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Cartruto IV HOMERO EI primero y el mis grande de los poetas euro- eos merece un capitulo aparte por su valor intrin, » Poraue en él vemos todas las cualidades que caracterizan el arte helénico y por la influentia aie ns Poemas han ejercide ‘en muchas genera. ciones de griegos. Sobre la famosa cuestién homérica, quién fue Homero y qué partes de la Miada y de la Odisen Serbs, diré lo menos posible. La tradicin griega sya Muy vaga, puesto: que un primitive escritor {inico, Helénico, lo sitta en el sigh xu, y Horo oto en el x, “cuatro siglos antes de mz época ¥ no mas”. No caben dudas de que Herddot ox sustancialmente exacto; Hekinico acopta sin dis cusién que un poeta que describe con tanta inten, sidad Ia guerra de Troya, tuo que haberla vig 4 mismo. Pero la cuestién importante no es quién era Homero, sino qué era, La Iliada’y la Odisen han sido lamadas Ia Biblia de los Sriegos, Durante siglos estos dos poemas fueron ta base de la edn, cacién griega, tanto de la educacién formal de la escuela, como de la vida cultural de} ciudadano semi. Les recitals de Homero, acompatiados por gihibiciones, estaben a eargo de profesionales due iban de ciudad en ciudad. Platén trac une animgde descripeién, no carente de malicia, de uno de estos. 59 recitales en su Ion: “Debe ser maravilloso, fon, andar, como haces ti, de sitio en sitio, arrastrar una densa multitud adonde quiera que vayas y tenet a todos pendientes de tus labios, y ponerte tus mejores ropas.” Mientras esta Biblia no fue rem- plazada por olra, una cila de Homero era el modo natural de dirimir una cuestién de moral o de conducta. Homero podia ser alegado, lo mismo que el Domesday Book®, en apoyo de un reclamo territorial en cualquier trato diplomético. Cundié una especie de Fundamentalismo, semejante a las interpretaciones de la Biblia de algunas sectas pro- testantes: Homero atesoraba toda la sabidurfa y todo el conocimiento, Platén se mofa de esto, cuando hace proclamar a Ton que, por ser un ex- perto en Homero, es experto en todo; una ciudad puede muy bien convertirlo en su general, puesto que ha aprendido en el poeta el arte de la guerra. ‘Mas es necesario aceptar que Homero sostuvo y nutrié la mente y la imaginacién de los griegos generacién tras generacién, tanto de artistas y pen- sadores como también de los hombres comunes. Los pintores y los poetas acudian a Homero en procura de inspiracién y también de temas. Se dice que Esquilo calificaba modestamente su pro- pia obra como “migajas del banquete homérico”, y no hay en el drama europeo una figura mis grandiosa que este autor. Finalmente, junto con €l propio idioma, la comin herencia de Homero infundia a los griegos la conviecién de que, pese a las diferencias y odios que los separaban, for- maban un solo pueblo. Debemos, pues, saber algo +E} Dorlesday Book es el reghtzo dal gran catastro hec!o en Inglaterra en 1088 por Guillermo el Conquista ae. (Ne deb T.) 6 una mala intro. a Veamos, entonce: traseripcién en f crotea bao ; iin " Dosa de la tremenda eine oa shotio: dents le Miada: wn pasaje que el grees Fac lobia saber toda o casi todo de mene esis o Alomar pe i get cto Pintores, Ios filesfos, To hombres cee a politico, los comerciantes, los eaballeros de mevis: ¥ los artesanos habfan metido en sus Chern desde su mis temprana adolesconcis = il Hades smuchas alae valroay do heroes Ale los hombres, y et diving Aye éCudl de los dioses 6 que pelearan? El hijo He poles Any ea Bia ah a a i ace {249 en las veloces aves agueay on a jeanne las infulas de Apolo, el que hier gue hai’ ss Mrs grebas! Los dioses la ciudad de Priamo Jiapent Sree Pond in el sive hiere de lejos, 7 eee ae fee mie Tepito deat hae ‘mal modo y con ltanens fgets, SOUT, Te despdis de ‘No dé yo. contigo, anciano, . er skate y "60 cetro; y a todos los aque os lee, los tides; eaudlos do pueblos’ Meuse ccerea de las céncavas naves, a a porque shora demores tu partida, ya porque vuclvas Hogs, pues quizis no to valgan el colo y/Jas nfulas del dios, ella no la soltaré; antes le sobrevendrd Ja vojez en ri cast, en. Argos, lejos de su patria, trabajando en el telar y aderezando mi lecho. Pero, vete; no me Srites, para que ppuedas ite sano y salvo.” ‘Asi dijo, EI anciano sitié temor y obedeciS el mandato. Fuese en silencio por la orila del estruendoso mar, Asi es como se inicia Ja obra més primitiva de la literatura europea. Dentro de un momento nos ayenturaremos un poco mds en ella; entre tanto, interrumpames la traduccién a fin de sefialar un punto fundamental. Ha sido siempre un lugar comin de la critica homérica afirmar que Homero se precipita directa- mente en el tema; in medias res, como decia Hora- cio. Esto se considera un signo del genio literario de Homero, y por supuesto lo es; pero tal vez nosotros podamos avanzar un poco mas. Trae im- plicitas muchas cosas el hecho, ya de por si impor- tante, de que Homero no componga mma extensa divagacién épica sobre la Guerra de Troya, sobre sus diez afios completos, sino que se contente con ‘una fase de clla, Hasta tal punto su sentido de la forma disciplina su arte que él puede concluir su poema, y su tema, sin Hegar siquiera a la toma de Troya. Este dominio instintivo de la forma es en efecto notable, pero sn origen lo es ain més. No reside éste en Ja feliz inspiracién ni es un mérito meramente “artistico”; su origen es mas profundo, esté incrustado en cierto habito mental, el cual no es solo homérico sino helénico en el fondo. Homero pudo muy bien haber cireunscrito su tema de este modo y a pesar de eso tratarlo a Ta manera semihistérica, Habria compuesto asi tun poema todo lo brillante, agil y bien constraido e que se quiets, pero que en esencia hubiera resul- tado cl fragmento de un informe, una represonta- cién. Homero no lo ba hecho y tampoco han procedido asi los poetas clisicos griegos '. La Tliada no relata un episodio de la guerra, amenizando la descripcién con reflexiones al pasar sobre tal o cual aspecto de la vida. EI poeta ha tomado mas bien