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OLIVARES ZORRILLA Los Tópicos Del Sueño y El Microcosmos
OLIVARES ZORRILLA Los Tópicos Del Sueño y El Microcosmos
To cite this article: José Pascual Buxó (1995) Sor Juana Inés de la Cruz:
Amor y cortesanía, Colonial Latin American Review, 4:2, 85-100, DOI:
10.1080/10609169508569863
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está, con los monarcas y sus validos— como son el Amor, el Respeto,
el Obsequio, la Fineza y la Esperanza, figuras abstractas que disputan
entre sí por alcanzar el "favor" de la Virreina, y llegando al extremo de
cortesanía y, al mismo tiempo, de artificiosa abstracción de las "relaciones
palaciegas", el premio en disputa no es la correspondencia o el favor
de las damas, sino su patente desprecio, porque en ese mundillo de
los galanteos cortesanos se parte —como en el antiguo amor cortés y
en el neoplatonismo renacentista— del principio de que el amante es
siempre inferior a la amada, razón por la cual, dictamina Sor Juana en la
mencionada pieza:
. . . el amante verdadero
ha de tener de lo amado
tan soberano concepto,
que ha de pensar que no alcanza
su amor al merecimiento
de la beldad a quien sirve;
y aunque la ame con extremo,
ha de pensar siempre que es
su amor, menor que el objeto,
y confesar que no paga
con todos los rendimientos;
que lo fino del amor
está en no mostrar el serlo.
de Sor Juana. Esa reticencia de Salceda nos hace entender que —pa-
ra él— las experiencias palaciegas de la joven Juana Inés en la corte
de los virreyes de Mancera ofrecieron a nuestra poetisa, no ya las
ocasiones concretas del amor, sino sólo el espectáculo humano del que
ella extraería la urdimbre de sus "simulacros" líricos o dramáticos. Así
pues, para Salceda los poemas de amor mundano de Sor Juana son de
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Sirva este párrafo altanero y regocijado para confirmar con una sola cita el
carácter de debate académico que tenían esas soireés palaciegas. No sólo
se dieron en las cortes reales los festejos espectaculares, como aquellos
con que contribuyó Sor Juana para los virreyes mexicanos y aun para
los monarcas españoles, sino —de manera más familiar y ordinaria— las
tertulias o reuniones en las cuales, a imitación de las academias literarias
que tanto auge cobraron a lo largo de los siglos XVI y XVII, se sometían
a debate diversos tópicos eruditos, ya sea con seriedad profesoral, con
regocijo de estudiante o con una irónica mezcla de ambas.'
En su estudio de las Academias literarias del siglo de Oro español, José
Sánchez pasó revista a la constitución y fortuna de esas agrupaciones,
cuyo antecedente español fue el consistorio de la Gaya Ciencia —o
ciencia de la poesía—, establecido en Barcelona a principios del siglo
XV por Enrique de Villena, distinta por su composición y funciones de
aquellas otras academias cuyo fin principal fue la enseñanza universitaria
o, más expresamente, el cultivo de la erudición filológica. El gran número
de poetas —o, por mejor decir, de competentes rimadores— que, a partir
de 1564, produjo en España el modelo jesuítico de la ratio studiorum y
el consecuente entusiamo de todos ellos por medir sus fuerzas en toda
clase de contiendas y ejercicios prácticos, fue un rasgo constante de la
época; este amor por la competencia y —cómo no— por la obtención de
fama literaria se acrecentó durante el reinado de Felipe IV, protector de
las artes y en especial del teatro; de ahí que —dice Sánchez— "apenas
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la poesía.
