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4 Bt concepto de slario friar ae bassba ene argumento de que los hombres dsbian tener mayoresingresoedebido a sur responsablidadee familias. Es importante destacr que el slrio familiar ha sido siem pte mis ideolgia que read, ya que en Ia préctca el mayor slaio blo se conceda algunos sotors de trabaadarescuaifcadoro sinc. dos. Detis de la ideologia del salario falar est a suposcion de {ge los hombres debian ser quienes mantuviesen a la farms, logue Convirti6 aI fama econdmicamente dependiente en algo fundamental para el concept de smasculinidad noel (Mar, 1987). Dado que esto {ambien supone que todas las mujeres debian converse en esposs, ‘mds tarde 0 mds temprano, la deoogia del salar familie legitime la ‘rcusién de las majeres del mercado labora. Asimiamo, la lgiacin protectors enables un erat legal expcial pars le mujeres tabs. Goras,resuinglendo su liberad para desempenar algunos empleos y limitando en otros ls horas que podlan taba. Esa leglslcion refarzo ‘emis a suposicon dominante de que todas las mujeres eran madres (e mades potencies) y que el sugar de las mujeres estaba en casa (ersster Hanns, 1880). Capitulo 5 Género, trabajo y vida econémica ‘TERESA TORNS ‘CAROLINA RECIO CAcERES ‘Mania-ANGELES DURAN 1. La divisin sexual del trabajo: las desigualdades en el empleo y en el trabajo doméstico y de cuidados, por ‘TERESA TORNS y CAROLINA RECIO CACERES LL. INTRODUCCION Especialists y saber popular coinciden en afirmar que el cam- bio protagonizado por [as mujeres en el siglo XX constituye el _mas notable de los cambios aeaecidos en nuestra historia recien- te. Ese cambio resulta innegable en las denominadas sociedades del bienestar contemporineas. Y resulta especialmente evidente fen la sociedad espatiola, a pesar de que hubo que esperar a que Ja dictadura franquista colapsara, tas la muerte del dictador Francisco Franco en 1975. El aumento de la presencia de las mujeres en ol mercado de trabsjo es uno de los rasgos que con- firman la existencia e importancia de ese cambio, al igual que el reconocimiento de los saberes que han hecho posible mostrar ‘cémo las mujeres trabajan desde que la humanidad existe y no solo deste que los datos estadistcos dan fede ello, 'Bsos saberes han permitido nombear, contr y facilitar el reco: rocimiento de las aportaciones de las mujeres al trabajo y a la vida econémica. Asimismo, han dado cuenta de las desigualda- dles que afectan a las mujeres en relacign con les hombres, tanto cen el mercado de trabajo como en la vida cotidiana. Desigualda- des que no son las tnicas existentes pues la relacionadas con la clase social y la etna, junto a las de generacién, estin lejos de desaparecer. Esos mismos saberes han clarificado cémo y por {qué tanto el trabajo doméstico no pagado como el trabajo asala- rado han devenido refetentes obligados para los movimientos sociales que las mujeres han impulsado @ lo largo de este «timo sigo. ¥ han orientado las propuestas te6ricas y las actuaciones peblias y cotdianas hacia el trabajo de cuidado, tinia forma de trabajo que parece tener un futuro asegurado, Este texto y el detlle de lo que se relataseguidamente pre- sentan un breve resumen de esos saberes en tomo ala relacién fentre las mujeres y el trabajo, as{ como de lo mucho que queda por saber y el largo camino por recorver. 12.LA DIVISION SEXUAL DEL TRABAJO. Segin explican las ciencias sociales, la especie humana ha ividido las actividades necesarias para su supervivencia de ‘mode tal que las tareas de reproduccién y cuidado de la vida han sido atribuidas a las mujeres y las de produccion de bienes a los hombres, Esa divsién ha aupuesto que las cociedades humanas ‘lo largo de la Historia han convertido y organizado las diferen- cas bioldgicas de tipo sexual en actividades humans diferencia- das y que, hoy en da, tal division de tareas sea visible en la forganizaciOn socioecondmica capitalista que rige en la mayor parte de las sociedades contemporineas. En estas sociedades existe una dvisin social del trabajo que preside la produccién de bienes, y se ignora o subestima la divisién sexual del trabajo (que caracteriza ls areas de reproduceién ycuidado de la vida. ‘Tl diferenciacién social y sexual, asi organizada, proveca desigualdades sociales entre hombres y mujeres al ie compa: ‘hada de una jerarquizacién que enealza y encumbra la actvida- des productivas, asf como los escenarios y lor sujetos en su smayoria masculinos que las realizan. Al tiempo que devaléa, ‘culta © no toma en suficiente consideracin las actividades de reproduci6n, asf como los escenarios y sujetos femeninos en su cuasi totalidad que las llevan a cabo. En la actualidad, esas desigualdades sociales entre hombres y mujeres, conocidas tam- bin como desigualdades de género, lejos de desaparecer persis- ten, como si fueran un rasgo constante de las culturas humana. En palabras de Margaret Maruani, estamos ante unas desigualda- des eimpertinentes» (MARUANL, 2000) dado que no suelen ser reconocidas por quienes solo aceptan la clase social como je cestructurador de las desigualdades sociales. Y ademas porque su persistencia se da incluso en las sociedades del bienestar, donde tras casi tres décadas de politicas a favor de las mujeres no parece haberse encontrado el camino apropiada hacia su desapa- ricidn (CromProwet al, 2005; RUBERY et a, 2007). ‘Las razones que explican la petsistencia de le divisién sexual del trabajo deben rastrearse en la alianza de poderes entre el ‘apitalismo y el patriarcado que configura la organizacién socio econémica, politica y cultural de tales sociedades. Deben bus- carse en el pacto 0 contrato entre hombres y mujeres que ssubyace en esa division sexual del trabajo. Contrato sexual (PATEMAN, 1995) que encuentra su expresin en el lema shom- bre cabeza de famila/mujer ama de casary todavia mantiene un fuerte peso simblico, Por tlkimo, deben reconocerse como fruto de la separacién de espacios generada por el capitalism indus- twial al establecer que la produccién ocupase el centro del espa: do paiblico (la fibrica © Ia empress) y de la vida personal, ‘onformando el lugtr propio de lo masculino, y que la reproduc. én fuese relegada al espacio privado, asumido también como Ambito doméstico-familiary, como tal, lugar natural de lo feme- nino y de menor importancia 0 irrelevante tanto para la vida per- sonal como para la sociedad. 