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(A Neg) ate ia aa Anéioe oft gn eae eps adh ps J Vi Stet yt {ise actnaprs te ea Toe de Bry, Opens 118, Ase a Rewirrce Fee ase e ebscegmdo tomo de LI Baia, Hire universe des por Michel de Certeau LA ESCRITURA DE LA HISTORIA Traduccién de Jorge Lépez Moctezuma Fine L. bres = ——PNEFERSIDAD-IBEROAMERICAN————— DEPARTAMENTO DE HISTORIA Titulo original en frances: L'Beriture de ristire Gallimard, 1978, Pais UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA BIBLIOTECA FRANCISCO XAVIER CLAVIGI De Certeaul, Michel La excritura de la historia 1. Historingrafia 1. Lper Moctezuma, Jorge, 1. D13.C3818.2006 DAR © Ballons Gallimard, 1975 1a edicin en espanol, 1999 24. elmpresidn, 2006 D.R © Universidad iberoamericana, A.C. rol, Pasco de ta Reforma 880 Col, Lomas de Santa Fe México, DE, C.P. 01210 D.R. 0 Instituto Tecnologico y de Estudios Supesiores de Ovcidente (ITESO) Pesiferico Sur Manuel Gémez Morin 8585, ‘Tiaguepaque, Jalisco, México, C.P. 45090, ISBN 9¢8.859120:3, Impreso y hecho en México Printed and mate in Mexico “Prohibida la venta en Espaita”” indice Prélogo a Ia segunda édicién Escrituras e historias Primera parte Producciones del lugar Capitulo L. Hacer historia |. Un indicador: ef tratamiento de Ia ide, en la historia 2. Pricticas historicas y praxis social 3. La historia, discurso y realidad 4. La historia como mito Capitulo II. La operacién historiogr fic: 1. Un lugar social Lo no dicho La institucién historica Los historiadores en la sociedad El que permite y el que prohibe: el lugar 2, Una practica Laaniculacién natwaleza-cultura nl 15 36 45 3t 60. or 0 69. 71 16 81 8a El establecimiento de fas fuentes 0 la redistribu del espacio Hacer resaltar Ins diferencias: las desviaciones del modelo90 El trabajo sobre el limite Critica e historia 3. Una eseritura La inversion de la escritura La cronologia o la ley enmascarada La construccién desdoblada El lugar del mucrto y el lugar del lector Segunda parte Produccién del tiempo. Una arqueologfa religiosa Introduceién, Cuestiones de método Capitulo 11: La inversién des o pensable. La historia religiosa del siglo XVUL 1. La religiGn en la époes 2, La interpretacién histérica x Capitulo IV. La formalidad de las practicas. Del sistema religioso a la ética de las luces (siglos XVU-XVITN) 1. De la divisidn de fas iglesias a la “raz6n de Estado” (siglo xvil) 2. Una nueva formalidad de las practicas: la politizacin de los comportamientos. 3. La ligica del “practicante”: una alternativa entre el deber de estado y el profetismo ~ 4. Laética filos6fica: “legalidad” y “utilidad” en el siglo XVII 5. Las leyes propias del grupo religioso: reduccién al silencio y administracién cultural 85 93 98 101 101 104 108 6 129 130 144 149 152 Tercera parte Sistemas de sentido: Lo eserito y lo oral Capitulo V, Etno-grafia. La orali otro: Léry ad o el espacio del 1. La “leccion de eseritura” en Jean de Léry (1578) . La reproduecién escrituristica Una hermienéutica del otro Lapalabra erotizada Visto yt ofdo: el ojo y el ofdo Capitulo VI. Elenguaje alterado. La palabra de la posesa L Transgresién ¢ interdiccion 2. Documentos alteradgs: los textos de las posesas 3. Yo es otro: “la perversidn del lenguaje” 4, Construccién y deconstruceién de un lugar 5. El cuaclro de nombres propios: una toponimia “alterada” 6. La mentira de la interpretacién Capitule VIL. Una variante: la e¢ icacién hagio-gratica 1. Historia y sociolo 2. La estructura del discurso 3. Una geografia de lo sagrado Cuarta parte Escrituras freudianas Capitulo VIL: L 0 que Freud hace con la historia, 208 206 2 214 22 227 239 242 245 248 251 254 258 263 267 A propésito de Una neurosis demoniaca en el siglo XVI. 273 1. Lo histétieo, produceién de la “Autklirung” freudiana 2. Para une historia del siglo XVIL 3. Del pasado legible al presente oculto 4, Ocultar, wabajo de la historia 5. Las sustituciones del padre 6. Blacto y la ley Capitulo IX. La ficcién de la historia. La eseritura de Moisés y el monoteisma 1. El discurso de fragmentos o el cuerpo del texto 2. Fscribir en la lengua de otro, ola ficcibn 3. La tradicion de la muerte, ofa eseritura 4. El quid pro quo 0 ts comedia de lo “propio” 5. Lanoyela de lahistoria 278 280 283 286 288 293 294 302 309 315 329 Prélogo a la segunda edicién Amerigo Vespucei el Descubridor llega del mar. De pie, v revestido con -orae 2a, como un entzado, leva las armas europens del sentido y tiene dezris de si los navios que traerdn abOccidente los tesoros de un paraiso. Frente a si la india América, mujer acostada, desnuda, presencia innominada de la diforen- Cia, cuerpo que despierta en un espacio de vegetaciones y animales exsticas." Escena inaugural. Después de un momento de estupor en ese umbral flanqueado Por una columnata de drboles, el conquistador ve @ escribir el cuerpo de la otra y trazar en &I su propia historia, Vaa hacer de ella el cuerpo historiado ~¢l blas6n— de sus trabajos y de sus fantasmas. Ella ser América “latina” Esta imagen erética y guerrera tiene un valor casi mitico, pues representa el comienzo de un nuevo funcionamiento occidental de | es- critura. Ciertamente, la escena de Jan Van der Straet revela la soryresa ante esta tierra que Vespucci capté claramente, el primero de todos, come luna nuova terra todavia inexistente en los mapas*-un cuerpo desconoci- do destinado a evar e} nontbre de su inventor (Amerigo). Pero lo que se esboza de esta manera es una colonizacién del cuerpo por el discurst del poder, la escritura conguistadora que va a utilizar al Nueva Mundo ¢omo ‘una pagina en blanco (salvaje) donde escribird el querer oceidemal. Esta eseritura transforma el espacio del otro en un campo de expansién para tun sistema de produccién, Partiendo de una ruptura entre un sujeto y el "0 Ls reproduc de tu primera pia # Off, WE Washbumm, “El signiicado de descubriniento en os silos XM y XVT* en ane Hescorical Review, 1962, 9.1 36: Urs Bier, Dre “Wile” und die "Zvtioten™ Gh la einer Geistes und Kulturgeschicite der exrapsischsibersecichen Begegning, Minshen, © {i Beck, 1976, np. 19-80 objeto de su operacién, entre un querer escribir y un cuerpo escrito (0 por escribir), la escritura fabrica la historia oveidental. La escritura de la historia es el estudio de Ia escritura como préctica histérica, Si toda empresa cientifica tiene como caracteristicas, desde hace cuatro siglos, la producein de artefactos Lingilisticos auténomos (lenguas y discursos “propios”), y la capacidad de éstos para transformar las cosas y los cuerpos de los que ya se han separado (una reforma o revolucién del ‘mundo que los rodea segiin la Jey del texto), fa escritura de la historia nos remite a una historia “moderna” de Ia escritura, De hecho, este libro se con- cibi6 primeramente como una serie de estudios destinados a sefalar la eta- pas cronolégicas de esta practica: en el siglo XVI, la organizacién “etnogratica” dela escritura en su relacién con la oralidad “salvaje”, “primitiva”, “tradicio- nal” 0 “populat” a Ja que constituye como su otro (tercera parte de este libro); en los siglos XVII y XVII, la transformacién de las Eserituras cristia- nas, legibitidad de un cosmos religioso, en meras “representaciones" o en “supersticiones” marginadas por un sistema ético y téenico de pricticas ca- paces de construir una historia humana (segunda parte}; en los linderos del iglo XX, el regreso de la alteridad rechazada gracias ala pricticn escriturstica de Freud (cuarta parte); finalmente, el sistema actual de la “industria” historiogratica,? que sirve de base a tn lugar socioeconémica de produc: cién, a las reglas cientificas de una pericia, y a la construccién de un relato ‘o texto (primera parte), A estos estuidios se afiade el que se refiere, en el fin, del siglo XVIII, a la lucha de una racionatidad escrituristica “ilustrada”, revolucionatia y jacobina contra las fluctuaciones idiomiticas de las oralidades de los dialectos.* En lugar de proceder a una reconstruccidn cronolégica, demasiado ape~ gad a la ficcién de una concepeién lineal del tiempo,‘ hemos preferido hacer visibles el lugar presente, del que tom su forma estainterrogante, a particul rrdad del campo, del material y de los procesos (los de lahistoriografia “moder- nna”) que permitieron analizar la operacién escrituristica, junto con las diferen cias metodolégicas (semisticas, psicoanaliticas, etcétera) que inttoducen otras posibifidades tedricas y pricticas en el fimcionamiento occidental de la escritu- ra, Poresta razba sali6 un discurso ftagmentado por investigaciones ticticas que ‘obedecian cada una areglas propias:enfoxe socioepistemaligico (primera parte), segunda parte), semiético (tercera parte), psicoanalitico y freudiano La expresiin es de Marc "La india es el azo tniin rel bistro ene Ia naturaleza ‘vel hombee” y es "el fundamento de a ciencin humana. Acetea del insta histoiog fe M. de Certeny, "Esenturae histori, en Poliigne aujord” hui, diciembre 1975, pp. 65- * Michel de Certeau, Dominique Julia y Jacques Revel, Une poltigue dela langue La Revwition angaive te ptois, Galina Biblio des Histoites, 1875, 320 pp. infcap 83 {cuatta parte). Rehusar la ficcién de un metolenguaje que unifique el todo, es dejar aparecer Ia relacin entre procedimvientos cientificos limitados y to que les falta de lo “real” que estén tratando. Es evitar la ilusién, necesariamente dogmatizante, propia del discurso que pretende hacer creer que ests “ade cuado” a to real -ilusién filos6fica agazapada detris de las condiciones previas al trahajo historiogrifico y cuya ambicidn tenaz ha sido maravillo. samente expresada por Schelling: “EI relato de los hechos re nosotros doctrinal”. Este tipo de relato en en nombre de lo real La historiografia (es decit “historia” y “escritura”) Mleva inserita en su nombre propio la paradoja -y easi el oximoron- de la relacién de dos términos antinémicos: lo realy el discurso. Su trabajo es unirlos, y en las partes en que esa unién no puede ni pensarse, hacer coma si los uniera. Este bro nacié de tarelacion que el diseurso mamtiene con lo real del que tratan ® {Qué alianza existe entre la escritura y la historia? Ya era fundamental en la concepcida juddeo-cristiana de tas Escrituras. De agui se sigue el papel des. empetiado por esta arqueologia religiosa en la elaboracién moderna de lo historiografia que ha transformade los términos y el tipo misma de la rela. cidn pasada, para darie una figura de fabricacién y ya no de lectura o inter. pretacién. Desde este punto de vista, el nuevo examen de la opetatividad bistoriogrfica desemboca, por una parte, en un problema politico (los pio- cedimientos propios de un “hacer historia” nos remiten a ut “hacer la historia”), y por otra parte, en i palabra enunciadora), Por la fey de una escrituta “cientitiea ales es para gaia porque pretende hacer la ley 4 manera dle la cuestion del sujeto (el cuerpo y fa cuestion rechazada ala zona dela fiecivin o del silencio * Sobre este punt, ft. ME de Certeau v Réxi Diatectiques. wizs, 14. verano 1976, pp. Al Cte inf ap en prepara, bin, “EL discus histnive y Yo weal", en M, de Cenean, La fable du set. Langages sti cu ste Escrituras e historias “s Estudioso y benévoto, iero como soy con todos los muertos, sigo mi cami- to, de edad en edad, siempre joven, nunca cansado, durante miles de aioe." El camino ~“tni camino”-me recuerda esta expresion de caminante: "Carni, naba, erraba... corria por mi camino... caminaba como un viajero atrevieo” Caminar y/o escribir, tal es el trabajo sin tregua “impuesto por la fuerza del deseo, porel aguijén de una curiosidad ardiente.a la que nada puede detener™ Michelet, con “indulgencia” y “temor filial” mukiplica las visitas alos muer. ‘es, beneficiatios de un “didlogo extrafio, con la seguridad de que "no se puede reavivar 1o abandonado por la vida”. En el sepulcro en que habits ef historiador solo se encuentra “el vacio”.' Asi pues, esta “intimidad con el eire mundo” no representa ningun peligro2“Esta seguridad me vuelve mas be. volo con los que no me pueden perjudicar” Eltrato con el mundo muerto, definitivamente distinto del nuestro, se convierte cada dia en algo mds “joven” y atractivo. Después de haber atravesado una por una la Historia de Franca, {as sombras “regresaron menos tristes a sus tumbas”, alla las lleva el discurso, las seputta y las separa, las honra con Jos ritos fimebres que faltaban. Las “Hora”, cumpliendo con un deber de piedad filial, tal coro Pedia un suefio freudiano, escrito en la pared de una estacidn: “Se supliza cerrar los ojos”.* La ternura de Michelet va de un lado para otro introxa les Michels," eran del Espsitu(1869, proyecto indie de Pefacioa la isuae de Fn e01 Are sit 82,1973, pp. 7.59 8 3} Michele Préfice d'Histoire de Francee8, Mota, A. Colin, 1962, 9.175 24. Michelet, Herofsme del Esprits ep cp. 8 “Cte, pp 305-307 ciendo las sombras en el tiempo, “el todopoderoso hermoseador de las nuinas: (© Time beautifying of things!”.* Nuestros queridos muertos entran en el texto Porque no pueden ni dafiarnos ni hablarnos. Los fantasmas se meten en le escritura, sélo cuando callan para siempre. Otro duelo, mas grave, se afiade al primero: Tambien el pueblo es el separado. “Naci pueblo, tenia al pueblo en el coraz6n, peto st lengua... Su lengua me fe siempre inaecesible, nunca pude hacerlo hablar» “El pueblo tam- bin es silencioso, como para ser et objeto de un poema que habla de este silen- cio, Es cierto que sélo el pueblo “autoriza’ la manera de escribir de! historiador, pero por esta misma razén se halla ausente. Es una voz que no habla, in-fars, sélo existe fuera ce ella misma, en el discurso de Michelet, pero le permite ser un eseritor “popular”, rechazar el orgulo; val volverlo “grosero y bétbaro” le hace pender todo To que le quedaba de sutileza literaria.” “£1 otro" es el fantasma de la historiografia, el objeto que busca, hhonra y entierra. Un trabajo de separacién se efectia en esta proximidad ih- quietantey Tascinadora, Michelet se coloca en fa frontera, donde desde Virgitio hasta Dante se han construido todas las ficciones que todavia no eran historia, Este lugar sefiala una cuestidn ordenada desde entonces por practicas cientifi- cas, y de la que se encarga ahora toda una disciplina. “La bitsqueda histérica del sentido’, no es sino la bisqueda del Otro” * pero esta accidn contradicto- ria trata de envolver y ocultar en el “sentido” Ia alteridad de este extrafio. 0,10 {que es lo mismo, trata de calmar a los muertos que todavia se aparecen y ofrecerles tumbas escrituristicas El diseurso de la separacién: la eseritura La historia modema occidental comienza efectivamente con la diferencia en- tre el presente y el pasado. Por esta diferencia se distingue también de la scion (eliiosa), We Va CURT muna Tlegn a SepararSe Sm pee, Y CON seiva con esta arqueologia una relacién de deuda y de rechazo. 7 a Finalmente, hay un tercer corte que organiza el contenido en lo que va del trabajo a la naturaleza'y que supone una separaciin entre el disGirrso yC eierpo (GocTAly, La historia hace hablar al cuerpo que calla Supowe un desfasamniento entre [Wopacidad silenciosa de a realidad” que desea expresar y el lngar donde produce su discurso, protegida por Tvs +5. Aishele "EL Home dl Exp op it 9.8 Cito por olan Barthes, Michelet hoy"sen Are. 9.26 11 Mishel, "Et Herofsme del Esp op opp 1213, * Alphonse Daron, “Lengua e historia", en kur Congrés ternational des sciences historgues, More, 1970 16 tancia que la separa de su objeto (Gegen-stand). La violencia del euerpo llega basta la pigina escrita por medio de la ausencia, por medio de los doctomentos que el historiador pudo ver en una playa donde ya no esté la presencia que los dejé alli, ya través de un murmullo que nos permite of, como venido de muy lejos, el Sonido de a inmensidad desconocida que seduce y amenaza al saber Gna estructura propia de la cultura occidental modema se indica sin duda en este tipo de historiografia: Lainreligibilidad se establece en relacign al “otro”, se desplaza (0 progresa" al modiicar 104 5 peer pa iio, elt ites, heternor a las -etnoogi, histori, Piqua, pedayo. aia, eteétera-, se desarrolla una problemstica que elabora un “saber decit”™ {odo to que el otro calla, y que garantiza el trabajo interpretativo de una eien- cia (humana) al establecer una frontera que la separa de Ia regidn donde ta espera para darse a conocer. La medicina modema nos presenta un modelo de todo esto, a partir del momento en que el cuerpo se convicrte en un cuaidro legible, y por tanto iraducible en algo que puede eseribirse en un espacio de lenguaje. Gracias al despliegue del cuerpo ante la mirada, lo que se vey lo que se sabe pueden superponerse o cambiarse (tradtcitse). El cuerpo es una clave que espera ser descifrada, Lo que en los sigios XVII y XVIII hace posible la convertibilidad del cuerpo visto en cuerpo sabido, o de la organizacién espacial del cuerpo en organizacidn seméntica de un vocabu- lario -o fo contrario., es Ia transformacién del cuerpo en extensién, en interioridad abierta como un libro, en un cadaver mudo que se ofrece a las mmiradas. Se produce una mutacién andloga cuando la tradicién, cuerpo vivido, se despliega ante la curiosidad erudita en un grupo de textos, Una ‘medicina y-una historiografia modernas nacen casi simultineamente dé la separacién ete un sujeto que Se-TUpOTE sabe Teer y un objeto que se suponeeseri (BU. Ue HO coMDEE, peg lie debe ser descitia. fasion de una separacioi eiiire eT saber que provoca el discurs y el auei- po itude que To supone. fi oe HsToriografia separa en primer lugar sit propio presente de un pasado, pera repite siempre el gesto de dividiz. La cronologia se compone de eriodos™ (por ejemplo: edad media, historia thodema, historia contempo- "aiiea) wile Jos cuales se traza cada vez la decisin de ser giro 0 de no ser ‘mds lo dle se ha sido hasta entonces (Renacimienfo, Revolucién). Por tum, GBF Tempo "nievO" ha dado /ygara un discurso que trata com “muerto” todo lo que le precedia, pero que recibia un “pasado” ya marcado por rupturas anteriores E * Ctrenpaicular Miche Foucaul, Nousance de lclinigus. 1963, pp «=x Yalacdo, A sot owas tea Jc eect i cane a partir de un présente) y su objeto (las divisiones organizan las representa Sonesque dstenser ze-inierpretadas). El trabajo determinado por este corte ex VoTinitarisia. Opera en eT pasado, del cual se distingue, una sclecein entre ) lo que puede ser “comprendido” y lo que debe ser olvidado para obtener la | representaci6n de una inteligibilidad presente. Pero todo lo que esta nueva! comprensién del pasado tiene por inadecuado -cesperdicio abandonado al seleccionar el material, rest olvidado en una explicacién~ vuelve, a pesar de todo, a insinuarse en las orillas y en las fallas del discurso. “Resistencias”, “supervivencias” o retardos perturban diseretamente Ia hermosa ordenaeién de un "progreso” o de un sistema de interpretacion. Son lapsus en Ja sintaxis dad occidental, En la India, por ejemplo, “las formas nuevas no expulsan a) las antiguas", uns bien se da un “amontonamientoestratificado”. La marcha Gel tiempo no tiene necesidad de airmarsedistanciéndose de“pasados”, como tampoco un lugar no tiene porque definirsedistinguiéndose de “heejias”. Un , proceso de coexistenciay de reabsorcién, es, por el contrario, el “hecho cardi- nal de la historia india.” De la misma manera entre los merina de Madagascar, tos oviarana (antiguas listas genealgicas) y los tantra (historia de pasado) cconstituyen ua “herencia del oido” (ovantsofina)o una “memoria de la boca (tadidivaya); Lejos de ser un objeto lanzade hacia atrés para que un presente auténomo Iegue a ser posible, es un tesoro que se coloca en medio de la socie- dad para que le sirva de memorial un alimento para serrumiado y memoriza- do. La historia es el “privilegio" (cansara) que es previso recordar para no olvidarse uno de si mismo, Sita en medio de él mismo al pueblo que se ex- tiende de sado aun porvenir."" - ae ena de Dahomey, hinvn es emu, la pala eo tiempos pasados” -palabra (fio), es decir presencia que viene de arriba y lleva hacia abajo. No tiene nada en comuin con la concepeién (aparentemente cerea- na, pero de origen etnogrdfico y museografico) que al separar la actuali- dad de la tradicién, al imponer, pues, Ja ruptura entre un presente y un Cobicrs des Louis Dumont, “Elproble dela historia en La Ciiliation ine er ous, A Cli ‘Annales, 1968, pp. 31-54 : "ch An Dei, eration une aio orale Hise srl dna Pats Se Ja Sorbons, mimmeogafada, 1967 sobre to la 2a. pare pp. 143-227: "Fstactura del pensar antguo ySeaido de ahs pasado, y al conservar la relacién occidental cuyos términos invierte, def 4a identidad como el regreso a una “negrura” pasada o marginada,”” Es initil multiplicar ejemplos que dan testimonio, fuera de nues'ra historiografia, de una relacion distinta con el tiempo, o lo que es lo mismo, de tna relacign distinta con la muerte. En Occidente el grupo (ae inviduo) se ‘da autoridad con lo que excluye (en sto consise la creacion de un ugarpyo. ‘e Y eiiciehifa su Seguridad en las confesiones que obliene de los dominac o ne 8 (Constitayendo asf el Saber de otro o sobre otro, 0 Sea Ta clencla human) } be que Tous Victoria sobre Ta muerte es efimera; fatalmente, la segadcia”| vuelve y corta. La muerte obsesiona a Occidente. Desile este punto de viste el discurso de las ciencias humanas es patolégico: discurso del pathos -calan dad y accién apasionada— en una conffontacin con esa muerte @ la que nuestra sociedad ya no considera como un modo de participacién en la via Por su cuenta Ja historiografia supone que es imposible creer en este tipo ie presencia de los muertos que ha organizado (u organiza) Ia experiencia ie Civilizaciones enteras, y por lo tanto ya es imposible “tenerlos en cuents”, debemos, pues, aceptar la pérdida de una solidaridad viva con los desapaic cidos, razar un limite irreductible. Lo perecedero es su base; el progreso, afirmacién. En uno esta la experiencia que compensa y combate el otto La historiografia traia de probar que el lugar donde se produce Por ejemplo, qué relaciones podemos establecer entre la espirituali- dad o la feologia jansenistas por un lado, y por otro las estructuras socio- culturales 0 la dindmica social de Ia época’? Hay todo un abanico de espuestas. Asi, para Orcibal, fo que se debe buscar es una experiencia radical en su estado primario y en el texto mas? Primitivo. Pero, aun ali, la experiencia-se enajena entre los apremios de un lenguaje contemporineo; fa historia desu difision seri, pues, la historia de una degradacion progresiva. Aun cuando el historiador pera remontar Ia co- | riente hasta las fuentes mis primitivas, escrutando sin cesar en los sistemas Lstricns y lingtistics hasta encontrar la experiencia que ovaltan al desarro- Hlarse, nunca capta el origen sino solamente los estadios sucesivos de su pérdi- da, Por el contrario, Goldmann lee en la doctrina jansenista el resultado y el signo de la situacién econémica en ta que se encuentra una categoria social; al perder su poder, los hombres de toga se vuelven hacia el cielo de la predestina- cién y del Dios escondido, revelando ast rina coyuntura politica nueva que es cierra el porvenir, aqui, la espirtualidad, sintoma de lo que no dice, nos lleva al nilisis de una mutacin econémica y a una sociologia del fracaso.