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Vida y muerte _ en psicoanalisis Jean Laplanche PUiteldeel aie editores F Peeters Vie or er icine Gite oc wcrc era ard eters Pex ore ui cL) rio dialéctico y estructural. La inte- orem eee Meg wed Accomm ee too es Peo ea ree ee tt Berens crete te tometer Dea oo eeu ib (teen cts eerie ee a ee pete ee ter etc oer er cia er A cecrecct eco meee oe i Scniscacite tetera Maca Cane aes muerte, que ocupan un lugar cen- emer ec eta eee Soca ee rm cuca ano emery tecere tat acts Recerca See co ame Cette oe Sees Record Soe mca Ero Peseta cee See esc ee crac Bec Racca aos Gere te certs See on mC ee ace Retreat eon eos ee es et ee SR ecw cs ec ee errs) Vida y muerte en psicoandlisis Jean Laplanche Amorrortu editores Buenos Aires Director de la biblioteca de psicologia, Jorge Colapintto Vie et mort en psychanalyse, Jean Laplanche © Librairie Emest Flammarion, 1970 ‘Traduccién, Matilde Horne Revisién téenica, Mario Levin Unica edicién en castellano autorizada por Librairie Ernest Flammarion, Paris, y debidamente protegida en todos los pai- ses. Queda hecho e] depésito que previene Ja ley n? 11.723. © Todos los derechos de la edicién castellana reservados por Amorrortu editores S.C. A., Luca 2223, Buenos Aires, La reproduccién total o parcial de este libro en forma idéntica © modificada, escrita a méquina por el sistema multigraph, mimeégrafo, impreso, etc., no autorizada por los editores, viola derechos reservados. Cualquier utilizacién debe ser previamente solicitada. Industria argentina. Made in Argentina. Introduccién Los seis estudios que a continuacién presentamos constituyen otros tantos elementos o etapas de una reflexién sobre el pen- samiento freudiano y de una tentativa de dilucidar, por medio de un enfoque histérico-estructural de la obra de Freud, una problematica del objeto del psicoandlis Si invocamos, con relacién al descubrimiento psicoanalitico, la necesidad de una determinada aproximacién histérica, no es porque nos propongamos emprender Ja basqueda de las fuen- tes o influencias capaces de justificar —al menos en parte— ‘un pensamiento, ni porque pretendamos asignar a la crono- logia otra dignidad que la de un simple punto de referencia. La exposicién o la chistoria» del pensamiento psicoanalitico, tal ‘como nosotros a entendemos, solo puede referirse a las coor- denadas del psicoandlisis mismo. Esto significa que ella, frente a una historia manifiesta u oficial (1a que el propio Freud in- tenta por momentos escribir), apela a una historia latente, inconsciente en parte, subtendida por temas que se reiteran... Significa, también, que es inseparable de un determinado en- foque dialéctico, puesto que entrafia una evolucién por ciclos y crisis, a través de contradicciones cuya real significacién no Puede ser determinada desde un primer momento por quien se proponga, ante todo, identificarlas. Y aunque es posible que, en la fase interpretativa, no todas las contradicciones del pen- samiento freudiano merezcan idéntico tratamiento ni deban atribuirse «al mismo mecanismo> o a la misma que reapareciese a través de transformaciones no obstante espectaculares, justificara una critica radical del pensamiento freudiano? En efecto, si todo lo esencial estaba dado ya desde el principio (desde el famoso «Proyecto de psicologia cientificas de 1895), éno se reducirian entonces las supuestas modificaciones de la obra a juegos ca- leidosc6picos, a permutaciones que evocarfan no tanto la evo- fucién y el enriqueeimiento de un pensamiento cientifico cuan- to los avatares de Jo que Lévi-Strauss llama . 2, En el nivel del contenido, Ia tinica respuesta consiste en despejar las coordenadas principales y constantes de la pro- blemética freudiana, para luego, tomando distancia respecto de las formulaciones del autor, tentar una interpretacién de esta problematica que la reduzca a sus elementos mas radica~ les. Se postula asi la tesis de que es posible, en téminos que algunas veces siguen los de Freud y otras los subvierten, re- construir una estructura de la teoria freudiana més alld de las figuras sucesivas en que se traduce. Claro esta que nuestro enfoque del pensamiento freudiano tien de a negar que existan en él momentos de verdadero . Sin pretender discutir este término —del que la moda pa- rece haberse apropiado— nos proponemos demostrar que en Freud, a través de las mutaciones de