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Abyayala Lanz
Escuela de sociología. FACES
Universidad Central de Venezuela. Caracas-Venezuela
Abyayalal14@gmail.com
INTRODUCCIÓN
Matrisocialidad
Entonces partimos del siguiente hecho: el modelo cultural y familiar de la familia venezolana
está determinado por el papel preponderante de dos actores; madre e hijo(s), aquí yace el
centro de las relaciones afectivas y de parentesco familiar. Es decir, el vínculo inevitable de
madre-hijo que además de ser un elemento natural, surge de la relación impuesta por la
sociedad de mujer-maternidad, dándole un sentido inamovible a su capacidad de reproducir la
vida.
El padre se presenta entonces como una figura que se va desdibujando en la medida en la que
corre el tiempo, esto sucede por lo general cuando la mujer, en el universo simbólico del
hombre, representa primordialmente la figura de madre, es así como desde el momento en el
que tienen un hijo éste lo identifica como “el hijo de su madre”, acción que al mismo tiempo
reafirma su sexo. La madre por su parte cierra ese círculo al apropiarse del hijo, y satisfacer la
realización antes expuesta, la de ser madre.
En el orden objetivado socialmente en el que van tomando forma las cosas adyacentes al
esquema matrilineal, la madre funge como eje psicosocial. El machismo a pesar de predominar
como cultura, esquema de valores y significaciones del esquema social general, deja su
existencia subordinada a la representación cultural madre/macho de la familia venezolana; la
madre se ubicaría como eje porque en el juego de roles intrínseco de la estructura familiar
matricéntrica es una figura insustituible, es la figura más significativa en la convivencia
cotidiana, en la dimensión afectiva y en su función de cohesión del grupo familiar.
No por esto el padre deja de ser importante en dicha estructura familiar, su papel es
fundamental sobre todo si tratamos las consecuencias psicosociales en los miembros de la
familia, su accionar vital (cultural), orgánico, así como las obvias consecuencias materiales
desiguales. El hecho que aclara esto último es que dicho modelo posee como toda
institucionalización un juego de roles, cada miembro del grupo familiar está dotado de
objetivaciones, de un lenguaje común, conocimiento necesario y algunos elementos ontológicos
que contribuyen al fenómeno social particular de la matrisocialidad. El caso tan frecuentado de
la ausencia del padre, es uno de los elementos que acompañan a la familia matricéntrica
venezolana pero esta surge de un proceso que vive la mujer. Esta aprehende a través de
objetivaciones de la madre, las estructuras a las que debe responder dentro de una sociedad
que le impone, a parte del vínculo natural entre madre-hijo, ser el centro afectivo y de
parentesco en el núcleo familiar, es decir esta capacidad surge tanto compartiendo la crianza
de los hijos con el padre, como estando sola.
La ausencia del padre es, en consecuencia, ausencia de la pareja. “La pareja…, implica la
convivencia continuada por un tiempo lo suficientemente largo como que tanto el hombre como
la mujer intervengan, compartiendo funciones y responsabilidades, en la crianza de los hijos
comunes a ambos”, (Alejandro Moreno, 2012, Pág 9). Es decir, siendo la pareja una unidad
esencial para el hecho de la institución familiar, la carencia de uno de los actores principales
reproduce un vacío.
Este último hecho está presente en la dimensión cultural de la mujer, pues cada rol está inserto
en una trama de relaciones en las que los diferentes miembros del núcleo contribuyen con su
acción. La madre asimila mediante mecanismos de compensación emocional y afectiva la
carencia del padre. El rompimiento de la pareja comprende lo espiritual, social, sexual, es así
como la mujer entra a jugar un papel fundamental, al asumir un rol que auto regula carencias en
el yo y también en la estructura familiar y social.
