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sy tse Thad, CAPITULO 5 EL CANON DEL ANTIGUO TESTAMENTO El término canon deriva del vocablo griego kanon, que significa vara recta, borde recto, regla. Aplicado a lo literario, la palabra canon se refiere a los escritos que se ajustan a una regla o standard de divina inspiracion y autoridad. En las Escrituras hebreas hay 39 libros que los judfos consideraron canénicos. Son los mismos que fueron aceptados por la iglesia apostélica y por las iglesias protestantes desde los dias de la Reforma. La iglesia romana anade catorce libros (0 porciones de libros) que conforman los apécrifos, y los consideran de igual autoridad que el resto. Esto inspira la pregunta: ;Qué le da canonicidad a un libro de la Escritura? ;En qué momento el antiguo pueblo de Dios acept como canénicos estos diversos libros que componen el Antiguo Tes- tamento? Postergaremos la consideraci6n sobre las pretensiones de los libros apécrifos, para el final de este capitulo. Primero veamos la divi- sidn tripartita del canon hebreo (ley. profetas, escritos} y las explica- ciones que se han dado para ello. La Diviston pet Canon HeBreo La edici6n masorética del Antiguo Testamento difiere en ciertas peculiaridades del orden de los libros seguido por la Septuaginta, como asimismo del seguido por las iglesias protestantes. Los compiladores de la Version Griega (LXX) observaron una disposicién mas o menos temé- tica, como sigue. Los libros de la ley: Génesis, Exodo, Levitico, Numeros, Deuteronomio. Los libros hist6ricos: Josué, Jueces, Rut, 1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes (por lo general) alos tiltimos cuatro libros se los ha dado en lamar 1, 2,3 y 4“‘de los Reinos”), 1 y 2 Cronicas, 1 y 2 Esdras (el primero apécrifo y el segundo el Esdras canénico), Nehemf{as, Tobias, Judit y Ester. Les libros poéticos y sapienciales: Job, Salmos, Proverbios, Ecle- siastés, Cantar de los Cantares, Sabiduria de Salomén, Sabiduria de Sirac (Eclesidstico} 71 72 ReseNa Critica DE UNA INTRODUCCION AL ANTIGUO TESTAMENTO Los libros proféticos: los profetas menores: Oseas, Amés, Miqueas, Joel, Abdfas, Jondés, Nahum, Habacuc, Sofonfas, Hageo, Zacarias, Mala- quias; y los profetas mayores: Isafas, Jeremfas, Baruc, Lamentaciones, Carta de Jeremias, Ezequiel y Daniel (que incluye ‘‘Susana”, “Bel y el Dragén"’ y “El cdntico de los tres jévenes”'). Los libros de historia suplementarios: 1 y 2 de Macabeos. En general, la Vulgata Latina sigue el mismo orden de la Septuagin- ta, excepto que 1 y 2 Esdras equivalen a lo que en nuestras Biblias es Esdras y Nehemias, y las porciones apécrifas (3 y 4 Esdras) figuran a continuacién de los libros del Nuevo Testamento, como igualmente ocurre con “La Oracién de Manasés”. También en la Vulgata, los pro- fetas mayores figuran antes de los profetas menores. Seguin este listado se hace aparente que la Biblia protestante sigue el mismo orden temati- co que la Vulgata, excepto que todas las porciones apécrifas (incluso las considerables adiciones a Ester) estan suprimidas. Por lo tanto, en cuanto al orden, la Biblia protestante sigue a la Vulgata, pero en cuanto al contenido sigue al TM. El orden de los libros en el Texto Masorético es como sigue: la Tora (0 Pentateuco); los profetas (N°bi’im) en el siguiente orden: profetas anteriores: Josué, Jueces, Samuel (1 y 2 reunidos), Reyes (1 y 2 reunidos); profetas posteriores; profetas mayores: Isafas, Jeremias y Ezequiel; y doce profetas menores (en el mismo orden en que aparecen en la versién Reina-Valera); los escritos (Kethubim, en griego Hagio- grapha, Escritos Santos): poes{a y sabidurfa: Salmos, Proverbios, Job (pero en el Cédice de Leningrado figura: Salmos, Job, Proverbios); los Rollos o Megilloth: Cantar de los Cantares, Rut, Lamentaciones, Ecle- siastés, Ester (pero en el Cédice de Leningrado figura: Rut, Cantar de los Cantares, Eclesiastés, Lamentaciones, Ester); histéricos: Daniel, Esdras, Nehemias, 1 y 2 Cronicas. Se debe mencionar, sin embargo, que el orden de los libros que componen el TM representa una divisién posterior (que se hizo en gran parte para facilitar la discusién con los apologistas cristianos que apela- ban al Antiguo Testamento en su polémica contra el judaismo), La primitiva division tenia el mismo contenido que los 39 libros anotados, pero dispuestos en solo 24 libros. Esto significaba que 1 y 2 Samuel se contaban como un solo libro; de la misma manera, 1 y 2 Reyes y 1 y 2 Crénicas. También se contaban como un solo libro los doce profetas menores, y Esdras y Nehemias formaban una sola unidad. Sin embargo Josefo, que escribié casi al final del primer siglo d. de J.C., menciona un canon de 22 libros.' Aparentemente eso envolvia la inclusién de Rut 1. El pasaje tomado de Josefo, dice asi: ““Contamos con solo veintidés [libros] que con- tienen la historia de todos los tiempos, libros en los cuales con toda justicia creemos; y de estos, cinco son los libros de Moisés, que contienen las leyes y las més antiguas tradi- ciones desde la creacién del género humano hasta su muerte. A partir de la muerte de Et Canon pet AntIGUO TesTAMENTO 73 con Jueces y de Lamentaciones con Jeremfas. Pero esencialmente, ya sean 39 libros, 6 24 6 22, la divisién basica del canon hebreo se ha mantenido igual. La raz6n por la cual Rut y Lamentaciones fueron posteriormente separados de Jueces y Jeremfas, respectivamente, es que se utilizaron en el afio litargico judfo, juntamente con las otras tres unidades del Megilloth. Es decir, en la Pascua se lefa el Cantar de los Cantares; Rut se lefa en Pentecostés (en el tercer mes); Lamentaciones se lefa en el noveno de Ab (quinto mes); Eclesiastés se lefa en la fiesta de los Taberndculos, en el séptimo mes; y Ester se lefa en la fiesta de Purim, en el duodécimo