You are on page 1of 66
El Superzorro Roald Dahl llustraciones de Quentin Blake Roald Dahi, uno de los autores mas queridos y leidos, sittia la accién de este relato en un idflico escenario carnpestre. Un valle, tres granjas, tres malvados granjeros y un bosque... Y en él, don Zorro, quien, con gran astucia, seré capaz de enfrentarse con éxito a los vicios y malas costumbres de algunos humanos, I 10% de los derechos de autor genoradios por la venta de ese libro se donaré a las organizaciones beneficas de Roald Dah (Mas informacin en el interior.) AL] BIBLIOTECA ROALD DAHL _ INFANTIL ' 820 DAH sup 0003 El Superzorro Roald Dah! lustraciones de Quentin Blake Las obras de Roald Dahl no so offecen historias apasionants. ‘Ua 1096 de os derechos de autor” dee bro se destin a finan a Labor de a oganizaiones bends de Rosld Dal : WA 2M La Roald Dab! Founda cuenta, por todo cl Reino Unido, con enfrmeroxespecalizudos en pola que atiendenanifos con epilepsia, desirdenersanguinens y dao cerebral squid La Fun acidn también proporcions ayuda ccandimica aifesyjovenes con problemas hemacllyioa, neitoigiosydealiberizackin —cuestiones todas ela cescanas a Roald Dahl arg des vidi— por medio de Aloracions destinadas a hotptaleeinsttuclones benéicas del Reino Unido, as como los props iy wis, {Roald Dabl Museum and Story Cente iene su sede en (Great Miserdn, load de Bucknghansire een a Lontes donde Roald Dahl ei yes muchas dessa, Hl muse uae idm fomenta el amor pore lect ylaeserivra alberga cl achive ‘ico de cara ymamnscrits del aur. Ades de dos gles biogrcae ‘que oficen grandes dos de diversi, el musso cena con un centro de ‘chtosintercivo donde fais, proesoresy alunos pueden explore cemocionate mand decree ssoaddaloundation org wiresoalddalmuseum. or Roald Dahl Foundation (RD! e una oganizacn bend seid, ‘Namero 100424, Roald Dahl Mascum and Story Centre (RDMSC) es uns organic bende repsada, mero 1085853. Roald Dahl Charitable Trust, orgaizacin bendfcarsieneinente ‘sable, poy labor de RDF y RDMSC. “Lerch dear dao nee de coins ALFAGUARA INFANTIL. -worwalfaguarainfantlyjuvenil.com ZUARA > sworwalfaguarainfantilyjuvenil.com “Tino original: Fevasre Me. Fox © Del texto: 1970, Romp Dat wo old. com {© De as ilustraciones: 1983, Quine BLAKE ‘© Deestaedicion 2007, Saniliana Ediciones Generales, 8.1 ‘Torolagna, 60. 28043 Madsid ‘Teléfono: 91 744 90 60 aiciones Sanillaa, $8. Leandro N. Alem 720 CHOOIAAP Ciudad de Buenos Aires. Argentina Edivvial Sauitana, 8. A de CV. ‘vids Universidad, 767. Col. Del Vale, Mexico DE-CP.03100 Distrituidoray Btora Aguilar, Alka, Taurus, Alfaguira,S. A. Calle 80," 10-23, Bogots-Colerbia ISBN: 978-84-204-4896-1 Printed in Mesico -Impeesoen México (Quincaagésina primera edn: noviembre 2007 Diseio de la colecein Mann. Estab Béitora Mata Hiousas Dizz ‘Maguetacion Davib Rico ‘anda priest eaceeion provi ona, ‘lg foma d erodes, distin, ‘omineacion public iensfonsci de est obra Sncoatr coe Is autocad oe tlre des propia {nels Laintaccin de oe derechos menciontdo nds er conta de dla conta la propiedad {nell (ts 70 gs del Cio Pena. El Superzorro Roald Dahl lsraciones de Quentin Blake Para Olivia a Los tres granjeros . Habja una vez un valle... y en el valle, tres granjas, y en las granjas, tres granjeros. Tres granjeros bastante feos, por