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NB Rrrreei peri Gssfenass in abies eo mos con los demds sin escucharlos, acumu- lamos informacién en la que no llegaremos a profundizar. Todo transcurre a un galope rui- doso, vehemente y efimero. La velocidad a la que vivimos nos impide vivir. Precisamos de una lentitud que nos proteja de las precipitacio- nes mecénicas, de los gestos ciegamente com- pulsivos, de las palabras repetidas y banales. Necesitamos reaprender el aqui y ahora de la presencia, necesitamos reaprender lo entero, lo intacto, lo concentrado, lo atento y lo uno. José Tolentino nos invita a explorar la len- titud, el agradecimiento, el perdén, la espera, el arte de cuidar y habitar, la perseverancia, la compasién, la alegria, el deseo y el arte de no saber. El autor expresa su anhelo con respec- to al futuro de la humanidad: que habitemos, contemplemos y nos asombremos de cada uno de nuestros actos. Wii o7B84is st Pequefia teologia de la lentitud JOSE TOLENTINO MENDONGA PEQUENA TEOLOG{A DE LA LENTITUD awe} NTA EDITORIAL JOSE TOLENTINO MENDONGA (Madeira, Portugal, 1965) ¢s una de las voces més originales del Portugal contemporaneo. Especialista en estu- dios biblicos (es doctor en teologia biblica por el Instituto Biblico Ponti- ficio de Roma), ha abordado con tigor y ereatividad los temas y los textos del canon cristiano en didlogo con los grandes interrogantes del presente. s profesor ée la Universidad Ca- télica Portuguesa, donde actualmente ¢jerce el cargo de vicerrector. Dirige la revista Didaskalia editada por la Fa culdad de Teologia de la misma uni- versidad. Desde el 2011 es consultor del Consejo Pontificio de la Cultura, en el Vaticano. ‘Ademis de ensayista, es autor de una obra poética que goza de un gran reco- nocimiento en las letras portuguesas. En Fragmenta ha publicado Hacia una espiritualidad de los sentidos (2016). José Tolentino Mendonca PEQUENA TEOLOGIA DE LA LENTITUD Traduecién del portugués de ‘TERESA MATARRANZ FRAGMENTA EDITORIAL ‘Titulo original Publicado por Coteccién Primera edicién. Primers ceimpresion, Direccién editorial Produccién editorial Produccién gréfica Impresin y encuadernacién ©2017 ©2017 ©2017 Depéi legal ‘Gora de Cary Department de Gutra Peguena tolegia de lentidéo FRAGMENTA EDITORIAL Plaga del Non 4 ‘oBon4 Barcelona sn fgmentaes frogmenagfiagmenaes FRAGMENTOS, 42 Mayo DEL 2017 JUNIO DEL 2038 IGNASI MORETA BLISENDA Savana 1 AUTH INES CASTEL-BRANCO. ROMANYA VALLS, 5.8. s0h TOLENTINO MENDONCA pore exo “TERESA MATARRANZ LOPE. porls eeduccién FRAGMENTA EDITORIAL, $1. Us pores ediciba 2, 4.028-2017 978-R4-5918-72-5 ‘Cone epoyo del DesareamemtodeCultra dela Generalcat de Catalonys RESERVADOS TODOS 108 DERECHOS 0 ut Ww vn vn vant Ix xr xu son xv xv xv xvit ENDICE Elaree de la lentitud El arte de lo inacabado El arte de agradecer lo que no nos dan El arte del perdén El arce de esperar El arte de cuidar Elarte de habitar El arce de contemplar la vida El arte de la perseverancia El arte de la compasién Elarte de la alegria El arte de iral encuentro de lo que se pierde Elarte de la felicidad Elarte de la gratitud ¢Elarre de escuchar nuestro deseo? El arte de morir Elarce de no saber 1 19 23, 27 31 35 39. 43 47 5s 59 67 n EL ARTE DE LA LENTITUD Tat vez. NEcESITAMOs recuperar ese arte tan humano que es la lentitud. Nuestros estilos’ de vida parecen contaminados irremediablemente por una presién que escapa a nuestro control; no hay tiempo que perder; queremos alcanzar las metas lo mas répidamente posible; los procesos nos des- gastan, las preguntas nos retrasan, los sentimien- tos son un puro despilfarro; nos dicen que lo que importa son los resultados, solo los resultados. A causa de esto, el ritmo de las actividades se ha tor- nado despiadadamente inhumano. Cada nuevo proyecto es mas absorbente que el anterior y aspira a anteponerse a todo. La jorna~ da Jaboral se extiende ¢ invade la esfera privada. Pero también aqui hay que estar conectado y dis- ponible en todo momento, Pasamos a vivir