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LECTURA DE LAS RUINAS. LA FABRICACION DE ANTEPASADOS ACEPTABLES EN EL NOROESTE ARGENTINO. (SIGLOS XVI-XVI/SIGLO XIX) Christophe Giudicelli Université Paris ITI/CNRS-Cerma-Mascipo El presente trabajo quisiera interrogar la irrupcién y el tratamiento, en el dis- curso cientifico decimonénico, de los indigenas genéricamente llamados cal- chaquées en el Tucumén colonial a raiz del descubrimiento en los tiltimos dias de 1876 de las ruinas de la ciudad indigena de Loma Rica en la provincia andina de Catamarca, en un lugar ocupado en los siglos XVI y XVII por unos indigenas que no dejaron precisamente un buen recuerdo en las fuentes histéricas espafiolas, por su propensi6n a resistir y a levantarse en armas contra encomenderos y jesuitas. A pesar de esa mala reputaci6n y a pesar de la relativa marginalidad de la regi6n en la que se hizo ese hallazgo, muy alejada del centro del poder y de las preocupaciones cientificas de la época, estas ruinas suscitaron un interés inmediato y de larga duracién. Lanzaron verdaderamente la disciplina arqueolégica en la Argentina. Pero més alld de esto, su interpretacién dio lugar a intensos debates durante décadas dentro y fuera de la repiblica argentina, debates que rebasaban de lejos cl caso particular de los vestigios catamarquefios. Las razones que explican este stbito interés son multiples y deben buscarse ante todo en la inquietud de los que Ilamaremos los «natura- listas organicos», responsables de la organizacién de las grandes instituciones 126 Fronteras y sensibilidades en las Américas cientificas, muy cercanos al poder y muy comprometidos en la construccién de una identidad nacional, mediante la patrimonializacién de todos los Tecuusossnaaureless lal. tecritasia te lraregilicas. dessa lossresynalatoso la lass grandes mamiferos del cuaternario hasta los restos atin calientes de los indios mapuches y tehuelches considerados como auténticos fésiles vivientes, segin la expresién de Darwin, que las campafias de la famosa «conquista del desierto» iban exterminando. Veremos como, paraddéjicamente, los indios calchaquies, paradigma de la violencia y de la insumisi6n en el periodo colonial, fueron llamados a enri- quecer el patrimonio nacional por las ruinas que dejaron, a diferencia de los indios del sur (y del Chaco) que en el mismo momento proporcionaban lo que podian, y muy a pesar suyo: sus huesos (y en particular sus crdneos). Empezaremos por una evocacién del contexto politico ¢ intelectual en el que se realiza este proceso de integracién del elemento indigena en el patrimonfo nacional, antes de interesarnos mds detenidamente en ei caso especifico de las ruinas calchaquies y de su lectura. EL PASADO INDIGENA DE LA NACION? El proceso de naturalizacién de las categorias coloniales que estamos interro- gando debe entenderse en su contexto histérico e intelectual. Esa época consagra, como es sabido, el advenimiento del Estado-Nacién como hori- zonte necesario de toda adhesién colectiva, y las j6venes republicas latinoa- mericanas se construyen en este marco. A menos de un siglo de las indepen- dencias, la oligarquia criolla, que habia sustituido a los representantes de la Corona espafiola, debia anclar su poder en una temporalidad larga, inventar- se una legitimidad que hundiria las raices de la nactén més alla de la «ocupa- cién» espaiiola. Si las viejas naciones europeas podian fundar su mitologia nacional en un pasado ibero, romano, galo, germano, anglo o sajén, en esas jOvenes republicas, todo quedaba por hacer. Los més activos en este proceso de invencién de mecanismos de legitimacién fueron los intelectuales organi- cos de esas jévenes naciones, a los que encontramos actuando a todos los niveles de la constitucién de este patrimonio: escriben las primeras sumas hist6ricas «nacionales», organizan los archivos, fundan museos y sociedades cientificas, montan misiones arqueolégicas y varios de ellos actitan directa- mente en la vida politica nacional. La parte del pasado indigena en el patrimonio nacional varia, por supuesto, segiin los paises, desde el mito de una mexicanidad obligatoria- mente mestiza hasta una argentinidad muy poco proclive a reconocerse una ascendencia indigena. Si los revolucionarios de mayo usaron y abusaron de la La fabricacién de antepasados aceptables en el noroeste argentino 127 figura del inca en su retérica libertadora, el elemento indigena fue dejado de lado en la construccién de la identidad nacional.' No no explayaremos sobre este punto muy conocido: limitémonos a notat que la parte indigena en la nacién siempre se elige en las «grandes civilizaciones» prehispanicas, Azteca en México, Inca en los Andes centrales y hasta en el Rio de la Plata. En este proceso, la suerte de las antiguas «naciones» del periodo colonial que nos ocupan (la «naciones de frontera») es muy distinta. Por un lado se conciben estructuralmente segiin el mismo modelo de la nacién politica -ter- ritorio, lengua, genio comin-, pero, por otro lado, su inferioridad politica y cultural las condena a no figurar en el arbol genealdgico oficial. Su participa- cién en la construccién nacional es de otra indole: enriquecen su patrimonio como curiosidades arqueolégicas, peculiaridades antropolégicas y contra- modelo politico: son una muestra del estadio primitivo que el moderno Esta- do-Nacién ha definitivamente sepultado en un lejano pasado. Lo que determi- na el tratamiento diferenciado de las antiguas «naciones» coloniales es su inscripcién retrospectiva en tal o cual peldafio de una escala sociopolitica (y racial). El ejemplo paradigmitico es el de México, donde las autoridades hicie- ron todo, desde la época de la Reforma, para valorizar, magnificar y difundir la grandeza del México central (Teotihuacdn, la triple alianza, Tenochtitlan) y, més tarde y con menos entusiasmo, el area maya. La Pirdmide del Sol de Teo- tihuacdn fue restaurada y presentada con gran solemnidad en 1910, para el Centenario de la Independencia, después de décadas de estudios y de excava- ciones. En contraste, la arqueologia del norte, por ejemplo, todavia se esta construyendo en este momento’. La explicacién de este contraste es obvia: los pueblos del norte, reunidos genéricamente en los siglos coloniales en la cate- goria infamante de chichimecas, no hacian buenos antepasados, ni siquiera ret6ricos. Era mucho més rentable para las necesidades simbélicas del nuevo poder inscribirse en la estela de los fastos del México central. LA IMPOSIBLE CONEXION INDIGENA ARGENTINA El caso argentino es mas problematico por lo menos por dos razones: prime- r0, porque no se contaba con ninguna pirdmide hasta finales de los afios 1870, ninguna gran civilizacién, ningtin imperio que se pudiera presentar y ostentar para el patrimonio nacional como cimiento mitico de la nacién. Y * Qurjapa, 1996 y 1998. 