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es ee Ss Se a Globalizacién y construcci6n de conocimientos EL ESTADO DE LA INVESTIGACION SOCIAL EN AMERICA LATINA Las Ciencias Sociales en América Latina han experimentado profundos y desconcertantes cambios en los ultimos 15 afios Jaime MASSARDO Universidad de Lille I a lectura de diferentes trabajos de in- vestigacién social efectuados en Améri- ica Latina a partir de la década de los 80 sugiere la existencia de una considerable mutacién con respecto a los diversos para- digmas en los que se venian desarrollando en nuestro continente. Asi, los marcos te6ri- cos —explicitos o implicitos—, los sistemas de referencia conceptuales, la légica de la aprehensién de los problemas propuestos y, en general, la metodologia —en el sentido de la relacién que establece el investigador con su objeto de estudio—, parecen, durante es- tos diltimos quince afios, venir cambiando considerablemente en términos de su con- cepcidn y de su aplicacién, modificando con ello el proceso de construccién del conoci- miento de lo social, la calidad de los resulta- dos y también la préctica del oficio. :En qué consisten estas modificaciones? {Como se producen y a qué légica obedecen? {Qué lu- gar ocupan y cual es su dimensién y su peso especifico en relacién con la historia de la investigacién social en la regiGn? {Qué pro- blemas conllevan para el futuro de esta acti- vidad? En el marco del cardcter estricta- mente exploratorio de estas lineas (1), nos proponemos avanzar una reflexién que pue- da permitirnos despejar el terreno en la identificacién de los problemas actuales de la construccién del conocimiento social en América Latina. Si examinamos el problema desde una perspectiva histérica —perspectiva que tie- ne la doble ventaja de, por un lado, darle una dimensién concreta a la mutacién de la que hablamos, y, por otro, de evitar imaginar la investigacién social anterior a los afios 80 como una suerte de “paraiso perdido”— sur- gen, inmediatamente, algunas cuestiones de interpretacién y de método que vale la pena sefialar(2). La primera de ellas es la dificul- tad que encontramos, en la mayor parte de los balances de Ja investigacién social lati- noamericana, para establecer una periodiza- cién capaz de recoger la complejidad de las tendencias que caracterizan st itinerario (3) y, en particular, para encontrar la determi- nacién de ciertas manifestaciones que no pa- recen corresponder al paradigma dominante en el perfodo (4). Asi, por ejemplo, los inves- tigadores que no tuvieron la suerte de Hegar a tiempo al momento que se concibe como una suerte de “fundacién de las ciencias so- ‘Muchos trabajos de /os més importantes pensadores de ‘América Latina fueron descalificados como pre-cientifcos, en una periodizacién ‘seguida por pautas a "estructural funcionalismo" —s > SI ICONOS Elproceso de sustitucion de importaciones puesto en vigencia ppor la CEPAL demandaba la produccién de tun corpus especifco de conocimientos LAS CIENCIAS SOCIALES EN EL BANQUILLO ciales latinoamericanas”, vale decir, el m¢ mento de su institucionalizacién fueron répi- damente despachados como “pensadores” — lo que, en buen castellano, debe entenderse como “no cientfficos"—, al mismo tiempo que sus trabajos fueron clasificados de me- ros “ensayos” (5), como si los investigadores que se ubican en los perfodos posteriores a esta “fundacién” —o sea, los “cientificos”—, ya totalmente descontaminados de la subje- tividad del innoble habito de pensar, se dedi- casen solamente al ejercicio de constatar los “hechos” y que sus trabajos no tuvieran tam- bién el cardcter de ensayos. EL ASCENSO DEL ESTRUCTURAL FUNCIONALISMO Una explicacién de esta “negacién de los origenes” parece encontrarse en el hecho de ‘que los primeros pasos del proceso de insti- tucionalizacién del conocimiento social en América Latina corresponden —légica y cro- nolgicamente— al ascenso del estructural funcionalismo como paradigma dominante en la investigacién social norteamericana y, en particular, en sociologia. La metodologia propuesta por este enfoque, asi como las téc- nicas que utiliza (6) parecen haber facilitado Ja circulacién de una nocién de ciencia so- cial que, dada la aceptacién de la teoria de la cual era portadora, actuaba, a priori, como elemento de legitimacién en la produccién del conocimiento y percibia, en consecuen- cia, los trabajos anteriores como “precienti. ficos”. Seguramente el valor del estructural funcionalismo como tentativa de reconstruc- cién de una sociologia sistematica (7) pero también al hecho de que su formalizacién en Estados Unidos se hubiera producido en el momento en que el sistema buscaba conocer algo més de las conductas sociales para pre- venir otra crisis como la del 29 (8). Los pri- meros escritos latinoamericanos inspirados por esta concepcién serén publicados por Jo- sé Medina Echavarria (9) y por Gino Germa- ni (10). No obstante, la cabal asimilacién del estructural funcionalismo por los cénones de la investigacién social latinoamericana se lleva a efecto durante la postguerra, coinci- diendo con la fundacién de la Comisién Eco- némica para América Latina (CEPAL) (11) y la formalizacién de la llamada “teoria del de- sarrollo”, que introduce, de su lado, un con- junto de elementos econémicos y algunos modelos matematicos de inspiracién keyne- siana (12). El proceso de industrializacién a través de la sustitucién de importaciones que cobra vida en esos afios en paises como México, Brasil, Argentina, Colombia, Uru- guay y Chile, parece haber generado su pro- pia demanda de conocimiento. Conviene, sin embargo, no perder de vista aqui que, a par- tir de la mitad de la década de los 50, este mismo proceso se inserta en el contexto de Ja reformulaci6n del capitalismo en un mun- SE Pa a ee Se eS a do que, asegurando el predominio del délar a través de los acuerdos de Breton Woods, co- loca en manos de los Estados Unidos la con- duccién del sistema en su conjunto, asignai dole un papel determinante dentro del mer- cado mundial al cual América Latina esta vinculada (13). Los sistemas conceptuales, las premisas metodol6gicas y hasta la propia dualidad “desarrollo-subdesarrollo”, pensada como la universalizacién del movimiento his- térico que habia precedido la industrializa- cién de los pafses “desarrollados” —y no es ocioso insistir aqui que, independientemente de la especificidad que América Latina pue- da tener para los intereses norteamericanos, este marco referencial adquiere durante el perfodo un cardcter planetario— no parecen ser ajenos, en lo esencial, al lugar que ocu- pan los Estados Unidos y sus necesidades instrumentales en la produccién de una de- terminada concepcién del mundo, la que in- volucra las esferas de la ciencia, la cultura y la produccién simbélica. Como nos lo recuer- da Armand Mattelart, la nocién de “desarro- lo” aparece en el lenguaje de las relaciones internacionales en 1949 —y no es necesario que subrayemos aqui el hecho que haya sido éste, justamente, el momento de fundacién de la CEPAL-, para designar su contrario, el “subdesarrollo”, como la parte de la pobla- cién del planeta que no tenia acceso al pro- greso (14). Mediante un subterfugio politico- Iteenolégico la ideologia del progreso se re- convierte asi en teorfa del desarrollo. Al ins- pirarse en los métodos de las ciencias natu- rales, —de acuerdo con Darwin y con las tra- diciones organicistas fundadas por Spencer y Durkheim (15)—, el estructural funciona- lismo promueve una nocién de equilibrio que se apoya en una determinada representacién de las funciones —manifiestas 0 latentes (16)— que deberian cumplir los diferentes actores sociales, representacién concebida sobre la base del privilegio de algunas de es- tas mismas funciones dentro de un sistema que transforma todo cuestionamiento a sus fundamentos en disfuncionalidades. Al teori- zar la ausencia de conflicto, esta corriente tuvo evidentes consecuencias en la construe- cidn de una representacién democratica de la sociedad. De otro lado, al postular la socio- logfa como una disciplina con objeto y méto- dos propios, separdndola de la antropologia y de la historiografia —podrfamos afiadir de la literatura y del arte en general, el estruc- tural funcionalismo o “recorta” la represen- tacién de lo social en una serie de estancos incomunicados entre si, destruyendo la uni- dad del objeto de lo social. La l6gica de cons- truccién del conocimiento se ve volatilizada en una reproduccién de lo social organizada a partir de los distintos universos inconexos que ofrecen las distintas disciplinas —socio- logfa, ciencia politica, psicologia social...