en un espacio abierto, sin paredes ni margenes, sin dias 8 JOSE TOLENTINO MENDONGA diferentes unos de otros, sin rituales transforma- dores, en un continuo obsesivo, controlado al mi- nuto, Nos sentimos agobiados y hacemos las co- sas sin ganas, avasallados por agendas y jornadas sucesivas que nos hacen sentir que amanecemos con retraso. Deberfamos, sin embargo, reflexio- nar sobre lo que vamos perdiendo, sobre lo que se va quedando atrés, latente 0 en sordina, sobre fo que dejamos de saber cuando permitimos que la prisa nos condicione de esta suerte, Con razén Milan Kundera, en su magnifico libro La lentitud, escribe: «Cuando las cosas suceden con tal rap dez, nadie puede estar seguro de nada, de nada en absoluto, ni siquiera de s{ mismo.» A continuacién explica que el grado de lentitud es directamente proporcional a Ja intensidad de la memoria, mien- tras que el grado de velocidad es directamente pro- porcional al del olvido. Es decir: incluso la impre- sién de dominar varios frentes, incluso la sensacién de omnipotencia que la prisa nos proporciona, es ficticia. La prisa nos condena al olvido. Pasamos por las cosas sin habitarlas, habla- ‘mos con los demas sin escucharlos, acumulamos informacién que no llegaremos a profundizar. Todo tanscutre a un galope ruidoso, vehemente Puquutta TEOLOGIA DE LA LENTETUD 9 y efimero. Realmente, la velocidad a la que vivi- mos nos impide vivir. Una posible alternativa se- ria rescatar nuestra relacién con el tiempo. Poco 4 poco, paso a paso. Esto no es posible sin una relajacién interior. Justamente porque es enorme la presién para decidir, precisamos de una lenti- tud que nos proteja de las precipitaciones mecéni- cas, de los gestos ciegamente compulsivos, de las palabras repetidas y banales. Justamente porque nos vemos obligados a desdoblarnos y multipli- carnos, necesitamos reaprender el aqui y ahora de la presencia, necesitamos reaprender lo entero, lo intacto, lo concentrado, lo atento y lo uno. Aunque en las sociedades occidentales mo- dernas la lentitud haya perdido su estatus, sigue siendo un antidoto contra el patrén normaliza- dor. La lentitud intenta huir de lo cuadriculado; se arriesga a trascender lo meramente funcional y utilitario; elige en mas ocasiones convivir con la vida silenciosa; registra los pequefios trénsitos de sentido, las variaciones de sabor y sus minucias fascinantes, el palpar tan intimo y diverso que puede tener luz. UW EL ARTE DE LO INACABADO Sz wos wa pico y repetido que el tiempo bien aprovechado es un continuo que tiende a prolon- gatse, un continuo que debemos estirar y llevar hasta el limite. La mayoria de nosotros vive en esta linea fronteriza, en esta cadencia esforzada insatisfecha, deseando en el fondo que la vida sea lo que no es: que sean més y més largas las horas del dia, que la noche no se adormezca nunca, que eguen los fines de semana para salvar la cara ante lo que queda postergado. Con frecuencia nos sumamos automdtica- mente a lugares comunes: «necesitaria un dia de cuarenta y ocho horas» o unecesitaria meses de cuarenta dias», Sospecho que no es precisamente es0 lo que nos hace falta, Bastaria, en cambio, fijarnos en los efectos colaterales de nuestras vi- das ajetreadas, en lo que ha quedado atrds, en lo 1 JOSE TOLENTINO MENDONGA que hemos dejado por decir o acompafar. Sin darnos cuenta, a medida que se agigantan los picos de actividad, nuestras casas se van aseme- jando a viviendas desalojadas, vacias de la verda- dera presencia; la lengua que hablamos se torna incomprensible como una lengua sin hablantes en ef mundo que nos rodea. Y aunque habitemos la misma geografia y frecuentemos las mismas amistades, parece que, de repente, eso ha dejado de ser para nosotros una patria y se ha convertido en una suerte de tierra de nadie. Una muestra de sabiduria es aceptar que el tiempo no se estira, que ¢s incretblemente bre- ve y que, por ello, debemos vivirlo de la manera mds equilibrada posible. No podemos engafiarnos con la légica de las compensaciones: el tiempo que robamos a las personas que amamos inten- tamos devolverlo de otra manera, haciendo planes © comprindoles esto o aquello; lo que le resta- mos al descanso y a la contemplacién procuramos compensarlo con unas vacaciones extravagantes. Necesitamos aprender, como individuos y como sociedad, a gestionar el tiempo. En cuestiones de tiempo, a veces es més im- portante saber acabar que saber empezar, y mis PEQUERA TROLOGIA DE LA LENTITUD 5 vital suspender que continuar. Recuerdo que, en una casa en la que vivi varios afios, ofa a diario al barrendero piblico barrer la hojas de un ale(simo almez que crecfa bajo mi ventana. Solfa llegar so- bre la una de la maiiana. La misica de su escoba era una llamada para concluir y recogerme. Tam- bién yo necesitaba barret mi dispersién y apagar la luz hasta el dia siguiente, Pero incluso el acto de interrumpir un trabajo para reposar no nos resulta facil, por lo menos a cierta edad. Implica, no pocas veces, un ejercicio de desprendimien- to y pobreza. Aceptar que no hemos alcanzado todos los objetivos que nos habiamos propuesto. Aceptar que eso a lo que hemos Ilegado es solo una versién provisional, inacabada, llena de im- perfecciones. Aceptar que nos faltan las fuerzas, que cierta frescura de pensamiento no la podemos obtener mecdnicamente por la mera insistencia. Aceptar que tal ver mafiana habremos de reco- menzar de cero y por enésima vez. Creo que el punto de inflexién se produce cuando contemplamos de otra forma fo inacaba- do, no solo como indicador o sintoma de caren- cia, sino como condicién inexcusable del propio ser. Ser es habitar, en creativa continuidad, la “4 JOSE TOLENTINO MENDONGA condicién inacabada de uno mismo y del mundo. Lo inacabado suele asociarse al campo semanti- co de la vulnerabilidad, es cierto, pero también, y yo dirfa que principalmente, a la experiencia de reversibilidad y de reciprocidad. La vida de cada uno de nosotros no se basta a s{ misma: necesita- mos siempre !a mirada del otro, que es mirada y €s otro, que nos mira desde otro éngulo, con otra perspectiva y otto estado de animo. La vida solo se resuelve individualmente a intervalos, ya que inicamente alcanza su sentido en el acto de com- partir y de darse. 1 EL ARTE DE AGRADECER LO QUE NO NOS DAN Lo mis comin es agradecer lo que nos ha sido dado. No nos faltan motivos para el agradecimien- to. Hay, claro esté, una gran cantidad de cosas que dependen de nuestro esfucrzo y nuestro ta- lento, cosas que podemos conquiscar a lo largo del tiempo, contrariando incluso lo previsible, 0 que han surgido al final de un proceso laborioso y so- litario, Pero eso no contradice fo esencial: nuestras vidas son un receptéculo del don. Como una pura dadiva recibimos el bien més preciado, la vida, y del mismo modo gratuito hemos experimentado, y lo seguimos haciendo, que somos protegidos, cuidados, acogidos y amados. Si tuviéramos que hacer Ia lista de todo lo que hemos recibido de los demés (es una pena que no hagamos este ejercicio mas a menudo) comprenderiamos que en muchos 16 JOSE TOLENTING MENDONCA sentidos somos la obra de los otros. Todos lo so- mos. Nuestra historia emper6 antes que nosotros y nos sobrevivird. Somos el resultado de una ca- dena innumerable de encuentros, de gestos, de buenas voluntades, siembras, caricias, afectos, Nos inspiramos y nos apropiamos del sentido de vidas que no son nuestras, pero que se inclinan pacien- temente hacia nosotros, y asi nos iluminan y nos arraigan en la confianza. Este movimiento, como bien sabemos, no tiene precio ni se puede comprar en parte alguna: solo se consigue mediante el don. Es por eso que, cuando nos falta, su ausencia inde- leble se hace sentir toda la vida. Su lugar no puede ser reemplazado, por mucho que abunde una po- derosa industria de ficciones de todo tipo con la indtil pretensién de ser olvido y sustitucién de esa especie de falla geolégica que nos corroe. Hoy me ha dado por pensar en la importancia de lo que no nos han dado, a rafe de las palabras