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ache . Postarro ‘ Primera ediciin en espaol, 1938 Primera ediién (Colecein Fopola), 1959 Primera seimpresén, 1961 Segunds reimpresion, 1966 ‘Tercera reimpresion, 1970 Cunt. teimpresion, 1973 7 Quinta reimpresion, 1973 Mautvee Neb! \ Keodo CCI 3. Ie E cone ani ‘Traduccibn de ‘Awvowio Castno, Leat D.R, @ 1938, Fowso ve Curruna Econbsice dv deta Universidad, 975; Mérico 12, D. Fe Imprevo en México tieamente distintos, ex apenas posible una defini. ibn satifactoria que Tor incluya a todos.’ Cada concepto puede ser definido separadamente y Inc- igo la relacibn que guards cada uno con los dems puede ser expresada en terminos de algo més Emplio, Pero wna respuesta-defintion y sefisfoc: tori sblo puede en realidad aleanzarse cuando las diferencias cualitativas se reducen a 1 sérming «comin, por ejernplo, diferencias comunes de can. fidad 0 ndmero. Erta etapa, sin embargo, exté Icjor todacla en un campo tan poco explorado ‘como el de las ciencias sociales; y por ahora parece (que el modo ms satisfactorio de definir a econo- seta es hacerlo en términos de la cuestion que se pregueta cuya respuesta se busce, y defini, de manera semejante, las escuelas ideolégicas rivales an trminos de las diversas cuestiones qute s© 90- ponen ast mismas, 0 de ls diferencias de Tos tipos ela respuesta que ofrecen. Mucha de la confi ibn que reina abora en el campo de la ‘economia je debe, segiin creo, a que no se pone en préctica ‘ate sencillo plan, Muchas discusiones ain pen Gientes —por ejemplo, la de los economists cldsi- tos con log modernos— no han fenido otro res tado que el empate y la confusién, debido a que los ontrincantes no Hlegaron a,comprender que cada 6 men URC MERE REGS: TISEE: INTRODUCCION Definir de qué srata la economia es rnuchlsimo mde dificil de lo que la mayor parte de la gente cree. Los libros de texto ofrecen diversas defini- ciones. “Economla cs el estudio del hombre en lor negocios ordinarios de la vida.” “Economia es el ‘estudio de aquellos motivos y accioncs que pueden ser medidos en dinero.” Pero tales definiciones ‘no nos llevan mity lejos. En las ciencias inductivas yy experiiensales la naturaleza de su materia ofrece tuna definicién preliminar (por lo menos inicial- mente) de su objeto, aun en los casos en que las fronteras puedan ser vagas 0 borrosas, como la frontera entre la astronomla y Ia fisica actuales, Pero como en las ciencias sociales la experinen- tacién.es tan limitada, Ia economla cs fundamen- talmente wna ciencia deductiva que, como la geometrla’y la mecbnica, deduce una serie de con- clusiones de ciertas premisas 0 supuestos; y en 4 estudio deductivo el desarrollo de los conceptos mismos es'el que da necesariamente los limites de dicho estudio. Si tal es el caso y existen diversas eseuelas de ideas que emplean conceptos cualita- 5 uno estaba empeiiado en responder una serie dis- tinta de cuestiones: Ricardo y Marz, por ejemplo, ‘estaban interesados en citrtos aspectos de Ia distri- Bucién de la riqueza entre Jas clases; Jevons y Parcto, en las condiciones del equilibrio de los precios en wn mercado abierto a la competencia, Gran parte de las diseusiones sobre si certa teorla es adecuada 0 no (digamos, la de los salariés 0 la del beneficio) depende de que dicha teorka res. pponda o no a lar cuestiones que prentende respon- der cuando éstas se expresan con un mayor 0 me nor grado de claridad. Mds de un economista se ‘ha embarcado en busca de respuestas a cirtas cues tiones empleando para ello un material de supues- tos que, por su naturaleza, exclulan Ia posibilidad de que tales cuestiones encontraran respuesta. Es opinibn de moda pensar que los primeros cconomistas fueron los rudos artesanas de la cien- Gia econdmica que, srabajando con instrumentos inferiores y menor experiencia, levansaron su edi- <__ ficio de modo insperfecto, y que sus suceroret mo- dernos han reparado los errores y las falias de ‘aquéllos completando y acabando fa estructura le- vantada, Se dice que Ricardo insistié “sdlo en un ado” del problema (werbigracia, en la oferta y/ no en la demanda), que se dio cuenta nada més SE Ee De ee ME TE | 3 ) BN 4 3 isha AAA em boos eS “REP ET SE SOU BE SE a eS aE de una de las series de fuerzas en accién; que Adam Smith ech6 ciertos cimientos (su invest ‘gocibn sobre las causas de la riqueza de las nacio- cs) que ban necesitado pora completarse Ja séc- nica perfeccionada de cien afios desputs. Ast, los conceptos de la economta cldsica se contrastan con los conceptos de Ia seorla ecéndmica del siglo xx y se comparan en seguida, con indudable vensaja de estos ditimos, en cuanto a su mayor acabado perfeccibn de detalle, En lo que se diferencian (par ejemplo, en la importancia del costo de pro- duecién sobre fa ulilidad como deterninante del valor de cansbio) la discusién entre ellos se hace parecer como si se tritara tnieamente de distintas retpuestas dadas a un mismo cuestionario bdsico, Este modo de ver las cosas es fundamentalmente errénco. Resulta, por lo menos, una visién muy parcial del problenia y mds bien confunde que esclarece; es probable que cualquier progreso en el asunto serb estorbado seriamente mientras no 1c intente un modo de ver distinto y més juicioso. Es ya un lugar comiin en arte que los "primitivos” de los siglos xiv y x0 no eran simplemente arth fices més rudos que los pintores representatives de épocas posteriores —en muchos casos evidememen- te no lo eran—, sino que lo que trataban de hacer EL NACIMIENTO DE LA ECONOMIA POLITICA La economia politi su cuna en esos cambios i col t ideoldgicos, que marcaron laws E al bacia la nue™™ va cra burguesa, En Francia y Alémania los restos ‘dei feudalismo cstaban a punto de desaparecer. El centro de gravedad en lo econémico y en lo en favor del_advenedizo “tercer_cstada”". En Inglaterra la burguesia. se _babfa.consolidado mucho antes, y el Estado bur- gués, que perseguia una politica comercial, se hhabfa establecido dos a tres siglos antes. Inglate- 11a tuvo entonces sus escritores econémicos —Tho- mas Mun, Locke y Sir William Petty— los cuales se preocuparon mis por cuestiones particulares de politica estatal que por crear un sistema tebtico, Hiacia fines del siglo xvint apareci6 una shueva'sec-» cidn de la case burguesa: und élase de capitalistas industriales cuyos interefes-estaban ch contra del sistema vigente establecido por los intereses.agra- ios y comerciales de Ja aristocracia conservadora del siglo xvi. Fue en Francia, més que en Ingla-_ 10 era algo cualitativamente distinto. Los fisidcratas" y los economistas lésicos son en cierto sentido los “primitivos” de la ciencia econdmica. En cierto modo pueden haber tenido una tecnica menos acé- boda que sus descendientes del siglo xx; pero lo mds importante es que muchos de los conceptos que utilizaban eran diferentes y que trataban de responder a una serie diferente de euestiones en una forma diferente: cuestiones en parte relacio-\ nadas con la distribucién del ingreso nacional centre las clases y, en parte, con las condiciones de progreso econdmico méximo. Los economistas ac- tuales oscurecen este hecho porque se imaginan que ellénestin respondiendo, y sostienen cierta- mente que responden, a muchas de las cuestiones que sus antecesores cldsicos se aplicaron a respon der, Pero creo que, en gran parte, el material que susan lega en realidad a soluciones que de hecho te reficren @ cuestiones de un sentido completa- mente diverso y més limitado, terra, en donde el concepto unificado We wna socie- dad econémica aparecié por primera vez como el objeto de 1a Economia Politica. Los fisibcratas franceses del siglo xvim_bosquejaron Jos pesfiles que Adam Smith fue Ucnando cn su investiga: ae ec ae Figueza “Tanto Francia como Inglaterra vieron entonces aparccer abundantes fermentos de nuevas ideas, formuladas en el Jenguaje de las ciencias naturales, que desde Bacon y Descartes ganaban cada vez fs seguro terreno, Exente al antiguo orden auto- tars impucstos, cédigos y sanciones, se Tevantaba el conceptade un “ atural”, cuya mano sélo se vela cuando el hombre, rotos sus yugos, volvfa a Ja libertad, y de cuyas sanciones. disponts Ia voluntad_popular. En oposiciéa all “derecho divino” autoritario se levantaba el “de- echo natural” del individuo. Fue en este cuadro “en el qe ve demi el concepto de una sociedad ~~ econémica, Esta sociedad econémica estaba toda- vii en germen y se modelaba dentro de los limites de un sistema de sanciones y de probibiciones que al principio foment6, pero que después detuvo su / futuro desarrollo como una entidad. independien-/ tf PRINT Fe TGRNU PRET EARS i ty ae cE I 4 en te. fe aqué que, en_contra de las orient autoitarias del mercantiliuno —que soxtent unt sistema comercial s6lo exist como tal en vir tud de una reglaiieritacién i Estado y que, faltindole tal control, exerla en el caos—, Ja Economia Politica ofrecia la concepcién de un grden_econdmico reside g ‘una “Jey natural” que “marcharla sola” si se Ja dejaba sola y que daria Tos mejores resultados si Ja “ley natural” pudiera operar libremente y sin-estorhos, SEI indi- yiduo tenia un “derecho natural” de buscar su propio interés personal porque, al hacerlo asi, ayu- dado por aquella “mano invisible”, fomentaba el bien comtin. Descubrir y enunciar esta “ley na- tural” fue el papel de la Economia Politiéa; y el Consejo que ofrecié al soberano no fue cbmo regla- mentar, sino cémo dejar de reglamentar los nego- ios econémicos a fin de fomentar la mayor ri- queza de la nacién, Y mientras los fisigeratas forjaban Ia frase laissez-faire, lairsez-aller (dejad hacer, dejad pasar), los economistas ingleses se- gufan a Adz Smith explicando esa imponente simetrfa de Jas armonfas econémicks que acabarfa por nacer si no era ahogada o estrangulada por tuna contranatural atenci6n obstétrica. De modo que({i Economia Politica tuvo su origen derivé ) 2 desarrollo del Estado y de Ia cultura pudiera