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Paidés , John Bowlby Biblioteca _ La pérdida afectiva ee Tristeza y depresion PARTE 1 OBSERVACIONES, CONCEPTOS Y CONTROVERSIAS ‘Capitulo EL TRAUMA DE LA PERDIDA La definicin de los fenémenos cientificos deberfe estar fundada en los fenémenos tal como los percibi- ‘mos. No tiene sentido basar nuestra definicion sobre ‘uestras ideas acerca de lo que los fenémenos debe. ‘ran set. La bisqueda de tales piedras de toque pare- ce derivar de 1a conviccién personal de que ieyes simples y distingos absolutos necesariamente subye- em a toda serie relacionada de fenémenos. C.FLA, PANTIN, The Relation between the Sciences PRELUDIO En el curso de este siglo, muchos psicoanalistas y psiquiatras han bbuscado vinculos causales entre la enfermedad psiquidtriea, le pérdida de una persona amada, el duelo patologico y las experiencias infantis. Durante varias décadas el tinico punto de partida de dichos estudios fue un paciente enfermo. Luego, a partir de 1940, los elfnicos comenzaron @ ocuparse de a intensa afliccion y el trastormo emocional que suceden a la experiencia de una pérdida. En algunos de estos estudios posterio- res, se trataba de la pérdida de un conyuge, mientras que en otros, de Ia ‘madre de un nifio pequefio. Aunque cada uno de estos puntos de partida Proporcion6 resultados de gran interés, transcurrieron varios afios antes de que se comenzara a comprender de qué manera cada grupo de datos odia relacionarse con los otros. Una dificultad constante consistia en que las generalizaciones formuladas en relacién con el grupo previo, Tetrospectivo, a menudo resultaban equivocas, al tiempo que las formu. laciones te6ricas destinadas a explicat esos datos no resultaban adecuadas para los grupos posteriores, prospectivos. En este volumen me propongo relacionar estos diversos conjuntos de datos y bosquejar una teoria que resulte aplicable a todos. Como en los dos libros anteriores, prestamos particular atencién a los datos deriva- dos de os estudios prospectivos. Puesto que la pérdida como campo de investigacién es doloross, quien se dedica a esta tarea debe enfrentar no s6lo problemas intelectuales sino también emocionales. La pérdida de una persona amada constituye una de las experiencias ‘is penosas porlas que un ser humano puede pasat. Y no sélo resulta penoso 31 sufila sino que también ser tetigo de ella, aunque sélo sea porque nos Sentimos impotentes para brindar ayuda. Para los deudos, solo el regreso de la persona amads puede significar un verdadero consuelo y sienten ‘asi como un insulto todo To que podamos oftecerles. Quizis eso explique tuna tendencia que ceracteriza buena parte de la bibliograffa tradicional sobre la forma en que los seres humanos responden a la pérdida. Cuando un autor se refiere alos efectos de la pérdida en un adulto o en un nif, tionde a subestimar hasta qué punto la experiencia puede ser angustiosa « incapacitante y cusnto tiempo suele persistir Ia alicei6n y a menudo también la incspacitacin. Por otra parte, se tiende a suponer que una persona sana y normal puede y debe superar una pérdida de este tipo, no solo con rapidez sino también por completo En este libro me ocuparé do contrarestar ambas tendencis. Sena- Jaré una y otra vez euén prolongada es Ia afliceion, lo diffeil que resulta recuperarse de sus efectos y Ins consecuencias negativas de la pérdida para ol fancionamiento de la personalidad. Sélo si se toman en cuenta los hechos tales como son en la realidad existré alguna posbilidad de mitigar el dolor y Ja incapacidad y redueir el indice de pacientes psiquitricos. Por desgracia, y a pesar de la atencién cada ver mayor que se ha pres- tado al tema en Ios iltimos aos, siguen siendo escasos los datos em) rcos sobre la forma en que individuos de distntas edadesresponden a pérd- das de diversos ties y en vatiadas circunstancias Por ende, lo mejor que ppodemos hacer es recurrir a los datos sistematicos con que si contamos