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cambios hist6ricos, secularizado al fin casi por com- pleto, en las miiltiples representaciones de la realidad {que componen en conjunto la trama dramética de la literatura occidental. La obra de Auerbach, modesta y grandiosa a un tiempo, no ofrece sino una versi6n del drama, un relato que trata de recordar un pasado o un futuro cuya revision precisa el maximo esfuerzo, la mayor atencién hacia eso otro de lo poético: far de li occhi specchi a la figura’, Aueedadk., Enele. Rpm Ted Yolande fonier. Mepucd : Trott, 1998 - 35. Parala redaccin de estas piginas he contado con algunas valio- sas observaciones del profesor Julio A. Pardos. Ukimada ia introduccion, he deagradecerie con gusto sus conversacionesestimulantes, sucolebora- cién en el «pulidos de ciertos detalles formales de los textos editados y sus orientacionesbibliogrfices en tomo al status quaestionis dels discu- Sones actules sobre la Teorfa de la Hist 40 FIGURA 1. De Terencio a Quintiliano La palabra figura, cuya rate es la misma que la de fingere, figulus, fictor y effigies, significa originalmente cimagen plastica», y se documenta por vez primera en Terencio, que dice de una joven: nova figura oris feuna belleza peculiar»] (Ez., 317). El fragmento 270/1 de Pacuvio data aproximadamente de la misma época: Barbaricam pestem subinis nostris optulit Nowa figura facta... [«Presenta una peste extranjera a nuestras lanzas producida en forma extratia.») (Ribbeck, Seaen. Rom. Poesis Fragn., I, p. 110)'. Es probable que Plauto no hubiera Ilegado a co- ocer esta palabra; él emplea en dos ocasiones fictura (Trin., 365; Mil., 1189) y lo hace, en efecto, ambas. 1. Segin me comunica P. Friedlaender a este respecto, barberica istis podtia designar el waguijén de un pezn por el que Ulises habria resultado herido de muerte; eubine, no ex seguro. 43 veces en un solo sentido, que se refiere més bien a la actividad configuradora que a su resultado; en épocas posteriores el cérmino fictura cae considerablemente en desuso?, Al mencionar la palabra fictura hemos de ha- cer una observacién que atafie a figura: esta tiltima se deriva directamente del tema’, y no del supino, como sucede con otras palabras de similar terminaci6n, del tipo de natura, Se ha pretendido explicar este caso como un fenémeno de analogia con effigies', en cual- quier caso, esta formacién especial de la palabra expre- sa algo «vivo», ] (De ling. lat., 9, 21). Esta indicacién se puede asociar con la idea de que también hay figuras para el sentido del oido, y ademas cs preciso tener presente que Varron utiliza indistintamente los términos figura y forma, mezclandolos sin reparo alguno en el sentido de «con- iguracién», como hacen, por otro lado, todos los au- tores latinos que no poseen la precisin terminolégica de los especialistas filos6ficos. Propiamente hablando, forma significa «molde» (en francés moule), y en con- secuencia se encuentra en la misma relacién con figu- ra en gue estén el «molde hueco» y el producto resul- tante al efectuar su vaciado dando lugar a una «forma plastica». Sin embargo, este sentido se detecta rara vez, en Vart6n: quizés un caso sea cl del fragmento de Ge- lio Ill, 10, 7: semen genitale fit ad capiendam figuram idoneur [sel semen genital se hace idéneo para ad- quirir una figura). 46 La novedad propiamente dicha y la confusién del significado originario de estas palabras que hallamos por primera vez en Varr6n remiten, como ya hemos dado a entender més arriba, al arca de la gramética En la obra de Varr6n se encuentra la palabra figura como «estructura gramatical», «detivacién» y «forma de flexién». Varrén denomina la forma del plural fi- gura multitudinis; alia nomina quingue habent figuras (9, 52), es decir: «otros sustantivos tienen cinco for- mas de declinacién>. Este uso tuvo una fortuna sig- nificativa’, igualmente, a partir de Varr6n la palabra forma fue empleada con harta frecuencia, aunque pa- rece ser que los graméticos latinos prefirieron usar mucho més a menudo el término figura. Cémo fue posible que ambas palabras —habida cuenta de que ‘figura evoca por su aspecto formal claramente su ori- gen— pudieran adquirir con tanta rapidez un sentido netamente abstracto? El griego, cuyo léxico cientifi- co-retézicu era incomparablemente mas rico que el del latin, posefa un gran ntimero de términos para expre- sar el concepto de «figura», tales como wood, elfoc, onfue, tines, nidorc, por citar sélo las més importan. tes. En el Ambito del uso platénico-aristotéli-co del idioma, la formacién filos6fica y retérica habia asig- nado a cada una de estas palabras su campo semantico propio, trazando especialmente una clara Iinea diviso~ tia entre wopér} y eléos, de una parte, y oxfua, de otra parte: opr} y «léoc son ia «forman o la «idea» que constiuyen o informan la materia, mientras que oyfue ¢s la «configuraciém» puramente sensorial de dicha 6. Ch sFiguras, en Th. LL. Il A 2a, cl. 730 y 2e co. 734 47 forma. La cita clasica al respecto se encuentra en la obra de Aristételes Metafisica (VII, 3, p. 1029) donde, al exponer e! significado de otoia, se caracteriza a la Hopdr} como oxsuee sik L8éacs de este modo aparece en Aristételes el oyfue, puramente sensorial, como una categoria de la cualidad, y la combinacién de oyfuw con péyebos, kivmous y xeGua: que ya encontrébamos en Ja obra de Varrén. Se imponia casi naturalmente que deopés y elb0s se derivara forma en latin, que implica otiginariamente la idea de modelo; ocasionalmente, hallamos también la palabra exemplar; por el contra: rio, a oxfua corresponde casi siempre figura en latin. EL hecho de que ozfuz, en el sentido de «configura- cién externa», se hubiera extendido ampliamente por la terminologia cientifica griega —tanto en la grama- tical, retérica, légica, matemética cuanto en la astro- némica— explica que en latin apareciera por todas partes la palabra figura, siendo asi que, junto al signi- ficado original de «forma plastica» y més alla de él, surge como concepto mucho més genérico de «mani- festacién» sensorial, «forma» gramatical, retérica, 16- gica, matemitica, y mds tarde musical y coreografica. En efecto, no se perdié totalmente el significado de «lo plastico», puesto que también tinos se convirti simpresi6n» o «improntay y midous, wAdoue en «ima- gen plistica», como resultaba de la rafz fig-, que fre- cuentemente se convierte en figura. A partir del signi- ficado de sénos se desarrollé la palabra figura en la acepcién de la «impresi6n de un sello», sentido meta- férico que cuenta con una notable historia desde Aris- t6teles (De mem. et rem., 450.031: 4 xlumove evant ‘vera: olov tito twvk tod atodfueroc [, en una orientacién que probablemen- te ya existié desde el principio, pero que se fue elaborando de manera paulatinas figiera se propaga in- cluso en el terreno de statua, invadiendo asi el area de palabras como imago, effigies, species y sirmulacrum. Por consiguiente, si bien es cierto que se puede decir en general que figura corresponde en el uso lingiiisti- co latino a la palabra griega oyfue, también lo es que con ello no queda agotado su potencial léxico, potes- tas verbi: \a palabra figura no s6lo resulta a veces més pléstica, sino que también puede llegar a ser mas dind- 7. Bala obra de Arisibteles, como en la de Platén, x6 signifi ven generaln, «a grandes rasgoss, «por regla generals. Sw expresion: m= ug ne. vizy (1094b 20), o bien kat” Slew DeySky nal tiny se extiende hata el francés y el italiano a través de Ireneo (2, 76) y Boecio (Top. Arist 1, 1, PL 64, pl. 911 B), cf. Godefroy, seub voces figural I convient ‘qe la maniore de proceder en ceste oewore soit gross et figurela; 0 bien sub voces figusalement: Carla maniere de produyre | nese peust manstrer ne deduyre | Par effec, si nom sewlement | Grosserient et fguraubment (Greban). En italiano parece que el sentido de a «imi- tacién», de «prototipo original» a «copia» estudiando Jos pasajes que tratan del parccido entre hijos y padres, de la mezcla del semen y la transmisi6n hereditaria; asi dice de los hijos que son utriusque figurae del padre y de la madre, que reproduce a menudo proavoru fi- _guras y cosas por estilo: inde Venus varias producit sor- 8, Hay sigoificados de oxiwa que no se encuentean en sfiguran, © bien que no logracon introducitse en el latin, por ejemplo: sconstitucié>. 9.. Cf. sambin Ia formaciéa de los conidos: per chordas organici quae | Mobilibus dgitisexpergefacta furan (alas melodies que los msi- os por medio de las cuerdas de la cftara con hsbiles dedos modolan} Q, 41283). 50 1e figuras [«de donde Venus produce figuras de suerte diversa»] (4, 1223). Estos pasajes muestran cémo el juego entre prototipo original y copia solamente se podia realizar mediante la palabra figura; los términos forma ¢ imago se encontraban demasiado firmemente anclados en uno u otro sentido; figura es més sensorial y dindmica que forma, y conserva a singularidad de lo original con mas pureza que imago. Ciertamente, se ha de tener presente por doquicr (tanto aqui como cn adelante, cuando les toque el turno a los poetas) qué excelente cierre de hexémetros ofrece la palabra trisi- laba figura en todas las formas de su flexi6n"®. Una transformacién especial del significado de «copia» se encuentra en la , imagen fantéstica» y «sombra de la muerte 0 de un muerto». En este caso se trata de variantes muy vivas que lcgaron a tener una notable fortuna, puesto que signi- ficados como «prototipo original», «copia», «imagen virtual» y «visién de ensuefio» quedaran vinculados para siempre con figura. Pero el uso més ingenioso de esta palabra lo descubre Lucrecio por otros caminos. Es sabido que Lucrecio representa la cosmogonia de Dermécrito y Epicuro, segiin la cual el mundo esté cons- tiaido por 4tomos. A los étomos los denomina pri- mordia, principia, corpuscula, elementa, semina y, en general, corpora, quorum concursus motus ordo posi- tra figura [scuerpos cuyo concurso, movimiento, or- den, posiciones y figuras»]"! (1, 685 y 2, 1021) engen- dean las usas. Auiique los 4tomos son muy pequefios, tienen materia y forma y adoptan un nimero indefini- do de configuraciones, de manera que Lucrecio llama a éstas con frecuencia figurae y que, inversamente, como ha hecho circunstancialmente Diels", los «ito- mos» se traducen por figurae. Los innumerables éto- mos permanecen en movimiento continuo, vagabun- dean por el vacio y chocan unos con otros: forman una danza en rueda de figuras. Este uso de la palabra 11, Como ya sabemos (Munro), en las tres sltimas palabras se re- produce Ia formula de Deméerito y Leueipo puouse. cpori, Salty ef. Diels (Frag. der Vorcokratiter, 2, 4. edn, p. 22). Ariatteles describe row valigndose de oxfue (Metaph., pp. 985 b 16 y 1042 b 11, Phys, 488 222); Lucrecio lo traduce por figura 12, Algunos passjes:2, 385. $14. 678, 682; 3, 190. 146; 6, 770 52 parece no haber ido més alla de Lucrecio: el Thesaurus ‘inicamente cita al respecto un pasaje de la obra de Claudiano (In Regfin., 1, 17), esto es, un texto de fina- les del siglov. Por tanto, la aportacién més original de Lucrecio a este sentido restringido ha quedado sin efec- to alguno, pero sin duda de cuantos autores he estu- diado con motivo de mis indagaciones sobre la palabra figura es Lucrecio el que realiz6 la contribucién mas genial y personal, aunque no sea la més importante en términos hist6ricos, En la obra de Cicerén, que usa frecuentemente y con gran flexibilidad la palabra figura, aparecen repre~ sentadas todas las variantes del concepto general de sconfiguracién» que le fueron sugeridas por su activi- dad politica, ret6rico-literaria, juridica y filos6fica. De estos usos se pueden también deducir rasgos de su humanidad afable, sensible, impresionable y débil. A menudo Cicerén atcibuye la palabra a seres humanos, a veces en tono patético: portentum arque monstrum certissimum est, esse aliquem humana specie et figura, qui tantum immanitate bestias vicerit, ut... [ues cierta- mente algo portentoso y monstruoso que alguien con forma y figura humana supere en tanta crucldad a las bestias como para...] (Pro Q. Roscio, 63)s y tacita cor- poris figura es la apariencia muda (ibid., 20) eayo as- ecto traiciona a los infames. Incluso los miembros y los 6rganos internos, los animales, los utensilios, las estrellas y, en definitiva, todo lo sensorial posee su fi- gura correspondiente, asi como también los dioses y el universo en su totalidad. De lo que se nos presenta sensorialmente y aun de la apariencia externa, expre- sada por la palabra griega oye, se da buena cuenta en Ja obra de Cicerdn, como cuando éste afirma del tira- 53 no que solamente tiene la figura hominis, o bien cuan- do dice de las ideas abstractas de los dioses que no tienen figura ni sensus. Raras veces se ofrecen claras delimicaciones entre los términos figura y forma (por ejemplo, De nat. deor., I, 90; cf. supra nota 10), y el uso de ambos no queda reducido a lo dptico y a lo plistico, puesto que Cicer6n habla de la figura vocis, incluso de una figura negotii, y con harta frecuencia de las figurae dicendi, Naturalmente, las formas geomé- tricas y estereométricas también disponen de su corres- pondiente figura. Sin embargo, en la obra de Cicerén apenas aparece desarrollada la palabra figura en el sen- tido de «copia». Es cierto que en un momento de su obra (De nat. deor., 1, 71) se habla de que Cotta, uno de los interlocutores secundarios, podrfa comprender mejor Ja expresién quasi corpus de los dioses si in cereis fingeretur aut fictlibus figuris [«si se le figurase en cera © en figuras de arcilla»]; y que en De div. (I, 23) se habla de la figura de una pefia que serfa semejaute a un pequefio Pan, Pero estos casos no bastan para rebatir nuestra afirmaci6n anterior, porque de lo que precisa- mente se habla en ellos es de la figura de la arcilla y de lade la piedra, y no se su representaci6n™. A las som- bras, que segiin Demécrito se desprenden del cuerpo yy alas que ya se ha aludido en referencia a Lucre- cio—, las denomina Cicerén imagines (a corporibus enim solidis et a certis figuris vult fluere imagines De- mocritus («Demécrito afirma que las imagenes fluyen 13, El paso de sfiguea como materials a afigura como objeto repro- dacidor se llev6 a eabo muy Tentamente y wuvo lugar primero entre los poctas, Cf. (con excepciGn de Lucrecia) Catulo (64, 50 y 64. 