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concebido y realizado por Carl G.Jung Ss cer Pe a as =. A Paid6és Titulo original: Man and his simbols Publicado en inglés por Anchor Books, Doubleday, Nueva York Traduccién de Luis Escolar Barefio (reproducida con autorizacién de Aguilar, S.A. de Ediciones) 1. edicion, 1995 Quedan nigurosamente prohibidas, sin la autonzacién esorita de los titulares del «Copyright», bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccion total o parcial de esta obra por cualquier método o procedimento, Comprendidos la reprogratia y el tratamiento informatica, y la distnibucién de ejemplares de ella mediante alquiler 0 prestamo publicos © 1964 by J. G. Ferguson Publishing © de todas las ediciones en castellano, Ediciones Paidés Ibérica, S. A., Mariano Cubi, 92 - 08021 Barcelona y Editorial Paidés, SAICF, Defensa, 599 - Buenos Aires ISBN: 84-493-0161-0 Depésito legal: T0-964/1995 Impreso en Espajia - Printed in Spain in por John Freeman Los origenes de este libro son lo bastante inusitados para que sean de interés y mantienen relacién directa con su contenido y con la labor que expone. Por lo cual, permitaseme contar cémo se empez6 a escribir. Cierto dia de la primavera de 1959, la British Broadcasting Cor- poration me invité a que entrevistara, en la televisién inglesa, al doc- tor Carl Gustav Jung. La entrevista tenfa que hacerse “a fondo”. Por entonces, yo sabfa muy poco acerca de Jung y su obra e inmediata- mente fui a conocerle a su hermosa residencia a orillas del lago de Zurich. Eso fue el comienzo de una amistad que significé mucho para mi y, confio, fuera agradable para Jung en los iiltimos afios de su vida, La entrevista para la television no tiene més espacio en este relato salvo que se la consideré de buen éxito y que este libro, por una casual combinacién de circunstancias, es el resultado final de aquel acontecimiento, Uno de los que vieron a Jung en la pantalla del televisor fue Wolfgang Foges, gerente de la editorial Aldus Books. Foges se habia interesado vivamente, desde su infancia, por el desarrollo de la psi- cologia moderna, cuando vivia cerca de los Freud en Viena, ¥ mien- tras observaba a Jung hablando de su vida, su obra y sus ideas, Foges reflexion qué léstima era que, mientras el esquema general de la obra de Freud era conocido de sobra por los lectores cultos en todo el mundo occidental, Jung jams habfa conseguido abrirse paso hacia el publico general y siempre se le consideré demasiado dificil para el lector popular. De hecho, Foges es el creador de El hombre y sus simbolos. Al saber por la TV que existia una célida amistad entre Jung y yo, me pregunté si querrfa unirme a sus intentos de persuadir a Jung para que expusiera sus ideas més importantes y bésicas en un lenguaje y una amplitud que resultaran inteligibles e interesantes para los lec- tores adultos pero no especializados. Acepté inmediatamente la idea y partf de nuevo para Zurich seguro de que podria convencer a Jung del valor y Ia importancia de semejante labor. Jung me escuché en su jardin durante dos horas casi sin interrupcién y después dijo no. Lo dijo de 1a forma més amable posible, pero con gran firmeza; nun- ca habfa intentado popularizar su obra y no estaba seguro de que pudiera hacerlo ahora con buen éxito; en todo caso, ya era viejo, se sentfa un tanto cansado y poco inclinado a aceptar un compromiso tan largo acerca del cual tenfa tantas dudas. Todos los amigos de Jung estarén de acuerdo conmigo en que era un hombre de lo més absoluto en sus decisiones. Sopesaba un pro- blema con cuidado y sin prisa; pero cuando daba su respuesta, co- minmente era definitiva. Regresé a Londres muy desilusionado pero convencido de que la negativa de Jung era el final de la cuestién. Asi hubiera sido a no ser por la intervencién de dos factores que yo no habfa podido prever. Uno de ellos fue la pertinacia de Foges, el cual insistié en que volviera a dirigirme a Jung antes de aceptar la derrota, El otro fue tun suceso que, cuando vuelvo a recordarlo, ajin me sigue asombrando. Como dije, el programa de