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MODERADORA
Mae
TRADUCTORAS CORRECTORAS
Mae Nix
Jazmin flochi
Dee
paola buenavida
Koté
Rihano
Nix
REVISIÓN
Nix
Mae
DISEÑO
Mae
Índice
Sinopsis Capítulo 8
Capítulo 1 Capítulo 9
Capítulo 2 Capítulo 10
Capítulo 3 Capítulo 11
Capítulo 4 Capítulo 12
Capítulo 5 Siguiente libro
Capítulo 6 Sobre la autora
Capítulo 7
Sinopsis
Una semana.
Un chico malo.
Elements of chemistry #1
Capítulo 1
Átomos, Moléculas e Iones
Tranquilo, silencio, apagado, callado, calmado, reticente... moví mi boca, susurré las
palabras silenciosamente desde mi escondite.
Las voces más allá del gabinete aumentaron y fueron acompañadas por el
sonido de tacones y el sordo eco de zapatillas. Contuve la respiración y me esforcé
para descifrar cuántos conjuntos de pies había por los zapatos que se acercaban.
Supuse que dos, también debido a que solo dos voces eran audibles.
—¿... crees que va a querer follarte? ¿Después de lo del viernes pasado? —Las
palabras eran un siseo viniendo de una voz masculina desconocida; me tensé por
las palabrotas.
—Yo tampoco sé. Solo... duplícalo. Martin es, ¿qué? Como, ¿el doble de
tamaño de las chicas que usualmente drogas?
Martin Sandeke.
—Él tiene más o menos veintidós, así que... sí. Supongo —respondió el
hombre. Sus zapatos sonando contra el piso mientras se acercaba a mi escondite.
Enganché mis labios entre mis dientes y me quedé mirando la abertura entre las
puertas del gabinete. No podía ver su rostro, pero ahora podía decir con certeza que
estaba de pie directamente delante del gabinete, junto a la chica desconocida. Tal
vez enfrentándola.
Mi boca se abrió, mis ojos muy abiertos, incapaz de creer lo que acababa de
oír. El horroroso sonido de lamidas de labios continuó.
—Salimos, ¿recuerdas?
—No. Follan. Tú nunca sales con alguien. Martin Sandeke no sale con nadie.
—Sí, bueno, me sé su horario. Viene aquí los viernes y hace... hace yo que sé,
con su fea compañerita de laboratorio.
¿Fea?
—¿A quién le importa? No es nadie. Kathy o Kelly o algo así. Lo que sea —
resopló la chica, sus tacones alejándose—. Olvídate de ella, no es nadie. El punto es
que tienes que estar aquí y asegurarte de que venga esta noche, ¿de acuerdo? Me
tengo que ir antes de que llegue aquí.
Me gustaban bastante mis ojos. Eran grises. Me habían dicho en más de una
ocasión que era un color inusual. Por supuesto, nunca nadie dijo que fueran lindos,
pero tampoco que eran feos. Eso tenía que contar para algo.
Mis dientes eran bastante rectos, aunque tenía una brecha notable entre los dos
primeros del frente. También era pálida, como el color del papel, eso me lo había
dicho mi mejor amiga Sam. Mis cejas eran demasiado gruesas, sabía eso. Sam,
abreviación de Samantha, a menudo comentaba que debería sacármelas,
disminuirlas.
Ignoraba ese consejo, ya que no me preocupaba por las cejas gruesas siempre y
cuando no se convirtieran en una uniceja como mi tía Viki.
Pero a veces, cuando estaba con Martin y estábamos calculando los niveles de
las partículas, quería ser hermosa. Realmente era la única vez que deseaba que me
mirara diferente. Entonces recordaba que era un imbécil y todo volvía a la
normalidad.
1
Es un personaje ficticio de la serie La Guerra de las Galaxias es n alienígena obeso y con forma de
gusano
Pero entonces el sonido de pasos acercándose desde el pasillo captó mi
atención. Desaceleraron y luego se detuvieron.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Martin. Supuse que estaba de pie en la
entrada del laboratorio porque su voz era un poco amortiguada. De todas formas,
eso hizo que mi estómago erupcionara en rabiosas mariposas. A menudo tenía una
respuesta física al sonido de la voz de Martin.
Si era una chica, dejarían de llorar después de entrar en contacto con su ingenio
cortante (y, por cortante, me refiero a cortante y provocador de heridas). Él nunca
las llamaba por nombres, no tenía que hacerlo. Solo les diría la verdad.
Si era chico, podría solo utilizar palabras. Pero a veces también usaba los
puños. Había sido testigo de eso una vez, Martin moliendo a golpes al novio
ligeramente más fornido de una de sus aventuras de una noche. Al menos, ese fue
el rumor que recorrió después de que ambos fueran escoltados del comedor por la
policía del campus.
Para ser más precisa, soy Kaitlyn Parker, Katy para abreviar; pero dudo que
Martin sepa mi nombre de pila.
—¿Parker? ¿Quién es Parker?
Sabía que Martin estaba cerca ahora porque lo escuché suspirar; sus siguientes
palabras fueron cortadas con impaciencia.
—Bien. Porque estoy contando contigo para ser mi acompañante. —La voz del
hablante misterioso comenzó a desvanecerse. Supuse que se iba, después de haber
asegurado lo que vino a buscar.
—Te veré esta noche, hermano. Será mejor que vengas, lo digo en serio.
—Sandeke.
—Uh… —Solté el aliento que había estado conteniendo y sin pensar arqueé la
espalda, me estiré detrás de mí para rascarme la comezón.
Tal vez fue el efecto de sus ojos y hermosura inevitable, o tal vez fue porque lo
había visto rasgar chicas a jirones y por eso tenía un poco de miedo de una posible
conversación no química relacionada con él. O tal vez fue la picazón entre mis
omóplatos, porque sin pensar, solté la verdad—: Me escondía en el armario.
Levantó una ceja y me agarró por los brazos, jalándome y levantándome como
si no pesara nada.
—Tratando de llegar a una picazón entre mis omóplatos. —Mi codo estaba en
el aire ahora, mi mano por el cuello de mi camiseta.
Los ojos de Martin se ampliaron y luego parpadearon. Sin decir una palabra,
entró en mi espacio personal. Antes de que pudiera comprender lo que estaba
pasando, él me había apoyado en la mesa de laboratorio y estaba atrapada. Martin
estaba contra mí, sus brazos envueltos alrededor de mi cuerpo, sus manos se
deslizaron bajo mi camiseta hacia el centro de mi espalda, y luego sus dedos
rascaron el espacio inalcanzable entre mis omóplatos.
Martin no se detuvo.
Bueno... no exactamente.
Y yo acababa de gemir.
Levanté mis manos a su pecho e hice ademán de alejarlo. Esto solo hizo que
sus manos se detuvieran, ahora en la curva de mi cintura, y su agarre se apretara. Él
pegó nuestras frentes más completamente.
—Um... —Me aclaré la garganta, encontré mi voz temblorosa—. Sí, sí, todo
mejor —grazné.
—Estoy mejor ahora. Gracias por la ayuda. Tus servicios ya no son necesarios.
—Dondequiera que tocara enviaba ondas de conciencia y calor a mi centro.
Mi intento de fuga fue un fracaso, ya que, tan pronto como me apreté contra él,
Martin tiró de mi pelo, animándome a inclinar la barbilla hacia arriba.
Luego me besó.
Abrí los ojos tanto como pude y lo miré, donde me encontré con su mirada
moviéndose alternativamente entre mis labios y mis ojos. Me di cuenta que no era
la única que respiraba con dificultad.
—¿Necesario?
—¿Ah, sí?
Mis dedos se movieron para atrapar sus muñecas porque sus manos estaban de
camino a segunda base; intercepté con éxito su avance hacia el norte.
—¿Hacer qué? —Acarició mi cuello y susurró contra mi piel. Debió saber que
acariciándome iba a hacer que mi interior se derritiera. Me imaginé que había
llevado a cabo experimentos metódicos de forma más rápida a la auto-lubricación
femenina.
—No soy una de tus chicas fáciles, o incluso difíciles. —Mi voz vaciló, por lo
que me aclaré la garganta—. Ni siquiera soy realmente una chica. Soy más como
uno de los chicos. Piensa en mí como un chico.
—Imposible.
—Es cierto. ¿Besas chicos? Porque si no, entonces creo que debes haberme
confundido con alguien más.
Tragué saliva, con éxito, lamí mis labios, luego sacudí la cabeza. La ironía de
su confusión no me pasó desapercibida.
Mi primer y único novio había sido gay. No lo sabía mientras éramos novios en
la secundaria.
Eso era cierto, porque había sido testigo de su camino de devastación con mis
propios ojos.
—Lo sé, ¿verdad? —Traté de sonar autocrítica, lo que no fue difícil porque
realmente quise decir mis próximas palabras—. ¿Quién soy yo? No soy nadie.
—El hecho de que mi familia sea famosa, no quiere decir que yo sea alguien.
En su lugar, le dije—: No soy una chica descuidada. Soy una chica lenta y
constante. ¿Quién sabe cuándo o si volveré a cruzar la línea de la meta?
—Sí. —Señalé con mi pulgar por encima del hombro—. Voy a irme ahora. Y
no te preocupes por el experimento. Voy a venir durante las vacaciones de
primavera y terminar. Y cuando te vea después del descanso, todo volverá a la
normalidad. Podemos olvidar que esto sucedió. Nunca hablaremos de ello. —Mi
voz se quebró en la última palabra.
—Parker…
—Kaitlyn… —Dio dos pasos hacia adelante como si me fuera a detener, pero
se detuvo al oír crujir el vidrio bajo los pies. Miró a sus pies, notando por primera
vez el vaso roto en el suelo—. ¿Qué demonios?
De hecho, corrí por el pasillo como loca y me metí en el ascensor justo antes de
que cerrara. Incluso corrí a mi dormitorio, no comencé a relajarme hasta que crucé
el umbral, subí los tres tramos a mi habitación y cerré la puerta detrás de mí.
No fue sino hasta varios minutos después que di cuenta de que había olvidado
decirle acerca del cobarde argumento que oí por casualidad.
Capítulo 2
La Teoría Atómica de la Materia
Traducido por Jazmín & paola buenavida
—Cállate, Sam.
—Te ves caliente, perra. Solo genial. —Sam golpeó mi codo con el suyo e hice
una mueca.
Si alguien me hubiera preguntado hace doce horas cómo iba a pasar la primera
noche de viernes de las vacaciones de primavera, les habría dicho que estaría
acurrucándome en mi cama contra las esponjosas almohadas, bebiendo té y
comiendo galletas de mantequilla mientras leía.
No, no podría haber previsto que estaría yendo a una fiesta de fraternidad
usando un vestido negro de encaje más arriba de mis muslos, tacones de aguja, mi
cabello suelto y usando maquillaje.
Rodé mis ojos y resoplé como la descontenta ermitaña que era. Preferiría
comprar un sujetador que ir a una fiesta de fraternidad, y eso era decir mucho.
Había sido enseñada antes en la tarde que una «fiesta de solo faldas» era una
fiesta de fraternidad donde se requiere que todas las chicas usen faldas cortas. Al
escuchar esta noticia consideré brevemente dejar a Martin a su suerte. Al final, mi
conciencia no me lo permitió.
—Silencio.
—Una nena caliente. Y los chicos van a querer algo de eso. —Me señaló y
movió su muñeca, indicando mi pecho y trasero—. Especialmente ese culo.
Si seguía mi buen juicio sobre estar acurrucada con un libro ahora en lugar de
caminar hacia una guarida de inequidad vestida como una chica.
A pesar de que todavía estábamos a dos cuadras de distancia, podía oír los
sonidos de la fiesta. Mi cuello se sentía rígido y mis manos estaban húmedas.
Sam era un poco más baja que yo y estaba asistiendo a la universidad con una
beca de tenis. Ella estaba determinada en entrar a Harvard Law y, al igual que yo,
era centrada, gasta muy poco de su tiempo en sexo. Su actitud todo-negocios la
hizo una ideal mejor amiga y compañera de cuarto.
—¿Porque no? —insistió. Me había hecho esta pregunta varias veces mientras
nos estábamos vistiendo o, más bien, mientras ella me estaba vistiendo.
—No. No es así. Yo le dejo una nota si no puedo llegar los viernes y él hace lo
mismo. O si termino algo sin esperarlo, ese tipo de cosas.
—Eso es correcto.
—Katy, has estado flechada por Martin Sandeke desde la primera semana de
clases hace dos años cuando lo acechabas afuera de física, antes de que incluso
supieras quien era.
—Oh dios mío, no más bromas. Estoy usando el vestido, ¿no? Incluso te dejé
ponerme maquillaje.
—No estoy bromeando. Estoy tratando de sacarte esa infinita baja autoestima
que tienes. Te escondes detrás de ropa holgada y cejas espesas que bien podrían ser
bigotes. Carter es una persona encantadora, pero no debería haberte usado de esa
manera. Ahora estás mal de la cabeza.
—Gracias.
—¿Qué crees que estás haciendo? —Uno de los grandes chicos tendió la mano
y detuvo su marcha.
—Ir a La fiesta.
El segundo tipo grande nos señaló con la punta de la barbilla a Sam y a mí.
—Disculpen.
Di un paso a un lado para permitir que tres chicos altos y guapos pasaran.
Llevaban el cabello castaño casi intencionalmente en un corte largo al estilo
inconformista y piel bronceada; dos tenían ojos marrones, el otro los tenía azul.
Vestían camisas de polo de fraternidad y los tres desaceleraron, sus ojos
moviéndose sobre Sam y sobre mí con simple interés.
El último de los chicos se detuvo; agarró mis caderas, y luego me emitió una
sonrisa muy linda y coqueta.
Abrí la boca para responder que no era nadie y que no debería ir por ahí
tocando personas sin su permiso, pero Sam tiró de mi mano y se insertó a sí misma
en la conversación. Tenía que semi-gritar para ser escuchada sobre la música de los
alrededores y voces.
Los tres chicos intercambiaron miradas confusas; el que tenía sus manos en mis
caderas se inclinó a mi oído.
—Sí. Ambos semestres. Es muy importante que hable con él sobre, um... un
proyecto que se supone que debemos estar haciendo durante las vacaciones.