1.3. EL TRABAJO Y LAS MUJERES: LAS APORTACIONES TEGRICAS Las diversas perspectvastedricas que pesmitcron analizar la cxistencia de ln dvisién sexual del trabajo asf como la relacin de las mujeres con el trabajo encuentran su origen cronolégica los aos setenta dal siglo x, momento en el que con el rena- cer del movimiento de mijeres las sportaciones de las cien8- cis. sociales feministas se claboraron los fandamentos epistemolégicos que hicieron posible nuevos andisis sobre sa problemética. El fruto de aquellas conrbuciones erstliz6, en ln primer momento, en el reconocimiento de la existencia de trabajo doméstico. Poco después, la necesidad de analizar la at Vidad laboralfemenina teniendo en cuenta su especicidad se ‘olié evidente. Y esas primeras sportacionesfractifcaron ea la reconcepualzacén del propio eoncepto de trabajo (DURAN, 1991). En ese mismo periodo, las histoiadorasdesartllron las primera revisiones del proceso de industrializaciGn, mostranda cémo las mjeres tvieron una presencia activa en los comienzoe del trabajo industrial. ¥ cémo el ama de casa fue asimismo una Figure construda en aquellaépoca para que, cual éngel de hogat, pdierahacerse cargo de cuidado de ta fuerza de trabajo pre- Ssentey Futura. Posteriormente, se abrieron paso los andliss de Jas desiguadades de géner en el mercado de trabajo que cues- tionaban os estuios convencionals sobre ese merado. Yen ‘ima década dl siglo 2, los ans sobre la relacén delta tujoy las mujeres sirvieron para destacar tanto Ia importancia del trabsjo de cuidados como su contibacin al bienestar de las personas yal cajunto de la sociedad A dia de hoy, tales sport Sones y enfoquesinckayen sna diversided de propuestas ter cis, en mayoria amparadas or la comunidad académica, que coilaente los denominados estudios de género y las correntes Feministas, ‘Los primero referentes tedicos de esas rupturas conceptaa- Jes, cayos textos més representatvos en Espafa estan recogidas nel libro de Borderas, Carrasco y Alemany (1994), Las myjesy al tabjesRapecascoceptuae, eben buscarse en cl debate que tn la década de los aos setenta del siglo 2x tuvo lugar enze el Teminismo y el marxismo. Debate en el que surgieron distintas aproximaciones al estudio del trabajo femenino entre las astoras Gquepriorzaron en sis andisis el conficto entre cl capital y el trabajo —la lgica del capital— las que destacaron el conficta entre hombres y mujeres, la ga patacal. Con posterioridad, tl alcance del debste scabs incicienco més en Ia teria Ia pra is feminists, desarrlladas desde aquellas fechas, que en los specialists del mundo académico. ‘a necesidad cde analiza la especificdad de fa actividad labo ral femeninateniendo en cuenca la division sexual el trabajo fue ‘estrada por Beneia (1881). Esta autora recor la inidencia aque Ia fareién reprodctors tiene en Ia actividad labora de las ‘ures al seresatibuid la reproduccibn por razéa de ss sexo. ‘Arfoacién que tasciende la dimensién puramente bioligica y comprende las actividades que otorgan contenido socal, cultural te ideoldgico a la reproduccién. Tales actividades son consider Gas mula 0 inviibles social, econdmicsy poltcamente, a pesar de ser las que mejor explican la ocultacin o negacin del trabajo ddomésticoy de cudads, ls que configuran las desigualdades de sgénero en el mercado de trabajo y las que fecltan la visualiza- ion de la desigualdisibucin dela carga total de trabajo qu fa rmayoria de mujeres adultas soporta en su vida cotidiana. Una distribucién claramente observable a través de las encuestas y dlarios de tiempo relizados en estas dtimas décadas2. ‘La perspectva teérica que en un principio pareié mis ade- cuads para dar cobertura a todos los trabajos ralizados por las mujeres fue la que trataba de contemplar la conjuncién de la Produccién con la reproduccién. Enfoque glabalizador que a fivel macrosconbmico asume la exatencia socioecondmica de dos émbitoso subsstemas (l dela produccin de mereancas el de a reprsiuccin dela vida humana) al hore de dar cuenta dela complejdad de Las relaciones que hombres y mujeres man tienen en lo relativo al trabajo, Deci de ah, con la colabora- ién de las telaciones de género, que las mujeres se ubican rmayoritaiamente en la reproduccin y los hombres en la pro: dicen parece razonable, del mismo modo que parece lgica ‘ssumir que lareproduccién socal es fundamental pronitara, dado que sin ella I produccién no tendsfa ugar, Las investigado- ras de la llamada «Escuela de Cambridge (HUMPHRIES y RUBERY, 1994) y, en particular, Antonella Picchio (1992), fueron las refe- rencise utilizadas on Espafia por Cristina Carrasco (1991) para ‘mostrar Ia bondad de tales argumentos. Desde planteamientas ‘cercanos, la Sociologia defendio la existencia de ambos subsiste- ‘mas sin olvidar que la presencia de las reaciones sociales por razén de géneto y case provocan, a su vez, [a subordinaci6n de Ja reproduccién con respecto 21a produccién (COMES y HAtcaULt, 1994). Argumentos que también se utlizaron para ‘mostrar cémo el trabajo asalariado resulta ser el econémica- ‘mente y socialmente dominante, al tempo que constitutive de la hhegemonia masculina, mientras que el trabajo doméstico y de culdado permanece minusvalorado u olvidado y conforma, ade- ‘mds, la subordinacién femenina (CannasqueR era, 1988) ‘Orros enfoques que han favorecio el andlisie de la diferencia centre hombres y mujeres son muestra de la diversidad de pers- pectivas tebricas que han analizado la relaci6n del trabajo y las _mujetes. En dichos enfoques se prioriza la importancia de facto- res como la idemtidad, las acttuces y la cultura, De este modo se destacan aspectos como Ia ambiglledsd femenina con Ia que muchas mujeres adultas aftontan sw proyecto de vida en las sociedades industrialicadas (Bonvenias, 1996). Un proyecto hhabieualmente presidido por la doble presencia (BAL20, 1978) aque las obliga a asumir el empleo y el trabajo doméstico y de eui- dado, con las dificultades propias de una organizacin social que las strapa en una légica temporal sinrénica y caidiana