: el uno y el otro concurren a la destruccién de la voluntud Al bien, las doctrinas socialistas padecen segun él, el mismo mal: la neces historica que invocan en su favor anula la autonomia del hombre. Ws casual que los "utopistas modernos” copien las instituciones catollets sansimonianos y los seguidores de Comte copian el papado, los {writ los conventos”; y es porque han crefdo, desastrosamente, suprinl fuerzo, reducirlo todo al mecanismo de cierta gravitacion en el que las | 61 Este ultimo dardo apunta particularmente al {urletl nes se armonizan” ‘Atraccién, gravitacion, es la mica ley del mundo. Todo movimiento i sometido a la fatalidad fisica, que arrastra los astros y las almas. (Que (elle ll plificacion! {Qué serenidad nueva! Se acabé el esfuerzo, el combate, li] moral [...] Se sigue, quigrase lo que se quiera o hégase lo que se hail, il cottiente incontenible. in qué sentido? Evidentemente en el sentido siti Ho, De ahf el extrario amor de los innovadores por el pasado. Toman de tl formas: el papado sansimoniano, el convento futierista, el colegio sac exdotl de Jos hombres de ciencia de Auguste Comte, Texto publicado por Villaneix, “En marge du Banquet, demx inédits de Michelet” {Al nil del Banquete, dos inéditos de M.], en la Revue histoire litteraire de a France, 1953, pp. 312) ton el titulo de Limpression dela salle Taithout (La impresion dela sala Tatbout); la sesion cle tata estaba consagrada a una “predicacion” de Barrault, sin duda la del 2 de febrero de 1a ah manuserito de Michelet leva la fecha de 1854. 5% jhid, p. 316. Supongo que “la rue de Montignyes un error de transcripeidn y que hay (le Jeet “la rue Monsigny". Ali es donde dieron comienzo las predicaciones sansimonianas, aes trasladarse a la rue Taitbout, y donde vivian los Padres de la doctrina. Por otra parte, hay que lef odorer Te Jest” [olfazar el Jest] y no “adorer", coma figura en el texto publicado; en cl text He 1869, que repite la idea (véase Ta nota siguiente), se halefdo y transerito bien “adorer © "Drefacio” de 1869 a la Histoire de France, en Oeuvres completes, 1. 1, p. 16. 61 primera redaccion del mismo “Prefacio” (ibid., p. 33; este pasaje data de 1854). © Nota inédita de Michelet (inviemo de 1853-1854), en Viallaneix, La Vole royale, p. 426: 486. << e.movimento HumANrTARIO Asi las diversay do iopicas cerivan del mismo error iniclal: desea cimiento de la voluntad libre y del derecho del individuo, Laactitud de Michelet ante el socialismo ha podido a veces formular- de manera distinta, sobre todo bajo el segundo Imperio, cuando se preciso, frente a un gobierno dictatorial, el deseo de un acuerdo general entre todas las familias de la izquierda. Este problema, que es el de una liga de pensamientos y de fuerzas heterogéneas, no ha cesado de plan- learse desde entonces a la sociedad francesa. Michelet, en 1854, imagina in socialismo purgado de sus errores, del espiritu de sistema y de autori- dad, mediante lo cual puede decirse dispuesto a adherirse a “un comunis- mo de coraz6n”, y escribir algunas lineas fervientes sobre Fourier, en las ‘que por lo demas exalta sus intenciones mas que su doctrina.” En unas flexiones sobre “la larga disidencia de las dos ramas de la Iglesia moder- ma, la revolucionaria y la socialista”, considera la posibilidad de la reu- én del partido procedente de la Revolucion francesa (es decir, de la iz- jwierda patriota y demécrata) con el socialismo, aceptando los unos una forma legislativa de la propiedad, y adhiriéndose los otros a la patria y | progreso concreto a costa de la utopia,"" y practicando de hecho el es- eto y sacrificio, es decir, la lucha politica que doctrinalmente ellos des- lenin.” Al final del Imperio, se puede imaginar este acuerdo tanto mejor nto que los hijos de la Revolucion se inclinan desde entonces a la paz europea, y los socialistas a la libertad.