Además, realmente apreciaría si me quitaras las manos de encima.
Él parpadeó, frunció el ceño y luego quitó las manos y dio un paso atrás, o
como mucho un paso atrás cuando pudo con el enamoramiento.
Sus ojos parecían buscar mi cara con interés. De hecho, los tres parecían estar
mirándome un poco raro. Alisé mi mano por mi falda de nuevo y estaba agradecida
por las luces tenues. Bajo su triple ardiente lectura, sabía que estaba sonrojada
incontrolablemente.
—Es ella, la hija del astronauta —dijo finalmente el de los ojos azules, como si
se hubiera dado cuenta y me reconoció. Lo dijo como si yo fuera una celebridad.
Pensé en responder que estaría feliz de hacer algo diferente en su cara, como un
puñetazo, pero Sam habló primero.
Esa fue una verdad. Ya eran las diez y diez y sabía, basado en mi espionaje, la
misión «narcotizar» se produciría en algún momento alrededor de las diez y
treinta. Ojos Azules asintió, sin soltar mi mano.
Ojos Marrones, el que se sintió cómodo poniendo sus manos sobre mi cuerpo,
me guiñó un ojo al pasar.
—Soy Eric —dijo Ojos Azules dijo hacia nosotras por encima del hombro—.
Stroke está por acá.
—¿Stroke?
Apreté los dientes a través de los empujones, ignoré las partes del cuerpo
presionándose contra mí, o de plano palmando mi anatomía.
Conciencia idiota.
2
Stroke en español significa braceo.
Luché para subir las escaleras en los tacones, casi le pregunté a Eric si
podría quitármelos. Estaba tan ocupada debatiéndome si quitar o no mis tacones
que casi choco con la espalda de Eric cuando se detuvo frente a un par de
excesivamente grandes puertas dobles.
—Él está aquí. —Eric se volvió, inclinó la cabeza y luego soltó mi mano para
empujar la puerta.
—Gracias. —Me asintió una vez y agarró la mano de Sam parándola mientras
me movía para entrar.
—No. No. Ella se queda aquí. —Eric sacudió la cabeza e hizo un gesto a Sam.
Eric sonrió, sus ojos se movieron sobre Sam como fuego lento.
Esto solo hizo ampliar su sonrisa, dijo—: Estás a salvo conmigo. Te prometo
que lo único que voy a hacer es mirarte. —Ella frunció el ceño. Él entrecerró los
ojos en tono burlón, aunque su diversión y disfrute era obvia.
Me dirigí a Sam con voz baja. —Estaré bien. Martin no va a hacer nada. Solo
le diré acerca de la, eh, la asignación y luego me iré.
—De acuerdo —dijo él con una gran sonrisa y luego levantó las manos como
si se rindiera.
Antes de perder los nervios, giré el mango a la puerta y la abrí mirando a Sam
por última vez y entré en la habitación.
Capítulo 3
Tabla Periódica
Traducido por Jazmín & Nix
No sabía lo que esperaba, pero segura que no era una mesa de billar.
Martin, como el resto, me miró como si fuera una extraña. Sin embargo, sentí a
todos los pares de ojos mirarme de arriba a abajo de una manera que me hizo sentir
como si fuera un auto, o un caballo, uno que pensaban montar.
—¿Qué quieres?
—Soy yo. Ah, soy Parker. Kaitlyn Parker. Estaba esperando poder hablar
contigo por… un… minuto… ¿sobre química? —Mordí mi labio, esperando su
reacción.
Para mi sorpresa, sus tres compañeros depositaron sus palos de billar sobre la
mesa y arrastraron sus pies mientras salían como les indicó, y sin demora.
No sabía qué pensar de la tormenta que se avecinaba en sus ojos, así que lo
ignoré y traté de pensar en una palabra para usar en mi juego de sinónimos.
También traté de no mirar sus labios.
Lo intenté y fracasé.
Haciendo caso omiso de la piel de gallina que había aparecido por su mirada
ardiente, hice mi mejor imitación de calma y dije:
—Déjame adivinar. —Cruzó sus anchos brazos sobre su amplio pecho, sus
anchos hombros rígidos y rectos, y apoyó sus caderas, que eran estrechas y no
amplias, contra la mesa de billar—. Tu nivel de interés ha… cambiado.
—¿Qué?
—Has cambiado de opinión sobre mí. —La forma en que dijo las palabras:
inexpresivo y mordaz, me llevó a la conclusión de que él pensaba que yo estaba allí
para suplicar por más besos, atrapándolo con mis artimañas femeninas. Poco sabía
que yo no poseía artimañas femeninas. Solo estupidez y miedo.
—Bonito vestido.
—Sí. También es demasiado corto, creo. —Tiré del dobladillo, deseando que
fuera más largo—. Me dijeron que no se me permitiría entrar sin una falda.
Martin se enderezó en la mesa de billar y fue a donde yo estaba, sus pasos sin
prisa, su mirada deslizándose por mi cuerpo. Una vez más, me sentí como un
caballo que era examinado para montarlo.
—Siempre podrías quitártelo, el vestido, si te hace sentir incómoda.
Era…
Era inapropiado.
Sus ojos parpadearon en los míos, aun duros, incrédulos. Estaba de pie solo a
unos treinta centímetros más o menos de distancia e incliné mi barbilla hacia arriba
para encontrarme con su mirada.
Las cejas de Martin se alzaron y luego bajaron cuando dije la palabra drogar.
No quiero que me interrumpa de nuevo, así que hablé más rápido.
—Ella dijo que quería que te drogara. Lo planificaron para las diez treinta de
esta noche y él se suponía que se asegurara de que te quedaras en la fiesta. Ella dijo
que iba a llegar a las once y luego te llevaría, drogado, hasta tu habitación y los
grabaría. Luego dijo algo realmente perturbador, no es que el resto no sea ya
perturbador, pero lo que dijo después como que me dejó sin aliento porque no sabía
que las personas podían ser tan frías y calculadoras sin tener respeto básico por la
decencia.
—¿Qué dijo? —preguntó, con tono impaciente. Sus ojos todavía duros,
enojados, pero la severidad no estaba centrada en mí. Parecía que yo no era el
objetivo, ¡gracias a Bunsen y su mechero!
—Ella dijo que si quedaba embarazada, entonces sería «un bono extra».
—Bueno. Eso era todo lo que tenía que decirte así que, creo que voy a…
—Eh, ¿qué?
Finalmente dije:
—¿Qué te sucede?
Su ceja se alzó.
—Sí —dije, mis manos subiendo a mis caderas—. ¿Qué está mal contigo? Vine
aquí para ayudarte, lo menos que podías hacer es no actuar como un idiota.
—¿Idiota? —dijo de regreso, sus ojos volviéndose tanto fríos como cálidos—.
¿Vienes aquí, luciendo así, y esperas que crea que no quieres algo?
—¡Ya te lo dije, idiota, es una fiesta de faldas! No habría pasado por la puerta
sino tuviera este vestido puesto, imbécil. Si no te gusta cómo luzco, entonces tú y
tus hermanos de sororidad pueden irse al demonio.
—Entonces, ¿se supone que crea que no tienes ningún motivo oculto? Si esto es
verdad, entonces ¿por qué no me lo dijiste en el laboratorio? —Dio otro paso hacia
adelante y, ya que me rehusaba a retroceder, solo centímetros nos separaban.
—Oye, Stroke, amigo, ¿por qué estás aquí? Te traje una bebida. Algo de mi
jugo especial.
El tipo, casi cinco centímetros más alto que Martin, o sea, muy alto, atravesó la
puerta después de una breve pausa. Detrás de él, pude ver a Eric parado con Sam.
Ambos miraron en la habitación y noté que la cara de Eric tenía una disculpa
mientras miraba a Martin.
Traté de dar un paso hacia delante pero el brazo de Martin se apretó,
manteniéndome quieta.
—Hola… Eric dijo que tenías compañía así que traje uno para cada uno.
Conocía esta voz porque era él. El monstruo del laboratorio que dijo
palabrotas.
—Gracias, Ben —dijo Martin, pero el borde en su voz fue glacial y no hizo
movimiento alguno para tomas las bebidas.
Ben me dio una sonrisa tiesa, sus ojos aterrizando en el brazo que Martin tenía
a mi alrededor, entonces levantó ambos vasos.
Esta vez, Ben asintió una vez y puso las bebidas en la mesa cerca de la puerta.
Sus ojos, cautelosos, pero también reforzados con curiosidad, buscaron los
míos. Aun podía ver la desesperación y todavía me sorprendía. No lo toqué. En
lugar de eso, puse mis manos en mis caderas, donde mi cuerpo de encontraba con
la mesa.
Al momento, él preguntó:
—¿Qué quieres?
Me encogí de hombros.
—Parker.
—¿Qué?
Sus ojos cayeron a mi boca y su voz fue más suave de lo que alguna vez la
había escuchado, casi como engatusadora.
—Kaitlyn…
—Martin, honestamente no quiero nada de ti. Me gustaría irme para así poder
cambiarme a algo normal, beber té, comer galletas y leer un buen libro en mi
dormitorio.
—Kaitlyn, mírame.
Una vez más, mi cuello se enrojeció y mis brazos se llenaron con piel gallina.
—También quiero que olvides que algo de esto sucedió para que podamos
volver a ser compañeros de laboratorio.
Se quedó callado por un largo tiempo, pero supe, a pesar de que me negaba a
mirarlo a los ojos, que me estaba estudiando, examinándome como si fuera algo
nuevo.
—Y tus ojos. Son grises. Los noté primero. —Su voz era apenas un susurro;
sonaba como si estuviera hablando consigo mismo.
—Rara vez doy mi número, es una de mis reglas de vida —dije tontamente.
—¿Los de pana? Solo me los pongo cuando toda mi ropa está sucia.
—Eres mejor en la química que yo, sacas excelentes en todas las pruebas.
—¿No te has preguntado por qué vengo los viernes? —Sus dedos se cerraron
alrededor de mi cuello y su pulgar trazó círculos a lo largo de la línea de mi
clavícula. Empujó mi cabeza suavemente hacia atrás.
Sacudió la cabeza.
—Tú.
Mis pestañas revolotearon.
—¿Yo?
Me mantuvo cautiva tanto con su mirada ardiente como con sus manos
acariciándome. Martin se inclinó hacia adelante y rozó sus labios contra los míos.
No fue un beso. Fue más como si estuviera usando sus labios para sentir los míos,
para disfrutar de mi suavidad.
Mis dedos agarraron la madera a cada lado de mis caderas y luché con éxito
contra un gemido. La opresión en mi pecho se alivió y retorció, mi estómago agitó,
mi aliento saliendo superficial y rápido.
—No lo haría.
Bajó la cabeza otra vez, me dio un beso suave en los labios, solo un toque de su
lengua. No fue suficiente. Mis manos se levantaron por su cuenta y se apoderaron
de su camisa, alejando cualquier amenaza que podría haber previsto. No lo hice a
propósito. De hecho, no sé por qué lo hice.
—Martin, no puedo…
—Puedes.
—No soy…
—Lo eres.
—Tú no…
—Yo sí. —Me besó otra vez y cambió su peso más completamente en mi
contra. Martin llenó mi espacio por lo que ocupó cada centímetro. Cuatro de mis
sentidos se vieron desbordados por él, el olor de su colonia, su cuerpo caliente y
duro contra el mío, el sabor de su boca, el gruñido bajo en la parte posterior de su
garganta cuando nuestras lenguas se encontraron y chocaron.
Me besó de nuevo, puso mis brazos alrededor de su cuello, luego sus manos
subieron por mis costillas y sus palmas me acunaron a través de la fina tela de mi
vestido. Su pulgar dibujó pequeños círculos alrededor del centro de mi pecho.
Gruñó.
—Martin… —Fue todo lo que pude decir, porque… estaba realmente excitada.
Y no es que fuera una experta, pero a juzgar por la larga longitud contra mi
estómago, él también estaba muy excitado.
—Sí… —dije.
—Prométemelo.
—Lo prometo.
Para ser honesta, no lo dije en serio. En ese momento, dije que sí porque me lo
había pedido, y usó las palabras por favor, y no quería que los buenos sentimientos
se detuvieran, no porque tenía intención de pasar la semana con Martin Sandeke,
Hércules, idiota con las mujeres, y al parecer, el rey en seducir a vírgenes ingenuas.
En cualquier caso, mis palabras parecieron ser suficientes para Martin porque
sonrió contra mi piel y dejó de hablar. También trasladó sus dos manos de sus
cuidados sorprendentemente eficaces y me rodeó con sus brazos. Su boca se movió
de nuevo a la mía.
Esta vez el beso fue lento, menos urgente, suave y dulce. Se sentía como un
preludio, un comienzo. Cuando levantó la cabeza, abrí los párpados para
encontrarlo mirándome, sus ojos encendidos… unas llamas azules.
—Te recogeré mañana —dijo. Su voz era diferente, más suave, más
profunda… contenida.
—¿Ocho?
—No tienes que empacar mucho. —Besó mi nariz, me soltó de sus brazos,
entrelazó sus dedos con los míos, y tiró de mí hacia la puerta—. Espero que te
gusten las playas privadas.
Capítulo 4
Entalpías de reacción
Traducido por Nix & Jazmín
—Nada.
—¿Qué quieres decir con nada? Está esperando que vayas con él durante las
vacaciones de primavera.
Me encogí de hombros, mirando por la ventana del auto con chofer de Martin.
Eso es correcto. Un auto con chofer, para un estudiante universitario de veinte años.
Si no me hubiera sentido tan pensativa puede ser que haya buscado la mostaza
Grey Poupon Dijon.
Tonta.
—Quiero decir eso, no voy a hacer nada. No puedo ser responsable de mis
reacciones, lo que digo o lo que hago, cuando estoy frente al Martin Sandeke de la
vida real. Él es el hombre equivalente a una pistola en la cabeza, salvo que sin el
aspecto de temer por mi vida. Le voy a escribir un correo electrónico, le diré que
afecta negativamente mi capacidad de funcionar como un ser racional. Como tal, el
debate de anoche y todos los acuerdos resultantes son nulos y sin efecto. Estoy
segura de que lo entenderá.