que solo 1 ellas parece importar. Esa doble presencia, tldada coloquial- ‘mente de doble jornada, es una expresién de la especial imbrica- én que se da entre el tiempo y el trabajo en las sociedades del Dienestar, en las que el trabajo de cuidado conforma el nicleo duro de las principales diferencias y desigualdades de género. La doble presencia se piensa solo como una situacion propia de las mujeres madres, vinclada al cuidado de las criaturas,y ve olvida aque perdura alo largo de todo el ciclo de vida y que, lejos de des- parecer, aumenta, tal como en la actualidad se puede apreciar ante cl incremento de las necesidades de cuidado procedentes de las personas mayores consideradas dependientes. Se rata de un enémeno que afecta@ las mujeres, en particular alas de la gene- zacién séndwich (WiLLAMS, 2004), pues ellas son las que deber cuidar de la generacién precedente, contigua y descendionte, en lun escenario que la crisis econémica y financiers no hace sino reforzar, Sea cual sea la perspectva tedrice utlizada, parece que los anilisis centrados en el mercado de trabajo bajo la denominada perspectiva de género son los que cuentan con mayor consenso y reconocimiento en el mundo académico, pudiendo decise que la construccién social de la categoria «trabajos, asumida exclusiva: ‘mente como empleo, es el eje que mueve el éxito ya pertinencia de tales andisis. La mayoria de ellos nacen a calor de las insatis- facciones y crfticas a las teorias del capital humano y de la seg- mentacién del mercado de trabajo, teorias hegeménicas en el estudio del mercado de trabajo. Los estudios desde la perspec- tiva de género muestran la ceguera de esos anilisis convencions- les en cuanto al género y, como alternativa, hacen evidente la existencia de la segregacién ocupacional horizontal y vertical que fect alas mujeres ocupadas, asi como la no desaparicén de las dliscriminaciones laborales indirecta tales como la discrimina- cin salarial o el acoso sexual Estudios similares constatan tamm- Dign Ia creciente precarzacién del empleo femenino, dada le ‘mayor presencia de mujeres en los contratos temporales, en los de tiempo parcial, en los horarios atipicos y en los sectores con bajos salarios o peor considerads. En Espa, tal como se ders- Ila en apartados posteriores, la situacién de precariedad se ha acrecentado en este tltimo periodo produciendo una fuerte pola- rizacién entre las mujeres ocupadas. Dicha situacién coloca en ‘uno de los polos a las mujeres inmigradas ya las jovenes, incli- das las mas cualifcadas, que afroncan enormes dificutades para encontrar un empleo decente y permanecer en él (TORNS, 2011), en el polo opuesto, alas mujeres mayores de cuarenta y cinco fos, especialmente aquellas que aprovecharon el crecimiento de las servicios pblicos a finales de la década de Jos ochenta del siglo xx ‘Aniliss similares sobre el mercado de trabajo ferenino han destacado Ia incidencia de la cultura patriarcal en las organiza. ciones empresarales, cultura que también comparten en buena ‘medida las organizaciones sindicales. Otros estudios han sefa- Jado cémo esa misma cultura patriaral impregna también los sectotes emergentes derivados de la innovacién teenolégica. Los primeros ponen ce manifiesto cémo las cipulas directivas son ‘opacas y masculinas mientras que los segundos muestran cmo las TIC 300, también, tetitorio vedado para el género femnenino ‘poco amable con él, En estas dlkimas décadas, nuevos estudios se han orientado hacia el diseno y la aplicacién y evaluacin de las poliicas de promocién de la igualdad en el empleo entre hombres y mujeres (RUBERY et al, 2004), y esa misma logica laboral es la que ha permeado el estudio de Ins difculades deri vadas de las politcas de conciliacin de la vida labora y familia, fen un escenario donde tales actuaciones parecen tener como {inico destinario a las mujeres madres (ToANs, 2005; Tosio, 2005). En Espafa, el balance del seguimiento de las diversas pers- pectivas tedricas agai mencionadas ha dado lugar, durante estos ‘kimos teinta aos, a numerosos estudios que dan fe tanto de la consolidacién de Ia especiaidad de los estudios sobre las mujeres y el trabajo, como de la dversidad con la que pueden abordarse. Asi, desde el temprano estudio sobre el trabajo de las ‘mujeres de M* Angeles Disrén (1972) hasta el iltimo informe sobre los indicadores laborales del mercado laboral femenino realizado por Cecilia Castafo (2004) y ottos estudio mis espe- cificos posteriores, se han Ilevado a cabo numerosas investigacio- nes en el Ambito académico, pero también en las organtzaciones sociales (sindicatos, asocaciones de mujeres, etc), Tles aporta- ciones han sido posibles, en buena medida, por el impulso pol- tico yfinanciero que hizo posible el Instituto de la Mujer, creado en 1983 durante el primer gobierno socalista, asf como por el de ‘uzos organismos estatales y autonémicos de rango similar y el de fundaciones y entidades financieras™ 114. LAS MUJERES EN EL MERCADO DE TRABAJO El mercado de trabajo ha sido el escenario que mayores cere- 122s ha proporcionado sobre la rlacién entre las mujeres y el t- bajo, Ello ha sido posible gracias a la ruptura conceptual vivida por la nacién de trabajo, expuesta en apartados anteriores, y @ las dindmicas de cambio que han marcado la realidad de trabajo {emenino desde la segunda mitad del siglo xx en la mayor parte de pales europeos. En Espafa puede decitse que la mayor pre- sencia de mujeres en el mercado laboral representa el mayor ‘cambio habido en la sociedad espafiola una vez recuperada la ddemocraca, ras los cuarenta afios de dictadura franquista. Pro- ‘eso de cambio que, sin embargo, ha sido muchas veces expli- cada través de algunos mitos que conviene deshacer. En primer lugar, es necesario acarar que tal incorporacién ya se habla dado previamente en algunas zonas de Espafa (ver tabla n° 1). En general, la actividad laboral femenina se concen- 1rd en los teritorios con tradicién industrial, especialmente en la industria texily del calzado, agroalimentaria o tabacalera. Esta realidad convivi6 con una alta presencia femenina en la econo- ‘mia sumergida, una forma de empleo que el aumento de mujeres cenel mercado labora formal hizo disminuir