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16 de febrero de 1990

Querido Giorgio,
Le envío un ejemplar de mi prefacio italiano de 1979. Le he marcado algunos de los pasajes en que se
expresa mejor, así lo considero, el sentido del libro. Y así pues mi constancia; que con mucho, en efecto, podrían
bien llamar cinismo. Esto depende de los valores que admitan, y del vocabulario del que dispongan.
Si usted evoca de paso este prefacio en el suyo, esto compensará suficientemente su ausencia, que de otro
modo arriesgaría de ser señalada, y quizá malinterpretada, en esta clase de agrupación de mis escritos sobre el
espectáculo.
Hemos estado encantados de encontrarle, y le propondré una noche para cenar juntos cuando usted
comunique el momento de su regreso.
Amistosamente,
Guy

6 de agosto de 1990
Querido Giorgio
He estado un poco inquieto cuando me ha preguntado recientemente si no me gustó el texto que ha agregado
a mis Comentarios; y sobre todo muy enojado de permanecer incapaz de responderle. ¿Usted podría apenas creer
que SugarCo todavía no me había enviado este libro, que fue publicado en marzo, y que por cierto no me lo han
enviado todavía desde entonces, a pesar de haber llamado a mi editor parisino? Se trata, en efecto, de una insolencia
bien sorprendente.
Vengo precisamente de encontrarme al instante un ejemplar; y todavía ha sido esto posible porque un amigo
italiano ha juzgado él mismo útil que me comunicara con la otra edición (Agalev) de Boloña.
He estado, por supuesto, absolutamente encantado de leer sus Glosas. Usted ha hablado muy bien, en todos
sus escritos, de tantos autores escogidos con el más grande gusto (así lo he asegurado, con excepción de algunos
exóticos que desconozco muy lamentablemente y de cuatro o cinco franceses contemporáneos que no quiero del
todo leer) que uno se encuentra forzosamente halagado de figurar en tal Panteón.
Estoy contento de haber, en 1967, y muy al contrario de ese sombrío demente de Althusser, intentado una
suerte de “rescate por transferencia” del método marxista volviendo a poner una gran dosis de Hegel, al mismo
tiempo que una reanudación de la crítica de la economía política que intenta también tener en cuenta sus desarrollos
constatables en nuestro pobre siglo, como han sido previsibles desde el precedente. Y admiro mucho cómo, esta
vez, usted ha recuperado muy legítimamente a Heráclito, a propósito de la expropiación efectivamente total del
lenguaje, ¡que precedentemente había sido lo “común”! Se trata seguramente de la buena dirección para retomar la
verdadera tarea; que antes había podido ser llamada “volver a colocar sobre sus pies” al mundo, o “filosofar a
martillazos”.
Muy amigablemente,
Guy Debord

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