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Sujetos Procesales
Sujetos Procesales
• “Solo el juez competente puede imponer penas o medidas de seguridad; y no puede hacerlo sino en la forma establecida en la ley” (art. v del TP CP).
• “Toda persona tiene derecho a un juicio previo, oral, público y contradictorio, desarrollado conforme a las normas de este Código” (art. i.2 del TPCPP
2004).
• “Toda persona imputada de la comisión de un hecho punible es considerada inocente, y debe ser tratada como tal, mientras no se demuestre lo contrario
y se haya declarado su responsabilidad mediante sentencia firme debidamente motivada. Para estos efectos, se requiere de una suficiente actividad
probatoria de cargo, obtenida y actuada con las debidas garantías procesales” (art. ii.2 del TP CPP 2004).
• “Nadie puede ser sometido a pena o medida de seguridad sino por resolución del órgano jurisdiccional determinado por la ley” (art. v,2 del TP CPP
2004).
• “Todo medio de prueba será valorado solo si ha sido obtenido e incorporado al proceso por un procedimiento constitucionalmente legítimo” (art. viii.l
del TPCPP 2004).
I. GENERALIDADES
Ahora bien, todos aquellos actos que están orientados al descubrimiento de la verdad o a la resolución del conflicto, dependiendo de la teoría sobre la finalidad
del proceso que se adopte, y que a su vez procuran enervar la presunción de inocencia, están diseñados y regulados para ser realizados por personas, las que,
desde el lugar que ocupan, cumplirán diferentes funciones durante la sustanciación del proceso penal, sin las que no podría, naturalmente, realizarse el
mismo(588).
Desde luego, cuando empleamos el concepto de persona no solo nos estamos refiriendo a la dimensión civil de dicho concepto, sino que abarca otras
características, pues para que se lleve a cabo un proceso penal válido es imperativo que las personas que intervengan tengan legitimidad. En doctrina las
personas intervinientes en el proceso han recibido distintas denominaciones, siendo dos las más reconocidas: partes procesales y sujetos procesales. Estas
denominaciones, a nuestro juicio, no significan lo mismo o, en otros términos, no pueden ser entendidas como sinónimos.
En sentido contrario, C h in c h a y C a s t il l o sostiene que el uso diferenciado de los términos partes o sujetos procesales no es decisivo en nuestro
ordenamiento procesal penal, porque se entiende que en cualquier circunstancia se trata de decir lo mismo(589).
Si bien es cierto que en la práctica puede entenderse que estos términos son sinónimos, corresponde, por rigurosidad, realizar una precisión terminológica que
evite, precisamente, su uso indistinto o, lo que es lo mismo, permita un uso adecuado de estos términos.
Esta aparente falta de claridad entre un término y otro podría deberse a que el concepto de parte procesal se encuentra incluido o subsumido en el concepto de
“sujeto procesal”. Así, toda parte procesal será siempre un sujeto procesal, pero no todo sujeto procesal será parte procesal. Lo anterior quedará
meridianamente claro con el siguiente ejemplo: el juez es un sujeto procesal, pero no será en ningún caso parte procesal.
1. CONCEPTO
A diferencia del proceso civil, en el que son partes “aquellos sujetos que
pretenden una tutela jurisdiccional o aquéllos frente a los cuales se solicita esta
tutela”í590), en el proceso penal se hace una distinción entre parte en sentido
material y parte en sentido procesal.
En el proceso penal, parte en sentido material vienen a ser los sujetos
directamente vinculados al hecho delictivo, es decir, aquellos que han
participado directamente en la comisión del ilícito penal o han sufrido sus
consecuencias, quienes intervendrán en el proceso bien como autores o
partícipes o, de ser el caso, como víctimas o agraviados. Naturalmente, dicho
concepto resulta insuficiente para poder identificar a todos los actores que
intervienen en el proceso, ya que solo se estaría haciendo referencia a los
sujetos activos del delito, ya sea como autores o partícipes, así como a las
víctimas590 (591).
Atendiendo a ello, en la doctrina se considera que en el proceso penal no es posible hablar de partes en sentido material,
sino en su acepción procesal, que es definida como “quien actúa en el proceso pidiendo del órgano jurisdiccional una
resolución judicial, esto es, quien promueve la actuación del órgano jurisdiccional aportando, por medio de sus
alegaciones y pruebas, el material para la resolución de contenido determinado que postula, quien en síntesis participa
de la contradicción en que se resuelve todo proceso”(592). Con este término —parte procesal- se comprende al órgano
acusador, al que ejerce la acción penal en los delitos de ejercicio público de la acción penal: al fiscal.
Como puede observarse, el uso del término partes en su acepción procesal tampoco es suficiente, ya que solo comprende
al acusado, al agraviado y al órgano acusador. Solo con ellos, desde luego, no es posible la realización del proceso penal.
Hace falta el órgano que se pronunciará sobre los requerimientos y quien resolverá, en definitiva, sobre el objeto del
proceso: el juez.
En tal virtud, en el presente capítulo utilizaremos el término sujetos procesales, entendido como toda persona pública o
privada que interviene necesaria o eventualmente en el proceso penal, bien por ser el titular del ejercicio de los poderes
de jurisdicción, acción o defensa(593). Desde luego, ello implica que los sujetos procesales intervienen y actúan
conforme a las atribuciones o sujeciones que les asigna la ley(594).
2. CLASIFICACIÓN
La clasificación de los intervinientes en el proceso penal, entre partes y sujetos, implica acoger un particular criterio y -d e cierto modo-
hasta distinto, pues mientras el primero realiza la clasificación en base a la posición que ocupa en el proceso, el segundo lo hace en base
a la importancia de su participación.