y hacer uso atinado de las descripciones, mucho més abundantes, pero no sistematcas. Estas iltimas incuyen algunos relatos autobiogéfico, pero en su mayoria derivan de la observacin clinica de individuos en tratamiento. Por tal raz6n, ambas constituyen una rica mina y tambiém una trampa: una ‘mina porque ayudan a comprender los diversos cursos desfavorebles que pueden sogui las respuestas a una pérdida, y una trampa debido a ls falsas seneraizaciones'a que pueden conduct, que suelen ser de dos tipos. Por un lado, se supone que ciertos rasgos especialmente caracteristicos de Jos cursos desfavorables, son rasgos ubicuos de importancia general y, por ol otro, que las respuestas comunes a todas las formas de reaccién son especifcas de Is patologia. Un ejemplo del primer tipo de exror es el supuesto de que la culpa es inhorente al duelo, y del segundo, el supuesto de «que la incapacidad de una persona para aceptar que esa pérdida es real (para Jo cual a menudo se utiliza el tésmino “negaci6n”) constituye un signo de patologia. La alicion sana, tal como se sella a menudo, presenta una serie de rasgos que en otras épocas se consideraban patol6gicos y carece de otros que antes se consideraban tipicos. Puesto que mi via de acceso a este campo fue el estudio de ls efectos en nifios pequefios de la pérdida de la madre, me ocuparé en este capitulo, «l primero de los cinco que constituyen Is introducci6n, de esos datos y de algonas de las controversias alas que deron origen 32 En el segundo examino ideas suscitadas por el tratamiento de pacientes ccuyos problemas emocionales parecen estar relacionados con Ia pérdida y también bosquejo los tipos de teoria a los que dichos estudios han dado igen. En ese mismo capitulo se sefialan una serie de cuestiones claves que siguen siondo objeto de controversias y para las que se trata de encontrar respuesta en los capitulos que siguen. En el tercero y el cuarto de estos capitulos que forman la introduc: cién, bosquejo el mareo conceptual que, desarrollado primero en relacién ccon este estudio, aplico ahora a la presentacién e interpretacién de los datos. Preparado ast el escenario, emprenderé mi tarea central. LA AFLICCION ENLA PRIMERA INFANCLA 'Y ENLA NINEZ TEMPRANA. Consideremes primero los datos que dieron origen a este estudio, esto s, obsorvaciones de Ie forma en que un nifo pequeno —entre doce meses ¥ tres aflos de vida responde cuando se lo aparta de la figura materna! a Ja que s© encuentra apegado y queda en manos de extraios en un lugar extrafio. Como recordarin los lectores de los volmones previos,? su res- puesta inicial es de protesta y de imperioto esfuerzo por recuperar a la madre perdida. “A menudo ora a gritos, sacade la cuna, se aroja de un Jado a otro y se mantiene alerta a cualquier sefil visual o auditiva que pu- dlivra revelarle la presencia de la madre ausente." Con altibajs, esta actitud puede prolongarse durante una semana o mis. En ese period lo que parece alentario en sus esfuerzos es la esperanza y la expectativa de que su madze regresari Sin embargo, tarde 0 temprano la desesperanza se impone. El anhelo de recuperar a la madre no disminuye, pero la esperanza de que dicho anhelo se cumpla se desvanece. Por fin, cesan las ruidosaseinquietas exigen- cias: el nino se vuelve apitico y retraido, en una aetitud de desesperanca interrumpida quizés sélo por un gemido intermitente y monétono: experi ‘menta una desdicha inenarrable Aunque este cuadro sin duda se conoce desde hace silos, slo en les ‘itimas décadas se lo,ha descrito en la literatura psicolgica y se le ha dado el nombre que le corresponde, esto es, aflccién. Tal el término em pleado por Dorothy Buslingham y Anna Freud (1942), por Spitz (1946), al 4 Aunque en tgde esta obra empleamos generaimente Ia expresién “mado” xy no “figura materna ha de entenderse qc‘, odos Tos casos nos referimes al pe fons go bra como mire deur nino aun te lea cobra ape, Cas sempre, ‘or supuesto, es persona es tambicn In madre camal dl » Véase Le separacion afectva, capitulo 2. 