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Captruto 2 jRevolucion! BL fin del orden colonial, lax gnerras de independencia y una larga discordia (1806-1852) A fines del siglo XVIII una ola de revoluciones sacudi6 Europa y Amé- rica, abriendo una era de disturbios y grandes cambios que se prolon- garia durante déeadas. Varias colonias briténieas de América del Norte hicieron la suya y se independizaron de Inglaterra en 1776. Francia tuyo su gran revoluciGn en 1789 y en los affos siguientes la exports a otros paises europeos. Fl ejemplo norteamericano fue importante para los franceses, cuyas aeciones a su ves inspiraron a los esclavos de su colonia de Santo Domingo —hoy Haiti—a hacer su propia revolucién, que comenz6 en 1791 y condujoa la declaracion de independencia en 1804, Fue la precursora en América Latina y la primera de contenido antirracista, A partir de 1810, casi toda Hispancamérica se vio envuelta en r voluciones, en las que también resonaron los ejemplos e ideas de las precedentes, Ouras rebeliones locales se sumaron en diversas partes de Europa y también en Brasil. Cada revolucién tuvo sus motivos particulares, pero algunas ideas novedosas las conectaban. Cada una a su medo plantes el problema del autogobierno y del derecho de las personas a decidir el mejor modo le organizar la sociedad. Aunque no todos coincidian en los aleances que debia tener, se abrieron. camino nociones sobre la igualdad entre los hombres (incluso se plante6 incipientemente Ia igualdad para las mujeres) y se cuestionaran los privilegios de nacimiento, Tambiés difundié Ip idea de que existian derechos humanos inalienables que 2 Ezzquint Apawovsny ningtin soberano podia afectar. En muchos casos se puso sobre el ta- pete la cuestidn de la soberanfa popular y del modo de ampliarla, si era preciso, climinando el poder de reyes y nobles. La conexidn entre politica y religién —en particular, la idea de que la soberania de los monareas era de origen divino— fue profundamente cuestionada ‘raidas por viajeros y por los marineros que tocaban sus costas, las nuevas ideas y lis noticas sobre los disturbios revolucionarios llega~ ron rpidamente al Rio de la Plata, donde se fueron entrelazando eon Ia tradicién de resistencias locales, que ya era bien importante. Para esa época, ls reformas borbbnicas habian facilitado la circulacién de ideas racionalistas y cierta ampliacin de la educacién, al menos para los hijos de las clases acomodadas, para quienes se crearon unas pocas escuelas. En 1779, Buenos Aires tuvo su primera imprenta (tnica en el territorio de la actual Argentina durante el resto del perfoda colonial), que alimento una modesta circulacién de impresos. A instancias de Ma- uel Belgrano, en 1801 imprimi¢ el primer periédico del virreinato, el Telégrafo Mercantil, en cvyas paginas hubo lugar para algunas de las novedades intelectuales de la época. Belgrano era hijo de un opulento comerciante local y habia tomado contacto con ellas entre 1786 y 1793 mientras estudiaba derecho en Espafia, Se familiarizé entonces con las. ideas del liberalismo cconémico, que lo acompasarian el resto de su vida, pero también con otras més radicalizadas, como kas de Rousseau vel abate Raynal Entrado el nuevo siglo, otro joven inquieto pero de menos re- cursos, Mariano Moreno, se vio fuertemente atraido por las ideas iis incendiarine de los franceses, a las que accedié en una biblioteca privada mientras estudiaba derecho en Chuqnisaca. Pero los influjos revolucionarios también vinieron desde abajo, lejos del mundo de la pequena minorfa de los letrados. En uno de los picos de intensidad delos sucesos de Haiti, en 1794, diversos testimonios atestiguaron que os esclavos portefios estaban més insumisos que lo habitual ya circu- lacién de un panfleto de simpatfa por los haitianos fue motivo de gean temor entre las clases acomodadas. Se inicié una investigaein judicial ¥; por precaucidn, se prohibié el ingreso de esclavos procedentes de colonias francesas, Historia de be Argenina 33 Las Invasiones inglesas El clima que preparé el terreno para [a revoluci6n rioplatense estuvo utrido también por la pérdida de legitimidad de las autoridades co- loniales y por las experiencias de organizacién popular que en Buenos Aires siguieron a un hecho inesperado: las Invasiones inglesas. Para fines del siglo XVIII la afirmacién del predominio imperial britinico ven‘a causando dificultades en el Rio de la Plata. Primero fue el bloquco naval que realizaron sobre los puettos europeos, que corté abruptamente el intercambio comercial con Espaiia, En 1806 y 1807 se sumaron dos invasiones inglesas sobre la capital del virreinato, a la que vefan como una excelente cabeza de playa para afirmar su dominio sobre la regién. En el primer episodio, une flota con mil quinientes hombres con siguié con pocas dificultades ocupar Buenos Aires, El virrey Refael de Sobremonte no solo no logré organizar una defensa efectivs, sino que en lngar de eso huyé a Cérdoba, mientras que el resto de los funcionarios coloniales —el Consulado, la Audiencia y el Obispado— reconocieron ripidamente la autorided de los invasores. A pesat de esa defecci6n, la resistencia pronto se zctivé en reas rurales y en la ciudad, con impor- ante participacién de sectores populares (incluyendo mujeres, como th famosa tucumana Manuela Pedraza, que combatié cuerpo a cuerpo contra los invasores). Santiago de Liniers, un oficial francés que traba~ jaba al servicio de Ia Corona espafiola, organiz6 desde Ia Banda Oriental diel Uruguay una fuerza de soldados y milicianos que marché sobre la capital y finalmente consigui liberark Los ingleses volvieron a intentar la invasién en 1807, ahora con més de ocho mil hombres, y otra vez no fueron las autoridades coloniales sino la resistencia urbana coordinada a través del Cahildo lo que con- vigui6 repelerles. Los combates fueron durisimos en las calles portefias y dejaron unas dos mil bajas de cada lado. Quienes no combetian fron talmente en el terreno arrojaban desde las terrazas todo lo que tenfan a nano para herie a los invasores. De nuevo los sectores plebeyos fueron protigonistas; Incluso se permiti6 participar en Ia lucha a un grupo de cselavos munidos de armas blan La inoperancia que hal rato colonial dispar6 ‘cambios politicos inédlitos, Una vex derrotados los invasores en 1806, tuna muttitud de varios wiles Ke aprupé en oeasidn de vin «cabil demostrado el apa 4 Ryrouie ApaMovsey abierto» y exigié al virrey que diera todo el mando militar a Liniers, héroe de la Reconquista. Sobremonte no acept6 y se refugid en Mon- tevideo. Mientras tanto, Liniers asumié de hecho la funciéa para la que se lo proponia y se dedicé de inmediato a organizar milicias voluntarias en las que se integr6 un 30% de los varones adultos de la ciudad, que fueron cruciales para defenderla durante la segunda intentona inglesa, tras