°° Pero a esperanza de incorporar a los socialistas a la democracia avan- da jams borré las objeciones de fondo de Michelet: siempre esta aler- ta sobre las divergencias, sobre la que ataiie al principio de libertad mas que a ninguna otra: la reafirma en 1868-1869, al negarse a separar la liber- tad politica y la libertad econémica,” y en 1870 al subordinar a la libertad la ‘cuestion social. r Journal, 6 de mayo de 1854 (1 II, p. 253): nota inédita del 11 de abril de 1854, reproducida fen Jean-Louis Cornuz, Jules Michelet, un aspect de lapenséereligieuse au dix-neuvizme siecle, Ginebra 1955, p. 275 ° . pd ™ Texto de 1854, el primero de los "Deux inédits” citados ms arriba, Revue d'histoire littévaire de la France, 1953, pp. 306 y ss. © Le Banquet, papiers inimes (El Banquete, papeles intimos}, texto de 1854, pdstumo, P: ae , péstumo, Parts, 6 Yease el “Prefacio” del 1° de octubre de 1868 de la Histoire de la Revolution, ed. de Gérard AWalter, Bibl, de la Pléiade, 2 vols., Paris, 1939, t. 1, p. LO. El internacionalismo de Michelet no ‘sobrevivio a la derrota de 1871 (véase La France devant |’ Europe, 2 ed., Florencia, febrero de 1871, ip: 67; la ed. orig, es de enero). . © Primera redaccion del *Prefacio” de 1869 de la Histoire de France, en Oeuvres completes tv, p40 (texto de 1868-1869). " F La France devant U Europe, la misma edicion, pp. 126-127 micheet ® 487 El eristianismo: gmetamorfosis o muerte? Mucho mas que a la utopia moderna, fue al cristianismo al que Michelet, el curso de sui carrera, opuso sobre todo su doctrina. Esta oposicion no {ue d primera intencién tan tajante como Michelet quiso hacerlo creer mas Wil Habia escrito en 1831: He besado de buena gana la Cruz de madera que se eleva en medio de! Colised, vencido por ella, ;Con qué tmpetu debio de estrecharla en sus brazos la joven If cristiana, cuando aparecié en este recinto entre los leones y los leopardos! Y hoy todavia, cualquiera sea el futuro, gno es con todo esa cruz cada vez mas solitati tl unico asilo del alma religiosa? El altar ha perdido sus honores, la humanicla se aleja de 61 poco a poco; pero, os lo ruego, joh!, decidmelo, si lo sabéis, ‘se hi elevado otro altar?® Estas Iineas habrian de obsesionarlo mas tarde, en la época en que ya no que pia tener nada en comun con el cristianismo y le oponia una fe nueva; en 1854 y 1869, las explica por la irritacion que le habia causado la sesion de predicacion sansimoniana, y aquel grito final de "Abajo la cruz!”, en una se ta que remedaba a la Iglesia.” Habta dicho ya, sin embargo, en 1830, antes de esa sesion: “Hoy, para ocupar el lugar de ese culto que se trata de abolir, no se presenta ningtin culto nuevo”."" Por lo demas, sus explicaciones son superfluas, cuando tantos otros textos del mismo momento limitan el alcan ce de aquella defensa del cristianismo. Cree al menos, en estos comienzos de su carrera, que ha Ilegado el mo- mento de integrar la fe dentro de un pensamiento positivo, de justilicar se gun el hombre la creencia en lo sobrenatural; opina que el ctistianismo tiene que transformarse en este sentido, y que, de no triumfar en esta prueba que el tiempo le impone, esta condenado,” Considera a la Iglesia incapaz para tal mision; por lo demas, ha dejado de estar en union, con la masa del pueblo, y se encuentra desposeida de la legitimidad que le conferia unicamente esa union.” Tales son los reproches ordinarios del humanitarismo a la Igle- sia: es corriente invocar contra ella la ciencia y el pueblo, y considerarla des- calificada por el hecho de haberse separado de ellos, Michelet la tiene por tal, © Introduction aU histoire universelle, p. 22 Vease L'impression de la sulle Taithowt, p. 318, y el *Prefacio” de 1869 a Ia Histoire de France, 1-16; igualmente el Journal en la fecha del 13 de abril de 1854 (tl, p. 242). 71 Yéase Monod, Michelet professeur a t’Ecole normale, p. 901 (notas de clase del curso del + de julio de 1830). ® Veanse las notas del mismo curso, ibid., pp. 900-901. bid, p. 912. ABB. 4 e. Movimiento HuMANiTARIO desde esos primeros anos, ¥ deeta de ella, como lo hard todavia en 1835; “Pobre anciana madre de} mundo moderno, renegada, golpearla por su hijo, indudablemente no. seremos nosotros quienes quisiéramos herirla mas”,”* no es hacer acto de sumisién, sino pronunciar una oracion funebre. ¢Pero qué ocurrira con el propio cristianismo? Al final de su Histoire romaine, que se public en 1831, Michelet acoge en estos términos la muerte del viejo Olimpo y el advenimiento del cristianismo: “Fueron precisos en todo caso tres siglos para que el dios de la naturaleza fuera domenado por el dios del alma [...] jEpoca de duda y de angustia mortal! ¢Quién hubiera pensado que se repitiera un dia?... Esta segunda era del mundo, comenzada con el Imperio hard pronto dos mil afios, diriase que toca a su término. jAh! Si es asi, venga pronto, pues, la tercera”.