* * Muchas de las Hamada test de teologn, ef preciso confesarla, som fnizameateaniisis {erarioe de vn ave no 38 eitingen de los demés estos leraon sna por st beste de tener us ceo religoso como hace lelogt” fra deer lt en clipes cates nie en wa on as : a * Asis por elmo, en su gran Witeo Critien sant Eplise La conscience religieuce oe lew Las atmbigtiedades de tates sistemas de interpretaeién han sido vig. rosament€ Grificadas, en particular por Michel Foucault. Se mantieni n yesh Iiniente en Ta condicioa meierta, ni came ni pescado, de esas “tota’i- dades” que no pueden leerse en la superficie de los textos, pero que les sen { subyacentes, realidades invisibles que llevarian encima a los fendmenes «Con qué derecho podemos suponer y eémo podremos identificar a ests unidades que se hallan a medio camino entre lo consciente y lo econémnics.? che pV Zoo Lain detain abo Sind prasee, "AD Lovey The Grew Chan of Bg Sent 838 "Ande ts en eater face cheese Gg Dayenn ‘cimthodes,Caimar Pease 18 9p. 387968 Pew mines eee ee Sarre tenant kode by ode) Ue Gt por amaea pena iimlenent id Fo Vena Insane arc alpen oan nema dESS anh Ss cog Tao apni etna dels ese stom cto uy pana nse ser nee oe salons mm pc conox-Oberadnshanbe"neatonomntineheteacte “yeloieopa, cane eteaseny el poate lnc Chee ene en eso nel sense Bat 99 esa Bahr Le atone pin Po, 19.0405 > Niel Fcc thsi sto, Galo, 56) 93 lelossabios en Kur Hist. Nan A Study ofthe History ofan Idea, Camirhe (Mass Suldlogisme. Seine muy profs sustnuTdas por un “inconsciente coleet- waiterse, puede erecerodisminuicsegin nuestra voluntad iene Ia am- | plitud de los “fentémenos comprensibles”. De hecho, representa la necesi~ ¢ | dad que de #l tiene el historiador.y no es propiamente un instrumento de} | anadlisis; significa una necesidad de la operacién cientifica, y no una realidad jue se pueda captar en su objeto. . ese coneepeion manifesta ques imposible elimina del tabsio vistoriogdneoturtieolagasqueteyenchas Poe Pero al concederles el fugar de Tarovjes-atastaas de las esiructuras sosToeconémicas, suponiendo por afiadidura que las “ideas” funcionan de la misma manera que las estructuras, paralelamente y a otro nivel,” la “historia de las ideas” s6lo encuentra bajo la. forma de un “inconsciente”, la inconsistente realidad donde suefia descubri los historiadares, o mas exactamente, del grupo al que pertenecen. La volun tad de definirideoldgicamente I historia es propia de una élite social. Se funda en una division entre las ideus y el trabajo, Acostumbraba iguimente descuidar las relaciones entre Ins ciencias y sus téenicas, entre Ia ideotogia de tos historiadores y sus practicas, entre las ideas y su localizacin o las condi- ciones de su produccién en los conflictos socioecondmicos de una sociedad, etcétera, Nada tiene de notable que esta divisién, resurreccién y refuerzo de tun “elitismo” ya muy marcado a finales del siglo XVIII (Frangois Furet fo ba notado entre otros muchos), tenga por simbolo la yuxtaposicién entre una “histori de las ideas” y una “historia econdmica” f La biisqueda de la coherencia propia de un nivel ideoldgico nos remite, pues, al lugar de los que la claboran en el siglo XX. Gramset nos indica sin duda alguna su verdadero aleance, cuando dejando a vn lado la historia de las ideas, la sustituye por ls historia de los “intelectuales orgini- 0s", grupo particular, donde analiza fa relacidn entre la ‘posicibn” sosal que ‘ocupan y los discursos con que la manifiestan. “-upotema espn god ses ua ces con nese Duy tine wht ateencm anes octet tel pepo run esl ebjers SI'S mar ert propio com “reaps ta expres rsa no Sagres so completes 32 menu vets Cn medi en She emncm fo qs se pote come “ae Ce Antonie Gramsci, Ocwores Chose, Ed. Sociales, 1989, p. 432: “Cuando Ins diversas categories de intelectual fndiionales experimentan, con un espiita de cuerpo el seni= fniento desu contimidad bisrieaisnterumpiday de so calfiescin, se stan ellos mismos {mo auténomos e independicstes del grupo social dominante, Esta autoposicién tne conse ocncias de largo akanee en et dominio weokigio y politico: toda Ta filosofaideatite puede Stribwirae fScloente a ext posicion toads por et comple socal de fs fotelestats, 44 2. Practicas histéricas y praxis social Elexamen de todos estos “modelos” (euya lista y andlisis padriamos proton gat) tos revela dos problemas conexos: el desvanecimiento de Ia ideotogia ‘como una realidad que pueda ser explicada, y su reintroduccién como i referencia en fucién de Ia cual se elabora una historiografia. Como objeto de estudio parece eliminada —o siempre menospreciada-—- por los métodos actuales de investigacidn. Por el contrario, se presenta como el presupuesto de"*modelos” que catacterizan un tipo de explicacién; est implicada en cada sistema de interpretacién pot las caracteristicas que conserva, por los proce- dimientos que le son propios, por tas dificultades técuieas que le salen al encuentro y por los resultados obtenidos, Dicho de otra manera, ef ite hace historia en la actualidad parece que ha perdido los medios de eaptar tna afirmacién de sentido como objeto de su trabajo, pero encuentra la misma afirmacién en el modo de su propia actividad. Lo que desaparece del pro- ducto aparece en la produceién, Sin duda alguna, el término “ideologia” ya no es conveniente para designar Ja forma como surge Ia significacion en la Optica o “mirada” del historiador, El uso comin de este término data det momento en que el lenguaje se objetivizd; cuando, reciprocamente, los problemas de sentido fueron remi- tidos al proceso de la operacién y presentados en términos de selecciones historicas integradas en el desarrollo cientifico. Es necesario decir en seguida quese trata de una revolucién fundamental, ya que coloca el hacer historiogratico cn lugar del dato histrico. Camibia el significado de la investigncién: de un sentido revelado por la realidad observada pasa al andlisis de opciones 0 de organizaciones de sentdos implicadas por operaciones interpretativas. Esto no signifiea de ninguna manera que la historia renuncie a la realidad y se vuelva sobre sf misma para contentarse con exaninar sus proce S08, Mas bien, como veremos, lo que ha cambiado es fa relacidn con lo real Y sil sentido no puede ser captado bajo la forma de un conocimiento parti- cular que seria extraido de lo real o que le seria afiadido, se debe a que todo “hecho histirico” es el resultado de una praxis, signo de un acto y por cons uiente afimacién de un sentido, Es resultado de procedimientos que hat permitido articular un modo de comprensién con un discurso de “hiechos"?* Antes de precisar més esta situacin epistemoldgica que ya no nos permite buscar el sentido bajo la figura de una ideologéa mas o de un dato de ® Se puede mer i evolucin de I hstoriografa acer de fs nocién de “hecho hstrieo” comparando la explicacin de Henn-énée Marrow (“Qué es un bec histric?™ en Lite 1 st méthodes, op. ci. pp. 494-1800) y los problemas planteados por Fangois Pure en Le Golf y P Nora (ed), Fare de Pasir, Gallimacd, 1974, Upp. 42-61 la historia, es preciso recordar los indicios que aparecen en la historiografia, actual. Volveremos a considerar, através de estudios hist6ricos, el problema planteado hace tiempo por la tesiscldsica de Raymond Aron.™ Pero no pode ‘mos contentamos, como le pasaba a él, con captar la interpretacién historica tinicamente al nivel dela filosofia implicita en los historiadores, porque llegs- riamos a un juego indefinido de ideas relativizadas unas por otras, juego reservado a una élite y combinado con la conservacién de un orden estable~ cido. La organizacién de cada historiografia en funcién de épticas particula- res y diversas se tefiere a actos histéricos, fundadores de sentidos ¢ instauradores de ciencias. Desde este punto de vista, cuando la historia toma ‘en consideracién el “hacer” (“hacer historia”), encuentra al mismo tiempo sus raices en la accién que “hace Ia historia”. Como el discurso no puede desolidarizarse hoy en dia de su produceién, tampoco lo puede de la praxis politica, econdmica o religiosa que cambia las sociedades y que, en tun mo- mento dado, vuelve posible tal o cual tipo de comprensién cientifica De los “prejuicios” histéricos a las situaciones que revelan ellos mismos EL alejamiento en el tiempo, y sin duda alguna una reflexion mis epistemolégica, nos permiten hoy en dia descubrir los prejuicios que han ejeroido presion en la historiografia religiosa reciente. Aparecen tanto en la seleccién de temas como en la determinacién de objetivos del estudio. Pero cada vez se ven ligados a situaciones que fijan al historiador una posicién particular frente @ las realidades religiosas. Asi, los contflictos entre la Iglesia y et Estado, o los debates de la escucla “libre” contra la escuela laica, han traido, entre otros efectos, el resultado de privilegiar entre los fenémienos religiosos, a los que se presenta- ban bajo la forma de una oposicidn a las ortodoxias, y por consiguiente, de favorecer la historia de las “herejias” mas bien que la de las instituciones eclesidsticas o de las “ortodoxias”, No tanto las intenciones personales, sino ‘mis bien las localizaciones socioculturales, movilizan entonces el interés y el tipo de investigacién. Por ejemplo, el estudio de los principios del siglo XVI se ha dedica- do mas a la “prerreforma” que a las corrientes escolisticas, por lo demas ‘mayoritarias e igualmente importantes, Se aborda al “humanismo” bajo el aspecto de una ruptura con Ia tradicion cristiana, y no se le inscribe en la ° Invoduction& lt phlosophe de Mhsive. Etat sure loies de I object hisorigue, Vin 1938, Las misma tesis son repetidas x Dimensions de la conscience hetorique, Pion, 19SL 46 prolongacién de la patistica, © de los reformismos sucesivos, o de una serie de retornos a a antigitedad a lo largo de la Edad Media.** Del misino modo, se ha identificado al siglo XVI religioso con el jansenismo, ‘rebelién” profética, sicndo asi que ¢s tno de los fenémenos de la época y que muchos de ls elementos considerados como caracteristicos del jansenismo se encuentran en otras corrientes espirituales.**O bien, de Ia obra de los grandes “sabios” de los sighos XVIy XVII, se han retirado los escrtos teologicos 0 exegéticcs, considerados como restos de épocas superadas, indignas de interesar a una sociedad progresista,etcétera.” El analisis cortaba, pues, en el tejido de Ia historia, “temas” confer= ‘mesa los lugares de observacién. No nos admiremos de que los estudios tratan de comegir ese tipo de cortes, para establecer otros, provengan 110 solamente de tradiciones ideolédgicas diferentes, sino de lugares yuxtapues- tos y a menudo opuestos alas primeras, por ejemplo de medios eclesiistics 0 de centros extrafios al ambiente de la Universidad francesa. De este tipo son las reseias del P. Bernard-Maitre y de otros, hasta el gran libro de M, Massaut sobre los tedlogos “conservadores” de princ - pios del siglo XVI; los trabajos del P. de Lubac o del P. Bouyer sobre ia repeticion de la exégesis apostolic y patristica en el humanismo erasmiiano los de Gilson sobre el vocabullario tradicional adoptado por Descartes;”” Ins de Bremond, o de tantos otros después de él, sobre el vasto repertori corrientes misticas, una de las cuales es el jansenismo, La aportacién co siderable de estos estudios no esfuma su caricter més o menos discret mente apologético, Tal vez, la misina riqueza de su contenido se hizo pos ble gracias a este aspecto de réplica o de cnuzada, que los asemejaba a vn caballo de Troya, ° Cf bra magistal de A. Renae, Privo ot humanisme @ Parts pendant les pres puerres dale, 1994-1817, Dros, WB, y toda 30 postetiad * Tadiiénuniveritaia que correspond a sechzo del ansevisms po la ensefancaacaénica, ie Sivahasta mins deli xD se mien basta la Vigor sitesi Anoine Adam, Dum dla révole Les Jansénister du wir sete, Fayard, 1968. ” Un indisioente muchos: el ugar concedio a low Theological Manuscripts (ed. H. MeLacl Liverpool, 1950) en lsinterpretcion de sobre News, Alecanie Koyis especiales ban ‘sacolas prspectiva (ff Da monde cls 6 univers fin, 1961), Emsesos dis sehr hinap 2 enaue In cieoci oceidetal ha sd eatorada en funeiin de deter eoegicosy que, por employ = ‘ullaenrelacsin intrinscacon el dogma dela Enearcin; ef, Alenanire Kojive “El orgeh ea» dc inciencia modem’, en Mlangs dloxandre Koyrd Hera, 1964, 1.1, pp 295908, “ Heni Berard Maite, "Los “Teologasts’ dela Universidad de Pais eo Getapo de Fras y Ce Rabel, on Bblohégued Penanisme e Renaissance, 77, 1965,9p. 248-264; Jas Pete Mavs esse Cichiove, umanisme et la formed clea, Les Belle Lees 1968, * Louis Bouyer, 4uicur a” Eruime, Enufes sur le cvitantsne des Hamanitescathligues, Pt 1955; lear de Lupo, Exe iédivale, blen 1, 1964 °*Femie Cian, nudes sur lye dela pense miiévate dans la formation du systime core Vii, 1951 Lamarea de los compartimentos socioideolbgicos es particularmente isible en la historiografia religiosa francesa, Es un rasgo, muchas veces subrayado, de la sociedad francesa, Los trabajos cienificos nos revelaban la posicin universitaria en esta materia, Privilegiaban a los ‘catdlicos liberales” sobre los “catdlicos intransigentes” (con excepcién de Ia obra de René Rémond, estos iltimos han sido estudiados por ingleses o norteamericatos, que no se interesan del misto modo en los problemas franceses);” 0 bien aban la preferencia al “modemnismo” cientifico o social, “sobre el integristno"* (Cuyo interés histérico acaba de ser demostrado por Poulat).” Los debates internos de la sociedad francesa han traido consigo un fixismo historiogrifico, ‘¥ durante mucho tiempo, la reproduccién indefinida de cartes formals, cuando ‘ya una erudicién nueva modificaba el contenido. Esta esquematizacion traia como efecto el reempleo actual de los “partidos” opuestos de antafio —reformadas contra catélicos, jansenistas contra jesuitas, modernistas contra integristas, etcéiera— y las banderas pro- venian mds de las situaciones socioculturales que de las convicciones perso- nales, Las polémicas antiguas organizaban la investigacién cientifica sin sa- berlo, Los historiadores se “metian en la sotana, el habito 0 la toga de sus predecesores, sin darse cuenta que se trataba de vestimentas de controversistes © de predicadores que defendian cada uno su causa”.® Algunos silencios atestiguan hoy en dia la huella de este pasado reciente, aun en estudios magistrates sobre la sociedad y el pensamiento clisicos: discrecién de Goubert en lo referente a las teologias"* o aun a la religi6n;® ausencia de referencias a Ia literatura religiosa en Ia interpreta cién que Foucault nos da del episteme clisico."* Pero también, y reciproca- mente, silencio del abate Cognet sobre la historia sacioecondmica en la Espiritualidad moderna,” o bien, por el contrario, en muches trabajos con sagrados a las temporalidades de las abadias, la presién social que hacia que muchos clérigos historiadores no prestaran atencién a la vida religiosa de esas mismas abadias, " Cie René Rémond, La Droiteen France de 1815 @ nos jours Aubiee 1954. Se tienen ls pecspectivas anplo-americanas con Richard Griffiths; The Reactionary Revolution, Londees, 166; Eugen Weber, L'dcion faneaice, Stock, 1962; eedtern, ™ File Pola, ingrisme et athlete ntgra,Cesterman, 1969, el debate que ostuvo con Pal Droulers. en Archives de Socoloie der Religions, 28,1968, 131 “152 Lucien Feber, du coeur Reiger 57 site, Senpeay 1957, 9.146, "Bn Reais le Beauvais de 16008 1730, Seve, 1860 En Ancien Rime, A Co, 1969, YM Fewcul, Ler Ao eer choses, Gallina 1965, 0p. 1 L, Copuct La Spiritual moderne, Aube, 1966, a reseda de M, Nenad ea Rev His de Egh de France, 54,1968, 9p. 101-103, 48. La mutacién de los “prejuicios” en objetos de estudio Liberados de situaciones conflictivas que se alejan cada vez mas de noso- tros, nos es mis fécil descubrir su huella en los estudios arriba citados, Nosotros mismos estamos ya en otro lado. A medida que se borran las divisiones que todavia ayer organizaban a una época y a su historiografia, estas iiltimas pueden ser anafizadas en los mismos trabajos de aque tiempo, La terminacién de un periodo aumenta nuestra lucidez, pero esta compren- sion, que se considera “mejor” y que serd en lo sucesiva la nuestra, se debe al hecho de que nosotros mismos nos hemos desplazado; nuestea situacién ‘nos permite conocer la de ellos de una manera muy diferente a como ellos ta conocieron.* Lo que hace posible a relativizacin de los debates de ayer, y porto tanto la identificacion de las presiones que ejercieron sobre el discurso cien- tifico, es la posicidn mieva de la religion ent muestra sociedad Lejos de ser una fuerza, una amenaza, un conjunto de grupos v de cuerpos constituidos, como ocurtia ayer, el cristianismo francés se libera hy gn dia de su pesantez social al satirse de eompartimentos cerrados, Deja de constituir lugares propios, vigorosos pero cerrados, en la nacién, Se von- vierte en una regia mal definida y mal conocida de ta cultura francesa. Una historiografia religiosa puede ahora convertirse en el objeto de un nuevo exo. tismo, semejante al que conduce al endlogo hacia los “salvajes” del interior o hacia fa brujeria francesa, Sociatimente, el eristianismo existia mis inten ‘mente cuando se le concedia menos lugar ayer en el tiempo que el que se le concede hoy en el mundo. Podia uno callarse o ser parcial, cuando se trataba de enftentamientos, de adversarios o de grupos encetrados en su vitalidad propia, Ahora se dice que ya no constituye una fuerza, y que por necesiad se ha “abierto”, “adaptado” y conformado a una situacidn donde se convicrte enel objeto de una curiosidad “imparcial” y en signo lejano de “valores”. La renovacién de la historia religiosa no significa, pues, un avance del ctistianismo, sino fa disolucién de sus instituciones y sus doctrinas en las nuevas estructuras de la nacién, el paso de un estado de cuerpo opace y resistente a un estado de transparencia y movimiento. "Chic Ias observeciones de D. Juli, P Levin, D. Nordmn y A. Vaace, “Reltevinnes acerca Ia hstriografis foncesa contenporinea™, en Recherches ot Débats 47, [96h py 39.34 2 Acerca dl intesésetolinco y (reo, que ee co ye se presta ahora la tetigié, 9 se enplica ala vez fa murleza de wna nueva "erisidad” Ia renova de for estooe ‘rca de ls ideclogin (en lo scesivo tnd por inceiles, pero porters de en shabutsive gue debe dessifrrse). ef: M. le Certeo, La Culture au pluie col 1018; 1834, ph TT 3s Las Revaluciones de Io ereble™ 49 Los “prejuicios” de la historia 0 de los historiadores desaparecen cuando se modifica la situacién a la que se refsrian, La organizacién ayer viviente de una sociedad, inctustada en la Optica de sus historiadores, se vambia entonces en un pasado que puede set estudiado. La organizacion cambia de condicién: deja de estar del lado de los autores, como aquello en fuacion de lo cual pensaban y se pasa del lado del objeto, al cual nosotros, ‘nuevos autores, debemos convert en pensable. En funcién de otra situacién hos es ahora posible examinar como “prejuicios” las circunstancias de una época y el modo de comprensidn de nuestros predecesores, rebabilitar las relaciones con ottos elementos de la misma época ¢ inscribir su historiografie ¢n Ia historia que constituye el objeto de nuestra propia historiografia.* Scgiin este modo de ver las cosas, los modos de comprensidn de la historiografia de ayer se encuentran en la misma posicién que las ideologias © las creencias cristianas, Estas iltimas representan solamente a la distancia mayor secorrida por la eonviecién que proporcionaba a un pasado sus prin. ipios de inteigibilidad y que hoy en dia debe ser comprendido segin otros puntos de referencia. La separacién entre estas dos posiciones nos esta sefia. {ando el problema mismo del proceso hisiérico: la relacién entre el “sentido” ue se ha convertido en un objeto, y el “sentido” que permite actualmente comprencierl. Desde el momento en que se busca el “sentido histérico” de una ideologia o de un acontecimiento, se encuentran no solamente métodos, ideas ‘una manera de comprender, sino la sociedad a la que se refiere la definicion ic lo que tiene “sentido” Si existe, pues, una funcién historica que especifica la confronta- ion incesante entre un pasado y un presente, es decir, entre lo que organiza. ba a la vida o al pensamiento y lo que permite hoy en dia pensarlo, existe también una serie indejinida de “sentidas histiricoy “ Las ercencias nos offecen un caso extremo de la relacién entre dos sistemas de comprension através del paso de una sociedad todavia religiosa (adel siglo XV1, por ejemplo) a una sociedad, la nuestra, donde lo “pensable”™ se ha secularizaco. ‘EI problems consiste en saber qué rcontecimiento o qué mutacin sociopolitca vuelve ponte, sey el puto de vista de In histciografia del siglo 0, un anise aslogy ol se Mousbicr dedi en estos whhimos sos a los historiadores del siglo xvin, Peto'ain dean os Decesario invert los términos de In cuesti: UO nuevo punio de witty cealico'sy peccwe site uno de os wdicios por donde se expresa y se encuentra tn “scontectulcone 50 » diseurso y realidad Dos posiciones de lo ve.11 > regpitulames todas estas aportaciones, la situacin de Ia historiogratia ns presenta la interrogacién sobre lo real en dos posiciones muy diferentes en 1 Proceso cientifico: To real como conocido (lo que el historiador esti, cor Brende 0 “resucta” en una sociedad pasada) y fo real como implicado por peracion cientifca (Ia sociedad actual ala que se refieren la problemticed 1 bistriador, sus procedimientos, sus modos de comprensén y finalmente te Patetce del sentido). Por una parte, loreal esel resultado de alii, y por ot © suposttilado, Estas dos formas de la realidad no pueden nicliminarse ot red ‘irse la una ala otra, La ciencin historica se apoya precisamente en su seleers» ‘mutua. Su objetivo propio es el desarrollo de esta relacién en tn discus, Pvidentemente, siguiendo los periods o los grupos, la viensia ic torica se moviliza de preferencia hacia uno de los dos polos. Hay, en efe ‘0, dos especies de historia, segim prevalezca la atencién a una de les cox posiciones de lo real, Y aun cuando tos easos en que hay mezcla de las de EsPecies superan a los casos puros, cada especie puede ser ficilmen seeoueeida, Un primer tipo de historia se interroga sobre lo pensable « spbre las condiciones de su comprensidn; cl otro pretende Megara lo viv do, exhumado gracias al conoeimiento del pasado. Ea primera problematica examina la eapacidad de convertir en Pensables a los documentos que ha encontrado el historiador, Obedece a Jeepaidad de claborar modelos que permitan constiuir y comprender series de documentos: modelos econsmicos, modelos culturales, etegtera, Esta perspectiva, cada vez més connin en nuestros dias, conduce al bistoriador a ls hipStesis metodol6gicas de su trabajo, asu revision s nance gc intercambios pluridseiplnares; a principios de ineligiblidad eapaces da instaurar pertinencias y de producir “hechos", y finalmente a una situocion cBbtemoligica presente en el conjunto de las investigaciones caracteristicas dela sociedad donde trabaja."