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© Simon Susen 2015

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First published 2015 by
PALGRAVE MACMILLAN
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ISBN 978–0–230–57929–3
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Introducción

El propósito principal de este libro es examinar el impacto del "giro posmoderno" en las ciencias
sociales contemporáneas. Más específicamente, pretende demostrar que el desarrollo de estas
ciencias, a finales del siglo XX y principios del XXI, ha sido modelado por enfoques que defienden la
validez epistémica y el significado histórico del "giro postmoderno". Este giro se concibe como un
cambio entre dos paradigmas. El primero parte de la creencia, proveniente de la Ilustración, que
hay una cierta determinación entre el mundo natural y el mundo social. El segundo parte de la
creencia, posiluminista, que supone la indeterminación radical entre las formas de existencias
materiales y simbólicas. Como se verá en los capítulos siguientes, la importancia de esta
transformación es trascendental y se refleja en cinco influyentes "giros", que están
inextricablemente ligados al pensamiento posmoderno y que han tenido lugar en las últimas
décadas:

I. El "giro relativista" en la epistemología;


II. El "giro interpretativo" en la metodología de la investigación social;
III. El "giro cultural" de sociología;
IV. El "giro contingente" en historiografía; y
V. el "giro autónomo" en política.

Con el objetivo de mostrar la centralidad y la complejidad de estas transiciones normativas, el


análisis se estructura como se describe a continuación.

Las secciones iniciales de este libro reflexionan sobre tres asuntos: (i) teoría social: ¿En qué
medida la teoría social es, por definición, una empresa «moderna»? ¿Hasta qué punto es posible
concebir la teoría social, en la época contemporánea, como un proyecto «posmoderno»? (ii) lo
moderno: ¿Qué significa ese concepto? ¿Cuáles son las dimensiones de la modernidad? ¿En qué
consiste la ambivalencia de la modernidad?, y (iii) lo posmoderno: ¿A qué se refiere ese concepto?
¿Quiénes son los académicos cuyas obras están comúnmente asociadas con este concepto?
¿Cómo podemos dar sentido al impacto intelectual y a la influencia del pensamiento posmoderno?
Finalmente, ¿cuáles son las dimensiones de la "posmodernidad"? Además de responder a las
preguntas anteriores, estas secciones introductorias dilucidarán por qué, desde el punto de vista
terminológico, es útil distinguir entre los conceptos de "modernidad", "modernismo" y
"modernización", y en paralelo, entre los conceptos de "posmodernidad", "posmodernismo" y
"posmodernización".

El primer capítulo explora el impacto del pensamiento posmoderno en los debates


contemporáneos en epistemología. Preguntas sobre la naturaleza del conocimiento (¿Qué es el
conocimiento?), la posibilidad de conocimiento (¿Cómo se adquiere?) y su validez (¿En qué
medida es confiable un tipo particular de conocimiento?), han sido fundamentales para el
desarrollo de las ciencias sociales. Se puede argumentar que las concepciones contemporáneas
del conocimiento han sido profundamente influenciadas por lo que puede describirse como el giro
relativista en la epistemología. Según el relativismo epistemológico, la naturaleza, posibilidad y
validez de todo conocimiento está supeditada a la especificidad espacio temporal del contexto
socio-histórico en el que emerge. Esta visión puede considerarse como un ataque a la confianza
proveniente de la Ilustración, tanto en la capacidad de representación como en el poder
explicativo del conocimiento científico y, por tanto, como un asalto a una de las bases epistémicas
de la teoría social moderna. Como se verá en este capítulo, las diferencias entre concepciones
modernas y posmodernas del conocimiento se manifiestan en tres tensiones epistemológicas: i) la
verdad versus la perspectiva; ii) la certeza versus la incertidumbre; y iii) la universalidad versus la
particularidad. Mediante una investigación exhaustiva de estas antinomias, se puede establecer
una distinción entre concepciones positivistas y pospositivistas del conocimiento. El capítulo
ofrece una visión general de los principales presupuestos de estas posturas diametralmente
opuestas sobre la adquisición de conocimiento. Se examinan las principales razones del cambio
gradual de una posición positivista a una pospositivista en la agenda de las ciencias sociales.

El segundo capítulo examina el impacto del pensamiento posmoderno la metodología en


investigación social. Sin pretender hacer justicia a las complejidades asociadas a la elaboración de
estrategias de investigación alternativas, y posiblemente posmodernas, este capítulo se centrará
en las principales dimensiones de un enfoque metodológico, que no sólo ha ganado influencia
creciente en las formas contemporáneas de investigación social, sino que también comparte una
serie de suposiciones fundamentales con el pensamiento posmoderno, las referidas al análisis del
discurso. En buena medida, los enfoques contemporáneos de investigación han incorporado ideas
provenientes de lo que puede denominarse el giro interpretativo, en el que se enfatiza el sentido
normativo que tienen, en la vida cotidiana, distintas dimensiones cargadas de significado. Aunque
sería simplista describir las discrepancias entre los enfoques modernos y posmodernos sobre los
métodos de investigación social, en términos de claras separaciones conceptuales, vale la pena
considerar las siguientes tres tensiones con cierto detalle: i) explicación versus comprensión, ii)
mecánica versus dialéctica, e (iii) ideología versus discurso. Una consideración crítica de las
premisas fundamentales que sustentan estas antinomias establece una distinción entre
concepciones estructuralistas y posestructuralistas en metodología. Basado en una sinopsis de las
tensiones mencionadas, el capítulo pretende descifrar los argumentos sobre los cuales se ha
justificado el cambio gradual en las agendas metodológicas estructuralistas a posestructuralistas.

El tercer capítulo examina el impacto del pensamiento posmoderno sobre los desarrollos recientes
en sociología. La influencia del posmodernismo en los debates y las controversias contemporáneos
en el análisis sociológico se ha manifestado - de manera más evidente - en el auge de los estudios
culturales. Si existe una sociología posmoderna, sus herramientas conceptuales y marcos de
referencia están íntimamente entrelazados con el giro cultural, cambio que ha alcanzado por
encima de las divisiones disciplinarias dentro de las ciencias sociales y las humanidades. Las
tendencias recientes en sociología no pueden entenderse sin tener en cuenta la extensa influencia
de los estudios culturales sobre la vanguardia del análisis social y político. Sería erróneo, sin
embargo, considerar a los académicos, cuyos escritos están vinculados al "giro cultural", como
proselitistas de un movimiento intelectual homogéneo. Sin importar como se valoren sus
presupuestos normativos, es difícil ignorar su profundo impacto en la sociología contemporánea
en general y en numerosos intentos de desarrollar una sociología posmoderna en particular. Como
se verá, al menos tres tensiones centrales están en juego en las controversias sobre las diferencias
entre concepciones modernas y posmodernas: (i) industrialismo versus posindustrialismo, (ii)
productivismo versus consumismo, y (iii) economicismo versus culturalismo. Conscientes de que
estas antinomias designan grandes acontecimientos históricos que han tenido lugar en las últimas
décadas, se puede distinguir entre concepciones materialistas y posmaterialistas de la sociedad. Al
cuestionar la validez de la tesis que sostiene que ha habido un cambio gradual en la agenda
sociológica, de materialista a posmaterialista, este capítulo ofrece un análisis del grado en que el
ascenso del pensamiento posmoderno ha influido significativamente en las concepciones actuales
de cultura, del yo y de la globalización.

El cuarto capítulo se refiere al impacto del pensamiento posmoderno en las disputas actuales en
historiografía. Los interrogantes sobre la naturaleza de la historia (¿Qué es?), su desarrollo (¿Cómo
evoluciona?) y su estudio (¿Cómo podemos o debemos darle sentido?) siempre han sido, y
seguirán siendo, vitales para la elaboración de programas de investigación en ciencias sociales,
debido a su interés en la interacción entre procesos de reproducción y procesos de
transformación. Como se explica, la creciente popularidad de los enfoques posmodernos en el
estudio de los desarrollos sociales puede verse como una expresión del giro contingente en la
historiografía. A la luz del énfasis posmoderno en la contingencia espacio temporal, parece que no
hay un argumento subyacente que determine el curso de la historia. De hecho, tal visión sugiere
que no hay tal cosa como un "curso de la historia", ya que concibe el desarrollo temporal como un
conglomerado de accidentes en gran parte fortuitos, relativamente arbitrarios e interconectados
de manera discontinua. Desde este punto de vista, el colapso del socialismo en Europa Oriental y
Central a finales del siglo XX es indicativo de la profunda contingencia histórica y cuestionabilidad
política de las formaciones meta-ideológicas. Como se argumenta, las siguientes tres tensiones
son cruciales para evaluar la relevancia del pensamiento posmoderno en los relatos
contemporáneos de la historia: (i) necesidad versus contingencia, (ii) narraciones grandiosas
versus narrativas pequeñas y (iii) continuidad versus discontinuidad. Con estas antinomias en
mente, se puede hacer una distinción entre las concepciones reconstructivistas y
deconstructivistas de la historiografía. El capítulo examina la lógica detrás del cambio gradual de
agendas historiográficas reconstructivistas a deconstructivistas, Al hacerlo, pretende identificar los
presupuestos de una "historiografía posclásica".

El quinto capítulo trata del impacto del pensamiento posmoderno en las concepciones
contemporáneas de la política. Se argumenta que el surgimiento de la política de la identidad, a
menudo caracterizada como política de la diferencia o, alternativamente, como política del
reconocimiento, es sintomática de que se acepta cada vez más que la búsqueda de autonomía
está en el centro de cualquier sociedad cuyo objetivo sea cuestionar la legitimidad de las formas
tradicionales de coordinación de las prácticas humanas. En este contexto, el papel del
pensamiento posmoderno en el desarrollo de enfoques críticos sobre política, se refleja en lo que
puede denominarse el giro autónomo. En este cambio paradigmático, la discrepancia entre la
política moderna y la posmoderna deriva tres tensiones principales: (i) igualdad versus diferencia,
(ii) sociedad como un proyecto versus proyectos en la sociedad, y (iii) claridad versus ambigüedad.
Teniendo en cuenta estas - así como varias otras - antinomias, se puede hacer una distinción entre
las concepciones tradicionales y postradicionales de la política. El capítulo examina las razones
detrás del cambio gradual de las agendas políticas tradicionales a las postradicionales. Con este
fin, se llevará a cabo una investigación detallada de los componentes constitutivos de una política
posmoderna. El capítulo continúa formulando 15 tesis sobre el cosmopolitismo. Además, examina
importantes puntos de convergencia entre el cosmopolitismo y el posmodernismo, argumentando
que el análisis comparativo de estas dos tradiciones intelectuales nos permite captar desarrollos
paradigmáticos en las formas actuales de análisis social y político. El capítulo concluye sugiriendo
que las principales cuestiones en juego en los debates actuales sobre el cosmopolitismo y el
posmodernismo no pueden separarse del surgimiento de las esferas públicas transnacionales.

Sobre la base de la investigación antes mencionada, el sexto y último capítulo ofrece varias
reflexiones críticas sobre el pensamiento posmoderno. Si bien le reconoce importantes
contribuciones, así como útiles conocimientos derivados de los citados giros paradigmáticos, es
vital proporcionar una descripción completa de las deficiencias de los enfoques posmodernos en
las ciencias sociales. Consciente del carácter desafiante de esta tarea, el capítulo final propone
cuestionar la validez del pensamiento posmoderno poniendo en evidencia sus limitaciones (i)
analíticas, (ii) paradigmáticas, y (iii) normativas.

Sin embargo, antes de emprender un estudio a fondo del "giro postmoderno", es esencial aclarar
el significado de tres conceptos que son centrales para la siguiente investigación: (i) la teoría
social, (ii) lo moderno, y (iii) lo posmoderno.

i) Teoría social: ¿«Moderno» o «posmoderno»?

En la literatura sociológica dominante, la teoría social tiende a ser concebida como un esfuerzo
«moderno». En las últimas décadas, sin embargo, la visión de que la teoría social puede
convertirse en una "aventura" posmoderna ha llegado a ser cada vez más influyente. En aras de la
claridad conceptual, consideremos los presupuestos fundamentales de estas dos posiciones.

La idea de una "Teoría Social Moderna"

La teoría social es a la vez producto y portadora de modernidad. Como producto, es un esfuerzo


analítico vinculado con las numerosas transformaciones estructurales que condujeron al
surgimiento de las formaciones sociales modernas. Como portadora, puede considerarse como un
vehículo discursivo que contribuye a los debates sobre las concepciones modernas de sociedad. En
resumen, la teoría social es un componente integral tanto de la constitución real como de la
representación del mundo moderno.

¿Qué es la teoría social? La teoría social es el intento de proporcionar un marco conceptual,


empíricamente fundamentado- diseñado para (1) describir, (2) analizar, (3) interpretar, (4) explicar
y (5) evaluar la constitución, el funcionamiento y el desarrollo de la realidad social, o aspectos
particulares de ella, de manera más o menos sistemática.

Así como la teoría social abarca ampliamente la preocupación general por la naturaleza de lo
social, la sociología es parte integrante de la modernidad. Así como "nace en la modernidad, su
misión es teorizar sobre la modernidad". El devenir de la teoría social se debe al surgimiento de la
sociedad moderna: es un intento sistemático por captar tanto la complejidad material como
ideológica de esta. Por lo tanto, la problematización teórica de la realidad en el pensamiento
intelectual contemporáneo no puede disociarse de la transformación práctica de la sociedad
debida al surgimiento de la modernidad.
Uno de los objetivos principales de la teoría social moderna es proporcionar herramientas
conceptuales para examinar, tanto las condiciones procesales como estructurales, que subyacen a
la construcción de la realidad humana. Sin embargo, a lo largo de las últimas décadas, "en las
ciencias sociales y las humanidades ha habido un cambio profundo en la conceptualización de lo
social que de hecho refleja una profunda incertidumbre sobre el desarrollo de la sociedad
moderna". Este sentimiento de duda y ambigüedad se expresa -tal vez más evidentemente- en la
crisis de confianza y en la endeble convicción acerca de la adecuación terminológica y la autoridad
epistémica de las preguntas sociales, es decir, sobre su cientificidad. A la luz de esta crisis de
legitimidad, parece que "la situación de la teoría social con respecto a las ciencias sociales [...] se
ha vuelto cada vez más incierta y necesita ser reevaluada". Sin embargo, es importante destacar
que la falta de claridad en cuanto al propósito y la función de la teoría social no es necesariamente
un signo de su declive, y mucho menos de su irrelevancia para la creación de programas de
investigación conceptualmente sofisticados y empíricamente fundamentados. Más bien, es
indicativo de un cambio paradigmático en relación con el alcance analítico y el poder clarificador
de la investigación sociológica:

¿Está muerta la sociología? Como gran teoría, o conjunto de teorías que


explican todo en una sociedad en particular, probablemente sí. Como un
impulso para desarrollar una comprensión crítica de lo que hace posible la
sociedad humana, de cómo el ser humano está constantemente siendo
redefinido, probablemente no.1

En otras palabras, en lugar de concebir la sociología como un esfuerzo científico que tiene como
objetivo proporcionar una descripción completa de la constitución y la evolución del universo
humano, se percibe, ampliamente como un proyecto crítico que está atento a la complejidad de
las realidades relacionalmente construidas. Como tal, sus defensores tienden a sospechar de
modelos conceptuales que proporcionan explicaciones generales de patrones causales que, se
cree, dan forma o incluso determinan la naturaleza y el desarrollo de las sociedades humanas.
Como se demostrará en los siguientes capítulos, la crisis de las ambiciones universalistas de la
teoría social moderna está inextricablemente ligada al advenimiento del "giro postmoderno". Para
fundamentar la validez de esta afirmación, necesitamos afrontar la desafiante tarea de explorar
las diferencias entre las formas modernas y posmodernas de análisis social.

