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Vista en esta perspectiva, la leyenda kafkiana expone la for-
"ama para de la ley, en la que ésta se afirma con mas fuerza pre
‘Gsamente en el punto en que ya no prescribe nada, es decir
= como puro bando, E} campesino es entregado a la potencia de
Hla ley, porque ésta no exige nada de él, no le oriena mis que
su propia apertura. Segiin el esquema de la excepcién sobera-
© ma, la ley Je es aplicada desaplicandose, le mantiene en el mm-
bjto del bando abandonindole fuera de él. La puerta abiert,
B que s6lo a él esta destinada, le incluye excluyéndole y le &x-
_dhuye incluyéndole. ¥ ésta es precisamente la culminacién y la
de caminar sobre el haga en que Is imagen ha sido enterada. Si, por-
fe contato, es el jefe el que decide consagrarse, como sucedio en el
‘ako de Decio, ¥ no moete, no podié evar a cabo ningtin sto, si po
1
Biico ai privado.. 8,
Por qué constituye la supervivencia del devotus ina situa
«in tan embarazosa para la comunidad hasta et punto de obli-
zgarla al cumplimiento del complejo ritual cuyo sentido se tra-
ta precisamente de comprender? ;Cuil es la condicién de ese
‘cuerpo viviente que ya no pasece perenecer al mundo de los
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vvivos? En un estudio ejemplar, Schilling ha observado que si el
= devotus superviviente queda excluido tanto del mundo profa-
|| no como del sagrado, se debe a que este hombre es sacer. No
| puede en ninggin caso ser restituide al mundo profano, porque
ha sido justamente su consagracién la que ha hecho que toda
4a comunidad haya podido escapar ala ira de los diasese (Schi-
ling, p. 956). Es en esta perspectiva en Ia que debemos consi
derar la funcion de la estatua, que ya hemos encontado en el
funus imaginarium del emperador y que parece unir en una
‘onstelacion Gnica el cuerpo del soberano y el del devorus
Sabemos que el signumr de siete pies de altura, del que ha-
bla Livio, no es otra cosa que el coloso- del devatus, es decir
su doble, que ocupa el lugar del cadaver ausente, en una es-
“ pecie de funeral per imagenemo, més precisamente, como eje-
cucion sustitutoria del voto que ha quedado incumplido. J. P
‘Vernant y Emile Benveniste han mostrado cuil es, en general,
la funcién det coloso: al atraer y far en si un doble que se en
* cuentra en condiciones anormales, -permite restablecer, entre
© el mundo de los vivos y el de los muertos relaciones correctas-
> (Verna, p. 229). La primera consecuencia de la muerte es, en
sigor, la de liberar a un ser vago y amenazante (Ia larva de los
“latinos, la psyche, el eidolon o el phisma de los griegos), que
‘yuelve con las apariencias del difunto a los lugares frecuenta-
dos por él y que no pertenece propiamente al mundo de los
vivos ni al de los muertos. El objetivo de los itos funerarios es
asegurar la ransformacién de ese ser incémodo e incieto en.
‘un antepasado amistoso y fuerte, que pertenece irrevocable
‘mente al mundo de los muertos y con el cual se mantienen te
laciones que se definen de manera ritual. La ausencia del ca
BE daver (0, en algunos casos, su mutilacion) puede, empero,
& impedir cl ordenado cumplimiento del rito funeratio; en estos
13505, un coloso puede, en determinadas condiciones, susttuir
al cadaver y permitr a celebracion de un funeral vicar,
roPero zqué le sucede al consageado que sobrevive? Aqui no.
