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EUTANASIA

INTRODUCCIÓN
Desde hace unos años se está intentando modificar la percepción social sobre la eutanasia para que sea bien vista por
la sociedad y acabe aceptándose como algo natural.
La eutanasia significa una muerte buena. Desde el punto de vista jurídico, es la muerte sin sufrimiento físico provocada
por propia voluntad de un enfermo incurable. En la practica consiste en administrar drogas, fármacos u otras sustancias
que se acorte la vida.
Pese a toda la batería de apoyos mediáticos e institucionales que la eutanasia recibe, existen numerosos expertos que
reniegan de dicha práctica, según el portal sobre ética médica BioEdge. Varios médicos y especialistas en ética han
publicado conjuntamente un artículo en la Revista de cuidados paliativos titulado “Suicidio asistido y eutanasia:
temas emergentes desde una perspectiva global” para concienciar sobre el riesgo que entraña el asesinato de
personas por un supuesto ‘derecho a la muerte’. Entre esos expertos están Daniel Sulmasy de la Universidad de
Georgetown quien formó parte de la Comisión para el estudio de la cuestiones bioéticas del expresidente Barack
Obama, así como Margaret Somerville, jurista y una de las mayores activistas contra la eutanasia en Canadá, y el
reconocido experto en cuidados paliativos Lukas Radbruch.
Este proceso artificial e inducido por las élites se conoce en las ciencias políticas como ‘ventana Overton’ y consta de cinco etapas:
primero, de lo impensable a lo radical; segundo, de lo radical a lo aceptable; tercero, de lo aceptable a lo sensato; cuarto, de lo
sensato a lo popular y quinto, de lo popular a lo político. Un sexto paso podría entenderse como de lo político a lo legal.
JOURNAL OF PALLIATIVE CARE, 2018
SAGE
PHYSICIAN-ASSISTED SUICIDE AND EUTHANASIA: EMERGING ISSUES FROM A GLOBAL PERSPECTIVE
AUTORES: CHARLES L. SPRUNG Y COL.
El tema extremadamente controvertido, con fuertes opiniones de individuos inteligentes y afectuosos en ambos lados del debate.
Las discusiones deben considerar respetar la autonomía individual y la compasión hacia aquellos que experimentan dolor o
sufrimiento.
Se debe tener respeto por la vida humana y el valor de forjar comunidades humanas que dignifiquen y protejan a las personas
vulnerables.
Las diferencias de opinión se refieren a dónde se traza la línea entre los principios en conflicto de respeto por la autonomía individual
y el respeto por la vida humana.
Las opiniones sobre la legalización giran en torno a cómo se ve la gravedad de los riesgos y daños para el profesionalismo médico,
las personas vulnerables y las protecciones sociales del bien común.
También se deben tener en cuenta las diferentes culturas y valores religiosos.
Existe una variabilidad sustancial en la aceptabilidad de retirar los tratamientos de soporte vital a través de las regiones del mundo.
Los cambios en las leyes alterarán drásticamente la relación médico-paciente y la sociedad.
Las diferentes jurisdicciones deben encontrar sus propias soluciones al esta temática sin imposiciones de los organismos externos
paternalistas.
JOURNAL OF PALLIATIVE CARE, 2018
SAGE
PHYSICIAN-ASSISTED SUICIDE AND EUTHANASIA: EMERGING ISSUES FROM A GLOBAL PERSPECTIVE
AUTORES: CHARLES L. SPRUNG Y COL.
Diversas jurisdicciones que permiten la eutanasia no obligan a los médicos a participar si estas acciones van en
contra de sus creencias morales o religiosas personales, pero Canadá obligó a los médicos que objetan a derivar
pacientes a un médico que ayudará a matar al paciente.
Las organizaciones internacionales no deberían intentar obligar a las sociedades o países a aprobar la eutanasia si
viola su ética y sus leyes.
Por las razones que se expresan, los autores proponen que la eutanasia asistida no se legalice y que no sea un
tratamiento médico y, por lo tanto, nunca deben ser realizados por médicos.
Si las jurisdicciones legalizan la eutanasia, los técnicos u otros no médicos deben realizar estas acciones.
No es justificable permitir que PAS-E conceda los deseos de unos pocos con el sufrimiento difícil de aliviar a expensas
de los derechos y la protección de los demás, especialmente las personas vulnerables que no tienen voz.
De hecho, los autores recalcan que la verdadera marca de una sociedad es cómo protege las vidas de sus miembros
más vulnerables.
Y hacen hincapié en que se “Debe recordar que lo que es legal no es necesariamente moral o ético. Las soluciones
para el sufrimiento radican en mejorar los cuidados paliativos y abordar las cuestiones sociales”
TEMA DE BIOÉ T ICA, REV CALIDAD ASISTENCIAL, 2005
“SOBRE LA MORALIDAD DE LA EUTANASIA Y DEL SUICIDIO ASISTIDO”
KOLDO MARTÍ N EZ-URIONABARRENETXEA
SERVICIO DE MEDICINA INTENSIVA. HOSPITAL DE NAVARRA. IRUÑA-PAMPLONA. NAVARRA. ESPAÑA.
El Dr. Expresa que la eutanasia asistida es una salida fácil disfrazada, es decir, tiene intereses económicos-políticos y usan la llamada “libre elección
a morir” ó “muerte digna” para mover a una sociedad desinformada a que acepte su propia muerte ó “libre muerte” y de esta manera librar al
estado de destinar recursos económicos al tratamiento de enfermedades o a la aplicación de cuidados paliativos del paciente. Hay que abrir los
ojos a esta realidad: detrás de algunos de los grandes promotores de la eutanasia se esconde una visión de la economía en la que los enfermos
terminales son un gasto enorme y un “despilfarro” de recursos.