reali- zarse. El famoso Tableau économique de Ques- estaba hecho para mostrar que, del_rendi. imiento anval, una parte iba por intercambio a ‘Feponer_lo que se habia consumido durante el ze ualismo capitalista, Dy ~Ginoxden condt® pido por una “ey natu sal” debe tener un inci wns dotyro éomplejos y aparentemente arbitrarios qe sean los ~ fendmenos, ticnen que ser explicables en términos de generalizaciones que puedan formar entre si + €un todo Ibgico y consistente® La ciencia no se limita a clasificar todo segin 2. arreglo arbitrario de cisilleros, o a ponerlo todo en un conveniente sistema de tarjetas, por mfs que esto sea un recurso preliminar necesario, Su objeto final ¢s reducir el Iaberinto de las diferencias cualitativas que percibe dl ojo a uh comin denominador Gnico. {Los f- 3 siécratas fueron los primeros que concibieron con & recisida el orden egondmico como anélogoaun organisono natural; y 1a analogia dominante que “Z se ocurria era que Ja sociedad econémica cra un sistema de Ia ciculacibn dela riqueza Cuil era 3 Ia Gisiologia de este proceso? El sistema econémi- co era a la sociedad humana lo que el cuerpo era a Ja personalidad humana: a base fisica para el desarrollo de funciones mis elevadas, y era condi- cin del progreso social que el sistéma econémico fuera capaz de producir al Estado y a la clase go- bernante el mayor excedente posible con el que el ° Jo que cambiz por manufzcturas més lo que usa para subsistencia y simiente, no agota el total de Jo producido por la tierra: una tercera parte va a lase terrateniente en forma de renta, sin obtener, iclo_anterior; otra parte no_necesitaba_volver al sistema econémico para recomenzar_un nuevo ‘@a_eambio, ningtin equivalente, Esta parte era ‘Glexcedente esencial o produit net del sistema eco- Glo de produccién y ciseulaciOn, sino que queda- Geom un credent, erase modal nef el abajo ce juzgaba “productivo” en tanto que pod crear un excedente-sfo que constimian cl comer- Gory las manufactues era lo que necesitaban para. alimentar sus actividades, La industria cambiaba { Jos productos que no utilizaba por Ia produccién | agricola que requerfa su demanda de materias pri- \ mas y Ia subsistencia de sus obreros. La industria .! por este acto de intercambio no hacfa mis qué dar ua equivalente por un equivalent recbido, y no produc, por lo tanto, ningin excedente, Mira beau decla: “Le doy un pedazo de paiio & un sas- tre: no ser6 nunca capaz de aumentarlo de modo de sacar de 4 una casaca para ly otra para mi.” La agriculeura, por su parte, cambia parte de sus productos por las manufacturas que necesita para el sostenimiento de la agricultura y de la poblaciéa agricola, tales como implementos y vestides. Pero RR RES SSS Pe TREES, crete ome a . libros de texto acostumbran pasarlos de largo re- némico, {Ta agricultura era Ia Gnica que producia - ich El progreso consistia en el con. 2 inuo incremehto de este produit nets ‘ Estas ideas han sido malentendidas tan frecuen- a temente por los tiltimos economistas, que, en ge- neral, s6lo se asigna a los fisiScratas un lugar mo- desto en los cuadros de la Economia Politica. Los prendiéndolos por haber cometido la tonteria de afirmar que s6lo la agricultura era “productiva”, sin darse cuenta de Ia definicién_esencial_de Jo “productivo” como ercador de excedente 0 produit “eg net, y escapindoseles también toda la significacién fisten Fandamental de la distinci6n entre excedente,pro- “OP ducto bruto y costo como cl concepto unificador de la cconomfa politica. AI descubrir ese exce- dente s6lo en Ia agricultura, los fisibcratas no |“ ¥ afirmaban nada tan tonto como sostienen. sus cae / 2 Jumniadores: se trataba de un concepto que naci de la sociedad econbmica anterior a la Revoluciéa aries RErCENNTCE pane ) | Francesa y que era apropiado a ella, pues enton- ces estaban todavfa en su infancia las manufactu- ras de caricter capitalista, y la renta de la tierra cra Ia base esencial de los ingresos de la clase go- bernante. En la historia de las ideas ese concepto representa una interesante filosafia. de.tran entre 1a antigua y Ia nueva era, En cuanto a su forma, parece descansar sobre Ja sociedad aristo- cexitica del pasado por su insistencia en Ia impor- tancia de la agricultura y de la renta de Ja tierra Gierto es que no contiene ninguna profeeia respecto al industialismno del siglo 20x ni respecto a Tas necesidades y funciones de una nueva clase |purpuesa. e¥ qué fundameato habia para tales o Hhideas en la Francia del siglo xvmr€Pezo su empefio T eicito en favor de la desaparicién de las restriccio- nes feudales al desarrollo agricola y a Ja inversién de eapitales en los trabajos del campos su insisten- cia en Ja libertad de comercio y en Ia renta de Ja ticera como base apropiada para Ja tributaciéns su concepto de un orden econémico “natural” que “funcionaria solo", sin Ja ayuda de un control de 1a autoridad, tienen una significacién revolucio- {. naria,JEn el campo de las ideas econémicas fue- ron como el Juan Bautista de la préxima revo- lucién burguesa, asf como Voltaire y Rousseau 16 ums pons soductiva”; pero, fiel a su temperamento, dejé cl asunto y no prosiguié el desarrollo del con- expto de un produig net en las manufacturagy Por ‘otca parte, Ricardot (1772. cuyo tempera maato esencialmente cont era en muchos aspectos la antitesis del de Adam Smith, estaba més dentro de la tradicién directa de los fisiberatas (ea su manera de ver y en sus métodos, més que en sus conclusiones). Se preocupé por establecer un ‘principio unitario que sirviera para interpretar todos los fenémenos principales del sistema econ6- mico. Se preocupé particularmente, como los fisi6- ‘cratas, por el problema de Ja distibucién dea _ riqueza, En su exposicin, el produit net 0 renta ‘adquiri6 precisamente el aspecto de una extorsi6n «a las clases teabajadoras en beneficio de la clase “pasiva de terratenientes. fst fue un important ‘cambio de perspectiva, En si teoria del beneficic picjeitS virtvalmente una_segunda_eépecie de produit net, inferencia que Marx no tard6 en des- arrollar—: el produif Ja manufacturk, Pero csta especie tenia caracteristicas propias aun pertenecicra an género igual y més amplio.$e- gin consideraba los ingresos de’ 1a_burgues ~-clase formada por acumuladores de capital in- dustrial y pioneros del desarrollo industrial— su polit KG: m Sui) (1723-1750), influido grandemen- te por los fisidcratas, se preocupé mucho mAs en escribir un comentario sobre cuestiones econémicas poner_una tesis prictica que en establecer una(unidad de conceptd)_En esto segula plenamente Tr wadleiin del empirismo D> glés. Al misnio tiempo, su exposicién era més | comprensiva én el campo de las soluciones pricti- cas que considerd, mis completa en sus detalles,y su defensa de la nueva filosoffa bur tad cconémica mucho més precisa, Su investigd- ‘én sobré-la causa de la riqueza de las naciones, presenté variitas y sélidas generalizaciones empf- ricas respecto a ln divisién del trabajo y a a acumu- Jacién del capital, una vigorosa critica del mercan- filisme y un profundo andlisis de los efectos de las diversas formas de tributacién. En cuanto a tem- peramento diferia mucho de los fisiécratas, y a todas luces de Quesnay. Su empirismo tenfa afin toques de atomismo, Estaba siempre bieti disputs- to a ser ecléctico cuando Ja oportunidad parecia cexigirl&XQEl Gnico punto doctrinal de considera- cién en que diferia de los fisiécratas cra en la afirmacién de éstos de que sélo Ia agricultura era ” incremento constituia un conveniente-elemento de progres, mientras que la genta, que alimedtaba a {ina aristocracia pasiva y reaccionaria, cra una cat- ara el progreso. Ricardo fue por excelencia el | (profeta econémico de Ja burguesia industrial. 4 ‘ Y i 5 i i eo aT EEC AOD A OEE ETSI LA TEORIA DEL VALOR’ El anilisis fisiocrdtico descansaba francamente sobre Ja distincién entre, cl excedente y el costo, sobre 1a nocién de equivalencia. En el proceso | de creulacién de Quesnay se daba por supuesta lt ‘equivalencia real que se cetablecla en cl ‘mercado SI cambiar una mercancia por otra. Pero tal ea alenda del mercado no cra una cosa estable: palin conservaba un valor invariable en terme os de trigo, sino que cambiaba de un afio a olre y aun acaso de una a otra semana, {Cull ert <] Jeeeto de tales cambios? ¢Hlabia alguna base de tquivalencia fundamental, “natural”, que ¢1 valor Gal mercado no podia siempre expresar de un modo adecuado? {Era racional que el trigo s¢ vendiera por cucima de su valor y el pafio por bajo del suyo? Si asi era gno habrla un oculto ‘excedente escondido en Ia operacién de intercam- bio? - “Tales consideraciones condujeron directamente + buscar una teorfa del valor, y éta vino at Tatesés supremo y Ja etructura esendil de Ia Eeo- toma Poltiea clisica. Preocupados con las ideas | 20. . o . Mqyedida_de_valos”, por Ja que 2 eos Trvegusa del valor” a veces el patron de medide (trigo, trabajo u oro) que servia para expresar el yalor. Es probable que los economistas lfsicos no hayan analizado muy 2 fondo su concepto: es facil aayadir en las palabra, J» por Jo tanto, en ch ‘pensainiente, !a lon, jtud o extensi6n espacial con Pe medidas convencionales metro, decdmetso_J Jalémetro, Sin embargo, eta confusi6n no impor- ‘aba mucho para su razonamiento, ¥ Ja ertica caida cudl era la esenca de su puntos vista. 