° Esto es anunciar, por lo visto, el fin del cristianismo. Una nota, introducida en la edicién de 1833, precisa sin em- argo: “Aqui el fin no puede ser la muerte, sino una simple transformacion. Quienes hayan leido mi Introduction a histoire universelle, mi Discours sur Vico, o mi Histoire de France, no se engafaran en cuanto a mi pensamien- to”. Pero entre transformacién y muerte, para una religion, la linea diviso- ria es bastante indefinida Condenar a la Iglesia es cuando menos condenar al cristianismo tal como la Iglesia lo ha entendido y tal como se le entiende comunmente. La ciencia y el pueblo levantan contra la religién del cielo una religién de la tierra, en la que toda santidad reside en la obra humana y en la libre voluntad que la rea~ liza, Es esto enmendar el cristianismo, o repudiarlo? Preciso es, sin embar- go, que Michelet tuviera, en esa época, alguna razon para creer, puesto que lo dice, que la antigua fe seguirfa viviendo en la nueva. Y es porque admitia entonces que el cristianismo constituyé el hombre moral y funds la dignidad espiritual de toda conciencia, la cual sigue siendo a sus ojos, en el mundo moderno incluso, lo esencial. Reprocha a la Iglesia haberse detenido en este camino, haber dejado en suspenso la tarea comenzada al advenimiento del cristianismo: “sBasta para domenar la materia romper imagenes, ayunar, reti- rarse al desierto? [...] Y gqué fue de la ciudad universal y divina, de la cual la caridad cristiana os habia dado el presentimiento, y que habiais prometido realizar en esta tierra?” Asi vuelve contra la Iglesia el principio espiritual por cuya instauracién la glorifica, a causa de que él le entiende de modo distinto 1 Michelet, “Prefacio” fechado en agosto de 1835 de las Mémoires de Luther écrits par lui-meme, Paris, 1835 (en Oeuvres completes, t. IIL, p. 239). Michelet vuelve a desarrollar con complacencia en este *Prefacio” los titulos espirituales de la Iglesia catolica, sin dud por el temar de que le atribu- yan preferencias protestantes, © Histoire romaine, ed. orig., 1831, t. Il, p. 329. Histoire romaine, 2* ed., 1833, t. Il, p. 400, nota. 7 Introduction a Phistoire universelle, p. 70. micHeer 489. que ella preteride que el espiritu conquiste la tierra y reine en ella, y no que ln rechace, Considera esta actitud mas plenamente cristiana que la actitiid tradicional, porque aquélla da al espiritu el triunfo en lugar de la soledad, 8 Je respondera que esa actitud suya sustituye la salvacion segiin el espiritu par un mesianismo carnal. Tomemos nota de la insuperable discrepancia Lo que piensa Michelet conduce facilmente mas lejos. Al santificar la vo juntad del hombre, héroe terreno del espiritu, se le emancipa de la tutela di vina, se le alivia del yugo del pecado, se esta tentado a declarar inocente y yehabilitar a Satanas. No es casual que Michelet haya sido uno de los prin Fos en ptoponer esta rehabilitacién, que es uno de los articulos fundamen les del futuro credo humanitario: “El mundo de la fatalidad se ha derrumbi do |...] El triunfo progresivo del yo, la vieja obra de la liberacion del hombre, comenzada con la profanacion del arbol de la ciencia, se ha proseguido, il principio heroico del mundo, a libertad, largo tiempo maldecida y confuty dica con la fatalidad con el nombre de Satands, se ha manifestaclo con si) verdadero nombre”. El vicio del cristianismo aparece aqui mds grave: lo «ule se le teprocha no es ya solamente inspirar la pasivicad, sino maldecir la ae cion saludable. Ast, la religion del espfritu reniega de si misma al lanza el anatema sobre la libertad, y hay que relegar el cristianismo a la categori de las doctrinas fatales de las que el género humano, en su crecimiento, s¢ ‘emaneipa: El hombre ha roto poco a poco con el mundo natural de Asia, y se ha hecho, pot Ja industria, por el examen, un mundo que corresponde a la libertad. Se ha ale jaclo del dios-naturaleza de la fatalidad, divinidad exclusiva y madrastra que cle fa entre sus hijos, para llegar al dios puro, al dios del alma, que no distingue en absoluto al hombre del hombre, y que les abre a todos, en la sociedad, en