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“El concepto de educación moral laica

en el contexto de las relaciones Estado-Iglesia en México”

Lic. Victor Hugo Jiménez Bastián

Instituto de Integración Cultural A.C.

Estado de México, México

Abstract

This paper aims to address the concept of secular moral education in Mexico, after the

restoration of the republic, by analyzing the debate between Ignacio Manuel Altamirano (liberal

education project supporter) and “El Cura de la Sierra” (defender of conservatism), through the

newspaper columns at “El Federalista” and “La Voz de México” during 1871. I will analyze the

nature, purpose and moral foundations of education with the understanding that each one

conceived from their particular perspective, but according to the socio-historical and ideological

context in which they lived, using in turn inherited concepts and ideas of liberalism and the

European enlightenment; such as laissez faire and progress but adapted to the social, cultural and

political developments that each perceived as existing at that time.

Intends to do a review from the historical, sociological and pedagogical perspective,

considering their joint synchronic and diachronic so the understanding of these concepts is the

result of socio-cultural and political-ideological dynamics, consequently they are minted and

managed so they are dynamic and plurivocity.

This debate deserves attention as it transcended the social sphere because of the role

played by the newspapers of that time, whose diversified content and opinion were subordinated
2

to the trends to groups and politicians who sponsored and/or participated in them, allowing the

dissemination of ideas and beliefs of thinkers and political ties between Mexican society in the

second half of the XIX century.

The conflict remains latent in the social activism of contemporary Mexican into social

activism of contemporary Mexican conservatism and current educational trends and the

hegemonic group in power as well as various groups that defend the separation of the Church-

State relations and secularism in education.

Resumen

Se pretende abordar el concepto de educación moral laica en México después de la

Restauración de la República, mediante un análisis del debate entre Ignacio Manuel Altamirano

(promotor del proyecto educativo liberal) así como de su antagonista, “El Cura de la Sierra”

(defensor del conservadurismo), a través de las columnas de los diarios El Federalista y La Voz

de México durante 1871. Se analizará la naturaleza, fines y fundamentos de la educación moral

en el entendido de que cada uno la concibió desde su perspectiva particular pero conforme al

contexto sociohistórico e ideológico bajo el cual vivieron, utilizando, a su vez, conceptos e ideas

heredados del liberalismo y la ilustración europeos, tales como laissez faire y progreso, pero que

adaptaron a las circunstancias sociales, culturales y políticas del país que cada uno percibió como

vigentes en aquél momento.

Para lograrlo se propone una revisión desde la perspectiva histórica, sociológica y

pedagógica, considerando su articulación sincrónica y diacrónica así como en el entendido de


3

que los conceptos mencionados son resultado de la dinámica socio-cultural y político-ideológica

en que son acuñados y manejados, por lo cual son dinámicos y plurívocos.

Este debate merece atención ya que trascendió al ámbito social debido al papel

desempeñado por los periódicos de la época, cuyos contenidos diversificados y de opinión

estaban subordinados a las tendencias de los grupos y personajes políticos que los patrocinaban

y/o participaban en ellos, posibilitando la difusión de las ideas y convicciones de pensadores y

políticos entre la sociedad mexicana en la segunda mitad del siglo XIX.

Dicha pugna sigue latente en el activismo social del conservadurismo mexicano

contemporáneo y las actuales tendencias educativas del grupo hegemónico en el poder así como

en diversas agrupaciones defensoras de la separación de las relaciones Iglesia-Estado y del

laicismo en el campo educativo.

Advertencia preliminar

El presente trabajo tiene sus antecedentes en mi tesis de Licenciatura en Pedagogía, en la

cual abordé el problema de la educación moral en México, aunque en aquél momento

únicamente analicé los diferentes métodos propuestos y/o aplicados en pro de los respectivos

proyectos educativos y de sus fines político-ideológicos subyacentes.

En esta ocasión deseo ampliar y profundizar mi comprensión del mismo problema aunque

concentrándome específicamente en el concepto de educación moral laica postulado por Ignacio

Manuel Altamirano y, en contraste, la forma en que un personaje, “El Cura de la Sierra”,

comprendió dicho éste, tomando en cuenta que ambos personajes trataron el tema desde su punto
4

de vista particular pero durante el mismo año de 1871 y en el contexto social, político e

ideológico de la Restauración de la República.

De ningún modo puede asumirse que este trabajo es definitivo o está concluido: es tan

sólo un acercamiento realizado por un pedagogo, no un Historiador profesional, por lo cual

podrían existir imprecisiones, confusiones o vacíos que son exclusivamente responsabilidad mía

pero que pretendo solucionar en trabajos posteriores.