cierto. Y ademas, antipdticos. Mas feos y més antipaticos que Sa- Bufén tenia pollos en su granja avicola, cientos y cientos de polos. Bufén era gordo como un tonel, de tanto comer pollo a todas le desayuno, pollo; de comida, pollo; ... pollo con patatas. i. Bufiuelo se dedicaba a los patos. Patos y gansos, a miles. Era trip6n y bajito, tan baji- to que parecfa enano. Se alimentaba de donuts y de higado de pato. Primero chafaba el higa- do hasta que se hacfa pasta y después metia la pasta en el donut, Esta porquerfa le daba do- lor de barriga y se ponfa de un humor que no habia quien lo aguantara. Benito se dedicaba por igual a los pavos y alas manzanas. Y os lo podéis imaginar crian- | do miles de pavos, a la sombra de sus enormes manzanos. A éste lo que le pasaba es que no comia nada. Sélo bebfa. Bebia litros y litros de sidra, que sacaba de sus manzanas. ¥ asi estaba él de delgado, que parecfa un lapiz. Pe- 10 eso sf, era el més listo de los tres. Siempre iban juntos, y en cuanto apareci- an, los nifios les cantaban: Benito, Buftuelo, Bufon. Flaquito, pequefo, tripén. Tres grandes bribones, sois unos ladrones y tenéis todos mal corazén, = Don Zorro s Y encima del valle habfa un bosque... y en el bosque, un Arbol enorme, y en el arbol, un agujero, una madriguera, que era el hogar de don Zorro, dofia Zorra y sus cuatro zorritos. Y cada tarde, al oscurecer, le decia el se- flor zorro a su sefiora zorrita: —2Y qué le apetece hoy a mi zorrita? gUn sabroso pollo de los que crfa Bufén’ ,0 qui- un tierno patito de casa Bufiuelo? ;No se- ria mejor un buen pavo de los de Benito? Pi- de por esa boquita. 16 Y la zorrita pedfa, y don Zorro se inter- naba en la espesura del bosque, en busca del botin. Pronto se enteraron los tres granjeros de las fechorfas de este zorro y antes de que les robara més animales, decidieron ir a por él. Cada noche se escondfa uno de ellos en algtin sitio oscuro de su granja, para poder pegarle un tiro en cuanto asomara la cabeza. Pero don Zorro era demasiado listo para ellos. Sélo se acercaba a la granja si el vien- to soplaba de cara y asf, en cuanto olfa a al- gtin granjero, daba media vuelta y se mar- chaba, Se marchaba a la granja del otro granjero, que dormfa tranquilamente en su cama. A la mafiana siguiente, los tres estaban fario —jHay que matar a este maldito bicho! —decfa Benito. —jEn cuanto lo agarre, le retuerzo el pes- cuezo! —decfa Bufén. 17 —7Y yo le saco los higados! —decfa Bu- fuelo, —Pero c6mo demonios le podemos aga- rrar, si es més listo que Lepe? —se pregunta- ba Bufén. Benito, que en aquellos momentos se es- taba hurgando en la nariz con disimulo, ex- clams: — {Tengo una idea! —Me extrafia —le contest6 Buituelo, de muy mal humor. —Calla la boca y esctichame —le dijo Benito—. Mafiana por la noche nos esconde- remos en el bosque, junto al érbol donde vi- ve el zorro y en cuanto asome... cuatro tiros y listo. —Muy inteligente —contesté Bufén. —Lés- tima que no tengamos las sefias del tal sefior zor. —Te equivocas, mi querido Bufén —le . Yo si las tengo... Escu- contesté Benito 18 chadme: en el bosque hay un gran érbol, y en el érbol hay un agujero, y en el agujero, una madriguera, y en la madriguera... Z Lacaza 5, Carifio —le dijo don Zorro a su sefiora—, {qué quieres para