El autor menciona razones con más peso para oponerse a la legalización de esta práctica:

‘Pendientes resbaladizas’. Según los autores, a pesar de las prevenciones para evitar que se cometan excesos, “permitir la eutanasia voluntaria ha
llevado a la eutanasia involuntaria”. Conocidos son los casos de Países Bajos y Bélgica.

‘Falta de autodeterminación’. La expresión de un deseo de muerte no significa que ese paciente esté deseando realmente la eutanasia. “Como
estas expresiones dependen en exceso del estado de ánimo del paciente, tales solicitudes requieren atención extrema”. Algo semejante ocurre con
los niños cuando se les pretender hormonar: que un niño exprese en un momento una idea contraria a su sexo no significa que se les deba bloquear
hormonalmente ya que depende del estado de ánimo y de los sentimientos, no como resultado de un hecho objetivo.

‘Cuidados paliativos inadecuados’. “El conocimiento holístico de los cuidados paliativos”, afirman, “es la obligación ética más urgente en todo el
mundo”. Esta técnica es costosa entonces es mas fácil recurrir a la “libre decisión” de la eutanasia, asi no se ve comprometido el recurso federal y no
hay gastos “innecesarios”.

‘Profesionalidad médica’. Los médicos que colaboran en este tipo de prácticas amenazan la integridad moral de la profesión médica, argumentan.
Si un médico ya no es un ‘salvavidas’ sino un ‘quitavidas’ su sentido cambia por completo. Se pierde el compromiso hipocrático.