Así, las partes procesales se pueden clasificar en aquellas que deducen y frente a quienes se deducen las pretensiones, esto es, “partes
acusadoras” y “partes acusadas”. Dentro del primer grupo, se encuentran inmersos el Ministerio Público, el actor civil y, cuando sea un
delito de ejercicio privado, el acusador privado. En el segundo, se encuentran el imputado, la persona jurídica (en su condición de sujeto
pasivo de las consecuencias accesorias y, de admitirse que puede ser penalmente responsable, como imputado) y el tercero civilmente
responsable.
Los sujetos procesales, por su parte, se clasifican en principales y secundarios(595). Los principales son los que participan en forma
indispensable y necesaria para la formación y el desarrollo del proceso o, lo que es lo mismo, sin su participación no es posible la
realización del proceso penal: el Ministerio Público o, en su defecto, el querellante, el imputado y el juez; mientras que los secundarios
son aquellos que ingresan al proceso penal con miras a la solución de las consecuencias jurídico-civiles de la imputación, aquellos que
únicamente intervienen en el objeto civil: el actor civil, el tercero civilmente responsable y las personas jurídicas como sujeto pasivo de
las consecuencias accesorias.
De otro lado, es importante mencionar que existen personas que intervienen en el
proceso sin necesariamente ser partes procesales o sujetos procesales en sentido
estricto. Si bien su participación, en principio, no es imprescindible, su contribución
para la realización del proceso es de suma importancia, es el caso del abogado defensor
y la policía judicial. El primero de ellos(596) 597es fundamental para el efectivo
ejercicio del derecho de defensa y para la existencia de un debido proceso, de ahí que, a
nuestro juicio, bien podría estar comprendido dentro de los sujetos procesales
principales, y es que en un Estado Constitucional de Derecho no es posible la
realización del proceso penal sin que el imputado cuente con un defensor. Él segundo,
por su parte, es quien realiza -bajo la dirección del Ministerio Público- la investigación
del delito.
Por lo expuesto, en el presente capítulo nos ocuparemos no solo del estudio de los
sujetos principales y secundarios, sino también, por su importancia, de los
mencionados en el párrafo precedente, que han sido denominados como sujetos
auxiliares
II. EL IMPUTADO
La persona sometida a una investigación en el proceso penal recibe diversas denominaciones en
función de la etapa en la que nos encontremos. Así, el término imputado implica una serie de
denominaciones que se van dando en función del grado del desarrollo del proceso, siendo estos: (a)
implicado, sujeto incriminado en virtud de los actos de investigación preliminar; (b) denunciado,
sujeto contra el cual se ha formalizado una denuncia penal -modelo con el CdPP-; (c) procesado,
sujeto contra quien se dirige la imputación como consecuencia de la emisión del auto de apertura de
instrucción o, de acuerdo al Código Procesal Penal de 2004, una disposición fiscal de formalización
de la investigación preparatoria; y, (d) acusado, sujeto contra quien ya se ha emitido una acusación,
y se ha previsto la realización del juicio oraF97).
Para efectos del presente apartado, hemos considerado, por su amplitud, utilizar la nomenclatura del
imputado, que es entendido, desde una definición amplia, como la persona frente a la que se ejercita
el iuspuniendi mediante los órganos competentes del Estado.
En estricto, consideramos que utilizar el término imputado para designar a la persona inmersa en un proceso penal es lo
más adecuado, ya que significa que existe una imputación penal en su contra y que es en mérito a ella que se le está
investigando, y, al ser más amplio, permite comprender al sujeto con independencia de la etapa procesal en la que se
encuentra, desde los actos de investigación hasta la finalización del proceso. En esa línea, S á n c h e z V e l a r d e afirma
que “el término imputado puede ser empleado en todo el procedimiento penal y comprende desde el inicio del proceso
hasta su finalización. Sin embargo, la amplitud del término comprende también la fase pre-procesal, siendo perfectamente
válida su aplicación en la investigación policiaI”(59S).
La condición de imputado, conviene indicarlo desde este momento, supone que este puede ejercer su derecho de defensa y,
a través de él, exigir el cumplimiento de todos los derechos que le asisten durante el desarrollo de todo el proceso penal. En
efecto, esta condición le permite requerir el respeto irrestricto de sus derechos, incluso, en la etapa .de investigación, de
modo que no existe limitación formal en razón de encontrarse en una-etapa aún no judicializada, en la que podría
suscitarse algún tipo de vulneración de sus derechos como investigado.
Es de significativa importancia que los derechos del imputado sean observados durante la etapa de investigación preliminar
o diligencias preliminares, y es que el debido proceso también se predica de etapas prejurisdiccionales, puesto que en estas
etapas se acopian los elementos de prueba que, de un lado, permitirán el ejercicio de la acción penal y, de otro, de ser el
caso, permitirán sustentar la hipótesis incriminatoria del órgano acusador.
1. CONCEPTO
Imputado es aquel sujeto, persona física, contra quien, por ser
presunto autor o partícipe de la comisión de un hecho criminal, se
dirige la acción penal. Como no podía ser de otro modo, tiene un
papel protagónico en el proceso y es indispensable no solo para el
desarrollo del mismo, sino para su existencia, pues no puede
existir proceso penal sin imputado.
En buena cuenta, imputado es la persona sindicada por el órgano
competente como presunto autor o partícipe en la comisión de un
delito, y contra quien, por tal motivo, se dirige el proceso penal.