— y la arbitrariedad de los cortes parciales que éstas ofrecen en la légica de aprehensién de la vida social. Los trabajos de Florestan Fer- nandes (17) y los ya citados de José Medina Echavarria y Gino Germani (18) ilustran perfectamente la adopcién en América Lati na de esta concepcién de la ciencia social. Conviene recordar que el problema adquiere una complejidad adicional cuando adverti- mos que la investigacién social que se reco- nocia en el marxismo oficial —vale decir el marxismo aceptado por el entonces existente Estado soviético— reclama también el apela- tivo de “ciencia” (19). Cierto es que, a través de la caracterizacién de América Latina co- mo “semicolonia” — que tiene siempre el problema conceptual de todo “semi” (20)- y de los postulados de la “lucha por la libera- cin nacional” apenas matizados por las tesis, de la hegemonfa del proletariado en la revo- lucién democratico burguesa, el marxismo oficial en América Latina, a pesar de presen- tarse como un pensamiento critico, coincide, en lo fundamental, con la teorfa del desarro- Mo (21). LA TEORIA DE LA DEPENDENCIA La significaci6n politica de la Revolucion Cubana, el ascenso de la lucha social y el de- sastre econémico que, desde los afios 60, evi- dencian el fracaso del modelo propiciado por la teoria del desarrollo (22), van a poner so- bre el tapete algunos problemas en la cons- truccién del conocimiento que estimularan fuertemente, desde el interior de su propia crisis, la critica y la superacién del paradig- ma desarrollista (23). Surge as{ en América Latina una de las corrientes de mayor convo- catoria y mejor ancladas tanto en la historia de la investigacién social como en el imagi- nario politico latinoamericano, conocida, ge- néricamente, como la “teorfa de la depen- dencia’ (24). Sin llegar a estructurarse como un cuerpo homogéneo, su rasgo comin esté dado por la critica a la teoria del desarrollo y la centralidad de la categoria de dependen- cia que organiza los diferentes trabajos que Como nos fo recuerda Armand ‘Mattelart, la nocién de “desarrollo” ‘parece en el lengugje de las relaciones internacionales en 1949 para designar ‘su contrario, el “subdesarrollo" 107 9 zZ S g La.atomizacion ppropuesta por lo propia cutuia a competencia en el mercado de trabajo hasta el rap pareciera haber contaminado el andliss de las Geencias Soaales LAS CIENCIAS SOCIALES EN EL BANQUILLO Tomado de Nueva Sociedad, # 108. Ortizpoz0 se reconocen en ese paradigma. Esta ultima fue definida como “una situacién en la que un cierto grupo de paises tiene su economia condicionada por el desarrollo y la expansién de otra economfa, La relacién de interdepen- dencia entre dos 0 més economfas y entre és- tas y el comercio mundial asume la forma de dependencia cuando algunos paises (los do- minantes), pueden autoexpandirse y autoim- pulsarse, en tanto que otros (los dependien- tes), slo lo pueden hacer como reflejo de esa expansién, que puede actuar positiva 0 negativamente sobre su desarrollo inmedia- to” (25). La teoria dela dependencia, al cues- tionar los supuestos metodolégicos sobre los que se apoyaba la teoria del desarrollo, abre un campo que, poniendo el énfasis en la in- sercin de las economias latinoamericanas en el mercado mundial y en los efectos polf- ticos y culturales que de ésta insercién se desprendfan, establece —o restablece— una perspectiva critica en la investigacién social que se traduce en la ampliacién del horizonte de visibilidad del investigador y en la forma- lizacién de una distancia que permite perci- bir América Latina en el contexto de la com: plejidad del capitalismo como sistema domi- nante (26). En rigor, permite construir el aparato tedrico para intentar reproducir con- ceptualmente una totalidad, retomando con ello un camino de investigacién nitidamente diferenciado de 1a fragmentacién propuesta por un cientismo que evidenciaré su inutili- dad, pocos afios después, con el fracaso nor- teamericano en Viet-Nam. Desde ese Angulo, una buena parte de los trabajos que se reco- nocen en la teorfa de la dependencia mues- tran la vitalidad de un marxismo que, a par- tir de la Revolucién Cubana —o al menos de sus primeras etapas— renueva un compro- miso con la praxis 0, de otra manera, que busca una produccién teérica apoyada en la informacién que ofrece la historia latinoa- mericana en su inserci6n en el capitalismo. CRISIS Y GLOBALIZACION El destino de la teoria, sin embargo, pare- ciera tener, casi siempre, algo de tragedia clasica. Alcanzada por los oleajes de la histo- ria, su nave se ve arrojada una y mil veces sobre las escarpadas costas donde moran los dioses del