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Cuando sus mamás quieren

arreglarse el pelo ¿dónde


van?.... ¿Y sus papás?....
A la peluquería, claro.

Cuando la gente del País de


las Letras quería arreglarse
el pelo, o rizárselo, o
afeitarse la barba o el
bigote, ¿dónde iría?...
A la peluquería,
naturalmente. Pero allí no
había peluqueros.

Ése era otro de


los muchos problemas que
preocupaban a nuestros
reyes.
Pidieron voluntarios y se ofrecieron varios para realizar el trabajo,
pero todos lo hacían tan mal que duraban muy poco tiempo.
El último que se presentó fue el señor P, porque creyó que,
como con su forma de hablar se podía decir
ppppppppppeluquería, lo iba a hacer muy bien.

Empezó su trabajo y todos salieron contentos: lavaba, peinaba,


cortaba el pelo y cobraba poco dinero.
Todo fue bien hasta que un día el Señor P, que estaba muy
cansado porque había dormido poco, se despistó y a una señora
que entró a rizarse el pelo, se lo cortó tan corto, tan corto, que
parecía calva. ¡Qué disgusto de la señora!...
Lloró, se enfadó, gritó, pero aquello ya no tenía remedio.

Otro día fue un señor a


cortarse el pelo, pero él se
lo rizó como a una señora
y le preguntó si quería que
le hiciese un moño.

¡Huy!, aquel señor salió


corriendo de la peluquería
y no volvió más.
Como no dejaba de tener despistes, los reyes le
sugirieron al señor P que dejase la
peluquería y se buscase otro trabajo.

El señor P pidió ppperdón y se fue a su casa.


Habló con su familia y le convencieron de que, para que la gente
perdonase y estuviese contenta, lo mejor era que
pusiese una ppppastelería y pppanandería.
La gente siempre entra contenta a las pastelerías a
comprar pasteles, caramelos, chocolates y….
¿Qué otras cosas pueden comprar en una pastelería?.....
El señor P lo estuvo pensando, habló con los vecinos
y ellos le animaron también a hacer pasteles. Dicho y hecho.
Empezó a elaborarlos y todos le decían que sus pasteles eran
riquísimos y muy baratos, y que siguiese trabajando así de bien
porque pronto se olvidarían de sus despistes.
Por las mañanas, a la hora del desayuno, el panadero P
se dirigía al castillo a llevar a la Familia Real el pan recién sacado del
horno. Muchos días también le encargaban una tarta para el postre o
queques de chocolate para las colaciones.
Eran tan golosos
como ustedes.
¡Ah!, tenían mucho
cuidado de no olvidar
lavarse los dientes
después de comer
semejantes golosinas
para evitar que se les
estropeasen y les
doliesen.
El panadero P me ha
dicho que, si le
reconocen pronto, les
dará un pastilla
a cada uno.
Al llegar al castillo, habla un
rato con cada miembro de la
Familia Real para enterarse
de lo que más les gusta.
Son tan parlanchines que,
cuando se juntan, hablan
todos a la vez.

El panadero P dice: “pppp…”


(que quiere decir: “¡buenos
días!”) y el rey U contesta
“uuuu…” (“¡buenos días!”).

Pero uno no espera a que


salude el otro para contestar,
sino que hablan todos dos al
mismo tiempo. Es muy
divertido escucharles: pu…
pa…po…pe…pi…

¿Repitamos cómo se
escucha cuando hablan
todos juntos?
Cuando hablan varios juntos, dicen cosas que se entienden, como
papá…Pepa…pío…pupa…pipa, y otras muchas.
Si al panadero P le acompaña su mujer, aún dirán muchas más….
¿Quién es la mujer del panadero? La señora de la montaña ¡Muy bien!,
es la señora M.
Entonces ¿qué cosas dirán cuando conversan la familia
real con este lindo matrimonio?
Creen ustedes que se escucharán palabras como: mapa, puma, mopa.
El señor P y la señora M tienen dos hijas gemelas, y en cuanto
conozcamos bien a la mamá M y al papá P, las conoceremos también
a ellas. ¿Les gustaría?...
Pues la tarea de ustedes es recordarlos….

¡”Ah…..”! se me olvidaba contarles que cuando se juntan el lechero L,


la señora M y el señor P, con la familia real ……Uffffffffff, se pueden
escuchar muchas palabras que ustedes ya conocen, como: paloma,
pomelo, amapola, Pamela…y muchas más.

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