mes. Esto explica el orden del Megilloth en el TM: Cantar de los Cantares, Rut, Lamentaciones, Eclesiastés y Ester. De lo que acabamos de decir sobre la inclusién de Rut en Jueces y Lamentaciones en Jeremias, resulta evidente que la lista de Kethibim lejos estaba de ser fija y rigida. Si bajo la division de 22 libros de Josefo estas dos unidades (Rut y Lamentaciones) de los Kethabim estaban antes incluidas entre los profetas, entonces la tercera categoria del canon hebreo debié ser menor en el primer siglo d. de J.C. de lo que indicarfa la posterior divisién del TM. Josefo se refiere a la tercera categoria como formada solamente por cuatro libros, que describié diciendo que contenfan “himnos a Dios y preceptos para la conducta de la vida humana.” Esto parecerfa excluir a Daniel de la tercera divi- sién e implicar su inclusién entre los profetas, ya que Daniel ni es himnico ni preceptivo. Lo mismo cabria decir sobre los libros historicos tales como Esdras, Nehem(ias y Cronicas. La descripcion, ain mas antigua, de la tercera division, que se halla en el prélogo de Eclesidstico, como “los profetas y los otros que les han seguido” y “‘los otros libros de los antepasados” (Version Biblia de Jerusalén), es demasiado vaga para servir de base a cualesquiera deducciones. Pero es més bien sorprendente que el Nuevo Testamento nunca menciona especificamente ningun otro libro, aparte de los Salmos, como integrante de la tercera division del Antiguo Tes- tamento (Lucas 24:44 habla de la ley de Moisés, los profetas, y los salmos). Por lo general se habla de la Escritura hebrea simplemente como “‘la ley y los profetas;” hasta se menciona un pasaje de los Salmos (Salmo 82), del cual se dice que esta escrito “en vuestra ley” (Juan Moisés hasta el reinado de Artajerjes, rey de Persia, sucesor de Jerjes, los profetas que sucedieron a Moisés escribieron la historia de los acontecimientos que ocurrieron durante sus vidas, en trece libros. Los cuatro documentos restantes contienen himnos a Dios y preceptos précticos para los hombres” (Contra Apién, 1.8). Aparentemente estos trece “profetas” fueron: Josué, Jueces-Rut, Samuel, Reyes, Crénicas, Esdras-Nehem{os, Ester, Isafas, Jeremias-Lamentaciones, Ezequiel, Daniel, los doce profetas menores y iblemente el Cantar de los Cantares. Esto quiere decir que la asignacién de Crénicas, Ester, Esdras, Nehemias, Daniel y Cantar de los Gantares la tercera division del canon hebréo ocurri en fecha posterior al primer siglo d.de J.C De ah{ que carezca de validez todo argumento esgrimido en contra de la autenticidad de Daniel basado en su asignacién final a los Kethabim 74 Resena CRriTica DE UNA INTRODUCCION AL ANTIGUO TESTAMENTO. 10:34). E] Manual de disciplina de Qumran y el Documento sadoquita se refieren a las Escrituras simplemente como “‘Moisés y los Profetas"* De la posterior divisién del TM no se puede sacar ninguna conclusién segura respecto a la época en que fueron compuestos Jos libros de los Kethubim, ya que, obviamente, no es de origen pre-cristiano. La ANTILEGOMENA Al llegar a este punto conviene decir algunas palabras sobre la denominada Antilegomena (libros contra los cuales se habla). La Misna menciona la existencia de controversia en algunos circulos judios, durante el segundo siglo d. de J.C., respecto de la canonicidad del Cantar de Jos Cantares, Eclesiastés y Ester. Algunos expresaron sus dudas, en esa misma época, en cuanto al libro de Proverbios. De acuer- do con la Gemara, también se discutié sobre Ezequiel, referente a su autoridad, hasta que en ano 66 d. de J.C. se puso punto final a las objeciones surgidas sobre ese libro. Se nos dice que los discipulos de Sammay, en el primer siglo a. de J.C., impugnaron la canonicidad de Eclesiastés, en tanto que la escuela de Hillel, con el mismo entusiasmo que sus contendientes, la sostuvieron. Las doctas discusiones realiza- das en Jamnia, en el afio 90 d. de J.C., sostuvieron el derecho de contar a Eclesiastés y a Cantar de los Cantares entre los libros de autoridad divina. No hay que interpretar erréneamente que estas objeciones minoritarias hayan demorado la canonicidad de los cinco libros en cuestién; asf, como las objeciones de Martin Lutero, en el siglo XVI, a Santiago y Ester, no demoraron el reconocimiento canénico de estos libros. Para tratar de los cargos formulados contra estos libros, debemos tomarlos uno por uno. La critica contra Eclesiastés se basé en su preten- dido pesimismo, su epicureismo, y su negacién de la vida venidera. 2. Laird Harris, Inspiration and Canonicity of the Bible (Inspiracién y canonicidad de la Biblia), pag, 146. 3, Digamos de paso que no tiene mucho apoyo la suposicién de que bubiera habido alguna vez una reunién sinédica oficial en Jamnia o Yabneh. bien en el afio 90d. de J.C. 0 en cualquiera otra fecha. R. K. Harrison afirma: ‘'Por lo que a los hechos de la situacidn se refiere, muy poco es lo que se sabe sobre el supuesto Sinodo de Jamnia. Después que Jerusalén fue destruida por las tropas de Tito en el afio 70d. de J.C., el rabino Johanan ben Zakkai obtuvo permiso de los romanos para establecerse en Jamnia, con la intencion de proseguir sus actividades literarias. El sitio pronto se transformé en un centro de estudios escriturales, y periédicamente se discutieron temas relativos a la canonicidad de algunos libros, especificamente, del Antiguo Testamento, entre los cuales Ezequiel, Ester, Cantar de ios Cantares. Eclesiastés y Proverbios. No hay duda alguna de que se conversaton esas cosas antes y después de ese perfodo, y parece probable que en esas discusiones no se aprobé nada de naturaleza formal u obligante, si bien, como lo sefialé Rowley, los debates ayudaron a cristalizar y establecer la tradicién judaica a este respecto, con mas firmeza aque antes" (Harrison, OTI, pig. 278). (Ct. H. H. Rowley, The Growth of the Old Testament -El crecimiento del Antiguo Testamento—, pag, 170; E. J. Young, Revelation and the Bible =La revelacion y Ja Biblia— pag. 160.) Ex Canon pe. AntIGUO TESTAMENTO 75 Pero avisados estudiosos del libro legaron a la conclusién de que nin- guno de estos cargos se justificaba cuando se interpretaba la obra a la luz de la especial técnica y propésito del autor.’ La critica al Cantar de los Cantares se basaba en los pasajes que hablan del atractivo ffsico en osada y entusiasta imaginacién rayana en lo erético, si se lo toma con crasa mala fe literal, Pero la interpretacién alegorica de Hillel, que identificé a Salomén con Jehova y a la Sulamita con Israel, revelé dimensiones espirituales en esta produccién literaria realmente hermosa. Los exégetas cristianos retomaron la idea, pero aplicaron la figura de Salomon a Cristo y la de la esposa a la Iglesia. y lograron con ello una mas rica comprension de la amante relacién entre el Salvador y sus redimidos. En cuanto a Ester, la objeci6n era que no aparece en todo el libro el nombre de Dios. Pero este inconveniente (dificil de explicar) estuvo més que compensado por la ineludible manifestacién de la divina pro- videncia que obré a través de toda circunstancia para librar a la raza judia de la mayor amenaza a su existencia jamds sufrida en su historia. En el caso de Ezequiel, el problema planteado consistfa en las dis- crepancias de detalles entre el templo de los ultimos dias con su ritual de los diez tiltimos capitulos y el taberndculo de Moisés y el templo de Salom6n. Pero se argumenté como refutacion, que estas diferencias ocurrian en detalles infimos y pudieran pertenecer a un futuro templo y no al segundo templo erigido por Zorobabel. En todo caso, habria que esperar confiadamente que Elfas, a su retorno a la tierra, aclararia estas dificultades a los fieles. Las objeciones a Proverbios no eran tan serias, y se concentraban en unos cuantos preceptos aparentemente contradictorios, tal como en 26:4-5: “Nunca respondas al necio de acuerdo con su necedad ... Responde al necio como merece su necedad.” Anticuos TESTIMONIOS SOBRE £L CANON Masoretico {Qué antigiiedad tiene este canon de 22 libros de los judios palesti- nos? La mas antigua referencia existente, a las tres principales di- visiones de la Escritura hebrea, figura en el prélogo de Eclesidstico, libro apécrifo, compuesto alrededor del ano 190 a. de J.C. en idioma hebreo, por Jestis Ben Sirac. El prélogo propiamente dicho fue com- puesto en griego por el nieto del autor, quien tradujo toda la obra al griego. En el prdlogo (que se remonta alrededor del ano 130 a. de J.C.) leemos: “Muchas e importantes lecciones se nos han transmitido por la Ley, los Profetas y los otros que les han seguido . .. mi abuelo Jestis, después de haberse dado intensamente a la lectura de la Ley, los Pro- 4. Estos temas serdn tratados en detalle cuando analicemos el libro en el capitulo 35. 76 RE A CRITICA DE UNA INTRODUCCION AL ANTIGUO TESTAMENTO fetas y los otros libros de los antepasados, y de haber adquirido un gran dominio en ellos, se propuso también él escribir algo en lo tocante a instrucci6n y sabiduria” {Biblia de Jerusalén). A lo que en el canon del TM se clasifica como Kethibim (los excritos 0 Hagiégrapha) aqui se hace referencia con las palabras: libros escritos por “otros que les han seguido,” “‘otros libros de los antepasados.”’ Esto dem el segundo siglo a. de J.C. existia cierta clase de di Observemos también que 1 Macabeos, compuesto alrededor de la misma época que el prologo, se refiere a dos episodios de Daniel (2 Macabeos 2:59-60, es decir, la liberacion de Daniel del foso de los leones) y cita expresamente de los Salmos (p. ej., 1 Macabeos 7:17 cita del Salmo 79:2,3); y estos dos libros (aparentemente considerados como can6nicos) pertenecen a los Kethabim. En cuanto al Nuevo Tes- tamento, Lucas 24:44 se refiere al Antiguo Testamento y habla de lo que esté escrito ‘en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos”’. No solamente los Salmos sino también Proverbios y Daniel se citan a menudo como la autorizada Palabra de Dios, y aun se alude a Lamenta- ciones en Mateo 5:35. Puesto que estos cuatro libros pertenecen a la lista posterior de los, Kethibim, no hay razonable duda de que la ter- cera divisién del canon hebreo fue colocada al mismo nivel que las dos anteriores, como divinamente inspirada. Y ahora Ilegamos a Josefo de Jerusalén (37-95 d. de J.C.), a cuya enumeracién del Antiguo Testamento, compuesta de 22 libros, ya hemos hecho referencia. En su obra Contra Apién, dice: “No son de- cenas de miles de libros discordantes y conflictivos los que tenemos, sino s6lo 22 que contienen el relato de todos los tiempos, y de los cuales se cree, con toda justicia, que son divinos.” Luego de referirse a los cinco libros de Moisés, 13 libros de los profetas, y los restantes libros (que “‘abarcan himnos a Dios y consejos a los hombres para la conducta de la vida"), formula esta significativa declaracién: “Desde Artajerjes (el sucesor de Jerjes) hasta nuestro tiempo, todo ha sido re- gistrado, pero no se ha considerado merecedor de igual crédito a lo que lo precedié, porque cesé la exacta sucesién de los profetas. Pero es evidente, por nuestra conducta, la fe que hemos depositado en nuestros escritos; pues a pesar de haber pasado tanto tiempo, nadie se ha atrevi- do a afadir nada a ellos, ni a quitarles nada. ni a alterar nada de ellos” (1.8) Observemos tres hechos importantes de esta declaracién. 1. Josefo incluye las mismas tres divisiones de las Escrituras hebreas que incluye el TM (si bien restringiendo el tercer grupo a “himnos” y hokhmah), y limita el ntimero de los libros canénicos en estas tres divisiones a 22.' 