cenar? —jHm...hm... se me antoja un buen pa- to! —le contesté ella—. O mejor dos, uno pa- ra mf y otro para los niffos —Como ti digas, amor, —dijo don Zo- 110, —«jserdin de lo mejorcito de Bufiuelo! —Ten mucho cuidado, corazén —le ad- virtié 1a zorra. —Pero, encanto, ;no ves que con estas narices que tengo a mf no se me escapa na- dic? Ademiis, cada uno de esos bribones tie- ne un olorcillo muy particular... Buf6n hue- 20 Ie a piel de pollo, pero piel de pollo podrida... Bufiuelo, a higado de ganso... Y en cuanto a Benito, ése apesta a sidra fermentada... —Estd bien, est bien —dijo dofia Zo- rfa—, pero sobre todo, no te descuides... Ya sabes que te estardn esperando. —Adiés amor —dijo el buen zorro—, hasta pronto. Poco se podia imaginar el astuto zorro que en aquellos precisos momentos los tres gran- Jeros se acercaban al agujero de su madrigue- Ta, cada uno con una escopeta cargada de car- ae tuchos. Y tenfan ademis la suerte de que el viento soplaba hacia ellos, de forma que el zo- 1r0 no podia olerlos al salir de su escondrijo. El pobre zor, sin sospechar nada, se dirigié hacia el largo ttinel oscuro que conducfa a la lida de su madriguera, Una vez al final, sa- 6 su hermosa cabeza por el agujero del rbol y aspir6 el fresco aire de la noche. Nada, ni rastro de olor. Lentamente, em- pez6 a sacar el cuerpo de dentro del agujero. ‘Al salir, movia su cabeza, olfateando en todas direcciones. Se disponfa ya a dirigirs Ja espesura del bosque cuando le parecié oft un ruido muy leve, parecido al que podrfa ha- cer el pie de un hombre al pisar sin querer tun mont6n de hojas secas. Aloftlo, don Zorro ech6 cuerpo a tierra y se quedé completamente inmévil, alargando sus grandes orejas. Escuchaba con gran aten- cién, pero no pudo ofr nada més. «Debo de hacia haberme equivocado», pensé entonces, «ese ae tuido lo debe de haber provocado algtin ratén campestre algtin otro bicho parecido.» ¥ decidié proseguir su camino. El bosque estaba oscuro, y el silencio de la noche era denso, no se ofa ni el ruido de una hoja. En el cielo brillaba la redonda luna... Y justamente en ese momento, sus ojos vieron en la oscuridad de la noche el reflejo metilico de algo que relucia entre los irboles. De nuevo, el zorro se queds inmévil. «; Qué demonios puede ser?», pensaba el raposo, «es algo que se mueve... y ahora sube hacia mi... jcielo santo! jEs el cafién de una escopeta!». Ms veloz. que el rayo, don Zorro dio un sal- to hacia su agujero, al tiempo que todo el bos- 23 que se Ienaba del ensordecedor ruido de los disparos: Bang! ;Bang! ;Bang! ;Bang! El humo y el olor de la pélvora flotaban enel aire de la noche. Los tres granjeros, Be- nito, Bufuelo y Bufén, salieron de sus escon- dites y se dirigieron al rbol del zorro. —Pero bueno, je hemos dado o no le he- mos dado? —dijo Benito. Bufén iluminé con su linterna el agujero y allf en el suelo, sucia y cubierta de sangre, vieron... la cola del zorro. Benito la recogié del suelo y exclam6: —{Maldita sea! ;Cogimos la cola pero no el zorro! —jRayos y centellas!