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Lección 8 para el 24

UNO DE ESTOS de agosto de 2019

MIS HERMANOS
MÁS PEQUEÑOS
En cierta ocasión, Pedro resumió así el
ministerio de Jesús: “anduvo haciendo bienes y
sanando a todos los oprimidos por el diablo”
(Hechos 10:38).
En el sermón del monte (Mateo 5-7), Jesús nos
enseñó cómo ser ciudadanos del Reino de los
Cielos. Lo hizo en términos prácticos.
La vida de Jesús fue un fiel reflejo
de sus enseñanzas. Por eso, el
resumen de su ministerio refleja
perfectamente lo que se espera
de un ciudadano del Reino.

Valores e influencia

Responder a las injusticias

Actos de amor

Nuestras prioridades

Sirviendo a los demás


“Bienaventurados sois […] Vosotros sois la sal de la tierra
[…] Vosotros sois la luz del mundo” (Mateo 5:11, 13, 14)

La pobreza de espíritu, el llanto por el


pecado, actuar con mansedumbre, anhelar
que se haga justicia, ser misericordiosos,
tener una mente pura, buscar la paz entre
las personas, soportar las injusticias
cometidas contra nosotros; esto es lo que
nos hace bienaventurados (felices).
Una buena parte de estas cualidades
tiene que ver con la forma en que
tratamos a otros.
Somos luz cuando iluminamos, con
nuestras palabras y ejemplo, la vida de
los demás.
Pero para ser sal, debemos mezclarnos
con ellos, influenciando y mejorando
la vida de quienes nos rodean.
“Los discípulos de Cristo han de ser la
luz del mundo, pero Dios no les pide que
hagan esfuerzo alguno para brillar. No
aprueba los intentos llenos de
satisfacción propia para ostentar una
bondad superior. Desea que las almas
sean impregnadas de los principios del
cielo, pues entonces, al relacionarse con
el mundo, manifestarán la luz que hay en
ellos. Su inquebrantable fidelidad en
cada acto de la vida será un medio de
iluminación”
E.G.W. (Ministerio de curación, pg. 23)
La vida de los que “Pero yo os digo: No resistáis al que
escuchaban a Jesús no es malo; antes, a cualquiera que te
era fácil: Los poderosos hiera en la mejilla derecha, vuélvele
los maltrataban; muchos también la otra” (Mateo 5:39)
estaban endeudados, y
los prestamistas
abusaban de ellos; los
soldados romanos les
obligaban a trabajar sin
ninguna recompensa.
Ante estas situaciones, era fácil dejarse llevar
por el odio. Pero Jesús les enseñó a responder
de una forma digna, sin odio, mostrando
compasión por aquellos que no son capaces
de ser bienaventurados.
No podemos evitar las injusticias, pero
tenemos la libertad de elegir cómo reaccionar
ante ellas: “No seas vencido de lo malo, sino
vence con el bien el mal” (Romanos 12:21).
“Representemos diariamente el
gran amor de Cristo amando a
nuestros enemigos como Cristo
los amó. Si reveláramos de esa
forma la gracia de Cristo, se
quebrantarían fuertes
sentimientos de odio y en
muchos corazones surgiría el
amor genuino. Se verían muchas
más conversiones de las que
ocurren ahora”
E.G.W. (El ministerio médico, pg. 336)
¿Prójimo o enemigo? Desde luego, un
samaritano solo podía ser un enemigo para un
judío (y viceversa).
Sin embargo, Jesús narró la historia real de un
samaritano que, ante la necesidad de su
enemigo, “fue movido a misericordia” (Lc. 10:33).