pero no desaparecer. En este punto debe precisarse que la economfa informal fue una via de acceso al empleo de muchas mujeres del 4mbito rural que cemigraron alas cludades para trabajar en el servicio doméstco, situacin de informalidad en la que machas de ellas permanecie. ron, trabajando a domicilio, impiando y cuidando, ayudando en Jos negocios familiares o en las tareas del campo, dadas las dif- caultades que el franquismo impuso a la actividad laboral de las ‘mujeres casadas, ‘Asimismo es obligado preciear que el aumento mative de ‘mujeres en el mercado de trabajo espafol,acaecido a partir de 1985, comport la apariciéa de un desempleo femenino que, a dia de hoy, esté lejos de desaparecer, dado su carécer estructu- ral, y que tal situacién permanecié incluso en la denominada ddécada dorada del empleo espaol (1995-2005), etapa en la cual fl desempleo femenino se mantuvo a pesar de la creacin de una {gran cantidad de empleo de escasa o nula calidad. Desde enton- ‘es, el abundance desempleo y el empleo de baja calidad dibujan cl rostro de una precariedad Iaboral femenina que ha sido consi- derada como la norma social de buena parte del empleo de las _mujeres en Espafia (CARRASQUER y TORNS, 2007). 1.5.LOS INDICADORES BASICOS: ACTIVIDAD E INACTIVIDAD, [EMPLEO Y DESEMPLEO Los indicadores laborales basicos permiten conocer los datos relativos alos cambios y tendencias del mercado de trabajo. En Espa tales dats proceden de la Encuesta de Poblacion Activa (EPA), que se leva a cabo con periodicidad timestrl. Estos indicadores son los utilizados posteriormente para claborar las cestadisticas europeas recopiladas en EUROSTAT con el fin de facilitar los andlisis comparativos sobre el mundo del trabajo. La EPA, a pesar de su valides oficial tiene imitaciones a la hora de ‘medir la actividad y la inactividad femeninas que ya fueron sefa- Jadas por Carmen de Miguel (1981). Limitaciones que, con pos- teriorided, Cristina Carrasco ha tratado de paliar proponiendo ‘una medicién no androcéntrica de esa relacin de las mujeres ‘nm el trabajo (CARRASCO ea, 2004), ‘A dia de hoy, los datos de Ia EPA revelan que la tas de activi- dad femenina® crece claramente a partir del afio 1985, tal como yaseha dicho, y no ha deado de hacerlo desde esa fecha. Segiin l detalle de los datos de la tabla n° 1, en ese aio dicha tasa era del 28,5 9% y en el aio 2010 la tasa se sitia en el 52,2 %. Ast ‘mismo ce perciben clarssdiferencis teritoriles por Comunida- des Autnomas, dindose el caso de que algunos tervtorios estén por debajo de la media espafola, Tales diferencias se explcan por Ins distintas tradiciones de los sistemas productives del terrtorio, por la mayor o menor presencia de grandes Gudades y por los distintos regimenes de propiedad de la tierra. Luis Garrido (1993) no dudé en hablar de la existencia de dos biogr2- fins femeninas, tratando de explicar las razones de este cambio, pes resultaba evidente que el cambio fue protagonizado por las ‘mujeres casadas que ya no abandonaban el mercado labora al ‘asarse y que dicho cambio, tal como ya se ha comentado, no fue capaz de terminar con la economia sumergida ni hizo desapare- cer el modelo de ausencias masculino del trabajo doméstico- familiar y de evidado, Tamayo “Tasade Actividad Femenina. Espa y Comunidades Auténoma, 1976- 2010 * Los datos de 1976 a 2000 solo pueden obtenerse para Ceutay Mel a conjuntamente PUENTE: Datos EPA-INE. EE estado civil, la edad y el nivel de estadios san factores que inciden en la actividad laboral femenina. Esos tres factores mar- can siempre diferencias entre hombres y mujeres, y dentro del propio coleetivo femenino. El estado civil provoca que las muje- res casadas presenten menorestasas de actividad que las solteras (Ger tabla n? 2), fendmeno que se explica por el efecto disuaso- rio que el matrimonio y la materidad tienen en Ia actividad laboral femenina,olvidando la incidencia que tiene en esa menor actividad de las casadas Ia amplia tolerancia social con la que se ‘ontemplan ls ausencias masculinas de la tareas de cuidado de Jas criaturas y/o personas mayores dependientes. En relacién con la edad, se observa cémo las diferencias de género no apare- cen hasta el comienzo de la edad adults. En este caso, los datos cespafioles muestran cmo los cambios sucedidos desde 1976 hasta la fecha afectan por igual a hombres y mujeres puesto que ambos sexos alargan su presencia en el sistema educativo y no se Incorporan masivamente al mercado laboral hasta pasados los veinte afios. A partir de esa edad, existen ya claas diferencias centre las tasas de actividad femeninas y masculinas, siendo las cedades centrales (entre veinticinco y cincuenta y cuatro afios), donde esas diferencias son mayores, tal como se observa en el srifico 1, porque a pesar de la enorme reduccién habida desde 1976, la diferencia alcanca en el aio 2010 casi veinte puntos. Ese ‘mismo grifico sefala la caida experimentada por la actividad ‘masculina a partir de los cincuentay cinco afios, probablemente fruto de os procesos de jubilacién anticipada que han tenido ugar en las grandes empresas espafola en la etapa reciente, Tamane2 ‘asa de actividad por sexo estado cv Espata 1987-2010 PUENTE: Datos EPA-INE. a Inactividad en Espafia sigue teniendo rostro femenino, ‘aunque ha ido disminayendo, tal como indica la tabla n.° 3, En 1 afio 2010, Ia mayoria de las personas inactivas eran mujeres; lo mis significative es que los motivos de dicha inactvidad fencuentran su mejor explicacién en la persistencia de la division sexual del trabajo, GRAFICON? 