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Hasta 1879, Chile empezaba desde el norte después del Desierto de

Atacama,

Las regiones de Tarapacá y Antofagasta, eran territorios de Perú y


Bolivia y poseían una riqueza natural codiciada por el imperio Ingles, se
trata del Salitre, de ese mineral se apropian los chilenos con la Guerra
de Pacifico, la excusa de la guerra es el maltrato de los trabajadores
chilenos por parte de las empresas peruanas y bolivianas, hay que
recordar que estos mineros chilenos trabajaban al otro lado de la
frontera del Chile de esos años.

Sin embargo después de adueñarse de esos territorios, los gobiernos de


Chile favorecen la instalación de empresas extranjeras para explotar el
salitre y ponen a su servicio el aparato militar para cuidar los intereses
de las empresas dueñas de las oficinas salitreras.

La extracción del salitre se basa principalmente en una brutal y abusiva


explotación de los trabajadores los cuales son sometidos a tratos
vejatorios, castigos por parte de los capataces que azotaban a los
obreros que se atrevían a reclamar por los abusos, o se les amarraba a
un cepo que era una tabla con cadenas donde quedaban expuestos por
horas al inclemente sol de la pampa; en estas condiciones de vida se
llega a los inicios del siglo 20, con una de las tantas crisis por mala
gestión de los gobiernos de turno.

El año 1907 Se transformó en un año crítico. Gobernaba el país Pedro


Montt

La moneda chilena bajó considerablemente, llegó a valer apenas 8


peniques. Los artículos de primera necesidad y otras mercaderías
alcanzaron precios altísimos.

La industria sin embargo era floreciente. Se estaban construyendo


nuevos establecimientos salitreros, en su mayor parte ubicados en
Antofagasta. El estado obtenía abundantísimos recursos generados por
la Renta del Salitre.

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En noviembre de 1907 laboraban en las salitreras de Tarapacá y


Antofagasta unos 40.000 obreros de los cuales 13.000 eran bolivianos y
peruanos, no olvidemos que 28 años antes esa era su tierra.

A causa de la rebaja de la moneda se encareció tanto el costo de la vida,


lo que provocó un gran malestar en los trabajadores.

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A esto hay que sumarle las brutales condiciones en que trabajaban los
mineros de la pampa, hombres, mujeres y niños eran sometidos a
trabajos mal pagados, abusos, nula seguridad en las faenas, esclavitud,
maltrato, violencia y negación de todo derecho. Cada oficina salitrera
aplicaba de manera arbitraria sus propias leyes en contra de los obreros,
se les obligaba a comprar alimentos y mercancías a precios aun mas
altos, en las pulperías, los mismos patrones salitreros eran dueños de
estas pulperías y si los mineros no compraban en ellas eran sometidos a
castigos físicos, o eran amarrados y encerrados en calabozos.

Era inevitable entonces que se produjeran movimientos de protesta,


como único recurso para lograr mejoras económicas y así hacer frente a
la carestía.

Por ello los trabajadores enviaron comisiones con petitorios ante el


gobierno y las empresas, pero habían fracasado y no habían sido
escuchados.

El 4 de diciembre los trabajadores de la Empresa de Ferrocarriles


Salitreros se declararon en huelga, la que finalizó al conseguir su
demanda de salarios al cambio de 16 peniques. El 9 de diciembre las
cuadrillas de las casas salitreras del puerto paralizaron sus labores
reclamando que también se les pagara al cambio de 16 peniques. Su
petición fue rechazada, pues los patrones sostuvieron que ya les habían
entregado aumentos en sus salarios.

Ignoradas sus peticiones, se desarrollaría un poderoso movimiento


huelguístico en la Pampa Salitrera; el 10 de diciembre de 1907 los
huelguistas paralizan las actividades de la salitrera "San Lorenzo" y el
paro se amplía a otras de "Alto San Antonio", iniciando la "Huelga de los
18 peniques". Este nombre se debe a que los jornaleros pedían el pago
de salarios a este tipo de cambio en relación a la Libra Esterlina; la
moneda del imperio Británico.

La numerosa columna de huelguistas de Alto San Antonio llegó a


Iquique portando banderas de Chile, Perú, Bolivia y Argentina,
alojándose en el hipódromo del puerto de Iquique.

A este movimiento se sumaron otras oficinas salitreras, entrando en


huelga también casi todo el comercio e industria del norte del país.

Miles de trabajadores de las salitreras se concentraron en Iquique


respaldando las demandas frente al intendente, para obtener respuesta
por parte de los patrones salitreros.