televisidn se considers de muy buen éxito. Hizo que le Ilegaran a Jung muchisimas cartas de toda clase de gente, muchas de ellas de personas comunes sin conocimientos mé- dicos ni psicolégicos que se habfan sentido cautivadas por la presencia autoritaria, el humor y la encantadora modestia de este verdadero grande hombre, el cual habia entrevisto en su idea de la vida y de la persona humana algo que podria serles util. Y Jung quedé muy complacido, no solo por recibir las cartas (el volumen de su correo era siempre enorme) sino por recibirlas de gentes que, normalmen- te, no hubieran tenido contacto con él Fue entonces cuando tuvo un suefio de la mayor importancia para él (y al leer este libro, se comprendera lo importante que fue). Sofié que, en vez de estar sentado en su despacho y hablando a los grandes doctores y psiquiatras que solfan acudir de todo el mundo a verle, estaba sentado en una plaza publica y dirigiéndose a una mul- titud de gente que le escuchaba con embebida atencién y entendien- do lo que decia Cuando, una o dos semanas después, Foges renovd su ruego de que Jung se deberia encargar de un nuevo libro proyectado, no para el estudio clinico o el filosdfico, sino para el piblico general del mercado librero, Jung se dejé persuadir. Puso dos condiciones. Pri- mera, que el libro no fuera de uno solo, sino el esfuerzo colectivo de €1 mismo y de un grupo de sus mas intimos seguidores, por medio de Jos cuales habia intentado perpetuar sus métodos y sus ensefianzas. Segunda, que se me encargara a mi la tarea de coordinar la obra y de resolver todos los problemas que pudieran surgir entre los auto- res y los editores. Para que no parezca que esta introduccién rebasa los Ifmites de una modestia adecuada, me apresuraré a decir que me halagé esa se- gunda condicién, aunque comedidamente. Porque muy pronto me en- teré de que la razén por la cual me escogié Jung fue, esencialmente, 10 que me consideraba de inteligencia adecuada, pero no excepcional, y sin el menor conocimiento serio de psicologfa. As{ es que, para Jung, yo era el “lector medio” de este libro; lo que yo pudiera entender seria inteligible para todo cl que tuviera interés; donde yo me atas- cara, quizé fuera demasiado dificil u oscuro para algunos. Aunque no me sentia indebidamente halagado con esta apreciacién de mi pa- pel, no por eso dejé de insistir escrupulosamente (temo que, a veces, para exasperacién de los autores) para que todos los pdrrafos estu- vieran escritos y, si era necesario, vueltos a escribir con una claridad y una brevedad que me permitieran decit con confianza que este libro, en su totalidad, -estd destinado y ditigido al lector general y que los temas complejos de que versa estén tratados con una sencillez poco frecuente y alentadora, Después de mucha discusién, se acordé que el tema general del libro serfa el hombre y sus s{mbolos; y el propio Jung escogié a sus colaboradores en la obra: la doctora Marie-Louise von Franz, de Zu- rich, quiz4 su més {ntima confidente profesional y amiga; el doctor Joseph L. Henderson, de San Francisco, uno de los més eminentes y leales seguidores norteamericanos de Jung; la sefiora Aniela Jaffé, de Zurich, quien, ademas de ser una experimentada analista, era se- cretaria privada de Jung y su bidgrafa; y la doctora Jolande Jacobi que, después del propio Jung, es la autoridad de mayor experiencia en el circulo de Jung en Zurich. Estas cuatro personas fueron elegi- das, en parte, por su destreza y experiencia en los temas particulares que se les asignaron y, en parte, porque todas ellas tenfan la plena confianza de Jung de que trabajarian desinteresadamente, bajo sus instrucciones, como miembros de un equipo, El cometido personal de Jung era planear la estructura total del libro, supervisar y dirigir 1a obra de sus colaboradores y escribir, por su parte, el capitulo clave “Acercamiento al Inconsciente”. El tiltimo afio de su vida lo dedicé casi totalmente a este libro; y cuando murié en junio de 1961, su seccién estaba completa (de he- cho, la terminé solo unos diez dfas antes de su enfermedad final) y