desencuentro, del olvido y de las lecturas soeces. El enfrentamiento entre las clases —en el que un cierto nimero de inves- tigadores latinoamericanos asistieron como actores y testigos— resolvié el dilema entre “socialismo 0 fascismo”, que la propia teoria de la dependencia venia planteando con in- sistencia en favor del segundo término (27) La secuencia de golpes de Estado y la subse- cuente implantacién de regimenes militares en la region, destruyeron o clausuraron innu- merables centros de investigacién, llevando- se, en la violencia de su cometido, las bases a Tae ld SSS materiales donde se desarrollaba el debate (28). Par los investigadores latinoamerica- nos, Ecuador, Costa Rica, Venezuela, Cuba, pero esencialmente México se convirtieron en tierra de asilo. Es particularmente en este tiltimo donde la teoria de la dependencia for- maliza su contribucién, separada esta vez, a fuerza de exilio, de su relacién con la practi- a politica directa. Antes que por el genio de ‘sus criticos, la teoria de la dependencia —in- dependientemente de sus propios limites—, parece haber sido barrida, de ésta forma, por la fuerza de las armas. En una intima relacién, entonces, con un debate que, a fuerza de verse aislado de la lucha social, se volvia cada vez més margi- nal 0, quizis, como consecuencia de la mar- ginalidad de ese mismo debate, América La- tina va a asistir al debilitamiento politico de las fuerzas populares que habfan emergido con la crisis de los afios 60, debilitamiento que no venia sino a profundizar el divorcio entre una serie de procesos politicos donde Ja huella del capital estaba cada vez més pre- sente y una teorfa critica que perdia, al mis- mo tiempo, su implantacién social. En este cambio en la correlacién de fuerzas politicas —o sea, en un proceso que, digdmoslo de pa- so, va de la politica a la economia y que, re- cordémoslo también de paso, se desarrolla tanto en América Latina como, en un movi- miento que escapa a los limites de este andli- sis, a escala mundial (29)— es donde pode- mos encontrar el fundamento que abre el camino a un lento pero seguro proceso de liberaliza- cién de los movimientos de capitales, los que subterréneamente, mediante la recomposi- cin de la divisién internacional del trabajo, gestarén el fenémeno de globalizacién que orientaré los procesos productivos y el mer- cado mundial y que prefiguraré los escena- rios econémicos actuales (30). Desde 1971, Richard Nixon —probando la nueva correla- cién de fuerzas que se anunciaba en el hori- zonte— declara la inconvertibilidad del d6- lar. En los afios siguientes, los gobiernos lati- noamericanos salidos de la cadena de putsch de los aiios 70 imponen, manu militari, la “mano invisible” del fantasma de Adam Smith. Un liberalismo organizado brutalmen- te desde el aparato de Estado abre asi paso a un proceso de desreglamentacién, vale decir, de liquidacién de los reglamentos que prote- gian los mercados locales de la entrada de mercancias y de la entrada —y sobre todo del retorno— de capitales en plena euforia expansiva (31). La consecuencia “natural” de este proceso se traduce en la gestacién de una verdadera ola de privatizaciones que viene a poner fin a la tutela del Estado, tanto sobre las funciones redistributivas que favo- recfan a los sectores populares como sobre los procesos econémicos en su conjunto (32) Producto de estas modificaciones —y esta es La demanda de resultados citrados, utlizables en e! arte de las ventas y los ganancies, viene imponiendo lo utiizacién de variables empfrcas en el campo de los estudies sociales 1098 yn Eldestino de fa teora, sin embargo, pareciera tener, asi siempre, ogo de tragedia clésica. ‘Alcanzada por las olegjes de (a historia, ‘Su nave se ve ‘arrojada una y mit veces sobre fos escorpadas costas donde moran los doses del desencuentro S CIENCIAS SOCIALES EN EL BANQUILL' la hipétesis interpretativa que quisiéramos proponer al debate— la construccién del co- nocimiento social en América Latina co- mienza a responder a una demanda que no se origina en las necesidades internas de una investigacién que busca explicar las formas de vida social en el continente, sino en la ex- pansién de un mercado estimulado por el proceso de globalizacién. Empujada por este proceso, una nueva se- leccién temética en la investigacién social hace su aparicién en nuestro continente, ex- presada no sélo en los enunciados de los tra- bajos presentados sino