su “tema”, esta fase de la guerra, como una mate- ria prima, para elaborarla dentro de una estructura totalmente nueva de su propia invencién, No va a escribir sobre Ta guerra ni sobre una parte de ella, sino sobre el asunto que con tanta Iucidez expone en los primeros cinco versos. Lo que de- termina el poema no es nada exterior, como el con- flicto, sino la tragica concepcién de que una pelea entre dos hombres acarreari dolor, muerte y des- honor a muchos otros ®. Asi “cumapliase el plan de Zeus". {Qué significa esto? Que todo estaba ya dispuesto por los’ ineserntables designios de Zeus? Mis bien lo contrario, que es parte de un Plan universal, que no es algo que. sucede sdlo en esta ocasién, sino algo que proviene de Ia verdadera indole de las cosas. No es, pues, una referencia a lo particular, sino a Yo universal. No nos corres- ponde a nosotros decir si Homero Hegé a esta concepcién al reflexionar sobre este episodio bélico, © si su experiencia de la vida lo Ilevé a ella, la cual podia expresarse, a su parecer, mediante Ia 1 Uuilizo esta formula para ganar tiempo, No caben du- das de que habia mocha mala poesia gregh Arstoney, por lo menos, siempre se rie de ella, Pero la que ha llegado nuestros dias es la mejor, cuidadosamente seleccionada pr los extcos my competentes de In poeaalejninina y posteriores. 2 Ver més adelante, pigina 254, ma similar composé ciim del Agomendn, ; 63 ‘istoria de Aquiles. Lo importante es que éste os su feina, que tal causa tiene tal efecto, y qiie le sencial unidad de Ja Hiada, a pesat de sit dilat tacién épica y de adiciones posteriores, procede de este argomento tan bien concebido y no. simple. mente de un artificio literario, Por consiguiente, si Se nos permite una momentinea pedanteria, no ¢s en verdad exacto decir que Homero, al omitir Ios primeros nuove afios de kt guerra, se precipits, inmediatamente en medio de su asunto, Empicza, Por el contrario, en el principio de ly ast Io manifiesta con toda claridad. Muchos miles de hombres fueron muertos y des- honrados a causa de una pelea. El lector tended una idea muy incompleta de la concepcién de Homero, si no vemos eudl fue la causa de la pelea Hejamos a Crises, el sacerdote, caminando. muy alligido por Ia oxila del mar. Ahora Crises pide @ Apolo que lo vengue: Axi clio rogando. Oydle Febo Apolo, ¢ inritade en su corarén, descendié de las combres del Olimpo con el ace {£4 cette carcaj en los ombros; las suetas resonaron ce, pre la espalla del enajado dios, cuando coment6 a movene Tha parecido a Ia noche. Sentése lejos de las naves, toO ene fecha, e1 arco de plate dio un tecble chasquido. Al pene {ilo el dias dsparaba cont Jos molos y agit ponent are Iego dirigié sus amargas saetas alos hombres, } contians: ‘mente ardian muchas pitas de caddveres Durante nueve dias volaton por el eféreito las fechas del ‘os. En el décimo, Aquiles convocé al pueblo al ager; se a it unidad de ta Oditea es mucha mis clara, y 0s cwictamente de la misma naturaleza. Por aingin coacepte sc debo a quo el material esté sagazmente dispuesto, si Len ff dsefio de le intriga es extroidinari. La cite os que 1h intriga esti ast urdida a fin de hacer resaltar wns idéce te desobediencia es couteria la voluntad de les dios y, or consiguiente, castigade, os Jo puso en el corazén Hera, la diosa de los blancos brazos, que se intezesaba por los’ dinags, & quienes vela mort Acudieton S:tos y, una vex reunides, Aquiles, el do lor ples ligeros, se levant® y dio: “iAltidal Creo que tendremos que volver atris, yendo otra vez errantes, sf escapamos de la muerte: pues si hor le guerra y Ia peste vnidas acabarin con los aquevs. Maw ea, consultemos a un adivino, secerdote 0 intérprete de. sveios pues también el suefio procede de Zeus, para que nos {ge por qué se irt6 tanto Febo Apolo: ai est quejoso con motivo de algiin voto © hecatombe, y si quemendo en $e obsequio grasa de conderos y de eabras escogides, quetd ramos de la peste.” Cuando asi hubo hablado, se sent6. Levantése entre ellos Galeas el mejor de los augures ~conocia lo presente, 1b fac turo y lo pasado, y habia guiado las naver aquens hosts Hién ‘por medio del arte adivinatorio que le diera Febs Apolo, y benévolo les arengé diciendo: “Oh Aquiles, caro a Zeus! Méndasme explicar la oblera de Apolo, del dios que hiore do lejos. Pues bien, hablar ero antes dectara y jura que estés pronto a defendene de palabra y de obra, pues temo irrtar a'un varéa que gora de grin poder entre los argivos todos y es obedewido por Jos aqueos. Un rey es més poderoso que el inferior caren guien se enoja; y si bien en el mismo dia refrena su ire g@ sa pecho gaaida luego rencor hasta que logea ejecutale Dime, pues, st me salvanas.” Aquiles promete que protegeré a Calcas, aun- ue el principe a que se refiere sea el mismo Aga. menén, Al punto Caleas declara que Apolo estd ‘enojado por el tratamiento que Agamendn ha dado a su sacerdote; que la peste no cesaré, hasta que Ta muchacha sea restituida, sin rescate alguno, pero con abandante ganado para el sacrificio. ots ins pats, se sets. Levanta al panto lerso héroe Agamenin Ata, afligdo, con lie negras Sas tn ao ae, ale, Sept fuego; y encarando 2 Caleas la tora vista, exclam: ‘Adivino de males! Jemés me bas anuneiado nada grto, Siempre te complaces on profetizar desgracias ‘y nunca 65 fist ni jecutaste nada bueno. Y ahora, vaticinando ante los diénaos, afirmas que el que hicre de lejos les envia cals midades, porque no quise admitir el espléndido rescate de 4h joven Griseida, a quien anhelaba tener en mi casa, La Prefiero, ciortamente, a Clitemnestra, mi legitima Porque no le es inferior ni en ol tlle, ni en el natural af en inteligencia, ni en destreza. Pero aun ast y todo, toot lento en devolveria, si esto es lo mejor; quiero que el pue. bo se salve, no que perezea. Pero preparadme. pronto tre recompense, para que no sea yo el unico argivo que sia ol se que; To cual no pareceria decorose. Ved tolos jue se ¥2 2 otra parte Te que me habia comespondido’” Replicéle en seguida el divino Aquiles, el