Introducción: ideología y curriculum oculto en educación

Para abordar desde la perspectiva de la sociología de la educación el tema que ocupa este
trabajo, comenzaré por señalar que, de acuerdo con Jurjo Torres, el concepto de ideología fue
acuñado en Francia por Destut De Tracy en 1797, durante la Revolución francesa, y su función
se concentra principalmente en la constitución y modelo de formas bajo las cuales las personas
viven y construyen significativamente su realidad, sus sueños, deseos y aspiraciones. De acuerdo
con el también autor de Educación en tiempos del neoliberalismo, las ideologías someten y
cualifican a los sujetos diciéndoles, haciéndoles reconocer y relacionándolos con: 1) lo que existe
y, su corolario, lo que no existe; 2) lo que es bueno, correcto, justo, hermoso, atractivo,
agradable, y sus contrarios; 3) lo que es posible e imposible1.
Lo anterior resulta útil en función de su utilidad explicativa ante el fenómeno de la
educación moral laica en el proyecto de educación nacional del siglo diecinueve en México, ya
que el discurso para el mantenimiento de una sociedad, de defensa del orden establecido,
requiere de estas tres dimensiones del proceso ideológico, mismas que requieren ser transmitidas
a los integrantes del grupo a través de mecanismos efectivos que garanticen su adopción y su
práctica en la cotidianeidad de modo consensuado, legítimo y vigente; los integrantes de una
sociedad no nacen conociendo ni aceptando este discurso incondicionalmente, por lo que la
educación –entendida como el proceso de transmisión de los conocimientos técnicos y culturales
considerados indispensables para la sobrevivencia de un grupo social- se constituye como el

1
Jurjo Torres, El Currículum oculto (Madrid: Ed. Morata, 1996), p 17.
5

medio idóneo para la transmisión formal (institucionalizada) como informal (al interior de la
familia y de grupos sociales temporales) de los contenidos ideológicos identificados con el orden
social imperante.
En este sentido es necesario explicar, en beneficio de los propósitos que guían estas
reflexiones, la existencia de tres niveles de currículum educativo tanto en el ámbito formal como
informal: a) el currículum explícito, consistente en los contenidos concretos a enseñar (lo que se
enseña); b) el currículum oculto, determinado por los fines que validan o anulan un conocimiento
determinado (por qué se enseña); y el currículum vívido, resultante de las tensiones individuales
y comunitarias en la convivencia cotidiana formal e informal (lo que se aprende). Estos tres
niveles del currículum educativo no se presentan por separado en el proceso de enseñanza-
aprendizaje. Su presencia es inherente, complementaria y constante en la teoría y la práctica
tanto de la educación privada como pública de un grupo social determinado, lo cual espero poder
demostrar a lo largo de este documento.

Los ideales de liberalismo y progreso en México

El liberalismo comenzó a difundirse en México desde antes del inicio de la guerra de

independencia gracias a la divulgación tanto de libros como de publicaciones de tendencia liberal

traídas inicialmente del extranjero y poco a poco impresas localmente. Sin embargo, como

tendencia político-ideológica no produjo cambios radicales durante las tres primeras décadas del

siglo XIX aunque sí contribuyó en el desarrollo de una evolución gradual en la concepción de

una moral consensuada entre intelectuales y políticos del país que, de acuerdo con Eugenia

Roldán, puede identificarse en dos sentidos: moral social o civil, relacionada con la conducta del

individuo hacia la sociedad, y en moral privada o doméstica, concerniente a su conducta

personal y hacia la familia2, ambas -con sus respectivas ventajas y limitantes-, derivaron de la

profunda influencia de la religión católica en México pero también de las nuevas tendencias

2
Eugenia Roldán Vera, “The making of citizens: an analysis of political catechisms in nineteenth-century Mexico.”
Master diss., The University of Warwick, 1996, p 80. Las cursivas son mías.
6

ideológicas desarrolladas en el viejo continente al incorporar la noción de separación entre la

vida privada de la mirada pública así como al resaltar la importancia de la inteligencia y voluntad

individuales, el desarrollo de las cualidades físicas del cuerpo así como la lucha contra las

pasiones o vicios sociales: gula, hedonismo, holgazanería, miedo, desapego a la patria, que

constituyeron el equivalente de los pecados capitales inculcados por la religión católica 3,

explicados en términos de los beneficios que representaban para la sociedad en general.

Igualmente, el ideal de progreso -entendido como el abandono de las prácticas

económicas, políticas y sociales propias del feudalismo en pro de la generación de riqueza

económica con base en el laissez faire4-, se difundió entre pensadores y grupos políticos

mexicanos debido a la propagación de diversas publicaciones relacionadas con el tema así como

a través del testimonio de aquellos connacionales que viajaron tanto a Europa como a Estados

Unidos y fueron testigos de las transformaciones materiales y sociales experimentadas en estas

regiones con base en la promoción y aplicación de los ideales mencionados así como mediante

los avances científico-tecnológicos de la Revolución Industrial.

