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JUDITH PUmas EL 1 GENERO EN DISPUTA : ri desimesraton corporal Sx ic Monique Wi ae vic jociones can jubversiones performati : = - a PREFACIO (1999) 6 la politica .... 7 eae Dela parodia a 2 as Indice snalitco y denombres .--+ ++ 311 Hace diez afios terminé el manuscrito de la versién in- glesa de E! género en disputa y lo envié a Routledge para su publicacién, Nunca imaginé que el texto iba a tener tantos lectores, ni tampoco que se convertiria en una «interven- cién» provocadora en la teoria feminista, ni que seria citado como uno de los textos fundadores de la teoria queer. La vida del texto ha superado mis intenciones, y seguramente esto es debido, hasta cierto punto, al entorno cambiante en el que fue acogido, Mientras lo escribia comprendi que yo misma mantenfa una relacién de combate y antagonista a ciertas formas de feminismo, aunque también comprendi que el texto pertenecfa al propio feminismo. Escribfaenton- in de la critica inherente, cuyo objetivo es revisar de forma critica el vocabulario basico del movimien- to de pensamiento en el que se inscribe. Habfa y todavia hay una justificacién para esta forma de critica y para diferenciat entre la autocritica, que promete una vida mas democratica € integradora para el movimiento, y la critica, que tiene como objetivo socavarlo completamente. Es evidente que siempre se puede malinterpretar tanto la primera como la segunda, pero espero que esto no ocurra en el caso de El gé- nero en disputa. Ll 1 GtNERO EN DISPUTA 8 : _ onion se centraba en criticar un su ii atencion s¢ os Puesty En 1989 en la ori literara Femina ex . eter era rebatir os planteamientos que Presuponian jog ie n del género, y que limitaban su signif mites y la correcci6t lies eepiones eneralmente aceptadas de masey, aoe aly feminided, Consideraba y sigo considerando que veer eminsta que limite el significado del género en In presuposiiones de su propia préctica dicta normas de género excluyentes en el seno del feminismo, que con fre. erencia tienen consecuencias homofobicas. Me parecia —y tne sigue pareciendo— que el feminismo debia intentar no idealizarcirtas expresiones de género que al mismo tiempo otiginan nuevas formas de jerarquia y exclusién; concreta- mente, rechacé los regimenes de verdad que determinaban que algunas expresiones relacionadas con el género eran fal- sas.o carentes de originalidad, mientras que otras eran ver- daderas y originales. El objetivo no era recomendar una nueva forma de vida con género que més tarde sirviese de ‘modelo alos lectores del texto, sino més bien abrir las posi- bilidades para el género sin precisar qué tipos de posibilida- des debian realzarse, Uno podrfa preguntarse de qué sirve Finalmente «abr ls posibilidades», pero nadie que sepa lo = feu vivir en el mundo social y lo que es «imposi- :ilegible,irrealizable, irreal e ilegitimo planteari esa regunta tooo ne Ble en avid con pene case Ie Posiciones habit L ero hae telegado por ciertas presu- rule todos log - Violentas, El texto también preten ad parades 8 de claborar un discurso de ver Doria. Esto ng gs Practices de género y sexuales mi ignifica que todas las practicas minorit PREFACIO (1999) 9 rias deban ser condenadas o celebradas, sino que debemos poder analizarlas antes de llegar a alguna conclusién, Lo que mas me inquietaba eran las formas en que el pénico ante ta les practicas las hacfa impensables. ¢Es la disolucién de los binarios de géneto, por ejemplo, tan monstruosa o tan temi- ble que por definicién se afirme que es imposible, y heuris- ticamente quede descartada de cualquier intento por pensar el género? ‘Algunas de estas suposiciones se basaban en lo que se denominé el «feminismo francés», y eran muy populares en- tre los estudiosos de la literatura y algunos te6ricos sociales. ‘Al tiempo que rechacé el heterosexismo existente en el ni- cleo del fundamentalismo de Ia diferencia sexual, también tomé ideas del postestructuralismo francés para elaborar mis planteamientos. Asi, en El género en disputa mi trabajo aca- bé siendo un estudio de traduccién cultural. Las teorias ¢s- tadounidenses del género y la di minismo se vieron a la luz de la teoria postestructuralista. Aunque en algunas de sus presentaciones el postestructura- lismo se presenta como un formalismo, alejado de los pro- blemas del contexto social y el objetivo politico, no ha ocu- rrido lo mismo con sus apropiaciones estadounidenses mas