habia aprobado todos los borradores de los capftulos de sus colegas. Después de su muerte, la doctora Von Franz asumié toda la respon- sabilidad para la conclusién del libro, de acuerdo con las instruccio- nes expresas de Jung. Por tanto, el tema de El hombre y sus simbolos y su bosquejo fueron determinados—hasta en sus detalles—por Jung. El capftulo que Meva su nombre es obra suya y (aparte algunas eves ampliaciones editoriales pata mejorar la comprensién del lector general) de nadie més, Fortuitamente, fue escrito en inglés. Los de- més capitulos fueron escritos por los otros autores segin las instruc- ciones de Jung y bajo su supervisién, La labor final de la edicién de la obra completa, después de la muerte de Jung, Ia realiz6 la doctora Von Franz con una paciencia, comprensién y buen humor que nos dejaron a los editores y a mi mismo muy agradecidos. Por ultimo, respecto al contenido del libro: EI pensamiento de Jung transformé el mundo de la psicologfa mo- derna mas de lo que puedan comprender muchos de los que solo tie~ nen conocimientos someros. Términos tan conocidos como, p. ej., “ex travertido”, “introvertido” y “arquetipo” son todos conceptos jun- guianos, tomados y, a veces, mal usados por otros. Pero su abruma- dora contribucién a la comprensién psicolégica es su concepto del inconsciente; no (como el “subconsciente” de Freud), un mero tipo de desvin de los deseos reprimidos, sino un mundo que es precisa- mente una parte tan vital y tan real de la vida de un individuo como la consciencia, el mundo “cogitativo” del ego, ¢ infinitamente més rico. El lenguaje y la “gente” del inconsciente son simbolos, y los medios de comunicacién son los suefios. Por lo cual, el examen del hombre y de sus simbolos es, de hecho, el examen de la relacién del hombre con su propio inconsciente. Y como, segiin las ideas de Jung, el inconsciente es el gran gufa, amigo y consejero de lo consciente, este libro se refiere en los términos mas directos al estudio de los seres humanos y sus problemas espiritua- les. Conocemos el inconsciente y comunicamos con él (un servicio de doble camino) principalmente por medio de los suefios; y a lo largo de este libro (sobre todo en el capitulo del propio Jung) se encontrard ‘una notable insistencia en la importancia del soar en la vida de la persona. Serfa una impertinencia por mi parte el intento de interpretar a los lectores la obra de Jung, pues muchos de ellos, con seguridad, tendrfan mayor capacidad para comprenderla que yo mismo. Recuér- dese que mi papel era meramente el de servir de “filtro de inteligibi- lidad”, pero en modo alguno el de intérprete. No obstante, me atre~ vo a ofrecer dos puntos generales que, como profano en la materia, ‘me parecen importantes y que pudieran ayudar a otros indoctos, El primero es acerca de los suefios. Para los junguianos el suefio no es una especie de criptograma tipico que puede descifrarse mediante un glosario de significados simbéticos. Es una expresién integral, impor- tante y personal del inconsciente individual. Y es, precisamente, tan 12 real” como cualquier otro fenémeno concerniente al individuo. El inconsciente individual del sofante esté en comunicacién con el so- fiante solo para ese fin y esta seleccionando simbolos que tengan sig- nificado para el sofante y para nadie mds, Por tanto, la interpreta- cidn de los suefios, ya sea por el analista 0 por el propio sofiante, es para los psicélogos junguianos un asunto totalmente personal e in- dividual (y, a veces, también experimental y muy largo) que, en modo alguno, puede confiarse a normas empiricas. Lo contrario de esto es que las comunicaciones del inconsciente son de la mayor importancia para el sofiante—es natural que asf sea, ya que el inconsciente es, por lo menos, la mitad de su ser—y con frecuencia le ofrece consejo o gufa que no podria obtener de ningin otro origen. Asf es que, cuando describ{ el sueiio que tuvo Jung re- ferente 2 que hablaba a una multitud, no estaba describiendo. un cuadro de magia o sugiriendo que Jung probaba a echar la buena ventura. Lo que yo hacfa era volver a