reveladoras de una amiga: Me gusta agradecerle a Dios todo cuanto me da, ¢s siempre tanto que no tengo palabras para describitlo. Peto siento que debo agradecerle también lo que no sme da, las cosas buenas que no he tenido, ¢ incluso PEQUENA TROLOGIA DE LA LENTITUD 7 las que tanto he pedido y descado y no he llegado a disfrutar. El hecho de que no me haya concedido alguna de ellas me ha obligado a descubrir en mi fuerzas insospechadas y, en cierto modo, me ha per- mitido ser yo. Hay mucha verdad en ello. Aunque exige una transformacién radical de nuestra actitud interior. Hacerse adulto por dentro no es precisamente un parto instanténeo indoloro. En todo caso, mientras no les agradezcamos a Dios, a la vida y a los demas lo que no nos han dado, parece que nuestra oracién queda incompleta. Podemos f4- cilmente seguir adelante alimentando el resenti- miento por Jo que no nos ha sido dado, compa- randonos con otras personas y considerindonos injustamente tratados, lamentando la dureza de lo que en cada etapa no corresponde a lo que habfa- mos imaginado. O podemos mirar lo que nos ha sido dado como ka oportunidad, si bien misterio- sa, si bien a la inversa, pata iniciar un camino de perfeccién... y de resurreccién. Asi fue como, por ejemplo, en uno de los mo- mentos més sombrios del siglo xx, desde un cam- po de concentracién, la escritora Etty Hillesum protagonizé una de las mas asombrosas aventuras 18 JOSE TOLENTINO MENDONCA espirituales de la contemporaneidad, En su diario dejé escrito lo siguiente: La grandeza del ser humano, su verdadera rique- za, no esté en Io que se ve, sino en lo que leva en su corazén, La grandeza del hombre no radica en el puesto que ocupa en Ia sociedad, ni en el papel que desempefa, ni en el éxito social. Todo exo le puede ser retirado de un dia para otro. Todo eso puede desa- parecer en un instante. La grandeza del hombre esté en lo que queda una vez extinguido lo que le conferfa brillo exterior. ;Qué le queda? Sus recursos intimos y nada més. Iv EL ARTE DEL PERDON Puspe parecer Extrafto, pero en ciertos momentos nos asimos al dolor como si fuera un acto heroico y exponemos las heridas come quien exhibe condecoraciones. Nuestro objetivo, no confesado pero evidente, pasa a ser transitar por la vida (0 Jo que nos resta de ella) con la catego- ria de victimas. La mente de los adultos es com- plicada. Descubrimos cierto placer en llevar la cuenta de achaques y traiciones, y si la mfa puede superar a la tuya, tanto mejor, eso refuerza mi condicién. Lo cierto es que, si no estamos alerta, a desgracia intima se convierte en un podio en- deble en el que nos blindamos. Pienso que se produce un giro cuando com- prendemos que todos somos vulnerables. Es fécil reproducir un esquema dialéctico en el que so- mos la victima y el otro es el agresor, olvidando 20 JOSE TOLENTINO MENDONGA que también él estd atravesado por el sufrimien- to, De hecho, no pocas veces la agresién es un lenguaje desviado para expresar o disimular la condicién de victima, El camino necesario pasa por feconocer que en aquellos que nos hieren (0 nos han herido) hay también bloqueos, llagas y en- marafiados ovillos. Su falta de amor no ha sido necesariamente deliberada, quién sabe si no tie- uc detrds una historia mds conmovedora que la nuestra, No se trata de eximir, sino de reconocer que en aquel que no me ha hecho justicia o no me ha devuelto la cordialidad que inverté en él, existe alguien puesto a prueba por situaciones extremas. Y que la herida ahora abierta no estaba destinada 2 mf: era un magma de violencia a la detiva, listo para explocar, Todos necesitamos el perdén, El perdén ins- tala un corte positivo, interrumpe la baba initil de la tristeza, esa maceracién que nos hace des- graciados y nos leva a arrasttar a los demds a la infelicidad, Facilmente nos quedamos atascados en callejones sin salida, en cfrculos viciosos, re- henes de una amargura que se intensifica y con- tamina nuestra vida de modo inexorable, El acto de perdonar es una declaracién