la reli gion, la igualdad del amor y del seno paternal.” He aqui el Dios cristiano calificado con todo rigor: “dios-naturaleza de la fatalidad”, lo cual, para Michelet, es tanto como decir idolo detestable. Y se vata realmente de él, como lo atestigua la alusién que sigue a los favores in justos de su gracia: tema que habria de inspirar, en el futuro, la ruptura radi tal de Michelet con el cristianismo, y que se ve ya apuntar, significativamente, ‘aqui. El Dios que opone a ése es una providencia universal, exenta de capri cho y de oscuridad, que acttia sobre la humanicad haciéndola actuar por st misma, segiin la formula que Michelet suele atribuir elogiosamente a Vico Ibid, p. 26. Hay ya algo parecido en una pagina, a decir verdad poco clara, del Journal des ldées, mayo de 1825 (en Berits de jeunesse, p. 233). ® Ibid. pp. 26-27 90 4 tL. movinento HuMANITARIO Bota providencia garantiaa contra la necesiclacl la libre voluntad det hombre; es, en el fondo, un doble de la humanidad, en nombre cel cual se legitima un progreso cuyo autor voluntario es el hombre. En el transcurso de estos mismos afios compuso Michelet los dos pri- meros volimenes de su Histoire de France, que comprenden desde los orige- nes a la muerte de san Luis en 1270. En esta parte de su obra es donde puede observarse exactamente, por la comparacién del texto original de 1833 con el de las ediciones ulteriores (las de 1852 y de 1861 sobre todo), en qué han podido modificarse y cuales eran en el origen sus sentimientos sobre el cristianismo.*' En 1833, sentfa o crefa sentir apego al cristianismo por el principio de supremacia de lo espiritual que él mismo profesaba; desde este punto de vista, el espfritu cristiano le parecfa un antidoto contra la invasion del principio material que crefa advertir en las nuevas Iglesias laicas, En este sentido justifica entonces el celibato de los sacerdotes,** con- siderando la Iglesia medieval, alzada contra la care y contra el poder tem- poral, como una auténtica representacién del principio espiritual: “Ast —esctibe— se determin6 en la Iglesia, bajo la forma del pontificado y del Imperio, la lucha de la ley y de la naturaleza”; y después de Canossa inclu- 50, ninguna reconciliacion posible: “Nada reconciliara el espiritu y la mate- tia, la cane y el espiritu, la ley y la naturaleza’.* Thomas Becket, en su conflicto con Enrique II de Inglaterra, es tan admirable como Gregorio VIT frente al emperador: “Se encontré encargado, él, débil individuo y sin ayu- da, de los intereses de la Iglesia universal, que eran los del género huma- no”. Porque el poder espiritual formula el derecho contra la fuerza y, por ello, es el organo de la humanidad contra la opresion. Las lineas en favor del celibato de los sacerdotes desaparecieron en 1852, como todo lo que podia parecer que abogaba igualmente por la Iglesia del siglo xix; ademas, Michelet no quiere ya darles a los catdlicos de su época la satisfaccion de decir que los intereses de la Iglesia eran en el siglo xit los de la humanidad, en 1852 reemplazo eran por parectan; pero lo que se refiere @ los titulos res- pectivos del sacerdocio y del Imperio no dejé de conservarse hasta el final, no habiendo renunciado Michelet a exaltar el principio de un poder espiri- © Vease Introduction a [histoire universelle, pp. 68 y 152; y el “Discours d’ ouverture a la Faculté des Lettres”, del 9 de enero de 1834, en Oeuvres completes, t. Il, p. 223, 81 Esta comparacion se ha hecho mas ficil gracias al Examen des remaniements..., que figura, al euidado de Robert Casanova, en elt. IV de la ed. de Viallaneix de las Oeuvres completes, pp. 615- 727; este volumen comprende los dos tomos de 1833, a saber, el tomo I (libros [-Il) y el tomo IT (Cibros 1-4V) ® Histoire de France, t. Ly Il, Paris, Hachette, 1833, t. II, p. 168 y nota 2 © bid, 1. IL pp. 176-17. % Ibid, p. 346. micueet 491 tual, incluso en unos dias en que pensaba que la Iglesia habia side cle da de ese poder.