de los pies It eros . “iAtrida gloriossimo, el mis codicioso, de todos! gChimo Pueden darte otra recompensa los magninimos aqueos? No sabemos que existan en parte algunas cosas de Ts comunk, dd, pues las del saqueo de las ciudades extin repartdas, y zo es conveniente obligar a los hombres a que nuevamente has junten. Entrega ahora esa joven al dios ¥ los aqueos te Bgtenes el tp yl cuddle, Zeus no pemrenge ia tomar Ia bien mmurada ciudad de Troya.” ¥, contestindole, el rey Agamenén le dijo: “Aunque seas valicnte, deiforme Aquiles, no ocultes asi fu pensamiento, pues no podris burlarme ‘ai persuadirme, eAcaso quieres, pir conservar tu recompense, que me dle sin Is mis, y por es0 me aconsejas que la devuelva? Enhorsbuens, silos magnénimos aqueos me dan otta com. forme a mi deseo para que sea equivaleate... Y st 10 me 'a deren, yo mismo me apoderaré do In tuya o de Ix de Ayan 0 me evaré la de Odiseo, y mentard em lem aquel 4 quien me Tlegue, Mas, sobre esto deliberatemos otto dis Ahora, ea, echemos ima negra nave al mar diving, rouna. mos los convenientes remeros, embarquemos vietimas ‘na hecatombe ya la misma Cried a tle hectmess ills, y sea capitin cualquiera de les jefes: Ayan, Idomono ¢ al divino Odiseo o ti, Pelida, ef mis portentoro de todos tos hombres, para que nos aplaques con stcrifielos al que hiero de lejos” rectitindole com torva faz, exclamd Aquiles, el de los pies igeros: “IAb, impulente y codicioso! eCémo puede estar dspuesto a obedecet ats ilenet nt un aguek june, partes 66, prender Ia marcha o para combatir vilerosamente con otzos hombres? No he venido a pelear obligado por los belicoos trayanos, pues en nada se me hicieron culpables no se lle- vvaban nunca mis vacas ni mis caballos, ni destruyeton jamais Ia cosecha ea Ia fértil Ftia, eriadoes’ de hombres, porque ‘muchas umbrias montaias y el midoso mar mos separan—, sino que te seguimos a ti, grandisimo insoleate, pata darte al gusto de vengaros de los troyanos a Menelao ya ty, ojos de perto: No fijas en esto la atencién, ni por ello. te tonmas aingiin cuidado, y aun amenszas con quitarine la recompen- 52 que por mis grandes fatiges me dieton los aqueos. Jamis cl botin que obtengo igual al tuyo cuando éstos enizan a ssico en una populosa cindad de los troyanos: aunque Ta parte més pesada de la impetuosa guerra In. sestienen mnie ‘anos, tu recompensa, al hacerse el reparto, es mucho mas 305 y yo vuelvo a mis naves, teniéndola. pequetia, aunque Brati, después do haberme cansado en ef combate. Ahora the iré @ Fila, pues lo mejor es regresar a la patris en las ‘éncaves aves: no pienso permaneser aqui sin houra para ‘Procurarte ganancia y riqueza.” Contesté en seguida el rey de hombres, Agamenén: “Huye, pues, si tw dnimo a ello te incita; no te ruego que por mi te quedes; otros hey a mi lado que me honrarén, y ‘especialmente el prévide Zeus. Me eres mis odioso que mix agin otro de los reyes, alumnos de Zeus, porque siempre te hhan gostado las ria, Iuchas y peleas. ies grande tw fuer. 2a, un dios te la dio. Vete a la patria, Hevindote las naves ¥ los compaferos, y reina sobre los’ micmidones, no. me importa que estés iritado, nt por ello me preocupe, pero te haré una amenazi: Puesto que Febo Apolo me’ quite a Criseida, Ia mandaré en mi nave con mis amigos; y encami nindome yo mismo a tu tends, me Hevaré a Briscida, la do hhermosss imejilas, tw recompensa, pata que sepas bien culn- to mis poderoso soy y otro tema decir que es mi igual y compararse conmigo,” ‘A dio. Asmgaze el Pela, y nto de velludo pecho su corazéa discumrié dos cosas: 0, demudando la aguda espada que Hovaba junto. al muslo, abrisse paso y matar al Arida,.0.calmar su oSlera y reprimir su furor’ Mientras tales pensamientos revolvia en su corazéa y en sti mente, sacaba de la vaina una gran espada, vino Atenea del ciclo; envidla Hera, la diosa de los blancos brazos, que amba cordialmente.a entrambos y por ellos se interosaba, Pisose detris del Pelida y le tit de ta blonda eabellera, aparecién. 67 dose a dl tan solo; de los demés, ninguno la vefe. Aquiles, sotprendido, se valvié y al instante conocié a Palis Atenea, cuyos ojos centelleaban do un modo terrible. Y hablands con ella pronuncié estas aladas palabras: “ePor qué nuovamente, oh, hija de Zeus, que evas la égida, has venido? ¢Acaso para presenciar el ultraje que me infiere el Atsida Agamenén? Pues te diré lo que imo figuro ue va # ocurss: Por su insolencia perderé pronto la vida” Atenea le dice —para abreviar la traduecién— que ella ha venido para mitigar su céléra: algin die, por esta afrenta, se ofrecera a Aquiles el triple y el cuddruple de lo que ahora le quita Agamenén. Aquiles, como es natural, obedece, pues observa sucintamente: “Proceder asi es lo mejor.” Atenea regresa al Olimpo y Aquiles se inflama contra Aga. menén, y su parlamento empieza asi: “Borracho, que tienes cara de perro y corazén de ciewvo"..” He incluido tan extenso pasaje por varias razo- nes. Una, porque asi tendremos un texto para las futuras referencias; otra, porque el lector puede quizds recibir alguna impresién de la vivacidad de toda la obra. Ya hemos hablado, y volveremos a hablar, de la intelectualidad del’ atte griego; por consiguiente, era menester mostrar al lector con toda claridad que ello no implicaba de ningén modo aridez o abstraccién. Esta dispata entre Aquiles y Agamenén esté referida con tanta viva. cidad que no resulta extraio que Helanico haya supuesto que Homero fue contemporaneo de la Guerra de Troya. Y no solo los exteriores estin Presentados con sugestiva fuerza. La funcién ar- tistica de este pasaje, como el propio Homero nos lo dice, es describir aquel episodio —la pelea— del cual sobrevino tanto suftimiento para los gr 40s, de acuerdo con Jo que Homero considera “el plan de Zeus”, y que nosotros Hamariamos el in- 68 evitable resultado de los acontecimientos, La causa cs la “perversa arrogancia” de Agamendn, y la “ine nesta ira” de Aquiles; esto es lo que queda expre. sado sin ambages. Pero Homero no nos presenta dos cualidades abstractas