recientes, De hecho, no se trataba de «aplicar» el postes- tructuralismo al feminismo, sino de exponer esas teorfas a una reformulacién especificamente feminista. Mientras que algunos defensores del formalismo postestructuralista mani fiestan su descontento por la confesada orientacién «teméti- ca» que recibe en obras como El género en disputa, las crit cas del postestructuralismo en el émbito de Ia izquierda cultural se han mostrado escépticas ante la afirmacién de que todo lo politicamente progtesista pueda proceder de sus Premisas. No obstante, en ambas concepciones el postes- 10 EL GENERO EN DISPUTA tructuralismo se considera algo unificado, puro y monly co, Pero en los tiltimos afios esa teorfa, 0 conjunto dees, tia, se ha trasladado a los estudios de género y de la sexe lidad, a los estadios poscoloniales y raciales. He perdidod formalismo de antafio y ha adquirico una vida nueva y ty. plantada en el Ambito de la teorfa cultural. Hay discusione continuas sobre si mi obra o la de Homi Bhabha, Gayati Chakravorty Spivak, 0 Slavoj Zick pertenece a los estudis culturales 0 ala teorfa critica, pero es posible que estas pre guntas no hagan més que poner de manifiesto que la marci da distincién entre Jas dos empresas se ha diluido. Algunes te6ricos afirmarén que todo lo anterior pertenece al campo de los estudios culturales, y otros investigadores de dicho ‘imbito se considerardn opositores de todas las formas de teorfa (aunque resulta significative que Stuart Hall, uno de los fundadores de los estudios culturales en Gran Bret ‘lo haga); pero los defensores de ambos lados a veces ot idan que el perfil dela teoria ha variado precisamente P™ Sus apropiaciones culturales. Hay un nuevo terreno pate lt ‘corla, necesariamente impuro, donde ésta emerge en 10° eae dela traduecién cultural y como tal. No se tt : - ae te teoria por el historicismo, ot a tingentes de pan ic la teoria que presente los ene i. 2acién; mis bey comands més susceptibles de Bere" Punto donde ann °< tata de la aparicién de la teoria ©, nto donde convergen los hr Irurales, do exigenia de erga 18 horizontes cultuales, O°, cierta, i6n es aguda y su promesa de El gé; 44 Y cesta ce "dispute tiene sus origenes en la acco ee Sentra Soy oh aente una construccién estadOUr Tas distintas jugeny 2008 Unidos encontramos tanta 54 "5 como si formaran cierto tipo de 0 - At PREFACIO (1999) u ‘Aunque el libro se ha traducido a varios idiomas y ha tendo una gran repercusidn en las discusiones sobre géneroy po tienen Alemania, en Francia aparecer —si finalmente se publica — mucho después que en otros paises. Mencion sto para poner de manifiesto que el supuesto francocentris no del texto esta a una distancia considerable de Francia y dela vida de la teoria francesa. El género en disputa tiende a interpretar juntos, en una vena sincrética, a vatios y varias intelectuales franceses (Lévi-Strauss, Foucault, Lacan, Kris- teva, Wittig) que se aliaron en contadas ocasiones y cuyos lectores en Francia en contadas ocasiones, o tal vez nunca, leyeron a los demas. En efecto, la promiscuidad intelectual del texto lo caracteriza precisamente como un texto esta- dounidense y lo aleja del contexto francés. Lo mismo hace su énfasis en la tradicién sociolégica y antropolégica anglo- estadounidense de los estudios de «génerom, que se aleja del iscurso de la «diferencia sexual» originado en la investiga- cidn estructuralista. Aunque el texto corre el riesgo de ser eurocéntrico en Estados Unidos, en Francia se considera una amenaza de «americanizacién» de la teoria, segtin los €scasos editores franceses que han pensado en la posibilidad de publicarlo.! Desde luego, la «teoria francesa» no es el tinico lenguaje ue se utiliza en este texto; éste nace de un prolongado acer- camiento a la teoria feminista, a los debates sobre el carécter socialmente construido del género, al psicoanilisis y el femi- nismo, a la excelente obra de Gayle Rubin sobre el género, 1a sexualidad y el parentesco, a los estudios pioneros de Es. ther Newton sobre el travestismo, a los magnificos escritos ‘e6ricos y dle ficcidn de Monique Wittig, y a las perspectivas Bay y lésbica en Ins humanidades. Mientras que en la década e 1980 muchas feministas asumian que el les a o EL GENERO EN DISPUTA une con el feminism en cl feminismo lébico, El género ey idputawataba de efutar Ia idea de que la practica lésbieg tmateraliza la teoria feminista y establece una relacién mig problematic ene los dos