2. IDENTIFICACION E INDIVIDUALIZACION
DEL IMPUTADO
Para que una persona sea considerada como imputado solo es necesario que, a partir de indicios iniciales, se le atribuya la
realización de un comportamiento con relevancia penal bien como autor o partícipe. Es lo que motiva el inicio de los
actos de investigación por parte del fiscal competente. Estos actos -investigación preliminar o diligencias preliminares
pueden concluir bien con un archivo cuando no hay elementos que permitan continuar con la investigación o bien con una
denuncia formalizada en el CdPP y con una continuación y formalización de la investigación preparatoria con el Código
Procesal Penal de 2004.
Por lo expuesto, resulta claro que el inicio del proceso penal no es mecánico o automático, pues, incluso en fase de
investigación, es necesario que cumpla con las formalidades del caso, las mismas que se encuentran orientadas a
determinar si los hechos denunciados en efecto tienen relevancia penal, si no han prescrito y si se puede individualizar al
presunto agente, autor o partícipe del hecho delictivo. Así, para iniciar formalmente el proceso, entre otros
requerimientos, el Código de Procedimientos Penales, en su artículo 77, exige que se haya “individualizado a su presunto
autor o partícipe (...)”. Por su parte, el Código Procesal Penal de 2004 tiene un desarrollo normativo progresivo y
escalonado:
a. El artículo 72.1 prescribe que: “desde el primer acto en que intervenga el imputado, será identificado por su nombre, datos personales,
señas particulares y, cuando corresponda, por sus impresiones digitales a través de la oficina técnica respectiva”.
b. El artículo 328.1 establece que la denuncia debe contener -d e ser posible- la individualización del presunto responsable.
c. El artículo 336.1, de manera más específica, exige para la formalización y la continuación de la investigación preparatoria que se
individualice al imputado.
d. El artículo 336.2.a prescribe que la disposición de formalización contendrá el nombre completo del imputado;
e. El artículo 349.1.a, precisa que la acusación fiscal contendrá los datos que sirvan para identificar al imputado;
f. El artículo 353.2.a) establece que el auto de enjuiciamiento contendrá, bajo sanción de nulidad, el nombre del imputado.
La correcta identificación e individualización del imputado es de suma importancia no solo de cara a la aplicación de una posible
sentencia condenatoria al verdadero responsable, sino también por todas las medidas restrictivas que pueden ser dispuestas en la marcha
del proceso. En efecto, cuando se trata de imponer una medida de coerción -prisión preventiva, por ejemplo-, la práctica enseña que casos
de homonimias, incluso fácilmente salvables, han dado como resultado el que se disponga la detención de personas que ni siquiera se
encontraban procesadas15995. En ese contexto, cuando la Policía Nacional reciba órdenes de captura o requisitorias que no contengan los
datos de identidad del requerido, pese a ser de obligatorio cumplimiento16005, deberá solicitar de inmediato la aclaración al órgano
jurisdiccional respectivo, especificando cuáles son los datos que faltan, absteniéndose de anotar y ejecutar las mismas durante el período
que demore la aclaración.
3. CAPACIDAD
Desde el ámbito jurídico, la capacidad es la aptitud que tiene toda persona para asumir o adquirir la
condición de imputado en el desarrollo del proceso penal(602). A decir de Maier, con quien concordamos,
la capacidad procesal debe ser estudiada desde dos sentidos: por un lado, como capacidad general para ser
comprendido bajo la condición de imputado (perseguido penalmente) en un procedimiento penal; y, por
otro, como capacidad específica, respecto de los actos singulares que contiene un procedimiento
penal(603).
• Capacidad general, desde este punto de vista, se entiende que solo contra los seres humanos, esto es,
contra las personas físicas vivas, se puede dirigir la imputación en un proceso penal. Dado que las normas
del Derecho penal prohíben, ordenan o permiten conductas de las personas físicas vivas, se entienden que
solo estas son pasibles de ser consideradas como imputadas(604) 605. Adicionalmente, es conveniente
precisar que para el Derecho penal no es suficiente que sea una persona física para determinar quiénes son
imputables, sino, además, es necesario que dicha persona tenga un límite de edad, que de acuerdo a
nuestro Código Penal es de dieciocho años.
En suma, solo se puede dirigir una imputación penal contra persona humana viva que sea mayor de dieciocho años. A decir de M a i e r ,
este límite de edad se traduce, en términos de Derecho procesal penal, en una incapacidad para ser imputado(606). Ahora bien, debe
tenerse en cuenta que un menor de dieciocho años, conforme al Código de los Niños y Adolescentes, sí puede ser sujeto pasivo de una
sanción penal, pues este cuerpo normativo prescribe que al mayor de catorce y menor de dieciocho años se le puede imponer una medida
socio-educativa (arts. V del TP y 229 a 241). Desde luego, en estos casos el menor infractor también tendrá los derechos que
constitucional y legalmente se le han reconocido.
Finalmente, es posible que por ciertos errores con su edad un menor de dieciocho años sea imputado en el proceso penal. En este
supuesto, al igual que el imputado adulto, el menor tendrá tanto o más derechos que reclamar, y contará con la misma capacidad que un
imputado mayor de dieciocho años para alegar, aunque sea, la minoría de edad y, por consiguiente, que no puede ser imputado
penalmente. El artículo 74 del Código Procesal Penal de 2004 establece las reglas que deben observarse cuando durante el transcurrir del
proceso se determina la minoría de edad del que está siendo procesado.