! {Ls otra tendencia favorece larelacibn del historiador con lo vivido, G3 teit la posibilidad de revivi ode “resuciter” un pasado. Quiere restasng IP clvidade y encontiar alos hombres através de las huellas que han dejado, Implica ademas un géneroliteratio propio: el relat; mientras que primera, snucho menos descriptiva se enfrenta més bien con series de donde saldién diferentes tipos de métodes. intr ena nec zdelo Aanater 8 ede 1389), 0 The umf encima Hotors STOMIT Press oss), 5 Entre estas dos formnas hay tensién, pero no eposicisn, Porque es un hecho que el historiador se halla en una posicién inestable. Sida la prioridad a lun resultado “objetivo”, si intenta colocar en su discurso la realidad de una sociedad pasada y si desea devolver la vida aun desaparecitio, reconoce siem- pre en toda reconstruccién el orden y el efecto de su propio trabajo. El diseur- 50 destinado a decir /o otro sigue siendo sw discurso y el espejo de su opera- ida. Por el contratio, cuando vuelve a sus précticas y examina sus postulados para renovarlos, el historiador deseubre presiones que se originan mas allé de su presente y que se remontan a onganizaciones anteriores, de las cuales st trabajo es ef sintoma, no la fuente. Ast como el “modelo” de ta sociologia religiosa implica (entre otras cosas) la condicién nueva de la prictica o del onocinniento en el siglo XVI, no de otra manera los métodos actuales evan consigo disimulados como acontecimientos y cambiados en cédigos oen pro- blematicas de Ia investigacién, antiguas esiructuraciones e historias olvidadas. Fundada, pues, en el rompimiento entre un pasado, que es su objeto, Y un presente, que es el lugar de su préctica, la historia no cesa de encontrar al presente en su abjeto y al pasado en sus précticas. Esta poseida por la extrafieza de lo que busca, ¢ impone su ley alas regiones lejanas que conquis- tay cree datles la vida Lo intermedio, situacién de la historia y problema de lo real Un trabajo incesante de diferenciacidn (entre acontecimientos, entre periodos, entre aportaciones, entre scries, etcétera) es, en historia, la condicién que per. mite relacionar elementos distintos, y por lo tanto, comprenderlos: Este trabajo Se apoya en la diferencia que existe entre un presente y un pasado, Supone siempre al acto que presenta una novedad y se separa de una tradicién para ‘onsiderarla como un objeto ce conocimienito. El corte decisivo en cualquier ciencia (una exclusién es siempre necesaria cuando se procede con rigor) toma en historia la forma de un limite original que constituye a una realidad ‘como “pasada”, y que se explicita en las téenicas proporcionadas ala tarea de “hacer historia”. Ahora bien, este corte pareve ser negado por Ia operacion ala que da origen, puesto que lo “pasado” regresa a la prctica historiografica. El ‘muerto resueita dentro del trabajo que postulaba su desaparicién y que postu- laba también la posibilidad de analizarlo como objeto. La condicién de este limite, necesario y negado a ta vez, caracte- riza ala historia como ciencia humana. Es “humana”, no en cuanto tiene al hombre por objeto, sino porque su prictica reintroduce en el “sujeto” de la ciiencia lo que ya haba distinguido como su objeto, Su funcionamiento nos 52 envia del uno al otro polo de lo “real”. La actividad productora y el periodo conocido se alteran reciprocamente. EI corte que habia puesto entre ellos tuna decisin generadora de trabajo cientifico (y fuente de “objetividad") comienza a tambalearse, Se invierte, se desplaza, avaniza. Este movimiento se debe precisamente al hecho de que el corte ha sido impuesto y no puede ser sostenido, En el curso del movimiento que desplaza los tétminos de Ia rela- cidn inicial, la misma relacion es el lugar de la operacidn cientifica, Pero es umn lugar cuyas mutaciones, como un eorcho que flota en el agua, siguen Jos movimientos mas vastos de las sociedades, sus revoluciones econoni a8 y politicas, las relaciones complejas entre generaciones o entre clases, eicétera. La relacidn cientifica reproduce el trabajo que asegura a unos grupos el dominio sobre otros hasta convertirlos en objeto de posesidn: Dero ca testimonio también del trabajo de fos muertos, el cual, gracias a.una especie de energia cinética, se perpetiasilenciosamente junto con Ia super- vivencia de estructuras antiguas, “continuando”, dice Marx, “su vida vegetativa” (Fortve-getation)." El historiador no escapa ni del estado latente ni de la pesadez de un pasado que todavia esté ahi (inercia que el “tradicionalista llamaré “continu dad”, con Ia esperanza de presentarla como la “verdad” de la historia), Ya no puede hacer abstraceién de los distanciamientos y de las exclusiones que definen la Epoca o la categoria sociat a la que pertenece. En su operacion, las Permanenicias ocultas y las rupturas instauradoras se amalgaman, Y esto lo demuestra claramente ia historia, nuesto que tiene por abjeto diferenciatlas.®" La frigil y necesaria froatera entre un objeto pasado y una praxis presente comiienza a tambalearse desde el momento en que al postulade ficticio de un dato que debe ser comprendido, o sustituye el examen de una operacion siempre afectadapor determinismos y que siempre puede ser reconsiderads, siempre dependiente del lugar donde se efectia dentro de una sociedad, y por lo tanto especificada por problemas, métodos y funciones propias. La historia se desatrolla, pues, alli, en esas fronteras donde una sociedad se une con su pasado y con el acto que lo distingue de él; en las lineas que trazan la figura de una actualidad al separarla de su otto, pero ue borran o modifiean continuamente el retorno del “pasado”. Como en la Pintura de Mird, el rasgo que dibuja las diferencias con contornos precisos y hace posible una escritura (un discurso y una “historicizacian”) se ve atravesado por un movimiento contrario. Hay vibracién de limites. La rela- ‘Ko Maes, Dos Kept, Rein, 194,119. 7 (pier pefico) te, Oeste, Pgiade. 1965. .9 49 "Estes lo que ha hecho tar insistentmenteM, Fel enpaiculares Arche dasa 1960, pp 16-17 cién que organiza la historia es una referencia cambiamte en la que ninguno de los términos puede considerarse como estable. La relacién con el otro Fsia situaciGn fundamental se revela en nuestros dias de muchas maneras que se refieren a fa forma o al contenido de la historiografia Por ejemplo, el anaisis de una duracién breve o larga, socioeconémica © cultural, se ve precedido, en las obras de historia, de un Prefacio donde el historiador narra las etapas de su investigacidn, El libro, compuesto de dos rmitades desiguales, pero simbélicas, une ala historia de un pasado, el itinera- rio de un proceso. Ya Lucien Febvre inauguraba la presentacion de su Lutero con ef examen de su propia situacién como historiadoren la serie de estudios consagrados al mismo objeto (1928). El se inscribia en la evolucién de una historia presente, al mismo tiempo que colocaba a Lutero en una serie andlo- ga mas antigua, Posteriormente, el histofiador ya no sélo precisa el lugar desde donde habla, sino los movimientos que ha hecho, 0 el trabajo que ha realizado en su metodologia y en su problemitica. Pierre Vilae y Emmanuel Le Roy Ladurie, cuyas obras dominan la historiografia presente, yuxtaponen el tazo de una curva metodolégica de sus trabajos a la de las transformacio- nes estructurales de Cataluita 0 del Languedoc durante cuatro siglos.** La verdad de la historia esté en un “estado intermedio” impuesto por tuna obra ineapaz de crear un objeto que sustituya a esta relacion. En Soriano, el andlisis de los cuentos de Perrault se convierte en relato 0 en eonfesion de uuna basqueda, de manera que el objeto del estudio, fragmentado por sondeos metodol6gicos heterogéneos, encuentra su unidad en la operacién donde se ‘combinan sin cesar las acciones del auior y Jas resistencias de su material. Con esta tension interna, nervio de la explicacién hist6rica, debemos relacionar otro aspecto no menos sorprendente de las investigaciones actuales: la con- frontacién de un método interpretativo con su “otro”, o mas precisamente, la evidencia de la telacién que mantiene un modo de comprension con lo incom: prensible que “ha hecho resalta”, Por ejemplo, la inmensa erudicién cultural de Alphonse Dupront encuentra por todas partes en la historia un “pénico”, pro- fundidad salvaje y sagrada, Si alguna vez.esta “alma panica del colectivo", este impulso original, o esta opacidad neutra de una “mentalidad colectiva’, toma el aspecto de un punto de referencia, de un significado, o de una base de la Enmenuel Le Roy Ladi, Les Paysans de Languedoc, Sespen, 1965, ¢ 4. pp. Te, sobne tudo Piere Vilar, La Catologre dans I'Fspagee maderne, Sexpen, 1962, pp. Ui-3® “Mate Sonimo, Les Cowes de Perrault Culare sovante vt naditns poputares, Gallimatd, 1968 54 historia, se debe a una especie de ficcién que se apoya en los puntos de vista mis discutibles de Otto 0 de Jung. Porque, en realidad, este “panico” es el nombre que un conocimienta prodigiosamente extendio da a su propio limi- te, a lo desconocido que revela y encuentra en su avance, a todo lo ignotado que hace aparecer el progreso de una ciencia, Una dimension de la bistotia se sefiala (y no sc elimina, como en otras partes) por un “itracional” proporcic. nado a la investigacién que se ha colocado bajo el signo de un conocimiento de las ideas y de las formas culturales: “Lo no historico, dice Dupront, es indispensable a lo histérico”.** Pierre Vilar presenta un fenémeno andlogo: la existencia misma del tema de su trabajo ~Cataluila~ es el enigma que hace surgir un rigurose anilisis socioecondmico, {.Cémeo se constituye Catahuita como unidad propia? {Cémo eambia esta unidad con la aparicién, también problemética, dela unidad “espaiiola” En estos problemas, Ia notable demostracién de P. Vilar, que convierte Jn teoria econ6mica en analisis historico para eaptar una “historia profumela” partiendo de las variaciones econémicas, encuentra su otro. Se topa con continuos enigmas: “la formacién de grupos con fuerte conciencia de comu- ‘nidad”, la naturaleza de la “personalidad regional” o nacional el sentido de un ‘querer politico”.*” El rigor de su interpretacidn libera, como umn resto 0 como Jo que.se fe vuelve incomprensible, a la unidad de coneiencia cuyas condicio- nes y funcionamiento han sido, sin embargo, tan vigorosamente actaradas No debe sorprendemos que el problema abierto por la inrupeién del otro en los procesos cientificos aparezca igualmente en sus objetas. La investigacién no busca tinicamente comprensiones que salgan bien, Regre- sa.a los objetos que ya no comprende. Se da cuenta de lo que va perdiendo al fortificar sus exigencias y sus métodos. La Historia de la locura nos indica ef momento en que un cientificismo inflado tiene que enfrentarse con Zonas que habia considerado como un desperdicio 0 como un reves in: comprensible.** La ciencia historica ve erecer las regiones silenciosas de “Bo Reswe de Synthere, nim 37-39, p. 329, Ch. tambien algunos estdios pariularmente importsntes “Lovtdes, pespectivas de vo secologn de lo agsato", ea La Table rane, 125 mayo 1988, pp. 74.96; "Problemas y métodos de una historia de la Psicologia eutectic, Anais 256,16, 961, pp. 211; "Formas de a culture de las masa de la ja plitcn 9 Te aregsnacin tumaltosa (siglo XVLA%)", en Nisewun de culture ot groures soctoue, Mu 1968, pp. 149-167, SP Vila a Catalgne..op cit. 1, Preficl,pp. 6.37. Lasontotacin ene expresin sult éstctureseconsmicas es arttulamnenie rica (debit al mise objeto estudiads) en Hempodel Quijote” Europe, enero 1856, np. 3-18); “Las prinitivosespaeles del pensamicsto econo’ (Nlanges M. Baan, 1962, p. 261-2840, desde wn punto de vst is metodic, en" Mar moe historia ene desaroo de as ciensias himanas” Sul toric, La $1960, pp. 1008-1063) “AM, Foocauly, Folie et dérason. Histoire de a flea de classique, Plo, 1961 (neva edi, Galina, 1972), 55 donde ha estado ausente. Es también ef momento en que otras ciencias hhacen el balance de las motestias que les han produecido sus propios éxitos. El fibro de Miche! Foucault nos presenta esta interrogante. Lo expresa a través de utr objeto perdide por ta historia, pero que no se puede suprimit: ta locura, constituida por todo lo que ha excluido la raz6n. Ciertamente, si consideramos todo esto, eI esfuerzo del autor para devolver a le locura su lenguaje propio tiene que resulta un fracaso y contradecirse; el autor vaci la entre la “recuperacién” de la locura bajo el signo de un nuevo tipo de ‘comprensién y el crecimiento indefinido del signo abstracto (Ja locura) destinado a designar un casillero vacio incapaz de ser lenado por la historiografia.” Pero queda este hueco abierto delante de Ia razén cientifica bajo Ia forma de objetos que la razén rodea sin decidirse a atacarlos. Los estudios consagrados a la brujeria, al milagro, ala locura, ala cultura “sal- vaje”, eteétera, se han multiplicado desde entonces, Sefalan un enfrenta- miento donde la etnologia y el psicoandlisis han permitido a la historia cexplicitar su inquietante extrafeza. La*razin” cientifica esté indisolublemente unida a fa realidad que encuentra a su sombra y a su otto en el momento en que los exeluye. Esta movilizaci6n de la historiografia hasta los limites que especi- fican y relativizan su discurso, se reconoce todavia bajo ta forma, més spistemolégica, de trabajos consagrados a los modos de difercnciacién entre las ciencias. También aqui Miche! Foucault tiene valor de signo. Vol- viendo a tomar analisis anteriores, principalmente fos de Canguilhem, nos ‘muestra cme la historia se divide (y se define) en funcién de una combi- nacidn sincrénica de diseursos que se contradistinguen mutuamente y se tefieren a reglas comunes de diferenciacion."® Pase lo que pase con las posiciones propias del autor, su obra describe y precipita el movimiento que Teva a la historia a convertirse en un trabajo sobre el limite: a situarse en relacién con otros discursos, a plantear la diseursividad en su relacion con un eliminado, a medir los resultados en funcion de objetos que se le capan; pero también a establecer continuidades al aislar las series, a pre- cisar métodos al distinguir los distintos objetos que se captan en un mismo hnecho, a revisar y 2 comparar las periodizaciones diferentes que hacen apatecer diversos tipos de analisis etcétera, En lo sucesivo, “el problema Ano esté en latradicién y en las huellas, sino en la division y en el limite”. Hablemos de finite o de diferencia mas bien que de discontinui- dad (sérmino demasiado ambiguo porque parece postular la evidencia de un corte en la realidad), Entonces podremos decir que el limite se convierte “Che a este respecto, Is aguas observacioner de Jacques Demi, Levit ol diffrence. Seul, pp S1-97 ("Capito bistria de le loot. MM. Fouceult, Ldrohedloie du revoir op cit, yp. 29-101: “Las sepsladades discursiyas" “en instrumento y objeto de investigacidn a la vez." Este concepto ‘operatorio de la préctica historiografica, es el instrumento de su trabajo y el lugar de su examen metodoldgico, Eldiscurso de la historia Un paso mis, y la historia seré enfocada como un texto que organiza unt des de sentido y lleva a cabo transformaciones cuyas reglas pueden determi narse, En efecto, si la historiografia puede recurrir a los procedimientos semiolégicos para renovar sus pricticas, ella misma se les offece como un objeto, en cuanto constituye un relato o un discurso propio. Tal vez hasta ahora los ensayos consagrados a la historia desde esta Perspectiva no son totalmente convincentes en cuanto postulan Ia univocidad del género “histirico” através de lossiglos, Asilo hace Roland Barthes cuando se pregunta si “la narracién de acontecimientos pasados, sometida... ala san cign de la ‘ciencia’ histérica, colocada bajo la caucidn imperiosa de lo ‘real Justificada por principios de exposicién ‘racional’... difiere verdaderamente, Por alin rasgo especifico, por una pertinencia indudable, de fa narracién ima. Binaria, tal como nos la presenta la epopeya, la novela o el drama”.*? Queter responder a esta pregunta baséndose tinicamente en el examen de algunos toriadores clisicos” ~Herodoto, Maquiavelo, Bossuet y Michelet. jo es acaso suponer demasiado pronto la homologia de todas esos discursos. apro- vechar con demasiada facilidad los ejemplos mas inmediatos de la nattacién muy alejados de las investigaciones presentes; tomar el discurso fuera del gesto ue fo constituye en una relacién especifica con la realidad (pasada) de la que Se distingue, y no tener en cuenta, por consiguiente, las modalidades sucesivas de dicha relacin; finalmente, negar el movimiento actual que converte al dis- ‘curso cientifico en la exposicidn de las condiciones de su produccién, més ‘bien que en la “nacracién de los acontecimientos pasados”? Resulta que a través de las obras “elisicas”, la condicién de un escrito “historico” parece definida por una combinacion de siguificaciones linicamente articuladas y presentadas en términos de hechos. Para Roland Barthes, en efecto (si omitimos los detalles de su argumentacin lingtistica), los “hechos” de que habla la historia fumcionan como indicadores, Gracias 2 las relaciones establecidas entre hechos, 0 ala elevacién de ellos al valor de sintomas para una época entera, 0 8 la “leccién” (moral o politica) que orge- 8 tid, pp. 12 y 17 * Rohnd Barthes, "El Discurso de I bstrin” en Social Science informarion, vt 4, 1967. pp (65-75. Debe compacatse con "Fl efecto de lo tea", del mismo autor, en Communications 11, 1968, np. 88:90. y “La Etcrinow del aconteciniento", ea Communications, 2, 1968, py, 108-113, 7 niza al discurso entero, hay en cada historia un proceso de significacién que tiende siempre a “completar” el sentido de la historia: “el historiador es el hombre que retine no tanto hechos sino significantes”,* Da la impresién de contar hechos, siendo asi que en realidad enuncia sentidos, que por lo demas remiten lo notado (Jo que el historiador retiene como propio) a una concep- cin de lo notable. El significado del diseurso bistoriogritico son las estruc- turas ideolégicas o imaginarias, que se ven afectadas por un referente exte- rioral discurso, inaccesible en si mismo. R. Barthes lama “efecto de lo real” al antficio del discurso historiogratico, que consiste en ocultar bajo la ficcién dean “realismo”, una manera, necesariamente interna al lengua, de plantear un discurso, “El discurso hist6rico no sigue a lo real, iinicamente lo significa al no dejar de tepetir asé pasé, sin que esta asercién pueda ser nunca otra cosa sino el revés significado de toda la narracién historica”.* Evocando “el prestigio del asi pasa” a propésito de la historia, R. Barthes lo pone en relacién con el desarrollo actual de la novela realista, del diario intimo, de la nota periodistica, de Jos museos, de la fotografia, de los documentales, eteétera, Todos estos discursos se apoyan, en efecto, sobre algo real perdido (pasado); reintroducen como religula, en el interior de un texto cerrado, la realidad que se ha desterrado del Lenguaje. Parece que las palabras, al no poder set ya acreditadas por una relacién efectiva con las ‘cosas que designan, se han hecho més aptas para formular sentidos en cuan= to se ven menos limitadas por una adhesin a lo real . Asi, més bien que un retomo a lo real, el “realismo” expresa la disponibilidad de una multitud de palabras hasta ahora destinadas a hechos particulares que en Io sucesivo pueden utilizarse en la produccion de leyendas o de ficciones. Porque el vocabutario de loreal” pasa a ser parte del material verbal que puede organi- zarse en e! emunciado de un pensable 0 de un pensado. Ya no tiene el privile- gio de ser el afloramiento de hechos, de permitir que emerjaa través de ellos tina Realidad profunda, ni de ser por eso mismo aureolada con el poder de “expresar" a la vez la “cosa misma” y el Sentido que vendria en ella, Desde este punto de vista, podemos decir que “en lo sucesivo el signo de la Historia es no tanto lo real sino to inteligible™ Pero no se trata de cualquier inteligible. “El desvanccimiento de la ‘natraci6n en la etencia histérica actual” da testimonio de la prioridad con- cedida por esta ciencia a las condiciones en las que elabora lo “pensable {tal es el sentido de todo el movimiento “estructuralista”). ¥ este analisis, Barthes, “EI sseuso de In historia”, op cit. p 6S * ibad, pp. 18-18 ° thd. p15. En a “uso referencia, de Yo vel, en el “realism”, R Barthes descubre vos rnlva heros ("EL efecto de fo ral", op. cit, p88). Esto “real” 2% la vonactacisn de on pencable. 