®* Mas todavia: parecia considerar el deplorable *fatalisme moderne 60 vinculado al retroceso del principio cristiano desde la Edad Media, Al con har las tiltimas recomendaciones dle san Luis a su hijo, eseribia! jHlermosas y conmovedoras palabras! Es dificil leerlas sin emocionarse, Peri al mismo tiempo la emocién va mezclada con reflexion retrospectiva y con (islet Fis pureza, esa dulzura, esa elevacion maravillosa hasta la que el cristianisiit Jevanté a su héroe, squién nos la devolverd? [...] El corazon se oprime cuanil se ve que, en este progreso de todo, la fuerza moral no ha aumentado. La noc lel libre albedrio y de la responsabilidad moral parece oscurecerse cada dia |.) fipta larva del fatalismo la encontrais por doquier, con solo asomar la cabeza pol Ja ventana. El simbolisma de Vico y de Herder, el pantetsmo natural de Sele lling, el panteismo histérico de Hegel, la historia de razas y Ia historia de idles que tanto han honrado a Francia, ya pueden diferir en todo; contra la ibertat, estan de acuerdo |...J Ast vacila la pobre lucecilla de la libertad moral |...] {Puc de faltar? Jamas, sin duda. Tenemos necesidad de creerlo y de decirnoslo, sin lo cual caeriamos de desaliento. Apagada ella, Dios del cielo, preservadnos de vivir aqui en la tierra.®® Esta pagina ha desaparecido de la edicién definitiva: parecia ligar organi camente, en la historia de Europa, el sentimiento de la responsabilidad moral al cristianismo, vinculacion que Michelet, en 1861, ya no admitia. Puede decitse que opuso cada vez mas contra la religion de Cristo y contra su Igle- sia unos principios que él habfa crefdo primeramente tener en comtin con ellos, lo cual es, en suma, cambiar sin dejar de ser uno mismo, Otra ensenanza del cristianismo cuya labor permanente parece admitit Michelet, reside en el sacrificio. El sacrificio es para él inseparable de la li- bertad, que concibe como un heroismo, como la aceptacion de un sufri- miento activo con vistas a un progreso. Esta manera de ver habria de con- firmarse en 61 cuando la Revolucién francesa paso a ser el tema principal de sus reflexiones: la Revolucion, con la felicidad por objeto tuvo la accion y el sacrificio como medios, Ahora bien, el cristianismo presenta una dis- posicién de motivos andloga, tanto en el curso de la vida del Salvador como en el que, a ejemplo suyo, le esta prescrito a los fieles. De ahi el inte- © Veanse en las Oeuvres completes, 1. 1V, para estos pasajes, las listas de variantes, pp. 645 y 652; y 408-409, el texto definitivo. © Histoire de France, t. Il, pp. 622-623; y véase Oeuvres completes, t. IV, pp, 662-663, y el texto definitive truncido, p. 587 492 <4 EL movimienro HuManiTaRIO res de Michelet de la Encarnacion y de la Pasion, que, como el de Satands, revive ef #U pensamiento bajo su forma humanitaria, Ast es como puede eseribir Eterno misterio, que si bien tuvo su ideal en el Calvario, no deja de continuar hasta hoy. Si, Cristo esta atin en la cruz, y no descendera de ella, La Pasion dura y durara. El mundo tiene la suya, y la humanidad en su larga vida historiea, y cada corazén de hombre en esos pocos instantes en que esta latiendo, A cad cual su cruz y sus estigmas. Los mfos datan del dia en que mi alma vino a caer en este cuerpo miserable, que yo acabo de usar mientras escribo esto, Mi Pasion comenz6 con mi Encarnacion [...] Vivir es ya un grado en la Pasion.” Asti el Gélgota se ha convertido en la imagen de la condicién humana en esta perspectiva hay que entender el drama sagrado de la Edad Media, repre sentacién de la Pasion, y la catedral cuya forma reproduce la del crucifiew do.® Michelet ha agregado a estas ideas una teoria de la creacién artistica, que es lucha, ella tambien, de un espiritu con una materia, “dramatico y do Joroso himeneo en el cual el espiritu desciende y la materia sufte”; en este sentido, la catedral, figura visible de la cruz, es ella misma una pasion, una piedra atormentada por el espiritu y transustanciada: *;Hombres de mentali dad grosera, que creéis que estas piedras son piedras, que no sentis circular en ellas la savia y la vida! Cristianos 0 no, reverenciad, besad el signo que llevan; ese signo de la pasion es el del triunfo de la libertad moral”. Finalmente la misma nocién de Iglesia, como comunion en la fe, lejos de ser ajena a Michelet, era entonces, y siguio siéndolo, esencial a sus ojos. Considera la Iglesia medieval como la comuni6n auténtica de los hombres de aquella época, y la presenta, por oposicién al particularismo aristo tico, como investida, mas plenamente incluso que la monarquia, del care: ter de generalidad