1a ova, Ia cantidad que consitula el “valor inufne seco", en cuanto podia ser una abstracciGn aparey seeeuta también ipso facro una medida invaris- Ghende “valor”, lo mismo que un kilogram de algo constituye un pero y medida a la vex. Pero la. sr grin de que, si se, puede acusar Gertaments_ pn primeyos exnomstas Fue la conkuién ext My valor Era francamente wha tenacin ¢ Gnd ar ‘ambos: fadistincén entze produ brute ‘do neto descansaba en el concept ‘den costo que consisia de loa ‘qus cra “necesario” Fe A alimento indispensable de Ia mquine eco es, ambos: la distinc entre producto ruta 7 producto neto. En cada ciclo de produccién de “ley natural”, Jos economitas politicos Uegaron ‘a concebir un “valor natural””@ paincipio de equi- ‘alencia econdinica, que no cra necesariamente sic ‘poaimo ‘de los “valores del mercado” sealnienté Heanzados y que s6lo se aleanzaria plenamente en cd mercado cuando prevaleciera un “orden natu- ral” —el sistema i individualista ideal del Jaissex- faire. Yom tal valor era un principio de “ley natural”, tendrfa en sf por necesidad algo csenciale mente propio, justo y_armonioso, Ast como la ‘Genda natural trataba de propiedades tales como Ja “longitud” y el “peso”, parecla que la ciencla econéthica deberfa poder descansar sobre el hecho pésico del's"valor" 2Cominmente se distingula centre el “valor intsinseco” y cl “valor extrinseco” ‘valor real de cambio Petty (x623- 1687) wilizd Ta interesante distisiei6n entre “baratura natural, que depende de las pocas o muchas manos nece- “3 sarias para producir lo indispensable (as el trigo = ces mfs barato cuando un hombre lo produce para diez que cvando lo produce para seis)”, y “bara- tura politica, que depende de que sean pocos en evalquier comercio los intermediarios oficiosos y ‘en exceso sobre lo que sea necesario”. Mucha ener- i gia se ha gastado después en demostrar que los economistas clésicos se confundian al hablar de mamma a \ cierta cantidad va al sistema econémico: simientes, antenimiento de los obreros, ete. En el curso de un ciclo de produccién se produce bastante para reemplazar el coito original o gasto mr algo en afiadidura: el produit net. Mientras’este proceso ts concebido en términos de una sola mercancia compuesta —trigo— como sucedia con Sir Wile Tian Petty y en cierto modo con los fisibcratas, el concepto era fécil. El sistia en el gasto necesario de tigo para su prodccién, y era una. consecuenc able suponer que eito constitufa el “valor natural” de Jn niei@ancla.® Pero tan pronto como, ademés del trigo, incluimos otras mercancias en la subsistencia “pecesaria”, cae por tierra la simplicidad de la explicacign y nos vemos envucltos en el problema circular de establecer primero Ja equivalencia de las diversas mercanclas (digamos: trigo, carne ¥ pafio) que constituyen el costo, Para resolver esta Gificaltad se buscS entonees una transicign entre el trigo necesario para alimentar a los trabajadores Yel trabajo real como constituciOn del “costo” fu damental y base del “valor natural”, El trabajo fue ¢ © Debo esta interpretacién de 1a doctrina dia y algunas cure ideas que tiguen, al sefor P. Sraffa, de King’s College, Cambridge. a FREE HERE TCO TMI, ne we ge cgeucialmente la accién creadora de toda produc. ibn, el sine qua non pard transformat'lo que offe- cia la naturaleza en lo que,el hojabre necesita en realidad, El “costo real” humanidad que se ganaba sii vida trabajando consistla en le tidadde tab o invertir; y pare a fiecesario a a6-“inatural” “que las diversas “miereanelas Fueran eg airal” que as diversas miereandlss Fueran | “catimadas o valuadas en proporei6a al trabajo que [! ‘equeria su_produccién. Pero la idea primitiva del costo como “subsisten- da” no dejaba de sembrar confusién: Desde el _. punto de vista de un patron y de la clase de los ( Empresarios en, genera, el “coito” consistia en Gltimo andlisis en el gast6 para la subiistencia dé” ler peal mndicién necesaria de la ‘pio: duceibn. Lo que fos trabajadores, con su esfuerz6, \Y devolvian al patrén en demasta era Jo que zepré* | sentaba para la clase de los empresatios l produto \ | nneto del sistenia: Ia fudnte del betieficio sobre el capital, Mare fue l primero én sefialar esa eon. } -fisida cuando acus6 a Ricardo de confundir La tradicién que venia desde los fisiberatas a tra: vvés de Ricardo no pas6 alos descendientes director Ue éste, sino a Marx. (1818 - 1883) quien tomé el sistema de Ricardo, lo despoj6 de su armazén de “ey natural” y revoluciond su significacion cual tativa, Marx es notable precisamente por estas ct- Mreterfaticas de sa obra que muy raramente han {ido apreciadass pero destacado sobre l fondo de fa dase de cuestiones que Ia Economfa Politica ifsica se preocups-por responder, puede decirse Gque 10 sistema coron6 el eifcio elfsico. Y lo Corond por cierto de una manera tipicamente he- lianas en Ta forma en que Mars afirmaba en st Flosotla de Ia historia que habla vuelto a Hegel de reves: poniéndolo sobre sus pies siempre que To encontr6 de cabeza, por medio de una interpre- tucién materialista de la historia que vino a susti- tuir la interpretacién idealists Marx no partis del concepto de ordeh natural como base del sistema capitalista; para él el capi. fulismo no constitufa el punto final del progreso Ceonémico: era histéricmente selativo y transite mercado— que no podrla proporcionar ningn juicio respecto a Ia adecuacién “natural”, propie- dad, conveniencia u otras condiciones del sistema de equivalentes de cambio que establecfa el mer-. cado, Pero habia més: una vex. que desaparcci6 un sistema adecuado de costo real, no hubo ya base para ninguna distincién fundamental entre pro- ducto bruto y producto neto, y el concepto de cexcedente no tuvo ya ningGin sentido aplicable,,.’ rio. Por esto no lo movia ningtin deseo de identi- ficar los precios del mercado con el costo real. 1 trabajo en su sentido objetivo el gasto de energia humana de mésculos y nervios— constituia el valor: ésta es a valoracién social que habfa que aplicar a las mercanclas que eran Erato del trabajo" Era el equivalente fundamental, la norma por Ia ‘que podiamos juzgar Ja significaci6n de las rela- ciones de precios establecidas por el mercado bajo distintas clases de condiciones. Sin el trabajo no habfa una norma Gltima. No podifamos decir cierto acto de intercambio representaba un cambio de equivalentes 0 no, y aa, sin él, no tenfa sentido al concepto fisioerético de “excedente” como algo acumulado sin que ningtin equivalente fuera ab- sorbido en cambio. Bajo cierta clase de condicio- ries * los precios del mercado coincidirfan con los ‘valores. Se cambiarfa equivalente por equivalent pero de ningtin modo bajo toda clase de condicio- net, Ha ata de comprensi6n de esto rédican precisamente Jas monstruosas equivorariones que Tetiyeron sobre ea todos los ecos porions / de Marx. fste nunca identificé el valor del mer- ; « Po sep fo que Maun pen oxwamei, ald uma tocicdad de produci‘de meranela simple’ en vol. I de El cepital, cee sae eee EERE ERS OE EES TRE RE TE PY ERT BS ES PT } cado con el valor en trabajo, como Ricardo traté de hacerlo. 4Cé5mo, pues, podria haber una “gran contradiccién” cuando Mars, en el volumen III de El Capital, al desarrollar lo que Ricardo aceptaba como una “excepcién”, declaré expresamente que en Jas condiciones del capitalismo moderno las mercancfas no se cambiaban a sus valores, sino a lo que él Ilamaba su “costo de produccién”? Esta dlti- sma cantidad era igual a los salarios mids un tanto normal de beneficio sobre el capital empleado, y diferia del “valor” en la mista proporcién en que la relacién entre maquinaria y trabajo —lo que él Uamaba la “composicién orghnica del capital” variaba en las diversas categorfas de industrias. El problema de Marx era determinar la caracte- ristica propia, Ia significacién social del beneficio capitalista, Si era un excedente en el sentido fi siocrStico de valores pagados a alguien sin haber dado en cambio equivalentes, emo aparecfa y de qué condiciones dependfa su aparicién? El mé&o- do que siguié Marx fue tomar una “sociedad de mercancfa simple” en la que las mercancias se cam- bian a sus valores (evitando la complicacién de diversas composiciones de capital), e investigar cbmo podia aparecer un excedente en tales condi- ciones, No podia aparecer durante el cambio, por- ibn de la diferencia entre el valor del trabajo y a LC -——_——_—_L fava que Marx designaba con el término, de ‘plusvalia de aqui wn antagonism de clse cov Joe que recibfan 7 los que productan Ja plusvalia, que en nuestro tiempo és mucho mas igor te que el antagonism de Ricardo entre el terate i itaista. Ces de trabajo figuraba sslamente como una mercancta, comprada y in fia ee camer ae ‘Hones hist6ricas: cuando los procesos histGricos a fetariado sin bienes y sin habian eeado nr pats 7 ma case ios de vida, por una P: : otros ese ea apatiién del beni, ietaria, por Is ote i6n del bene rath ane fuviera sus rafees en un orden natural de cosas: ea una categoria de ingreso propia de une cP vaticular de las instivuciones histéricas y de un: forma particular de la sociedad de clase Tin las tapas finales de su andlisis, Marx pie seaté las condiciones que eran motivo de que ios del mercado difirieran de los equivalentes Ba valor. La primera de éstas era a neces i ‘competencia de capitales én bu ie germ de ak modo ase ; ses eases tibetan a EL LAE RET EE SEEN TS EF A EE aque era un cambio de equivalentes, Su respuesta fue que aparecfa de la particularidad de Ja fuerza de trabajo consistente en que es una mercancia que produce més mercancias de las consumidat para producir la fuerza de trabajo original —con- sumidas como medios de subsistencia necesarios para reemplazar la energia gastada—} La fuerza de trabajo producfa un valor mayor que su propio valor. El capitalista compraba trabajo al valor de éste, y eso constitufa para él el gasto primario de Ja produccién, El valor de la fuerza de trabajo se determinaba por la cantidad de trabajo necesatio para producitlo, es decir, por la subsistencia nece- saria par mantener al obrero en capacidad de tra- bajar en cualquier clase dada de condiciones y en cualquier tiempo dado. El capitalista podia apro- piarse como su beneficio la diferencia entre este va- lor (cs decir el salario) y el valor bruto que produ- cia el cjercicio del trabajo. HE salario era el pago de equivalente por equivalente: la subsistencia del obrero reemplazaba Ja encrgia que éste gastaba al servicio de su patrén. El beneficio, err cambio, nacia de Ja cualidad particular de la mercancla fuerza de trabajo, gracias a la que, al entrar en operacién, el trabajo creaba un valot mayor que su propio valor: Ja ganancia nacfa de una explota- A produjeran un interés igual por tnidad moneta ria, asi como el agua encuentra un nivel tomén si hay suficientes vasos comunicantes. Esto hacia que Jas mercancfas que habjan sido producidas con una proporcién relativamente grande de capital fi con respecto al trabajo, fueran vendidas por enci- ma del equivalente de su valor, y que las mercan- fas que habfan sido producidas con una propor- ibn relativamente pequefia ‘de capital fijo con respecto al trabajo, fueran vendidas por debajo del equivalente de su valor. Pero esta divergencia no era de tal naturaleza que invalidara su ecuacién centtal, que cambiara el carfcter de plusvalfa que tenfa la utilidad. Provociba una distribucién dis- tinta del excedente gntre las diversas Iincas de la industria y cambiaba Jas proporciones de la pro- dduccin en las diversas lineas, pero no afectaba la magnitud de la plusvalfa en el conjunto de ellas. 