también en la concep- tualizaci6n, en la perspectiva de la investiga- cin y en la metodologia que estos proponen (33). Podemos anotar aqui que el paisaje de Ta investigacién social que emerge en Am ca Latina durante los ltimos quince aios muestra que las nociones que insertaron el andlisis en una perspectiva global, han veni- do cediendo terreno frente a la aparicién de un conjunto de sistemas conceptuales de “baja intensidad”, orientados hacia un uni- verso “microsocial” (34), que excluye toda reconstruccién de una totalidad histérica. La atomizacién propuesta por 1a propia cultura —de la competencia en el mercado de traba- jo hasta el rap— pareciera haber contamina- do el andlisis y éste, al no poder desembara- zarse del ritmo impuesto por la circulacién de mercancfas, no tuviese otra alternativa que reproducir la misma légica de funciona- miento, tratando al tejido social como un agregado compuesto de microcosmos, auto- suficientes, siempre iguales a si mismos y en Jos cuales el sistema de decisiones politicas permanece necesariamente al exterior de la praxis de los actores involucrados. La inves- tigacién social hace suyo, de esta mancra, uno de los rasgos del sistema politico que va aparejado a la globalizacién, el de la profe- sionalizaci6n de la politica, vale decir, la con- cepeién de ésta como un asunto de especia- listas que administran el poder —de hecho, la sobrevaloracién del ritual electoral por el sistema imperante, tan en boga en los me- dios de comunicacién, noes sino otro aspecto del mismo problema— y frente a los cuales la masa de administrados solo puede actuar en calidad de “electores” (35), Puede anotar- se aqui, de paso, que, privilegiando un siste- ma conceptual fuertemente impregnado de “categorfas trascendentales” —y la abundan- cia de trabajos sobre el tema de la postmo- dernidad (36) 0 de la identidad asf lo mues- tran (y podrfamos, ademés, recordar aqui con Adorno que “la dialéctica no es sino la conciencia rigurosa de la no identidad”) G7)—eluden la “zona de conflicto” en la que se generan las contradicciones mas visibles de Ia problematica social latinoamericana. Asi por ejemplo, los trabajos sobre la depen- dencia han sido reemplazados por otros que se plantean la determinacién del problema de la equidad (38), cuyo fundamento —de origen ético, 0 religioso (zo fundamentalis- ta?)— permanece al exterior del proceso so- cial estudiado, como una suerte de referen- cia eterna —ahist6rica— a Ja cual la investi- gacién social deberia recurrir cada vez que requiriese de un patrén justo para encuadrar el andlisis, a veces rebelde, de los procesos que examina, Puede verse aqui, entonces, co- mo el rango de una nocién de apariencia tan inofensiva -pero al mismo tiempo extraordi- nariamente flexible y adaptable a la corrcla- cién de fuerzas politicas— como aquella de equidad, cumple la funcién de ocultar la na- turaleza profunda de la globalizacién, impi- diendo a la investigacién apropiarse de ésta como lo que es, vale decir, como una nueva etapa en el proceso hist6rico de la acumula- cién de capital y manteniendo, de paso, el anélisis en la esfera de la distribucién y de una distribuci6n que —no sabemos por qué— deberfa ser “equitativa”. EL INTELECTUAL INSTITUCIONAL PRAGMATICO Donde parece recidir el nervio que evi- dencia con mayor nitidez la subordinacién de la investigacién social a los ritmos y a las ne- cesidades del mercado es en los criterios metodolégico (39). Exhibiendo el mas absolu- to desprecio por toda reflexién epistemolégi- ca (40), la metodologia utilizada por las in- vestigaciones sociales durante los ditimos quince afios reduce su funcién a la biisqueda de instrumentos capaces de efectuar una la- bor de marketing. En ninguna parte como aqui se percibe la necesidad de “fabricar”. — y al fin y al cabo estamos tratando con espe- culadores y fabricantes— una ciencia social confeccionada sobre la base de instrumentos destinados a recolectar informacién y a tra- tarla desde una perspectiva cuantitativa (41). La demanda de resultados cifrados, uti- lizables en el arte de las ventas y las ganan- cias, viene imponiendo la utilizacién de va- Neen SS ee S CIENCIAS SOCIALES EN EL BANQUILL riables empiricas que, detrés de la aparien- cia de una construccién metodoldgica, disi- mulan apenas la tentativa de atribuir a los “hechos” una condicién de transparencia, lo que en buen castellano, no significa otra cosa que la reproduccién de Ja ilusién positivista de la aprehensién inmediata de la realidad (42). Justo es decir, sin embargo, que los sal- tos dados por la técnica en el mismo periodo que analizamos contribuye a reforzar esta ilusi6n. La introduccién de nuevas modalida- des en la préctica de la investigacién —como las computadoras, el correo electrénico, In- ternet, etc.