contar en los términos senci- Mos de la experiencia diaria cémo Jung fue “aconsejado” por su propio inconsciente que recapacitara sobre un juicio inadecuado he- cho por la parte consciente de su mente, Ahora bien: de aqui se deduce que el sofiar no es una cuestién que Jos junguianos consecuentes puedan considerar tan sencilla como una cuestién casual, Contrariamente, la capacidad para establecer co- municacién con el inconsciente es una parte de la totalidad del hom- bre, y los junguianos “ensefian” (no se me ocurre un término me- jor) a ser receptivo para los suefios, Por tanto, cuando el propio Jung se hallé frente a la decisién critica de si escribir este libro 0 no escribirlo, pudo acudir al doble recurso de su consciente y su incons- ciente para decidirse. Y en todo este libro se encontrard que al sueiio se le trata como una comunicacién directa, personal y significativa al sofiante, una comunicacién que utiliza los simbolos comunes a toda Ja humanidad, pero que los utiliza en todas las ocasiones de una for- ma completamente individual que solo puede ser interpretada con una “clave” por entero individual, El segundo punto que deseo sefialar se refiere a una caracteristica particular del método argumentativo que es comin a todos los escri- tores de este libro y, quiz4, de todos los junguianos. Quienes se han limitado a vivir totalmente en el mundo de lo consciente y rechazan Ja comunicacién con el inconsciente, se atan por las leyes de la vida consciente y convencional. Con la légica infalible (pero frecuentemen- te sin sentido) de la ecuacién algébrica, razonan con premisas supues- 13 tas para deducir conclusiones incontestables. Me parece que Jung y sus colegas, se den 0 no cuenta de ello, rechazan las limitaciones de ese método de argumentacién, No es que desdefien la légica sino que, en todo momento, parecen estar argumentando para el inconsciente y ef consciente. Su método dialéctico es simbélico y, con frecuencia, indirecto, Convencen no por medio de la luz minuciosamente enfoca- da del silogismo, sino bordeando, repitiendo, presentando una visién reiterada del mismo tema visto, cada vez, desde un Angulo ligera- mente distinto, hasta que, de repente, el lector, que en ningiin mo- mento se dio cuenta de que hubiera ninguna demostracién conclusi- va, halla que se ha apoderado, ¢ incorporado dentro de sf, de alguna verdad més amplia, Los argumentos de Jung (y los de sus colegas) se clevan en espi- ral sobre su tema como un péjaro volando en torno a un Arbol. Al principio, cerca del suelo, solo ve una confusién de hojas y ramas. Paulatinamente, segiin va ascendiendo mas y més en sus vueltas, los reiterados aspectos del érbol forman un todo y estan en relacién con Sus contornos. Algunos lectores pueden encontrar este método de argumentacién “en espiral” un tanto oscuro y hasta confuso en unas pocas paginas pero no creo que mas, Es caracteristico del método de Jung, y el lector bien pronto se vera arrastrado por él a un viaje per- suasivo y absorbente, Las diferentes secciones de este libro hablan por sf mismas y apenas necesitan introduccién mia. El capitulo de Jung introduce al lector en el inconsciente, en los arquetipos y simbolos que forman su lenguaje y en los suefios por los cuales se comunica. En el capitulo siguiente, el doctor Henderson explica la aparicién de diversos ar- quetipos en la mitologfa antigua, la leyenda popular y el ritual. pri- mitivo. En el capitulo titulado “El proceso de individuacién”, la doctora Von Franz describe el proceso por el cual el consciente y el inconsciente, dentro de un individuo, aprenden a conocerse, res- petarse y acomodarse reciprocamente. En cierto sentido, este capitu- lo no solo contiene el quid de todo el libro, sino, quizé, la filosotia de Jung acerca de la vida: el hombre se totaliza, integra, calma, se hace fértil y feliz cuando (y solo entonces) se completa el proceso de individuacién, cuando el consciente y el inconsciente ha aprendido a vivir en paz y a complementarse reciprocamente. La sefiora Jaffé, al igual que el doctor Henderson, se ocupa en demostrar el