2 Grupicettt, 2010, > Véase, por ejemplo, TERS et alii, 2000; HERS y POLACO, 2005. 128 Fronteras y sensibilidades en las Américas mucho menos en las inmediaciones del centro politico de la repablica, el puerto de Buenos Aires. Desde su llegada, en 1536, los conquistadores euro- peos asimilaron a los indios locales, llamados Querandies, con los gitanos, muestra de la escasa consideracién que les merecian. Ulrich Schmidel, cro- nista aleman de esta primera conquista (desastrosa para los europeos por cierto), era explicito al respecto: «Estos carendies (querandi) no tienen habi- taciones propias, sino que dan vueltas a la tierra, como los gitanos en nuestro pais» (cap. VII)‘. Nada que ver con las descripciones pasmadas de Tenoch- titlan por un Bernal Diaz del Castillo o un Cortés, ni con la admiracién ambi- gua que se transparenta en las paginas de los cronistas de la conquista del Pert ante la riqueza y la organizacién del Tahuantinsuyu. Segunda raz6n: en ese mismo momento en que se estén emprendiendo esta constitucién del patrimonio nacional, lo que mas preocupa a los gober- nantes, mas que el pasado, es el presente indigena: desde julio de 1878, el ministro de guerra Julio Argentino Roca lanza las tiltimas campajias masivas de la «conquista del desierto», con el fin declarado de solucionar para siempre la cuestién indigena en el sur y en la pampa, en conformidad con muchas voces de la oligarquia criolla (entre las cuales los mejores enemigos, Sarmiento y Mitre, son las mas conocidas) que reclamaban desde hacia tiem- po medidas radicales y definitivas contra los bérbaros’. Los diversos grupos mapuches y tehuelches de la pampa y de la Patagonia son diezmados, concen- trados en campos militares y literalmente borrados del cuerpo de la nacion. Esto no quiere decir en absoluto que no se les haya reservado ningén lugar: al contrario, vienen a enriquecer las colecciones de los grandes museos, el Museo Publico de Buenos Aires y sobre todo el flamante Museo Arqueolégico y Antropolégico, fundado el afo anterior en torno a la colec- cidn personal de Francisco P. Moreno, y que iba a originar el importantisimo Museo de La Plata. Lo enriquecen con sus restos, pero también con su pre- sencia: varios indios derrotados, entre ellos los otrora poderosos caciques del Pais de las Manzanas Inakayal, Saygiieque y Foyel fueron acogidos con su familia por el mismo Moreno en el museo, donde ofrecian al visitante una muestra del estadio primitivo en el que todavia se encontraban, y que venia a confirmar las teorias evolucionistas dominantes en aquel entonces’. Inakayal, + ScHMIDEL, 1567, cap. vil. * La ley n° 947, del 4 de octubre de 1878, exigfa el cumplimiento de la ley de 1867 que ordena ba llevar la frontera hasta los rios Negro, Neuquén y Agrio; Roca ya la estaba cumpliendo al pie de la letra, © La investigadora Ménica Quijada relaciona este episodio con otros casos: las exhibiciones de ‘pueblos primitivos» en Europa y Estados Unidos o el caso famoso de Ishi, el dltimo indio yuna de Cali fornia, alojado en 1911 y hasta su muerte, en 1916, en el Museo de Antropologia de la Universidad de California ~entonces en San Francisco-, bajo la proteccién del antropélogo Alfred Kroeber (QUIJADA, 1998). Sobre los «zoolégicos humanos», véase también BANCEL et dlit, 2004. La fabricacién de antepasados aceptables en el noroeste argentino 129 Figura 1. La sala de antropologia del Museo de La Plata, Revista del Museo de La Plata, n.° 1, 1890-91, Lam, VIT quicn murié en el Museo de la Plata en 1888, fue literalmente disecado [...] «con su esqueleto, cerebro, cuero cabelludo y mascarilla mortuoria expues- tos en las galerias de la institucién»’. Pero el papel de esos indios no se limité a su funcién de arquetipos, de muestras: propocionaron valiosos elementos de canje que a su vez reforzaron las redes de legitimacién cientifica de la Argentina a nivel internacional. Las cam- pajias militares permitieron una cosecha sin precedente de craneos, sacados de Jos cementerios indigenas o directamente separados del cuerpo de sus legitimos propietarios’, En un momento en que la craniologia dominaba la practica antro- 7 Quylapa, 1998, Véase también PonGoRNY y POLITIS, 1992. Sobre el proceso actual de restitu- ccién de los restos humanos del Musco de La Plata, PEPE, ANON SUAREZ y HARRISON, 2008. * La «collection du docteur Robles», citada en el catilogo de la exposicién de la Reptblica Argentina en la Exposition universelle (Paris, 1878), menciona asi: «Deux erdines d’Indiens tués pendant tune incursion de la tribu du cacique Pinson [Pincén] aux environs du village General Alvear en novembre 1875», es decir, menos de cuatro alios antes... Revue d’anthropologie, 1879, 168. Pata imagenes de este proceso activo de recoleccién de restos humanos durante las operaciones militares, véase VEZUB, 2002. 