términos. En este escrito, eles. janismo no supone un regreso a lo que es més importante acerca de ser mujer; tampoco consagra la feminidad ai muestra un mundo ginocéntrico. El lesbianismo no ¢s larea- lizacin erética de una serie de creencias politicas (Ia sexua- lidad y la creencia estén relacionadas de una forma mucho mis compleja y con frecuencia no coinciden). Por el contra- rio, el texto plantea cémo las practicas sexuales no normati- vas cuestionan la estabilidad del género como categoria de andlisis. ¢Cémo ciertas pricticas sexuales exigen la pregun- tx gu ua mje, qué es un hombre? Si el género 2 0 Fmteade como algo que e consolida através de la sexu ‘ded normatva entonces ghay una crisis de género que set Parfit dela contests queer? eee : . ‘que la practica sexual tiene el poder de de- i deGale ae surgié tras leer «The Traffic in Wo- lidad normativa co welded ee determine pet valbassegin ie lida el género normative. En Port medida en ae fe esema conceptual, una es met oe rte fag Son Como mujer en Ja estructura betes Posiblemente inh, Y poner en tela de juicio la ae at qu ocupr e Petder algo de nuestro sentido el mine feces °s en el género, Considero que ésta & spas dl geno" de «el problema del género> © "ddl miedo y beg eneste texto, Me propuse entender P™™ tna aohene sented que algunas personas experi? Penal gn et *lmiedo a perder el ugar ve Lan © saber quién terminara siendo Un? 'Buier SnerO- "ostensiblemente del «mismo» ener PREFACIO (1999) B Esto crea una cierta crisis en la ontologia experimentada en el nivel de la sexualidad y del lenguaje. Esta cuestién se ha agravado a medida que hemos ido reflexionando sobre va rias formas nuevas de pensar un género que han surgido a la luz del transgénero y la transexualidad, la paternidad y la maternidad lésbicas y gays, y las nuevas identidades lésbicas masculina y femenina, ¢Cuando y por qué, por ejemplo, al- ¢gunas lesbianas masculinas que tienen hijos hacen de «papi» yotras de «mama»? Qué ocurre con la idea, propuesta por Kate Bornstein, de que una persona transexual no puede ser definida con los sustantivos de «mujer» u «hombres, sino que para referirse alla deben utilizarse verbos activos que atestigiien la trans- formacién permanente que «es» la nueva identidad 0, en efecto, la condicién «provisional» que pone en cuestién al ser de la identidad de género? Aunque algunas lesbianas afirman que la identidad lésbica masculina no tiene nada que ver con «ser hombre», otras sostienen que dicha identi- dad no es 0 no ha sido mas que un camino hacia el deseo de set hombre. Sin duda estas paradojas han proliferado en los. liltimos afios y proporcionan pruebas de un tipo de disputa sobre el género que el texto mismo no previé? No obstante, gcuél es el vinculo entre género y sexua- lidad que pretendia recalcar? Es evidente que no estoy afirmando que ciertas formas de practica sexual den como resultado ciertos géneros, sino que en condiciones de he- terosexualidad normativa, vigilar el género ocasionalmen- te se utiliza como una forma de afirmar la heterosexuali- dad. Catharine MacKinnon plantea este problema de una manera parecida a la mia pero, al mismo tiempo, con algu- nas diferencias decisivas ¢ importantes. MacKinnon afirma: «Suspendida como si fuera un atributo de una persona, la rm EL GENERO EN DISPUTA desigualdad sexual adopta la forma de género; movigndo como una relacién entre personas, adopta la forma dese walidad. El género emerge como la forma rigida de la sexua. lizacién de la desigualdad entre el hombre y la mujer», Segin este planteamiento, la jerarqufa sexual crea y con solida el género, Pero lo que crea y consolida el género noes la normatividad heterosexual, sino que es la jerarquia del gé- nero la que se esconde detrés de las relaciones heterosexus- les Sila jerarqufa del género crea y consolida el género, ys ésta presupone una nocién operativa de género, entonces d sévero eso que causa el género, y la formulacion exis uae Quied MacKinnon solamente pretendt Cae — le autorreproduccién de la jerar Se ese no exo To que afirma. las condiciones de a serarquia del género» para explicar ola jerarqie dal oe del género? gHlasta qué Par men eden ero sive ana heterosexvalidad és? nomas deena con qué frecuencia la vigilancia de hegemoniahererovexucigs ecoamente Par consolida atherine Fr ae Gee ae ica, emplea def ke, te6rica contemporénea del rea jutt : le form: del dren Yaterpat caer oora las perspectvas feminist *Tauia dl pénens 2 Oe Al Presuponer la primacia de Iaje- on tanbign era Pat? produccién del género, MacKir wcePtando un modelo peesuntamente Be at de discrimi sobre la sexualidad. Franke propo"” eh army eo” He BEnero diferente al de Mac: nero, Ny! *Boria . st ea convincente que €! #68? 