‘Diferencia entre medios y fines’. La presión por la legalización de la eutanasia llega a confundir el problema del sufrimiento con la vida de la
persona. “Debemos matar el dolor y el sufrimiento, no a la persona con dolor y sufrimiento”, señalan. Este es uno de los argumentos más utilizados
por los defensores de los cuidados paliativos. No todos los fines justifican los medios.
Casualmente, una visión completamente diferente de la eutanasia surge de un artículo
reciente en la Tijdschrift voor Geneeskunde (Revista de medicina belga). J.L. Bernheim, un
investigador en End-of-life Care Research Group, niega rotundamente que los críticos de la
eutanasia belga sepan de lo que están hablando. Él divide las críticas en pragmáticas
(factuales) y esencialistas (morales y legales). En el primer puntaje, Bernheim niega que hubo
o hay una "pendiente resbaladiza" o que los pacientes vulnerables no están protegidos
adecuadamente. En el segundo, argumenta que la eutanasia es un complemento
genuinamente compasivo de los cuidados al final de la vida. Es interesante ver cuán diferente
se ve la eutanasia dentro de las fronteras de Bélgica. Desafortunadamente, el artículo está
disponible solo en holandés en este momento.
J. BERNHEIM,
https://www.tvg.be/index.php/article/euthanasie-ingebed-de-palliatieve-zorg-analyse-van-
de-doctrinale-kritieken-op-het-unieke
EUTANASIA, ECONOMÍA
Tensiones familiares, vicios esclavizadores, fracasos profesionales, ruinas económicas, enfermedades incurables,... Tantas situaciones llevan a algunas
personas a desear una muerte precoz.

Quienes se encuentran en situaciones dramáticas necesitan ayuda, paciencia, amor, alivio, esperanza. Muchas peticiones de muerte empiezan a apagarse
cuando quien sufre encuentra a su alrededor manos amigas y corazones cercanos.

Sin embargo, algunos grupos ideológicos promueven una extraña forma de “ayuda” ante estos tipos de casos: facilitar el acceso a la eutanasia o al
suicidio asistido a quienes declaran no encontrar un sentido a sus penas, dolores y angustias.

Si, además, otros grupos de poder ven la eutanasia como un camino para ahorrar gastos sanitarios y para vaciar hospitales que muchas veces están
superpoblados, se comprenderá cómo usan y manipulan casos extremos para llevar adelante su agenda a favor de la mal llamada “muerte dulce”.

Por eso causa pena ver que algunas situaciones desesperadas encuentran tanta publicidad y suscitan debates previamente manejados. Porque, hay que
decirlo con franqueza, el Estado y otras instituciones ahorran mucho si quien podría pasar meses y meses en costosos tratamientos pide (y consigue
rápidamente) la eutanasia.

Hay que abrir los ojos a esta realidad: detrás de algunos de los grandes promotores de la eutanasia se esconde una visión de la economía en la que los
enfermos terminales son un gasto enorme y un “despilfarro” de recursos.

Esos promotores ocultarán, prudentemente, sus ideas. Incluso se presentarán como paladines del derecho a decidir y de la compasión que desea evitar
sufrimientos inútiles. En realidad, tendrían que quitarse la careta y manifestar claramente que pretenden eliminar enfermos para ahorrar dinero.