265); Peo percio (2, 6, 183). Express similitudine figurarum, eeribe Veleyo Pater cxlo (f,11, 4: esemejante a un reraton). 54 de los cucrpos sélidos y de figuras realese], De div., 137)", y casi siempre llama a las representaciones de los dioses signa, pero nunca figurae. Como ejemplo de eto se puede mencionar el chiste malicioso que se cuenta de Verres (II, 89): Verres queria robar una va~ liosa estatua que representaba a una divinidad en una ciudad siciliana, pero se enamoré de la mujer de su heésped: contemnere etiam signuim illuid Himerae jam videbatur quod eum magis figura et lineamenta hospi- tae delectabant («parecia despreciar ya aquella estatua de Himera porque le deleitaban més la figura y las for mas de la huésped>]"’. En Cicerén no encontramos nada similar a las innovaciones audaces y fundamenta- les de la contribuci6n de Lucrecio, de donde se infiere que la principal aportacién de aquél en este sentido istié en introducit, adaptar y aclimatar para el len- guaje de los doctos el concepto de figura como «confi- guracién sensorial». Fue asi como empleé dicho con- ccpto principalmente en sus escritos filoséficos y retsricos, y sobre todo en su tratado sobre la naturale~ za de los dioses, esforz4ndose por formular lo que hoy en dia llamariamos un concepto integral de configura- ci6n, No es ya s6lo su conocida aspiracién a alcanzar Japlenitud oratoria lo que hace que rara vez se confor- mecon utilizar tinicamente la palabra figura y lo que le pulsa a acumular varias palabras de semejante signi- ficedo orientadas a expresar una totalidad: forma et figura, conformatio quaedam et figura totius oris et cor- 4. Cl. también Ad fam, 15, 16. Por el comtrari, Quintana, ilas Spicer figuras. [eaguelas figuras de Epieutor] (10, 2,35) 55. Postesiormente sperece a mennde figura como arepresentaciin de os dioses,y en los escrtoreseristianos como srepresentacion de lon oles; o también como imagen de las monedas. 5S poris, habitus et figura, humana species et figura, vis et figura... («forma y figura, alguna hechura y figura de todo el rostro y del cuerpo, habito y figura, forma hu- mana y figura, fuerza y figura»], y muchas otras fér- mulas por el estilo. Es también inevitable reconocer sus esfuerzos por lograr una concepcién comprensiva de los fenémenos, de lo que aparece o se presenta, y su pretension de transmitir dicha concepcién al lector ro- ‘mano. Para conseguir una fundamentacién y una for- mulacién adecuadas de ese concepto de «figura», no le capacitaban sin embargo ni su talento ni su actitud ecléctica, de manera que sus tentativas resultaban in- eficaces: hemos de satisfacernos, pues, con apreciar la plétora y la ponderacién del estilo, Pero atin més im- portante para el desarrollo ulterior del término figura cs otro aspecto: en la obra de Cicerén y en el Auctor ad Herennium enconteamos por primera vez figura como expresi6n técnica de la ret6rica que corresponde a los términos griegos oxmata o yapaxrfipec AeEcws, que de- signan los tres niveles del estilo, definidos como figura gravis, mediocris y attenuata (Ad Her., 4, 8, 11), 0 bien como plena, mediocris y tenuis (De or., 3, 199 y 212). Sin embargo, Cicerén no Ileg6 a usar figura como tér- mino técnico referido a locuciones perifrasticas y or- namentales, es decir, para denominar propiamente «expresiones figuradas», tal como indica de modo ex- plicito Vetter en su articulo «Figura»'*, Cicerén cono- ce y describe detalladamente estas expresiones, pero no llega a denominarlas figurae, como haran otros aui- tores posteriores, sino que hablaré por lo comin de 16, En Th. LL, 731, £06, 56 jormae et lumina orationis, recurriendo por tanto tam- bién aqui a una formula pleondstica. A este propésito, conviene observar que Cicer6n también usa muy a menudo la expresi6n figura dicendi —en la mayor par- te de los casos forma et figura dicendi— sin dotarla de sentido preciso y especifico, sino como un modo de designar meramente la elocuencia oratoria, ya sea en general, cuando quiere aludir a sus innumerables va- tiedades (De or., 3, 34), 0 ya individualmente, cuando dice de Curién: suam quandam expressit formam figuramgue dicendi [elo ha dicho como su forma y fi- gura de hablar»] (De or., 2, 98). De este modo los es- tudiantes de las escuelas de retorica, para quienes los escritos de Cicerén sobre la elocuencia oratoria cons- titufan obras canGnicas, pronto se acostumbraron a estas combinaciones y f6rmulas expresivas. Lapalabra figura haba adquirido carta de naturale- zaen el lengnaje culto y filos6fico de la época republi- cana tardfa, siendo asf que en el primer siglo de la etapa imperial se siguieron desenvolviendo las posibilidades semAnticas del término en cuestiGn. Es facil suponer que en cl juego entre el «prototipo original» y la «copia», entre la «transformacién de la imagen» y la equivoca imitacién de la «vision onitica», participaron especial- mente los poetas. Catulo ofrece ya esta caracteristica: quo enim genus figurae est ego quod non obierim? [:2Qué clase, pues, de figura hay que yo.no haya toma- do?»] (Aitis, 62). Propercio dice'”: mixtam te varia lau- 17, En su obra yen a de Ovidio el concepto de igurae, «configura ‘ones, pasa ocasionalmente al de «especies» como vatiedad (en lem ‘Aten, en conteaposicién con aespecies como coajunto de todas as vaie- dades (en alemn Gattung); se ata del mismo desarrollo que se encuen- tren el par specas-espce, 57 i i | | | | t | davi semper figuram {siempre he ensalzado tu belleza versétil>] (3, 24, 5), 0 bien opportuna meast cunctis ‘natura figuris [emi naturaleza se adapta a todas las figu- ras»] (4, 2, 21); en el bello final del Panegyricus ad Messalam, donde se habla de la muerte como fuerza transformadora, se dice: mutata figuras y Virgilio des- cribe la imagen engafiosa en la que Turno erce ver la figura de Eneas: morte obita qualis fama est volitare fi- guras [los espectros que es fama vuelan cuando la muerte es ida»] (Aen., 10, 641). Sin embargo, la fuente mis fecunda de figura, en el sentido de transformacién de una configuracién, es naturalmente Ovidio, si bien es cierto que éste usa también forma sin reparo alguno cuando el verso requiere una palabra de dos silabas. Pero las més de las veces es figura la palabra de su pre- ferencia, empleada por el poeta con una disponibilidad yuna riqueza de combinaciones dignas de admiracién; asi hallamos en Ovidios figuram mutare, variare, verte: 10, retinere, inducere, sumere, deponere, perdere. Esta pequefia seleccién puede dar una idea de su gran varie- dad de usos: w- tellus (..] partimgue figuras | rettulit antiquas [ala tierra [..] repuso de una parte las formas antiguas>] (Met., 1, 436)s se mentitis superos celasse figuris [slos didses se ocultaron en falsas aparicncias»] (ibid., 5, 326); suort quibus in plures ius est transi figuras [chay quie- nes tienen el poder de pasar a muchas formas» (ibid. 8, 730); .» artificem simulatoremque figurae | Morphea {eart'- fice y simulador de figuras, Morfeo»] (ibid., 11, 634)s exalls alias repavat natura figuras [ela naturaleza crea unas figuras de otras»] (bid., 15, 253); S58 antimain [..] in varias doceo migrare figuras (wenseio que el alin [..] emigra a diversas formas»] (ibid., 15, 172); lympha figuras | datque capitque novas [«el agua da y toma nuevas figurass] (ibid., 15, 308), ‘También Ja imagen del sello aparece representada de la forma més bella: Utgue novis facilis signatur cera figuris Nec manet ut fuerat nec formas servat easdem, Sed tamen ipsa eadem est... [e¥ como la cera adopta ditctil el signo de nuevas fi- guras, y 10 permanece como antes ni preserva las mis- mas formas, asf es siempre la misma...] (ibid., 15, 169 3). En la obra de Ovidio encontramos ademés el térmi- no figura con el sentido muy claro de «copia»: globus immensi parva figura poli xglobo, pequefia figura de inmenso polo»] (Fastos, 9,278, o bien en Heroidas, 14, 97 y en Epistulae ex Ponto, 2, 8, 64); 0 con el sigaifica- do de «letra», tal como se ha indicado a propésito de Varrén: ducere consuescat multas manus una figuras {eque una sola mano se habitde a trazat muchas figu- sas] (Ars Amat, 3, 493); y finalmente como posturaen el juego amoroso: Venerem iungunt per mille figuras [ose unen a través de mil formas»] (Ars Amat,, 2, 679). En todos los pasajes de la obra de Ovidio figura sugiere algo dinémico, transformable y expuesto al equivoco. Con mucho arte emplea también la palabra Manilio, el poeta de Astronomica, en cuya obra figura no sélo in- claye los sentidos mencionados, sino ademés el de «constelacién» y «signo celeste» (junto con signum y 59 forma). Bn la acepcién de «visién onsrican, figura se documenta en la obra de Lucano y de Estacio. Casi del todo distinto de lo que hasta ahora se ha expuesto —y de lo que nos mostrardn los rétores— es el uso de la palabra en la obra del arquitecto Vitruvio, para quien figura designa Ja forma plastica y arquitec- ténica y, alo sumo, su reproduccién o su «planta». En este autor no hallamos rastro de los conceptos de lo ilusorio, de lo equivoco o de la transformacién, siendo ast que figurata similitudine (7, 5, 1) no significa en su vocabulario nada que tenga que ver con lo efectuado «por medio de ilusién», sino algo creado «por medio de un modelo semejante». A menudo figura quiere decir «planta», «plano» (modice picta operis futuri figura, 1, 2, 2), y universae figurae species o también summa figuratio sefialan la configuracién global de un edificio, ode un set humano (pues Vitruvio se complace en comparar a ambos desde el punto de vista de la sime- ttia). Dejando a un lado su ocasional aplicaci6n ma- temética, figura (as{ como fingere) tiene en la obra de Vitruvio, y en la de otros escritores técnicos coeténeos, un sentido pléstico-sensorial firmemente establecidos por ejemplo, en Festo encontramos crustuluum cymbi fi- gura [«una torta en forma de barca»] (p. 98)'*, en Celso. venter reddit mollia, figurata («el vientre pone formas 18, Para procs de confers. tambign Marci (14, 22,1) der Feat, fitequacdan ex farina in bontina furs (cpasas de farimcon figura de nombre]. 129),yPcoro: oe rine fea {thuotorhechos de harins] Q3,¢), Alcosnero se leadmiabay ewlea- Sawai de opin year nade sen ns reunociniento del qu vl ser ulation epocts posterior toy copcnlmente durante el Renacinint, ef Barro y el Roco6 Goch Wal Meta Lara Il, xp 7, como I earespon- Sen ota de Cresenach en a ubnamesgae, 17, p38 60 blandasy figuradas»] (2, 5,5) yen Columela ficos com- primunt in figuram stellarum floscularumque [«nol- dean higos en forma de estrellas y florecillas»] (12, 5, $).Con mayor amplitud y desenvoltura se comporta cn este punto un autor que pertenece a otra capa social y cultural como Plinio el Viejo, en cuya obra es-tén re- presentados todos los matices del concepto de «onfi- guraci6n y «especie». Se puede observar excelente- mente el paso del concepto de «configuracién» al de «cetrato» consultando el notable comienzo del Libro 35, en el que se lamenta de la deplorable decadencia de la pintura retratistica: Imaginum quidem pictura, qua maxime similes in aevum propaganturfigurae... [eloste- tratos por los que se transmitfan en el tiempo las figuras muy semejantes al original...»]; y algo mas tarde, cuan- do se refiere a los libros ilustrados con retratos, cuya técnica de produccién habfa sido inventada por Vatrén: Imaginum amorem flagrasse quondam testes sunt [] et Marcus Varro (..] insertis [...] septingentorum illus- trium [..] imaginibus: non passus intercidere figuras, aut vetustatem aevi contra homines valere, inventor muneris etiam diis invidiosi, quando immortalitatem non solum dedit, verum etians in omnes terras misit, ut praesentes esse ubique credi possent [«Que el amor por los retratos dominase una vez es algo atestiguado [...] de lo que da cuenta Marco Varrén [...] que introdujo en sus obras retratos de setecientos personajes ilustres, ysin permitir que sus figuras desaparecieran, o que pre- valeciera contra los hombres el paso del tiempo, fue un inventor de dadivas envidiado por los dioses, en tanto no sélo dio la inmortalidad a esos hombres, sino que Jos dio a conocer en todos los iugares de modo que se los crefa presentes por doquier]. 