la teoria, y en una con- ceptualizacién que no siempre logra desde el primer momento su forma cientifica adecuada, se expresa la permanencia de una exigencia y la repeticién del diario de un descubrimiento, Interpretar a Freud, descubrir las lineas de fuerza inconscien- tes en él, he ahi entonces una forma de aproximacién impuesta por aquello mismo que ha de ser abordado. Empero, si cali- ficamos de «psicoanalitico» e «interpretativo» nuestro tipo de estudio, no lo es en el mismo sentido en que Emest Jones —aunque siguiera en su método orientaciones ya sugeridas por Freud— Jo concibe en su biografia de este. Un texto freudia- no de 1911 (EI miiltiple interés del psicoandlisis) proporcio- na algunas pautas sobre la forma en que se podria concebir una aproximacién psicoanalitica de la obra filoséfica. Puesto en Ja alternativa entre la critica simplemente racional y la reduccién del pensamiento a términos «subjetivoss puros, Freud propone un hébil compromiso: El psicoandlisis sefiala los puntos débiles de la teoria, pero es la critica interna la que debe demostrar esas debilidades descubiertas por otra disciplina, No pensamos que sea esta la iiltima palabra de lo que podria constituir un estudio psicoanalitico del pensamiento, si es ver- dad que lo que el psicoandlisis descubre va més alla de lo in- dividual y vuelve a encontrar en el inconsciente individual las figuras, si no las soluciones, de una combinatoria més general. En todo caso, no es por su sesgo psicobiogréfico que nuestro trabajo aspira a ser psicoanalitico. Nuestro estudio es ante todo y en esencia un estudio del texto freudiano, a la ver literal, ritico e interpretative. Literal e interpretativo, nuestro modo de aproximacién a Freud es una tentativa, necesariamente vacilante ¢ imperfecta, de trasponer mutatis mutandis lo que en la cura psicoanalitica 10 puede aprehenderse por la via de la escucha y de la interpre- tacién? Asi, la doble regla complementaria de la asociacién libre y de la atencién libremente flotante debe-buscar su equi- valente en una lectura 0 las cartas de econdolenciay de Freud no hace més que reflejar la prosecu- cién de un autoandlisis que no se hace concesiones. sea que en la cura, por tltimo —y aunque no se la pueda definir sino como revelacién de verdad—, una referencia a la muerte como verdad de Ia vida o prueba de verdad solo podria ser considerada como un elemento-limite, ininterpretable, axio- mitico. La suspensin de toda sino en cierta inmanencia del discurso mismo. Refractadas o representadas de acuerdo con modalidades sin ‘duda diferentes, ni la vida ni Ja muerte constituyen pues re- ferencias directas para la pr&ctica psicoanalitica, Esta compro- bacién implicaré para nosotros un toque de alerta: interrogar sin precaucién el acto psicoanalitico respecto de una concep- cién de la existencia que, pesimista u optimista, refiere la vida humana a su finitud, equivaldria a-negarse desde el comienzo a considerar el replanteo que exige el descubrimiento del in- conscienté y de los impulsos que en él se despliegan. Esto no quiere decir que nos rehusemos definitivamente a tomar en consideracién, en sus relaciones com el psicoandlisis, Ja dimen- sién del «proyecto». Nos parece, empero, que'las bases de una discusién de esta naturaleza deben ser previamente consolida- das mediante un estudio que se atenga a la posicién delibera- damente teérica adoptada por Freud cuando introdujo en psi- coandlisis la polaridad biolégica de la vida y de la muerte, y que, prolongando —al interpretarlas— las indicaciones freu- dianas, intente indagar el destino del orden vital (vida y muerte) cuando se traslada al plano del aparato psiquico. Ese devenir otro de la vida, cuando se simboliza en el nivel | humano, lo seguiremos en tres movimientos que nos. conduci- | in a examinar sucesivamente la problemética de Ja sexa- |lidad la problemitea del yo y la prob de Ta pula fe muerie. 