en pugna, sino que vemos a dos hombres disputando violentamente. Nada podria ser més “real”, menos intelectual. Como en la vida, las dos partes se dicen algo, solo que estos dos hombres Hegan demasiado lejos. La pelea estalla porque eada uno de ellos es como es. Es cosa de un mo. mento, pero “precipité al Hades muchas almas valerosas de héroes, cuyos cuerpos fueron presa de perros y pasto de aves. Y asi se camplia el plan de Zeus". No es exclusivo, pero si caracteristico del griego este poder de percibir el acontecimiento inmediato on tanta penetiacién y al mismo tiempo apre- hender la ley universal que él ejemplifica, En un hecho particular se nos muestra parte de la estruc. tara del universo total; sin embargo este suceso esti tratado con Ia vivacidad propia del més exce. lente relato. Homero no necesita empafar el movi. miento de su descripcién con comentarios genera- lizadores; su generalizacién ya se ha realizado on el plano fundamental de todo el edificio, Hay algo mis. En este pasaje, como en todo el arte clisico griego, se advierte una notable ausen- ¢ia de marco natural. No vemos las torreadas murallas de Troya ni el Escamandro rielando a la distancia; no sabemos dénde trascurre esta asam. blea de los griegos, si en una tienda 0 en una la. dera, 0 en Ja costa junto a las céncavas naves. Lo mismo que frente a un vaso griego pintado, toda nuestra atencién se concentra en las figuras humas nas. Esto también sucede en la tragedia griega, 69 EI sol y las tormentas shakespearinos estin ausentes por completo; si un personaje habla del paisaje que lo rodea, es para poner de relieve que él se halla aislado ‘de sus semejantes, Seria facil y o6- modo si pudiésemos decir que el griego era insen- sible a la naturaleza y dejar asi las cosas. Pero no es posible, Limitémonos.a Homero: un hombre insensible a la naturaleza no pudo haber utilizado tanta riqueza de similes naturales, todos exactisi- mos en sus detalles, similes tomados de animales, aves, el mar, el cielo y las tormentas, laminas en pequefio que recuerdan a la distancia las ilumi- naciones de los manuscritos medievales. Esté, pues, fuera de toda duda que el griego tenia conciencia de la belleza y la variedad de la naturaleza, Ade- mis, no es solamente el marco natural lo que est ausente. Segin hemos visto, la Iliada comienza sin la mis leve insinuacién sobre dénde transcurre 1a avccién; debemos hallarnos en algdn lugar del terri- torlo troyano, pero gdénde? Homero no muestra demasiado interés en decimoslo. Tampoco nos da ese marco que un escritor moderno podria difiel- mente omitir: los demés, los actores mis pasivos en la escena, los otros jefes griegos y el ejército. Solo las figuras esenciales estin descritas Pero el Jector moderno no solo echa de menos el marco que espera, sino que se encuentra con otto que, en un principio, no comprende: el de la accién divina, No vemos las murallas de Troya, pero asistimos a deliberaciones en el Olimpo y observamos cémo los dioses particulares intervienen en le batalla 0 ~como en nuestro -pasaje~ en Ja disputa, No es de sorprender que se dé asi la impresién de que los personajes humanos en el poema no son sino piezas movidas sobre un tablero de ajedrez por una camarilla de deidades capri- 70 chosas e isresponsables. Sin embargo, es dificil conciliar esta idea con la deseripcién de agentes humanos auténomos y responsables que Homero forja para nosotros con tanto esfuerzo. Este Aga- menén y este Aquiles son auténticos hombres adul- tos, tratados de un modo también adulto, En rea- lidad, teniendo en cuenta Ia primitiva ferocidad con que tropezamos a cada paso en las descripcio- nes homéricas de la vida, esta madura adultez nos resulta por momentos casi desconcertante. Pero toda la accién es acompaiiada de una maquinaria divina que parece un tanto infantil, como en aquel momento de nuestro pasaje en que Atenea des- ciende del Olimpo, da un tirén alos cabellos de Aquiles y le espeta una retahila de buenos con- sejos. As{ en Is tragedia posterior —si bien de un modo mucho menos pintoresco— los dioses, por medio de orécutos, suefios y todo lo demés, pare- cen controlar y dirigir Ias acciones de los hombres, incluso cuando éstos son presentados como agentes plenamente independientes y responsables. Esta cuestién del marco es, pues, confuse, y aunque no es éste ellugar para el examen sobre Ia religién griega, el lector: tiene derecho a un esclarecimiento provisional. Homero carece, natu- ralmente, de una teologla dogmitica; en realidad, todavia no existe ni la mera idea de pensamiento sistematico. Ademés, él est utilizando una forma tradicional, pues con seguridad hubo muchos auto- res de poemas épicos antes de Homero; de modo que Jo antiguo y Io nuevo se dan de consuno, En un momento Zeus decide que Jos griegos deben ser castigados; por consiguiente, los troyanos logran rechazarlos hasta sus naves. Por otra parte, un dios o una diosa dosciende en medio de la refriega para salvat a un predilecto suyo que se halla en n (grave peligro, y esto es realizado en oposicién al deseo de Zeus. Como contraste encontramos a Principios de la Odisea un pasaje en que se hace decir a Zeus: “|Cudn insensatos son los hombres! iDe qué modo -culpan Ios mortales a los diosest Dicen que todos los males les vienen de nosotros, y son ellos quienes se atraen eon sus locuras infor, tunios no decretados por el destino.” Dicho en términos modemos: la vida es siempre dura, pero nuestras faltas y errores la hacen més dura de lo necesario. La grave y filoséfica sabiduria de este asaje no se concilia facilmente con el capricho divino que encontramos en otros, y mucho menos con Ia jocunda irreverencia que emana del relato sobre los amores de Ares y Afrodita, Todo este proceso parece muy sorprendente, La azarosa mezela de lo viejo y lo nuevo explica una parte del acontecer general; para lo restante puede ella también ayudar al lector si éste recuerda, que los dioses constituyen una temprana creaciin, Gon Ia que se ha querido dar euenta del porque de ciertos