61 [ | En la literatura jurfdica del siglo 1se encuentran documentadas algunas pocas citas en las que aparece figura en cl sentido de «forma hueca o vacia>, ¢ incluso con el significado de «apariencia»: non solum figuras sed vin quoque condicionis continere [eno sélo contie~ nen Iz apariencia sino también la fuerza de su condi- cién»] (Préculo, Dig., 28, 5, 70), y también: Mihi La- beo videtur verborum figuram sequi, Proculus mentem [Me parece que Labeo haya seguido la forma de las palabras, pero Préculo el sentido») (Javolenus, Dig.s 50, 16, 116). Pero el hecho mas importante y de mayor trascen- dencia para el desarrollo de la palabra figura en el si- glo 1 fue la formacién del concepto de «figura ret6ri- ca», cuya expresin se encuentra en el Libro IX de Quintiliano. La cuestién era més antigua, propiamen- te se trataba de un asunto griego, pero —como ya he- mos constatado més arriba— se convirti6 en latina gra- cias a Cicerén, si bien es cierto que éste no lleg6 a usar Ja palabra figura a tal fin, a lo que se ha de afiadir que, segiin parece, entretanto la incesante discusién sobre cuestiones retéricas habja contribuido a refinar consi- derablemente la técnica de la figura. No se ha podido determinar con exactitad cuando se empez6 a utilizar dicha palabra para designar el objeto que nos ocupa, probablemente poco después de Cicerén, como indu- ce a suponer el titulo de un libro de Anno Cornuto (De figuris sententiarum) al que hace referencia Gelio (9, 10, 5), asi como las observaciones y las alusiones de los dos Sénecas" y las de Plinio el Joven. Parecia légi- 19, Seneca riene un importante pasaje, aunque en otre contexto, en cl que aparece figura en cl sentido de «prototipa originale videa; por 62 co que asf fuera, puesto que la expresién griega era o} us. Hemos de suponer necesariamente que el uso t6 nico-cientifico de la palabra estaba, desde hacfa tiem- po, mas desarrollado de lo que alcanzan a documentar los escritos conservados: por ejemplo, ya se hablaba de las figuras del silogismo en latin (la expresién griega oniuata ovdAoyiou00 proviene del mismo Aristételes) mucho antes de aparecer la f6rmula en Boecio y en el libro de las categorias pseudo-agustiniano. En el dltimo capitulo del Libro VIII y en el Libro IX de la Institutio Oratoria, Quintiliano ofrece una detallada exposici6n de la teoria de los tropos y de las figuras que, de una parte, parece contener una concisa discusi6n con anteriores opiniones y trabajos y, de otra parte, results fundamental para los intentos ulteriores de dominar el problema implicado. Quintiliano separa Jos tropos de las figuras; el tropo es concepto més es- tticto que hace referencia tnicamente al significado impropio de palabras y locuciones; la figura, por el contrario, es la conformaciéa del modo de hablar que se distancia del uso vulgar y directo. En la figura no se trata de sustituir unas palabras por otras, como sucede en los tropos; es también posible formar figuras par- tir de palabras que conservan su disposici6n y su senti- cotta parte, forma se presenta con el signifierdo neoplaténico del modelo interior, de ls configuraciones insitas en el esptitu del artista, siendo set ‘que se preparé el camino para la posteriormente can invocada compara «ign del ereador con Dios: escultor, dice Séneea, puede tener el mode- 10 (exemplar) de su obca dentro y fuera de i os ojos y tambien su propio ‘piri s lo pueden ofrecer y Dios tiene en todos los exzmplara delas cosas: plenus his figuris ct quas Plato ideas appellatimmortales (wes eno de esas figaras que Plt6a llama ideas inmortalese] (Epis, 65, 7). Ci. también Durero: sPuesto que-un gran pintor est leno interiormente de figuces..» ef. E. Panofsky, Idea, 1924, p. 70, 63 do propios. En principio cualquier modo de hablar 0 discurso es una formacién, una figura, pero esta pala- bra se aplica solamente a las conformaciones que cris- talicen poética o ret6ricamente de una manera espe Gial, por lo que se puede distinguir entre el discurso sentillo (carens figuris, dexnpexioréc) y el figurado (fi- guratus, coxmuaciouévec). Para llegar a establecer una diferencia entre tropo y figura hay que abrirse lenta- mente camino con mucho esfuerzo. BI mismo Quinti- liano vacilaba con frecuencia al tener que asignar una locucién determinada a una de las dos categorfas; el ‘uso ulterior del idioma se ha decidido, en miiltiples cocasiones, a considerar figura como un concepto gene- ral mas amplio que el de tropo, calificando de «figura da» toda manera de expresién impropia o indirecta, Quintiliano denomina tropos —y define como tales— ala metéfora, la sinécdoque (mucronem pro gladios puppim pro navi), la metonimia (Marte por la guerra, ‘Virgilio por las obras de Virgilio), la antonomasia (el Pelicla por Aquiles) y muchas otras semejantes; y divi- dia las figuras en las que se refieren al contenido y en Jas que se vinculan con Ia expresién (figurae senten- tiarum et verborum). Como figurae sententianum con- sidera las siguientes: la pregunta ret6rica con la res- puesta dada por uno mismo; las distintas clases de refutacién anticipada de objeciones (prolepsis); la si- mulacin de confidencia en el ambito del juez, del ‘oyente ¢ incluso de la parte contraria; la prosopopeya, en la que se hace hablar a otras personas, bien sea al adversario © a personificaciones de entidades como la patria; el apéstrofe pomposa o solemne; la ilustracién concreta de un suceso: evidentia o illustratio; las di- versas formas de la ironia, la aposiopesis 0 reticencia: 64 obticentia o interruptio, en la que «se traga uno algon (en alemén: etwas hinunterschluckt); el arrepentimien- to simulado de algo que se habfa afirmado, y muchas otras cosas por el estilo, Pero, sobre todo, hemos de ‘mencionar el recurso expresivo que entonces se consi- deraba el més importante y el verdadero acreedor del nombre de figura: nos referimos a la reticencia, a la alusién encubierta en sus formas ms variadas. Se ha- ia depurado hasta el refinamiento la técnica de mani festar 0 insinuar algo sin pronunciarlo expresamente, y asi se actuaba de manera casi natural por motivos politicos 0 técticos, por la sencilla razén de logtar su- brepticiamente un mayor efecto 0, cuando menos, pata gue quedara sin explicitar lo que se deseaba encubri Quintiliano describe la gran importancia que habia adquirido on las escuclas de ret6rica el ejercitarse en esta técnica, y c6mo se ideaban casos ex profeso, las llamadas controversiae figuratae, a fin de perfeccionar- se y destacarsc con ello. Finalmente, menciona como figuras de expresi6n los solecismos intencionados, las repeticiones retdricas, las antitesis, los homénimos, las alipsis, los asindetos, los elimax y otras. La exposicién que hace Quintiliano de los tropos y las figuras, de la que slo hemos resumido lo més rele- vante, esté acompafiada de un buen niimero de ejem- plos y provista de analisis sobre las peculiatidades y las diferencias de cada una de los distintas clases de for- mas, que ocupan una gran parte de los Libros VIII y IX, Se trata de un elaborado sistema, de una teorfa ala que se concedié mucho valor, y es de suponer que Quintiliano se encontraba en una posicién relativa- mente libre entre los demés rétores y que no era dado los excesos de pedanterfa que despreciaba. Fl arte de 65 formar expresiones impropias, perifrésticas, alusivas, insinuantes y encubiertas, con las que se pretende des- tacar ¢! objeto, decorandolo y dotandolo de eficacia 0 perfidia, florecié en la elocuencia oratoria de la Anti- sliedad y alcanz6 una perfeccién y flexibilidad que nos resultan casi incomprensibles y raras, que incluso se nos antojan a menudo absurdas ¢ insulsas. Estas expre- siones fneron llamadas figurae. La teorfa de las figuras del discurso adquiri6 una gran importancia en la Edad ‘Media y en el Renacimiento. A los teéricos del estilo literario de los siglos xa y xa les sirvié de fuente prin- cipal el escrito Ad Herenniurm®, Con esto concluimos a historia del significado de figura en la Antigiiedad pagana; algunas formaciones posteriores de caracter gramatical, revdrico y légico se produjeron esponténeamente en consonancia con los significados que ya han sido mencionados y ejemplifi- cados*!, Histéricamente result6 relevante el significa- 20, Alrespecto véase Faral Lee Ars potignes du ar et du ur stele, Paris, 1924, pp. 48 5. ¥ 99 ss, 21, Amiane Marcelino ofrece una variante digna de mencién, que aplica ala topografia de los campos de batalla para indicar a disposiciin ‘estratégicay la organizacidn de campamentos, Cf. Th, L. L., 726, 3788. Bn la obra de Sedulio (Carmen Paschole, 5, 101/2) se encuentra un pase en el que figura no puede sgnifiear més que «easton, este, como ‘ene francés modemo: Namque per hos colaphos caput est sanabile nostrum, | Hace sputa per Dominum nostran lavare figuram (ePues swestea cabeza puede ser fanaa por tos lps /y ets eps hn vad nesta fr por eb lel Seftor). Puesto que anteriormente ha hablado de spwere in facieme y colaphis pulsare caput, no hay motivo alguno para poner en tela de juici el signi ficado de arostrow; sin embargo, no est de més tomar en consideracin la posibilided de que se necesite un final de vereo trsiabo con wna sla ‘central larga, que es justamente lo que podfa haber movide a Sedulio a 66 do que convinieron en dar a la palabra los Padres de la Iglesia a partir de la evolucién trazada en las paginas precedentes, 11. «Figura» como profecta real en los Padres de la Iglesia El significado nuevo y singular que presenta la palabra figura en el mundo cristiano se da por primera vez y con harta frecuencia en Tertuliano. Para explicar este contenido sera preciso que comentemos algunos pasa- jes de su obra. En su escrito Adversus Marcionem habla Tertuliano de Hosea, el hijo de Nun al que Moisés llama Josué, en los siguientes términos: ... et incipit vocari Jesus [..] Hane prius dicimus figura futurorum fuisse. Nam quia Jesus Christus secundum populum, quod stems w05, natiin saeculi desertis, introducturus erat in terram pro. tmissionis, melle et lacte manantem, id est vitae aeternae ossesionem, qua nibil duleius; idque non per Moysern, ‘dest, non per legis disciplinam, sed per Jesu, id est per i wa aad sien gee sor Fo ser qs aaa ded el pao 4 visu mévico, Em uses eno, exe nico empl sepurs &epue irenos epoca sng dnd msc a ae a Lafond esa np ab iuchite, 1918, p. 109), segin ls cual en la Taba de las Maldiciones de bof sioseae eae a Uiaticobtaton debra cobmnrgeeesmeanle do thaelpacotncrane bd ene ate lon i ic conan pan eae ee tnt cana por Ware FEW ae tee Stee in rece apes dl kepmcns ee Aen io Il nkosi hence are end eae se 67 evangelii gratiam provenire habebat [forma del latin vulgar en el sentido de «deberia suceder») circioncisis nobis petrina acie, id est Christi praeceptiss Petra enim Christus; ideo is vir, qui in huius sacrament imagines parabatur, etiam nominis dominici inauguratus est fi- ‘ura, Jesus cognominatus [... y comenzaron a llamarlo Jesis [..] Digamos ante todo que ésta fue una prefigu- racién del futuro, Porque Jestis estaba conduciendo el segundo pueblo, que somos nosotros, nacidos en el de- sierto de este mundo, ala tierra prometida rica en leche y miel, esto es, a la posesi6n de la vida eterna cuya dulzura nada aventaja; y ello no podia advenir por medio de Moisés, es decir, mediante la disciplina de la ley, sino a través de Jestis, por medio de la gracia del Evangelio, habiendo sido nosotros circuncidados por un cuchillo pétreo, esto es, por los preceptos de Cristos pues Cristo es piedra; y asi el hombre que preparaba la imagen de este sacramento fue anunciado en la figura del nombre del Seftor, y fue llamado Jestise] (Adv, Marc., 3, 16 [segiin Nm 13, 16]). Se trata en este parra- fode poner nombrea Josué/Jesiis, como sifueraun acto profético que anticipa sucesos posteriores™. Asi como Josué, y no Moisés, condujo al pueblo de Israel a Pales- 22, Bla vesén de os Stet Jon ya ae a Js ent ing sombre ene contain de ome Ch reper ati del "ete de Jone gue considera ua copia del siglo w dw i glo v- Tan dle he poo tener acceso a una hoje qe se eneuentra caiatben de K.P itelatericheBucbmates Noche, 19225 Sone srepresenta én fron xd ns se pers Jos 4,20. 22}, asd ln or ete nomi cl ee yon epresin fa sed Ne eral decid aod priblemente que ge trata de Jats Son frecuentes posterores repre Sentaiomes de agra de Josué, c, Hildbere de Tours, Sem de i, SOx, PLy 171, 842 68 tina, la tierra prometida, asf también conduce la gracia de Jesiis, y no la ley judfa, al «segundo pueblo» a la tie~ ra prometida de la eterna beatitud, El hombre que des- cubti6 este misterio atin oculto como preantincio pro- ‘tico, qui in huius sacramenti imagines parabatur, fue intcoducido bajo la figura del nombre divino. La deno- minacién de Josué/Jestis es, en consecuencia, una pro- fecia real o representacién anticipadora de algo futuro; ha figura esesc algo verdadero e hist6rico que represen- tay amuncia otro algo igualmente verdadero e histori- co. La relacién de reciprocidad entre ambos aconteci- mientos se deja reconocer por su coincidencia o semejanza. En este sentido, Tertuliano afirma: Quare Pascha Christus, si non Pascha figura Christi per simili- tudinem sanguinis salutatis et pecoris Christi? [«éPor gué la Pascua es Cristo, si no por ser la Pascua figura de Cristo por semejanza con la sangre salvadora y con el cotdero de Cristo?»] (Ad. Marc., 5, 7). Con frecuencia es suficiente que aparezcan vagas semejanzas en la es- tructura del acontecimiento o en sus circunstancias con- comitantes para que se pueda reconocer la figura; se re~ queria una determinada voluntad interpretativa para dar con ella en cada caso. Por ejemplo, cuando los dos machos cabrios (ibid., 3, 17; 0 bien Ad, Iudaeos, 14), oirecidos como victimas propiciatorias en Lv 16, 7 ss., scinterpretan como figuras del primer y segundo adve. nimiento de Cristo; © cuando Adén se transforma en Figura Christi y Eva en figura Ecclesiae, tal como sucede et el siguiente fragmento: Si enim Adam de Christo fix gina dabat, somnus Adamae mors erat Christi dormituri inmortem, ut de iniuria (hecida] perindi lateris eius vera ‘mater viventium figuraretur Ecclesia [«Pues si Adan era figura de Cristo, cl suetio de Adan era la muerte de Cris- 69 to, adormecido en la muerte, para que de la herida de su costado fuera figurada la madre verdadera de los vivos, la Iglesiav] (De anima, 43 [cf. también De mono- gamia, 5})®. Sobre esta voluntad interpretativa volve- remos. hablar mas adelante. Esta modalidad de inter~ pretacién se impone el cometido de esclarecer Ia identidad de las personas y los acontecimientos del ‘Antiguo Testamento en cuanto figuras 0 profecias rea- les de la Historia sagrada del Nuevo Testamento. Al acometer esta tarea, hemos de observar que Tertuliano rechaza explicitamente menoscabar, por medio de la interpretaci6n figural, el alcance de la validez literal ¢ hist6rica del Antiguo Testamento. Tertuliano da mues- tras de una aversion decidida contra cualquier tipo de exceso espiritualista; de ningtin modo quiere que se comprenda el Antiguo Testamento como una meraale- gorfa; en cualquier caso, destaca su sentido literal o real, y en los momentos en los que propiamente se trata de profecias figurales, Tertuliano mantiene que la figura posee la misma realidad hist6rica que lo profetizado en ella. La figura profética constituye un hecho concreto ¢ historico, siendo asi que su anticipacién se cumple en hechos igualmente coneretos ¢ hist6ricos. Para dar nombre a estos conceptos, Tertuliano emplea las expre- siones figuram implero: figuram sanguinis sui salutaris implere («completar la figura de la sangre de su salva- dors] (Adv. Marc., 4, 40), 0 bien confirmare: Christo confirmante figuras suas («Cristo que confirma sus fi- 23. La palabra figurareter significa aqui, al mismo tiempo, «fuera formada» y sfiguradae; en cl segundo sentido, mediante Ia sangre y cl ‘agua, cucatisti y bautismo. La contraposicion de las dos inva oheridas Iaterales continu siendo un motivo significative durante macho tiempos cf Burdach, Vorspel, I, 1, 1925, pp. 162 y 2125 Dante, Par, 13, 37 5 70 sguras»] (De fuga in pers., 11). De ahora en adclante de- nominaremos ambos acontecimientos con las