La idea de una "Teoría social posmoderna"

La existencia de una "teoría social posmoderna" está lejos de ser una afirmación incontrovertible.
La defensa de este proyecto, sin embargo, tiende a basarse en diez suposiciones.

(1) La teoría social posmoderna es un esfuerzo interdisciplinario. La "defensa de la teoría social",


inspirada en la "crítica de la teoría sociológica", está motivada por la convicción de que se necesita
superar las fronteras disciplinarias y combinar el saber generado dentro de las diferentes áreas de
conocimiento, para hacer justicia al hecho de que no hay un enfoque analítico que pueda

1
Porter, Jack Nusan (2008) Is Sociology Dead? Social Theory and Social Praxis in a Post-Modern
Age, Lanham: University Press of America.
pretender poseer un monopolio sobre la representación en última instancia más adecuada de la
realidad humana y mucho menos sobre la capacidad de captar toda su complejidad.

(2) La teoría social posmoderna es una teoría sin fundamento. Parece haber cada vez más
consenso entre los académicos contemporáneos que «la búsqueda de fundamentos y de una
teoría totalizadora de la sociedad» no sólo es inútil, sino también potencialmente peligrosa. La
búsqueda de fundamentos objetivos, normativos o subjetivos para justificar la posibilidad de la
ciencia moderna resulta infundada, si aceptamos que -a la luz de una diversidad sociocultural
ineludible- no podemos identificar, ni mucho menos atribuir, las normas que trascienden un
contexto específico de validez epistémica. Las grandes teorías sociológicas, obsesionadas con la
tarea de construir un sistema que capte la complejidad de la sociedad, en virtud de ideologías
explicativas de gran formato, parecen haber perdido credibilidad en un mundo caracterizado por
la multiplicidad y la heterogeneidad, más que por la uniformidad y la homogeneidad.

(3) La teoría social posmoderna es un esfuerzo sin dirección. Por supuesto, "sin dirección" - en este
contexto - no significa "sin sentido", "inútil" o "sin pistas". En cambio, indica que como
investigadores críticos, se debe resistir la tentación de inventar aparatos conceptuales que
conduzcan al "falso cierre" de los marcos teóricos, impidiéndonos "abrir las posibilidades sociales
presentes y futuras" y "detectar fluidez y porosidad", en lugar de descubrir la determinación y la
eternidad, en la construcción cotidiana de la realidad humana. Una teoría social sin garantías "no
ofrece ninguna promesa de liberación [...] de una sociedad libre de dominación",2 rechaza así el
espíritu teleológico subyacente a los relatos clásicos de la emancipación humana.

(4) La teoría social posmoderna es un esfuerzo público. Como tal, no puede hacer afirmaciones
importantes sobre la constitución de la sociedad sin comprometerse empíricamente con los
procesos cotidianos que dan forma a la realidad. Perderá su "importancia social e intelectual" más
amplia si "se desprende de los conflictos y debates públicos" que tienen lugar a diario. El llamado a
una "sociología pública", que utiliza el conocimiento experto para promover el debate con y entre
diversos públicos no académicos, tiene por objeto reconocer que en la medida en que el análisis
social se ha vuelto hacia adentro, en gran parte auto-referencial, corre el riesgo de degradarse en
un juego de lenguaje elitista, cuyos marcos conceptuales autopoiéticos están desconectados de las
preocupaciones y experiencias cotidianas. La teoría social posmoderna es pública, no sólo en el
sentido en que se relaciona directamente con las realidades cotidianas «sobre el terreno», sino
que rechaza la clara separación entre «sentido común» y «conocimiento experto». Por ejemplo, la
distinción entre "sociología pública tradicional" y "sociología pública orgánica" parece útil. El
primero "se dirige a un público amorfo, invisible y corriente", mientras que el segundo "se
involucra activamente con un grupo de personas específicas, visibles y políticamente organizadas".
No sólo debemos evitar un escenario en el que "la teoría [...] es producida y consumida casi
exclusivamente por teóricos",3 y no sólo debemos descartar las nociones generales de sociología
profesional y sociología política, sino que, además, tenemos que asumir el reto de entrelazar los
discursos académicos y no académicos. Esto puede lograrse eliminando la tradicional división

2
Seidman, Steven (1994) ‘The End of Sociological Theory’, in Steven Seidman (ed.) The Postmodern Turn:
New Perspectives on Social Theory, Cambridge University Press.
3
Baert, Patrick, and Filipe Carreira da Silva (2010 [1998]) Social Theory in the Twentieth Century and
Beyond, 2nd edn, Cambridge: Polity.
entre los científicos «iluminados» que dirigen y controlan a sus inferiores epistémicos «desde
arriba» y «la gente común», que debe ser iluminada, que sigue y obedece a sus superiores
epistémicos.

(6) La teoría social posmoderna es un esfuerzo pragmático. Dado su punto de vista anti-
fundacionalista y anti-universalista, el "espíritu posmoderno" -si podemos caracterizarlo como tal-
sugiere que "la búsqueda de fundamentos últimos o universales para nuestras estrategias
conceptuales debe ser abandonada en favor de justificaciones pragmáticas locales”. Este enfoque
pragmático de la existencia social está interesado en los procesos discursivos realizados por
actores corrientes, capaces de movilizar sus recursos cognitivos en contextos relacionalmente
constituidos y, por lo tanto, diversos. Un "giro pragmático" en la teoría social tiene varias ventajas
significativas, en particular "amplía el número de grupos que pueden participar más o menos
como iguales en un debate sobre la sociedad" y, por lo tanto, nos permite reconocer el hecho de
que los actores humanos, es decir, expertos y legos, están equipados con capacidades reflexivas,
críticas y morales. De hecho, el análisis de las prácticas ordinarias de justificación refuerza el
compromiso posmoderno con los principios antes mencionados:

• Diferentes disciplinas académicas y diferentes tradiciones intelectuales generan diferentes


estándares de validez (interdisciplinariedad);

• Diferentes formas de vida producen diferentes juegos de lenguaje sostenidos por criterios
normativos inconmensurables (sin fundamento);

• Diferentes actores individuales y colectivos están motivados por intereses y aspiraciones


diferentes, carentes de un denominador común en términos de un telos global compartido por
todos ellos (dirección);

• Las diferentes sociedades se configuran mediante diferentes luchas que se desarrollan en


diferentes formas de vida pública (publicidad);

• Diferentes preocupaciones objetivas, normativas y subjetivas surgen en diferentes contextos


(situación); y

• Diferentes gramáticas de justificación emanan de - y, a su vez, refuerzan - diferentes regímenes


de acción (utilidad).

El "giro pragmático" llama la atención sobre el significado existencial de las prácticas sociales.

(7) La teoría social posmoderna es un esfuerzo etno-consciente. Ser consciente de la especificidad


cultural de las reivindicaciones epistémicas sobre la validez del saber exige reconocer que el
mismo intento de superar el etnocentrismo confirma su inevitable impacto sobre todas las formas
de producción del conocimiento. A este respecto, el punto está en tomar en cuenta lo siguiente:
dado que los seres humanos son actores socialmente situados, su encuentro simbólicamente
mediado con el mundo está incrustado en horizontes temáticos espacio temporales específicos. La
hermenéutica, en este sentido, no es exclusivamente una cuestión teórica de las interpretaciones
escolásticas, desarrollada y codificada por los filósofos profesionales, sino también, y más
importante, un asunto práctico presente en las comprensiones cotidianas, construidas y
movilizadas por actores comunes. De hecho, todos los modos de generación de conocimiento -
independientemente de si son científicos o no científicos, académicos o no académicos, basados
en la experiencia o guiados por el sentido común, representan prácticas culturales específicas
llevadas a cabo por entidades espacio temáticamente definidas.

Si aceptamos la particularidad sociocultural, que subyace a todas las pretensiones epistémicas de


validez, entonces, estamos obligados a hacer frente, por el peso ineludible de la historicidad, al
poder estructurante que ejerce. "La noción de que los discursos no pueden evitar ser locales y
etnocéntricos es fundamental para lo que ha llegado a llamarse posmodernismo". La principal
diferencia entre los enfoques fundacionalistas y anti-fundacionalistas, entonces, no es que los
primeros trascienden, mientras que los últimos quedan atrapados en horizontes culturalmente
específicos de surgimiento; más bien, están divididos por el hecho de que los primeros niegan,
mientras que los segundos reconocen, la contingencia espaciotemporal de todas las afirmaciones
epistémicas relativas a la constitución de la realidad. Ser etno-consciente significa ser consciente
del hecho de que todos los modos de cognición -incluyendo los más reflexivos- están influenciados
por prejuicios, preconcepciones y presuposiciones dependientes del contexto.

(8) La teoría social posmoderna es un esfuerzo socialmente consciente. Como tal, insiste no sólo
en la especificidad cultural que configura comunidades epistémicas, sino también, en un sentido
más amplio, en la contingencia relacional subyacente a las formas aparentemente más liberadoras
de la agencia humana. De hecho, es debido a esta contingencia relacional que la condición
humana está permeada por la indeterminación radical: las sociedades altamente diferenciadas
producen actores intersectoriales que se espera que asuman papeles múltiples, desarrollen
identidades plurales y lleven varios si mismos que coexisten, siendo a menudo conflictivos. A la luz
de esta contingencia relacional, caracterizada por diversos grados de interseccionalidad social, una
de las cuestiones epistemológicas claves planteadas por la mente posmoderna es la siguiente:

¿Cómo puede un sujeto conocedor, que tiene intereses y prejuicios particulares, que vive en una
sociedad específica, en una coyuntura histórica particular y ocupa una posición social específica
definida por su clase, género, raza, orientación sexual y estatus étnico y religioso, producir
conceptos, explicaciones y estándares de validez universalmente aceptados?

La respuesta dada por los posmodernistas a esta pregunta puede resumirse de la siguiente
manera: puesto que todas las afirmaciones sobre el conocimiento son relacionalmente
contingentes, en términos de su formulación, por un actor particular, y su recepción, por otros
actores también, no hay criterios universales con los cuales juzgar su adecuación y validez
epistémica. Dicho de otro modo, el logro de la validez no puede separarse de la afirmación de una
autoridad simbólica, esta emana a su vez, de su legitimidad social. En el mundo social, el
reconocimiento puede ser concedido de forma explícita o implícita, consciente o inconsciente,
deliberada o inadvertida; cualquiera que sea su especificidad performativa, sin importar su
pretensión de validez epistémica, este conocimiento está inserto en luchas relacionalmente
constituidas sobre su legitimidad social. La cuestión de si consideramos una afirmación como
correcta o incorrecta depende no sólo de lo que se dice, sino también de quién lo dice, cuándo,
dónde y a quién. La objetividad (¿Qué?) es inevitablemente una cuestión de autoridad social
(¿Quién?), de contexto espaciotemporal (¿Dónde y cuándo?), y de relacionalidad interaccional (¿A
quién?). La idea de universalidad epistémica abstracta se evapora cuando se enfrenta a la
constitución de múltiples capas de realidades normativas, es decir, cargadas de valor, cargadas de
sentido, cargadas de perspectivas, cargadas de intereses, cargadas de poder y de tensiones.

(9) La teoría social posmoderna es un esfuerzo pluralista. Suponer que la «sospecha epistémica
está en el centro del posmodernismo» significa reconocer que, lejos de buscar inventar «un
lenguaje de verdad universalmente válido», se ocupa de la exploración crítica y de la participación
activa en las «luchas heterogéneas» en torno a una multiplicidad de variables sociológicas, como
la clase, el género, la etnia, la edad y la capacidad. Bajo esta luz, una de las limitaciones más serias
del pensamiento clásico es que sus «categorías generales, planas, sin contenido, parecen ignorar o
reprimir inevitablemente las diferencias sociales». Las sociedades altamente diferenciadas son
formaciones sin centro, en el sentido en que carecen de un epicentro estructural, ideológico o de
comportamiento del que se deriven sus instituciones, discursos y prácticas, y por consiguiente
carecen de áreas periféricas de interacción o formas de existencia derivadas. En la selva
posmoderna de flujos, redes y eventos locales diversificados, el actor humano es "un yo con
múltiples identidades y afiliaciones grupales, que se enreda en luchas heterogéneas con múltiples
posibilidades de empoderamiento". Dada la complejidad real y la complejidad de representación
en las sociedades materialmente y simbólicamente diferenciadas, debemos abandonar el proyecto
moderno de desarrollar ideologías de grandes dimensiones y hacer frente a la existencia de
normatividades surgidas en situaciones construidas como respuesta a realidades relacionales. En
el universo posmoderno, no existe tal cosa como una agenda imperiosa que pueda declarar poseer
el monopolio normativo en el paisaje de las subjetividades descentralizadas y diversificadas.

(10) La teoría social posmoderna es un esfuerzo historicista. Una de las principales limitaciones del
pensamiento clásico, que socava su aplicabilidad al estudio de las formas de sociabilidad
altamente diferenciadas, es su "búsqueda de fundamentos", que se expresa en "el proyecto de
crear una teoría general", entendida como "marco conceptual totalizador, que sería verdadero
para todos los tiempos y todos los lugares". A este respecto, merecen especial mención:

A. Etnocentrismo: "La historia de la humanidad en estos cuentos modernistas significaba


realmente historia occidental." Su capacidad de ocultar la marca de su origen nacional les permite
presentar sus explicaciones como si su patrón particular fuera de importancia histórica mundial.

B. Evolucionismo: En el pensamiento clásico, las sociedades no occidentales están relegadas a una


posición marginal en la historia pasada, presente y futura. Siguiendo esta lógica modernista, los
acontecimientos y las tendencias históricas se pueden medir contra el punto de referencia
teleológico del "Progreso", que puede definirse en numerosos términos, en particular sociales,
culturales, políticos, económicos, tecnológicos, científicos, religiosos, demográficos y
civilizacionales. "Deberían abandonarse las grandes narrativas de la industrialización, la
modernización, la secularización, la democratización, historias radicales que pretenden descubrir
un proceso social uniforme en una multitud de sociedades [...] diferentes".