1. El orden vital y la génesis de la sexualidad humana Para hablar de 1a sexualidad en psicoandlisis, nuestro punto de referencia sera el texto fundamental de Freud, Una teoria sexual, texto resueltamente innovador. La importancia que el autor atribuye a este trabajo se pone de manifiesto en las modificaciones sucesivas de la obra: edi- ciones de 1905, 1910, 1915, 1920, 1924-25, revisadas cada vez hasta el minimo detalle, tanto en la redaccién como en la terminologia, con agregados que, aunque cifiéndose al plan ori- ginal, dejan’ amplio margen para la incorporacién de los si cesivos descubrimientos. Numerosas notas complementan as mismo los nuevos textos, sobre todo la iiltima revisién, la de 1924, contemporénea de Ja «iiltima teorla de las pulsiones». Son estos agregados y estas revisiones los que mejor permiten jalorar la evolucién y el enriquecimiento de la teoria de la sexualidad. Empero, este “iltimo vuelco, esta iltima versién —en el sentido en que se puede decir que una eversién> cons- tituye también una manera de subvertir una obra, un vuelco— iniciado en 1920, apenas ha sido incorporado —salvo las no- tas— en el texto mismo, De manera que, si quisiéramos for- marnos una idea aproximada de lo que hubieran podido ser los tres ensayos de Una teoria sexual en una reelaboracién acorde con las ideas de 1920, tendriamos més bien que remi- timnos a un escrito como el Compendio del psicoandlisis de 1938 y, en particular, al t-cer capitulo de esa obra. Y sin embargo, incluso en un-texto tardio como este Compendio del psicoand~ lisis, se percibe toda la dificultad que experimenta Freud para proponer una sintesis, como si su iiltima aportacién, la del Eros y la pulsién de muerte, lograse dificilmente integrarse a la primera nocién de la sexualidad. | Lo que en realidad acontece es que los tres ensayos de Una |teorla sexual no_presentan una teorfa abstracta de_las pul- "general, sino que describen esa pulsién por excel ia que @ la pulsi6n sexual. Por eso, sin pretender mantener- Thos fieles (en una especie de falsa sintesis ecléctica) a todo Jo que Freud haya podido afirmar a propésito de las pulsiones, 16 creemos —no obstante— permanecer dentro de la linea do- minante de su inspiracién si enunciamos una tesis que reapa- receré una y otra vez a lo largo de nuestros estudios: Es la sexualidad la que representa el modelo de toda pulsién bablemente ta unica pulsién en el verdadero sentido del tér- imino. Y si es verdad que, después de 1920, Freud propone y sostiene una teria que engfoba dot fipor de_pulsonesy vineu- la a la sexualidad con uno de éllog, con esa fuerza Biol6gica, incluso cosmolégica, que llama Eros, es en ese punto donde nuestra tesis pareceré entrar en abierta contradiccién con el pensamiento freudiano, pero también donde habrin de surgir, precisamente, las dificultades dentro de la obra misma de Freud En nuestra primera etapa, nos limitaremos a la sexualidad tal como constituye el objeto de Una teoria sexual. A fin de com- prender qué es en verdad lo que alli se plantea, nada més instructivo que detenernos en el plan mismo de la obra, un plan aparentemente simple, de tres partes: las_aberraciones sexuales, la sexualidad infantil y las metamorfosis de la pu- bertad. Sin embargo, si intentamos reconstruir un jndice ana- litico de la obra, nos encontramos en realidad en presencia de una complejidad extrema, Es indudable que esta complejidad se debe, por una parte, a las interpolaciones correspondit a las sucesivas ediciones; pero existe, ademas, una especie de superposicién de diferentes tipos de ordenamiento: un plano que podriamos llamar heurfstico (rastrear la génesi i descubrimiento_psicoanaliticg), un plano polémico ( la concepcién popular de la sexualidad), un plano genéti (investigar Tos origenes de la sexualidad en el individuo mano). Interitaremos vislumbrar de qué manera estos planos diferentes podrian articularse; cémo, en particular, el. movi- miento del pensamiento, el plano heurfstico, sigue, al igual que en todo pensamiento verdaderamente profundo, el movi- miento de la «cosa misma>: verdad cuya explicitacién es mé- rito de Hegel. lo conductor de nuestro estudio ser el concepto de pul- e Trieb, y el par que este vocablo forma con otro tér- : ef de instinto. Si es cierto que la terminologia y sobre todo su trasposicién de una lengua a otra puede servirnos de guia pero puede también desorientarnos, en el caso presente los problemas de traduccién han creado una confusién que no parece préxima a extinguirse. Por ello esperamos que las ob- servaciones que siguen no sean tan solo atribuidas a una exce- siva minuciosidad de parte del traductor. En francés Trieb 7 se ha traducido frecuentemente por instinct, voz que también ha sido adoptada por los psicoanalistas de habla inglesa: instinct.