130 Fronteras y sensibilidades en las Américas poldgica, Francisco P. Moreno, Hermann Burmeister, director del Museo Pabli- co de Buenos Aires, Ramén Lista o Estanislao Zeballos, el influyente fundador de la Sociedad Cientifica Argentina, para limitarnos a los mas conocidos, abaste- cieron las principales instituciones cientificas del momento: el Muséum d’Histoi- re Naturelle de Paris, el British Museum o el Museo de Etnografia de Berlin, por ejemplo, recibieron un namero muy importante de cabezas humanas, en varios cargamentos’. De hecho, Zeballos, entre otros, establecfa un vinculo directo entre las exigencias de la ciencia y el exterminio de los indios mapuches y tchuelches: «sila civilizacién ha exigido que ustedes (los militares) ganen entor- chados persiguiendo a la raza y conquistando sus tierras, la ciencia exige que yo la sirva llevando los crdneos de los indios a los muscos y laboratorios. La barba- rie esta maldita y no quedarén en el desierto ni los despojos de sus muertos»"* REDES DE SABER... Y DE PODER Estos envios no inauguraban una nueva prictica, sino que venian a reforzar y diversificar una labor que ya habia instalado a la Argentina en un lugar des- tacado en los circulos cientificos internacionales desde hacia por lo menos tres décadas. Como lo ha mostrado Irina Podgorny en sus trabajos, la rique- za de la pampa en mamiferos fésiles habia hecho del pais un lugar de primer orden para la recoleccién, el estudio y la exportacién de aquellos esqueletos gigantescos, por lo menos desde la década de 1840''. Basta con visitar las galerias de paleontologia del Muséum d’Histoire Naturelle de Paris 0 la del British Museum: la casi totalidad de los esqueletos de mamiferos gigantes vienen de Argentina. Los megaterios, gliptodontes o el smilodon de Paris proceden de donaciones argentinas o de colecciones construidas en Argenti- na. Esa practica se inicié con la donacién de la coleccién de Francisco Javier Muiiiz al almirante francés Dupotet por Juan Manuel de Rosas, se consolid6 con la adquisicién de la de varios coleccionistas en particular, por ejemplo, con la del ex-pastelero Frangois Seguin, devenido en cazador de osamentas cuaternarias, quien logré venderlas en dos entregas (1857 y 1871) al Muséum de Paris’. Las del British Museum proceden, en gran parte, de las colec- ciones del maestro del anterior, Auguste Bravard, quicn le vendié una prime- ra coleccién en 1854", Este, de oscuro fatmacéutico de Issoire, en el francés » RODRIGUEZ, 2000; ANDERMANN, 1997; STAGNARO, 1993; FARKO, 2009, 48. ” ZeBALLos, 1881 " PopGORNY, 2001, 109, ® AMEGIIINO y GERVAIS, 1880, 189, © Toni, PasQUALI y LAzA, 2008; PoDGORNY, 2001. La fabricacién de antepasados aceptables en el noroeste argentino 131 Puy-de Déme, y naturalista aficiona- do en la campifia francesa hasta prin- cipios de los afios 1850, se habia exi- liado en Argentina tras el golpe de Estado de Napoleon III, convirtién- dose en colaborador y corresponsal renombrado de las principales insti- tuciones de la €época, tanto en la Argentina como en el Viejo Mundo, gracias a sus recolecciones en las inmensidades pampeanas. Los hallazgos de esos cazadores de antigiiedades aseguraban ya una presencia destacada de la Argentina en las colecciones y exposiciones museisticas internacionales: la colec- cién de Seguin fue presentada por Martin de Moussy, él mismo encarga- do de representar a la Confederacién en la segunda Exposicién Universal de Paris de 1867", lo que le permitid a Seguin vender su segunda colec- cién al Muséum". Para la década del 1870, el pais ya contaba, por lo tanto, con una sélida legitimidad en materia de paleontologia, y sus maximos representantes formaban parte de las redes de naturalistas mds importantes anivel mundial. Esta legitimidad se encontré confirmada con creces por el éxito entre esos circulos cientificos de la Figura 2. Megaterio y gliptodonte del Muséum d'Histoire Naturelle de Paris. De la coleccién Seguin, Laboratoire de Paléontologie/MNHIN teoria de Florentino Ameghino sobre la antigitedad del hombre en la Améri- ca meridional, que él hacia contempordneo de los grandes mamiferos del Pleistoceno y, por lo tanto, autéctono. Con su libro La antigiiedad del hombre en el Plata, publicado en 1880, pero madurado y discutido afios antes en ™ Poncorny, 2001, 1 sciences anthropologiques, Patis, 1878. © PocorNy, 2001, 111-113. xposition universelle de 1878. Catalogue spécial de l'exposition des 132 Fronteras y sensibilidades en las Américas Ane ae Figura 3. Smilodon del Muséum d'Histoire Naturelle de Paris, Réplica donada por Florentino Ameghino, entonces director del Museo de Ciencias Naturales de Buenos Aires en 1908. B. Faye/MHNH ponencias y presentaciones internacionales, este tiltimo se impuso como uno de los paleoantropélogos mas conocidos del momento y logré instalar de for- ma duradera a la Argentina en el centro de los debates sobre el origen del hombre. Francisco P. Moreno iba a calentar un poco mas esos debates con su hip6tesis mas atrevida atin del origen patagdnico del hombre’. ‘Aqui tenemos, a grandes rasgos, el marco en el cual se venfa afianzando la legitimidad hist6rica de la Argentina: a falta de gran referencia prehispani- ca, se saltaba directamente al hombre prehistérico, cuyo nacimiento se crefa rastrear en la pampa y la Patagonia. Las controversias en torno al patagén antiguo de Moreno y el homo pampeanus de Ameghino, tenfan la inmensa ventaja de conectar al pais con la historia universal del hombre. En Argentina misma, los representantes de las sociedades ¢ institu- ciones cientificas ya gozaban de una buena insercién en los circulos cienti- ficos internacionales, en parte por el tropismo filocuropeo de dirigentes como Sarmiento, que propiciaron la contratacién de expertos extranjeros Quyapa, 2009. La fabricac in de antepasados aceptables en el noroeste argentino 133 para tomar las riendas de ciertas instituciones claves, como el Musco Piublico de Buenos Aires"”. Primero se le propuso la direccién al ya citado Auguste Bravard; al declinar éste la propuesta, por sus vinculos con el Muséum de Paris, el cargo fue confiado en 1862 a Hermann Burmeister, ex- titular de la cétedra de zoologia de la universidad alemana de Halle, que ya gozaba de una buena entrada en la comunidad cientifica internacional’. La nueva generacién, principalmente formada en torno a los «jévenes turcos» de la Sociedad Cientifica Argentina, fundada en 1872, acentuarian el proce- so: todos miembros de las familias patricias portefas o de las principales capitales provinciales, acumularfan una actividad politica muy activa"? y tra- bajos de recoleccién de fésiles y demés antigiiedades. Paulatinamente, esos trabajos se volcaron mas decididamente hacia el estudio de las poblaciones humanas del territorio de la reptiblica, presentes y pasadas, por razones que atafien tanto a la fuerza ascendente de la antropologia como a la