De esta manera el desentendimiento con respecto a los hijos se acrecienta, por lo que la mujer
es la que asume la responsabilidad casi total en la crianza de estos. El padre queda así ausente
(puede ser una ausencia física como una ausencia emocional) del núcleo familiar. La madre
como el eje de la vida familiar, acapara completamente el eje emocional de los individuos
venezolanos. (Moreno, 2007, p.6)
También podemos observar que la madre, como consecuencia de las condiciones dadas por la
ausencia del vínculo con la pareja, consigue soslayar este hecho sustituyéndola por el hijo(a),
“vínculo inevitable”. Éste hecho, consciente en gran medida, busca alargar la relación madre-
hijo(a), pues en su “autodefinición” primordialmente es madre y es el medio en el cual se realiza
psico-sexualmente.
“De mil formas, sutiles unas, más explicitas otras, la madre forma al hijo para que sea
siempre su-hijo. Ella nunca se vivirá como mujer pura y simple, en una sexualidad
autónoma una de cuyos aspectos puede ser la maternidad. Su autodefinición no será la
de mujer, en ese sentido, sino la de madre, su identificación sexual consiste en ser
cuerpo-materno. Su maternidad la define de-su-sexo, delimita su feminidad y la realiza
en lo sustancial” (A. Moreno, 2007, Pág.10.)
Los rasgos característicos en la crianza del hijo varón auspician la cultura machista; “los
varones no tienen por qué estar fregando los platos”, “mi hijo es un galán, tiene tres novias”,
etc., son algunos ejemplos de actitudes en nuestra cotidianidad, que son avalados socialmente
porque dentro del entramado de significados objetivados, se interconectan y se explican como
síntesis de una realidad, es decir estos significados están al alcance de todos los que
comparten la realidad de la vida cotidiana. El esquema educativo nuclear familiar está enfocado
en el reforzamiento de dichos valores, preparan al individuo desde su socialización primaria con
los valores y determinaciones de género correspondientes.
A esto podemos sumar el hecho de que la ausencia del padre genera un vacío vinculante
respecto al rol que a éste le corresponde, de esto deriva que el hijo pierde la “elasticidad” que le
proporciona el juego de los diversos roles que le proporciona el círculo familiar, es decir, este
vacío vinculante es el de padre que en el caso “familia ideal” él pudo presenciar.
Las condiciones antes mencionadas tienen frutos; los vínculos dominantes presentes en ésta
familia determinarán la psique de un hijo, ahora hombre, cerrado a la vinculación afectiva
(pareja–paternidad), lo que llama Moreno “el púber eterno”, “el hijo eterno”, esto podría explicar
desde el punto de vista de la psicología social y sociología del conocimiento la actitud sexual de
los hombres; la sustitución del goce por el deseo y la inexistencia del rol de padre como ente
integral, por esto entonces podríamos ver un déficit de estructura en la familia, de límites y de
planificación.
La ausencia del padre también reconfigura el modo de crianza de la hija dentro de la familia,
existe un condicionamiento. A modo de conocimiento adquirido se legitima todo éste proceso,
como ya hemos señalado, la niña comienza a educarse con el objetivo de que a partir de ahora
interprete y accione en sus vínculos afectivos predominantemente como madre, dicho de otro
modo, la cultura imperante moldea su accionar vital, y le preestablece un rol determinado.
No con esto tratamos de decir que la familia matricéntrica es una realidad inmóvil, pero sí
comprendemos que podemos describir el rol primordial que juega como institución ante la
sociedad venezolana.
Conclusión
Dentro de la formación del ser social en la familia venezolana es necesario confrontar los
elementos culturales imperantes que generan características atípicas como la matrisocialidad.
Esto a través de Berger y Luckmann, lo comprendemos como el análisis a través del
conocimiento de la objetivación, la institucionalización, y la legitimación dentro de la realidad de
la vida cotidiana y cómo el sujeto en su proceso de aprehensión va adaptándose a esta
realidad.
En la sociedad, desde las diferentes trincheras que se encuentran en constante búsqueda por
la transformación de la realidad, se hace necesaria la idea de tomar conciencia sobre las
prácticas que forman parte de las objetivaciones de nuestra realidad de la vida cotidiana pero
que también responden a un juego de poder en donde un sector puede buscar aventajarse
sobre otro, por lo que el cuestionamiento de estas, aunque difícil en un principio, responde
también a alternativas en vías al reconocimiento de la subjetividad del otro.
Referencias Bibliográficas