C. El dicotomismo: Las metanarrativas teleológicas son «historias con esquemas binarios


simplistas», tales como These versus Antithese (Georg WF Hegel), Gemeinschaft contra
Gesellschaft (Ferdinand Tönnies), Kapitalismus versus Sozialismus / Kommunismus (Karl Marx),
Wertrationalität versus Zweckrationalität (Max Weber), o solidarité mécanique versus solidarité
organique (Émile Durkheim), por mencionar sólo algunos ejemplos. Las categorías universalistas
evolutivas y binarias homogeneizan artificialmente las constelaciones heterogéneamente
constituidas de las realidades históricas. Sin embargo, si reconocemos la especificidad
sociohistórica que subyace a todas las pretensiones epistémicas de validez, entonces estamos
obligados a exponer la relatividad espacio temporal que permea la autoridad simbólica afirmada
por los relatos universalistas de la historia.

(ii) «Lo moderno»

El concepto de «lo moderno» no es simplemente un punto de referencia reciente, o


tautológicamente hablando, exclusivamente «moderno», más bien, tiene una historia
"premoderna". "Se dice que la palabra moderno deriva de la palabra latina modo, que significa
"ahora mismo". Así, moderno implica pertenecer al presente o a tiempos recientes. La palabra ha
sido parte de la lengua inglesa desde al menos 1500, "Ser moderno era ser contemporáneo, ser
testigo del momento presente. La idea del momento es central en la conciencia del tiempo de la
modernidad y expresa una tensión entre el presente y el pasado".4

Así como es importante ser conscientes de las raíces etimológicas de la palabra moderno, es
crucial reconocer que la idea de 'lo moderno' ha estado en la agenda mucho antes de que surgiera
lo que comúnmente se describe como sociedad moderna. De hecho, los miembros de cualquier
época pueden caracterizarse como "modernos" en la medida en que consideran la fase histórica
en la que se encuentran situados como un período contemporáneo. En todo contexto espacio
temporal, "el ahora" se construye inevitablemente dentro del horizonte temporal de "lo
presente". El presente existe necesariamente en relación con «el pasado», el ser se desarrolla
siempre en el regazo de «lo que hasta ahora había». "La palabra moderno fue empleada por
primera vez a fines del siglo V para distinguir el presente, ahora oficialmente cristiano, del pasado
pagano y romano". "Para los pensadores cristianos de la Edad Media, moderno se refería al
período contemporáneo de la Iglesia primitiva. La modernidad se definió así en oposición al
período pagano que había sido superado."5 Por lo tanto, el presente de la modernidad se sitúa en
relación con el pasado de la antigüedad. La autoconciencia de una nueva época surge a través de
su explícita disociación y trascendencia de la fase histórica por la cual es precedida. Lo que
distingue a la modernidad de las épocas premodernas, entonces, no es su conciencia del presente
como tal, sino su conciencia de un tipo de presente específico, es decir, sin precedentes. La
pregunta que se plantea es, por lo tanto, hasta qué punto se justifica caracterizar la modernidad
como una etapa histórica basada en un conjunto de características sociales sin precedentes.

En sentido amplio, el concepto de modernidad «se refiere a los modos de vida u organización
social que surgieron en Europa desde aproximadamente el siglo XVII y que posteriormente se
hicieron más o menos mundiales en su influencia». En otras palabras, la modernidad está
indisolublemente ligada a las transformaciones estructurales e ideológicas que comenzaron a
tener lugar en Europa hacia finales del siglo XVII y que condujeron a la consolidación gradual de un
tipo de sociedad radicalmente nuevo, no sólo en Europa, sino en todo el globo. Uno de los

4
Delanty, Gerard (2000b) Modernity and Postmodernity: Knowledge, Power and the Self, London: Sage.
5
Habermas, Jürgen (1996 [1981]) ‘Modernity: An Unfinished Project’, in Maurizio Passerin d’Entrèves, and
Seyla Benhabib (eds) Habermas and the Unfinished Project of Modernity, trans. Nicholas Walker,
Cambridge: Polity.
desafíos más ambiciosos de las ciencias sociales ha sido siempre dar sentido a esta transición
histórica, buscando identificar los factores que eventualmente resultaron en el ascenso de la
modernidad.

Las figuras fundadoras del proyecto sociológico -Karl Marx, Émile Durkheim y Max Weber-
divergen sustancialmente en su interpretación de la modernidad. Sin embargo, comparten no sólo
el supuesto ontológico de que la sociedad moderna es intrínsecamente dinámica y progresista,
sino también la convicción metodológica de que los mecanismos causales que configuran el curso
de la historia moderna pueden ser estudiados sistemática y empíricamente. La sociedad moderna
puede ser impulsada por las fuerzas productivas del capitalismo, como lo sostiene Marx; puede
mantenerse unida por la solidaridad orgánica producida por el industrialismo, como sugiere
Durkheim; o, puede ser equivalente a un mundo cada vez más desencantado, debido a la
preponderancia de la racionalización burocrática, como afirmaba Weber.

Independientemente de las diferencias considerables entre sus enfoques explicativos, los tres
pensadores convergen en su objetivo de arrojar luz sobre las fuerzas estructurales que rigen el
desarrollo de la sociedad moderna. De este modo, sus escritos ilustran que, si bien las épocas
anteriores también pueden caracterizarse como de desarrollo constante, una característica de la
modernidad es especialmente llamativa: su potencial transformador no tiene precedentes, en
términos de naturaleza, ritmo, alcance, impacto y significado civilizatorio.

Con esta interpretación en mente, la crítica posmoderna de la teoría social clásica no se ocupa
primordialmente de las diferencias conceptuales y metodológicas que existen entre las figuras
fundadoras de la sociología. Más bien, se centra en sus supuestos comunes, sobre todo al
cuestionar que el mundo moderno está impulsado por una "gran historia", que puede revelarse a
través del estudio científico de las estructuras sociales y los procesos sociales.

En términos generales, el proyecto de la modernidad representa un esfuerzo normativo, en el


sentido que sus defensores creen que el curso de la historia puede ser formado y comprendido
por sujetos conscientes capaces de realizar una acción intencionada y tener un pensamiento
crítico. Por este motivo, la razón permite a los seres humanos no sólo reflexionar e interpretar,
sino también actuar y cambiar el mundo de acuerdo con las necesidades individuales y sociales. El
proyecto de la modernidad está inextricablemente ligado al «proyecto de la Ilustración». En
esencia, este último representa una manifestación discursiva del primero. Desde el punto de vista
de la Ilustración, el potencial emancipador de la sociedad moderna está enraizado en la capacidad
de las personas para asumir su papel de entidades moralmente responsables, capaces de
reemplazar los prejuicios que permean las cosmovisiones tradicionales y dogmáticas con las ideas
discursivas del razonamiento crítico. "La modernidad, como la autoconciencia de la Ilustración, era
evidentemente la emancipación de los seres humanos de los prejuicios de la tradición. La
modernidad se define así por referencia a la crítica de la tradición". En otras palabras, la
modernidad puede concebirse como una condición histórica que permite la emancipación de las
personas de prejuicios basados en la tradición y el sentido común y, por tanto, en la construcción
de una sociedad cuyo destino está determinado por el potencial distintivo de la racionalidad de la
especie y orientada hacia la realización de la autonomía humana.

Desde un punto de vista posmoderno, sin embargo, el pensamiento intelectual inspirado en el


proyecto de la Ilustración es problemático en la medida en que está motivado por tres ambiciones
clave: (a) la ambición de descubrir los mecanismos subyacentes que determinan la constitución y
la evolución de la sociedad ; (B) la ambición de dar una explicación coherente de la naturaleza y el
desarrollo del sujeto humano; y (c) la ambición de explorar las condiciones previas para la
posibilidad del cambio social, entendido como un proceso histórico dirigido por el poder
constitutivo de la Razón que posee la especie y expresado en la transformación consciente de la
realidad humana.

La teoría social moderna es el intento sistemático de explorar hasta qué punto los actores
humanos no sólo están situados en su entorno social y limitados por él, sino que tienen la
capacidad de determinar las condiciones de su existencia en virtud de la razón intencional, así
como la capacidad de vivir sus vidas de acuerdo con principios justificables derivados de la razón
normativa. Los seres humanos, por lo tanto, se enfrentan con la tarea, constitutiva de la especie,
de llegar a un acuerdo tanto con la "introspección" intuitiva como con la "superposición" reflexiva
de su tensa existencia. La modernidad es una condición histórica construida por sujetos capaces
de actuar, con capacidad para atribuir significado, reinventando constantemente su lugar único en
el universo.

Dimensiones clave de la modernidad

Dada la complejidad de los desarrollos históricos a gran escala, no es de extrañar que diferentes
teóricos sociales se centren en las diferentes características de la condición moderna.
Ciertamente, algunos factores han sido más significativos que otros en términos de su impacto
global sobre el ascenso y desarrollo de la modernidad. De hecho, sigue siendo debatible cómo
debe interpretarse el papel histórico de cada uno de estos factores. Sin embargo, cualquiera que
sea el desacuerdo suscitado por esta disputa, los siguientes seis niveles de análisis son
particularmente importantes para comprender las condiciones sociohistóricas que condujeron al
surgimiento de la modernidad.

(1) En el plano económico, el ascenso de la modernidad está inextricablemente ligado a la


industrialización. La rápida expansión del capitalismo industrial, a partir del siglo XVIII, ha sido una
fuerza impulsora clave de la era moderna. Como sistema económico con un dinamismo sin
precedentes, el capitalismo industrial -especialmente en términos de su capacidad para generar
modelos de producción, distribución y consumo en constante evolución- ha tenido un profundo
impacto en el desarrollo de la modernidad, directa o indirectamente, que afecta a todas las
esferas de la vida social. El impulso para la invención, la innovación y la transformación continuas
está en el corazón del capitalismo industrial, lo que demuestra que sus fuerzas productivas son
más dinámicas y poderosas que las de cualquier sistema económico anterior en la historia de la
humanidad.

(2) En el plano epistémico, el ascenso de la modernidad está íntimamente relacionado con la


racionalización. Los procesos de racionalización modernos son inconcebibles sin el crecimiento
imparable de formas sistemáticas de producción de conocimiento, plasmadas en la influencia
masiva de la ciencia en las dimensiones privadas y públicas de la existencia social. La producción,
el crecimiento y el refinamiento del conocimiento científico tienen varias implicaciones de largo
alcance para el desarrollo de la modernidad, esencialmente en dos niveles: a nivel discursivo, el
poder de la ciencia permite el progreso teórico, basado en argumentos lógicos, investigaciones
empíricas, controversias, y metódos de verificación y falsación. En el plano material, el poder de la
ciencia se manifiesta en el progreso práctico, mediante avances tecnológicos impulsados por la
incesante transformación de los medios de producción, las fuerzas y las relaciones de producción.
Debido al impacto teórico y práctico de la ciencia, la influencia de las fuentes tradicionales de
autoridad -como la religión- ha sido socavada, tanto desde el punto de vista ideológico, en
términos de procesos de interpretación y de legitimación, como institucionalmente, en términos
de procesos de ritualización y habituación.

(3) En el plano político, el ascenso de la modernidad está íntimamente relacionado con la


ideologización. Ciertamente, esto no quiere decir que las ideologías políticas no existieran antes
del ascenso de la modernidad, ni tampoco se pretende afirmar que la «política» puede reducirse a
«ideología». Más bien, es reconocer el hecho de que la modernidad, más que cualquier período
histórico anterior, ha sido crucialmente moldeada por la elaboración, justificación, divulgación,
aplicación, institucionalización y revisión constante de programas políticos, fundados en principios
ideológicos. Indiscutiblemente, las dinámicas surgidas de la rivalidad teórica e intelectual, tanto
como de la competencia práctica y estratégica, entre las diferentes ideologías políticas, han dejado
una huella pluralista en la historia moderna. Con razón o sin razón, se puede llegar a la conclusión
de que el liberalismo constituye la ideología política triunfante de principios del siglo XXI. Sin
embargo, lo que sea que hagamos de esta evaluación, no hay duda de que al menos cinco de las
principales ideologías políticas han dado forma sustancial al desarrollo de la historia moderna: el
anarquismo, el comunismo/socialismo, el liberalismo, el conservadurismo y el fascismo. Por
supuesto, es posible identificar importantes puntos de convergencia y divergencia, así como
puntos notables de integración parcial y fertilización cruzada entre estas ideologías. En particular,
pueden compararse y contrastarse en términos de sus respectivas concepciones de «humanidad»,
«sociedad», «economía», «política» e «historia», pero también, fundamentalmente, en función
del papel que han jugado en el desarrollo de la modernidad. Se puede evaluar, o incluso medir, su
impacto pasado y presente en la sociedad. Más allá de estas pretensiones, es evidente que la
historia reciente no puede ser entendida sin el estudio de las ideologías políticas modernas.

(4) A nivel organizativo, el ascenso de la modernidad no puede separarse de los procesos de


burocratización a gran escala. La búsqueda moderna de control sobre la realidad, en virtud de la
racionalidad instrumental se caracteriza por la difusión de burocracias en diversos ámbitos de la
sociedad, en particular la economía y la política. El poder económico se expresa en el control sobre
un modo particular de producción. El poder epistémico se manifiesta en la influencia sobre la
composición de las formas paradigmáticas de la cognición. El poder político se refleja en la
capacidad de conformar estructuras reales y representacionales, así como recursos materiales e
ideológicos, movilizados para determinar la coordinación de las prácticas sociales. El poder
organizativo es crucial para la administración eficiente y más o menos predecible de los dominios
institucionales en las sociedades en gran escala. Independientemente de si se concibe la
modernidad como una era caracterizada por el surgimiento de un mundo en parte o totalmente
administrado, la racionalidad instrumental subyacente a los tipos avanzados de burocracia y
constituye un elemento integral de las sociedades modernas. Seguramente, las burocracias han
existido por mucho tiempo, pero debido al grado sin precedentes de complejidad sistémica que
alcanzaron, fue en el contexto de la modernidad que estas lograron ejercer un control en sus
sociedades, en todos los regímenes políticos en el siglo XX, incluidos los autoritarios.