* Ocurre sin embargo que en Freud, y, en general, en la lengua alemana, encontramos i érminos, dos csignificantes», para emplear v deria. Dos signifiantes, entonces, de los que puede decirse que en el lenguaje popular tienen casi el mismo sentido y que sus etimologias son paralelas: Trieb viene de treiben, impulsar, empujar; Instinkt, de origen latino, deriva de instinguere, que también significa aguijonear, incitar. Pero —proceso muy fre- cuente en una lengua y sobre todo en la alemana— cuando un autor que aborda las inflexiones latentes del vocabulario con toda Ja seriedad que ellas merecen se encuentra, como en este caso, en presencia de dos significantes, procurar4 utilizar esta duplicidad objetiva para destizar en ella una diferencia de sentido, algunas veces apenas perceptible pero otras acen- tuada hasta constituirse en una verdadera oposicién. Tal es, por cierto, el caso de Trieb (pulsién) ¢ Instinkt (insti términos empleados —ambos— por Freud, aun gracia no siempre se ha comprendido que si su vocabulario inclufa el término Instinkt, era, precisamente, para referirse a algo muy distinto de lo que en el resto de la obra se describe como sexualidad. El Instinkt, en el lenguaje de Freud, es un comportamiento preformado, cuyo esquema es h que s6 repite de-acuerdo con modalidades relativamer tadas a un determinado tipo de objeto. Mas importante enton- ces que la etiniologia, mis importante incluso que las resonan- cias semAnticas dentro de la cultura alemana, descubrimos cierta relacién entre las significaciones adquiridas por los dos términos en el pensamiento cientifico de Freud: relacién com- pleja, formada por una analogia, una diferencia y, ademés, tuna derivacién de uno a otro término. Tal detivacién no es inicamente conceptual sino que es posible, con Freud, refe- rirla a una derivacién real: la derivacién de la pulsién en el hombre a partir del instinto? Ante todo su analogia: esta se apoya en un fondo comin en + También en espaiiol se acostumbra traducir Trieb por del objeto. En Ia medida en que el objeto es. / aquello «en lo cual el fin logra realizarse, poco importa des- pués de todo la especificidad, la individualidad del objeto; basta con que posea ciertos rasgos capaces de permitir que la accién satisfactoria pueda realizarse; en si mismo, permanece relativamente indiferente, contingente, ‘Otra dimensién del objeto en psicoanilisis consiste en que no es necesariamente un objeto en el sentido de la teoria del cono- cimiento, es decir, un objeto . Seria necesario distin- guir de manera bien clara dos significados que por desgracia en la teoria psicoanalitica moderna se encuentran con excesiva frecuencia en estado coalescente: la nocién de objetividad en| ido del conocimiento y Ia iocién de objetalidad en la pjeto €s, en este caso, el objeto de la pulsién y no el 4.8, Freud, Trois essais sur la théorie de la sexualité, Paris: Galli- mard, 1962, pig. 18; en G.W, vol. v, pig. 34. 5 bid, pag. $13 en GW vol. v, pags, 46-47. . 6S. Freud, Pulsions et destine..., en Metapsychologie, op. cit., pie. 19; en G.W., vol. x, Pig. 215. 21 ijeto_perceptivo o cientifico. ‘Todo ello para poner de relieve ie globjeto de Ia pulsién puéde ser, con pleno derecho, un objeto fantaseado y que tal vez To sea, incluso con cardcter foritario, ~ Finalmente, y para terminar con esta serie de aclaraciones, haremos notar que el objeto no es necesariamente una persona, «total; puede ser un gbjeto parcial, como decimos ahora, tér- mino que fue introduicido en particular por Melanie Klein, pero que se encuentra ya, y desde muy temprano, en el centro del pensamiento freudiano. Objetos parciales: el pecho, el pene y muchas otras partes del cuerpo, muchos otros elementos rela- cionados con lo vivido corporal (excrementos, nif. que “tienen en comiGin ef rasgo fundamental de ser, real o fantasea- damente separados 0 separables. Para finalizar con este desglose del concepto de pulsién, es en cl término ¢fuenter donde habremos de deteneros por més tiempo. Si en Una teorfa sexual la definicién de fuente —pron- to lo veremos— es relativamente rica y ambigua, en el texto «Las pulsiones y sus destinos», al que nos referiremos en forma paralela, es, por el contrario, univoca: La Quelle es un pro- ceso somético desconocido pero cognoscible de derecho, wna especie de X biolégica cuya traduecién psiquica serfa precisa~ mente la pulsién. «Por fuente de la pulsién se entiende aquel proceso somético que se localiza en un Srgano o una parte