unilateral de PEQUENA TEOLOGIA DE LA LENTITUD ar esperanza. El perdén no ¢s un acuerdo. Si espero que el que me ha oprimido venga a mi encuentro y me arranque la tristeza, puedo esperar sentado, El perdén es un gesto unilateral que enmudece la vor de la venganza y cree que decrés del que me ha herido hay un ser humano vulnerable, capaz de cambiar, Perdonar es creer en la posibilidad de transformaciéa, empezando por la propia. Con frecuencia aprovechamos el dolor para instalarnos en él. Preferimos hurgar en la herida, comer a diario el pan rancio de nuestras miserias, en ver de tener sed de belieza, deseo de algo di- ferente. Parece que lo sucedido (que encima es malo) nos ha saciado por completo. Las ofensas recibidas revelan un duro e irénico retrato de nosotros mismos. Ahora bien, para perdonar, es necesario anhelar furiosa y pacientemente lo que (todavia) no existe. El perdén empieza por una luz diminuta, Hay que saber insistir y esperar. El sol no sale de repente, Esa demora es la condicién de su verdad, Lei hace unos dias un cuento extraordinario de Alice Munro, premio Nobel de literatura en 2013. Me gustaria recuperarlo para el tiltimo pa- régrafo de este capieulo. Dice la narradora: 22 JOSE TOLENTING MENDONGA No volvi a casa la iilima vez que mi madre cayé en- ferma, ni para su funeral. ‘Tenia dos hijos pequetios, y nadie en Vancouver con quien dejatlos. No estéba- ‘mos para gastar dinero en viajes, y mi marido despre ciaba las formalidades. Aunque gpor qué achacérselo a &l, de todos modos? Yo sentfa lo mismo. Solemos decir que hay cosas que no se pueden perdonar, 0 que nunca podremos perdonarnos. Y, sin embargo, lo ha- ccomos, lo hacemos a todas horas. v EL ARTE DE ESPERAR Esrana teyenvo una entrevista en la que el gran fowdgrafo Sebastido Salgado elogiaba un pla- cer inusual: el placer de esperar. ¥ no porque se engafie sobre la distancia a la que nos encontra- mos de ese placer culturalmente prohibido: «Hoy en dia vivimos en un acelerador de particulas, en un clima de expectativa permanente»; tenemos una dificultad que nos Hlega a parecer insuperable: la de sumergirnos cn la lentitud y gratuidad de los procesos humanos auténticos, por excepcionales y cotidianos que sean. Salgado afirma lo siguiente: «Para hacer una fotografia, es necesario experi- mentar el placer de esperar.» Recuerdo, a propési- to de esto, una anécdota sobre Federico Fellini que le of contar una vez a Tonino Guerra: el cineasta tenfa la costumbre de llegar 2 cualquier cita, tanto si se trataba de una reunién de trabajo como de 24 JOSE TOLENTINO MENDONCA una cena entre amigos, un buen rato antes de la hora. Llegaba al lugar y hacia tiempo, callejeando tan feliz, de aqui para alld, sin avisar a nadie. Cuando los amigos lo sorprendian y le pre- guntaban por qué no habia llamado a Ja puerta, su respuesta era semejante a la del fotdgrafo: «El placer de esperar» Nuestra cultura, ingenuamen- te mitificadora de la eficacia y el utilitarismo, ha abolido hace tiempo el valor de esperar. Los pla- zos impacientes que asumimos la consideran un atraso, una excrecencia irritante, una antigualla obsoleta. Por qué esperar? Del préti-porter a la comida preparada, de la comunicacién en tiempo real a la experiencia instanténea de los afectos: la espera se ha convertido en un peso muerto que nos incomoda y es preciso tirar por la borda. Qui- zs este deseo de inmediatez es solo un disimu- lado reflejo defensivo, el miedo creciente de que en un mundo acelerado no exista al final nada ni nadie que nos espere. Cuando se vive bajo una fuerte presién, todo se torna arriesgadamente pre- cario, como vamos constatando. Pero por dentro, con miedo y sin hablar de ello. Nos hemos vuelto hipermodernos, polivalen- tes, equipados de tecnologia como una central PEQUESA TROLOGIA DE LA LENTITUD 25 ambulante, multifuncionales pero cada vez més dependientes, perfeccionistas pero siempre in- satisfechos, Vivimos las cosas sin poder reflejar- las, cercanos a una actividad extenuante y, en el