la cual el Cabildo decidié directamente remover a Sobremonte de su cargo. La Corona legaliz6 tiempo después lo ocurrido y designé a Liniers como mevo virrey. Sin embargo, quedaba en pie un hecho sustancial: la poblacién ha- bia desufiado la jerarquia colonial, habia repudiado al representante del rey y habia impuesto nuevas autoridades por sf misma. Y tanto 0 mis importante: la ciudad habia organizado milicias masivas en las que no solo participaba la parte «respetable> (los considerados «vecinos») sino también las castas, con cuerpos especiales de indios, pardos y morenos. Acllas se les pagé un salario, que cra de un nivel algo superior a lo que las personas de clase subalterna podian cobrat en otros trabajos. Los gastos fueron solventados con contribuciones de los sectores més ricos, Ademis, se habfa dado a los milicianos el derecho # elegir quiénes serfan sus oficiales al mando. De esta manera, la emergencia interfirid con las jerarquias pol sociales, castrenses y raciales que organizahan Ia vida colonial. La mo= vilizacion militar de los de abajo, el peso politico que adquirieron las rilicias y sus referentes intermedios, el desprestigio del aparato colonial y el clima de deliberacién popular que las Invasiones inglesas activaron. fueron un precedente crucial en los sucesos por venir. Aunque no se cuestioné la autoridad del rey, prepararon el clima y algunos de los recursos organizativos que nutrieron Ia revolucién que sf lo haria mis adelante. La ola revolucionaria en Espafta Pero el abrupto fin de la Colonia solo se entiende en el contexto de las rebeliones y guerras que se sucedieron en suelo espaitol luego de 1808 y que hicieron tambalear a la monarquia ibériea, Para entonces, Napoleon Bonaparte estaba Hevende fier de cia, por la fi Historia dela Argentina 55 11 Revoluci6n francesa. En 1808, sus tropas ocuparon Espana, lo que avivé un movimiento de resistencia a los invasores que se combind con el descontento que habia contra el rey Carlos IV. Una sublevacién po- ular lo forz6 a abdicar en favor de su hijo Fernando VIT, que estaba vinculado con los rebeldes. Rapido de reflejas, Napoleon aprovechs la confusién e invité a ambos a una reunién del otrolado de ha frontera con Francia, en teoria para solucionar sus desavenencias, Pero una vez alli, oblig6 a ambos a abdicar en su favor, tras lo cual designé a su hermano José Bonaparte como auevo rey de Espaiia, Carlos y Femando serfan mantenidos en cautiverio. La movida de Napoledn desaté una erisis politica sin precedentes seguida de una guerra de liberacién que daré seis afios. Varias ciudades cspaiiolas se sublevaron y proclamaron fidelidad a Fernando VIT. Pero como el rey estaba cuscnte, decidieron establecer Juntas de representan- tes que retomarian el ejercicio de la autoridad en su nombre hasta tanto el regresara, En septiembre de 1808 confluyeron en una Junta Central que debié desplazarse por diferentes localidades (entre ellas, Sevilla) ante la amenaza de los ejércitos napoleénicos. En enero de 1809, esa Junta declaré que los tertitorios americanes no eran «colonias» sino tina parte més de la monarquia espatiola, por lo que se invitaba a los pueblos del nuevo continente a elegir representantes y enviarlos, Pero ® comicnzos de 1810, acorralada, la Junta se autodisolvi6 y dejé a car goa un Consejo de Regencia de solo cinco personas, que se resguardé en la ciudad de Cadiz, asediada por los franceses, Para el movimiento juntista fue el punto de menor legitimidad: las Juntas tenian al menos In de ser expresi6n de las ciudades, pero era dificil pretender que esas ‘ineo personas tuvieran credenciales para gobernar en nombre de todos. En su extrema debilidad, el Consejo de Regencia se vio forzado a convocar a diputados de toda Ia peninsula « constituirse en Cortes Ge~ nerales, Una vez. reunidos los representantes electos, se declararon en ‘\samblea Constituyente, y en 1812 promulgaron una constitucién, la primera que tavo Espafia, de orientacién liberal, La nueva carta opté por a monarquia constitucional como forma de gobiemo. Establecié que la soberania ya no pertenecta al rey sino a ala naciém y que un parlamento elegido por sufragio masculino universal indirecto limitaria en adelante el poder del monarea. A las colonias se las considers parte de la nacién, aunque estarfan muy’ subs en el parlamento, F pesentadas en Joy asientos que les tocarian ems eon ind w clogiry chi vista de los sucesos, no 4 se srobernados por un avirrey frances. 56 Bznquies Avamovsny representantes. Algunos de los dominios americanos llegaron a hacerlo, pero la experiencia duré poco. i Restablecido en su trono por un Napoleén en franco declive, Fer nando VII regres6 a Espaiia en marzo de 1814 decidido a acabar con el movimiento juntista, al menos en sus sectores més progresivos. La Constituci6n de Cadizy el parlamento fueron suprimidos. Restituido en el trono, reiné demanera absolutista hasta su muerte en 1833 y mantuvo varias iniciativas para aplastar el movimiento revolucionario en América. Pero la inestabilidad politica més 0 menos constante que sufti6 en la propia peninsula limits severamente esa empresa Cada uno de los vaivenes de la situacién en Espaiia tuvo repercu- siones directas en los dominios americanos; abrieron ventanas de opor~ tunidad 0 presentaron nubarrones amenezantes que afectaron el curso de la revolucién. La Revolucién en Buenos Aires En julio de 1808, lox barcos trajeron a Buenos Aires, tds juntas, las noticias de las sublevaciones en Espafia, de la abdicacién de Carlos IV y_ de acaptura del Fernando VIL Estapetactas, lasautoridades de laciudad juraron fdelidad a Pernendo, pero en la otrs orilla del Plata sucedié algo que anticipaba los problemas por venir: Montevideo formé una Junta que,a imitaci6n de las de la peninsula, se declaré en custodia de los de~ rechos del rey prisionero. Se ponfa asf en pie de igualdad con las demas juntas, lo que en la préctica significaba que se sustrafa ala outoridad de Buenos Aires y del vierey Liniers. Se abrfa entonces una caja de Pandora que costaria décadss cerrar: sin la legitimidad del rey por detrés, ya nadie sabfa a ciencia cierta quién tenia derecho a mandar sobre quién. Por lo pronto, Buenos Aires se convirtié en un hervidero de intrigas politicas, Para ssegurarse la lealtad local, llegaron emisarios de todas las partes en disputa, desde los de Nepoleén hasta los que mandaba la ambi- ciosa infant Carlota de Borbon, esposa del principe regente de Portugal (por entonces refugiado en Brasil), quien, por ser hermana de Fernando VII, se oftecia como custorlia de a legitimidad dindstien Los vecinos notables, en especial los peninsulares, aprovecharon para avanizar con= tra Liniers, que nunca habia sido de su agrado, argummentande que, Historia de la Argentina 37 A comienzos de 1809 exigieron su remuncia en nombre de una Junta validada por el Cabildo. Pero