Varios de éstos intelectuales y políticos -como Ignacio Ramírez (el “Nigromante”),

Benito Juárez García y el propio Ignacio Manuel Altamirano-, nacidos en los años posteriores a

la constitución del Nuevo Estado independiente e influidos tanto por el liberalismo en boga como

por su participación directa o indirecta en los posteriores eventos bélicos nacionales

comprendidos entre 1824 y 1857 (rebeliones, golpes de Estado, guerras civiles y/o

intervenciones extranjeras), asumieron la convicción de que para lograr la extensión,

legitimación así como la consolidación de los ideales de libertad y progreso era necesario el

abandono de las creencias y prácticas políticas, económicas e incluso sociales que identificaban

3
Íbidem.
4
Vid. Adam Smith, Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones (México: Fondo de
Cultura Económica, 1958), 917 pp.
7

como propios del régimen virreinal pues las suponían contrarias a la búsqueda de la prosperidad

unipersonal.

Estos mismos personajes consideraban necesario difundir los conocimientos y las

habilidades relacionadas con el trabajo, la vida cotidiana, las actividades científico-tecnológicas

e incluso aquellos elementos de orden político-ideológico que creían fundamentales para una

mayor y más directa participación de las nuevas generaciones de ciudadanos en los asuntos

políticos, económicos y sociales del país, en beneficio tanto de los individuos como de la

sociedad misma, por lo cual adoptaron la fe en la educación como panacea para las apremiantes

necesidades del aún débil Estado mexicano de mediados de siglo XIX: lograr la hegemonía

ideológica, política y económica; reactivar los sectores productivo y comercial nacionales;

obtener el reconocimiento internacional como nación independiente para atraer inversionistas

cuyo capital promoviese la recuperación de la economía mexicana así como abatir

simultáneamente los males que aquejaban a la sociedad, sobre todo a las clases media y baja:

inseguridad, pobreza, insalubridad, desempleo, analfabetismo.

Desde esta perspectiva resultaba peligroso seguir reproduciendo las pautas morales

inculcadas por la Iglesia como institución religiosa, pues ello implicaba la subordinación no a

una entidad gubernamental a partir de un pacto consensuado -como pretendía el régimen

republicano liberal-, sino a un poder eclesiástico que consideraban anacrónico ya que promovía

el sacrificio de los intereses personales en pro del bienestar social, pero que también era visto

como “enemigo” de la democracia en virtud de su alianza con el antiguo régimen colonial –al

cual se atribuía la vigencia de diversos problemas en México- y, posteriormente, con el partido

conservador, responsabilizado de promover un Imperio (apoyado por Monarquías extranjeras),


8

para satisfacer sus propios fines, lo cual desató una nueva guerra civil que agravó los apuros

económicos y volvió más frágil el clima socio-político del país.

Las relaciones Iglesia-Estado en 1871 y la educación moral en México

En el plano internacional, las relaciones Iglesia-Estado se vieron marcadas por el hecho

de que en 1870 la ciudad de Roma, sede de la máxima autoridad católica (el Papa Pío IX), fue

ocupada militarmente por el recién constituido Reino de Italia, de carácter liberal y al año

siguiente fue declarada capital del Reino de Italia. Ello obligó a remover la sede de la Iglesia

Católica a la ciudad del Vaticano, sitio desde donde el Papa se declaró “prisionero” y se negó a

cualquier negociación con la corona italiana. La reprobación explícita que hizo Pío IX al

liberalismo como doctrina político-económica al considerarlo “utilitarista” –alejada de las

consideraciones de compasión y defensa de las clases menos favorecidas-, así como la imagen de

persecución difundida por la autoridad papal ante sus feligreses del mundo tuvieron eco en

México, y coincidieron con las acciones estatales que minaron la influencia político-económica

del clero mexicano.

Por otra parte, cuatro años después de la caída del Imperio de Maximiliano de Habsburgo

así como de la derrota del sector pro-monárquico, el gobierno federalista y republicano

encabezado por el Lic. Benito Juárez seguía en proceso de legitimación entre algunos sectores de

la población mexicana -principalmente opositores y críticos-, por lo cual la prensa de la época

constituyó un medio a través del cual se buscó difundir e igualmente justificar las ideas y

proyectos del régimen en turno, de los cuales destaca para el tema que ocupa estas líneas El

Federalista, pues en dicha publicación el escritor y político Ignacio Manuel Altamirano,


9

partidario del liberalismo como doctrina política, económica y social como fuente remedial de

las necesidades nacionales, expuso, entre otras ideas, su concepto de educación moral laica, a

través de una serie de artículos publicados entre el 23 de enero y el 27 de febrero de 1871.