6 toda gage attlomitica de la producci6n de! nacis : ‘Ode acon Aion puede interpretarse Com Wettida, en Puede ser aquel en el que una Pers?” ‘sterminado género; pero tambie? PREFACIO (1999) 15 hay otras formas de establecer el género. Ast pues, segtin Franke, es importante distinguir provisionalmente entre dis- ccriminacién de género y discriminacién sexual. Por ejemplo, Jos gays pueden recibir un trato discriminatorio en el ambi- to laboral porque su «apariencia» no coincide con las nor- mas de género aceptadas. Y es posible que acosar sexual- mente a los gays no obedezca al propésito de consolidar la jerarquia del género, sino al de promover la normatividad del género. ‘Al mismo tiempo que critica el acoso sexual, MacKin- non establece otro tipo de regulacién: tener un género sig fica haber establecido ya una relaci6n heterosexual de su- bordinacién, En un nivel analitico, hace una ecuacién en la que resuenan algunas formas dominantes del argumento ho- mofébico. Una postura de este tipo recomienda y perdona clordenamiento sexual del género, al afirmar que los hom- bres que son hombres serdn heterosexuales, y las mujeres que son mujeres serén heterosexuales. Hay otra serie de puntos de vista, en el que se incluye el de Franke, que er ca esta forma de regulacién del género. Por tanto, existe una diferencia entre las posturas sexista y feminista sobre la rela- cién entre género y sexualidad: la postura sexista firma que tuna mujer tinicamente revela su condicién de mujer duran- te el acto del coito heterosexual en el que su subordinacién se convierte en su placer (Ia esencia emana y se confirma en la subordinacién sexualizada de la mujer); la posicién femi- hnista argumenta que el género deberia ser derrocado, supri mido o convertido en algo ambiguo, precisamente porque siempre es un signo de subordinacién de la mujer. Esta iti ma postura acepta el poder de la descripcidn ortodoxa de Ia primera y reconoce que la descripcién sexista ya funciona como una ideologia poderosa, pero se opone a ella. 16 EL GENERO EN DISPUTA Censuro este planteamiento porque algunos tes, queer han establecido una distincién analtica entre génens sexualidad, y rechazan que exista una relacién causal gq. tructural entre ambos. Esto tiene mucho sentido desde ce, ta perspectiva: si lo que se pretende con esta distincign ¢5 afirmar que la normatividad heterosexual no deberia orde- nar el género, y que habria que oponerse a tal ordenamien- to, estoy completamente de acuerdo con esta postura Pero silo que se quiere decir con eso es que (desde un punto de vista descriptivo) no hay una regulacién sexual del género, entonces considero que una dimensién importante, aunque 1no exclusiva, de cémo funciona la homofobia es que past desapercibida entre aquellos que la combaten con més fuer- a, Con todo, reconozco que practicar la subversién del gt nero no implica necesariamente nada acerca de la sexusl dad y la practica sexual. El género puede volverse ambigno sin cambiar ni reorientar en absoluto la sexualidad normati- va. A veces la ambigiiedad de género interviene precisame™ te para reprimir o desviar la préctica sexual no normativ! Para, de esa forma, conserva intacta la sexualidad nome y" En consecuencia, no se puede establecer ninguns om lacin, por ejemplo, entre el ravestismo o el transgener®) on distribucién de las inclinacones le faa homosexual no puede deen nina le un géns ‘Ca partir de los movimientos ¢e Bénero ambiguo o distint. doce dicada ¢ eye, 21 Obra de los tltimos afios ha ey auese penis ey? vst la teora de In perfor del Bir la perform Ere disput’ Noes Fe cs sobre lo que i ah no s6lo porque mis proPits Pe con el tiempo, east “Performatividad> significa han | rentes Z ‘iempre en respuesta a criticas ¢** ae PREFACIO (1999) 7 sino también porque muchos otros Ia han adoptado y la han formulado a su manera. Originalmente, la pista para enten- der la performatividad del género me la proporcion6 la in- terpretacién que Jacques Derrida hizo de «Ante la ley», de Kalka, En esa historia, quien espera ala ley se sienta frente a la puerta de la ley, y atribuye cierta fuerza a esa ley. La anti- cipacién de una revelacién fidedigna del significado es el