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PERFILES DE FE

ABRAHAMM, EL AMIGO DE DIOS


Por Jerold Aust

“Hijo, vayamos a la montaña a ofrecer un sacrificio a Dios”.

Abraham pensaba que su hijo sería ese sacrificio, pero Isaac pensaba que
sacrificarían a un cordero. Confiando totalmente en su padre, Isaac podría haber
incluso tomado la mano de su padre.

El toque de la mano de su hijo debe haber ocasionado ondas de choque a través del
cuerpo de Abraham. La mente de Abraham zumbaba; sus pensamientos cambiaban
de una obediencia y fe meditadas y estudiadas a una resistencia apasionada,
esperando que Dios pudiera modificar esta petición casi impensable.

Aunque la narración bíblica no revela directamente los sentimientos de Abraham


hasta Génesis 22:8, podemos especular sobre los probables pensamientos y
emociones de Abraham. La fe de Abraham está en evidencia; el lector, a diferencia
de Abraham, puede saber ahora cómo terminará la historia. Dios no deseaba que
Abraham matase a su hijo; estaba probando la fe de Abraham en Él.

“Bien padre, vayamos. ¿Puedo ayudarte a llevar la leña?” Abraham solo pudo
consentir a señas, ya que el nudo en su garganta le impedía pronunciar las palabras
que de otra manera hubieran dicho un simple, “Sí, hijo mío, ayúdame”.

‘Dios proveerá’

Partieron, un padre triste, un hijo confiado y dos sirvientes, hacia la montaña en la


cual Abraham pensaba que sacrificaría a su único hijo a quien Dios, en su avanzada
edad, les había concedido a él y a Sara (Génesis 18:10,11).

Tres días después los viajeros llegaron a su destino, cansados pero conscientes de
que ésta era la montaña que Dios había elegido para ellos.

“Quedaos aquí mientras mi hijo y yo hacemos adoración, luego regresaremos a


ustedes”, dijo Abraham a sus sirvientes.

Por una ladera de la montaña, padre e hijo marcharon trabajosamente, Isaac con la
leña para el sacrificio y el padre Abraham con el fuego y el cuchillo.

“Padre, tenemos leña y fuego, pero donde está el cordero para nuestra ofrenda?”.

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“Dios proveerá, hijo mío. Dios proveerá”.

Esta es la primera indicación del resto de la historia y de la notable fe de Abraham.


Cuando llegaron al punto preciso para la ofrenda, Abraham puso en el suelo el fuego
y el cuchillo y comenzó a construir un altar para el sacrificio. Acomodó
cuidadosamente la leña y amable, pero firmemente tomo a su hijo y comenzó a
atarlo. Luego puso a Isaac en el altar, encima de la leña cuidadosamente
amontonada. En ese punto, Abraham, obedientemente, levantó su cuchillo para
asesinar a su hijo.

“¡Abraham! ¡Abraham!” Gritó un ángel con fuerte voz.

“¡Heme aquí! ¡Te escucho!” Contestó Abraham al ángel.

“No toques a tu hijo Isaac, porque ahora conozco tu temor de Dios, viendo que no me
has rehusado a tu hijo, tu unigénito” (Génesis 22:12).

Abraham había pasado su prueba suprema de fe. En su mente y corazón, Abraham


había continuado obedeciendo el mandato de Dios (Romanos 4:17).

Fue una fe de esta magnitud la que inspiró a otros a escribir que Abraham es el
padre de la fe (Romanos 4:12-16). Era un hombre que creía y tenía una total y
completa confianza y fe en Dios.

Abraham, el amigo de Dios

Su unión era tan estrecha que Dios llamaba a Abraham “mi amigo” (Isaías 41:8).
Además de ser un concepto interesante, la idea de que Abraham sea amigo de Dios
señala algunas implicaciones fascinantes y trascendentales. Podríamos
preguntarnos ¿por qué habría Dios de otorgar a Abraham el honor de llamarlo Su
amigo?

