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Ch X Ty WE LUN La Odisea - C Homero Ulises emprende el Luego de Ia guerra de Toye U i arena jar la bruja Circe y hacer con el objetivo de En el camino hacia su lug decide seguir el consejo de infernales: Hades y Perséfone, uando legamos a la orilla del mar, primero sacamos la nave de la playa y la Ilevamos has- ta el medio de las olas, levantamos el méstil, desplegamos las velas sobre aquella negra nave; colo- camos en ella a las victimas, luego embarcamos tam- bién nosotros, abrumados de tristeza y derramando lagrimas en abundancia. Pronto, detrés de la nave de azulada proa, se levanté un viento propicio que nos envié Circe (..), Habiendo dispuesto asf todos los apa- rejos en el interior, nos sentamos en la nave, dirigida por los vientos y por el piloto y, durante todo el dia, desplegadas las velas, atravesamos el mar (..). La nave llegé entonces a los limites del profundo Océano. Es alli donde se encuentran la ciudad y el pueblo de los cimerios (1), envueltos en tinieblas y en pubes; jams el radiante sol les alumbra con sus ra- yos, ni cuando sube por la boveda estrellada ni cuan- do de lo alto del cielo se precipita hacia la tierra; sino que una noche funesta cubre a aquellos mortales in- fortunados. Llegados a estos lugares, arrastramos la ss Blass, desembarcamos las victimas y corti 's del Océano, hasta llegar al lugar ice nos habia indicado. * aS cee? Perimedes sostuvieron a los Soceene sy. con la espada refulgente 0, cavé una fosa e hice liba- ‘os los muertos: Ia primera con leche y nda con el vino que da al: . _Sspatei por encima la blanca flor de ha “acién, umploré a las ligeras sombras de Sndeles que cuando esturieraen ademis, para wees comgletamen % Ge min rebates anto undécimo 9 hacia su patria: ftaca. liversos peligros. En este canto, la morada de los dioses regres un viaje a consultar al adivino Tiresias. una sangre negra. De pronto, las almas que escapan del Erebo 6) se reunieron a mi alrededor (..). De to. das partes, sobre los bordes de la fosa, revolotean en tropel profiriendo gritos lastimeros; al ver esto, el pé- lido temor se apoderé de mi. Ordené entonces a mis compafieros que quemasen, después de haberlas des. pojado, las victimas extendidas, heridas por el acero cruel, y que imploraran a los dioses, al fuerte Hades, y ala terrible Perséfone; yo mismo, volviendo a tomar la aguda espada, me senté y no permiti que las ligeras, sombras de los muertos se aproximaran a la sangre que acababa de correr, antes de que Tiresias me hu- biera dado las instrucciones pertinentes. La primera sombra en llegar fue la de mi compaiiero Elpénor; todavia no habia sido sepultado en la tierra profunda; en la mansién de Circe habiamos dejado su cadaver, privado de nuestras lagrimas y de los pés- tumos honores: otros cuidados apresuraron nuestra partida. Al verlo, rompi a llorar, y con el corazén lend de piedad, le dije estas aladas palabras: —Querido Elpénor, gcémo has venido a estas labre- Sas tinieblas? TU te me has adelantado, aunque ibas 2 pie, y yo iba a bordo de una nave. Epénor me respondié gimiendo: _ Noble hijo de Laertes (a), ingenioso Ulises, un des Uno cruel y el exceso de vino me ocasionaron la muet” te; acostado en el palacio de Circe, no me di cuent? de que habia de volver hacia atras para encontrat d° nuevo la espaciosa escalera, y me precipité de lo alto ae deine a Cuello se me rompieron 7 rodillas, por tus ami ° ‘€S (S}. Ahora, te lo imploro i padre que aliments ee or tu esposa, por?’ Memeco. al gue td dejacte coma pe ne att Porque yout que gaat como hijo Gnico en tu ¢ase a conducir tu eélida neve eee ee ¥ a estos lugares; te lo ¢ ee e mi: cuando te vayang yo UPL Principe, acuérdate no me dejes sin haberme con” cedido lagrimas ysepultura, para, ono atraiga Ja indigna Jos doses. Di pues de haber consumido mi cadiiver con las armas que me han queda- do, Jevanta una tumba en mi honor en las ori- as del mar, para ensefar a los siglos venideros Ja suerte de un desgraciado; cumple para mi todas cosas y planta sobre mi tumba el remo del que servia cuando estaba Ileno de vida en medio s compaiieros. hablaba Elpénor, y yo me apresuré a responderle: —Si, sin duda, desdichado, yo haré lo que tu deseas, yo cumpliré tus votos. Mientras nos estébamos dirigiendo estas palabras Golorosas, los dos estabamos sentados; yo, por un lado, sosteniendo la espada sobre la sangre y, por otro lado, la imagen de mi compaiiero estaba contandome sus Gesventuras, Fue entonces cuando llegé el alma de mi madre, fallecida durante mi ausencia, la hija Gel magnanimo Autélico y Anticlea, a quien dejé con vida cuando parti hacia la ciudad sagrada de Ilién (7. ompi a llorar, y mi coraz6n se llené de com- i6n; pero yo no permiti, a pesar de la pena que por ella sentia, que se acercase a la sangre antes de que Tiresias me hubiera instruido. Finalmente, lleg6 el alma del tebano Tiresias; Ilevando un cetro de oro, me reconocié y me dijo: —llustre hijo de Laertes, ingenioso Ulises, ¢por qué, desdichado, abandonando la luz del sol, vienes aqui Para visitar a los muertos y su espantosa morada? Pero, vamos, apartate de esa fosa, retira tu espada, para que yobeba la sangre de las victimas y te diga la verdad. Al oir estas palabras, me alejé y volvi a envainar la espada. Cuando él hubo bebido la negra sangre, Tire- sias dejé ofr las siguientes palabras: —TA deseas un feliz retorno, noble Ulises, pero un que sobre dios te lo hara dificil; no creo que puedas escapar de Poseidon, que abriga en su alma contra ti un profundo Tesentimiento, furioso porque privaste de la vista a su hijo amado. Sin embargo, llegaréis, después de pade- cer muchos males, si quieres reprimir tus deseos y los de tus compafieros, cuando, huyendo de la furia del ‘mar, dirijas tu sélida nave hacia la isla de Trinaquia alli encontraréis, paciendo verde hierba, los bueyes y las robustas ovejas del Sol, que todo lo ve, que oye todas las cosas. Si tit haces que esos rebaiios no su: fran mal alguno, puedes pensar en el regreso, y todos, después de haber sufrido muchos males, llegaréis a ftaca; pero si esos rebafios son atacados, yo te predigo la pérdida de tu nave y de tus compaiieros; solamente tii te salvards, pero habiendo perdido a todos los tu- yos, no llegards més que con dificultad y tard 3 bordo de una ligera nave. Tu encontrards la ruina fen casa, unos hombres audaces que estan devoran.:> tu herencia y desean unirse en matrimonio a tu no- ble esposa, déndole los presentes de boda; mas 2 regreso, castigards su insolencia. Gon todo, des de haber inmolado en tu palacioa los audaces eas dlientes, sea par astucia, ea abiertaments coh " 98 da espada, viajaris aun soneniete ae vmeuentres unos pueblos que no conocen el hasta que encven amentoaderezadacon sal ae ans gcen I Je popas de un rojo v tampoco conor mos, que son alas para las naves. anchos rem geguta,y ese pais no escapar onal seg ae sera cuando un viajero, ofreciéndose a t are untard por qué Ilevas un aventador sobre tus SE ee en n la tierra, sa te prenonces hunts el emo ena Capitulo? crificards ilustres victimas a Poseidén, un carnero, un jabali macho, un toro, y entonces volverds a tu patria para ofrecer sagradas hecatombes (a) a los inmortales habitantes del Olimpo, a todos y en el orden de su po- der, Mucho tiempo después, una muerte dulce salien- do de las aguas del mar te arrebatard el dia en medio de una ancianidad apacible, a tu alrededor los pue- blos sersin felices. Te he dicho la verdad. —Tiresias —le respondi yo entonces—, si, ahi esta sin duda el destino que me han hilado los dioses mismos. Ahora dime, hablame con since- ridad: yo percibo la sombra de mi madre, falleci- da durante mi ausencia; esta sentada en silencio, cerca de la sangre, y aunque se halla en presencia de su hijo, ella no podria verlo ni hablarle. Dime, oh rey, mo podra reconocerme. Tiresias respondi6 en seguida en estos términos: —Yo puedo darte una respuesta facil, y la pondré en ‘tu seno; aquel de los muertos al cual permitas acer- carse a la sangre, te dird la verdad; aquel a quien se la rehusaras, retrocediendo, se alejara de ti Después de hablar de esta manera, el alma de Ti- resias vol6 hacia la morada de Hades, tras haberme instruido acerca de los ordculos. Yo, entre tanto, per- manect inquebrantable hasta el momento en que lleg6 mi madre y bebié de la negra sangre; al instante, me