medio a través del cual esa autoridad se instala: la anticipa- ci6n conjura su objeto. Es posible que tengamos una expec- tativa similar en lo concerniente al género, de que actie una esencia interior que pueda ponerse al descubierto, una ex- pectativa que acaba produciendo el fenémeno mismo que anticipa. Por tanto, en el primer caso, la performatividad del género gira en torno a esta metalepsis, la forma en que la an- ticipacién de una esencia provista de género origina lo que plantea como exterior a si misma. En el segundo, la perfor- matividad no es un acto tinico, sino una repeticién y un ri- tual que consigue su efecto a través de su naturalizacion en el contexto de un cuerpo, entendido, hasta cierto punto, como una duracién temporal sostenida culturalmente.* Se han formulado varias preguntas importantes a esta doctrina, y una de ellas es especialmente digna de mencién. La postura de que el género es performativo intentaba po- ner de manifiesto que lo que consideramos una esencia in- terna del género se construye a través de un conjunto soste- nido de actos, postulades por medio de la estilizacién del cuerpo basada en el género, De esta forma se demuestra que ‘© que hemos tomado como un rasgo «interno» de nosotros mismos es algo que anticipamos y producimos a través de Slettos actos corporales, en un extremo, un efecto alucinato- Ho de gestos naturalizados. ¢Significa esto que todo lo que S€ entiende como «interno» sobre la psique es, por consi- i 1 GENERO EN DISPUTA guiente, expulsado, y que esa internalidad es una metifory falsa? Aunque El género e” disputa evidentemente Se sirvig de la metifora de una psique interna en su primera discy. sion sobre lr melancolfa del género, ese énfasis no-se intro. dujo en el pensemiento de la performatividad misma,’ Tan. to Mecansmospsiguicos de poder como vatios de mis atticulos recientes sobre cuestiones relacionadas con el psicoanilisis han intentado encontrar la manera de vivir con este proble- ‘ma, lo que muchos han visto como una ruptura probleméti- ca entre los primeros y los tiltimos capitulos de esta obra ‘Aunque yo negaria que todo el mundo interno de la psique ‘9 ¢s sino un efecto de un conjunto estilizado de actos, sigo pensando que es un ertor tedrico importante presuponer | cinternalidad» del mundo psfquico. Algunos rasgos del mundo, entre los que se incluyen las personas que conoce- ‘mos y perdemos, se convierten en rasgos «internos» del yo, peo = ttansforman mediante esa interiorizacién; ¥ cs¢ undo interno, como lo denominan los kleinianos, se forms — consecuencia de las interiorizaciones aber att leva cabo, Esto sugiere que bien puede reunestudiom * psiquica de la performatividad que requ vis profundo, lunque este tex resi lamers n° da cespuesta ala pregunta sobTe ae vb Cuerpo es algo totalmente construido, &¢ Siguiente, | atencidn de gran parte de mi obra su” la cual is lector y lector oto WUE Fesulte esclarecedora para ™ breguna dee Algunos especialistas han analizado ® tehdad 8 dela performatividad puede 00S Bustaia aclarge uSStiONes de Ja raza.!! En este punto ™° at : 4 Conden permang 28 el discurso sobre el género s© Maneras ue es ne nee las presuposiciones raciales © ‘esario explicitar, y que la raza y €l 2e°"° PREFACIO (1999) 19 no deberian ser tratados como simples analogias. Por consi- guiente, la pregunta que hay que plantear no es sila teoria de la performatividad puede trasladarse a la raza, sino qué le ocurre @ dicha teorfa cuando trata de lidiar com la raza, Mu- cchos de estos debates se han ceftido al lugar que ocupa la «construccidno, en la cuestién de si la raza se construye de la misma forma que el género. Considero que ninguna de las ‘explicaciones de la construccién servird, y que estas catego- rfas siempre actdian como fondo la una de la otra y se articu- Jan de forma mas enérgica recurriendo la una a la otra. Asi, a sexualizacién de las normas de géneto raciales se puede interpretar bajo distintas épticas a la vez, y el anélisis permi- tira distinguir con total claridad los limites del género en su catdcter de categoria de anilisis exclusiva." Aunque he enumerado algunas de las tradiciones y de los debates académicos que han alentado este libro, no es mi intencidn ofrecer toda una apologfa en estas breves paginas. Hay un elemento acerca de las condiciones en que se escri bié el texto que no siempre se entiende: no lo escribi sola- mente desde la academia, sino también desde los movimien- tos sociales