hechos, particularmente de aquellos de cardcter extraordinario. Asi, segtin vimos en el iiltimo capitulo, la habilidad del forjador de meta- les exigia condiciones que sobrepasaban Ja destreza del hombre comin, Entonces, puesto que tal apt tad resultaba excepcional, no cabe duda de que era de origen divino; por consiguiente, debia exi wun dios del fuego. En muestro pasaje de Ia'Iliada nos enteramos de quo Aquiles tiene més fuerza que lo comin: esto, dice Agamenén, es el don de algtin dios, y Ia explicacin trae consigo una verdadera inferencia filosdfiea. No hay nada de qué jac. tarse; Jo que un dios da, también él puode qui. tarlo, Ademés, dos fuerzas se debaten en la monte de Aquiles, la rabia ciega y el freno prudente. Nos. 3 A “por un sobrehumano es- fuerzo de autodominio”...; los helenos expresa- ban: “por la ayuda de algiin dios..."; y el griego poeta o pintor de vasos retrataria a Atenea, en forma corporal, aconsejando a Aquiles. La dife- reneia no es grande; y el hecho de que Aquiles deba su fuerza a alguna divinidad o tome una pru- dente decisién con ia ayuda de Atenea, no dism nuye en Jo mas minimo su grandeza; los dioses no favorecen asi a los hombres insignificantes, y aquel @ quien ayudan esta por encima de la vulgaridad. No debemos pensar que los dioses escogen a cual. quier flojo y le otorgan fuerza, Jamas procederfan ellos de ese modo. Tal es entonces el marco en que vemos los hom- bres y los acontecimientos, no solamente de la épi- ca griega sino también de In mayor parte del atte griego clisico. Fiste degenerd, por supuesto, en tri- Vialidades mitolégicas. Fue un desarrollo posclis co, pero fascind a Roma y encanté al siglo xvut, con el resultado de que el lector moderno, antes que pueda obtener una visién directa de Homero y los posteriores clisicos griegos, debe primero de- Sembarazarse de cierto aspecto de la cerdmica inspirada en Wedgwood y de otras expresiones ar- Uisticas similares. Pero para los griegos este marco no era decoracién; era mas bicn una especie de perspectiva, no en el espacio sino en su significado, El nos permite ver la accién particular que estamos observando no como un hecho aislado, casual, tini- 0; lo vemos més bien en relacién con Ia estrc tura moral y filoséfice del universo. Esta estructura, repito, no es expuesta consciente- mente, por Homero; él no tiene ningéin sistema fi- loséfico integral. Sin embargo, percibe que hay una unidad en las cosas, que los acontecimientos B otsos podriamos decir: tienen sus causas y sus resultados, que existen vier tas leyés morales. Esta es Ja estructura en la que ‘encaja la accién particular. El marco divino de la épica significa en tltima instancia que las acciones particulares son al mismo tiempo tinicas y univer- sales, Los griegos que durante mil afios acudieron a Homero para la ensefianza de sus jévenes y para deleite ¢ instruccién de los adultos, no se dirigian a meras rcliquias venerables 0 a hist6ricas sagas patriéticas o a encantadores cuentos de hadas, sino @ poemas que ya atesoraban todas las cualidades que habfen dado un carfeter distintivo a su cultura, Hemos considerado un pasaje con algin detalle; hemos visto, quizés, parte de aquella fuerza intelec- tual instintiva que con tanta firmeza organiza todo el poema; algo, sin duda, de la esencial seriedad que To anima; un atisbo de Ja agudeza con que Ho- mero contempla su objeto y de Ie vivacidad y ‘economia con que nos lo hace ver también a noso- tos, Pero Homero y todos sus grandes sucesores tienen otra cualidad de que no hemos hablado, una cnalidad que. no debemos. permitir que permanez- ca oscurecida por esta fama de intelectualidad y de seriedad moral. Es su humanidad, Prefiero que ‘Homero mismo la muestro, pues él es mejor escritor que yo. Una batalla encarnizada tiene Ingar en Ia Hanura que se extiende al pie de Troya, y el héroe griego Diomedes causa terribles estragos entre los troya- nos, tan grandes que Héctor abandona el campo de batalla para pedir a las mujeres de la ciudad que imploren a Atenea una ayuda contra este hombre tan temible. Al pasar Héctor por las puertas Esceas, fue rodeado inmediatamente por las esposas y las hijas, ansiosas de tener noticias de los hombres " que luchaban. “Pero él les encargé que orasen a los dioses, y a muchas produjo gran pena.” Prosiguié -su camino hacia el palacio del rey Priamo, su pacre. Heécuba, Ia reina, lo ve y Ie pregunta, en un estilo francamente heroico: “|Hijo! gPor qué has venido dejando el aspero combate” Sin duda los aqueos, de aborrecido nombre, deben de estrechamnos mucho, y tu corazén te ha imptilsado a orar a Zeus. Pero aguarda, traeré vino dulce como la miel para que primeramente Io libes al padre Zeus y luego te aproveche también a ti, silo bebes. El vino aumen- ta mucho el vigor del hombre fatigado, y té lo estés de pelear por los tuyos.” Pero Héctor rehtisa: “El vino puede hacerme olvidar de mi deber, y no me est permitido realizar una sacra libacién con sangre en mis manos”. Pide a su madre que ofrende a Atenea las mas hermosas vestiduras que posee el palacio. Ast lo hace ella y Homero nos dice dénde las habfa obtenido Hé cuba, Fueron compradas en Sidén a mercaderes fenicios, Héctor encuentra a Paris, y severamente To envia de regreso a la batalla, Paris hebia sido he- ido y desde entonces pasa sin preocupaciones su tiempo con Helena, “Ojalé que se lo trague la tie- ra”, dice Héctor, También ve a Helena. Ella se reprocha su inconducta y dice: “Ven, siéntate a mi lado, pues tus hombros soportan més que otfos el peso de mi desvergiienza y la salvaje locura de Pa- ris.” Pero Héctor no se queda; sus compafieros en Ia batalla Jo necesitan y claman por su regreso, “Y =dice~ debo ir a mi casa y ver a mis criados, a mi ‘querida esposa y a mi tierno hijo; ignoro si volveré de la batalla, o Si los dioses dispondrén que sucum- ba a manos de los aqueos.” Pero Andrémaca no esté alli, Ella habia oido que los troyanos eran rechazados y corrié, como wna 6 loca, Tena de ansiedad, hacia las murallas de Ja ciudad, a mirar; y