reitera~ do interés del hombre—casi una obsesién—por los simbolos del in- consciente. Tienen para él una fntima atraccién profundamente sig 14 nificativa, casi nutricia y fortalecedora, ya se produzcan en los mitos y cuentos de hadas que analiza el doctor Henderson o en las artes plas- ticas que, como demuestra la sefiora Jaffé, nos satisfacen y deleitan con la incitacién continua al inconsciente. Finalmente, debo decir unas palabras acerca del capitulo de la doctora Jacobi que, en cierto modo, se separa del resto del libro. En realidad, es el resumen de la historia clinica de un andlisis interesante y positive. Es evidente el valor de un capitulo semejante en un libro como este; sin embargo, son necesarias dos palabras de advertencia, Primero, como sefiala la doctora Von Franz, no hay lo que podria lla- marse andlisis tipico junguiano. No puede haberlo porque cada sueiio es una comunicacién individual y privada y no hay dos suefios que utilicen los sfmbolos del inconsciente de fa misma manera. Por lo cual, cada andlisis junguiano es dinico; y es erréneo tomar este, saca- do del archivo clinico de 1a doctora Jacobi (0 cualquier otro de los que haya), como “representativo” 0 “tipico”. Todo lo que se puede decir del caso de Henry y sus sueiios, a veces sombrios, es que for- ‘man un ejemplo auténtico de la forma en que el método junguiano puede aplicarse a un caso particular, Segundo, la historia completa, aun de un caso relativamente sencillo, requeriria un libro entero para contarla, Inevitablemente, la historia del andlisis de Henry se per- judiea un poco al resumirse. Las referencias, p. ej, al 1 Ching, han quedado un tanto oscuras y le dan un sabor artificioso (y para mf in- satisfactorio) de ocultismo al ser presentadas fuera de su contexto. No obstante, Hegamos a la conclusién—y estoy seguro de que el lec- tor estaré de acuerdo—de que, con las advertencias hechas, la cla ridad, por no mencionar el interés humano, del andlisis de Henry en- riquece mucho este libro. Comencé describiendo cémo Jung legs a escribir El hombre y sus simbolos. Concluyo recordando al lector la notabilidad—quizd tinica—de esta publicacién. Carl Gustav Jung fue uno de los grandes doctores de todos los tiempos y uno de los grandes pensadores de este siglo, Su finalidad fue siempre ayudar a los hombres y a las mu- jeres a conocerse a s{ mismos, de tal modo que, conociéndose y uti- lizéndose sensatamente, pudieran evar una vida plena, fértil y fe- liz. En el mismo final de su vida, que fue tan plena, fértil y feliz como jams he conocido otra, decidié utilizar la fuerza que le quedaba para dirigir su mensaje a un puiblico mds amplio que el intentado alcanzar hasta entonces. Terminé su tarea y su vida en el mismo mes. Este libro es un legado al amplio piiblico lector. 15 ‘Sumario Introduccién John Freeman 1. Acercamiento al inconsciente Carl G. Jung 2. Los mitos antiguos y el hombre moderno Joseph L. Henderson 3. El proceso de individuacién Marie-Louise von Franz 4, El simbolismo en las artes visuales Aniela Jaffé 5. Simbolos en un anilisis individual Jolande Jacobi Conclusion. La ciencia y el inconsciente Marie-Louise von Franz Notas y referencias indice Procedencia de las ilustraciones 18 104 158 230 272 304 31 316 319 HL sprwey orodi6o upesey jap equim e| ap speriue © ACERCAMIENTO AL INCONSCIENTE Carl G. Jung. 1 La importancia de los suefios El hombre emplea ia palabra hablada o es- crita para expresar el significado de lo que desea transmitir. Su lenguaye estd leno de simbolos pero también emplea con frecuencia signos 0 imdgenes que no son estrictamente descriptivos. Algunos son meras abreviaciones © hilera de iniciales como ONU, UNICEF, 0 UNESCO; otros son conocidas marcas de {4 brica, nombres de medicamentos patentados, emblemas 0 insignias. Aunque estos carecen de significado en s{ mismos, adquirieron un sig- nificado reconocible mediante el uso comtin o una intencién deliberada, Tales cosas no son simbolos. Son signos y no hacen mas que de- notar los objetos a los que estén vinculados. Lo que llamamos simbolo es un término, un nombre o aun una