del cuerpo y cuya excitacién est representada en la vida psi- guica por la pulsiény.” Sefialamos aqui el término «represen tada», articulaci6n fundamental de la metapsicologia freudia- nna, que las limitaciones del presente estudio no nos permitirén comentar. Notemos solamente que el modelo més ¢oméin em-. pleado por Freud para explicar la relacién entre lo somatico y lo psiquico utiliza la metéfora de una especie de «delegacién> provisia de un mandato que no seria totalmente imperativo. Por consiguiente, una excitacién local, biolégica, encuentra su les co- rresponde con legitimo derecho. Hablar de Trieb en un sentido general es aplicar un criterio necesariamente abstracto. Hablar de pulsiones en general equivale a biologizar la pulsién, es hacer de ella un andlisis valido también para los comporta- mientos Ilamados instintivos. Respecto de ello no pretendemos otro testimonio que la validez de estos conceptos para los ané- lisis modernos en el campo de la psicologia animal o de la etologia. Finalmente, las investigaciones modernas de la. psico- logia animal, en particular la escuela de Lorenz, si bien no siempre hacen referencia a Fread, utilizan de un modo exten- sivo conceptos andlogos a Jos suyos: sobre todo, el concepto de ‘epresina, puesto que recurren expresamente al modelo hidrdu- ico, que el mismo Freud utiliza en general para explicar el factor econémico. La nocién de un objeto que seria a la vez contingente y, desde cierto punto de vista, especifico, vuelve a encontrarse en el concepto de desencadenante de la accién especifica, desencadenante que se concibe como una constelacién perceptiva capaz de poner en actividad (release) un dete nado mecanismo, puesto que posee ciertas caracteristicas per- fectamente determinadas. Sabemos que mediante el uso de sefiuelos_perceptivos, cuyas diferentes caracteristicas pueden Hodiicane se Ta fogrado.definir en forma precisa algunos, de estos desencadenantes, Por iiltimo, la idea de fin esté pre- sente asimismo en el andlisis de los etélogos bajo la forma de un comportamiento fijo, serie de reacciones en cadena que culminan finalmente en'una descarga durable de la tensién, 23, ciclo susceptible de ser interrumpido en una u otra etapa si el mecanismo siguiente no aparece porque el desencadenante que sigue no ha sido presentado. Después de haber hecho hincapié en el valor general de estas definiciones freudianas, generalidad que entrafia a la vez un aspecto negativo, puesto que estas definiciones pueden parecer abstractas, y a la vez un aspecto positivo ya que estas nociones han coincidido con las de una ciencia absolutamente concreta, Ia etologia, volveremos a referirnos a Una teoria sexual y en ‘especial a su primera p4gina, que proporciona una descripcién lapidaria de la concepcién de la sexualidad. Co- mienza diciendo: La constatacién de las necesidades sexuales del hombre y del animal se traduce en biologia por la hipétesis de una “pulsién sexual”. En esto se procede por analogia con la pulsién de nutricién, el hambre. Pero el lenguaje popular carece de un término que corresponda al de “hambre”. La ciencia usa aqui la palabra “libido”. »La opinién popular pose una bien definida idea de Ia natu- raleza y caracteres de esta pulsién sexual. Hay acuerdo en decir que falta en la infancia; que se constituye en ¢] momento de la pubertad y en relacién estrecha con el proceso de ma~ duracién; que se exterioriza en la forma de una irresistible atraccién que un sexo ejerce sobre el otro, y que su fin es la unién sexual 0 al menos Jos actos que conducen a ella»? Esta concepcién es, al mismo tiempo, una concep- cién biologizante en la que Ia sexualidad, la pulsidn sexual, se concibe siguiendo el modelo del instinto, de Ta respuesta a una necesidad natural, cuyo paradigma es el hambre (si se nos permite utilizar, con un criterio més sistemético que en la obra de Freud, el par de términos: pulsién-instinto). Dicha necesidad, en el caso de la sexualidad, aparecerfa sobre Ia base de un proceso de maduracién, un proceso de origen esencial- mente interno dentro del cual el momento fisiolégico de la pubertad adquiere un cardcter decisivo; se tratarfa pues de un comportamiento estrechamente determinado por su «fuente», con un «objeto» fijo y bien definido, ya que la sexualidad ten- deria pura y simplemente, de una manera predeterminada para toda la eternidad, al otro sexo; por tiltimo, también su 9S, Freud, Trois essait..., op eit, pig. 1; en G.W., vol. ¥, pag. 33. 