fondo, alejados de la creacién. Quizds necesitaria- mos decimnos a nosotros mismos y a los demés que esperar no es necesariamente una pérdida de tiempo. Que puede ser justo lo contratio: recono- cer el propio tiempo, el tiempo necesario para ser; tomar tiempo para uno mismo, como lugar de maduracién, como oportunidad recuperada; en- tender el tiempo no solo como marco de sentido, sino como formulacién significativa en sf misma. Quien no acepte, por ejemplo, la imposibilidad de satisfacer inmediatamente un deseo, dificilmente llegar a saber lo que es un deseo (0, por lo menos, un gran deseo). Quien no tenga paciencia para es- perar que germine la simiente, jamds experimen- tard la alegria de verla florecer. En cuestiones de tiempo, la vida es completa- mente artesanal, No se puede reproducir en se- ric, ni encontrarla ya hecha en otro lado. La vida requiere de la paciencia del alfarero, que, para modelar una vasija que le satisfaga, hace doscien- tas solo para entrenar el gesto y la habilidad, para 26 JOSE TOLENTINO MENDONGA ensayar su idea. Por eso, me gusta mucho el buen humor con el que Edgat Morin explica todas es- tas cosas. Dice: Como a todo el mundo, me horrorizan las esperas en las oficinas de correos © en los consultorios y no soporto las colas burocriticas que nos obligan a hacer. Pero, a pesar de todo, no dejo de esperar lo inesperado. VI EL ARTE DE CUIDAR Me wa parecrpo muy interesante a historia del fotdgrafo japonés Tatsumi Orimoto y la sana provocacién que transmite, Primero, con relacién al significado de la propia préctica artistica. En la actualidad, la crisis econémica ha paralizado préc- ticamente el llamado «mercado» del arte, dentro de esta burbuja cultural en la que nos encontra- mos todavia: el valor del arte, y a veces también su significado, ha dependido del dinero que alguien esté dispuesto a pagar. Los objetos artisticos se han convertido en una mercancfa, con un circuito que en nada difiere de los otros sectores comercia- les, Han surgido diversas tentativas de resistencia, que combaten el arte sactalizado por las agencias de subastas. Cuando el arte limita su vocacién a la condicién de mercancia, se hace necesaria la irrupcién de movimientos antiarte. 28 JOSE TOLENTINO MENDORGA Ese fue caso de Fluxus, un movimiento muy activo en los afios sesenta y setenta del siglo xx, cuyo programa no consistfa Gnicamente en intro- ducir lo cotidiano en el arte, sino en disolverlo. En una operacién voluntariamente blasfema, pro- ponfan depurar el arte de todo artificio, abordar temas triviales, volverlo més simple y rechazar todo tipo de valoracién comercial o institucional. ‘Tatsumi Orimoto colaboré de cerca con algunos de los activistas més inquietos de Fluxus, entre los que destaca el gran «rebelde con causa» que fue Joseph Beuys. ;En qué consiste para Orimoto la practica artistica? Es una accién comunicativa inseparable de la vida. Una forma de acompahar y cuidar a los demés, especialmente a los mas dé- biles, Surge asf una oportunidad para mencionar otro tabi que el fordgrafo climina. Nuestras so- ciedades son conglomerados de hijos que no sa- ben qué hacer con sus padres, que consideran la vejez un obstéculo y un atraso, que hacen todo lo posible por ocultar la vulnerabilidad porque carecen de recursos para dialogar con ella. Ciertas enfermedades son vistas como un fi- nal anticipado, confirmado precipitadamente por el aislamiento al que son confinados los ancianos. PEQUERA TEOLOGEA DE LA LENTITUD 29 La madre de Tatsumi Orimoto padece depresién y alzhéimer, apenas oye, es incapaz de cuidar de s{ misma, su rostro es totalmente inexpresivo (si es que eso existe), como si todas sus capacidades sen- soriales le hubieran sido secuestradas. Entonces, el fordgrafo decide que su deber y su arte pasan a ser la misma cosa: cuidar a la made. Asf es como sur ge el proyecto Art Mama, donde reflexiona sobre la maternidad, la enfermedad, los lazos familiates y, especialmente, sobre las formas de relacionarse con la alteridad cuando ef otro