33 titular su pelicula Grief: A Peril in Infancy, y por Robertson (1953), quien cextudi durante veinticinco aflos sus consecuencias pricicas. Con respecto alniio de 18 a 24 meses, Robertson seal: Sia esta edad se aparta al nifio del cuidado de la madre, en un momento. cen que se encuentra tan posesiva y apasionadamente apegado a ella, siente que su mundo ha quedado destrozado. Su intensa nevesidad de ella queda insatisfecha, y la frustraciOn y el anhelo pueden enloquecerio de dolor. Se necesita gran imaginacion para percibir la intensidad de esta angustia. ET nifio se siente tan abrumado como cualquier adulto al que la muerte hi arrebatado a una persona amada. Para el nifio de dos afios, con su falta de comprension y su total incapacidad para tolerar la frustracibn, es como si su madre hubiera muerto. No conoce la muerte sino slo la ausencia, y sila finica persona capar de satisfacer su necesidad imperiosa esté ausenie, bien podria estar muerts, tan abrumadora es su sensacién de pérdida En una éposa se crefa que un nifto pequetto no tardaba en olvidar a la madre y superar su desdicha; se pensaba que en la nifex el dolor era de corta duracién. Empero, observaciones mis rigurosas han demostrado que no es asi. El anhelo de que la madre regrese persist. Esto resulta evidente en muchos de os primeros estudios de Robertson sobre niflos pequefios intemados en guarderias y en hospitales y esté ampliamente confirmado por los dos estudios sistemtics sobre nifios intemnados en guarderias que realiz6 Heinicke (Heinicke, 1956; Heinicke y Westheimer, 1966)? Durante Tos tres primeros dias la reactin predominante fue lorar ariando a los padies, sobre todo a la madre. Aunque dicha respuesta disminuyé a pertir de ese momento, se repstr6 esporidicamente en todos los casos durante por Jo menos nueve dias, sobre todo ala hora de ira dormir y durante la noche. ‘También se observaron casos en que los nifios se empefaban en buscar a Jlamatre. ‘Aungue quizd la idea de que el dolor dura poco en un nfo pequeto sea una mera expresin de deseos, ciertos rasgos de su conducta resultan ‘equivocos. Por ejemplo, luego de l fase critica de protesa, el nino se vuelve mis tranquilo y menos explicito en sus comunicacones. Empero, lejos de indicar que ha olvidado a la madre, la observacion demuestra que sigue intensamente centrado en ella. Robertson registr6 muchos catos de nos pequefios cuyo anhelo por la madre ausente era obvio, aunque a veces tan silenciso o eneubierto que resltabafécil pasarlo por alto. Con respecto a Laura, la protagonista de su pelicula A Two-year-old Goes to Hospital (1952), sefala: "Solia interpolar sin ninguna emocién y como si carecie- ran de toda importancia las palabras “Quiero a mi mamita, ,dénde se a ido ‘mi mamita?, mientras hablaba sobre algo totalmente distnto, y euando nadie respondia a esa ‘irelevanci’, no la repetia.” La misma nia dejaba 2 En el primer capituto de La separecién afectva, sedan detalles dels estudios de Heinics, 34 4 veces que sus sentimientos ocultos se revelaran a través de canciones y, aparentemente sin que ella misma se diera cuenta, reemplazaba el nombre de algn personaje de una cancién infantil por la palabra “mamita”. En cierta cocasién manifest6 el deseo urgente de ver la aplanadora que acababa de ale- jarse de la calle bajo las ventanas de Ia sala en la que estaba internada La nina grit6: “Quiero ver la aplanadora, quiero ver la aplanadora, quiero ‘ver a mi mamita, quiero ver la aplanadora””* Otro nifio, de tres afios y medio, internado en el hospital desde haci diez dias, realizaba un juego repetido a solas: se inclinaba, giraba la cabeza a la inquierda y levantaba un brazo. Perecia un juego inocuo y también carente de significado. Al acercarse a él, sin embargo, se le of susurrar por lo bajo: “Mi mamita vendré pronto, mi mamita vendré pronto”, y entonces se hacia evidente que seflalzba la puerta por la’ cual entraria a madre. Esto sucedia por lo menos tres horas antes del momento en que Ja made solfa vsitarlo.