Por el 14 de diciembre los trabajadores de unas 30 oficinas ya habían


parado sus labores y gradualmente empezaban a congregarse en

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diferentes puntos sobre la red ferroviaria salitrera y comenzaban
lentamente a pie, su movimiento en dirección a Iquique.

El mismo día 14 la alcaldía decretó la suspensión hasta nueva orden de


los espectáculos públicos y la clausura de las cantinas
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Más y más trabajadores en paro viajaron a la ciudad de Iquique. Seis
mil de los huelguistas acamparon en la escuela Santa María.

Es allí donde, la autoridad el día 15 de diciembre realizó una importante


reunión, a la cual asistieron los representantes de varias Oficinas del
cantón del Norte. Allí habló el dirigente Luís Olea. Se acordó pedir al
Presidente Pedro Montt " que en vista de la situación calamitosa creada
para el trabajador con motivo de la depreciación del cambio, S.E.
despliegue todas las energías propias del primer magistrado de Chile...
en resguardo y beneficio del pueblo oprimido "

Los dirigentes de los pampinos se entrevistaron con el intendente


subrogante, a quien le informaron sus demandas

Éste les hizo ver su satisfacción por el orden mostrado por los obreros a
su arribo a la ciudad. El Comité Directivo de los Calicheros le manifestó
que el orden no sería alterado en ningún caso y el Intendente les
manifestó que el clima pacífico favorecería el estudio de su petición,
pero les advirtió que serían reprimidas con energía las manifestaciones
contra el orden, las personas y la propiedad.

Les insinuó presentaran un pliego de peticiones para conversar con los


representantes de las compañías salitreras. El 16 de diciembre los
trabajadores presentaron sus demandas en un Memorial o Petitorio.

Luego en una nueva conversación, el mandatario provincial, les propuso


una tregua de 8 días para permitir que todos los patrones salitreros se
pudieran reunir y estudiar sus demandas, y les indicó que debían
regresar a la pampa a reanudar sus faenas.

Los pampinos afirmaron que no regresarían a las Oficinas hasta no


recibir una contestación definitiva a sus peticiones.

Los patrones se comprometieron a dar pronto respuesta. Estos se


hallaban frente a un movimiento que cada vez tomaba más impulso en
la pampa. El 16 de diciembre, como adhesión al movimiento de los
pampinos, pararon también sus actividades varios sectores obreros de la
ciudad, la cual quedo paralizada.
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Patrullas militares circulaban por las calles en prevención de desórdenes.
La extensión del movimiento en el mismo Iquique produjo gran

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inquietud en el Cuerpo Consular, el mas poderoso; el cónsul británico,
ante quien el intendente le informaba la llegada de refuerzos militares
que había solicitado para afrontar cualquier emergencia

Ante la insistencia y las protestas del cónsul de Inglaterra el mandatario


provincial ese día contestó que castigaría con energía cualquier acto
subversivo o atentado contra las personas y propiedades que hagan los
huelguistas; y le anunciaba el arribo del Regimiento "Rancagua", por eso
le daba seguridad al Cónsul Británico de garantizar vida y propiedad de
nacionales y extranjeros

Justamente el día 17 llegó desde Arica el crucero "Blanco Encalada"


conduciendo una fuerza del Regimiento "Rancagua". Al día siguiente
echaban anclas en la bahía el crucero "Esmeralda" que traía tropas del
Regimiento de Artillería de Costa desde Valparaíso

Un diario de la época informa que los trabajadores del salitre mantenían


gran disciplina y no causaban ningún desorden. "... la actitud de
absoluto orden adoptada por los huelguistas..."Sus manifestaciones se
han reducido a meetings, desfiles y discursos dentro del terreno de la
moderación”

." Sobre la situación en la pampa informaba: "en las numerosas oficinas


que permanecen paralizadas el orden se mantiene inalterable".

Mientras tanto, proseguían llegando a la ciudad nuevas columnas de


obreros de las salitreras. La presencia pampina iba en aumento.

El Ministro del Interior, Rafael Sotomayor, conocido abogado defensor de


los intereses salitreros de Matías Granja, autorizaba al Intendente para
aumentar la policía.

El cónsul inglés en Iquique, manifestaba al gobierno de Chile la


necesidad de tomar medidas inmediatas y señalaba repetidamente de
contar con fuerzas armadas propias para intervenir contra los pampinos.

El Ministro del interior le dió cuenta del envío de tropas y buques de


guerra para reforzar a la guarnición de Iquique.
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El 19 de diciembre llegaron desde Santiago el Intendente Eastman y el
general Roberto Silva Renard juntos con el Regimiento "O'higgins" para
reforzar a la guarnición local.