Sam resopló.
—Entonces, ¿de qué estás hablando? ¿Cómo es que un matón? Aparte de lo que
las chicas con las que ha dormido lloran y se meten en peleas a puñetazos. —
Escuché las palabras que salieron de mi boca, dándome cuenta de que esos dos
hechos hicieron lo suficiente como para etiquetarlo como tal.
—Solo quiero decir que está acostumbrado a salirse con la suya, ¿no? Él tiene
su propio yate. Su-Propio-Yate. —Me miró, levantó las cejas enfatizando más—. Si
quiere algo, es suyo. Ni siquiera pregunta, solo lo dice.
Giré mis labios hacia un lado y consideré esta información, sin entender por
qué era pertinente para nuestra discusión.
Los párpados de Sam cayeron con incredulidad, pero sus cejas quedaron
suspendidas.
—¿No has estado prestando atención? Vi la forma en que te miraba, la forma
en que te tomó de la mano todo el camino hasta el auto, la forma en que te besó
antes de irnos. Te desea. Martin Sandeke te desea.
La consideré, y suspiré.
—No. Eres una chica. Ha tenido cientos de ellas. Pero él solo tiene un yate. —
Entonces, en voz baja, agregó—: Bueno, solo tiene un yate, que yo sepa.
—Sí, pero eso fue antes de que me dijeran que permaneciera fuera mientras
entrabas en su guarida. Eso fue antes de que viera la mirada aturdida en tu cara
cuando saliste de la mencionada guarida. ¡Eso fue antes de enterarme que quiere
que vayas con él durante una semana! Quiero que enloquezcas, pero no quiero que
rompan tu corazón.
—Creo que estás exagerando. Tú misma lo has dicho, las tiene haciendo fila
alrededor de la manzana. Voy a declinar su oferta, y se lo va a pedir a otra persona.
No hay necesidad de enloquecer.
—Bien. Voy a dormir con él. Lo llamaré mañana y le voy a decir que quiero
terminar con eso. Luego, de acuerdo a tu lógica, va a desaparecer. Problema
resuelto.
Sam gruñó.
—Deberías decirle cara a cara que no quieres ir. Deberías explicar tus razones y
establecer límites para las futuras interacciones. Y deberías tenerme allí como
representante para asegurarte de que no trate de golpearte con su rayo sexi.
●●●
Sabía esto. Sabía que las posibilidades de que Martin en realidad recibiera mi
correo electrónico eran ínfimas. De todas formas, razoné que tendría la autoridad
moral si le enviaba un correo electrónico tan pronto como llegara a casa. Entonces,
cuando se presentara al día siguiente y yo no estuviera, podría señalar más tarde
que, de hecho, le envié un correo electrónico.
Martin,
Aprecio tu oferta de acompañarte en tus viajes durante las vacaciones de primavera, pero
he reconsiderado mi respuesta. Una vez que me alejé un poco de la situación, veo que cometí
un error al estar de acuerdo contigo. Simplemente tengo muchas tareas que hacer esta semana.
También estoy en un voluntariado en un centro de crisis como asistente de apoyo. No quiero
dejarlos sin notificarles ya que ellos cuentan conmigo cuando hay problemas. Y por eso, por
favor, acepta mis disculpas. Estoy segura de que no tendrás problemas al encontrar una
alternativa.
~Parker.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Sam mientras entraba en nuestra
habitación.
—Nada.
—Eso no es lo que quise decir. Le estás dando un aviso. Ahora él será capaz de
planear un contraataque.
—Ya verás —dijo con una voz cantarina, apagando la luz en su lado de la
habitación, y metiéndose en la cama.
—No. Me habré ido. Dijo que estaría aquí a las ocho. Me voy a ir a las siete y
estaré en la biblioteca todo el día.
—Cobarde.
—Lo que sea. ¿Quieres que te despierte? Tengo práctica de tenis a las seis.
Acabo de llegar a casa. Llámame cuando puedas. Estaré disponible hasta las 2.
Ella tenía una agenda y temas de charla para cada conversación. Al crecer, me
entregaba una copia en papel y me pedía que los siguiera. Cuando yo era muy
pequeña, utilizaba imágenes en lugar de palabras y discutíamos cosas como:
Revisión de tres meses: Preescolar. Programado: Corte de cabello. Plan de acción requerido:
Limpieza de tu habitación. Música: Interfiere con el tiempo programado.
—Sí.
—¿Necesitas fondos?
—No.
Para mi sorpresa, ella no dio su respuesta típica de, «es lo que hay». En cambio,
hizo una pausa, luego suspiró y dijo:
—Terrible.
Inmediatamente respondí:
Sin embargo, nos amábamos. Ninguna de las dos éramos tan austeras como
para retirar el apoyo cuando era solicitado, pero lo valoraba y me uní a su mantra
de no-drama. La energía debería ser gastada en soluciones a problemas reales,
como el estado abismal del sistema de cuidado de crianza de estados unidos, o
nuestra tensa política exterior con Pakistán, o las gigantes telecomunicaciones
usando Net Neutrality como un arma contra el bien público; por lo tanto, cuando
dijo que estaba frustrada, por lo general, significaba que estaba en un punto muerto.
Una vez más, mi boca se abrió un poco y se cerró antes de que la soltara:
—Bien… bien.
Ella me decía todos los domingos que me amaba. Era lo último que mis padres
y yo intercambiábamos en nuestra llamada de conferencia a pesar de que no estaba
incluido en nuestra agenda. Un te amo a mediados de semana no se había dado
desde que mis padres me dejaron en la universidad en mi primer año.
—Lo haré.
Mi madre era la hija de una física (mi abuela) y un astronauta (mi abuelo). Mi
abuelo también fue un físico en la Marina. Había destacado académicamente toda
su vida y creía en la estructura de enfocarse en la meta. Era una súper heroína. Era
mi heroína. Por eso, los momentos en los que se permitía mostrar su vulnerabilidad
eran angustiantes. Era como ver a Superman luchando a través de un encuentro
ante la exposición de kriptonita.
—Parker.
Levanté las cejas, pero no pude abrir los ojos; pregunté en un murmullo
adormecido:
—Vamos a la playa.
—¿Qué?
—Sinónimos.
—¿Qué está pasando? —Me froté los ojos con mis palmas, todavía en algún
lugar entre mis sueños y la realidad, pero más cerca de los sueños.
—¿Sí?
—¿Qué? ¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué? —Fue todo lo que pude decir, porque mi
alarma no sonó.
Así que Martin llegó una hora antes y estaba aquí. En mi cuarto. Sentado en mi
cama. Mirándome como si me quisiera para… cosas.
Miré por encima del hombro y encontré que Martin Sandeke se había acostado
en mi cama, los tobillos cruzados, apoyado en la almohada, sus dedos entrelazados
apoyados detrás de la cabeza.
—¿Cómo entraste?
—Tengo mis maneras… —Había pasado de mirarme a comerme con los ojos.
Se lamió los labios. La acción se sintió maliciosa—. ¿Por qué no vienes aquí?
—Estoy perfectamente bien aquí —dije con remilgo, pero el efecto fue
arruinado por el mascar de chicle en mi boca que estaba perdiendo rápidamente el
sabor. Tomé una servilleta al lado de mis productos alimenticios y delicadamente
me libré del chicle, arrojándolo a la basura desde mi lugar. Lo bueno de los
dormitorios es que todo está al alcance.
—¿Qué?
Bufé.
—Eso no es lo que quise decir. No voy a llevar nada porque no voy a ir.
Me miró de soslayo.
—Lo prometiste.
—Bajo presión.
—No, solo te inclinabas contra mi cuerpo. Eso es más que suficiente para
ponerme en un estado de coacción.
—Claro. Por supuesto que sí. ¡Qué ridícula pregunta! Tu cuerpo provoca
malestar, inquietud, desolación, y me pone en un estado de coacción.
¡Yo querer galletitas con sabor a Martin! ¡¡Yo querer galletitas ahora!!
La vista era indecente porque de inmediato me hizo querer hacer varias cosas
indecentes, a su alrededor, cerca de él, en la parte superior, debajo, a su lado, si se
trataba de una preposición, quería hacerlo con Martin.
—¡Ack! ¡No! —Apreté los ojos y me cubrí la cara con las manos—. ¡No el
pecho! ¡Cualquier cosa menos el pecho!
—Está bien, mentí. Sin camisa está bien, pero por favor, por favor, por favor,
no te quites los pantalones. —Me alejé de él, todavía cubriendo mi cara con una
mano, y ciegamente alcancé la puerta del armario con la otra. El armario recorría la
longitud de una de las paredes y tenía puertas corredizas. Sabía que iba a ser capaz
de caber en el interior. Tal vez podría esconderme hasta que se fuera, o lanzar mis
zapatos hacia él como misiles.
Deslicé la puerta del armario para abrirla mientras las manos de Martin
tomaban mis caderas por detrás. Me puse rígida porque presionó su pecho desnudo
a mi espalda y su ingle en mi trasero. Era duro y suave, y estaba convencida de que
iba a morir de… algo relacionado con el deseo sexual abrupto. Solté un gemido
torturado porque podía sentir su rigidez a través de sus bóxeres, o calzoncillos, o
calzoncillos bóxer.
—Tú también.
—Oh Dios mío. ¿Quién hace eso? ¿Por qué harías eso?
—Tengo razón. Tengo razón. Tengo tanta, tanta, tanta razón. —Suspiré, mis
manos abandonaron la puerta del armario y extendí la mano detrás de mí para
tocar su cuerpo. Mi centro dolía. Mi estómago revoloteó. Mi piel ardía. La lujuria y
la locura habían descendido.
Asentí.
Estaba segura de que las chicas a las que estaba acostumbrado tenían vaginas
de estrellas porno: depiladas, suaves, blanqueada por un tono de color, mejoradas
quirúrgicamente para hacerlas parecer menos como un suelo de bosque, pero yo
estaba a lo natural allá abajo. Nunca había tenido una razón para hacer nada más
que cortar un seto por el amor de la higiene.
—¡Whoa! —Jadeé.
—Joder. —Respiró contra mi nuca, sus dientes mordiendo mi nuca—. Eres tan
apretada. Tan jodidamente apretada.
—Eso es porque soy virgen y estoy excitada —dije sin pensar en una
exhalación—. El canal vaginal se hincha cuando está excitado.
—¿Eres virgen?
—Um… —dije, tratando de pensar en alguna manera de ocultar ese hecho sin
una mentira.
—Eres virgen —dijo, esta vez no era una pregunta; sonaba como una
acusación.
—¿Y qué? —dije. Si fingía que no era gran cosa tal vez me creería—. ¿Qué si
soy virgen?
—¿Que tiene que sea virgen? Todas las chicas deben ser tratadas con respeto,
independientemente de si son o no son vírgenes. Ser virgen no me hace ni más ni
menos valiosa que una no-virgen. Tu lógica de seducción es terrible.
Hice una mueca ante esto y lo vi colocarse la camisa con movimientos bruscos.
Antes de que pudiera recuperarme de su dura admisión, continuó.
—Pero ser virgen y ser Kaitlyn Parker me hace querer asegurarme de que
nuestra primera vez tocándonos no sea una sesión de toqueteo contra el armario de
un dormitorio.
Creo que supo la respuesta antes de que terminara de hacer la pregunta, porque
sus ojos se abrieron cuando las últimas palabras salieron de su boca.
—¡Maldita sea, Kaitlyn! ¿Fui tu primer beso también? —Sonaba enfadado y sus
palabras me hicieron saltar.
—No. Por supuesto que no. —Mis mejillas y el cuello estaban en llamas. Traté
de levantar los ojos a los suyos, pero no pude elevar más la barbilla—. He besado a
alguien antes.
Por alguna razón inexplicable, me dieron ganas de llorar. Las lágrimas ardían
detrás de mis párpados y mi garganta se sentía apretada.
Lo sabía.
LO SABÍA.
Sabía que iba a hacerme llorar. Es lo que hacía. Por lo tanto, no le contesté.
Observé los pies de mi cama y apreté los labios, concentrándome en mi respiración.
Se sentó pesadamente en el borde de mi cama, con los codos sobre las rodillas,
pasándose las manos por el pelo, y le oí exhalar un atónito:
—¡Joder!
Probablemente pensaba, ¿Qué es lo que te pasa que solo has besado a otra persona?
¿Que nunca pasaste la primera base antes de ayer?
—He leído libros —dije en silencio, aclarando mi garganta, con seguridad más
allá de la amenaza de las lágrimas—. Y visto una serie de videos pornográficos.
Tomé notas extensas. También he leído varios artículos de revistas esclarecedoras
en PubMed sobre la fisiología del acto sexual. Probablemente sé más sobre la
logística que tú. No soy una idiota.
—No. No eres idiota —dijo. Una vez más, su voz sonaba enojada. Se agachó
para ponerse los zapatos y noté que su mandíbula se flexionaba, y apretaba sus
dientes.
No romper promesas era una de mis reglas de vida. Si hacía una promesa, la
cumplía. Por tanto, fruncí el ceño y no admití nada.
—¿Qué?
Mi primer pensamiento fue: Bueno, hagamos eso. Haremos lo que quieras, solo di
todo usando esa voz, ¿mmm-bien?
—Está bien. —Su voz fue tranquila y atada fuertemente con la intimidad—. No
tendremos dátiles en nuestras citas. Tendremos tacos.
—Me gustan los tacos —ddije esto porque me gustaban los tacos, pero también
estaba fascinada por su cercanía.
Sus ojos se dirigieron a mis labios y se lamió los suyos, llevando la parte
superior de uno en su boca y mordiéndolo. Creo que me desmayé un poco, sé que
no es posible que uno se desmaye un poco. Pero su atractiva cosa de lamer-chupar-
morder su labio puede haber causado que perdiera la cabeza.
Pensé que iba a besarme, porque miraba mi boca de tal manera que me llevó a
creer que tenía hambre… por mis labios. Parecía estar luchando, consigo mismo;
contuve la respiración.
Los cinco segundos de duda resultaron ser la ruina del beso potencial, porque
fuimos sin contemplaciones interrumpidos por una Sam chillando.