se puede hablar de falta de cadaver en sentido propio, desde |
el momento en que ni siquiera ha habido muerte. Una ins-
cripeién hallada en Cirene nos informa, no obstante, de que el
coloso podia realizase incluso en vida de la persona a quien
estaba llamado a sustituir. La inseripcién lleva el texto del ju
ramento que habian de pronunciar en Tera, como garantla de
sus obligaciones recfprocas, los colonos que marchaban a Alri
cc los ciudadanos que permanecfan en la patria. En el mo=
‘mento de pronunciar el juramento, se fabricaban unos kolossof
de cera que eran arrojads a las llamas diciendo: «Que se de
rita y desaparezca el que sea infel a este juramento, él, su es-
tirpe y sus bienes-({bid, p. 222). El coloso no es, pues, un simn~
ple sustinuta del cadaver. Mas bien, dentro del complejo sistema
aque regula en el mundo clisico la relacion entre los vivos y los
muertos, representa, de forma andloga al cadaver, pero de ma-
rera mis inmediata y general, la parte de la persona viva que ©
se debe a la muerte y que, en cuanto ocupa amenazadoramente
el umbral enize los dos mundos, ha de ser separada del con-
texto normal de los vivos. Esta separacién tiene lugar de ordi-
nario en el momento de la muerte, por medio de los ritos fu
nerarios que recomponen la justarelacién entre vivos y muertos,
perturbada por el fillecimiento, No obstante, en determinadas
Docasiones no es la muerte la que perturba este orden, sino la
ausencia de ella, y la fabricacion del coloso se hace necesaria
para restablecerio.
Hasta que no se cumple el rto (que, como ha mostrado Vers
rel, no 5 tanto un funeral vieasio, como un cumplimiento sus-
Ututorio del voto: Versnel, p. 157), el devotus superviviente cs
lun ser paradojico que, aunque parece seguir llevando a cabo
tuna vida normal, se mueve, en realidad, en un umbral que no.
pertenece al mundo de los vivos ai al de los muertos: es un.
‘muerto viviente o un vivo que es, de hecho, una larva, el co-
ey
loso representa precisamente esa vida consagrada que ya se
habia separido virtualmente de él en el momento de la com:
> ‘sagracion,
5.5. Si volvemos ahora a considerar en esta perspectiva la vie
"da del bomo sacer, es posible asimilar su condicién a la de wn
“ devorus que ha sobrevivico, y para el cual no ¢s ya posible nin
guna explacién vicaria ni posibilidad alguna de ser sustiiido
“por un coloso. El cuerpo mismo cel homo sacer, en su concl-
Ein de insacrificable al que, sin embargo, se puede matar, es
la prenda viviente de su sujecién a un poder mortal, que no
‘onsiste, sin embargo, en el cumplimiento de un voto, sino que
fs absoluta © incondicionada. La vida sagrada es vids consa-
srada sin que sea posible ningin sacrifcio y mis alli de cual-
{quier cumplimiento, No es, pues, un azar que Macrobio, que
_ durante mucho tiempo ha sido consiclerado por los intéxpretes
como oscuro y corrompido (Sat, 3.7.6.) asimile al booio sacer
con las estatuas (Zanes) que en Grecia se consagraban a Jip-
ter con el importe de las multas impuestas a los atletas peri
10s, ¥ que no eran otra cosa que los colosos de aquellos que
‘habian violado el juramento y se entregaban asi vicasiamente @
la justicia clivina Caimas... sacravoram bomintim, quos zanas
- Graeci vocand). En cuanto encama en su persona los elemen:
tos que son de ordinario distintos a la muerte, el boro sacer
por ast decrlo, una estatua viviente, el doble 0 el coloso de si
+ mismo. Tanto en el cuerpo del consagrado superviviente, co-
mo, de manera todavia mis incondicionadia, en el del bono sa-
Seer, el mundo antiguo se encuentra por primera vez frente a
una vida que, separindose en una doble exclusién del contes
© to real de las formas de vida tanto prafanas como religiosas, se
F define tan s6lo por haber entraclo en una simbiosis intima con
Ja muene, pero sin pertenecer todavia al mundo de os difsa-tos, Y es en la figura de esta vida sagradas donde hace su apa
ricién en el mundo occidental algo similar a una nuda vida. |
Es decisivo, sin embargo, que esa vida sagrada tenga desde ct
principio tn caricter eminentemente politico y exhiba un vinov-
fo esencial con el terreno en el que se funda el poder sobe-
5.6. El ito de la imagen en la apoteosis imperial romana de-
be ser considerado a la luz de lo anterior. Si el coloso repre
senta siempre, en el sentido que hemos visto, una vida consa-
‘grid a la muerte, esto significa que la muerte del emperador'
Ga pesar de la presencia del cadaver, cuyos restos son ritual-
mente inbumados) libera un suplemento de vida sagrada que,
‘como sucede con la de aquel que ha sobrevivido a la consa-
graci6n, es necesario neutralizar por medio de un coloso. Es
decir, todo se desarrolla como si el emperador tviera en si no |
dos cuerpos, sino dos vidas en un solo cuerpo: una vida natu
ral y una vida sagrada que, a pesar del rito funeral ordinario,
sobrevive a la primera y que sOlo después del fiunus imagina
rium puede ser asumida en el cielo y divinizada. Lo que une
al devotus superviviente, al bomo sacer yal soberano en un.