Capacidad procesal específica, se considera que en el proceso penal el imputado necesariamente debe tener capacidad “para representar
racionalmente sus intereses, ejercer sus derechos y conducir su defensa en forma inteligente e inteligible”(607) 608. En este sentido, M o
n t e r o A r o c a considera que tienen capacidad procesal “todos los que pueden participar conscientemente en el proceso, todos los que
tienen de hecho posibilidad de ejercitar los derechos procesales que la ley reconoce al imputado-acusado”
• Cualidades personales, adicionalmente a lo desarrollado, se aprecia que la persecución del Estado se encuentra limitada por las
cualidades personales de quienes ejercen funciones públicas y gozan de inmunidades y prerrogativas (embajadores, parlamentarios u
otros altos dignatarios). En estos casos, naturalmente, el trámite que debe seguirse es diferente, en función de la persona a la que se le
quiere imputar la comisión de un hecho delictivo.
4. CONTUMACIA Y AUSENCIA
En el proceso penal peruano, el Estado no puede condenar al imputado que se encuentra ausente.
Es decir, para condenar a una persona es indispensable su presencia física; dicho de otro modo,
su ausencia determina que el Estado, a través de sus órganos competentes, no pueda imponer un
fallo condenatorio en su contra. De este modo, estamos ante la presencia del derecho a no ser
condenado en ausencia, el cual no es renunciable; en tal virtud, puede ser calificado como un
derecho-debeú6I0) 61. En esta línea, RoxiN señala que: “nadie puede ser condenado sin antes
haber sido oído”.
Así lo impone el principio de inmediación, según el cual el juez que dicta la sentencia debe
haber tenido contacto directo con el imputado, esto es, que lo vea personalmente. Por tal motivo,
un juicio no puede llevarse a cabo sin el acusado(6U). Dentro de este contexto, podemos estar
ante la presencia de aquel imputado que no se apersona al proceso porque no conoce de su
existencia, es el caso del ausente; también es posible que el imputado, pese a que conoce del
proceso, voluntariamente decide no concurrir al mismo, es el caso del contumaz. Ambas
situaciones, por obvias razones, merecen un tratamiento diferenciado. De este modo, de la
contumacia y la ausencia nos ocuparemos a continuación. a.
5. LA CONTUMACIA
Es la simación jurídica del imputado que teniendo pleno conocimiento de la existencia
de una imputación en su contra, no cumple con asistir o hace caso omiso a las
citaciones de la autoridad judicial. Al respecto, el artículo 3.1 del Decreto Legislativo
N° 125 determina como contumaz a quien, habiendo prestado su declaración
instructiva o estando debidamente notificado, rehúye el juzgamiento en manifiesta
rebeldía o hace caso omiso a las citaciones o emplazamientos del juez. El artículo 79.1
del Código Procesal Penal de 2004 establece los requisitos para declarar la contumacia:
a) Que de lo actuado aparezca evidente que, no obstante tener conocimiento de que es
requerido, no se presenta voluntariamente a las actuaciones procesales; b) Que fugue
del establecimiento o lugar en donde está detenido o preso; c) Que no obedezca, pese a
tener conocimiento de su emisión, una orden de detención o prisión; y, d) Que se
ausente, sin autorización del fiscal o del juez, del lugar de su residencia o del asignado
para residir.
6. LA AUSENCIA
Ausente es aquella persona a quien se le imputa la comisión de un hecho delictivo, pero que, por desconocer
de su existencia, no ha tenido ninguna participación en el proceso; en otras palabras, se sabe la identidad del
imputado, mas no se puede determinar su paradero, y se presume que él no tiene conocimiento de la
existencia del proceso en su contra, por lo que no puede apersonarse al mismo. Al respecto, es necesario
señalar que la Constitución, en su artículo 139.12, referido a los principios y derechos de la función
jurisdiccional, establece que “nadie puede ser condenado en ausencia”, lo cual concuerda con el artículo
14.3.d) del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que prescribe que toda persona acusada de un
delito tiene derecho en plena igualdad a “hallarse presente en el proceso y a defenderse personalmente”. En
esta línea, el Código de Procedimientos Penales, en sus artículos 318 y 322, regula el juicio contra los reos
ausentes, indicando que se reservará el proceso hasta que el acusado sea habido y que, inmediatamente
después de su aprehensión, el tribunal tendrá que fijar el día para llevarse a cabo el inicio del juicio oral. Por
su parte, el artículo 79.2 del Código Procesal Penal de 2004 establece que: “el juez, a requerimiento del fiscal
o de las demás partes, previa constatación, declarará ausente al imputado cuando se ignora su paradero y no
aparezca de autos evidencia que estuviera conociendo del proceso”.
6. LA AUSENCIA
La declaración de ausencia es un acto procesal formal que exige la
individualización del imputado, que se hayan cursado requisitorias, que se
tenga información sobre su ubicación. Solo una vez que se haya recibido
respuesta por parte de la Policía, donde se indica que no ha sido . posible la
ubicación de este, se podrá dictar la resolución que lo declara como ausente
y debe ordenarse, en este caso, la inmediata búsqueda y captura del
imputado. En aras de no dejarlo completamente de' samparado, por
imperio del artículo 205 del Código de Procedimientos Penales -lo mismo
prescribe el artículo 79.3 CPP de 2004- se le debe nombrar un defensor
público, quien intervendrá en todas las diligencias y podrá hacer uso de los
recursos legales.
a. La denominada conducta
obstruccionista
Las conductas obstruccionistas son aquellas que entorpecen el regular o normal desarrollo del proceso. Usualmente, se manifiestan a través de
la interposición de recursos innecesarios que no tienen otra finalidad que la de dilatar el proceso. A este respecto, el Tribunal Constitucional ha
manifestado que entre las conductas obstruccionistas se encuentran la interposición de recursos que, desde su origen y de manera manifiesta,
están condenados a la desestimación, o las constantes y premeditadas faltas a la verdad que desvíen el adecuado curso de las
investigaciones”*618'. (618) Exp. N° 7624-2005-PHC/TC (f. j. 18), caso: Hernán Ronald Buitrón Rodrígüez. Caso Bozzo Rotando, Exp. N°
0376-2003-fiC/TC, (f. j. 9).