24 «fins estarfa dado: (quizas en el sentido de una Aufhebung hegeliana) de esta imagen «popular» —pero también biologizante— de la sexualidad. Tres capitulos, como recordébamos hace un ins- tante; en primer lugar, «Las aberraciones sexualess, y bien { ‘podria darse a este primer capftulo ef subiitulo de ; zpodria tal vez decirse, en cierto sentido, ."° Notemos desde ahora que estos tres caracteres volverdn a en- contrarse en la mayor parte de las manifestaciones eroticas de Ta infancia-y que trascenderin incluso ampliamente Ta sexira- lidad_de Ia edad infantil, dejando un sello indeleble en toda Ta sexualidad humana. La definicién recurre a tres conceptos originales y complejos: el concepto de apuntalamiento, el con- cepto de autoerotismo y finalmente el concepto de zona erdgena. Examinaremos en primer lugar los dos primeros, que son estre- chamente solidarios: En efecto, en virtud del juego combi- nado de esos factores intenta Freud explicar la génesis mis- ma de la sexualidad. Apuntalamiento * (étayage) : el lector de habla francesa se sor- “prenderé ‘tal vez al enterarse de que es este un término fun- damental del aparato conceptual freudiano. En las traduccio- nes actuales de Freud, tanto la francesa como la excelente Standard Edition inglesa, el tmico vestigio del concepto freu- Giano es el empleo esporddico y mal legitimado de un adjetivo derivado del griego: sea veri cable. Lo que Freud describe es un fenémeno de apoyo de la pulsién, el hecho de que la sexualidad incipiente se apuntale fen otro proceso a la vez similar y profundamente divergente: La pulsién sexual se apuntala sobre una funcién no sexual, vital 0, como lo expresa Freud en términos que desafian todo otro comentario, sobre una en ella, los términos funcién, necesidad e instinto para indicar en general el registro vital o registro de la autoconservacién por oposicién al registro sexual, El apuntalamiento de la pulsién en la funcién no es una gé- nesis abstracta, una deduccién casi metafisica, sino un proceso que esté descrito con la mayor precisién en aquel ejemplo que sigue siendo su arquetipo, el de la oralidad. En la oralidad, se rnos muestra, es posible distinguir dos tiempos: el de la succién del pecho, y luego el que se caracteriza por el «chupeteo>, muy diferente de la succién, En el primer tiempo, el de la succién del pecho en la alimentaci6n, nos encontramos en pre- sencia de una funcién o, para referimos una vez més a las diferenciaciones mencionadas mAs arriba, de un comportamien- to instintivo completo, tan completo que, como lo hemos visto, es precisamente el hambre, el comportamiento nutricio, el que la econcepcién populars toma como ef modelo de todo instinto, Un comportamiento instintivo con su «presin>: Esta vez esta~— amos en mejores condiciones para determinar qué es Jo que se esconde detrés de esta «X» energética; podremos, siguiendo a los psicofisiélogos, relacionar con un desequilibrio humoral o fisular ese estado de tensién que subjetivamente corresponde a la sensacién de hambre. Una «presiéns, entonces, una acu- mulacién de tensién; y también una «fuentes, el sistema diges- tivo, digamos, con puntos donde se experimenta el hambre en forma més localizada y especializada, Tenemos el aporte de un objeto» especifico... gDiremos que es el pecho? No, no es fl pecho el que procura Ia satisfaccién, sino el alimento, la leche. Un proceso, en suma, bien montado con miras al «fin», el proceso de la succién que al i cado en describir con gran precision’ © mada, alivio de la tensién, saciedad. ‘Ahora bien, lo decisivo es que simulténeamente con la satis- faccién de esta funcién nutricia comienza a aparecer un pro- ‘ceso sexual, Paralela a la alimentacién, se produce una excita- cién de los labios y la lengua por el pezén y el fluir de la Cilida leche. Esta excitacién est4 en un principio modelada Siguiendo la funcién, al punto de que al comienzo apenas es posible captar alguna diferencia, ¢El objeto? Parece estar dado en el nivel de la funcién, ¢Se sabe si todavia es la leche o si ya hha empezado a ser el pecho? La fuente? También esta deter- ‘minada por Ia alimentacién, ptiesto que los labios forman parte 28 ALE CT asimismo del aparato digestivo. El fin de esta funcién también 2 semejante al fin aimentario. Por dltimo, objeto, fin y fuent Guin etrechamente