Deslicé mis ojos a mi derecha, donde se enfrentaron donde una hosca Sam se
sentaba, hojeando su libro de texto de ciencias políticas pretendiendo estudiar.
—Tonto.
—Bueno… necesitas más que eso. —Sam se volvió y miró por encima de su
hombro.
Tuve el asiento de la ventana. Ella tenía el del pasillo. Por lo tanto, los chicos
se encontraban detrás de ella. Yo había experimentado la máxima fuerza de
voluntad y no había mirado a Martin durante los últimos cuarenta y cinco minutos.
Si esto fuera un videojuego, estaría en el nivel de mil, a punto de enfrentar al jefe
final, y mis palmas estarían sudando con la anticipación.
No mirar a Martin cada trece segundos era una tortura. Estaba tan… mirable.
Y mirable ni siquiera era una palabra. Debería haberlo sido, porque él lo era
definitivamente. Un regalo para los ojos era la frase más cercana que podría llegar a
ser sinónimo de la no-palabra mirable. Tal vez, ¿fascinante?
—No te hagas la tonta, Kaitlyn Parker. ¿Por qué estamos en este avión?
Crucé los brazos sobre mis rodillas y enterré mi cabeza en mis brazos.
—Cuando entré esta mañana estabas a punto de hacer algo imprudente. ¿Es
una palabra que puedes añadir a tu lista de sinónimos de tonto?
Me quedé mirando la tela de los pantalones vaqueros que cubrían mis piernas
dentro de la caverna oscura creada por mi cabeza, brazos y cabello. Soplando un
suspiro largo y medido, me senté despacio, me erguí hasta que mi espalda estaba
apoyada en el cojín del asiento de nuevo y mis ojos estaban al nivel de la hosca
Sam.
—¿Tú lo prometiste? ¿Eso es todo, es por eso que estamos aquí? ¿Lo
prometiste?
Asentí.
Luego Martin, que no tiene ningún problema en gritarle a las mujeres, los
hombres, las tortugas, la hierba, y los muebles, gritó. Realmente, él se defendía de
su sobreprotección y desagradables insultos. A su favor, no la llamó con los
nombres con los que yo llamaba Sam. En su mayor parte solo le dijo que
retrocediera y «se metiera en sus propios malditos asuntos».
Me sentí como Scarlett O'Hara después de que fue besada por Rhett Butler,
confundida, ansiosa y con ganas de que volviera a suceder.
Sam y yo tuvimos una breve discusión después de eso, y por algún milagro
acordó venir conmigo. Sinceramente, no creo que se sintiera como si tuviera una
elección desde que yo obstinadamente insistí en que iba, y ella carecía del tiempo
necesario para discutir conmigo para salirse con la suya.
Sin embargo, con toda la discusión, promesas e insultos aparte, una gran parte
de mí estaba extrañamente emocionada por el viaje. Tenía diecinueve años y lo
más loco que había hecho era tomar una bebida de aguardiente con durazno y
hablar borracha con mi ex el verano pasado. Nunca había tirado una cana al aire
antes. Nunca había hecho nada arriesgado y espontáneo. Y esto era tanto
emocionante, como aterrador y confuso.
Así que… aquí estábamos. En el avión, con Martin, su apuesto amigo Eric de
la fiesta de fraternidad, y otros siete tipos, la mayoría de los cuales parecían que
acabaran de salir de una sesión de fotos Abercrombie y Finch; excepto que tenían la
ropa puesta, por desgracia. Sam y yo éramos las únicas mujeres si no contábamos
las dos asistentes de vuelo.
Mientras estrechaba la mano de todos, me sorprendí al ver que uno de los siete
chicos era Ben, el maldito monstruo protagonista de mi mal momento en el
gabinete de la clase de ciencias. No podía entender por qué Martin lo trajo con
nosotros, especialmente teniendo en cuenta el hecho de que había tratado de drogar
y luego extorsionar a Martin la noche anterior.
Hice una nota mental para decirle a Martin toda la conversación entre Ben y la
mujer desconocida, porque Ben básicamente había admitido drogar chicas. Y
había en realidad solo una razón por la que podría drogar chicas. Ben era un
violador por lo que me concernía y no quería tener nada que ver con él.
Mi piel todavía recordaba su tacto. Solo de pensar en sus manos sobre mí hizo
que mis pechos se sintieran apretados y pesados, y mi cuello, espalda y brazos se
llenaron con piel de gallina. Estaba caliente por todas partes y me sentí un poco
borracha por la excitación y el miedo.
—No. ¿Por qué iba a hacerlo? Estoy usando el sistema de compañeros. Ella
sabe dónde estoy y con quién, por cuánto tiempo, y por qué.
—¿Qué? —preguntó.
—Bebidas. ¿Quieren algo de… beber?
—No. Nada de bebidas. —Cruzó los brazos e inclinó la cabeza hacia un lado,
con los ojos entrecerrados, como si lo estuviera inspeccionando—. Eres más bajo de
lo que recordaba.
—Te voy a dar un recorrido por el avión —ofreció amablemente como un boy
scout—. Puedes apoyarte en mí si experimentamos cualquier turbulencia.
—Claro que sí —dijo ella arrastrando las palabras, sonando hosca y divertida al
mismo tiempo—. Muéstrame el camino, bajito.
Eric se frotó la parte posterior de su cuello y resopló una risa cuando los dos
caminaron hacia la parte delantera del avión. Estiré el cuello y vi mientras Sam
sonreía fascinada.
Cuando Sam se rio de algo que Eric dijo y me estaba convirtiendo en una
mirona. Así que me relajé, tanto como pude relajarme, y di una vuelta en mi
asiento y miré mis manos.
—Parker.
Salté al oír mi nombre viniendo de los labios de Martín y me volví hacia él.
También, por razones que solo sabía mi subconsciente, cerré las manos en puños y
las alcé delante entre nosotros, como si estuviera preparada para una pelea a
puñetazos o un combate de boxeo.
—¿Vas a golpearme?
Se rio, en voz muy alta y muy rápido, y con el completo abandono que viene
cuando uno está sorprendido. Pero su risa era una seducción radiactiva y parecía
infinita. No quería que terminara de reír. Hacía que sus ojos se arrugaran y su boca
se curvara en una sonrisa pecaminosa, mostrando su excelente régimen de higiene
dental.
También se veía tan diferente. Por lo general, tenía una expresión de perpetuo
aburrimiento. Perpetuo aburrimiento se veía bien en él, muy bien. Como eran todas
las otras expresiones que había visto, como la desconfianza, la diversión traviesa, la
ira atronadora, cuando daba a conocer los intereses, etc.
Pero la risa… casi se veía feliz. La felicidad en Martin era una revelación de la
belleza y la perfección física casada con excelentes e infecciosas vibras de buen
humor. Dejé que mis puños cayeran. Menos de un minuto en nuestra primera
interacción en este viaje y mis defensas cuidadosamente construidas habían sido
virtualmente voladas en pedazos.
—¿Así que piensas que podría hacerte entrar en una pelea de puños?
Me apresuré a continuar.
No hice caso de los signos externos de irritación, con ganas de hacerlo entrar
en razón.
Estaba sonriendo… pero parecía una mueca más que una sonrisa. Observé su
pecho expandirse con una respiración honda antes de decir—: Ni siquiera me
conoces, ¿cómo puedes decir que no encajamos? Eso no está bien, Kaitlyn.
—Yo…
—No estoy pidiendo matrimonio, Parker. Solo… —Hizo una pausa, aunque
sentí su mirada en mí y se sentía pesada—. Mírame.
—Pero, ¿por qué? —espeté, sintiéndome ofendida en nombre de todo lo que era
perfecto, dotado y hermoso en él—. ¿Por qué yo?
—No lo hago.
—Es verdad. Soy inteligente. Pero también tú lo eres, tal vez más.
—Y eres divertida.
—Y honesta.
—Y jodidamente hermosa…
Resoplo con una despectiva risa. Pero entonces mi expresión se vuelve seria
cuando vi que Martin estaba serio.
Tragué con dificultad para luego aclarar mi garganta. No podía soportar el peso
y la intensidad de su mirada, así que bajé la mirada de nuevo al apoyabrazos.
Aprendí de mi madre que cuando alguien te da un cumplido subjetivo, es decir,
uno que no puede ser refutado y que es basado en opinión, pero que encuentras
completamente falso, en lugar de discutir, es mucho mejor simplemente decir
gracias, o lo agradezco y esforzarte para estar elogiada.
Los tontos discuten los cumplidos, había dicho, y a veces otras personas te ven
mejor de lo que puedes verte a ti misma.
—De nada.
—¿Vas a darme una oportunidad? ¿Sí o no? —La forma en que hablaba, con tal
intensa franqueza, fue una experiencia desagradable y extrañamente atractiva. Él
tenía derecho, o al menos lo veía de esa manera, porque todas sus palabras eran
demandas.
—Tal vez deberías serlo. Tal vez tu confianza no se basa en la realidad. Tal vez
no eres inequívoco. Tal vez no siempre vas a conseguir lo que quieres.
—¿Qué quieres saber, Parker? —Una vez más, mi pregunta pareció agradarle,
sus facciones se suavizaron y se volvieron en entretenida curiosidad, ¿me atrevería a
decir tal vez entusiasta?
Su sonrisa flaqueó un poco y por primera vez desde que se sentó, Martin apartó
la mirada. Se aclaró la garganta, quitó una pelusa de sus vaqueros, luego volvió su
mirada a la mía.
—He oído hablar del Señor de los Anillos. —Sus labios se movieron, pero su
tono era inexpresivo. Lo tomé como una buena señal.
—No.
—¿Pero has oído hablar del siglo veinte? Esto paso justo después del siglo
diecinueve.
No respondió, pero su sonrisa creció. Sus ojos azules estaban entre abiertos,
eran aguamarina y brillantes como el mar al atardecer.
—Me lo tomaré como un sí. De todos modos, en este libro hay diferentes tipos
de razas: elfos, ogros, humanos, blah, blah, blah, enanos, pero también, hay una
raza de seres llamados hobbits. Son pequeños, de baja estatura, y generalmente son
considerados insignificantes. Tienen pies peludos y les gusta fumar pipas y vivir
tranquilamente. De hecho, viven muy tranquilamente. Pero tienen varios
desayunos diarios, así que… genial. De todos modos…
—Como he dicho, vas a tener que leer el libro para los detalles, pero el punto
decisivo de mi pregunta tiene que ver con los dos hobbits que destruyen el anillo:
Frodo y Samsagaz. Frodo usaba el anillo. Él lo llevaba. Pero —Levanté un dedo en
el aire para dar énfasis—, Samsagaz es su criado de confianza, y es muy confiable.
Él apoya a Frodo, evita que Frodo se dé por vencido. Incluso usa el anillo por un
corto momento. Además, pasa esta cosa al final que… bueno, tendrás que leer el
libro. Entonces, la pregunta es, ¿quién merece el crédito por la destrucción del
anillo? ¿Quién fue más fuerte? ¿Frodo o Samsagaz? ¿El maestro o el sirviente?
Martin me frunció el ceño; lo tomé como una buena señal, ya que significaba
que en realidad estaba considerando la pregunta. Pero entonces su ceño empezó a
preocuparme porque sus ojos eran desconfiados y cautelosos.
—Solo lo que he dicho, ¿es esto una prueba? ¿Si respondo de forma incorrecta
aun así nos darás una oportunidad?
Estuve a punto de preguntarle algo sobre eso cuando la voz del piloto vino por
el intercomunicador. Anunció que nos acercábamos al aeropuerto, y debíamos
ponernos nuestros cinturones de seguridad para el descenso final. Mientras tanto,
miré a Martin y un comienzo inquietante de comprensión brotó en mí.
Gran parte del humor hosco de Sam se disipó después de sus quince minutos
de recorrer el avión, cortesía del guapo Eric. Ambas estábamos complacidas y
consternadas por este giro de acontecimientos. Dado que la atención de Sam estaba
desviada, o en el mejor de los casos, dividida entre Eric y yo, significaba que no
estaba tan centrada en su papel como mi cinturón de castidad en las vacaciones de
primavera.
Una limusina muy lujosa nos recogió. En el interior del auto, me senté junto a
uno de los otros siete chicos; su nombre era Ray, y sus padres habían emigrado de
Mumbai, India, cuando tenía dos años. Él era un estudiante de bioquímica, y
estaba en el quinto asiento.
—¿Que es un cocks-twin3?
3
Cocks-twin: Parker malinterpretó lo que dijo Ray y lo comprendió como ‘‘dos pollas’’ o algo por
el estilo, cuando en realidad se refería a coxswain (timonel).
—Lee también se queda mirando los azules ojos de ensueño de Stroke todo el
día —añadió Ray con una sonrisa—. Probablemente deberías estar celosa.
—¿Qué…? Yo… nosotros… es… quiero decir… ¿De qué estás hablando? —
dije mientras mis manos hacían cosas raras, movimientos bruscos en el aire delante
de mí—. No estoy celosa. ¿Por qué debería estar celosa? Ni siquiera conozco al
tipo.
Ray, Lee, Eric, y otro de los chicos que se llamaba Herc, quien tenía
obscenamente largas piernas musculosas, levantaron sus cejas hacia mí al unísono.
—Eres su chica, ¿cierto? —Lee miró a sus compañeros de equipo como para
confirmar esta declaración.
Sentí a Sam tirar mi camiseta pero la ignoré. En ese momento, tres de los otros
chicos entraron en el auto; había reconocido al par de ojos cafés como chicos de
fraternidad quienes habían estado con Eric en la fiesta de la noche anterior. El más
alto de los dos, Griffin, había sido quisquilloso conmigo en la casa de la
fraternidad. El otro, Will, había golpeado a Griffin en la parte posterior de la
cabeza mientras se alejaban.
El nombre del otro chico era Tambor. Tenía el cabello rubio, más oscuro que el
de Ben, bastante largo con reflejos pálidos probablemente causado por el sol. Tenía
los ojos de color marrón oscuro y una cara muy estoica. Él y Herc eran los más
estoicos y fornidos de los chicos con una mísera altura aproximada de un metro
setenta.
—Así que… ¿dónde se sientan todos los demás? En el bote, quiero decir —
pregunté débilmente, con ganas de cambiar de tema.