Sobre lo afirmado por el Tribunal Constitucional, es preciso tomarlo con sumo cuidado, y es que la presentación reiterada de mecanismos
constitucional y legalmente reconocidos no necesariamente significa, en todos los casos, pese a que desde un inicio parece que serán
desestimados, una conducta obstruccionista, tan solo puede tratarse del ejercicio de su derecho.
Además, ¿quién determina que la presentación de un recurso está condenada a la desestimación? Por tal motivo, para evitar que los derechos del
imputado se vean recortados, es necesario que se realice una evaluación cuidadosa al determinar que una conducta es obstruccionista. En cuanto
a si las reiteradas faltas a la verdad constituyen una conducta obstruccionista, es menester afirmar que ello, a nuestro juicio, no configuraría
como tal; es decir, las reiteradas faltas a la verdad del imputado no pueden significar una conducta obstruccionista. Esto es así por cuanto el
imputado tiene el derecho a no autoincriminarse, de manera que si decide declarar no está en la obligación de decir la verdad.
Lo anterior no significa, desde luego, que tenga el derecho a mentir, implica únicamente que la mentira del imputado - a diferencia de la del
testigo- no tendrá ninguna consecuencia procesal.
b. Abuso de la no autoincriminación
La garantía constitucional de la no autoincriminación exime al imputado de la obligación de declarar en contra de sí mismo, de
modo que, cuando este lo considere permitente, podrá restringir sus declaraciones en todo cuanto crea conveniente, a fin de
evitar agravar su situación jurídica, contemplándose incluso la posibilidad de que guarde silencio. No obstante ello, a
consideración del Tribunal Constitucional, el derecho a la no autoincriminación “(...) no le autoriza (al imputado) para que
mediante actos positivos se desvíe el camino del aparato estatal en la búsqueda de la verdad dentro del proceso”
Consideramos que la salvedad hecha por el Tribunal Constitucional no debe ser entendida como una interpretación negativa del
derecho a guardar silencio, pero sí como un rechazo explícito a mantener una conducta obstruccionista en el proceso, a través
de la creación u ocultamiento de pruebas, perturbación de testigos, entre otros. Lo que debe quedar claro, en todo caso, es que
el imputado no tiene el deber de decir la verdad, mucho menos de colaborar con la administración de justicia.
Dicho esto, es necesario aclarar que, si bien existe una cercana vinculación entre la reserva y el
secreto de la instrucción o investigación, se trata de dos instituciones disímiles. Así, la reserva de la
investigación implica que se disponga el carácter no público de las actuaciones durante esta etapa,
de manera que solo pueden intervenir los sujetos procesales; mientras que, por su parte, el secreto
de la instrucción o investigación impide que el imputado y su defensor puedan conocer sobre la
marcha de la investigación durante un determinado lapso{620).
III. ABOGADO DEFENSOR
1. DEFINICIÓN
El abogado defensor es un sujeto profesional del derecho que brinda asesoría jurídica a
todo sujeto que lo requiera, cuyo papel fundamental es garantizar el respeto de los
derechos de su defendido, y, sobre todo, garantizar la realización de un debido
proceso.
Por tal motivo, es insoslayable la presencia de] abogado defensor desde los primeros
actos de investigación hasta la conclusión del proceso. En ese sentido, San Martín
Castro sostiene que el nombramiento o designación de un defensor debe darse desde
que el imputado es citado por la autoridad policial(624f Desde luego, la importancia
que tiene el abogado defensor en el proceso penal es indiscutible, ya que mediante su
asesoría el imputado puede ejercer de manera satisfactoria todos los derechos que el
ordenamiento le reconoce y con ello hacer frente al ius puniendi del Estado.
En tal virtud, Maier refiere que: “la persona física que ejerce la defensa
técnica puede variar, pero siempre es necesaria la presencia en
procedimiento de, al menos, un defensor”624 (625) 62.
De los derechos que le asisten al abogado, es necesario destacar especialmente tres): el derecho de
comunicación con su defendido en cualquier estado del proceso, aunque con algunas limitaciones
que se regulan en nuestro ordenamiento proccsal629 ; el derecho de asistir a todos los actos que se
realizan durante el desarrollo del proceso, pues la realización de los mismos sin la presencia de un
abogado defensor no habilita la emisión de una sentencia válida; y, el derecho a tener acceso y leer
las actas que documentan ciertos actos, aunque en algunos casos es posible que se declare el secreto
de las investigaciones, que necesariamente debe ser limitado, es decir, no debe extenderse en el
tiempo(631). Ahora bien, todo lo desarrollado se hace más imperativo en la etapa del juicio oral, pues
es la etapa donde se va a debatir sobre la responsabilidad del imputado, y el abogado defensor tiene
el derecho de participar de ella en igualdad de condiciones y gozar de las mismas oportunidades que
el órgano acusador.