expresio- nes cespectivas de figura y consumacion. Bl enérgico realismo de Tertuliano es bien conoci- do, Para él la figura tiene el sentido inmediato de una configuraci6n o una forma y es considerada una parte ds Ia sustancia equiparable a la carne (Adv. Marc., 5, 23). Poco antes de este pasaje habla Tertuliano del pan dela Bucaristia: Corpus illum susm fecit «boc est corpus meurin dicendo, wid est figura corporis mein. Figura autem non fuisset, nisi veritatis esset corpus. Ceterum vacua res, quod est phantasma, figura capere non posset. Aut si propterea panem corpus sibi finxit, quia corporis carebat veritate, ergo panem debuit tradere pro nobis. Faciebat ad vanitatem Marcionis, ut panis crucifigere- tur, Cur autem panem corpus suum appellat, et non amagis peponem, quem Marcion cordis loco habuit? Non intelligens veterem fuisseistam figuram corporis Christi, dicentis per leremiam (11, 19): «Adversus me cogita: verunt cogitatum dicentes, “Venite coniiciamus lignum in panem cius», scilicet crucem in corpus eius”» [«Creé su cuerpo diciendo “éste es mi cuerpo”, es deci, laf gara de mi cuerpo. No habrfa sido una figura, sino hubiera sido un cuerpo de verdad. Una cosa vacia o un fantasma no habria podido tomar figura. O si por eso se figuré que el pan cra su cuerpo, porque en verdad carecta de cuerpo, entonces debié darnos el pan. ¢Aca- so el pan era crucificado, como quiere el vacuo Mar- ci6n? Por qué Cristo llama a su cuerpo pan, y n0 lo lla- ‘ma mejor melén, del que Marci6n toma la imagen del corazén. Este no entiende qué antigua pueda ser esta figura del cuerpo de Cristo, que dice a través de Jere- mfas (11, 19): “contra mf inventaron argumentos di- 7 ciendo: “Venid, pongamos lefio sobre su pan”, esto es, la cruz sobre su cuerpo») (Ady. Marc., 4, 40). Estas frases, tan vivas, expresan el més claro con- cepto de la concreta sensorialidad de ambos polos de la interpretacién figural, tal y como la entiende Tertu- liano. Posteriormente no disminuyen en modo alguno sus enérgicas afirmaciones al exponer su comprensi6n del vino, figura sanguinis, como probatio camis (segtin Gn 49, 11 ¢ Is 63, 1). Lo espiritual es solamente la comprensién correspondiente, intellectus spiritalis, que la figura vuelve a reconocer en la consumacién. Tertuliano sostiene que los profetas no han hablado simplemente en imagenes, pues si asi fuera no se po- drian reconocer dichas imagenes. Muchas de las cosas del Nuevo Testamento han de ser comprendidas rigu- rosamente al pie de la letra: nec omnia umbrae, sed et corpora; ut in ipsum quoque Dominum insigniora quaeque luce clarius praedicantur; nam et virgo conce- pit in utero, non figurate; et peperit Emanuelem nobiscuum Jesum Christum, non oblique {sno s6lo son sombras, sino también cuerpos; como también del Se- ior se predicen designios mas claros que la luz3 pues la Virgen concibié en su vientre, no figuradamente; y dio a luz a Emanuel, Jesucristo con nosotros, no irreal- mente»] (De resurr, carnis, 19 ss.). Tertuliano se vuel- ve vehementemente contra todos aquellos que la resu- rreccién de los muertos, anunciada con claridad, it imaginariam significationem distorquent. Se pueden encontrar en Tertuliano miiltiples pasajes de este tips, 24, Ia et mune eariguinem suum in vino consecravit qui tune wins Jn sanguine figuavit(sQuien entonces transfigu el vino en sangre, ao ra consagré st sangre en el vino»). 72 en los que combate las tendencias cs; gunos grupos de sus coeténeos. El realismo de que hace gala se puede apreciar con mayor exactitud analizando su concepcién del vinculo entre «figura» y «consuma- ci6n», porque estas nociones parecen contener —unas veces ésta, otras aquélla— un grado més elevado de concrecién hist6rica. Si, por ejemplo, en la frase ... art ise erat, qui tamquam ovis coram tondente sic 0s non aperturus figuram sanguinis sui salutaris implere con- eupiscebat? {xiacaso no era él mismo quien deseé con- sumar la figura de su sangre redentora entregéndose en silencio como la oveja...»] (Adv. Mare., 4, 40), ala figura del siervo de Dios se le da la apariencia alegéri- cadel cordero; o bien si, en otro momento, se contra- pone la ley en su conjunto a Cristo como consumacin (de umbra transfertur ad corpus, id est de figuris ad teritatem «se traslada de a sombra al cuerpo, de la figura a la verdad>] ibid., 5, 19), entonces lo que esto parece indicar es que la alegoria —en el primer caso— la abstraccién —en el segundo—atribuyen un grado minimo de entidad real a la figura en cuestién. Sin embargo, no faltan ejemplos en los que Ja figura se manifiesta destacada con mayor fuerza de expresi6n sensible; por no ir més lejos, encontramos un pasaje en el que el lago de Betsaida hace las veces de figura del bautismo, como en la frase figura ista medicinae cor- poralis spiritalem medicinam canebat, ea forma qua semper carnalia in figura spiritaliuim antecedunt («esta figura de medicina corporal hablaba de una medicina «spiritual, del modo en que las cosas carnales antece- den como figura de las espirituales>] (De bapt., 5). Pero tanto el lago de Betsaida cuanto el bantismo son obje- tos 0 procesos concretos y reales. Lo que todo ello tie- 73 ne de espiritual es solamente la interpretacién o el efec- to, puesto que el bautismo también supone un acto carnal, como Tertuliano se apresura a afadir a renglén seguido: sic et in nobis carnaliter currit unctio, sed spi- ritaliter proficit; quomodo et ipsius baptismi carnalis actus, quod in aqua mergimuy, spiritalis effectus, quod delictis liberamur [east en nosotros la uncién pasa carnalmente, pero aprovecha espiritualmente; €] acto del mismo bautismo es carnal, ya que nos sumergimos ‘en agua, pero el efecto es espiritual, porque nos libera- mos de la culpa»] (ibid., 7). Al reflexionar sobre estos ejemplos, se pezcibe que en lo que Tertuliano pensaba —incluso en el primer caso mencionado del cordero— no sélo cra en la ley en sentido abstracto, sino también en el tiempo de la ley como circunstancia histérica, tanto alegérico como real. A veces sucede también que surgen, una al lado de otra, dos afirmaciones que pre- tenden interpretar la relacién existente entre figura y consumaci6n, como en estos pasajes de De fuga in per- secutione, 11: certe quidem bonus pastor animam pro pecoribus ponit; ut Moyses, non domino adbuc Christo relevato, etiam in se figurato, ait: Si perdis hunc popu- lum, inguit, et me pariter cum eo disperde (Ex 32, 32). Ceterum, Christo confirmante figuras suas, malus pas- tor est, etc. (Jn 10, 12) [ecierto que el buen pastor arriesga la vida por el rebafio; como Moisés, antes de nuestro sefior Cristo, del que era figura, dijo: Si haces que mi pueblo se pierda, haz que yo también me pier- da con él, Ademés, Cristo confitma sus figuras...»]- Consideremos, pues, que ambas afirmaciones implican un cardcter histérico, y vayamos atin més lejos: lo que propiamente se manifiesta —en relacién con figura y consumacién, al estar ambas vinculadas— son més bien, 74 los protagonistas mismos, Moisés y Jess, y no tanto Jas meras afirmaciones'. Es frecuente que a la consu- maci6n se la denomine veritas, como en el caso de uno de los ejemplos antes citados, y que a la figura corres- ponda umbre o imago; sin embargo, ambos términos, tanto sombra como verdad, resultan abstractos s6lo en relacién con el significado que al principio permanece oculto y luego es revelado, pero devienen concretos respecto de las cosas 0 las personas portadoras del sig- nificado. Moisés no tiene un cardcter menos histérico o real por el hecho de que sea umbra o figura de Cris- to; y Cristo, la consumacién, no supone una idea abs- tracta, sino que tiene un caracter histérico-interior y concteto. La figuras hist6ricas y reales sc han de inter~ pretar espiritualmente (spiritaliter interpretari), pero esta interpretacién remite a una consumacién carnal y, por tanto, histérica (carnaliter adimpleri [De resurr., 20)), puesto que la verdad se ha convertido en historia ose ha hecho carne. Desde el siglo 1v aparecen plenamente desarrolla~ das la palabra figura y las tendencias exegéticas vinew- Jadas a ella en Ia obra de casi todos los escritores ecle- sidsticos latinos*. A veces también la alegoria comin recibe el nombre de figura segin el uso que mas tarde se hara general. Lactancio (Div. Inst., 2, 10) interpre- tal sur y el norte como figurae vitae et mortis, el dia 25. Moités es prncpalment laura de Cristo cuando, por je to, aeavira ef mat Rojo, o coando convierte el agua slag on en thule paral bauiamo; pero ello noe cbtsclo pact que, on el primer cng eos hao ene scot ary. CE. Hilario de Pots Tactatus matrinun, pa. (Corp. Vind, LXV, p. 3) ctedo en Labrile, Hist, dela lit, lat. chvdtoune, Pati 9924, p. 324. 75 y la noche como fe verdadera y falsa. Pero pronto se introduce la referencia cristiana a la anticipacién y la consumacién: etiam hoc praescius futurorum Deus fecit, ut ex iis verae religions et falsarum superstitio- num imago quaedam ostenderetur («también en este presentimiento del futuro Dios hizo de modo que ex- hibiera una imagen de la verdadera religion y de las, falsas supersticiones»]. Y¥ es asi como aparece figura reiteradamente en el sentido de «significado mAs pro- fundo referido a lo futuro»: los suftimientos de Jess non fuerunt inania, sed habuerunt figuram et significa tionem magnam [ano fueron inanes, sino que tuvie- ron gran figura y significaci6n>}, y en este contexto el autor alnde a las obras divinas en general, quorum vis et potentia valebat quidem in praesens, sed declarabat aliquid in futurum [«cuya fuerza y potencia tenfan va- lidez presente, pero anunciaban algo en el futuro») (ibid., 4, 26). Por este modo de pensar est4 también dominada su escatologia, que —segiin una especula- cin bastante extendida entonces— interpreta los seis dias de la creacién como seis milenios que estan a punto de concluir; la legada del reino milenario es inminente: saepe diximus minora et exigua magnorum figuras et praemonstrationes esse; ut bunc diem nos- trum, gui ortu solis occasuque finitur, diei magni spe- ciem gerere, quem circuitus annorum mille determi- nat. Eodem modo figuratio terreni hominis caelestis populi praeferebat in posterum fictionem («hemos d cho a menudo que las cosas menores e infimas son figuras y proclamaciones de las grandes; como este dia nuestro, delimitado por el alba y el ocaso, tiene la forma del gran dia que determina el transcurso de mil afios, asi también la figura del hombre cerrenal anun- 76 ciaba a la posteridad la figuracién del pueblo celes- tials] (ibid., 7, 14)”. En la mayor parte de los antores de la misma época la interpretacién figural con sus mas famosos ejemplos ¢s el pan cotidiano®, y lo mismo puede decirse de lz contraposicién entre figura y veritas. Sin embargo, uno se encuentra a veces con modalidades de interpreta- ci6n altamente espiritualistas, alegéricas o morales; sin ir més lejos, los comentarios biblicos de Orfgenes. Al egar al pasaje que trata del sacrificio de Iseac —uno de los ejemplos mas famosos de la interpretacién rea- lista de figura— podemos percatarnos de que lo que escribe Rufino, el traductor latino de Origenes, es lo siguiente: Sicut in Domino corporeum nibil est, etiam tin his omnibus corporeum nihil sentias: sed in spiritu generes etiam 1u filium Isaac, cum habere coeperis fruc- tum spiritus, gaudium, pacem [«Asi como en el Sefior nada hay corpéreo, tampoco nada corpéreo debes sen- tir of en todas estas cusas, siuu eu espititu seas tauubién tel hijo Isaac, cuando comiences a recoger el fruto del espiritu, el gozo y la paz»] (PG, 12, 209 B; el origi nal griego se ha perdido). Ciertamente, Origenes no llega a ser nunca tan alegéricamente abstracto como Fil6n: en su obra los acontecimientos del Antiguo Tes- tamento resultan vivos y directos para el lector real y su vida real. Con s6lo leer, por ejemplo, su bella expli- 27, Cf, Hilatiano: sabbati aotone imaginen ef figura tonotscbba- ‘tus temporais [xl stbado temporal contiene la imagen y figura del sba- ddo eternos] (De cursutemparan, PL, 13, 173, 2) 28, Hasta qué punto y de qué manera se habian entecgado en aque- lia énoce a intespretar, se puede deducir de una inteepretscién de dones, heeha en tono jocoso, que se encuentra en la correspondencia de JerOni- mo (Epist., 44, PL, 22, 480), 77 cacién sobre el camino de tres dias en Exodo (ibid., pp. 313 ss.), se siente muy nitidamente cémo tiene més, peso lo mistico y lo moral que lo propiamente hist6- rico”. En la discrepancia entre la corriente interpre- tativa de Tertuliano, mas bien orientada hacia lo his- t6rico-interior y lo realista, y la actitud de Origenes, dirigida més bien hacia lo aleg6rico y moral, se intro- duce un nuevo conflicto que, sefialado también por otras fuentes, es bien conocido en el cristianismo de los primeros tiempos: unos autores tienden a orientar el contenido de la nueva doctrina —muy especialmen- te en Jo que concierne al Antiguo Testamento— hacia lo puramente espiritual, tratando en cierto modo de hacer desaparecer su caracter hist6rico, mientras que otros desean conservar precisamente este cardcter ple- no de una historicidad plagada de profundos significa- dos. En Occidente se impuso como vencedora esta ti tima cortiente, si bien es cierto que la otra nunca perdié enteramente su influencia, como demuestra la difusion alcanzada por la doctrina de los distintos sentidos de la Escritura, pues ésta, aunque tolera la preservaci6n del sentido literal o histérico, rompe el vinculo que lo re- laciona con la prefiguracién real, dado que propone en 22, on gli sm Jims fim Ors alegrce semper interpre storia fons verte] 3 cen vera sans btorian, me qubuedam nubs age prac {gus involnamurinrpete sempre slepico que rete la verdad de Ie hitora fe} Pte seston prefers ei las y err is torn para no emvevela con cosas nebulae y verbose Yer, 27, 345 24649) Sone lt cacones de lon algandrinos,y pecker A Oneanes con la interpetacin ial, ck A. reer You Unger Sterober, Der taditonseeltestamentl Sebrfbecis wo, Halle, 1513, ppr'S4ss Enlap. 