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EL CaSO DEL TRADUCTOR INFIEL Un hombre se veia afligido por una profunda melancolia: tal resultaba la versién directa, la més natural, y el texto se ofrecta sin dificultad, como las demas paginas de aquel capi- tulo, menos complicado de traducir que los anteriores. Pero Ia inercia que lo mantenia sentado ante el ordenador desde hacia una hora, tecleando casi sin titubeos, quedo de pronto interrumpida ante la figura evocada de aquel hombre melan- célico —al parecer, el original se referia ala locura de alguien «que recordaba con remordimiento un suceso de su pasado— y el hombre se dibujé en su imaginacién con el trazo de los sim- bolos reconocibles. Hizo retroceder la silla, encendié un cigarrillo y volvié Ja vista a la calle, Eran ya las diez pasadas, pero el invierno amontonaba sobre la ciudad una inmensa nube oscura, mar- cando la mafiana con apariencia de creptisculo interminable, Marana, eres la misma tarde sucia de ayer, pero te cambio el nombre para disimuular esta quiesud tenebrosa de la que nada puede salvarnos, babia escrito en una de las iluminaciones que a veces intuia, raramente desarrolladas hasta convertirse en poemas, pero que conservaba con inevitable sentimiento pattimonial: esta permanecfa en la misma cuartilla en que fa 218 José Mania Mensano habia escrito, clavada con una chincheta en la cercana pared, junto al calendario. Un aire crepuscular en Ia calle y la estufa de gas bisbi- seando junto a la mesa, pugnando por oponerse ala invasion del frlo que se colaba por las rendijas de la vieja casa, en un barrio hécho, como todo lo humilde, a la costumbre de las, inclemencias. Habjan pasado ya bastantes afios desde sus tiempos de estudiante, huésped de algunas pensiones del mismo barrio, y el futuro habia resultado estar compuesto de una materia muy parecida ala que formaba la realidad cotidiana de aque- los afios: frio, humedad, escaleras oscuras, olorosas @ guisos, pisos que desconocidos moradores habian ido repartiendo hasta desmenuzarlos en pequefias habitaciones de techos al- tisimos, frente a balcones tras los que se adivinaba una rea- lidad similas; resultado también de la sucesién de intermi- nables divisiones de salones llenos de muebles destartalados, El mismo escenario, aunque ahora cra éi quien pagaba el alquiler y no estaba en una pensién, sino en lo que el admi- nistrador del inmueble —un viejo flaco que vestfa un traje de rayas y se tocaba con un sombrero gris, como algunos personajes del hampa en las antiguas peliculas policfacas— lamaba eufemisticamente apartamento estudio. Pagaba el alquiles, como pagaba todo lo necesatio para atender aquella vida que, tras sus suefios juveniles, habla resultado Ja dinica conquista posible para asegurar su inde- pendencia. ¥ para pagar el alquiler y todo lo preciso para la subsistencia, traducia libros. EL cASO DHL TRADUGTOR INFIEL 29 A veces, viendo lo menguado de su progreso en la vida, pensaba que acaso hubiera sido mejor haber podido seguir cobrando a final de mes el dinero puntualmente remitido desde la ciudad originaria, donde su padre atendia la peque- fia fibrica de iiuebles que a él le hubiera correspondido he- redar, Pero tampoco aquella vida de modesto rentista hubie- ra sido posible, pues su despego del negocio familiar habia sido reemplazado por la atencidn solicita de un cufiado que, con el tiempo, se habia hecho duefio de todo; y muertos Jos padres, al fin habia perdido la comunicacién con aquella | ciudad de su infancia y juventud. Sin embargo, él no estaba descontento de ser quien f- nanciaba la austeridad de su vida presente, que tecordaba tanto la de los lejanos afios estudiantes. Concluyd el ci- gartilloy, apartando de su imaginaci6n la Agura del hom- bre melancélico, aproximé otra ver la silla al ordenadot y contindo escribiendo con fluider. la traduecién del resto del pirrafos como todos los melanctlicos, su espiritu estaba enfocado ‘a-una idea fija, y esta idea era para él ocasin de una tristeza continuamente renovada, cuando soné el teléfono. El contestador automdtico era uno de los pocos lujos que se permitia, Con la aprensién que suscitaba siempre