contenidos en una propoucis many tiple tque permite describir lo que acontece: «eso entra por la boca: Aesop eg el objeto; centiay esol fn, y, ya se trate de-un fin se Saal o de un fin alimentario, el proceso consiste, en ambos casos, ,, en un ¢entrar»; «por la boca: en el nivel de la fuente vuelve '\° ) a encontrarse la misma duplicidad, la boca es a la vez drgano™ Sexual y 6rgano de la funcién alinientaria. ‘De manera que el apuntalamiento consiste en primer lugar en este apoyo que encuentra la sexualidad incipiente en una fun. tién vineulada con la conservacién de la vida. Nada mejor, fara finalizar, que Gar ott pasaje de Freud comagrado a la | actividad oral-erética del ni «Bs fcil advertir en qué ocasién halla por primera vez el nifio este placer, hacia el cual, una vez hallado, tiende siempre de nuevo, Es la actividad inicial y esencial en la vida del nifio la que lo ha familiarizado con este placer, la succién del pecho materno (0 de sus sustitutos). Diremos que los labios del nifio se han conducido como una zona erégena, siendo, sin duda, la excitacién producida por el aflujo de la célida leche la causa de la sensacién de placer. En un principio, la. satisfac- cién de la zona erdgena aparece estrechamente asociada con la del hambre, La actividad sexual se apuntala primeramente en una funcién puesta al servicio de la conservacién de la vida y de la que solo se independiza més tarde. Viendo eémo un nifio que ha saciado su apetito se retira del pecho de la madre y vuelve a los brazos de ésta y, con las mejillas enroje- cidas y una bienaventurada sonrisa, cae enseguida en un pro- fundo suefio, hemos de reconocer en este cuadro el modelo y la expresién de la satisfaccién sexual que conoceré més tarde. Muy pronto la necesidad de volver a hallar la satisfaccién sexual se separa de la necesidad nutriciay.1® Es decir que durante el acto de mamar es posible discernir el apuntalamiento en una satisfaccién final que adquiere ya la apariencia del orgasmo; pero sobre todo, en un tiempo inme- diatamente ulterior, se asiste a una separacién de una y otra, ya que la sexualidad, al principio totalmente apoyada en la funcién, participa a la vez integramente del movimiento que 13 5. Freud, Trois essais. Pig. 82. op. cit, pégs. 7475; en GW, vol. v. la disocia de la funcién vital. En efecto, el prototipo de la sexualidad oral no es la succién del pecho; no es, de una manera general, la succién, sino lo que Freud, a raiz de los trabajos de Lindner, denomina das Ludeln oder Lutschen (el 1 individuo humano a su mundo —tanto a las cosas como a Jos otros individuos— a partir de lo que de buen grado des- cribirfamos como una especie de estado de idealismo biolégico, més impensable atin que el solipsismo filoséfico. Hacer brotar al objeto de un estado sin objeto es algo que a ciertos psico- analistas les parece tan poco posible que no vacilan en afirmar —reaccién loable quizés en sus intenciones pero que solo puede conducirlos a un nuevo error— que la sexualidad, como tal, tiene desde el primer momento un objeto. Esta es la posicién de un psicoanalista como Balint, quien se empefia, con profu- sién de argumentos a menudo fascinantes, en demostrar que | existe en el nifio un «amor primario del objetos.'4 De manera que de ahora en adelante toda discusi6n psicoanalitica relativa al objeto queda confinada a esta alternativa: la ausencia total del objeto en el individuo humano o la presencia, desde el primer momento, de un objeto sexual. :Qué via encontraremos 14 M. Balint, Primary love and fsychoanalytic technique, Londres: Hogarth Press, 1952, en especial , el del «placer in situs, el del goce ob- tenido en el chupeteo, Entre el fin fantéstico de la incorpo- racién y este fin mucho més local y mucho menos sutil que es la excitaci6n de los labios existe necesariamente toda una relacién que tendremos que reexaminar. Nos queda el problema de la fuente. Deciamos hace un mo- mento que quizé fuese este el problema central, si lo que en verdad estudiamos ahora es el origen, o sea precisamente la Juente de la sexualidad. Hacemos hincapié en que no se trata dein simple juego dé palabras, ni para nosotros ni en Freud, pues encontramos en Una teorla sexual dos sentidos de la palabra fuente, y entre uno y otro un pasaje que nos interesa tecorrer. En uh primer tiempo, la fuente se toma en principio en la acepeién més concreta y mds local del término, como