5. Ver una explicacién de cémo se corresponden éstos con los 39 libros del canon protestante en la nota marginal No. 1 de este capitulo. Eu Canon pet ANTIGUO TESTAMENTO. 77 2. No se compusieron mas escritos canénicos desde el reino de Artajerjes, el hijo de Jerjes (464-424 a. de ].C.,), es decir, desde la época de Malaquias. 3, No se incluyé ningin material adicional en los 22 libros canénicos durante los siglos intermedios (es decir, desde 425 a. de J.C. a 90 d. de J.C.) Los racionalistas de la alta critica niegan enfati- camente los dos ultimos puntos, pero tienen que habérselas con el testimonio de un autor tan del comienzo de la era cristiana, y explicar cémo se les escapé a los eruditos judios del primer siglo d. de J.C. el conocimiento de la pretendida fecha de considerables porciones, tales como Daniel, Eclesiastés, Cantar de los Cantares y muchos de los Sal- mos, que aquéllos alegan son posteriores a Malaquias. Cierto es que Josefo también alude a material apécrifo (1 Esdras y 1 Macabeos'); pero en vista de su declaracién ya citada, es evidente que los utilizaba meramente como una fuente histérica y no como libros divinamente inspirados. E] mas antiguo catdlogo de los libros del Antiguo Testamento que existe en la actualidad es la lista del obispo Meliton de Sardis, escrito alrededor del ano 170 d. de J.C. Afirma que viajé al Oriente para inves- tigar el ntimero y el orden de los libros del Antiguo Testamento y lleg6é a los siguientes resultados: “Cinco de Moisés: Génesis, Exodo, Levitico, Nuimeros y Deuteronomio; Josué, Jueces, Rut, cuatro de los Reinos, dos de Crénicas, Salmos de David, Proverbios de Salomon (que también es Sabiduria), Eclesiastés, Cantar de los Cantares, Job; los profetas: Isafas, Jeremias, y los Doce en un libro; Daniel, Ezequiel, Esdras.” Observa- mos en esta lista: 1. Omite Lamentaciones, pero probablemente estaba incluido en Jerem{as; 2. Lo mismo ocurre con Nehemias, pero proba- blemente estaba incluido con Esdras; 3. Totalmente omite Ester, por alguna razon desconocida; 4. Con la posible excepcién del término Sabiduria (que es concebible que se refiera a la Sabiduria de Salomon), no incluye ningun otro libro de los apocrifos. En el siglo III d. de J.C., Origenes (que murié en el 254) dejo un catalogo de 22 libros del Antiguo Testamento, que fue conservado en la Historia eclesidstica de Eusebio (6:25). Indica la misma lista de 22 libros del canon de Josefo (y del TM). La tnica diferencia estriba en que aparentemente incluye la Epfstola de Jeremias, por ignorar tal vez el hecho de que nunca fue escrita en hebreo. Aproximadamente contemporaneo de Origenes fue Tertuliano (160- 250 d. de J.C.), el més antiguo de los Padres Latinos cuyos libros ain existen. Establece en 24 el niimero de libros canénicos. Hilario de Poitiers (305-366) senala que son 22. Jerénimo (340-420 d. de J.C.) tanto 78 Resena Critica DE UNA INTRODUCTION AL ANTIGUO TESTAMENTO en el Prologus Galeatus’ como en los demas escritos favorece el reco- nocimiento de tan solo 22 libros contenidos en el hebreo, y relega los libros apécrifos a un plano secundario.’ Asf, en su Comentario sobre Daniel lanza sus dudas sobre la canonicidad de Susana, basado en que cierto juego de palabras que se coloca en labios de Daniel sélo se de- rivaba del griego y no del hebreo (implicacién: el relato tuvo que haber sido compuesto originalmente en griego). De la misma manera, con referencia a Bel y el Dragén, comenta: “Se resuelve facilmente esta objecién afirmando que esta particular historia no figura en el hebreo del libro de Daniel. No obstante, si alguien pudiera probar que per- tenece al canon, en ese caso estarfamos obligados a buscar otra respuesta a esta objecién."” Ex Prosiema TOCANTE A LA CANONICIDAD DE Los APOcRIFOS No solo los catélicos romanos y los ortodoxos griegos sostienen la canonicidad de los catorce libros apécrifos (en todo o en parte), sino también algunos eruditos protestantes de raigambre liberal hablan de un “Canon Alejandrino”, para el cual reclaman igual validez que la del denominado Canon Palestino (de 22 a 39 libros). Las evidencias a las que recurren en favor de esta pretensién merecen ser cuidadosamente escudrifiadas.” El primer argumento en favor de los libros apécrifos es que las primeras versiones los contenfan. Sin embargo, esto es solo parcial- mente cierto. Asi, por ejemplo, los targumes arameos no los reconocian. Ni siquiera la Peshita siria, en su forma mas antigua, contenia un solo 7. La ita pertinente tomada del Prologus Galeatus es como sigue (traduccién de Archer): “Este prélogo, como vanguardia con yelmo (principium) de las Escrituras, puede apli- carse a todos jos libros que hemos traducido del hebreo al latin, para que sepamos que todo lo que se aparte de éstos debe ser incluido entre los apdcrifos. De ahi que la Sabidurfa, comunmente intitulada de Salomén, el libro de jestis el hijo de Sirac, y Judit y Tobias y # Pastor (presumiblemente El Pastor de Hermas] no estin en el canon. Yo descubri el primer libro de Macabeos en hebreo; el si iego, como puede comprobarse por su terminologsa.” En el Prefacio alos libros de Scent de Jorfatino, menciona haber hallado a Eclesidstico en hebreo, pero dice estar convencido de que Sabiduria de Salomén fue originalmente compuesto en griego y no en hebreo, puesto que revela una tfpica elocuencia helénica. “Y asi,” continia, “de la misma manera que la iglesia lee Judit y Tobias y Macabeos (en la adoracién publica) pero no los recibe como también debemos permitir leer estos dos libros para edificacion de el establecimiento ‘de la autorided de las doctrinas de la iglesia.” 8. Cf. Robert H. Pfeiffer, Introduction to the Old Testament (Introduccin al Antiguo Testamento), pag. 6 9. Gleason L. he {trad.) Jerome’s Commentary on Daniel (Comentario de Jerénimo sobre Daniel), (Grand Rapids: Baker, 1958), pags. 155, 157. 