convergentes de los que he formado parte, y en el contexto de una comunidad lésbica y gay de la costa este de Estados Unidos, donde vivi durante catorce afios antes de esctibirlo. A pesar de la dislocacién del sujeto que se efectiia enel texto, detrés hay una persona: asisti a numerosas reu- niones, bares y marchas, y observé muchos tipos de géneros; comprendi que yo misma estaba en Ia encrucijada de algu- nos de ellos, y tropecé con la sexualidad en varios de sus bordes culturales. Conoci a muchas personas que intenta- ban definir su camino en medio de un importante movi- miento en favor del reconocimiento y la libertad sexuales, y senti la alegrfa y la frustracién que conlleva formar parte de A EL GENERO EN DISPUTA ese movimiento tanto en su lado esperanzador como eng disensi6n interna, Estaba instalada en la academia, y al mi mo tiempo estaba viviendo una vida fuera de esas paredesy sibien El género en disputa es un libro académico, pata ni empezé con un momento de transici6n, sentada en Reho both Beach, reflexionando sobre si podria relacionar los d- ferentes mbitos de mi vida. El hecho de que pueda escribir deun modo autobiogréfico no altera, en mi opinién, el lugi ue ocupo como el sujeto que soy, aunque tal vez dé alle tor cierto consuelo el saber que hay alguien detras (dejaé por el momento el problema de que ese alguien esté dadoen ellenguaje). Una de las experiencias mas gratificantes ha sido sabet que el texto se sigue leyendo fuera de la academia hasta¢ dia de hoy. Al mismo tiempo que Queer Nation hizo uy? ellibro, y que en algunas de sus reflexiones sobre la teat ded de la autopresentacién de los queer resonaban las ve 28d ActUp, el libro fue una de las obras que levaor® 's miembros de la Asociacién Psicoanalitica de gi ries y de la Asociacién Psicol6gica de Estados ha " as noe tee st doxa vigente sobre la homosexur iverson’ del géncro performativo se incorpo™ ner enue en las artes visuales, en las eile tne, y en la Ot Los Ansel entre tre 9,82 Otis School for the Arts de Los WN igg !gunos de sus planteamientos sobre 8 eo ¥ la telacién entre la sexualidad ¥ © Fb Poraron la jurisprudencia feminist Y ¢ “es del Ambito juridico antidiseriminat¥ chultz, Katherine Franke y Mary J0 '"¢ ean he visto obligada a revisat alBU nd! ‘opto en El género en disputa ® ood ot 0 tien ompromisos politicos. En el lib lela mujer también incor io académie obta de Vig mi ve; ‘0 SN PREFACIO (1999) 21 entender el reclamo de «universalidad» como una forma de cexclusividad negativa y excluyente. No obstante, me perca- té de que ese término tiene un uso estratégico importante precisamente como una categoria no sustancial y abierta cuando colaboré con un grupo extraordinario de activistas, primero como integrante de la directiva y luego como di- rectora de la Comisién Internacional de Derechos Huma- nos de Gays y Lesbianas (1994-1997), organizacién que re- presenta a las minorias sexuales en una gran variedad de temas relacionados con los derechos humanos. Fue ahi don- de comprendi que la afirmacién de la universalidad puede ser proléptica y performativa, invoca una realidad que ya no existe, y descarta una coincidencia de horizontes culturales que atin no se han encontrado. De esta forma Megué a un se- gundo punto de vista de la universalidad, segiin el cual se define como una tarea de traduccién cultural orientada al futuro. Mas recientemente he tenido que relacionar mi obra con la teoria politica y, una vez mas, con el concepto dle universalidad en un libro del que soy coautora y que es- crib{ junto con Emesto Laclau y Slavoj Zizek sobre la teoris de la hegemonia y sus implicaciones para la izquierda teéri- camente activista, Otra dimension practica de mi pensamiento se ha pues- ‘0 de manifiesto en relacién con el psicoanilisis entendido n su cardcter de labor tanto académica como clinica. Ac- tualmente colaboro con un grupo de terapeutas psicoanali- "cos progresistas en una nueva revista, Studies in Gender and Sexuality, cuyo objetivo es llevar el trabajo clinico y del Ambito académico a un diélogo productivo sobre cuestiones de sexualidad, género y cultura. ta pit los crticos como los amigos de El género en dispu- han llamado la atencién sobre lo dificil de su estilo. Sin 2 EL GENERO EN DISPUTA duda es extrafo,e incluso exasperante para algunos, descy. brirque un libro que no se lee fécilmente sea «popular» se sin los estindares académicos. La sorpresa que esto causa aquizé sea debida a que subestimamos