10 Byelio Rosero Diag
Mi muserte ex uma hecatombe: a mi alrededor chillan
mujeres sueltas por todas partes, comto los nifios, como
los viejos. Es como si definitivamente nadie lograra
respirar, porque yo muero piblicamente, porque me
amo mientras tano, terco como una piedra. Mi muerte
fs ésta: perros escudlidos te olfatean; hay en tus orejas
tun coito infatigable de insectos quejumbrosos; sobre
tus labios, como invisibles palabras, las cucarachas
instauran Sus ndmades jerogificas, los euervos se ba=
Tancean mordaces sobre las ramas, se persiguen los
‘gatos apasionadarente, y los buitres crean circulos de
plumas en torno a tu cadfiver bifurcado. Si quisieras
‘egresar sobre tus huellas encontrarias que nunes has
inteido, qie estuviste presente desde antes de siempre en
cf tiempo, que ti fuiste lo primero de Io primera de to
primero, y también lo dliimo, De modo que te dispon-
‘cis @relt vietoriosamente del suundo, pero tu muerte
te recordard que adems de eterno estés muerto y en-
tonees sufriris por un instante la placidez de encontrar~
te agonizando en la mitad de wna selva de aeboles
Acudlicos que parecen incendiarse sin niaglin fucgo, ¥
fen donde tan pronto hables —igual que un habitante
ims de las regiones de la muerte—seescuchen al uniso~
no Ins voces de los muertos y las muertas como un
blanco azrullo de palomas saluddndote y la barabiinda
‘serd sinfnica y explicita y comprenderds que has resu~
citado a otra vida, no eoxpérea, sélo sonora.
Muern y se have la nocke y el silencio, sin ninguna
ventana; ahora las voces de Jos muertos callan; ahora el
inmenso mundo negra que me rodea es el mismo arma-
Selon que no comoce le tuna mL
rio negro que yo antes ocupaba. Reconozeo finalmente
Ta profunda diferencia de los seres que me habitan y
respiran al unisono conmigo. Estoy solo, con ellos. Me
integro a mi desesperadamente, sin percibir que enton-
ces yo mismo me desintegro; me uno conmigg al morir
orgue no existe ninguna otra memoria que se inter=
ponga, porgue algo como un rio me condace a mi,
porque soy un abismo y me dejo arrastrar por el curso)
de mis atracciones, mi cataclismo hacia arriba, siguien-
do el vértice subterrineo de mis voces, virtindome en
‘mi, persiguiendo aterrado de amor mientras mivero
todos y cada uno de los eauces que 50 mismo me
presento. regindome en mf como si en un pozo tierno,
deslizindome por un tejado bafado de sol ina tarde y
‘ayendo en un mont6n de heno himedo hirviendo,
depositindome para toda la eternidad entre mi-cuen-
‘cacmi-lecho-mi-sepultura, perdiéadome en mi como un
nto en el agua, transportade coma tormenia, disper
sado, fulminado, muerto, Muerto, sobre tedo: porque
al tiempo que yo me invado sienio que s0) invadido
morialmente por la vida, mi llama compacted liz que
ime hiere y se apodera de mis seresy los lanvaino-y-