importan- cia mas directamente politica de esos estudios. No es éste el lugar para insistir en el peso politico de los miembros de la Sociedad Cientifica Argen- tina, de la que se ha llegado a decir que «funcionaba de hecho como la ante- sala de las cémaras legislativas»”°. Contentémonos con remarcar su influen- cia en la presencia creciente del pais en los circulos internacionales y su papel en la invencién de su legitimidad. El caso més visible -y pionero— de esa nueva generacién de naturalistas orgdnicos es, sin lugar a dudas, el de Francisco P. Moreno, miembro corresponsal de la Société d’Anthropo- logie de Paris a partir de 1874”, de la de Lyon desde su fundacién en 1881”, galardonado con la medalla de oro de la Société de Géographie de Paris ese mismo afio”, amén de sus contactos con instituciones de otros paises desar- rollados posteriormente™. Hasta entonces, las excavaciones de las fundaciones cientificas de la nacién se habian centrado en la pampa y la Patagonia. El noroeste del pais habia sido mantenido relativamente al margen de ese trabajo de construc- cin de la legitimidad histérica. Varios viajeros extranjeros lo habian visitado ¥ PeRazzi, 2008, 193-198, 8 BURMEISTER, 1876: figura como miembro correspondiente de las Academias de Ciencias de Berlin, San Petersbusgo, Torino, Washington, etcéteta, © Como es sabido, Estanislao Zeballos tuvo un papel de primer plano en la preparaciGn y justifi- cacién de la «Conquista del Desierto»; en la estela de esta campaiia militar contra los indigenas del sux, ‘Moreno fue encargado de la delimitacién de la frontera patagGnica con Chile y también fue diputado. > FARRO, 2009, 47. 2 Bulletins et Mémoires de la Société d’ Anthropologie de Paris, «294e de 1874, t. , 1874, 610. 2 RwviALe, 2000, 212. ® Thidem, 219, La Sociéxé de Géographie tenfa contactos con politicos y eruditos argentinos pot lo menos desde la época de Rosas; Pedro de Angelis habja sido miembro de esta Sociedad durante mucho tiempo. ance», 1.” de octubre 134 Fronteras y sensibilidades en las Américas -entre ellos Martin de Moussy 0 el mismo Hermann Burmeister” pero sus observaciones no habian tenido mucho eco. Lo mismo se podria decir de las breves exploraciones con vocaci6n cientifica efectuadas en 1875 y 1876 por Juan Martin Leguizamén y el mismo Moreno” si bien los dos se proponfan desenterrar craneos y objetos de las antiguas poblaciones de los Valle Cal- chaquies -el primero en las inmediaciones de Salta, y el segundo en Cata- marca (Tinogasta, Belén, Andalgala y Santa Maria), los resultados de sus estudios no habian trascendido sobremanera. LOMA RICA Y EL BOOM CALCHAQUI Todo cambié cuando, en diciembre de 1876, el honorable profesor Inocencio Liberani, que se desempefiaba en la cétedra de agronomia del Colegio Nacional de Tucumén, pero que en sus horas perdidas se dedicaba a la histo- ria natural y a la bésqueda de eantigtiedadess**, dio con las ruinas de una ciudad indigena construida en un cerro llamado Loma Rica de Shiquimil, que dominaba el Valle de Santa Marfa en la provincia andina de Catamarca. Junto con un colega suyo, el profesor Heméndes, redectaron un informe acompafiado con un dlbum de planos y dibujos de los restos de una antigua civilizacién calchagui, que remitieron al ministro de Justicia ¢ Instruccién. Pablica del gobierno de Nicolas Avellaneda, Onésimo Leguizamén”. Inmediatamente, este hallazgo se convirtié casi en asunto de Estado: el gobierno destiné fondos para las excavaciones y edicté medidas rigurosas para regir los relevamientos. El ministro Leguizamén mand6 en particular unas instrucciones al rector del Colegio Nacional de Tucumén, en el que explicitaba el motivo de su interés: Doy mayor importancia al descubrimiento de los restos de ciudades antiguas y cuanto a ellas se refiere, que a las colecciones de fésiles. Lo primero, es tinico en nuestro pais, y puede contribuir considerablemente a aclarar las nociones que tent mos sobre las primeras razas que poblaron nuestro continente |...| La recoleccién de los objetos mas interesantes que pudiesen atestiguar la existencia de una raz haciendo vida civilizada, debe hacerse de la manera mas solemne y formal [...)°. ™ QuiyaDa, 2009, % Para un buen resumen de estas primeras expediciones, véase TEN KATE, 1896, 7-9 2 LEGUIZAMON, 1876, 266 y ss. 7” FARRO, 2009, 51-52. % Era responsable del Musco de Historia Natural del citudo colegio. PonGoRNy, 2000, 24 ® LIBERANI y HERNANDEZ, 1950 [1877]. » Carta del Ministro de Instruccién publica de la Nacién, Onésimo Leguizamén, conteniendo instrucciones para la exploracién cientifica del profesor Liberani, Buenos Aires, 29 de enero de 1877, en PODpGORNY, 2000, apéndice 3. La fabricacion de antepasados aceptables en el noroeste argentino 135 Figura 4. Vista general del sitio de Loma Rica, lamina 1 del album manuscrito de Liberani y Hernandez, Liberani y Hernandez, 1950 Ademés del contenido entusiasta de su carta -el ministro evoca nada menos que Herculanum y Pompeya-, es notable la fecha en la que la envia: manda una carta con instrucciones y destina un presupuesto el 29 de enero de 1877, 0 sea apenas diez dias después de haber recibido el informe de Liberani, sefial inequivoca del interés politico que revestia el descubrimiento para el Estado. Muy pronto, esas «antigiiedades del Tucumén», que hasta entonces no habian llamado particularmente la atencién, alcanzaron una fama internacio- nal. Fueron enviadas oficialmente a la Exposicién Universal de Paris de 1878 para figurar en la exposicién de las ciencias antropolégicas organizada por la prestigiosa Société d’Anthropologie de Paris, y viajaron junto con las colec- ciones de Moreno y Ameghino de los que acabamos de ver que ya gozaban de gran fama en Francia, La Comisién Central Argentina de la Exposici6n reuni6 los objetos y se encargé del transporte hasta la capital francesa. Desafortuna- damente, debido a un problema de organizacién, los objetos se extraviaron y aparecieron mezclados con una coleccién geolégica en otra parte y otro lugar de la exposicién. Con todo, la resefia presentada apenas conchuida la Exposi- cidn por la Revue d’Anthropologie, otra emanacién de la Société d’Anthropo- logie, no deja lugar a dudas sobre la excelente acogida reservada a las colec- ciones argentinas. Bajo el titulo «l’exposition anthropologique de la République argentine a Exposition Universelle», se puede leer lo siguiente: Aunombre des puissances sur le concours desquelles Exposition des sciences anthropologiques avait compté avec raison, se trouve la République argentine. 