que legitima el poder: “La Iglesia es ella misma pueblo”; “La Iglesia era entonces el verdadero domicilio del pueblo; [...] entonces el pueblo y la Iglesia, que se reclutaba entre el pueblo, eran una misma ® Histoire de France, tI, pp. 637-638, en el capitulo 1x y wltimo del libro TV: ha sido sobre toclo este capitulo el que fue reformado y suavizado, prineipalmente en 1861; en esta tiltima fi paso Michelet, en “Apéndice”, al libro IV con el titulo de Eclaircissements. El pasaje que cito {ue re tocado y abreviada en la mitad en 1861 (véase Oeuvres completes, t TV, pp. 664-665 y 593), © Ibid, t. TI, p. 652: pasaje retocado en 1852, suprimido en 1861 (véase en las Oeuvres com pletes, t. IV, p. 667, la variante nam. 139; y p. 597 el texto definitivo), © Ibid, t. II, p. 660 (también el mismo capitulo); pasaje retocado en 1852, suprimido en 1861 (vease, Ocuvres completes, t. LV, p. 668, la variante nim, 149; y-p. 600, el texto definitivo). Las pag nas siguientes de la edicién original, en las que se desarrollan ideas semejantes, han sido tratadas igualmente (véase ibid., variantes nams. 150 y 151). ha lo micreer ® 493 cosa, como el hijo y la madre" !” Michelet, que de todos modos pe que In Iglesia habia dejado de ser descle el siglo xin identificable con el pie tho.” acabé suprimiendo de esas paginas todo Yo que podia parecer Pit a fervor del tono y de la imaginacion, erighr en modelo la Edad Media catolien Pero atin en 1833, un lector atento no podia engafiarse: Encarnaciin, ‘anid, Iglesia habian perdido ya en Michelet su significacion cristiana.”” Lat identill cacion de la humanidad con Cristo doliente es un tema de pensamiento hu Ianitario que conocemos ya, y que anula la redencién, 0 no la admite 1s que como autorredencion, conquista del hombre por si mismo y no heriell clo de Dios: no es casual que Michelet hable de una “Pasion heroica »-°3 insintia asi el esfuerzo humano como sustiiili , de wii masion “activa y voluntaria te laimitacion de Cristo, y la comunidad de los hombres en vez de la lees Dios, En esta trasposicion humanitaria de las nociones cristianas est impli cada conscientemente, er: él como en los demés, la idea de una muLaclol Historica en la que un modo antiguo de existencia espiritual debe perecet La Edad Media no podia bastarle al genero humano. No podia mantener su pit tension orgullosa de ser la tima palabra del mundo, la Consommation. EI tet plo debia ensancharse (...] La humanidad debta reconacer a Cristo ens! mili » wertiren sla perpetuidad de la encarnacién y de la pasion [..] Esta rransfigl raci6n del genero humano que reconocié la imagen de Dios en st, que general tp que habfa sido individual, que fij6 en un presente eterno Lo que se habia crel do temporal y pasado, que puso en la tierra un elo: ella fue la redencidn de! 1 aclovmoderno, pero parecio ser la muerte del cristianismo y del ane cristiano" sPareci tal? {No lo fue? “Dios —escribe sin duda Michelet— no es me nos Dios por haberse hecho humanidad”, y “el templo no se ha destruido pot haberse vuelo grande como el mundo”, Sin embargo, “es preciso que el viejo mundo pase [...]; este mundo condenado se marcharé con el mundo roma mo, con el mundo griego, con el viejo mundo oriental; pondra sus resio® al Indo de los de aquéllos. Dios le concederé cuando més, como a Ezequias, © pid, tl, pp. 652 y 55. todo esto, retocudo 0 suprimido después (véase Oeuvres completes, IN, p. 667, las variantes mms, 139 a 141), ovFbid, 1 I capitulo vi del libro IV), pp. 392-393; desarrollo naturalments conseryado en la ediciones ulteriores (réase Oeuvres completes, t. IN, p. 497, texto definitive ‘dentico) S2 Yéanse por ejemplo las reacciones de los catdlicos Foisset y Eckstein, em Henri Hauser, “Mi chelet et Théophile Foisset” (Revue de Bourgogne, 1913, pp. 223 y ss). Der (Le renouvellement pp. 584-597), aungute deseoso de serialar afinidaces ‘Jamerinesianas en Michelet, ve tambien la discordancia, "9 Histoire de France, t. l, pp- 638 y 640. 