Si bien es cierto que durante la primera mitad del siglo XIX la influencia del clero

católico mexicano contribuyó -en algunos casos y sólo parcialmente-, en el estallido de algunos

de los múltiples conflictos tanto internos como con otras naciones, la educación difundida por el

claro católico mexicano también ayudó a evitar fracturas mayores o más profundas entre la

sociedad al reunirla en torno a la imagen de autoridad, estabilidad, veracidad y salvación que se

forjó la Iglesia como institución representante de Dios y su fe verdadera, independientemente de

las tendencias así como de las diferencias entre individuos, estratos socio-económicos y

agrupaciones sociales o político-ideológicas.

Sin embargo, para el régimen de la República Restaurada, evitar nuevos movimientos

políticos armados que condujesen a la inestabilidad social resultaba indispensable, por lo que

requería formarse una imagen igualmente sólida, legítima, estable, y con la autoridad necesaria

para emprender las tareas destinadas a concretar el proyecto de nación. Allegarse la

identificación, la lealtad y el consenso de la mayoría para garantizar su sobrevivencia resultaba

una responsabilidad que ya no correspondería a la Iglesia como institución sino al propio Estado,

por lo que asumir la tarea educativa como recurso para el desarrollo de una identidad ciudadana

favorable a los intereses y necesidades del régimen en turno así como independiente a las

inclinaciones del clero católico mexicano, resultaba impostergable.

Sin embargo, ello no significó una ruptura total con el contexto religioso de México: es

posible encontrar diversos documentos de tal período en que se hallan mezclados elementos

tanto de moral religiosa como civil destinados a los ámbitos social y doméstico, con el propósito
10

de regular el comportamiento individual al interior del núcleo familiar – a través de la

asimilación de normas y lineamientos de conducta, apego, obediencia, lealtad e identidad con los

miembros de ésta: padre, madre, hermanos, tíos, abuelos, etc.-, y paralela o gradualmente de

contruir, legitimar, asignar y hallar consenso en torno a las relaciones de autoridad, los diversos

roles y funciones de los integrantes de la familia para su sobrevivencia y desempeño en función

de las necesidades de ésta5.

Ignacio Manuel Altamirano y la educación moral laica

En 1871 egresaría la primera generación de estudiantes de la Escuela Nacional

Preparatoria, institución promovida por Gabino Barreda –médico y filósofo mexicano discípulo

de Auguste Comte-, uno de los principales difusores del positivismo en la educación mexicana

durante la Restauración de la República como instrumento político-ideológico en pro de la

consolidación del proyecto de nación juarista, y apoyado por dicho régimen debido a que se

mostraba alejado de cualquier dogma religioso, además que pretendía fundarse en una

metodología científico-racionalista (Vid. Zea 1985).

A pesar del logro anteriormente señalado en favor del proyecto liberal, el literato y

político Ignacio Manuel Altamirano señaló que para ese momento, y no obstante que el gobierno

republicano asumió desde 1857 la administración de la educación pública -al menos en el papel-,

en el caso de la enseñanza básica: “Varias sociedades de carácter privado han tomado a su cargo

la protección de la enseñanza primaria, como la “Compañía Lancasteriana” la “Sociedad de

5
Roldán Vera, Op. Cit.
11

beneficencia para la instruccion y amparo de la niñez desvalida” (sic) y la “Sociedad Católica”

establecida recientemente”6.

Si bien el autor de Navidad en las Montañas aceptaba la intervención de organizaciones

privadas así como la participación de particulares en la enseñanza primaria, se mostró en contra

de la intervención de organizaciones vinculadas al catolicismo así como de la participación

directa del clero católico mexicano pues estaba convencido de que la enseñanza de la religión -y

por consiguiente de la moral religiosa-, había contribuido en la generación de la ignorancia y

pobreza entre la mayoría de la población del país para beneficio tanto del clero como de algunos

grupos privilegiados. Además señalaba que el clero católico había participado activamente en

las recientes guerras de Reforma, de intervención francesa así como en la constitución y

sostenimiento del Imperio de Maximiliano de Habsburgo7.

El también periodista criticó que en algunas escuelas primarias –principalmente aquellas

en las cuales aún participaba el clero católico mexicano- aún se enseñara el catecismo en lugar de

materias más modernas, pues consideraba que los contenidos de éste documento iban en contra

de los ideales de libertad, racionalismo y democracia como medios para el bienestar y el

progreso tanto de los individuos como de las sociedades:

“… ¿quién que tenga en algo á la razón y á la libertad, no detesta ese monstruoso código

de inmoralidad, de fanatismo, de estupidez, que semejante a una sierpe venenosa se enreda en el

corazón de la juventud para devorarlo lentamente? Yo no sé cómo todavía las prensas de un

pueblo republicano y culto se ocupan en multiplicar los ejemplares de ese librito odioso, que

6
Ignacio Manuel Altamirano. «Bosquejos: La Escuela en 1870.» El Federalista 25 (1871): 2.
7
«La Escuela Modelo».
12

siembra en nuestras clases atrasadas, principios de tiranía y de supersticion, incompatibles con

nuestras instituciones y enemigos de la dignidad humana 8.