la nodriza la siguid con el ni All la encontré Héctor. Andrémaca asié su mano y le dijo: “jOh Héctor! Tu valor to perderd. No te apiadas del tier- no infante ni do mi, infortunada, que promt sexé t viedas ‘pues los aqueos te acometerin todos a una y acabarén con- tigo. Prelerible seria que, al perderte, Ja tierra me tragara, porque si mueres no habra consuelo para mu, sino pesires, «que ya no tengo padre ni venerable madre, A mi padre Etibn Jo maté Aquiles cuando tomé la podewosa ciudad de tos cilicios, Tebas, la de las altas puertas; pero [aqui un dejo de orgullol sin despojerte, por ef religioso temaor que Te enti6 cen el &nimo; quemé el cadiver con las labradas armas y le ‘zo un timla, Mis siete hermanos, que babitsban ete ppalacio, fueron aouertos por Aquiles, el de los pies ligeros. Mi madie, que ert rent de Fhpopiaein, mid em le ens de mi padre. Héctor, teres ahora mi padie, mi madee y mi hermano; ¢6, mi altivo esposo. iPues, ea, sé compasivo, qué- date aqui en la torre! (No hagas a un niflo huérfano y a tna mujer Viudal” (Luego, como es una mujer inteligente y ha extado sbervande Is cous tavés de aus liu, dic: | “Pon el eféreito junto al cabrabigo, que por all Ia’ ciudad es accesible el moro es mis He de excl” Gontestéle el gran Héctor, el de tremolante casco: “Todo esto me da cuidado, mujer, pero mucho me son~ tojeria ante los troyanos y las troyanas de largas vestiduras, Si como un cobarde uyera dl combate; y tammpoco mi co: fazia me incita a ello, que siempre supe Ser valiente 5 pe tear em primera fa ‘cate los thoyanos, mantentendo a fnmensa gloria de mi padre y de mi mismo. Bien To conozco Y tengo por seguro: dia vendrd en que perezcan la ciudad de Treya, y Priaano y el pueblo del xico Priamo. Pero 1a futura desgracia de los troyanos, de la misma Héeuba, del ‘ey Prlamoy de mnchos de mis valiotes hermanos’ que cuerin en el polvo a'manos de los enemigos, no me importa tanto com la que padecceis ti cuando alguna de los aqueos, de broncineas corazas, te lleve lorosa, privindote de liber. tad, y Inego tejas tela en Argos, a las Grdenes de ota mujer, © vayas por agua Ta fuente de Meseida 0 Hiperes, muy cone trariada, porcue Ja dura necesidad pesaré sobre ti, Y quizis alguien ‘exclame, al verte derramat ligrimas: Esta fue la 76 ‘espost de Héctor, el guemero que mis se sefialaba entre los troyanos, domadores de caballos, cuando peleaban en torna ae ibn,” Ast dixén, y sentiris un nuevo pesar al verte sin el hombre que padiera librarte de la esclavitud. Pero ojalé ‘un montén de tierra cubra mi tumba, antes que oign tus clamores 6 presencie tu mpto.” ‘Asi diciendo, el esclarecido Héctor tendié los brazos a su hij, v éte se tecostd, grtando, en el seno de Ia nodriza de la bella cintura, por el terror que el aspecto de sw pace Te causaba: débanle miedo el bronce y el terrible penacho de crines de caballo, que vela ondeat en Jo alto det yelno. Ris el padro y tambiga la roadre. Héctor 3 spresur6 a dejar ‘1 casvo en el, suelo, besd y mecié en sus brazas al hijo amado, y rogé'ast a Zeus y a los demés dioses: “ideus y dems divses! Concededme que este hijo mio sea, como yo, iluste entre Tos troyanas e igualmento esfor- zado;, que eine poderosimente en Tién; que digan de él cuando’ vaelva de la batalla: ‘Es mucho més valiente que su padre; y que, eargedo de cruentos despojos del enemigo a quien haya muerto, regocije el alme dest madre.” Este pasaje nos da un reflejo de la verdadera alma del héroe homérico, Lo que Io impulsa a rea~ lizar actos de heroismo no es un sentido del deber, tal-como nosotros lo entendemos: deber hacia los dems. ste es mis bien un deber para consigo mismo. £1 se esfuerza por lo que nosotros traduci- mos como “virtnd”, pero que en griego es areté, “excelencia’. Lo que Agamenén y Aquiles disputan no es simplemente una muchacha: es el “premio” que constituye el reoonocimiento. piblico de su areté, ‘Tendremos mucho que decir de la areié, pues ella discurre a través de la vida griega. Esta escena ~al menos en griego— es tal que el estudiante que Ja sabe de memoria expone primero las variantes de los manuscritos, los matices exactos del significado de las palabras, las complejidades gramaticales, y lego no puede confiar en su voz para traducitla con seguridad; y no es ésta la tinica de su especie en la Tliada. Tampoco esta humani- 7 dad independiente del tiempo se limita a los gran- des pasajes, tal como lo mostrardn-uno 0 dos rasgos casales. Consideramos oste breve extracto 4; Diomedes dej6los muertos y fue al encuentro de Abas y Pollido, hijos de Euridamante, que era de provecta edad & Intéxprote de suefios. EndereeS luego sus pasos hacie Janto ¥y Tobn, hijos de Fénope —éste los habfa tendo en la tste lejer uo lo sbromabey ao engeideo oto jo que ber. dara sus riqueras-; y 2 entrambos Diomedes les quité Ja dulce vida, causando lanto y triste pesar al anciano que no ppudo recibitlos de vuelta de la guerra y mis tarde los extra fos se repartieron su herencia. Considézense los versos pronunciados por Diome- des poco después *. El joyen héroe Glauco contem- pla el desastre que aquél esté haciendo entre los troyanos y decide empefiar un combate con él. Dio- medes (al como lo exige el c6cligo caballeresco— le pregunta quién es, “pues jamas te vi en las batallas, donde los varones adquieren gloria, pero al presente a todos los vences en audacia cuando te atreves a esperar mi fornida lanza”. Ahora viene el detalle significativo. Diomedes podria haber dicho natural- mente: “Malhadados aquellos cuyos hijos se opo- nen a mi fuerza’. Las escenas de batallas son des- critas con una especie de placer; se nos informa con toda precisién por dénde. entra Ja lanza mor tifera en el cuerpo del guerrero vencido y muy a menudo también por dénde vuelve a salit; el ven- cedor se gana para si una gloria que lo sobrevivira, Pero Homero tiene también un pensamiento para la amplia vida de los hombres; él no olvida —ni tam- poco introduce a la fuerza— a aquellos a quienes la gloria de otro hombre acarrea dolor. 4° Mada, V, 149. 