Eastman expresó desde la Intendencia: " Vengo de la capital y traigo la


palabra y los deseos del Excmo. Presidente de la República, que son los
de solucionar estas dificultades en la forma más favorable para ustedes,
consultando con equidad los intereses de los industriales salitreros”.

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Agregó: " Mi viaje obedece a este propósito, de volver a verlos de nuevo
en vuestras faenas, contentos y tranquilos."

El Intendente se abocó a la delicada tarea de reunirse en forma


separada con ambas partes para procurar que se llegase a un arreglo
del conflicto. Escucho las demandas de los huelguistas. Luego conversó
con los empresarios salitreros

El 20 la actividad comercial e industrial continuaba paralizada. El diario


local informaba: “La misma actitud tranquila de los días anteriores
asumieron ayer los numerosos trabajadores pampinos que se
encuentran en este puerto”

Seguían las tratativas, el intendente hacía saber al Comité de


Trabajadores en huelga que los empresarios del salitre estaban
dispuestos a conversar siempre y cuando los mineros volvieran a las
faenas. El Comité contestó que era muy difícil aceptar esa exigencia.

En la tarde del 20 corrió el inquietante rumor de una balacera ocurrida


en la oficina Buenaventura. Una patrulla militar disparó sobre una
columna obrera para impedir que se dirigiera a la ciudad. Algunos
pampinos resultaron muertos y otros heridos. De esta manera se daba
cumplimiento a una orden dada por el Ministro del Interior al
Intendente que decía:" Proceda como en Estado de Sitio inmediato; en
las oficinas del interior se debe prohibir a la gente ir Iquique”

Pero a la ciudad arribaron nuevos contingentes de trabajadores desde


las salitreras.

El 20 en la noche se decretó el estado de sitio, al día siguiente, el 21 de


diciembre, los diarios dejaron de circular. Se estableció la censura
cablegráfica y telegráfica. Se aplicó la Ley Marcial para impedir la
llegada de más trabajadores a Iquique, y se hizo reunir a todos en la
Escuela Santa María
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El Cónsul de Su Majestad Británica indicó que esa medida se tomó
porque el sofocamiento de los disturbios en Iquique, impediría el
desarrollo de huelgas en Antofagasta donde los ingleses habían abierto
nuevas oficinas salitreras.

A medida que avanzaba la huelga, más y más pampinos se unían a ella,


llegándose a cerca de 26.000 mineros, el día 21 en la mañana hubo una
reunión entre el Intendente y los Patrones Salitreros. Estos fueron
informados de la propuesta de los huelguistas, la parte patronal,
resueltamente insistió en su exigencia de que los obreros debían
abandonar la ciudad y regresar a las salitreras, porque no aceptarían
negociar bajo presión. Los empresarios salitreros afirmaban que hacer

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concesiones en aquellos momentos sería tomado por los huelguistas
como signo de debilidad y que sin duda esto conduciría a promover
después más extravagantes demandas, y que bajo ninguna
circunstancia estarían de acuerdo con el petitorio de los trabajadores.

El intendente extendió una invitación al Comité de los huelguistas a una


reunión en la Intendencia para discutir la posición patronal. El comité no
fue a esa reunión, comunicando que todas las conversaciones se harían
mediante notas. Los dirigentes temieron ser víctimas de una trampa
para detenerlos bajo la ley marcial, como en realidad, el ministro del
interior, Sotomayor había mandado en un cablegrama que señalaba la
conveniencia de arrestar a los cabecillas y trasladarlos a los buques de
guerra.

En la ciudad corrían gravísimos rumores de saqueos e incendios. La


policía dijo que tenía evidencias de un plan de los huelguistas para
realizar terribles actos vandálicos en la noche del 21, la misma
intendencia se hacía eco de estos rumores.

Las compañías de bomberos también estaban armadas, y acuarteladas


para actuar en caso de emergencia, inclusive la Casa Lockett Bross
obtuvo carabinas para defender sus edificios.

El intendente Eastman al fracasar en su intento de convencer a los


huelguistas, para que regresaran a las Oficinas; resolvió actuar para
reprimir la huelga inclusive utilizando las armas, el presidente Pedro
Montt le había telegrafiado su autorización plena para adoptar todas las
medidas para el término inmediato de la huelga. El ministro del interior,
Sotomayor por su parte le envió el siguiente cablegrama: “Para alejar a
toda esa gente de la pampa convendría hacerles regresar a sus
respectivas Oficinas, custodiando cada peonada con piquetes de tropas
cuyo capitán debe llevar orden terminante de hacer fuego contra los que
pretendan regresar”

El general de brigada Roberto Silva Renard, luego de recibir el referido


decreto, tomo rápidamente medidas para darle inmediato cumplimiento;
la escuela Santa María, se hallaba llena de huelguistas. Los dirigentes
estaban instalados en la azotea en medio de banderas de los diversos
gremios y naciones.