(5) A nivel cultural, el ascenso de la modernidad está acompañado de procesos de


individualización. Como señalan los durkheimnianos, la transición de la "sociedad tradicional" a la
"sociedad moderna", expresada en la sustitución de la "solidaridad mecánica" por la "solidaridad
orgánica", condujo a un cambio en el enfoque existencial del "culto a Dios" al "culto al individuo".
Con la aparición de la edad moderna, las expectativas normativas lanzadas por los actores
humanos comenzaron a cambiar drásticamente. De acuerdo con los parámetros individualistas, a
las personas no sólo les está permitido sino que están obligadas a elegir entre un menú de
identidades y a desarrollar un cierto sentido de la personalidad. Hay una larga lista de fuentes de
identidad que son cruciales para la construcción de la personalidad en la sociedad moderna: clase,
género, orientación sexual, etnia, "raza", preferencias culturales, estilo de vida, religión, edad,
capacidad o ideología política, por mencionar sólo algunos. Paradójicamente, los procesos de
individualización son inconcebibles sin procesos de socialización, y viceversa. Una persona puede
desarrollar una identidad únicamente en relación con la sociedad, porque la sociedad es un
recurso indispensable para la creación de identidades individuales y colectivas. Es cierto que el
poder restrictivo de las estructuras sociales, las instituciones, las normas y las expectativas sigue
existiendo, dentro del marco histórico de la modernidad, sin embargo, comparadas con las formas
de vida tradicionales, las sociedades modernas -especialmente sus variantes liberales- ofrecen
mucho más espacio para la libertad individual -y, por tanto, para la capacidad de las personas de
convertirse en protagonistas de su propio destino- que sus contrapartes premodernas.

La descripción anterior, que comprende los factores clave que han contribuido al ascenso de la
modernidad, está lejos de ser exhaustiva. Sin embargo, ilustra que es indispensable un análisis
multifactorial de dimensiones diferentes, interrelacionadas y, en cierta medida, superpuestas si el
propósito es obtener una comprensión integral de los principales componentes que condujeron a
la aparición y permitieron el rápido desarrollo de las sociedades modernas. Por otra parte, este
examen multinivel sugiere que, paradójicamente, los elementos antes mencionados constituyen
tanto razones como consecuencias del ascenso de la modernidad. Como factores que desempeñan
un papel fundamental en el desarrollo de los acontecimientos históricos que han hecho posible la
condición moderna. También, como resultados tangibles, han sido moldeados por las
circunstancias históricas que ellos mismos han provocado. Por lo tanto, la dialéctica de la
modernidad emana de la interacción entre los factores 1) económicos, 2) epistémicos, 3) políticos,
4) organizacionales, 5) culturales y 6) filosóficos. Estos factores constituyen, a la vez, la
precondición y el resultado de la aparición de las modernas formaciones societales que surgieron
en Europa a partir del siglo XVII y que posteriormente empezaron a tener un impacto sustancial
sobre la evolución de la civilización en todo el mundo.

La ambivalencia de la modernidad

Como han señalado varios comentaristas, la modernidad es una condición histórica caracterizada
por la existencia de diferentes niveles de ambivalencia. Tres niveles de ambivalencia son
particularmente dignos de mención al reflexionar sobre la condición de la modernidad.
(1) En el plano ontológico, podemos distinguir entre una modernidad en sí misma y una
modernidad para sí misma. La primera describe la modernidad como un acontecimiento histórico,
una condición social, una época en el tiempo histórico. La segunda, en cambio, se refiere a la
modernidad «como una idea [...] un impulso cultural, una conciencia del tiempo». En otras
palabras, la modernidad existe tanto como un modo objetivo del ser, que se pone de manifiesto
en las realidades sustantivas, como un modo reflexivo de ser consciente de su propia constelación
como una realidad simbólicamente mediada y fenomenológicamente representada.

(2) En el nivel normativo, podemos distinguir entre una modernidad oscura y una modernidad
luminosa. La primera, denota el conjunto de las facetas represivas de la modernidad que emanan
de la búsqueda de la dominación, personificada en el impacto histórico de la razón instrumental.
Está íntimamente asociada con formas de control: poder, autoridad, disciplina, obediencia, orden,
reclusión y heteronomía, y se materializa en procesos sociales de dominación, regulación,
explotación, alienación, fragmentación, exclusión y discriminación. La segunda, designa los
aspectos emancipatorios de la condición moderna, que pueden ser descubiertos por la razón
crítica. Estos se expresan en los ideales de la Ilustración: progreso, tolerancia, libertad, igualdad,
solidaridad, dignidad, soberanía y autonomía y se manifiestan en los procesos sociales de
liberación, autodeterminación y unificación.

(3) A nivel espacio temporal, podemos distinguir entre una modernidad retrospectiva y una
modernidad orientada hacia el futuro. La primera está orientada hacia el pasado, está imbuida de
«nostalgia y tristeza por el paso de una unidad orgánica irrecuperable» y sospecha profundamente
de la «promesa de la razón para lograr la libertad». A la inversa, la segunda se orienta hacia el
futuro, de hecho, «el concepto laico de la modernidad expresa la convicción de que el futuro ya ha
comenzado: es la época que vive para el futuro, que se abre a la novedad del futuro». A la luz de
esta ambivalencia espacio temporal, que expresa una idealización esquizofrénica tanto del pasado
como del futuro, parece que «la idea de la modernidad es [...] una proyección tanto hacia atrás
como hacia delante», tanto del conservadurismo como del utopismo sobre el desarrollo de la
historia moderna. Concebir la modernidad, ante todo, como una condición histórica
transformadora que busca llegar a un acuerdo con el presente recuperando elementos
aparentemente perdidos del pasado, significa considerar la restauración de los arreglos, prácticas
y valores sociales desaparecidos como condición previa para la Salvación del presente y para evitar
el declive de Occidente. Por el contrario, definir la modernidad como una época orientada hacia el
futuro concebido como susceptible de ser diferente y posiblemente mejor que el presente y el
pasado significa interpretar la orientación hacia el futuro como un ingrediente motivador clave del
paso hacia un período distinto.

Los niveles de ambivalencia antes mencionados son fundamentales para la época comúnmente
caracterizada como modernidad. En términos ontológicos, la modernidad existe tanto como
condición objetiva como condición reflexiva. En términos normativos, la modernidad existe tanto
como una condición de pérdida de poder como aumento de la capacidad de hacer cosas. En
términos espacio temporales, la modernidad existe tanto como una condición de retroceso y
como una condición de futuro.

Debido a esta complejidad paradójica, y lejos de ser reducible a una realidad histórica
unidimensional, la modernidad puede ser concebida como una época cargada de tensión,
impregnada de ambigüedad existencial. De hecho, las tensiones que surgen de la relación
contradictoria entre «ser-allí» y «estar-consciente», entre «ser dominado» y «ser-emancipado» y
entre «ser-como-siempre-ha-sido» y «ser como puedo ser» se refieren a la modernidad no sólo
como un momento colectivo de la sociedad, sino también como un punto de referencia
experimentado individualmente por subjetividades históricamente incrustadas. En este sentido,
parece que toda entidad humana es: (1) un ser objetivo, inmerso en la realidad, y un ser subjetivo,
consciente de la realidad, (2) un ser constreñido que lucha con las limitaciones impuestas por el
mundo y un proyecto que trata de actuar sobre el mundo, así como (3) un anhelo regresivo de
recuperar el pasado, como un ser progresista que mira hacia el futuro. La ambivalencia existencial
puede ser considerada como un rasgo constitutivo de la personalidad humana. En el contexto de
la modernidad, este rasgo ha sido elevado al estado de condición fundacional que impregna la
totalidad de una época histórica.

(iii) "Lo posmoderno"

Por lo menos durante las tres últimas décadas, el concepto posmoderno ha sido una fuente
importante de debate en las ciencias sociales. Teniendo en cuenta que el concepto moderno ha
sido fuertemente discutido, no es difícil imaginar que posmoderno no es menos controvertido que
su predecesor. Sin embargo, si se interpreta el concepto posmoderno, generalmente se asocia a la
idea de un cambio de época: El discurso sobre lo pos se relaciona a veces con un sentido
apocalíptico de ruptura, el advenimiento de lo nuevo. El uso del prefijo "pos" en toda una variedad
de conceptos sociológicos diferentes parece haber sido una tendencia de moda en el pensamiento
social y político de finales del siglo XX hasta el presente. Sin embargo, la creatividad semántica de
los discursos académicos contemporáneos no es necesariamente un signo de su originalidad
intelectual. La validez de lo "pos" en las ciencias sociales no debe darse por sentada, más bien,
tiene que ser examinada críticamente para que su análisis vaya más allá de ser una provocativa
especulación retórica.

La proliferación contemporánea de neologismos que contienen el prefijo 'pos' es larga:


posmodernismo, posestructuralismo, postrascendentalismo, poscolonialismo, posmaterialismo,
posindustrialismo, posfordismo, poskeynesianismo, postsocialismo, poscomunismo, posmarxismo,
posutopismo, postsecularismo y posthumanismo, por mencionar sólo algunos. La próspera
multiplicidad de estos conceptos parece sugerir «que vivimos en una era pos-algo» o, en un
sentido más holístico, en un período pos-todo, caracterizado por un sentido difuso de "estar
después de... luego de". La ontología del mundo contemporáneo, con frecuencia, es retratada
como una posontología. Sin embargo, el prefijo pos es problemático en al menos tres aspectos.

(1) Hay un problema de definición. Como término para delimitar periodos, el prefijo pos delinea
un concepto de manera negativa, lo que no es. Su única característica afirmativa es su delimitación
temporal con respecto a una condición a la que supera, que viene "después", que es algo más. Así,
define un estado de cosas en oposición a otra situación, hasta ahora existente, pero sin indicar lo
que realmente representa. Como resultado, uno tiene la impresión de que "estamos viviendo en
un mundo nuevo, un mundo que no sabe definirse por lo que es, sino sólo por lo que acaba de
dejar de ser". Por lo tanto, el prefijo 'pos' nos dice lo que la edad actual no es, en lugar de lo que
es. El pos es en sí mismo un concepto temporal, implicando un "antes" y un "después". No es
postular que el pensamiento posmoderno carece necesariamente de una concepción del presente;
es reconocer, sin embargo, que su comprensión del "aquí y ahora" se basa en el supuesto de que
la época contemporánea constituye una condición histórica caracterizada por una
indeterminación radical.

(2) Muy relacionado con el punto anterior, existe un problema interpretativo. Si los períodos
históricos se definen principalmente sobre la base de los prefijos «pre» y «pos» y, por lo tanto, en
términos de un «antes» y un «después», entonces la naturaleza del ahora está en peligro de
desaparecer sistemáticamente. Historizar la sociedad basándose exclusivamente en las lecturas
"pos" de la realidad social es problemático en la medida en que una visión dependiente del prefijo
deja incuestionable la posición del presente, de la cual se supone que es capaz de lograr una
perspectiva legítima a partir de una sucesión cronológica. Sin embargo, un análisis profundo del
«después» debe implicar un estudio igualmente concienzudo del «ahora». Si se quiere caracterizar
el presente en términos de cualquier forma de "sentido de ser posterior a", necesitamos
proporcionar un relato sistemático de lo que esta supuesta "posterioridad" representa. Una
reflexión integral sobre el «presente» debe implicar una consideración minuciosa del «pasado»,
así como un examen crítico del «pasado» es inconcebible sin una atención consciente a las
condiciones históricas del «presente». Para entender lo que es la sociedad, necesitamos captar lo
que ha sido la sociedad. Una concepción "pos-estática" del presente debe demostrar que no cae
en la trampa de interpretar el presente exclusivamente en términos del futuro. La historia está
imbuida del continuo temporal entre pasado, presente y futuro.

(3) Existe un problema normativo. Paradójicamente, si definimos un concepto en oposición a otro


concepto, corremos el riesgo de crear un sentido de heteronomía terminológica. Por muy radical
que pueda ser la transformación del "después" en el "ahora", el después sólo pueden emerger
dentro del horizonte temporal del ahora. Definir el presente como «posmoderno» significa
reconocer el poderoso estatuto de «lo moderno». Si la noción de «posmoderno» se entiende,
literalmente, como una condición caracterizada por un «después del ahora», entonces se hace
evidente la ineludible dependencia del «después» sobre el «ahora». El concepto de
«posmoderno» no desacredita ni socava, sino que, por el contrario, reconoce y refuerza
implícitamente la pertinencia permanente del concepto moderno. Por supuesto, los pensadores
contemporáneos pueden afirmar que hemos ido más allá de la condición de la modernidad. Sin
embargo, omitiendo si la cuestión es real o imaginaria, la transición a la posmodernidad no puede
disociarse de su conexión intrínseca con la modernidad, pues la primera se sitúa en el horizonte de
la segunda. El poder trascendente de la posmodernidad es inseparable de su apego histórico a la
condición de modernidad.

Ya hemos considerado brevemente el significado del término «moderno». De la misma manera,


debemos tener en cuenta el desarrollo etimológico del término «posmoderno». Curiosamente, los
primeros ejemplos del uso de la palabra "posmoderno" no se encuentran en la teoría social, sino
en el arte y la literatura. Para ser exactos, el empleo inicial de este término en los escritos
modernos se puede remontar a los campos de las artes plásticas y la poesía:

El uso más temprano identificado hasta ahora fue el que hizo, hacia 1870, John Watkins Chapman,
un pintor inglés, que describió como la pintura "posmoderna" era supuestamente más moderna
que el impresionismo francés. El concepto fue empleado igualmente en literatura en 1934 y en
1942 para describir una tendencia relacionada en la poesía hispánica.

Refiriéndose a las tendencias experimentales de las artes y la arquitectura occidentales desde


1940 o 1950 en adelante, el posmodernismo representa tanto la continuación como la
trascendencia del modernismo, e incluye una mezcla ecléctica de diferentes tradiciones, tanto del
pasado inmediato como del lejano. Por el contrario, los debates sobre la naturaleza de lo
posmoderno en ciencias sociales constituye un fenómeno relativamente reciente, es decir, un
rasgo discursivo de finales del siglo XX. Como se demostrará en el presente estudio, estas disputas
son cruciales para entender los cambios paradigmáticos que han reformado significativamente las
ciencias sociales en las últimas décadas.

En la medida en que se supone que las definiciones conceptuales son racionalmente justificables y
objetivas, y en la medida en que los posmodernistas cuestionan la posibilidad de proporcionar
fundamentos epistémicos para la validez representacional de la racionalidad y la objetividad, el
intento de desarrollar una descripción no moderna de la posmodernidad parece ser una
contradicción en los términos. A primera vista, no existe una definición conceptual del
posmodernismo capaz de escapar a la lógica de los presupuestos del pensamiento intelectual
moderno. El escepticismo hacia la idea de imponer normas 'modernas' a 'lo posmoderno', al
conceptualizar este último desde el punto de vista del primero, se refleja en declaraciones como
las siguientes:

"En esta lectura, los valores modernos de claridad, consenso y convergencia se privilegian sobre
formas heterogéneas de pensamiento que aceptan y trabajan con ambigüedades, incertidumbres
y complejidad. La idea misma de que lo posmoderno tiene que significar algo, de que este
significado debe ser claro, y que cualquier movimiento posmoderno es necesariamente unificado
en su objetivo es trabajar a partir de presuposiciones de valor modernistas y promover esta
perspectiva por encima cualquier alternativa."