De acuerdo con el autor de Clemencia, las constantes transiciones entre regímenes

federalistas y centralistas, republicanos e imperialistas, “progresistas” y “conservadores”, tenían

sus raíces en la instrucción primaria hasta entonces administrada por el clero, ya que la

población, al ignorar los beneficios de vivir bajo un régimen respetuoso de la voluntad de cada

estado y conforme a una constitución política en lugar de decretos reales, privilegios o mandatos,

constantemente prefería delegar sus derechos o de plano renunciaba a ellos en beneficio de otros

sectores:

Triunfamos y fundamos repúblicas; pero la falta de instrucción se hizo sentir en breve, y

el elemento aristocrático de la antigua colonia, se opuso constantemente á la organización del

gobierno representativo popular… Las constituciones no pudieron arraigarse, la federación no se

comprendió, y el pueblo ignorante y todavía temeroso de las teorías nuevas, y apegado á los

hábitos de antiguo servilismo se dejaba arrebatar fácilmente derechos que no comprendia, ni sabia

apreciar, y callaba… Así el gobierno central sustituyó frecuentemente al virreinato, y el soldado

brutal, apoyado por las clases privilegiadas, volvió á atar al pueblo al poste del esclavo 9.

Así, para el escritor la enseñanza en manos del clero y de sus simpatizantes (individuos o

instituciones), iba en detrimento del objetivo del Estado mexicano de promover el desarrollo de

una identidad ciudadana ad hoc con el proyecto de nación liberal:

8
«La Escuela en 1870».
9
«La Escuela Modelo».
13

La iglesia católica, muy hábil en la propaganda de sus doctrinas, y muy activa en esto de

favorecer sus intereses materiales, enseña a los niños, antes que todo, el catecismo… Así es que la

iglesia no hará con su enseñanza, ni patriotas, ni hombres virtuosos; pero eso sí, hace devotos…10

La oposición del autor de los Bosquejos obedecía a que consideraba, en coincidencia con

los ideales jacobinos heredados de la Revolución francesa y con el pensamiento de personajes

mexicanos tales como José María Luis Mora e Ignacio Ramírez que: “La educación dirigida por

el sacerdote, es una añeja monstruosidad… aprovechada por la teocracia hasta el siglo XVI en

algunos países de Europa, hasta el siglo XIX en México11”. También se debe a la influencia de

Edgar Quinet y Jules Michelet, intelectuales y políticos destacados de la Revolución de 1830 en

Francia y opositores a la intervención del clero en los asuntos de Estado.

El autor estaba convencido de que para el gobierno juarista sería necesario ir más allá de

promover el positivismo en la Educación Secundaria de la época si realmente deseaba consolidar

los logros alcanzados y asegurar el éxito de su proyecto liberal de nación, ya que según él

mismo, la instrucción primaria era el medio más seguro para la consolidación de la democracia,

y por consiguiente, de la República, para lo cual tomó como ejemplo el caso de los Estados

Unidos de Norteamérica: “… la república allí fué el resultado inevitable de la instruccion (sic), y

es ahora la base granítica de su grandeza12”.

El también cuentista propuso -apoyado en el documento Nuestros hijos de Michelet- que

el Estado supervisara la enseñanza en las escuelas primarias, ya que de no hacerlo el riesgo sería

que algunos preceptores u organizaciones, involuntariamente o no, reproducirían viejas prácticas

10
«La Escuela del Campo».
11
«El Maestro de Escuela».
12
«La Escuela Modelo».
14

discriminatorias, en contra del espíritu de igualdad entre los individuos, característico de una

democracia:

Es necesario, dice el venerable anciano13, que la patria se halle presente en la escuela, no

sólo por medio de la enseñanza de la tradición nacional, sino como una madre por su justicia

exacta y atenta. La libertad local será cosa excelente con cierta sobrevigilancia que no la deje muy

libre para ser injusta y desigual en provecho de la aristocracia 14.

En su propuesta de un nuevo modelo de enseñanza para las escuelas primarias de México,

Altamirano propuso, entre otras asignaturas como la Historia Patria, la enseñanza de una moral

laica, alejada de toda doctrina religiosa:

La Escuela del Estado no debe enseñar religion: esto es de ley, y una consecuencia

rigurosa de la tolerancia de cultos; pero sí debe enseñar Moral.… Hablamos de la Moral universal,

de aquella que no está fundada en religion ninguna de las que llaman reveladas, sino que es como

dice Ciceron, «la ley única, siempre una é inmortal que abraza todas las naciones y todos los

tiempos» y que cada hombre lleva escrita en su conciencia15.