Frente a los grandes promotores de ideologías que desprecian a las personas improductivas y que han llevado a la muerte a miles de personas inocentes
en el pasado, vale la pena defender la dignidad de cada ser humano, también de los enfermos, y de buscar maneras concretas para ayudar a quienes
necesitan, en sus sufrimientos, más atenciones y, sobre todo, más cariño.
Dr. César A. Cabral
Fuente: Fundacion ACTA - Octubre 2012
Eutanasia, Suicidio asistido y Depresión
La muerte es un proceso natural, inexorable, que extingue de modos diversos la vida. El médico tiene
recursos técnicos y científicos para enfrentar ese curso fatal que no siempre transcurre con placidez y tan
calladamente como lo concibió Manrique en sus famosas coplas a la muerte de su padre.
No es mucho lo que ha conceptualizado la medicina acerca de la muerte y su pródomo, la agonía. Tal
vez influyó en los médicos la convicción íntima, poco verbalizada, que la muerte puede ser considerada
una derrota de aquello que constituye el objetivo fundamental de su profesión: proteger la vida y la
salud.
La sofisticada aparatología técnica y el descubrimiento de fármacos activos y eficaces, puso en manos de
los médicos instrumentos contundentes para prolongar o abreviar la vida de sus pacientes. Se instalaron
de esa suerte inquietantes dilemas éticos, que provocaron polémicos debates. Buena parte del núcleo
central de la discusión se centra en torno de si la medicina debe asegurar el derecho de los moribundos
a morir con dignidad y con una cuota mínima de padecimientos.
Parecen abundar los que consideran que no es ético que los médicos permitan o posibiliten que una
persona prolongue su vida cuando sufre abrumantes dolores, incoercibles a todo tratamiento conocido y
valorado como tal, o que padezca de trastornos invalidantes que reduzcan sus condiciones de existencia
a grados infrahumanos. Reivindican el derecho a disponer de su propia muerte para quienes se sientan
despojados de todo aquello que atañe a la dignidad de un ser humano. Con el argumento efectista de
respetar la autonomía y la libertad del paciente, preconizan la eutanasia y el suicidio asistido.
Proclaman enfáticamente que el principio bioético de beneficencia autoriza al médico a recurrir a esos medios extremos, cuando el
enfermo lo solicita acosado por sus dolores e infortunios. La eutanasia y el suicidio asistido son elevados a la condición de actos de
compasión que el médico debe cumplir para no incurrir en maleficencia violentando el principio rector de la medicina: "Primero no
dañar".
Quienes así se expresan olvidan que el famoso juramento hipocrático nos impone el compromiso ineludible de no proporcionar a
nadie una droga mortal, aun cuando la soliciten, ni dar consejos para acabar con la vida.
La santidad de la vida, proclamada por las religiones judeo-cristianas, es un concepto que desborda los marcos de las creencias,
transformada en la sentencia secular "los hombres son sagrados para los hombres". Esta noción hunde sus raíces en la cultura griego-
clásica, para la cual disponer de la vida y la muerte no es cosa de los hombres sino de los dioses. Si la muerte en ciertas ocasiones es
un don solo reservado a los dioses o al destino, nos queda a los médicos la tarea humanitaria, caritativa, de conducir ese proceso
fatal a un desenlace natural, sin dolores físicos, ni trastornos psicológicos, protegiendo siempre la dignidad de la vida.
Los médicos y familiares que tienen a su cargo pacientes que se niegan a seguir viviendo enfrentan un dilema angustiante. ¿Deben o
no, aprobar esa dramática solicitud? El mismo interrogante se plantea en los servicios hospitalarios cuando se asiste a un paciente con
medios técnicos sofisticados, sin el concurso de los cuales fallecería, sin que exista ninguna posibilidad de recuperación de sus
facultades mentales, es decir que sobreviva como persona capaz de regirse por sí misma.
Estas arácter es deben resolverse, o intentar encontrar una solución sin acudir a la justicia, como se hizo en resonantes casos muy bien
ilustrados en el libro de Peter Singer "Repensar la vida y la muerte" (1). La espectacularidad con que fueron tratados no se condijo
con las conclusiones que nunca asumieron el arácter de una jurisprudencia aceptable para dirimir una problemática que presenta
múltiples variables y que debe ser enfocada con criterios amplios que surgen del ethos en que está inserta.
1. Guiarse por Principios Bioéticos
Comúnmente, en los marcos jurídicos no pueden encontrarse respuestas justas, permanentes y
adecuadas para los problemas que atañen a disponer la muerte de una persona invocando
preceptos morales y éticos, salvo que se trate de imponerla como discutido castigo por delitos
atroces. Las leyes son normas de larga duración y sientan precedentes para resolver de un modo
determinado complejas situaciones, en las que intervienen múltiples variables, que solo pueden ser
analizadas y comprendidas con la amplitud de miras que propugna el diálogo bioético.
Entiendo a la Bioética tal cual fue definida en la Enciclopedia, sobre este tema publicado por Warren T. Reich y en
cuya última edición (1995) colaboraron 437 autores de primer nivel: "La Bioética es el estudio sistemático de la
conducta humana en el área de las ciencias de la vida y la atención de la salud, en tanto que esa conducta es
examinada a la luz de los principios y valores morales" (Reich W.T. (editor) Enciclopedia of Bioethics, revised edition,
Simon and Schuster Mc Millan, New York, 1995.).
(“Son instancias o estructuras de diálogo y decisión bioética, que asumen la responsabilidad de intentar clarificar y
resolver racional o razo- nablemente los conflictos de valores que se presentan en la investigación o en la práctica
clínica”/ABEL, Francisco. ComitésdeBioética:Necesidad,Estructuray Funcionamiento. España. Revista Labor
Hospitalaria e Instituto Borja deBioética.N.229.VolumenXXV1993.3.136 Julio–Agosto–Sep- tiembrede1993.)
Las decisiones apoyadas en los principios bioéticos, proponen en contraposición a las leyes
jurídicas, normas que tiene vigencia en el hoy y aquí de casos y situaciones puntuales que no
ameritan ser usados como jurisprudencia en otras circunstancias que se refieren a la vida y a la
muerte, que como ya dijimos, no pueden homologarse por su permanente diversidad.
Los principios que rigen la Bioética se integran en el llamado mantra de Georgetown. Ellos son: Justicia, No Maleficencia, Autonomía
(consentimiento informado) y Beneficencia. Los dos primeros son vinculantes y configuran la expresión bioética de los deberes
perfectos. Los dos últimos expresan los deberes imperfectos.
En Holanda, el primer país que legalizó la Eutanasia y el Suicidio Asistido, el 15% de las muertes se producen por eutanasia. Según
el informe de la Comisión Remmelick (3) en el período comprendido entre agosto-diciembre de 1990, de los pacientes que
solicitaron la eutanasia activa un 56% lo hizo por un sentimiento de pérdida de la dignidad y 47% justificaron su petición alegando
sufrir dolores intratables. La pérdida de dignidad no figura entre las condiciones que exige la ley para justificar la eutanasia.
Más grave aún es lo que señalan las estadísticas de 1999, según las cuales ya no es el paciente quien pide la eutanasia, sino que
ésta es solicitada por la familia y el médico tratante aduciendo que se está ante "una condición de vida no digna". Es decir que la
supuesta defensa del principio de Autonomía y Libertad para decidir acerca de su vida, con que se fundamentó la campaña para
lograr que la eutanasia sea ley acabó muy pronto poniendo en manos de terceros decisión tan trascendental.