5 Mada, Vi, 127. 8 Serfa un error describir la Tada como una tra- gedia, puesto que es (como muchas cosas griegas) precisamente lo que se propone ser, un poema épi- co, con todo el sosiego y Ia Cilatabilidad que éste exige. No obstante, es intensamente trégica, y en esto es también plenamente griega: el sesgo tragico del pensamiento era habitual en los griegos. Antes de intentar explicar esto, siempre utilizando como ilustracién Ia potencia omnicomprensiva de Home- 10, convendria sefalar uno 0 dos puntos negativos. En primer lugar, la raz6n de esta vena trégica no reside en que el griego pensaba que la vida cra una pobre cosa. Ya hemos mencionado el aparente placer con que Homero relata'escenas de combate; todo lo demés esté descrito con el mismo entusiasmo. El vio todo con intenso interés, ya a Odiseo que construye su nave, 0 a Jos héroes que preparan y comen sus suculentos alimentos en el campo, y sea 0 no ptoba- ble, acompafiando la comida con canciones, Muy pocos griegos crefan que la vida era un valle de lé- grimas, en el cual nada importaba demasiado. Sen- tian la mds vehemente atraccién por la actividad en todos sus aspectos: Fisica, mental, emocional; un inagotable placer en realizar hazafias y en con- templar cémo se hacian, Casi todas las péginas de Homero constituyen un testimonio de esta afirma- cidn. Ese fondo tragico no debe interpretarse como que la vida es indigna de vivirse; es un sentimiento de tragedia, no de melancolia, ‘Tampoco debemos suponer que una inclinacién hacia lo trigico significa una aversién por Jo cSmi co. Sin duda, hay poca comedia en la Ilada, asi como hay poquisimos intervalos festivos en las tra- gedias que se representaron posteriormente en el escenario tico; pero ya hemos conocido un notable relato jocoso en la Odisea; y no olvidemos que, 9 asi como el teatro ateniense tuvo su Aristéfanes junto a su Esquilo -y Esquilo goz6 en la antigiie- dad de gran reputacién como autor de un drama satirico— asi también la épica tiene sw reverso en la épica burlesca, de Ia cual sobrevive Ia Batra- comiomaquia o Batalla de las ranas y los ratones. Este acento de tragedia que se advierte en el pen- samiento griego no tiene nada que ver con la me- Tancolia: el griego amaba tanto la risa como la vida. Creo que ello-es un producto de esas dos grandes cualidades que vimos en Homero: intelectualismo y humanidad, La primera permitiria a los helenos, Segiin he intentado demostrar, ver més claramente que otros el marco en que debia vivirse Ia vida humana, marco que Homero precisa, en parte, como la volmtad y las actividades de los dioses, en parte, como una sombria Necesidad a la cual también los dioses se ven precisados a someterse. Las acciones producen sus consecueneias; las juz- gadas malas han de provocar resultados desagra- dables. Para los griegos, los dioses no son necesa- riamente benévolos. Si son ofendidos, castigan sin piedad. Como dice Aquiles al afligido Priamo, ellos dan dos pesares por una gracia, Esta nitida apreciacién del escenario humano no se ve mitiga- da por la halagadora esperanza de un futuro mun- do mejor o por la creencia en el progreso. En cuan- to a Io primero, et griego homérico podia prever una vida confusa y tenebrosa en el Hades; y como Aquiles dice: “Preferiria ser esclavo en la tierra y no rey en el Hades.” La tinica esperanza real de inmortalidad quedaba librada a la que solia brin- dar la fama en una cancién. En cuanto al progreso, era imposible, pues la esencia de los dioses no pue; de cambiar y el que la naturaleza de los hombres se modificase es una idea que durante mucho tiem- 80 po no se le ocurtita a nadie; y aunque asi tuera, dlioses seguisfan dando un pesat por cada bendices La vida continuaria siendo Io que es, en todos se rasgos primordiales. Solo podemos imaginarnos esta perspectiva, tau ostensiblemente despojada de iluonte, decane Hindose dentro do una religién drida y engendtan, do ‘un resignado y desosperanzado fatalismo; sin embargo, tal concepeién se hallaba combinada con tun gozo casi feroz de vivir, con tn incoereible ji bilo ante la actividad del hombre y una orgullosa fe en la personalidad humana. Muy lejos estaba el griego de pensar que el hombre ropresenta la nada a los ojos de Ta divinidad; por eso siempre debia recordarse a sf mismo que el Hombre no era Dios y que es una impiedad caer en este pensa- miento. Nunca mis, hasta que el espfrita griego com. tamind a Ja Italia del Renacimiento, volveremos a encontrar esta magnifica autoconfianza en le hus manidad, la eval, en aquella brillante época vivida Pot la peninsula, no estaba sepzimida por la mo. destia que su instintiva creencia religiosa imponia al griego, La nota trdgica que percibimos en Ia Iiada y en 1h mayor parte de la literatura griega era produicida por la tensién entre estas dos fuerzas: un apasiona- do deleite por la vida y una clara comprension de su estructura inalterable: Tal como Is vida de Tas hojas, ast es Ia de los homes. El viento esparce las hojas por el suelo; la selva vigorora produce otras y éstas crecen en la primavera, Pronto views ‘una generaciéa de hombres y otra termina, Ni el pensamiento ni la imagen pertenecen a Homero; su mordacidad si le pertenece y emana 8 ‘ del contexto. No la encontramos en su magnifico paralelo hebreo: En cuanto al hombre, ss dias son como Ia hierba. Como ta flor en el exmpo, asi florece. Pero el viento pasa sobre ‘lla, y desipareee, Y ya no se conoce el lugar donde estuvo, Aqui la nota es de humildad y resignacién: el hombre no es mas que hierba, en comparacién con Dios. Pero la imagen homérica adquicre un matiz muy distinto a partir de su unidad de esfuerzo y realizacién heroicos. El hombre es tinico; sin em- Ibargo, a pesar de su elevada condicién y su brillan- te variedad, debe obedecer a las mismas leyes que las innumerables e indiferenciadas hojas. No hay aqui una protesta romantica —gedmo podemos protestar contra la primera ley de nuestro ser?