en él ofr su propia vor, la escuchd de nuevo: este es el niimero tal y tal y tal; si quiere, puede dejar su mensaje después de que suiene la seftal. Oyé enseguida la vor. de Amaya, soy Amaya, € inmediatamente tomé el auricular, conecté la comunicacién y se dispuso a hablar con ella. Amaya tenfa algunas dudas 220 José Mania Mesino sobre las pruebas de un catdlogo que él habia traducido y, tras buscar la copia, se las fue aclarando. Cuando parecia que la conversacién habia terminado, Amaya le conté algunas noticias de a editorial y, por fin, que le habjan anunciado la Ilegada de otra novela de Kare Courage. —Oye, te aviso de que llega otra novela de Kate Courage —habia dicho—. Nos la mandan en disquete porque se va 2 publicar al mismo tiempo en no sé cudntos paises. Parece que corre bastante prisa, asf que te la enviaré en cuanto la tenga. —,Cuinta prisa?— habia conseguido contestar él, con alarma que solo aparentemente indicaba preocupacién pro- fesional, pues no tenia més que un libro pendiente, ‘Tampoco es para mafiana —dijo ella, ranquilizindolo —. Primero tengo que tenerla yo, cuando te la mande le echas un vistazo y hablamos. Encajé la noticia con més inquietud que sorpresa, por- que llevaba esperando aquello mucho tiempo, y el aviso de que al fin habia sucedido le devolvia la premonicién ame- nazadora que habian hecho surgir en él las ya lejanas cartas sobre los libros de Kathleen Crossfield. El desasosiego tan. largamente contenido se le revolvié dentro y sintié incorpo- rarse la ansiedad agazapada, pero hizo esfuerzos para mante- ner la tranquilidad y no dejarse arrastrar por el pinico. La imagen de una vieja despeinada que saciidia bayetas en uno de los balcones despintados de la sucia fachada fron- tera, testigo involuntario de su perplejidad en la mafiana gris Er CASO DEL TRADUCTOR INFIEL 221 y fifa, le quité del rodo las ganas de continuar trabajando y decidié salir, adelantando bastante el momento en que tenia Ja costumbre de hacerlo, pues aunque le gustaba pasear por el barrio a aquellas horas, cuando parecia que todavia qu daba en las calles algo de la quietud y del olvido de la noche y solamente las recortfan, en el trajin de la compra, mujeres y jubilados, habitualmente renunciaba a ello para convertir Su trabajo en una auténtica atadura laboral, y permanecia sujeto a su ordenador como si dependiese de una némina y estuviese obligado al horatio fijo de los funcionarios, conce- diéndose solamente, a es0 de la once y media, veinte minu- tos de asueto para dar un répido paseo en que tomaba un café y compraba el periddico, el pan y el tabaco. En la Corredera, junto a la iglesia que, en pasadas centu- rias, habfa sido parroquia sucesiva de portugueses y de ale- manes, varios mendigos empezaban a formar ya el primer esbozo de lo que a mediodia habria de convertirse en la nu- trida cola del almuerzo de la caridad. Con el tiempo, habia legado a conocer bastante bien la historia del barrio. En la cola de San Antonio se mantenia la ancestral y piadosa tra- dicidn del Refugio, como las rameras que ya pululaban en la plaza, un poco més arriba, continuaban ejerciendo un oficio asentado por aquellos parajes en el mismisimo Siglo de Oro. ‘Aquél era un barrio de putas y de poetas. Las putas se ha- bian instalado en él cuando ciertas actividades jaraneras, en los patios traseros de las casas que fueron formando la calle Ancha de San Bernardo, equilibraban el peso de la severidad 222 José Manta Menexo a que estaba obligado el gesto de las fachadas. En cuanto a los poetas, por alli tuvo casa Quevedo y vivieron Rubén, Carrere y Juan Ramén, y en una de aquellas calles habia nacido José Hierro. Mis alld de la acera de las putas, algunos grupos de gente misera vivaqueaban aprovechando el tesguardo de los sopor- tales, casi inméviles entre mantas cochambrosas y grandes cartones de embalaje. Paradéjicamente, a él aquella penuria no le producia pena ni repugnancia, sino una tranquilidad fatalista, y la aceptaba porque se correspondia muy bien con el deterioro de los edificios y la falta de aseo de las calles. Sin nobleza ni empaque ya, sin atisbos de perdurabili- dad, en todo se manifestaba uno de