1 Tusa de actividad por sex y grandes grapes de ead, Espata 1976, 2010 Funv: Elaboracién propia partir de datos EPA, ‘Las mujeres inactivas fo son mayoritariamente porque taba- Jan en su hogat, realzando el trabajo doméstico-familiar y de cuidado, si bien puede observarse, de nuevo, el cambio acaccide a partir de 1985, afo en el que el porcentaje de mujeres dedica- dasa las elabores del hogar» era mucho més elevado, En ctal- Gquier caso, la inactividad sigue marcando importantes iferencias entre hombres y mujeres, tal como se observa en esa ‘misma tabla n°, TAMAN?3 Inactividad por sexo y motives de nactividad (Repeat cada sexo) sector servicios, en especial en os servicios relacionados con el cuidado de personas, en los cuales, en ese periodo de recesién, lejos de perderse empleo, se ha creado, a diferencia de muchos ‘otros, si bien tales razonamientos posiblemente deban matizarse bnacta ver cul vaa ser la duraciin y dareza de la acta criss, GaArIcone2 Tasa de emple por sexo Espa 1976-2010 ‘spf 1985-2010 fe Ltewiitee | v0 [ws | os [sw [37 [wr | 3 [ar 2 or va PUENTE: Datos EPAINE. ‘La tasa de empleo, tal como puede observarseen el grfico n* 2, permite medir el volumen de mujeres que efecivamente tie- ren un empleo regulado por el mercado de trabajo. En este pun- to, los datos de la EPA muestran cémo en Espafa la tasa de empleo femenina ha crecido, incluso en los periodos de crisis econdmica. Los datos actuales reflejan que est tasa femenina no hha experimentado caida alguna desde el ao 2005, a pesar de no haber crecido al ritmo que lo hizo en el quinquenio ancerior. En cambio, en exe mismo periodo Ia tasa de empleo masculino ha ‘aldo nueve puntos. Las posibles explicaciones a tal cuestién eben buscarse en el hecho de que los sectores productivos con sas empleo masculino (construccién e industria) son aquellos donde lz crisis ha tenido un mayor impacto negativo, mientras {g8e, or el contrat, lae mujeres estan sobrerepresentadas en el "PUENTE: Elaboracion propia a partir de datos EPA. Las diferencias mas notables entre hombres y mujeres surgen al compara la tasa de empleo en funcion de la presencia de ear- ‘5 familiares en el hogar. Segin los datos en este caso de EUROSTAT, la aparcién de cargas familiares determina la rel cién de unos y otras con el empleo. Los hombres aumentan la asa de empleo cuando aparece la pareja y/o los hijos, mientras {gue las mujeres tienen menotes tas de empleo, cuando tienen hijoso hijas si adems viven en pareja. Latablan.° 4 muestra los datos europeos de empleo en las edades centrales de la vide labora, etapa que resulta crucial para ef cukdado de las hijas € hijo, En ella puede observarse el patton mencionado: las tasas ‘de empleo femeninas decrecen con la apariién de cargas familia. 18s, especialmente si hay hijos e hijas; mientras que la tasa de ‘empleo masculina presenta una tendencia inversa, inerementin- dose con la aparicién de cargas familiares. El dato resulta espe- cialmente significativo porque es un nuevo ejemplo del cardcter estructural de la divisin sexual de trabajo, que resulta particu- Jarmente notoria en Espafa e Italia, paises donde la tasa de empleo de mujeres que viven en pareja ytlenen hijos o jas die- ‘minuye de manera mis que evidente, si se la compara con el resto de situaciones familiares, TamaNe4 Tasade empleo, Poblain de 20-49 afos,po sexo ycomposicién dl ‘hogar. aes UE 2010 Tame [wa [aw [roo [ma ‘mal io0 Fans [aa [746 [72 | mn ‘250 la via [ox [35 [799 [ns 7.5|ou0 [723 [anal ssa Hons [a [wos [m2 [96 [ona lors ova [ara [onal ras Pewet [67 [1 [es on Filed [m5 [76x [oon sus woas | [709 | ro4 | m6 [esa ]ena [ons [soa [ons [ons woz [wa [2 [ma [oa [oa fess [emo [ana alone plco femenino ha sido siempre superior al masculino, incluso en periods de gran crecimiento econémico, como en la ya mencio- nada década dorada (1995-2005), tal como puede observarse en grafico n.° 3. En la actualidad, la situacin parece haber cam- bad, no por el descenso del desemplea femenina sino porque la tasa de desempleo masculino, por primera ver, ha aumentado hasta pricticamente igualar a lade las mujeres, Desde el inicio de la crisis actual en 2007, el Indice Laboral Manpower destaca ‘cbmo el desempleo femenino supone incluso menos de la mitad del total de parados, en el periado que va de enero a junio de 2010. Una situacién que, lejos del optimismo, podria explicarse, fen principio, por la mejora general del nivel educativo de las ‘mujeres, pero que probablemente deriva de la mayor presencia emenina en los contratos temporeles y del aumento de la con- tratacién en el sector servicios. Aumentos ambos que podrian indicar cémo, paradéjicamente, la starcarizaciéne y precariza- én del mercado de trabajo actual parecen hacer a las mujeres ‘mas resistentes ante empleo (TORNS, 2011), Gairicon?s “Tasa de desenplo, Espatia 1975-2010" -Purn:Elaboracion propia partir de EUROSTAT, [Bl desempleo en Espatia ha tenido y tiene perfil femenino, pero debe precisarse que, ademis de seguir siendo el més ele- vado de Europa, presenta también un fuerte carécter estructural (ToRNs etal, 1995). Desde Ia repetia fecha de 1985, el desem- * Los datos de 1976 corresponden al tecertrimestre del ae de 1980 12010 os dates se refieren al segundo trimestze de no. FFUENTE: Elabvacin propia pari de datos EPA. 1.6. LAs CARACTERI ICAS DEL EMPLEO FEMENINO ‘Mis allé de la cantidad de ausencias y presencias de las muje- es en el mercado laboral cabe tener en cuenta las caracteristicas propias del empleo femenino. Tal como ya se ha comentado, el empleo femenino suele ser de menor calidad que ol masculino, ‘aunque la suilesa de tales diferencias sea més difcimente ‘observable que las relativas a la cantidad, La temporalidad (por- centaje de contratos que tienen una duracién determinada) y el tiempo parcial (porcentaje de contratos que tienen un horario por debajo de Ia jornada laboral total) son los rasgos Iaborales {que tienen perfil femenino mayoritario y matcan ls principales dliferencias de esa calidad. La temporalidad, devenids un rasgo estructural del mercado laboral espafol, presenta una tasafeme- nina superior ala masculina. De tal modo que supone un claro atrapamiento (TOHARIA y CEBRIAN, 2007) para determinados colectvos, entre los que sobresalen las mujeres, en particular, las jévenes e inmigradas, TaMAN?s “asa de temporalidad por sexo, Piss UE 2010" Neue oe | 92 + Dats correspondences l primer custrimestre de 2010. FUENTE: Blaboracin propa parr de datos Euosiat Asimismo, la mayor presencia de mujeres en el tempo parcial sefala diferencias signficativas en la calidad del empleo y es una constante que atraviesa Europa. De hecho, puede decirse que el tiempo parcial constituye la ausencia femenina del mercado laboral mejor considerada. Ha sido y es la solucin utilizada por la mayoria de mujeres madres europeas desde el final de la Segunds Guerra Mundial. En Espana, la tasa