160 de de Orgenes qi ena vve en lai tho bic del exsmon de a rita 78 sustitucién de la interpretaci6n prefiguradora y al lado de ella otras interpretaciones abstractas. Agustin se es- forz6 decididamente por hallar una equiparaci6n —re- suelta, en general, a favor de una interpretacién figural viva— entre ambas orientaciones. Hemos de tener en cuenta que ia espiritualidad de Agustin cra demasi vivida ¢ histérica como para que se conformara sélo con lo metamente abstracto de la alegoria, Por el uso que Agustin hace de la palabra figura se puede reconocer que en él pervivia toda la tradicién antigua. La palabra en cuestién aparece en su obra para expresar el concepto general de «forma» con toda la variedad de los sentidos heredados: significa lo estatico ¥ lo dinamico, el contorno y la formacién corpérea, ast como se aplica al mundo y a la naturaleza en general y acada uno de sus objetos; igualmente, cs empleada para definir lo externo y sensible, junto con forma y color y otros términos semejantes (Epist., 120, 100 146, 3). A estos usos habria que afiadir también la idea de lo mu- table frente a la del ser imperecedero, interpretado co- mo sigue en este fragmento: Peracto quippe iudicio tunc esse desinet hoc coelum et hace terra, quando incipiet #83e coelum nou et terra nova. Mutatione namque rerum non omni modo interitu transivit hic mundus, Unde et apostolus dicit: Practerit enim figura buius mundi, volo vos sine sollicitudine esse. Figura enim practerit, non natura [Pero una ver realizado el juicio, deja de existir este cielo y esta tierra, y entonces comen- zara a existir un cielo nuevo y una tierra nueva. Este mundo no pasard por destruccién sino por transforma- cin, Por eso escribe el Apéstol: La figura de este mun- do pasar, pero no quiero que penséis en ello: es Ia fi- gura, y no la naturaleza, la que pasa»] (De civ., 20, 14). 79 El término figura aparece ademés en la obra de Agustin con el sentido de representacién de fdolos, visién, sue- fio, f6rmula matematica, etc. Y apenas falta alguna de las muchas variedades conocidas de su significado. Agustin asume de manera expresa la interpretacién fi- gural del Antiguo Testamento, recomendandola abier~ tay decididamente para la predicacién y la misi6n (por ejemplo, en De catechizandis rudibus, 3, 6) y entique- ciéndola con nuevos desarrollos creativos; podemos hallar en su obra la multiplicidad completa de interpre- taciones: el Arca de Noé es una praefiguratio ecclesiae (Deciv., 15,27); Moisés es, en miltiples formas, figura Christi (por ejemplo, De civ., 10, 6 0 18, 11); el sacer- dotium de Aarén es la winbra et figura sacerdotii (ibid., 17, 6); la esclava Agar es la figura del Antiguo Testa- mento, de la terrena Jerusalem, mientras que Sara es la del Nuevo Testamento, superna Jerusalem, civitatis Dei (ibid. 16, 31; 17, 3; Expos. ad Gal., 40); Jacob y Esau son figuram praebuerunt duorum populorum in Chris- tianis et Iudeis («fueron figura de dos pueblos, de los, cristianos y judios»} (De civ., 16, 42); los reyes ungidos de Judea [Christi] figuram prophetica unctione gesta- bant (eentrafiaban en la uncién la figura de Cristo»] (ibid., 17, 4). Estos son solamente algunos ejemplos; de todo el Antiguo Testamento se ofrece unitariamente una interpretaci6n figural referida 2 la mayor parte de las figuras y los acontecimientos. Incluso en aquellos casos en los que se explican las palabras y las profectas, literales en su sentido oculto (como ilustra la oracién de accién de gracias de Ana [1 Sm 2, 1-10] en De civ., 17, 4), no se da solamente una interpretacién alegéri- a, sino también una comprensién figural: el céntico de alabanza de Ana por el nacimiento de su hijo es enten- 80 dido como figura de la transformacién del viejo reino y sacerdocio terrenales en el nuevo y celestial, siendo as’ que ella misma deviene en figura ecclesiae. Agustin se opuso tenaz e insistentemente a la mera incerpretaci6n alegérica de las Sagradas Escrituras y a Taopinién por la que el Antiguo Testamento era enten- dido como si de un escrito hermético se tratara, s6lo comprensible a través de una exégesis que excluyera el sentido histérico-real. Todo creyente puede penetrar su elevado contenido: ... sancta scriptura parvulis con- gruens nullius generis rerum verba vitavit, ex quibus quasi gradatim ad divina atque sublimia noster intellec~ ius velut nutritus assurgeret (ula Sagrada Escritura, adaptandose a nuestra pequeiiez, no desprecia palabras de ninguna clase, con el fin de poder nutrir nuestro intelecto y asi elevarlo gradualmente hacia las cosas divinas y sublimes»] (De trin., 1,2), afirma este pasajes yen referencia més clara al problema de la interpreta- cid de la palabra figura que estamos tratando: Ante omnia, frater, hoc in nomine Domini admonemus et praecipimus, ut quando auditis exponi sacramentum Scriprurae quae gesta sunt, prius illud quod lectum est cradatis sic gestum quomodo lectum est; ne substrato fundamento rei gestae quasi in aere quaeratis aedificare [«Ante todo, hermanos, os exhortamos y ordenamosen nombre del Seftor, que cuando escnchéis exponer el misterio de las Escrituras que narra las cosas sucedidas, debéis creer que sucedieron tal cual os muestra lo lei- dos porque sin el fundamento de las cosas acaecidas construiriais en el vacio»] (Serm., 2, 6 ss.)”. Segan el ctiterio de Agustin, que ya por entonces habia pasado 30. Chetambi De civ 15,27; bids, 20,23 (rferente as 65, 1765). 81 aser tradicional, el Antiguo Testamento ¢s pura profe- fa real, y él recurre con mayor energfa que otros a las citas de algunos pasajes de las epistolas de Pablo para cimentar su posici6n, de la que mas adelante volvere- ‘mos ocuparnos. Las observaciones de la ley, quuas tam quam umbras futuri saeculi nunc respuunt Christian, id tenentes, quod perillas umbras figurate promittebatter {«que los cristianos rechazan como sombras de tiempos futuros, poseedores de lo que se prometia mediante aquellas sombras figuradamentes), y los sacramentos, quae habuerunt promissivas figuras []. Un ejemplo practico de cémo se apli- caba la «instrucci6n figural» a los ne6fitos se nos ofre- ce en la explicaci6n del sacrificio pascual del segundo sermén del obispo Gaudencio de Brescia (PL, 20, 855 AA), que contiene una expresidn, tal vez inconsciente, de la perspectiva temporal de este tipo de interpreta cién cuando dice de la figura (precedente en el tiempo) que nu es veritas, siny imitatio veritutis. Precuenveen te se pueden encontrar interpretaciones figurales ins6- litas y rebuscadas, y por doquier se mezclan con la ale- gorfa puramente abstracta y moral; con todo, la concepcién fundamental consistente en afirmar que el Antiguo Testamento es una prefiguracién bistérica- mente concreta del Evangelio, tanto en su conjunto cuanto en sus distintos ejemplos particulares, se con- virti6 en una tradicién consolidada. Regresemos ahora ala investigacién seméntica para preguntarnos cémo se puede explicar que figura haya adquirido un nuevo significado en los Padres de la Igle- sia. Los primeros escritos de la literatura cristiana anti- 32. Corpus Vind, 31, ef, Labiolle, op. cit, p. 567. 87 gua estan redactados en griego, y la palabra que cortes- ponde las mas de las veces al concepto de «profecta real» —por ejemplo, en la Epistola de Bernabé— es thos. Esto nos lleva a la suposicién (a la que tal vez el lector haya legado considerando algunas de nuestras citas, sobre todo las de Lactancio) de que figura pudo llegar a obtener su nuevo contenido partiendo directamente de su significado general de «formacién>, «modelado», «configuracién», pues asf parece sugerirlo, en efecto, el uso lingitistico de los més antiguos escritores eclesi cos latinos: cuando se dice con frecuencia de personas © sucesos del Antiguo Testamento que figuram Christi (ecclesiae, baptismi, etc.) gerunt o gestant, que el pue- blo judio figuram nostram portat, que la Sagrada Escri- tua figuram delineat futurorun, en todas estas expre- siones se puede traducir figura en su sentido general de «formacién» o «configuracién». Pero al mismo tiempo se introduce también la idea de ogy, de perifrasis re- torica y metaforica, de encubrimiento, transformacion ¢ incluso equivoco engafioso, tal como se habia deter- minado en la poesia y la oratoria prectistianas. La dife- rencia entre figura y veritas, el «interpretar» (exponere) yel «descubrir» y «revelar» (aperire, revelare)* las figu- ras, el equiparar figura con winbra y sub figura con sub umbra (algo parecido a ciborum o més en general legis, bajo cuya figura se encubre algo distinto, futuro y ver- dadero): todo ello muestra en el mievo concepto de figura, que implica propiamente una praefiguratio, la 33. Naturalmente, a esto habrfa que afadir el réemino claudere, coma evocacién de Is 22, 22 y Ap 3, 7. CE. posteriormente Petrus Lombards: claus De, ola que Dios ha ocultado con la oscuriced de la expeesiGne (1 Pe, 146, 6 [PL, 191, 1276), y el provenaal lus 88 vigencia del uso ret6rico-metaférico anterior, con la finica diferencia de que su sentido ha pasado desde el mundo puramente nominalista de las escuelas ret6ricas y del mito semiltdico de Ovidio al mundo real y aun tiempo espiritual que acoge lo auténtico, significativo y existencial. También la contraposicién que vefamos en Quintiliano entre figuras de expresién y de pensamien- tose reformula y surge ahora como la diferencia entre figurae verborum, palabras proféticas, analogtas, pard- bolas, metAforas, etc., y figurae rerum, que suponen propiamente las profecfas reales. Igualmente se desen- ‘vuelve de manera considerable las oscilacién pendular de la potestas verbi en el nuevo sentido. Encontramos figura como «significado profundo» en la obra de Sedu- lio (ista res habet egregiam figuram («esta cosa tiene un eminente/hondo sentido») (Carm. Pasch., 5, 484 ss.]), as{como en la de Lactancio; como «equivocor o «figura usoria» aparece en Filastrio (sub figura confessionis chnistianae, «pretendtendo ser cristianos» [Wilastrius, 61, 4]) o en Sulpicio Severo, que dice del diablo: sive se in diversas figuras spiritalis nequitiae transtulisset («que se hubiera transformado en formas diversas de iniqui- dad espiritual»] (De vita b. Martini, 21, 1); 0 en Leén Magno: lupum pastorali pelle nudantes qua prius quo~ ue figura tantummodo convincebatur obtectus [«des- pojando al lobo de la piel de pastor con cuya figura primero queria protegerse de modo convincente>] Epist., 98, 3, PL, 54, 955 A); en el sentido de «expre- sign vacta» o «subterfugio» aparece en Prudencio: per tot figuras ludimur («a través de todas estas figuras nos engafian»] (Peristeph., 2, 315) 0 en Rufino (qualibus [Ambrosiurn] figuris laceret («con las cuales figuras lace- 1aa Ambrosio»], Apol. adv. Hier., 2, 22); también sim- 89 plemente como «palabra» o «discurso» (le [..] incauta violare figura («atacarte con incautas palabras»), Pauli- no de Nola, Carm. 11, 12); y finalmente con diversas modificaciones del nuevo significado que apenas per- miten una traduccién adecuada: en el poema Deactibus apostolorum del subdiacono Arator (siglo V1) leemos los versos tamen illa figura, qua sine nulla vetus (id est, Veteris Testamenti) subsistit littera, hac melius novitate ‘manet («aquella figura sin Ja cual ninguna letra del Antiguo Testamento subsiste que corresponda mejor a lanovedad del Nuevo Testamento»] (2, 361 [PL, 68]). Poco mas o menos de la misma época proceden los poemas del obispo Avito de Viena, en los que se habla del Juicio final: asf como Dios, a la mnerte de los pri- mogénitos en Egipto, habfa eximido a aquellos que se- fialaron sus casas con sangre, asi también podré perdo- nar a los creyentes que se han distingnido por el signo de la Eucaristia: Tu cognosce tuam servanda in plebe (figuram [eEn el pueblo que ba de ser salvado reconoces ‘tm figuras] (Carm., 5,254, MG Auct. ant., VI, 2)". Por “itimo, es preciso indicar que junto al antagonismo entre «figura», por un lado, y «consumacién», «verdad», por el otro, se da también una contraposicion entre fi gura e historia; historia, o bien littera, designa el senti do literal o el acontecimiento narrados figura es el sen- tido literal mismo 0 el acontecimiento referido a la consumacién fatura encubierta en aquél, que también se constituye en veritas; por tanto, figura deviene en un término intermedio entre littera-historia y veritas. Aqui figura equivale m4s o menos a spiritus o a intellectus spiritalis, concepto designado a veces por figuralitas, 34. Chtado segin PL, 59, 360 D, 90 como en esta cita tomada de la Continentia Vergiliana de Fulgencio: sub figuralitate historiae plenum hominis monstravimus statum (abajo la figuralidad de la histo- ria mostramos la plena condicién del hombre»] (Cont. Verg., 90, 1). Naturalmente, en ocasiones figura ¢ histo- ria pueden reemplazarse entre sf, como en la expresion de Gregorio Magno ab historia in mysteriem sungore [edesde la historia remontarse al misterio») (In Ezech. 1, 6, 3)s y mas tarde tanto historiare como figurare sig nificaban «representar figurativamente», «ilustrar>, pero en el primer caso el verbo se emplea sélo en sen- tido literal, mientras que el segundo verbo también se utiliza en sentido figurado por «interpretar alegérica- mente», La palabra figura no es Ja tinica que se usa en latin para referirse a la profecfa real; muy frecuentemente nos encontramos con expresiones derivadas del griego como allegoria y especialmente typus: el término alle~ goria schala un significado profundo y sc extiende, cn general, més alla del érea de la profecia real; sin em- bargo, la Iinea divisoria es difusa, puesto que también se puede emplear en el sentido mencionado de lo ale- gorico figura y figuraliter. Tertuliano wsa alguna vez aillegoria casi como sinénimo de figura, y en Arnobio (Disputationes adversus nationes, 5, 32) aparecen con- trapuestas historia y allegoria; allegoria result6 favore- cida por Gal 4, 24. En cualquier caso, allegoria no se puede emplear siempre como sinénimo de figura, pues- 35. Ch. Du Cangey Dante (Pug. 10,73 y 12,22); Alanus de Insulis, DePlanetu Neturae, PL, 210, 438 Dj se podtian encontrar muchos pasa. jes similares Ast Amyot eserbe: La parole de Iiomme ressomble propre ‘mont de tapsseriebistorie et figure (La palabra del hombre se ase ‘sia propiamentea un tapiz hstoriado y figurado») (Thém., 52). 