— grité Bufon disparamos demasiado tarde. Debimos haber- Ie atizado en cuanto sacé la cabeza. —Y me parece que no tendr ninguna pri- sa en volverla a sacar —concluy6 Buiiuelo. —Por lo menos tardard tres dfas en vol- ver a salir —dijo Benito mientras se tomaba un trago de sidra—. No volverd a asomar has- ta que se muera de hambre y yo, desde luego, no espero a que a don Zorro le entre el ape- tito. Propongo que le saquemos cavando con nuestras palas. —De acuerdo —dijo Bufén—, seguro que sinos lo proponemos le sacamos en un par de horas. {De aqui no escapa! —A lo mejor tiene a toda su familia en es- te agujero —dijo Bufiuelo. | 25 —Mejor —exclamé Benito—. Asf los ma- taremos a todos. Vamos a por las palas. es Las terribles palas 5, Mientras tanto, en la madriguera, doita Zorra atendia amorosamente el trasero de su pobre marido, que se habia quedado sin rabo. istima de cola! i suspiraba tierna- mente la zorra—, jera la més hermosa de to- dos estos contornos! —Cuidado, jque me escuece! —se que- jaba su marido. —Ya sé que te escuece, carifio mio. Pero pronto se te curara, —Y te volverd a crecer, papaito, no te pre- ocupes, —dijo un zorrito. | —jNunea volver a crecer! —se lamen- taba don Zorro; y afiadié con amargura—: jSeré un pobre zorro sin rabo hasta que me muera! No hubo cena para la familia zorra aque- lla noche. Muy pronto los zortitos estaban dor- midos y su mamé no tardé en acompatiarlos. Sélo don Zorro permanecfa despierto, tan- to le dolfa su trasero sin rabo. «Bueno», pen- saba el zorro, «después de todo, tengo suerte 28 de estar vivo. Y ahora que han encontrado nuestra guarida, habra que mudarse pronto. Si nos quedamos aqui, seguro que no nos dejan en paz... pero {qué ha sido ese ruido?». De nuevo alz6 la cabeza mientras sus orejas se meneaban. El ruido era... el mas espantoso que jamas pueda ofr zorro alguno: era el rui- do de las palas de los hombres all cavar: kaj... kaj... kaj... en la tierra del escondrijo. —jAlerta! jAlerta! —grit6 don Zorro—. iQue vienen los granjeros! La zorra salt6 de su cama y se acereé tem- blando: iB sit. —jSeguro! jSeguro! Escucha... seguro de que son ellos? —mu- 29 —Matardn a nuestros hijitos ba dofia Zorra. —jEso nunca! —exclamé su marido. — {Qué podemos hacer, Dios mio, qué podemos hacer! —suspiraba la zorra. Kraj... kraj... kraj era cada vez mas fuerte, hasta que algunas piedras empezaron a caer en el hogar de don Zorro. . —gimotea- el ruido de Las palas 30 —Mama, mama —gritaba un zorrito—, avendrén los perros a matarnos? —y la ma- mé, muerta de miedo y de tristeza, Horaba abrazada a sus cuatro zorritos. De pronto, se oy6 un ruido més fuerte que los otros y apareci6, por encima de sus ca- bezas, la afilada punta de una pala. Don Zo- | 170 pegé un brinco, como si le hubiera dado un calambre. —1Ya lo tengo! Por qué no se me ocu- rri6 antes? —(El qué, papa? —pregunt6 un zorrito. —jPero si esté clarfsimo... el zorro es el animal que cava més deprisa del mundo, més deprisa que cualquier animal, més de- prisa que el hombre! —gritaba don Zorro, mientras escarbaba con sus pezuiias en la tie- ra, que volaba en todas direcciones. Al mo- mento, la zorra y los hijitos estaban a su la- do, cava que te cava, tan deprisa que ni respiraban, —jHacia abajo! |Hacia abajo! —era la vor de mando de don Zorro—. Tenemos que cavar hondo. ;Hondo, hondo, hasta llegar al infierno, si hace falta! —el tunel crecfa y cre- cf .. hacia abajo. Crecfa gracias al trabajo de zapa de todos los zorros. Zapa, zapa, zap las patas de los zorros se movian a tal veloci- dad que