4 LA NUEVA ECONOMIA. En las tres dltimas décadas del siglo 20x Ia Bco- nomfa Politica sufri6, una transformacién impor tant, cuya significacién es distinta y ms profunda de Jo que generalmente s¢ cree, De un modo in- Aependiente y sisulténeo, Ia Hamada escuela aur triaca, por una parte, con Menger, Bohun-Bawerk Wieser, como sus figuras mayores, y Jevons en Inglaterra, construfan el riuevo armazén, dentro del cual —segGn Ja exprési6n de Jevons— la eco- pomfa.se mueve desde entonces. Detrés de ellos Segofan Marshall, en Inglaterra, y Walras y Pareto, dela llamada escuela de Lausana, en el Continente europeo. : : vista el cambio parece primordial- | mente un cambio formal. La nueva escuela ideol6- ica te cita frecuentemente como Ja escucla de la Utilidad Marginal, para dar idea de las dos caracr "| Hticas més linportantes de las nuevas teorlas. La mera diferencia notable entre los viejos y los © | \nuevos economistas consistfa en un desplazamichito Mie Ta atenci6n hasta entonces puesta cn Ia oferta y el costo hacia fa demanda del consumidor y h fos inerementos y decrementos rminos de peque (Gavan poco més” 0 “un poco menos” de algo)» foe ecobomista§ se inclinaron a expresar sus teo- dies en términos de cambios marginales de’ esta cro el cambio fue adn mfs profundo: fue wn. cambio de visién conceptual, y un cambio nel tipo de cuestién a fa que habfa que cesponder. No preocupaban priniordialmente alos nuevos econo. faistas concepciones de “costo real” y “exceden- tery no extaban interesados en_ un. principio, de ‘valor intringeco como una. Bl punto de partida de la nueva teorfa fue una _| observacién empirica respecto a la naturaleza de AL los deseos, que ha sido descrta de modos diversos, como la “Ley de 1a utilidad decreciente” 0 12 “Ley de Ja saciedad de las necesidades". La uti- lidad de una cosa aumentard generalmente con Ja cantidad que de ella se posea y goce, pero en gene ralen una escala descendente; el incremento de la utilidad producido por un incremento de la oferta, tender hacia cero en un punto cercano o distan- te: el punto de saciedad. Bra este incremento de utilidad en cualquier punto dado —“el grado fi- nal de utilidad”, como decia Jevons, o la “utilidad _ 4 W. A. Jevons, Theory of Political Economy (1871), f2 fe) & we (a) a) ¥ en donde 4 (xs) y i (Ys) representan las Funcior hres de utilidad de a y B respecto a Ay y + @)y Ws (¥2) Jas funciones de utlidad dea y bree peeto a B. En forma geéfica Ia relacién entre a par de funciones de uilidad respecto 2 As puede Expresarse como una curv, y 1o mismo en el case Ge B, y el equilrio estarh representado por cl punto de interseccién de ambas curvas. , TEn este problema hay dos ecuaciones y dos in- cebymnitas, de manera que las ecuaciones tienen una soluci6n detersninada.* Algunos economistas se han apresurado a sefialar, como un corolario de cate razonamiento, que este grado de equilibrio Se intercambio que las condiciones de un mercado fibre tienden 2 establecer, es lo que da Ja mofxima acumulacién comGn de utilidad a las personas que intervienen en of cambios cn otras palabras, lo que coincide con lo que es socialmente deseable leede un punto de vista hedonista, Cualquiera interferencia en un mercado libre y en los precios «ua era la opinin de Jevoos. De entoncts act se a ant Seblecer que en uo wueque directo Is copdicones Megac cer que colact fn. seen ee ETE marginal” que lamaba Marshall lo que deter: fainaba el valor, ya que esto fijaba el monto del poco mis o del poco menos de a cosa ala persona Pmeuestién, ¥ de esta manera determinaba cl tan- to al que estaba dispuesto a cambiarlo por alguna ‘otra cosa —por dinero o por otras mereanclas—. Supongamos, por ejemplo, dos personas, A y By {que cambian trigo por pafio. Podrlamos expresar Ja utilidad del trigo y del pafio para cada una de las partes como una funcién de las respecti- vas cantidades de trigo y pafio’que poseen. Al yendedor de trigo le convendr4 seguir dando trigo _por pafig hasta el moimento en que la utlided de la arroba.de trigo de que se desprende sea igual ala cantidad de pafio que obtiene en cambio, y la 5, otra parte obrark de modo semejante. De aquf que Ja posicign de pquilibrio —el punto en que cesa el intercainbio he cllor—serh exe grado de imer- zambio en el que la utilidad marginal del trigo ya del paio son iguales para cada parte, De aqui ‘que, dada esta condici6n y la forma de la funcién de utilidad para las dos partes, puede calcularse un + determinado cquilibrio: 1a cantidad de trigo y patio cambiada, Expresado simbélicamente en tér- minos de las dos mercanclas a y 8, tenemos las siguientes condiciones de equilibrio: 53 reducirs naturalmente este provecho comin, Los precios, son considerados sencillamente como el resultado de valoracionés subjetivas en. la TENE _de_los. iidividuios” interesados:Expresado ‘n Ia forma sencilla de dos mercancias que se trvecan una por otra, el problema no presenta gran dificulta, y en la forma de tratar el caso més sencillo se cjemplifica la unidad interna de la mo- derna economia. Pero cuando abandonamos este caso abstracto y vemos de cerca las condiciones del murido econémico, en donde el cambio no se ‘+ hace generalmente entre los propietaris de exis- tencias de dos mercanefas, sino entre los producto: res y los consumidores, y en donde el comprador no interviene en una sola transaccién aislada, sino en multitud de transacciones relacionadas entre si s¢ presentan diversas complicaciones. En las dis- tintas formas de tratar estas complicaciones radi can principalmente las diferencias entre las escue- "las de economistas posteriores a Jevons; de siodo ue, en rouy gran parte, las diferencias entre estas escuelas son puramente forrnales, BP que éste tiende a establecer, més que Yomentar, 4 = \ £ EL “COSTO REAL” SUBJETIVO La primera serie de complicaciones aparece cuan- do nos damos cuenta del hecho de que en el mundo comercial moderno no tienen una utili- dad directa para el vendedor las mercancfas que vende: “valen” para él s6lo 16 que han costado. Su determinaciba de vender es una funcién, no de Ja utilidad que las mercancfas tienen para «(como en nuestro ejemplo del trigo y el patio), sino del costo de ellas. Es, pues, necesario un and- isis del costo. Parecerfa que en este punto los eco- ‘nomistas habfan vuelto a Ia euestién que preocups ‘asus antecesores elésicos. El eosto de una mercan- ‘fa acabada lo constituye el precio que se paga por los factores de produccién necesarios para producirla. El problema se reduce a determinar dl valor de los Factores de produccién, tierra, trax bajo y capital. Ha sido motivo de mucha confu- si6n Ja costumbre de los cconomistas de designar con el nombre de “distribuci6n” esta parte de su investigacién, y de imaginar que en este punto daban una respuesta apropiada 2 Jas mismas cues- tiones a las que respondian los fisibcratas y Ti- pésito lamaban “independiente” al hecho de que los cambios en la oferta de dichos agentes no de- pendian del precio de ellos, ni de las mercancias ni de ninguna otra de las variables relacionadas directamente con el problema. De aqut que la oferta de la tierra, del trabajo y del capital pudiera considerarse como fija para cualquier problema: podian figurar como “constantes” en las ecuacio- ‘acs. El problema tenfa asi una soluci6a sencilla: cl valor de cada factor podia entonces expresarse sencillamente como una funcién, de los precios de las mercancias que producfa. Esta es In fa- mosa "teorfa de la productividad marginal”. Dada, digamos, la oferta de trabajo, ésta tenders a distri- buirse entre las diversas clases de produccién, de manera que el valor de un incremento del pro- ducto causado por.un incremento del trabajo (su productividad marginal) sea igual en todos los casos; y el valor de ese incremento que Ia unidad final o marginal de trabajo agrega al producto total, determina el valor de este factor de produc- cién, Hay emtonces 1 incdgnitas adicionales en el problema (el precio de los 1 factores de produc- cin) ym ecuaciones funcionales adicionales, Walras, y mfs tarde Cassel, introdujeron, ade- mis, el concepto de los “cocficientes tenicos”, 38 eardo. En realidad el tema era, en gran parte, un tema distinto. La cuestién clfsica fue principal- mente In participacién (del producto total) que tocaba a las diversas clases sociales y las earacté- sfsticas comparativas de tales participaciones. La nueva cuestién era sencillamente el precio del mercado por tnidad de las mercancfas componen- tes que entraban en la producci4n de las mercan- clas acabadas, Los factores de produccién, aunque su ndimero se fijara en tres 0 en veinte, eran sim- “© plemente estas mereancfas componentes; y para Jos fines de Ja nueva investigacin se diferencia- ban entre s{ por caracterlstieas que no eran més ify fondamentales que las expresadas por la x y lay de ie