el virrey consiguié desbaratar el intento con apoyo de las milicias. Sualegria daré poco, porque en febrero de ese afio la Junta Central designs como nuevo virrey a Baltasar Hidalgo de Cisneros, quien fue bien recibido en Montevideo (que disolvié su Junta) y a desgano en Buenos Aires, donde perduraba el afecto por el héroe de la lucha contra los ingleses. La convocatoria a enviar diputados a Espafia puso en mar- cha un inédito proceso electoral en el que participaron los «vecinos» a través de sus cabildos en ciudades como La Rioja, Corrientes, Montevi- «deo y Santa Fe, Buenos Aires, en cambio, se demor6 y de todos modos los diputados que legaron a ser electos no alcanzarian a participar en las Cortes Ese mismo afio comen7é 2 notarse otra dingmica que marcatfa los tiempos venideros: Ia posibilidad de quella virtual acefalia abriera canales dle participacién popular que se volvieran en contra de las élites locales. En julio de 1809, un cabildo abicrto en la ciudad altoperuana de La Paz constituy6 una Junta que, como la de Montevideo del afio anterior; de- claré que no se someteria a otra autoridad que no fuese la del rey. Pero on este caso la encabezaba un mestizo rechazado por los notables de la ciudad. Fue necesario que Lima y Buenos Aires enviaran tropas para poner fin a esa experiencia, Las autoridades coloniales tuvieron problemas atin més serios cuan= do l Consejo de Regencia reemplaz6 a la Junta a comienzos de 1810. Algunas ciudades americanas Montevideo, Lima, México— lo re- conocieron, pero en otras se abrié camino un renovado movimiento juntista que sustituyé a los fancionarios coloniales, siempre en nombre le Fernando VIL Es lo que sucedié en Caracas, Buenos Aires, Bogoti, Santiago de Chile o Quito. Ta noticia de la disolucién de la Junta Central llegé a Buenos Aires cl 18 de mayo ¢ impacté en el poder de Cisneros. La opinién de los vecinos se fue orientando en su contra: exigieron un cabildo abierto, que se celebré el 22 y definié que habria que elegir una Junta que lo reemplazara. Dos dias més tarde, Cisneros intenté una jugada de iltimo Momento, cuando propuso una junta que lo tuviera a él mismo como presidente, La opei6n tue rechazada por presidn de las milicis y cl 25 ile mayo, con una multiucl fuera del cabildlo, se formé una Junta que ‘sumié el gobierno, Sus neve miembros pertenecian ciertamente a las sn Ezeoute: Apampvsey clayey sdecentes», pero tenfan una participacién destacida aquellos que habjan ganado influencia a través de la milicia 0 en el periodismmo. Desde el comienzo estuvo dividida en dos tendencias: la moderada, encabezada por el presidente Cornelio Saavedra, quien tenia el apoyo de las milicias, y la encarnada por el secretario, Mariano Moreno, més radicalizada y apoyada en los grupos letrades.Ente los demas micmbros se destacaban Manuel Belgrano y Juan José Castelli, Mas tarde se la conocerfa como «Primera Junta de Gobierno Patrio». Los propios actores identificaron pronto lo que acababan de ha- cer comio una «tevoluci6n>, le Revolucién de Mayo. Sin embargo, en ese momento no se diseutié Ia cuestién de la independencia ni mucho menos la eliminacién de la figuea del rey. Como las otras juntas, la de ‘Buenos Aires asumi6 el poder en nombre de Fernando, segtin un antiguo principio que indicaba que, si por algdin motivo el monarca fatabs, la soberanfa regresaba al pueblo, La palabra «pueblo» tenfa en esa época unsentido distinto al que le damos hoy. No referfa al conjunto de la po- blacién, sino ala ciudad, a cada una, como corporacion con instituciones propias y como cuerpo de «vecinos». Si el rey faltaba, entonces la sobe~ ranfa debia volver a «los pueblos». Pero en el territorio colonial no es- taba claro emo se aplieaba ese principio, porque los pueblos formaban parte de intendencias que tenian gobernadores y ciudades eabecera que mandaban sobre ellos; estas, a su vez, dependfan administrativamente dela capital, zCudles podfan, enconces, rewomar la soberanfa? Sole las que eran cabecera? ;Cualquiera que tuviese un eabildo? Sila respuesta era . Artigas y la Liga de los Pueblos Libres Las dliscusiones en la Asamblea habian sido Algidas en particular en el punto de la organizacion territorial. Un grupo propiciaba un gobierno centralizado con una soberanfa tinica e indivisa sobre todo el territorio, mientras que la otra tendeneia, que comenz6 a llamarse «feclerab>, bus= caba un ordenamiento en el que las pravincias retuyieran su soberania, al menos en parte. Entre estos itimos habia diferentes planteamitentos, nio siempre delimitaclos con claridad. Alyunos apuntabiiy «lo que serfa una organizacién confederal, que implica la salvaranta eh tnancs de las Historia de ba Argentina 65 provincias y un poder central con muy poces atribueiones (las relacio- nes exteriores y poco més que eso), Otros tenfan en mente més bien un modelo federal, con un gobierno central fuerte que, sin embargo, dejaba paca las provinciasamplias autonomias. En la Asamblea dominaban fuer- temente los grupos centralistas portefios y Ja cuestién no fue saldada El problema de las jerarquies tercitoriales aparecié de manera pa- tente en el amargo desacaerdo que terminé enfrentando a Artigas con el gobierno portefio. El caudillo se habfa mostrado dispuesto a sumarse «a Asamblea, pero bajo condicién de que pudiese mandar un nimero mayor de diputados y de que la futura constituci6n fuese confederal Querfa que la Banda Oriental del Uraguay conservara su autonomia y que la capital no fuese Buenos Aires. Como sus demandas eran para ellas inaceptables, las autoridades porteias rechazaron a los diputados que ceavid y lo declararon traidor. Artigas, por su parte, rompié relaciones. En suelo uruguayo y entrerriano, ademds, el artiguismo se venia desarrollando como ua movimiento de base raral con una impronta po- pular e igualitarista que preocupaba a las clases «decentes». Eta deci ‘Jamente republicano y promovia la participacién politica de los gauchos y de los indios. Artigas proclamé en 1815, durante su breve gobierno en Montevideo, que a quienes tuvieran la lealtad politica opuesta, incluso si eran nacidos en América. Los manifestantes se presentaron ademas como «el pueblo», con lo que empujaban en un sentido més democratico y moderno el sentido que esa palabra tenfa hasta entonces, El «pueblo» no remitia solo a los veeinos con sus cor- poraciones urbanas, sino a [a totalidad de los varones libres. En los afios siguientes hubo otras importantes movilizaciones popu- lares, como la que provocé ls caida del Triunvirato en octubre de 1812 ola de Alvear en 1815. La de 1820 contra el regreso de los directoriales fue especialmente fuerte y plebeya, lo que aterr6 alas clases «. La represi6n requirié la presencia de las milicias rurales y concluyé con mas de trescientos muertos. En todas estas movilizaciones hubo refe~ rentes intermedios, organizadares politicos a