los rostros verdaderos del mundo, ese que evoluciona naturalmente hasta conver- tirse en el gesto de los esqueletos y la mueca de las calaveras. Como cada dfa, en la acera interior de la plaza lo abordd 0, el mendigo, para pedirle un cigatrillo y darle una opi- nién sobre el tiempo. El lo escuché con ademan atento, pero se despidié enseguida y fue rodeando la gran excavacién cen- tral donde se dispersaban los bancos y los partertes de tierra desnuda, cubierta de innumerables excrementos pertunos. En la libreria de la esquina con Silva descubrié de pronto los libros de Kathleen Crossfield, que formaban una fila en el centro del escaparate. Se detuvo, contemplé las portadas de todas aquellas novelas que él mismo haba traducido, y pen- s6 que, aquella precisa mafiana, el inesperado y compacto friso de los libros de la americana parecia un mensaje burlén que le estuviese especialmente destinado. {EL cASO Det TRADUCTOR INFIEL, 223 Desde que leyé la primera de aquellas novelas, cuando le encargaron su traduccién, habfa sentido por el personaje protagonista una antipatia beligerante. Tal como fa presen- taba su autora, la detective Kate Courage —nom de guerre que encubria otto mucho mis distinguido— era una mujer de poco mas de treinta afios, esbelta, los cabellos del color de la miel, enormes y vivos ojos violeta y finisimo cutis, que aparte de poseer una cultura muy sélida y hablar varios idio- mas —véstago de una importante familia de Boston, habia sido educada en el més distinguido colegio femenino del Este— tenia excelente preparacién fisica y lo mismo conocfa el kempo-karate que disparaba, esgrimia el florete, montaba acaballo, controlaba el rumbo y manejaba el velamen de un yate que pilotaba un avién. Ademis de todo esto era iténica, vivaz, alegre y seductora. Tanta perfeccién —elemento principal de aquellas novelas policfacas, abundantes en escenas académicas y conversaciones cultas, en las que sucedian pocas muertes, todas ellas bastante pulctas —le habfa abrumado ya en el primero de los libros, pero se convirtié en insufrible cuan- do supo que deberia traducis, por lo menos, media docena mis. Lo sacd de su inmovilidad un reflejo en el escaparate y cambié de postura dando un respingo, en el temor de ser arroyado por algtin vehiculo, antes de descubrir que el refle- jo habia sido producido por una figura humana que acababa de surgi de modo repentino tras el gran contenedor de cas- cotes instalado en la acera opuesta. 24 Jost Mania Menino Era un hombre bastante joven, de pelo claro, que ves- ‘fa un chaquetén azul. Su aspecto encogido y buidizo le hizo pensar que se trataria de alguno de los transeiintes que solian verse por los alrededores, cliente acaso del comedor de cari- dad, pero llamaron su atencién los ojos del recién aparecido, fijos en él con evidente expresin de amenaza. Supuso enton- ces que seria algin adicto alas drogas en el dificil momento de sentir evaporarse su placentero cobijo interior, y se aparté del escaparate, apretando el paso camino de la Gran Via. Vivia sobre todo de traducir libros y no podfa elegir los textos segiin su propio gusto o el interés literario 0 cultural que, asu juicio, pudieran tener, Su ausencia de discriminacio- nes ala hora de aceptar originales, unas traducciones precisas y correctas, répidamente ejecutadas, eran los Factores que le habfan ayudado a estar bien considerado en las editoriales y a que nunca le faltasen los encargos. Pero la traduccién de las tres primeras novelas de aquella Kate Courage —Enredo en el simposio, Nunca en sabdtico y Demasiados mirls en el cam- ‘pus—le habia resultado muy poco grata, casi insuftible por Jo precencioso que juzgaba al personaje,refljo sin duda de fa personalidad de la autora, y la perspectiva de verse obligado a traducir otras aventuras suyas le hacia intuir los fastidiosos hastios que con ello iba a verse obligado a soportar. Al principio, habla confesado su opinién a la persona que, en la editorial, era su interlocutor profesional, cuando Amaya no trabajaba todavia all Sin embargo, sus reparos habfan. encontrado una firme y casi desconfiada reproba- cin, Cémo era posible que no le interesasen los libros