— ha venido dinamizando consi- derablemente el proceso de la investigacién misma, facilitando el acceso a la informa- cién, concentréndola y sistematizandola, re- duciendo los plazos de entrega de los resulta- dos, poniendo en contacto los diferentes in- vestigadores y creando un campo interactivo de intercambio de experiencias, en rigor im- poniendo una nueva concepcién de tiempo en Ja investigacién (43). Todo lo cual, no obstan- te, no reemplaza —ni puede reemplazar (44)— el ejercicio epistemoldgico que cons- truye conjuntamente teoria y método y que por ello identificando filosoffa e historia identifica también sujeto y objeto de cono miento, identificacién —esta tiltima— que in- troduce inmediatamente en esta indagacién el tema del intelectual, empujéndonos a in- corporar al anilisis el problema de aquella mutacién que se produce en el papel de los intelectuales y en los intelectuales mismos (45). Trabajando sobre la premisa de la neu- tralidad axiol6gica del investigador, el crite- rio que parece unificar a los que James Pe- tras lama jocosamente “los intelectuales institucionales pragmiticos de los 80 y 90” (46), es el olvido de que los investigadores — seres humanos, al fin—, al dar cuenta de los procesos culturales, escriben en la historia, por lo tanto escriben siempre para un con- junto de interlocutores hist6ricamente deter- minados, y que no basta, entonces, examinar los mundanales y terréqueos problemas en que viven nuestras sociedades intentando describir los procesos sociales como “buen marciano”, porque esa misma descripcién, por mucho que se pretenda quirirjicamente incontaminada, si quiere llevar adelante su cometido, vale decir, si quiere plasmar sen- siblemente una forma de apropiacién inte- lectual del mundo, esté obligada no solamen- te a conducir su andlisis hasta el limite de su horizonte de visibilidad (47) sino a conducir- Jo de una manera critica (48) pura y simple- mente porque toda constatacién en un mun- do donde los procesos sociales portan en sf el sello que les ha impreso la naturaleza contra- dictoria del sistema (49) —organizado hoy bajo la égida de la globalizacién—es, inme- diatamente, en un sélo y tinico acto, critica. En esta direccién, podemos escribir aqui que, més alld de su perfil humano y politico, Jo que caracteriza a “los intelectuales, insti- tucionales pragmaticos” es el abandono de la practica del oficio de investigador ejercido sobre la base de la conviccién intima —con- viccién que equivale a una suerte de jura- mento de Hipotesis—, de que el conocimien- to de lo social —ms que cualquier otra for- ma de conocimiento— por su propia naturé leza, al ofrecer una mirada sobre los meca- nismos a través de los cuales se desarrollan los procesos sociales, forma parte de la apre- hensién intelectual del mundo, por lo tanto, de la praxis misma de los actores involucra- dos, estableciendo de ese modo una conexi6n vital, con la historia desde la cual escriben (50). Lo que esté en juego es, entonces, la po- sibilidad de ejercer el oficio de investigador y, detras de ello, la posibilidad misma del in- telectual... Sin embargo, para poder acceder, globalizacién mediante, al “mercado interna- cional que regula las oportunidades de inves- tigacién” del cual nos habla piidicamente Jo- sé Joaquin Brunner (51) el “intelectual insti- tucional pragmético” debe abjurar de esta especificidad de su arte, debe renegar de la critica, debe maldecir cualquier tentativa de construir cualquier cosa que no sea una “descripcién”, en resumen, debe abdicar, y en esta abdicacién —asumida o no, poco im- porta— es donde se puede ver —como en el huevo de la serpiente—, que lo que ha verda- deramente cambiado en estos tiltimos quince afios en la investigacién social en América Latina es la relacién del investigador con su oficio, CITAS 1 Dado este cardcter, los trabajos aqui exa- ‘minados no cumplen de ninguna manera, la funcién de “muestra” en el sentido socioldgioo del termino. 3.- Cf. por ej. GERMANI, Gino, La Sociologia en América Latina, Problemas y Perspectvas; Bue- nos Aires, Eudeba. 