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El propósito principal de este libro es examinar el impacto del "giro posmoderno" en las ciencias
sociales contemporáneas. Más específicamente, pretende demostrar que el desarrollo de estas
ciencias, a finales del siglo XX y principios del XXI, ha sido modelado por enfoques que defienden la
validez epistémica y el significado histórico del "giro postmoderno". Este giro se concibe como un
cambio entre dos paradigmas. El primero parte de la creencia, proveniente de la Ilustración, que
hay una cierta determinación entre el mundo natural y el mundo social. El segundo parte de la
creencia, posiluminista, que supone la indeterminación radical entre las formas de existencias
materiales y simbólicas. Como se verá en los capítulos siguientes, la importancia de esta
transformación es trascendental y se refleja en cinco influyentes "giros", que están
inextricablemente ligados al pensamiento posmoderno y que han tenido lugar en las últimas
décadas:
Las secciones iniciales de este libro reflexionan sobre tres asuntos: (i) teoría social: ¿En qué
medida la teoría social es, por definición, una empresa «moderna»? ¿Hasta qué punto es posible
concebir la teoría social, en la época contemporánea, como un proyecto «posmoderno»? (ii) lo
moderno: ¿Qué significa ese concepto? ¿Cuáles son las dimensiones de la modernidad? ¿En qué
consiste la ambivalencia de la modernidad?, y (iii) lo posmoderno: ¿A qué se refiere ese concepto?
¿Quiénes son los académicos cuyas obras están comúnmente asociadas con este concepto?
¿Cómo podemos dar sentido al impacto intelectual y a la influencia del pensamiento posmoderno?
Finalmente, ¿cuáles son las dimensiones de la "posmodernidad"? Además de responder a las
preguntas anteriores, estas secciones introductorias dilucidarán por qué, desde el punto de vista
terminológico, es útil distinguir entre los conceptos de "modernidad", "modernismo" y
"modernización", y en paralelo, entre los conceptos de "posmodernidad", "posmodernismo" y
"posmodernización".
El tercer capítulo examina el impacto del pensamiento posmoderno sobre los desarrollos recientes
en sociología. La influencia del posmodernismo en los debates y las controversias contemporáneos
en el análisis sociológico se ha manifestado - de manera más evidente - en el auge de los estudios
culturales. Si existe una sociología posmoderna, sus herramientas conceptuales y marcos de
referencia están íntimamente entrelazados con el giro cultural, cambio que ha alcanzado por
encima de las divisiones disciplinarias dentro de las ciencias sociales y las humanidades. Las
tendencias recientes en sociología no pueden entenderse sin tener en cuenta la extensa influencia
de los estudios culturales sobre la vanguardia del análisis social y político. Sería erróneo, sin
embargo, considerar a los académicos, cuyos escritos están vinculados al "giro cultural", como
proselitistas de un movimiento intelectual homogéneo. Sin importar como se valoren sus
presupuestos normativos, es difícil ignorar su profundo impacto en la sociología contemporánea
en general y en numerosos intentos de desarrollar una sociología posmoderna en particular. Como
se verá, al menos tres tensiones centrales están en juego en las controversias sobre las diferencias
entre concepciones modernas y posmodernas: (i) industrialismo versus posindustrialismo, (ii)
productivismo versus consumismo, y (iii) economicismo versus culturalismo. Conscientes de que
estas antinomias designan grandes acontecimientos históricos que han tenido lugar en las últimas
décadas, se puede distinguir entre concepciones materialistas y posmaterialistas de la sociedad. Al
cuestionar la validez de la tesis que sostiene que ha habido un cambio gradual en la agenda
sociológica, de materialista a posmaterialista, este capítulo ofrece un análisis del grado en que el
ascenso del pensamiento posmoderno ha influido significativamente en las concepciones actuales
de cultura, del yo y de la globalización.
El cuarto capítulo se refiere al impacto del pensamiento posmoderno en las disputas actuales en
historiografía. Los interrogantes sobre la naturaleza de la historia (¿Qué es?), su desarrollo (¿Cómo
evoluciona?) y su estudio (¿Cómo podemos o debemos darle sentido?) siempre han sido, y
seguirán siendo, vitales para la elaboración de programas de investigación en ciencias sociales,
debido a su interés en la interacción entre procesos de reproducción y procesos de
transformación. Como se explica, la creciente popularidad de los enfoques posmodernos en el
estudio de los desarrollos sociales puede verse como una expresión del giro contingente en la
historiografía. A la luz del énfasis posmoderno en la contingencia espacio temporal, parece que no
hay un argumento subyacente que determine el curso de la historia. De hecho, tal visión sugiere
que no hay tal cosa como un "curso de la historia", ya que concibe el desarrollo temporal como un
conglomerado de accidentes en gran parte fortuitos, relativamente arbitrarios e interconectados
de manera discontinua. Desde este punto de vista, el colapso del socialismo en Europa Oriental y
Central a finales del siglo XX es indicativo de la profunda contingencia histórica y cuestionabilidad
política de las formaciones meta-ideológicas. Como se argumenta, las siguientes tres tensiones
son cruciales para evaluar la relevancia del pensamiento posmoderno en los relatos
contemporáneos de la historia: (i) necesidad versus contingencia, (ii) narraciones grandiosas
versus narrativas pequeñas y (iii) continuidad versus discontinuidad. Con estas antinomias en
mente, se puede hacer una distinción entre las concepciones reconstructivistas y
deconstructivistas de la historiografía. El capítulo examina la lógica detrás del cambio gradual de
agendas historiográficas reconstructivistas a deconstructivistas, Al hacerlo, pretende identificar los
presupuestos de una "historiografía posclásica".
El quinto capítulo trata del impacto del pensamiento posmoderno en las concepciones
contemporáneas de la política. Se argumenta que el surgimiento de la política de la identidad, a
menudo caracterizada como política de la diferencia o, alternativamente, como política del
reconocimiento, es sintomática de que se acepta cada vez más que la búsqueda de autonomía
está en el centro de cualquier sociedad cuyo objetivo sea cuestionar la legitimidad de las formas
tradicionales de coordinación de las prácticas humanas. En este contexto, el papel del
pensamiento posmoderno en el desarrollo de enfoques críticos sobre política, se refleja en lo que
puede denominarse el giro autónomo. En este cambio paradigmático, la discrepancia entre la
política moderna y la posmoderna deriva tres tensiones principales: (i) igualdad versus diferencia,
(ii) sociedad como un proyecto versus proyectos en la sociedad, y (iii) claridad versus ambigüedad.
Teniendo en cuenta estas - así como varias otras - antinomias, se puede hacer una distinción entre
las concepciones tradicionales y postradicionales de la política. El capítulo examina las razones
detrás del cambio gradual de las agendas políticas tradicionales a las postradicionales. Con este
fin, se llevará a cabo una investigación detallada de los componentes constitutivos de una política
posmoderna. El capítulo continúa formulando 15 tesis sobre el cosmopolitismo. Además, examina
importantes puntos de convergencia entre el cosmopolitismo y el posmodernismo, argumentando
que el análisis comparativo de estas dos tradiciones intelectuales nos permite captar desarrollos
paradigmáticos en las formas actuales de análisis social y político. El capítulo concluye sugiriendo
que las principales cuestiones en juego en los debates actuales sobre el cosmopolitismo y el
posmodernismo no pueden separarse del surgimiento de las esferas públicas transnacionales.
Sobre la base de la investigación antes mencionada, el sexto y último capítulo ofrece varias
reflexiones críticas sobre el pensamiento posmoderno. Si bien le reconoce importantes
contribuciones, así como útiles conocimientos derivados de los citados giros paradigmáticos, es
vital proporcionar una descripción completa de las deficiencias de los enfoques posmodernos en
las ciencias sociales. Consciente del carácter desafiante de esta tarea, el capítulo final propone
cuestionar la validez del pensamiento posmoderno poniendo en evidencia sus limitaciones (i)
analíticas, (ii) paradigmáticas, y (iii) normativas.