los que se llamé «tribunos de la plebe>, que adquirieron gran importancia. Varios fueron jefes de tnilicia 0 pulperos. Las clases bajas rurales también cobraron un protagonismo nove- doso, Se nots especialmente en el actiguismo, que se apoyd en huestes de gauichos y de pequefios productores armados. Fin Fntie Ios y en la Banda Oriental se us6 imera vex hn palabra sanontanenys» doseribir a esas fuer Historia de la Argentina 7 cllas las que aportaron el tono igualicarista que tuvo el movimiento, expresado en su famaso lema: «Naides mas que naides» ‘También en Salta la movilizacién de paisanos de diversos orfgenes €tnicos condujo a la radicalizacién de la vida politica, especialmente cuando pequefios propietarios, arrendatarios y peones comenzaron a al- canzar el grado de oficiales. Posiblemente invirtiendo la earge del insulto que les lanzaban Jos realistas, que los llamaron «gatichos», esos grupos hicieron propia esa palabra, hasta entonces poco usada en el norte, y la transformaron en un nombre y una identidad que los unificaba, Eran auchos petriotas. Gllemes la oficializ6 al erear su famosa Divisién de Gauchos de Linea Infernales. Por sus servicios, los gauchos de Giiemes obravieron algunas concesiones importantes, como el dezecho a dejar tle pagar arriendos o de brindar servicios.a los terratenientes,y el «fuero tnilitar» que les permitfa tomarse algunas atribuciones, como faenar ganado de los hacendados sin pedir permiso y sin cemer castigos, Por motivos como esos las lites seltefias detestacon a ellos y a su protector Giiemes, a quien trataron de quitar de la escena varias veces. En 1921 incluso lo derrocaron brevemente, pero la accion decisiva de sus gauchos lo repuso en su cargo. Dur6 poco allf: moricfa ese mismo ato durante una sorpresiva incursién de los realistas Los indigenas participaron activamente de las guerras de indepen- dlencia y enambos bandos (en algunos casos también armaron fuerzas de autodefensa para protegerse de los dos). Los caciques aportaron miles Je los soldados con los que bajaban les cjércitos realistaslimeiios, Nada extraio hay en ello: desde el punto de vista de los pueblos originarios no era para nada obvio que la vida seria mejor si eran gohernados direc tamente por ls élies locales, que los oprimirian sin la mediaci6n de los funcionatios del rey. De hecho, como veremes, las hostilidades contra los indios se acentuarfan durante el perfodo independiente. Algunos de Jos logros de la Revolucién, como la igualdad ante Ja ley, trajeron para \lojicamente nuevas amenazas para la supervivencia de las comunidades, porque motivaron la disgregaciGn de los «pueblos de indios» o el fin ‘Jelos derechos comunales sobre la tierra, La abolicién del ributo cier= tumente los heneficiaba, pero en lugares como Jujuy fue reintroducido con otro nombre («contribucién indigenal») y todavia en la década de rf pws con riots, En algunas batallas sn ayuda fae decisis a jj idinanbniaens Cordoba 6 Salta se formaron en 1811 mil paron y wrenos 7 Ezeouiet Aawoysky Gliemes habfa muchos indigenas. Los de la Puna se sumaron en buena cantidad y en el Alto Pera fueron legién (alli sobrevivi6 por aiios la leyenda de un fueron algunas de las nuevas palabras clave, «Pueblo» fue otra, con ese uso expansivo que fue deslizindose hacia su sentido modemo: el sujeto politico compuesto por todos los varones libres. Ese sujeto, sin embargo, todavia no era el «pueblo ar- xentino». Todos deefan pelear por la «patria», pero en esta época,como en la colonia, Ja palabra todavia remitie al pago chico. La «patria» con tn que eada cual se identificaba era el lugar de nacimiento: se era cor- dobés, tucumano, mendocino, portefio; no todavia «argentino», Pero 2 suvez era una spatriae politizaca, que iba mis alli del terrafio natal: se congetaba con Ia naei6n que formaban todos los americans en Ivcha contra Jos realisiay; Habip allfun nosotros» en revolucién, i 16 Frroures Apamovsxy Desde muy temprano esa comunidad politica revolucionaria inven- 16 ceremonias, celebraciones y emblemas para asegurar su cohesin. A partirde 1811, cada 25 de mayo se festejaron las Fiestas Mayas.con gran entusiasmo popular (més adelante se sumaron las Fiestas Julias en cada aniversario de la Independencia). En 1812, Belgrano i26 por primera vez una bandera celeste y blanca para distinguir a sus tropas, posiblemente retomando colores de la casa de Borbén. La Asamblea del aio XIII instauré al afio siguiente el uso del emblema que hoy se reconoce como eseurlo nacional, cuyo disefio fue copiado de otro que utilizaban los jnco- binos en Francia, y ordené que se compusiera una «marcha patridtica» {que luego serfa el Himno Nacionsl. En fin, la experiencia de la Revolucién y la guerra habfa conectado a personas de mundos que antes no se tocaban: blancos pobres, negros, indigenas, mezclados con oficiales de las clases «cecentes», aunados en su comiin oposicién a los realistas. Sin lugar a dudas, ese «nosotros» inicial, sa primera comunidad politica, serfa fundamental para que sur= giera, mgs adelante, un «nosotros argentino». Incluso si ya se notaban ppor entonces divisiones internas, como la quese evidenciaha en el fuerte antiportenismo que aparecié en las provincias (correlato del obstinado porteitismo de los portefios). La Revolucién produjo otros cambios significativos en la cultura, En 1810 la tinica imprenta que habia en la regién quedé en manos de patriotas, quienes le dieron un uso febril. La palabra impresa comenz6 a circular por primera vez con profusién en el Rio de la Plata, La cireu= lacién de impresos fuc por entonces mayor que en ninguna otra zona. de Amériea Latina. Los ideres politicos, que buseaban Hegar al bajo. pueblo, indicaban expresamente que fuesen leidos en voz alta para los analfabetos, que eran la abrumadora mayoria. Los habitantes del comin participaban de la cultura impresa, lefan 0 se hacfan leer las gacetas, las usaban para justificar sus demandas o para definir cus lealtades. Fue el primer encuentro entre la letra impresa y el mundo oral propio de las clases populares. Ese encuentro traeria toda clase de consecuencias en. el fucuro, pero por lo pronto alumbré en la zona del Rio dela Plata una manifestaci6n cultural sorprendente. Se la Ila 16 spoesta gauchescar y fue la primera expresi6n literaria de tono distintivamente local Suprimer cultor conocido fu de origen modesto, hijo de port Historia dela Argentina 7 y en verso para exponer sus visiones sobre le actualidad por medio de ~cielitos» —una forma de cancién bailable muy popular ea la época—o en diglogos con algiin otro personaje, Hidalgo las publicaba impresas, pero sus poesias estaban escritas en estilo oral y con vocablos propios de] habla rural rioplatense, con sus versiones corrompidas del castellano estindar. Es decir, hablaba un gaucho, en estilo plebeyo y dirigiéndose 2 un pablico que era también popular: Era toda una toma de posicién: signifieabs reivindicar lo local-plebeyo y desafiar incluso la autoridad del idioma de los colonizadores. Mas atin, se suponfa que los personajes de Hidalgo canalizaban Ta voz del pueblo: las primeras poesfas gauchescas que dio a luz reflejaron el entusiasmo por la Revolucién, mientras que lus iltimas, de comienzos de la década de 1820, dejaban ver Ia frustracién y-el desencanto por sus promesas incumplidas. Aunque Hidalgo y otros poetas menos conocidos pertenecfan al mundo letrado, sin dudes combinaron los saberes que de allf trafan con las tradiciones orales de los «payadores» y con las propias canciones que cantaban los paisanos pobres que peleaban contra los realistas. El yénero gauchesco nacié asi en el punto de encuentro entre la palabra ulcl mundo «culto», que bajaba en busca del apoyo populas, y las voces populares que se hacfan escuchar como parte del clima revolucionario. La voz popular y la reivindicacién de una figura como la del gaucho, antes despreciada, se filtraron asi, mediadas por escritores letrados, en { nacimiento de una literatura nacional, ‘Todo indica que esos rasgos le permiticron a la poesia gauchesca llegar ampliamente « un puiblieo de condicién modesta, que la escuchaba leida por otros en pulperfas, postas y mercados y en ocasiones las memorizabe. No hay nada que se le com- pate en esos aftos en América Latina. La literatura con color local llego al Rio de la Plata antes que a otras regiones y en un momento en el que no existfa todavia nade parecido a una literatura nacional «culta». Y lo notable es que lo hizo entrelazéndose con la vaz plebeya y con la politica Todo eso tendria profundas consecuencias en el desarrollo posterior de Ja cultura argentina Finalmente, estuvieron los cambios econémicos, que fueron dramé- ticos. La pérdida del Alto Perd significé nada menos que la desestruc~ én completa dle una economia que hasta entonces habia tenido su 1 las minas de placa del cerro Potost. La plata era el 80% de lo que cexportaba Buenoy Aires hasta 1810, Salta y Jujuy se habian orientado casi enteramente a peodveir para el mercado potosino, qu wnbién, Cll 78 Ezequipt ADaMovsky un importante destino de la produccién del resto del pais. Todo cso desaparecié de golpe. ‘Ademis, la guerra tuvo un efectn devastador por varios motivas: por- {que privé de brazos productivos para enviarlosal frente de batalla, porque impuso cxacciones ¢ impuestos extraordinarios para los comerciantes y porque arrasé con el stock ganadero (especialmente en el Noroeste yen las provineias del Litoral) ‘Como suele suceder en las guerras, la destruceion de la riqueza tuvo, paradgjicamente, un efecto positive sobre su distribueién, Comercian- tes, hacendados y ganaderos, obligados a financiar el esfuerzo bélico, sufrieron pérdidas cuantiosas. Las clases populares aportaron lo mis valioso: fueron carne de caiién. Pero quienes no perdieron la vida ac- cedieron a salarios militares, mientras que la escasez. le mano de obra mantuvo los jornales altos. El periodo de la Independencia produjo asi uns disminucién de la desigualdad y un reparto algo més igualitario de a riqueza, que acompafié la mayor apertura politica y la relativa demo- cratizacion de las relaciones sociales Al mismo tiempo, los cambios econémicos trajeron una mayor desi~ gueldad entre las regiones. Sin Potosi, la aduana de Buenos Aires se transformé en la principal fuente de recursos; estimular el libre comer cio fue una opeién financiers obligada. Eso naturalmente refor26 el giro hacia el Adgntico que la economia ya venia experimentando en los tl timos tiempos de la colonia. ¥ por supuesto, todo beneficid més a los portefios que a los habitantes del interior. En estos aitos, Buenos Aires vio erecer su poblacién, mientras que la del resto del passe estaneaba (0 disminuia, como en Santa Fe). Las gobiernas provinciales, por su parte, dependerdn cada ver. mis de la caja de Buenos Aires, Ademis, el giro hacia el oje AtKintico y la guerra con los espaioles consolidé el Ingar de Gran Bretafia como nueva metrépoli comercial. Inglaterra se afianz6 como proveedora de manufactaras y muy pronto también como consumidera de la principal exportacidn, que por aho- ra segufa siendo el cuero. Los comerciantes y la diplomaacia britinicos adquirieron en estos aiios una influencia frente a la cual los débiles gobiernos locales tenian pocas posibilidades de evadirse. Los tejiddos de algodén y otros articulos de ese origen ganaron un lugar dominante en Buenos Aires, aunque todavia no arruinaron a Jay artesantis lel interion, » De todos moos, le nuey 6 Jas dito pontelias, jopulvoras protegidas por los costos del transpor lidad pronto ger a tensiones en Hisioria de la Argentina 9 lel Tibrecambio, y sus pares de provincia, Asf, sila vinculacién con el mercado internacional abrfa nuevas posibilidades econdmicas para la rogién, genersba al mismo tiempo un influjo nocivo que ahondaba dese~ quilibrios regionales, diferencias sociales y desacuerdos politicos Buscando un orden en medio de Ia fragmentacién Por temoral deshorde popular y por el hartazgo dela guerra, la dirigen cia independentista intent6 cerrar el ciclo revolucionario cuanto antes. Fs que el entusiasmo por e! fin de la tutela espaiiola se vio enturbiado por ol temor que le genezabs el protagonismo politico plebeyo. Ya el Es- tatuto promulgado por el Teiunvirato en 1811 proclamaba ka necesidad de imponer «el imperio de las leyes» para controlar «la arbitrariedad popular». Ast planteadas las cosas, parecfa que no se trataba de una legislacidn de o para el pucblo: enfrentados, como si fueran enemigos, estaba de un lado la ley y del otzo, la presencia de lo «popular. A a vez, las autoridades civiles y militares también se habian acostumbrado. 1 insubordinarse cuando no estaban de acuerdo con las decisiones de Ja dirigeneia, El ordenamiento colonial habfa colapsado, cra urgente colocar otro en su lugar. El Congreso de Tucuman se proclamé en 1816 como «fin de la Revolucién, principio del orden». Pero, como vimos, | sito 1820 mare6 el fracaso de todos Los intentos de construirlo, El dercumbe de la autoridad dejaba un territorio fragmentado, sin insti- tuciones conjuntas, con lazos mercantiles que no eran demasiado s6l dos y apenas eonectado por el recuerdo de haber formado parte de un tismo virreinato, Estaba también el incipiente sentido de pertenencia que dejaba el haber librado una revoluci6n triunfance. Pero por ahora tencamaba en una poblacién levantisea y armada que serfa bastante dificil volver a meter en caja. Ya que « nivel central habia sido imposible, el orden comenz6 a abrirse paso primero a escala provincial. Luego de 1820, cada provincia se autoadministré y bused establecer por su cuenta un orden legal, fiscal y politico propio. Toilas eligicron sistemas representativos y republica- suerte fue muy diferente, Asi, Entre