de [BL cAso DBL THADUGTOR INFIEL 25 la Crossfield. Aquella aurora era un prodigio de finura, un acervo de cultura viva y trepidante, Antes de dedicarse en exclusiva a la escrivura, habia ejercido como profesora en tuna famiosa universidad, estaba muy valorada en los circulos cultos y era una figura imprescindible dentro de la narrati- va criminal escrita por mujeres. Su interlocutor de entonces concluyé su apologia con una mirada menos comprensiva que condescendiente, Dijo al fin que suponia lo dificil que debia de ser disfrutar realmente de un libro cuando nos en- cadena a él la obligacién de traducirlo a plazo fijo, “pero es0s libros tienen calidad, verdadera calidad”, y él se habfa ido con cierta sensacién de ridiculo y hasta con un atisbo de mala conciencia, pues acaso lo que sentfa era simple envidia ante la seguridad que aquella autora mostraba a través de su personaje, convencida al parecer del sentido de Ia escritura y de las acciones, cuando él en sus iluminaciones poéticas —que nunca habfa mostrado a nadie, ni siquiera a Marta— Jo tinico que conseguia reflejar, como elemento més sélido de su personalidad, era la curbada y cada dia més sincera incomprensién del mundo. Pero tras hojear nuevamente aquellas novelas que el edi- tor tanto defendfa, perdié sus remordimientos y reparos: sin duda su autora se contaba entre los que tenfan la osadia de pretender comprender el sentido limo de las cosus, y Kate Courage era una clave mas entre tantas otras que para él solo eran signos de ciega y satisfecha petulancia, En Ja Gran Via se eclipsaba la sordidez del barrio, aun- aque las secuelas de la miseria subsistian en la figura de alggin 226 José Mania Menino mendigo acudillado detrés de su escueta proclama. Anduvo callejeando durante casi dos horas pot los barrios del otro lado y descubrié que cada vez mayor aiimero de ciudada- nos mostraba una actitud delirante: personas que hablaban solas 0 tipos que pedfan limosna argumentando sorprenden- tes motivos. Una mujer le corté el paso para mostrarle, con ademén de-requisitoria, una foto borrosa. Al esquivatla se encontté con que, algunos pasos més atrds, aquel hombre de los ojos amenazadores que habia surgido junto al contene- dor parecia seguir su mismo camino. Pensé que ya era hora de volver a casa y regresé con rapide, abandonando la idea de acercarse hasta el mercado de la plaza de los Mostenses para hacer unas compras. Fue al craducir la cuarta de la novelas de Kate Courage —El caso del decano distraido— cuando habia conseguido ha- llar un procedimiento pata convertir aquella labor aburrida y empalagosa en una actividad estimulante y divertida. Llena de compasién por la fealdad de un profesor de Literatura, el timido y bondadoso Harvey, la gentil Kate se entrega a él tuna noche, después de la larga e infructuosa bisqueda del microfilm de un manuscrito, una de las pistas para localizar al secuestrador, y al cabo asesino —por pura envidia de doc- torando en el trance de realizar su tesis— de una profesora recién contratada, Bn el original, a escena estaba construida pata suscitar una mezcla de humor y ternuta, con algunas evocaciones poéticas, como la que hacta referencia a la dulce consumacién del encuentro amoroso entre la Bella y a Bestia, Bx caso Det TRADUCTOR INPURL 27 Imaginando sin simpatia sinénimos para calificar la gor- dura de Harvey —cuyo agradecimiento a la generosidad de Kate le hacfa balbucear en el original abundantes “Dios mio” y “Cielos’— tuvo la idea de matizar la escena en un sentido grotesco y déscuibrié por casualidad que, si utilizaba algunos sinénimos, el fraseo del didlogo podfa sugerir en la imagi- nacién lectora més lubricidad que ternura. Con regocijo y por puro juego, s nando la traduccién de la escena desde aque! , hasta conseguir lo que a él le parecié un resultado aceptable, cuya ambigiiedad propi- ciaba las resonancias obscenas, un texto muy divertido que solo aparentemente respetaba la voluntad de equilibrio de la autora, que habia pretendido adornar con delicadeza la escena de un c6pula, La adaptacién le exigié esfurerzo, pero quedé tan satis- fecho de su logto que no resistié la tentacién de utilizarla