Esta flagrante violación del principio bioético de Autonomía es el corolario obligado de la dialéctica de los procesos jurídicos
intrusivos que engendran con el curso del tiempo, lo opuesto a los derechos que se pretendió proteger, legislando acerca de
conductas morales y éticas.

La eutanasia y el suicidio asistido que fueron legalizados en Holanda y Bélgica, al constituírse en figuras jurídicas, desinsertan esos
actos del contexto en que podrían legitimarse éticamente en casos puntuales.
Es en el encuadre bioético -comité de bioética- donde deben tratarse estos problemas buscando soluciones justas, equitativas y
apropiadas al tiempo y lugar en que ocurren. La Bioética es una disciplina dialogal, abierta a los cambios que se producen en el
campo de la salud y la enfermedad, en los sentimientos morales y éticos de las colectividades, y en los progresos científicos técnicos.
2. Tener en cuenta la depresión
Como bien señala Alonso Fernández (4) la abrumadora mayoría de los solicitantes de muerte para sí mismos son enfermos depresivos. "La variopinta
galería de cuadros depresivos -añade- comparte como síntoma común el deseo de morir".

La reacción vivencial depresiva que tiene una presencia activa en todas las formas clínicas de este trastorno hoy tan frecuente, es promovida por dos
sentimientos agobiantes: la culpa y la ineptitud para afrontar los menores requerimientos de la vida cotidiana. Ambas formas de sentir se integran en
un par trágico en la iterativa queja verbal del deprimido ya consolidado como tal, que traduce la máxima indefensión en que puede caer el ser
humano. Quien se sienta indigno de vivir es probable que busque la muerte acudiendo al suicidio o a la eutanasia si ello es permitido por la ley.

Es curioso que existen pocos trabajos sobre el estado psíquico de los moribundos. Ya dimos una explicación de esta falencia que puede solventarse
como indicaré mas adelante.
En el tratado de Manfred Bleuler, J. Willy y H. R. Bühler, "Síndromes psíquicos agudos en las enfermedades somáticas", el último de los autores se ocupa
de los cambios psíquicos en la agonía, sobre la base de una investigación realizada en 15 moribundos del servicio terapéutico de crónicos del Hospital
de Zurich (Suiza) (5).