Rios suftis ‘nos, pero en esta etapa su una inestabilidad aguda y eronica. Por el contrario, la vecina Corrientes. fue un modelo de orden La mayoria transit6 entre esos dos extremos y los enfrentamientos fieeinges no faltaron, Un patron comin fue que — ne fortalecimniento de una clase de grandes terra env elante 80 Ergqurer Apawavsiy Ja centralizacion que no se habia logrado a escala general avanz6, sin embargo, intermamente. Luego de 1820, todas las provincias abolieron los cabildos de sus ciudades y los reemplazaron por legislaturas que representaban a todo el tervitorio; el espacio rural gan importancia a costa del urbano. La década de 1820 y las subsiguientes estuvieron dominadas por poderosos caudillos provinciales, Su poder se asentaba en su capacidad para construir lealtsdes personales, en su cereania respect del pueblo y en sus habilidades militares. Muchos de ellos habian sido jefes de mili« cias, y en general procedian de las clases acomodadas (aunque también hubo alguno de origen plebeyo). La gran mayorfa adherirfa a la causa federal, pero también los hubo de ideas centralistas. José Félix Aldao en Mendoza, Juan Felipe Ibarra en Santiago del Estero, Facundo Qui- roga en La Rioja, Juan Bautista Bustos en Cordoba, Alejandro Heredia. en Tucumén, Estanislao Lopez en Santa Fe y Juan Manuel de Rosas en Buenos Aires serfan algunas de las figuras dominantes de los afios por venir. Aunque el poder personal de algunos de ellos fue considerable, no necesariamente se alz6 en desmedro dela ley y las instituciones: por el contrario, los caudillos fueron ellos mismos constructores de insti~ cucionalidad en uns tierra que atin carecfa de ella, Yaunque defendie- ron les autonomias provineiales, nunca abandonaron la esperanza de arvibar aalgin ordenamiento interprovincial formal. La convocatoria a un congreso constituyente se mantuvo en el horizonte y las provincias insistieron en que Buenos Aires no se quedara con todos los beneficios del comercio internacional por tener la suerte de ser puerto, Batre los caudillos del Litoral, la libre navegacién de los rfos fue una demanda persistente Dentro de este marco general, Buenos Aires tuvo una experiencia peculiar. Con el control de la aduana, las élies locales se enfocaron en el desarrollo de la provincia, desentendiéndose por el momento de los problemas de las otras regiones. Un llamado «Partido del Orden», de orientacién liberal, agrupé a la dirigencia con mayor apoyo de las clases altas y accedi6 al poder. En su seno se destaco Bernardino Rivadavia, quien promovi6 una serie de profundas reformas que sentaron las bases deun aparato de Estado y de una economia orientada a las exportaciones fanaderas, Por ln Ley de Enfiteusis de 1822 se arrendé tina enorme sie perficie de tierras a largo plazo y a precios bajisinnoy, lo que dio lugar al Historia de la Argentina 81 rendria una gravitacién ineludible, Se instramentaron también politicas para atraer colonos inmigrantes, pero fueron poco exitosas. A partir de estos afios la clase alta portefia se oricnté fandamentalmente hacia la ganaderfa para la exportacién de cueros, y en menor medida a la pro- iiuccién en saladeros, actividades en las que Buenos Aires reemplazé 2 un Litoral arruinado, Todos estos fuctores generaron un mayor interés por la posesién de la tierra, que progresivamente dejé de ser un recurso borato y abundante. Por iniciativa del gobierno, también en 1822 un consorcio de co- merciantes locales y britinicos cre6 el primer banco que hubo en His- panoameérica, el Banco de Descuentos de Buenos Aires, que imprimié papel moneda propio paca reemplazar como circulante a la plata alto- perana (en esos afios también se utilizaron letras londinences para las transacciones comerciales, lo que da le pauta de la importaneia que habia sdguirido Inglaterra) En 1824e firmd un empréstito —el primero de la provincia— con la firma londinense Baring Brothers con el objetivo de financiar obras de infraestructura portuaria. El préstamo se realizaba en medio de tra- tativas con el Imperio britanico para que reconociera la independencia ue las Provincias Unidas, algo crucial por la amenaza espafiola de reeon- qquister la regidn. Londres concederia poco después el reconocimiento bajo condicién de un tratado de libre comercio que los favoreciera. Fl jpréstamo result6 ruinoso: las obras anunciadas nunca se realizaron y Jos intereses se acumularon hasta generar una deuda ocho veces mayor que los fondos recibidos, que al pais le costarfa ochenta aftos terminar de pagar, El Partido del Orden plasmé uns slianza entre politicos liberales, sectores comerciales y ganaderas e intereses financieros y geopoliticos imperialistas que seria perdurable. En lo polftico, las reformas fueron incluso mas profundas. El Cabil- do, protagonista estelar hasta entonces, quedé abolido en 1821; la nueva Legislatura no tuvo en adelante otra instituci Por una disposicién del mismo afio, sus miembros serian elegidos en comicios: la mitad los elegia la ciudad —lo que daba gravitacidn a la insunisa plebe urbana—; pero la otra provendria de la cempaita, donde Jos grandes propietarios tenfan mayor influencia. Asf equilibrados, los logisladores tenfan, entre otras, la tarea de elegir al gobernador. Por ley de 1821, en las eleeciones podian vorar todos los varones libres, Jon social (aunque para presentarse Ezrquine Apsovsny como candidato si habfa que ser propiecario). Fue la primera ley de esas caracteristicas en América Latina y se implementé en un momento en el que en buena parte de Europa los comicios no existian en absoluto © estaban todavia reservados a quienes tuviesen propiedades. Todo un signo de la importaneia que habfe ganado el bajo pueblo como prota- gonista de la politica. Al mismo tiempo que Buenos Aires, Corrientes también concedié derechos ciudadanos amplios y en afios subsiguientes las seguirian el resto de las pravincias (salvo Cérdoba y Tucumsn). Seria inexacto, sin embargo, afitmar que fue una ley de inspiracién democritica o signo de un compromiso férreo con la voluntad popular, Poco antes, en 1817, el Congreso de Tucamén habia establecide que el voto excluirfa a losmas pobres y, como veremos enseguida, hubo en 1826 ‘un nuevo intento en el mismo sentido, «Demoeracia» era un término gue, en estos afios, las ites usaban en sentido negativo para referirse a las asambleas populares, a las précticas de deliberacién callejera y de accién colectiva propias de las clases bajas. Aunque riesgoso, ponerlas a votar por politicos, delegando en ellos las decisiones, era un modo de desactivar esa «amenaza democritica». Por lo demas, habia muchas formas de controlar a los votantes: el voto no era individual ni secreto yllos jueces de paz o los comisarios solfan conducir a grandes grupos de personas alas mess electorales para que manifestaran su preferencia en. forma piblica y registrada por