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LA JUVENTUD DE

JESUS
DAVID ALBERTO BERNAL PALMA
JUSUS EN EL TEMPLO
• En medio del desierto de silencio de los treinta años de la vida oculta de
Jesús, aparece, como un oasis, la narración de Lucas sobre el viaje a
Jerusalén, cuando tenía doce años.

• su estancia como bebé no contaba para su psicología de adolescente


¿QUÉ PENSABA?
• ¿Qué sentía aquel muchacho al ver lo que veía? ¿Comprendía ya que un
sacrificio más alto tendría que ver con su carne y su sangre? ¿Se sentía y
sabía cordero destinado a morir por el mundo, no simbólica, sino
realmente? Nunca conoceremos los caminos del conocimiento que vivió
aquel niño. Jamás sabremos hasta qué punto su ciencia divina iluminaba
su naturaleza real de muchacho.
Pequeñez
• A sus doce años tenía ya capacidad suficiente para asumir en plenitud este
encuentro total con su padre
• no es el chiquillo que se pierde entre un gentío. Es, por el contrario, el
muchacho ávido de encontrar respuestas a las preguntas que le arden en el
alma. Padre Dios y con la vocación que le estaba destinada.
Padre

• vueltas siendo tan claro dónde tenía que estar? La frase que sigue es aún
más extraña. María le ha dicho que «tu padre y yo» andábamos
buscándote y él va a responder aludiendo a otra paternidad más alta. ¿No
sabíais que yo debo ocuparme en las cosas de mi Padre? (Lc 2,49).
Dudas
• Que son tres fundamentalmente: ¿Por qué volvió con sus padres a Nazaret y por qué
estuvo allí tanto tiempo? ¿Qué obediencia es ésa que se nos pinta como lo fundamental
de su vida durante todos esos años? ¿Cómo puede hablarse de progreso y crecimiento de
quien era el infinito, el eterno, el omnisciente
• ¿No estará traicionando con ello su misión? ¿No estará «desaprovechando» su vida?
¿No dirá él mismo más tarde que nadie enciende una lámpara y le pone bajo el celemín,
sino sobre el candelero para que alumbre a cuanto hay en la casa? (Mt 5, 15). ¿No es un
error dedicar más de nueve décimas partes de su vida a la oscuridad? ¿No hace con ello
un daño irreparable a cuantos en el mundo podrían salvarse conociéndole?
preguntas

• comentará san Agustín—¿no habría dado lugar a creer que no había


tomado una verdadera naturaleza humana y, obrando maravillas, no
hubiera destruido lo que hizo con tanta misericordia? No tiene prisa, pues.
Durante diez onceavas partes de su vida lo hace oscuramente como el
noventa y nueve por ciento de la humanidad. ¿O acaso vino sólo a redimir
a los que salen en los periódicos?
El santo orden
• El segundo misterio está en la palabra «obediencia». Esta palabra —que no
está de moda (que nunca ha estado de moda)— fue, nos guste o no, la clave de
la vida de Jesús. El gran rebelde fue antes que nada
• En Nazaret todo estaba perfectamente desordenado, o locamente ordenado, si
se prefiere. El que todo lo sabía aprendía de los que casi todo lo ignoraban; el
creador se sometía a la criatura; el grande era pequeño y los pequeños grandes.
Sólo en el amor había una cierta igualdad. No porque todos amasen igual, sino
porque ninguno podía amar más de lo que amaba.a un obediente.
Orden
• Santo Tomás —siempre experto en organizar las cosas— ha hablado de
tres grados en la virtud de la humildad: el primero consistiría en someterse
a quienes son mayores y no tratar de mayor que los que son iguales; el
segundo grado sería el de quien se somete a los iguales y no trata de ser
mayor ni preferido a quienes son de hecho menores; el tercer grado
consistiría en someterse a quienes de hecho son menores. Jesús practicó
un cuarto grado de humildad obediente: someterse a quienes eran
infinitamente menores que él
Padres de la iglesia

• Para san Justino, Jesús crecía al modo de los otros hombres.


• Para san Ireneo vino a salvar a todos los hombres y por eso pasó por todas las edades, haciéndose niño con los
niños y joven con los jóvenes. Pero
pronto los padres se asustarán ante esta idea de un verdadero crecimiento

• San Agustín negará toda ignorancia y toda debilidad infantil en Cristo.


• San Cirilo explicará que no es que, en realidad, creciese, sino que su perfección se manifestaba progresivamente.
• Cornelio Jansenio encontrará al fin la fórmula que hará fortuna y que tantos repetirán después: Jesús no crecía ni
en su ciencia ni en su persona, pero sí emitía rayos cada vez más brillantes como decimos, cuando sube el sol a
mediodía, que aumenta en claridad, no porque ésta crezca, sino por razón de su efecto, porque poco apoco va
enviándonos más luz.
Joven
Crecía en estatura y en edad. No fue un astronauta que llegó a la tierra desde
su lejano cielo con toda la humanidad ya construida en él.
Fue un niño, un muchacho, un adolescente, un joven, un hombre. Crecía,
maduraba. Crecía vital y sexualmente. Su virilidad le hacía cada día más
varón, sin encanijamientos. Un día le llamarían «seductor». Sería antes un
bello muchacho y un recio adolescente. Un muchacho misterioso y extraño,
sí, que atraería y, en cierto modo, alejaría al mismo tiempo, como hechizan y
espantan todas las cosas grandes.
Respuesta
A los dieciocho años sus compañeros de edad se casarían y
alguien, más de una vez, le preguntaría: «Y tú ¿cuándo te casas?».
Pero cuantos le conocían entendían que en él había un. misterio más
hondo que los lazos de la carne y la sangre. Nunca en su vida pesaron
esos lazos, pero no por falta de hombría, sino por un exceso de fuerza
interior. Sus compaisanos verían en esta soledad del muchacho una
rareza o quizá una locura. El, más tarde, hablaría de los eunucos por el
reino de Dios. Y añadiría: Quien pueda comprender que comprenda
(Mt 19, 12).
Así fue …

• Conocía todo esto porque lo había vivido. Su adolescencia no fue la del


erudito, sino la del chico de pueblo que habla de cosas que ha visto y
sudado.

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