PROLOGO
ACUMULANDO DESTIERROS desde 1871, llega el cubano José
Marti (1853-1895) a Nueva York en 1880. A partir del si-
guiente afio, y hasta 1891, publicard mas de doscientas cré-
nicas sobre los Estados Unidos en diarios y revistas como
La Opinion Nacional de Caracas (primero bajo el seudd-
nimo de “M. de Z.”, luego con o sin su firma), La Nacién
de Buenos Aires, La Pluma de Bogota, La Opinién Publi-
ca de Montevideo, Ei Partido Liberal de México y La Amé-
rica neoyorquina, reproducidas -sin consultarle ni pagarle,
como se queja en alguna carta~ en otra docena de érganos
de prensa latinoamericanos. En los mismos afios -de he-
cho, comenzando ya en 1880 entrega varios cientos de
atticulos de temas larinoamericanos y europeos, o sobre
economia, politica exterior y educacién norteamericanas,
a las publicaciones mencionadas y a The Suen, The Hour -en
ambos casos en inglés—, El Economista Americano, El Avi-
sador Cubana, La Juventud, El Porvenir -editados todos
en Nueva York-, La Estrella de Panarnd, etcétera. Si tene-
mos en cuenta que, ademéas, traduce; dirige Le América
desde 1883; edita y redacta La Edad de Oro en 1889; es-
cribe sus Versos sencilios (publicados en 1891) y sus Ver-
sos libres (que deja inéditos); envia quiz4s un millar de car-
tas; realiza actividades —comerciales y consulares- de
sobrevivencia econémica; funda el Partido Revoluciona-
tio Cubano en 1891, podremos calibrar el ritmo febril de
produccién de estas crénicas norteamericanas, que sin em-
bargo denotan un enorme esfuerzo de lectura y de s{ntesis
y sobresalen por la riqueza de su estilo.
En su carta a Gonzalo de Quesada y Aréstegui de 10
de abril de 1895, desde Montecristi, en Repiblica Domi-
nicana, y camino de la Cuba en que moriria el 19 de mayo,
Marti propone a su albacea literario la recoleccién, “para
cuando yo ande muerto”, de sus articulos sobre los Esta-
dos Unidos en tres tomos, dos de ellos bajo el titulo de
“Norteamericanes”, e] tercero con el de “Escenas norte-americanas” que, como mas comprensivo y englobante, he-
mos adoptado para esta seleccién. “¢Qué habré escrito sin
sangrat, ni pintado sin haberlo visto antes con mis ojos?”,
le dice, aunque exhortandolo a que sea riguroso en la
escogencia de los textos a salvar de la dispersion: “Entre
en la selva ¥ no cargue con rama que no tenga fruto”.
Un Martf aparentemente maravillado ante el vérti-
go de los acontecimientos que ocurren a su alrededor, da
siempre a los sucesos que resefia una magnitud descomu-
nal, como si estuviera empefiado en leer a cada paso los
signos anunciadores de cambios radicales en esos Estados
Unidos que son, para él, el escenario privilegiado en que
se ensaya un mundo nuevo, de alcance mundial: “En esta
colosal redoma, por maravillosa alquimia se renueva la
vida”. ¥: “Con la entrada del afio iqué acopio de sucesos!
iSi parece panorama de magico, banquete de gigantes, rui-
do de entrafjas de monte, creacién de mundo! —Y esto
Ultimo es; creacién de mundo”. La prensa, por su parte,
es “jlente inmensa que, en este siglo levanta y refleja con
certidumbre beneficiosa e implacable las sinuosidades 16-
bregas, las miserias desnudas, las grandezas humildes, las
cumbres resplandecientes de la vidal”.
No hay, a sus ojos, nada pequeno o banal (“éHechos
menores? iPues si cada dia es un poema!”). Por lo tanto,
todo llama su atencion, todo cabe -con mayor o menor
detenimiento— en sus crénicas, que suelen constelar, en
torno 4 un suceso central, numerosos acontecimientos:
incendios, terremotos, sequias, inundaciones se alternan
con ferias ganaderas, agricolas o industriales, peleas de
boxeo o juegos de béisbol, estrenos teatrales, conciertos,
exposiciones de pintura, festejos patridticos y fiestas co-
me la Navidad, la Pascua, cl Dia de gracias, el carnaval o
los Valentines; las novedades cientificas y tecnoldgicas dan
paso al circo de Barnum, el espectaculo de Bifalo Bill, la
visita de celebridades como Oscar Wilde, dos oropéndolas
fabricando su nido en el Central Park, la joyeria de Tiffany,
las modas en el comer, el beber o el vestir, Con agilidad des-
concertante, su pluma retrata ahora unas elecciones y lue-
go, en fa misma crénica, comenta el teatro de Shakespeare