Sin embargo, antes de emprender un estudio a fondo del "giro postmoderno", es esencial aclarar
el significado de tres conceptos que son centrales para la siguiente investigación: (i) la teoría
social, (ii) lo moderno, y (iii) lo posmoderno.
En la literatura sociológica dominante, la teoría social tiende a ser concebida como un esfuerzo
«moderno». En las últimas décadas, sin embargo, la visión de que la teoría social puede
convertirse en una "aventura" posmoderna ha llegado a ser cada vez más influyente. En aras de la
claridad conceptual, consideremos los presupuestos fundamentales de estas dos posiciones.
Así como la teoría social abarca ampliamente la preocupación general por la naturaleza de lo
social, la sociología es parte integrante de la modernidad. Así como "nace en la modernidad, su
misión es teorizar sobre la modernidad". El devenir de la teoría social se debe al surgimiento de la
sociedad moderna: es un intento sistemático por captar tanto la complejidad material como
ideológica de esta. Por lo tanto, la problematización teórica de la realidad en el pensamiento
intelectual contemporáneo no puede disociarse de la transformación práctica de la sociedad
debida al surgimiento de la modernidad.
Uno de los objetivos principales de la teoría social moderna es proporcionar herramientas
conceptuales para examinar, tanto las condiciones procesales como estructurales, que subyacen a
la construcción de la realidad humana. Sin embargo, a lo largo de las últimas décadas, "en las
ciencias sociales y las humanidades ha habido un cambio profundo en la conceptualización de lo
social que de hecho refleja una profunda incertidumbre sobre el desarrollo de la sociedad
moderna". Este sentimiento de duda y ambigüedad se expresa -tal vez más evidentemente- en la
crisis de confianza y en la endeble convicción acerca de la adecuación terminológica y la autoridad
epistémica de las preguntas sociales, es decir, sobre su cientificidad. A la luz de esta crisis de
legitimidad, parece que "la situación de la teoría social con respecto a las ciencias sociales [...] se
ha vuelto cada vez más incierta y necesita ser reevaluada". Sin embargo, es importante destacar
que la falta de claridad en cuanto al propósito y la función de la teoría social no es necesariamente
un signo de su declive, y mucho menos de su irrelevancia para la creación de programas de
investigación conceptualmente sofisticados y empíricamente fundamentados. Más bien, es
indicativo de un cambio paradigmático en relación con el alcance analítico y el poder clarificador
de la investigación sociológica:
En otras palabras, en lugar de concebir la sociología como un esfuerzo científico que tiene como
objetivo proporcionar una descripción completa de la constitución y la evolución del universo
humano, se percibe, ampliamente como un proyecto crítico que está atento a la complejidad de
las realidades relacionalmente construidas. Como tal, sus defensores tienden a sospechar de
modelos conceptuales que proporcionan explicaciones generales de patrones causales que, se
cree, dan forma o incluso determinan la naturaleza y el desarrollo de las sociedades humanas.
Como se demostrará en los siguientes capítulos, la crisis de las ambiciones universalistas de la
teoría social moderna está inextricablemente ligada al advenimiento del "giro postmoderno". Para
fundamentar la validez de esta afirmación, necesitamos afrontar la desafiante tarea de explorar
las diferencias entre las formas modernas y posmodernas de análisis social.
La existencia de una "teoría social posmoderna" está lejos de ser una afirmación incontrovertible.
La defensa de este proyecto, sin embargo, tiende a basarse en diez suposiciones.
1
Porter, Jack Nusan (2008) Is Sociology Dead? Social Theory and Social Praxis in a Post-Modern
Age, Lanham: University Press of America.
pretender poseer un monopolio sobre la representación en última instancia más adecuada de la
realidad humana y mucho menos sobre la capacidad de captar toda su complejidad.
(2) La teoría social posmoderna es una teoría sin fundamento. Parece haber cada vez más
consenso entre los académicos contemporáneos que «la búsqueda de fundamentos y de una
teoría totalizadora de la sociedad» no sólo es inútil, sino también potencialmente peligrosa. La
búsqueda de fundamentos objetivos, normativos o subjetivos para justificar la posibilidad de la
ciencia moderna resulta infundada, si aceptamos que -a la luz de una diversidad sociocultural
ineludible- no podemos identificar, ni mucho menos atribuir, las normas que trascienden un
contexto específico de validez epistémica. Las grandes teorías sociológicas, obsesionadas con la
tarea de construir un sistema que capte la complejidad de la sociedad, en virtud de ideologías
explicativas de gran formato, parecen haber perdido credibilidad en un mundo caracterizado por
la multiplicidad y la heterogeneidad, más que por la uniformidad y la homogeneidad.
(3) La teoría social posmoderna es un esfuerzo sin dirección. Por supuesto, "sin dirección" - en este
contexto - no significa "sin sentido", "inútil" o "sin pistas". En cambio, indica que como
investigadores críticos, se debe resistir la tentación de inventar aparatos conceptuales que
conduzcan al "falso cierre" de los marcos teóricos, impidiéndonos "abrir las posibilidades sociales
presentes y futuras" y "detectar fluidez y porosidad", en lugar de descubrir la determinación y la
eternidad, en la construcción cotidiana de la realidad humana. Una teoría social sin garantías "no
ofrece ninguna promesa de liberación [...] de una sociedad libre de dominación",2 rechaza así el
espíritu teleológico subyacente a los relatos clásicos de la emancipación humana.
(4) La teoría social posmoderna es un esfuerzo público. Como tal, no puede hacer afirmaciones
importantes sobre la constitución de la sociedad sin comprometerse empíricamente con los
procesos cotidianos que dan forma a la realidad. Perderá su "importancia social e intelectual" más
amplia si "se desprende de los conflictos y debates públicos" que tienen lugar a diario. El llamado a
una "sociología pública", que utiliza el conocimiento experto para promover el debate con y entre
diversos públicos no académicos, tiene por objeto reconocer que en la medida en que el análisis
social se ha vuelto hacia adentro, en gran parte auto-referencial, corre el riesgo de degradarse en
un juego de lenguaje elitista, cuyos marcos conceptuales autopoiéticos están desconectados de las
preocupaciones y experiencias cotidianas. La teoría social posmoderna es pública, no sólo en el
sentido en que se relaciona directamente con las realidades cotidianas «sobre el terreno», sino
que rechaza la clara separación entre «sentido común» y «conocimiento experto». Por ejemplo, la
distinción entre "sociología pública tradicional" y "sociología pública orgánica" parece útil. El
primero "se dirige a un público amorfo, invisible y corriente", mientras que el segundo "se
involucra activamente con un grupo de personas específicas, visibles y políticamente organizadas".
No sólo debemos evitar un escenario en el que "la teoría [...] es producida y consumida casi
exclusivamente por teóricos",3 y no sólo debemos descartar las nociones generales de sociología
profesional y sociología política, sino que, además, tenemos que asumir el reto de entrelazar los
discursos académicos y no académicos. Esto puede lograrse eliminando la tradicional división
2
Seidman, Steven (1994) ‘The End of Sociological Theory’, in Steven Seidman (ed.) The Postmodern Turn:
New Perspectives on Social Theory, Cambridge University Press.
3
Baert, Patrick, and Filipe Carreira da Silva (2010 [1998]) Social Theory in the Twentieth Century and
Beyond, 2nd edn, Cambridge: Polity.
entre los científicos «iluminados» que dirigen y controlan a sus inferiores epistémicos «desde
arriba» y «la gente común», que debe ser iluminada, que sigue y obedece a sus superiores
epistémicos.
(6) La teoría social posmoderna es un esfuerzo pragmático. Dado su punto de vista anti-
fundacionalista y anti-universalista, el "espíritu posmoderno" -si podemos caracterizarlo como tal-
sugiere que "la búsqueda de fundamentos últimos o universales para nuestras estrategias
conceptuales debe ser abandonada en favor de justificaciones pragmáticas locales”. Este enfoque
pragmático de la existencia social está interesado en los procesos discursivos realizados por
actores corrientes, capaces de movilizar sus recursos cognitivos en contextos relacionalmente
constituidos y, por lo tanto, diversos. Un "giro pragmático" en la teoría social tiene varias ventajas
significativas, en particular "amplía el número de grupos que pueden participar más o menos
como iguales en un debate sobre la sociedad" y, por lo tanto, nos permite reconocer el hecho de
que los actores humanos, es decir, expertos y legos, están equipados con capacidades reflexivas,
críticas y morales. De hecho, el análisis de las prácticas ordinarias de justificación refuerza el
compromiso posmoderno con los principios antes mencionados:
• Diferentes formas de vida producen diferentes juegos de lenguaje sostenidos por criterios
normativos inconmensurables (sin fundamento);
El "giro pragmático" llama la atención sobre el significado existencial de las prácticas sociales.
