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ETICA CIVICA: ENTRE LA ALIANZA Y EL CONTRATO ello nos jugamos buena parte del futuro de las sociedades pluralistas y del conjunto de la sociedad. 3. «Etica de minimos» y «éticas de maximos»: nombres para la vida cotidiana Articular de forma adecuada la ética civica y las éticas que aventuran propuestas de felicidad, sea reiigiosas 0 no, es una de las tareas ur- gentes en la sociedades pluralistas, y un buen modo de empezar a pen- sar esa articulacién consiste en ponerles nombre. En este sentido es en el que considero que las expresiones mas adecuadas son las de ética de minimos para la ética civica y éticas de mdaximos para las éticas que hacen propuestas de vida feliz. Estos nombres guardan relacién con el modo de interpretar el fen6meno del pluralismo, del que viene haciendo gala Rawls sobre todo desde Liberalismo politico (1993), pero, a mi juicio, expresan de forma mas adecuada la diferencia entre la ética civica y las demas éticas de una sociedad civil y politica que las expresiones empleadas por Rawls. Habla Rawls de «concepcion moral de fa justicia para la estructura basica de la sociedad» para referirse a lo que yo denomino «ética de minimos», y de «doctrinas comprehensivas del bien» para mencio- nar lo que yo denomino «éticas de m4ximos». A mi juicio, las expresiones «ética minima» y «éticas de mxi- mos» son mas adecuadas, en primer lugar, porque son expresiones utilizables en la vida cotidiana, y no solo en el mundo filoséfico. Es importante hacer uso de estos términos en la vida corriente y que loc-ciudadanes-los-aeuman-come:parte irrenunciable-de una-sociedad pluralista, para que nunca puedan ser estafados por aquellos que tienen propensi6n a estafar y posibilidades de hacerlo. Ciertamente, entre las distintas concepciones de vida buena, de vida feliz, que conviven en una sociedad pluralista, se produce una suerte de «interseccién» que compone los minimos a los que nos he- mos referido anteriormente. Es decir, todas esas cosmovisiones, to- das esas concepciones del hombre como persona integral y de su rea- lizacion en la vida social, sean filoséficas o religiosas, se solapan y de ese solapamiento surge una zona de interseccion. Sin embargo, cada grupo puede fundamentar esos minimos compartidos en premisas di- ferentes, propias de su concepcion de vida buena, de su forma de entender cual es el sentido de la vida: en premisas y maximos reli- giosos 0 no religiosos. A esas propuestas que intentan mostrar cémo ser feliz, cual es el sentido de la vida y de la muerte me parece adecuado denominarles 140 SEMBLANZA DE LA ETICA CiVICA éticas de maéximos, mientras que la ética de minimos no se pronun- ciaria sobre cuestiones de felicidad y de sentido de la vida y de la muer- te, sino sobre cuestiones de justicia, exigibles moralmente a todos los ciudadanos. La ética civil contendria entonces aquellos elementos comunes de justicia por debajo de los cuales no puede caer una sociedad sin caer a la vez «bajo minimos» de moralidad. La «formula magica del plura- lismo» —y aqui quisiera recoger la carifiosa y lucida puntualizacion de Javier Gafo— consiste entonces en compartir unos minimos de jus- ticia, progresivamente ampliables, en respetar activamente los maxi- mos de felicidad y de sentido de la vida que no se comparten y en pro- mover aquellos maximos de felicidad y sentido que si se comparten ‘. Lo cual no significa, como se entiende con excesiva frecuencia, que los minimos sean cosa del Estado, cosa de la comunidad politi- ca, y los maximos hayan de quedar en una presunta vida privada que compone el mundo de la sociedad civil. Y es ésta, por desgracia, una forma de entender la relacion entre minimos y maximos que bien se han cuidado de extender no «aquellos a quienes corresponde», sino «aquellos a quienes interesa». 4. Etica publica de minimos y éticas publicas de mdximos Ciertamente, de un tiempo a esta parte han puesto de moda estos a quienes, al parecer, interesa hablar de moral publica y moral priva- da, explicando la articulaci6n que entre ellas deberia existir de una forma u otra‘. Sea cual fuere esa forma de articulacién, el primer problema que plantea un discurso semejante es el de que da a entender que en una sociedad pluralista conviven dos tipos de ética: una ética estatal, una ética politica que legitima las instituciones democraticas y pugna por plasmarse en las «leyes juridicas», positivandose en ellas, y un con- junto de morales privadas que son las no-estatales, las no-politicas. A estas tltimas se les permite sobrevivir y convivir, pero no presen- tarse cn ptiblico, porque «lo publico» se identifica con lo estatal y lo politico, con el terreno de la coaccién, la universalidad y la exigen- cia. Por lo tanto, las morales no sostenidas por el Estado como su- yas deberian quedar relegadas a la vida privada. Sin embargo, esta 5. J. Gafo, «:Concebir un hijo para salvar a un hermano?», en ABC, 6 de octu- bre de 2000, p. 52. 