nuestro ¢jcinplo del pafio y del trigo, Para in- Be vestigar su valor habla simplemente que affadir F(ab clertas variables adicionales a fa serie de ecuacio. jae. nes simulténeas; y para tener Ja solucién total se AS requeria agregar un niimero semejante de nuevas yt" ccuaciones. Formaban parte de las condiciones de equilibrio simulténeo de las mercancias acabadas uy. 7 de Jas intermediarias (0 instrumentales). "Los austriacos utilizaron una condiciGn senci- lla para resolver el problema. Supusieron que la cantidad de los agentes de produccién se determi- Para este pro- aba de un modo independiente. {ja produccién de las diversas meréiitfs exigirs z gue los factores de produccién se combinen en diversas proporciones: Ja produccién de tigo ne- cevtard ms tierra que capital en contra de lo que ocurre en la produccién de paiio. Los “coeficienses téenicos” para una mercancia x pueden expre- sarse por una serie que representa las cantidades de cada uno de los diversos factores necesarios para producir una unidad de x. El promedio de la suma de todas estas mercancias (x, y, z) nos dard enton. ces los “cocficientes téenicos" para el sistema ceo, wSmico en general. Cada cambio en la theniea gp-fambiard estos “coeficientes.técnicos” en las indus. ip, tts particulares y ci Ia industria en general —por 2% ciemplo, una nueva invencién que aumente la roporcién de la fuerza mecénica en relacién con x ¢l trabajo hummano en alguna industria © grupo de MLindustrias— y estos cambios afectarsn tanto a los recios de las mercancfas como a los precios rela. tivos de los factores de produccién, Jevons, por otra parte, no recurrié a j.ci6n sitmplificadora respecto a la oferta f tores de produccién, excepto én el easo de la tierra, ; La oferta de trabajo, por ejemplo, era probable que j cambiara si habfa cambios en los salarios, yagueun / salario més alto es un mayor aliciente para un tra / y esta suppri- de los fac. i Beie, - Sette “eee + i del trabajo exa para Jevons la magnitud indepe bajo més intenso y de mayor duracién. La oferta de trabajo constitula, por lo tanto, otra cantidad desconocida por determinar. En este punto Jevons aplied, consecuentemente, el mismo concepto hedo- nista que habia aplicado a los problemas de la de- { manda. Ast como la demanda pod{a expresarse como una funcién del “placer” o de Ja “utlidad”, fa oferta de trabajo podia ser expresada como una * funcién del “dolor” o de la “molestia” 0 desusili cdad que implicaba el trabajo. No la oferta de trabajo en s{ misma, sino.la ‘funci6n de desutilidad | diente con Ia que se resolvia el problema, “El trabajo —excribié— proseguiré hasta que el in- eremento de utilidad de alguno de los empleos Hegue 2 equilibrar el incremento de dolor. Esto s tanto como decir que... el ineremento de uti- lidad derivado del primer empleo de trabajo es igual en cantidad al sentimiento del... i to de trabajo con que sc obtiene. Este método de tratar el problema fue amplia- do por Marshall, con quien Hegé a ser la base de ‘una tentativa para justificar In ‘concepeién lé- sica del “excedente”, 7 para realizar una sintesis entre Ia escuela modesna y Ia clésica, Ya hemos + Theory of Political Economy, p. 185 60 Wf esta compensacién necesaria, que se requerla para ‘Yatraer cantidades diversas de trabajo, capital y "empresa, podia representarse como una funcién { de'la oferta 0 como una tabla de precios de Ja » oferta. Marshall decia: “El esfuerzo de todas las | distintas clases de trabajo que estén directa 0 indirectamente involucradas en su produccién, junto con Ia abstinencia, o mis bien jurito con las esperas necesarins para aborrar el capital utilizado en su produccién: todos estos esfuerzos y sacri- ficios conjuntos serfn Iamados costo real de pro- duceién de las mercanctas, La suiaa de dinero que hhay que pagar por estos esfuerzos y sactificios se Hamar§, o bien su costo de produccién en dinero, 0 sus gastos de produccién; éstos son los precios que hay que pagar para obtener una oferta ade- cuada de los esfuerzos y esperas requeridos para producir la mercancfa, 0, en otras palabras, son su precio de oferta.” * Notemos que la identifi ‘cacién del precio con el “costo real” era solamente ten el margen; y por esto Ia compensacién de un factor (que representaba la desutilidad marginal que implicaba dicho factor) tenderfa 2 exeeder a la desutilidad media implicita, Esta diferencia entre el sacrificio y la compensacién constitula *# Principles of Economics’ (1890), P- 33% eRe . XS" observado que nunca se ha aclarado completamen- te si los primeros cconomistas, cuando se refe- rian a los “costos reales", los concebfan en un sentido objetivo o subjetivo. En lo esencial pare- cen haberle dado la significacién de alguna can- tidad objetiva “consumida”, por ejemplo, trigo o cl gasto de cnergia fisica, Pero ya con Smith y ‘MacCulloch babfa muestras de que la idea variaba hacia un contenido puramente subjetivo. Con ‘Senior fue ya clara Ja identificaci6n de “costo,” real” con “sacrificio”. La desutilidad de Jevons! y los “esfuerzos y sacrificios” de Marshall descen- por demés evidente, El"saerificio" se medfa, no por * aversi6n provocados en el espiritu de Ia persona; agente de este esfuerzo 0 abstinencia. Para Mar- { 2 shall el trabajo del obrero, el ahorro del inversio- nista y el riesgo del entrepreneur (el “asegurador” de los riesgos de un negocio), todo implicaba dicho “costo real”. Para convencer al trabajador de que trabajara, al inversionista de que aborrara yal entrepreneur de que comprendiera, era nect- ja una compensacion equivalente al, sacrificio: iad para compensar la desutilidad. Y 6 1 varias especies de los excedentes de los productores i "Tun excedente de utilidad sobre desutilidad— gue era sencillamente otrg {aceta del llamado exce- dente de los consumidores que un consumidor obtenfa de la diferencia entee la utilidad marginal y la utlidad total: Ja diferencia entre lo que pa- igaba y Jo que obtenia. Marshall y su escuela han sido Hamados a veces los neo-clésicos; en oposicién a los austriacos y algunos de sus secuaces norteamericanos, como J.B. Clark y T. N. Carver, que francaumente s¢ se- pararon de la primitiva Econotla Politica, La ‘:,raz6n para tal nombre est en su intento de con- gecvar las concepciones clésicas del costo real y de fa renta, La renta de Ja ticrra, sega la exposicién “de Marshall, permanecia cualitativamente distin- fa de las compensaciones de los demés factores de jproduccién, debido a que Ia oferta de la tierra era fija, independiente de la accién humana, y de que ningiin “costo real” —ningin “csfuerzp 0 estaba implicito en Ia oferta de ella. Cotié un importante corolario se seguia que la renta econémica podia,ser_gravada 0 suprimida de evalquier otro modo, sin que Ia oferta de fa! tierra fuera menor; mientras que disminuir los ,’ salatios o el interés, al reducic Ia compensacién fan en Linea recta de aquél, y con ellos el conte- |, nido exclusivamente psicolégico de la vida fue | ys % ninguna cantidad objetiva, sino por cl dolor oj 7 < i t ; i terlsticas de la tierra por el perfodo de durabilidad por debajo del precio de oferta netesario del tra- bajo y del ahorro, acarrearia una contracci6n de Ja oferta de estos factores de produccién. Marshall tuvo, sin embargo, el cuidado de suavizar Ia rigi- dez de Ja distincién de Ricardo. Vela la renta de Ja tierra “no como una cosa aparte, sino como la especie principal de un género més amplio": ele- mentos del “excedente de los productores” apare- cfan en los ingresos ganados por otros factores de produccién, y particularmente el capital inmovi- lizado en edificios y plantas tenfa, todas las earac- de tal capital (por esta razén forjé el término de | ‘cnasirrenta para designar una perspectiva limitada a un corto periodo de Ia restitucién del capital inmovilizado en forma permanente). Por otra parte, en la exposicién adoptada por Jos austriacos, y ifs claramente todavia en el caso" de Gustavo Cassel, desaparece completamente Ia base para tal distineién: todas las utilidades son _| igualmente “excedentes” o igualmente “gastos ne- | cesarios”. La distinci6n no tiene ya sentido, pues, } por hipétesis, todos Jos factores de produccién descansan sobre Ja misma base. La oferta de to- | dos ellos se supone dada: no hay para qué discutir una relacién funcional entre Ia oferta de ellos y 64 EQUILIBRIO GENERAL Y PARCIAL La snouwoa serie de complicaciones aparece cuan. {f'" do de un caso simplificado de intercambio entre dos mercanclas, digamos pafio y trigo, pasamos a consideraciones ms complejas de equilibrioen el mundo real, en donde se realiza constantemente Ja compra y Ia venta de una gran varicdad de mercancfas. Al considerar el precio de cualquiera mercancfa especial, digamos trigo, debemos con- siderarla como si se intereambiara por la masa 4 total de las demés mereanclas o por el poder ad- quisitivo generalizado, o sea el dinero. (Las dos cosas vienen a ser lo mismo, ya que el dinero no tdene utilidad por sf mismo fuera de la de las cosas que puede adquirir.) De aqui que fa demanda de trigo de los compradores (ya sea medida en tér- minos de, dinero 0 de las mercancfas en general) debe ser expresada como funcién nd sdlo de laf utilidad marginal del dinero de los compradores. La reaccién de éstos se considera que es tan peque- fia que puede ser despreciada (lo que los mate- | mfticos aman “os infinitamente pequefios de segundo orden”). Un supuesto semejante tiene 6 su compensacién, ‘Tales escritores han declarado * categéricamente que el tinico costo es la pérdida de las utilidades que un factor pudo haber produ- cido si se bubiera aplicado a un uso distinto de aquel al que se aplicé en Ia préctica. Costo es sencillamente el otzo “lado del escudo” de la uti- lidad: se compone sencillamente de utilidades de las que nos hemos privado al adoptar cierto modo de accién, El economista norteamericano Daven- port ha analizado todo costo como “costo de