—¿Todos los asientos pares son asientos de babor, y los impares son estribor?
Ray asintió.
—Eso es correcto. Babor y estribor tienen que ver con los lados del bote. Mi
remo está ubicado en el lado de estribor; mientras que Martin, Ben, Griffin, y
Tambor están ubicados en el lado de babor.
Asentí, imaginando un bote que había visto en la televisión durante los Juegos
Olímpicos en verano. Ahora, teniendo en cuenta cómo Martin me había
originalmente presentado a todos en el avión, refiriéndose a cada uno de ellos como
un número primero antes de sus nombres, esto le dio mucho más sentido. Sus
apodos eran sus asignaciones de asientos, con Martin llamado Stroke y Herc
llamado Bow.
Se movieron más al interior cuando Ben entro por la otra puerta y la cerró. La
mirada de Martin se detuvo en mí, lo que envió calor a mis mejillas y revolvió mi
estómago. Finalmente miró a Ray y sus ojos se estrecharon por un margen
infinitesimal.
—Voy a moverme por aquí… —Ray se movió lejos de mí, dejando mucho
espacio para que alguien llenara el vacío.
Martin siguió los movimientos de Ray con sus ojos, lo miró por un segundo,
luego se inclinó y cruzó al asiento ahora vacante junto al mío. Martin luego lanzó
una mirada oscura alrededor de la limusina, casi como si estuviera advirtiéndoles
que se alejaran de su comida para llevar.
Mientras tanto apreté los labios en una línea infeliz. Estaba impresionada con
la dinámica de la tácita, pero claramente entendida, posesividad.
●●●
El resto del viaje fue ajetreadamente sin incidentes. El viaje en limo al puerto
deportivo fue de quince minutos. En el puerto deportivo, hombres aparecieron, a
pesar de que estábamos a mitad de la nada, y cargaron nuestras pertenencias en un
barco. Luego los hombres desaparecieron. El barco viajó cuarenta y cinco minutos
hacia un puerto deportivo mucho más pequeño situado en una insignificante isla.
Al menos parecía insignificante en un primer momento. Tras una inspección
más cercana, estimé que era cerca de seis kilómetros y medio de largo y al menos
un kilómetro y medio de ancho. Bosques tropicales exuberantes estaban esparcidos
en casas de lujo masivamente obscenas, algunas directamente sobre la playa, un
poco más arriba en los acantilados montañosos. Conté siete cuando nos guiaron
hasta el muelle.
Luego nos subimos en cinco carritos de golf todo terreno, dos por vehículo.
Viajé con Martin, Sam viajó con Eric. Recorrimos un camino de tierra en buen
estado a donde supuse que nos quedaríamos por la próxima semana.
—¿En qué estás pensando? —preguntó. Como de costumbre, esto sonaba como
una demanda.
—Supongo que porque no tengo mucha experiencia con chicos, así que estoy
tratando de averiguar algo.
Todo era demasiado. No se sentía como una casa, se sentía como el vestíbulo
de un enorme y ostentoso hotel.
Por eso le di una mirada amplia arrugando la nariz, seguida por una expresión
extraña, lengua afuera, ojos torcidos, enseñando los dientes como un conejo, y
luego volviendo a centrarme en su expresión para ver si había provocado algún
efecto.
—Haciendo una cara graciosa en un esfuerzo por hacer que dejes de mirarme
como si hubiera asesinado a tu amado pez dorado. ¿Qué estás haciendo tú?
Tuve el placer de ver sus ojos aligerarse con algo como maravillosa confusión,
pero antes de que pudiera hablar, el sonido de voces entrando en la casa volvió mi
atención de vuelta a las enormes puertas. Abrí la boca para anunciar dónde
estábamos, pero las palabras nunca llegaron porque Martin puso su mano sobre mi
boca, abruptamente pero gentil, trayendo mi atención de nuevo a él.
Cerró la puerta de teca maciza para luego acorralarme contra ella, mirándome,
sosteniéndome en el lugar con sus ojos y la promesa que contenían. Mi corazón
latía dolorosamente en mi pecho y me estaba ahogando con su intenso enfoque.
Abrí la boca de nuevo para decir algo, realmente algo, pero fracasé porque
estaba besándome. El calor, la urgente destreza de su lengua estaba robándome el
aliento, su sólido cuerpo contra el mío estaba calentándome más que la humedad
de los trópicos, impregnándose en mi centro.
Nos besamos y nos besamos, luego nos besamos un poco más. No fue hasta
que él apartó su boca de la mía que me di cuenta que yo sostenía puñados de su
cabello y estaba de puntillas.
—Tú también.
—¿Soy lindo?
—Como un botón.
—Me gustaría que estuviéramos aquí solos. Ojalá… Dios, te quiero para mí
solo.
Una punzada de inquietud hizo que los pelos cortos de mi cuello se pararan.
Por un lado, eso era una cosa preciosa para que la dijera. Por otra parte, había
acabado figurativamente de orinar un círculo alrededor mío en su flagrante pantalla
de posesividad cavernícola. Tal vez estaba exagerando, pero no tenía ninguna base
para la comparación. Todo esto era un territorio muy, muy nuevo para mí.
●●●
—Él es el macho alfa —dijo Sam desde mi cama donde yacía con sus brazos y
piernas extendidas. Yo estaba a su lado, mis brazos y piernas también extendidas.
Personas llegaron con mis maletas. Una vez más, gente al azar parecía aparecer
del aire, un hombre mayor en un traje le señaló a un hombre más joven dónde
colocar mis cosas. Entonces una mujer, unos diez años mayor que yo, apareció con
una bandeja de comida decadente, agua mineral con gas, y preguntó si podía
prepararme un baño o arreglarme un masaje.
Hice una mueca y retorcí mis labios hacia un lado para ocultar mi expresión,
no es que ella estuviera mirándome.
—Tal vez sea porque es de una familia tan extravagante —dije con ligereza,
porque Sam estaba empezando a hacerlo sonar como que esto importaba. Por
supuesto, ella era una atleta competitiva, por lo tanto, yo podría perdonar un poco
de su expresión de ojos abiertos y la emoción en su voz.
Podía sentir los ojos de Sam en mí. Mantuve mi atención enfocada en el cielo.
—¿Y piensas que esa es la razón por la que Martin está de repente trayéndonos
a mí y mi amiga malhablada a playas privadas? ¿Porque él piensa que soy hermosa?
—Creo que —empecé, decidiendo decir mis pensamientos en voz alta mientras
se me ocurrían. Necesitaba hablar con alguien de esto, y necesitaba salir de mi
propia cabeza, porque no podía llegar más allá, ¡esto no tiene sentido!—.Creo que
quiere que alguien sea amable con él —espeté.
Me fijé de nuevo en Sam, vi su expresión de sorpresa, pero luego algo así como
reflexión se fijó en sus rasgos.
Continué.
—Pero eso es lo que necesita —dije, arrugando mi nariz—. Creo que confía en
mí porque no quiero nada de él. Creo que realmente necesita desesperadamente de
alguien con quien hablar, alguien que esté de su lado, y está confundiendo
confianza con… lujuria.
Rodé los ojos y caí de nuevo en la cama, otra vez mirando a través de la
claraboya.
—Pero en serio —comenzó ella, hizo una pausa, luego tomó una respiración
profunda—. De alguna forma es posesivo contigo, ¿verdad? Al igual que, cómo
miró a Ray en la limusina. Y yo pensaba que iba a morder el brazo de Griffin
cuando te tocó mientras estábamos en el barco. Parece especialmente extraño ya
que ustedes dos en realidad no estén ni siquiera juntos todavía.
Todavía…
—No, en realidad no. Han sido compañeros de laboratorio durante casi dos
semestres. De lo que tú me dijiste, por tu conversación con él contra la mesa de
billar anoche, para él, creo que esta relación, de alguna forma, ha estado en marcha
desde hace meses, no horas. Sospecho que ha estado pensando en ti mucho más de
lo que te das cuenta.
—No quiero usarlo así. Creo que toda su vida la gente ha estado tratando de
usarlo.
—No estoy a hablando de sexo, Katy. Todavía no creo que estés lista para eso.
Tienes un gran corazón y definitivamente este sería el camino de un acuerdo sin
emociones. Solo estoy diciendo, no hay nada malo en perder un poco el tiempo con
un hombre que te atrae. Tal vez… —Sam tomó mis manos y las apartó de mi cara.
Luego levantó sus cejas y me dio una mirada mordaz—. Tal vez ustedes pueden
ayudarse el uno al otro.
Capítulo 8
Polaridad de enlace y electronegatividad
Traducido por Mae & Rihano
Sam pasó la noche conmigo. Tenerla allí no ayudó. Pero a pesar de la cama
divina y el sonido del océano en el fondo, no dormí muy bien.
Sam y yo no nos unimos a los chicos para la cena. En su lugar, optamos por
sentarnos en el balcón con vistas al mar y estudiar. Esta fue mi idea. Necesitaba
más tiempo para pensar, para considerar, para planificar mi próximo movimiento
con Martin. Estaba segura de que él necesitaba una amiga, mucho más de lo que
necesitaba una novia, ahora solo tenía que convencerlo de este hecho.
Parker,
~Martin
También empaqué una bolsa de lona con una botella de agua de la noche
anterior, mi libro actual, un gran sombrero, gafas de sol y otros elementos
esenciales de playa. Salí por la puerta del balcón y caminé por el camino a la playa.
La ruta consistía en diez escalones de piedra y treinta metros de la más fina, y más
suave arena que nunca había tocado.
Una vez allí, dejé mis pertenencias, quité mi camiseta, pantalones cortos de
algodón y zapatillas, y entré en el agua salada. El agua era cristalina, la temperatura
fresca y refrescante, y estaba tan tranquilo como un lago. Me sentía como en el
cielo.
Por lo menos una hora, floté, nadé, busqué conchas y en general disfruté del
tiempo a solas con mis pensamientos en este hermoso lugar. Cuando mis dedos se
convirtieron en pasas, abandoné el agua por la orilla.
Organicé una de las toallas bajo la sombra de una palmera grande y doblé la
otra en una almohada para mi cabeza. Entonces, leí mi libro, secándome en el aire
del mar y holgazaneando como una persona perezosa. Este era el tipo de
imprevisto relajante que había preferido desde el inicio de la universidad.
Estaba tal vez a cuatro páginas de mi novela, cuando oí el ruido; era un canto,
débil luego más fuerte, de voces de barítono. Levantándome sobre mis codos, puse
mi libro a un lado, sosteniendo mi lugar con mi pulgar, y busqué el origen.
Entonces los vi. Los nueve chicos, viéndose notablemente como hombres, a
cierta distancia de la costa; lo suficientemente lejos para no poder distinguir rostros
individuales, pero lo suficientemente cerca para poder ver claramente que todos
estaban sin camisa. Y debía tenerse en cuenta que siempre debían estar sin camisa.
De hecho, debían evitar que usar camisas… siempre.
Lo más cerca que nunca había estado de algo así fue tocando mi música,
perderme en el piano, o tocar con mis compañeros de banda la noche del domingo.
Pero no éramos perfectos. Estábamos lejos de ser armoniosos, sin embargo a veces
pasábamos una buena noche en la que todo se sentía bien y sin esfuerzo, como si
estuviéramos volando en la música que habíamos creado juntos.
Tan repentinamente como aparecieron, los remeros se habían ido. El barco dio
la vuelta al borde de la cala y su canto se hizo más débil, más lejano. Me quedé
mirando el lugar donde habían desaparecido durante un minuto y luego me recliné
en mi toalla, mirando el horizonte.
Giré la cabeza un poco y encontré a Sam de pie en la playa, con las manos en
las caderas, y su atención centrada en la curva de la cala. Llevaba un bikini Itsy
Bitsy que mostraba lo mucho que ejercitaba en su juego de tenis.
—Oye, ahí estás. Chica bien parecida —dije—. ¿Qué te traes entre manos?
Se volvió hacia mí para decir algo más, pero entonces el canto se hizo audible
de nuevo. Efectivamente, el barco regresó a la vista. Ocho remeros musculosos
barrían el agua con los remos, Lee en la popa enfrentaba a Martin. Sus brazos y
hombros se flexionaban, sus estómagos y espaldas ondulaban. El movimiento de
sus cuerpos era tan fascinante como excitante. Esta vez estaban lo suficientemente
cerca que casi podía ver sus expresiones faciales, ver el sudor rodando por sus
cuellos y pechos.
Desde donde yo estaba sentada, se veían serios, concentrados, tal vez un poco
adoloridos, pero todavía hermosos. Dolorosamente hermosos para el corazón. Mi
boca se secó completamente.
Lo haría.
●●●
Para colmo, varios grandes arreglos de flores tropicales fueron colocados en las
mesas junto con pequeños paquetes de aloe en hielo para relajarse.
Para ser honesta, el exceso me repelía casi de la misma forma en que el tamaño
y el lujo de la casa me habían repelido cuando llegamos. No estaba en contra de la
gente rica. Tampoco de las personas que poseían y que disfrutaban de las cosas
bonitas.
Supuse que el problema era que todo era demasiado grande, demasiado,
demasiado brillante, demasiado nuevo, demasiado estéril, demasiado impersonal.
Sentía que todos los detalles reales que importaban: el olor del mar, la sensación de
la arena bajo los pies, los suaves sonidos del mar reuniéndose con la costa, el
susurro del viento entre las palmeras, se perdía en la ostentación de la casa y su
extensa sombra esplendorosa.
Ray nos saludó con la mano y una sonrisa amable, Herc nos dio un pequeño
saludo que imaginé era amable para él, y Ben nos dio una mirada lasciva y ningún
otro reconocimiento. Me preguntaba en silencio otra vez, por qué Martin había
invitado a Ben cuando todas las pruebas apuntaban al hecho de que era un tipo
desagradable. Los chicos cruzaron al impresionante almuerzo.
Tan pronto como llegaron a las mesas, Eric y Griffin pasaron. Eric caminó
hasta detenerse cuando nos vio y le dio a Sam una sonrisa brillante. Griffin levantó
la barbilla y saludó cortésmente, luego caminó hacia la comida.
—Sí. Bueno. —Los ojos de Eric se movieron sobre su cuerpo, no en una lasciva
forma, tipo follé eso, sino más bien en una forma joder, debes ejercitarte y estoy
impresionado, sus cejas haciendo una adorable apreciación mientras la escaneaba.
Luego sacudió la cabeza como si la aclarara y poco a poco se dio la vuelta. De
hecho, sus pasos casi se detienen mientras caminaba hacia el buffet cuando se giró
y miró a Sam dos veces.
—Excelente.
Sonreí y miré a los chicos. No puede evitarlo, Sam levantó sus ojos también.
Rodé los ojos detrás de mis gafas de sol y me coloqué sobre mi espalda.
—De nada. Nunca digas que no te consigo nada, sobre todo porque hay otros
cuatro remeros sin camisa de camino aquí.
—Moriré feliz aquí, hoy, en este lugar. —Suspiró.
—Es muy bonito —dije con sentimiento, ya que lo era y él era agradable, y es
agradable ser agradable.
—Sí, este es nuestro segundo año. El año pasado Martin nos trajo en las
vacaciones de primavera y he estado a esperándolo desde que salimos. Amo este
lugar.
—Sí, magnífico…
—¿Quieres ir a nadar?
Ella asintió, una gran sonrisa en su rostro. Todos sus intentos anteriores para
ser casual debieron derretirse… por alguna razón inexplicable.
Sin mirar hacia atrás o un adiós, o un te veré más tarde en mi dirección, los dos
se fueron al océano. Los vi irse sintiendo una mezcla de emoción en nombre de
Sam, y preocupada, también en nombre de Sam. Era evidente que le gustaba
mucho. Y supuse que era lo suficientemente agradable. Pero ninguna de las dos lo
conocía muy bien.
—Sí. Eso es correcto. Soy Kaitlyn —dije, sin querer sonar tan robótica como lo
hice, pero no puede evitarlo. Este tipo quería hacer daño y extorsionar a Martin, y
eso era suficiente para hacer que me desagradara con el calor del magma.
—Hola. —Sus ojos se movieron sobre mí otra vez, donde me hacía un ovillo en
mi toalla—. Necesito ayuda para poner esta cosa en mi espalda. —Levantó la
botella de loción bronceadora que Sam acababa de descartar.
—¿Está bien…? —Lo miré fijamente, sin comprender por qué me decía esto.
Nos miramos el uno al otro por un instante. Era muy guapo, en muy buena
forma, muy alto, y me hacía sentir muy incómoda.
—¿No lo harás?
—Correcto. No lo haré.
—¿Cuál es tu problema?
—No es gran cosa. No toco a gente que no conozco, es una de mis reglas de
vida. —Lo bueno de tener reglas de la vida es que puedes hacer otras nuevas en el
acto cuando es conveniente. No tocar a la gente que no conozco no era una regla
de vida antes de este minuto, pero se encontraba sin duda en la lista ahora.
Me miró por cinco segundos, pero se sintió como una hora, sus ojos claros se
volvieron crueles y enojados. De repente, espetó:
—¿Por qué eres tan perra? Solo necesito un poco de ayuda aquí y estás
actuando como una maldita perra.
—Oh, hola, Stroke. —Justo cuando distinguí nuevos pasos que se acercaban
por detrás de mí. Martin se acercaba.
—Ah, no mucho. Solo haciéndole compañía a Kaitlyn. —La voz de Ben era
notablemente diferente, amable, afable—. Pero ya que estás aquí, voy a ir a comer
algo. ¿Quieres algo? ¿Puedo traerte algo? —Ben obviamente dirigía esta pregunta
solícita a Martin.
—Bueno, bueno… —Por fin oí los pies de Ben moverse contra la arena—. Me
muero de hambre así que voy a comer. Nos vemos más tarde.
Me quedé quieta, incluso cuando estuve segura de que Ben se fue. No pude
mover mis dedos desde donde sostenían mis piernas en mi contra.
Pero nunca he sido delgada y firme; más bien, siempre he sido suave y curvada.
Me gustaba la línea de mi cintura porque se volvía cónica drásticamente por debajo
de mis costillas, y luego se curvaba de nuevo a mis caderas, un reloj de arena, mi
madre dijo con una sonrisa, definiéndolo.
Me dijo que debía estar orgullosa de mi forma sana y cuerpo sano, amarlo y
atesorarlo porque era mío. Nadie, dijo, podía decirme qué pensar de mi cuerpo. Si
dejaba que la opinión de otra persona importara, le daba control sobre mí, y yo
tenía el control completo sobre mi propia imagen.
Pero esa no era verdad, no realmente. Porque incluso aunque yo sabía que Ben
era un hablador de la peor clase y su opinión importaba tanto como los centelleos
en el mar, palabras como gorda dolían, sin importar la fuente.
Sentí los ojos de Martin en mí y deseé tener una camisa, una bata o una gran
bolsa plástica de basura para cubrir las imperfecciones de mi cuerpo. Lo que es
más, deseé que yo hubiera golpeado al indeseable de Ben cuando había tenido la
oportunidad.
Martin estiró sus largas piernas en frente de él; descansó una mano detrás de mí
así su brazo y pecho rozaban contra la piel desnuda de mi brazo y espalda. El
contacto era una chispa en mi túnel de entumecida frigidez. Entonces se inclinó
hacia delante, acarició mi mejilla suavemente con su nariz, y colocó un beso suave
sobre mi mandíbula. Inesperadamente, me sentí derretir.
Exhaló suavemente, luego rozó el dorso de sus dedos hacia abajo a lo largo de
mi brazo hasta mi codo; sus ojos siguieron el camino. Parecía estar estudiando mi
mano donde esta se agarraba a mi pierna.
—No dije que confiara en él. Dije que lo necesitábamos. Confiar y necesitar a
alguien son, por lo general, mutuamente exclusivos. —Martin levantó sus
deslumbrantes ojos hacia los míos. Así de cerca estaba sorprendida de ver que eran
del color exacto del océano. Motas de verde, plateado y turquesa radiaban de su
pupila como una explosión de estrellas.
—Kaitlyn, ¿Ben te dijo algo? Porque si lo hizo voy a deshacerme de él. —Los
ojos de Martin se estrecharon por una fracción y su mirada se volvió penetrante,
escudriñadora.
No quería mentir. Pero si Martin podía vivir con Ben intentando drogarlo y
extorsionándolo por el bien de la cohesión del equipo, entonces supongo que yo
podría vivir con unas pocas palabras desagradables.
Por supuesto, había toda la cosa de Ben drogando chicas por cuestiones de
razones indefinidas…
Eché un vistazo hacia Martin y su ceño fruncido era feroz. Él dijo a través de
los dientes apretados:
La sonrisa de Martin fue súbita e inesperada que pareció tomarnos a ambos por
sorpresa; rio suavemente ante mi analogía, pero también parecía preocupado.
—No me gusta él —dije, entonces me apresuré cuando temí que Martin vería
que yo estaba siendo evasiva—. Es desagradable y escalofriante, y ya no quiero
hablar más de él. Vamos a hablar de química.
Me incliné un poco a un lado y lejos porque sus labios suaves, dientes filosos y
boca caliente estaban abrumando mi pecho, estómago y bragas.
—Quise decir nuestra tarea. Traje todas mis notas, creo que deberíamos
comenzar con la búsqueda de la literatura esta tarde.
—¿Qué dijiste?
—Nada.
—¿Qué estás haciendo? —Su mirada pasó a la toalla luego de regreso a la mía.
4
Burqa: Vestimenta usada por mujeres musulmanas que las cubre desde la cabeza hasta los pies,
con una pequeña malla al nivel de los ojos.
5
Moomoo: Vestido amplio, que cuelga desde los hombros, originario de Hawái.
Martin tomó tres completas y medidas respiraciones, su mano empuñaba ahora
tercamente la tela, antes de que preguntara de nuevo a través de los dientes
apretados:
Entonces lo oí suspirar.
—Jódeme…
—Es una expresión, Parker. Por lo general, significa que una persona está
sorprendida.
—¿Es…?
La verdad es que mi mente era lenta en captar porque todo estaba sucediendo
demasiado rápido. El viernes por la tarde yo estaba escondida en un armario
de ciencias en el campus. Ahora era la tarde del domingo y estaba con este loco
y guapo multimillonario que consiguió traer a esta chica a una pequeña isla en el
Caribe.
Por lo tanto, olvidé sorprenderme hasta que estuve siendo llevada de la mano
por un camino de arena y por una buena cantidad de maleza tropical. En la otra
mano sostenía una cesta de picnic. Miré hacia arriba y parpadeé ante los grandes
músculos de su espalda y de pronto me di cuenta de dónde estaba y con quién
estaba y lo que había hecho hasta ahora.
Los besos, las caricias, los susurros, los momentos compartidos y las miradas
calientes. Yo había hecho más contacto visual con él en las últimas treinta y seis
horas de lo que lo había hecho en los últimos seis meses como su compañera de
laboratorio. Un escalofrío me recorrió. La vida me estaba cambiando demasiado
rápido.
—¿Qué dijiste?
—Nada.
—¿Estás bien?
Mentí.
—Solo a un lugar que conozco con una cascada y una cueva. Es parte de la
finca, pero nadie más lo usa.
—¿Oh?
—Ah, sí….
—Sí.
—No. Pero una vez, cuando llovió mucho, una alcantarilla se rompió. Eso
fue similar a una cascada.
Martin se rio. Sabía que él estaba riendo porque, a pesar de que estaba
tranquilo, vi sus hombros temblar; y cuando se volvió para mirarme, sus ojos
brillaban con humor y fue una sonrisa letalmente brillante.
—Cuidado aquí, un paso a la vez. Tal vez sería mejor si lo haces descalza. No
vas a necesitar zapatos de todos modos.
Soltó mi mano, se quitó los zapatos, y caminó por el camino hecho de rocas
arenosas. Del mismo modo, me quité las chanclas y lo seguí, manteniendo mi
atención en el camino. El sonido del agua corriendo aumentó a medida que
descendíamos. Entonces me detuve porque Martin se detuvo, levanté la mirada y vi
el lugar al que nos había traído. Y mi boca se abrió.
—¿Te gusta?
— ¿Cómo? ¿Impresionante?
—En realidad no. A decir verdad, me tienes nerviosa, así que estoy un poco
más nerviosa y vociferante de lo habitual.
—Bueno, práctica del equipo, como esta mañana. Las olas son mínimas en
este lado de la isla, ya que estamos, básicamente, en una gran entrada. El Golfo es
como un gran lago. Vamos a estar practicando y formando en las mañanas, por lo
que podremos darte un tiempo de silencio. —Su voz era francamente
conversacional. Fue agradable.
—Bien. —Metí mi cabello detrás de mis orejas, esta noticia debilitó mis nervios
un poco. Si él estaba entrenando en las mañanas entonces yo podría utilizar el
tiempo para prepararme para sus ataques.
—Pero en las tardes y noches... —hizo una pausa, se lamió los labios, sus ojos
parpadearon a mí—. Quiero que estemos juntos.
Esta noticia detuvo mi progreso alrededor del borde de la cala. Junto con el
brillo depredador en sus ojos y el leve tono mandón en sus palabras, mi interior se
sentía como un revoltijo de nudos... hechos de magma. Eso es, nudos de
magma. Tal vez si no me hubiera saltado el desayuno mi estómago no estaría tan
revuelto.
—¿A comer tacos? —A pesar de mis mejores esfuerzos, esta pregunta surgió un
tanto aguda y sin aliento.
Fiestas.
¿Fiestas?
¿Qué?
Fruncí el ceño. Estoy bastante segura de que fruncí el ceño. Esta reacción fue
instintiva. Odiaba las fiestas. Las odio.
—Sí, en la isla, en algunas de las otras casas, amigos míos. Sabes, el usual
ambiente de universidad.
—Sí, no, gracias. —Aparté los ojos, inspeccionando las rocas—. No voy a
fiestas. Es una de mis reglas de vida.
—¿Reglas de la vida?
—Sí. Buenas ideas para vivir.
—Parker.
—No, gracias.
—Lo haré…
Una vez más, me daba esa mirada severa, probablemente porque mi débil lo
haré ni siquiera sonó convincente para mí.
—Aquí va, Sandeke. Lo haré. Voy a darle una oportunidad a esto. A pesar de
mis preocupaciones…
Ignoré su pregunta.
Me puse rígida, con los ojos abiertos, y retrocedí un paso ante su avance.
—Te voy a enseñar a bailar —dijo simplemente, contra mí, tratando de tocar
mi cuerpo.
Me puse más rígida, sintiéndome inexplicablemente sin aliento mientras sus
grandes manos se deslizaban alrededor de mi cintura y se colocaban en mis caderas
y espalda baja.
—Me dices que me relaje, lo cual es imposible. Te digo que crees fusión fría, lo
cual es imposible.
—No.
—Eso no va a ayudar.
—Podría.
—No lo haré.
—Tócame.
—Parker, si vamos a bailar tienes que tocarme. —Sonaba divertido y sus dedos
se flexionaron en mi piel desnuda. Sentí los callos rugosos de sus palmas justo antes
de que soltara mi cuerpo para agarrar mis manos. Las llevó a sus hombros, las
apretó allí, y luego regresaron las suyas a mis caderas. No me perdí el hecho de que
el lugar en el que estaba su mano ahora era un poco más atrevido de lo que era hace
un momento, más abajo, más cerca de mi trasero.
Levanté mis ojos a los suyos; eran inflexibles, su sonrisa parecía forzada, casi
como una mueca, como si se estuviera preparando para malas noticias.
—Sí...
—Te voy a enseñar. —Su voz era baja y suave, y llena de promesas.
—No me refiero al baile, me refiero a tocar. Estoy bastante segura de que seré
buena en el baile una vez que me aplique, ya que tengo un excelente ritmo. —El
calor empezaba a construirse en el espacio entre nosotros donde no tocábamos; mi
estómago y el suyo, su pecho y el mío. Tenía la sensación repentina de que nos
magnetizábamos, y tuve que hacer tensar mi cuerpo para evitar aplastarme contra
él.
—¿Por qué crees que no serás buena en el baile? Estás muy rígida, es necesario
que te aflojes. —Balanceó sus caderas y las mías a la izquierda, luego a la derecha,
luego hacia atrás, con movimientos calculados y lentos. Me moví con él, tratando
de aflojarme sin sucumbir al magnetismo.
—Porque solía bailar y toco tres instrumentos. ¿Sabías eso? Y también batería...
así que supongo que son cuatro instrumentos.
Sus ojos, que todavía se encontraban en mis labios, se posaron en los míos y
sus cejas se levantaron con sorpresa.
Él sonrió. Juro que había estado sonriendo tanto que se sentía poco
natural. Antes de ahora, creía haberlo visto sonreír tres veces en los últimos seis
meses y las tres esas ocasiones la sonrisa fue tensa y dura porque había estado a
punto de desatar un mundo de dolor en alguien.
Estas sonrisas eran diferentes, sonrisas relajadas y felices. Eran devastadoras y
no menos malas para mi bienestar que sus tensas y duras sonrisas.
—Me gustaría ver eso —dijo después de golpe—. Me gustaría verte tocar.
—Podemos volver ahora y te mostraré. Creo que vi una guitarra en una de las
habitaciones de atrás en el complejo —dije complejo en una voz profunda y extraña,
con la esperanza de cortar la tensión que se construía entre nosotros dificultándome
la respiración.
—No. —Sacudió la cabeza, la palabra fue aguda, y sus ojos brillaban con una
advertencia. Entonces me acercó al ras contra él.
Esta no era una buena idea. Sacó todo el aire de mis pulmones y temblé, jadee,
picos de calor y frío corriendo debajo de mi piel. Me sentía sensible por todas
partes. Instintivamente, mis ojos se cerraron, sorprendida por la ferocidad de las
sensuales, turbulentas, comprometedoras y sobrecogedoras sensaciones físicas.
Me moví sobre mis pies, sin estar segura de qué hacer con mis brazos. Decidí
colocarlos en el agua a mis costados.
—Lo siento.
Él gruñó, sus ojos medio cerrados y metió una mano en su cabello. Parecía…
frustrado.
Odiaba que yo estuviera tan perdida acerca de los chicos. No sabía nada sobre
ellos más de lo que una puede absorber de la pornografía y artículos médicos. Por
lo demás eran un suministro de incongruencias.
—¿Qué está pasando? —solté, sintiéndome perdida y confusa por los últimos
sesenta segundos, sin mencionar los últimos dos días. Mis manos convulsivamente
agarraron mis muslos en el agua—. ¿Qué estás pensando?
Sus ojos se levantaron hacia los míos y me miró sin decir nada, pero su
frustración era tangible. Podía oírlo respirar, podía ver su pecho levantarse y caer
con sus profundas exhalaciones. Mientras más tiempo me miraba sin decir nada,
más rápido mi corazón latía; sentí como si fuera a salirse de mi pecho.
Traté de tomar una respiración profunda pero conseguí solo una inhalación
superficial. Silenciosamente obedecí, caminando hacia él hasta que casi medio
metro nos separaba. Estaba contenta de que mis manos estuvieran en el agua así él
no podía verlas temblar, porque estaban temblando, solo un poco.
Tal vez él pensó que yo iba a dar la vuelta y volar, o tal vez había alcanzado el
límite de su paciencia. Cualquiera que fuera la razón, Martin cerró la distancia que
quedaba entre nosotros. Sujetó mi cintura de nuevo. Esta vez la sorpresa de la
sensación de los callos ásperos de Martín, contra mi diafragma desnudo, envió una
sacudida a mi centro y arritmia a mi corazón.
—Necesito tocarte.
Martin negó lentamente, levantó una mano hasta la cinta en mi cuello que
estaba sosteniendo mi parte superior. Sin romper el contacto visual, jaló el nudo,
aflojándolo, entonces liberando la parte superior. Con un toque ligero como una
pluma trajo la cintas hacia delante, las puntas de sus dedos sobre mi cuello y
hombro enviando un estremecimiento por mi columna. Sus movimientos eran
lentos y resueltos, y él no dejó de jalar, y sus ojos nunca dejaron los míos.
Fueron solo las puntas de mis dedos contra las duras crestas de su abdomen,
pero eso lo hizo estremecerse y liberar un suspiro ronco como si lo hubiera herido y
complacido.
Él se movió una pulgada más cerca; el agua giró alrededor de nosotros. Una de
sus manos se deslizó por detrás de mi cuerpo y me sujetó, reverentemente al
principio, como si fuera frágil, y su otra mano se movió más bajo, alrededor de mi
espalda, deslizándose en la tela de la parte inferior de mi bikini tipo pantalón corto
de chico, hasta que estaba agarrando mi trasero desnudo con una mano y
masajeando mi pecho con la otra, su pulgar pasando sobre el pico dos veces antes
de pellizcarlo.
De repente él se inclinó por su cintura y su boca estaba sobre mí. Lamió, besó y
chupó mi pezón en su boca caliente, entonces lo rozó con sus dientes.
—No aquí —gruñó, sus caricias volviéndose más agresivas, insistentes, fuertes.
Martin se enderezó, luego capturó mis labios con los suyos mientras gritaba de
sorpresa. Su lengua imitó la caricia de sus dedos. Su mano libre agarró mi cola de
caballo y toscamente me puso como le gustaba, inclinando mi cabeza a un lado,
abriendo mi boca como si estuviera abriendo mi centro.
Como si fuera desde una gran distancia, lo escuché maldecir y halagarme. Una
continua corriente de joder y hermosa y preciosa y maldiciones gruñidas entre dientes
contra mi piel, aliento caliente derramándose sobre mi oreja y cuello. Me volví
consciente a la vez de que su erección estaba presionada contra mi cadera y él
estaba moviendo la dura longitud, frotándose contra mí, mientras yo me movía
sobre su mano. Mi aliento quedó atrapado mientras mi estómago se enrollaba
apretado. Mi mandíbula estaba tensa. Todo se sentía apretado y tenso y cerca de
romperse.
Y entonces lo hice.
Me rompí.
De hecho, grité.
No esperaba que me dejara estupefacta, pero lo hizo, y por varias horas. Por
suerte y desconcertantemente, Martin también parecía requerir tiempo de
recuperación. Ninguno de los dos habló después, ni en la cala, ni en el camino de
vuelta al carrito de golf, ni en el viaje de vuelta a la casa.
Aunque, alguna barrera entre nosotros había sido destrozada porque él parecía
sentirse en libertad de besarme y tocarme cuándo y cómo quisiera, y lo dejé porque
sencillamente necesitaba la tranquilidad post-orgasmo y ser tocada. Se sentía
necesario, natural y lo ansiaba.
Antes de que reacomodara mi chal sin decir una palabra, le dio a mis pechos y
hombros húmedos y calientes besos, acariciando mi cuerpo como si fuera suyo para
jugar y explorar como quisiera. Al salir de la cala, me tomó en sus brazos y me besó
hasta que estuve sobre él sin aliento. Durante el recorrido en el carrito de golf,
colocó una mano posesiva en mi muslo, y luego me acarició la parte inferior con
avidez mientras caminábamos hacia la casa.
Una vez dentro, cogió mi mano y me dio la vuelta hasta que nos presionamos
uno contra el otro desde las rodillas al pecho, y me besó de nuevo, sus manos
deslizándose por mi cuello, luego los hombros, brazos, cintura y caderas.
Miré hacia el cesto que estaba sosteniendo. Era el picnic que no habíamos
comido. Lo tomé, luego devolví la mirada hacia él.
Asentí obedientemente.
Su sonrisa creció.
Se rio, me empujó a otro abrazo y besó la parte superior de mi cabeza. Sus ojos
eran felices mientras me empujaba a mi camino con un pequeño—: Nos vemos en
la cena.
Sus dedos no habían sido suaves, por eso era el dolor. Y al reflexionar sobre los
acontecimientos en la cala, me di cuenta de que todo lo relacionado con él, sus
caricias, sus palabras, sus besos, había sido dictatorial, contundente y dominante.
Puede que me hubiera dado mi primer orgasmo, pero él lo había tomado.
Necesitaba tiempo para analizar los hechos, aceptar lo que había sucedido,
decidir lo que eso significaba, averiguar por qué dejaba que esto sucediera y
determinar si se trataba de algo bueno o algo malo.
No entré en pánico. Pero recordé que la sangre de mil vírgenes había sido
sacrificada en el altar de sus proezas sexuales.
Mis cuadernos eran un alivio para mí. Solo con ver mis notas era como
retroceder en el tiempo al día de la conferencia. Me daban confianza. Me hacían
sentir como si en realidad pudiera ser capaz de sobresalir en las pruebas. Eran las
espinacas para mi Popeye el marino.
Durante nuestro paseo decidimos compartir mi gigante cama de nuevo, así que
fuimos en busca de su pijama, mientras yo cogía la bandeja con los platos sucios y
vagaba por la casa en busca de la cocina. Necesitaba té, por no hablar de las
galletas.
En la cocina me encontré con la chef, una mujer de mejillas rojas, cabello rojo,
nariz roja, de unos sesenta años llamada Irma, y su ayudante, una mujer
cuarentona parecida con las mejillas rojas, cabello rojo, nariz roja, Tamra, que
sospechaba era la hija de Irma. Ellas me amonestaron suavemente por limpiar mis
propios platos y luego prometieron hacerme llegar el té, leche y galletas. Pedí
direcciones a mi habitación y Tamra se ofreció a mostrarme el camino.
Dimos la vuelta hacia el largo pasillo que conducía a mi suite cuando Tamra se
detuvo, de caminar y hablar, de repente, a luego dio un paso atrás.
—¡Oh! Señor Sandeke. —Tamra se volvió hacia mí, me dio una sonrisa tensa,
luego se marchó sin decir nada más.
Cuando me di la vuelta hacia mi puerta entendí por qué. Los ojos de Martin
eran profundas piscinas azules de infelicidad y su mandíbula estaba fija en una
firme y sombría línea.
—Sí. Por galletas. Estuve dando vueltas por los pasillos por un tiempo, me
perdí, entonces al final encontré la cocina —dije mientras caminaba hacia él con
tanta naturalidad como pude, y luego entré en mi habitación, dejando la puerta
abierta detrás de mí en una invitación silenciosa.
—¿La próxima vez? —preguntó, y estaba encantada de oír que su voz tenía un
dejo de burla.
—Claro. He decidido que tú y yo vamos a ser mejores amigos, con tal de que
me des un suministro constante de pasteles de salmón.
—Y galletas.
Me quedé muy quieta, con los ojos fijos en él, porque por clases de baile, sabía
que quería decir orgasmos. Probablemente orgasmos mutuos. Y muchos de ellos.
—Mírame.
—Martin... —Me tapé la cara con las manos. Mis mejillas estaban calientes y
negué con la cabeza.
—Kaitlyn, si me dices que te arrepientes de lo que pasó... —Su voz era baja,
sonaba fuerte y apenas controlada.
—¿Aterrador? ¿Cómo?
—Maldita sea.
Parecía enojado.
—¿Estás... enojado? —pregunté, mis manos cayeron a mi regazo mientras
estudiaba su rostro buscando una pista. No podía creer que estuviera enfadado. Por
amor de Dios, yo era nueva en esto, en todo esto.
Cerró los ojos durante cinco segundos y luego dijo—: No quise hacerte daño,
en absoluto. No quiero hacerte daño.
—No dije eso exactamente. Quiero decir… —Me aclaré la garganta, tratando
de contener mi nerviosismo, porque era raro hacer un análisis post-orgasmo con
Martin Sandeke—, para que quede claro, fue bueno. Todo fue muy bueno. Me gustó
lo que pasó... antes. A mis pantalones le gustó también. Pero, tanto como mis
pantalones quieren que esta fiesta comience, soy muy nueva en todo esto. —Hice
hincapié en todo esto agitando mis manos sobre mi pelvis luego agitando en la
dirección de todo su cuerpo.
—No estoy diciendo que lo rudo fuera malo, y no lo descarto para futuros
interludios, si hay futuros interludios, siempre y cuando pueda ser ruda a veces
también.
—… irás un poco más lento hasta que sepa cómo hacer esto.
—Solo deseo…
—¿Que deseas?
Una idea repentina se me ocurrió y me aferré a ella antes de que pudiera pensar
demasiado en las consecuencias; supuse que rechazaría la idea de plano, por lo que
la solté—: Diablos, haremos esto. Si vamos a darle una oportunidad, puede ser que
también realmente le demos una oportunidad. Creo que deberíamos lanzar la
precaución al viento y la etiqueta de novia y novio. ¿Has conocido a Martin? Es mi
novio. Soy Parker, su novia. Estamos juntos en el sentido bíblico de la palabra, sin el
sacramento.
Lamí mis labios, un hábito nervioso que tenía el resultado de volver sus ojos
oscuros. Se veía... codicioso.
—Te deseo.
Una vez más, apretó los dientes; sus manos se deslizaron de mi cara y sus
brazos se envolvieron a mi alrededor, como para impedirme salir.
—No me gustó.
—¿No te gustó?
—No. No me gustó. Me hizo sentir como, no sé, como si fuera sobras y que no
querías que nadie me probara.
—Creí que a la mayoría de las chicas le gusta cuando los chicos son posesivos.
—¿En serio? —pregunté esto porque realmente no lo creía; entonces negué con
la cabeza—. No. Al menos... bueno, al menos no lo creo, no me gusta eso. Es
como, ¿por qué iba yo a querer estar con alguien que no confía en que sea leal? No
soy un buffet. Los chicos no pueden probar solo porque estoy allí. Yo elijo quien
come mis fideos.
¡Oh, Gah! Sonaba tan sincero.... me dolía por él, porque le creía y me
entristecía. ¿Cómo era posible que fuera la persona más confiable en su vida? ¿Cuán
desgarrador era eso?
—No. No lo es. Nunca he... —Se aclaró la garganta—, tú eres la primera chica
con la que he querido... esto. —Sonaba enormemente frustrado y sus dedos se
clavaron en mi cadera y costillas, donde me sostenía. Cuando volvió a hablar fue a
través de sus dientes apretados—. Solo deseo que seas menos terca.