pintura que puede ser co- nocido en Ta vida diaria aunque posea conno- taciones especificas ademds de su significado corriente y obvio, Representa algo vago, des- conocido u oculto para nosotros, Muchos mo- numentos cretenses, por ejemplo, estén marca- dos con el dibujo de la azuela doble. Este es un objeto que conocemos, pero desconocemos sus proyecciones simbélicas. Como otro ejem- plo, tenemos el caso del indio que, después de una visita a Inglaterra, contd a sus amigos, al regresar a la patria, que los ingleses adoraban animales porque habfa encontrado Aguilas, leo- nes y toros en las iglesias antiguas. No se daba cuenta (ni se la dan muchos cristianos) de que ‘e503 animales son simbolos de los Evangelis tas y se derivan de la visién de Ezequiel y que eso, a su vez, tiene cierta analogia con el dios egipcio Horus y sus cuatro hijos. Ademés, hay objetos, tales como la rueda y la cruz, que son conocidos en todo el mundo y que tienen cierto significado simbélico bajo ciertas con- diciones, Precisamente lo que simbolizan sigue siendo asunto de especulaciones de contro- versia. As{ es que una palabra o una imagen es simbélica cuando representa algo mds que su significado inmediato y obvio. Tiene un aspec- to “inconsciente” més amplio que nunca esta definido con precisién 0 completamente ex- plicado. Ni se puede esperar definirlo o expli- carlo. Cuando la mente explora el simbolo, se ve Mlevada a ideas que yacen més alld del al- cance de la razén, La rueda puede conducir nuestros pensamientos hacia el concepto de un sol “divino”, pero en ese punto, la razén tiene que admitir su incompetencia; el hom- bre es incapaz de defini ino”. Cuan- do, con todas nuestras limitaciones intelectua- les, Hamamos “divino” a algo, le hemos dado meramente un nombre que puede basarse en un credo pero jamés en una prueba real. Como hay innumerables cosas més alld del alcance del entendimiento humano, usamos constantemente términos simbélicos para re- presentar conceptos que no podemos definir © comprender del todo. Esta es una de las ra- zones por las cuales todas las religiones em- plean lenguaje simbdlico o imagenes. Pero esta utilizacién consciente de los simbolos es solo un aspecto de un hecho psicolégico de gran importancia: el hombre también produce simbo- los inconsciente y esponténeamente en forma de suefios. No es fécil captar este punto. Pero hay que captarlo si queremos saber més acerca de las formas en que trabaja la mente humana. El hombre, como nos damos cuenta si reflexio- namos un momento, jamés percibe cosa algu- ‘na por entero o la comprende completamente. Puede ver, oft, tocar y gustar; pero hasta donde ve, cuanto oye, qué le dice el tacto y qué saborea dependen del mimero y calidad de sus sentidos. Estos limitan su percepcién del mundo que le rodea. Utilizando instrumen- tos cientificos, puede compensar parcialmente las deficiencias de sus sentidos. Por ejempio, puede ampliar el alcance de su vista con pris- miticos 0 el de su ofdo mediante amplificacién eléctrica. Pero los més complicados aparatos no pueden hacer més que poner al alcance de sus ojos los objetos distantes 0 pequefios o ha- cer audibles los sonidos débiles. No importa qué instrumentos use, en determinado punto alcanza el limite de certeza més alld del cual no puede pasar el conocimiento consciente. ‘Ademés, hay aspectos inconscientes de nues- tra percepcién de Ja realidad, El primero es el hecho de que, aun cuando nuestros sentidos reaccionan ante fenémenos reales, visuales y sonoros, son trasladados en cierto modo desde el reino de la realidad al de la mente, Dentro de la mente, se convierten en sucesos ps{qui cos cuya naturaleza iltima no puede conocer- lequierds: tres de los cuatro Evangelistas (en un relieve de la. catedeal de Chartres) aparecen como animales: el leén et Marcos, @l toro es Lucas, el dguila es Juan. Arriba También son animales tree de los hijor del dios egipcio Horus (hacia 1250 a. de C ). ‘Animales y grupos de cvstro son. simbolos 21 En muchas scciedades las representacio- nes dal sol expresan la indefimble expe- Fencia religiosa del hombre Arriba decoracién del respaldo de un trono per- teneciente als XIV a ded C El faradn éaipeio. Tut Ankh Amon. esta domimado Fun disco solar, les manos en que Finalizan les rayos ‘simbolizn el poder del sol para. dar vide lequierda un monje en el Japén dels XX reza ante lun espejo que representa al sol diving fen la religion. shintosta Derecha_atomos de tungtteno vistos con El” - i se (porque la psique no puede conocer su pro- pia sustancia psiquica. Por tanto, cada expe- riencia contiene un niimero ilimitado de factores desconocidos, por no mencionar el hecho de que cada objeto concreto es siempre desconocido en ciertos respectos, porque no podemos conocer la naturaleza tiltima de la propia materia. Después hay ciertos sucesos de los que no nos hemos dado cuenta conscientemente; han permanecido, por asf decir, bajo el umbral de la consciencia. Han ocurrido pero han sido ab- sorbidos subliminalmente, sin nuestro cono- cimiento consciente. Podemos darnos cuenta de tales sucesos solo en un momento de intui- cién o mediante un proceso de pensamiento profundo que conduce a una posterior com- Prensién de que tienen que haber ocurrido; y aunque, primeramente, podamos haber desde- fiado su importancia emotiva y vital, posterior mente surgen del inconsciente como una espe- cie de reflexién tardia. Podria aparecer, por ejemplo, en forma de suefio. Por regla general, el aspecto inconscien- te de cualquier suceso se nos revela en suefios, donde aparece no como un pensamiento ra cional sino como una imagen simbélica. Como cuestién histérica, fue el estudio de los suefios lo que primeramente facilité a los psicélogos investigar el aspecto inconsciente de los su- cesos de la psique consciente. Basdndose en esa prueba, los psicélogos su- pusieron la existencia de una psique incons- ciente, aunque muchos cientificos y filésofos niegan su existencia. Razonan ingenuamente que tal suposicién implica la existencia de dos “sujetos” o (expresandolo en frase comtin) dos personalidades dentro del mismo individuo, Pero eso es precisamente lo que representa con toda exactitud. Y una de las maldiciones del hombre moderno es que mucha gente su- fre a causa de esa personalidad dividida. En modo alguno es un sintoma patolégico; es un hecho normal que puede ser observado en todo tiempo y en cualquier lugar. No es simplemen- te el neurdtico cuya mano derecha ignora lo que hace la mano izquierda, Ese conflicto es un sintoma de una inconsciencia general que es Ja innegable herencia comin de toda la hu- manidad. El hombre fue desarrollando la consciencia lenta y laboriosamente, en un proceso que ne- cesit6 incontables eras para alcanzar el estado civilizado (que, arbitrariamente, se fecha con la invencién de la escritura, hacia el 4.000 a, de J.C). ¥ esa evolucién esté muy lejos de hallarse completa, pues atin hay grandes zonas de la mente humana sumidas en las ti- nieblas. Lo que lamamos la “‘psique” no es, en modo alguno, idéntica a nuestra consciencia y su contenido, Quienquiera que niegue la existencia del in- consciente, supone, de hecho, que nuestro co- nocimiento actual de la psique es completo. Y esta creencia es, claramente, tan falsa como la suposicién de que sabemos todo lo que hay que saber acerca del universo. Nuestra psique es parte de la naturaleza y su enigma es ili- mitado. Por tanto, no podemos definir ni la psique ni la naturaleza, Solo podemos afirmar qué creemos que son y describir, 1o mejor que podamos, cémo funcionan. Por lo cual, com- pletamente aparte de las pruebas acumuladas por la investigacién médica, hay firmes bases logicas para rechazar afirmaciones como “No hay inconsciente”. Quienes dicen tales cosas no hacen mds que expresar un anticuado “mi- sonefsmo”: miedo a lo nuevo y lo descono- cido. Hay razones histéricas para esa resistencia ala idea de una parte desconocida de la psique humana, La consciencia es una adquisicién muy reciente de la naturaleza y atin est en perfodo “experimental”, Es frdgil, amenazada por pe- ligros especificos, y facilmente dafiada. Como 2B

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