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práctica de la compasión y de la
solidaridad no era considerada
una simple cuestión de lástima
para el necesitado, o buenas
intenciones futuras; el problema
se encaraba con acciones
concretas e inmediatas para
cambiar la situación.
I. El cuidado de las clases
vulnerables
En el Antiguo Testamento,
Dios el Padre aparece como
protector de las personas
pobres y oprimidas.
Cualquier persona que
se rehusaba a ayudar a
un huérfano, viuda o
extranjero, pecaba
contra el Señor.
El canal utilizado por el
Señor para proteger,
amparar, defender y
suplir las necesidades
de las viudas, huérfanos
y extranjeros es el
mayordomo bendecido
con recursos.
En la cultura del AT una
persona que profesara
amar al Señor, al
depararse con una
persona necesitada
debía actuar
inmediatamente.
Antes de proseguir, pensemos en tres aspectos
básicos de esas recomendaciones sagradas:
El estado de viudez en sí ya es
cruel: soledad, pérdida de la
protección, melancolía, falta de
convivencia íntima intensa y
profunda, incertidumbre acerca
del futuro, ausencia de hijos o
abandono por parte de ellos, entre
otras cosas.
Viudas – Situación y amparo divino
En la Biblia, quienes
perdieron a sus padres,
quedando huérfanos y
desamparados, son
presentados como una
clase a quien Dios
manifiesta una bondad
especial.
Huérfanos – Derechos preservados por Dios
El hecho de no tener
padres ni familiares que
se interesaran por ellos,
los ubicaba en el mismo
nivel de las viudas y
forasteros.
Huérfanos – Derechos preservados por Dios
A quien compartía la
bendición recibida de
Dios cuidando de los
huérfanos, se le
prometía una bendición
especial.
Huérfanos – Derechos preservados por Dios
Los forasteros o
extranjeros residentes en
Israel debían recibir una
protección diferenciada y
especial según se ve en
Deuteronomio
14:29; 16:11, 14
Forasteros – Quiénes eran y qué derechos poseían