58 que se tefiere a los métodos, es decir, a In produccion de sentidos, no pucde disociarse, en historia, de un lugar y de un objeto: El lugar es, a través de los procedimientos, el acto presente de esta produecion y la situacién que hoy lo ‘vuelve posible al determinarlo; el objeto son las condiciones en las cuales una u otra sociedad se han dado un sentido por un trabajo, que es, a pesar de todo, determinado, La historia no es una ctitica epistemoldgica, Siempre ‘quedar como un relato, Nos euenta su propio trabajo y, al mismo tiempo, e ‘tabajo que puede leerse en un pasado. Y por lo demas no comprende a este {iluimo sino aclarando su propia actividad productora, y reciprocamente, historia se comprende a si misma en el conjunto y en la sucesion de produc ciones, de las cuales ella misma es un efecto. Si, pues, el relato de “lo que paso” desaparece de la historia cientifi ea (para extenderse, por el eontrario, en la historia vulgarizada), o sila narra. ‘ci6n de los hechos toma Ia apariencia de una “fi ién” propia de cierto tipo de discurso, no tendriamos derecho @ concluir que la referencia a lo real ‘comienza a desvanecerse. Més bien la referencia se ha desplazado. Ya no se nos da inmediatamente con los objetos narrados o “reconstituidos”, Esta implicada en la creacicn de “modetos” (destinados a volver “pensables” a los ‘objetos) proporcionades a précticas, en la confrontacién con lo que les resis- 4, los limita y hace alusion a otros modelos, finalmente en la elucidacién de Jo que ha vuelto posible a esta actividad al inscribirla en una economia part cular (0 histérica) de fa produccién social Desde este punto de vista, se puede pensar con AJ. Greimas, que frente a los modelos capaces de informamos del funcionamiento de un len Buaje, o si se prefiere, frente al andlisis de las combinaciones posibles en la ‘organizacién y la transformacién de elementos en niimero finto, lo histerico aparece ante la formulacion estructuralista “como una limitacion de sus post bilidades de: manifestacién’. Asi como la esinictura atémica, nos dice, se concibe ficilmente como una posibilidad entre las combinaciones de las que el universo actualmente manifestado no es sino una realizacion parcial, la estruetura seméntica, imaginada como un modelo anélogo, pemmanece abier- tay solamente puede ser clausurada por la historia.” El limite se encuentra en el centto de la ciencia historica y designa al otro de la razon o de lo posible, Bajo esta figura lo real reaparece en el interior de la ciencia, Pudieta se, sin embargo, que la distineiSn entte ciencins “eva tas" y ciencias “humanas” ya no pasara como una diferencia en la formalizacidn 9 enel rigor de la verificacién; més bien las disciplinas se distinguen segiin c! lugar que otorgan, unas a to posible, otras al limit Ad. Greimas, Du sens. Essais sEmiorigues, Sell, 1970, p11. Cf ted el capital, fia y estctare” pp. 108-116 i 59 En todo caso, existe sin duda alguna una fascinacién provocada por el limite, que va unida al oficio del etndlogo o del historiador, 0 fo que es casi Jo mismo, una fascinacién provocada por el otro, Pero el limite no es solamente lo que encuentra constantemente delan- te de si el trabajo histirico organizado por la voluntad de volver pensable una ‘cosa; también se relaciona con el hecho de que cada proceso interpretativo ha tenido que ser.bien establecido para poder definir los procedimientos propor cionados aun modo de comprensién. Una muevadetermtinacién de lo “pensable”” supone, mis allé de ella misma, situaciones economicas y socioculturales que la han vuelto posible, Toda produccién de sentido da testimonio de un aconte- cimiento que ocurrié y que la ha permitido, Aun las ciencias exacias se ven ‘obligadas a exhuinar su relacién con una historia, es decir el problema de Ia relacién entre su discurso y lo que implica sin decirlo ~entre una coherencia y uuna génesis, En el discurso historico, la interrogacién sobre Io real vuelve, Des, no s6lo con fa articulacién necesaria entre los posibles y sus imitaciones, ‘entre los universales del discurso y la particularidad unida alos heches (cual quiera que sea su clasificacién);” sino vuelve también bajo la forma del origen postulado por el desarrollo de un modo de lo “pensable”. La prictica cientifica se apoya en una praxis social que no deperde del conocimiento. El espacio det discurso nos remite a una temporalidad diferente de la que organiza las signifi- caciones segain las reglas clasificatorias de la conjugacién. La actividad que produce al sentido y que establece una inteligibilidad del pasado, es tambign ef sintoma de una actividad experimentada, el resultado de acontecimientos y de estructuraciones que ella misma cambia en objetos pensables, la representa- ci6n de una génesis organizadora que se le escapa, 4, La historia como mito La historia caeria en ruinas sin la clave de toda su arquitectura: la articula- cin del acto que ella establece con la sociedad que ella refleja; el corte, constantemente puesto en tela de juicio, entre un presente y un pasado; la doble condicién del objeto que es un “efecto de lo real” en el texto y lo no dicho impticado por la clausura del discurso. Si Ia historia deja su lugar propio ~el limite que ella establece y ella recibe-, se descompone para no ser mas que ficcidn (la narracién de lo que pas6) 0 reflexién epistemolégica (la elucidacién de sus reglas de trabajo). Pero no es ni la leyenda a ta eval 6 peobema que iene cesta aogia cow el que trntaban Ins primers flosotas del lenguaie fines de ia Edad Media, Cf 1. Claude Piguet, "La dispta de los universale y et problema sontemporéneo del lengvsje” ee Revue de Thiolegieot de Philesophi, 19,1969, yp. 392-1, cierto tipo de vulgarizacién la reduce, ni Ia criteriologia que hacia de ella e! Linico anilisis eritico de sus procedimientos. La historia juega entre las dos, encima del fimite que separa las dos reducciones, como Charlie Chaplin se Sefinia, al final del Peregrino, por una carrera alo largo dela frontera mexi- cana, entre dos pafses que lo expulsaban al mismo tiempo, y cuyos zigzags dibujaban a la vez la diferencia y la Ifnea de sutura Lanzado, ya hacia un presente, ya hacia un pasado, el historiador experimenta una praxis que es inextricablemente la suya y la del otro (otra p0ca o la sociedad que hoy fo determina). Elabora fa ambigiiedad misma que sesigna el nombre de su disciplina, Historie y Geschichte: ambigitedad rica en sentido. En efecto, la ciencia histérica no puede desolidarizar completamente suprictica de lo que eapta como objeto, y tiene conte tarea indefinida preci sar los modos sucesivos dle esta articulacién Esta es sin duda la razén por la cual la historia ha tomado el relevo de los mitos “primitives” o de las teologias antiguas desde que la civiliza- cin occidental dej6 de ser religiosa; y en el mundo politico, social o cien- tifico se define por una praxis que compromete igualmente sus relaciones con ella misma y con otras sociedades. EI relato de esta relacién de exclu- sidn y de fascinacién, de dominacién o de comunicacién con el ofr (cargo ‘ocupado sucesivamente por algo cercano, 0 algo futuro), permite a nuestra sociedad narrarse a si misma gracias a Ia historia, Funciona como lo he- cian, 0 lo hacen todavia en civilizaciones remotas, 108 relatos de luchas cosmogénicas que enfrentan un presente con su origen Esta localizacién del mito aparece no solamente con el movimiento que conduce alas ciencias “exactas” 0 “humanas", hacia su historia (lo cual Permite a los cientificos situarse en wi conjunto social), 0 con Ia importan- cia de la vulgatizacion historica (que vuelve pensable Ia relacién de un orden con su cambio, 0 que lo exorciza con ef estribillo: “Siempre ha sido asi”), 0 todavia mas con las mil resurrecciones de la genial identificacién, iniciada por Michelet, entre la historia y la autobiografia de una nacién, de un pucblo ‘ode un partido, La historia se ha convertido en nuestro mito por razones mis fundamentates, resumidas en algunos de los anslisis que ya presentamos, "Ea La Historia avid ls cect del hombre” (on Annes Es, 2, nim 2, 948g 235-240), Charles Meraséenfocu desde ese punto de vis ape ental de aks Pe sora e snes porgur le elacibn ee lt cemiae homas serve yo Secale ttt de le; hoy en dans pace qe la Btrt sefagmenta a adherine doses sta ‘vez mis divergentes, if 6 Jna identidad por una diferenciacion Sc ico vuelve explicita a una identidad social, no como “dada” Octane ao como diferencias de une Goce atten oe ot soe Supone la ruptura que convierte a una tradicién en un objeto pasado, asi ‘como la historia del “Antiguo Régimen” implica la Revolucién.” Pero esta relacién con el origen préximo o lejano del cual una sociedad se separa sin poder eliminarlo, es analizada por el historiador que la convierte en el lugar de su ciencia, En un texto que conserva todavia la forma de un relato, apoya Ia Practica de una nueva ntligiildady la permanencia de pasados diferentes (que sobreviven no s6lo en los documentos, sino en ese “archivo particular ‘que es el mismo trabajo histérico) : Siporuna parte la historia ene por fincion expresar la posicion de ‘una generacién en relaci6n con las precedentes al deci; “Yo no soy aqutella", afiade siempre a esta afirmacién un complemento no menos peligroso, que obliga a confesar a una sociedad: “Soy algo distinta de lo que quiero ser, y estoy determinada por lo que nicgo”. {a historia da pruebas de una autonomia y de una dependencia eu- yas proporcioncs varian sein los medios sociales y las situaciones politicas donde se elabora, Bajo la forma de un “trabajo” inminente en el desarrollo humano, toma el lugar de los mitos por medio de los cuales una sociedad representaba sts relaciones ambiguas con sus origenes, y a través de una historia violenta de los Comienzos, sus relaciones con ella mista El origen del lenguaje: el muerto y el vivo A pesar de ss exordios o sus prefacios en primera persona (en el fohberich) que tienen valor de introduccidn iniciadora y proponen un “en aquel tiempo" gracias a la separacién, bien notada, del tiempo del autor, la historia es wt curso en fercera persona, Batallas, politicas o salarios son el sujeto-objeto; pero, como dice Roland Barthes, “nadie est alli para asumir el enuniad El discurso sobre el pasado tiene como condicién ser el discurso del muerto. EE] objeto que circula por alli no es sino el ausente, mientras que su sentido es ser un lenguaje entre el natrador y sus lectores, es decir entre presentes. La cosa comunicada opera la comunicacién de un grupo consigo mismo por medio de esa remisién a un tercero ausente que es su pasado, E] muerio és Ja 2°, ve habla, a pati de noviembre de " Despats de haber wea la Fol “legen pscedente", ve hla, «pa 1780, del “unig rgimen", Ce Alben Seoul La Cisizaon ot ls Révolaton fang, Asu, .37-y la rellesones de Pies Gott Litacen Regime, A. Colt, tt 1969, cap. "EL discurso de a historia" op et. p71 figura objetiva de un intercambio entre vivos. Es el enunciado del discurs que lo transporta como un objeto, pero en funcidn de tna interlocucisn lar zada fuera del discurso, hacia lo no-dicho. De acuerdo con estas conjugaciones con el ausente, Ia historia s convierte en el mito del lenguaje, Manifiesta la condicién del discurso: un muerte, Nace, en efecto, de la tuptura que forma un pasado distinto de s1 {area presente. Su trabajo consiste en crear ausentes, en convertir los signos \ispersos en la superficie de una actualidad en huellas de reatidades “hist6ri as”, que faltaban porque eran “otras”, Pero el ausente es también la forma presente del origen " Hay mit Porque a través de la historia el lenguaje se ha enfientado con su orige Ciertamente, la confrontacién toma aqui aspectos diferentes: ya es la rela ci6n del discurso histérico con tal o cual periodo que ha sido preferids como objeto de estudio, en la serie lineal de una cronologia; o bien el movi Imiento que remite dicho periodo a un mas ala primitivo, mente hasta un “ci yy trepa indefini ‘omienzo” imaginario, tope ficticio pero necesario, pari que se pueda bajar a través de los tiempos y clasificarlos, eteétera, Peru una relacién mas préxima y mas fundamental se seiiala con ese cero inicial la relacin de eada discurso con la muerte que lo vuelve posible. El ores esté dentro del discurso; y es precisamente este origen el que no pucd convertirse en un objeto enunciado, El discurso tiene por definicién el serun decir ue ya pasé completamente; hay propiamente un comienzo que supone wi objeto perdido; tiene por funcidn ser, entre los hombres, la representacign de una escena primitiva borrosa pero todavia capaz de organizat. El discurso se apoya también sobre la muerte, a a cual postula, pero ue ¢s contradicha por la practica historica, Porque hablar de los muertos es al mismo tiempo negar la muerte y casi desafiarla, Por eso se dice que Ia historia los “resucita”. Literalmente esta palabra es un engaio, pues la histo ria no resucita a nadie, Pero evoca la funcién permitida a una disciplina que traia a Ia muerte como un objeto de su saber, y al obrar asf, da lugar a la Produecién de un intercambio entre vivos. Asi es la historia, Un juego de la vida y de Ia muerte se desarvolla en el tranquilo fluir de un relato, resurreccion y negacién del origen, reve. lacién de un pasado muerto y re sultado de una préctica presente. Reitera, en un régimen diferente, los mitos que se edifican sobre un asesinato o una Muerte original, y hacen del lenguaje la huella siempre permanente de un comienzo tan imposible de encontrar como de olvidar. 4 Decimos esto deando al margen el examen, esborado en ot ntcados por I intervencién dl picoanlisis eo el campo de ths Tce de a historia" ia, que se apoya sobre I parte, de ios problemas ori. Ct “Lo que Fred 6 decir y el hacer _a historia se reflere, finalmente, a un hacer que no es solamente el suyo ‘hacer historia”), sino el de la sociedad que especifica una produccién cien- sifica, Si permite a un obrar comin darsc un fenguaje técnico propio, remite esta praxis Social como a lo que vuelve posibles los textos organizados por ‘una nueva inteligibilidad del pasado, Esta relacién det discurso con un hacer, esti dentro de su objeto, puesto que, de un modo o de otro, ta historia habla siempre de tensiones, de vontfictos, de juegos de fuerza, Pero también esté fuera, puesto queel modo de ‘comprension y el tipo de dliscurso son determinados pore! conjunto sociocultural avis vasto que fijaa la historia su lugar particular. Las sociedades estables dan ‘ugar a una historia que atiende especialmente a las continuidades y tiendea dar sallor de eseneta humana aun orden silidamente establecido. Fn las épocas de movimiento ode revolucién, las rupturas de la aceién colectivao individual se convierten en el principio de la inteligibilidad hist6rica. Pero esta referencia ala organizacion social del obrar-movilizada por el desarrollo de un orden politico > por la fandacién de regimenes nuevos- no interviene sino indirectamente en. at anilisis cientifico. Se introduce simbdlicamente con una t6pica de lo intetigi- ble: segiin los periodos de Ia historiogratia, et acontecimiento o la serie conti- 1ua constituirdn el punto de partida y la definicién de lo inteligible. Un tipo de sociedad se revela también en ef modo como se combinan fa discursividad del “comprender” y el repudio de “lo que pasa”; por ejemplo, ef modclo socioecondmico se prefiere a la biografia, o viceversa, eteétera. Espejo del hacer que define en nuestros dias a una sociedad, el di curso historico es a la vez su representacidn y su revés, No es el todo —jeo-mo siel saber diera la realidad o la hiciera acceder a su grado mis elevado! Esta ‘manera exagerada de considerar al conocimiento ha sido superada, Todo el movimiento de la epistemologia contemporinea, en el campo de las ciencias Hamadas “humanas”, la contradice y més bien humilla ala conciencia, El dis ‘curso historiografico no es sino una pfeza mis de una moneda que se devalia Después de todo, no es sino papel. Pero seria falso desplazario de un exceso de hhonora un exceso de indignidad. Fl texto de la historia, siempre sujeto a revi- sin, duplica el obrar como si fuera su huellay su interrogante. Apoyado sobre {0 que él mismo no es ~Ia agitacién de una sociedad, pero también la prictica cientifica en si misma-, arriesga el enunciado de un sentido que se combina simbolicamente con el hacer. No sustituye ala praxis social, pero es su testigo frig y su critica necesaria, Destronado del lugar adonde to habia elevado fa filosofia, que en el Siglo de las Luces o en tiempos del ideatismo alemén lo convirtié en Ia 4 ldtima manifestacién del Espiritu del mundo, el discurso historiografico ha cambiado, sin duda alguna, el lugar del rey por el del nifio de la leyenda, apuntando hacia una verdad que todo ef mundo parecfa querer olvidar. Tal es también, la posicién del mito, reservado para la fiesta que abre en el trabajo el paréntesis de una verdad. Sin quitar nada a las funcio- nes anteriormente subrayadas, no debemos descuidar a la que une el decir histérico con el hacer social, sin identificar el primero con el segundo: esta funcién recuerda al trabajo su relacién con ta muerte y con el sentido; sitia 4 la historiografia verdadera del lado de las cuestiones indiscretas que de- ben investigarse en el inmenso movimiento de la praxis, 65 Capituto 11 La operacién historiogriifica* {Qué fabrica el historiador cuando “hace historia? ;En qué trabaja? ,Qué proctuce? Interrumpiendo su deambulacién erudita por las salas de los ar- chivos, se aleja un momento del estudio monumental que lo clasificara entre sus pares, y saliendo a la calle, se pregunta: {De tyué se trata en este oficio? Me hago preguntas sobre la relacién enigmatica que mantengo con la sociedad presente y con la muerte, a través de actividades técnicas. Ciertamente, no hay consideraciones, por generales que sean, ni lecturas, por mis lejos que queramos extenderlas, que sean capaces de borrar la particularidad del lugar desde donde hablo y del ambito donde prosigo mi investigacién, Esta marca es indeleble. En el discurso donde escenifico cuestiones globales, tendré Ia forma de un idiotismo: mi modo de hablar configura mi relacién con un lugar. Pero el gesto que traslada las “ideas” a lugares es precisamente un gesto de historiador. Comprender, para él, es analizar en tgrminos de producciones localizables el material que cada método ha originalmente establecido segiin sus propios criterios de pertinencia,’ Cuando la historia’ se convierte, para el que la practica, en el * Un parte de este estudio fe publicada en J. Le Golly Noea Faire de (histoire, Gallina, 1974, pp. 3-41, com el tino “La operacign histones", Esa mam parte se presenta ag revisedn'y' comer, " Sie uabajo bistvco se eavctsiza por la deteinacin de ligaes de periencia, ex decit, or una pia (como lo hu demostado Paul \eyne, Comment on det Piso, Sea, 1971 p. 256.273), no renuncia sin embargo, a intriir lx unidades de tentie (o “hechos” ) tceminadas de ese manera, en las telaciones de progucciin. Se edict, pues,» detostat Ia relacin ente los productos 9 Tos lugares de produces "De ua vez pata siempre, aclre que explo I pla historian el sentido de hiseriogrfi, 8 deci, que eniendo pr hisvaria una prstics (ana dil), su veulogo (un deur) Io Felacidn ene ellos. Clr “Haver historia", supra, pp. 3358. objeto mismo de su reflexién, zpuede acaso invertirse el proceso de com- prensién que relaciona un producto con un lugar? Elhistoriador seria un cobarde, cedetia a una coartadaideologica, si para establecer la condicién de st trabajo recurriera a otro mundo filosSfico, una verdad formada y recibida fuera de los caminos por los cuales, en historia, todo sistema de pensamiento se refiere a “lugares” sociales, econd- ‘micos, culturales, etcétera, Ese tipo de dicotomia entre lo que hace y lo que diria,serviria por lo dems ala ideologia reinante protegiéndola de la practica cfectiva. Condenarfa, ademas, las experiencias del historiador @ un sonambu- lismo teérico. Més ain, en historia como en todo lo demés, una préetica sin teorla cae necesariamente, tarde o temprano, en el dogmatismo de “valores eternos” o en la apologia de un “intemporal”. La sospecha no deberia exten- derse a todo anilisis tedrico. En este sector, Serge Moscovici, Michel Foucault, Paul Veyne y otros, dan testimonio de un despestar epistemol6gico’ que manifiesta en Francia una nueva urgencia, Pero s6lo se puede recibir Ia teoria que trae consigo una prictica, a saber: la teorfa que, por una parte, da apertura a la Practica en el espacio de tna sociedad, y por otra, organiza los procedi ‘mientos propios de una disciplina. Considerar la historia como una opera- cidn, seria tratar, de un modo necesariamente limitado, de comprenderia como la relacién entre un lugar (un reclutamiento, un medio, un officio, cxeétera), varios procedimientas de andlisis (una disciplina) y Ia construc cidn de un fevto (una literatura). De esta manera admitimos que la historia forma parte de la “realidad”, de la que trata, y que esta realidad puede ser captada “como actividad humana”, “como practica”.‘ Desde esta perspec- tiva, quisiera probar que la opetacion hist6rica se refiere a fa combinaci de un lugar social, de pricticas “cientificas™ y de una escritura, Este and- lisis de las condiciones previas, de tas cuales el discurso no habla, nos permitirs precisar Is leyes silenciosas que organizan al espacio producido como um texto. La escritura histériea se construye en funcién de una insti tucién cuya organizacién parece invertir: obedece, en efecto, a reglas pro- pias que exigen ser examinadas en si mismas. * Chk Seige Moscovici, Essal sur hoire humaine de la nanue, Flammarion, 1968; Michel Foucau, L'Arhéelopie de avotr, Gallimard. 1969; Pal Veyue, Comment on dert PRstore, sewili97t Kart Mary, Thives cur Feuerbach, tsi | "El termine de cientico, bastante sospeshoso en el onjuato de as “ciencios huraas" (donde ‘le susie por el temin de anil), 1 fo es mesos en el eamp de las “cena exact” ten In medida en que eae temine aos remite lever. Se pucde defn, sa embargo, con ev {ermine ta posibiliad de esabecer un eoejuntn Je reslar que permiion "contolar” opereto nes proporcionadas In produccion Je bjetosdeterminados 68 1. Un lugar social Toda investigacién historiogratica se enlaza con un lugar de produceién socioecondmica, politica y cultural. Implica un medio de elaboracién cir- cunscrite por determinaciones propias: una profesion liberal, un puesto de observacién o de ensefianza, una categoria especial de letrados, etcétera. Se halla, pues, sometida a presiones, ligada a privilegios, enraizada en una parti- cularidad. Precisamente en funcién de este lugar los métodos se establecen, tuna topografia de intereses se precisa y los expedientes de las cuestiones que vamos a preguntar 2 los documentos se organizan Lono dicko Hace euarenta afios, una primera critica del “cientificismo” revel en Ia his- toria “objetiva” su relacién con un lugar, el lugar del sujeto, Al anatizar una “disolucion del objeto" (R. Aron), esta critica le quit6 a la historia el privilegio del que presumia cuando pretendia reconstrur fa “verdad” de lo que habia pasado. La historia “objetiva” conservaba, por lo dems, con esta idea de una “verdad”, un modelo tomado de Ia filosofia de ayer o de la teologia de antes de ayer, se contentaba con traducirlas en términos de “hechos” histéricos Los hermosos dias de este positivismo, ya teminaron, Después vino ef tiempo de la desconfianza. Se probo que toda interpretacisn historica depende de un sistema de referencia; que dicho sistema queda como una “filosofia” implicita particular; que al infiltrarse en el trabajo de analisis, organizandolo sin que éste lo advierta, nos remite a Ja “subjetividad” del autor. Al vulgatizar los temas del “histoticismo” ale- nin, Raymond Aron ensefié a toda una generacién el arte de sefiatar las “decisiones filosofigas” en funcién de las cuales se organizan los cottes de un material, Los eédigos con que se descifra, y el modo como se otdena la exposicién.’ Esta “critica” representaba un esfuerzo tedrico. Mateaba una etapa importante en relacién con una situacién francesa donde prevalecfan 4as investigaciones positivas y donde reinaba el escepticismo en to referen- tea las “tipologias” alemanas. Exhumaba los predmbules filosoficos y todo ono confesado de la historiografia del siglo XIX. Nos remitia a una circu- lacién de los conceptos, ¢s decir a fos desplazamientos, que a to Jargo de todo aquel siglo habian transportado a las categorias filoséficas por los subsuelos de la historia, de Ia exégesis o de la sociologia, « turodction a a philosophic de histoire. Esse sr ies Lmtes de 1 oblectiéhistvige, in, 1938; La Philosophie critique de Thawte, Vin 1998 (eed. 1969), Acer fst So B.A, ft ls ica de Pere Vila, “Maraismo ¢ histone en el desartlio de lar cloning branes”, ex Std! sorich, 1m. 5, 1960, pp. 1008-1083, prnsiptmente pp. 1051-1019, co) En nuestros dfs, nos sabemos Ia leccidn al dedillo, Los “hechos bistéricos” se hallan constituidos por la introduecién de un sentido en ta “objetividad”. Enuncian en el fenguaje del andlisis, “selecciones” que le son anteriores, que no resultan de la observacién ~y que no son ni siquiera “verificables” sino solamente “falsificables” gracias a un examen critica,’ La “relatividad histética” compone, pues, un cuadro, donde sobre el fondo de una totalidad historica se destaca una multiplicidad de filosofiasindividuales, las de los pensadores disfrazados de historiadores. Elretomo a las “decisiones” porsonales se efectuaba tomando como base dos postulados, Por una parte, al aistar del texto historiognifico un elemento filoséi- 0, s¢ le suponia una autonomia a la ideologia: en esto consistia la condicién de su extraccidn, Un orden de ideas se apartaba de la prictica histitica. Por lo dems (aun cuando las dos operaciones van juntas), al subrayar las divergen- as entre los “filésofos" disfrazados de historiadores, al referirse a lo insonda- ble de sus ricasintuiciones, hacian de dichos pensadores un grupo aislado de -su sociedad bajo el pretexto de una relacién mas directa con el pensamiento. El recurso a las opeiones personales provocaba un corto citcuito con el papel desempeitado en lo referente a las ideas por las localizaciones sociales.