de ocupadae @ tempo parcial es del 23,6 % frente al escaso 5,3 % de los hom- bres. Ambos porcentajes estin por debafo de la media europea, donde los Palses Bajos representan el polo opuesto, tal como se ‘observa en la tabla n° 6. Tal predominio femenino se explica, centre otras razones, porque, hasta el presente, las politicas euro. peas de empleo promueven activamente el tiempo parcial ferne- nino como solucién especialmente pensada para que las mujeres ie 7 1 puedan conclia la vide labora y falar. sta soluién gona de = tin amplio consenso socal, pero no debe confundirse con la GE 3 ns [wa Teduccién de Jornada labora Debe preciarse ademés que no = ar 7 [2 Solo proporcicna menoresingresosy nulas posibilidades de pro- a = ‘mocion profesional sino que contrbuye al reforeamiento de la : ws divisién sexual del trabajo, ca nS: Be Tatanes os ma za [8 cpa con contrat tempo parcial por sec (8). Pes UE 2010 ia wa v7 |e) — ha ane Pore Da me [18 Dae bes vee [3 eat = = sS inant as a7 ass X eles fre it 52 fio i Vai 35 si [wa co BA 53 fw a is ez ila has 52 Pocus iss o rg Finda 136 a [9a [seca aa [397 Reno Unido sz TCI Paes aos lass pas [ra Neraep [as tae bacién viene earicer estructural y se debe peincpalmente a la construcién sexuada de las categoras profesonalest, sin ohi- dar por ello la incidencia de las diversas tradiciones dela cultura del abajo existentes en familias y terstris, tal como han Scfalado.diversor estadios sobre Ia. sogregacion horizontal (Tonxs, 1995; TOR, 1999; CASTARO et a, 2004; TORNS etal, 2007), Tanan?7 Personas cipaas por rama de actividad. Esaa 2010* urn: Elaboracién propa partir de datos Eurostat, Owras caracteiscas de la baja calidad del empleo femenino son las relacionadas con la segregacién ocupacional que, por ra26n de géner, avaviesa el mercado de trabajo. En este punto, Jos dats hacen evidente una segrepacin horizontal, observa a tzavés dela concentracién del empleo femenino en ls secores de actividad con menor prestigo y peares condiciones laborales, Yuna sepregacién vertical, cxpresad «través dela desigual pre- Senca de mujeres y hombres en la jerarquia empresa, con ‘una presencia fereninaprécicamente nua en las cipulas direc tivas (ABKY, 2071) ello se debe afadir que esa menor calidad también se caracteica por un aumento de las discriminacones, laboralesindirectas a medida que aumentael empleo femenino y aque dichas discriminacones se concretan en la exstencia de fa Aiscriminacin salary el acoso sexual ‘La segregacin horizontal resulta evidente en Ia distribucin dle a poblacin aalriada seg Ia rama de actividad. Las mje res estin mayortaiamente ocupadas en los servicios, especial- mente en los relacionados con la stencién y cuidsdo de las personas. Los datos de la n.° 7 permiten observarcémo en el fa 2010 los ssctores can un mayor Incice de Feminizci6n” eron: las actividades del hogar como emplesdores de personal domés- tico como productores de bienes servicios para uso propio (@1,1 %); las actividades sanitarasy de servicios sociales (76.7 la education (660 %) y 0s servicios (69,8 %). Esta disti- epee eae Sieh oo son aaa + Ls ator comesponden al segundo timestre de 2010, + Datos en miles -FUENTE: Elaboracion propia con datos EPA, La segregacion vertical muestra las dificultades que las muje- es ocupadas teen para acceder a cargos dicecivos y es también ‘un buen ejemplo de los limites de los discursos que abogan por Aumentar ef nivel educativo de las personas como la mejor via para proyectar una trayectoria laboral ascendente, En este c350, Jas mujeres espafiolas, en particular las j6venes, poseen un ‘mayor nivel formative que los hombres y tan solo un 26 % de cllas ocupan puestes de dirccién y gerencia, Esta situaciin ha sido denominada techo de cristal, Las mujeres ocupan mayoritae ramente puestos téenieos; por ejemplo, constituyen una mayo- ra en ocupaciones vinculadas a trabajos téenicos, cientiscas © intelectuales (54 %), ocupaciones en las que se dan las mayores desigualdades salariales entre hombres y mujeres. Sin embargo, ro debe ignorarse que tal situacién, a pesar de su importancia, afecta a la mayoria de mujeres las cuales permanecen atrapaas y adheridas al suelo pegajoso de la base de la jerarqufa labora, donde los bajs salaios, los peores empleos, los horatios atipi os, las condiciones laborales penotas y la rotacin entre el des- empleo la inactividad son la norma que construye su relacién con el empleo. TAHAN?S ‘Ocupaes por ip de ocupacin y sex, Espaa 2010" ae eae + Los datoncomesponden al segundo eimestre de 2010. Datos en les Fuente: Elaboracién propia con datos EPA. En la calidad del empleo femenino también iniden las disci rminaciones indirect gue, como su nomi india, son mucho rmenes visibles, La més reconocidaes la sriminacon sala, de la eval se dispone de algunos datos estaditics que, aunque Insufcentes', permiten constatarla. Menos evidene resulta eh acoso sexual, si bien los Ghimos estudios INmARK, 2006), per- rmiten atisbar Ia amplitad de un fendmeno que cients con una larga tradici de silencios ycomplicidades. Segsn datos del Ins- tituto de la Mujer, la cecriminacin salarial entre hombres y ‘eres habia descendido del 26 % en 1995 al 18% en 2006” De manera smilay,los datos dela Encuesta de Estructura Sala- Til de 2009 sefialan que esa diferencia slaril se ha reducido a ‘un 13,4 5%. Esa disminucion pora deberse al aumento de des- empleo masculino conocido esos iltimos afi, asi como & las peotes cndicioneslaborales que la crisis ha provocado, Factores negatives que, paradéjicamente, habrian contrbuido a estrechar ‘una brecha salarial entre hombres y mujeres que, en cualquier caso, se resiste 2 desaparecer, pues tales diferencias salarales ppermanecen, aungue con distintas oscilaciones, como una cons- tante en todos los paises euro [Esis mismas desigualdades salariales pueden interpretarse a Ja luz de otros factors que también intervienen en ls salarios y sirven, al mismo tiempo, para constatar la existencia de la men- cionada polarizaci6n en el colectivo femenino. Si se atiende a los salarios en funcién del sector de actividad se observa, en primer lugar, cémo las actividades con salarios mas bajos incluyen tres de las actividades mas feminizadas (hosteleria, actividades