(8) La teoría social posmoderna es un esfuerzo socialmente consciente. Como tal, insiste no sólo
en la especificidad cultural que configura comunidades epistémicas, sino también, en un sentido
más amplio, en la contingencia relacional subyacente a las formas aparentemente más liberadoras
de la agencia humana. De hecho, es debido a esta contingencia relacional que la condición
humana está permeada por la indeterminación radical: las sociedades altamente diferenciadas
producen actores intersectoriales que se espera que asuman papeles múltiples, desarrollen
identidades plurales y lleven varios si mismos que coexisten, siendo a menudo conflictivos. A la luz
de esta contingencia relacional, caracterizada por diversos grados de interseccionalidad social, una
de las cuestiones epistemológicas claves planteadas por la mente posmoderna es la siguiente:
¿Cómo puede un sujeto conocedor, que tiene intereses y prejuicios particulares, que vive en una
sociedad específica, en una coyuntura histórica particular y ocupa una posición social específica
definida por su clase, género, raza, orientación sexual y estatus étnico y religioso, producir
conceptos, explicaciones y estándares de validez universalmente aceptados?
La respuesta dada por los posmodernistas a esta pregunta puede resumirse de la siguiente
manera: puesto que todas las afirmaciones sobre el conocimiento son relacionalmente
contingentes, en términos de su formulación, por un actor particular, y su recepción, por otros
actores también, no hay criterios universales con los cuales juzgar su adecuación y validez
epistémica. Dicho de otro modo, el logro de la validez no puede separarse de la afirmación de una
autoridad simbólica, esta emana a su vez, de su legitimidad social. En el mundo social, el
reconocimiento puede ser concedido de forma explícita o implícita, consciente o inconsciente,
deliberada o inadvertida; cualquiera que sea su especificidad performativa, sin importar su
pretensión de validez epistémica, este conocimiento está inserto en luchas relacionalmente
constituidas sobre su legitimidad social. La cuestión de si consideramos una afirmación como
correcta o incorrecta depende no sólo de lo que se dice, sino también de quién lo dice, cuándo,
dónde y a quién. La objetividad (¿Qué?) es inevitablemente una cuestión de autoridad social
(¿Quién?), de contexto espaciotemporal (¿Dónde y cuándo?), y de relacionalidad interaccional (¿A
quién?). La idea de universalidad epistémica abstracta se evapora cuando se enfrenta a la
constitución de múltiples capas de realidades normativas, es decir, cargadas de valor, cargadas de
sentido, cargadas de perspectivas, cargadas de intereses, cargadas de poder y de tensiones.
(9) La teoría social posmoderna es un esfuerzo pluralista. Suponer que la «sospecha epistémica
está en el centro del posmodernismo» significa reconocer que, lejos de buscar inventar «un
lenguaje de verdad universalmente válido», se ocupa de la exploración crítica y de la participación
activa en las «luchas heterogéneas» en torno a una multiplicidad de variables sociológicas, como
la clase, el género, la etnia, la edad y la capacidad. Bajo esta luz, una de las limitaciones más serias
del pensamiento clásico es que sus «categorías generales, planas, sin contenido, parecen ignorar o
reprimir inevitablemente las diferencias sociales». Las sociedades altamente diferenciadas son
formaciones sin centro, en el sentido en que carecen de un epicentro estructural, ideológico o de
comportamiento del que se deriven sus instituciones, discursos y prácticas, y por consiguiente
carecen de áreas periféricas de interacción o formas de existencia derivadas. En la selva
posmoderna de flujos, redes y eventos locales diversificados, el actor humano es "un yo con
múltiples identidades y afiliaciones grupales, que se enreda en luchas heterogéneas con múltiples
posibilidades de empoderamiento". Dada la complejidad real y la complejidad de representación
en las sociedades materialmente y simbólicamente diferenciadas, debemos abandonar el proyecto
moderno de desarrollar ideologías de grandes dimensiones y hacer frente a la existencia de
normatividades surgidas en situaciones construidas como respuesta a realidades relacionales. En
el universo posmoderno, no existe tal cosa como una agenda imperiosa que pueda declarar poseer
el monopolio normativo en el paisaje de las subjetividades descentralizadas y diversificadas.
(10) La teoría social posmoderna es un esfuerzo historicista. Una de las principales limitaciones del
pensamiento clásico, que socava su aplicabilidad al estudio de las formas de sociabilidad
altamente diferenciadas, es su "búsqueda de fundamentos", que se expresa en "el proyecto de
crear una teoría general", entendida como "marco conceptual totalizador, que sería verdadero
para todos los tiempos y todos los lugares". A este respecto, merecen especial mención:
Así como es importante ser conscientes de las raíces etimológicas de la palabra moderno, es
crucial reconocer que la idea de 'lo moderno' ha estado en la agenda mucho antes de que surgiera
lo que comúnmente se describe como sociedad moderna. De hecho, los miembros de cualquier
época pueden caracterizarse como "modernos" en la medida en que consideran la fase histórica
en la que se encuentran situados como un período contemporáneo. En todo contexto espacio
temporal, "el ahora" se construye inevitablemente dentro del horizonte temporal de "lo
presente". El presente existe necesariamente en relación con «el pasado», el ser se desarrolla
siempre en el regazo de «lo que hasta ahora había». "La palabra moderno fue empleada por
primera vez a fines del siglo V para distinguir el presente, ahora oficialmente cristiano, del pasado
pagano y romano". "Para los pensadores cristianos de la Edad Media, moderno se refería al
período contemporáneo de la Iglesia primitiva. La modernidad se definió así en oposición al
período pagano que había sido superado."5 Por lo tanto, el presente de la modernidad se sitúa en
relación con el pasado de la antigüedad. La autoconciencia de una nueva época surge a través de
su explícita disociación y trascendencia de la fase histórica por la cual es precedida. Lo que
distingue a la modernidad de las épocas premodernas, entonces, no es su conciencia del presente
como tal, sino su conciencia de un tipo de presente específico, es decir, sin precedentes. La
pregunta que se plantea es, por lo tanto, hasta qué punto se justifica caracterizar la modernidad
como una etapa histórica basada en un conjunto de características sociales sin precedentes.
En sentido amplio, el concepto de modernidad «se refiere a los modos de vida u organización
social que surgieron en Europa desde aproximadamente el siglo XVII y que posteriormente se
hicieron más o menos mundiales en su influencia». En otras palabras, la modernidad está
indisolublemente ligada a las transformaciones estructurales e ideológicas que comenzaron a
tener lugar en Europa hacia finales del siglo XVII y que condujeron a la consolidación gradual de un
tipo de sociedad radicalmente nuevo, no sólo en Europa, sino en todo el globo. Uno de los
4
Delanty, Gerard (2000b) Modernity and Postmodernity: Knowledge, Power and the Self, London: Sage.
5
Habermas, Jürgen (1996 [1981]) ‘Modernity: An Unfinished Project’, in Maurizio Passerin d’Entrèves, and
Seyla Benhabib (eds) Habermas and the Unfinished Project of Modernity, trans. Nicholas Walker,
Cambridge: Polity.
desafíos más ambiciosos de las ciencias sociales ha sido siempre dar sentido a esta transición
histórica, buscando identificar los factores que eventualmente resultaron en el ascenso de la
modernidad.