* Para el observador perspicaz, ess orientacién persistente hacia la madre perdida resulta obvia incluso en nifios mucho més pequefis. Ast, Robertson ‘menciona también el caso de Philip, que slo tenia trece meses cuando {ngres6 a una guarderia de nifios internos. Aunque era demasiado pequefio para verbalizar cualquier anhelo con respecto a la madre, el personal infor- ‘m6 que durante los primeros dias de desasosiego y més tarde, cada vez que se lo frustraba o se sentia inquieto, realizaba los movimientos asociados con {a cancién infantil con que la madre soliatratar de calmarlo cuando lloraba. En las Hampstead Nurseries, Anna Freud y Dorothy Burlingham regis- traron muchos casos de anhelo persistente pero silencioso con respecto a Ia madre ausente (Freud y Burlingham, 1974) Un ejemplo notable es el de un niffo de tres aflos y dos meses que ya habja experimentado dos separaciones de la madre, la primera cuando tuvieron que evacuarlo y dejar- Jo en un hogar adoptivo donde se mostré muy inquicto y la segunda, cuando estuvo internado en un hospital con sarampién, Cuando lo dejaron en la suarderfa, Ie advirtieron que debia ser un buen chico y no llorar, pues de ‘otro modo su madre no lo vsitaria. ‘En los eapituls 23 y 25 se encontrarin més detalles sobre la manera en que ‘Laura respondio durante su eStada en el hospital y posteriormene 5 Esta obseracin, hecha por James Robertion, esti conignada en Bowiby, Robertiony Rosenbluth (1952). m4 cx nome cranes ea oa Hampstead Naps fon pa los pot primera vex en el Reino Unido (Burlingham'y Freud 1942, 944) yo oe ‘Exados Unidos (Pedy Busingham, 1943); posteltmentcfucron icin en a volumen de las obras completa de Anna Freud (Freud y Buringhom, 1974): las ole Fencies de pésinsshochasenelexto coremponden ae publeacon En sh mney ‘ig’ see Conservado ol toudonimo Pauick une orginaimenia tha elon oe 1843, pero cambiado pore de ili en lade 194, porgus en anicriocspubicaconss caso (par clemplo Bowlby otro, 1985) ae emplas 35 ce tat6 do mantoner su promess y jamés se lo oy tlorer. Ea cambios sole sentir con ia eabeedcadh ex duc agente’ nirson'y oe scepurba a sf mismo, todo aael que quia etacharlo quest madre Vendr la busaro, ponte el abago yo Iovate de mito tm ces, Gusndo su iteocutorpareciaexerie,o sata stsfec, pro cuando alguien lo contradecia, rompia en llanto. ta stuacion se prolongs durante dos o tres dia, con algunos ures dos EL movimiento de la cadena adopt6 un caricter mas Sompulehe ‘tomiuco: "Mi madre me pond el abnigo' me lear ota vera ease, Mis tarde anadi una lista cade ver mas larg dela tope que ls ade haba de ponerle Me pondrs el abrig Is plana ne sie el cere AUiomitco, me pondré le gona". Cuando las eptiaones de ela fmm & volvieron mondtonas interminable, alguien ie pregints ano, pode dejan de deco una y ota ves Una ver mis atic tbe sr at clea bueno que su madre deveaba que fess, Dei de reper la formal en Yo ata, pero el movimiento de sus abi demottab que souls hacongsio aay otra ven ‘Al mimo tom, retpazé le palbras por ademanes que most: ban In pasion de a por, el alo de ponere vn argo magia, nobis In roma, ote Lo que tn da pare un movimiento exes Goedeba, Teducid al da siguente aun mero temblordeloe ded. Mion iueten tlle se decicaban aos jupute,« dstnto pond gana hast mi, tte, Paik, por completo intferente, permanstia de pce sigan ney, Imoviendo les manos y ls labor on una expresion Wipes ee el conte Por desgracia, poco después del ingreso de Patrick a la guarderia, su madre enfermé de gripe y tuvo que permanecer en un hospital durante mas de una semana. Por ende, s6lo cuando le dieron el alta pudo quedarse con Patrick en la guarderi Bl estado de Patrick no tardé en cambiar. Su sintoma desapareci6 y, en cambio, se aferraba tenazmente ala madre, Durante varios dias y noches {2s no se movid de su lado, Cada ver que la madre se trasladaba a otto piso, Patrick