sinico paradigma es que en todos estos casos nos encontramos
ante una nuda vida que ha sido separada de su contexto y que,’
al haber sobrevivido, por asi decislo, a la muerte, es, por eso
mismo, incompatible con el mundo humano. La vida sagrada
no puede habitar en ningiin caso en la ciudad de los hombres:
para el devotus superviviente, el funeral imaginario acta co-
mo cumplimiento sustitutorio del voto, que restituye al indivi-
duo a la vida normal; para el emperador, el doble funeral per
rite jar la vida sagrada que debe ser recogida y divinizada en:
Ja apoteosis; en el caso del homo sacer, por Ghimo, nos en-
contramos ante una nuda vida residual e irreducuible, que de-¢
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bbe ser excluida y expuesta a la muerte como tal, sin que
{gin rito 0 ningon sacrificio puedan rescatarla
En Jos tres casos, la vida sagracla esta ligada, de alguna ma
nera, a una funci6n politica. Todo sucecle como si el poder a
[premo ~que, como hemos visto, es siempre vitae mecisguue po-
lestas y se funda siempre en el hecho de aislar una viea a la
‘que puede darse muerte pero que no es Sacrificable~ llevara
‘consigo, por una singular simetia, la asuncién de wna tal vida
‘en la persona misma de quien ostenta aquel poder. Y si, en ef
caso del devotus que ha sobrevivide a su promesa, es la mier-
te fallida la que libera esa vida sagrada, en el caso del sobera
‘no es la muerte la que revela el excedente que como tal pase
ce inherente al poder supremo, como si éste no fuera otra cos
{en Gitimo término que ia capacidad de constituirse a sf mismo
.yde constituira los otros como vida a la que puede dase muer-
fe pero no sacrificar
Con respecto a la interpretacion de Kantorowiez y Giesey, la
‘doctrna de los dos cuerpos del rey aparece ahora bajo wna luz
diversa y menos inocua. En efecto, a partir del momento en
que ya no es posible poner entse paréntesis su relacién con la
consagracién imperial pagana, es el sentido mismo de la te0-
tia lo que cambia radicalmente. £1 cuerpo poltico dll rey (que,
‘en palabras de Plowden, -no puede ser visto ni tocado- y, «pri-
vyado de infancia y de vejez y de todos los demis defectos a
= que esté sujeto el cuerpo natursl, magnifica el cuespo mortal
§uniéndose a é1) deriva, en itima instancia, del colaso del em-
perador; pero, precisamente por eso, no puede sepresentar
| splemente (como pensaban Kantorowicz y Giesey), la conti-
auidad del poder soberano, sino también y sobre todo el
excedente de vida sagrada del emperador que, por medio de
+ la imagen, es aislada y asumida en el cielo en el rial coma
1, 0 transmitida al sucesor en el rita inglés 0 francés. Pero to-
do esto cambia el sentido de la metéfora del cuerpo politico:deja de sere simbolo de la perpetidad de ta dignity se
convene en la dl carcterabsoluo y no hurmano de a 0:
brani. Las formulas fe mort sat eof fe Rol ne meu fa
mats se enlenden de modo mucho més literal de lo que se
Suele pensar al muerte del soberan, la vida sagrada en qu
se fundaba su poder recae sobre la persona del sucesor. Las
dos formulas sigan laconinldad del poder soberano ao
Jo-en la medida en que expresan,a taves del oscuro vinci