Como no se encontraron signos clínicos que anunciaran la agonía, se guiaron por la observación empírica. Tres enfermos a los que se supuso agónicos
fueron dados de alta y quedaron los 15 que fueron seguidos durante cinco semanas promedio.

En los 15 moribundos -dice Bühler- se produjeron psicosis que pueden homologarse a los tipos de reacción exógena aguda, descripta por Bonhoefer. No
se encontró conexión alguna específica entre la enfermedad que condujo a la muerte (en 11: cáncer) y la forma del trastorno mental. La mayoría tuvo,
en las últimas semanas de vida, claros síntomas depresivos, que el autor no tuvo en cuenta. Esta afirmación no desmerece el valor del trabajo que da
mucha información acerca de cómo transcurre la agonía.

Es importante destacar que si se tuviera en cuenta el trastorno depresivo, muchos pedidos de eutanasia o de suicidio asistido, hubieran terminado con la
indicación de un tratamiento psicoterapéutico y farmacológico. Las depresiones francas o enmascaradas reducen en forma superlativa la tolerancia a
los dolores y disminuyen las defensas orgánicas. Asimismo, la pérdida de la dignidad es un sentimiento que se nutre con la reacción vivencial
depresiva.

La depresión como cualquier otro trastorno psíquico, priva de libertad y autonomía al paciente que la padece, y esa condición lo inhabilita para tomar
decisiones tan trascendentes como son: el morir o el vivir.
3. La Medicina Paliativa
La eutanasia y el suicidio asistido tienen alternativas válidas en la llamada "medicina paliativa" que necesariamente debe incluir el
tratamiento psicoterápico y psicofarmacológico. La presencia activa del psiquiatra y el psicólogo en la atención de los pacientes
que reclaman morir, está avalada por el hecho indiscutible hoy, que padecer por conflictos o trastornos psíquicos es uno de los
infortunios más severos que suele soportar el ser humano. Este padecer tiene una repercusión tan devastadora como la que se
experimenta en los estados terminales de crueles enfermedades somáticas.
Los enfermos terminales tienen derecho a morir con dignidad y libres de dolores extenuantes y es nuestro deber proporcionarle
ayuda psicoterápica y los psicofármacos adecuados para que afronten ese tránsito sin menoscabo de su personalidad. La
intervención de psiquiatras y psicólogos entrenados para este tipo tan peculiar de asistencia, es capaz de garantizar que los otros
recursos de la medicina paliativa no se empleen desmesuradamente -encarnizamiento terapéutico- y que tengan siempre en cuenta
no sumar más sufrimientos a los que ya experimenta el paciente.
*Organización Mundial de la Salud en el informe de comité de expertos en Ginebra (1990) "Alivio del dolor y tratamiento
paliativo en cáncer” establece que es un requisito inexcusable de los cuidados paliativos cumplir con los siguientes objetivos:

"Reafirmar la importancia de la vida, considerando a la muerte como un proceso normal"

"Establecer un proceso que no acelere la llegada de la muerte ni tampoco la posponga"

"Proporcionar alivio del dolor y de otros síntomas angustiosos"

"Integrar los aspectos psicológicos y espirituales del tratamiento del paciente"

"Ofrecer un sistema de apoyo a la familia para que pueda afrontar la enfermedad del paciente y sobrellevar el período de
duelo"
4. Simpatía con el paciente
Corvisard (filósofo alemán), sagaz médico de Napoleón, acuñó una sentencia que aún tiene validez: "El
médico cura a veces, mejora las más, consuela siempre". Este consuelo debe ser vehiculizado por la simpatía
tal cual la conceptualizó Max Scheller (Max Scheller "Esencia y Formas de la Simpatía", Editorial Losada, Bs. As., 1957).
El sentimiento de simpatía, según este filósofo alemán, permite captar formas de pensar y sentir distintas a las
nuestras. Esa captación nos torna aptos para comprender y compartir aquello que en los otros, nos es extraño
y adverso. Se trata de una asimilación no conflictiva de pensamientos y sentimientos distintos a los nuestros, sin
que ello implique una apropiación de ideas ajenas. La psicoterapia más adecuada para los moribundos es
aquella que facilite la corriente de simpatía que debe presidir ese amplio campo de significaciones que se
crea al desarrollar la relación asistente-asistido.