Las figuras fundadoras del proyecto sociológico -Karl Marx, Émile Durkheim y Max Weber-
divergen sustancialmente en su interpretación de la modernidad. Sin embargo, comparten no sólo
el supuesto ontológico de que la sociedad moderna es intrínsecamente dinámica y progresista,
sino también la convicción metodológica de que los mecanismos causales que configuran el curso
de la historia moderna pueden ser estudiados sistemática y empíricamente. La sociedad moderna
puede ser impulsada por las fuerzas productivas del capitalismo, como lo sostiene Marx; puede
mantenerse unida por la solidaridad orgánica producida por el industrialismo, como sugiere
Durkheim; o, puede ser equivalente a un mundo cada vez más desencantado, debido a la
preponderancia de la racionalización burocrática, como afirmaba Weber.
Independientemente de las diferencias considerables entre sus enfoques explicativos, los tres
pensadores convergen en su objetivo de arrojar luz sobre las fuerzas estructurales que rigen el
desarrollo de la sociedad moderna. De este modo, sus escritos ilustran que, si bien las épocas
anteriores también pueden caracterizarse como de desarrollo constante, una característica de la
modernidad es especialmente llamativa: su potencial transformador no tiene precedentes, en
términos de naturaleza, ritmo, alcance, impacto y significado civilizatorio.
Con esta interpretación en mente, la crítica posmoderna de la teoría social clásica no se ocupa
primordialmente de las diferencias conceptuales y metodológicas que existen entre las figuras
fundadoras de la sociología. Más bien, se centra en sus supuestos comunes, sobre todo al
cuestionar que el mundo moderno está impulsado por una "gran historia", que puede revelarse a
través del estudio científico de las estructuras sociales y los procesos sociales.
La teoría social moderna es el intento sistemático de explorar hasta qué punto los actores
humanos no sólo están situados en su entorno social y limitados por él, sino que tienen la
capacidad de determinar las condiciones de su existencia en virtud de la razón intencional, así
como la capacidad de vivir sus vidas de acuerdo con principios justificables derivados de la razón
normativa. Los seres humanos, por lo tanto, se enfrentan con la tarea, constitutiva de la especie,
de llegar a un acuerdo tanto con la "introspección" intuitiva como con la "superposición" reflexiva
de su tensa existencia. La modernidad es una condición histórica construida por sujetos capaces
de actuar, con capacidad para atribuir significado, reinventando constantemente su lugar único en
el universo.
Dada la complejidad de los desarrollos históricos a gran escala, no es de extrañar que diferentes
teóricos sociales se centren en las diferentes características de la condición moderna.
Ciertamente, algunos factores han sido más significativos que otros en términos de su impacto
global sobre el ascenso y desarrollo de la modernidad. De hecho, sigue siendo debatible cómo
debe interpretarse el papel histórico de cada uno de estos factores. Sin embargo, cualquiera que
sea el desacuerdo suscitado por esta disputa, los siguientes seis niveles de análisis son
particularmente importantes para comprender las condiciones sociohistóricas que condujeron al
surgimiento de la modernidad.
La descripción anterior, que comprende los factores clave que han contribuido al ascenso de la
modernidad, está lejos de ser exhaustiva. Sin embargo, ilustra que es indispensable un análisis
multifactorial de dimensiones diferentes, interrelacionadas y, en cierta medida, superpuestas si el
propósito es obtener una comprensión integral de los principales componentes que condujeron a
la aparición y permitieron el rápido desarrollo de las sociedades modernas. Por otra parte, este
examen multinivel sugiere que, paradójicamente, los elementos antes mencionados constituyen
tanto razones como consecuencias del ascenso de la modernidad. Como factores que desempeñan
un papel fundamental en el desarrollo de los acontecimientos históricos que han hecho posible la
condición moderna. También, como resultados tangibles, han sido moldeados por las
circunstancias históricas que ellos mismos han provocado. Por lo tanto, la dialéctica de la
modernidad emana de la interacción entre los factores 1) económicos, 2) epistémicos, 3) políticos,
4) organizacionales, 5) culturales y 6) filosóficos. Estos factores constituyen, a la vez, la
precondición y el resultado de la aparición de las modernas formaciones societales que surgieron
en Europa a partir del siglo XVII y que posteriormente empezaron a tener un impacto sustancial
sobre la evolución de la civilización en todo el mundo.
La ambivalencia de la modernidad
Como han señalado varios comentaristas, la modernidad es una condición histórica caracterizada
por la existencia de diferentes niveles de ambivalencia. Tres niveles de ambivalencia son
particularmente dignos de mención al reflexionar sobre la condición de la modernidad.
(1) En el plano ontológico, podemos distinguir entre una modernidad en sí misma y una
modernidad para sí misma. La primera describe la modernidad como un acontecimiento histórico,
una condición social, una época en el tiempo histórico. La segunda, en cambio, se refiere a la
modernidad «como una idea [...] un impulso cultural, una conciencia del tiempo». En otras
palabras, la modernidad existe tanto como un modo objetivo del ser, que se pone de manifiesto
en las realidades sustantivas, como un modo reflexivo de ser consciente de su propia constelación
como una realidad simbólicamente mediada y fenomenológicamente representada.
(2) En el nivel normativo, podemos distinguir entre una modernidad oscura y una modernidad
luminosa. La primera, denota el conjunto de las facetas represivas de la modernidad que emanan
de la búsqueda de la dominación, personificada en el impacto histórico de la razón instrumental.
Está íntimamente asociada con formas de control: poder, autoridad, disciplina, obediencia, orden,
reclusión y heteronomía, y se materializa en procesos sociales de dominación, regulación,
explotación, alienación, fragmentación, exclusión y discriminación. La segunda, designa los
aspectos emancipatorios de la condición moderna, que pueden ser descubiertos por la razón
crítica. Estos se expresan en los ideales de la Ilustración: progreso, tolerancia, libertad, igualdad,
solidaridad, dignidad, soberanía y autonomía y se manifiestan en los procesos sociales de
liberación, autodeterminación y unificación.
(3) A nivel espacio temporal, podemos distinguir entre una modernidad retrospectiva y una
modernidad orientada hacia el futuro. La primera está orientada hacia el pasado, está imbuida de
«nostalgia y tristeza por el paso de una unidad orgánica irrecuperable» y sospecha profundamente
de la «promesa de la razón para lograr la libertad». A la inversa, la segunda se orienta hacia el
futuro, de hecho, «el concepto laico de la modernidad expresa la convicción de que el futuro ya ha
comenzado: es la época que vive para el futuro, que se abre a la novedad del futuro». A la luz de
esta ambivalencia espacio temporal, que expresa una idealización esquizofrénica tanto del pasado
como del futuro, parece que «la idea de la modernidad es [...] una proyección tanto hacia atrás
como hacia delante», tanto del conservadurismo como del utopismo sobre el desarrollo de la
historia moderna. Concebir la modernidad, ante todo, como una condición histórica
transformadora que busca llegar a un acuerdo con el presente recuperando elementos
aparentemente perdidos del pasado, significa considerar la restauración de los arreglos, prácticas
y valores sociales desaparecidos como condición previa para la Salvación del presente y para evitar
el declive de Occidente. Por el contrario, definir la modernidad como una época orientada hacia el
futuro concebido como susceptible de ser diferente y posiblemente mejor que el presente y el
pasado significa interpretar la orientación hacia el futuro como un ingrediente motivador clave del
paso hacia un período distinto.
Los niveles de ambivalencia antes mencionados son fundamentales para la época comúnmente
caracterizada como modernidad. En términos ontológicos, la modernidad existe tanto como
condición objetiva como condición reflexiva. En términos normativos, la modernidad existe tanto
como una condición de pérdida de poder como aumento de la capacidad de hacer cosas. En
términos espacio temporales, la modernidad existe tanto como una condición de retroceso y
como una condición de futuro.
