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LOS

NEGOCIOS Y
LA RELIGIÓN
Día 8
Los que se dedican a la obra de
Dios no pueden servir a esta causa
aceptablemente a menos que usen
lo mejor que puedan los
privilegios religiosos de que
disfrutan. Son como árboles
plantados en el huerto del Señor;
y él viene a nosotros buscando el
fruto que tiene derecho a esperar.
Pregúntese cada uno de aquellos a quienes han sido
confiados cometidos sagrados: “¿Qué ve en mí el ojo
escrutador de Dios? ¿Está mi corazón limpio de
contaminación, o han llegado a estar tan profanados los
atrios de su templo, tan ocupados por compradores y
vendedores, que Cristo no halla cabida?”
El apresuramiento de los negocios, si es continuo, apagará la
espiritualidad, y desterrará a Cristo del alma. Aunque
profesen la verdad, si los hombres pasan día tras día sin
relación viva con Dios, serán inducidos a hacer cosas
extrañas; tomarán decisiones que no concordarán con la
Hermanos míos, ¿están cultivando la
devoción? ¿Se destaca su amor por las cosas
religiosas? ¿Están viviendo por la fe y
venciendo al mundo? ¿Asisten al culto
público de Dios? ¿Se oye su voz en las
reuniones de oración y testimonio?
¿Celebran el culto en su familia? ¿Reunen a
sus hijos mañana y noche y presentan sus
casos a Dios? ¿Los instruyen acerca de cómo
seguir al Cordero? Si su familia no es
religiosa, eso testifica de su negligencia e
infidelidad.
La negligencia religiosa en el
hogar, el descuidar la
educación de los hijos, es algo
que desagrada mucho a Dios.
Si uno de sus hijos estuviese en
el río, luchando con las olas y
en inminente peligro de
ahogarse, ¡qué conmoción se
produciría! ¡Qué esfuerzos se
harían, qué oraciones se
elevarían, qué entusiasmo se
manifestaría para salvar esa
vida humana!
¿Qué ejemplo dan a sus hijos? ¿Qué
orden tienen en casa? Deben enseñar a sus
hijos a ser bondadosos, serviciales,
accesibles a las súplicas, y sobre todo lo
demás, respetuosos de las cosas religiosas,
y deben sentir la importancia de los
requerimientos de Dios. Se les debe
enseñar a respetar la hora de la oración;
se debe exigir que se levanten por la
mañana para estar presentes en el culto
familiar.
Los ángeles se deleitan en un hogar donde Dios reina
supremo, y donde se enseña a los niños a reverenciar
la religión, la Biblia y al Creador. Las familias tales
pueden aferrarse a la promesa: “Yo honraré a los que
me honran” (1 Sam. 2:30). Y cuando de un hogar tal
sale el padre a cumplir sus deberes diarios, lo hace
con un espíritu enternecido y subyugado por la
conversación con Dios.
Dios no queda glorificado cuando los hombres de
influencia se transforman en meros negociantes, o ignoran
los intereses eternos, que son más duraderos, y son tanto
más nobles y elevados que los temporales. ¿Dónde debiera
ejercerse el mayor tacto y habilidad, sino en las cosas
imperecederas, tan duraderas como la eternidad?
Hermanos, desarrollen su talento para servir al Señor;
manifiesten tanto tacto y capacidad al trabajar para la
edificación de la causa de Cristo como lo hacen en las
empresas mundanales
Se No crían a sus hijos en la enseñanza y la admonición del
Señor. Esos hombres no son lo que Dios quisiera que
fuesen. No tienen relación viva con él; son puramente
negociantes. No tienen espíritu conciliador; hay tanta falta
de mansedumbre, bondad y cortesía en su conducta que
sus motivos se prestan a ser mal interpretados, y hasta se
habla mal del bien que realmente poseen. Si pudiesen darse
cuenta de cuán ofensiva es su conducta a la vista de Dios,
harían un cambio. […]
Cuando nuestros hermanos se ausentan
voluntariamente de las reuniones
religiosas, cuando no piensan en Dios ni lo
veneran, cuando no lo eligen como su
Consejero y su fuerte Torre de defensa,
¡cuán pronto los pensamientos seculares y
la perversa incredulidad penetran en su
vida y la vana confianza y la filosofía
acuden a reemplazar la fe humilde y
confiada!
A fin de ganar dinero, muchos se
separan de Dios e ignoran sus
intereses eternos. Siguen la misma
conducta que el hombre mundano,
maquinador; pero Dios no está en
esto, es una ofensa para él. Él quisiera
que ellos fuesen prontos para idear y
ejecutar planes; pero todos los
asuntos comerciales deben ser
manejados en armonía con la gran
Ley moral de Dios.
Hay hombres y mujeres que lo
han dejado todo por Cristo.
Consideraron sus propios
intereses temporales, su propio
goce de la sociedad y la familia,
de menor importancia que los
intereses del Reino de Dios. No
dieron a las casas y las tierras, a
los parientes y amigos, por
queridos que fueran, el primer
lugar en sus afectos, para dejar
el segundo a la causa de Dios.

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