admi- nistrativas y servicios auxiliares, y ots servicios). ¥ eémo, por cl contrario, en las actividades con salarios signifcativamente por encima de la media espafiola la presencia de mujeres no lsupera el 30 9 del total dela poblacion ocupada en ese sector (euministro de energiaeléctrica, gas, vapor y ate acondicionado, actividades financieras y de seguros; informacién y comunicacio- nes). Si, atemis, se observa la diferencia saarial entre hombres yy mujeres dentro de cada ocupacién, fo primero que se constata {que en todas las ocupaciones las mujeres percben un salario inferior al de los hombres. Asimismo es evidente que Ia menor clisparidad salaril se da en aquellas actividades que cuentan con ‘una fuerte presencia del sector piblico (administracién publica, sanidad y educacin). Por timo, en el polo opuesto destaca el ‘grupo de actividades profesionales, cientifcas y técnicas como faquel donde se da el mayor porcentsje de diseriminacin stlarial (las mujeres ganan un 19,3 4% menos que los hombres). En dicho grupo, las mujeres representan ya la mitad de las personas ‘ocupadas, como claro efecto del aumento de su nivel educative. Tamanes Selaros por sexy sector de actividad. Expat 2009 (en eure aes) [UENTE: Elaboralén propia a patie de dato dela Ens de etc ara salaial INE. 1.7. EL TRABAJO DOMESTICO Y DE CUIDADOstL La definicin y el contenido del trabajo doméstico y de cuida- dos, asi como su medicién, también han sido objeto de debate, que parece haber alcanzado mayores cotas de notoriedad que el Aesarrollado hace ya casi treinta afis en tomo al concepto de trabajo. Probablemente la falta de acuerdo acerca del nombre, contenide o valor de este tipo de trabajo haya estado marcada por trtarse de un objeto de estudio con poca legitimacién acadé- ‘mica y con poco o nulo reconacimiento social y ecandmico, En relacién a este ciltimo punto, conviene recordar que existen ppocas dudas acerca del rechazo y malestar femenino ante la real- zacion de las tareas doméstico-familiares, més alld de las que padieran atribuirse al culdado (de las criaturas, claro est), siendo la principal razén, tal como sefiala Fraisse (2000), el que tal tipo de tareas tienen un referente simbéico liga all mundo de los sirvientes. Con gran acierto, la especialista francesa sefala {que tal rechazo se enmarca en una paradoja: a pesar de que las luchas feministas, en su vertiente més académica,faciltaron la ‘emergencia del trabajo doméstico y mostraron que te trata de un trabajo socialmente necesario, e incluso a pesar de haber sido reivindicado como un trabajo que hombres y mujeres deben rea- liza, el imaginario serv que lo acompafia lo convierte en un tra- bajo que nadie quiere hacer, o cvando menos en un trabajo solo ‘bueno para sirventes. [No obstante, el cuidado exist, y la falta de acuerdo a la hora de nombrarlo o de pactar su definicién no ha impedido que los cestudios y andlisis sobre el mismo fuesen en aumento. Aquellos dedicados a determinar el contenido de este tipo de trabajo ‘uestran repetidamente que se trata de una actividad que tiene ‘como escenario fisica y simbolica no solo el hogar o émbito ddoméstico sino la familia. Y que los resultados més inmediatos de ese actividad, a pesar de no comtar con una evaluacién homo- logada y prestigiada, son: facilta la disponibilidad laboral de los adultos masculinos del hoga-familia, en particular, y proporcio- nar bienestar cotidano a los convivientes del nce familar, en ‘general Todo ello supone que este trabsjo inluye, ademas de las ‘areas mis evidentes (compra limpieza, preparacién de alimen- tos, cuidado y atencién de criaturas y personas dependientes), ‘tras que no lo son tanto, En concret, y sin énimo de exhausti- vidad, e deben resefiar las tarcas relacionadas con la getia ‘epanizaién del hogar y el micleo familiar, la tareas de media: tid (emorionaleso entre los servicios y Ia familia), y las tareas de representacén conyugal (CAREASQUER otos, 1998) Un canjunto de tareasy ana definicin que, de manera prior. tara, acotan un tabsjo de reproducciin y cuidado de la vida hhumana que es realizado mayoitariamente por las mujeres, en el entomno doméstico-famillar, de las sociedades urbanes Industraes. Cncrecén esta ikima ques bien seal las pautas, ¥ valores clturales hegemnicos que lo amparany 1 han hecho Viable (os de la cultura occidental), seleesconder la varabil- dad de tradciones de clase socal, de etna y aun de culturas y tzadiciones familiares que lo enmarcan cotidisnamente. Y que ‘mucstrn como dato recurrente que aunque no todas las mujeres lo ejercen 0 desarrolian por igual, ese trabajo siempre esté cenmarcado en unas telaciones de ruborcinaci, donde la depo ribilidad femenina hacia sus familites masculins y su actividad laboral es amplia y mayoriaria. ©, para decislo en términos ‘puestos, son unas tareas donde la ausencias masculinas cuen- tan con un amplio consenso yprstpio social ‘Ademés de las investigaciones que desde Ia década de los cochenta dl siglo xx tataton de mostrar Ia exstenciae impor- tancia del contenido del trabsjo doméstco!” ze ha planteado imo se podria medir este tipo de trabsjoy de qué manera se le podria atribuir valor econdmico. También se han levado cabo andlss orientados a mostrar su apore al Bienestarcotidiano de las persons y de qué forma se tencan que reorientar la pli cas que, hoy en dia, e proclaman a favor de las mujeres. Por ejemplo, est sufcentemente probado que el trabajo ioméstico, sea ual sea el apelaivo que finalment lo nombre, ‘un trabajo del que no se obtiene un slario y que no es recono- «ido como abajo ni por quienes Io llevan a cabo. Cuando sf es, reconocide com tal, suee estar muy poco valorado soiskmente. Tanto os asf que cl trabajo de las amas de cava es una actividad auc, en la actualidad, la mayaia de mujeres évenes ni estén dis- puestas ni desean realizar de manera exclusiva ¥,s se ven obl- sgadas a ello, solo lo aceptan bajo el manto de las tareas de Ccianza de las criaturas que, al menos en la Expafia actual, esté conduciendo a una idealizacién de la maternidad insospechada fen etapas anteriores, ‘Orra caracteristica que acompafia al trabajo doméstico es que sae trata de una actividad constante que esta presente a lo latgo