casi no se vefan. Y asi fue disminu- 32 yendo el ruido de las palas: kraj... kraj... kraj... Cada vez mis lejos... Después de una hora, el seffor don Zorro se paré. Alto ya! —mand6, y todos se detuvie~ ron. Miraron hacia arriba, y vieron el largo ti- nel que habfan excavado, No se ofa ningin ruido. Lo conseguimos! —exclamé don Zo- 10, los hemos burlado! jams podréin ca- var tan hondo con sus palas! ;Buen trabajo, muchachos! La sefiora zorra se sentfa muy orgullosa de su marido: —Nifios, quiero que sepais que si no He- gaa ser por vuestro padre, esto no lo conta- mos... Ahora sabéis por qué le aman don Su- perzorro. Don Zorro la miraba con una gran sonri- © sa. Cada vez que su mujer le decfa estas co- ¢ le cafa la baba. f Los terribles tractores ‘, Amanecié. ¥ los tres granjeros Benito, Bufuelo, Bufén— seguéan dale que te pego cavando con sus palas. Un hoyo tan grande, tan grande... ;que habria cabido un elefante! Pero por mas que cavaban, no conseguian Hegar al final del tdnel del astuto zorro. Es- taban muy cansados, y pronto empezaron a pelearse: —jPor todos los diablos! —exclamé Bu- fon—, de quién fue la feliz idea de excavar este maldito ttinel? —De nuesiro amigo Benito —Ie contes- t6 Buftuelo. 34 Buiiuelo y Bufén se quedaron mirando a Benito con cara de... pocos amigos. Benito to- mé un buen trago de su sidra antes de contes- tarles, —Escuchadme, imbéciles —les grité con voz ronca—, quiero cazar a este bicho sea co- mo sea, jme habéis entendido? ¥ no pararé hasta ver la piel del maldito zorro encima de mi chimenea. ;Estamos? —Haz lo que quicras —Ie replicé Bu- fon—, pero yo desde luego no sigo cavando. F —jDéjale, déjale! —se burlaba Bufiue- Jo—, seguro que nuestro amigo Benito nos va a decir otra de sus brillantes ideas. 35 —{Cémo? —dijo Benito— No oigo nada. Y era que Benito nunca se lavaba... y co- mo nunca se lavaba, pues tenia los ofdos su- cios, Henos de cera... y también de chicle y hasta de moscas muertas! ¥ claro, asf estaba el pobre que no ofa ni torta. —jHablad més alto, no oigo nada! — {Que nos digas tus estipidas ideas! —le gtitaron Buituelo y Bufén. Benito se ras nariz.con sus sucios dedos. Le estaba saliendo un grano que le picaba mucho. —Hay que cambiar de téctica — fin—. Con estas palas no hacemos nada... nos hacen falta otras palas. ;Ya esté!, jpalas me- cénicas! ;Tractores! ;Dadme un tractor y lo saco en cinco minutos! Bufiuelo y Bufén se quedaron boquiabier- tos. La idea de Benito era genial, habia que reconocerlo. —Bien, vamos a organizamnos —dijo Be- nito, de nuevo jefe de la operacién—. Ta, 6 la —jSon las maquinas —grité don Zo- 1ro—, y tienen dientes afilados... para comer nos mejor! ;Sélvese quien pueda! jCavad! ;Ca- i vad! | iZap!, ja, zap! Z La carrera LF Y asf fue como empezé la carrera, una ca- rrera desesperada: jlas maquinas contra los zorros! Al empezar, la colina estaba asf: Después de una hora, las m&quinas se ha- bian comido un buen trozo de colina. Y mientras tanto, nuestros zorros hufan del espantoso ruido de las maquinas. A veces les parecfa que las habfan dejado atrés y don Zorro exclamaba triunfal: —jAnimo, muchachos! {La victoria es nuestra! Pero al momento volvian a off el ruido de las méquinas, cada vez mas intenso. Las pa- las de las méquinas se comfan a bocados la