“Los posmodernistas no quieren definir [...]. Las definiciones se relacionan con aquellas mismas
cualidades de racionalidad y objetividad que los posmodernistas están empeñados en negar.”

Es difícil evitar dar una definición moderna de lo posmoderno, de hecho, cualquier definición del
posmodernismo resultará modernista.

Además, llama la atención que varios comentaristas críticos insistan en que, debido a sus raíces
intelectuales eclécticas y su relevancia diversificada en diferentes áreas de estudio, puede ser
inútil tratar de definir el término posmoderno de una manera clara e inequívoca:

 "[...] la etiqueta 'posmoderno' es problemática, pues a menudo reúne teóricos y prácticas


en conflicto.
 El posmodernismo es un movimiento contemporáneo. [...] no está del todo claro qué
demonios es. De hecho, la claridad no es uno de sus atributos más marcados.
 [...] el término posmoderno carece [...] de un presupuesto conceptual, o de cualquier
control empírico de la llamada "realidad".
 Posmodernismo es un término que desafía una definición simple.
 La posmodernidad es lo-que-sea-que-le sucede a la modernidad.
 [...] el postmodernismo [...] no tiene un significado fijo [...].
 [...] el posmodernismo desafía todas las definiciones."6

Además de este problema de definición, vale la pena mencionar que, si bien - por lo menos
durante las últimas tres décadas - ha sido común utilizar el término "posmodernismo", parece
impopular ser clasificado como un "posmodernista", dado que muy pocos teóricos se identifican
abiertamente y explícitamente con esta etiqueta.

Es una peligrosa provocación ser un posmodernista, por lo menos en los círculos académicos. Hay
mucho más libros y artículos que nos dicen lo que está mal en la teoría posmoderna que
declaraciones a su favor.

Uno de los rasgos de la discusión que se ha desarrollado alrededor del polémico pensamiento
social y filosófico posmoderno, es que los analistas más estrechamente identificados con ella
podrían describirse como, en el mejor de los casos, participantes reacios.

En resumen, el concepto de «posmoderno» parece difícil -o tal vez imposible- de definir en (a) no-
moderno y no-logocéntrico, (b) inequívoco y conciso, y (c) términos francamente favorables e
inequívocamente comprensivos. Todas estas objeciones y reflexiones, todos los intentos de
definición y los métodos para dar sentido a lo "posmoderno" están plagados de dificultades. Lejos
de constituir una tradición ideológica coherente o una escuela de pensamiento claramente
definible, el "posmodernismo" ha sido moldeado por un movimiento intelectual ecléctico y
heterogéneo, cuyos partidarios comparten una característica significativa: el escepticismo radical
hacia las creencias y principios asociados al proyecto de modernidad en general y con el
pensamiento ilustrado en particular. Sin embargo, lo que los defensores del "posmodernismo"
también tienen en común es que, paradójicamente, están unidos intelectual y socialmente al
horizonte histórico del que pretenden desprenderse: la condición de la modernidad. No es la
existencia «posmoderna» la que ha dado lugar a la noción de «lo moderno», es la existencia de lo
«moderno» que precede al surgimiento de la idea de «lo posmoderno».

No hay duda de que no tiene sentido negar la considerable influencia que el pensamiento
posmoderno ha tenido y sigue teniendo en los debates y controversias en las ciencias sociales. No
obstante, es pertinente reconocer que tanto su relevancia como la fuerza discursiva de los
enfoques posmodernos se deben en gran parte a su oposición provocativa -y, en muchos sentidos,
intelectualmente enriquecedora- a las tradiciones modernas de pensamiento, especialmente las
inspiradas o representativas de la Ilustración. Como indica la multifacética historia del
pensamiento intelectual, un indicador crucial del impacto de los discursos hegemónicos sobre la
sociedad es su capacidad para provocar el surgimiento de discursos contra hegemónicos. Es
debido al hecho, no a pesar de, que el pensamiento posmoderno ha sido inmensamente
influyente que ha sido criticado de muchas maneras y por eruditos con diversos antecedentes
disciplinarios. Por lo tanto, las formas multifacéticas de crítica dirigidas contra el pensamiento
posmoderno deben considerarse no sólo como un signo de sus debilidades y limitaciones
sustantivas, sino también como una manifestación de sus considerables fortalezas y
contribuciones.

6
Estas definiciones provienen de Gane, Mike, and Nicholas Gane (2007) ‘The Postmodern: After the
(Non)Event’, in Pelagia Goulimari (ed.) Postmodernism. What Moment?, Manchester University Press,
La elasticidad del término "posmoderno" es sintomática tanto de la complejidad teórica como del
amplio alcance del "giro posmoderno". De hecho, se puede afirmar que la insistencia posmoderna
sobre la indeterminación empírica del mundo contemporáneo se refleja en la indeterminación
conceptual del pensamiento posmoderno. Dado su compromiso con el eclecticismo teórico y su
oposición al uso de las camisas de fuerza analíticas "totalizadoras", es difícil ofrecer una definición
comprensiva -ni universalmente aplicable- del pensamiento posmoderno.

Sea como fuere, una de las características de los enfoques posmodernos es desconfiar de
definiciones aparentemente coherentes, exhaustivas y confiables que tengan como objetivo
ofrecer relatos conceptuales adecuados de aspectos materiales o simbólicos de la realidad. Dado
que los partidarios del "giro posmoderno" se fijan la tarea de escapar de los "parámetros
totalizadores" impuestos por el pensamiento ilustrado, sus provocativos escritos abren un espacio
discursivo para las discusiones sobre las condiciones sociales y los presupuestos hermenéuticos
subyacentes a la producción del significado.

Teniendo en cuenta sus formas de desestabilizar de manera subversiva y de deconstruir el


conocimiento académico de sentido común y sus supuestos, no es de extrañar que el
"posmodernismo" fue durante un tiempo cercano a la "izquierda" y que algunos insistan en
vínculos directos o indirectos entre el posmodernismo y la teoría crítica, así como, quizá de
manera menos sorprendente, las conexiones existentes, obvias o sutiles, entre el posmodernismo
y el feminismo. Algunos críticos están incluso inclinados a argumentar que pueden obtenerse
valiosos conocimientos del cruce entre posmodernismo y marxismo. Cualesquiera que sean los
beneficios teóricos o prácticos resultantes de la creación de alianzas entre el posmodernismo y
otras tradiciones intelectuales, todavía debemos abordar una cuestión central: ¿Quiénes son estos
"postmodernistas"?

¿Quiénes son los 'posmodernistas'?

La lista de eruditos cuyas obras están directa o indirectamente, explícita o implícitamente,


correctamente o equivocadamente, asociadas con el surgimiento del pensamiento posmoderno es
larga. En orden alfabético, podemos mencionar a los siguientes estudiosos que en muchos casos,
contrariamente a su voluntad, o en algunos casos a título póstumo y, por lo tanto, sin su
conocimiento, parecen haber desempeñado un papel notable en la construcción y desarrollo de la
posmodernidad pensamiento:

Perry Anderson (1938-), Jean Baudrillard (1929-2007), Zygmunt Bauman (1925-2017), Steven Best
(1955-), Judith Butler (1956-), Gilles Deleuze (1925-95), Jacques Derrida (1930-2004) ), Mike
Fatherstone (1946-), Michel Foucault (1926-1984), Francis Fukuyama (1952-), Félix Guattari (1930-
92), Donna J. Haraway (1944-), Sandra Harding (1935-), Nancy Hartsock (1943-1915), David Harvey
(1935-), Ihab H. Hassan (1925-), Martin Heidegger (1889-1976), Ágnes Heller (1929-), Linda
Hutcheon (1947-), Andreas Huyssen (1942–), Lucio Irigaray (1932-), Fredric Jameson (1934-), Keith
Jenkins (1943-), Douglas Kellner (1943-), Ernesto Laclau (1935-2014), Scott Lash (1945-), Bruno
Latour (1947–), David Lyon (1948-), Jean-François Lyotard (1924-98), Michel Maffesoli (1944-),
Doreen Massey (1944-), Chantal Mouffe (1943-), Linda J. Nicholson (1947-), Friedrich Nietzsche
(1844-1900), Richard Rorty (1931-2007), Steven Seidman (1948-), Hugh J. Sil Verman (1945-),
Edward Soja (1940-), Keith Tester (1960-), John Urry (1946-), Gianni Vattimo (1936-), Robert
Venturi (1925-), Wolfgang Welsch (1946-), Ludwig Wittgenstein (el Wittgenstein tardío) (1889-
1951), Iris Marion Young (1949-2006), y Slavoj Žižek (1949-).

Por supuesto, la lista anterior es necesariamente selectiva y, por tanto, no exhaustiva. Puesto que
el presente estudio tiene como objetivo proporcionar una explicación temática organizada y no
autorizada de los supuestos subyacentes al "giro posmoderno", no tiene mucho sentido dar una
visión general de las principales contribuciones intelectuales de los pensadores cuyas obras - con
razón o sin ella - se considera que han desempeñado un papel central, o al menos marginal, en la
creación de una tradición posmoderna de pensamiento. Se puede encontrar en la bibliografía una
amplia gama de introducciones útiles a sus obras, lo que nos permite apreciar la relevancia de sus
escritos, no sólo para el desarrollo del pensamiento posmoderno, sino más ampliamente, para las
formas contemporáneas de análisis social y político. La pregunta que se plantea en este contexto
es en qué medida los nombres de los críticos e investigadores cuyas obras están inextricablemente
ligadas al surgimiento del pensamiento posmoderno pueden clasificarse de manera significativa
para captar el alcance intelectual y el significado de sus obras. Los siguientes criterios parecen ser
particularmente importantes a este respecto.

(1) Se puede clasificar a los eruditos cuyas obras están asociadas con el "giro posmoderno" en
términos de su origen geográfico:

• Africano (Hassan);
• Angloeuropeo (Anderson, Featherstone, Harvey, Jenkins, Lyon, Massey, Soja, Tester, Urry);
• Europeos continentales (Baudrillard, Bauman, Deleuze, Derrida, Foucault, Guattari, Harvey,
Heidegger, Heller, Huyssen, Irigaray, Latour, Lyotard, Maffesoli, Mouffe, Nietzsche, Vattimo,
Welsch, Wittgenstein, Žižek);
• Norteamericano (Best, Butler, Fukuyama, Haraway, Harding, Hartsock, Hassan, Hutcheon,
Jameson, Kellner, Lash, Nicholson, Rorty, Seidman, Silverman, Soja, Venturi, Young);
• Suramericano (Laclau).
Curiosamente, la abrumadora mayoría de los estudiosos más influyentes asociados con el
pensamiento posmoderno son europeos continentales o norteamericanos.

(2) Se puede clasificar a los eruditos cuyas obras están asociadas con el "giro posmoderno" en
términos de su origen nacional:

• Argentino (Laclau);
• Austro-británico (Wittgenstein);
• Belga (Mouffe);
• Británicos (Anderson, Featherstone, Harvey, Jenkins, Lyon, Massey, Soja, Tester, Urry);
• Canadiense (Hutcheon);
• Francés (Baudrillard, Deleuze, Derrida, Foucault, Guattari, Irigaray, Latour, Lyotard, Maffesoli);
• Alemán (Heidegger, Huyssen, Nietzsche, Welsch);
• Húngaro (Heller);
• Italiano (Maffesoli, Vattimo);
• Polaco (Bauman);
• Esloveno (Žižek);
• Estadounidense (Best, Butler, Fukuyama, Haraway, Harding, Hartsock, Hassan, Jameson, Kellner,
Lash, Nicholson, Rorty, Seidman, Silverman, Soja, Venturi, Young).
Lo que es llamativo a este respecto es que la mayoría de las que evidentemente se consideran
“figuras fundadoras" o "figuras de referencia" del proyecto postmoderno son francesas o
estadounidenses.

(3) Se puede clasificar a los estudiosos cuyas obras están asociadas con el "giro postmoderno" en
términos de la especificidad lingüística de sus principales escritos, es decir, sobre la base de su
lengua principal:

• Anglófono (Anderson, Bauman, Best, Butler, Featherstone, Fukuyama, Haraway, Harding,


Hartsock, Harvey, Hassan, Heller, Hutcheon, Huyssen, Jameson, Jenkins, Kellner, Laclau, Rorty,
Seidman, Silverman, Soja, Probador, Urry, Venturi, Wittgenstein, Young, Žižek);
• Francófonos (Baudrillard, Deleuze, Derrida, Foucault, Guattari, Irigaray, Latour, Lyotard,
Maffesoli, Mouffe);
• Germanófono (Heidegger, Huyssen, Nietzsche, Welsch, Wittgenstein);
• Hispanófono (Laclau);
• Italianófono (Vattimo).
Lo que es notable a este respecto es que, en general, se considera que los trabajos de los
estudiosos francófonos son los que rompen el camino de la tradición posmoderna, mientras que el
papel de los reconocidos eruditos anglófonos parece ser el de recicladores e intérpretes creativos
de esta corriente intelectual.

(4) Se puede clasificar a los eruditos cuyas obras están asociadas con el 'giro posmoderno' en
relación a su situacion temporal. En términos generales, podemos distinguir entre los primeros
modernos, los propiamente modernos, los tardíamente modernos y, de modo tautológico, los
posmodernistas posmodernos:

• eruditos cuyas obras fueron producidas en el período moderno temprano (aproximadamente


1600-1920), cuyos escritos anticipaban el surgimiento del pensamiento posmoderno, pero que no
necesariamente tenían la intención de hacerlo, y mucho menos de utilizar el término
"posmoderno" (Nietzsche);

• los estudiosos cuyos trabajos comenzaron a tener un impacto en el pensamiento social en el


período moderno (aproximadamente 1920-70) y cuyos escritos parecían indicar un movimiento
consciente en un nuevo e inaudito horizonte intelectual o histórico (Heidegger, Wittgenstein);

• eruditos cuyas obras principales surgieron en un contexto histórico que algunos ya


caracterizarían como moderno tardío o posmoderno (aproximadamente en 1970) y que pretenden
radicalizar la condición histórica asociada con la posmodernidad (Anderson, Baudrillard, Bauman,
Best, Butler, Deleuze, Derrida, Featherstone, Foucault, Fukuyama, Guattari, Haraway, Harding,
Hartsock, Harvey, Hassan, Heller, Hutcheon, Huyssen, Irigaray, Jameson, Jenkins, Kellner, Laclau,
Lash, Latour, Lyon, Lyotard, Maffesoli, Mouffe, Nicholson, Rorty, Seidman, Silverman, Soja,
Probador, Urry, Vattimo, Venturi, Welsch, Young, Žižek).