6. Para este apartado y el siguiente ver también A. Cortina, Hasta un pueblo de demonios, cap. VII. 141 ETICA CIVICA: ENTRE LA ALIANZA Y EL CONTRATO terminologia es incorrecta, y de ella se sigue una conclusién a su vez incorrecta: que en una sociedad pluralista resulta indispensable una ética publico-estatal, exigible a todos los ciudadanos, y, por otra par- te, se permite la supervivencia de un conjunto de morales privadas, que no deben presentarse en publico. Tal conclusién, samamente fre- cuente, es falsa. En primer lugar, porque la ééica civica es pablica, obviamente, y el Estado debe respetarla y eacarnarla, ya que es la propia de los ciudadanos y legitima las instituciones politicas. Pero del hecho de que tenga que respetarla y encarnarla no se sigue en modo alguno que sea una ética del Estado. Es mas bien, como hemos dicho, una ética de los ciudadanos, una ética civica, pero no estatal. Y en lo que respecta al segundo miembro de la disyuncién, no puede decirse que hay morales privadas, sino que toda moral es publi- ca en la medida en que todas tienen vocacion de publicidad, vocacion de presentarse en publico. Lo cual no significa que tengan vocacién de estatalidad, como, por otra parte, tampoco la tiene la ética civica. Las éticas de maximos, que es a las que suele considerarse «morales privadas», precisamente por ser propuestas de felicidad para cualquier persona, tienen vocacion de publicidad, aunque no de estatalidad. Lo cual significa que han de poder manifestarse en publico y, por con- siguicnte, que toda moral cs publica y no hay morales privadas. Conviene, pues, olvidar la err6nea distincién entre moral publi- ca y morales privadas, y sustituirla por la distincién mas ajustada a la realidad entre una ética publica civica comin de minimos y éticas publicas de maximos. Publicas, por tanto, una y otras; ninguna de ellas estatal, y comprometidas ambas en la tarea de construir una so- ciedad mejor. ¢Qué relacion puede existir entre ellas, como pueden conjugar sus fuerzas para conformar una sociedad mis justa y feliz? 5. Tiempo de sumar, no de restar Entender las relaciones entre la ética civil y las éticas de maximos co- mo ias propias de un juego de suma cero, en el que lo que unos ga- nan lo pierden otros, es err6neo. Para llevar adelante una sociedad pluralista de modo que crezca moralmente en vez de perder tono mo- ral, las relaciones entre minimos y maximos han de ser las propias de juegos de no suma cero, en los que todos los jugadores pueden ganar, siempre que tengan la inteligencia moral suficiente como para perca- tarse de que lo que importa es crear un mundo mas humano, conju- gando estuerzos. Los juegos cooperativos, cuando el objetivo es comun, son sin duda mas inteligentes moralmente que los conflictivos. 142 SEMBLANZA DE LA ETICA CIVICA En este sentido, resultan sumamente fecundos esfuerzos como los del Parlamento de las Religiones Mundiales encaminados a descu- brir los elementos morales comunes a todas las religiones, trascen- dentes o seculares. Reforzar esos minimos y ampliarlos es el mejor modo de evitar el conflicto entre las civilizaciones que pronostica Sa- muel P. Huntington, evitando que las éticas de maximos se utilicen como armas arrojadizas desde intereses espurios. En este orden de cosas quisiera aventurar algunas propuestas que, a mi juicio, podrian hacer de la articulacién entre ética civil y éticas de maximos una relacion justa con la naturaleza de las cosas y encamina- da a potenciar el tono moral de las sociedades, en vez de debilitarlo: 1) Una relacion de no absorcton. En una sociedad moralmen- te pluralista las éticas de maximos presentan sus ofertas de vida feliz y los ciudadanos aceptan su invitaci6n si se sienten convencidos. Es- ta situacion de libertad es la 6ptima para hacer invitaciones a la feli- cidad, porque quienes las aceptan no se sienten coaccionados