136 Fronteras y sensibilidades en las Américas La place nécessaire lui avait &é attribuée, mais par une incroyable fatalité, les objets & leur arrivée furent envoyés au Champ de Mars, mélés & une collection géologique, et le délégué de la Commission qu’ils concernaient n’en eut connaissance que par hasard prés d’un mois trop tard. Ces objets extrémement précieux n’ont done pas figuré au pavillon des sciences anthropologiques”!. Para reparar esta injusticia y compensar la falta de visibilidad que habia supuesto su extravio, se procedié a la publicacién de un catdlogo de las pie- zas presentes entre las curiosidades geolégicas del Campo de Marte”, cuya redaccién fuc encargada a Florentino Ameghino”. Ademés del album de Liberani, y de algunas piezas recolectadas por Moreno en su viaje de 1876, esas antiquités contaban con la coleccin personal de otro naturalista—y otro Leguizamén-, el ya citado Juan Martin, también cor- responsal de la Société d’Anthropologie, quien la doné al Muséum para la oca- sién’'. Ameghino estaba también presente en la exposici6n universal: vendié su propia coleccién y pudo asi quedarse un buen tiempo en Europa y financiar sus propios proyectos de investigaciones, reforzando alli, gracias a su insercién en los grandes circulos de convalidacién cientifica del momento, una credibilidad de la que carecia entonces en la Argentina’. Por sus intervenciones, contribuy6 a popularizar y promover esa antigua «civilizacién calchaqui». Ademés de sus contactos frecuentes con los miembros de la Société d’ Anthropologie, dedicé parte de la ponencia que presenté en el tercer Congreso Internacional de Américanistas de Bruselas, en 1879, a las poblaciones prehispanicas que habita- ban esa regin’*. Asimismo, les concedié una parte de su best seller de 1880, el ya citado La antigiiedad del hombre en el Plata”. En Europa, los mejores antropélogos se interesaron por los restos de los antiguos habitantes de esta nueva regidn de interés para el conocimiento de la humanidad. Los prestigio- sos médicos y antropdlogos de la Société d’Anthropologie Ernest Jules ‘Théodore Hamy, fundador en el mismo momento del Musée d’ethnographie du Trocadéro”*, y Armand de Quatrefages, dedicaron asimismo un estudio de sus Crania ethnica, uno de los libros més influyentes de la antropologia fisica de aquel entonces a cuatro créneos «calchaquies» de la coleccién J.M. Revue d'anthropologie, 1879, I, 167. ® Tbidem, 168-172. 3 AMEGUINO, 1879b, 210. » Pista le habia otorgado un premio para su libro sobriamente titulado U Homme Blanc, en 1876. * PonGoRNy, 2000, 30-33. AMEGHINO 1879a, AMEGHINO, 1880-1881 El Musée dethnographie du ‘Trocadéro, antepasado directo del Musée de ?Homme, fue fun- dado en la estela de la Exposicién de 1878. Hamy, 1890. La fabricacién de antepasados aceptables en el noroeste argentino 137 Leguizamén”. En Berlin, otro antropdlogo fisico de peso, Hans Wirchow, no tardaria en dar su propio estudio de otros craneos no menos «calchaquies» pro- cedentes de Belén en su Crania ethnica americana®. En Italia, el fundador del Musco Nacional de Antropologia y de Etnologia, Paolo Mantegazza, un médi- co que estuvo radicado un tiempo en Salta, se ocupaba asimismo de la promo- cién de la antropologia calchaqui en la peninsula", Las antigiiedades tucumanas alcanzaron, por lo tanto, un estatuto inter- nacional en un tiempo record, y figuraron ya sistematicamente entre los ele- mentos del patrimonio nacional mostrados en las grandes manifestaciones internacionales, como por ejemplo la organizada en Génova para la conmemo- racién del Cuarto Centenario del Descubrimiento de América, en la que ocu- paban buena parte de la representacién etnografica presentada por el pais®. En pocas palabras, mientras se estaban desarrollando las campajias militares de Roca en el sur, se iniciaba un auténtico boom sobre las antigiie- dades prehispanicas del NOA se estrenaban décadas de calchaquologia. Es notable la coincidencia cronolégica de ambos procesos: en el mismo momen- to, el Estado financia la muestra de las colecciones tucumanas en la Exposi- cién Universal y los gastos de la Conquista del Desierto. Vemos como la pattimonializacién del pasado indigena de la nacién se extiende al area andina, hasta entonces relativamente marginada. Los Valles Calchaquies, que hasta ese entonces sélo interesaban a los naturalistas aficiona- dos locales, pasaron a ser un lugar de primer orden para la busqueda de los res- tos de esa antigua civilizacién. Muy pronto, la zona empezé6 a ser literalmente surcada por toda clase de exploradores. En un primer tiempo, desde Tucumén y Catamarca, varios personajes empezaron por su propia cuenta a recorrerla. Unos, como Samuel Lafone Quevedo, un acomodado duefio de minas que habfa ayudado a Moreno en su viaje y terminarfa sucediéndole en la direccién del Museo de La Plata, o como el juezy folklorista Adan Quiroga, se empefia- ban ante todo en dar a conocer el pasado de esta parte de la naci6n; otros, como el traficante y policia tucumano Manuel B. Zavaleta, se dedicarfan més bien a huaquear, a saqueat sitios prehispanicos para aumentar su coleccién de antigiie- dades calchaquies”, sin ningtin método y sin demasiada preocupacién por el estado en que dejaba los sitios después de sus prelevamientos personales". » Quatreraces y Hamy, 1882, 468. * VinscHOW, 1892, 11, fig. 1 +! MANTEGAZZA, 1867 y 1896. ® Hay, 1895, 25-27. © TARRAGO, 2003, 20-21. VAULX, 1901, 168-176, «C'est en ce point [Quilmes] que M. Zavaleta avait quelques mois auparavant fait exécuter des fouilles par des gauchos ignorants. Aussi ces fouilles fates sans ordre et sans méthode donnérent-clles des résultats infimes», Zavaleta logr6 exponer y vender gran parte de su colec- cién en la Exposicién Universal de Saint Louis de 1904, Véase PENHOS, 2009, 72-75 & 138 Fronteras y sensibilidades en las