La respuesta se puede encontrar si comparamos la relación de Abraham con Dios


con nuestra llamada cristiana. Aunque puede ser que nunca lo hayamos pensado de
esta manera, Jesucristo también nos considera como sus amigos. Él dijo a sus
discípulos, “Ya no os llamo siervos, porque un siervo no sabe lo que hace su señor;
yo os he llamado amigos, porque os manifesté todas las cosas que oí de mi Padre”
(Juan 15:15).

Pero todavía hay más. Para que Jesús llamara “amigos” a sus discípulos exige una
condición previa. “Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que os mande” (Juan
15:14).

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Esa era la clave para que Abraham fuese conocido como amigo de Dios. La
obediencia a Dios era y es un requisito previo de fe para calificar como amigo de
Dios. Pablo destacó la obediencia fiel de Abraham (Hebreos 11:8-10; 17-19).

Obediencia fiel de Abraham

Consideremos la fe de Abraham desde tres perspectivas:

• La llamada de Abraham: Por la fe, cuando fue llamado partió (Hebreos 11:8)

• La residencia de Abraham; Por la fe, fue a morar en un país extraño (Hebreos


11:9)

• La prueba de Abraham: Por la fe, cuando fue probado, ofreció a su único hijo
(hebreos 11:17)

Desde el principio, Abraham obedeció a Dios (Génesis 26:15). En Hebreos 11:8 se


cuenta la historia brevemente: “Por la fe Abraham obedeció cuando fue llamado a
salir hacia el lugar que después recibiría como herencia. Y partió, sin saber hacia
donde se dirigía”.

En la versión griega, el impacto de la obediencia de Abraham es enfático: “Por la fe,


Abraham al ser llamado obedeció y partió...” (Nuevo Testamento Griego del Hombre
Inglés).

Este es un aspecto importante de la fe. Abraham no fue llamado debido a su fe


(Génesis 12:14). Fue llamado debido a que Dios deseaba llamarlo. Su fe debe
entenderse en relación con la obediencia de Abraham. Fue la obediencia inmediata
de Abraham lo que probó su fe y lo justificó (Santiago 2:21-24).

Hebreos 11:8 nos dice que Abraham partió para obedecer a Dios, sin saber a
donde se dirigía. Este es un paso importante y difícil para un cristiano, debido a que
los seres humanos desean independencia. Sin embargo, Dios desea que
aprendamos a depender de Él para siempre. Abraham buscaba a Dios para
obtener una guía, dirección y protección. Si Abraham viviera de vista, nunca hubiera
obedecido la llamada de Dios para irse a un país extranjero.

Otro elemento de la obediencia de Abraham es evidente en su residencia: “Por la fe


habitó en un país extranjero, compartiendo sus tiendas con Isaac y Jacob, herederos
con él de la misma promesa”. (Hebreos 11:9). El Nuevo Testamento Griego del
Hombre Inglés muestra que el Griego es enfático respecto a la forma en qué vivió
Abraham: “En tiendas de campaña” destaca el hecho de que no vivía en una
morada permanente.

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Obediencia sin reservas

Al igual que usted y que yo, Abraham seguramente habría preferido un hogar y una
vida estables y permanentes. Sin embargo, Abraham sabía que era un extraño y un
peregrino en un país extraño. Y debido a que sabía que su ciudadanía estaba
reservada en una ciudad celestial construida por Dios (Hebreos 11:10), permaneció
fiel a Dios y no regresó a su tierra de origen (Hebreos 11:13-16). No es de
sorprenderse que Dios llamase amigo a Abraham. Los amigos de Dios lo
obedecen; Abraham obedeció a Dios sin reservas.

Finalmente, Dios sometió a una prueba suprema la fe de Abraham cuando le ordenó


que le ofreciera a su único hijo en sacrificio. La escritura indica que Abraham sabía,
de alguna manera, que pensaba profundamente que Dios resucitaría a su hijo de
entre los muertos (Hebreos 11:19). Dios se conmovió tanto por la fe y obediencia de
Abraham que le garantizó que sus bendiciones recaerían en él y en sus
descendientes a partir de ese momento, tanto física como espiritualmente (Génesis
22:15-18).

Debemos recordar que Abraham y Sara tuvieron a Isaac cuando ya eran ancianos.
Engendrar un hijo después del tiempo apropiado era en sí mismo una enorme
bendición. Dios había prometido a Abraham que lo bendeciría con descendientes a
través de Isaac.