de todo el ciclo de vids. ¥ que el principal factor definidor de su variabilidad es el volumen de tareas de cuidado de personas lependientes (criaturas, personas ancianas,discapacitaas, et.) ‘Tal varaciOn también debe ser estimacla atendiendo a los diver: 408 contenides, pautasy relaciones debidas ala clase social y ala cetnia, Siendo, en cualquier cao, las mujeres de clase trabsjadora {uienes soporten la mayor carga total de trabajo y padecen los pores inconvenientes de tal situacién de subordinacin. Si se trata de un trabajo doméstico salaizado, se entra de lleno en el ddenominado servicio doméstico que est ademés de mal pagado, Ievado a cabo en condiciones laborales deficientes o dentro de la economia sumergida. Una situacién que, hoy en dla, afecta ‘mayoritariamente a mujeres inmigradas de otros pafses que han substituido alas que, en otras épocas, llegaron a la ciudad desde el mundo rural. En este punto, resulta obligado precisar ademis {que en Espafa el servicio doméstico es todavia la actividad abo: zal femenina mayoritaria, tanto si se contabilza el empleo formal como el informal, Pr ilkimo, es imprescindible mostrar que el trabajo domés- ‘ico constituye un elemento fundamental del bienestar en la vida ‘cotidiana de las personas: resulta priaitario poner en evidencia {que de eu existencia depende la disponibilidad laboral de la poblacién ocupada. Debe quebrarse, por tanto, el argumento segii el cual el tnico trabajo bisico para la sociedad es a activi- dad labora. En concreto, en este punto, se debe hacer alusion 2 Jas tareas relacionadas con el logro de Ia autonmia personal y el cuidado de las personas dependientes en el entorno del hogar- familia, Tareas que son especialmente notables y escasamente reconocidas en los pafses mediterrineos donde el Estado de bie- nestat, debido a su debilidad, no las aftonta cuando aparecen situaciones de dependencia en la vida cotiians. Situacién que obliga a las mujeres a suplir esa debilidad con trabajo doméstico, dada la fuerte tradicion familista existente 1.7.1. La medicién del trabajo doméstcaydecuidados La medici6n del trabajo doméstico y de cuidados no esti ‘exenta de controversia Las economistas recuerdan que Margaret Reid, ya en el aio 1934, desde una visién neo-clisiea, Fue pio- era en denunciar la exclusién de la producciga doméstica de la contabilizacin de la renta nacional. Al parecer, ideé incluso un ‘método para estimar el trabajo no remunerado realizado en el hhogat, Pero su voz no tuvo eco y hubo que esperar hasta finales del misma siglo xx para encontrar los primeros intentos recono- dos. Beneria (1999) ha sido una de las primeras voces en ddenunciar, internacionalmente, cémo esa contabilizacién no ha alcanzado Ios éxitos esperados, dado lo muy infravalorado que fest ese trabajo de las mujeres. En Espafa, M.* Angeles Duran de nuewo ha sido pionera en llevar a cabo este tipo de medicio: nes, Siendo Ia propuesta de Cristina Carrasco y otros (2004) dle sealizar una EPA alternativa (EPANA) una de las apuestas @ up://epp.eurostat.ec europa.eu/portal/page/portl/labour ‘market/introduction Actividad Préctica ‘Completa la tabla siguiente con los datos de empleo, desem- pleo, actividad de tu comunidad auténoma (desde el ao 1985 hhastala actualidad) y explica ls resultados. Explica los datos obtenidos utilizando algunos de los elemen- tos tericos que se han expuesto a lo largo del capitulo (nivel de festudiog, estractara productiva del teritaio, presencia de la economia sumergida, etc). También puedes buscar algin dato estadistco complementario que te ayude a explicar mejor los resultados. [Para hallar los datos puedes recurrir a algunas fuentes de datos y recursos elecirnicos de los que te hemos oftecido,] ‘asus de actividad, empleo y para dels mujeres. 2. Bl desaffo econdmico de las mujeres, por MARIA- ‘ANGELES DURAN 2.1. EL DEsAHo BCONGMICO Inicialmence, este texto iba a haberse titulado El papel eco- némico de las mujeres, pero a medida que iba tomando cuerpo ae hacia mis evidente la necesidad de sustituir el tranquilo y descriptive concepto de vpapelr por el mis inguietante de «desafion ‘Segin la Academia de la Lengua, desafiar es aretar, provocar a singular combate, batalla o pelea». También significa scompetir con alguien en cosas que requieran fuerza, agilidad o destreza, enfrentarse a las dificutades con decisién», 0, lo que no es _menos relevance en este caS0,«afrontar el enojo o la enemistad de alguien contrariéndoto en sus deseos o accioness S, Todos los componentes de reto, competicién, difcultades afrontadas con decision y riesgo consecuente por contrariar deseos 0 acciones ajenas se encuentran profusamente en los cambios en los pape- les econémicos asumidos por las mujeres alo largo de los siglos 2X y X41 No solo en los cambios efectivamente producides, sino fen los que todavia no se han producido pero las mujeres desean {gue se produzcan. Lo que esta definicién de la Academia no des- vela es 5, en los retos 0 desafis, todos los protagonistas dispo- nen de los mismos recursos y reglas de juego, ni la medida en {ue sus actuaciones son esponténeas o responden a sicuaciones anteriores. En resumen; en el siglo XX1 los cambios en los pape- les econdmicos de las mujeres consticuyen un desafio para el conjunto de Ia sociedad y para los propios movimientos sociales gue tratan de levarlos ala préctica, porque si dificil es para la sociedad integrar a las mujeres en estructuras que no fueron dlisefadas para albergarlas, no menos difill es para las mujeres redefinir sus papeles sociales y sus propias identidades, care- endo en tantos casos de modelos y luchando contra la inerca, cl desinterés ola franca hostilidad de algunos eectoreso institu. cones sociales. En cuanto a la economfa, poca gente, Inclulds los economis- ‘as, recuerda su origen. Viene del griegooikos, significa hogar y probablemente el primero en wtilizarla de modo sistemitico fue Jenofonte hace dos mil quinientos afios, aunque ya la hablan acufiado otros filésofos griegos anteriores. La obra de Jenofoate {que llevaba por titulo Econdmico era una reflexign dialogada sobre la buena administracion de los hogares y su contribucién a la

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