1964; CASTELLO, Hugo, Cien- cia Social en América Latina, Caracas, Uinversidad Central de Venezuela. 1969; KAPLAN, Narcos, La Investigacién Latinoamericana de las Ciencias ‘So- Lo que verdaderamente ha cambiado en estos tltimes quince af ios en la investigacién social en América Latine es fa relacién del imestigador con su ofico| 111 N I ea eel SSS ciales, El Colegio de México, 1973; SOLAR, Aldo, Teoria, Acci6n Social y Desarrollo, México. Siglo XXI, 1976; SOTELO, Ignacio, Sociologia de Améri ca Latina, Madrid, Tecnos, 1972; OSORIO, Jaime, “Los nueves socidlogos” Encuentro XXI, Afio Il. N? 5, Santiago de Chile, otofio de 1996. pp. 56-75. 4.-Pensemos, por ejemplo, en las dificultades para relegar a esta suerte de “prehistoria de las Ciencias sociales” la obra de José Carlos Mariate- 9 -"La mayor parte de estos pensadores no pue- den ser considerados como socidlogos, fildsofos 0 historiadores en un sentido estricto” nos dice Aldo Solari en un texto que se ha vuelto clasico (Ct. SO- LARI, Aldo, Teoria, Accién Social..., op. cit. p. 22). De su lado, Gino Germani afima que “dejando de lado el periodo colonial... puede serialarse una pri mera fase de pensamiento pre-sociolégico”. (CI. GERMANI, Gino, La Sociologia en América Lati- Na..., Op. Ctp. 18). 6: "Ci. BOTTOMORE, Tom, y NISBET, Ro- bert, A History of Sociological Analysis, New York, Bassic Books Inc. 1978. 8. Germani dira que “la sociologia es una ciencia en crisis” (GERMANI, Gino, La Sociologia en América Latina..., op. cit. p. 104). 9. Cl. MEDINA ECHAVARRIA, José, Sociolo- gia, Teoriay Técnica, México. FCE, 1941. 10. Cf GERMANI, Gino, Teoria e investigacién de la sociologia empirica, Mimeo. Buenos Aires, 1496. Este texto fue reeditado, con ligeras modifica ciones con el titulo de “La sociologia cientifica’, apuntes para su fundamentacién, UNAM, 1962. ‘1.- Ct. por ej. RODRIGUEZ, Octavio, La teoria del subdesarrollo de la CEPAL, México. Siglo XX\, 1980. 12. Ct. por ej,, PAZ, Pedro, y SUNKEL, Osval- do, El subdesarroilo latinoamericano y la teoria del desarrollo. México. Siglo XXI, 1971. 18.- CI. JULIEN, Claude, L'empire americain, Pa- ris, Grasset, 1968. 14.- Mattelart sefiala que la expresién de “subde- sarrollo” nacié en la Casa Blanca a través de un discurso del presidente Truman conocido como Punto Cuairo (Cf. MATTELART, Armand, La com: nicationsmonde, histoire des idées et des straté- gies, Paris. La Découverte, 1982. p. 176). 15.- Parsons escribe: “if socal “science”, which | prefer to categorize more generally as that of “ac: tion’, was to find a real place in modern cultural de- velopment, it had to came into terms with this know: ledge of the organic world, especially since Darwin’. Cf. PARSONS, Talcott, Social Systems and the Evolution of Action Theory, London. Collier Mac Mi llan Publischers, 1977. 16.- Ct. COSER, Lewis A., The Idea of Social Structure: Papers in Honor of Robert K. Merton, New York. Harcourt Brace, 1975. 17. Cf. FERNANDES, Florestén, Ensaio sobre 0 metodo de interpretagao funcicnalista na socilogia, Facultade de Filosofia, Ciencias e Letras. Universi- dade de Sao Paulo, 1953; Apontamentos sobre os problemas de indugao na’ sociologia, Facultade de Fisolosfia, Ciencias y Letras Universidade de Sao Paulo, 1954; Fundamentos empiricos de la explica- {a0 socilégica, Sao Paulo. Companhia Editora Na- ional, 1959. 18.- Resulta particularmente interesante en la perspectiva de éste trabajo comparar La Sociologia en América Latina..., de Gino Germani con algunos de los trabajos de Robert Merton. Ct. por ¢)., MER- TON, Robert, Social Theory and Social Structure, Glencoe. Ilinois. The Free Press, 1949, 19.- Desde el diamat staliniano hasta la recep- cién de los esoritos de Althusser, diversas lecturas han venido contribuyendo a estimular fuertemente en América Latina una comprensién “cientista’ de la obra de Marx 20.- Ci. FRANCO, Carlos, Introduccién a Marx y América Latina, de José Aric6.Alianza Editorial Me- xicana, 1982. 21.- Cf, por ¢j. a revista América Latina, editada durante varios afios en Moscis 22. En abril de 1967, Felipe Herrera, a la época presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), afirmaba que la brecha entre el mundo desa- rroliado y el mundo subdesarrollado, en lugar de, como se esperaba, disminuir, se agrandaba (Cr. HERRERA, Felipe, “Vialidad de una comunidad lati- noamericana” Estudios Intemnaiconales, N° 1.San- tiago de Chile, 1967). 