Según las palabras del general genocida Silva Renard:” Desde adentro
hacia el centro de la plaza, rebozaba una turba de huelguistas que no
cabía en su entrada ni en su frontis”. Calculó que en el interior de la
escuela habrían 5.000 personas y afuera 2.000, añadiendo que:
Aglomerados así oían los discursos de sus dirigentes”

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Tanto el general Silva Renard, como los capitanes de navío intentaron
convencer a los trabajadores de que les obedecieran y abandonaran la
escuela Santa María para dirigirse al hipódromo, desde donde se les
haría regresar a las oficinas.
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Como los pampinos se negaron a acatar la orden de evacuar el local
escolar, el general Silva Renard hizo avanzar 2 ametralladoras bajadas
del crucero Esmeralda y las hizo colocar frente de la escuela, listas para
disparar sobre la azotea donde se encontraban los dirigentes. Un piquete
del Regimiento O'higgins se ubicó a la izquierda de las ametralladoras
para hacer fuego por encima de la muchedumbre aglomerada al lado
afuera.

La tragedia se desató cuando el general de brigada Roberto Silva


Renard, hizo abrir el fuego a las 3:45 de la tarde, el piquete del
regimiento O'higgins hizo una descarga hacia la azotea de la escuela, y
el piquete de la marinería situada en calle Latorre hacia la puerta de la
escuela donde estaban los huelguistas.

Ordenó 2 descargas más y fuego de las ametralladoras con puntería fija


hacia la azotea donde se oían las voces del Comité de Dirigentes de
trabajadores entre banderas que se agitaban.

La multitud, desesperada y buscando escapar, se arrojó sobre la tropa y


ésta repitió el fuego el que se intensifico con el fuego sostenido de las
ametralladoras.

Entre los testimonios de la época figura el del cónsul de los Estados


Unidos quien informó a su gobierno que la escena después fue
indescriptible. En la puerta de la escuela los cadáveres estaban
amontonados, y la plaza estaba cubierta de cuerpos.

Existen versiones que refieren que durante la operación militar dos


marinos se pasaron a los huelguistas, pero estos fueron muertos. Y en
otras versiones se informa que en la madrugada del día 22 de Diciembre
se dio muerte a un cierto número de soldados que se negaron a
obedecer la orden de disparar sobre la multitud

Sobre los muertos y heridos se dan diversas cifras; La verdad es que en


la masacre la escuela Santa María de Iquique, murieron 3.600 personas,
hombres, mujeres y niños, muchas personas quedaron heridas y fueron
asesinadas posteriormente a sablazos por los militares.

Los sobrevivientes fueron obligados a regresar a las Oficinas Salitreras,


se había perpetrado uno de los tantos asesinatos de obreros que
atraviesan la corta historia de Chile. Sin embargo desde entonces los
movimientos de trabajadores se multiplicaron a lo largo del país,

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surgieron múltiples organizaciones entre ferroviarios, portuarios,
campesinos, obreros manufactureros, panificadores y mineros. Todo el
siglo XX está cruzado por el constante avance de las organizaciones
sociales y sindicales. Hasta que se crea la Federación Obrera de Chile,
Foch, y luego la Cut de Clotario Blest.

La organización solidaria y pertinaz de los trabajadores ha logrado la


jornada de 8 horas, la semana corrida, protección contra los accidentes
laborales, asignación familiar, permisos pre y post natales, educación y
capacitación laboral, reconocimiento a las organizaciones poblacionales,
sistemas democráticos de elegir sus dirigentes, fuero sindical y tantos
logros que hoy parecen casi obvios, en cada uno de esos logros está la
vida de los obreros de la pampa.

Sin embargo desde entonces y hasta nuestros días las riquezas de este
país siempre están en manos de extranjeros y de empresarios que se
consideran dueños de Chile y de su gente, el Salitre de los Ingleses, el
cobre de los EE.UU., las salmoneras de los Noruegos, las aguas y la
electricidad de los Españoles etc.

Es necesario comprender que esas riquezas nos pertenecen a todos, a


pesar de que los gobiernos de turno las entreguen en bandeja; así como
han entregado Pascua Lama a Bush o Ralco a Endesa de España y
porque es necesario comprender que la riqueza la generan hora a hora,
minuto a minuto los trabajadores de este país. Estamos aquí porque
queremos señalar que aquella lucha iniciada en Iquique en 1907
continúa en cada uno nosotros.

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