— ni tampoco resignada aceptacién, tal como la encon- tramos, por ejemplo, entre los chinos, para quie- nes el individuo es solo un antecesor en vias de formacién, un manojo de hojas en un érbol del bosque. En cambio, en el poeta griego se revela esta tensin apasionada que representa cl espiritu tragico. Podrian citarse otros muchos ejemplos de Ho- mero, particularmente de la Tliada. Baste con uno, que lo mostraré desde otro punto de vista, Como tin ejemplo tipico de las limitaciones, ¢ incluso de las contradicciones de la vida, se presenta el hecho de que Io que es mas digno de tenerse puede ser poseido solamente con peligro de Ja propia vida El héroe demuestra su valor y obtiene la gloria solo {quizé en su muerte, para dolor de sus deudos. La Belleza tiene como vecinos el peligro y Ja muerte. He aqui un intervalo en la descripeién que hace Homero de una fiera lucha en torno a Jas mura- 82 llas de Troya, Uae {le Troya, contemplada por Priamo y otros ales estaban sentados yanos. Cuando vi mb, done wes eta Ja torre los caudilos de los eandilos de los tro- oe fae ellos se encom lando quedo, estas aladas palabras: “No es reprensible ie cy, Sultrme ge craton y actos, de bemoses Se parece su semblante al de laf donee oaks tb Ast hablaban, Priamo llamé « Hel 4st habia lamé & Helena q 0 t8 ah hia queria; iotate a mi ‘ns para que setts mio 9 2 wa utr 9 anon ey ote consdero culpable, foeron lor dies qtiond ae a Be di pes j1eton los dioses” no significa zafarse de respon: voi ono Sentencioso, sino un reconocimie ales cosas form: ino hee mano, La, hates as Foxman parte del destino hu. 4 Aguiles, el arquotipo de la hidalguia griewa, Elle le ofecian una vida dlatade y mediocre o fk glona muerte temprana, El primero que f , 4“ el 6 Sota a Ein ae Fitz, sino también de le historia gegen fe escrito tanto sobre la Miade, on pert contiene mucho del spirit griogo mwenchl, ae Parte a fin de mostrar al lector los elementos bést os em ge Nos griegos fueron edvcador durante Sigs. La Odisea debe ser sariticaa, si bien cont Situieasinismo una parte de esta edcaciony erg muchos aspectos, el complement io de In Ulada. La Orlisea, dice Longing, es on mens 83 de carécter mas que de pasién, Teno de ese amor tan griego por la aventura y los cuentos cxtraiios; y, como la Hada, un poema que pudo haber sido un costal de historias afiejas y, en cambio, tiene una unidad artistica e inteligente que surge inevitable- mente de una sola iden central: en este caso, uma creencia en una justicia trascendente. gEscribié un solo poeta ambos poemas? Eseribié un solo poeta mo de los dos? En caso afirmativo, geuindo vi ron él o ellos? Esta es la famosa Cuestién homérica ‘que los eruditos han discutido durante un siglo y medio; no espere el lector que la resolvamos aqui. Los propios griegos posteriores posefan un ciclo completo de poemas épicos sobre Ia guerra tro- yana. Dos de ellos fueron de aventajada excelen- Gia y se atribuyeron a Homero. Esta patemidad fue sinceramente aceptada hasta los tiempos mo- dernos, cuando una investigecién més prolija mos- tz6 toda clase de discropancias de realizacién, es- tilo y Ienguaje tanto entre tas dos epopeyas como centre las distintas partes de cada una. El resultado inmediato de este examen fue la minuciosa y te- meraria divisién de los dos poemas, pero en particu- lar de la Iiada, en cantos separados de periodos di- Ferentes, adecuadamente Hamados “estratos” por eri- ticos que a veces no distinguen bien entre la sinte- sis artistica y la conformacién. El estudio de la poe- sia épica de otras razas, y de los métodos utilizados por los poetas que operan en este medio tradicio- nal, ha contribuido mucho a restablecer la confian- za en Ia estructura intrinseca de cada poema. Esto significa que lo que tenemos en cada caso no es un poema breve compuesto por un “Homero” primiti- Yo ¥ aumentado, segin el gusto de cada uno, por poétas posteriores, sino un poema concebido como tna unidad por un “Homero” relativamente tardio am que rehizo e incorporé mucho mat bien la Hiada actual contiene alge Bren guunos pasajes que sm formaban parte del plan de ‘ste “Homes ‘© 0 no el mismo poeta quien escribié ambos poe. mas es punto éontiovertda y quiads lo sensi endo slempte. La diferencia de tono y de Wate, Trento es grande, Longino, el eritico mas fino de 's antigtedad, ya ebserv6 esto y sefald: “Homers iy Odisea e5 como el sol poniente; poser atin Eien, meso intensdad.” Tal ver sea liao . Pero un hombre tieno derecho a opi Se ha sumergido en Homero hasta el punto de eae tucit uno de los poemas. Por consiguiente, es te teresante observar que de los dos iiltimos trade. : i ingleses, T. E. Lawrence, esta t: seguro de: os dos poetas no son ef mismo individue, que nic GME considers esa posibilidad; en tanto que E. Vr, Rien dice: "Sus leotores puein estar tn seg iad ave ambas obras pertenecen a una sola ma- 70 del tismo modo que no dudan de la presencia de Shakespeare euando, después de conocer lf an, vaelven sus ojos a Como gustéis” 7 mipabemos deat ls cosas aqui, pues no puede per mules due Ja cucstién homériea, por atractiva que Homer Seva intranet Oita a ué nos pasaia si todos muestod scleral ee volucionarios, autores de proyectos, politicos y cave, Bllotedo en eneral estuviesen empapados on Tie: lesde su juventud, como los griegos. Quizis comprendiesen que cuando llegue el fie, Meee que haya una heladera on cada hogar y en ning. m0 1 on ae tds tengamos I oportunidad de ‘ en general (cualquiera que é oan que el Hombre Comin (quienquite sen) fe, aunque no se haya cultivado, todavia lo, ial anterior, si 885 hombres vendrin'y desaparecerin como las genera- ciones de hojas en el bosque; y que ain seguird la criatura humana siendo debil y Jos dioses fuertes inconmensurables, ‘Tal vez reconociesen también que la cualidad del hombre importa més que sus hhazafias; que la violencia y la indiferencia Hevardn siempre al desastre y que éste caerd tanto sobre el inocente como sobre el culpable. Los griegos tu- vieron suerte al poser a Homero y fueron pruden tes en el uso que de é! hicieron,

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