al lector, su capacidad y-su deseo de ler textos complicados y que constituyan un desafio, cuando la complicacién no es gratuita, cuando el desaffo sive para poner en duda verdades que se dan por sentadas, cuando en realidad dar por hecho esas verdades¢s opresivo, Considero que el estilo es un terreno fangoso, y desde luego no es algo que se elija o se controle unilateralmente con los objetivos que de modo consciente nos proponemos, ae explicé esto en su primera obra sobre Sar tos en Psble practicar estos, os estlos deles ave Adenia mite e8 absoluto una eleccién consciente. ee age manitice nj el estilo son politicamente neu aoa ‘eelas que rigen el discurso inteligible agar por no normalizado, y el precio que hay av sibilided. ‘ormarse a él es la pérdida misma de int letradiciin de gt © tecuerda Drucilla Cornell, que sis¥® Sid comin, CoO: hay nada taal acerea de lot vehicuo para een oe a gramatica aceptada es . _ {10 dada eePONE™ Puntos de vista radcales sei Pensamiente: de ncciones que la gramatica misma baa Hl Ue tern 0 Pensable, Sin embargo, las os onan 29 la gramética 0 que de mn" to yer iBeacias del sentido proposer eco tin son claramente irritantes pat Wa Che, den at hteee un esfuerso, Y8¥e Jens feng tee tales formulaciones exer Hisenaije 40S Feclamando de manera leat * © acaso su queja se debe a las °%P! ‘Mulaciones « implica ey e utilicar p As, Preracto (1999) 2B tativas de vida intelectual que tienen como consumidores? @Se obtiene, quiza, un valor de tales experiencias de dificul- tad lingistica? Si el género mismo se naturaliza mediante las normas gramaticales, como sostiene Monique Wittig, en- tonces la alteracién del género en el nivel epistémico mas ida, en parte, por la negacién de la gramética en la que se produce el género. La exigencia de lucidez pasa por alto las estratagemas ‘que fomentan el punto de vista aparentemente «claro». Avi- tal Ronell recuerda el momento en el que Nixon miré a los ojos de la nacién y dijo: «Permftanme dejar algo totalmente en claro», y a continuacién empez6 a mentir. ¢Qué es lo que se esconde bajo el signo de «claridad> y cual seria el precio de no mostrar ciertas reservas criticas cuando se anuncia la llegada de la lucidez? . Asi, la descripcién misma jlo po del género noes en ningéa caso anterior al pregins ‘su operacién normativa, ni se puede separar de ella. Nome propongo formular juicios sobre lo que dsinge lo subversivo de lo no subversivo. No sélo creo que tas, cios no se pueden hacer fuera de contexto, sino que tambis pienso que no se pueden formular de forma que soportend paso del tiempo (los «contextos» son de por st unideds postuladas que experimentan cambios temporales y rien su falta de unidad esencial). De la misma forma que ase téforas pierden su cardcter metaférico a medida que, cond paso del tiempo, se consolidan como conceptos, las pic cas subversivas corren siempre el riesgo de converts clichés adormecedores a base de repetirlas y, sobre todo repetitlas en una cultura en Ja que todo se considera me cancfa, yen la que la «subversién» tiene un valor de met do. Obstinarse en establecer el criterio de lo subvesi? siempre fracasaré, y debe hacerlo. Entonces equé sé juego cuando se usa el término? ; Uno de los temas que mis me preocupan sons ies tes tipos de preguntas: ¢qué constituye una vida inteli! " ‘1uéno, y eémo la suposiciones acerca del genero y laseo™ Sass deciden por adelantado lo que pa a cho de ota fos Pe oe 10 humano» y de ela nova tm éeémo actéan las supascione OF 'vO para restringir el campo mismo de la deste ue tenemos de lo humano? é medio advertin®™: Poder dense humane? para expresarse ae diante el lengusje, pues este «yo que los lectores len es, en parte, consecuencia de a gramatica que rige la disponibif {ad de las personas en el lenguaje. No estoy fuera del len suxje que me estructura, pero tampoco estoy determinads por el lenguaje que hace posible este «yom. Este es el vincu lo de autoexpresidn, tal como lo entiendo. Lo que significa que usted, lectora o lector, no me recibiré nunca separada de a gramatica que permite mi disponibilidad con usted. Si trato esa gramitica como algo de claridad meridiana, enton cesno podé despertar su interés por esa esfera del lenguaje que establece y desestablece la inteligibilidad, y eso equival dria precisamente a tergiversar mi propio proyecto tal como lo he descrito para los lectores aqui. No es mi intencién ser oe = a atencién hacia una dificultad sin la cual » puede aparecer. Dicha difcltad adopta una dimensi6n concreta cuat &¢enfoca desde una perspectiva psicoanalitica. En mi pe gitt Pot entender la opacidad del «yo» en el lengu= ae Publicacién de EY género en disputa me he cet < ace en el psicoandlisis. El intento habia me parece coment Ht sique desde Ia teorfa del podet nope osu, Pcs una parte del a SY otigen en las cific i 7 formas sociales del a Me Cinismos pstauicns ‘el tades Psiquicas que generan. We Foucay| y el poder intenté revisar las net También he ulin *°Anilisis podrian pensarse juntos “a(o el psicoanslisis para refrenat ¢l VO" lade. PREFACIO (1999) 31 tarismo eventual de mi idea de performatividad sin que con ello se debilite una teorfa més general de la acci6n. El géne- ro en disputa a veces se interpreta como si el género fuera una invencién propia 0 como si el significado psiquico de una presentacién dotada de género pudiera interpretarse directamente a partir de su exterior. Ambos postulados han tenido que ser perfilados con el paso del tiempo. Ademés, mi teorfa a veces oscila entre entender la performatividad como algo lingiistico y plantearlo como teatral. He llegado ala conclusién de que ambas interpretaciones estan rela- cionadas obligatoriamente, de una forma quidstica, y que replantear el acto discursive como un ejemplo de poder permanentemente dirige la atencién hacia ambas dimensio- nes: la teatral y la lingiifstica. En Excitable Speech argumen- té que el acto discursivo es a la ver algo ejecutado [perfor- med] (y por tanto teatral, que se presenta ante un piblico, ysujeto a interpretacién), y lingiifstico, que provoca una se- tie de efectos mediante su relacién implicita con las con- venciones lingiiisticas. Si queremos saber cémo se relaciona una teorfa lingiifstica del acto discursivo con los gestos cor- porales sélo tenemos que tener en cuenta que el discurso mismo es un acto corporal con consecuencias lingiiisticas especificas. Asi, el discurso no es exclusivo ni de la presen. tacién corpérea ni del lenguaje, y su condicién de palabra y obra es ciertamente ambigua, Esta ambigiiedad tiene con- secuencias para la declaracién piblica de la homosexuali- dad, para el poder insurreccional del acto discursivo, para el lenguaje como condicién de la seduccién corporal y la amenaza de daiio. Si ahora tuviera que volver a escribir este libro, incluisia tuna discusién sobre el transgénero y la intersexualidad, so- ¥e cOmo se activa el dimorfismo de género ideal en ambos i £1 GENERO EN DISPUTA sips de dscursos, sobre las diferentes relaciones que exes Temas esablecen con la intervencién quirdrgica. Tambitq inchira una discusion sobre a sexualidad racializada y, con cretamente, sobre c6mo los tabiies en contra del mestizaje y la romantizacién del intercambio sexual interracial) son bi sicos para las formas naturalizadas y desnaturalizadas quel género adopia. Sigo albergando la esperanza de que las mi norias sexuales formen una coalicién que trascienda las cx teporas simples de la identidad, que rechace el estigma dels bisexualidad, que combata y suprima la violencia impueste por las normas corporales restrictivas. Desearia que diche coalicén se fundara en la complejidad irreducible de la se xualidady en sus implicaciones en distintas dindmices dd me Estee institucional, y que nadie se apresucs dt gla ya negar sus dimensiones ie kno des tS bien pienso que ganarse el recone: ue taey ea 7 condicién como minorfa sexual oe ro pan las dscursos dominant sida paso ea BO considerindolo unt ididacon eee eA mOvlizacion de las caesor orl posibilidad la Politizacién siempre esta amen lad de que la identidad se transform’ © instru instrumento del a én para ng sp, POU al que nos oponemes. 7 Ee in outli Por ele No lia a identidad, y para no ser ut 59 ui og a8 Posicién politica purificads Uf, mamPureza lo que ocasiona la cape eventual y cambio totd obstante, aquellos a aul un de accig, in Tepimg intertupeié Considers (E!adores, Ne aauladores, hi alenr penne lene fy Siguen aferrados a lo rea formatiy, war de con Senna conde aeenictyte “Serie Produce € in acuerdo, ¥ eons ga UA nestabilidad vital. Este lib! ® Parte de la vida cultural de "© ir I de os nes afer PrEFACIO (1999) bate colectivo que ha tenido y segu cen la mejora de las posibilidades de conseguir una vyvadera para quienes viven, 0 tratan de vivir, en la marginali- dad sexual.” JupirH BUTLER Berkeley, California Junio de 1999

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