por el poder politico, como sucede en el caso de los paises confesionales, pe- ro tampoco lo hacen movidos por un difuso sentimiento de injusticia en un Estado abiertamente laicista. En una sociedad pluralista la in- vitacion y la oferta son igualmente libres, como exige una opcién que es personal e intransferible. De ahi que la relacion entre la ética civica y las éticas de maxi- mos tenga que ser al menos una relacién mutua de no absorcion. Nin- gtin poder ptiblico —ni politico ni civico— esta legitimado para pro- hibir expresa o veladamente aquellas propuestas de maximos que respeten los minimos de justicia contenidos en la ética civica. Pero pre- cisamente porque la ética civil presenta sus exigencias de justicia y las éticas de maximos han de respetarlas, ninguna ética de maximos debe intentar expresa o veladamente absorber a la ética civil, anulandola, porque entonces instaura un monismo moral intolerante. Por consiguiente, ni la ética civil esta legitimada para intentar anular a alguna de las éticas de maximos que respetan los minimos de justicia, ni las éticas de maximos estan autorizadas para anuiar ala ética civil. Los monismos intolerantes —sean laicistas 0 religio- sos— son siempre inmorales. 2) Los minimos se alimentan de los maximos. Con la relaci6n de no absorcion logramos tinicamente una coexistencia tranquila, no una auténtica convivencia pacifica de colaboracion. Y en este punto conviene recordar que los minimos se alimentan de los maximos, es decir, que quien plantea unas exigencias de justicia lo hace desde un proyecto de felicidad, por eso sus fundamentos, sus premisas, perte- necen al Ambito de los maximos. 143 ETICA CiVICA: ENTRE LA ALIANZA Y EL CONTRATO Fortalecer esos grandes proyectos, que no se defienden de forma dogmatica, sino que estan dispuestos a dejarse revisar criticamente, es una de las tareas urgentes en las sociedades pluralistas. A mayor abundamiento, los poderes politicos deberian aprovechar, en el buen sentido de la palabra, el potencial dinamizador de los maximos, porque la politica no es sdlo el arte de eliminar problemas, sino so- bre todo el de intentar resolverlos de modo que la solucién favorez- ca el bien de los ciudadanos. 3) Los maximos han de purificarse desde los minimos. Si los minimos civicos se alimentan de los maximos y pueden encontrar des- de ellos nuevas sugerencias de justicia, no es menos cierto que con frecuencia las éticas de maximos deben autointerpretarse y purificarse desde los minimos. En el caso del cristianismo, por ejemplo, el mandato del amor su- pone, como minimo, hacer elecciones justas. Un buen numero de cristianos ha entendido sobradamente exigencia tan obvia y, sin em- bargo, otros muchos —tratese de instituciones 0 de personas— con la coartada de la caridad han olvidado la justicia tal como la entiende una ética civica. El recuerdo de la Inquisici6n es en estos casos para- digmatico, pero no es preciso retroceder en el tiempo porque ejem- plos sobran en nuestros dias, en nuestros paises y en nuestras profe- siones. En todos estos casos se expresa una nefasta tendencia: la de atentar contra exigencias de justicia por causas presuntamente de mas elevado rango (amor, Estado, solidaridad grupal). Cosa que vienen haciendo creyentes y no creyentes en la vida cotidiana. 4) Evitar la separacion. Si éticas de maximos y ética civil se dis- tancian, los peligros son claros. Una ética de mdximos autosuficiente, ajena a la ética civil, acaba identificando a su Dios con cualquier ido- lo, sea su interés egoista, sea la nacion, sea la preservacion de sus pri- vilegios. Por su parte, una ética civil autosuficiente, ajena a las éticas de maximos, acaba convirtiéndose en ética estatal, y el ciudadano aca- ba engullendo al hombre. O, mas que el ciudadano, el Leviatan. Reducir la multiplicidad, mientras no genere desigualdades, es siempre poco inteligente. Lo inteligente es, por el contrario, optimi- zar los recursos, en este caso hacer que las propuestas felicitantes lo sean realmente de felicidad y que las exigencias de justicia se robus- tezcan desde si mismas y desde las raices que les dan sentido. Con- viene, pues, enriquecer el mundo de las narraciones revitalizadoras, sumar, y no restar, conviene estrechar los lazos entre la Alianza y el Contrato en esa ética civica que no se entiende si prescindimos de alguno de ellos. 144

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