Se da sobre todo en Richard Haré (1919-) en su obra El lenguaje
de la moral (1952) allí, en contra del emotivismo, sostiene que el lenguaje, de la moral no es persuasivo, sino prescriptivo (o imperativo).
Los juicios de valor implican prescripciones y son universales.
Son racionales, pues hay principios que aportan una razón para el juicio moral.
Los juicios morales son una subclase de los juicios prescriptivos,
se caracterizan (y se distinguen de los demás juicios prescriptivos) en que son universalizables. Y tienen relaciones lógicas entre ellos, por eso se puede argumentar con ellos. Si es realmente moral, el juicio valorativo lleva a una prescripción. A través de los juicios valorativos se llega a principios generales que, en cuanto son aceptados por nosotros, son prescriptivos.
Es decir, la cadena de los porqués conduce a un mandato. Los que
polemizan sobre juicios valorativos polemizan sobre principios. Por ellos los juicios, morales son universalizables. Tienen imparcialidad, frente a la parcialidad de un juicio limitado.
Un papel muy importante tiene la imaginación para el juicio moral, pues
nos capacita para ponemos en el lugar de los otros.
Pero aquí Haré parece incurrir en relativismo lo cual mina la
universalizabilidad que asigna a los juicios morales, pues si alguna barbaridad se desprende de primeros principios consistentes, tendríamos que respetarla. Cuando son incompatibles, no tendríamos con qué criterio decidir. Se han hecho fuertes objeciones a la teoría de Haré por Harman, Maclntyre y Kenny.
1.- Gilbert Harman objeta a Haré que si X y Y tienen principios
incompatibles, aunque consistentes, dentro de sus sistemas, tienen que seguirlos, y llegar a acciones morales contrarias, sin poder decidir cuál es buena o mala.
2.- Asimismo, como objeta Maclntyre, nadie puede estar en mi
misma situación. Por lo tanto, no hay universalizabilidad.
3.- Además, según objeta Anthony Kenny, si uno se da un
mandato, debe realizarlo; pero vemos que muchas veces uno se da mandatos que no cumple.