on uoa vidn ala que se puede dar muerte pero que es Ins
Cieable, su earkler abso
Por es0 Bodin, el eoico mis agudo del soberania moder
ode een ta Gu, se astro
sala perpetual poder poltic, en referencia 43
Einleza absolut et pout eschbe en el sexo bro de
taRepablca-on dt en ce royane quel oy ne meu
Gui ext un proverbe ancien, qu monte bien que le eoyaume <4
te fut oneques elect quil ne tent son sceptre du Pape, yf
dearchevecque de Rheims, ay du peuple, ans de Dieu seul
{Boxkino p. 585)
Consttuye, por el contrario, un delito especial que (desde que:
a pamtir de Augusto, la nocion de maiestas se asocia cada vez
mds estrechamente a la persona del emperadon) es definido co-
‘mo crimen laesae maiestatis. Desde nuestro punto de vist, no
imporez que el dar muerte bomo sacer pueda set consideracle
‘como menos que homicidio, yal soberano como mas que ho:
micidio: lo esencial es que, en los cos casos, el hecho de mma
tara un hombre no se inciuye dentro del géneto del hin
dio, Cuando, todavia en carta consttucional de Cartes Albert
de Saboya, leemos que sla persona del soberano es sige
‘eviolables, sentimos resonar en esta singular adjetivacivin un
eco de la sacralidad de la vida del bonto sacer.
Pero también la otra caracteristica que define la vils cel be
‘mo sacer, su insacrificabilidad en las formas previstas por cl si
‘0 0 por la ley, se da puntualmente en relacion con la passer
del soberano. Michael Walzer ha observada que, en lt vision
de los contemporiineos, la enormidadl de la ruptura «js in
a la muerte de Luis XVI el 25 de enero de 1793, no cansisivs
tanto en el hecho de que se diera muerte al monana, 1K
en la circunstancia de que fuera sometido a proceso y ast
tiado en cumplimiento de una condena a la pena capital (Wil
2et, pp, 184-85). En las constituciones madernas sobe-vive ti
ddavia una huella seculasizada de la insacrificabilidal ee kt vila
del soberano, en el principio segiin el cual el jefe cel Katinks
‘80 puede ser sometido 2 un proceso judicial ordinarie, Fi la
Constitucién norteamericana, por ejemplo, el impeat hist
implica un juicio especial del Senado presidido por el «hivj
Jstice, que solo puede ser celebradlo por bigh crimes cl itis
5.7. Sila simetria entre el euerpo del soberano y el del bo-
mo sacer, que hemos tratado hasta aqui de ilustrar, corres-
ponde a la verdad, nos seri posible encontrar auevas analo-
gias y correspondencias entre la condicion juridico-poltica de 48
estos dos cuerpos tan distantes en apariencia. Una primera ¢
el acto de matar al soberano. Sabemos que el matar al Bomo
Sacer no consttuye homiciio (parriidt non damnatur). Pues ‘demeanors y cuya consecuencia es tinicamente la depen in
bien, no hay ningin ordenamientojuridico (incluso aquellos: el cargo y no una pena judicial Los jacobinos que ri 1
en que el homicidio se castiga siempre con la pena capita en a4M¥i. durante las discusiones en la Convencion queriantann: le
el que el acto de dar muerte al soberano haya sido tipficado. ¥B4HF ma muerte al rey sn ms, sin necesiad de proceso sya
de forma permanente como un simple homicidio. Tal accién. 44486. taban llevando hasta cl limite, aunque probablemente sy lee
1m, ta