2% thi, I, pp. 692-693 y 694: pasajes conservados hasta el final, excepio el miembro de frase sobre la perpetuidad de la Encarnacién y de la Pasion (vase Oeuvres completes, t. 1V, pp. 609 y 610) 4940 <4 EL MoviMiENTO HUMANITARIO la religion de Cplsta, entre la muerte y tn metamorfosis, Michelet recurte como Quinet, al simbolo de la resurreceion dle Pascua, que las supone « nm tuna y a la otta, El cristianismo, escribe, “aparecera una manana @ los ojos de aquellos que creen custodiar su tumba, y resucitara al tercer dia” Este pasa je es el que Michelet recordaba en 1854, cuando decia haber planteadlo en 1833 “la necesidad de una muerte temporaria del cristianismo”.”” Pero dos aos antes de este recuerdo, habia modificado dicho texto, no prometiendo ya la resurreccin al crstanismo, sino tan slo a “To que en él bubiera de dl fino” en 1861, toda resurreccion fue descartada, y el texto, amputado en la edicion defimitiva, daba fin con la mezquina prorroga concedida a Ezequas." El sacerdocio del historiador Michelet, como es sabido, acabé por adoptar, respecto del cristianismo sens eatitud de franca hostilidad: superando la antigua fe, el genero huni: no debia rechazar su principio mismo; Michelet no la denunciaba ya tinh camente como incompleta, sino como funesta en su esencia. Este cambio ho se realiz6 de manera subita; tardo mas de diez afios en manifestar clara mente sus efectos: y en esos aftos la naturaleza del cristianismo y su doctri ‘na ocuparon merios a Michelet que una toma de conciencia profunda del Ministerio que asumia él mismo como historiador, consagrandole desde emionces su vida, Sin embargo, los dos ordenes de pensamientos no son tan distintos como parece a primera vista: la funcién que el historiador se atribuye corresponde a ese sacerdocio laico que es indispensable definir si se cree superado el cristianismo; dar vida a ese sacerdocio es confirmar la caducidad de la vieja Tglesia, al mostrarla ya reemplazada. Michelet institu ye, pues, una variante de Ia accién mediadora del pensador modemo entre Ur geneto humano y sus ideales: la que, por la historia, une el pasado al presente y al futuro. Variante capital, por lo demas, ya que todo ministerio tepiritual, en el siglo x1, es a base de historia y se justifica como el remate de una historia. “Es con la historia con la que hay que habérselas, es el hecho Jo que debemos interrogar cuando la idea vacila, y huye a nuestros ojos Dirijamonos a los siglos anteriores; deletreemos, interpretemos esas profe © Ibid, t. 11, pp. 694 y 695; pasajes conservados (véase Ocwvres completes, t. IV, p. 610). Fae qufas, enfermo y condenado por Dios, obtuvo ma prorroga de 15 anos (II Reyes, XX), © Bid, p. 695 (ésas son las lineas finales del tomo TI de I edicin original) % Journal, 13 de abril de 1854 (1. TI, p. 242) S Vease Oeuvres campletes, t. TV, p. 679, variantes nimero 172 B y 172 C; y p. 610, el wae y 172 Cy p. 610, el texto uicHeter B40) cosa, como el hija y la madre". Michelet, que de todos modos pera que la Iglesia habia dejado de ser desde e! siglo xii identificable con el pale blo,”! acab6 suprimienco de esas paginas todo lo que podia parecer, por a fervor del tono y de la imaginacion, erigir en modelo la Edad Media catolii Enearna Pero ain en 1833, un lector atento no podia enganarse: clon, Pantin, Iglesia habian perdido ya en Michelet su significacion cristiana.”* La identi cacién de la humanidad con Cristo doliente es un tema de pensamienty lit manitario que conocemos ya, y que anula la redencion, o no la admite 1 que como autorredencién, conquista del hombre por si mismo y no benell cio de Dios: no es casual que Michelet hable de una “Pasion heroica’, cle Wii) Pasion “activa y voluntaria”;* insinda ast el esfuerzo humano como sustittili) de la imitacion de Cristo, y la comunidad de los hombres en vez de la Iglesia de Dios. En esta trasposicion humanitaria de las nociones cristianas esta impli cada conscientemente, en él como en los demas, la idea de una mutaciii) historica en la que un modo antiguo de existencia espiritual debe perece 1a Edad Media no podia bastarle al género humano. No podia mantener sti pif tensién orgullosa de ser la wltima palabra del mundo, la Consommation. El teh plo debfa ensancharse |...] La humanidad debia reconocer a Cristo en si misiti advertir en si la perpetuidad de la encarnacion y de la pasion ...] Esta transfiji raciOn del género humano que teconocié la imagen de Dios en sf, que generali#i Jo que habia sido individual, que fijo en un presente eterno lo que se habia ci) do temporal y pasado, que puso en la tierra un cielo: ella fue la redencion del mundo modemo, pero parecié ser la muerte del cristianismo y del arte cristiano." @Parecio tal? ¢No lo fue? “Dios —escribe sin duda Michelet— no es me nos Dios por haberse hecho humanidad”, y “el templo no se ha destruido pot haberse vuelto grande como el mundo”. Sin embargo, “es preciso que el vieja mundo pase [...]; este mundo condenado se marcharé con el mundo rom no, con el mundo griego, con el viejo mundo oriental, pondra sus restos al lado de los de aquéllos. Dios le concedera cuando mas, como a Ezequlits, 9 hid, 1. Il, pp. 652-y ss., todo esto, retocado o suprimido después (vease Oeuvres completes, tN p. 667, las variantes nims. 139 a 140). °” Ihid., tI (capitulo vs del libro IV), pp. 392-393; desarrollo naturalmente conservado en i ediciones ulterioves (vease Ocuvres completes, t. IY, p. 497, texto definitivo idéntico), ® Yéanse por ejemplo las reacciones de las catdlicos Foisset y Eckstein, en Henri Hauser, “Ml chelet et Theophile Foisser” (Revue de Bourgogne, 1913, pp. 223 y s8,). Derré (Le renouvellement pp. 584-597), aunque deseoso de senalar afinidades lamerinesianas en Michelet, ve tambien |i discordancia, © Histoire de France, t. 11, pp. 638 y 640, % Ibid, 1. Tl, pp. 692-693 y 694; pasajes conservados hasta el final, excepto el miembro de frase sobre la perpetuidad de la Encarnacion y de la Pasién (véase Oewvres completes, t. TV, pp. 609 y 610) 494 <4 EL MoviMIENTO HUMANITARIO Una prorroga’” No pudiendo, sin embargo, resolyerse a elegir, en cuanto a la religion de Cristo, entre la muerte y la metamorfosis, Michelet recurre, ome Quinet, al simbolo de la resurreccién de Pascua, que las supone a la wna y a la otra, El cristianismo, escribe, “aparecera una mafiana a los ojos de aquellos que creen custodiar su tumba, y resucitaré al tercer dia”. Este pasa je es el que Michelet recordaba en 1854, cuando decia haber planteado en 1833 “la necesidad de una muerte temporaria del cristianismo”.*” Pero dos afios antes de este recuerdo, habfa modificado dicho texto, no prometiendo ya la resurreccion al cristianismo, sino tan sdlo a “lo que en él hubiera de di vino”; en 1861, toda resurreccion fue descartada, y el texto, amputado en la edici6n definitiva, daba fin con la mezquina prorroga concedida a Ezequias.™ El sacerdocio del historiador Michelet, como es sabido, acabé por adoptar, respecto del cristianismo, una actitud de franca hostilidad: superando la antigua fe, el género huma- no debfa rechazar su principio mismo; Michelet no la denunciaba ya uni- camente como incompleta, sino como funesta en su esencia. Este cambio no se realizé de manera stibita; tard6é mas de diez afios en manifestar clara- mente sus efectos; y en esos atios la naturaleza del cristianismo y su doctri- na ocuparon menos a Michelet que una toma de conciencia profunda del ministerio que asumfa él mismo como historiador, consagrandole desde entonces su vida, Sin embargo, los dos drdenes de pensamientos no son tan distintos como parece a primera vista: la funcion que el historiador se atribuye corresponde a ese sacerdocio laico que es indispensable definir si se cree superado el cristianismo; dar vida a ese sacerdocio es confirmar la caducidad de la vieja Iglesia, al mostrarla ya reemplazada, Michelet institu- ye, pues, una variante de la accién mediadora del pensador moderno entre el género humano y sus ideales: la que, por la historia, une el pasado al presente y al futuro, Variante capital, por lo demas, ya que todo ministerio espiritual, en el siglo xix, es a base de historia y se justifica como el remate de una historia. “Es con la historia con la que hay que habérselas, es el hecho lo que debemos interrogar cuando la idea vacila, y huye a nuestros ojos. Dirijamonos a los siglos anteriores; deletreemos, interpretemos esas profe- © Ibid., t. I, pp. 694 y 695; pasajes conservados (vease Oeuvres completes, t. IV, p. 610). Eze~ quias, enfermo y condenado por Dios, obtuvo una prorroga de 15 aftos (LL Reyes, XX). % Ibid, p. 695 (estas son las lineas finales del tomo Il de la edicion original) * Journal, 13 de abril de 1854 (IL, p. 242), % Vease Ocuvres completes, 1. IV, p. 679, variantes nimero 172 B y 172 C; y p. 610, el texto definitive, maicHeter 495

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