conteo de caberas. Junto con los cambios en la politica hubo todo otro paquete de re- formas judiciales, financieras y cclesidsticas. Entre otras cosas, se ase= garé la libertad de cultos, se fomenté la ensefianza piblica y en 1821 se fund la Universidad de Buenos Aires. Rivadavia dispuso ademas una serie de reglamentaciones orientadas a disciplinar al mundo popular, La reforma militar disminuyé el peso de las milieias y les reorient a la defensa de las fronteras. La capacidad del Partico del Orden de ganar eleceiones quedaria pronto en entredicho con la formacién de un grupo de oposicién, en= cabezado por Manuel Dorrego, que fue ganando el favor popular. Para seducir al electorado, Dorrego vestia al modo de las clases bajas, re- tomaba algunas de sus demandas y fustigaba a los extranjeros ya las clases altas, lo que tenfa gran resonancia entre la plebe portetia, Por contraste, el grupo rivadaviano era percibido como cereano # lis clases nodadas. El despla del Partido del Orden Heyeria Historia deta Argentina 83 los briténicos para conceder e] reconocimiento anhelado. El gobierno portefio convoes a las provineias a un nuevo congreso constitayente, que se reunié en Buenos Aires a fines de 1824. Este congreso definid, entre otras cosas, la creacién del cargo de Presidente de a Naciéa, y « comienzos de 1826 eligié a le persona que tendrfa el honor de ser cl primero, que no fue otra que Rivadavia. Inevitablemente volvi6 a plantearse la cuestién de las relaciones entre poder central y provincizs No solo los diputados porteiios, que tuvieron predominio de entrada, sostuvieron la idea de que fuese un ordenamiento liberal y centralista: tumbién fue apoyada por varios diputados del interior, que vefan en ello un modo de poner coto al poder de sus caudillos locales, Durante el congreso aparecieron ya claramente dos partidos, denominados «Unita rio» y «Federal», lamados a enfrentarse amargamenite, Ambos tuvieron partidarios tanto en el interior como en Buenos Aires. Sin embargo, no fue ese el tinico foco de tensiones. En 1825 el congreso decidié admitir a representantes de Ia Banda Oriental, lo que desaté una inevitable guerra con Brasil, que la consideraba propia. El conflicto bélico, que se extendi6 hasta 1827, produjo descontenco en diiversos seetores. Ademas, Rivadavia empez6 a encontrar resistencias entre las propias clases altas de su provincia —también de las bajas— canndo apoyé la idez de nacionalizar la ciudad de Buenos Aires, lo que (quitar‘a a los portefios el control de Ja aduana. ¥ finalmente estuvo la uestidn de los derechos politicos, Los unitarios propusieron que los mis yobres no taviesen derecho al voto, algo a lo que los federales se opusie~ ron enérgicamente. La Constitucién finalmente se aprobé en diciembre de 1826; establecia la forma de gobierno representativa, republicana y unitaria, Oura novedad fue que adoptaba «Repdblica Argentina» como nuevo nombre, en reemplazo del de Provincias Unidas de Sud América. Fue la primera vez que se usd Argentine como designacién para todo el conjunto, Del latin argentum (plata), «argentinos» se habia empleado originariamente para nombrar a la poblacién adyacente al Rio de la Plata y solo a ella, Que se extendiera ahora a todo el pais era indicative de la ravitacién que los porteaios habian tenido en el congreso. Previsiblemente, el descontento de las provincias habia ido en |ojano Facundo Quiroga se habia convertido 1» (le varias lealtades del interior, descontentas: ismo, que incluyd a Guyo, Gérdoba, aumento, Desde 1825, el en foco de un realineamies con Rivadavia y ¢ centr Santiago del Haken ys por supuesto, La Rioja, y buscaba expandirse i 4 Ezeguine Apamovsky hacia el Litoral. En parte por sv influjo, las provineias fueron quitando apoyo al nuevo presidente y casi todas terminaron rechazando el texto constitucional, que no llegé a aplicarse. A su vez, en 1827, Dorrego, identificado con el partido federal, gané las elecciones bonaerenses y se convirti6 en el nuevo gobernador, desplazando asf al Partido del Orden. Fl golpede gracia para Rivadavia vino dela torpeza con la que su enviado negocié la paz con Brasil. Los términos acordados significaban una humillaci6n total para Ja Argentina, lo que, a mediados de 1827, empujé a la renuncia al efimero presidente. Con él se extinguid el cargo de presidente y también el congreso. Como en 1820, todo poder central colapsé y las provineias quedaron a su arbitvio. Seria el Gltimo intento de unidad hasta 1853, ‘Tras el detrumbe, en 1828 se firmé la paz con Brasil en los términos que proponfa el Imperio britinico, que exigé que la Banda Oriental fuese un pafs independiente. Dos aitos més tarde prommulgé su primera constitucién y adopté como nombre Estado Oriental del Uruguay. El ascenso de Rosas y el Pacto Federal Desplazaos del gobierno, los unitarios portefios apravecharon el re= reso del ejército que combatia en Brasil para volver al poder, golpe de Estado mediante. Con acuerdo de los dirigentes de ese partido, el 1°de diciembre de 1828 una movilizacién militar disolvi6 la Legislacara 1, de manera ilegal, el general Juan Lavalle se proclamé nuevo goberna- dor. Dorrego fue hecho prisionero y ejecutado pocos dias después por orden del mandatario de facto, a instigacién de los unitarios, que rece= aban del apoyo del que gazaba entre las clases populares. El asesinato. caus6 una conmocién en todo el pais: hasta entonces la politica habia estado relativamente libre de ese tipo de violencias, al menos en el nivel dela alta dirigencia. Incsperadamente, la indignacién popular que desats la ejecucién hizo que entrara en escena un actor hasta entonces poco visible en Bue= es: las clases bajas rurales. Un inédito alzamiento espontineo de labradores, pastores y peones, al que también se sumaron indigenas, clectrizé la campana bonaerense, Pelearon prineipalmente en moncone= llas y consigauierean poner #0» al ejéreito que respondia a Lavalle, Fue ol primer aleaiiie a eee my aleestilo de la guerra de gu Gomez José Luis Profesor de Historia, Historia dela Argentina 85 nagnitud y redefinio totalmente los términos de la politica bonaeren- se. Los rebeldes reclamaron a Juan Manuel de Rosas, comandante de campaiia, como jefe y tinico heredero de la popularidad de Dorrego. En retirada, Lavalle negocié con 61 dar un paso al costado. Tras un breve interinato, en diciembre de 1829 la Legislarura eligié a Rosas casi por unanimidad como nuevo gobernador, otorgéndole facultades extraor- dinarias para controlar la inestable situacién (algo que ya habjan tenido gobiernos previos, aunque por tiempo limitado). $e lo saludé entonces como Restaurador de las Leyes. Rosis era un poderoso estanciero, pero se habia ganado la popular~ dad gracias a la relacin de cercania que habia entablado con las clases bajas rurales desde su puesto de comandante de campaiia. Ademés, cono- cfa bien a