opor- tunidad”, Cassel habla del “principio de ¢scasez” como base comtin para las recompensas de todos los factores de produccién, mientras que en Ingla- terra Wicksteed dediea muchas piginas a enun- iar su tesis dé que Ja teorfa ricardiana de la renta era solamente un caso especial de la mfs amplia teorfa de Ja productividad marginal, y de que lo ‘que puede decirse respecto a la tierra se puede de- cir igualmente, con los mismos supuestos, respec- to a cualquiera de los demfs factores de produc- cién. (que hacerse por parte de Ia oferta Hey que “ guponer que un cambio de la produccidn total de cierta mercancfa particular (digamos, medias de eda) no afecta de un modo apreciable la deman- da de los factores de produecién (tierra, trabajo, capital) y que, por lo tanto, no altera el précio de ellos. Este supuesto serf valido si la produecién de [a mercancfa en cuesti6n ocupa s6lo una parte uefia de los Factores de produccién de toda la comunidad, Sin embargo, cuando se considera ‘una mercanela como el trigo, que ocupa un lugar inportante tanto en el gasto medio de los consv- midores cuanto en el empleo de uno 0 mfs de lor factores de produccién, este cémodo supuesto vie- 2 ge a terra, ys6lo resulta posible una solucién por 3h los métodos més complejos dela Escuela de Lav- sana. El desdén con que se han visto estas limi. taciones esenciales de un anilisis del equilibrio parcial, ha originado, aun entre los grandes, algu- nas impresionantes falacias. Por esta razbn, csas divisiones en “‘elasticidad de la demanda”, “ub “dades erecientes", etc, tan familiares a los de téxto, resultan trampas para los incautos Te Bet oo» ste cngielyabaeehe LA ECONOMIA COMO UNA APOLOGETICA Conc lo dijios, los exponentes de la teoria de la utilidad han subrayado cominmente un intere- sante corolario de su teorfa, Han seffalado que el equilibrio basado en Ia competencia, que sus ecua- ciones establecea, representa cl sistema de los pre- ios que produce el mayor producto (de utilidad) , comin a todas las partes interesadas. Se puede de- mostrar que esto se sigué como un corolario directo del ejemplo del pafio y del trigo que citamos antes. Si el vendedor de patio, por ejemplo, suspende su intercambio de pafio por trigo antes de que el punto “normal” 0 de cquilbrio de intercambio haya sido alcanzado, obtendria una utilidad to- tal menor de la que de otra manera hubiera obte- nido; porque Ia utilidad marginal del pafio que posee serfa menor que Ia utilidad del trigo que po- dria haber tenido si hubiera seguido adclante la accién del intercambio. Esto seguiré siendo cierto hasta el momento en que la utilidad del pao mar- ginal que da sea igual a la utilidad del trigo que a en cambio. Y de un modo semejante para luchar contra el predomi thio del interés por la tierra; Estados Unidos, por ido un pasado feudal que le is al fin de sus dias colonia- jes, No haba ya:tampoco la misma necesidad de crear una sociedad econémica como uria unidad conceptual opuesta a las antiguas sanciones auto- ‘Los hombres no se interesaban ya en que fueron precisamente la economistas burgueses clen Enos antes. Ademés, cl instrumento que Ricardo forj6 se habla dedicado después a empleos peli sgrotos en las manos de Marx. La nueva economia subjetiva sirvi6 asf un doble propésite. Dio una nueva justifiacién al orden burgués, y_ justified fen forma todavia més convincente una época que “mano invisible” y en la “ley na- con un andlisis del pre- t€enica mfs ade- al menos en Inglater oxra parts, no tenien ‘estorbara, nacié burgut rita aquellas soluciones preocupacién de los as. ie no erefa ya en la i tural’, Al mismo tiempo, cio del mercado, proporcioné una cuada para los problemas mis detallados, més microscépicos con que el capitalismo cn su pleni- tud ocupaba cada vex. mnfs el espiitu de sus ser~ vidores. En realidad esta imponente apologia del Jai sezaire casi no 5 ends que tna hibil prestidigh tacién. El corolario se sigue como una consecuen- ij (Fe /que aumentar, el bienestar econémico. :[establecimiento de tan importantes conclusiones qué decir qu RY vendedor de trigo. Asimismo, puede demos- trarse Facilinente que la distrbucién de los factores deproduccién entre los diversos usos de manera que iguale el renditmiento marginal de ellos es la condi- ign de su productividad mfxima, Esto se sigue de- bido a que, sila unidad marginal de trabajo em- pleada, por -cjemplo, en cl cultivo de patatas produce més que Ia unidad marginal de trabajo campleada en cultivar zanahorias, habré evidente- mente tun provecho en transferir el trabajo de las ‘anahorias a las patatas: un provecho que sbloce- = fard cuando el trabajo sea distribuido entre el cule 2 tivo dela patatas y el de las zanahorias de manera yue la productividad marginal del trabajo en am- as direcciones sea igual. De aqui que cualquiera * linterferencia en el equilibrio basado en la compe- 3 tencia y en los precios que la competencia tiende = a‘establecer, es probable que haga disminuir, més 2 5 Esth claro que tales conclusiones eran de una enorme significacién, y parece evidente que el fue la preocupacién primordial de los primeros tedricos de la utilidad. Hacia mediados del si- glo xrx el capitalismo industrial habia triunfado sobre Ia vieja sociedad. No era ya muy necesario, jorque las condiciones necesatias para corolario estaban contenidas en los su- partido, Y como dichas citas, ms bien que €%- ‘cia sélo pe gostener el ppuestos de que habjamnos eondiciones estaban impli Fiidtas, en los supuest, el eocelario pods sex resentado en esa atinéstera de sonpresa que (URE are va ‘parles‘a") es tan frecuentemente lo mis ‘alioso del repertorio de un prestidigitadar. Si dos personas catia igualmente colocadas contnuaséo, por hipétess, realizando el acto de intercambio, ‘una con Ia otra, hasta que deje de convenirles s¢ guir adelante con la transaccién} s¢ desprende, por Fp tanto, que su provecho comin serd menor si lle- yan sus transacciones mas ald o si las suspenden nfs acd de dicho punto. Si, por otro lado, las dos partes estn en tuna situacién desigual, no hay para ¢ el resultado de un libre intercambio entre ellas,no representaria un provecho menor Gque ai hubieran estado situadas menos desigual- mente, ni pata qué afirmar que el laissez-faire no harla més que perpetuar este desventajoso okden de costs, Adems, el profesor J. B. Clark puede ¢ asegurarnos que capaz de demostrar plenamente _/ (por la teorfa de Ja productividad marginal) que / “existe una ley natural” que hace que Ia “ bre / competencia (tienda) a dar al trabajo lo que el ™ trabajo crea, al capital Io que el capital crea, y a fos entrepreneurs lo que la fyncién coordinadora crea” pero persste el hecho de que si a sociedad no fuera una sociedad de clases, en donde el “tra bajo” lo suministra una clase proletaria que no osee tierra ni capital, la “creacién” que se atri- buye al trabajo y la “creacién” que se atribuye al capital serfan considerablemente distintas de lo que son. En este punto particularmente, la de- mostracién de una “armonfa econémica” es sélo ‘un juego de palabras, En efecto, los cconomistas de hoy insisten cada vez més en Jas “excepciones” de esta suptesta ar- monfa del Jaissez-faire, aun cuando acepten habi- tualmente el laissez faire como un “principio ge- neral". Marshall mismo cuidé mucho de esgri- mir su anslisis con un especial cuidado respecto atlas “excepciones” y modificaciones impuestas por las condiciones especiales (ignoradas cn Ia expre- fi6n mfs abstracta de la tcorla). Y el profesor Pigou, al desarrollar ciertas sugerencias dé Mar- shall, ba vuelto, en su Economic of Welfare, su poderosa baterfa contra Jas posiciones del /aissez- faire, subrayando Ia incompetencia del laisscz-fai- re para realizar el resultado optimum en el caso de industrias sujetas a “utilidades crecientes” (0 ganancias del trabajo y del capital corresponden a los “esfuerzos y sacrificios” realizados, es un verdadero baluarte contra Ia eritica marxista, El interés y 1s utilidad, lo mismo que los salarios, son Jas compensaciones “necesarias” para una contri- bucién esencialmente econbmica, y sin la compen- sacién la contribucién no legarfa. Cierto que la renta sigue siendo un excedente, una deducei6n hecha a los productores para el enriquecimicn- to de una clase pasiva. Pero Ia renta econémica pura representa actualmente, cuando Ia tierra ha sido aneorada por décadas con inversiones de ca- pital, slo una parte ain relativamente pequefia del producto de la tierra, mientras que elementos de “excedentes" se encuentran también en otros ingresos ineluyendo los salarios. La tcorla de Mar- shall de una “ganancia normal” estaba claramente modelada para demostrar que, desde el punto de vista del perfodo largo, Ia ganancia no contenia cxcedente, ni ningiin elemento “nonecesario"; por otra parte, Cassel se esfuerza en demostrar, por el “principio de la excasen, que el interés tendcfa que existir aun en un Estado socalista* El bien- estar puede ser aumentado por cualesquiera me- didas que reduzcan Ia desigualdad de las rentas; * Theory of Socal Economy (1933), val, xP. vi WA 5 costos decrecientes), segtin la escala de produccién se amplia, y en el caso de los diversos costos so- diales y de las utilidades sociales que no figuran €n los cfleulos econmicos de los individuos. De cualquier modo, con el capitalismo de competen- cia del siglo xx convirtiéndose cada vez ms en 4! capitalismo monopolista del siglo xx, poco les queda a las discusiones sobre el valor del equi- librio basado en la competencia que no sea su interés académico; y la creciente necesidad de nue- vas formas capitalistas para sistemas y métodos de control econémico, bien sea por el Estado, las cotporaciones piblicas o las asociaciones comercia- kes, ha hecho. en gran parte ociosa 1a vindica- cién del Jaisses-faire, Sin embargo, en el campo que los economistas Maman “Ia teorfa de la distribucién’”, es donde tie. {= ne principalmente lugar el