tierra... kraj... kraj... kraj... hasta que de pron- 42 to el filo de una pala aparecié por detras, ro- zéndoles el trasero a los zorros —{Deptisa! ;Depris rra—, jno os paréis! —{Deprisa! ;Deprisa! —gritaba Bufon desde arriba—, jya los tenemos! | —gritaba dofia Zo- —Has visto al zorro? —le pregunté Be- nito. —{No, pero me da en las narices que es- tamos muy cerca! —grité Bufén. — {Pues a por él! —dijo Buftuelo—. ;Va- mos a hacerle picadillo! Al mediodfa, la carrera continuaba. Ni unos ni otros se rendfan. La colina casi habfa desaparecido. Los granjeros no querfan parar para co- mer. Sélo pensaban en el zorro que se les es- capaba. —Prepairate zorrete! —gritaba Buftuelo, asomado por encima de la maquina. —jDe ésta no te escapas! —jDon Zorro —se desgaititaba Bufén—, nunca més te comerés un pollo de mi finca, malvado! Los tres granjeros se habfan vuelto locos. Benito conducfa su maquina a toda velocidad; Buiiuelo saltaba sobre su maquina como si fuera un caballo desbocado; Bufén iba de arti- ba abajo gritando: 44 —iMés deprisa, muchachos! {Mas depri- sa! {Esto es la guerra! Alas cinco de la tarde, ya no quedaba ni rastro de la colina. Elhoyo, el boquete que habfan excavado las méquinas, més bien parecfa el créer de un volcdn. Era tan grande que la gente de los pue- blos del valle se acercaba nada més que para verlo. Al llegar al borde del volcdn la gente miraba para abajo y se sorprendia de ver a los tres granjeros en el fondo. 45 —Benito... Bufiuelo... Bufon..., {qué de- monios estdis haciendo? —jBuscamos un zorro! —jBstiis chiflados! La gente se refa y les gastaba bromas, Pe- ro eso les enfurecfa atin mas. Apretaban los dientes y gritaban: —jNunca abandonaremos la caza del zorro! i jNo se escapara! x Allas seis de la tarde, Benito apagé el mo- tor de su maquina y se bajé del tractor. Lo mis- mo hizo Bufén. La verdad es que estaban has- ta las narices de tanto tractor, de tanta tierra... y el zorro sin aparecer. Ademds, estaban muer- tos de hambre. Lentamente se acercaron a la boca del tiinel de don Zorro. La cara de Beni- to estaba roja de ira. Bufén no hacia més que lamentarse de las malditas tretas del maldito zorro. Bufiuelo estaba atin de peor humor. — Por todos los diablos coronados del in- fierno! —exclam6, en cuanto llegé al aguje- 10—, jojald te pudras, viejo zorro asqueroso! 47 ~Y ahora —pregunté Bufén—, ,qué de- monios hacemos? —No sé... —Ie contest6 Benito—. Pero te diré lo que no hacemos: jno le debemos de- jar escapar! — {Eso nunca! —exclamé Bufén. —jNunca! —grité Buiiuelo. — {Me oye usted, sefior don Zorro? —gri- taba Benito, asoméndose a la boca del td- nel—. No nos marcharemos a casa hasta no verle colgado del rabo... ;Seguimos en pie de guerra, para que se entere usted! Y se juntaron los tres granjeros para ha- cer un juramento solemne: no regresarian a sus granjas hasta no haber dado muerte al zorro. —Bueno, y ahora ,qué? —pregunto Bu- finelo, que siempre andaba despistado, —Pues ahora... te meteremos a tien el agu- jero para que agarres al zorro —le dijo en bro- ma Benito—. ;Pero no huyas, desgraciado! As iNo se escapard! . Alls seis de la tarde, Benito apagé el mo- tor de su maquina y se bajé del tractor. Lo mis- mo hizo Bufén, La verdad es que estaban has- ta las narices de tanto tractor, de tanta tierra... y el zorro sin aparecer. Ademés, estaban muer- tos de hambre. Lentamente se acercaron a la boca del ttinel de don Zorro. La cara de Beni- to estaba roja de ira. Bufén no hacia més que Jamentarse de las malditas tretas del maldito zorto. Buiiuelo estaba atin de peor humor. —jPor todos los diablos coronados del in- fierno! —exclam6, en cuanto leg al aguje~ 10—, jojald te pudras, viejo zorro asqueroso! 