Debido a esta complejidad paradójica, y lejos de ser reducible a una realidad histórica
unidimensional, la modernidad puede ser concebida como una época cargada de tensión,
impregnada de ambigüedad existencial. De hecho, las tensiones que surgen de la relación
contradictoria entre «ser-allí» y «estar-consciente», entre «ser dominado» y «ser-emancipado» y
entre «ser-como-siempre-ha-sido» y «ser como puedo ser» se refieren a la modernidad no sólo
como un momento colectivo de la sociedad, sino también como un punto de referencia
experimentado individualmente por subjetividades históricamente incrustadas. En este sentido,
parece que toda entidad humana es: (1) un ser objetivo, inmerso en la realidad, y un ser subjetivo,
consciente de la realidad, (2) un ser constreñido que lucha con las limitaciones impuestas por el
mundo y un proyecto que trata de actuar sobre el mundo, así como (3) un anhelo regresivo de
recuperar el pasado, como un ser progresista que mira hacia el futuro. La ambivalencia existencial
puede ser considerada como un rasgo constitutivo de la personalidad humana. En el contexto de
la modernidad, este rasgo ha sido elevado al estado de condición fundacional que impregna la
totalidad de una época histórica.
Por lo menos durante las tres últimas décadas, el concepto posmoderno ha sido una fuente
importante de debate en las ciencias sociales. Teniendo en cuenta que el concepto moderno ha
sido fuertemente discutido, no es difícil imaginar que posmoderno no es menos controvertido que
su predecesor. Sin embargo, si se interpreta el concepto posmoderno, generalmente se asocia a la
idea de un cambio de época: El discurso sobre lo pos se relaciona a veces con un sentido
apocalíptico de ruptura, el advenimiento de lo nuevo. El uso del prefijo "pos" en toda una variedad
de conceptos sociológicos diferentes parece haber sido una tendencia de moda en el pensamiento
social y político de finales del siglo XX hasta el presente. Sin embargo, la creatividad semántica de
los discursos académicos contemporáneos no es necesariamente un signo de su originalidad
intelectual. La validez de lo "pos" en las ciencias sociales no debe darse por sentada, más bien,
tiene que ser examinada críticamente para que su análisis vaya más allá de ser una provocativa
especulación retórica.
(1) Hay un problema de definición. Como término para delimitar periodos, el prefijo pos delinea
un concepto de manera negativa, lo que no es. Su única característica afirmativa es su delimitación
temporal con respecto a una condición a la que supera, que viene "después", que es algo más. Así,
define un estado de cosas en oposición a otra situación, hasta ahora existente, pero sin indicar lo
que realmente representa. Como resultado, uno tiene la impresión de que "estamos viviendo en
un mundo nuevo, un mundo que no sabe definirse por lo que es, sino sólo por lo que acaba de
dejar de ser". Por lo tanto, el prefijo 'pos' nos dice lo que la edad actual no es, en lugar de lo que
es. El pos es en sí mismo un concepto temporal, implicando un "antes" y un "después". No es
postular que el pensamiento posmoderno carece necesariamente de una concepción del presente;
es reconocer, sin embargo, que su comprensión del "aquí y ahora" se basa en el supuesto de que
la época contemporánea constituye una condición histórica caracterizada por una
indeterminación radical.
(2) Muy relacionado con el punto anterior, existe un problema interpretativo. Si los períodos
históricos se definen principalmente sobre la base de los prefijos «pre» y «pos» y, por lo tanto, en
términos de un «antes» y un «después», entonces la naturaleza del ahora está en peligro de
desaparecer sistemáticamente. Historizar la sociedad basándose exclusivamente en las lecturas
"pos" de la realidad social es problemático en la medida en que una visión dependiente del prefijo
deja incuestionable la posición del presente, de la cual se supone que es capaz de lograr una
perspectiva legítima a partir de una sucesión cronológica. Sin embargo, un análisis profundo del
«después» debe implicar un estudio igualmente concienzudo del «ahora». Si se quiere caracterizar
el presente en términos de cualquier forma de "sentido de ser posterior a", necesitamos
proporcionar un relato sistemático de lo que esta supuesta "posterioridad" representa. Una
reflexión integral sobre el «presente» debe implicar una consideración minuciosa del «pasado»,
así como un examen crítico del «pasado» es inconcebible sin una atención consciente a las
condiciones históricas del «presente». Para entender lo que es la sociedad, necesitamos captar lo
que ha sido la sociedad. Una concepción "pos-estática" del presente debe demostrar que no cae
en la trampa de interpretar el presente exclusivamente en términos del futuro. La historia está
imbuida del continuo temporal entre pasado, presente y futuro.
El uso más temprano identificado hasta ahora fue el que hizo, hacia 1870, John Watkins Chapman,
un pintor inglés, que describió como la pintura "posmoderna" era supuestamente más moderna
que el impresionismo francés. El concepto fue empleado igualmente en literatura en 1934 y en
1942 para describir una tendencia relacionada en la poesía hispánica.
En la medida en que se supone que las definiciones conceptuales son racionalmente justificables y
objetivas, y en la medida en que los posmodernistas cuestionan la posibilidad de proporcionar
fundamentos epistémicos para la validez representacional de la racionalidad y la objetividad, el
intento de desarrollar una descripción no moderna de la posmodernidad parece ser una
contradicción en los términos. A primera vista, no existe una definición conceptual del
posmodernismo capaz de escapar a la lógica de los presupuestos del pensamiento intelectual
moderno. El escepticismo hacia la idea de imponer normas 'modernas' a 'lo posmoderno', al
conceptualizar este último desde el punto de vista del primero, se refleja en declaraciones como
las siguientes:
"En esta lectura, los valores modernos de claridad, consenso y convergencia se privilegian sobre
formas heterogéneas de pensamiento que aceptan y trabajan con ambigüedades, incertidumbres
y complejidad. La idea misma de que lo posmoderno tiene que significar algo, de que este
significado debe ser claro, y que cualquier movimiento posmoderno es necesariamente unificado
en su objetivo es trabajar a partir de presuposiciones de valor modernistas y promover esta
perspectiva por encima cualquier alternativa."
“Los posmodernistas no quieren definir [...]. Las definiciones se relacionan con aquellas mismas
cualidades de racionalidad y objetividad que los posmodernistas están empeñados en negar.”
Es difícil evitar dar una definición moderna de lo posmoderno, de hecho, cualquier definición del
posmodernismo resultará modernista.
Además, llama la atención que varios comentaristas críticos insistan en que, debido a sus raíces
intelectuales eclécticas y su relevancia diversificada en diferentes áreas de estudio, puede ser
inútil tratar de definir el término posmoderno de una manera clara e inequívoca:
Además de este problema de definición, vale la pena mencionar que, si bien - por lo menos
durante las últimas tres décadas - ha sido común utilizar el término "posmodernismo", parece
impopular ser clasificado como un "posmodernista", dado que muy pocos teóricos se identifican
abiertamente y explícitamente con esta etiqueta.
Es una peligrosa provocación ser un posmodernista, por lo menos en los círculos académicos. Hay
mucho más libros y artículos que nos dicen lo que está mal en la teoría posmoderna que
declaraciones a su favor.
Uno de los rasgos de la discusión que se ha desarrollado alrededor del polémico pensamiento
social y filosófico posmoderno, es que los analistas más estrechamente identificados con ella
podrían describirse como, en el mejor de los casos, participantes reacios.
En resumen, el concepto de «posmoderno» parece difícil -o tal vez imposible- de definir en (a) no-
moderno y no-logocéntrico, (b) inequívoco y conciso, y (c) términos francamente favorables e
inequívocamente comprensivos. Todas estas objeciones y reflexiones, todos los intentos de
definición y los métodos para dar sentido a lo "posmoderno" están plagados de dificultades. Lejos
de constituir una tradición ideológica coherente o una escuela de pensamiento claramente
definible, el "posmodernismo" ha sido moldeado por un movimiento intelectual ecléctico y
heterogéneo, cuyos partidarios comparten una característica significativa: el escepticismo radical
hacia las creencias y principios asociados al proyecto de modernidad en general y con el
pensamiento ilustrado en particular. Sin embargo, lo que los defensores del "posmodernismo"
también tienen en común es que, paradójicamente, están unidos intelectual y socialmente al
horizonte histórico del que pretenden desprenderse: la condición de la modernidad. No es la
existencia «posmoderna» la que ha dado lugar a la noción de «lo moderno», es la existencia de lo
«moderno» que precede al surgimiento de la idea de «lo posmoderno».