esté como perdido en los inextricables laberintos del dolot y la memoria. La intimidad concretada en el cuidado de la ma- dre le sirve a Orimoto para desarrollar un arte pro- fundamente critico en cuanto a prioridades, a los chnones de belleza, a los modelos de felicidad del mundo contemporineo. En sus fotografias muestra el mundo de los ancianos, un mundo humanisimo en el que los derechos son relativizados y sobre el gue ha recaido una condena de invisibilidad. La metéfora visual que dibujan sus rostros des- amparados nos interpela sobre las preguntas esen- ciales. Lo cierto es que necesitamos més un arte que (nos) haga preguntas que una industria para decorar las paredes. VII EL ARTE DE HABITAR En una secuencia de la pelicula Caro dia- vio, Nanni Moretti zigzaguea por Roma en su vespa, aprovechando los dias veraniegos, cuando la ciudad esta précticamente vacia, Contempla una por una las casas que le gustan, porque nada fo complace tanto, confiesa, como mirar casas, adentrarse en los barrios ¢ imaginar cémo serd vi- vir ah{, Hasta que una de esas incursiones lo con- duce a una zona de los suburbios recientemente construida, atestada de urbanizaciones y de vi- viendas completamente blindadas y protegidas por rejas y cémaras de seguridad. Moretti baja de la vespa y le pregunta a uno de los habitantes por qué ha decidido vivir abi, y este no sabe muy bien qué contestar. Se ofrece a si mismo una serie de balbuceos y disculpas... Recuerdo esta pelicu- la con frecuencia como un elogio al habicar, algo 32. JOSE TOLENTINO MENDONGA tan serio que no puede ser reducido a un mero asunto de casas, Martin Heidegger, por ejemplo, se basd en el concepto de habitar para construir su proyecto fi- loséfico, que describe ast: existir como humanos corresponde fundamentalmente al habitar. «Yo soy», «th eres», significa «yo habiton, «tt, habitas». El set humano, por lo tanto, se realiza a medida que habita. Qué significa habitar? Habicar, expli- ca Heidegger, quiere decir «proteger y cultivar». Las casas son construcciones para ser habita- das, es cierto, y desempefian un papel decisivo en [a elaboracién de nuestra experiencia humana, Pero, ademés, todas las casas hablan, por su pre- sencia o ausencia, de algo que esté mds alld de ellas. Hablan de lo que es un ser humano, materia inmensa y breve al mismo tiempo, algo asombro- so. Hablan del conocimiento que solo es verda- dero si alberga en st Ja conciencia de lo que hoy ignora y seguiré ignoto hasta el final. Hablan de la lucha por la supervivencia, con su rudeza, su dolor y tumulto, pero también de la excedencia que experimentamos, porque si la vida no se desborda, no es vida. Hablan de la intimi- dad, dentro y fuera de la piel. Hablan del silencio PEQUEWA TEOLOGIA DE LA LENTITUD 3 y de la palabra, que unas veces se contradicen y otras no. Hablan de lo cumplido y de lo poster- gado, del suetio y de la vigilia, de lo fratemo y de lo opuesto, de Ia herida y del jubilo, de la vida y de la muerte, Habitar, decia Heidegger, significa «proteger y cultivar», El fildsofo recurte a una cita del texto biblico sobre los orfgenes: «Dios, el Sefior, tomé al hombre y lo puso en el jardin del Edén para que lo cultivara y lo cuidara» (Gn 2,15). Cultivar nos remite, asi, al modo en que transformamos la naturaleza con nuestra actividad. Los otros seres vivos que estén sobre la tierra también la transforman, claro, pero el «cultivo» sitda la accién humana en un estadio diferente: el Homo agricola que somos tiene primero que com- prender y preparar la tierra, conjugindose con ella para proyectarla de nuevas maneras que lo favore- cen, Ademés, el ser humano esta llamado no solo a cultivar, sino también a proteger. Es decir: no solo a servirse de la vida para poder vivir, sino a cuidar de los demas seres vivos, y, en este sentido, de toda vida que encuentra. Heidegger es tajante: «E rasgo fundamental del habitat es este cuidar.» Un recortido més atento nos revela que hay un

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