reconocié y gimiendo me dirigié estas aladas palabras: "—Hijo mio, gpor qué has de penetrar en estas oscuras tinieblas estando atin vivo? Es dificil para los vivien- tes el descubrir estas regiones. Ha sido preciso cruzar grandes rios, corrientes impetuosas, pero sobre todo el ‘Océano, que no se puede atravesar a pie y sin una soli da nave. ¢Llegas ahora desde Ilién a estos lugares, des- pués de haber errado mucho tiempo con tu nave y tus compaferos? (Es que atin no has ido a {taca? ¢Todavia no has vuelto a ver en tu palacio a tu fiel esposa? —Madre —me apresuré a responderle—, una im- periosa necesidad me ha conducido a la mansién de Hades para consultar el alma del tebano Tiresias. No, todavia no me he acercado a la Acaya, ni he legado ain a mi patria; pero, presa de grandes desgracias, voy errante sin cesar, desde el dia en que segui al di- vino Agamenén a Ilién, fértil en corceles, para luchar contra los troyanos. Pero, dime, hablame con sinceri- dad, {qué destino te ha sometido a la muerte terrible? ¢Acaso una larga enfermedad? {0 tal vez Artemisa (9), que se complace en arrojar dardos, te atravesé con una de sus flechas? Hablame de mi padre y del hijo que dejé; dime si mis bienes le pertenecen todavia o si algin héroe se ha apoderado de ellos, creyendo que yo no habia de volver. Dime cudles son los sentimientos y los pensamientos de mi noble esposa; si, permane- ciendo al lado de mi hijo, conserva cuidadosamente to- dos mis bienes; o si el mas ilustre de los griegos la ha tomado en matrimonio. Tales fueron mis preguntas, y mi augusta madre me respondié con las siguientes palabras: —Penélope, con el corazén transido de dolor, ha permanecido con constancia en tu palacio; penosas noches y largos dias la consumen en medio de un mar de lagrimas. inguin extranjero posee tu hermosa he- rencia; tranquilo, Telémaco cultiva ain tus dominios, asiste a los soberbios festines que al rey correspond® preparar; todos se afanan en invitarlo. Tu padre reside enel campo, nunca va la ciudad; no tiene lecho st" tuoso adornado con mantas y magnificos cobertores: durante el invierno, duerme en la casa donde se & cuentran sus servidores, tendido sobre la ceniza,)¥"" to al fuego, durante la rica estacién del otofo, ha? amontonadas en el suelo, en el lugar mas (értild¢ viiia, forman su lecha; alli es donde reposa, abr porla pena, y un profundo dolor aumenta en 502 al lamentar tu suerte; sobre él pesa la pends V Asi fue como pereci yo misma y llegé a curplits i destino; Artemisa, que se complace en arrojer Wh no me alcanzé con ninguna de sus dulces °° tampoco me sobrevino ninguna de esas largas a ej medades que, en medio de crueles torments: el vigor a nuestros miembros; pero la Nostalgia, la in- quietud que sentia por ti, noble Ulises, y el recuerdo de tu bondad fueron las nicas cosas que me privaron de la dulce vida. Dijo, y yo, con el espiritu trastornado, quise tocar el alma de mi madre; tres veces me lanz6 hacia delante, y mi corazon deseé asirla, tres veces se escapé ella de mis manos como una sombra 0 como un suefio. Expe- rimentando entonces en mi alma un dolor mas inten- so, le dije estas aladas palabras: —Madre mia, ;por qué no me esperas, cuando yo deseo abrazarte, para que en la morada de Hades, ro- deandote con mis brazos, podamos los dos hartarnos de lagrimas? ¢La terrible Perséfone (10) me habria ofre- cido tan solo una vana imagen, para que en mi dolor yo hubiera de gemir todavia mas? Asi hablaba yo, y mi augusta madre me respondié al instante: —Hijo mio, el mas infortunado de los hombres, Per- séfone, la hija de Zeus, no te ha engafiado, sino que este es el destino de los humanos cuando estan muer- tos; aqui los nervios ya no envuelven las carnes ni los huesos, sino que son destruidos por la poderosa fuerza del fuego devorador, tan pronto como la vida abandona los huesos delicados; entonces, el alma li- gera echa a volar como un suefio. Pero vuelve ahora en seguida a la luz, recuerda todas estas cosas, para luego poderlas contar a tu esposa. Horero. La Odisea, version en linea: hi p:/furwwclincontormistadg modules.php?op=modloadéname=News&file=artic e

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