No hay duda de que no tiene sentido negar la considerable influencia que el pensamiento
posmoderno ha tenido y sigue teniendo en los debates y controversias en las ciencias sociales. No
obstante, es pertinente reconocer que tanto su relevancia como la fuerza discursiva de los
enfoques posmodernos se deben en gran parte a su oposición provocativa -y, en muchos sentidos,
intelectualmente enriquecedora- a las tradiciones modernas de pensamiento, especialmente las
inspiradas o representativas de la Ilustración. Como indica la multifacética historia del
pensamiento intelectual, un indicador crucial del impacto de los discursos hegemónicos sobre la
sociedad es su capacidad para provocar el surgimiento de discursos contra hegemónicos. Es
debido al hecho, no a pesar de, que el pensamiento posmoderno ha sido inmensamente
influyente que ha sido criticado de muchas maneras y por eruditos con diversos antecedentes
disciplinarios. Por lo tanto, las formas multifacéticas de crítica dirigidas contra el pensamiento
posmoderno deben considerarse no sólo como un signo de sus debilidades y limitaciones
sustantivas, sino también como una manifestación de sus considerables fortalezas y
contribuciones.
6
Estas definiciones provienen de Gane, Mike, and Nicholas Gane (2007) ‘The Postmodern: After the
(Non)Event’, in Pelagia Goulimari (ed.) Postmodernism. What Moment?, Manchester University Press,
La elasticidad del término "posmoderno" es sintomática tanto de la complejidad teórica como del
amplio alcance del "giro posmoderno". De hecho, se puede afirmar que la insistencia posmoderna
sobre la indeterminación empírica del mundo contemporáneo se refleja en la indeterminación
conceptual del pensamiento posmoderno. Dado su compromiso con el eclecticismo teórico y su
oposición al uso de las camisas de fuerza analíticas "totalizadoras", es difícil ofrecer una definición
comprensiva -ni universalmente aplicable- del pensamiento posmoderno.
Sea como fuere, una de las características de los enfoques posmodernos es desconfiar de
definiciones aparentemente coherentes, exhaustivas y confiables que tengan como objetivo
ofrecer relatos conceptuales adecuados de aspectos materiales o simbólicos de la realidad. Dado
que los partidarios del "giro posmoderno" se fijan la tarea de escapar de los "parámetros
totalizadores" impuestos por el pensamiento ilustrado, sus provocativos escritos abren un espacio
discursivo para las discusiones sobre las condiciones sociales y los presupuestos hermenéuticos
subyacentes a la producción del significado.
Perry Anderson (1938-), Jean Baudrillard (1929-2007), Zygmunt Bauman (1925-2017), Steven Best
(1955-), Judith Butler (1956-), Gilles Deleuze (1925-95), Jacques Derrida (1930-2004) ), Mike
Fatherstone (1946-), Michel Foucault (1926-1984), Francis Fukuyama (1952-), Félix Guattari (1930-
92), Donna J. Haraway (1944-), Sandra Harding (1935-), Nancy Hartsock (1943-1915), David Harvey
(1935-), Ihab H. Hassan (1925-), Martin Heidegger (1889-1976), Ágnes Heller (1929-), Linda
Hutcheon (1947-), Andreas Huyssen (1942–), Lucio Irigaray (1932-), Fredric Jameson (1934-), Keith
Jenkins (1943-), Douglas Kellner (1943-), Ernesto Laclau (1935-2014), Scott Lash (1945-), Bruno
Latour (1947–), David Lyon (1948-), Jean-François Lyotard (1924-98), Michel Maffesoli (1944-),
Doreen Massey (1944-), Chantal Mouffe (1943-), Linda J. Nicholson (1947-), Friedrich Nietzsche
(1844-1900), Richard Rorty (1931-2007), Steven Seidman (1948-), Hugh J. Sil Verman (1945-),
Edward Soja (1940-), Keith Tester (1960-), John Urry (1946-), Gianni Vattimo (1936-), Robert
Venturi (1925-), Wolfgang Welsch (1946-), Ludwig Wittgenstein (el Wittgenstein tardío) (1889-
1951), Iris Marion Young (1949-2006), y Slavoj Žižek (1949-).
Por supuesto, la lista anterior es necesariamente selectiva y, por tanto, no exhaustiva. Puesto que
el presente estudio tiene como objetivo proporcionar una explicación temática organizada y no
autorizada de los supuestos subyacentes al "giro posmoderno", no tiene mucho sentido dar una
visión general de las principales contribuciones intelectuales de los pensadores cuyas obras - con
razón o sin ella - se considera que han desempeñado un papel central, o al menos marginal, en la
creación de una tradición posmoderna de pensamiento. Se puede encontrar en la bibliografía una
amplia gama de introducciones útiles a sus obras, lo que nos permite apreciar la relevancia de sus
escritos, no sólo para el desarrollo del pensamiento posmoderno, sino más ampliamente, para las
formas contemporáneas de análisis social y político. La pregunta que se plantea en este contexto
es en qué medida los nombres de los críticos e investigadores cuyas obras están inextricablemente
ligadas al surgimiento del pensamiento posmoderno pueden clasificarse de manera significativa
para captar el alcance intelectual y el significado de sus obras. Los siguientes criterios parecen ser
particularmente importantes a este respecto.
(1) Se puede clasificar a los eruditos cuyas obras están asociadas con el "giro posmoderno" en
términos de su origen geográfico:
• Africano (Hassan);
• Angloeuropeo (Anderson, Featherstone, Harvey, Jenkins, Lyon, Massey, Soja, Tester, Urry);
• Europeos continentales (Baudrillard, Bauman, Deleuze, Derrida, Foucault, Guattari, Harvey,
Heidegger, Heller, Huyssen, Irigaray, Latour, Lyotard, Maffesoli, Mouffe, Nietzsche, Vattimo,
Welsch, Wittgenstein, Žižek);
• Norteamericano (Best, Butler, Fukuyama, Haraway, Harding, Hartsock, Hassan, Hutcheon,
Jameson, Kellner, Lash, Nicholson, Rorty, Seidman, Silverman, Soja, Venturi, Young);
• Suramericano (Laclau).
Curiosamente, la abrumadora mayoría de los estudiosos más influyentes asociados con el
pensamiento posmoderno son europeos continentales o norteamericanos.
(2) Se puede clasificar a los eruditos cuyas obras están asociadas con el "giro posmoderno" en
términos de su origen nacional:
• Argentino (Laclau);
• Austro-británico (Wittgenstein);
• Belga (Mouffe);
• Británicos (Anderson, Featherstone, Harvey, Jenkins, Lyon, Massey, Soja, Tester, Urry);
• Canadiense (Hutcheon);
• Francés (Baudrillard, Deleuze, Derrida, Foucault, Guattari, Irigaray, Latour, Lyotard, Maffesoli);
• Alemán (Heidegger, Huyssen, Nietzsche, Welsch);
• Húngaro (Heller);
• Italiano (Maffesoli, Vattimo);
• Polaco (Bauman);
• Esloveno (Žižek);
• Estadounidense (Best, Butler, Fukuyama, Haraway, Harding, Hartsock, Hassan, Jameson, Kellner,
Lash, Nicholson, Rorty, Seidman, Silverman, Soja, Venturi, Young).
Lo que es llamativo a este respecto es que la mayoría de las que evidentemente se consideran
“figuras fundadoras" o "figuras de referencia" del proyecto postmoderno son francesas o
estadounidenses.
(3) Se puede clasificar a los estudiosos cuyas obras están asociadas con el "giro postmoderno" en
términos de la especificidad lingüística de sus principales escritos, es decir, sobre la base de su
lengua principal:
(4) Se puede clasificar a los eruditos cuyas obras están asociadas con el 'giro posmoderno' en
relación a su situacion temporal. En términos generales, podemos distinguir entre los primeros
modernos, los propiamente modernos, los tardíamente modernos y, de modo tautológico, los
posmodernistas posmodernos:
Como se ha ilustrado más arriba, algunos de los primeros modernos y los propiamente modernos,
muy influyentes, son póstumamente -y, por lo tanto, sin su conocimiento- asociados con el
pensamiento posmoderno (en especial Nietzsche, Heidegger y el Wittgenstein tardío). Además, las
principales figuras recientes o contemporáneas cuyas ideas se relacionan con el pensamiento
posmoderno, bien o mal, han producido sus principales escritos, generalmente, después de 1970.