Como se ha ilustrado más arriba, algunos de los primeros modernos y los propiamente modernos,
muy influyentes, son póstumamente -y, por lo tanto, sin su conocimiento- asociados con el
pensamiento posmoderno (en especial Nietzsche, Heidegger y el Wittgenstein tardío). Además, las
principales figuras recientes o contemporáneas cuyas ideas se relacionan con el pensamiento
posmoderno, bien o mal, han producido sus principales escritos, generalmente, después de 1970.

(5) Se puede clasificar a los eruditos cuyas obras están asociadas con la "giro posmoderno" en
términos de pertenencia generacional:

• los nacidos en la primera parte del siglo XIX (1800-1850) ( Nietzsche);


• los nacidos en la segunda parte del siglo XIX (1850-1900) (Heidegger, Wittgenstein);
• los nacidos en la década de 1920 (Baudrillard, Bauman, Deleuze, Foucault, Hassan, Heller,
Lyotard, Venturi);
• los nacidos en los años treinta (Anderson, Derrida, Guattari, Harding, Harvey, Irigaray, Jameson,
Jenkins, Laclau, Rorty);
• los nacidos en la década de 1940 (Featherstone, Haraway, Hartsock, Hutcheon, Huyssen, Jenkins,
Kellner, Lash, Latour, Lyon, Maffesoli, Massey, Mouffe, Nicholson, Seidman, Silverman, Soja, Urry,
Welsch, Young, ;
• los nacidos en la década de 1950 (Butler, Fukuyama);
• los nacidos en los años sesenta (Tester).
Como se ha demostrado anteriormente, la mayoría de las figuras intelectuales cuyas obras no sólo
están vinculadas al pensamiento posmoderno sino que, además, probablemente seguirán siendo
influyentes durante décadas y posiblemente siglos, nacieron en el siglo XIX (Nietzsche, Heidegger,
Wittgenstein), en la década del 1920 o principios de los treinta (Baudrillard, Bauman, Deleuze,
Derrida, Foucault, Rorty). Por supuesto, esto se debe en parte al hecho de que pueden pasar
décadas hasta que un erudito - en la medida en que tenga éxito en hacer una contribución
innovadora a su campo de especialización y sea ampliamente reconocido por este logro - se
considere comúnmente como un "gran nombre". Lo que es más importante, sin embargo, es que
demuestra que los "grandes nombres" del siglo XX relacionados con el pensamiento posmoderno
experimentaron su educación intelectual en la segunda posguerra y produjeron sus principales
escritos en el período que condujo al final de la Guerra Fría, en el contexto del colapso del
socialismo de estado, lo cual llevó a la creciente deslegitimación de las grandes narrativas
ideológicas inspiradas por el marxismo.

(6) Se puede clasificar a los estudiosos cuyas obras están asociadas con el «giro postmoderno» en
términos del contexto específico en el que tuvieron impacto sus obras principales, es decir, en
términos del período en que fueron particularmente prolíficos y comenzaron a tener influencia
sustancial en el pensamiento occidental:

• a finales del siglo XIX (Nietzsche);


• en la década de 1930 (Heidegger, Wittgenstein);
• en los años sesenta (Venturi);
• en los años setenta (Baudrillard, Deleuze, Derrida, Foucault, Guattari, Heller);
• en los años 80 (Bauman, Featherstone, Haraway, Harding, Hartsock, Harvey, Hassan, Hutcheon,
Huyssen, Irigaray, Jameson, Laclau, Lash, Latour, Lyotard, Massey, Mouffe, Rorty, Urry, Vattimo y
Welsch);
• en la década de 1990 (Anderson, Best, Butler, Fukuyama, Jenkins, Kellner, Lyon, Maffesoli,
Nicholson, Seidman, Silverman, Soja, Tester, Young, Žižek);
• en la primera década del nuevo milenio (los mismos de la década del noventa).
Lo que es notable a este respecto es que las figuras más influyentes del siglo XX asociadas con el
pensamiento posmoderno publicaron sus obras maestras a finales de los años setenta y ochenta.
En otras palabras, la mayoría de ellos - esto se aplica especialmente a los franceses- produjeron
sus escritos clave después de 1968, lo que ha llevado a una reestructuración radical tanto de los
arreglos institucionales como de los discursos ideológicos hegemónicos establecidos en Occidente.

(7) Uno puede clasificar a los eruditos cuyas obras están asociadas con el "giro posmoderno" en
términos de su posicionamiento discursivo. A) Participantes póstumos e involuntarios son aquellos
estudiosos cuyas obras comenzaron a estar vinculadas al pensamiento posmoderno mucho
después de su muerte. B) Los participantes renuentes y no proselitistas son aquellos pensadores
que no se identifican explícitamente con el rótulo de «posmoderno» o, en algunos casos, incluso
lo rechazan, pero cuyas obras están asociadas con este término. C) Los simpatizantes moderados
son aquellos teóricos que, si bien no proclaman necesariamente el advenimiento de la
posmodernidad o del "giro posmoderno", avalan el proyecto posmoderno, por muy vagamente
definido que sea. D) Los partidarios y contribuyentes entusiastas son los que abogan
explícitamente y participan activamente en la creación de un paradigma posmoderno y la
construcción de una sociedad posmoderna. Según esta categorización, es posible clasificar a los
estudiosos cuyas obras están asociadas con el "giro posmoderno" de la siguiente manera:

• participantes póstumos e involuntarios (Heidegger, Nietzsche, Wittgenstein);


• participantes renuentes y no proselitistas (Butler, Deleuze, Derrida, Foucault, Fukuyama,
Guattari, Harvey, Heller, Irigaray, Jameson, Laclau, Latour, Massey, Mouffe, Rorty, Urry, Young);
• simpatizantes moderados (Anderson, Baudrillard, Bauman, Best, Haraway, Harding, Hartsock,
Hutcheon, Huyssen, Kellner, Lash, Lyon, Maffesoli, Tester, Vattimo, Venturi, Welsch, Žižek);
• partidarios entusiastas y contribuyentes (Featherstone, Hassan, Lyotard, Jenkins, Nicholson,
Seidman, Silverman, Soja).
Lo que se nota al considerar la clasificación anterior es que aunque sólo hay un puñado de
participantes póstumos e involuntarios, dado que son ampliamente considerados como "figuras
clásicas" del pensamiento intelectual occidental, sus obras son de importancia canónica para el
proyecto posmoderno. Además, la gran mayoría de los pensadores cuyos escritos están vinculados
al "giro posmoderno" pueden ser descritos como participantes renuentes y no proselitistas o
como simpatizantes moderados. Irónicamente, las principales figuras intelectuales cuyos nombres
están asociados con el pensamiento posmoderno no se identifican inequívocamente con esta
etiqueta. Los críticos pueden argumentar legítimamente que, a la luz de esto, el "giro
posmoderno" es un proyecto que carece de apoyo explícito, fuerte y generalizado entre aquellos
que son considerados como representantes clave de su espíritu intelectual. Por lo tanto, no es de
extrañar que los partidarios abiertamente autodeclarados y de corazón del "giro posmoderno"
representen una clara minoría.

(8) Se puede clasificar a los eruditos cuyas obras están asociadas con el "giro posmoderno" en
términos de aquello a lo que se oponen:

• la crítica del antropocentrismo (Best, Foucault, Latour, Lyotard);


• la crítica de las divisiones binarias (Butler, Foucault, Haraway, Hartsock, Irigaray, Latour,
Nicholson, Rorty, Young);
• la crítica de (y una cierta fascinación) con el capitalismo consumista (Best, Featherstone, Harvey,
Jameson, Kellner, Lash, Tester, Urry);
• la crítica del poder disciplinario y la vigilancia (Foucault, Lyon);
• la crítica del esencialismo (Butler, Deleuze, Derrida, Foucault, Guattari, Haraway, Harding,
Hartsock, Irigaray, Mouffe, Nietzsche, Seidman, Young);
• la crítica del fundacionalismo (Butler, Foucault, Latour, Nietzsche, Rorty,
Seidman, Silverman, Young, Žižek);
• la crítica de la heteronormatividad (Butler, Foucault, Haraway, Harding, Hartsock, Irigaray,
Nicholson, Seidman, Young);
• la crítica del logocentrismo y del representacionalismo (Derrida, Wittgenstein tardío);
• la crítica de las metanarrativas (Lyotard, Seidman);
• la crítica de la metafísica (Heidegger);
• la crítica de la razón moderna (Foucault, Guattari, Heidegger, Lyotard, Nietzsche, Rorty, Seidman,
Silverman);
• la crítica de la modernidad (Bauman, Foucault, Hassan, Heidegger, Hutcheon, Huyssen, Lyotard,
Maffesoli, Seidman, Tester, Vattimo, Venturi, Welsch, Žižek);
• la crítica del marxismo ortodoxo (Anderson, Deleuze, Foucault, Fukuyama, Guattari, Harvey,
Heller, Jameson, Kellner, Laclau, Lash, Lyotard, Massey, Mouffe);
• la crítica de las nociones tradicionales de socialidad (Maffesoli, Seidman);
• la crítica del teleologismo (Foucault, Fukuyama, Jenkins, Laclau, Lyotard, Mouffe, Nietzsche,
Seidman, Silverman, Welsch);
• la crítica de la organización instrumental del espacio (Harvey, Massey, Soja, Venturi).
• la crítica de la economía política del signo (Baudrillard);
• la crítica del sujeto (Foucault, Heidegger, Laclau, Latour, Lyotard, Mouffe, Nietzsche, Rorty,
Seidman, Silverman, Žižek).
Como se ilustra en la lista anterior, el cultivo de una "actitud de oposición" eclecticamente
orientada es crucial para el "espíritu posmoderno". En este sentido, el esfuerzo posmoderno es un
intento de romper con los presupuestos canónicos del pensamiento ilustrado. Si bien la oposición
al marxismo ortodoxo es vital para el «espíritu posmoderno», es sorprendente que la mayoría de
los pensadores francófonos cuyos escritos se relacionen con el proyecto posmoderno procedan,
desde el punto de vista político e intelectual, de una tradición marxista y a menudo sean descritos
como 'posmarxistas'. Por supuesto, como se demostró anteriormente, la naturaleza subversiva del
pensamiento posmoderno tiene muchas facetas. Sin embargo, su oposición a la gran narrativa del
«socialismo científico» es particularmente importante porque indica que la crisis del marxismo y el
auge del posmodernismo, a principios de los 90, coinciden históricamente.

(9) Se puede clasificar a los eruditos cuyas obras están asociadas con el 'giro posmoderno' en
términos de sus contribuciones temáticas:

• epistemologías posmodernas (Best, Derrida, Foucault, Haraway, Harding, Hartsock, Hassan,


Heidegger, Irigaray, Kellner, Laclau, Latour, Lyotard, Nicholson, Nietzsche, Rorty, Seidman,
Silverman, Urry, Vattimo, Welsch, Young, Žižek);
• metodologías posmodernas (Foucault, Haraway, Harding, Hartsock);
• sociologías posmodernas (Baudrillard, Bauman, Featherstone, Foucault, Haraway, Hartsock,
Harvey, Heller, Jameson, Kellner, Lash, Lyon, Lyotard, Maffesoli, Massey, Nicholson, Seidman, Soja,
Tester, Urry, Vattimo);
• historiografías posmodernas (Foucault, Fukuyama, Heidegger, Heller, Jenkins, Lyotard, Nietzsche,
Vattimo, Žižek);
• políticas posmodernas (Fukuyama, Haraway, Hartsock, Harvey, Heller, Irigaray, Kellner, Laclau,
Mouffe, Nicholson, Seidman, Soja, Young).

Más específicamente:

• las teorías posmodernas de las relaciones actor-red (Latour);


• teorías posmodernas de la deconstrucción (Derrida, Heidegger);
• teorías postmodernas del deseo (Deleuze, Guattari);
• teorías posmodernas sobre el género (Butler, Foucault, Haraway, Hartsock, Irigaray, Nicholson);
• teorías posmodernas de la hiperrealidad (Baudrillard, Lash);
• teorías postmodernas de la literatura (Hutcheon, Huyssen).
• teorías posmodernas de la parodia (Hutcheon);
• teorías posmodernas del poder (Butler, Haraway, Hartsock, Laclau, Nietzsche, Foucault, Lyon,
Mouffe, Nietzsche, Seidman);
• teorías posmodernas del espacio (Harvey, Massey, Soja, Venturi);
• teorías posmodernas de la economía (Anderson);
• teorías posmodernas de los medios (Tester);
• teorías posmodernas del yo (Bauman, Deleuze, Foucault, Guattari, Haraway, Harding, Hartsock,
Irigaray, Maffesoli, Seidman, Tester).
La lista anterior ilustra que las áreas temáticas cubiertas por el pensamiento posmoderno son
impresionantemente amplias. De hecho, el "giro posmoderno" ha dado forma, aunque en
diferentes grados y con resultados diferentes, a debates y controversias clave en casi todas las
disciplinas de las ciencias sociales y, posiblemente, también en las humanidades. Por otra parte, es
irónico que, a pesar de su espíritu antifundamentalista, todos los enfoques posmodernos -en
cualquier disciplina académica y en cualquier área temática- compartan una motivación
fundamental: la relativización epistemológica de los estándares cognitivos, normativos y estéticos.
En otras palabras, el relativismo epistémico constituye la piedra angular de los enfoques
posmodernos.

(10) De manera un poco más polémica, se puede clasificar a los estudiosos cuyas obras están
asociadas con el "giro postmoderno" en términos de su posición filosófica o ideológica:

En términos de ideologías clásicas de grandes dimensiones:

• anarquista (Deleuze, Derrida, Foucault);


• conservador (Fukuyama, Heidegger);
• fascista o cuasi-fascista (Heidegger);
• liberal (Fukuyama, Hassan, Rorty);
• Marxista o posmarxista (Anderson, Baudrillard, Derrida, Foucault, Harvey, Heller, Jameson,
Kellner, Laclau, Massey, Mouffe, Vattimo, Žižek);
• socialdemócrata / weberiana (Bauman, Lash, Tester);
En términos de ideologías específicas o de paradigma:

• derechos de los animales (Best);


• cosmopolita (Derrida);
• diferencialista (Butler, Featherstone, Harding, Seidman, Silverman, Soja, Vattimo, Young);
• feminista (Butler, Haraway, Harding, Hartsock, Hutcheon, Irigaray, Nicholson, Young);
• freudiana (Deleuze, Guattari);

En términos de ideologías anti-ideológicas:

• ironista cínico (Hutcheon, Latour, Rorty);


• nihilista (Nietzsche);
• relativista (Huyssen, Jenkins, Lash, Lyón, Lyotard, Maffesoli, Urry, Venturi, Welsch, más tarde
Wittgenstein).