10. G. D. Young, en su capitulo sobre los apécrifos en Revelation and the Bible —La rovelacién y la Biblia— (ed. Carl F. H. Henry), lo trata en una de las formas més conserva doras que se han escrito recientemente sobre este tema. También de mucha ayuda es la obra de R. L. Harris, Inspiration and Canonicity of the Bible Gnsptrecn y Canonicidad de la Biblia), capitulo 6. Pero tal vez el mejor tratamiento lo hallamos en Unger, IGOT, pags. 81-114. Et Canon pet ANTIGUO TESTAMENTO, 79 libro apécrifo. Fue posteriormente cuando le fueron agregados algunos. Acabamos de ver que Jer6nimo, el gran traductor de las Escrituras al latin, no reconocfa que los apécrifos tenian igual autoridad que los libros del canon hebraico. Una investigaci6n mds cuidadosa de esta pretensi6n reduce la autoridad de los apécrifos a solamente una ver- sién antigua, la Septuaginta. Las traducciones posteriores (tales como la Itala, la Copta, la Etiope, y la Siria posterior) se derivaron de ella. Y aun en el caso de la Septuaginta, los libros apécrifos mantienen una existencia mas bien incierta. Al Cédice Vaticano (B) le falta 1 y 2 Macabeos (can6nicos de acuerdo con la iglesia catélica romana), pero incluye 1 Esdras (no canénico de acuerdo con la misma iglesia). El Cédice Sinaitico (Alef) omite Baruc (canénico, de acuerdo con la igle- sia romana) pero incluye 4 Macabeos (no canénico de acuerdo con la iglesia romana). El Cédice Alejandrino (A) contiene tres apdcrifos “no canénicos”: 1 Esdras y 3 y 4 Macabeos. Resulta asi que aun los mds antiguos manuscritos o la LXX difieren notoriamente con respecto a cuales libros constituyen la lista de los apécrifos, y que de ninguna manera los catorce libros aceptados por la iglesia catélica romana cuen- tacon el testimonio de las grandes letras unciales de los siglos IV y V. Insisten con vehemencia los sostenedores de la canonicidad de los apécrifos que la presencia de los catorce libros apécrifos en la LXX indica la existencia del denominado Canon Alejandrino, que incluia estos catorce libros. Pero de ninguna manera es seguro que todos los libros de la LXX fueron considerados can6nicos ni siquiera por los mismos judios de Alejandria. En contra de esta evidencia, y de manera decisiva, tenemos los escritos de Filon de Alejandria (que vivid en el primer siglo d. de J.C.). Si bien cita frecuentemente de los libros canonicos del “Canon Palestino", no cita ni una sola vez de los libros ap6crifos. Esto es imposible de reconciliar con la teoria de un Canon Alejandrino mayor, a menos que, por ventura, algunos judios alejan- drinos no aceptaran el Canon Alejandrino y otros si. En segundo lugar, tenemos el informe fidedigno de que los judios alejandrinos de! siglo II d. de J.C. aceptaron la Version Griega de Aquila," aunque no contenfa los apécrifos. Una razonable deduccién de esta evidencia seria que (como lo indicara Jerénimo) los judfos ale- jandrinos decidieron incluir en sus ediciones de los libros del Antiguo Testamento tanto los que reconocian como candénicos como los que eran “eclesidsticos”’, es decir, considerados valiosos y edificantes, pero no infalibles. Entre los descubrimientos recientes de la Cueva No. 4 de Qumran, se hallé apoyo adicional a la suposicién de que las obras subcandénicas pueden preservarse y usarse juntamente con las canénicas. Alli, en el 11. Cf. cap. 3 pag. 51 de este libro, 80 ReseNa Critica DE UNA INTRODUCCION AL ANTIGUO TesTAMENTO: corazén mismo de Palestina, donde seguramente el Canon Palestino tendria que haber sido el de m4xima autoridad, se hallaron por lo menos dos libros apécrifos, Eclesidstico y Tobias. Un fragmento de Tobias figura en un trozo de papiro y otro en cuero; también hay un fragmento hebreo en cuero. Ademas, se descubrieron alli varios frag- mentos de Eclesidstico que, al menos por lo que se sabe, concuerdan exactamente con los manuscritos del Eclesidstico del siglo XI hallados en la Geniza del Cairo, en la década de 1890-1900 (cf. Burrows, MLDSS pags. 177,78). Con respecto a ello, la Cuarta Cueva de Qumran también revel6é obras seudoepigraficas, tales como el Testamento de Levi en arameo, el Testamento de Lev{en hebreo, y el libro de Enoc (jfragmen- tos de diez distintos manuscritos!) Nadie puede sostener seriamente que los antiguos sectarios de Qumran consideraron como candénicos todas estas obras apécrifas y seudoepigraficas, simplemente porque atesoraban sus copias. Se argumenta a menudo sobre el hecho de que el Nuevo Tes- tamento, al citar del Antiguo Testamento, lo hace usualmente de la traduccion de la LXX. Por lo tanto, puesto que la LXX si contenfa los apécrifos, los apéstoles del Nuevo Testamento tuvieron que haber re- conocido la autoridad de toda la LXX tal cual estaba constituida. Més atin, insisten que es un hecho que se mencionan ocasionalmente obras no incluidas en el Canon Palestino. Wildeboer® y Torrey® han co- leccionado todos los casos de citas o alusiones a los libros apécrifos, incluso varios de los que solamente se sospecha. Pero todos estos argumentos tienen muy poco valor para el tema en discusién, pues ni siquiera se pretende que estas fuentes sean de los catorce libros apécrifos romanos. En la mayorfa de los casos, las obras que se suponen fueron citadas desaparecieron hace mucho tiempo, obras tales como el Apocalipsis de Elias y (aparte de un fragmento latino) Asuncién de Moisés. En un solo caso, la cita de Enoc 1:9 en Judas 14-16, contamos con la fuente citada.