Américas Figura 5. El coleccionista y traficante Manuel B. Zavaleta, en una de sus expediciones de recoleccién A partir de la segunda mitad de los afios 1880, las principales institu- ciones del pais organizaron sus propias excavaciones: el suizo Adolphe Methfessel y el holandés Herman Ten Kate, para el Museo de La Plata”; Juan Bautista Ambrosetti, futuro primer director del Musco Etnografico de Buenos Aires, empezé sus investigaciones en 1895. El tema suscité un interés y una bibliografia cada vez mas importante. La regién fue visitada por exploradores y aventureros extranjeros, como el agrimensor noruego Gunardo Lange en 1890-1891, el arquedlogo alemén Max Uhle en 1893 0 el conde francés Henry de La Vaulx en 1897”. Se organizaron varias expedi- ciones internacionales, entre las que destacan la sueca, encabezada por el barén Erland Nordenskjéld en 1901-1902, y la de los franceses Créqui- Montfort y Sénéchal de la Grange en 1904. Durante ambas expediciones, el estudio de la parte andina del actual Noroeste argentino fue confiado a Eric Boman, un arquedlogo sueco, de formacién francesa, pero naturalizado argentino. * Respectivamente en 1887-1889 y 1893; TEN KATE, 1896, 7-9. 4 Anprosern, 1897, 289-305 © Sobre el itineratio de La Vaulx en la Patagonia, véase la excelente presentacién de Vezub, 2009, La fabricacién de antepasados aceptables en el noroeste argentino 139 LA RAZA CALCHAQUI/POBLAR LAS RUINAS En un principio, como lo hizo notar el arqueélogo Javier Nastri, las investi- gaciones siguieron el patron de la btisqueda de fésiles. Las ruinas aparecie- ron descontextualizadas de toda memoria‘’. El propio Liberani afirmé por ejemplo que «[...] al penetrar por aquellos solitarios valles me encontré rodeado por todos lados con inmensas ruinas que, en su mutismo, atestigua- ban todavia una civilizacién extinguida»”. Pero muy pronto hubo que encontrar habitantes para estas ruinas. Para hacerlo, dos problemas se les planteaban a los investigadores: los indigenas locales (los habitantes miserables y despreciados de la regi6n) y el recuerdo hist6- rico de las poblaciones de los siglos coloniales, francamente impresentables. Las investigaciones realizadas buscaban ante todo reconocer y clasifi- car las antiguas civilizaciones y razas que habian ocupado esas ruinas. Por supuesto, este trabajo de clasificacién (apoyado sobre todas las ramas de las incipientes ciencias del hombre: paleontologia, antropologfa fisica —en par- ticular craniometria-, elementos proto-arqueolégicos y lectura de las fuentes coloniales disponibles) dio lugar a varias controversias que giraron casi todas en torno al lugar que habja que reconocer al elemento incaico en lo que fuera un lejano confin del imperio cuzquefio”. En las dos tiltimas décadas de ese siglo XIX, un punto gozaba de un notable consenso: las grandes realizaciones descubiertas no podian haber sido obra de los antepa- sados de los indios locales, piojosos, vagos y miserables, que merecian comentarios como el de Samuel Lafone Quevedo, quien al describir un recorrido invernal entre Punta de Balasto y el mineral de Capillitas, sefiala- ba que «la nieve se dejaba caer con una lentitud de indio que sale al traba- jo», Ten Kate, unos aftos més tarde, evocaria asimismo les débris survivants des anciens calchaquis” para hablar de esos mismos indigenas. La misma concepcién evolucionista que hacia inexorable a ojos de nuestros sabios la desaparicién de los indigenas del sur y volvia urgente su preservacién en las vitrinas de los grandes museos patrios, imperaba también, aunque de un modo diferente, en el Noroeste. A los pioneros de la recoleccién de anii- guallas tucumanas, les costaba reconocer en «sus» indios los descendientes «La investigacién cientifica de la misma no comenz6 como una buisqueda de las rafces hist6ri- cas de sus descendientes contemporiineos, sino que fue disparada por el descubrimiento de ruinas des- contextualizadas de toda memoria, a la manera de los fésiles buscados por los naturalistas». NASTRI, 2003, 99. Ver también HABER, 1995. © LIBERANI y HERNANDEZ, 1950, 131 > Sigue siendo un punto nodal de la arqueologfa del Noroeste Argentino. 7! LAFONE QUEVEDO, 1888, 47, «carta VID». ® TEN Kate, 1896, 7. 140 Fronteras y senstbilidades en las Américas de los arquitectos y artistas que habian edificado las ruinas que descubrian y estudiaban ahora. En un primer momento, todos dudaron incluso de que Jas poblaciones con las que se topaban durante sus exploraciones pudieran siquiera tener algo que ver con ellas. Se elaboré casi en seguida la teoria de una antigua raza poseedora de la civilizacién cuyo rastro reconocian en las ruinas. Si bien los primeros calchaquélogos -y singularmente Samuel Lafone Quevedo y Adan Quiroga— no compartian las ideas de los idedlogos roquis- tas responsables de las campaiias de exterminio de la Conquista del Desier- to”, no por eso dejaban de profesar un desprecio paternalista para con los habitantes de la regién. Adan Quiroga, por ejemplo, se negaba a atribuir la paternidad de las ruinas a los calchaquies: Hasta hoy el indio de aquel tiempo, el indio inculto existe en Tinogasta, Pomén, Belén y Santa Maria; y, francamente, a pesar del contacto frecuente con gente de la época, estos pobres representantes de la antigua raza no pasan de ser unos infelices sin dotes intelectuales de ningtin género tan incapaces como sus abuelos de hacer una construccién o elaborar cualquiera de los anti- quisimos objetos de arte que exhumamos". Mis adelante afirmaba que los calchaquies fueron una raza que invadié el pais y dié en tierra con una civi- lizacién que encontraron, demasiada adelantada (...] Todos estos restos de for- talezas, esas ciudades que hasta hoy pueden contemplatse en ruinas, todos esos hermosos monumentos de defensa, no son a mi juicio, obra de los calchaquies, sino de la antigua raza aborigen que ellos exterminaron, 0 de los Incas [...] Lafone Quevedo era de la misma opinién: estos barbaros eran tan intru- sos como los espattoles en el valle de Calchaqui”, Hasta acuiié a principios de la década 1880-1890 la teorfa de un origen chileno de los indios quilmes: «existe la tradicién en los cronistas de que estos Quilmes eran una tribu