(5) Se puede clasificar a los eruditos cuyas obras están asociadas con la "giro posmoderno" en
términos de pertenencia generacional:
(6) Se puede clasificar a los estudiosos cuyas obras están asociadas con el «giro postmoderno» en
términos del contexto específico en el que tuvieron impacto sus obras principales, es decir, en
términos del período en que fueron particularmente prolíficos y comenzaron a tener influencia
sustancial en el pensamiento occidental:
(7) Uno puede clasificar a los eruditos cuyas obras están asociadas con el "giro posmoderno" en
términos de su posicionamiento discursivo. A) Participantes póstumos e involuntarios son aquellos
estudiosos cuyas obras comenzaron a estar vinculadas al pensamiento posmoderno mucho
después de su muerte. B) Los participantes renuentes y no proselitistas son aquellos pensadores
que no se identifican explícitamente con el rótulo de «posmoderno» o, en algunos casos, incluso
lo rechazan, pero cuyas obras están asociadas con este término. C) Los simpatizantes moderados
son aquellos teóricos que, si bien no proclaman necesariamente el advenimiento de la
posmodernidad o del "giro posmoderno", avalan el proyecto posmoderno, por muy vagamente
definido que sea. D) Los partidarios y contribuyentes entusiastas son los que abogan
explícitamente y participan activamente en la creación de un paradigma posmoderno y la
construcción de una sociedad posmoderna. Según esta categorización, es posible clasificar a los
estudiosos cuyas obras están asociadas con el "giro posmoderno" de la siguiente manera:
(8) Se puede clasificar a los eruditos cuyas obras están asociadas con el "giro posmoderno" en
términos de aquello a lo que se oponen:
(9) Se puede clasificar a los eruditos cuyas obras están asociadas con el 'giro posmoderno' en
términos de sus contribuciones temáticas:
Más específicamente:
(10) De manera un poco más polémica, se puede clasificar a los estudiosos cuyas obras están
asociadas con el "giro postmoderno" en términos de su posición filosófica o ideológica:
Una curiosa paradoja de los diversos enfoques posmodernos en las ciencias sociales -y, sin duda,
en las humanidades- es su antimarxismo posmarxista. Fuertemente influenciados por el
pensamiento marxista, estos enfoques cuestionan la validez de sus suposiciones ideológicas
centrales, con el objetivo de alejarse de esta tradición intelectual. Sin embargo, al reflexionar
sobre los fundamentos filosóficos o ideológicos del pensamiento posmoderno, lo importante es
que nos enfrentamos a otra paradoja: si bien el surgimiento de los enfoques posmodernos tiende
a asociarse con la consolidación histórica de una "época posideológica", época en la que los
grandes clásicos, los grandes referentes ideológicos, parecen haber perdido legitimidad, la
mayoría de los pensadores asociados con el proyecto posmoderno no sólo han desarrollado sus
enfoques dentro de estos marcos ideológicos particulares, sino que también continúan apoyando
visiones de mundo específicas. Por lo tanto, el "espíritu posmoderno" está permeado por una
forma de anti-ideologismo pseudo-pos-ideológico, que es completamente ideológico, y no
posideológico, no sólo porque un paradigma intelectual que se opone al pensamiento ideológico
se mantiene - por definición - ideológico, sino porque los pensadores posmodernos surgieron de
las tradiciones intelectuales ideológicamente conformadas. También, porque -como otras
ideologías y todos los "ismos" intelectuales, el posmodernismo puede y se ha mezclado con otros
marcos ideológicos. Su elasticidad se refleja en los diversos intentos de casar el posmodernismo
con otros "ismos": el anarquismo posmoderno; Marxismo posmoderno; Socialdemocracia
posmoderna; Weberianismo posmoderno; Liberalismo posmoderno; Conservadurismo
posmoderno; Fascismo posmoderno; Feminismo posmoderno; Freudianismo posmoderno;
Moralismo posmoderno; Cosmopolitismo posmoderno; El globalismo posmoderno; Cinismo
posmoderno; y el Nihilismo posmoderno. En resumen, el pensamiento posmoderno es tan
adaptable como un camaleón.
(11) Uno puede clasificar a los eruditos cuyas obras están asociadas con el 'giro posmoderno' en
términos de su formación disciplinar:
• Filosofía (Best, Butler, Deleuze, Derrida, Foucault, Guattari, Haraway, Harding, Hartsock,
Heidegger, Heller, Irigaray, Kellner, Laclau, Latour, Lyotard, Mouffe, Nietzsche, Rorty, Silverman,
Welsch, Wittgenstein, Žižek);
• sociología (Baudrillard, Bauman, Featherstone, Irigaray, Jameson, Kellner, Lash, Latour, Lyon,
Lyotard, Maffesoli, Massey, Nicholson, Seidman, Tester, Urry, Vattimo);
• historiografía (Anderson, Foucault, Jenkins, Nicholson);
• política y teoría política (Anderson, Fukuyama, Foucault, Guattari, Haraway, Harding, Hartsock,
Jameson, Kellner, Laclau, Mouffe, Nicholson, Young, Žižek);
• economía (Fukuyama, Jameson);
• geografía (Harvey, Massey, Soja);
• antropología (Harvey, Latour);
• arquitectura (Venturi);
• teoría literaria (Butler, Derrida, Hassan, Hutcheon, Huyssen, Jameson, Lyotard);
• estudios culturales (Featherstone, Irigaray, Jameson, Lash, Latour, Žižek).
La mayoría de las "figuras fundadoras" del proyecto posmoderno son filósofos sociales franceses.
Más específicamente, tienden a ser considerados como eruditos filosóficamente entrenados,
sociológicamente orientados, políticamente motivados, culturalmente sofisticados y refinados
retóricamente. No es de extrañar, entonces, que la relevancia disciplinaria del pensamiento
posmoderno se concentre en las áreas de filosofía, sociología, ciencia política, estudios culturales y
teoría literaria.
(12) Más polémicamente, se puede clasificar - y, de hecho, ranquear - a los eruditos cuyas obras
están asociadas con el "giro posmoderno" en términos de su influencia intelectual:
Sin duda, las posiciones del ranking destinadas a mostrar el impacto de los estudiosos en campos y
subcampos académicos no sólo son relativamente arbitrarias, sino también potencialmente
peligrosas y contraproducentes. Sin embargo, se puede aceptar que, por las razones correctas o
erróneas, algunas figuras intelectuales son, en general, más influyentes que otras. Nos
enfrentamos a un fenómeno sorprendente cuando examinamos el significado más amplio de los
estudiosos cuyas obras están asociadas con el pensamiento posmoderno. Sólo algunos pueden ser
caracterizados como pioneros, entre los primeros pensadores modernos o estrictamente
modernos. Pocos de ellos pueden ser concebidos como pioneros, entre los pensadores modernos
tardíos o posmodernos. Sin embargo, una proporción notablemente grande de defensores y
simpatizantes posmodernos puede clasificarse como "comentaristas" y "recicladores" influyentes,
más que como "inventores de paradigmas", dentro de las disputas intelectuales contemporáneas.
El alcance intelectual y la influencia del pensamiento posmoderno
Dado este amplio impacto, la mayoría de los estudios sobre el pensamiento posmoderno enfatizan
la elasticidad conceptual, la multiplicidad discursiva y la aplicabilidad interdisciplinaria que
caracterizan su objeto de investigación. La pregunta clave que queda a este respecto es, entonces,
si el compromiso con el pensamiento posmoderno puede seguir siendo considerado como un
esfuerzo de investigación valioso a principios del siglo XXI. Al examinar la sociogénesis del
posmodernismo, parece que el profundo interés por el pensamiento posmoderno en las ciencias
sociales y las humanidades alcanzó su apogeo a mediados de los años noventa, “[...] el flujo de
publicaciones con posmoderno / posmodernidad / posmodernización en su título aumentó de una
pequeña corriente en la década de 1970 a una inundación en los años noventa.” Se expandió de
un total de 37 publicaciones en la década de 1970 a 534 en la década de 1980 y 4219 en la década
de 1990.