® La pluralidad de estas subjetividades flosoficas tenia desde entonces como efecto siscreto el conservar a los intelectuales en una posicién singular. Las cuestio- nes de sentido eran tratadas entre ellos, la explicitacién de sus diferencias en el pensamiento gratificaba al grupo entero con una relacién privilegiada en el ‘mundo de fas ideas. Los niidos propios de una fabrieacién, las téenicas, las presiones sociales, las posiciones profesionales o politicas, nada turbaba la paz de esta relacidn: el silencio era el postulado de este tipo de epistemologia R. Aron establecia en un coto reservado tanto el reinado de las Ideas como el reino de los intelectuales. La “relatividad” no actuaba sino dentro de este campo cerrado. Lejos de ponerlo en tela de juicio, la misma relatividad lo defendia, Apoydndosc en la distincién entre el sabio y el Politico, una de las tramas més flojas de la teoria de Weber,’ estas tesis " Acerea del "principio de flificuién", ef. Kal Popper, Logik ser Forschung, Viena, {934 (rad, ingles revisada y muy aumentada: The Lope of Sclenifle Discovery, Lone, Hutchinson, 1959), obra bisica del “racianalismo critic” * Ci, Antonin Gramsci. Git imellenualte FOrganizzarione deltas cultura, Tain, Ein, 1949, pp. 638 "oven sobee la tesis weberana seg la cul “a elaboraién cenificxcomienza eon ona lection que no tiene or jusifiacige sno la subjeliva, R. Aron ectlab, una ve mis en Let tapes de in ponsée soctologigue (Gallimard, 1967, p. S10), sl exvzomicnte, on Weber de In “elcoiin subjetiya” eon el sistema racional dela explicaciSn “esa” (td, yp. 500-922). De ‘sia manera Aron anlael efecto del log del inelectal en a sociedad puede considera uaa ‘ez ms» Weber como el antes 0 demolian una vanagloria del saber, pero reforzaban el poder “exento” de los sabios. Un hngar quedaba fuera de alcance en el momento en que se demostraba le fragilidad de lo que en ese mismo lugar se producia, E! privilegio retirado a obras sujetas a control, regresaba a un grupo imposi- ble de ser controlado. Los trabajos més notables sobre la historia, parece, todavia hoy, que se apartan dificilmente de la muy fuerte posicién que R. Aron habia tomado al sustituir el privilegio silencioso de un /ugar por el privilegio, wriunfante y discutible, de un producto, Mientras que actualmente Michel Foucault niega ‘oda referencia a la subjetividad o al “pensamiento” de un autor, el mismo Foucault suponia todavia, en sus primeros libros," la autonomia del lugar te6rico donde se desarrollan, en su “relato”, las leyes segiin las cuales los discursos cientificos se forman y se combinan en sistemas globales. L'Archéologie du savoir (1969) marca una ruptura, desde este punto de vis 4a, al introducira la vez las técnicas de una disciplina los conflictos sociales enel examen de una estructura epistemolégica, lade la historia (y esto no es una casualidad), Asimismo, Paul Veyne acaba por destruir en la historia lo que la critica de R, Aron conservaba todavia como “ciencia causal”, cuando al triturar los sistemas interpretativos hasta convertitios en una polvareda de percepeiones y de decisiones personales, no deja ya subsistir, en el sentido de Ja cobereneia, sino las reglas de un género literario, y como punto de referen- cia “el placer del historiador"." Parece serque en Veyne permanece intacto el resupuesto, que desde las tesis de 1938, quitaba implicitamente (oda perti nencia epistemoldgica al examen dela funcidn social ejercida pot la historia, Por el grupo de los historiadores (y més generalmente por los intelectuales), por las précticas y las leyes del mismo grupo, por su intervencién en el juego de las fuerzas publicas, etcétera, La institucién histérica Ellugar dejado en blanco w oculto por el andlisis que exageraba larelacién de un sujeto individual con su objeto, es nada menos que una institucién det saber. "Eu Les Mots f les choses Gallimard 1956) en particular, cay fnalided sid aslarada ‘efinida nbs tarde, principalmente en la notable “latoaiceiin” de '4echeologie du noone (op cit, pp. 9-28). Cie M. de Cereay, "El sol negro dl leuguae: M. Foucault, en E-Adsens fo Visto, 197D, pp. 18-132 "Cie M, de Certenu, “Una epistemologia de uansvibn:P. Veyue”, on Aanales ESC Xv, 1972, pp. 1317-132. 1" Esta institucién sediala el origen de las “‘ciencias” modemas, como lo demuestran, en el siglo XVil, las “asambleas” de eruditos (en Saint-Germain ddes-Prés, por ejemplo) , los intereambios de correspondencia y de viajes que realiza un grupo de “curiosos”,” y todavia con mas claridad en el siglo XVII los cireulos de sabios y las Academias por las que Leibniz se preocupaba tanto.” El hnacimiento de las “diseiplinas” esta siempre ligado a la creacién de grupos. Larelacién entre una institucién social y la definicién de un saber, insimia la figura, ya desde los tiempos de Bacon y Descartes, de lo que se ta llamado la “despolitizacién’” de los sabies. Es preciso entender por este ‘étmino, no un destierro fuera de la sociedad," sino la fundacién de “cuer- pos”, como el de “ingcnieros”, de intelectuales necesitados, pensionados, steétera, en el momento en que las universidades se estancan al volverse cada vez mas intransigentes. Las instituciones “politicas”,eruditas y “cclesidsticas” se especiali- zan reciprocamente, No se trata, pues, de una ausencia, sino de un sitio particular en una nueva distribucién del espacio social. Bajo a forma de un retiro relative de los “asuntos piiblicos” 0 de los asuntos religiosos (que tam- bién se organizan en cuerpos particulares), se constituye un lugar “cientifi- vo, La ruptura que hace posible Ia unidad social destinada a convertirse 2 Philippe Aris (Le Temps de "sore, Maco, 1951, p. 224, Pere Chaunu tla Chiliation fe 1" Europe classique, Anhaud, 1866, pp. 404-409, acerca de "La consitucion ¢ traves de =uropa de wn pequedo grupo de iavestigndres", tambien ote han nti! hecho. Peto ese fetatle muestra hasta qué punto esta “constitvciin social es el signo de ne rapture cvisterolézica. Por ejemplo, hay una relacién estechs ene Is limited de los miro (o 1c los viaje) y festalectento ene ellor de un lengucj erudite (acerca de la coneapondes, ‘i ene los miembros, eft Baudouin de Gaifie, en Religidm,druditon et eligue & le fn she "i stéte.. POF, 1968, pp. 2-8), © entre lag “seambless” de los midtcoles en Ia Dibliotece ‘olbertina, de 1675 2 1751, y Ia elaboracién de una invertigacin bistnica (acerca de etas crmiones, ef. Léopold Delisle, Le Cabinet des manucrts de la Bibliotheque Nationale, aris, 1968, pp 476-877), "Daniel Roche demuestra i etecha relacign entree cilopeiono (an “complejo de ideas") ¢ ‘stuciones como las academia patislenseso provincia (“Encclopedits§aendemicos” en Live "société dans a France dri sie, Mouton, 197), pp. 7-92), tambien Sergio Moravia nec ‘ucimient dela tologia con Ia constitucia de grapo de “Obsrvadores del habe” (Lt Slensa {ell uaa nel settecento, Bari Lateran, 1970, pp. 181-172). Se pueten ruliplica ls ejemplos "A pesae de G. Bachelard que eseribla la cladad ieee ehnestablecido el maven de rancid vial” (Le Rahionaliome appliqué, ror, 1966, p. 23; oft La Formation de esprit scientifique 268, pp. 32-34). A. Koyrérepite la mama tess, peto para defender “una vida propin, Une votoria amanente” de Ia clenia, que "ao puede ser comprendida sh no en funcion de we cpios problemas, desu propia historia” ("Pespectivas sabe la historia de las ciencias”, en tudes a" hstotre deta pensée scentfique, Gallimard, 1973, y. 399) Paece que bay a ‘ono canscevencia de las ideas de M. Webes: 1, sna confusion ene eifeencacisn y aise cot, com sie estalecimiento den Hagar “propio” no eousieralignda nun redisbeo ‘neraly por consiguiente a tedefinicionesrecprocat: una cancepeion Ge “historia de lat eas que ret tod pertnensina fs divisions sociale, senda ag fs coves epsiemoldgicos ‘on indisoeiablemente sociales intelectuals, en la “ciencia” nos indica que se esta Ilevando a cabo una nueva elasifica- cién global. Esta ruptura nos sefala, pues, en sti aspecto externo, unt lugar que se enlaza con otros en un nuevo conjunto; y en su aspecto intemo, el establecimiento de un saber que no puede separarse de wna institucion social Este modelo original se encuentra posteriormente en todas partes. Se multiplica bajo la forma de subgrupos 0 de escuetas. De aqui la persisten- cia del gesto que cireunscribe una “doctrina” gracias a una “base institu. cional”."* La institucién sacial (una sociedad de estudios de...) queda como la condicién de un lenguaje cientfic (a revista 0 el Boletin, continuacion y equivalente de las correspondencias de antatio). A pattir de ios “Observado- zs del hombre del siglo XVII hasta la ereacién de la sexta seccidn de ta Escuela Préctica de Altos Estudios por Ia Escuela de los Annales (1947), Pasando por las facultades del siglo XIX cada “disciplina” conserva st ambivalencia de sr la Jey de un grupo y la ley de una investigacién cientifica La institucién no da solamente una base social a una docirina, también la vuelve posible y la determina subrepticiamente, jy sin que una sea la causa de 'a otra! No nos cansatiamos de invertir los términos (la infraestractura se convierte en la “causa” de las ideas), si suponemos que no cambia, entre ellos, el tipo de relacién que establecié el pensamiiento liberal cuando otorgo.a Jas doctrinas la direccién de ta historia, Més bien debemos rechazar el aisla- miento de los términos, y por consiguiente la posibilidad de convertir una correlacién en una relacion de causa a efecto. Un mismo movimiento organiza a la sociedad y a las “ideas” que cit- culan en ella. Se distribuye en regimenes de manifestacion (econdmica, soca Cientifica, eteétera) que constituyen entre ellos firnciones imbricadas pero di ferenciadas, de las cuales ninguna es la realidad o la causa de las otras. Asi, los sistemas sociveconémicos y los sistemas de simbolizacién se combinan sin identificarse ni jerarquizarse. Un cambio social puede compararse, desi este Punto de vista, con una modificacién biolégica del cuerpo humano: forma, ‘como ella, un lenguiaje, pero proporcionado a otros tipos de lenguaje (verbal, por ejemplo). El aislamiento “médico” del cuerpo resulta de una division interpretativa que no tiene en cuenta el paso de la somatizacién a la simibolizacién Por el contrario, un discurso ideolégico guarda siempre una proporcién fija con un orden social determinado, asi como cada enuinciado individual se pro- duce en funcién de organizaciones silenciosas del cuerpo. Fl hecho de que el discurso, en si mismo, obedezca areglas propias, no impide que se apoyeen lo ‘que no dice ~en el cuerpo, que habla de un modo especial." ' Jean Glénsson, “La historiogmta fance-scontemporines”,en Vngtcitg ant de recherche historigne en France, CNRS, 1965. p. XXIV. 0. 5. propinito de los onalen, “EL psoas lezar a decir que la patra cite y que af cuerpo ible. Toda “doctrina” que rechaza en historia su relacién con la sociedad, queda en el campo de lo abstracto. Niega lo mismo que la esta produciendo. Padece entonces tos efectos de distorsién, debidos a la eliminacién de fo que Ia sitta en ef mundo de los hechos sin que lo diga o lo sepa: un poder que tiene su ligica; un lugar sostenido y “mantenido” por una disciplina que se desarrolla en obras sucesivas, eteétera, El discurso “ciemifico” que no habla de su rela- cidn con el “cuerpo” social, no puede dar origen a una practica, deja de ser cientfico, y esto es muy importante para el historiador, pues en esta relacion con el cuerpo social esté precisamente el objetivo de la historia. No podriamos is brs bases somo Zur Log dr SonatsenchoTibingen Mb It cba ad Mesenschah 1968 (a. LaTehngne sla saonce comme zoo Caine 197, 2 actos dl papel y del seid dl yoo del asian y de a ae ocpan et ngage Se spe so “app” somo loc, Ene Henrie, Plime de lap ro al Satur, 135, pp. 238-266 3 or “scissile miso geo hii, o mis ben, det dea epetva de Michel Fousasit “una préticediacusva® —el sj de separ que tamserens ous ‘stn isusina” (Archotoie de sav, Galimand. 196, ppe 7d» Toh) 5 Es preciso estar “acreditado” para tener acceso a la emunciacién hstoriogrifica, “La condicion de los individuos que tienen ~y s6lo ellos fo t nen~el derecho reglamentaro o tradicional, juridicamentedefinido 0 esponti- ineamente aceptado, de expresar cierto tipo de discurso™ depend de una “agre- gacion” que casiica el "yo" del eseritor dentro de! “nosotros” de un trabajo ‘lective, o que habilitaa un locutor para que enuncie el diseurso historiogréfico, ste discurso ~y el grupo que lo produce~ hace al historiador, mientras que la ‘ceologia atomista de una profesién “liberal” mantiene ta ficcién del sujeto autor Y deja creer que lainvestigacién individual constiaye la historia, Mis generalmente, un texto “hist6rico” (es decir, una nueva inter- pretacién, el ejercicio de métodos propios, la elaboracién de otras pertinencias, un desplazamiento en la definicién y el uso de un docurnento, tun modo de organizacién caracteristico, eteétera) enuncia une operacién gue sesitia dentro de un conjunto de prcticas,Fsteaspecto es primordial, 5 lo esencial en una investigacién cientifica. Un estudio particular sera Uefinido por Ia relacién que mantenga con otros, con temporsneos, con un “ astado de la cuestidn”, con las probleméticas explotadas por el grupo y los puntos estratégicos que se van formando junto con los avances y las des- viaciones determinados 0 vucltos posibles en lo referente a una investiga- ion en curso. Cada resultado individual se inscribe en un conjunto cuyos elementos dependen estrechamente unos de otros, y cuya combinacién jindmica forma la historia en un momento dado. Finalmente, cual es la “obra de valor” en historia? La que es reco- nocida por Jos pares. La que puede situarse en un conjunto operativo. La cue constituye un progreso en lo referente a la condicién actual de los “objetos” y fos métodos histéricos, y que, ligada al medio en que se elabo- 14, vuelve posibles a su vez nuevas investigaciones. El libro o el articulo de historia es ala vez un resultado y un sintoma del grupo que funciona como un laboratorio, Como el automévil producido por una fébrica, el estudio se + incula al complejo de una fabricacién especifica y colectiva y no es tanto cLefecto de una filosofia personal o la resurreccién de una “realidad” pasa~ a, Es el producto de un lugar. os historiadores en la sociedad ‘Segiin una concepeién bastante tradicional en Ia intelligentsia Francesa des- \Je el elitismo del siglo XVIII, se ha convenido que no se introduciré en la eoria lo que se hace en la prictica. Ast, se hablard de “métodos”, pero sin AL Fowesul op citap. 68, propéite del disurs0 medio, 16 cometer la falta de evocar su eapacidad como medio de iniciacién para tin rupo (es preciso aprender o practicat “buenos” métodos para ser introduci- do en el grupo), o su relacién con una fverza social (los métodos son los medios con los que se defiende, se diferencia y se manifiesta el poder de un cuerpo docente 0 burocrético), Estos métodos describen un comportamien- {o institucional y las leyes de un medio, y no por eso dejan de ser cientificos. En suponer una antinomia entre un anlisis social de laciencia y su interpre- tacién en términos de historia de tas ideas consiste la duplicidad de los que ereen que la ciencia es “auténomta’, y que escudandose en esta dicotomia consideran que no hay lugar para el anélisis de determinaciones sociales, y ue las presiones por él reveladas, son extraias o accesorias, Estas presiones no son accidentales, més bien forman parte de Ia investigacién, Lejos de representar la inconfesable intromisién de un extrafo ‘en el Santo de los santos de la vida intelectual, més bien constituyen la trama de los procesos cicntificos. El trabajo se apoya cada vez més en eguipas, en lideres, en medios financieros, y por lo tanto en los privilegios con que las relaciones sociales 0 politicas favorecen a uno u otro estudio para que pueda obtener créditos, También esti organizado como una profesién con sus je- Tarquias propias, sus normas centalizadoras, su tipo de reclutamiento Psicosocial.”* A pesar de las tentativas para romper las fronteras, se ha insta- lado en el citeulo de ta escritura: en ta historia que se escribe se concede la preferencia a fos que ya han eserito, de tal manera que ta obra histérica refuerza una tautologia sociocultural entre sus autores (Ietrados), sus abjeti- ¥0s (libros, manuscritos,etcétera) y su publico (cultivado). Este trabajo esta ligado a una ensefianza, por lo tanto a las fluctuaciones de una clientela; a las bresiones que ésta ejerce al erecer; a los reflcjos de defensa, de autoridad 0 derepliegue que la evolucién de los movimientos estudiantes provoca en los ‘maestros; ala introduccidn de la cultura de masas en una universidad masiva que ha dejado de ser el lugar reducido de intercambios entre investigacin y pedagogia. El profesor se ve empujado hacia la vulgarizacién destinada al “gran publico” (estudiantt o no), mientras que el especialista se alcja de tos circuitos de consumo. La produccién historica se encuentra dividida entre la obra literaria del que “tiene autoridad” y el esoterismo cientifico del que “hace investigaciones”. ‘Una situacién social cambia a fa vez el modo del trabajo y el tipo del discurso. {Es esto un “bien” o un “mal”? Ante todo es un hecho que se descubre por todas partes, aun en aquellas donde quieren ocultarlo, Las % Desgrciadamente no existe todavia, para el recltamiento de fos hstoradore, un eauvelen. tel etuio pblcado po Monique de SxitMantn, Les fonctions sorales de” excigremony Scientifique, Mouton, 1971 7 itoplicaciones ocutadas se reconocen por ls cosas que comienzan a moverse ‘oainmavilizarse al mismo tiempo, en sectores. cucantens lan pales : ajo del historiador. ;Bs acaso una simple casualidad que se pase dc la “his- a ae eerste eee eae mundiates,* cuando ocurte Ia gran erisis econémica de 19297 {Fs una casua- lidad que la historia cultural se imponga en el momento en que se impone por todas partes, junto con las diversiones y los medios de difusion masiva, la ‘mportancia social, econémica y politica de la “cultura”? :Es aeaso uns casua- lidad el que el “atomismo histérico” de Langlois y Seignobos, explicitamente asociaclo con la sociotogia fundada sobre la figura del “iniciador” (Tarde) y con tuna “eieneia de los hechos psicologicos” (que deseompone el psiquismo en “motives”, “impulsiones” y “representaciones"),.” se haya combinado con el orale rgus qu rein fins del siglo IX? peas unacanaiad el que los espacios muertos de la erudiciin -Ios que no son ni los objetivos ni Toslugres delainvesigacionresultanse, desde cl Lozére al Zambeze, regio~ nes subdesarrolladas, de tal manera que el enriquecimniento econémico crea hoy topografias y selecciones histéricas cuyo origen no puede confesarse y ceuya pertinencia no puede averiguarse? ye Pe este el acopio de les documentos hasta la redaccin del libro, la practica historica depende siempre de la estructura de la sociedad, En la Francia de ayer, la existencia de pequefias unidades sociales muy bien estructuradas defini6 los distintos niveles de la investigaci6n: unos archi- Vos limitados a los acontecimientos de un grupo y todavia muy identifica- dos con papeles de familias: una categoria de mecenas 0 de autoridades que apoyaban con su nombre la proteccién” de patrimonios, de clientes y de ideales; un reclutamiento de eruditos letrados eonsagrados a una causa y aque adoptaban ante su patria grande o pequeta el lema de los Monumenta Germaniae: Sanctus amor patriae dat animum; unas obras “consagradas” & temas de interés local que proporcionaban un lenguaje propio a lectores limitados, pero fieles, eteétera Los estndios sobre temas mas amplios no escapan a esta regla, pero la unidad social de la que dependen ya no es del mismo tipo: no se trata ya de una localidad, sino de la intelligenisia académica, despues universitaria, que se “distingue” a la vez de la “pequeiia historia”, det >a fin sem exe dea si de Georges Len, Psa sod de a Prancepenont ia Rivoaton, 128 ero toot plete de Hades atlantis eta SUS urodurion sm Sade: Nesorignes (198) sigue send In obra mixin de soa sri un can dete hve mat dempsey od tn pce wen de Comcnfor fnte nn ec ns Sra era Pe alm chop te yc loco Eto eon Seren 8 provincialismo y del pueblo menudo, antes de que al erecer su poder co Ja extensién centralizadora de la Universidad, imponga las normas y lo c6digos del evangelismo laico, liberal y patridtico elaborado en el siglo XIX por los “burgueses conquistadores Asi pues, cuando Lucien Febvre, en el intervalo entre las dos gue ‘as mundiales, declara que quiere quitarle ala historia del siglo XVI"el habi {0” de las querellas de antafio y sacarla, por ejemplo, de las categorias im Puestas por las guertas entre catdlicos y protestantes,” da testimonio et primer lugar del desvaneeimiento de las luchas ideol6gicas y sociales que ei ¢l siglo XIX volvian a tomar las banderas de los “partidos” religiosos pa: emplearlas en campaias semejantes. De hecho, las qucrellas religiosas si guieron durante mucho tiempo, aunque en terrenos no religiosos: republica hos contra tradicionalista, escucta piblica contra escuela “libre”. Pero cuane éstas luchas pierden su importancia sociopolitica después de la guerra del 14 cuando las fuerzas que se oponian en ellas se reparten de un modo diferente cuando se forman “eoncentraciones” o “rentes" comunes y la economic organiza el lenguaje de la vida francesa, se vuelve posible tratar a Rabelais como cristiano ~es decir como testigo de un tiempo pasado-, desligarse de ivisiones que ya no se viven en la sociedad, y por consiguiente ya no has ue preferir a los reformados oa los cristianos deméeratas en la historiogratic Politica o retigiosa universitaria. Lo que se nos da aentender con esto, no son concepciones mejores o més objetivas, sino una situacién diferente, Un eam bio de la sociedad permite al historiador tomar otra distancia en relacién con Jo que se convierte globalmente en pasado, Desde este punto de vista, L, Febvre procede de la misma mane- aque sus predecesores. Aquéllos adoptaban como postulados de su com: prensin, la estructura y las “evidencias” aun a riesgo de cometer errores criticos. fundador de los Annales euando promue quista historicas del sociales de su propio grupo, ‘Acaso procede de otro modo el ve una Blisqueda y una Recon- “Hombre”, figura *soberana” en el centro del univer- so de su medio burgués?” ;No obra asi cuando llama “historia global” al Panorama que s¢ oftece a la mirada de una magistratura universitatia? 