Ja seguis. Cuando desaparecia por un minuto, podiamos oft sus ‘ansiosas preguntas por toda la casa o verlo abrir la puerta de todas las habi taciones y examinar cada rinedn. No permitia que nadie lo tocara: su madre 10 baftaba, lo Hevaba a la cama y dormia en la de al lado (Freud y Burling hham, 1974, pigs. 19-20) Este caso se examina con mayores detalles en el capitulo 23 ya que ilustra de manera muy élara uno de los caminos comunes que puede seguir ln afliccién infantil y destaca ciertos rasgos tipicos de las respuestas patolé- sicas de un adulto frente a la pérdida. Los rasgot que deben tenerse en cuenta son: primero, el persistente anhelo de reunirse con la madre; segun- do, la presion que adultos bienintencionados ejereian sobre Patrick para ‘que olvidara su dolor y pensara en otra cosa; tercero, Ja tendencia de ese anhelo a persistir a pesar de todo, pero a expresarse, a partir de ese momen- to, de una manera cada vez menos clara y ditigida 2 una mete cada vez borrosa y, cuarto, las circunstancias en las que empieza a desempefiar el 36 Papel de su madre ausente. En mi opinién, esto dltimo.proporciona un Indico valioso pars comprender el proceso de idenifcacion con la figura Perdida del que Freud hizo la piedra angular desu teoria del duclo, FI persistente anhelo que siente un nto por su madre s menudo cst impregnado de hostildad intensa y generalizada. Vatios on los auto, tes quel han sealado ya, por ejemplo, Robertson (1953) y Spite (1953), y fue uno de los hallazgos mas notables en ol primero de los estudios sistema, ticos realizados por Heinicke. Heinicke (1956) comparé Ia conduete de dos grupos de niios, cuyas edades osciaban entre los 16 y lox 26 meses tno de lo’ grupos se encontraba en una guarderia para internos y el otror en una guarderia diuma. Los nifos del primer grupo lloraban lsmende a su madre més que los del segundo y, ademés, manifestaban una host dad muy violenta de un tipo que rara vez se observa en una guarderis, dliuina. EI blanco de esa hostilidad varia tanto que resulta diel diver, nira quién estaba dirigid, Con todo, existen buenos motivos pars creer que, en su origen, buena Parte del encono de los niios separados estédirigida conta a figura mater, ‘a ausonts, Tal es lo que sucedia en el caso de Reggie, un nfo de dos anos y ochomeses(descritoen las primeras pégina de La separaciin afetiva), que Zubia dessrollado un intenso apego por una de las nineras en las Hamps. tead Nurseries, pero se negé a tener nada que ver con ella cuando lo visté quince dias después de haberse ido para contraer matrimonio. Luego de esa Ysita se qued6 contemplando ls puerta que se habia cerrado tras ela, ya en la cama esa noche, puso de manifesto sus sentimientos ambivalentos, {iM querda Mary-Ann!™", exclam6, “Pero no la quiero” ‘Freud y Burling ham, 1974), En capitulos posteriores se trata de manera mucho més detallada el rentor tan & menudo provocado por la partida de una persona amads, ‘cualquiera sea la razén por la que se a alejado. Como en el caso de un deudo adult, que extrafa a una persona y ‘anhela su presencia y, por ende, no puede encontrar conauelo en otra coms Pana, también un nfo en un hospital o en una guarderia de internosvecha: za al comienzo los cuidados de quienes se ocupan de é. Aunque sus pedides 4e ayuda son apremiantes, su conducta a menudo result tan contradictonis ¥ fiustradora para quienes tratan de consolario como lo la de un adult que acaba de perder a-una persona amads. A veces los techaza; tran, so aferra 8 una de las enfermeras mientras solloza por su madre perdida. Anna Freud: y Dorothy Buslingham mencionan el caso de una nia de 17 meme qe s6lo dijo “Mamé, mamé, mama” durante tres dias y que, aunque Je gustaba sentarse en el regazo de la enfermera y que ésta la cbranse insisti siempre en dane Ia espalda para no ver. Sin embargo, el rechazo total 6 parcial del adulto desconocido no es Permanente. Luego de una fase de retraimiento y apatin, ya desert, 61 nino