El objetivo de dicha propuesta consistía en promover el desarrollo de los

elementos de regulación de las relaciones interpersonales e interinstitucionales bajo el

precepto de tolerancia de cultos pero también conforme a los ideales de libertad de credo

y pensamiento, mismos que debían ser enseñados en las escuelas primarias entre las

nuevas generaciones para reducir gradualmente la influencia del clero entre la población

que, pensaba, poco a poco se concebiría como ciudadana y participaría cada vez más en

13
Citando a Jules Michelet: Nuestros hijos, lib. V, cap. V. “De la escuela como propaganda cívica”, «La Escuela en
1870».
14
Ídem. Las cursivas son del original.
15
«La Escuela Modelo».
15

la política del país, con lo cual se lograría consolidar el régimen republicano y, en

consecuencia, los ideales de Democracia, Libertad, Justicia y Progreso podrían llevarse a

la práctica en pro del orden, la unidad, la paz, la estabilidad y el bienestar de la sociedad

y el Estado mexicanos.

Cabe destacar que a lo largo de sus artículos el fundador de la Escuela Normal de

Profesores de México mencionó a dos educadores europeos de la época: Johann Heinrich

Pestalozzi y Friedrich Fröbel, debido a que, en opinión de quien escribe, el primero

desarrolló una propuesta educativa que, además de considerar el desarrollo intelectual y

físico, tomaba en cuenta la educación moral de los niños; además creía que la familia

constituía la base de las instituciones sociales y proponía que la personalidad se podría

realizar conforme a tres grados de desarrollo correspondientes a otros tres tipos de

educación: familiar, escolar así como moral y social. No obstante que Pestalozzí creía

firmemente en la importancia de la religión, su propuesta se orientaba a los intereses de la

sociedad, no del clero, por lo cual coincidía con la visión socio-histórica y político-

ideológica del régimen juarista.

Por su parte, Friedrich Fröbel, autodidacta y luego discípulo del educador

mencionado anteriormente, se enfocó en la educación de los niños menores de seis años -

en aquella época denominados párvulos-, y del mismo modo que Pestalozzi, presentó una

propuesta educativa en la cual son evidentes sus convicciones religiosas pero también su

filiación con el liberalismo:

La vocación y el destino específicos del hombre, como ser sensitivo y racional, es traducir su

esencia, el principio divino, o sea Dios, y su destino y vocación en conciencia plena, conocimiento vivo y

percepción clara, y también ejercitar y proclamar esto en su propia vida con autodeterminación y libertad.
16

Incumbe a la educación estimular y encauzar al hombre como ser consciente, pensante y sensitivo, a fin de

que con conciencia y arbitrio plenos reproduzca la ley interior y el principio divino, y además facilitarle los

medios de lograrlo16.

Conforme a lo anterior, además que dio continuidad a la visión tridimensional del

desarrollo humano planteada por Pestalozzi (en este caso intelectual, emocional y moral),

Fröebel incluyó la idea de que el ser humano realizaría la voluntad de Dios mediante el

ejercicio de su voluntad en forma plenamente consciente, en concordancia con los

postulados de Martín Lutero y contrario al catolicismo, que sugieren el sometimiento de

la voluntad individual así como la asimilación incondicional, acrítica, a la voluntad y

designios de la Iglesia, bajo el dogma de que ésta es la representante de Dios en la Tierra.

Considero necesario señalar que el originario de Tixtla (en el actual estado de

Guerrero), no era ateo ni deseaba en modo alguno atacar a la religión católica, pero sí

estaba a favor de la separación de las relaciones Estado-Iglesia así como en contra de la

participación del clero en los asuntos políticos del país, como se puede notar por la crítica

que hizo a Vicente Riva Palacio al confiar la dirección de un colegio de señoritas a las

Hermanas de la caridad por petición de algunos benefactores: “… es de sentirse que el

gobernante republicano no haya podido separar su carácter público de su carácter privado

al autorizar semejante acto17”.

Es decir, este crítico literario se mostró en desacuerdo con la influencia del clero católico

así como de aquellos grupos que también la promovían ya que estas prácticas eran adversas tanto

a la separación de la vida privada y pública como de las relaciones Estado-Iglesia, inherentes al

16
Helmut Heiland, “Educación del Hombre” (citado en 1993, Perspectivas: revista trimestral de educación
comparada, UNESCO: Oficina Internacional de Educación), disponible en
http://www.ibe.unesco.org/fileadmin/user_upload/archive/publications/ThinkersPdf/frobels.PDF
17
«El Maestro de Escuela».
17

liberalismo, pero no estaba en contra de las creencias religiosas del ex candidato a la

vicepresidencia de México.

