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Unos hombres invisibles

Poco a poco me fui dejando arrastrar

por aquella fuerza que me parecía incontrolable.

Veía mi imagen

atravesar con cierto sigilo

los lugares justos donde nadie miraba.

Los ojos de la mayoría se perdían

entre la nada y el colapso total.

Me convertí en invisible.

Ahora puedo estar en todas partes, sin que nadie lo note.

Silencio

Justo el tráfico de la hora pico se había disuelto,

cuando el silencio se apoderó de la ciudad,

así como algunos parásitos

se apropian de otros seres vivos

para prolongar su existencia.

La calma, que se me hacía tan dolorosa de escuchar,


se fue metiendo de a poco, como una niebla.

El silencio, de pronto, fue absoluto.

Los pocos transeúntes en las calles no murmuraban,

los automóviles parecían deslizarse sin el menor esfuerzo.

La ciudad era un monstruo dormido

que, nada más mientras lo pienso, vuelve a despertar.

saco

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