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El hogar fue establecido por Dios, y fue

Su designio para la humanidad. Cuando


Dios hizo a Adán y a Eva y los unió en
santo matrimonio mandándoles a
fructificar y multiplicar y henchir la
tierra, El instituyó la primera familia y
el primer hogar (Gen. 1:27, 28).
El hogar no es meramente un
sitio donde comemos y
dormimos, sino la atractiva
morada donde el amor
doméstico, la feliz y acariciada
vida familiar, el descanso, paz,
y albergue de un mundo malo
son conocidos y donde
participamos de ellos.
. No es el hermoso edificio
ni el mobiliario raro y
atractivo que tiene dentro,
lo que hace al hogar. Es la
felicidad, el afecto, y tierno
cuidado hallados en el
santuario del círculo
doméstico concedido por
Dios.
Es refugio de dulces
vínculos familiares es el
refugio misericordioso de
Dios para las tormentas y
rudezas de la vida y el
poder directo de Satanás
en un mundo malo.
Pero la familia
cristiana, donde uno o
ambos padres
pertenecen al Señor,
es infinitamente más
que solo un bendito
refugio contra el mal.
Es un santuario en
medio de un mundo
sin Dios y sin Cristo,
donde las preciosas
almas de los hijos son
guardadas de su
contaminadora
influencia.
El hogar cristiano es un sagrado
refugio donde Dios y Su Cristo
son reconocidos, y donde Su
Espíritu mora, donde Su palabra
brilla, como la lámpara y lumbre
de la casa, y donde el evangelio
es continuamente relatado,
señalando el camino al cielo a
todos los que allí moran.

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