Una curiosa paradoja de los diversos enfoques posmodernos en las ciencias sociales -y, sin duda,
en las humanidades- es su antimarxismo posmarxista. Fuertemente influenciados por el
pensamiento marxista, estos enfoques cuestionan la validez de sus suposiciones ideológicas
centrales, con el objetivo de alejarse de esta tradición intelectual. Sin embargo, al reflexionar
sobre los fundamentos filosóficos o ideológicos del pensamiento posmoderno, lo importante es
que nos enfrentamos a otra paradoja: si bien el surgimiento de los enfoques posmodernos tiende
a asociarse con la consolidación histórica de una "época posideológica", época en la que los
grandes clásicos, los grandes referentes ideológicos, parecen haber perdido legitimidad, la
mayoría de los pensadores asociados con el proyecto posmoderno no sólo han desarrollado sus
enfoques dentro de estos marcos ideológicos particulares, sino que también continúan apoyando
visiones de mundo específicas. Por lo tanto, el "espíritu posmoderno" está permeado por una
forma de anti-ideologismo pseudo-pos-ideológico, que es completamente ideológico, y no
posideológico, no sólo porque un paradigma intelectual que se opone al pensamiento ideológico
se mantiene - por definición - ideológico, sino porque los pensadores posmodernos surgieron de
las tradiciones intelectuales ideológicamente conformadas. También, porque -como otras
ideologías y todos los "ismos" intelectuales, el posmodernismo puede y se ha mezclado con otros
marcos ideológicos. Su elasticidad se refleja en los diversos intentos de casar el posmodernismo
con otros "ismos": el anarquismo posmoderno; Marxismo posmoderno; Socialdemocracia
posmoderna; Weberianismo posmoderno; Liberalismo posmoderno; Conservadurismo
posmoderno; Fascismo posmoderno; Feminismo posmoderno; Freudianismo posmoderno;
Moralismo posmoderno; Cosmopolitismo posmoderno; El globalismo posmoderno; Cinismo
posmoderno; y el Nihilismo posmoderno. En resumen, el pensamiento posmoderno es tan
adaptable como un camaleón.

(11) Uno puede clasificar a los eruditos cuyas obras están asociadas con el 'giro posmoderno' en
términos de su formación disciplinar:

• Filosofía (Best, Butler, Deleuze, Derrida, Foucault, Guattari, Haraway, Harding, Hartsock,
Heidegger, Heller, Irigaray, Kellner, Laclau, Latour, Lyotard, Mouffe, Nietzsche, Rorty, Silverman,
Welsch, Wittgenstein, Žižek);
• sociología (Baudrillard, Bauman, Featherstone, Irigaray, Jameson, Kellner, Lash, Latour, Lyon,
Lyotard, Maffesoli, Massey, Nicholson, Seidman, Tester, Urry, Vattimo);
• historiografía (Anderson, Foucault, Jenkins, Nicholson);
• política y teoría política (Anderson, Fukuyama, Foucault, Guattari, Haraway, Harding, Hartsock,
Jameson, Kellner, Laclau, Mouffe, Nicholson, Young, Žižek);
• economía (Fukuyama, Jameson);
• geografía (Harvey, Massey, Soja);
• antropología (Harvey, Latour);
• arquitectura (Venturi);
• teoría literaria (Butler, Derrida, Hassan, Hutcheon, Huyssen, Jameson, Lyotard);
• estudios culturales (Featherstone, Irigaray, Jameson, Lash, Latour, Žižek).
La mayoría de las "figuras fundadoras" del proyecto posmoderno son filósofos sociales franceses.
Más específicamente, tienden a ser considerados como eruditos filosóficamente entrenados,
sociológicamente orientados, políticamente motivados, culturalmente sofisticados y refinados
retóricamente. No es de extrañar, entonces, que la relevancia disciplinaria del pensamiento
posmoderno se concentre en las áreas de filosofía, sociología, ciencia política, estudios culturales y
teoría literaria.

(12) Más polémicamente, se puede clasificar - y, de hecho, ranquear - a los eruditos cuyas obras
están asociadas con el "giro posmoderno" en términos de su influencia intelectual:

• altamente influyentes ('clásicos' establecidos , 'inventores de paradigmas' y 'modificadores de


reglas') (Foucault, Heidegger, Nietzsche, Wittgenstein);
• muy influyentes (estudiosos contemporáneos muy prominentes) (Anderson, Baudrillard,
Bauman, Butler, Deleuze, Derrida, Fukuyama, Guattari, Jameson, Laclau, Latour, Lyotard,
Maffesoli, Mouffe, Rorty, Žižek);
• influyentes (destacados eruditos contemporáneos) (Best, Featherstone, Haraway, Harding,
Hartsock, Harvey, Hassan, Heller, Hutcheon, Huyssen, Irigaray, Jenkins, Kellner, Lash, Lyon,
Massey, Nicholson, Seidman, Silverman, Soja, Tester , Urry, Vattimo, Venturi, Welsch, Young).

Sin duda, las posiciones del ranking destinadas a mostrar el impacto de los estudiosos en campos y
subcampos académicos no sólo son relativamente arbitrarias, sino también potencialmente
peligrosas y contraproducentes. Sin embargo, se puede aceptar que, por las razones correctas o
erróneas, algunas figuras intelectuales son, en general, más influyentes que otras. Nos
enfrentamos a un fenómeno sorprendente cuando examinamos el significado más amplio de los
estudiosos cuyas obras están asociadas con el pensamiento posmoderno. Sólo algunos pueden ser
caracterizados como pioneros, entre los primeros pensadores modernos o estrictamente
modernos. Pocos de ellos pueden ser concebidos como pioneros, entre los pensadores modernos
tardíos o posmodernos. Sin embargo, una proporción notablemente grande de defensores y
simpatizantes posmodernos puede clasificarse como "comentaristas" y "recicladores" influyentes,
más que como "inventores de paradigmas", dentro de las disputas intelectuales contemporáneas.
El alcance intelectual y la influencia del pensamiento posmoderno

La variedad de enfoques académicos y no académicos de 'lo posmoderno' es abrumadora. Se


puede llegar a sugerir que, en las últimas tres décadas, el "espíritu posmoderno" ha logrado
colonizar casi todas las disciplinas y todas las áreas de investigación de las ciencias sociales,
especialmente en los círculos de debate dominados por los estudiosos anglófonos. El espectro del
posmodernismo esparce sus alas sobre casi todos los temas imaginables: las finanzas
posmodernas, la política de la vivienda posmoderna, el álgebra posmoderna, la biblioteca
posmoderna, el cerebro posmoderno y la Biblia posmoderna. Podemos ahora hablar de "Marx, o
Durkheim, o Simmel, o Parsons, o feminismo, posmoderno".

Dado este amplio impacto, la mayoría de los estudios sobre el pensamiento posmoderno enfatizan
la elasticidad conceptual, la multiplicidad discursiva y la aplicabilidad interdisciplinaria que
caracterizan su objeto de investigación. La pregunta clave que queda a este respecto es, entonces,
si el compromiso con el pensamiento posmoderno puede seguir siendo considerado como un
esfuerzo de investigación valioso a principios del siglo XXI. Al examinar la sociogénesis del
posmodernismo, parece que el profundo interés por el pensamiento posmoderno en las ciencias
sociales y las humanidades alcanzó su apogeo a mediados de los años noventa, “[...] el flujo de
publicaciones con posmoderno / posmodernidad / posmodernización en su título aumentó de una
pequeña corriente en la década de 1970 a una inundación en los años noventa.” Se expandió de
un total de 37 publicaciones en la década de 1970 a 534 en la década de 1980 y 4219 en la década
de 1990.

Uno puede especular acerca de las razones por las cuales desde principios de los años ochenta
hasta los noventa, los debates sobre lo moderno y lo posmoderno eran el asunto teórico más
"caliente de la ciudad", y por qué, además, el posmodernismo alcanzó su momento más influyente
a mediados de los noventa. Sin lugar a dudas, "la crisis intelectual del marxismo occidental", poco
antes y después de la caída del Muro de Berlín en 1989 desempeñó un papel fundamental, ya que
el posmodernismo parecía llenar un vacío de poder ideológico y político causado por el colapso del
marxismo. En el contexto de un mundo cada vez más globalizado, en el cual, para muchos
observadores y comentaristas, habían perdido toda credibilidad y legitimidad las alternativas
viables a la hegemonía del sistema capitalista liberal, el posmodernismo fue percibido por muchos
como un territorio atractivo. Se vio como un paradigma posideológico, capaz de dar cuenta de la
constitución caótica y desorganizada de una época en la que las concepciones teleológicas de la
historia sirvieron fundamentalmente, en el mejor de los casos, de modelos simplistas para la
interpretación reductiva de sociedades impredecibles y sin dirección. El fin de la Guerra Fría,
desencadenado por el colapso de los regímenes socialistas, parece haber llevado a la creación de
una selva posmoderna, cuyos habitantes, consciente o inconscientemente, están motivados por el
eslogan "todo vale". El "mundo donde cualquier cosa da lo mismo" es un universo de diversidad
social, cultural y política ilimitada en el que no hay espacio para las ideologías de grandes
dimensiones. Por lo tanto, los anuncios sobre el comienzo de la época posmodera están
íntimamente interrelacionados con proclamas provocativas sobre el "fin de la ideología".

De la misma manera que uno puede plantear la hipótesis de por qué el compromiso con el
pensamiento posmoderno alcanzó su punto máximo a mediados de los noventa, uno puede
preguntarse por qué alrededor de 1997 comenzó a declinar. A este respecto, se puede privilegiar
una de las siguientes explicaciones:

1. El mundo social ya no es "susceptible de ser analizado como posmoderno". Según esta


afirmación, la idea de "lo posmoderno" es ahora un anacronismo.

2. Los debates y las controversias sobre las formas posmodernas de ser pueden considerarse
anticuadas porque "todos somos posmodernos hoy en día". En este sentido, dado que la
posmodernidad se ha convertido, en este punto, en una realidad omnipresente y en «nuestra
condición más o menos universal», la idea de «lo posmoderno» se ha convertido, en relación con
la mayoría de los aspectos de la sociedad, tautológico.

3. La obsesión por el posmodernismo fue un fenómeno editorial y los editores académicos dejaron
de utilizarla títulos con esa palabra porque la ganancia en ventas ya no podía garantizarse.
Igualmente, porque cada paradigma que se pone de moda, ya sea intelectual o comercialmente
impulsado, tiene que llegar a su fin. Desde esta perspectiva, ya que "el aburrimiento iba a venir",
la idea de "lo posmoderno" equivale a poco más que una mercancía obsoleta.

En resumen, aunque el término «posmoderno» parece haber sobrevivido y sigue siendo utilizado
en la literatura, parece esencialmente «superado» y se ha convertido, en una palabra anticuada.

Así, de alguna manera, lo postmoderno, al menos en las ciencias sociales, ha desaparecido. Incluso
si se está dispuesto a admitir que el posmodernismo se expandió fuertemente en la primera mitad
de los años noventa y experimentó una disminución relativa entre 1995 y 2000, una de las
conclusiones que hay que sacar es que ha terminado su influencia en discursos académicos y no
académicos recientes, pero resulta claro que su impacto es innegable en las controversias de
vanguardia, especialmente en las áreas de epistemología, metodología, sociología, historiografía y
política. De hecho, como ilustran numerosas investigaciones recientemente publicadas, el
pensamiento posmoderno sigue siendo relevante para una gran variedad de estudios
epistemológicos, metodológicos, sociológicos, históricos y políticos en las ciencias sociales
contemporáneas. Los capítulos siguientes demostrarán que "el espectro del posmodernismo" está
todavía muy presente y que, en vez de anunciar prematuramente su deceso, necesitamos
considerar el hecho de que los recientes desarrollos paradigmáticos en las ciencias sociales no
pueden entenderse sin considerar su impacto global sobre las formas actuales de análisis crítico.

Por supuesto, el "giro posmoderno" no es el primer cambio paradigmático que se ha anunciado en


las ciencias sociales. De hecho, parece ser una característica común de la investigación académica
que se va reformando y remodelando, constantemente, mediante la proclamación de cambios y
transiciones intelectuales que tienden a ser concebidos como "pioneros" por quienes los avalan.
No se puede ganar mucho al enumerar la cantidad de "giros" paradigmáticos que se han
proclamado en las ciencias sociales durante los últimos dos siglos. Sin embargo, es útil mencionar
al menos algunos de ellos, para ilustrar que la invención de las tradiciones intelectuales y sus
marcos de referencia son una característica generalizada de las formas académicas de producción
del conocimiento.

Entre los «giros» paradigmáticos más influyentes que se proponen en las ciencias sociales, las
disputas por el método (Methodenstreit) son los siguientes: el «giro interpretativo», el «giro
lingüístico», el «giro relativista», el «giro deconstructivo», el "giro sobre la contingencia", el "giro
líquido", el "giro cultural", el "giro identitario", el "giro sobre la autonomía", el «giro pragmático»,
el «giro existencialista», el «giro vitalista», el «giro afectivo», el «giro postsecular» y, más
recientemente, el «giro digital». Como se desprende del análisis desarrollado en el resto de este
estudio, una de las características notables del "giro posmoderno" es que está íntimamente ligado
a al menos cinco de los cambios paradigmáticos antes mencionados.

Dimensiones centrales de la posmodernidad

Teniendo en cuenta las controversias intelectuales suscitadas por el ascenso de la modernidad, no


es difícil imaginar que incluso aquellos que apoyan la opinión que en las últimas décadas hemos
presenciado la llegada de la condición posmoderna, no se ha podido llegar a un consenso con
respecto a las características definitorias de la época contemporánea. Además, en la medida en
que la mayoría de los comentaristas que defienden la idea del "surgimiento de la era posmoderna"
subrayan la constitución caótica y desorganizada de este período histórico, supuestamente sin
precedentes, parece aún menos viable comprender de manera sistemática los elementos
arbitraria e irregularmente dispuestos de la época actual. Sin embargo, siguiendo la estructura
temática de la investigación precedente sobre la naturaleza de la modernidad, tiene sentido
señalar seis niveles de análisis que son especialmente importantes para explorar las principales
características de la posmodernidad.

(1) En el plano económico, el ascenso de la posmodernidad se asocia con la desindustrialización. El


surgimiento y el desarrollo imparable del capitalismo posindustrial puede considerarse como una
de las fuerzas motrices centrales de la era posmoderna. En el contexto del posindustrialismo, no
es el caso que el «sector primario» y el «sector secundario» hayan desaparecido. En otras
palabras, las áreas agrícola e industrial de producción, distribución y consumo no han dejado de
existir. Sin embargo, debido al rápido crecimiento del sector terciario desde la segunda parte del
siglo XX, los modos de actividad económica posindustrial se han convertido en la fuerza productiva
preponderante en el mundo contemporáneo. En las sociedades posmodernas son los bienes
informativos, tecnológicos y culturales las principales fuentes de producción, distribución y
consumo económico, y son a su vez recursos cruciales en juego, en términos de expansión
económica, competencia y desarrollo.