47 —Y ahora —pregunt6 Bufén—, ,qué de- monios hacemos? —le contesté Benito—. Pero : jo le debemos de- —No sé te diré lo que no hacem jar escapar! —jEso nunca! —exclamé Bufén. —jNunca! —grité Buftuelo. —{Me oye usted, sefior don Zorro? —gri- taba Benito, asoméndose a la boca del tii- nel—. No nos marcharemos a casa hasta no yerle colgado del rabo... ;Seguimos en pie de guerra, para que se entere usted! Y se juntaron los tres granjeros para ha- cer un juramento solemne: no regresarfan a sus granjas hasta no haber dado muerte al zorro. —Bueno, y ahora qué? —pregunto Bu- fiuelo, que siempre andaba despistado. —Pues ahora... te meteremos a tien el agu- jero para que agarres al zorro —le dijo en bro- ma Benito—. ;Pero no huyas, desgraciado! 48, ~Piernas... jpara qué os quiero! —grita- ba Buiiuelo corriendo a toda velocidad. Benito se refa sin ganas. Cada vez que se refa, se le vefan sus encfas color violeta, co- mo las de los caballos. —En fin —musit6—, ya que este miedi- ca no quiere ir... s6lo nos queda una soluci6n: esperar a que se muera de hambre. Acampa- remos aqui y vigilaremos el agujero dia y no- che. Al final acabard saliendo... jsi no quiere morirse de hambre! 49 Y resignados a no moverse de aquel lu- gar, mandaron a buscar tiendas de campaita, sacos de dormir... y Una buena cena! = Los zorros a pasan hambre Y asf fue como los tres granjeros acampa- ron junto a Ja colina. Las tres tiendas rodeaban el tiinel del zorro. Y pronto estaban sentados al- rededor de la lumbre, zampandose una suculen- tacena, Bufén devoraba su comida favorita: po- Ho con patatas. Buiiuelo se estaba poniendo morado con sus donuts rellenos de higado... y Benito, por supuesto, empinaba el codo de lo lindo, déndole a la botella de sidra, Pero mien- tras comfan, no dejaban de vigilar el agujero del orto, sin separarse de sus escopetas. Bufén se acereé al agujero con un pollo en la mano y le dijo al zorro: 51 —Ie...je..,je..., :n0 hueles comida, rapo- 30? jPues ven a buscarla! Y la verdad es que el aroma del suculen- to pollo se filtraba por el tinel hasta Hegar a las narices de nuestros amigos los zorros. —Papa, papatto... —dijo uno de los pe- quefios—, gpor qué no nos dejas subir a ro- barle el pollo al granjero? —Eso es precisamente lo que quieren ellos, le contest6 su papé—, que subas... jpa- Ta matarte! —Pero es que estamos muertos de ham- bre —rezong6 el hijito—, jno podemos aguan- tar —Nada podemos hacer... —coneluyé el papa is6lo esperar! Al caer la noche, Benito y Bufiuelo encen- dieron las luces de sus tractores —Ahora —dijo Benito—, debemos tur- namos para hacer la guardia: uno vigila mien- tras los otros duermen. —Pero ;qué pasaria —pregunté Benito— si los zorros cavaran un tiinel que Heguase al otro lado de la colina? {A que no se te habia ocurrido ese detalle, eh, don listo? —Pues claro que se me habia ocurrido —minti¢ Benito. —Pues