3. FUNCIONES Y DEBERES DEL ABOGADO
DEFENSOR
Como lo venimos afirmando, el abogado defensor cumple funciones fundamentales en el
proceso penal, pues de su presencia y de] ejercicio efectivo de la defensa depende que
estemos ante un debido proceso y, por lo tanto, ante un proceso respetuoso de los
derechos fundamentales del imputado. En estricto, el abogado defensor -ya sea particular
o de oficio tienen la función principal y primordial de defender al imputado con esmero y
diligencia. De ello se desprende, algunos deberes inexcusables del abogado defensor para
con su patrocmado(632). Por ejemplo, tiene la obligación de asistir a todas las diligencias
que se practiquen, a fin de obtener la mayor cantidad de información que le permita
preparar su estrategia de defensa de manera adecuada. Del mismo modo, el abogado
defensor tiene el deber y derecho de guardar el secreto profesional, es decir, bajo ningún
motivo puede ser obligado a revelar lo que su cliente le ha confesado; así lo establecen el
Código de Ética de los Colegios de Abogados del Perú (art. 10) y la Constitución (art.
2.18)í633).
De este modo, el deber de guardar el secreto profesional no se puede vulnerar a
pesar de que el cliente le haya confesado ser autor o partícipe del hecho que se le
está imputando(634f A decir de Maier , “la infracción al deber de reserva previsto en
las leyes procesales penales conduce, de ordinario, a una prohibición probatoria o de
valoración probatoria”(6:)5). El deber del defensor no se agota, naturalmente, en el
mero hecho de estar presente en las audiencias a las que es citado, sino en la
realización de una actividad profesional diligente y eficaz que colabore de manera
efectiva con el imputado, esto es, que cumpla cabalmente con la función
encomendada.
A falta de esa designación, en la sesión subsiguiente, el tribunal le nombrará un defensor de oficio, mientras continúe la
inconcurrencia de! defensor titular”. De dicha lectura se desprende que este cuerpo normativo no exige que se nombre otro abogado,
sino que se le debe reemplazar, de manera eventual, hasta que concurra el defensor. Por su parte, el artículo 85 del Código Procesal
Penal de 2004 ha regulado dos disposiciones que buscan la exclusión del abogado defensor del proceso penal: en primer lugar,
establece que si el abogado no concurre a una diligencia que es de carácter inaplazable, será reemplazado por otro que en ese mismo
acto designe el proceso o, en su defecto, por uno de oficio, llevándose adelante la diligencia (inc. 1); y, en segundo lugar, en caso de
que “el defensor no asiste injustificadamente a la diligencia para la que es citado, y esta no tiene el carácter de inaplazable, el
procesado es requerido para que en el término de 24 horas designe al reemplazante. De no hacerlo, se nombra uno de oficio,
reprogramándose la diligencia por Única vez” (inc. 2).
IV. MINISTERIO PUBLICO
1. CONCEPTO
El Ministerio Público es una institución autónoma y
jerárquica, representante de la sociedad y defensor de la
legalidad, que promueve y ejerce, de oficio o a petición de
los interesados, la acción penal -y, eventualmente la acción
civil-, conforme lo establece el artículo 159.5 de la
Constitución, los artículos 1.1 y 60.1 del Código Procesal
Penal de 2004, y el artículo II de la Ley Orgánica del
Ministerio Público. 2.
2. LEGITIMACIÓN
El Ministerio Público, al ser el órgano constitucional encargado de la persecución del delito,
como titular del ejercicio público de la acción penal, está legitimado para hacer prevalecer el ius
puniendi del Estado, instando a los órganos jurisdiccionales a dar satisfacción de la misma. Las
bases de esta legitimación se hallan en las Cartas Políticas de 1979 y 1993, en las que se
configuraron las atribuciones funcionales de este ente para el ámbito penal.
En armonía con estas normas supremas, la legitimación del Ministerio Público es proclamada en
la Ley Orgánica del Ministerio Público (arts. 1, 11 y 92), como el Código Procesal Penal de
2004 (art. 60.1). Desde el punto de vista estrictamente procesal, el Ministerio Público tiene un
significativo poder sobre el proceso, pues su legitimación es plena respecto de los delitos contra
los que procede la persecución penal pública (art. 11 LOMP).
Asimismo, interviene también en los procesos de persecución semipública, en los que su
participación está supeditada a la existencia de requisitos formales (por ejemplo, en caso de
delitos tributarios: D.Leg. N° 813, art. 7), o requisitos por razón de la función (art. 99 de la
Const.)(642) 643. Sin embargo, no tiene legitimación para intervenir en los delitos perseguibles
a instancia de parte, tampoco la tiene para actuar respecto a las faltas(S43).
Principios del Ministerio Público Los principios más distintivos que deben gobernar su actuación, principalmente en materia penal(644), son:
a. Principio de legalidad procesal
Este principio siempre ha sido identificado con la obligatoriedad del ejercicio de la acción penal, es decir, el órgano estatal de persecución penal
que representa el Ministerio Público debe efectuar la investigación de todos los hechos que revistan caracteres de delito “sin poder suspender,
revocar o terminar anticipadamente la persecución penal”(645). Lo cual no significa otra cosa que afirmar que la solución de los conflictos
sociales reside en la realización pública y obligatoria de la ley penal; esto es, conforme a este principio “toda conducta delictiva debe ser objeto de
investigación, persecución penal y sanción”tÉ46). Desde otra perspectiva, San Martín Castro sostiene que el principio de legalidad presupone que
el fiscal debe actuar con respeto a las disposiciones del ordenamiento jurídico y en el solo interés de la leyC647). Con igual predicamento, Duce y
Riego apuntan que el principio de legalidad en el ejercicio de las funciones públicas es un principio general que rige la actuación de todos los
funcionarios públicos, según el cual estos siempre deben actuar de conformidad a los preceptos de la Constitución y de las leyes.