comieaca a buscar nuevas relaciones. La forma en que éstas s¢ 37 a ina wii Helse ean 2 me ey ee Soe ea aber commer ot Fey eprops Sere Cee em anea eee creer eee ee Spee ss eros Sag cea we see mens iPUEDEN LOS NINOS PEQUEROS VIVIR UN DUELO? UNA CONTROVERSIA Enel trabajo“Grief and Mourning in Infancy and Early Childhood”, pu: blicado en 1960, y enel que me referi por primera vz a estas observaciones, sefialé las notables similitudes entre las respuesta de los nifios pequefios a la pérdida de la madre y las respuesta de los adultos a quienes Ia muerte ha amebatado un ser querido. Nunca antes se habia setalado el nimero y el grado de tales semejanzas debido, en parte, a que las ideas tradicionales predominantes acerca del modo en que nifios y adultos, respecivamente, responden a la pérdida habian exagorado ls diferencias ques existeny, en parte, 8 que no se comprendia la naturaleza de la conducta de apego y su papel en la vida humana. Puesto que las respuesas infantis y adultas ala pérdida son bésicas para mi tei, ls examino de manera acabada en la Parté IL, En 1960 habia legado a esta conclusion Se ee erento el eben coon eee | Aeros rn rs neni Cee ssa det a rae ee de eee ae fee eter esis ene eS es Sa ae ate aee toe ni Se eee rae eee SE ee ene existe ahr mmr relia eae eget cts re cena ae rae Sattineclni i Sa a Sas pete cer ie essen eas pee Cleat wae Dee Esta posicion se desarrollé en los dos trabajos siguientes,” en los que seflalé en particular que Las reacciones de duelo que se observan a menudo en la lactancia y cn la temprana infancia muestran muchos do lot ra8g08 que constituyen, el sello caracteristico del duelo patolégico en ol adulto (1963, pay. 504). En particular, destaqué cuatro variantes patologicas del duelo adulto des- critas ya en la bibliografia clinica, asf como la tendencia a que los indi- viduos que dan tales respuestas hayan experimentado le pérdida de un progenitor en la niffez o en la adolescencia. Les cuatro variantes, descti- ‘as aqur on los términos que prefiero utilizar ahora, son las siguientes: = anhelo inconsciente de la persona perdida — reproche inconsciente contra Ix persona perdida, combinado con autorreproches conscientes y a menudo incesantes = cuidado compulsiva de otras personas — Persistemte incredulidad de que la pérdida sea permanente (a menudo ddesignada como negacién). Esos trabajos tempranos dieron origen @ una acalorada controversia ¥ entre Jos muchos problemas discutidos, uno requiere un comentario inmediato, a saber, él uso del términa “duelo”. Como explica en esos trabajos, parecié itil recurrir al término “duelo” en sentido amplio para incluir una variedad de reacciones frente a la pérdida, incluyendo las ‘que traen un resultado patolégico, porque cllo permite vincular una serie de procesos y estados que, segin demuestran las pruebas, se encuentran interrelacionados, as{ como el término “infla- ‘macién”” se utiliza en fisiologia y patologia para vincular una serie de procesos, algunas de los cuales tienen evolucién favorable mientras otros abortan y llevan 2 una patologia. Se eligié el témino “duelo” porque fue introducido en psicoandlisis en la traduccién del magistral trabajo de Freud, “La afliccin y la melancolia” (1917), y ampliamente utilizado por los cini- os durante muchos afios. Empero, mi tesis encontré acentuada oposicién, sobre todo entre Jos psicoanalistas que estuvieron cerca de Freud y los que continuaban esa tradicién.