4No obra asi cuando con la “mentalidad”, la “psicologia colectiva” y toda ‘a uilerfa del Zusammenhang, pone en escena una estructura todavia “iden, lista™ que fimeiona como el antidoto del anilisis marxista y oculta bajo AL. Feb, du coeur veligiacur di sce, Sevpen, 1957, p. M6, » "Todo lo que iene dl bam, depend dl home, sve A Hombre, en significa Ia peseci, i civil, ln gsony lar anes defer del Rene Combe pour hewire, A. Colin, 1953,» 428. Mis tne, fa igun reads os one oan ‘po congistador perdi macho de eretibigad 2 Henri err sehalba, ya desde 1920, el carter “idealist” de ta bstriasepin 1. Febvre erue de symhise historique, xxx, 1520, p- 1S} cry tuna homogeneidad “cultural” los conflictos de clase en que se encuentta él mismo implicado?” Por muy genial y novedosa que haya sido su bistoria, no deja de estar marcada socialmente, como 1o estuvieron las historias que él mismo rechazo, y si pudo superarlas, fue porque aquellas respondian a situa- ciones pasadas, y al mismo Febyre le imponen ahora otto “habito”, cortado 4 la medida, debido al lugar que ocupa en los conflictos de su presente Con o sin el fuego que chispea en las obras de L. Febvre, pasa lo tnismo hoy en todas partes, aun si hacemos 2 un lado el papel que desem- Peiian las divisiones sociales y politicas aun en las publicaciones y los nom- bramientos, donde funcionan prohibiciones técitas. Sin duda alguna ya no se trata de una guerra entre los partidos o entre las grandes corporaciones de antatio (el Ejército, la Universidad, la Iglesia, etcétera); resulta que la hemorragia de sus fuerzas lleva consigo la folclorizacién de sus progra- mas” y por fo tanto las verdaderas batallas ya no tienen lugar entre ellos. La ‘neutratidad” Hevaa Ia metamorfosis de las convieciones en ideologias dentro de una sociedad teenocritica y productivista anénima que ya no sabe sefia- lar sus preferencias ni identificar sus poderes (para aprobarlos o techazar- los). Asi, en la Universidad colonizada, cuerpo cada vez mis carente de autonomfa a medida que se hace mas enorme, entregado actualmente a las consignas y las presiones venidas de fuera, el expansionismo cientifico 0 Jas eruzadas “humanistas” de ayer son sustituidas por vergonzosas retira- ‘das. En lo que se refieze alas opciones, el silencio sustituye a la afirmacién, El discurso toma un color indefinido: “neutro”, Se converte en el medio de defender lugares en vez de ser ef emunciado de “causas” capaces de dar vida a un deseo, El discurso ya no puede hablar de lo que lo esta determi- nando: tiene que respetar muchas posiciones y solicitar muchas influen- cias, En este caso, lono dicho es a la vez lo no confesado de textos conver- tidos en pretextos, la exteriorizacién de lo que se hace en relacién con lo que se dice, y el desvanecimiento progresivo de un lugar donde la fuerza se apoyaba sobre un lenguaje. {No seria esto, por lo dems, Jo que “traiciona” la referencia de una historiografia conservadora a un “inconsciente” dota- do de una estabilidad mégica, y cambiado en fetiche por la necesidad que se 4 Acerca de a “tera det Zasammenkang”, Mactan y ia en tobe, cf Hans Dieter Mato, Lien Feve. La pentée irate dwn histories. A. Colin 197, 98-119, L. Febwe, se rere siertamente a a “case” para explcar el siglo xv (eft por ejemplo Pour une histlre& part entire, Paris, 1963. pp. 350-360, acer de la burguesfa), nan cuando fo hace con mitcha ‘etcencia (eft Ibi, pp. 185-199), pero nace intervene a problema de ss propia localeacion sosinl casa analiza au précticn y's concepts hticns, Fn coon a entimarwat, te se ‘sans, por elem, en fa ese de Daniel Gti (Combass pou Thistae, op cle pp. 109 113), que afima que Ia aproximacisn de Michelet y de Mara es pars. Febvre un Scent "Cll. M, de Ceneaa, "Lat revoluciones de lo rele’, en La Cue a pluie, 10181974, py. 38 80 tiene “a pesar de todo” de afirmar un poder propio que “saber " IT un poder propio que “sabemos bien" que hhace tiempo desapareci5?”” " El que permite y el que prohibe: el lugar Antes de saber lo que Ia historia dice de una sociedad, nos importa analizar fomofunciona ella misma, Esta insinucién se inseribe en un complejo que lc permite solamente un tipo de produceiones y teprohibe ots, Ast oc dela doble funcién del lugar. Fueiveposibles algunas investigacionen, yr Siena Covunturas y probleméticas comunes. Pero a otras fas vuelve impo. sibles; excluye del discurso fo que constitaye su condicidn en un memento dado: desempera el papel de una censura en lo referente a los postalades Presentes (sociales, econdmicos, politicos) del aniisis. Sin duda alguna fata combinacién del permiso con la prohibicién es el punto ciego de la investigacion historica y la razén por la cual no es compatible con cual. fier cosa. ¥ precisamente sobre esta combinacién debe actuar el trabajo destinado a modificarla, De todos mods, lainvestigacién se ve circunscrita porel lugar que efine una conexién de lo posible con lo imposible. Si la vonsiderirarmos solamente como un “decir”, reintroduciriamos la leyenda en {a historia, es decir pondsiamos un no-lugar 0 un lugar imaginatio, en ver del enlace del ‘uso com un lugar social. Porelcontrato, la historia se define completa- mente por una relacidn del lenguaje com el cuerpo (social), y por consiguien- {© por su relacién con los timites que impone dicho cuerpo, sea al modo Propio del lugar desde donde se habla, sea al modo propio del objeto-otro (pasado, muerto) del que se habla Lahistorid queda configurada en todas sus partes por el sistema con gue se clabora. Hoy como ayer, esté determinada por el hecho de una fabri. cacién localizada en algiin punto de dicho sistema. Asi pues, el tener en {tents el lugar donde se produce, permite al saber historiogrifico escapar a {a inconsciencia de una clase que se desconoceria a si misma come elave en {as relaciones de produccién, y que por lo tanto, desconoceria a la sociedad donde esti insertada. El enlace de la historia con un lugar es la condicién de Posibitidad de un andlisis de ta sociedad. Sabemos, por lo dems, que tanto en cl marxismo como en el feudisaio no hay andlisis que no sea fntegramente dependiente de la situacién creada por una relacién, social o analitiea, 710, Maso “Lok pr in eu" en Cet port mesianr ot Aue Sine, Seu 1969, pp. 9-33, i Senieumnmeien 81 Si tomamos on serio su lugar, todavia no hemos explicado Ia histo- ria, Attn no se ha dicho lo que se produce. Pero es la condicién para que cualquier cosa pueda decitse sin que sea legendaria (0 “edificante”), 0 a-6pi- (sin pertinencia), Siendo la negacién de la particularidad del lugar el prin- cipio mismo de la ideologia, excluye toda teoria. Més atin, al instalar al dis- ccurso en un no-lugar, se prohibe a la historia hablar de la sociedad y de Ja muerte, €5 decir, se le prohibe ser historia, 2. Una pri ica “Hacer historia”, es una practica. Desde este punto de vista podemos pasar a tuna perspectiva mis programiética, considerar los caminos que se nos abren, y no limitarnos a la situacién epistemolégica que ha revelado hasta ahora una Sociologia de la historiografia, En la medida en que la Universidad permanece ajenaa la prictica ya Jas teenicas,* se clasifica como “ciencia auxiliar” todo lo que pone a la histo- ria en relacién con las técnicas: ayer, la epigrafia, la papirologia, la paleogra fia, la diplomatica, la eodicologia, etcétera; hoy, Ja musicologia, el “folclorismo”, la informitica, etcétera. La historia sélo habria de comenzar con la “palabra noble” de la interpretacién, Seria finalmente un arte de discu- mir que borratia pidieamente las huellas de un trabajo, De hecho, hay alli una ‘opcion decisiva, El lugar que se conceda 2 la técnica coloca ala historia del lado de fa literatura o del lado de la ciencia, Si-es verdad que la organizacion de la historia se refiere a un lugar y ‘un tiempo, esto se debe a sus técnicas de produecién, Hablando en goncral, cada sociedad se piensa “historicamente” con los instrumentos que le son propios. Pero el tétmino “instrumento” es equivoco. No se trata solamente imagen invertida; da lugar a la carencia y luego la oculta; crea relatos del pasado que son cl equivalente de los cementerios en las ciudades; exorciza ¥ confiesa.uns presencia de la muerte en medio de Jos vivos. Actuando e2 dos escenarios, ala vez. contractual y legendaria, escritura performativa y escritura para leerse en espejo, tiene el estadio ambivalente de “hacer fa historia”, como to ha demostrado Jean-Pierre Faye,”y al mismo tiempo de “contar historias”, es decir de imponer las coacciones de un poder y d= proporcionar escapatorias. “Instruir deleitando”, se decia antiguament Precisando més algunos aspectos de le construccién historiografica, les elaciones de diferencia y de continuidad que la eseritura mantiene con ur'a disciplina de trabajo, pueden aparecer mejor," asi como también su fur eign social como prictica En efecto, al separarse del trabajo cotidiano —incertidumbres, con- Mlictos, combinaciones de mictodecisiones que caracterizan a la invest:- gxoidn concreta-, el discusso se sittia fuera de la experiencia que lo aere dita, se disocia del tiempo que pasa, olvida el transcurso de los trabajos y de los dis, para proporcionarnos “modelos” en el cuadro “ficticio” del tiempo pasado, Ya se ha demostrado todo to que habia de arbitratio en esta construccidn, Se trata, pues, de un problema general, Asi, el Cuc derno rojo de Claude Bernard (1850-1860) presenta una crénica ya dis tante de la experiencia efectiva del laboratorio; y la teoria, la fatroduecién al estudio de la medicina experimental (1865), se halla a su vez atrasads simplificada y reducida respecto al Cuaderno.” Entre otros mil, este ejen. plo nos muestra el paso de la prictica a la erénica y de la erénica a una didéetica, Solo una distorsién permite la introduccién de la “experiencia en otra prictica, igualmente social. pero simbélica, escrituristica, qu= sustituye el trabajo de una investigacién por la autoridad de un sabe {Qué es lo que fabrica el historiador cuando se convierte en escritor? $s mismo discurso lo debe confesar. Y Acerca deta geformtivida, ef. infra, pp. 2 y 116118 Jean-Piere Faye, Langages sotaliaives y Théorie da rétt, Hermans 1972, Chr Roberto Mingueee, "Feat bistro: legaidad y sigifeacin"- en Sem, ts, nim, 1971, pp. 20-36, y del misino auto, Serer hove, Ox, el deV'Universit. 1973, "OM MD, Grek, Ralsonemen: experimental etrichershesotclogiqte chez Clade de Bena Ginebra, Droz, 1973 Este estado minucios eye ttres sera en mache a caso pariuard ¢ erat, pemite capa en vivo los destatamients gue hacen past de la experiencia (en ete cis contolads) Ia “erdnica”, y de In cronca al dscurso didicice ~teora o “historia 103 La cronologia o la ley enmascarada os resultados de la investigacién se exponen segin un orden eronolégico, iertamente, la constitucién de series, el aislamiento de “coyunturas” globales, mo tambien las téenicas de la novela o del cine, han suavizado la rigidez de ste orden, permitido el establecimiento de cuadros sincrénicos y tenovado 0 medios tradicionales que hacen actuar entre ellos momentos diferentes. Ssto no obsta para que toda historiografia nos plantee vn tiempo de las cosas vom el contrapunto y la condiciOn de un tiempo discursivo (el discurso avanza” ms 0 menos aprisa, se relatda o se precipita), Por medio de este ‘empo referencial, la historiograffa puede condensar o extender su propio ‘iempo,” producir efectos de sentido, redistribuir y codificar la uniformidad «lel tiempo que corre. Esta diferencia tiene ya la forma de un desdoblamicnto, Fea un juego y proporciona a un saber la posibilidad de producirse en un “viempo discursivo” (0 tiempo “diegético”, como dice Genette) distante del ‘iempo “real”, Bl servicio proporcionado a la historiografia por la remisién a se tiempo referencial, puede considerarse bajo diversos aspectos. EL primero (que se volverd a encontrar bajo otras formas), es el de iolver compatibles a tos contrarios. Un ejemplo sencillo: se puede decir hhace buen tiempo" 0 “no hace buen tiempo". Estas ds proposiciones no inueden ser mantenidas ala ver, sino solamente mau otra, Por el contrario, i introducimos la diferencia de tiempo de manera que transformemos las ‘ios proposiciones en “ayer hacia buen tiempo" y “hoy no hace buen tiem- po", es legitimo mantener al mismo tiempo una y otra. Los contratios son pues compatibles en el mismo texto, con la condicién de que éste sea na- vrativo. La temporalizacién erea la posibilidad de volver coherentes a un ‘orden” y a su “heterdclito”. En relacién con el “espacio plano” de un istema, la narrativizacién orea un “espesor” que permite colocar, junto al istema, a su contrario o a su resto, Una perspectiva historica autoriza, >ues, la operacién que, desde el mismo lugar y en el mismo texto, sustituye conjuncién a la disyuncién, mantiene al mismo tiempo enunciados con- rarios, y més ampliamente, supera la diferencia entre un orden y lo que queda fuera de él. Ella es, pues, el instrumento por excelencia de todo fiscurso que trata de “comprendet” posiciones antinémicas (basta que uno * Deade ete panto de vss, ta histrigraia puede obtener une efcacis cto mayer vali Jose de lor medios t2nicos perfecconados por el cine. Ch ejemplo interesante, Gilbert Aouget, “Uo experiencia de cine sinerbnico en cima lola (en L'fonme, tx aim. 2 71 pp 13-117), a propio del Zeineplero estar de emp” (Sttcher) que permite Hato conraer el tempo sonora sin deformtl, y por onsigiene present le imagen nis ta 0 mis rida. Cie también Piee Schaefer Trattd des objets musicnat. Sei 1966, rp S426, acerca de las accleraciones y disminuciones de Velocidad que forman parte ée un oeeso tradicional en histori, los de los términos en conflicto sea clasificado como “pasado”), de “reducit”™ al elemento aberrante (éste se convierte en un caso “particular” que se inscribe como detalle positivo en un relato), o de mantener como “faltante™ (en otro periodo) lo que escapa a un sistema del presente y representa un papel de figura extrafa, Pero esta ternporatizacién que esquiva de esta manera los Kimites im puestos con todo rigor ¥ constraye un escenario en el que pueden actuar al mismo tiempo los incompatible, tiene que enfrentarse con su reciproca: el relato sélo puede guardar la apariencia de un silogismo: cuando explica es entimemstico,* “aparenta” raciocinar, De esta manera el relato, al mantener la relacién de una raz6n con lo que pasa fuera de ella, en sus orillas, conserva la posibilidad de una ciencia 0 de una flosofia (puesto que es heutistico), pero como relato, ocupa el lugar del silogismo y oculta su ausencia, Puede uno preguntarse qué es lo que autoriza a lahistoriograffa para constituirse en sinte- sis de los contrarios, como no see un rigor racionalista. En efecto, si acepta- ‘mos las distinciones de Renvéniste entre “discursa” y“telato"," lahistoriografia es un relafo que funciona de hecho como iscurso organizado por el Ingar de los “inferlocutores” y fundado sobre el lugar que seca el “autor” respecto asus lectores. El lugar donde se produce ese] que autoriza al texto, y esto es revela- do antes que por ningtin otto signo, por el recurso a la cronologta La cronologia sciiala un segundo aspecto del servicio que el tiem- Po presta a la historia, Ella es la condicién que hace posible fa divisién en periodos, Pero (en sentido geométtico) la cronologia proyecta sobre el texto la imagen invertida del tiempo que en la investigacién, va del presente al pasado; sigue las huellas al revés. La exposicidn historica suponte la elec ‘ign de un nuevo “espacio vectorial” que transforma el sentido de recorti- do del vector tiempo ¢ invierte su orientacién, Parece que solamente esta inversiOn vuelve posible fa articulacidn de ta prictica con la escritura. $i indica una ambivalencia de tiempo,” es porque ha planteado antes et pro- blema de un re-comienzo: ,eusndo comienza la escritura? ;Cudindo se esta- blece para que haya historiogratia? % Roland Bates Jo hn ota en “El discwso de a historia, op. it pp. 71-72. Cf sob todo CG. Hempel, "La Funcién de ls Leyes Generales en ls Historia, en Journal of Pitophy, oo, 1842; acerca de Tos esbores de explicueidn (explanation sketch) que propereigna In Nistoriografa, ese estudio aos puede servir de reverencia * Emile Benveniste, Probidmes de lngusigne ginrate, Galinaed, 1966, pp. 253. stcurs, Ia instancia ext en el hie y el nunc de los interacutores. en sh ato de habla” (oe ice: el prefecto partio avery en el relat i instancin ext contin por "hos tGiminos - ge se rien. los objets reales... Tos Hiempnsy 4 fos lugares hss. * fe por ejemplo las cbservaciones de André Viel, "De fo rbnico alo cromologico”, ex Hi fori de notre mage, Mont-Blaye, 1965, pp. 109-141, acerca del “tiempo no orienta y 1a ambivalencia™ A primera vista, la historiograffa conduce al tiempo hacia el momen- todel destinatario, Ella construye el lugar del lector en 1975, viene a él desde el fondo de los tiempos. Ya participe o no en una temdtica del progreso; ya arrastre 0 no consigo una larga duracion o cuente una especie de “epist en fin, cualquiera que sea su contenido, la historiografia trabaja en unir un presente, que es el término de un recorrido més © menos largo, con la trayec- toria cronologica (1a historia de un siglo, de un periodo 0 de una serie de ciclos). El presente, postulado del discurso, se converte en el producto de la ‘operacién escrituristica: el lugar de produccién del texto se eambia en lugar producido por el texto. : El relato tiene, sin embargo, sus complicaciones. La eronologia de la obra hist6rica no es sino un segmento limitado, tratado sobre un eje més _amplio que se prolonga por ambos lados. Describamos, por ejemplo, la evo- Jucién del Languedoc desde el siglo XV hasta el XVII, trazada sobre un eje ‘mas amplio que rebasa la linea hacia un lado y al otro: I 0) Speen ee ESE SCHESGigrey SxV0 SMI SVM S.XVIE Por una parte, la cronologia enfoca al momento presente a través de una distancia: la parte derecha de la linea dejada en blanco, definida solamen- te en su origen (del siglo XVII a nuestros dias). Por otra parte, supone una setie finita cuyos términos permanecen inciertos; postula en iltimo término el recurso al concepto vacio y necesario de un punto cero, origen (del tiem- po) indispensable para una orientacién.”” El relato inscribe, pues, sobre toda la superficie de su organizacion, esia referencia inicial e inaccesible, condi- cin de posibilidad de su historizacion, Al permitira la actualidad “mantener- se” enel tiempo y finalmente simbolizarse, el relato la establece en una rela- cidn necesaria con un “comienzo” que no es nada, y que no tiene mis objeto que el de ser un limite. La cotocacién del relato en su lugar lleva consigo en todas partes una relacién técita con algo que no puede tener lugar en la histo- ria -un no-lugar fundamental-, sin el cual no podemos tener historiografia La eseritura dispersa, a lo largo de la escenificacién cronoldgica, la referen- cia del relato a algo no-dicho que es su postulado, a auseacia del Desde este punto de vit, Iy, en la episeme griega, wn lao de anid entre cero en las matemitcaty la ausencia de una hstonm gue pieore al pasado como difer Sobioel “concep” de cero cf las observaciones de Frege en Ler Fondements de arthmitu, trad. de CL Imbert, Seui, 1969, § 8 sobre wo 74 106 Este no-lugar sefiala cl intersticio entre a préctica y la escritura, La censura cualitativa entre una y otra se manifiesta sin duda por el hecho d=: que la escritura des-naturaliza¢ invierte el tiempo dela préctica, Pero silo wa aso silencioso al limite planiea efectivamente su diferencia. El cero del tien Po enlaza la una con la otra, es el umbral que conduce de la fabricacién dl objeto a la construccién del signo. Esta nada inicial sefala el retomo disfrazado de un pasado ajenc Podiriamos decir que es e1 mito convertido en postulado de la cronologia mismo tiempo eliminado del relato y siempre supuesto-, imposible de eli har, Una relacién necesaria con el otto, con ese “cero” mitico, permanec insctita en el contenido junto con todas las transformaciones de la geneal~ Bia, con todas las modulaciones de las historias dinasticas o familiares de una politica, de una economia o de una mentalidad, Para que el relato “descienda hasta el presente, es preciso que reciba sut autoridad de mas arviba, de una “nada” cuya formula nos la daba ya la Odisea: “Nadie sabe por si mism guién es su padre” Expulsado det saber, un advenedizo se insinia en 11 nstoriografia y determina su organizacién: es lo que no se sabe, Io que n> tiene nombre propio. Bajo a forma de un pasado al que no se le puede seiiater ningtin lugar, pero que no puede ser eliminado, es la ley del otro.” “La ley siempre saca ventajas de lo que se escribe”.