Un interlocutor involuntario: “El Cura de la Sierra”

Con el título de Carta a Fausto (supuesto nombre o también posible pseudónimo del

destinatario de las cartas), apareció el primero de una serie de artículos publicados en La Voz de

México, entre el 26 de febrero y el 23 de mayo de 1871, mismos que serían firmados por el

pseudónimo de “El Cura de la Sierra”. En cada uno de ellos el autor intentó responder a las

imputaciones hechas por Ignacio Manuel Altamirano acerca de la influencia negativa del clero y

la religión católica en la educación pública de México del mismo modo que cuestionó la validez

de los argumentos del novelista en pro de la intervención del Estado liberal en materia educativa

así como en contra de la educación moral laica, para lo cual se basó tanto en argumentos propios

como en obras de orientación católica e incluso de los intelectuales franceses citados por el

novelista.

Una muestra de que estos interlocutores compartían ciertos conocimientos académicos y,

en consecuencia, coincidieron parcialmente en su horizonte de interpretación, radica en que el

propio cura identificó a algunos de los intelectuales que influyeron o sirvieron como soporte para

los argumentos del autor de la Navidad en las Montañas, tales como D’Holbach, Compte,

Lutero, Voltaire, Sué, Castelar y Gorostiza18. Sin embargo, cabe señalar que aparentemente el

cura no tenía intención de entablar una discusión directa o abierta con el co-fundador del

Federalista, pues en su tercera carta se dirige al destinatario de la siguiente forma:

18
«Segunda Carta del Cura de la Sierra».
18

… he visto con la mayor sorpresa que abusando de mi amistad y con ultraje… has ido á lanzar al viento de

la publicidad mis mal pergeñados conceptos, estampando con letras de molde lo que nunca pensé tuviese otro

carácter que el de mera e íntima confidencia 19.

En relación con el concepto de educación moral laica, el cura equiparó la propuesta de la

Escuela Moderna expuesta por el columnista liberal con un intento por difundir el ateísmo entre

las nuevas generaciones de mexicanos:

… mucho me equivoco si ese sistema de la escuela moderna que trata de plantearse, no

lleva a la juventud a ese ateismo fatal de que ud. me ha hablado tantas veces, y en el cual creo que

piensa encontrar el escritor del Federalista el antídoto contra el virus que heredamos de nuestros

corrompidos padres (sic)20.

Del mismo modo que Altamirano criticó las concesiones de algunos políticos mexicanos

al clero católico mexicano en materia educativa, el cura lamentó la separación de las relaciones

Estado-Iglesia mediante la declaración de la tolerancia de cultos, la declaración de la libertad de

credo y la libertad de enseñanza: “… nuestro gobierno, encerrado en el férreo círculo de su

ateísmo legal, tiene que ser fatalmente lógico…21”, y atribuyó la propuesta de la escuela modelo

hecha por Altamirano a su simpatía por el protestantismo así como por el liberalismo y el

republicanismo europeos:

A juzgar por los Bosquejos del Federalista, especialmente por el que trata de la Escuela

modelo, su autor profesa esas teorias, siguiendo á los protestantes que atribuyen á su heregía

19
«Tercera Carta».
20
«Carta a Fausto».
21
«Cuarta Carta».
19

civilizadora la introduccion de la instruccion primaria en las sociedades, y á los espíritus delirantes

que como los racionalistas Julio Simon y Edgar Quinet, tienden á la separación completa, al

divorcio imposible del elemento religioso y los demas elementos constitutivos de la sociedad

(sic)22.

Según la afirmación anterior, el cura no concebía la posibilidad de la educación moral sin

la presencia de la religión, en este caso de la fe católica, pues “… la razón humana, por sí sola,

sirve para dividir, no para unir23”, es decir, se basa en la premisa de que el hombre requiere la

guía de una institución o algún ser superior, pues en caso de que intente decidir por sí mismo y

basado únicamente en su capacidad racional, se expone a aislar –en forma errónea desde la

perspectiva del cura-, prácticas que hasta ese momento daban sentido y unidad a las instituciones

de la sociedad mexicana, lo cual podría provocar una mayor inestabilidad social y, por ende,

política y económica.

El religioso también intentó desacreditar la validez de sus argumentos afirmando que la

elección de ciertas obras e ideas filosóficas modernas para sustentar la propuesta de Altamirano

obedecía más a intereses políticos propios de sus filiaciones políticas, pues afirmó: “… el

espíritu de sistema y de partido venda sus ojos24”.