91 to que no abarca la totalidad del contenido de «forma- cién» 0 «configuracién»; por ejemplo, no se podria escribir: Adam est allegoria Christi. Por cl contratio, la palabra ¢ypus solamente queda relegada a segundo pla- no respecto de figura por tratarse de un extranjerismos pot lo demas esto es muy importante, porque quienes hablaban latin (o posteriormente alguna de las lenguas romances) percibfan en el término figura, de manera ms 0 menos consciente, todos los conceptos compren- didos en el desarrollo hist6rico de su significado, mien- tras que typus constitafa un signo tomado de una len- gua extraiia y apenas dotado de vitalidad. En lo que atafie a las palabras latinas que, junto con figura y en su lugar, se utilizan para designar la «profecia real», 0 al menos que se aplicaban en este sentido, puede men- cionatse las siguientes: ambages, effigies, exemplum, imago, similitudo, species y umbra. La palabra amba- ‘ges queda descartada, puesto que tiene una conno- taciGu demasiado peyorativa; ¢l campo scméntico de effigies, cn la acepci6n de «copia», es demasiado res- tringido y segiin parece tuvo una escasa fuerza expan- siva incluso en comparacién con imago: todas las de- més convergen de algin modo en el significado de ‘«profecta real», pero sin alcanzar respecto de este sen- tido una correspondencia exhaustiva. Todas ellas se usan ocasionalmente, imago y untbra con mas frecuen- cia que las demés, En el uso absoluto sin genitivo, ima- ‘gines significaba en las casas romanas los retratos de Tos antepasados, y en el uso cristiano tal término paso a denominar las imagenes de los santos. Asi es que la evolucién del significado de émago tomé otros dexro- teros; sin embargo, segin Ia Vulgata el hombre fue creado ad imaginem Dei, de manera que imago conti- 92 nvé compitiendo con figura, aunque sélo fuera en los pasajes donde contextualmente «imagen» tenfa el mis- mo significado de «profecta real». La palabra umbra adquirié relieve por aparecer en algunos pasajes de las Epfstolas de los Apéstoles (Col 2, 17; Heb 8, 5 y 10, 1) y, ai bien aparece con cierta frecuencia, se trata mas de tuna versién metaférica del concepto de «profecia realy gue del propio concepto. Sea como fuere, ninguna de estas palabras logra aunar todos los elementos del con- cepto profético del mismo modo que el término fign- 1a: el aspecto creativo-formativo, la transformacién de ur ser permanente, ef juego entre original y copia. Por ello no puede sorprender que figura sea, de entre to- das las palabras citadas, la mas empleada, la mas gene- ral y significativa. IL Origen y andlisis de la interpretacién figural En el tiltimo apartado hemos interrumpido, repetida ¢ involuntariamente, nuestras consideraciones estzicta- mente seménticas, distancindonos asi de esa perspec- tiva por el mero hecho de que los escritores patristicos expresan sus ideas con significados que requieren cier- tos matices explicativos. Es justamente la intencién de matizar estos significados la que nos lleva a estudiar con mayor detenimiento cémo surgieron, a distinguir- los de otros similares y a examinar la cuestién de sus in‘luencias y su sentido histérico. Para justificar la interpretacién figural los Padres de la Iglesia recurren frecuentemente a determinados pasajes de la primitiva tradicion cristiana, sobre todo a fragmentos provenientes de las Epistolas de los Ap6s- 93 oles. E] més importante al respecto es la primera Epistola a los Corintios, que trata de la vida de las co- munidades cristianas, donde se califica a los judfos en el desierto de tino. tudv [figuras de nosotros mis- mose], y sobre su destino se afirma que tata 5 tumuKg cuveBarver aetivorg [«estas cosas les sucedieron como figura»] (1 Cor 10, especialmente v. 6 a 11); ademas también es frecuente la alusién a pasajes de la Epistola alos Galatas, en la que Pablo explica a los galatas con vertidos —que por influencia judaica estaban dispues- tos a acceder a la circuncisién— la diferencia entre la Ley y la Gracia, entre Antiguo y Nuevo Testamento (iamados Alianzas), entre servidumbre y libertad, para Jo que se sirve del antagonismo entre AgarfIsmael y Sara/Isaac e interpreta en este contexto como profecia, real el relato del Génesis en relacién con Is $4, 1 (Gal 4, 21-31). También hemos de mencionar la Epistola a los Colosenses, que se ocupa de la ascesis frigia de los judios (las normas sobre lu que uu se debia comer 0 beber) y de los dias de fiesta (los novilunios y los séba- dos), de lo que se afirma que s6lo es sombra de lo futu- ro cuyo cuerpo y realidad es Cristo (Col 2, 16 s.). En la Epistola a los Romanos Adan aparece dos veces como -tinoc del futuro Cristo, y ambas en referencia a la opo- sicién entre Ley y Gracia (Rom 5, 12 ss. y 1 Cor 15, 21), La segunda Epfstola a los Corintios habla del velo, kédupve, que cubre las Sagradas Escrituras cuando los 136. Fn los Evangelos sindpticos tampoco faltan por completo al siones de catdcter profética zea; por cjemplo, cuando Jesis se compara a Jonds (Me 12, 39 23 Le 11, 29 8), En el Evangelio de juan también hay un passe al respecto (5, 46). Sin embargo, ests casos no son mds que Aébiles resonancias si se fos compara con los que aparecen en las Epstolas apostalieas, 94 jucfos las len (2 Cor 6, 14). ¥ finalmente menciona- remos la Epistola a los Hebreos, en la que se presenta la ofrenda de Ia sangre de Cristo como consumacién del antiguo sactificio del Sumo Sacerdote (Heb 9, 11 s.). ‘Como se puede apreciar, casi todos los pasajes ci- tados pertenecen a las Epistolas de Pablo. Examinan- do ciertos pasajes de los Hechos de los Apéstoles (por ejemplo, 6, 12) es posible barruntar que la interpreta- cién figural jugé un importante papel en 1a evangeli- zacién desde los primeros tiempos. Era una reaccién natural y comprensible el hecho de que los nuevos judeo-cristianos buscaran en las Sagradas Escrituras hebreas el anuncio profético de Jesis y la confirma- ign de sus obras, y que legaran a la tradicién las in- terpretaciones y conclusiones a que habfan legado; esto resulta atin mas comprensible si se tiene en cuen- ta que estaban famniliarizados con la idea de que el Me- sias seria un segundo Moisés, ast como con la creen- cia de que a redencién consistiria en una segunda huida de Egipto en cuyo curso se repetirian los mila- gros de la primera”. Del examen de los pasajes arti- ba enumerados se infiere —teniendo ademas presente el contexto de la obra paulina en su globalidad— que todas aquellas ideas judias se asociaban en la concep- cién de Pablo a una mentalidad que estaba en refiida ‘oposicién con el judeo-cristianismo, de la que aqué- los extrafan su peculiar significado. Casi todos los pasajes de las Epfstolas de los Apéstoles que contienen interpretaciones figurales fueron escritos en el fragor 37. Debo estas indicaciones a R, Bultmanny en estos momentos no tengo acceso ala bibliogretiaespecalizada, CE entre otros, De 18, 155] 1,453 6, 145 6,26 sus Heh 3, 22. 95 de una viva lucha por evangelizar a los paganos, por Jo que adquirieron muchas veces un cardcter polémi- co y defensivo contra los ataques y las persecuciones de los judeo-cristianos; muchos de los pasajes alber- gan la intencién de despojar al Antiguo Testamento de su cardcter normative para concebirlo solamente como mera sombra de lo futuro. La totalidad de la interpretaci6n figural confluye en el tema fundamen- tal paulino de la contraposicién entre Ley y Gracia, entre la justificacién por las obras y la fe: la antigua ley habfa sido abolida y reemplazada, no era més que sombra y throc; su fidelidad a la ley se ha convertido en algo estéril y pernicioso desde que Cristo ha traido con su sacrificio la consumacién y la redenci6n; no son las obras fieles a la ley las que justifican a los cristianos, sino la fe; y en el sentido judio y judaico de la ley, el Antiguo Testamento es la letra que mata, mientras que los nuevos cristianos son los servidores de la Nueva Aliauza (cl Nuevo Testamento), del cs- piritu que vivifica. Esta era la doctrina de Pablo, que con preguntas apremiantes buscaba —él, que habia sido fariseo y discfpulo de Galamiel— en el Antiguo Testamento mismo bases de apoyo para su modo de pensar, Todo se convertiré para él, desde un libro de la Ley y una historia de Israel, en una dinica gran pro- mesa y en precedentes de Cristo que no posefan un significado definitivo, pues todos ellos eran el presa- gio que ahora se cumple; en un «todo esté escrito para nosotros» (1 Cor 9, 10; cf. Rom 1, 5.7) y en los mas importantes y sagrados hechos, sacramentos y leyes que constituyen formas provisionales y prefiguracio- nes de Cristo y los Evangelios: et enim Pascha nostram immolatus est Christus [«Y también Cristo, nuestra 96 Pascua, fae inmolado»] (1 Cor 5, 7}. De este modo el espiritu de Pablo en el que se aunaban de forma ¢jemplar su capacidad politica y préctica con las fuer- 2s poéticamente creativas de la fe— consiguié trans- fcrmar las ideas judfas del resurgimiento de Moisés en la figura del Mesias en un sistema de profecta teal, en la que quien resurge cumple y supera al mismo tiem- po la obra de su predecesor; y todo lo que el Antiguo Testamento perdia de fuerza de ley y de peculiatidad histérica y popular, lo ganaba en nueva actualidad dra~ mética y concreta. Pablo no propuso una interpreta- cidn completa del Antiguo Testamento, pero los po- ccs pasajes que escribié sobre cl éxodo de Egipto, sobre Adan y Cristo, Agar y Sara, etc., muestran con suficiente claridad cudles eran sus ideas. Quienes si- gtieron polemizando después en torno al Antiguo ‘Testamento se ocuparon de que sus concepciones in:erpretaciones no fueran relegadas al olvido o se perdierans aunque pronto disminuyé la influencia de los judeo-cristianos fieles a la Ley, se reforz6 la oposi- cién por parte de aquellos que pretendian o bien pres- cindir totalmente del Antiguo Testamento, 0 bien in- terpretarlo de un modo abstractamente alegérico, con lo que se habria de perder el contexto de la historia universal providencial, la conerecién interior de la rea~ lidad, y con ello algo de esa gran fuerza de convicci6n gue ticne el cristianismo. En esta lucha contra los de- tractores y destructores del Antiguo Testamento dio buen resultado de nuevo la aplicacién del método de 38. Sedulio: Pellitur umbra die, Christo venente figura (La sombea se separa del dia, figura de la venida de Cristo] (Ele, 1,87). 97 la profecfa real, pues contribuy6 a que se impusiera la validez del sentido de la promesa cristiana. Aeeste respecto, es preciso llamar la atencién sobre un aspecto que en el transcurso del tiempo iba a cobrar importancia, habida cuenta de la inmensa expansién ultetior del cristianismo, muy especialmente en el Area occidental y septentrional de los paises mediterraneos. Como acabamos de ver, el Antiguo Testamento se trans- form6 a través de la interpretacién figural, pasé de ser un libro de ley y una historia del pueblo de Istael a consistir en un conjunto de figuras de Cristo y de la redencién, como las que encontraremos més tarde en la procesién de los profetas del teatro medieval oen las, representaciones de las obras plasticas de la misma épo- ca en la Europa occidental y central. De esta forma y bajo estas circunstancias, la historia nacional y el caréc- ter étnico del pueblo judio desaparecieron del Antiguo Testamento, y asi se abrié la posibilidad de que pudiera ser recibido por los pueblos célriras y germénicas; se constitufa, pues, en una parte integrante de la religién redentora y en una pieza necesaria para la tan grandio- sa como unitaria vision de la historia universal que se transmitia simulténeamente con esta religién. En su configuracién inicial, como eédigo de leyes ¢ historia de un pueblo extrafio y lejano, habria sido inaccesible para otros pueblos. Ciertamente es ésta una conclusién a la que se lleg6 con posterioridad, ajena al mbito de pensamiento de los primeros apéstoles que vivfan en tre paganos y de los primeros Padres de la Iglesia. Tam- poco iban éstos a enfrentarse tan pronto con el pro- blema, puesto que los primeros cristianos convertidos vivian entre los judios de la diaspora y se habfan fa- miliarizado desde hacfa mucho tiempo con la historia y 98 le religién judias, dada la importante influencia hebrea yla gran capacidad receptiva de la poblacién helenisti- ca de entonces para la experiencia religiosa. Pero ese punto de vista no deja de ser relevante por el hecho de que s6lo se haya podido llegar a conocer retrospectiva~ mente. En su condicién de historia del pueblo judio y ley judia, e! Antiguo Testamento tard6 mucho tiempo eaintroducirse en el cristianismo europeo, digamos que no antes de la época de la Reforma; primero llegé.como figura rerum, profecia real o precedente de Cristo, alos pucblos recién convertidos, a los que se transmiti6 el concepto fundamental de historia universal, cuya fuer- za persuasiva y penetrante resultaba precisamente de sn vinculacién con la fe y fue lo Ginico que conservé su vgencia durante casi un milenio. Sin embargo, con ello hubo de convertirse la modalidad de afirmacién conte- nida en la interpretacién figural en uno de los elemen- tos mds importantes de su imagen de la realidad y la historia, ¢ incluso de su concrecién sensible. Estas con- sideraciones nos conducen hacia una segunda tarea, que es la que ya propusimos al comenzar este apartado; es decir, la de lograr una rigurosa definicién de la inter- pretacién figural y una delimitaci6n de la misma frente aottas formas similares de interpretacién. La interpretaci6n figural establece entre dos he- chos o dos personas una conexién en la que uno de ellos no se reduce a ser él mismo, sino que ademds equivale al otro, mientras que el otro incluye al uno y Jo consuma. Los dos polos de la figura estin tempo- ralmente separados, pero ambos sc sitdan en el tiem- po, en calidad de acontecimientos o figuras reales; ambos estin involucrados, como ya se ha subrayado reiteradamente, en la corriente que es la vida hist6ri- 99 ca, y s6lo la comprensién, el intellectus spiritualis, es un acto espiritual: un acto espiritual que consideran- do cada uno de los polos se ocupa del material dado o esperado, del acontecer pasado, presente o futuro, pero no de conceptos o abstracciones; éstos solamen- te tienen carécter secundario, puesto que también la promesa y la consumacién, como sucesos reales e his- t6ricos, han acontecido en parte con la encarnacién del Verbo y en parte