™ $i 1y historiografia resulta de una operacién actual y localizada, come escrite Fa repite otro comienzo, este iiltimo imposible de datar o de representa, Postulado por el despliegue, a primera vista muy sencillo, de la cronolo. gia’\"'Ella dupliea el tempo gratificante -el tiempo que viene hacia vose tros, lectores, y valoriza vuesito hugar~ con la sombra de un tiempo pre hibido. La ausencia que da comienzo a toda literatura invierte (y permite} Ja manera de Mlenar el relato de sentido y de fijar en el discurso un huga Oise, Rapsodia "Ct al respect Jean Laplanche y JB. Pootln*Fantasmo orginal, faassen de os origene ‘igen del fantasma’, en Les Temps modernes, XIX, 1964, pp. IB32-186H Exe estudio sore sla “escenifcacin del deseo” en la secuencia de imdgencs aclara tambien lon preMlenes Baoteados por el discuio histéico. “El sujeto puede estar bajo ina forma desvjetvade, co esi en Ta sits mise de la seouencia de que te tala” "Eh Fantasma que es, esciben fs a esco se apoya en i fate toes, el Tuga de lace de la apetaciones defensivas Fmitivas vom le tebeliin coota uno mismo, el paso al couture, In proyecston, Ie acy ‘ibn iop cit, p. 1868). El relate histneo preseutalambin, como etcenRcnchon, los cra ‘crest fans “Mauve Blanchot, Beton infin, Galland, 196, p. 528. Cf lean Meschomi,“Mausse ‘Blabchot ola esertra sin lege”, en es Caer du Chemin an, 20 15 enero 1924, pp. 19- It %Pilip Rif tha insist patcularmente eal neve conned y ena repeticn gue careteriayn “model of tine" freudiano; eft "La autoridad del pad en Freud: te mind ofthe moves ‘Now York, Viking Press, 1959, “El signitica de le historia y dela teligion onal pencomsots ae Freed" en Brace Mazlsch ed, Fsichomnalsic ard Hivory Englewaed Cliffs ON). Toe Pp. 23-44; elctera 107 para el destinatario. Los dos se combinan, y ya veremos que la historiografia ‘cbtiene su fuerza al cambiar la genealogia en mensaje y al situarse “ms arriba’* cel lector por el hecho de estar més cerca del que autoriza, El fexto mantiene ‘unidos alos contradictorios de este tiempo inestable,restaura diseretamente su ‘mbivalencia y revela en sordina lo contrario de! “sentido”, por medio del cual lpresente pretende comprender al pasado. Es cierto que al contrario de ko que ‘hace euando se toma a si misma como objeto, esta escritura no contfiesa que es cl “trabajo de la negacién”, y sin embargo da testimonio de ello, La construc ibn del sentido se basa en su contrario, Asimismo, el lenguaje del eseritor “no presenta algo al volver presente lo que muestra, sino, lo presenta al mostrarlo ‘etras de todo, como el sentido y la ausencia de ese todo”.!”” Cuando es histirico, el relato resiste sin embargo a la seduecién del comienzo, no consiente con el Eros del origen, no tiene por fin, como el nite, el escenificar Ja autoridad necesaria y perdida, bajo la figura de un ‘scontecimiento que no tuvo lugar. Elrelato no dice lo que supone, porque tiene como objetivo dar lugar ® un trabajo, La ley transita solamente por un estudio particular, cuya orga- pizacién asegura la relacién entre los términos (el origen, el presente) dejados tera del campo. za construccién desdoblada Untze los problemas que plantea el relato consideratlo como discursividad,"™ Igunos de ellos se refieren mas especificamente a fa construccién de la hvistoriografia. Estos dependen de un querer, al cual Ia temporalizacion jwroporciona un cuadro, al permitir que se mantengan juntas las contra- ‘licciones sin tener que tesolverlas. Este propdsito “globalizante” se en- uentra a lo largo de toda la obra, nos remite Finalmente a una voluntad politica de administrar los contictos y de regularlos desde un solo lugar. iterariamente produce textos que, de diversas maneras, tienen la doble aracteristica de combinar una semantizacién (edificacién de un sistema “fe sentidos) con una seleccién (esta clasificacion tiene su principio en el ‘ugar donde un presente se separa de un pasado), y de ordenar una “inte- * Maurice Blanchot, “El reino animal del empiri": en Criigue, win. 18, 1947, pp. 387-405, “La litratara y el derecho a la saute", en Citigue, nm. 20,1948, pp, 304 Sobre esta concepeién del mito, eft. Che Rabun, “El mito (e}comienza en el porveni", sprit, abit 1971, pp. 631-68). (Ci sobre este punts, Harald Weiarck, “Exetrasnarativs en In esi de historia” R Kosselleck y WD Stempel ed. Geschichte, Eeiane und Ersahung, Munich, W. Fisk, 973, pp, 5196823 08 ligibilidad™ junto con una normatividad. Algunos rasgos que se refieren en un principio a su estadio dentro de una tipologia del discurso, y des- pués a Ia organizacién de su contenido, precisardn el funcionamiento de la historiogratia como algo mixto Teniendo en cuenta una tipotogia general del discurso, una primera aproximacién se refiere al modo segiin el cual se organiza, en cada discurso, larelacién entre su “contenido” y su “expansidn”. En la narracién, uno y otra ‘hos remiten a un orden de stcesisn, el tiempo referencial (una serie A, B.C, DE, eteétera, de momentos) puede ser, en la exposicién, objeto de omisio. nes y de inversiones capaces de producir efectos de sentido (por ejemplo, et relato literario o filmico presenta la secuencia: E, C, A, B, etcétera). En el discurso “Kigico”, el contenido, definido por el estadio de verdad (y/o de verificabilidad) que se puede asignar a los enunciados, implica entre ellos telaciones silogisticas (0 “legales”) que determinan el modo de la exposicisn (induccién y deduccién), El discurso histérico, en si mistno, pretende dar un contenido verdadero (que depende de la verficabilidad), pero bajo la forma de una narracién, contenido expansion serietemporal(A, | sucesividad BCD...) temporal (E,C, Ava) discurso histérico | “verdad” sueesividad temporal discurso Ligico verdad de las silogismo proposiciones (induccién, deduccién) Combinando sistemas heterdclitos este discurso mixto (hecho de dos y situado entre dos) va a construitse segiin dos movimientos contratios: una narrativizactén hace pasar del contenido a su expansidn, de modelos acrénicos a una eronologizacién, de una doctrina a una manifestacién de tipo narrativo, por el contratio, una semantizacién del material hace pasar de los elementos primitivos a un encadenamicnto sintazmatico de los eruncindos y ala constini- cin de secuencias bistoricas programadas, Pero estos proceditnientos genera- Jes del texto no pueden ocultar el deslizamiento metafsrico que, seein la defi- Bicién aristotélica, realiza el “paso de un género a otro". Una sefal de esta rmixtura es la presencia continua de la metéfora, Ella imparte a la explicacién historica un cardcter entimemitico, traslada la causalidad hacia fa sucesividad (posthoc, ergo propter hoc), hace actuar a las relaciones de coexistencia como 09 si fueran de coherencia, eteétera. La verificabilidad de tos enunciados se sustituye constantemente por su verosimilitud, Por esto, el discurso tiene necesidad de la autoridad para sostenerse: fo que pierde en rigor debe ser compensado por una superabundaneia de confiabitidad. A cesta exigencia se puede aftadir otra forma de desdoblamiento. Se plantea como historiogratico el discurso que “comprende" a su otro -Ia cré- nica, el archivo, el movimiento-, es decir el que se organiza como texto foliado, en el eval una mitad, continua, se apoya sobre otta, diseminada para poder decir lo que significa la otra sin saberlo, Por las “citas”, por las refe- Fencias, por las notas y por todo el aparato de remisiones permanentes a un primer lenguaje (al que Michelet llamaba ta “exGnica"),”* el discmrso se esta- blece como un saber del otro. Se construye de acuerdo a una problematica de proceso, o de cita, capaz a la vez de “hacer venir” un lenguaje referencial que actia como realidad, y de juzgarlo bajo el titulo de un saber. La convocacién del material obedece, por lo demés, a la jurisdic ci6n, que en la escenificacién historiografica se pronuncia sobre él. Asi, la estratificacin del discurso no tiene la forma del “didlogo” 0 del “collage” Dicha estratficacién combina el singular del saber que cita con el plural de los documentos cizadas, En este juego, la descomposicién del material (por ‘andlisis 0 divisién) tiene siempre como condicién de posibilidad y como limi- te la wnicidad de una recomposicién textual. El lenguaje citado desempeiia el ‘encargo de acreditar el discurso: como es referencial, introduce cierto efecto de lo real; y por su fragmentacién, nos remite diseretamente aun lugar de autoridad, Vista desde este anguto, la estructura desdoblada del discurso fan- siona como una maquina que obtiene de la cita una verosimilitud para el relato y una convatidacién del saber; produce, pues, la confiabilidad Dicha estructura implica también un funcionamiento particular, epistemolgicoy litrario, de los fextosestratifieados. Por una part, si nos referimos a las categorias de Karl Popper, se trata aqui de “interpretactén ‘mas bien que de “explicacién’, En la medida en que el discurso recibe de una relacion interna con la “er6nica” la condicién de ser su saber, comien- 2a a construirse bajo cierto numero de postulados epistemoldgicos: la ne- cesidad de una semantizacién referencial que le viene de Ja cultura; la wanscriptibilidad de los lenguajes va codificados de los que se hace el in- ° ate diseurso -montaje de ouos discusos~ se race gracias a dspostvor muy varias: eatiloinieco (la historogzfia dice que oto ha dicho que.) Ins coma, ls stacions, ersten. Se puede deci que el “pasado” representa ex elefscto de a mavern come el disuse lua su selaciOn con la "erdnicn” Desde este punto de vist, la “stSnica™ puede ser mis © ‘menos Magmentads. Hay muchas manera de waarn, dee ef "oompeno™ qu la rede 9 we serie de” hechos” hasta Ia extraciin de datos que pueden ser vlzados por ona historia sri ho {éxprete; Ia posibilidad de constituir un metalenguaje en la misma lengua de lo: documentos utlizados. Bajo formas diversas, la citaintrdduce en el texto ut extta-texto necesario, Reciprocamente, la cita es ef medio de enlazar el textc on su exterioridad semantica, de permitirle adoptar el semblante de asumis tuna parte de la cultura y de asegurarle por lo tanto una eredibilidad referencial Desde este punto de vista, la cit no es sino un caso particular de la regla que vuelve necesarias para la produccién de la “ilusi6n realista”, la multiplicaciér de nombres propios, de descripciones y de lo deietico.”* Asi, pata no tomar sino un ejemplo, los nombres propios tienen ya aqui valor de eita, En su con Junto, podemos confiar en ellos, Mientras que la novela debe poco a poco llenat de predicados el nombre propio que coloca en su principio (por ejemplo: Julier Sorel), la historiografia lo recibe ya lleno (por ejemplo: Robespierre) y se cor: {enta con efectuar un trabajo sobre un lenguaje referencial."” Pero esta condi ci6n externa de un saber del otro, o de una heterologia," tiene como corolaric laposibilidad parael discurso mismo de serel equivalente de una semiética, sn retalenguaje de las lenguas naturales, por consiguiente un texto que supone y ‘manifiesta la transeriptibilidad de codificaciones diferentes, De hecho este Imetalenguaje se desarrollaen el Kexico mismo de los documentos que descfta, no se distingue formalmente (de modo diferente de lo que pasa en toda ciencia} de la lengua que interpreta. No puede, pues, controlar la distancia del nivel de anilisis que pretend sostener, ni constituir un campo propio y univoco con los conceptos que lo organizan. Se narra en el lenguaje de su otro, juega con él, La condicion de metalenguaje es, pues, el postulado de un “querer comprender™ Es una priori mas bien que un producto. La interpretacién tiene por caracteris. tiea el hecho de reproduciren el interior de su discurso desdoblado, la relacién entre un lugar de saber y su exterioridad. Alettar, el diseurso transforma lo citado en fuente de confiabilidad ¥ en Iéxico de un saber, y precisamente por eso coloca al Tector en la Posicién de lo que es citado, lo introduce en la relacién entre un saber y tun no-saber. Dicho de otra manera, el discurso produce un contrate enunciativo entre el remitente y el destinatario; funciona como discurso ™ Cf: por elempl, las observacones de JL. Aachetie, “Sobve Nombre", en Communications aim. 19, 1972; Philippe Hanon, “Un disor forando", en Podngue, nln, 16, 1 pa 427. Por el contain, el yo, marca esencist del secure fantsice (ele T. Toleros, Inoue 1a Tévacrefanasigue) debe ser eva, scab = nombre [.] rovoea un dismisucin capil dela luis tela” (Relat ches 1970, p. 102, ‘6° EL oombre propio permite un debe efesto. Por una pate significa: “Vesotronsabé fs Robespicie", se puede conflar en éi. Por ita pate, es el objeto de vo desires ‘istica:“Robespiee es una cos dst de lo gue vesotos bel, y ln oy a eet 1 punto de referencia de Ia sbundancia de suber que actedita a una competcnete "Git M. de Certeay,L° Absent de I" histoire, Mame, 1973, pp. 173 on Mt didactico, y esto lo hace mejor cuando disinnula e) lugar desde donde habla (borra el ye del autor), cuando se presenta bajo Ia forma de un lenguaje referencial {nos habla lo “real"), ewando en vez de raciocinar narra (no se discute un relato) y cuando toma a sus lectores donde se encuentran (les habla su lengua- Jc, aunque de otro modo y miejor que ellos), Saturado seménticamente (no hay binguna falla en la inteligibilidad), “presionado” (gracias a “un acortamiento miéximo del trayecto y de la distancia entre los focos funcionales de Ia natracién’),! y comprimido (un conjunto de catéforas y de anaforas nos ase- ura incesantes remisiones del texto a si mismo como totalidad orientada), el discurso no nos deja ninguna escapatoria. La estructura intemna del discurso ‘nos enreda, pues produce un tipo de lector: un destinatari citado, identificado y ensefiado por el hecho mismo de estar colocado en la situacién de la crénica intados en Ia pared, antes de ser deseritos por el texto organiza la relacién entre un espacio (el museo) y un recorrido (la visita). La historiografia tiene ‘a misma estructura de Ios cuadros unidos por una trayectoria. Representa a ‘0s muertos a lo largo de un itinerario narrativo, Muchos indicios atestiguan en historia esta estructura de “galeria”. or ejemplo, la multiplicacién de nombres propies (personajes, localidades, nnonedas, eteétera) y su reduplicacién en el “indice de nombres propios”. Lo que prolifera en el discurso histdrico son aquellos elementos “debajo de los ales lo tno que se puede hacer es mostrar” en los cuales el decir llega 1 su limite, lo mas cercano posible al mosérar. El sistema significante ha cre- sido desmesuradamente con estos nombres propios a lo largo de esta orilla, {eietica, como si la misma ausencia de que trata le hiciera tender hacia el lado onde “mostrar” tiende a sustituir a “Ssignificar”. Pero hay otros muchos ndicios: el papel que desemperian los mapas, las figuras o las graficas; la smportancia de las vistas panorimicas y de las “conclusiones” recapituladoras, de los paisajes que van apareciendo a io largo del libro, etcétera y que son ele- mentos completamente extrafios en un tratado de sociologia o de fisica. ¢Serd preciso reconocer de muevo en estos rasgos una inversion li- ‘eratia de los procedimientos propios de la investigacién? La prictica, en efec- to, encuentra al pasado bajo el médulo de una separacién relativa a mo-celos presentes. En realidad fa fumeién especifica de la escritura no es con-traria, sino diferente y complementaria de la funcién de ta prictica, Esta funcion puede precisarse bajo dos aspectos. Por una parte, en el sentido etnolégico y cuasireligioso del término, la escritura desempefia el papel de wn rito de entie~ vr; ella exorciza a la muerte al introducirla en el discurso, Por otra parte, Ia ritura tiene una funcién simbolizadora; permite a una sociedad situarse en ‘un Iugar al darse en el Jenguaje un pasado, abriendo asi al presente un espa~ cio: “marcar” un pasado es darle su lugar al muerto, pero también redisteibuir ° Philippe Avis, Le Temps de Hlstotre, op, eit 9. 288 Cte P Arts, op. ct, p. 195.214 acerca de Lat “galeria de bisorin” 0 colecciones de retatoe bistros, "Claude Lévi-Strauss, La Pensée eawage, lon, 1962, p. 285, # propisita de los nombres 16 et espacio de los posibles, determinar negativamente Jo que queda por ha- er, y por consiguiente utilizar la narratividad que entierra& los muertos como medio de fjar un lugar a los vivos. El ordenamiento de los ausentes es el reverso de una normatividad que se dirige al lector viviente y que establece una relacion didactica entre el remitente ye destinataio En el texto, el pasado ocupa el lugar del sujeto-rey. Una conversign «scrituristica se ha realizado. Donde Ia investigacion efectuaba una critica de Inodelos presentes, la escritura construye una “tumba"™” para el muerto, EL lugar dado al pasado aetia, pues, sobre des tipos diferentes de operaciones, una técnica, otra escrituristica. Solamente através de esta diferencia de fun. cionamento puede encontratse une analogia ene las dos posiciones de pa- saclo ~en la técnica de la investigacidn y en la representacin del texto. La escrtura s6lo habla del pasado para enterratlo. Fs una tumba en doble sentido, va que con el mismo texto honray elittina, Aqui, el lenguaie tiene por funcin introducir en el decir to que ya no se hace. Exorciza a la muerte y fa coloca en el relato que susttuye pedagdgicamente algo que el lector debe creer y hacer. Este proceso se repite de otras manerns nada ciemtificas, desde el elogio fiinebre en la calle hasta el entirro, Pero, de un modo diferente a como ocurre con otras “tumbas” atisticas o sociales, Ia reconeluecién del “muerto” o del pasado aun lugar simbélico se articula aga ‘on el trabajo que tiene por fin crear en el presente un lugar (pasado ofituro) gue debe Henarse, un “deber” que hay que eumplit. La escritura recoge el Producto de este trabajo; de esta manera libera al presente sin tener que ntombrarlo, Ast, puede decitse que hace muertos para que en otra parte haya vivos. Mas exactamente, recibe a los muertos producidos por un eambio social, con el fin de que quede marcado el espacio abierto por ese pasado y para que todavia sea posible articular lo que aparece con lo que desaparece Nombrat alos ausentes de la casa eintroduciros en el lenguaje de la galeria esctturistca, es dejar libre todo el departamento para los vivos, gracias a un acto de comunicacién que combina la ausencia de 10s vivos en el lenguaje «on la ausencia de fos muertos en la casa: Una sociedad se da asi un presente gracias a una eseritura histrica, El establecimient literario de este espacio se reline, pues, con el trabajo que efectuaba la prdctica historica Como sustituto del ser ausente y encierro del genio maléfico de ta muerte, el texto histérico desempeiia un papel de actuacién excepeional El lenguaje permite a una prictica situarse con respecio a su otro, el pasado. De hecho, él mismo es una préctica, La historiograffa se sirve de 1" Le "Tanto" ex un género Mesto osscl desde ef siglo 40H, Tabi ef elato historiogrifico perienece a este pénero. : auehias uw le muerte para enuneiar una ley (del presente). No describe las précticas silenciosas que la construyen, pero efectia una nueva distribuci6n de précti~ cas semantizadas. Operacién de un orden distinto al de Ja investigacién. Con su narratividad proporciona ala muerte una representacin, que al instalas la ccarencia en el lenguaje, fuera de la existencia, tiene valor de exorcismo con ‘ra laangustia, Pero, por su manera excepeional de actuar, Ilona la laguna que «lla misma representa, y utiliza el lugar para imponer al destinatario un querer, tun saber y una leccién. En sums, la narratividad, metéfora de una actuacién, ‘encuentra apoyo precisamente en lo que oculta: los muertos de los que habla se convierten en el vocabulario de un trabajo que se va a comenzar. ‘Ambivalencia de la historiografia: es la condicion de um hacer y la negaci6n dde una ausencia; se porta ya como el discurso de un ley (cl decir histérico nos abre un presente que se debe realizar), ya como una coartada, una thusion realista (el efecto de 10 real crea la ficcién de otra historia). Oscila entre “hacer historia” y “contar historias”, sin que pueda reducirse a fo uno nia lo otro, Sin duda puede reconocerse el mismo desdoblamiento bajo otra forma, que remata la operacién historica, a la vez eritca y constructora: la eseritura ‘camina entre la blasfemia y la curiosidad, entre lo que elimina al constituirlo ‘como pasado y lo que organiza del presente, entre la privacién 0 el despose ‘miento que postula y la normatividad social que impone al lector sin que él lo sepa. Por todos estos aspectos combinados en la escenografia literaria, sim- boliza el deseo que constiuye la relacién con el otto; cs la marca de dicha ley. ‘Noes sorprendente que se ponga en juego aqui algo distinto del des tino o de las posibilidades de una “ciencia objetiva”. En la medida en que nues~ tra relacidn con el lenguaje es siempre una relacién con la muerte, el discurso hist6rico es la tepresentacién privilegiada de una “ciencia del sujeto tomado dentro de una division constituyente”™ ~pero en el contexio de la escenogratia de las relaciones que un cuerpo social mantiene con su lenguaye 2 aogues Lacan, Bors, Sev, 1965, p-RS7, Cle op cl, p 859: "No exist une cen dl hombre, porguee! hombre de a ienia ny exis, solamente existe use" is Segunda parte Produccién del tiempo: una arqueologia religiosa Introduccion Cuestiones de método atoms comprobar us demunbe dela practica religiosa en toda Francia durante la Revolucion y después de ella. Este cambio brusco de la situacién exige naturalmente una explicacién: debi6 pasar algo anteriormente para que udiera producirse esta ruptura, “Es un hecho que esta modificacién se pro. dujo may répidamente bajo los efectos de la sacudida de la Revolucidn, escri- ben E. Gautier y L. Henry, y esto nos hace pensar qute los espiritus estaban preparados para aceptarla".' {Qué debe hacer el historiador ante el azar, sino desafiarlo y plantearse razones, es decir, comprender? Pero comprender no ¢s esconcierse en una ideologta ni dar un apelati- vo cualquiera alo que permanece oculto, Comprender es tener que encontrar en Ja misma informaci6n histdrica aquello que la vuelve pensable Lo que la vuelve pensable Esta investigacién tiene muchos efectos. Nos permite hacer destacar wa serie de indicios hasta ahora no observados y en lo sucesivo “muy nota bles", porque sabemos aproximadamente a qué funcién deben corres- ponder. Pero dicha investigacién no puede poner en tela de juicio los conceptos, las “unidades” historicas o los “niveles” de anillisis aceptados "B,Gautiery L, Henry. La Popularon de Crla parcssenormande, Pars, 1988, 9,119, Laconel son de este esti, que es unmodelo dl géaeoescita y staladajustarentecomcapt por! Delumenn, Le Cvhicisme eve Lather et Fite Pars 1871, p 322 hasta este momento. Con estos criterios nos ponemos a revisar la idea de tuna “cristianizacién” en el siglo XVI, o el aislamiento de un “Antiguo Régi- men” como una totalidad distinta de lo que Ia sigue,’ 0 el alcance de los resultados que nos. proporciona cl andlisis “cuantitativo” de las pricticas,* Necesarios a la historiografia, estos cortes (de tipos diferentes) se Yen constantemente erosionados en sus limites por las mismas cuestiones que ellos mismos permitieron alcanzar. Las coherencias del analisis son atacadas alsevés, partiendo de un desarrollo, de sus extremos y de sus consecuencias. Resultan muy fidigiles ante estas puntas de lanza que avanzan, Un trabajo en tas “orillas” provoca su modifieacién o su reemplazo. En este punto se realiza el paso de un modelo al om, Llegamos asia un corte, en el que ya no interesa tinicamente la evo. huci6n de una sociedad (por ejemplo el derrumbe de las précticas religiosas), sino la de los instrumentos de su andlisis (por ejemplo el dudar de una deserip. ‘in cuantitativa) -ya no interesa el paso de un periodo a otf, sino la modi eacion de los modelos en fiancidn de los cuales se ta76 dicha censura histor ca. Entre estas dos especies de transformacidn existe una conexién estrecha, La historiografia se mueve constantemente junto con la historia que estudia y con el lugar histarico donde se elabora.* Aqui, la bitsqueda de lo que debié pasar en los siglos XVII y XVIII para que se produjeran los hechos que puc~ ‘den comprobarse al fin del XVIII, exige nommaimente una reflexi6n sabre fo que debe pasar hoy, y que se hagan cambios en los procedimientos historiogréficos para que aparezca una w otra serie de elementos que no entra banen el campo de los procedimientos analiticos empleados hasta ahora, Un caso particular de esta conexién se nos ofrece junto con un problema histérico bien conocido: la divergencia ceciente, en el siglo XVILy todavia més en el XVIII, entre la répida autonomia de los “filésofos" en to referente a criterios religiosos, y por otra parte, la tranquila persistencia, mas aiin, la extensin objetiva de las précticas religiosas en el conjunto del pais durante el mismo tiempo, Nos podemos preguntar qué relaeién mantienen las ideologias de las “Luces” con este estado latente de los comportamientos *Parmestc descrsaniads, era necesario qu ess poblaciones)hubiecan estado un da cistianiza {ist La medida de esantzcin ns tela land ea desritinzaienesrbe Delumea pci p.326,Porel conto, si nos emontames del deante de eka eigen sus esas el cards sper de ls pedticas cristina, medemos mejor la "etisantznn”ytalvereeuance Imesaeseconcepo, *Ladivsién came histori moderne historia contemporaine et ca ve misrelativa, yal seins, \sbido a ani de as continidadesecoatmieas,demogrficts, cultural, cetera l desc Inieto de dscominuniades que no conesponden ala division del fin dl ihe * Sobre ambivalence ov datos cusstitativs seferentes la prices Veligisas, ef da, "La ‘nversindeto persabe”spp 129s, ‘Ch supra, Hacer iti pp. 33-6, 122 sociales contempordneos. Es claro que esta distorsiéa tiene un fundamente social y econdmico en el enriquecimiento de una alta “burguesta’ que se ale} cada vez mis de las “masas” nurales. Pero es preciso interrogarnos tambien sobre las consecuencias, en nuestra interpretacién, de los métodos distinto que utilizamos en los dos sectores: uno, ideolégico y literario, en lo que s refiere alos sistemas de pensamiento; otro, sociolégico en lo que se refiere 1 las précticas. Tal vez nuestra dificultad para descubrir una relacién entre las ideo. Jogias “progresistas” y las “resistencias” socioculturales, se debe a la hetero ‘geneidad que plantean a prior’ los métodos que se produjeron como reacci6 i del uno contra e! tro, cuando la cuantificacién de los “hechos” positives ft> promovida por Gabriel Le Bras frente a la historia doctrinal francesa (liters Fao teoldgica) 01 las tipologias tedricas alemanss.