zona erégena: siempre en el caso de la oralidad, la zona labial excitada en el momento en que pasa la leche. Como si exis- tiera, por lo tanto, un montaje biolégico que hiciera «brotar» la sexualidad de ciertas zonas predestinadas, del mismo modo fen que ciertos montajes fisiolégicos hacen nacer la necesidad alimentaria de ciertas tensiones locales; tenemos por lo tanto aqui la idea de una fuente en el sentido de un proceso pura- mente fisiolégico. Sin embargo, encontramos también en Freud otro sentido del término, que es por lo menos tan interesante como el anterior, aunque al mismo tiempo mucho més general. Pasamos progre- sivamente de la zona erégena, como lugar privilegiado de la excitacién, a toda una serie mucho més amplia de procesos. Ya en el texto de Una teoria sexual, pero cada vez més a me- dida que la reflexién freudiana se amplia en virtud de la expe- riencia clinica, se advierte que esta capacidad de constituir el punto de partida de una excitacién sexual no es de ninguna manera privilegio de aquellas zonas sucesivamente descritas ‘como lugares de la sexualidad oral, anal, uretral o genital. En efecto, no solo estas zonas bien localizadas del revestimiento ‘cuténeo-mucoso sino toda la regién cuténea son susceptibles de ser e] punto de partida de una excitacién sexual. En una etapa ulterior de reflexién, Freud afirmaré que no solo es_erd (productora de excitacién sexual) toda regién cuténea sino todo Srgano, incluso un dmgano interno; y para ello se basa 33 Lor Efiogenh ee especialmente en la interpretacién del sintoma hipocondri Mis tarde, ampliando atin més su concepcién, llega a decir ue toda funcién y en definitiva;toda actividad humariaypue- ‘den_ser_erdgenas. Nosotros, apoyandonos én un capitulo de Una teoria sexual que trata de las «fuentes indirectas» de la sexualidad, nos percatamos de que, lejos de ser pura y simple- mente un proceso bioquimico localizable en un érgano 0 en ciertas células diferenciadas, la «fuentes de la sexualidad puede ser un proceso tan general como la excitacién mecénica del cuerpo en su conjunto; pensemos por ejemplo en el acto de mecer al nifio o en la excitacién sexual que puede derivar de una serie de sacudidas ritmadas como durante un viaje en ferrocarril; pensemos en la excitacién sexual vinculada con la actividad muscular, en particular la actividad deportiva. Mas adelante, y de manera més vasta todavia, llega Freud a soste- ner que el trabajo intelectual intenso puede ser también el punto de partida de una excitacién sexual —hecho verificado por la observacién clinica ms superficial—. Lo mismo puede decirse de procesos tan generales como los afectos, en particu- lar los afectos «penosos»; asi, un estado de angustia repentina provocaré a menudo una excitacién sexual. En un estudio ulte- rior consagrado al masoquismo, volveremos a referimnos al afecto doloroso como ¢fuente indirecta de la sexualidad. ‘Veamos, al respecto, a qué conclusién lega Freud: «...La_excitacién sexual se produce como efecto marginal [retengaiios bien este término, efecto marginal: Nebenwirk- ung; es el que en realidad define el apuntalamiento en su doble movimiento de-apoyo.y después de, separacién, de desviacién] ‘de toda una serie de procesos internos [excitaciones mecénicas, actividad muscular, trabajo intelectual, etc] en cuanto la in- tensidad de estos procesos ha traspasado determinados limites cuantitativos. Lo que hemos denominado pulsiones parciales de la sexualidad deriva directamente de estas fuentes internas de Ia excitacién sexual o representa un efecto combinado de estas mismas fuentes y la accién de las zonas erégenas».1* Addviértese aqui la prioridad que otorga Freud, no a la fuente en un sentido estrictamente fisiolégico, sino a la fuente en el 16 S, Freud, Pour introduire le narcissieme, en La vie sexuelle, Paris Presses Universitaires de France, 1969, pags. 89-90; en G.W., vol. x, pigs. 149-50. IT'S, Freud, Trois essais.. fig. 106, Las observaciones entre corchetes ton m{as. » of. cit pher. 104-05; en GW, vol. v, sentido llamado cindirecto», en el sentido de una «fuente in- ternay que en definitiva no hate mAs" qe traducir la reper- ausién sexual de todo lo que en él organismo pasa més alld ‘de ut determinado umbral cuantitativo, El interés.de esta i6n de fuente reside en el hecho de.que toda funcion, ital, (puede

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