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Sacrificios incruentos
Existen también en Israel sacrificios
incruentos: ofrendas de frutos
provenientes del campo. Estos
sacrificios son ofrecidos como
complemento de los sacrificios
cruentos, y en dicho caso van
SACRIFICIO DE LA EUCARISTÍA
Y DE LA CRUZ
Juan Pablo II
“La celebración no es otra cosa que el sacrificio
de la cruz. La misa y la cruz son el mismo y
único sacrificio”.
Vaticano II (1962-1965)
En la Eucaristía se perpetúa el mismo sacrificio de
Cristo en la Cruz.
“Nuestro Salvador, en la última cena, la noche
que le traicionaban, instituyó el sacrificio
eucarístico de su cuerpo y sangre, con el cual iba
a perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el
sacrificio de la Cruz, y a confiar así a su esposa, la
Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección;
sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo
de caridad, banquete pascual en el cual se come
a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da
una prenda de la gloria venidera” (SC). Continúa
diciendo: “Desde entonces, la Iglesia nunca ha
dejado de reunirse para celebrar el misterio
pascual: leyendo cuanto a él se refiere en toda la
Escritura (Lc 24,27), celebrando la Eucaristía, en
la cual se hace presente la victoria y el triunfo de
su muerte, y dando gracias, al mismo tiempo, a
Dios por el don inefable (2 Co 9,15) en Cristo
Jesús para alabar su gloria (Ef 1,12) por la fuerza
del Espíritu Santo”.
Estos dos textos, el concilio no hablan de
El testimonio de la liturgia
La oración de las ofrendas del domingo de Ramos
dice: “Por la pasión de tu Hijo, sé propicio a tu
pueblo, Señor, y concédenos, por esta celebración
que actualiza el único sacrificio de Jesucristo, la
misericordia que no merecen nuestros pecados”.
La oración sobre las ofrendas de la fiesta de la
Santa Cruz, del 14 de septiembre: “Señor, que nos
limpie de toda culpa este sacrificio, el mismo que,
ofrecido en el ara (altar) de la cruz, quitó el pecado
del mundo”.
¿Cómo es que el sacrificio de Cristo en la Cruz, que
tuvo lugar hace ya dos mil años, se haga presente
entre nosotros?
La entrega de Cristo en la Cruz fue aceptada por el Padre
en virtud de la resurrección, de modo que de una forma
gloriosa perdura eternamente en el cielo.
El sacrificio de Jesús no a de entenderse
como limitado por su muerte: su exaltación
forma parte esencial del mismo. En
consecuencia no puede afirmarse que este
sacrificio sea cosa del pasado, puesto que
su momento culminante tiene lugar en el
santuario celeste, donde está superada la
secesión temporal, propia de la tierra.
Las muchas celebraciones no multiplican el
sacrificio de Cristo en sí, sino que nos
permite aprovecharnos repetidamente de
él, haciéndolo presente entre nosotros.
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