ataque del proletariado moderno al capitalismo; y en este punto la teorfa econ6maica tiene todavia éxito como una apologé- tica, No todos los economaistas serdn tan atrevidog cn su agilidad verbal como el. profesor” Clark: Pocos en a actualidad lo acompafiarén en su ca tegérica enunciacién de que la distribucién de la renta esti gobernada por la “mano o€ulta” de {a “Iey natural”. Sin embargo, Ia teoria de que las n seria descable que ciertos elementos dé Exeedentes en las rentas fueran apropiades por la comunidad para bien general. La teorfa econémica, sin em- bargo, considera diversos limites para tal accién correctiva en Ja relacién que existe entre las rentas la oferta de los servicios necesarios, De cualquier modo, aun en Ja exposicién que hace de la materia J. A. Hobson (que es quien ha Hevado més lejos fa distincién de Marshall entre el excedente y el precio de oferta), no parece que haya una opo- sici6n definida de especie entre los ingresos de Jas clases comparadas cualitativamente —una opo- sicién como Ja concebida en la exposicién de Ri- ardo y Marx, que sostenga la posibilidad de un cambio revolucionario.de Jas instituciones. Hasta donde la Ciencia Econémica se interesa en una consideracién de este géncro, trata eviden- temente de responder a cuestiones en algo seme- jantes a aquellas para Ias cuales la vicja Economia Politica buscaba respuesta, Es sobre todo notable en Marshall, en quien encontramos el intento d vutilizar Ia nueva técnica y de hacerla encajar et un cusidro elfsico, Hemos sugerido, sin embargo, que se ha puesto realmente a contestar, no el mis mo, sino un conjunto distinto de cuestiones. Es, ues, conveniente contestar las primeras cucstio. nes tanto como las dltimas? JO se est recla- mando jurisdiccién sobre un campo que s¢ halla propiamente vedado por los mismos supuestos im- plicitos en su método de investigacién? Esté cla- ro que sia cconomfa moderna es sencillamente tuna teorfa de los precios del mercado y nada mis, no puede suministrar un ceriterio con el que me dir la significacién de ninguna situacién particular de los precios. Siendo sencillamente una tcoria del equilibrio—un grupo de gcuaciones que mucs- tran las relaciones entre un sistema de variae tema de precios apropiados a diversas situaciones posibles (por ejemplo, oe precios adecuados a una situ de competencia, por una parte, y al mo- nopolio, por la otra; a una sociedad de clases y a una sociedad sin clases). .No dice nada sobre el cardeter o la significacién relativos de estas dis- tintas situaciones, y de aquf que no pueda llegar Ja economia necesita frecuentemente Jlegar, por la sencilla razén de que un mero sistema de ecua- ciones simultincas no contiene por s{ mismo nin- guna norina (0 standard). ‘Tal norma era la que trataba de suministrar la vieja Economia Politica en su tcorfa del valor (como cosa distinta del pro- 6 a ninguno de los juicios normativos a ‘Jos que 4 ‘econbmica en sus hipétesis. Al mismo tiempo, fin estos nuevos ¢ inconvenientes supuestos, RUS tro campo est rigurosamente limitado, No pode mot'decir que un sistema econdmico que ajuste Ta produccién de manera que tengan plena sats fain estas preferencias, es nfs deseable econd- micamente que un sistema que ignore delibera- Gamente tales preferencias y extablezca una serie dde precios a algo del todo distnto. Sin embargo, si suponemos que la demanda de artfculos indicada por los consumidores en el mercado ¢8 un tndice Gerto de alguna satisfacci6n fundamental (el an- tiguo sentido de-la utlidad) que les producen dichos articulos, entonces podemos establecer las condiciones bajo las cuales esta satisfaccién puede fer llevada al mdximo. Existiré entonces una nor gna que permitirs decir, por ejemplo, que la serie de precios adecuada a las condiciones de compe- teneia se acerca mis a lo optimum que la adecua- da al monopolio. i entonces ‘una. norma aque permitish decir si una sociedad econémica asada en el sistema de precios y de mercados es preferible, desde el punto de vista econémico, a tuna sociedad comunista que domine rigurosamen- te el mercado abierto y abrevie el mecanistho de Jos precios. AUT AT EP 4 4 i { 4 bles— no puede hacer mfs que piesentar el sis- | * Gertas selecciones: tomar el hecho establecido por cig del mercado). Pero una teorfa nueva del equi- Iibrio, que expresa los precios del mercado como tuna funcién de ciertas variables, no puede por sf misma suministar tal norma. Por ofrecer esa norima 2 una simple teorfa del equilbrio, es por lo que tiene importancia la base hedonista dela teoria de la utilic id. Para una teoria pura del equilibrio, dicha base es del todo innecesaria, segéin Jo han indicado diversos eseri- tores, como Pareto y, posteriormente, Cassel. Para Ia teorfa del precio bastarfa sencillamente con fijar es Ja observacién de un cierto cuadro de preferencias f° de lor consuimidores, entre lot diveros atiulos. & No te necesita ‘suponer nada respecto a la signi- E ficacién de estas preferencias: si la preferencia del mercado por la cocaina, las medicinas de los charlatanes © los brillantes se debe 0 no a que producen mayor satisfacci6n o bicnestar que Ia Gpera y Jas casas para obreros. Dada una serie de preferencias, habr& una serie de precios apro- piados para ellas; para otra serie de preferencias, otra serie de precios, No se presupone nada sobre clvalor de la primera serie de preferencias respecto ala seyunda. Esto puede ser muy conveniente por ” La tendencia moderna, sin embargo, ¢s ranca- mente la de cortar esta relaci6n entre la Ciencia Teonémica y el hedonismo y definir la “utilidad” {en un sentido puramente empirico, behaviorista, Somo medida por el deseo de una mercancfa ob- Servado en una persona, Cassel va adn més le- 1) Jon y lace descansar su tcorfa del precio sabre Ins Yemandas observadas en el mercado expresadas 3. en dinero, El precio resulta entonces, por lo que + toca a la demanda, un reflejo o una consccuencia | Ge las preferencias 0 selecciones de los consumido- es, Para los fines de Ja teorfa del equilibrio, estas selecciones se toman como finales, como datos dd problema. Son Jas “constantes” que dan en cada |:. caso'conereto los valores numéricos reales de las avaciones. Pero, de hecho, estas selecciones no son necesariamente el reflejo de nada final: pue- den ser arbitrarias, efimeras. Pueden ser el resul- tado de un eapricho pasajero, de una convencién © de Ia obra de un anunciante astuto. Pucdep, sin duda, depender en parte del precio; por ¢jen- § HY t iaceniinctom cs a que acompafian a los cambios en precios rclativos ‘o-en el nivel gencral de los precios. En la expo- sicién de Cassel es indudable que son en gran parte una funcién de la distribucién de las ren- Lee Le ane erp plo, los cambios de babitos y deseos tradicionales snus eevee ttiecs ateanive ress: aaa tas, no slo debido a Ja influencia de la dis bucién de las rentas sobre las normas tradiciona- les ¥ Jos descos de las diversas clases, sino porque la distrbucién de a riqueza entre ricos y po- bres afecta direcramente Ia preferencia del mer- cado (expresada en d.mandadinero) por, digae ‘mos, lujos costosos en lugar de articulos baratos para cl consumo en, masa. De cualquie: manera, ‘a tcorfa del precio no confiere a estas preferen. cias del mercado otra significacién que Ia de datos para una teoria del equilibrio del mercado, En cualquier sentido més ammplio carecen por comple- + to de significacién, : Algunos economistas, especialmente Jos de la escuela de Marshall y Jevons, intentan atin con. servar la vieja noci6n de utilidad en su sentido de satisfaccién de las necesidades, y convertir ast la cconomfa en una ciencia nornoativa del bienestar cconémico, es decir, una ciencia que juzga al mis- mo tiempo que describe las cosas tal como exis. ten, Marshall seial6 (aunque s6lo en una nota) * que descos y satisfacciones pueden no coincidir. Pero, dice, como es imposible medir la satisfac. én, “caemos de nuevo en la medida que la eco. nomia ofrece en el motivo o fuerza motora de la + Principle of Economic, pp. ga fo 0 un gran ntimero de circunstancias inflayentes que pueden concurrir a Ja determinacién del gusto que predominc en la préctica, Parece que no hay base para suponer que Ja seleccién que triunfe en definitiva contribuya necesariamente ms al bien. estar que el gusto opuesto, que podria haber sido creado por una seric ligeramente diversa de cir- cunstancias. Ademés, ‘as “normas esencialmente wadicionales —especialmente las tradiciones de clase— estén sorprendentemente atraigadas en casi todos nuestros gustos distintos de las necesidades clementales del cuerpo —punto éste que Thorstein Veblen ha ilustrado con bastante inteligencia. Y en estos dias, en que el anuncio representa el pri- mer papel en la supremacia de los negocios, con la pretensién de “educar al consumidor”, da pie a la tentacién de considerar Jas preferencias del consurmidor como reveladoras de apenas pioco mis que Ia habilidad de persuasion de los agentes de publicidad, los dibujantes de carteles y los insi- nuantes vendedores. Por razones algo semejantes, cl intento de basar una tcoria de Ja distribucién en una concepcién subjetiva del “costo real” parece descansar igual- mente sobre arcna movediza, La nueva concep. ciéa del “costo real” como “esfueizo y sactificio”, b acci6n; y en su aplicacién, a pesar de sus deficien- cias,« la v¢z a los descos que impulsan a la accién y alas satsfacciones que resultan de ella". El pro- fesor Pigou, siguiendo a Cassel, ha admitido la posibilidad de un “vacfo" entre ellos; podemos “de- sear” una medicina de patente y al mismo tiempo * adquirir con ella una cantidad negativa de satis- faccién perdurable, Pero ha sugerido que tal di- vergéncia no es probablemente seria en el caso de"“la mayor parte de las mercanclas, especialonen- te aquellas de gran consumo, como los articulos de alimentacién y vestido”, Estas, “deseadas como medios de satisfaccién, serdn aturalmente desea- das con intensidades proporcionales a la satisfac. cién que sc cépera que produzcan”.