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Capitulo 1
ay E. una bruja!
La séfiora Pinkerton susurrd esas palabras
‘al ofdo de su hijo, que en ese momento se ha-
Ilaba sentado en uno de los elegantes sillones
de la casa de su madre, en los suburbios de
‘Oxford. t
Edmund, su tnico hijo, nunca la habia vis-
to tan alterada. La anciana iba nerviosamente
de una punta a la otra, y cada tanto daba gol
pes en el suelo con el bastén de una manera
que habia comenzado a fastidiar a Picasso, su
gato; un ejemplar negro y rechoncho, con. un
‘humor tan agrio como el de su duefia.da por su
egus-
iar. Asi
La sefora Pinkerton era cc
arrogancia y su pésimo caracter. Nad
taba y en nadie, decfa, se podia con:
era ella.
Sin embargo, Edmund notaba que en esta
ocasién algo mas estaba sucediendo.
Su madre jamés lo habia recibide con el
aspecto desalentador que mostraba esa tarde:
sus blancos cabellos recogidos con descuido, el
Tostro sin maquillaje, y cubierta con su viejo
salto de cama verde, como si recién se hubiera
levanvado.
—Una bruja verdadera —continué la sefiora
Pinkerton-. TY vive al lado de mi casa!
Terminé Ia frase com’ un enérgico golpe de
bastén y fue hasta el otro extremo de Ia sala
para volver mirando fijamente a Edmund con
sus ojos severos:
~iNo.vas a decir nada?
Edmund no abrié la boca.
Oltla decir que la sefiorita Larden, la mu-
jer que se habfa mudado a la casa de al lado,
era una bruja verdadera, lo dejaba sin palabras.
TPor qué decia “verdadera”? Su madre podia
ser orgullosa, intolerante, desconfiada, pero
siempre habfa sido una mujer repleca de senti
do comtin, Nunca habla crefdo en brujas. No
podfa estar hablando en serio.
-iNo me crees, verdad? —pregunté ella,
como si le adivinara los pensamientos.
Edmund carraspes y se acomodé en su
asiento..Tenfa que responder algo, pero no