chi- lena’, [...] hay una tradicién que los hace aparecer como raza del Pacifico»’”. Quedaria por entender de dénde sacaban sus informaciones estos pri- meros exegetas de las ruinas calchaquies para llegar a unas conclusiones tan tajantes. Sin sorpresa, las fueron a buscar en las fuentes escritas disponibles de la época colonial, es decir, para ese entonces las crénicas de la conquista ® LAFONE QUEVEDO, 1888; sobre Adan Quiroga, véase RODRIGUEZ, 20083. * LAPONE QUEVEDO, 1888, 18. Carta de Lafone Quevedo a Quiroga, citada en QuiROGA, 1923 [1897], 141. * El pucblo de Quilmes», carta a La Nacién, 1883, en LAFONE QUEVEDO, 1888, 3. % «Carta b>, ibidem, 9, La fabricacién de antepasados aceptables en el noroeste argentino 141 del Peri y las historias apologéticas escritas por los jesuitas. Es fundamental considerar este aspecto bibliografico para entender la informacién de las teorias hist6ricas que forjaban estos autores. Y no es muy dificil: todos citan sus fuentes y reconocen una deuda particular con los cronistas de la Compaiiia de Jestis®. Por cierto que no es ninguna casualidad que la mayorfa de estas crénicas hayan sido republicadas por esos mismos afios: Del Techo, Guevara y, sobre todo, Lozano, cuya Historia de la conquista del Paraguay, Rio de la plata y Tucumén acababa de publicar en Buenos Aires Andrés Lamas, otro intelectual que tuvo una actuacién directa en la politica y en la definicién de la identidad nacional”. La constitucién de un patrimonio hist6rico escrito participaba evidentemente del mismo movimiento que el del descubrimiento de los rastros de una antigua civilizacién. Y ahi fue donde aparecié el proble- ma. Las ruinas que suscitaban el entusiasmo general se levantaban en un terri- torio ampliamente referenciado en las fuentes histéricas: el Valle de Calchaqui y las tierras de los indios diaguitas. Ahora bien, estos indios personifican des- de siempre la figura del indio belicoso, insumiso, cruel, apéstata, en pocas palabras, del barbaro agresivo y hermético al progreso y a las luces de la policia cristiana (esa antepasada de la moderna civélizacién). Con una notable constancia, las fuentes los clasifican como behetria y seria infinita la lista de los improperios que recibieron esos indios «barbaros apéstatas sin Dios, sin rey, sin ley ni papa». Se ganaron esa pésima imagen a lo largo de los 130 afios durante los cuales lograron mantener la regién en un estado de guerra casi permanente, destruyendo cinco ciudades en medio de combates sangrientos, haciendo fracasar todos los intentos misioneros y, mds globalmente, poniendo en jaque el proyecto colonial en su conjunto. Los hispano-criollos no pudie- ron aprovechar realmente los valles interandinos antes de las campafias de deportacién de los afios 1659-1667, que vaciaron la regi6n de la casi totalidad de sus habitantes (el propio gobernador Mercado y Villacorta evaluaba en unos 12.000 los indios desnaturalizados)*', En cuanto a sus realizaciones arqui- tecténicas, las crénicas—y las fuentes en general— son totalmente mudas al res- pecto: para esa cueva de ladrones®, cabeza de todas las inquietudes y refugio de % BURMEISTER, 1876, 113-114; LAPONE QUEVEDO, 1888, Introduccién, VI-VIII; Moreno, 1890- "ECHO, 1897 [1673]; Lozano, 1873 [1745]; GUEVARA, 1882 [1776]. Carta del padre Juan de Leén, 24 de junio de 1657, AGI, CHARCAS, 122. Sobre este punto, ver Gruprcett, 2007, Carta del gobernador Alonso de Mercado y Villacorta, Buenos Aires, 5 de mayo de 1661, en Laxrouy, 1923, 237-238. Hay que matizar, por supuesto, la imagen de una tegidn enteta vaciada de su poblacién. Unos volvieron, otros nunca se fueron y otros, finalmente, fueron reinstalados por los colonos espafioles (Rodriguez, 2008b). Esta politica driistica terminé con su resistencia y autonomia politica, © “dnformacién hecha a peticién de don Juan Ramirez de Velasco, 28 de abril de 158%, en LEVILLIER, 1920, 1, 435. 142 Fronteras y senstbilidades en las Américas todos los /ugitivos que huian ante la presién militar, los agentes coloniales sélo dejaron pocas descripciones, someras y orientadas por imperativos prac- ticos inmediatos. Los calchaquies gozaban, por tanto, de una pésima reputacién, y fue eso, sin lugar a dudas, lo que suscité la perplejidad de los sabios que recor- ticron la regidn, doscientos afios después, con las crénicas coloniales como guia de viaje. Fundandose en las paginas ejemplares de Lozano, Quiroga podia afirmar lo siguiente: «No corresponde en efecto, lo salvaje de la vida calchaqui que nos pintan los cronistas, a todos estos monumentos, alfarerfas y objetos que acusan una civilizacién mucho mas adelantada». Acabamos de ver la opinién muy matizada de Quiroga y de Lafone Quevedo. Pues bien, Burmeister, Ameghino y Moreno habfan sacado conclusiones similares: para ellos, tanto las ciudades como las complejas redes de comunicacién no podian haber sido ordenadas sino por principes, 0 reinos y de ninguna manera por esos bérbaros melenudos que en otro tiempo destruyeran las ciudad de Cordoba en Calchaqué™, para retomar una imagen muy grafica de Lafone Quevedo. Para Ameghino, las ruinas pertenecfan a un antiguo reino de Tucma, cuya existencia encontraba confirmada en varias crénicas hist6ricas del Perd, que relataban una muy antigua embajada del Inca Viracocha por aquel lejano margen meridional del Tahuantinsuyu. éLos objetos descubiertos por el profesor Liberani, pertenecen 4 los calchaquis contemporaneos de la conquista, 6 representan una civilizacién anterior extin- guida [...] Los primeros espaiioles que penetraron en el pais, contaron, en efec- to, que los calchaquis tenfan las trazas de una civilizacién perdida, y aun pare- ce que muchos de los edificios antiguos que se encuentran en esos valles estaban ya en ruinas en la época de la conquista®. Moreno opinaba lo mismo. A su pregunta retérica: «¢Quiénes fueron los hombres que trazaron el grandioso camino llamado del Inca? ¢Fueron éstos, fueron otros principes anteriores?»