La mentalidad del sacerdote y del levita fue: “Si


me detengo para ayudar a este hombre,
¿qué me sucederá?”.
La mentalidad del samaritano fue: “Si no me
detengo a ayudar a este hombre,
¿qué le sucederá?”.
La mentalidad del ciudadano del Reino es pensar
en la necesidad del otro antes que en la propia.
“Aprovechad toda ocasión de trabajar por aquellos que os
rodean y compartid con ellos vuestros afectos. Las
palabras amables, las miradas de simpatía, las expresiones
de aprecio serían para muchos de los que luchan a solas
como un vaso de agua fresca para el sediento. Una palabra
de estímulo, un acto de bondad contribuyen mucho a
aliviar el fardo que pesa sobre los hombros cansados. La
verdadera felicidad consiste en servir desinteresadamente
a otros. Cada palabra, cada acción ejecutada en este
espíritu queda anotada en los libros del cielo como
habiendo sido dicha o hecha para Cristo…
Vivid en el resplandor del amor del Salvador. Entonces
vuestra influencia beneficiará al mundo. Permitid al
espíritu de Cristo que se apodere de vosotros. Esté siempre
en vuestros labios la ley de la bondad. La indulgencia y el
altruismo caracterizan las palabras y las acciones de
quienes nacieron de nuevo para vivir una vida nueva en
Cristo Jesús”
E.G.W. (Testimonios para la iglesia, t. 7, pg. 51)
La parábola del rico y Lázaro (Lucas 16:19-31),
muestra a un hombre rico, indiferente con la
necesidad del pobre.
En vida, las respectivas circunstancias de
ambos personajes siguieron iguales; pero al
morir, según el juicio divino, sus posiciones se
invirtieron dramáticamente.
En otra parábola (Lucas 12:13-21), Jesús
mostró a otro hombre rico preocupado
por sus grandes bienes. Al igual que el
primero, éste solo tenía puesta su vista
en esta vida, y perdió la vida eterna.
Estas parábolas no enseñan la
importancia de buscar primeramente el
reino de Dios. Esa búsqueda implica
también compartir con otros las
bendiciones que recibimos.
E.G.W. (Mente, carácter y personalidad, tomo 2, pg. 288)

“Dios desea que los seres humanos vivan


la vida superior. Él les entrega la dádiva
de la vida, no para que ellos simplemente
la empleen en adquirir riquezas, sino
para que aprovechen sus más elevadas
facultades haciendo la obra que él
encomendó a la humanidad: la obra de
buscar, descubrir y aliviar las necesidades
de sus semejantes. El ser humano no debe
laborar egoístamente en su propio
interés, sino en interés de todos los que lo
rodean; debe beneficiar a los demás con
su influencia y buenas acciones”
Las parábolas que Jesús presentó en el contexto
de las señales de la Segunda Venida (Mateo 25),
nos enseñan la importancia de prepararnos, y
de vivir de acuerdo a los principios del Reino.
Esto se puede apreciar especialmente en la
parábola de las ovejas y los cabritos. Los justos
hacen de la misericordia y el cuidado de los
demás una forma de vida.
Ni siquiera se plantean si deben hacerlo o no.
No proclaman sus actos de bondad, ni buscan
ninguna recompensa por ello.
Jesús toma nuestros actos a favor de los pobres
y necesitados como hechos a Él mismo: “en
cuanto lo hicisteis [o no] a uno de estos mis
hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”
(Mateo 25:40).
“La verdad, tal como se encuentra en Jesús, no
sólo hace mucho en favor del que la recibe, sino
de los que entran en la esfera de su influencia…
No toma en cuenta la comodidad presente; no
tiene ambición de hacer alarde de nada; no
busca la alabanza de los hombres. Su esperanza
está en los cielos, y marcha siempre adelante,
con su mirada fija en Jesús. Hace el bien
porque es bueno hacerlo y porque sólo los que
lo hacen tendrán entrada en el reino de Dios.
Es bueno y humilde y se preocupa para que los
demás sean felices… Su manera de ser nunca es
brusca ni dictatorial, como la de los que no
creen en Dios, sino que refleja la luz del cielo
sobre los hombres”

E.G.W. (Testimonios para la iglesia, t. 5, pg. 537)

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