* En el Nuevo Testamento también figuran citas de autores griegos paganos. En Hechos 17:28 Pablo cita de la obra de Arato de Soles, Phaenomena, linea 5; en 1 Corintios 15:33 cita de la comedia de Menandro, Thais. Seguramente nadie supondra que tales citas significan aceptar la canonicidad de Arato o de Menandro. Todo lo contrario, el testimonio del Nuevo Tes- tamento es decisivo en contra de la canonicidad de los catorce libros apécrifos. Virtualmente se citan como namente autorizados los 39 12. Gerrit Wildeboer, Origin of the Canon of the Old Testament (Origen del canon del Antiguo Testamento), traduccién B. W. Bacon (Londres: Luzac, 1895). 13. Charles C. Torrey, the Apocryphal Literature (La Literatura Apécrifa), (New Haven, Conn.: Yale U., 1945). 14. Completa solamente en la versiGn etiope, alguna porciones en griego, y fregmentos en hebreo y arameo hallados en la Cueva No. 4 de Qumran. Ex Canon bet AntIGUO TESTAMENTG 81 libros del Antiguo Testamento o al menos se alude a ellos.**. En tanto que, como lo acabamos de sefalar, la mera cita no establece necesa- riamente la canonicidad, con todo, es inconcebible que los autores del Nuevo Testamento hubieran considerado canénicos los catorce libros aceptados por la Iglesia Catélica Romana, y no hayan citado ni siquiera hecho referencia a ninguno de ellos. El segundo argumento de peso que se esgrime en favor de los apé- crifos es que los padres de la iglesia citan de estos libros como libros autorizados. Seria mas correcto decir que algunos de estos primeros escritores cristianos lo hicieron, en tanto que otros adoptaron una bien definida posicién en contra de su canonicidad. Entre quienes lo favorecieron se cuentan los autores de 1 Clemente y la Epistola de Bernabé y, més notoriamente atin, el mas joven de los contemporaneos de Jerénimo, Agustin de Hipona. Sin embargo, debemos calificar su apologia como aparente o, por lo menos, presuntiva, pues ya hemos visto que Judas pudo citar a Enoc, como un libro que contenia un verdadero relato de un antiguo episodio, sin que necesariamente res- paldara todo el libro de Enoc como candnico. En lo que refiere a Agus- tin, su actitud era poco critica e inconsecuente. Por un lado eché todo el peso de su influencia en el Concilio de Cartago (afio 397) en favor de incluir los catorce libros en el canon; por otro lado, cuando un antago- nista apelé a un pasaje en 2 Macabeos, para reforzar un argumento, Agustin le replicé que la causa que defendia era sin duda débil si tenia que recurrir a un libro que no estaba en la misma categoria que los libros recibidos y aceptados por los judios."* La ambigua defensa de los apocrifos, de parte de Agustin, se ve mas que compensada por la posicién en contrario del venerado Atanasio (que muri6é en el ano 365), altamente apreciado tanto en Occidente como en Oriente como el campeén de la ortodoxia trinitaria. En su trigesimonovena Carta se refirid a “ciertos libros en particular y a su ntimero, que eran aceptados por Ja iglesia.” En el parrafo 4 dice: “Hay entonces, en el Antiguo Testamento, 22 libros” y procedié a enumerar los mismos libros que hallamos en el TM, aproximadamente en el mismo orden en que figuran en la Biblia protestante. En los parrafos 6 y 7 afirma que los libros extrabfblicos (es decir los catorce libros ap6cri- fos) “no estén incluidos en el canon,” sino meramente “destinados a ser leidos.” No obstante ello, la Iglesia de Oriente demostré més ade- lante cierta tendencia a coincidir con Occidente en Ja aceptacién de los apécrifos (segundo Concilio Trullano de Constantinopla en el afio 692). Aun asf, hubo muchos que tuvieron sus dudas y recelos sobre algunos 15. Las excepciones, tal como lo revela la lista de citas al final de la obra de Nestie, Greek New Testament (Nuevo Testamento Griego}, son Rut, Esdras, Eclesiastés, y Cantar de los Cantares. A pesar de ello, Romanos 8:20 pareciera reflejar a Eclesiastés 1:2. 16. G. D. Young, en Revelation and the Bible (La revelacién y la Biblia), pag. 176. 82 RESENA CRITICA DE UNA INTRODUCCION AL ANTIGUO TESTAMENTO. de los catorce libros, y finalmente en Jerusalén, en el ano 1672, la Iglesia Griega redujo el nimero de los apécrifos canénicos a cuatro: Sabiduria, Eclesidstico, Tobias y Judit. Las Prursas DE LA CANONICIDAD En primer lugar hemos de considerar algunas pruebas inadecuadas, propuestas en época reciente 1. J. G. Eichhorn (1780) consideré que la edad era la mejor prueba para la canonicidad. Todos los libros de los cuales se creyera que ha- bian sido compuestos después de la época de Malaquias, eran ex- cluidos de toda consideracién. Pero esta teoria no da cuenta ni razon de las numerosas obras antiguas tales como el Libro de Jaser (Josué 10:13; 2 Samuel 1:18) y el Libro de las Batallas de Jehova (Nimeros 21:14), que no se contaron como autorizados. 2. F. Hitzig (hacia el afio 1850) propuso que el idioma hebreo fuera ja prueba judfa de canonicidad. Pero eso no explica por qué Eclesidsti- co, Tobias y 1 Macabeos fueron rechazados a pesar de haber sido escri- tos en hebreo. También plantea el problema en cuanto a la aceptabili- dad de los capitulos de Daniel y de Esdras que aparecen en arameo. 3. G. Wildeboer” hace que la conformidad a la Tora sea la prueba de canonicidad para los Gltimos libros escritos. Pero més adelante, al tratar el tema en profundidad, introduce otros criterios que le quitan validez a su posici6n: (a) los libros canénicos tenian que haber sido escritos en hebreo o arameo; y tenfan que tratar (b) ya sobre historia antigua (como Rut 0 Crénicas); 0 (c) hablar del establecimienta de un nuevo orden de cosas (Esdras, Nehemias) o (d) ser asignados a algin famoso personaje de la antigiiedad, como Salomén, Samuel, Daniel 0 {tal vez) Job; o (e) guardar completa armonfa con el sentimiento nacio- nal de la gente y de los escribas (Ester). He aqui una asombrosa profu- sién de pruebas. En cuanto al criterio original sustentado por Wilde- boer, {c6mo podemos estar seguros de que “los libros del profeta Natdn” (mencionadas en 2 Crénicas 9:29) 0 “los hechos de Uzias”, escritos