®. Se pronuncia a favor de la segun- da hipstesis, por buenas razones: «Me inclino a lo tiltimo, teniendo en cuen- ta que es a la orilla de estos caminos donde he encontrado en mas abundan- cia las rocas cubiertas de inscripciones enigmaticas que no usaron los quichuas». Pero no por eso admitia una filiacién calchagui. Lo mismo que Ameghino, retomaba las fuentes coloniales peruanas, y eso le bastaba para © Carta al rey del gobernador del Tucuman, don Alonso de Rivera, 26 de febrero de 1611», BNBA.Fdo Garcia Viias, n.° 4131. LaFONE QUEVEDO, 1888, 51, «carta VID» © AMEGHINO, 1880-1881, en LIBERANI y HERNANDEZ, 1950 [18771, 144. ® MokeNo, 1890-1891, 212. La fabri icién de antepasados aceptables en el noroeste argentino 143 privilegiar la tesis de la existencia de uno o varios reinos mas antiguos cuya armonia habria destruido la irrupcién de los salvajes calchaquies”. Como vemos, se asiste en las tiltimas décadas del siglo XIX a la constitu- cién en el noroeste andino de un patrimonio proto-arqueolégico y proto-etno- grafico compatible tanto con la btisqueda de una legitimidad autéctona como con las pretensiones civilizadoras de la nacién moderna. Los habitantes clegi- dos para las ruinas no tienen mas que ventajas. No tienen nada que ver con la figura negativa del barbaro sureiio contemporinco, ya desaparecieron y, por si fuera poco, dejaron restos arqueolégicos sélidos, que permiten a sus inventores (en el sentido propio de la palabra) dar nuevos elementos -y nuevos objetos— para seguir alimentando los grandes debates que animan a la comunidad cienti- fica internacional. Por fin, una interpretacién un poco rapida de las grandes crénicas coloniales consigue ubicar esta edad de oro més alla de la ocupacién calchaqui, explicitamente presentada como alégena. Sobre este punto, coincidi- mos con el andlisis de lo que Lorena Rodriguez, retomando un concepto del historiador peruanista Mark Thurner, nombré la distopia calchaqui®: se trata para esos arqueo-antropo-etndgrafo-historiadores organicos abocados a deve- Jar la genealogia nacional en las ruinas abandonadas de la sierra catamarquefia, de distinguirlas de las poblaciones indigenas circundantes que desentonan francamente en la estampa patria. Gracias a un mecanismo intelectual bastante sofisticado, se lograban dos operaciones en un mismo movimiento: primero la invisibilizacién de esas poblaciones despreciadas, descendientes de los barba- ros invasores de las ciudades cuyas ruinas se contemplaban y cuyo brillo se exhibia como propio en las exposiciones internacionales, y, segundo, la reivin- dicacién -o captacién de herencia— de otros indios también invisibles, ya que Jos citados bérbaros los habrian echado de sus armoniosos reinos en tiempos remotos. Este doble movimiento permite efectivamente la recuperacién y valo- racion del legado colonial®, en la medida en que Jos hispano-criollos, segtin ese relato, habrian permitido el retorno de la civilizacion. Esta reconstitucién del pasado no es en absoluto contradictoria: permite al mismo tiempo la valoracién de la conquista europea y la reivindicacién de un suelo abonado por una anti- gua civilizacién autéctona que tuvo la buena idea de desaparecer. Con el desarrollo del método arqueolégico”, esta primera teorfa de una raza aut6ctona arrasada por una invasién barbara fue abandonada. La reem- plaz6 una serie de controversias, a veces muy animadas, que desembocarian sobre el trabajo propiamente dicho de clasificacién retrospectiva de esas ® Nasrrr, 2003, 100. RODRIGUEZ, 2008b, 7; véasc también CARRIZO, 2010. © Ropricuez, 2008b, 8. 7 ‘TaRRAGO, 2003, 18, 144 Fronteras y sensibilidades en las Américas poblaciones. La principal polémica opuso a dos de los investigadores mas implicados en la reconstitucién del pasado andino a partir de esas ruinas, Eric Boman y Juan Bautista Ambrosetti'. Boman sostenia la teoria de una filiation ando-péruvienne directa” 0 una affinité complete entre la civilisation des anciens Diaguites et celle des anciens Péruviens”, contra Ambrosetti, par- tidario de un origen autéctono, por razones no exentas de atendidos nacio- nalistas: él queria dar cuenta del pasado de aquellos indomables indios que supieron luchar con rara energia contra el invasor espatiol, tanto mas cuanto que su resistencia prefiguraba naturalmente la gesta de los héroes de la inde- pendencia en esas tierras del noroeste: Llegé el momento. Las dianas de Mayo volaron en alas del viento a través del vir- reinato (...) De la tierra broté el hombre: Giiemes; jalrededor de él los calcha- quies, luchando con bravura, duefios ya de ese caballo y de esas mismas armas que antes los vencieran, tomaronse en vencedores, escribiendo en las paginas de la his toria, con la punta de sus chuzas (..) la glotiosa epopeya de los gauchos de Salta!” Para apoyar su teoria, Ambrosetti prefitié descubrir un parentesco de los calchaquies con los indios Pueblos de Nuevo México, segtin un método analégico perfectamente aceptado en la época, antes que admitir una intromi- sin extranjera determinante entre esos casi precursores de la patria’. Como no podia ser de otra manera, agotados los argumentos arqueolégicos stricto sensu, ambos contrincantes convocaron las fuentes coloniales para encontrar argumentos de autoridad. Ambrosetti apoyaba su rechazo del elemento incai- co sobre pasajes de Lozano, que referia que los cuzqueitos temblaban de slo oir el nombre de Calchaqué”; por su parte, Boman fundaba su reconstruccién de una «cultura diaguita» (no empleaba la etiqueta calchaqui, al contrario de su adversario) sobre los mismos autores utilizados anteriormente por Moreno y Ameghino, como Garcilaso de La Vega, Fernando de Montesinos, Bernabé Cobo y Juan de Santa Cruz Pachacuti, cronistas de la grandeza imperial inca, asi como sobre algunos datos aislados de los siglos XVI y XVII. Si bien reco- noce que la afinidad cultural diaguita con el mundo peruano «n’implique pas nécessairement une domination des Incas sur le pays des Diaguites, es para afirmar en seguida con més fuerza que ’affinité ethnographique rend cette domination vraisemblable au plus haut degré>”, Para una presentacién de este debate y de sus implicancias politicas, véase HABER, 1999, 60-61 ” BOMAN, 1908, 1, 187 ys. * Ibidem, 19. AMBROSETT!, 1897, 303-305, en el libro de Dr JONG, 2005, AMBROSETII, 1901, % Lozano, 1873 [1745], 10. BOMAN, 1908, 188,

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