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RAPSODIA II Cuando Megafén, tras redondear el esquema tedrico de sus Dos Batallas, hubo de cefiirse al modus operandi que debia transferirlo a las acciones, pensé naturalmente que no hay lucha real sin peleadores activos y que necesitaba con urgencia un reclutamiento de milicias. El Oscuro de Flores, como lo dije ya en el Introito, me habia demostrado la equidad absoluta de las Dos Batallas, puesto que una y otra se darfan con el solo fin de restablecer un equilibrio roto en el orden terrestre y en el celeste; y el problema es igual en un hombre o en una tribu o en un pueblo total o en un mundo. Ahora bien, como las acciones bélicas recaerian s6lo en los «responsables» de ambos desequilibrios, era facil deducir que la guerra no seria frontal ni multitudinaria, sino que habria de limitarse a breves y astutas «operaciones de comandos», lo cual no exigiria mucha tropa ni costos excesivos. Debo aclarar que la Operacién Fildsofo, tan bien lograda ya por el Autodidacto, sélo habfa sido una experiencia inicial o un tanteo de posibilidades tActicas. Porque Megafén entendia muy bien que solo y librado a sus vagas intuiciones castrenses, mal podfa llevar adelante una empresa como la que meditaba desde que sintetizé la imagen de una Patria en forma de vibora, Por lo cual decidié recabar el asesoramiento del exmayor Anibal Troiani, su amigo de la infancia, expulsado del Ejército en 1956 y por aquellos dias fraccionador de vinos cuyanos. Habjian asistido juntos a la misma escuela primaria de Villa Crespo, donde Troiani sé distinguia por dibujar en el pizarrén y con tizas multicolores la Batalla de Tucumdn, el Combate de San Lorenzo y las efigies de San Martin o de Belgrano, segiin lo reclamasen las efemérides. Al mismo tiempo, en las guerrillas de barrio, Troiani era el cacique natural que inventaba las estrategias, construia los armamentos y enamoraba siempre a la victoria, como exaltado por el condottiero que sin duda trafa en la sangre pese a su modestia hurafia y a sus pantalones rotos en los fondillos. Durante sus adolescencias paralelas habjan leido juntos los famosos Temas de Compaiifa de Tiradores (joh, «Biblioteca Popular Alberdi>!) a los que Troiani formulaba criticas tan abstrusas, que ciertas noches hundieron a Megafén en insomnios febriles, como algunos teoremas de la geometria. Luego, aquel paralelismo de luchas, problematicas y amores habia terminado inopinadamente cuando Troiani, segun era previsible, ingresé al Colegio Militar. Desde aquel entonces Megafén, lanzado a otros carriles, no volvié a encontrarse con su amigo de juegos y peleas, hasta junio de 1956, en que los acontecimientos divulgaron su nombre. Oficiales adictos a la causa popular habfan copado el Regimiento VII de infanteria con asiento en La Plata: el cuartel fue retomado, y el cabecilla de aquel golpe hubo de caer bajo un peloton de fusilamiento. No obstante, las pesquisas ulteriores trataron de individualizar al cerebro que habfa concebido una operacién tan ingeniosa; y la sospecha recayé en cierto mayor Troiani bien conocido por sus audacias estratégicas. El 46/334 Autodidacto lo visité en la carcel de Magdalena, portador de cigarrillos y naranjas: alli reanudaron su amistad en una comunién de afanes que los levaria lejos. Yo conoci al exmayor Troiani, como a todos los agonistas de las Dos Batallas; era un cuarentén de regular estatura, membrudo y serio, cuyas pupilas de un gris acerado (el color de Marte y su arsenal) parecfan traducir obstinadamente los desvelos de una guerra necesaria. La primera consulta se realizé en el chalet de Flores y al atardecer, bajo un techo de glicinas cuyos racimos ya se desintegraban sobre las cabezas del consultante y el consultado. Patricia Bell les alcanzaba mates llenos y les retiraba mates vacios, jella, la que preparé el vino de los héroes y el ungiiento de los contusos! Y el gato Mandinga, tendido en un sillén de metal, acechaba las dos palomas que se adormecian juntas en el techito del gallinero. Tras haber escuchado atentamente las razones de Megafén: —Tu pelea —le dijo Troiani— se ajusta mas a la poesia que al arte militar. —¢Es un inconveniente? —le pregunté el Autodidacto. —No es un inconveniente —repuso Troiani cuyos ojos de acero relampaguearon—: jes una tentacién! Los grandes hechos de armas, que no abundan en la historia, se desarrollaron como teoremas poéticos. Un Anibal, un Napoleén o un San Martin son poetas en accién de combate o guerreros en accién de poesia. Lo que te hace falta es un equipo bélico entrenado en la costumbre poética del coraje. Se rascé la nuca en un gesto dubitativo: —Si —repitio—, el coraje. Pero gde qué coraje me hablas ahora? —iYo no dije nada! —protesté el Oscuro. —Muchacho —le aclaré Troiani—, quise decirte que necesitarfas peleadores de «coraje militar» o peleadores de «coraje civil». —¢Cual es la diferencia? —La diferencia esta en el significado mismo de la palabra coraje: «fuerza 0 esfuerzo del corazén». El coraje militar se basa en los armamentos, en los uniformes jerarquizados, en los cédigos de subordinacién y disciplina, en un ordenamiento de hombres, técnicas y iitiles que le da una sensacién de seguridad interna frente a la inseguridad externa propia del mundo no castrense. Si lo arrancamos de su medio natural o silo abandona 6] mismo para lanzarse a la esfera civil, el militar se ahoga como un pejerrey fuera del agua: se agita en resoplidos y coletazos imiitiles. Por eso los militares fracasan en el 47/334 gobierno civil. {Muchacho, no entienden a la civilidad! jPatricia, no dan pie con bola! —. A través del ocasional fraccionador de vinos, la natura castrense de Troiani se abria paso con una fuerza en la que se juntaban amarguras recientes y pretéritas rebeliones, Y Megafén al estudiar las mandibulas apretadas de su compafiero, reconstruyé en su mente la figura del caudillo infantil que se lanzaba en Villa Crespo a la conquista de una barricada hecha por el enemigo con viejos cajones de kerosene y podaduras de higueras. —Qué cosa es un soldado? —le pregunté mansamente como para no herirlo. —E] soldado —respondié Troiani— es una estructura humana en la que funcionan a la vez el coraje militar y el coraje civil. Ahi esta la madera del principe y del caballero andante: jsélo en esa madera se podria tallar un «héroe»! Por eso ya no existen héroes ni caballeros ni soldados. —

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