23. CARDOSO, Femando Henrique, y FALET- TO, Enzo, Dependencia y desarrollo en America Latina, Novena ed. México. Siglo XXI, 1974. 24.- Ct. por ej. MARIANI,Rui mauro, Dialéctica de la dependencia, Quinta ed. Mexico. Era, 1981; —Subdesarrollo y revolucién, Décima ed. México io XXI, 1980; DOS SANTOS, Theotonio. Impe- fialismo y'dependencia, México.Era, 1978; BAMBI- RRA.Vania, El capitalismo dependiente latinoameri- ‘cano, México. Siglo XI, 1974, 25.- DOS SANTOS, Theotonio, Imperialismo y Dependencia, op. cit. p. 305. Esta definicin fue for- mulada por primera vez en el contaxto del semina- rio desarrollado por el Consejo Latnoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) en Lima, durante el mes de octubre de 1968 y ha servido de referencia a un buen niimero de trabajos sobre la dependen- cia. (Ct. por ej, BAMBIRRA, Vania. El capitalismo dependiente latinoamericano, op. ct; BRIONES, Al- varo, Economia y politica del fascismo dependien- te, México. Sigio XXI, 1978). 26.- Cf. GUNDER FRANK, And‘é, “Fonctionalis- me e t dialéctique” Lhomme et la société, N? 12.Pa- fis, 1969. pp. 139-149, 27.- Cf. por ej. DOS SANTOS, Theotonio, So- cialismo 0 fasc’smo: el nuevo cardcter de la depen- dencia y el dilema de América Latina, Mimeo. CE- SO. Universidad de Chile, sit 28. Theotonio Dos Santos, que habia llegado a Chile en 1966 y que habia contribuido esencialmen- te al desarrollo del Centro de Estudios Socioeconé- mioos de la Uriversidad de Chile (CESO), escribe: “El golpe militar de 1973 vino a cortar bruscamente los estudios sobre el capitalismo contemporaneo ‘que teniamos en curso. A pesar del enorme esfuer- Z0 que representaban los trabajos avanzados en tantos afios, los perdimos sin amargura. Era tan grande el drama de aquel pueblo que se convirtié en nuestra segunda patria que cualquier problema Ee LAS CIENCIAS SOCIALES EN EL BANQUIL! Personal, aunque tenga el sentido ‘olectivo que tiene la investigacién, se hacia y se hace mezquino..." {DOS Santos, Theotonio, Imperia- lismo y dependencia, op. cit. p. 14). 29.- Cf. por ej. CUEVA, Agustin, *américa Latina ante el “fin de la historia”, El nuevo orden mundial 0 la conquista interminable, SEgunda ed. Navarra. Txlapanta, 1991. pp 63-75. 80.- Cf. por ej.. GROUPE de LISBONNE, Limites a la compétiti- vité, Paris la Découverte, 1995; AMIN, Samir, La gestion capitaliste de la crise, Paris. L'Harmattan, 1995; —Les défi de la mondialisa- tion, paris. LHamattan, 1996; BU. HOUR, Chantal, Le commerce ternational de GATT 4 'OMC, Pa- ris. Le Monde éditions, 1996; URRIOLA, Rafael, La paradoja de la globalizacién: mas mercado y més regulacién, Documento de tra- bajo Quito. ILDIS. 1996; CORREIA de ANDRADE, Manuel "Globaliza- {gao e modernidades” Perspectivas, Revista de Ciéncias Sociais, Vol. XVIUXVIIl, 1994/1995. Universida- de EStadual Paulista pp. 13-20; CHONCHOL, Jac- ques, “Globalizacién y neocolonialismo” Temas de La Epoca, Santiago de Chile, 14 de julio de 1996. pp. 22-23; MONTOYA, Aquiles, “Giobalizacion. ZY nada mas?, Estudios Centroamericanos, N° 570, (Dossier: “Los desafios de la globalizacién y a ‘modemizacion’) abril 1996. pp. 289-305. 31. Los paises latinoamericanos se transforman asi en exportadores de capitales. En 1977, América Latina captaba el 14% de la inversion mundial, lo ‘que representaba ol 47% del total captado por los paises en desarrollo. En 1986, esa cifra habia baja- do al 4,6% sobre el total mundial y equivalia al 17% de los paises en desarrollo.Ct. CLEPI, informe so- bre la economia mundial. Perspectiva latinoameri- cana (1988-89), Santiago de Chile, 1989.Sobre es- te aspecto del problema, Ct. MASSARDO, Jaime, “américa Latina, pensar la crisis...” Pluma y pincel, No. 154. Santiago de Chile, diciembre de 1992. pp. 17.19. 92.- Para el andlisis del caso mexicano Cf. CON- CHEIRO Elvira, El gran acuerdo, gobierno y empre- sarios en la modemizacién salinista, México. ERa, 1996. 33.- Tomando algunos ejemplos al azar, Cf. LECHNER, Robert, “Chile 2000: las sombras dei mafiana” Estudios internacionales, Afio XXVII, N° 105, enero/marzo de 1994; LAVADOS, Ivan, “La educacién superior en Chile” Estudios sociales, NP 72, 1992 pp. 137-153; ULLOA, Mirtha, y VARGAS, Macarena, “Politicas juridicas y necesidades de jus- ticia de los sectores pobres” Estudios sociales, No 83. Santiago de Chile, 1995. pp. 51-98; PERINA, Rubén, “La promocién de la demooracia en Améri-

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