* Eso es pro- bablemente cierto de los articulos de primera necesidad —justamente las mereanefas bisicas que tuna sociedad comunista, por ejemplo, puede dis. tribuir sin ninguna dificultad por medio de un sistema de raciones y haciendo caso omiso de tun sistema de precios—. Pero tan pronto como. de los articulos de primera necesidad passimos a los lujos y semi-lujos, resulta cada ver més discu- tible la coincidencia del deseo con la satisfaccién. En todo lo relativo al predominio de un-gusto hay + Economics of Wellre (apse), p. a5. | 8 aque reemplazé a los viejos conceptor:eligcos de un “costo real” objetivo, tine desde luego Ia evi- dente desventaja, que ya mencionamos, de qu descansa en un dualismo bisico, No hay un solo ‘ipo de “costo real”, sino dos; y no hay medio po- sible de igualar los dos en un término comin. No es una respuesta decir que una comparaci6n entre Ia desutilidad contenida en una hora de trabajo y la desutlidad en ahorrar, digamnos, $100 al aio, depende de lo que un individuo particular pre- fiera hacer, porque tal preferencia varia con sus condiciones, depende de Jo rico 0 lo pobre que sca. Una dificultad mfs fundamental que éta es la limitacién misma del “sacrificio" —la difi- cultad légica que Senior originalmente encontsé al estudiar si habla que definir In “abstinencia” como comprendiendo o excluyendo Jo “abstinen- 2° te” de Ja disposicién de una riqueza que ha sido E> heredada—. Del mismo modo, con el “sacrificio” contenido en “ahorrar” algo que era inesperad 3 ges un “sacrificio” gual ahorrar una ganancia“ da del cielo” que ahorrar un ingreso que tra ¥ “plenainente esperado? Si se responde que “s”, la 2 nocién de sacrificio parece deshacerse en un fan- tasma incorpérco; si se responde que “no”, enton- ces resultar que los Limites del “sacrificto” se ey SBtedgpndcrakise dann jets extenderfn hasta la linea, por dems inconveniente, de saber silo “ahorrado” era esperado o inespe- rado. Es evidente que no podemos definir como “sacrificio” lo que no poscemos, y al analizarlo, parece que el sscrificio apenas se distingue del “costo de oportunidad”, del sacrificio de las opor- tunidades disyuntivas. Reducido a estos térmi- nos, deja de tener una significacién universal como tuna concepcién del “costo real” contenido en el en algin sentido que sea fandamcatl, eatoness 70 so, lon homes eos del mundo fos que hacen el “sacrificio” contenido en Ja acumulacién de capital. Elsacrficio” estéen fos ingresos menores y el consumo estrecho del proletariado que permite a Ia clase propictaria go: 2ar de sus rentas privilegiadas. Pero el "sacrifi- cio", que en Ia teorfa de Marshall cs la base del precio de oferta, no cs evidentermente tan funda- mental como esto. Si el Faraén presté a sus os clavos para que construyeran las pirimides, no fueron sélo los esclavos —segiin el sentido que Marshall da a la palabra Jos que hicieron un sacrificio: el Faradn particip6 también en el “sa crificio” en La proporcién de los goces distintos que sus esclavos Ie hubieran procurado si Jos hu- 8 icra dedicado a otro fin. Que el “costo real” que tocaba al Farabn era de 1a misraa clase y especie que el de los esclavos constructores delas pirdimi- des, puede haber sido el punto de vista de los es cribas de la corte egipeia, Pero ¢s dificil pensar que nadie que no sea un castista o un sicofante podia descubrir ahora algiin sentido de utilidad en el que el “sacrificio” del Faraén sea de Ix misma clase que cl que hubiera hecho de haber trabajado i mismo en la construccién de Jas pirimides. La economfa moderna parece haber desarrolla- do vna técnica que acaso resuilte de valor durade- 0, por lo menos en el estudio de aspectos par ticulares “de detalle del mundo cconémico. En ‘este punto ha hecho una importante contribucién formal. La concepcién de In eeuacién funcional y de los incrementos en el margen, permiten una precisién de pensamicnto, que era del todo im- posible alcanaar antes, y convierte el estudio de la teorfa econdmica en una disciplina intelectual algo semcjante al estudio de las mateméticas, bien que de un orden inferior y mfs clemental, Al mismo tiempo, la técnica ha ocultado con sus fulgores cier- tas contradicciones. Parcce auc I técnica ha sido empleada en fines que no 2:4 capacitada para Ilenar, y s¢ ba entedado en no poca confusién.., 85, respecto a los supuestos en los que descansaba el anilisis, Por sus supuestos, Ja economia moderna esd cestringida a una investigacién limitada: las condiciones del equilibrio del mercado en vista de tuna escala de preferencias por paste de los consu- midores, y de un estado dado de Ia oferta de los factores de produccién. Eso es todo lo que real- mente puede pedir y contestar. Sin embargo, los cconomistas han peosado generalmente que res. pondian —por lo menos su piiblico lo isaginS— al tipo més amplio de cuestiones que eran el tema de la Economia Politica clfsica: cucstiones tales como la relacién entre las clases y los méritos com- parativos de los diversos tipos de sistema econé- mico. La “Ciencia Econ6mica” y Ja “Economia Politica” son algo mis que diferencias verbales: son diferentes investigaciones, diversas en clase y pr pésitos y mientras la primera puede ser superior en acabado y precisi6n, es al mismp tiempo mis Timitada en su campo. Las respuestas que los eco- nomistas dan hoy a las cuestiones centrales del da, pueden resulta bien contenidas en sus supucstos 0 bien excluidas por sus supuestos: sin darse cuenta de ello, la economia contemporfnca parece haber sido cogida en el dilema de ser 0 una tautologfa ‘ouna contradiccién. a . CONCLUSION Ex 10s Estados Unidos en particular sea desarro- Ilado en los Gltimos afios una importante escucla de pensamiento econémico que estudia el fucuro de Ja economia dentro de Jas lincas de la investigacién inductiva.* Ayudada por una gran abundancia de estadisticas que se puede permitir <} mundo moderno, y patticularmente Estados Unidos, la investigacién ha seguido el camino de un estudio de los indices de negocios y de las correlaciones de precio. En la Rusia soviética, por otra parte, nos fencontramos con economistas cada vez. mis oct- pados en estudios especializados respecto a los pro- blemas concretos de la planeacién cconémica: un desarrollo que reeuerda acaso vagamente la forma en que estudiaban ciertos problemas particulares de gobierno Ios primeros economistas anteriores fa los fisibcratas, y especialmente los Hamados ca- meralistas en la Alemania del siglo xvin. Es po- sible que el cflculo diferencia! y las ecuaciones del / cquilibrio del mercado hayan dicho todo lo que’ * Vlse The Trend of Economice (agus) RG. Togml, dite, fy \ podian, y que la investigacién econémica del por- venie radique en estudio’ cortcretos, especializados y experimentales como éstos. A. pesar de todo, ta- les investigaciones apenas pueden ofrecer mis que tuna evidencia concurrente a la soluci6n de los pro- blemas de Ia distribucién general de la riqueza y a los resultados comparativos de Jos diversos sis- temas ccondmicos,, Este grupo de cuestiones —que en cl orden econdmico son temas macroscbpicos, istintos de los microse6picés— se quedarkn toda- vfa sin respuesta; probablemente serdn contestados en términos de los conceptos que usaron Ricardo y.Marx. Es discutible que, en todas las ramas del saber, blo pueden tener sentido aquellas cuestiones que sean reducibles a t€rminos deaccién, y la accién im. ica un individuo, arbitrariamente escogido, que inicia Ia accién, Por lo menos parece ocioso, preten- der que podamos estar “lejos de la batalla” de Iahis- toria contemporfnea en un estudio tan {ntima- mente ligado a los problemas pricticos, como la Economfa Politica. Es cierto que muchos eco- nomistas, lamentando el desdoro tan vulgar del partidarismo, han tratado de salvar la Economia Politica haciéndola més formal, exigiend:. exclu sivamente un interés en Ja economia como una 88 talla de Ja historia contemporinea —dejar que afirme claramente una parcialidad que desde an- tes Ilevaba implicita—- es el tinico modo de sal- varlo de caer en un cerrado escolasticismo y de hacer que sus cuestiones y sus respucstas tengan algin sentido. * técnica matemitica. Por este camino ‘podrén, sin duda, llevar su ciencia hacia una pureza de claustros pero lo hardn evadiendo, més que resolviendo, las cuestiones que eran Ja razén de ser dela Economfa Politica, por Jo menos en su forma clfsica. Ade- fs, aquellos que més alto sc jactan de su forma. Tismo, son Jos que de hecho presentan ms fre- cuentemente, como corolarios de sus teoremas, los juicios més dogmsticos sobre los negocios précti- cos. Es rato encontrar que en definitiva el parti- darismo radique en la diferencia de las respuestas, a una misma cuestién; radica més bien en la for- ma en que las cuestiones se plantean, en que se distribuyen y combinan y en la exclusién de otras cucstiones:\He sugerido que la Economia Politica rnacié como tuna apologttica de cierto orden so- ial y'que hoy continga siendo una apologética. Y parece que la Economia Politica tendr& que ser necesariamente una apologética (0 si no una con- tra-apologética) mientras las cucstiones que cons- tituyen su fundamento no se planteen en una for- ma prictica. El considerar a la Economia Politica en si misma como una parte de Ja historia, en nada la har& menos esclarecedora. Es indudable que el tratar el pensamiento como a los demés factores histéricos, asign4ndole un lugar en la ba- INDICE ‘ Introduccién see 5 El nacimiento de la Economia Politica. 10 La teorfa del valor... 222 ees 20 Ricardo y Ia renta de fa tierra 8 Después de Ricardo . . 3 Mare ya plusvalia. .. =. 38 La nueva Economia esp. + “ El “costo real” subjetivo - 6 Equilibrio general y parcial... 6 La Economfa como una apologética 6 Conelusién 87 aie = 4. sek

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