los indigenas de la zona y hablaba lengua pampa. Catapultado al cargo de gobernador, cultivé también la simpatfa de la plebe urbana y el favor de los ganaderos exportadores, cuya bonanza favorecié, Con sos apoyos, se convertiria en el hombre fuerte de la politica portesia durante los siguientes veinte afios, el primer periodo de algo parecido a In estabilidad desde la Revolucién de Mayo. ‘Tras el fracaso del golpe de Lavalle, el partido unitario perdi6 todo lugar en Buenos Aires, pero no asi en el resto del pais. Otro veterano dela guerra con Brasil, el general José Marfa Paz, consiguié hacerse fuerte en Cérdoba luego de 1829 y desafié desde alla la coalicién que encabezaba Facundo Quiroga. Brillante estratega militar, ese afio y el siguiente repelié exitosamente los ataques del caudillo riojano. Mcdiante alianzas y la persuasion de sus tropas consiguié armar una Liga del Interior de orientacién unitaria que pronto controlé también Mendoza, Catamarca, Santiago del Estero e incluso San Juan y La Rioja Por un momento parecis el ocaso de Quiroga. Pero en respuesta a esa situaci6n, en enero de 1831, Rosas y las provincias del Litoral firmaron. un Paeto Federal que acordaba una serie de obligaciones conjuntas y se comprometian a promover la organizacién nacional cuanto antes. Con ese acuerdo en mano, lanzaron el ataque contra Paz: desde su punto de vista, no habrfa estabilidad ni organizaci6n en canto el unitarisino subsistiese. Bl pats quedaba asi dividido en dos ligas, la Unitaria y la Fedleral, decididas elirninarse la una ala otra Con el refuerv del Litoral, Quiroga recuper6 parte del territorio que habia perdido, Por un golpe tle suerte, en 1831 los aliados consi« uicron tomar prisoners sl mismisimo Pav. sin haberlo derrotado, Sin abn 86 Ezzquiet ADawovsky su lider, la lige unitaria se derrumbé, Los federales obtuvieron asfa nivel nnacional una hegemonia que se apoyaba en tres figuras: Quiroga, Rosas yel santafecino Estanislao Lépez. Una a una, otras provineias se fueron sumando al Pacto; el orden nacional parecia al alcance de la mano. Sin cenbargo, Rosas siempre encontraba alguna excusa para negarse a honrar el compromiso de convocar a una asamblea constituyente, algo que sus colegas no dejaban de reclamar. Es que teniendo el control de Is adua- nay el manejo de las relaciones exteriores que las provincias le habian delegado, no tenia ningin apuro para someterse a una constitucién. Los dos caudillos que podfan hacer sombra a Resas no tardaron en desaparecer de la eseena politica. En febrero de 1835, Facundo Qui- roga es emboscado y asesinado en Rarranca Yaco, Cérdoba. El erimen sacudi6 todo el equilibrio de poder interprovincial y, como veremos censcguida, termin6 favoreciendo a Rosas, Alejandro Heredia, gober- nador de Tucumin, intents convertirse en referencia para una nueva alianza nortefia, pero murié asesinado en 1838. Ese mismo aio fallecta también Lopez, en su caso, de muerte natural, Con el camino allanado, desde su base portena Rosas fue controlando el escenario nacional de manera informal, interviniendo en los asuncos de las dems provincias de diversos modos, que iban desde el tejido de lazos de lealtad personal hasta las amenazas, las intrigas y la fuerza militar si hacia falta. Goz6 desde entonces de las atribuciones de un gobernante nacional, pero sin las cargas ni los Limites de un ordenamiento legal. El Pacto Federal se convirtié asi en la piedra angular del funcio- namiento de una Confederacién de hecho que subsistié hasta 1853 sin constitucién ni instituciones centrales. Pero es importante destacar que no todo el logro de Rosas se sostuvo en sus maniobras politicas y milita- res.A fines de 1835 el caudillo porteiio habia dictado la Ley de Aduana, que reflejaba bien los intereses de los sectores ganaderos bonacrenses, pero que a su vez ponia aranceles de importacién que protegian algu- nos de los productos de ciertas provincias y a los artesanos portefios. E] equilibrio imterprovincial también llegaba por obra de un ineipiente compromiso entre librecambio y proteccionismo. El precario orden llegé, sin embargo, con costos terribles. La quere- lla entre unitarios y federales desencadend una guerra eivil que dejaria marcas perdurables, La politica local se volvié extremadamente fcciosa « intolerante. Ambos partidos desarrollaron toda sana a@tie dle leas, exe Heparse el uno, presiones y motes para demonizarse mutwanvente y Historia de la Argemtina 87 a1 otro cualquier legitimidad. La prensa y las proclamas unitarias des- cribieron a los federales como «hordas de salvajes> feroces y «sedientos de sangre humana». Retomando vocablos que utilizaban los europeos para justificar su dominio colonial sobre Asia y Africa, introdujeron en la década de 1830 la idea de que ellos peleaban por la «civilizacisn», mientras que sus adversatios representaban la «barbarie», por lo cual fue un eslogan de repeticién obligatoria, incluso luego de la desaparicién del partido unitario. Por todos estos rasgos; la de Rosas no fixe una dictadurs personal de tipoarcaico sino més bien un régimen autoritario moderno. Participaba \ielos estilos y remitia alos valores propios de la politica republicana de la época, con su base en la legitimidad popular expresada en elecciones y plasmada en instituciones, Claro que manipulaba estas dlsimas porsis~ tentemente. Pero no cabe duda de que goz6 de una popularidad activa snente movilizada, Por lo demis, la venalidad del voto, la colonizacién partidaria de las instituciones, las intervenciones sobre otras provincias 0 |as limitaciones a la prensa no se demostrarfan practicas exclusivamente ino un rasgo perdurable de la politica argentina. Los peores momentos de sutoritarismo fueron aquellos en los que Rosas debié enfrentar smenazas reales, Las mas complicadas Hegaron cure 1837 y 1842, Comenzaron con una guerra contca le ConfederaciGn Peruano-Boliviana por la posesién de’Tarija, Siguié en 1838 el bloqueo del puerto de Buenos Aires por una escuadra francesa, Francia exigia tener también ella el traro comercial de «nacion mas fuvorecida> que se habia convedidoa Gran Bretafta en 1825. Pero el conflicto se entrelaz6 con la politica interna y con las luchas de partidos en Uruguay, ya que la oposicién unitaria desde Montevideo intents aprovechar el contexto y propiciar una alianza con los franceses, con el partido colorado uraguayo y con otros dentro de la Argentina para derrocar a Rosas, quien a su vez apoyaba a los blancos del otro lado del Plata Un primer intento encabezaclo en 1839 por el gobemador de Co- rrientes fue nipidamente derrotado, Ese mismo aio Juan Lavalle, que estaba exiliado en Montevideo, consiguio Ananciamiento franc ot eit rumbo a Bus tentona y AYAHNO CON UN e) 10s Aires. Temien= clo perder Ia batallieinprendid la retirada al conprobar que sus tropas i

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