aconteceran con su segunda ve- nida, Es cierto que en Ia idea de la consumacién defi- nitiva intesfieren elementos puramente espirituales, porque «mi reino no ¢s de este mundo», pero se trata- 14 siempre de un reino real y no de una construcci6n abstracta y suprasensible; este mundo tan s6lo pasar como figura, pero no pasara su natura (cf. supra, so- bre Tertuliano y Origenes), y Ja carne resucitaré. En tanto que la interpretaci6n figural pone una cosa en lugar de otra, haciendo que una represente y equival- gaa la otra, pertenece también a las formas de repre- sentaci6n aleg6ricas en el sentido mas amplio. Pero la interpretaci6n figural se distingue claramente de la ma- yor parte de las formas alegéricas que conocemos, de- bido al hecho de que en ella nos las habemos con la historicidad real tanto de la cosa significante como de Ja cosa significada. La inmensa mayoria de las alego- fas que encontramos en la literatura y en las artes, plasticas representan una virtud (como la sabidurfa), una pasi6n (la envidia) o una institucién (el derecho), ‘alo sumo la sintesis genérica de un fendmeno histé- rico (la paz, la patria): nunca la plena historicidad de un acontecimiento determinado. A tal clase de repre- sentacién pertenecen las alegorias de la tradici6n tar- do-antigua y medieval, que comprenden desde la Psy- 100 chomachia® de Pradencio hasta Alanus de Insulis y el Roman de la Rose. De modo semejante —o si se quie- re de modo contrario— sucede con las interpretacio- nes alegéricas de hechos hist6ricos", puesto que !o habitual, es que se interpreten como exposicién velada de doctrinas filos6ficas. De esta naturaleza cra el mé- tedo alegérico con el que tuvo que competi constan- temente la interpretaci6n figural en la exégesis de Ia Biblia: el método de Fil6n' y la Escuela Catequética de Alejandria influida por él, Fil6n se basaba en una tradicién que ya entonces era muy antigua y gozaba de una amplia difusi6n. Desde hacia mucho tiempo las diversas escuelas filos6ficas se habfan aduefiado de los mitos griegos (especialmente de los de Homero y Hesfodo) con la intencién racionalista ¢ ilustrada de interpretarlos como representaci6n encubierta del sis- tema fisico-cosmol6gico correspondiente; con poste- rioridad se introdujeron otras tendencias influyentes que ya no tenfan intencianes meramente ilistradas, sino més bien éticas, misticas y filosOficas; todas las muchas sectas y doctrinas ocultas de la tardia Antigtic- dad cultivaron la interpretacién alegérica de mitos, signos y textos, siendo asi que lo fisico y lo cosmoldgi- co fueron paulatinamente postergados por lo moral y Jo mistico. El mismo Filén, que al dictado de la tradi- 39, Hjemplos de interpreracin figural, que segin parece no han sido vacrados ¢ interpretados, se encuentran en la abra de Prudencio Ditto- bacon, PL, 60, 90s. 40. Aihablarde hechos hitéricas entendemes que se trata de acon tecimientos tanto histricos como legendarios y miticos; para nucstras imenciones es indiferente que lo que se vaya.ainterpretar sea verdadera- mente histérica 9 que s6lo sea tenida por tl. ‘41. Acste propésito, véasedimamente E, Bréhier, Les ides pil sophiques de Poilon d’Alexandri, Pais, “1925, pp. 35 101 cién judfa compuso su filosoffa como comentario de las Sagradas Escrituras, interpretaba cada uno de los acontecimientos contenidos en los textos sagrados como las distintas fases del estado del alma y de su relaci6n con el mundo inteligible; segiin Filén, parece que en el destino de Israel en su conjunto y en el de determinadas figuras de su historia estan implicitos alegéricamente los movimientos del alma pecaminosa y necesitada de salvaci6n en su cafda, en su esperanza y redencién tiltima. Es facil observar que se trata de una interpretacién espiritual y extrahistérica. Este tipo de interpretaci6n ejerci6 gran influencia en la tardia ‘Antigtiedad, por la sencilla raz6n de que se manifes- taba como la forma més noble de un inmenso movi- miento espiritual cuyo centro estaba ubicado en Ale- jandria; no ya s6lo los textos y los acontecimientos, sino también el mundo natural inmediato, como las estrellas, los animales y las piedras, fueron entonces despojados de su realidad sensible ¢ interpretados ale~ géricamente, se dirfa que a veces incluso «figuralmen- te». La Escuela Catequética de Alejandria, que adopts este método espiritual, habia encontrado sobre todo en Origenes a uno de sus mas significativos represen- tantes; este método se extendié junto con el figural a la Edad Media, si bien es cierto que uno y otro son marcadamente distintos a pesar de presentar aspectos comunes, Tienen en comin el hecho de que transfor- maron el Antiguo Testamento, que en ellos la ley y la historia de Israel pierden su carécter nacional y po: pular; pero al llegar a este punto, surge un cuerpo de doctrina mistica y ética que debilita el texto en grado sumo privandolo de su contenido hist6rico. Este tipo de interpretacién mantuvo durante largo tiempo su 102 influyente posicién y pudo determinar entera y defi- nitivamente uno de los significados de la doctrina de! cuddruple sentido de las Escrituras, el moral, ¢ incluso decidié « menudo otro de los sentidos, el analégico. Sin embargo, cteo yo, aun sin poder probarlo riguro- samente, que si este método hubiera actuado con ple- na independencia —esto es, sin el apoyo de Ja inter- pretacién figural—, apenas habria podido influir sobre los pueblos convertidos. Su eficacia conservaria siem- pre algo de erudicién e iniciacién, incluso algo abs- truso, si no fuera porque de cuando en cuando algén notable mistico le proporciona vigor. Por su origen y naturaleza este método permanecié restringido a un cfrculo relativamente pequefio de personas cultivadas ¢ iniciadas, pues sdlo éstas podian encontrar en él su satisfaccién y su alimento espiritual. Por el contrario, la profecta figural real, que habia tomado el sentido de actualidad de su necesaria implicacién en una tuacién determinada, eu el alejamienco del cristiat mo del judafsmo y en las condiciones impuestas por la evangelizacién de los paganos, cumplia una funcién histézica: con la fuerza de chogue que es inherente a una interpretacién wnitaria y finalista de Ia historia universal y del orden providencial del mundo consi- guid ganarse la fantasia y los sentimientos mas fnti- mos de Jos pueblos. ¥ con el éxito alcanzado se abrié al mismo tiempo el camino a una forma menos con- creta de alegoresis, como la alejandrina. A pesar de que este y otros métodos espiritualistas de interpreta- cién eran tal vez més antiguos que el método figural dc los Apéstoles y de los Padres de la Iglesia, aquéllos son inequfvoca y evidentemente formas tardias, mien- tras que la interpretacién figural con su viva histotici- 103 dad, aun cuando nada tenga de primitivo y originario, constitufa siempre un nuevo comienzo y un renaci- miento de fuerzas creadoras. Aparte de las formas alegéricas consideradas, exis- ten otras formas de representar una cosa por otra que podrian compararse con la profecia figural: nos refe- rimos a Jas llamadas formas simbélicas y miticas que se estiman tipicas de las culturas primitivas o que, en cualquier caso, se encuentran con frecuencia ei dichas calturas; sobre estas manifestaciones culturales ha vis- to la luz, mucho material en los tltimos tiempos, pero atin est en ciernes su interpretacién y valoracién, de manera que se ha de hablar de todo ello con mucha prudencia. Lo caracteristico de estas formas, que fue- ron reconocidas y descritas por primera vez pot G. Vi- co, consiste en que lo significado debe ser siempre para los participantes algo sumamente importante, sagrado y determinante para su vida y pensamiento; en el sig- no 0 en el simbolo no sélo sc exprcsa y sc imita algo, sino que se considera presente y contenido en él, de modo que el propio simbolo representa la accién y el suftimiento de lo simbolizado: una actuacién sobre el simbolo mismo repercute igualmente como una actua- cién sobre lo simbolizado, y en esta posicién que os- tenta se atribuyc a Jo simbélico fuerzas magicas. Tales formas simbélicas y miticas todavia perduraban en los paises mediterraneos de Ia tardfa Antigiiedad, pero habfan perdido ya su poder magico, as{ como ain con- tindan sobreviviendo restos de ellas cn nuestras cultu- ras modernas: simbolos juridicos, divisas heraldicas, insignias y escudas de armas; por lo demas, es cierto que tanto en Ja tardia Antigiiedad como en la actuali- dad nuevos contenidos generalmente validos logcan 104 ctear una y otra vez nuevos simbolos dotados de fuer- zareal y magica. Las formas simbélicas y miticas pre- sentan ciertos denominadores comunes con la inter- pretacién figural; como ésta, esas formas pretenden también interpretar y organizar globalmente la vida, y ambas slo son concebibles en el Ambito religioso 0 en dominios semejantes; sin embargo, las diferencias saltan inmediatamente a la vista. El simbolo implica necesariamente fuerzas mégicas, pero no ocurre lo mismo con la figura; por el contrario, ésta ha de ser siempre historica, el simbolo, no. Naturalmente, tene~ ‘mos que reconocer que el cristianismo no carece de simbolos magicos, pero la figura como tal no pertene- ce a dichos simbolos®. De hecho las diferencias entre las dos formas son notorias, ya que la profecia real se refiere a la historia, y fue en origen una interpretaci6n de textos, mienteas que el simbolo supone una inter pretacién inmediata de la vida y en un principio sobre todo de la naturaleza. Por ello en este contraste la in- terpretacién figural constitaye un producto de una vilizacién tardia, mucho més mediato, complicado y cargado de historia que el simbolo y el mito; incluso Heva consigo, desde esta perspectiva, algo antiquisi- ‘mo, puesto que era necesario que una antigua civili- zaci6n alcanzara su fase culminante y que, en ciertos, aspectos, fuera superada para que pudiera crear un fenémeno como la interpretacién figural 42. Hay muchas formas intermedias que son tanto figura como sfan- bolo; por ejemplo, principalmente la Eucarstia con la peesencia real de Gtisto y también la ervz como Stbol de la vida, arbor vitae crucifixas, nyo significado es bien conocido (desde el pooma De Gruce, del siglo [cf Labriolle, foc. cit, p 424], hasta el espiitualistafeanciscano Ubertine da Casale, Dante y ot09). 105 De estas dos delimitaciones —respecto de la ale- gorfa, de una parte, y de las formas mitico-simbdlicas, de otra— se desprende un doble aspecto de la profe- cia figural: una interpretaciOn de la historia universal conereta, creativa, tan joven y repristinada como se~ gura de sus fines; y una interpretacién antiquisima y tardfa de un texto venerable, madurado a lo largo de siglos y cargado de historia. La vivacidad y novedad que posec le han conferido una fuerza de conviccién sin precedentes, con la que logré ganarse no sélo a las culeuras mediterréneas tardias, sino también a los pue- blos relativamente jévenes del Occidente y del Norte; lo que tiene de muy antiguo transmitié a estos pue- bios y a su concepeién de la historia algo singular- mente encubierto que hemos de esforzarnos en des- velar. La profecta figural implica la interpretaciOn de un proceso universal y terrenal por medio de otro; el primer proceso significa el segundo, y éste consuma aguél. Ambos contintian siendo sucesos acontecidos en el interior de la historia; pero en esta concepcién los dos suponen algo provisional e incompleto, se re- fieren mutuamente el uno al otro y sefialan hacia un futuro inminente que serd el acontecimiento pleno, real y definitivo. Esto no sélo resulta valido para el Antiguo ‘Testamento, que anuncia la Encarnacién y proclama el Evangelio, sino también para éstos, pues en ellos no tiene lugar la consumacién tiltima, sino la promesa del fin de los tiempos y del verdadero reino de Dios. De este modo lo acontecido sigue siendo algo alegérico, velado y necesitado de interpretaci6n a pe- sar de su realidad concreta. Y es as{ como el acontecer tezrenal no consiguié el alcance practicamente defini- tivo que es propio tanto de las concepciones ingenuas 106 como de las modernas y cientificas de los hechos con- sumados, sino que permanece abierto ¢ interrogante en su referencia a lo velado, con lo que la postura que adopta el ser humano es la de prueba, esperanza, fe y espera. La provisionalidad de! acontecer en la concep- cién figural es radicalmente distinta de las ideas mo- dernas sobre el desarrollo de la historia, puesto que en éstas tal provisionalidad del acontecer es objeto de una interpretacién progresiva y paulatina de la linea horizontal ¢ ininterrumpida del acontecer posterior, mientras que en aquélla la interpretacién se efectia siempre verticalmente y debe comprobarse desde lo alto, siendo asf que no se contemplan los hechos en sa relacién mutua e ininterrumpida, sino individualmen- te, desvinculados unos de otros y en relacién con un tercer hecho prometido que atin est por venir. En la soncepcién moderna del desarrollo el hecho esta en todo momento independientemente asegurado, pero a interpretacidn es en lo esencial imperfecta, mien ras que en la interpretacion figural el hecho queda sometido a una interpretacién asegurada ya en sui con- junto: se orienta hacia un modelo original del aconte- cer que se cumple en el futuro y entretanto constitaye solamente una promesa. Esta formulaci6n, que evoca ideas platonicas, del modelo oziginal situado en el fu- turo ¢ imitado en las figuras —-pensemos en la expre- siGn imitatio veritatis anteriormente citada— conduce nuestro andlisis mAs all4, puesto que dicho modelo futuro, aunque sea imperfecto como acontecimiento, se encuentra ya completamente cumplido desde siem~ pre en Dios y en su providencia. Las figuras en que Dios o ha ocultado y la Encarnacién, en las que se descubre su sentido, son entonces profectas de algo 107 existente en todo tiempo y que s6lo permanece vela- do a los seres humanos hasta el dia en que el Salvador, revelata facie, pueda ser contemplado espiritual y cor- poralmente. Por tanto, las figuras no sdlo son provi- sionales; son al mismo tiempo la configuracién provi- sional de lo eterno, recurrente e intemporal; no s6lo sefialan un futuro practico, sino también, desde el principio, la eternidad y la intemporalidad: lo eterno esta en ellas representado y constituye una realidad tan fragmentaria y provisional como velada y presen- te en todo momento, Esto se torna especialmente re- velador en el sacramento de la Eucatistfa, pascha nos- trum, que es figura Christi. Este sacramento, que es tanto figura como simbolo, que ha trascendido lo his- +6rico hace ya mucho tiempo —desde su primera con- sagracién en la Antigua Alianza— muestra al mismo tiempo y con Iz maxima pureza el aspecto concreta- mente presente, velado y provisional, asi como el ca- récter eterno ¢ intemporal que es inherente a las fi- guras, 43, El escrito De sacramentis (siglo) reproduce en el misal coma no, en ugar de a oracién Quant ablationem, el siguiente texto: Pac nobis [LJ hane ablationem ascriptan, ratans, rationabilem,acceptabilem, quod Figura est corporis ot sanguinis Christi. Qui pride... [eHaz que muestra ‘ofrenda sea consarada, aprobada, rrzonable,aceptable, porque es Fgura del cuerpo y de la sangre de Criston] Al respecto vid. Bom F. Cabrol en LLitwrgia, publiée sous fa direction de Pabée R. Aigrain, Pais, 1931, p. 543. Cf, ademas un texto de una época muy posterior: Rythnus ad Sanctans Eucharieiams(igho Xt): Adoro te devote, latens detas,{ Quae “sub his igus vere lattes... («Te adoro devotamente, deidad latente, que bajo estas figuras en verdad tess]. Y mis adelante: Jesu quem vel mune adspici, | Oro fiat illud quad tam sitio, /Ut te revelata cemens facie 1 Visum sim beatus tuae gloria [eJess, al que ahora tisbo velado, /ruego tueeda lo que tanto deseo, / que mostrindote en tu fax cevelada f sea bienaventurado com la visi¢a de tu gloria). 