como si fuese la traduccién literal del contenido de aquel fragmento de la novela. Y a partir de entonces procuré seguir tratando a Kate Courage de modo parecido, hasta conse- guir que su brillanter se tifiese de prepotencia, su osadfa de temeridad y su cultura de pedanteria, También encontré la manera de que sti empleo del sexo como forma sincera de comunicacién humana manifestase indicios de vulgar pro- miscuidad. El trabajo no era fi y le obligaba a dedicar mis horas de las acostumbradas para tal clase de literatura, pero fo ha- cia con gusto, casi con pasién, pues la dificultad estribaba principalmente en conseguir un texto ponderado y medido, 228 José Mania Menino donde a pesar de los matices de su traduccién, Kate Courage continuara siendo un personaje culto, inteligente, elegante y animoso, que al final de cada trama elucidase con los misterios y resolviese los problemas. El reto estaba diri- ido a su propia imaginacién y creatividad, y consiseia en transformar sutilmente la Kate Courage que habfa disefiado la autora en un personaje menos idealizado, buscando inclu- so resaltar con ironia aquellos aspectos ban: la distincién que tanto debia la ficticia detective a su selecto origen familiar, y aquellos conocimientos al parecer enciclopédicos que poseia. Y tesulté que, después de haber traducido con tales pau- tas dos nuevas novelas de Kate Courage, nadie, ni el editor ni los posibles lectores, acusé haber apreciado diferencias entre la traduccién y el original. Asf, su primitivo aborre- snto hacia los libros de la americana se transformé en interés, y esperaba con curiosidad las nuevas entregas de la serie, sabiendo que su traduccién le iba a proporcionar muchos ratos sabrosos de auténtica creacién liveraria, como cuando debfa enfrentarse a la traduccién de algiin texto de verdadera calidad. a l lo empacha- Al llegar a su casa buscé a Toribio en las penumbras del chiscén para recoger el correo, subi las escaleras crepitantes, entré en su pequetio piso e intenté trabajar un rato antes de la comida, pero aunque aquella parte del ensayo no offrecia complicaciones, él no se sentia capaz de conseguir la concen- tracién necesaria, La noticia sobre la llegada del nuevo libro Ex caso pa TRapucron INFIEL 29 de la Crossfield le habfa desazonado profundamente, y lo cierto era que el recuerdo de lo siicedido seguia suscitando en él incomodidad y disgusto, hasta el punto de que no ha- bia podido tirar la correspondencia que hubo de mantener en torno al asunto, pues aquelias cartas tenian esa misteriosa solider de la verdad, que no se puede destruir sin causar un dafio defi : Cuando ya estaban en el mercado siete libros de Kate Courage y A celebraba con secteto regocijo Ia impunidad y maestria de su labor de metamorfosis, llegd a sus manos, por medio de la editorial, la carta que una profesora lamada Valdez le habia di a He conocido personalmente a Kathleen Crossfield, por la que siento admiracién y viva simpatia, y me ha dado a leer las sraducciones que usted ha venido heciendo de sus movelas del c- clo de la detective Kate Courage. Creo que mi experiencia como profsora en el departamento de espaol de esta universdad me otorga cierta ausoridad en la materia, pero la razin de msi carta no es juzgar los aspectos formales de la rraduecion —arvastra- da en demasiadas ocasiones por la inercia de la construccién original — sino referirme a otros mds suiles, donde no juegan santo la habilidad y los conocimientos que, sobre las respectivas lenguas, debe tener la persona gue emprende profesionalmente Ja traduccién de una obra literaria, cuanto el estricto e impres- cindible rspeto a la voluntad expresa del autor al determinar la nnaturalezay el candcter de sus personajes, Senior Lugiin, no co- wnozco su comportaaniento en la traduccién de otros libros, pero en la de los de Kathleen Crossfield ha actuado usted como un vo en la propia estima 230 José Manta Marino traductor desleal y perverso. Usted ha convertido a la intligen- te, valiente y liberal Kate Corage, un personaje inolvidable en su género, on un ser bastante estiipido, alocado y dogmdtico. He

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