(2) En el plano epistémico, el ascenso de la posmodernidad no puede separarse de la gradual


"pérdida de la racionalización" de la sociedad en general y de los mundos vitales de las personas
en particular. Ciertamente, estos procesos, bajo parámetros posmodernos, no implican el
debilitamiento y menos aún la desaparición de la ciencia, en términos de su influencia sobre los
campos macro-organizacionales y micro-experienciales de la sociedad. Por el contrario, debido al
papel fundamental desempeñado por el conocimiento experto y la alta tecnología en el desarrollo
económico y cultural de las sociedades posindustriales, parece que en el mundo contemporáneo
la ciencia es más influyente que nunca. Una característica clave de las formaciones históricas
posmodernas, sin embargo, en términos de su validez epistémica, consiste en que la ciencia es
considerada como un "arreglo del lenguaje" entre varios otros. La condición posmoderna es,
entonces, un universo construido de forma policéntrica, en el que ningún tipo particular de
horizonte cargado de significado, ningún de punto de referencia, independientemente de si es
institucional o efímero, puede pretender poseer un monopolio epistémico sobre la interpretación
de la realidad. El mundo de la posmodernidad está atravesado por discursos competitivos:
económicos, políticos, ideológicos, culturales, filosóficos, artísticos, religiosos o científicos, por
mencionar sólo algunos. Cada uno de estos discursos se basa en un conjunto de supuestos
interconectados, aunque irreductibles e inconmensurables, cuya aceptabilidad no depende de los
parámetros restrictivos de la racionalidad lógica o basada en la evidencia, sino de criterios de
validez específicos del contexto. Criterios que surgen de la relación entre constelaciones de
sentido sostenidas por códigos relativamente arbitrarios de legitimidad social.

(3) En el plano político, el ascenso de la posmodernidad se manifiesta en procesos de


desideologización. Algunos dirán que debido a que hemos estado presenciando la decadencia de
las ideologías políticas tradicionales, vivimos efectivamente en una era posideológica. Para ser
claro, no es postular que los actores individuales y colectivos han dejado de generar ideas o
movilizar conjuntos más o menos coherentes de suposiciones fundamentales, al atribuir
significado e interactuar con el mundo. Más bien, es reconocer que en el contexto de la
posmodernidad, las ideologías de gran formato -como el anarquismo, el comunismo, el socialismo,
el liberalismo, el conservadurismo y el fascismo- han perdido la considerable influencia que alguna
vez tuvieron. El proceso de deslegitimación de las ideologías políticas clásicas se refleja -quizá más
notablemente- en los acontecimientos históricos que llevaron al final de la Guerra Fría. La
profunda contingencia histórica y la cuestionabilidad política de todas las formaciones meta-
ideológicas se reflejan en el colapso del socialismo de estado en Europa Central y del Este a finales
del siglo XX. Como resultado de estos importantes acontecimientos históricos, parece que,
efectivamente, el capitalismo es "el único juego en la ciudad" y que, paradójicamente, si hay una
cosmovisión victoriosa en la "era posideológica", es un liberalismo político que no compite con sus
rivales históricos más desafiantes, el socialismo y el comunismo. Para decirlo sin rodeos, mientras
que el período moderno fue la era de las ideologías, la era posmoderna es una época que busca ir
más allá de las ideologías.

(4) A nivel organizacional, el ascenso de la posmodernidad se expresa en la tendencia a la


desburocratización. Esto, por supuesto, no es defender que las burocracias han desaparecido en
las últimas décadas o que se disolverán en un futuro próximo. Por el contrario, las formas
burocráticas de coordinación de la acción seguirán siendo cruciales para la organización de
sociedades altamente diferenciadas, particularmente en lo que respecta a sus esferas políticas,
económicas y judiciales. Lo que llama la atención, sin embargo, es que, al menos desde que se ha
anunciado el fin del capitalismo organizado, hemos llegado a aceptar no sólo que el mundo es un
lugar cada vez menos predecible, sino también que, en las sociedades posmodernas, las
burocracias se perciben como un obstáculo, más que como una precondición para la posibilidad
de formas flexibles, responsables y eficientes de coordinación de la acción. La condición de la
posmodernidad es una realidad social extraordinariamente dinámica basada en el corto plazo, la
asunción de riesgos y la autoresponsabilidad, más que un proyecto basado en el largo plazo, la
planificación cautelosa y las solidaridades institucionalmente sostenidas. Si el epítome de la
modernidad es la idea de una sociedad totalmente administrada, la posmodernidad trata de hacer
frente a las perspectivas y oportunidades, así como a las limitaciones y los riesgos, surgiendo
dentro de realidades esencialmente incontrolables. Los "Estados fuertes" de sociedades
totalmente administradas parecen haber dado paso a "Estados delgados", lo suficientemente
asertivos como para proteger, y lo suficientemente adaptables para tolerar, las “traviesas”
realidades posmodernas.

(5) A nivel cultural, el ascenso de la posmodernidad emana y se manifiesta en los procesos de


hiperindividualización, en la medida en que, según los parámetros durkheimianos, el cambio de la
sociedad premoderna a la moderna llevó a la transición de la solidaridad «mecánica» a la
«orgánica». En un sentido posdurkheimiano, el cambio de la sociedad moderna a la postmoderna
está acompañado de la transición de la solidaridad "orgánica" a la "líquida". En otras palabras,
hemos pasado del "culto al Dios premoderno", mediante el moderno "culto al sujeto unitario", al
"culto posmoderno del individuo fragmentado". Los actores posmodernos siguen recurriendo a
diversas fuentes de identidad, permitiéndoles desarrollar un sentido de subjetividad única: clase,
género, orientación sexual, etnia, "raza", preferencias culturales, estilo de vida, religión, edad,
capacidad o ideología política para mencionar solamente los más importantes. Sin embargo, lo
que distingue los procesos de construcción de las identidades posmodernas de los modos de
formación de la personalidad hasta ahora existentes, es su grado de adaptabilidad, variabilidad,
diversidad y complejidad, es decir, su constitución polimórfica derivada de formas de
interseccionalidad definidas relacionalmente. En las sociedades consumistas, los individuos
posmodernos no sólo deben elegir entre diferentes fuentes de identidad personal y colectiva;
además, se les exige que existan como radicalmente contingentes, fluidos, plurales,
contradictorios y conocedores.

A. En tanto contingentes, los individuos constantemente se ajustan y desarrollan en relación con


los acelerados cambios en los contextos sociales, culturales e históricos.

B. En tanto fluidos, los individuos están en un estado de flujo incesante, carente de esencia última
que trascienda el contexto.

C. Como seres plurales, tienen una multiplicidad de distintos yo, que viven dentro de sí, por tanto,
cuentan con la capacidad de asumir una gran variedad de roles sociales, aumentando la
complejidad de los contextos de interacción.

D. Como seres contradictorios, están divididos internamente por un yo desafiante y conflictivo, a


la vez y por lo tanto, atormentado por la experiencia de dilemas circunstanciales y existenciales.
Dilemas desencadenados por procesos de fragmentación psicosocial objetivamente existentes y
subjetivamente sufridos.

E. Como seres conscientes, se enfrentan a la desafiante tarea de poder movilizar recursos dados
por obvios, implícitos y explícitos, prácticos y teóricos, discursivos e intuitivos y reflexivos para la
acción y la cognición.

(6) En el plano filosófico, el ascenso de la posmodernidad no puede entenderse separado de su


tarea de deconstrucción. En esencia, la "actitud deconstructiva" respaldada por la filosofía
posmoderna que sospecha del optimismo ilustrado, en especial de las funciones asertivas,
regulativas y reflexivas de la ciencia moderna, como se describe a continuación:

A. La función asertiva de la ciencia moderna se refiere a su capacidad de representación. Esta


busca proporcionar evidencia que es epistemológicamente adecuada, analíticamente sólida y
argumentativamente convincente, que cuenta con mecanismos que rigen tanto la constitución y la
evolución del mundo natural, como del mundo social.

B. La función reguladora de la ciencia moderna designa su capacidad de intervención para ofrecer


modelos intencionales -es decir, empíricamente viables, prácticamente sostenibles y
tecnológicamente cada vez más sofisticados- que permitan a los actores individuales y colectivos
ganar un control cada vez mayor sobre sus entornos físicos y culturales.

C. La función reflexiva de la ciencia moderna se refiere a su capacidad crítica para desarrollar un


conocimiento emancipatorio -es decir, conceptualmente sólido, intelectualmente iluminador y
socialmente formador- que provea a los actores con la capacidad para hacer uso de sus facultades
racionales, con el objetivo de liberarse de los mecanismos de dominación y, por lo tanto, de las
cadenas simbólicas y materiales de las realidades opresoras.

Por el contrario, la posmodernidad se caracteriza por la incredulidad radical hacia las funciones
asertivas, regulativas y reflexivas de las investigaciones científicas y, en consecuencia, por el
escepticismo profundo hacia las capacidades representacionales, intervencionistas y críticas de las
epistemologías científicas. La invención del sujeto moderno capaz de representación
epistémicamente exacta, de intervención controlada y de reflexión emancipadora parece haber
perdido credibilidad en el contexto de la posmodernidad. Pues el universo posmoderno está
compuesto por una multiplicidad de actores humanos y no humanos, ninguno de los cuales ocupa
una posición epistémica privilegiada. Todos los intentos de obtener la competencia para
desenvolverse de forma completa e inequívoca en una realidad relacionalmente constituida -y,
por lo tanto, constantemente cambiante- terminan reproduciendo la asfixiante lógica de las
reivindicaciones etnocéntricas, logocéntricas o antropocéntricas a la validez. Desde un punto de
vista deconstructivista, entonces, un mundo sin esencias equivale a un contexto planetario de
existencia que no permite marcos universales de representación, explicación y emancipación.
Porque las especificidades espacio temporales de las realidades ancladas localmente son
irreductibles a los modelos epistémicos orientados hacia el descubrimiento de la generalidad que
trasciende el contexto.

La descripción anterior de los principales factores que contribuyen al ascenso de la modernidad


está lejos de ser completa, el esquema sobre los aspectos principales de la condición posmoderna
no pretende ser exhaustivo. Lo que esta sinopsis ilustra, es la afirmación de que una "era
posmoderna" necesita ser evaluada en términos de sus principales y múltiples presupuestos. Así,
necesitamos emprender un análisis multifactorial capaz de captar las diversas dinámicas
interrelacionadas -y superpuestas- que, sin duda, han llevado al surgimiento de las sociedades
posmodernas.

Es imprescindible ser conscientes que los elementos antes mencionados, paradójicamente,


pueden considerarse tanto como causa y como consecuencia del ascenso de la posmodernidad. En
tanto que factores causales debe tenerse en cuenta que la función central que desempeñaron en
el desarrollo de los acontecimientos históricos ha hecho que la condición posmoderna sea posible.
En tanto que resultados tangibles, hay que tener en cuenta que han sido moldeados por los
escenarios históricos que ellos mismos han construido. En resumen, la dialéctica de la
posmodernidad se deriva de la interacción entre 1) factores económicos, 2) epistémicos, 3)
políticos, 4) organizacionales, 5) culturales y 6) filosóficos. Estos factores constituyen, al mismo
tiempo, la precondición y el resultado de la aparición de nuevas formaciones societales
posmodernas que surgieron en el mundo occidental desde finales del siglo XX y que, desde su
aparición, tienen una influencia creciente en los desarrollos en todo el mundo.

(Pos) Modernidad, (Pos) Modernismo y (Pos) Modernización

Ofrecer definiciones preliminares de los términos «moderno» y «posmoderno» implica el riesgo


de dar una explicación reductora que distorsione la complejidad de la tarea analítica que nos
espera en el resto de este libro. En esencia, esta tarea desafiante -y posiblemente paradójica-
consiste en desarrollar un relato sistemático de la naturaleza ecléctica del pensamiento moderno y
del pensamiento posmoderno. En aras de la claridad conceptual, es útil tener en cuenta la
siguiente diferenciación terminológica:

1. El término modernidad se empleará para referirse a un cambio o ruptura de época con las
sociedades tradicionales, que implica la consolidación de una totalidad social sin precedentes, con
principios organizativos cada vez más complejos que comenzaron a desarrollarse en Europa a
partir de finales del siglo XVII y gradualmente, repartidos por todo el mundo.

2. El término modernismo se utilizará para denotar cualquier esfuerzo discursivo -especialmente


estético, cultural, político o académico- para atribuir significado a la modernidad y capturar su
especificidad histórica.

3. El término modernización debe referirse a cualquier proceso social y discursivo que moldee
tanto la constitución como la conciencia de la condición histórica llamada "modernidad".

En resumen: (1) El término modernidad designa la formación histórica que sucede a la


premodernidad y precede a la posmodernidad. (2) El término modernismo se refiere a las
prácticas discursivas que reflejan la especificidad histórica de la modernidad. (3) El término
modernización describe los procesos relacionales -incluyendo las prácticas discursivas- que
generan la fase histórica de la modernidad.

Análogamente, la siguiente diferenciación terminológica es relevante para el argumento


desarrollado en este libro.

1. El término posmodernidad se empleará para referirse a «un cambio o ruptura de época en la


modernidad que implica la aparición de una nueva totalidad social con sus propios y distintos
principios organizativos ».

2. El término posmodernismo se utilizará para denotar cualquier intento "estético, cultural,


político o académico de dar sentido a la posmodernidad" y capturar su especificidad histórica.

3. El término posmodernización debe representar cualquier proceso social y discursivo que


moldee tanto la constitución como la conciencia de la condición histórica llamada
"posmodernidad".

El argumento principal de este estudio, que incluye los siguientes capítulos, puede resumirse como
sigue. El "giro posmoderno" en las ciencias sociales refleja un cambio paradigmático que va de la
creencia ilustrada en la determinación relativa tanto del mundo natural como del mundo social, a
la creencia, posterior a la Ilustración, en la indeterminación radical de todas las formas materiales
y simbólicas de existencia. El amplio alcance y el considerable impacto de este cambio
paradigmático se manifiesta en cinco "giros" que han dado forma sustancial al desarrollo de las
ciencias sociales en las últimas décadas:

I. El "giro relativista" en la epistemología;


II. El "giro interpretativo" en la metodología de la investigación social;
III. El "giro cultural" de la sociología;
IV. El "giro contingente" en la historiografía; y
V. el "giro autónomo" en la política.
Será tarea de los capítulos subsiguientes arrojar luz no sólo sobre la complejidad teórica y práctica
de estos cambios normativos, sino también sobre el impacto más amplio que han tenido y
continúan teniendo sobre las ciencias sociales contemporáneas.

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