Uno puede especular acerca de las razones por las cuales desde principios de los años ochenta
hasta los noventa, los debates sobre lo moderno y lo posmoderno eran el asunto teórico más
"caliente de la ciudad", y por qué, además, el posmodernismo alcanzó su momento más influyente
a mediados de los noventa. Sin lugar a dudas, "la crisis intelectual del marxismo occidental", poco
antes y después de la caída del Muro de Berlín en 1989 desempeñó un papel fundamental, ya que
el posmodernismo parecía llenar un vacío de poder ideológico y político causado por el colapso del
marxismo. En el contexto de un mundo cada vez más globalizado, en el cual, para muchos
observadores y comentaristas, habían perdido toda credibilidad y legitimidad las alternativas
viables a la hegemonía del sistema capitalista liberal, el posmodernismo fue percibido por muchos
como un territorio atractivo. Se vio como un paradigma posideológico, capaz de dar cuenta de la
constitución caótica y desorganizada de una época en la que las concepciones teleológicas de la
historia sirvieron fundamentalmente, en el mejor de los casos, de modelos simplistas para la
interpretación reductiva de sociedades impredecibles y sin dirección. El fin de la Guerra Fría,
desencadenado por el colapso de los regímenes socialistas, parece haber llevado a la creación de
una selva posmoderna, cuyos habitantes, consciente o inconscientemente, están motivados por el
eslogan "todo vale". El "mundo donde cualquier cosa da lo mismo" es un universo de diversidad
social, cultural y política ilimitada en el que no hay espacio para las ideologías de grandes
dimensiones. Por lo tanto, los anuncios sobre el comienzo de la época posmodera están
íntimamente interrelacionados con proclamas provocativas sobre el "fin de la ideología".
De la misma manera que uno puede plantear la hipótesis de por qué el compromiso con el
pensamiento posmoderno alcanzó su punto máximo a mediados de los noventa, uno puede
preguntarse por qué alrededor de 1997 comenzó a declinar. A este respecto, se puede privilegiar
una de las siguientes explicaciones:
2. Los debates y las controversias sobre las formas posmodernas de ser pueden considerarse
anticuadas porque "todos somos posmodernos hoy en día". En este sentido, dado que la
posmodernidad se ha convertido, en este punto, en una realidad omnipresente y en «nuestra
condición más o menos universal», la idea de «lo posmoderno» se ha convertido, en relación con
la mayoría de los aspectos de la sociedad, tautológico.
3. La obsesión por el posmodernismo fue un fenómeno editorial y los editores académicos dejaron
de utilizarla títulos con esa palabra porque la ganancia en ventas ya no podía garantizarse.
Igualmente, porque cada paradigma que se pone de moda, ya sea intelectual o comercialmente
impulsado, tiene que llegar a su fin. Desde esta perspectiva, ya que "el aburrimiento iba a venir",
la idea de "lo posmoderno" equivale a poco más que una mercancía obsoleta.
En resumen, aunque el término «posmoderno» parece haber sobrevivido y sigue siendo utilizado
en la literatura, parece esencialmente «superado» y se ha convertido, en una palabra anticuada.
Así, de alguna manera, lo postmoderno, al menos en las ciencias sociales, ha desaparecido. Incluso
si se está dispuesto a admitir que el posmodernismo se expandió fuertemente en la primera mitad
de los años noventa y experimentó una disminución relativa entre 1995 y 2000, una de las
conclusiones que hay que sacar es que ha terminado su influencia en discursos académicos y no
académicos recientes, pero resulta claro que su impacto es innegable en las controversias de
vanguardia, especialmente en las áreas de epistemología, metodología, sociología, historiografía y
política. De hecho, como ilustran numerosas investigaciones recientemente publicadas, el
pensamiento posmoderno sigue siendo relevante para una gran variedad de estudios
epistemológicos, metodológicos, sociológicos, históricos y políticos en las ciencias sociales
contemporáneas. Los capítulos siguientes demostrarán que "el espectro del posmodernismo" está
todavía muy presente y que, en vez de anunciar prematuramente su deceso, necesitamos
considerar el hecho de que los recientes desarrollos paradigmáticos en las ciencias sociales no
pueden entenderse sin considerar su impacto global sobre las formas actuales de análisis crítico.
Entre los «giros» paradigmáticos más influyentes que se proponen en las ciencias sociales, las
disputas por el método (Methodenstreit) son los siguientes: el «giro interpretativo», el «giro
lingüístico», el «giro relativista», el «giro deconstructivo», el "giro sobre la contingencia", el "giro
líquido", el "giro cultural", el "giro identitario", el "giro sobre la autonomía", el «giro pragmático»,
el «giro existencialista», el «giro vitalista», el «giro afectivo», el «giro postsecular» y, más
recientemente, el «giro digital». Como se desprende del análisis desarrollado en el resto de este
estudio, una de las características notables del "giro posmoderno" es que está íntimamente ligado
a al menos cinco de los cambios paradigmáticos antes mencionados.
B. En tanto fluidos, los individuos están en un estado de flujo incesante, carente de esencia última
que trascienda el contexto.
C. Como seres plurales, tienen una multiplicidad de distintos yo, que viven dentro de sí, por tanto,
cuentan con la capacidad de asumir una gran variedad de roles sociales, aumentando la
complejidad de los contextos de interacción.
E. Como seres conscientes, se enfrentan a la desafiante tarea de poder movilizar recursos dados
por obvios, implícitos y explícitos, prácticos y teóricos, discursivos e intuitivos y reflexivos para la
acción y la cognición.
Por el contrario, la posmodernidad se caracteriza por la incredulidad radical hacia las funciones
asertivas, regulativas y reflexivas de las investigaciones científicas y, en consecuencia, por el
escepticismo profundo hacia las capacidades representacionales, intervencionistas y críticas de las
epistemologías científicas. La invención del sujeto moderno capaz de representación
epistémicamente exacta, de intervención controlada y de reflexión emancipadora parece haber
perdido credibilidad en el contexto de la posmodernidad. Pues el universo posmoderno está
compuesto por una multiplicidad de actores humanos y no humanos, ninguno de los cuales ocupa
una posición epistémica privilegiada. Todos los intentos de obtener la competencia para
desenvolverse de forma completa e inequívoca en una realidad relacionalmente constituida -y,
por lo tanto, constantemente cambiante- terminan reproduciendo la asfixiante lógica de las
reivindicaciones etnocéntricas, logocéntricas o antropocéntricas a la validez. Desde un punto de
vista deconstructivista, entonces, un mundo sin esencias equivale a un contexto planetario de
existencia que no permite marcos universales de representación, explicación y emancipación.
Porque las especificidades espacio temporales de las realidades ancladas localmente son
irreductibles a los modelos epistémicos orientados hacia el descubrimiento de la generalidad que
trasciende el contexto.
1. El término modernidad se empleará para referirse a un cambio o ruptura de época con las
sociedades tradicionales, que implica la consolidación de una totalidad social sin precedentes, con
principios organizativos cada vez más complejos que comenzaron a desarrollarse en Europa a
partir de finales del siglo XVII y gradualmente, repartidos por todo el mundo.
3. El término modernización debe referirse a cualquier proceso social y discursivo que moldee
tanto la constitución como la conciencia de la condición histórica llamada "modernidad".
El argumento principal de este estudio, que incluye los siguientes capítulos, puede resumirse como
sigue. El "giro posmoderno" en las ciencias sociales refleja un cambio paradigmático que va de la
creencia ilustrada en la determinación relativa tanto del mundo natural como del mundo social, a
la creencia, posterior a la Ilustración, en la indeterminación radical de todas las formas materiales
y simbólicas de existencia. El amplio alcance y el considerable impacto de este cambio
paradigmático se manifiesta en cinco "giros" que han dado forma sustancial al desarrollo de las
ciencias sociales en las últimas décadas: