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§ 109. El fin de la Creacién I. La gloria de Dios. 1. Siendo la causa del mundo el amor infinito con que el Dios trino ama su perfeccién, o dicho con mayor precisién, el amor mu- tuo de las tres divinas personas, e] mundo tiene que ser necesaria- mente una obra digna del amor divino, El amor del Padre al Hijo, en quien ha nacido ej plan del mundo, sdélo puede realizar su in- tencién en el caso de que el mundo sea efectivamente digno de re- cibir el amor del Hijo y capaz de amarle. Esto presupone que el mundo es una realizacién finita de la perfeccién divina. Sélo en caso de que Dios encuentre en el mundo su perfeccién se sentird com- placido al contemplarlo y sentira deseos de ser amado por él. En efecto, el mundo creado por el amor ¢s una realizacion y manifesta- cién finita de la gloria de Dios. El mundo es una revelacién de Dios. Este hecho puede ser también designado con la expresidn se- fiorio de Dios. La Creacién est4 al servicio del sefiorio divino (ba- sileia theou). Dios domina la creacién y por eso es ella una revela- cién de su gloria. Dios es su sefior y calca su gloria en e] mundo que El ha creado, de modo que se puede descubrir en las cosas creadas quién es su seiior. El estado designado por la Escritura con ja expresién “Reino de Dios”, entendido en sentido estricto, comenzé cuando Dios dis- puso obrar histéricamente, es decir, cuando comenzé a hacer His- toia de la Salud dentro de la historia universal. La forma perfecta 105 MICHAEL SCHMAUS § 109 del sefiorio de Dios sera aque) estado del mundo denominado por la Sagrada Escritura nuevo cielo y nueva tierra, De ello se hablara detenidamente en el Tratado sobre la Redencién. A. La gloria de Dios en su aspecto objetivo 2. El mundo ha sido creado para la gloria de Dios (dogma), Concilio Vaticano, sesién tercera, canon 5 de Deo, D. 1805. El concilio provincial de Colonia, celebrado en 1860, ha descrito de la siguiente manera el sentido y finalidad del mundo creado, en el capitulo tercero de su decreto, que, naturalmente, no es infalible (NR. 184-88): “Si se pregunta cual es el motivo que ha movido a Dios a crear el mundo, la respuesta es la siguiente: No ha podido moverle nada que sea distinto de El. Como quiera que se basta a sf mismo, no puede buscar nada para sf mismo. Siendo cierto que Dios ha creado efectivamente y que todo lo que crea lo crea movido por el amor a su propia bondad, podemos decir con razén: Por su propia bondad ha sido Dios movido a crear el mundc. En este sentido escribe San Agustin: “Nosotros somos porque El es bue- no.” Ahora bien, si no se pregunta por el motivo que ha movido a Dios a crear el mundo, es decir, si no se pregunta por la finalidad del creador, sino por la finalidad que el Dios creador persigue con su obra; es decir. si se pregunta por la finalidad de la obra, entonces habré que afirmar que con ella ha querido y sigue queriendo algo que estd tan intimamente ligado con su actividad que no puede separarse de ella, Se trata de lo siguiente: En primer lugar, si Dios crea, necesariamente tiene que comunicar a las criaturas una realidad buena, Porque el ser que han recibido es un bien. En este sentido escribe San Agustin: “En cuanto que somos, somos bue- nos.” El segundo elemento que no podia faltar en Ia obra de Dios es la revelacién de las perfecciones divinas, especialmente el poder, la sabidu- tia y la bondad. Esta revelacién se denomina gloria externa de Dios, ya que Dios es alabado mediante ella. No se puede dudar de que Dios se ha propuesto, al crear, que sus perfecciones scan reconocidas y amadas, es decir, se ha propuesto la realizacién de su gloria externa. Esto lo pone de manifiesto la contemplacién de las cosas creadas, las cuales revelan ne- cesariamente las perfecciones divinas, lo mismo que Ia contemplacién del hombre, que ha sido dotado de entendimiento para que en las obras de la creacién pueda conocer y amar a Dios. Esto lo demuestra, asimismo, la contemplacién de Dios mismo; como quiera que es santo, necesaria- mente tiene que querer ser reconocido en sus obras. De este modo enten- demos nosotros los numerosos lugares de la Escritura en que se nos ad- vierte que la contemplacién de Ias criaturas tiene que impulsarnos a ala- bar a Dios. Con la gloria de Dios va {ntimamente ligada Ia felicidad de las criaturas. En efecto, en cuanto que ef hombre glorifica a Dios, se aumentan sus méritos y su felicidad. Viceversa, Dios da tantas mds prue- bas de su bondad y tanto mds aumenta su gloria cuanto mayores son los bienes que concede al hombre. Lo uno fomenta Io otro. Ahora bien, si se pregunta por la preeminencia de esas dos finalidades, hay que tesponder 106 § 109 TEOLOGIA DOGMATICA lo siguiente: Ja finalidad iiltima de la obra es Ja glorificacién de Dios. Hacia ella tiene que estar orientada la felicidad de las criaturas, especial- mente la del hombre. La glorificacién de Dios, por referirse a Dios mismo, es superior a Ia felicidad de las criaturas. Conviene por cso que ja felici- dad de los hombres esté subordinada a la glorificacién de Dios. No se debe deducir de esto que de este modo queda disminuida la bondad de Dios para con nosotros; les bienes que Dios nos ha donado no disminu- yen por el hecho de que estén orientados hacia la gloria de Dios. Al con- trario, cuanto mds nos esforcemos por realizar con ellos ja gloria de Dios, tanto mds ricos seremos; porque Dios no busca en ef mundo su gloria al modo del que trata de obtener un bien que todavia no posee; Dios sélo exige que se guarde el orden debido.” 3. La creacién revela la gloria de Dios tomandg parte en ella, es decir, en cuanto que es realizacién de la gloria de Dios fuera de Dios. Todas las cosas son manifestaciones y simbolos de la ma- jestad, dignidad, profundidad y plenitud de Dios. Todas anuncian Ja gloria de Dios (gloria externa). Pueden prestar este servicio porque, como ya vimos en otro lugar, poseen una gloria, dignidad y perfeccién derivadas de Dios y preformadas en El. Cuanto mds rico es el ser de una criatura, tanto mejor puede revelar a Dios. La gloria de las criaturas nos incita a admirar y contemplar la gloria de Dios. En su grandeza y hermosura resplandece ja grandeza y hermosura de Dios (Rom. 1, 20). Se mostrara mds adelante (§ 110) que la medida en que una criatura de Dios revela su gloria no depende solamente de su esen- cia ontoldgica, sino ademds de su posicién en los planes salvadores de Dios. La revelacién de la perfeccién divina se denomina fin de la Crea- cién; més exactamente, fin primario de la Creacién (finis prima- rius). Al emplear Ja palabra fin no hay que pensar en una deter- minacién externamente afiadida. Indica, al contrario, una determi- nacién y sentido propios de las cosas. Las criaturas cumplen la finajidad a que aqui nos referimos por el mefo hecho de que son expresién de la voluntad amorosa de Dios. Como quiera que la revelacién de la perfeccién divina se obtie- ne por el mero hecho de que las cosas mismas poseen perfeccidn, el estar al servicio de la gloria de Dios no implica esclavitud ni servidumbre en pro de un teleologismo externo, Se trata de un acto de fidelidad a si mismas. En cuanto que son lo que son y como son, ensalzan la gloria de Dios. Como quiera que Dios es el Sefior que se comunica desbordante por los caminos del amor, las criaturas no solamente nos habian de su amorosa bondad, sino también de su 107

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