Y que este principio importa que las actuaciones que se realicen fuera del ámbito constitucional o legal deban ser consideradas nulas y pueden dar
lugar a la aplicación de sanciones administrativas e, incluso, penales en contra de los respectivos funcionarios(64íl). En efecto, consideramos que
en un sistema penal respetuoso del principio de última ratio, el principio de legalidad procesal no debe entenderse como aquella obligación que
pesa sobre los funcionarios públicos de ejercer la acción penal en todos los casos previstos en la ley como delitos'650*, sino como aquella
garantía que consiste en el estricto respeto de los procedimientos previamente establecidos por la ley*6SI). Visto el principio desde esta óptica, la
obligatoriedad de la persecución penal por parte del Ministerio Público, que conlleva también a que el ejercicio de la acción penal sea
irretractable, constituye una actividad que, sin ningún problema, puede alternarse con la aplicación de mecanismos compositivos que se concretan
en el principio de oportunidad reglada650 *(652), pero siempre y cuando se satisfaga los requisitos exigidos por la norma procesal penal para la
operatividad de dichos principios(653).
b. Principio de objetividad
Por el principio de objetividad los fiscales tienen la obligación de investigar y agotar el examen de todas las hipótesis penales,
tanto para la persecución como para la defensa(654>. Es decir, sin perjudicar ni favorecer a ninguno de los que intervienen en
el proceso, dado que su actuación debe ser desinteresada o desapasionada, debiendo atenerse únicamente a la realidad objetiva,
que le permita, en ciertos casos, incluso no acusar. En tal sentido, “el acusador público tiene el deber de ser objetivo, (lo que
significa) que sus requerimientos y conclusiones deben ajustarse a las pruebas y al derecho vigente, resulte ello contrario o
favorable al imputado. N o es u n acusador a outrance, sus requerimientos estarán orientados por lo que en derecho
corresponda, pues solo así cumplirá con el imperativo de ejercer sus funciones en defensa de la legalidad”t655). El principio
de objetividad significa también que los representantes del Ministerio Público han de actuar con lealtad respecto a la defensa
del imputado, asegurándole la transparencia y el no ocultamiento de la evidencia disponible. En nuestro ordenamiento
procesal, el modelo de proceso penal obliga a actuar con objetividad, indagando los hechos constitutivos del delito que
determinen y acrediten la responsabilidad o inocencia del imputado, así lo impone el artículo IV.2 del Título Preliminar del
Código Procesal Penal de 2004. Asimismo, el artículo 61 de este mismo corpus adjetivo reafirma este principio al establecer
que el fiscal “(•■■) adecúa sus actos a un criterio objetivo, rigiéndose únicamente por la Constitución y la ley (...)”.
En suma, la objetividad que ha de regir la actuación del Ministerio Público debe lograr que sus requerimientos sean
formulados sin pensar en la protección de intereses particulares o subjetivos, sino que, a la luz de la Constitución y la ley,
pueda incluso formular requerimientos no íncriminatorios y recurrir a favor del imputado.
c. Principio de autonomía
Por principio de autonomía se entiende a la capacidad de autogobierno que tiene el Ministerio Público
para definir su actuación, como institución, dentro de sus funciones, que, dicho de otro modo, se puede
entender como la prerrogativa de no ser influenciado por otros poderes formales o materiales (grupos de
poder político, económico, sociales) al momento de planificar y ejecutar su programa político criminal.
Tal autonomía no implica que el Ministerio Público constituya un poder autárquico y que, por tanto, sea
totalmente ajeno a los demás, pues en todo momento este tendrá que respetar los límites que fija el
Congreso de la República a través de la promulgación de leyes penales
Por último, la tercera tendencia postula que el Ministerio Público debe ser una institución autónoma e
independiente, lo que no significa que quede totalmente desvinculado de los poderes oficiales; antes
bien, resulta clave generar, fortalecer y mantener relaciones de coordinación entre todos los órganos
que participan en la realización de la política criminal del Estado. Esta última postura es la que se
encuentra recogida por nuestro ordenamiento, tanto a nivel constitucional (art. 158 Const.) como
legal (art. 1 LOMP).
d. Principio de jerarquía
Por el principio de jerarquía se admite la creación o mantenimiento de relaciones de subordinación al interior del Ministerio Público, a
fin de asegurar la actuación uniforme de la mencionada institución; esto es, resguardar la unidad funcional respecto de los órganos que
la conforman (fiscales supremos, fiscales superiores, fiscales provinciales). Esta dependencia jerárquica es un principio ad intra, lo que
significa que opera solamente en el ámbito interno del Ministerio Público, por lo que no es correcto entender que la dependencia
jerárquica trasciende más allá de la propia institución. Como institución el Ministerio Público no depende ni puede depender de ningún
otro poder. El concepto de jerarquía expuesto, reconoce que en el Ministerio Público los superiores tienen la facultad de producir
instrucciones que vinculan a sus inferiores, estando estos en el deber de cumplirlas cabalmente (art. 5 in fine LOMP), sujeción que no
supone la afectación del principio de autonomía interna'663* que se mantiene incólume, en la medida de que las directivas se ajusten a
derecho y no respondan a casos concretos. Así, tenemos que las directivas se ajustarán a derecho y, en consecuencia, serán legítimas
cuando, como señala Bruzzone'664*, el que las dicte sea: a) el autorizado legalmente para ello (competencia formal)'665*; b) debe
hacerlo justificando la necesidad del dictado de la instrucción (competencia material); c) nunca deben contravenir disposiciones legales;
y, d) como actos administrativos, las instrucciones deben ser escritas, públicas y sería incluso conveniente que se oficialicen en los
medios de publicación o particulares, de acción u de omisión, o combinadas entre sí; lo relevante es que se encuentren legalmente
dictadas de acuerdo a los parámetros señalados'666*.