En las páginas que, con severo regocijo, destinó Juan de Zabaleta a
narrar las ocupaciones predilectas de los madrileños en su Día de fiesta,
hay un capítulo dedicado a "Los libros" en que se alude a un mozo poeta
que ha de preparar su composición literaria para la academia de la noche,
que sirve de pretexto al autor para describir ese tipo de reuniones y, a
la vez, para zaherir algunos de sus excesos. Entre los temas predilectos
ocupaba un lugar principal la descripción de una dama, retrato en que los
académicos harán uso y abuso de tópicos tales como las flores que nacen
de la tierra al solo contacto con los pies de la dama, la forzada brevedad
de esos pies y su inexcusable comparación con la nieve, que bien puede
evocar aquellos paródicos ovillejos en que la propia Sor Juana "Pinta en
jocoso numen, igual con el tan célebre de Jacinto Polo de Medina, una
belleza".2 Y dice Zabaleta:
No sólo no tengo por culpables los concursos de las academias de poesía, sino
por muy loables. Ellas obligan a ejercitar con fatiga el ingenio, y como al
hierro le hace relumbar el uso, al ingenio hace lucir la fatiga. En ellas se
desembarazan los mozos para hablar en público . . . En ellas se aprende la
urbanidad de no desconsolar al que obra con corto ingenio, a tratar discreta la
humanidad defectuosa del prójimo. En ellas se aprende a chancear sin hiél y a
punzar sin dolor.
en la corte mexicana los "tertulios" de los virreyes junto con los más
graves profesores de la Universidad de México, procedieron en una
sesión especial a "examinar" los conocimientos de Juana Inés y quedaron
derrotados, como también quedaron vencidos y avergonzados los falsos
sabios gentiles por el candor y la sabiduría cristiana de Santa Catarina
de Alejandría, cantada por Sor Juana en unos célebres villancicos.
Los caballeros cortesanos que asistían a las tertulias presididas por la
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Son una típica muestra de esa poesía jocosa y aun en ocasiones obscena
que solía alternar en las academias y certámenes con los temas de mayor
gravedad. O aquel otro soneto que escribió "un curioso", —o quizá
fuera mejor decir, un "tertulio" o "diletante" cortesano— para que fuera
respondido por la Madre Juana ("En pensar que me quieres, Clori, he
dado . . .") y que la poetisa contestó con los mismos consonantes:
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caballero "viudo" cuya amada murió sin haberla él gozado, huye de todo
contacto humano:
Gritando va el caballero, / publicando su gran mal,
vestidas ropas de luto / aforradas en sayal,
por los montes sin camino / con dolor y suspirar . . .
En una montaña espesa / no cercana de lugar,
hizo casa de tristura, / que es dolor de la nombrar.
De una madera amarilla / que llaman desesperar,
paredes de canto negro / y también de negra cal . . .
Lo que llora es lo que bebe, / y aquello torna a llorar,
no más de una vez al día, / por más se debilitar . . .
Notas
1 Pfandl (1929) otorga a los jesuitas el dudoso mérito de haber fomentado el
uso del arte métrica y, con eso, el de "aprovechar las festividades eclesiásticas
y escolares para estimular y provocar estas contiendas poéticas"; a su influjo se
debió asimismo que "los certámenes poéticos llegaran a formar parte integrante
de los festivales públicos y que las discusiones poéticas, los torneos literarios y
la afición a versificar invadieron los círculos más distinguidos y de mayor fama
de aquellos tiempos".
2
"Yo tengo de pintar, dé donde diere, / salga como saliere, . . . / Pues no soy
la primera / que, con hurtos de sol y primavera, / echa con mil primores / una
mujer en infusión de flores . . ."
3
Véase: Pérez Salazar 1940, y Pascual Buxó 1959.
4
Entre esos caballeros cortesanos, Sor Juana menciona a dos, apellidados
Lima y Oliver, en el romance "Presentando a la Señora Virreyna un andador
de madera para su Primogénito": "Mejor es un Clavileño / de palo, que ande
o se esté. / Con éste excuso el gateo, / ya que Lima y Oliver / al enigma de
la Esfinge / le niegan los cuatro pies". Cfr. Cruz 1951, 1:399, anotación de
Méndez Plancarte al Romance núm. 26. Ese Lima bien podría ser el doctor
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Bibliografía
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