venga, dinos la solucién para que no se escape —insistié Bufén. Be Benito meditaba mientras se sacaba una pelotilla negra de detras de Ia oreja. Por fin, le pregunté a Bufén: —(Cudntos peones trabajan en tu finca? —Treinta y cinco —le contesté Bufén. —En la mia, treinta y seis —dijo Bufiuelo. —Yen la mia, treinta y siete —agreg6 Be- nito—. Eso hace un total de ciento ocho hom- bres. Ellos se encargarén de rodear la colina, de forma que el zorro no tenga escapatoria, ‘Cada hombre llevard una linterna y una esco- peta y las 6rdenes serdn de tirar a matar. Pronto se supo el plan de los tres granje- ros y sus hombres acudieron a la cita de la co- lina. Al Hegar allf, se distribuyeron en circu- lo, de forma que rodeaban toda la colina. Llevaban palos y machetes y pistolas y es- copetas y toda clase de horribles armas... que hacfan imposible todo intento de escapada, Al dia siguiente, continuaba la vigilancia, Benito, Buiuelo y Bufén, sentados en sus ta- 54 buretes, continuaban el asedio de los zortos. Apenas pronunciaban palabra... Se pasaban el dia mirando el agujero, como si estuvieran idiotizados... De ver.en cuando, don Zorro se acercaba a la boca del ttinel para husmear. Pronto vol- via junto a su familia y les decfa: —{No hay nada que hacer... contingan allt Jos tres...! — jEstés seguro, maridito? —Ie pregun- taba su sefiora. —iY tan seguro! —afirmaba el zorro—. jAese don Benito le puedo olfatear a un kilé- metro de distancia... huele que apesta! a Don Zorro a tiene un plan Habfan pasado tres dfas, con sus tres no- ches, y todo continuaba igual: ni don Zorro ni los granjeros se daban por vencidos. —1Cudnto tiempo puede estar un zorro sin comer ni beber? —pregunté al fin Bufén, —Ya debe de estar en las diltimas guré Benito—. Seguro que en cualquier mo- mento intenta una salida desesperada. Benito levaba raz6n. En el fondo del ti- nel los zorros estaban a punto de morir de hambre —ase- —Papé, papa, tengo sed... —gemia un z0- Trito. 56 —Papd, papa, tengo ganas de salir de aqui... —gritaba otro. —Papé, papé, no aguanto més... voy a aso- marme fuera, pase lo que pase —protestaba un tercer zorrito. —jNi hablar! {De aquf no se mueve na- die! —bramé don Zorro—. Antes que dejaros salir para que os maten esos granujas con sus escopetas, prefiero que todos nos muramos aqui dentro... Bd Durante largo rato, don Zorro permane- cié en silencio. Cerr6 los ojos y se puso a pen- sar, sin atender a lo que decfan los otros. Do- fia Zorra lo miraba y sabfa que su marido estaba discurriendo un plan: Por fin, don Zorro alzé la cabeza, se le- vant6. Los ojos le brillaban. ué te pasa, carifio? —pregunté la zorra. —Hm... hm... estaba pensando..., em- pez6 don Zorro 58 — {El qué? —pregunt6 ansiosamente su esposa. — (El qué, papa? —corearon vivamente los zorritos. —Estaba pensando que... —volvié a em- pezar don Zorro, Pero se detuvo y, moviendo la cabeza tristemente, afiadié—: Pero no, no vale la pena. ~¢Por qué no vale la pena, papa? —Porque mi plan consiste en continuar cavando el tinel... y esta claro que después de tres dias sin comer ni beber, ya no estdis para estos trotes. —}Pues claro que sf, papa!, —gritaron los zortitos corriendo hacia él, —Miranos. {Estamos en plena forma! Don Zorro miraba a sus cuatro hijos y son- refa.

You might also like