A si mismo, mientras la disposición solo vincule al inferior jerárquico con efectos de alcance general o especial'667!, pero referido a la
correcta aplicación de las leyes y a la forma y límites de la intervención de los fiscales; con el propósito de lograr preservar una
homogeneidad en la interpretación de las normas y en la actuación funcional, sin obligarles, en ningún caso concreto o particular, a que
actúen de determinado modo, teniendo que regirse principalmente por la Constitución y la ley (art. 61.1 CPP 2004)
e. Principio de unidad
El principio de unidad puede ser entendido desde dos puntos de vista: orgánico(669) y
funcional(670). Desde el primero, la institución es considerada como un organismo
único e indivisible a lo largo del territorio nacional. En este sentido, toda persona que
haya sido nombrada como fiscal de forma regular puede actuar como su representante
ante cualquier tribunal; actuación que implica el cumplimiento de sus obligaciones de
forma coordinada, para que en cualquier caso cualquiera de sus iguales pueda
continuar con su labor, es decir, es la institución como un todo la que interviene en un
caso específico. Desde el segundo, supone uniformidad u homogeneidad en la
actuación y coordinación de todos los miembros de la institución.
De este modo, con 3a vigencia del principio de unidad se pretende que la decisión de
los integrantes del Ministerio Público se base en idénticas instrucciones (circulares,
directivas) las que resultan clave para garantizar una actuación única y coherente. En
los hechos, esto ha tenido como efecto que las instrucciones se hayan convertido en
una importante herramienta para el establecimiento de líneas de trabajo uniformes
para el Ministerio Público.
f. Principio de interdicción de la arbitrariedad
El principio de interdicción de la arbitrariedad es un principio general que supone un límite a
la potestad de actuación de los órganos del Estado -alcanzando, por tanto, al Ministerio
Público- exigiendo de ellos que no se cometan actos arbitrarios(67l) 672; es decir, caprichosos
o que solo responden a intereses subjetivos y privados. En este sentido, el Tribunal
Constitucional ha manifestado que todos los organismos del Estado y los particulares, que
dentro de sus funciones desarrollen todo tipo de procesos o procedimientos, cualquiera fuese
su naturaleza, deben estar sometidos al debido proceso1'673’, proscribiendo, en consecuencia,
todo ejercicio irrazonable y con desconocimiento de los principios y valores constitucionales
de todo acto(673). El referido tribunal ha precisado además, cuándo el fiscal vulnera el
presente principio, comprendiendo dentro de estos supuestos a los siguientes: a) las
actividades caprichosas, vagas e infundadas desde una perspectiva jurídica; b) las decisiones
despóticas, tiránicas y carentes de toda fuente de legitimidad; y c) lo que es contrario a los
principios de razonabilidad y proporcionalidad jurídica(674) 6
4.1 FUNCION DE DIRECCION DE LA INVESIGACIÓN
El órgano a quien le corresponde la dirección de la investigación es un tema sumamente discutido en el ámbito doctrinario, ya que
existe dos posturas marcadamente opuestas: la primera, que atribuye la presente función al juez mstructorí67e) y, la segunda, que
predica la dirección de la investigación bajo la potestad del Ministerio Público(677), ambas posturas pueden apreciarse en nuestra
legislación vigente.
Así, el Código Procesal Penal de 2004, que actualmente se encuentra en proceso de entrada de vigencia y ya la hizo en la mayoría
de los distritos judiciales, va dejando sin efecto lo dispuesto por el Código de Procedimientos Penales, que la función de
investigación es atribuida al juez instructor (por ejemplo recogidos en los arts. 121, 122, 129, 130, 131, 137, entre otros), por lo
que dicha función es derivada al Ministerio Público (art. 322.1 CPP 2004)(67S>. En cuanto al ámbito en donde se ejercita esta
función, tenemos que el Ministerio Público, en un primer momento, puede realizar la investigación preliminar que consiste en los
actos urgentes e inaplazables destinados a determinar si han tenido lugar los hechos y su delictuosidad, así como asegurar los
elementos materiales de su comisión, individualizar a las personas involucradas, incluyendo a los agraviados, y, dentro de los
límites de la ley, brindarles la debida seguridad (Ley N° 27934, en consonancia con el Código de Procedimientos Penales y el art.
330.2 CPP 2004). Todo ello en aras de determinar, al finalizar las diligencias preliminares, si debe o no formalizar la investigación
preparatoria. En un segundo momento, después de formalizada la investigación preparatoria, tenemos que el fiscal debe
desenvolver actos de investigación tendientes a la preparación del juicio, encaminados a recoger y materializar todos aquellos
elementos de convicción, así como a identificar a los presuntos responsables contra los que ha de formular acusación (art. 321.1
CPP 2004).
Habiendo precisado la dirección de la investigación y el ámbito de su
ejercicio, las funciones que, entre otros, regula nuestro ordenamiento
consisten en:
En ese orden de ideas, será víctima la persona contra quien recae la acción material del delito, es decir, quien
padece o soporta la conducta prohibida desplegada por el agente delictivo. Por ejemplo, será víctima el conductor
del vehículo que es objeto de un asalto. El concepto de agraviado, sin embargo, tiene una connotación más
jurídica que fáctica, pues tendrá tal condición el titular del derecho o interés lesionado por la conducta delictiva,
independientemente de que haya o no sufrido o padecido, desde el punto de vista fáctico, la acción criminal. Por
ejemplo, cuando se produce un homicidio, el agraviado serán los familiares directos de la víctima del delito. A
ello se refiere el artículo 94.1 del Código Procesal Penal cuando prescribe que: “(••-) se considera agraviado a
todo aquel que resulte directamente ofendido por el delito o perjudicado por las consecuencias del mismo.