* Las objeciones que plantean son en parte de fondo y, en parte, terminol6gicas. Para poder identficar las del primer tipo seré conveniente ‘tratar antes el problema de la terminologfa. of Mourning” (19618) y “Pathologic Mourning and Child. Mourning” (1963). i ee dono, Yat os cls creas de Ana ea, Max Schr Ren Spt conte oy on el volumen 15 de The Paychoanalytle Study of the Child (1960) que siguen a Dinero demise articlor, ete tambien Wafers (1960, C200) Ue 39 Las dificultades terminol6gicas derivan del sentido restrictivo en que algunos de mis criticos interpretan la afirmaci6n de Freud de que “el duelo cumple una tarea psiquica muy precisa: su funcién es apartar del muerto los recuerdos y espersnzas del sobreviviente” (SE 13, pég. 65)? Segtin dichos criticos, el término “duelo” debe aplicarse sélo a los procesos psicologicos ‘que tienen exe nico resultado: ningiin otro uso resulta permisible. Tal rigidez terminolégica es ajena al espfritu cientifico pues, una vez que se da una definicién, tiende a aprisiona: el pensamiento y a controlar lo que el investigador se permite observar, de modo que, en lugar de per- mitir que la definicién evolucione y dé cuenta de nuevos hechos, se dejen de lado los hechos que la definicin original no incluye. Asi, si aceptaramos esa restricién, deberiamos limitar el término duelo a los procesos psicol6- sicos que tienen un resultado que no sélo esté predeterminado como épti- ‘mo sino que, como ahora tenemos motives para afirmar y como Freud 1ismo lo sospeché con todo acierto, nunca se logra por completo (véanse capitulos 6 y 16). Los procesos que evan a cualquier variacién del resultado quedarian excluidos por definicion, y seria necesario describitlos en otros términos. Un uso restringido de este tipo resulta inaceptable. Una de las principa- les prestaciones del psicoandlisis ha sido contribuir a integrar Ia psico- patologia con la teorfa general de Ia personalidad. Esa intogracién corre peligro si se utilizan términos distintos para un proceso 0 procesos segtin que su resultado sea favorable o no. En particular, surgirian problemas insolubles si se considerara necesario definir en una etapa temprana dénde terminan los procesos sanos y dénde comienzan los patolégicos. Si més tarde se com. probara que esa definiciGn es errénea, reinaria la confusién y, de hecho, ‘es0 es lo que ha sucedido en nuestro campo. Puesto que en mi opinién estas consideraciones pesan més que cual- uiera de las otras, conservo el uso adoptado on los trabajos previos. Asi, el término “duelo”, con los modificadores adecuados, se emplea para deno- tar una serie bastante amplia de procesos psicologicos que se ponen en marcha debido a la pérdida de una persona amada, cualquiera sea su resul- tado. Aun asi, otro término posible, que se utiliza ya con bastante frecuen- cia, es aflicién, que no deja de ofrecer ciertas ventajas. Ademiés de soslayar toda controversia con respecto al uso restringido del término duelo, tam- bign evitaria otro uso tradicional, muy distinto, que deriva de la antropolo- afa y limita el duelo al acto publico en el que se expresa afliccién. Puesto que el duelo pablico siempre estd en cierta medida culturalmente determi- nado, s¢ lo puede distinguir, por lo menos en el nivel conceptual, de las respuestas espontiineas de un individuo. (Ese es el significado que propone > La abreviatura SE comesponde ala Standard Etion de The Complete Paycho loticel Works of Sigmund Freud. publicada en 24 volamencs por Hogarth Press L'0. Londres" istbida on Amencpor WW. Norton, Nusa Yank. Ens presente Obra {oda a eas de Proud estan tomadas dees eicion, 40 el Dictionary of the Engish Language de Webster, y el ques adopta en une revisin realizada por Averill en 1968.) Sin embargo, otto motivo para utilizar aflecién en un sentido amplio seria que, como vimos, ya To han empleado asi psicoanalistes conocidos y, por ende, nadie nivga que los nifios pequefos pueden sentir afiesin Con todo, exitten buenos motives para conservar el término duelo y utlizarlo para refertse a todos los process psicolgicos, consientos ¢ Jnconscientes, que una pérdide pone en marcha, En primer lugar, + Io usa desde, hace mucho tiempo en psicopatologia. Segundo, al emplearlo en esa forina, se puede reservar el término aliccidn para desribis el estado 4 una persona que experimenta dolor ante una pérdde y lo hace de una ‘manera més 0 menos manfiesta. No slo se respota asi su empleo cot diano sino que resulta muy conveniente cuando’ consideramos el