El cura intentó demostrar que la educación moral laica se basaba en un presupuesto falso,

pues declaró:

El gobierno, se dice, sin profesar ningun culto a la Divinidad, esto es, declarándose

oficialmente ateo, tolera y protege el ejercicio de todas las religiones; luego, no puede ni debe

prescribir la enseñanza religiosa en las escuelas. Este consiguiente es falso, á mi ver, en buena

22
«Tercera Carta».
23
«Cuarta Carta».
24
«Cuarta Carta».
20

lógica, y hasta el estudiante mas ramplon inferiría, de aquel antecedente: luego el gobierno debe

enseñar en las escuelas todas las religiones. Y la cosa es tan cierta, que de admitir la proscripción

de toda la enseñanza religiosa, se seguiría que el gobierno, lejos de tolerar y proteger el ejercicio

de todos los cultos, condenaba a los niños y á los jóvenes á no estudiar los principios

fundamentales de ninguno, ó lo que es lo mismo, á ser ateos, como el gobierno, lo cual no entra,

que yo sepa, en el programa de la enseñanza oficial, ni puede entrar de ningun modo, porque sería

dar muerte á una de las garantías que otorga la constitución que rige al país 25.

En el caso de la afirmación anterior, el cura incluso señaló que la idea de enseñar moral

independientemente de la religión no solamente católica sino de cualquier otra iría en contra de

los principios de tolerancia de cultos y libertad de credo, poniendo en entredicho el carácter

liberal, democrático y progresista del régimen en turno, y añadió:

¿Cómo, pues conciliar este innegable principio con la idea de que el gobierno se abstenga por completo de

proteger ese elemento en las escuelas, diré mas, se consagra a destruir ese mismo elemento que en las escuelas debe

germinar y desarrollarse para que sus frutos sean mas tarde objeto de la garantia que la ley ofrece?26.

Es decir, para el cura resultaba paradójica la postura del Estado mexicano de la época en

contra de enseñar religión en las escuelas públicas y al mismo tiempo en favor de la tolerancia de

cultos, ya que desde su punto de vista ambos elementos serían complementarios y, por lo mismo,

resultaba necesaria la concordancia en sus contenidos, fines y métodos, idea que complementa:

Perdonad pero un gobierno de órden, de moralidad y de justicia, se avergüenza solo de

pensar en ese medio que mutilando desastrosamente la enseñanza pública y destruyendo la

25
«Quinta Carta».
26
Ídem.
21

unidad que debe presidirla para hacerla fecunda y provechosa, ciega la fuente de la felicidad

nacional y prepara con la muerte de las costumbres públicas la ruina total del pueblo. Pues que no

aprendan la religion en sus casas, que vayan a los templos. Bien; pero todos esos templos son

católicos en México…27

Por último, el cura antepuso al concepto liberal de progreso mencionado arriba la frase

“… progresar no es correr”, de la obra La verdad del progreso, escrita por el Licenciado en

Filosofia y Letras Severo Catalina28, por lo cual considero que, como Lucas Alamán, no se

oponía a los cambios propuestos por los partidarios del progreso, pero consideraba que los

cambios pretendidos por el régimen juarista eran precipitados y lejanos a la realidad social.

A manera de conclusión

Ignacio Manuel Altamirano y “El Cura de la Sierra” entablaron, involuntaria y

asincrónicamente, una discusión en torno a lo que cada uno de ellos concebía como educación

moral, y al hacerlo, expusieron las causas por las cuales consideraban lógica y filosóficamente

válido así como ideológica y políticamente pertinente dicho concepto.

Aunque sus argumentos coincidieron ocasionalmente en las fuentes de las cuales

abrevaron antes y durante este intercambio, ello no evitó que cada uno presentara divergencias

respecto a la interpretación ofrecida por su contraparte, lo cual es indicativo de la plurivocidad de

los ideales subyacentes así como de la influencia de su propia experiencia de vida y, más aún, de

las filiaciones político-ideológicas de cada uno: liberal y anticlerical por parte de Altamirano,

conservador y católico en el caso del cura. Esta plurivocidad aún hoy se manifiesta en la forma

27
«Quinta Carta».
28
«Cuarta Carta».
22

en que los actores sociales, político-ideológicos contemporáneos promueven y defienden sus

respectivas posturas alrededor de la educación moral laica en el caso del Sistema Educativo

Mexicano.

Por último, hace falta profundizar en las raíces filosóficas del pensamiento de cada uno

de estos personajes, pues considero que a pesar de que fue posible establecer de manera muy

general algunos de los elementos que sustentaron sus respectivas perspectivas desde esta

perspectiva, aún no ha sido tratado completamente, por lo cual se vuelve indispensable

emprender estudios más avanzados y formales en relación con la disciplina histórica que me

permitan una comprensión más amplia, profunda y crítica del tema que aquí se abordó.
23

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