¡Qué golpe tiene que haber sido para un padre que alguien, cualquier persona, le
exija que le quite la vida a su único hijo! Todas las esperanzas de los dos padres
ancianos, todos sus deseos de ver crecer a su hijo y de que fuese padre de sus
propios hijos, todas estas emociones y más hubieran desanimado a cualquiera con
menos fe.

La respuesta de Abraham respeto a su prueba es la razón por la que Dios dice que
no se avergüenza de llamarse el Dios de Abraham (Hebreos 11:16). Esta es
también la razón por la que Dios está preparando una ciudad para sus discípulos
fieles. Ustedes y yo podemos demostrar la misma fe.

Nuestra obediencia fiel

Las enseñanzas de Hebreos 11 están escritas para usted y para mí. Son tesoros de
fe guardados para nuestro enriquecimiento espiritual. Pablo insta a los cristianos a
seguir los pasos de Abraham, el padre de la fe (Romanos 4:12). La Biblia deja bien
claro que podemos y debemos ejercer la misma fe de Abraham --- y esa clase de fe
está dentro de nuestro alcance.

Debemos recordar las enseñanzas de Santiago 2, de que la fe sin obras está


muerta. Para que la fe esté viva, activa, debe verse viva en las acciones de la
persona que la profesa.

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No permita que nadie lo engañe para que piense lo contrario. Las obras que
prueban nuestra fe resultan de la obediencia a Dios y de los mandatos plenos y
directos de Cristo. Dichos mandatos de la escritura son en sí los Diez
Mandamientos, obedecidos en el Espíritu, o bien, principios con base en los
Mandamientos (Santiago 2:8).

Las herramientas que necesitamos para ejercer la fe de Cristo son fácilmente


asequibles. Jesucristo está en funciones 24 horas al día para ayudarnos a
experimentar la fe que necesitamos para soportar las tormentas de la vida. Con la
ayuda de Dios podemos obedecer sus mandatos. Esto prueba nuestra fe y
complace a Dios.

“Pero sin fe es imposible complacerlo, porque el que se acerca a Dios debe creer
que en Él y de que recompensa a quien se dirige a Él obedientemente. (Hebreos
11:6).

Nuestro ejercicio de fe hacia Dios le es agradable. “Y cualquier cosa que le pidamos


nos la concederá, porque observamos sus mandamientos y hacemos las cosas que
son agradables a sus ojos (1 Juan 3:22).

Para agradar a Dios, debemos creer que Dios está vivo y es todopoderoso.
Abraham creía que Dios existía. Usted cree que Dios existe. Abraham buscaba
diligentemente a Dios, porque sabía que Dios recompensa a quien lo busca con
afán. Usted y yo podemos buscar afanosamente a Dios, y sabemos que nos
recompensará por estudiar y obedecer su voluntad.

Sí. Podemos complacer a Dios. Sí, agradamos a Dios y lo hacemos a través de la


misma fe que demostró Abraham.

Esto no quiere decir que obedezcamos perfectamente, que mostramos una fe


perfecta. No es así. Pero nuestra fe puede crecer a través de nuestra superación
diaria (o sea, a través del contacto diario con Dios en la oración, el estudio de su
Palabra y la aplicación de su Ley del amor). De lo que carezcamos Dios nos
proveerá (2 Corintios 4:16; Filipenses 3:14-16).

Y así es como termina la historia. Dios llamaba a Abraham su amigo. De la misma


manera, Cristo nos llama sus amigos. Somos amigos de Dios debido a nuestra fe
en él, probada a través de nuestra obediencia de sus mandatos sagrados.

Continuemos siguiendo un ejemplo excelente de fe obediente, la del amigo de Dios,


Abraham.-

Las enseñanzas de Hebreos 11 están escritas para usted y para mí.


Son tesoros de fe guardados para nuestro enriquecimiento espiritual.

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Pablo insta a los cristianos a seguir los pasos de Abraham, el padre
de la fe (Romanos 4:12). La Biblia deja bien claro que podemos y
debemos ejercer la misma fe de Abraham --- y esa clase de fe está
dentro de nuestro alcance. \

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