108 | IV. Sobre la interpretacién figural en la Edad Media La interpretacién figural 0, para expresarlo con ma- yor precisi6n, el modo de concebir figuralmente el acontecet histérico tuvo una amplia difusién y una profunda resonancia hasta penetrar en la Edad Media ¢ incluso en épocas posteriores. Los estudios sobre el método figural no han ignorado su propagacién ni sus consecuencias. No s6lo las obras teolégicas que ver- san sobre la historia de la hermenéutica, sino también las investigaciones de historia del arte y la literatura han abordado y discutido el asunto de las represen- taciones figurales. Naturalmente, esta observaci6n se teficre particularmente a la historia del arte en el cam- po de la iconografia medieval, asi como a la historia de la literatura en el campo del drama religioso me- dlieval. Sin embargo, parece que no se haya sabido cap- tar el sentido especifico del probleua; entre las es- sructuras figurales, tipolégicas o profético-reales, por an lado, y las formas de representacién alegéricas 0 simbélicas, por el otro, no se establece una diferencia suficientemente nitida, En la itil e instructiva tesis de T. C. Goode sobre Gonzalo de Berceo, El sacrificio de la misa", se parte del enfoque metodoldgico ade- cuado para resolver el problema que nos ocupa; ¥ H. Pflaum sugiere en sus investigaciones que ha detec- tado claramente el estado de la cuestién del problems, pero omite la referencia a asuntos fundamentales, Este autor ya se habia enfrentado al tema de la interpreta- cin figural en su trabajo sobre las disputas religiosas 44, “The Catholic University of America, Washington, 1933. 109 en la poesfa europea de la Edad Media‘; de acuerdo con su correcta comprensi6n de figura, H. Pflaum ha interpretado debidamente en su tiltimo estudio“ algu- nos versos escritos en francés antiguo, corrigiendo ast la tergiversacién del editor y reconstruyendo el texto. Tal vez me deje en el tintero algiin otro trabajo", pues atin no se ha escrito un estudio exhaustive que aborde los problemas fundamentales; consider que una in- vestigacién de esa indole sigue siendo imprescindible para poder comprender en qué consiste la mezcla de sentido de la realidad y de espiritualidad —tan ardua- mente accesible para nosotros— que caracteriza a la Europa medieval", En la mayor parte de los pueblos 45. Die rligidse Dispucation in der europtischen Dichtung des Mit- teleltrs, Gentve Firenze, 1935. 46. Rontanta, LX, 519 6. 47. Se pueden encontrar numecosas alusiones « nuestra tema en la ‘obra deE. Gilson Les idées et les etres, sobre todo en pp. 6B ss y 155 s. Gilson alude tambien al problema figural de la filosofia de la historia ‘medieval en su articalo «Le Moyen Age et Phistoires (en su libro L esprit de le philasophie médiévale, Pats, 1922); sin embargo, Gilson no hace ‘atas zeferencias con mucha insistencia, pesto que fo que leiteresa es el estudio de les rales medievales del pensamicnto moderno. CF. también, especto al drama religiosoalemyin, la obea de T. Weber Die Prifiguratio. ston im geistlichen Drama Devascblands, Disertacién, Marbargo, 1908, asfcomo L. Wolff, eDie Verschmelzung des Dargestellten mit der Gegen- vwartswisklichket im deutschen geistlichen Drama des Mittelalters», en Deutsche Viertliabreschrft fur Litoraturvissenscbaft und Geistosge chichte, 7, pp. 267 &. Sobre los elementos figurales del personaje de CCarlomagno en la Chanson de Roland, ef. econ philet en Romania, LIX, especialmente pp. 183 5. 48. Naturalmente hay infinidad de erticuls sobre la teorla del cus Yast como Vie gilio, en tanto persona terrenal, condujo a Estacio a la salvaci6n, también ahora como figura consumada guia a Daute: pues también Dante ha recibido de él el bello estilo de la poesia, por él se salva de la condena eterna yemprende el camino dela salvaciéns y sien un tiempo ilumin6 con la fe a Estacio, sin ver la luz que él mismo evaba y anunciaba, ahora Virgilio conduce a Dante hasta el umbral de la luz que conoce, pero cuya visién le est vedada. ca memo 56, Bea deus ena Eda Mei Vio spare mena caldera seep ads el io de Compare Algo nuevo! respec pede fla Hatanen conemoravo Vig tc eo me onde tien eocotraos datos biogrcon yal trod ate bp a terprenien fas adem sale Vl ddan art du Moyen ge, p 325, obretodo tabla; y también J, Stina, ati vgn Gated i Zamore, 342 122 Por tanto Virgilio no es alegorfa de una cualidad, de una virmd o de una facultad, ni tampoco de una institucién histérica. El no es ni la Raz6n ni la Poesia ni el Imperio: es Virgilio mismo. Pero no lo es al estilo de los poetas posteriores que han intentado darle una figura humana involucrada en el interior de an proce- 80 hist6ricos algo semejante alo que hizo Shakespeare con César 0 Schiller con Wallenstein, Estos muestran a sus personajes histéricos en su propia vida terrenal, dejan aparecer ante nuestros ojos una época importan. te de su vida y a través de ella tratan de interprctar su sentido. Para Dante ya esté interpretando el sentido de cada vida, que tiene su lugar en la historia providen- cial comprendida en la visidn de la Divina Commedia, toda vez que tal visién est4 contenida en sus rasgos generales en la revelacién comunicada a cada cristia- no. De este modo en la Divina Commedia Virgilio se convierte en el Virgilio histérica, pero entonces deja de ser tal, porque el personaje hist6rico es solamente Ja figura de la verdad consumada que revela el poema, deviene en algo mas real e importante que la figura. En contraposicién con lo que sucede en los poetas moder- nos, en la obra de Dante el personaje es tanto mas real cuanto més integramente se interprete, cuanto més precisamente se incluya en el plan de salvacién divino, Yen contraposicién a la vision que los antiguos poetas tenfan del infierno —la vida terrenal como realidad y el infierno como mundo de sombras—, para Dante el més alla es la auténtica realidad y el mundo terrenal no @s mas que wmbra futurorum, aun cuando la umbra supone la prefiguraciGn de la realidad de ultratumba y ha de reencontrarse plenamente en ella, Todo lo que hemos dicho hasta ahora sobre Caton 123 y Virgilio resulta valido para el conjunto de la Divina Commedia, que esté enteramente basada en una con- cepci6n figural. En mi estudio sobre Dante como poeta del mundo terrenal’" he intentado mostrar que Dante emprendié en la Divina Commedia la tarea «de presen- tar la totalidad del'mundo terrenal e histérico como ya ordenado..., como ya sometido al juicio final de Dios, ycon ello colocado en el lugar que le corresponde pro- piamente segéin el juicio divino, de manera que a cada uno de los personajes no se le arrebata ni se le debilita sucardcter, sino guese le asigna el desarrollo individual desu naturaleza terrenal e hist6rica identificindolo con su destino finab»**, Para defender este punto de vista, que se encuentra ya en Hegel y fundamenta mi inter- pretacién de la Divina Commedia, me faltaba entonces una base hist6rica precisa, pues en los capitulos intro- ductorios de mi libro mas que conocerla la intuia. Creo ahora haber hallado esa base: se trata, en efecto, de la interpretacién figural, que domina !a concepci6n de la realidad en la Edad Media europea, aunque sea en lu- chaconstante contra las corrientes puramente espiritua- listas y neoplaténicas; esa interpretacién segin la cual Ja vida terrenal es del todo real, posee la realidad de la carne en la que advino el Logos, pero toda su realidad no es sino untbra y figura de lo auténtico, de lo futuro, delo definitive y verdadero que, revelando y preservan- do la figura, contiene la realidad verdadera. De este modo no se percibe el acontecer terrenal como algo definitivo ni como wna realidad autosuficiente, ni como tun eslabén en lacadena deun desarrollo en el que deun S7, Dante ale Dichter der irdischen Welt, 1929. 58. Ibid, p. 108. 124 acontecimiento o del efecto conjunto de varios emanan otros nuevos, sino que dicho acontecer se contempla ante todo como una conexién directa y vertical con un orden divino del que participa y respecto del cual tam- bign él seré en el futuro una realidad acaecida y con- sumada. Es asi como el acontecer terrenal de la profe- fa real o de la figura forma parte de la realidad que se consumard inmediata y perfectamente enel futuro. Pero estarealidad no ess6lo futura, sine quea los ojos de Dios yen el mas alld estd eternamente presente, de tal forma que alli la realidad desvelada y verdadera existe desde siempre, intemporalmente. A laluz de todo esto, la obra de Dante se manifiesta como un intento de abarcar poé- tica y sisteméticamente la totalidad de la realidad uni- versal. En ayuda del hombre terrenal, confundido y amenazado por el caos, viene la gracia de las fuerzas ce~ lestiales, tal es ef marco de la visi6n de Dante. Desde su primera juventud fue participe de una gracia especial, Pues estaba predestinado a acometer tareas muy espe- ciales; ya desde muy pronto le habia sido dado contem- plar en un ser vivo, en Beatriz —y aqui suele entrar en juego la complementacién entre estructura figural y neoplatonismo—, la «revelacién encarnada», que le marc6 en vida con el saludo de sus ojos y de su boca, y en la mnerte de una manera misteriosa c inexpresa®. La fallecida y ahora bienaventurada, que para Dante era la encarnacién revelada, encuentra para el hombre extra- viado la tinica solucién posible; ella es la guia que, al principio indicectamente y ya en cl Paraiso directamen= 59. Las palabras comverrebbe essere me laudatore di me medesinto Leconvendrfa que me elogiara a mf mismo] (Vita Nov, 28) son une she. Bena Cor 12,1. Ct. Grandgent en Romania (3, 14) eleomentaro de 125 te, le mostraré el orden revelado y la verdad de las figu- ras terrenales. Lo que él ve y aprende en los tres reinos es la realidad verdadera en la que est contenida e inter- pretada la figura terrenal; cuando todavia vivo ve laver- dad consumada, él mismo se salva y al mismo tiempo queda capacitado para anunciar al mundo su visién indicarle el camino correcto. Dela comprensién del cardcter figural de la Divina Commedia no se puede extraer un método universal- mente vAlido de explicacién de todos los pasajes con- trovertidos, pero sf es posible tomar algunos princi- pios para sv interpretacién. Podemos estar seguros de que cualquier personaje histérico 0 mitolégico que aparezca en la obra solamente puede significar algo que esté en estrecha relacién —en esa relaci6n que s6lo se da entre figura y constmacién— con lo que Dante sabia de su existencia hist6rica 0 mitolégica. Hemos de guardarnos tanto de negar a sus personajes una exis- tencia terrenal e historica como de aplicarles th mente una interpretacién conceptual y aleg6rica resulta especialmente vilido en el caso de Beatriz. Des- pués de que en el siglo x1x el movimiento roméntico- realista tendiera a acentuar demasiado el cardcter hu- mano de Beatriz, haciendo de la Vita Nova una especie de novela sentimental, se ha impuesto la cotriente con- traria, y asi se intenta ahora interpretar el personaje mediante conceptos teoldgicos cada vez mas precisos. Para Dante la realidad historica de un personaje no anula su significado més profundo, sino que constitu- ye la figura que lo confirma y consuma. La Beatriz de Ja Vita Nova es un personaje terrenal o hist6rico: se le aparecié a Dante realmente, lo salud6 realmente, real- ‘mente le neg6 més tarde el saludo y realmente se mof6 126 de él, lamenté la muezte de una amiga y de su padre, y realmente muri6. Es cierto que tal vez fuera solo una realidad vivida por él, dado que un poeta forma y transforma en el interior de sa conciencia lo que ha sucedido, por lo que hemos de partir de lo que vive en esa conciencia y no de la realidad exterior. Ademds hay que tener presente que para Dante la Beatriz terre- nal es, desde el primer dia de su apaticién, un milagro enviado del cielo, una encarnacién de la verdad divi. na, En consecuencia, el cardcter real de su personali- dad terrenal no esté tomado, como en el caso de Vitgi_ lio © de Cat6n, de determinados datos de una tradicién historica, sino que provede de la propia experiencia de Dante, que le muestra la Beatriz terrenal como un m lagro*: Pero una encarnacién y un milageo son cosas realmente sucedidass los milagros sélo suceden en la tierra y la encamacién es carne. El efecto que ha cjer- ido sobre los investigadores modernos la extraiia vi sién medieval de la realidad vousiste en que éstos 0 consiguen distinguir entre figuracién y alegorta, por lo que generalmente slo comprenden esta tiltima’'. In. 60. A favor de ct en cab adel eto del io,

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