—Sé eso. Si por mí fuera estaríamos desnudos en estos momentos en el mar o...
mierda, haciendo otra cosa que discutir más razones por las que no crees que esto
va a funcionar.
Mi instinto fue apaciguarlo, acercarme y calmar su mal carácter, prometer que
dejaría de ser difícil y simplemente ceder a la fantasía de que esta fuera mi
realidad. Pero no podía ignorar la razón y la lógica, incluso si estaba extrañamente
halagada por su representación de hombre de las cavernas, impaciencia posesiva y
aparente fijación.
El calor recorrió mi cuello y mis mejillas y apreté los ojos con fuerza, tomando
una respiración profunda. Tenía la esperanza de también recuperar mi ingenio,
porque justo ese minuto nadaban desnudos con Martin cientos de yardas de
distancia en el Caribe.
Martin se atragantó con el aire y luego me dio una mirada asustada. —¿Orinar?
Él me miró, su mirada buscaba algo. Luego asintió. —Bien. Pasaré todo el día
de mañana sin... orinarte. —Sus labios se movieron, pero rápidamente contuvo su
expresión—. Si hago eso, entonces vendrás a la fiesta conmigo mañana por la
noche.
Lo que debería haber sido una petición o una pregunta fue una vez más una
declaración. Me quedé mirándolo. Realmente odiaba las fiestas.
Pero él parecía... extrañamente esperanzado.
Al igual que el día anterior, los chicos fueron a practicar temprano, Sam y yo
tomamos nuestros lugares en la playa, y llegamos temprano en la tarde para la
comida. Me fui tan pronto como llegó Ben. Me hizo sentir incómoda y repulsiva, y
sabía que estaba en mí. Debería haber sido capaz de ignorarlo, pero no pude. Así
que me fui.
Reconocí el tipo geek en las fotos como el padre de Martin y noté que tenían el
mismo cabello y gruesos labios. Eran probablemente de la misma altura. Pero ahí
es donde las similitudes parecen terminar. Después de inspeccionar las imágenes
varias veces, probando el piano de media cola, que necesitaba ser afinado y
descubrir tres hermosas guitarras Gibson en la pared, me fui a mi habitación y leí.
—¿Cómo? ¿Como un tipo duro? —Mi voz era ronca, todavía con sueño.
Bufé, dejando que mis puños cayeran a mi regazo. —No. Eso es solo cuando
me encuentro con Martin Sandeke en mi cama.
—Es bueno saberlo. —Sus labios se torcieron hacia un lado y sus ojos me
recorrieron de arriba abajo—. Me aseguraré de usar protección cuando esté en tu
cama.
Pausa.
Parpadeo.
Oh… ya entiendo.
—No. De ningún modo. Creo que quería que lo hiciera porque le gusta
animarme. Él es el que siempre toma las fotografías en los eventos, ceremonias y
ese tipo de cosas. Casi nunca sale en las fotos. Volví a mirar las fotos de mi escuela
secundaria y de la graduación y me di cuenta que había tomado más de mil, pero él
no estaba en ninguna. Así que me puse de nuevo mi toga y birrete, y me hice el
mismo peinado que ese día, y con ayuda de George hicimos que un fotógrafo
viniera a la casa para que pudiéramos conseguir algunas buenas fotos.
—¿Quién es George? ¿Tu exnovio? ¿El que no sabe cómo perder el tiempo?
—Mi padre... —La sonrisa abandonó sus ojos, y la que apareció lucía falsa.
Él soltó una risa sin humor y sus ojos se cerraron. —Él no me crió.
—No. Dijo que más tarde porque no era el mejor estudiante, pero creo que es
porque se le olvidó. No le tiene rango a sus prioridades.
—Oh —dije porque no estaba segura de qué más decir. Sus ojos eran
diferentes, resguardados, como si me estuviera desafiando a sentir lástima por él.
Sin embargo, no lo haría. O, más bien, no lo mostraría.
—Él es el hombre más inteligente del mundo, ¿sabías? Ha hecho todas las
pruebas, cualquier mierda que eso signifique, y en general, es el más inteligente.
Una conversación normal y cómoda dio paso a nuestra línea base: tensión
sexual. Su mirada de párpados a medio cerrar se volvió ardiente, la intensidad de
esta construyó un fuego en el área de mis pantalones. Él siempre iniciaba el estaba
construyendo fuegos en mis pantalones. El figurado mechero Bunsen por siempre
encendido.
—¿Qué?
—No soy tan bueno. Sabes eso, ¿recuerdas? Me llamaste un idiota abusador.
Yo estaba ardiendo. Mis mejillas estaban sonrojadas. Tenía que medir y regular
mi respiración. El ardor entre mis piernas era un encantador recordatorio de las
cosas buenas que él había hecho, así como lo eran las marcas en mi cuello.
—Demonios, sí.
—Lo haré sobre tu trasero y los haré tan grandes, que no serás capaz de
sentarte. —Entrecerré mis ojos y apunté hacia él.
—Te lo dije antes. —Se detuvo, poniendo un ligero beso sobre mis labios,
dejándome sin aliento mientras continuaba en voz baja—. No lo digas a menos que
lo quieras.
Levanté mi barbilla por otro beso, pero para mi sorpresa, Martin se levantó de
la cama. Lo observé, confundida por su rechazo y envolví lo brazos alrededor de mi
cintura.
La fiesta.
La apuesta.
Yo lo había olvidado.
Bueno… percebes.
●●●
Martin ganó la apuesta, incluso aunque él había hecho trampa, y por lo tanto
Sam estaba en mi cuarto arreglándome para la fiesta. Me vio salir de mi habitación
con mi cabello en una coleta, usando pantalones de chándal, chancletas y una
camiseta raída y manchada que mostraba a Chuck Norris destruyendo la tabla
periódica. Que decía, El único elemento en el que creo es en el elemento sorpresa.
Para completarlo todo, puso maquillaje en mi cara. De nuevo. Era algún tipo
de record personal, maquillaje dos veces en una semana. Le di mi relajada cara de
perra mientras aplicaba máscara a mis pestañas.
—Las cintas del cuello del vestido cubren tus… —sus ojos parpadearon en mi
cuello—… tus marcas de amor.
—Eso fue porque tenía una misión. Tenía una razón para estar ahí, una tarea.
Llegar, decirle a Martin acerca del plan, salir, ir a casa. Esta vez… —Levanté mis
manos, y mis uñas recientemente pintadas de color púrpura, entonces las deje caer
ruidosamente con un golpe sobre mi muslo—… esta vez estoy vestida para
impresionar. Soy el telón de fondo.
—Lo sé, lo siento. Estás siendo tan agradable. Y solo necesito quejarme.
¡Las odio!
A pesar de mi mirada molesta, tenía que admitir que Sam era una hacedora de
milagros. Me veía bien.
—¿Tu punto?
Ella lo golpeó en el hombro, pero se rio ante su doble sentido, y salió por la
puerta. Mientras tanto Martin apartó sus ojos de mí, y me quedé un poco perpleja
al ver una máscara de aburrimiento deslizarse sobre sus rasgos.
—Oye, Ray —dijo Martin—. ¿Llevas a Parker? Griffin va a ir conmigo.
Me sentí como que acababa de ser prestada y no tenía idea de por qué. ¿Ni
siquiera quería ir a esta fiesta, Martin había insistido, y ahora no quería ir conmigo?
Ray miró de Martin a mí, luego de regresó a él otra vez, sus cejas levantadas y
los labios ligeramente separados traicionando su sorpresa.
—Quiero decir, absolutamente. —Se volvió con una sonrisa brillante hacia mí.
Me sentí aliviada al ver cómo de genuina parecía, y me ofreció el brazo—. Me
encantaría.
Los chicos eran raros y los odiaba. Excepto a Ray. Ray era agradable.
Ray me codeó ligeramente y me dio una gran sonrisa. —Entonces, Martin y tú,
¿eh?
—No, tú eres agradable, Kaitlyn. Y tienes risa agradable y una gran sonrisa
extraña con ese lindo espacio entre los dientes.
Mi boca cae abierta y mis ojos salen desorbitados de mi cabeza. Me tomó tres o
cuatro segundos encontrar mi voz antes de decir—: ¿De qué estás hablando?
—Te das cuenta de que tengo diecinueve años, ¿verdad? Puede que nunca me
case. Y ciertamente no estaré casada en tan corto plazo.
6
Es un matrimonio como resultado de asistir a una universidad por 4 años con tu alma gemela,
casarse y en consecuencia no terminar la universidad.
Gruñí y el rio.
Cerré la boca, frunciendo el ceño hacia él y crucé los brazos sobre mi pecho.
No dije nada, porque conocía a esa chica. Bueno, no la conocía, pero la oí
haciendo planes con Ben el viernes sobre drogar a Martin. Eso es lo que Ray quiso
decir cuando hablaba de la chica de folladas.
—De ti. No eres la chica de folladas, no podrías serlo incluso si trataras. Eres la
chica con la que nos casaríamos.
—Solo estoy diciendo la verdad. Puede que no sea fácil de escuchar, pero esa es
la manera del mundo. Eres el mejor ejemplo de la chica-matrimonio que he visto.
Eres hermosa. Por lo que he visto, eres graciosa bajo presión, inteligente, capaz y
libre de drama. Vienes de una familia que es históricamente famosa por ser brillante
y excepcional. Eres agradable, como muy, muy agradable, genuina y eres muy
graciosa.
—¿Crees que soy graciosa ahora? Solo espera hasta la fiesta. Habrá mucha
gente riendo y luego señalando.
Ray me ignoró. —Es por eso que Martin y tú tienen sentido. Porque si Martin
es una cosa, es que es inteligente. Puede que no sea agradable, pero es jodidamente
afilado como una Katana. Nunca ha tenido que trabajar por algo, nunca ha tenido
que trabajar por nada. Está aburrido. Ha tenido su diversión. Está cansado de
chicas de folladas. Está listo para lo que viene y eres la medalla olímpica de oro, el
Premio Nobel de la Paz, el Premio Pulitzer y el Premio de la Academia en material
de matrimonio.
El resto de los carros eligió justo ese momento para aparecer. Oí gritos de
alegría de Sam mientras ella y Eric dieron la vuelta de la esquina. Se estacionaron
en el espacio al lado de Ray. Herc y Tambor fueron los siguientes, seguido por Lee
y Will, Ben por su cuenta, a continuación, Martin y Griffin al final.
Mientras tanto Ray me miraba como un hermano mayor o un padre podría
mirar a su hermana o hija después de darle la dura verdad acerca de la vida. Como
si estuviera pidiendo disculpas por cómo estaban las cosas, pero yo no lo siento por
haber entregado el mensaje.
Negué, tomé su brazo, y dije—: No. —No había arruinado mi noche porque
iba a una fiesta. No había manera de arruinar algo que ya estaba arruinado.
—Lo conozco desde siempre —susurró, mientras los motores de los carros de
nuestros compañeros se apagaban.
—Desde la primaria.
Mis ojos cortan a Ray. Su boca era una línea sombría. Antes de que pudiera
hacer más preguntas, los otros estaban sobre nosotros y nuestra extraña charla de
corazón a corazón llegó a su fin.
Ray me dejó ir con una pequeña sonrisa y una mirada que decía: Hazme saber
si puedo ayudar.
No sabía muy bien cómo responder a eso, qué mirada darle. Así que volví mi
atención a la mansión frente a mí. No podía pensar en ser la chica-matrimonio de
Martin, no hasta que estuviera segura de sobrevivir la noche en la fiesta.
Entonces y solo entonces examinaría esta nueva luz y trataría de averiguar qué,
cualquier cosa, hacer al respecto.
Capítulo 12
Limitando Reactivos
Traducido por Koté
Una vez traté de ser dramática cuando tenía catorce años. Mi madre me dijo
que lo agregara al calendario.
Llegamos a la casa, Sam y yo cogidas del brazo, los chicos detrás de nosotros.
En cuanto entramos en la puerta. Martin me dio una breve inclinación de cabeza y
luego se fue. Así es, se alejó. Desapareció entre la multitud.
Me quedé atónita durante unos veinte segundos antes de que Sam me tirara
cerca y gritó sobre la música.
Noté que Herc estaba pegado a Ben cuando pasaron y fueron absorbidos por la
multitud. Me preguntaba si Ben trataría drogar a alguien en esta fiesta, pero ahora
sospechaba que Herc había sido asignado para mantener un ojo sobre él.
Sam, Eric, quien, que quede en constancia, se quedó con Sam y conmigo, dimos un
breve recorrido por la fiesta. Caminamos de habitación en habitación,
inspeccionando los alrededores, para hacer reconocimiento. A mí me parecía una
fiesta en una casa grande y nada más emocionante que eso. Así que... no del todo
emocionante.
Las habitaciones eran colosales y lujosamente decoradas y estaban siendo
destrozadas por los asistentes a la fiesta. Un DJ tocaba música fuerte. La gente
bailaba y se emborrachaba, y hablaban en voz alta para escucharse entre sí a través
de la música. La mayoría de las chicas estaban en bikinis. La mayoría de los chicos
estaban vestidos con pantalones cortos y camisetas, o trajes de surfear. La piscina
era enorme y alrededor de un lado de la casa. Tenía una cascada, tres toboganes y
como cuatro jacuzzis.
Sam dijo que quería ir a nadar. Yo no había traído un traje de baño. Ella
levantó una bolsa en su hombro y me informó de que no solo me había traído un
traje de baño, trajo un bikini. Pensé que podría morir de felicidad.
No lloraría.
—Voy contigo.
—No. —Sacudí la cabeza cuando vi a Eric flotando detrás de ella, a unos cinco
pies de distancia. Me dio una sombría sonrisa de disculpa—. No. En realidad estoy
bien, solo necesito un minuto. Me reuniré contigo más tarde.
—Kaitlyn...
—De verdad, estoy bien —grité entre los vítores a los chicos del barril y levanté
la barbilla hacia Eric, animándole a rescatarme de Sam.
No lloraría.
No acusaría.
Realmente no había esperado algo mejor de Martin, así que ¿por qué debería
estar sorprendida ahora? Solo porque me dio un orgasmo cerca de una cascada. ¿Y
qué? No es como que me haya dado un unicornio. Fue solo un orgasmo.