por Isaias (2 Cronicas 26:22) o la endecha de Jeremias que figura en el “libro de lamentos”’ (2 Crénicas 35:25), no se conformaban con la Tora, al menos tanto como las otras palabras o escritos de esos autores que fueron preservados en el canon? En cuanto a (e), muchas de las obras seudoepigraficas, tales como Enoc, Lamec y el Testamento de los Doce Patriarcas, el Testamento de Adan, y varias otras, fueron asignadas a hombres famosos de la antigiiedad, y no tenemos la certeza absoluta de que ninguna de ellas fuera compuesta originalmente en arameo (ni en hebreo) 17. Wildeboer, pag. 97. Eu Canon be. AntiGuo TESTAMENTO 83 La unica prueba verdadera de canonicidad que nos resta es el testi- monio de Dios el Espiritu Santo sobre la autoridad de su propia Pala- bra. Este testimonio hallé una respuesta de reconocimiento, fe y sumi- sién en los corazones del pueblo de Dios que caminé con El en una comunién de pacto. Como lo sefiala E. J. Young: “A estos y otros criterios propuestos debemos replicar con una negativa. Los libros canénicos del Antiguo Testamento fueron divinamente revelados y sus autores fueron santos que hablaron al ser arrebatados por el Espiritu Santo. En su augusta previsién, Dios dispuso las cosas de tal manera que su pueblo reconociera y recibiera su Palabra. Tal vez no podamos explicar ni comprender a entera satisfaccién cémo introdujo esta con- vicci6n en los corazones de ellos, respecto a la identidad de su Palabra. Pero si podemos seguir a nuestro Sefior, que estampé el imprimatur de su infalible autoridad sobre los libros del Antiguo Testamento.”’ Podemos ir més alla atin y senalar que por la misma naturaleza de lo que tratamos, a duras penas podriamos esperar otro criterio vélido aparte del indicado. Si la canonicidad es una cualidad impartida de alguna manera a los libros de la Escritura por cualquier tipo de decisién humana, como lo asumen incuestionablemente los eruditos liberales (y como lo asevera en forma implicita la Iglesia Romana en su autocontra- dictoria afirmacién: “La iglesia es la madre de la Escritura’’), en ese caso tal vez podria establecerse un juego de pruebas mecénicas para determinar cuales escritos aceptar como autorizados y cuales rechazar. Pero si, por otro lado, un Dios soberano ha tomado la iniciativa en la revelacion y en la produccién de un registro inspirado de tal revelacién a través de agentes humanos, no pasa de ser un problema de reconoci- miento de ja cualidad ya inherente por acto divino en los libros asi inspirados. Cuando un nino reconoce a su padre entre una multitud de adultos, no le imparte ninguna nueva cualidad a la paternidad por dicho acto de reconocimiento; simplemente reconoce una relacién ya existente. Lo mismo ocurre con las listas de libros autorizados fijados por los sinodos 0 los concilios eclesiasticos. No le impartieron canoni- cidad a una sola pagina de la Escritura; simplemente reconocieron la divina inspiracién de documentos religiosos que fueron inheren- temente canénicos desde el momento en que fueron compuestos, y formalmente rechazaron otros libros a los que se les habia atribuido una falsa canonicidad. Teortas LiperaLes Sopre et OriGeN Del CANON El anterior andlisis nos ha brindado bases adecuadas sobre las 18. E. J. Young, “The Canon of the Old Testament” (El Canon (sin cursivas) del Antiguo Testamento}, en Revelation and the Bible (La revelacién y la Biblia}, pag. 168. 84 RESENA CRITICA DE UNA INTRODUCCION AL ANTIGUO TESTAMENTO cuales evaluar la posicion sustentada por la alta critica standard, referi- da a la evolucién del canon hebreo, Los que no toman en serio la pretension de la propia Biblia de que es la unica revelacién inspirada de la voluntad de Dios necesariamente deberén buscar una explicacién mas racionalista y natural sobre el origen de estos libros. Debido a sus presupuestos antisobrenaturales, deben ser consecuentes con sus pro- pios principios filoséficos y rechazar todos los datos biblicos que seria- lan hacia una directa revelacion de Dios. Asi, por ejemplo, el Pen- tateuco afirma frecuentemente que “Habl6 Jehova a Moisés diciendo: Dia los hijos de Israel que . . .” Pero los eruditos que no creen que Dios hubiera podido hablar personal e inteligiblemente a Moisés (ni a nin- gan otro hombre), estan obligados a rechazar, como legendaria, toda afirmacion biblica similar. También deben rechazar la informacién que dice que Moisés escribié una copia de la Tora y se la entregé a los sacerdotes que Ilevaban el arca del pacto (Deuteronomio 31:9, 26). Lo mismo cabe decir de las numerosas referencias a una ley escrita por Moisés que figuran en el libro de Josué (p. ej., 1:8 y también 8:32; este tiltimo pasaje afirma que Josué hizo inscribir la Tora en una estela de piedra para que pudiera leerla el pueblo). Como historicas han de ser tomadas solamente las referencias a un texto de la Tora que concuerde con presupuestos racionalistas. La hipdtesis sobre el desarrollo (cf. capitulos 11 y 12 de esta obra} y la teorfa documental del Pentateuco seran explicadas en detalle mds adelante, pero por el momento debe bastar un breve resumen sobre la teoria critica del canon. Los eruditos liberales explican la triple division del canon hebreo (es decir Tora, Profetas y Kethtbim) como el resultado tres etapas separadas en la composicion de los diversos libros propiamente dichos. Es decir, la Tora emano de sucesivos agregados que comenzaron en el afio 850 a. de J.C. (el mas antiguo documento escrito}, combinados con un documento posterior entre 750 y 650 a. de J.C.; luego, en la 6poca de Ja reforma de Josias, el Deuteronomio llega ser la primera unidad del Pentateuco en adquirir canonicidad, siendo formalmente aceptado tan- to por los reyes como por el pueblo (2 Reyes 23). Durante el exilio babilénico (587-539 a. de J.C.), bajo la inspiracion de Ezequiel, autores leviticos escribieron el ritual y las secciones correspondientes a los sacerdotes, y su actividad se prolong6 hasta los tiempos de Esdras, que era uno de ellos. (Nehem/fas 8:1-8 relata la primera lectura que se hizo de toda la Tora, como “el libro de la ley de Moisés” algunas partes de la cual habian sido recientemente terminadas, y todas ellas habian sido escritas por lo menos 500 afos después de la muerte de Moisés). El auditorio de Esdras estaba de algtin modo convencido de que estos cinco libros de origen o extraccién mezclada y espuria eran de verdad el producto de la pluma de Moisés y conten{an la autorizada Palabra de Dios. Asi que le impartieron canonicidad a la primera divisién del Ex Canon pet. ANtiIGUO TESTAMENTO 85 Antiguo Testamento, en el afio 444 a. de J.C. En lo que respecta a la segunda divisién, es decir a los profetas, fueron gradualmente reunidos en una lista autorizada entre los afios 300 y 200 a. de J.C. No pudo haber sido mucho antes de esa fecha porque (de acuerdo con Ia teorfa sustentada por la alta critica) ciertas partes de Isafas, Joel, Zacarias y otros, no fueron escritas hasta el siglo Il a. de J.C. (Algunos eruditos, como Duhm, insistieron en que ciertas porciones de Isaias no fueron compuestas hasta el segundo 0 el primer siglo a. de J.C.) De ahf que la segunda divisién alcanz6 estado canénico bajo circunstancias desconocidas, en un Ingar desconocido, en una 6poca desconocida, pero aproximadamente el afio 200 a. de J. En cuanto a la tercera divisién, los Kethabim o escritos no fueron recopilados (y la mayorfa ni siquiera escritos) hasta mucho tiempo después de haber comenzado la recopilacién de los profetas. Puesto que Daniel, segtin la critica literaria, fue escrito alrededor del afio 168 a. de J.C., los Kethabim no pudieron haber sido recopilados mucho antes del aio 150 a. de J.C., ya que eran necesarias por lo menos un par de décadas para que un libro adquiriera estatura canénica. Se logré in- dudablemente una canonizacién preliminar o tentativa de este tercer grupo de libros, entre los alos 150 y 100 a. de J.C., pero la ratificaci6n final fue diferida hasta el hipotético Concilio de Jamnia, en el afio 90 d. de J.C. Tal es la explicacion usual sobre la formacién del canon en los circulos liberales hoy en dia. Aceptadas sus conjeturas y su metodolo- gia critica, pareciera una explicacién razonable. En cambio, si se de- muestra que las fechas que les han asignado a ciertas porciones del Antiguo Testamento, como posteriores al siglo V, no tienen asidero (como procurarén demostrarlo los proximos capitulos)}, entonces toda esta teorfa de] canon debe ser abandonada en favor del testimonio que dan las propias Escrituras. Los autores biblicos indican, con meridiana claridad, cada vez que se plantea la cuestion, que los diversos libros de la Biblia fueron canénicos desde el momento en que fueron escritos, en virtud de la autoridad divina (“Habl6 Jehové diciendo”) que los respal- da, y los libros recibieron inmediata aceptacién y reconocimiento de parte de los fieles tan pronto como se enteraron de los escritos. En cuanto a la Tora, Deuteronomio 31:9 nos dice que una copia autorizada fue puesta en el arca poco antes de la muerte de Moisés, en el afio 1405 a. de J.C. (o un poco mas tarde si se adopta la teorfa de una fecha tardia para el Exodo, cf. Capitulo 16 de esta obra). En ninguna parte se nos dice en qué momento fueron reunidas en una sola divisién principal las tres secciones de los profetas (profetas anteriores, profetas mayores y profetas menores). Si Malaquias fue el ultimo libro de este 19. Pfeiffer, pag. 15 86 ReseNa Critica DE UNA INTRODUCCION AL ANTIGUO TESTAMENTO. grupo, la canonizacién de toda la secci6n dificilmente hubiera podido ocurrir hasta alrededor del afio 400 a. de J.C. El criterio para establecer cuéles libros pertenecieron a los profetas pudo haber sido el de su paternidad literaria. Todos fueron compuestos por los autorizados in- térpretes de la ley que pertenecian a la orden de los profetas (de acuer- do con Deuteronomio 18) y transmitieron sus mensajes directamente de Dios o escribieron un relato de la historia de Israel con la perspectiva de Dios (Jueces, Samuel y Reyes). Respecto de la tercera divisién, los escritos, es obvio que todos los libros inspirados que no pertenecfan a ninguno de los dos primeros grupos, fueron incorporados alli. Lo Gnico que tenian en comiin era que no fueron escritos por autores humanos que pertenecieran a la orden de los profetas. Asi, los rabinos posteriores asignaron las memorias de Daniel a los Kethibim, porque él era un funcionario civil y no per- tenecfa a la orden de los profetas. Cierto es que él, tanto como David y Salomon poseian un don profético, pero a ninguno de esos personajes Jehova los ungié como profetas. El mismo status no profético caracte- riz6 a los anénimos autores de Job y Ester, y lo mismo cabe decir del gobernador Nehemias y del escriba Esdras. (Ya vimos que Lamenta- ciones, que fue escrito por Jeremias, originalmente estuvo incluido entre los profetas.) Pero no puede plantearse cuestién alguna de orden cronolégico en lo que se refiere a los grupos segundo y tercero. Gran parte del material de los Kethibim fue escrito antes de los primeros escritos de los profetas. Las unidades de cada divisién fueron formadas més 0 menos contempordneamente, y asignadas més tarde a cada grupo: los profetas y los escritos, sobre la base de la paternidad lite- raria. Aunque actualmente ignoramos quiénes fueron los autores de Josué, Jueces, Samuel o Reyes, el punto de vista de los autores—como aun los criticos liberales lo aceptan—es un punto de vista conse- cuentemente profético.

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