estado paradéjico que se conoce como ausencia de aficién (Deutsch, 1937) Para denotar la manifestacion piblice de duelo podemos usar la expresiog “ritos det duelo” Una vez reconocidas las diferencias en el uso del témino duelo, buena parte de la controvesa desparece. Por ejemplo, como sefala Miller (1971), ‘existe ahora amplio acuerdo entre los elinios en el sentido de que, cvando se sufre una pérdida en Ia infancia, las respuestas a ela por lo general siguen un eu patolégico, Con todo, ain penistn importantes divergencan con. ceptuales. La principal se refire a si un nio preadolescente puede en alguna cireunstancia responder ala pérdida de un progenitor con un duclo ano que podamos describir, adoptando una definicién de Anna Freud,’ como al exfuerzo exitoso de un individuo por aceptar que se ha producto un cambio. en su mundo extemo y también que él debe realizar cambios correspondientes en su mundo intemo, representacional, y reorgnizar y En los capitulos 6 7 de The Expression ofthe Emotions in Men end Animals, a7 de datos tomados de las obras de poctas ingeses y escritores frances, Shand no s6lo describe casi todos los principales rasgos de la aficcin tal como los conocemos ahora, sino que también examina de manera sstemé- tica su relacién con el temor y a rabia. Como estudio sensible y perspicaz, su libro resulta notable y merece ser mejor conocido. Entre los sociélogos Y los psieélogos sociales cuyas publicaciones datan de la década de 1930 Y cuya labor merece la atencidn-de los clinicos, figuran Eliot (1930, 1955), Waller (1951) y Marts (1958). Como los procesos psicolégicos que intervienen en el duelo, tanto sano como patoligico, son miliples y estén intimamente relacionados entre si, los puntos de controversia fueron y siguen siendo numerosos. Resulta conveniente consideralos bajo ocho encabezamientos: 2) geil cota maturateca de lx proceion pscldpcos que interinen en el duelo sano? a adil aii ©) Yedmoseexplie el dolr dl dulo? ©) ide qué modoserelscona cl clo con I asiedad? 4) {qué clase de motivaciones estén presentes en el duelo? 2) feulesel papel dela cay el edio ene ule? p ae es el papel de la identificacién con la persona perdida en un lo? 2) de qué manera dolo atlgico del ano? 1) jen qué etapa del dearollo "por medio de qué proces leg individu aun estado que le permite responders pede de unt manera sia? 8) Todos los que han examinado a nasuraleza de los procesos que inter- vienen en el duelo sano concuerdan en que provocan, por lo menos en cierta ‘medida, un retiro de la eatexia emotiva de la persona perdida y pueden reparar ¢l camino para una relacién con otra persona. Sin embargo, el ‘modo en que coneebimos el logro de este cambio depende de nuestra mane- ra de conceptualizar los vinculos afectivos. Como es precisamente en este Punto donde los conceptos adoptados en ef presente Volumen difieren en ‘mayor medida de los de Freud y otros analistas, es con respecto a esos pro- esos que se hace mas necesario intentar nuevas formulaciones. En casi todos los trabajos analiticos el acento se pone en la identifica- cién con el objeto perdido como principal proceso involucrado en el duclo y se considera que esa identificacién es una compensacién por Ia Darwin analiza los movinientos muscles que inervieneny ls expresiones ‘mestan en i ansiedad, ol door a demmparacon expone el punts de sees Soaps {odo eosdeivan de Ice cilidosy lant dl infuate En todoros sare de aes sion grande pagusia, nuestro cbro tends en vitid de un lrg Robie seat sna oten clon icon pr qe conga, como stds crores $[Fanle dlr peo somos cpuss de Sonesta on pare eo rn" For mes 48 pérdida suffida. Ademés, siguiendo a Freud, la dinémica del dueto por to general se concibe dentro de un tipo de teorfa segin la cual a) el proceso de identificacién es de carécter casi exclusivamente oral y b) la libido es una ceantidad de energia que sifre una transformacién. Existen motives para

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