Según Lucien Bonnafé (en su trabajo “Opinions sur la Psychotherapie”, rassembleès par L. Bonnafé. Editions
Sociales, París 1961.) la cultura enciclopédica y la experiencia poética abren camino a la simpatía. El saber del
psicoterapeuta, cuanto más universal sea, le facilita operar esa hermenéutica que permite al paciente volver a
ver sus problemas con un conocer más amplio y una perspectiva más abierta.
En cuanto a los dilemas que surgen por la utilización de los medios técnicos que sostienen la vida de algunos
moribundos o enfermos comatosos, ellos deben ser resueltos por los Comités de Bioética, evitando la
intervención jurídica. La misma norma debe ser observada en todas las cuestiones que atañen a las prácticas
asistenciales que comporten conflictos de prioridades en la utilización de los recursos disponibles.
*La Organización Mundial de la Salud (OMS) sostiene en un informe que el 90% de los pacientes cancerosos que
sufren dolores intensos pueden encontrar alivio de sus padecimientos y que el 50% de ellos no reciben el tratamiento
adecuado (11).
Falencias de esa magnitud constituyen un desafío al saber y a la imaginación de los médicos y particularmente de los
psiquiatras y psicólogos.
La eutanasia y el suicidio asistido comportan una salida facilista a las penurias humanas, que no estimula a quienes
asumen ante la sociedad el compromiso solemne de proteger la vida y la salud de sus semejantes.
Los argumentos de quienes postulan legalizar la eutanasia y el suicidio asistido repiten un monótono estribillo que se
resume en el reciente libro de Pepe Rodríguez "Morir es nada" (12). Como la muerte es un acto personal, un ejercicio
individual, "el último que hacemos", es sólo uno mismo quien puede decidir hasta que punto y bajo que condiciones el
seguir vivo deja de ser un derecho para convertirse en una obligación.
Esta realidad nos impone la obligación de que psiquiatras y psicólogos integren los equipos de medicina paliativa
para evitar que los enfermos estén libres de sufrir influencias que impidan una libre elección. La depresión instaura
la dictadura de la muerte. No hay dictadura de la vida.
Se debe rechazar por falsa la idea que es éticamente exigible todo lo que es técnicamente posible.
La ley del costo-beneficio tal como rige en la economía de mercado no debe tener cabida en el cuidado de la salud.
En el afán de evitar el subtratamiento -forma oculta de la eutanasia indirecta- hay que abstenerse de apelar a
medidas extremas que atenten contra la paz y la calidad de vida de los moribundos.
PARTE LEGAL
La declaración de Boston que apoya el derecho de las personas adultas capacitadas para solicitar
ayuda médica para acelerar su muerte, evitando sufrimientos físicos y morales, tiene un aspecto positivo
sobre el que es conveniente reflexionar (13). Es su denuncia acerca de prácticas que involucran una
grave distorsión del discurso médico que lo tiñe de hipocresía y deliberada confusión. Se refiere a la
"sedación terminal" o la "eutanasia lenta" como disfraz de la intención de matar.

Esta práctica instaura la doctrina "del doble efecto". Se suministra a los pacientes terminales dosis
crecientes de analgésicos y sedantes neuroquímicos para evitar dolores, obviando el efecto mortal de la
sobredosis, con la excusa de que se tiene siempre la "intención" de erradicar el sufrimiento.

La medicina paliativa con firme orientación bioética, es la única solución que vislumbramos para esta
enmarañada problemática de morir con dignidad, sin caer en excesos por querer proteger derechos no
bien fundamentados, y sin tomar conciencia de las graves consecuencias que pueden tener sobre la
responsabilidad médica de velar por la salud y la vida.

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