® Precisamiente debido a las renovaciones que el mismo Le Bras hie posibles, este andlisis sociotgico nos muestra sus propias limitaciones. Pat ser breves digamos que este tipo de andlisis vuelve impensable la especifi: dad de las organizaciones ideolégicas 0 religiosas. Las convierte en “repre sentaciones" 0 en “reflejos” de estructuras sociales, Dicho de otra manera, las elimina como factores reales de Ia historia: son tnicamente excrecencias » efectos secundarios, preciosas en cuanto permiten ver, por transparencia, 1) que las ha provocado, Formatidades en historiografi. Asi procede GE. Swanson, por ejemplo, en un estudio may reciente en el que trata de probar la dependencia de las formaciones y de las docttinas religioses del siglo XVI, relaciondndolas con las estructuras del poder politico.” Los repartimientos regionales en materia religiosa, asi como las teologias, son pat €l la proyeccidn ~o el *reflejo"~ de formas de gobiemo que ha previament2 inventariado y clasificado, La tesis de Swanson sobre el origen politico de las docttinas refor- ‘madas tiene fa nitidez de una posiciOn que acomete francamente un problema fundamental. Nos permite identificar algunos principios que se encuentran ‘Chic npropésito de G. Le Bas, los estidios de Henri Desroche en Rese d Histoire et de Philosophie religienses 8.1954, pp. 128-138, ye Frangois amber en Cahiers internationaus de socolo {204 1956, pp 149-169, " Guy Swanson, Religion and Regine: A Sociological Account of the Reformation, An Aabcr 1967. Laobrade Swanson (poesor de soislglaen Berkeley) fe ocaién de Jeate toda ‘muy inerestne ene N.Z Davies, LV Brode, H.G, Koengebergery GE, Sanson)’ Revalane ela Reforma: Un simposo" publcado en The Journal of Inersciplinay Hier, vo. 1771p 379-446. Los problems ploteades por Sanson ene iva analogia cn los gu eset hn © ovo Lucien Goldmann, Le Diewcuche, Gala 1956, 2 ‘ambién, pero gencralmente recubiertos por laerudicién, en muchos de nuestros tabajos hist6ricos, Enumero a continuacién algunos de ellos: 1) La historia proporciona “hechos" destinados a llenar los cuadros formales determinados por una teorfa econémica, sociolégies, demografica 0 osicoanalitica, Esta concepcién tiende a lanzar ala historia del lado de tos “ejemplos” que deben “ilustrar” una “doctrina” definida en otra parte, La afirmacién inversa puede llegar al mismo resultado. En su piedad vor los “hechos”,¢l erudito recoge elementos necesatios para la investigacién, ero encuadrados y movilizados en tn “orden” del saber que él desconoce y jue funciona sin que éLlo sepa. La apologia de los hechos repite las formas de identificacion, Tiene por corolario implicito a preservacién de las normas de las ideologias que determinan su divisién, su clasificacién y su organiza- in al servicio de los mismos postulados. “Ilustra”, pues, una doctrina, pero ana doctrina que no se demuestra, y de fa que no se nos dan sino los “ejem- 310s” “Ios hechos”. 2) La faxonomia, en Swanson, proviene de una socioetnologia de as formas politica." De ahi obtiene los criterios para su estudio histérico reerca de las raices sociales de las doctrinas religiosas -posicién normal ouesto que los cédigos interpretativos det pasado nunca nos vienen de ese nnismo pasado. Pero él supone también que esta rejilla sociolégica se acerca nds ala realidad de toda sociedad e introduce su propio referente en el and- isis. Le concede la capacidad de corresponder a la “verdad” social, de mane- a que las otras taxonomias deben reducitse a ésta por ua serie de transfor- naciones, Esto ¢s olvidar que ningtin eédigo es, como eddigo, mis fiel a lo “real”; Ia eficacia de un c6digo proviene de su poder operativo, es decir, en cuanto es instrumento de una operacién de la sociedad sobre ella misma. ‘Shora bien, aun suponiendo que en las sociedades contempordneas el cam- sio se efectia y se piensa de un modo sociol6gico, no siempre ha sido as “Ina perspectiva histrica debe tener en cuenta las sustituciones sucesivas de (0s cOdigos de referencia y, por ejemplo, el hecho de que el eddigo “teolégi- 20” desempeitaba en el siglo XIII el papel que pueden desempefiar en ues- 0s dias el e6digo “sociolégico” o el “econdmico”, No deberiamos contside- ar como insignificante Ia diferencia entre los cuadros de referencia en fun- vion de los cuales una sociedad organiza las acciones y los pensamientos. Redueit un eédigo a otro seria precisamente negar el trabajo de la historia, 3) Finalmente, le parece a Swanson, como a otros muchos, que wt nnodelo tinico (aqui, politico) podria, con todo derecho, dar cuenta de la "Swanson dstngue na menos de I arma de gobiemo,yeadasnadeellasngendha un ip tligiosd ee ee rep, 24 sociedad en su globalidad. Un solo sistema de explicacién deberia, en princi- Pio, integrar y cubrir Ia complejidad. El objetivo, pues, de un anlisis cientifi- co debe ser reducir ala unicidad de wn modelo teérico la huidiza moultiplicidad de las organizaciones sociales, Esta conviccién tiene porlo menos dos orige- hes que se refuerzan el uno al otro: por una parte, un postulade emolégico, segin el cual las sociedades “salvajes” pueden reducirse a un sistema; por otra parte, fundindolo en la operacién que convierte la relacién civilizado- salvaje en una relacién intema entre as sociedades modemas, un postulado Jerérquico segin el cual a algunas de las fuerzas 0 de fos valores que circulan ‘en una sociedad se les atribuye el privilegio de representar el “factor predo- ‘minante”, el “progreso” o “lo esencial”, y sirven para clasificar a todas las ‘dems. El lugar “central” que se da a una categoria de signos funda la posi- bilidad de clasificar a las demés como “atrasos" o “resistencias”, y propor- ‘ible portraits cognoscbies, Deewamanera,en urbanism, se tata de pensar enw pila desisemasmbricadosy que compen, pro quenn pode ser redicidora model treo integra del bol CR Chisopher ‘Aleander, Dela synize dela forme, Dans, 1975, su atcalo "Una shuld oo es wn bol” ca “Architecture anor, 1957 varia (el sistema religioso, por ejemplo, no siempre ha sido estable ni dis- tinto de lo que ha legado a ser sistema politico); que ls egmpatibilidades, Jas relaciones y las compensaciones reciprocas entre estos sistemas diferentes, especifican a las unidades previamente divididas por la historia; que, final: mente, el proceso por el cual estas unidades s@ deshacen o se imudan pare dejar el lagar a otras, puede ser. analizado como el encaminamiento de dichas combinaciones a umbrales de compatibilidad o de tolerancia entre los ele mentos que conjugan. La dentiticacién de estos sistemas es evidentemente relativaa condi ciones y amodclos de investigacién, Pero, eso es simplemente decir que lo: Sanalisis cientificos intervienen, clasifican y operan sin jamais poder integrar n superar, por el discurso de la historia, a fo real de que hablan; ellos formar parte del, y del dependen como de un suelo cuyos desplazamientos ditiger sus movimientos, Nos ha parecido interesante examinar, segin este esquema global, movimiento que se produce al nivel de las practicas religiosas durante lo siglos XVII y XVIIL Este movimiento pone simulténeanente en tela de juice alas modificaciones sociales y a los cambios en fa axiomiitica del obsar = Aqui vemos constituirse como distinto del sistema “religioso” wn sistema politico y después econémico, en un tiempo en que, como fo ha mos. trado R.R, Palmer, el cristianismo condiciona todavia el curso general de hy filosofia, Otra combinacién social de sistemas distintos, al mismo tiempn gue otro aspecto de lo pensable, se insiniian poco a poco en el element todavia masivamente religioso (lo que no quiere decir necesariamente cristin no) de la poblacion francesa, = Una nueva formalidad de las priicticas permite captar estas trans: formaciones estructurales al nivel mismo de las conductas religiosas y de sit funcionamiento, sin tener que pasar necesariamente por las ideologias qu= labora una élite intelectual, ~ Por esto mismo, por la posibilidad de aistar estas dos series, tsi vez tengamos ya el medio de analizar eémo por una patte las priicticasy las ideologias se articulan cn wn caso particular, y por oura parte como se r iz el paso de un tipo social de articulacién a o7ro. ° Robert R alae, Cathotios and Unb vers in Eighteenth Cenarry France, Princeton Univesity Press 1970. Capitulo Tt La inversin de lo pensable* La historia religiosa del siglo XVI Considerad enunpriscipo pati deo qu se lama a vida espinal”, ¥ por consiguiente en un campo relativamente estrecho, la historia religiosa del siglo XVII francés nos. ofiece, sin embargo, cierto mimero de problemas que se refieren a sus métodos y a su misma definicién.! Al presentatlos aqui en forma de cuestiones, distingo, un poco arbi- ‘tariamente, en las determinaciones caracteristicas de las investigaciones que hacemos: I. as que aparecen primero ligadas al contenido de la historia, a la sociedad eclesiéstica 0 alos fenémenos religiosos que estudiamos; 2. las que se refieren a su organizacién cientifica, es decir a nuestra manera de “com- prender” Ia historia y por consiguiente a la relacién que mantiene eon sa objeto religioso nuestra éptica actual de historiadores. Desde el primer punto de vista, bay cosas que se mueven delante de nosotros y que podemos ana- lizar, desde el segundo punto de vista, somos nosotros los que nos hemos movido en relacién con la manera como eran vividas y pensadas esas cosas Por sts contemporineds o por los historiadores que nos han precedida. No podlemos eliminar ninguno de los dos aspectos. Su conjunto define al trabajo det historiador. studio publicndo en Recherches de science rligiuce, L0H. 1969, pp 23-250, ‘Para la bbtiogrfis, me remit a fos dos cuadeos qe tazaon Rend Tavenett, "Lavi religion Franca desdeel advenimiento de Enrique asta lee de Lae (589-1315) en Mistarons _séographes, wim. 200 (octubte 1966, pp.19-130), y Pierre Chan, "El siglo XVIL eligiosn, Re Mexiones prevas en Anaer Bx 1967, pp. 279-302 1. La religién en la época clisica Las fuentes de la historia religiosa determinan el paisaje que “reconstruimos” con ayuda de la documentacién que ellas mismas nos. proporcionan, Algunas ‘opciones sobre el lipo de historia que vamos a produit se toman desde un prin- cipio, junto con las fuentes que nosotros mismos nos, damnos y con las que selec- cionamos para investigarlas. Me reservo esta cuestién fundamental para la se- gundaparte, solo ee aqui la historia hecha, el relato que nos ha dejado la abundante cosecha de la erudicién, Este “contenido” se presenta segsin diferen- tes tipos de organizacioin, Bajo este aspecto, los factores dindmicos y estrctt- rales pueden distinguirse segin se refieran mis bien al funcionamiento interno de la sociedad religiosa y de la experiencia cristiana (por ejemplo, la designa- cidn de la hereja,laselacion “élite-masa”, la condicion el papel de la doctrina, cetoétera}, 0 segin permitana dicha sociedad definirse en relacién con wna exte- rioridad (un pasado, un presente host o diferente, la “asuncién' religiosa de elementos no religiosos, eteétera). Serd preciso superar esta divisidn, que sin embargo nos ayuda a aclarar y a clasificar algunos problemas. A, Equilibrios y tensiones internas (dindmica de la sociedad religiosa) Entre las tensiones propias del siglo XVI, mostraremos algunas, presentadas ‘bajo una forma antinémica, necesariamente simplificadora. Estin evidente- mente ligadas a una percepcidn contemporanea (;hasta qué punto? es discuti bie); pero este hecho es seal indicadora de nuevos “lugares” para la investi- zgacin y es necesario determiinar nuevos instrumentos para analizar mas fina ‘mente los problemas presentados por muestras cuestiones. 1. La herejia Como lo ha demostrado Alphonse Dupront, "un primer dato brutal, tan evi- dente como capital para el espiritu modern, es la transformacién progresiva, de Ia herejia en confesion y de contesién en iglesia... Tal es, mi parecer, el inayor hecho moderno:el hereje notorio se convierte pablica y oficialmente en ministro de iglesia, de otra Iglesia"? Alphonse Duprnt, "Reflexiones sobre la herein modem, en Hérdles et Societe dans Europe presindusoele, Stone ses, Moon Co, 1968p, 291 130 Indicio capital, en efecto, porque en lo sucesivo la condicién del co forme y del no conforme, del ortodoxo y, como dice Bossuet, del “errante”, ie vwuelve problemdtica en el sentido en que los crterios doctrinales se desacreci- tan por el mismo hecho de la oposicién de unos contra otfos, y se impoue progresivamente, como eriterio de sustitucién, la adhesion al grupo religios » A partir del momento en que los principios se relativizan y se invierten, la pertenencia a una Iglesia (0 a un cuerpo") tiende a fimdamentar la cere, is que el contenido (converido en algo discutible, puesto que es parcial, 0 comin pero oculto,“mistico”) de las verdades propias de cada una de ellas La antinomia (mas ain, Ia agresividad) entre los grupos toma ia ddelantera sobre las disputas entre “venades”; arrastra consigo un esceptic mo que puede observarse por todas partes: prepara tambign (y ya esboz) un tipo no religioso de certeza, a saber: la partcipacién en la sociedad civ | 1Los valores invertidos en la Iglesia se encuentran, por el mismo hecho de su fragmentacion en iglesias coexistentes y mutuamente opuestas, bons s ‘ala cuenta de la unidad politica o nacional, Una Iglesia que ha abandonado Often paicular Hens Busson, Le Pei reigieute en France de Charon Pascal; Reng Pat ‘Le Libertnage radi, Boivin, 1943; y seb todo Richard Pophin, The History of Sceptclam ron Erasmus to Descartes, sen, Van Gort, 1960, “Chr Fresetico Chabod, da di Nasion, Bat 196, verdades funcionan de un modo nuevo. Pronto, las doctrinas van a ser consideradas como efectos, después como “superestructuras” ideolégicas © instrumentos de coherencia propios y relatives a las sociedades que las, han producido. En esta “herejia” global, un criterio social sustituye a un criterio veligioso. Esta herejia se identifica sin duda con el fendmeno historico cla ficado hasta ahora bajo la categoria (religiosa) de “descristianizacién”. Esta se puede analizar a través del mievo empleo en pleno siglo XVII, de reglas que permitian hasta entonces calificar como “heréticos” a los movimientos, que se desolidarizaban de la tinica sociedad religiosa o que la amenazaban. Estas reglas (de discemnimiento) funcionan de manera diferente al insertarse en una situaci6n nueva, Por ejemplo, ellas nos sirven para restaurar las from teras que separan a los “cuerpos” institucionales, en el momento en que parece escaparse una vida “mistica” (oculta bajo las divisiones visibtes) cada vez mis homogénea entre los miembros de los grupos opuestos y como “ ‘ sus determinaciones de superficie: los “espirituales” protestantes 0 catdlicos, jansenistas o jesuitas etcétera, se distinguen mucho menos por la naturaleza de su experiencia que por el hecho de afiliase a grupos contra- ros. Muchos de ellos manifiestan a menudo el rasgo comin de ser sospe- chosos (a ellos mismios y a veces a sureligién) porque traicionan, en nombre de una “interioridad”, alas instituciones tradicionales de su sociedad (cf. 1 antimisticismo), Por este motivo se dislocan, si puede decirse asi, una utiliza ci6n social de los eritetios religiosos y una reinterpretacion mistica (final- ‘mente personal, “oculta” y muy semejante en individuos que pertenecen a grupos opuestos) de las miismas estructuras religiosas.* La recuperacién de lo visible, que el Concitio de Trento se habia impuesto como tarea pastoral y doctrinal,¢ parece conducir, en realidad, a dos efectos contrarios. Por una parte, las instituciones religiosas se “politizan” progresivamente y terminan, sin saberlo, obedeciendo a normas de sociedades o de naciones que se enfrentan, Por otra parte, la experiencia se hunde en un “abajo” oculto o se marginaliza, localizada, en un “cuerpo mistico” o en “efrculos devotos”. Enire las dos, conservando por un tiem- po la estructura y el vocabulario mental de una jerarquia “eclesidstica”, la “razén de Estado” impone su ley 7 hace funcionar de una manera nueva a * teeho ex patente en: Jean Ovibal, Le Rencontre de Carmel théréten ave les mystique du Nord ron, 1959, y en J.B. Neveux, He Spruit We tcile entre Rhinot Darabe au ste tiéte, linksiek, 1957, 5p. 361-524 Ch. Alphonse Dupron, "Del Conc de Tent.” en Ree histrigue 206, ost die, 1981, y “EL CConcliade Trento", en Le concle tee conces, Chevetogne, 1960, pp. 195.383 ”omologasy pra err sociedad clea y Inne sociedad poles aparecen laremeete cue ‘sio de Etienne Tins, Ratton &"Euat e pentée poltiqued lépeguede Rickeliew A Calin, 1966. 132 {0s antiguos sistemas teolégicos: por ejemplo, Ia idea de cristiandad resurge en las sociedades privadas (como Ja Compaiia del Santisimo Sacramento) bajo la forma de un proyecto totalitario, utopia cuyo bagaje mental es arcaizante (aun cuando a algunas ideas son reformistas) y euyo apoyo no ¢s sino un grupo secreto, © bien Ia idea de un orden cristiano se opone, como antitesis, a la realidad potitica; una espiritualidad se forma como teverso, primero “mistico”, después “loco”, “idiota”, del nuevo orden de cosas, que es “laico”. O bien, la reflexién cristiana lanza del lado de Ia “intencién” a las Leyes y a las reglas que orga social, tban antiguamente la vida 2, Conciencia religiosa colectiva y representaciones doctrinales Al mismo tiempo se aviva una diferencia (considerada como intolerable) entre Ia conciencia religiosa de los cristianos y las representaciones ideols- gicas o institucionales desu fe. ¢Se trata, acaso, de un hecho verdaderamen- te muevo? Lo que llama la atencién, sobre todo en los textos, no es tanto el ‘hecho de ta diferencia (siempre muy dificil de apreciar) sino el sentimiento explicito de un distanciamiento entre las creencias y las doctrinas, o entre la experiencia y las instituciones. Muchos signos tienden a sugerimos esta hipdtesis, De la inmensa Protesta contra las instituciones, la brujeria, por una parte, y el escepticis- ‘mo pot otra, nos oftecen indicios convergentes (uno populat, otro intelec- {ual).* Los mejores teblogos recurren a la experiencia del “analfabeto”, de Ja “muchacha campesina” 0 de los barrios populares.° El retorno de los {atnsiavacin dl ecto ptt en etesilogn deli “La idea de Tpesa ent lo eatiisos del siglo rr ‘Scienze Storck, vol, 1955, pp, 11135, “Loshistoradores de hoy tabuyenel primero ala ignorancs; pet lobar de esta manera adopan interpretaci de los isioneos0 de ls jeces da sale Xu, Caneste mod de pred eas pe dag tesimoniotador ellos del apron socal (nuevo, segtincree,enelsiglosen) quchace de laportelpa, linen laser deinido por una (te) laconic de pertenenia la soca delipumrcgoce stmedio de que dspone una sociedad para jerarghizatasusmicmbroso pars clinic los eevee’ osonfures com iarazin comin? La cuesin sigue bien ladies lt M.de Care, [Absent de I steir, Mame, 1973, pp. 13-39, “Usa mutacin culty eigiosn Los mags tte fos bros el sgt xv Mare Soriano, Las Contes de Perr Galina, 1968, pp. 90.92 "ste dene imprsions macho a Rear Bernd cn ectensiato slain Mavadelni, tos cases ‘un confmado esta ntuiién. Se pon tabsjr mas ssemsicente sabre el tm nla ves ao intelctn (pre idcoigics) pauperis, del“ernd", den" pore muchacha ese Eslnepe iia (en un sete nuevo} dl tera quecponl, do sgios antes (Nv y v7), ellaeoieponde soccer dotetelogoyes deci dos categoria dela glesa (of tn stn a rapes M.de Caren “leas iastodo. Historia de cara de Sorin acerca de joven det camuse"en ered Asetiue ee Mstinn, glo wes también evocas por Sean Orca Relasiont del vCongreeo Iniemazionale 133 isioneros al intetior del pais (objetivo de una nueva reconguista del saber, ya lo veremos) hace del campo francés el lugar donde debe producirse una ‘renovacion, el origen santo de un nuevo comienzo apostolico en tierras “sal- ‘yajes" “movimiento paralelo a aquel que conduce entonces tantos ermita- fios catdlicos a fos “desiertos” franceses.'" Mas intimamente, se insinia en ‘muchos eristianos notables del siglo XVII, la duda en lo que se refiere a las expresiones de la fe, 0 la dificultad de encontrar en las autoridades algo que no sea un medio de practicar la humnildad. La referencia alo experimentado (consolador © desolador) nos. remite sin cesar al problema de su relacién con lo representado (ficial, recibido 0 impuesto). Esta evolucion se ve acompafada por dos fenomenos aparentemente contradictorios, pero, en mi opinion, coherentes y en todo caso bien claros: Por una pare, la religion se va llevando progresivamente, durante todo ef siglo XVI, al terreno de la préctica. Y la préctica es un hecho que puede comprobarse. La prueba que la fe se da de si misma ests en la visibili ‘dad apologética de una creencia que obedece también, en Io sucesivo, a los imperativos de fa utilidad social bajo el seggo de la filantropia, y dela defensa del orden, Estos elementos distintos tienen una importancia variable. Intentan defender una originalidad cristiana (tendencia “jansenista”) 0 introducir al cristiano en las Teyes de la moralidad piiblica (tendencia “jesuita”), Pero tie- nen algo en comiin; ambos dan testimonio de una desconfianza en to referente a representaciones religiosas, colocan un gesto social en lugar de la asimila- ‘i6n interior de una verdad cristiana universalmente reconocida por el dere- cho. En el limite, el gesto mismo constituye la verdad, puesto que se trata de “ponerla en prictica”. En lo sucesivo, el lugar Fundamental seran las costum- bres y no la fe. El criterio religioso cambia fentamente, y cl que se elabora de. esta manera en el siglo XVII en el interior de la Iglesia, es sin duda el mismo que sobresale en nuestros dias, promovido a la condicién de criterio cientifico, en la “Sociologia religiosa” ‘1, 1966, 369412, Tada coments eaprtua” (cus lovalizasinescambian lo) 6 conse ‘eno de esta perspectva. Enel siglo xvtcomnienza com la primaclaconcedi asabidrla de es Sans” muchas veoesopuests a lateologa “positive sobre too aln“ecoldstic)¥ consi con \aspologa del“ al omenzarel siglo de las "aes" Hasta ls santoreninchadssen esta capa As a-itelecak; por ejemplo San Jt, tenido com mise del silencio antes de eomvetise ene pattono (en el siglo xe) des esrctaresy vires fautaes (ft. Jacques Le Bass, en Nouvelle Histoire de” Egire, Sei, 1958, pp. 428-430) " Rodemos leer de esa manera, feo yo cot afectades por ee duble sti os datos eds pox (Carles Berthelot du Chesnay, Les Misons de Sait Jeon Bes, Procure de los Exit 1967. El Siluje del interior delentrtor eu ter coin at a iterate sioner el salvaje soporte a Cuizado, CH. René Gontar, La legend dc bon Sauvage, Metis. 1945, 9p, 5470, "Cie. los estudio de Pete Doyen patcularel art "Fremisma” en sy, 1960, 6 991982 tonnaire despots, EL otto fendmeno es la funcién mieva que adquiere el saber en 11 instauracién o la restauractén de un orden, servido al mismo tiempo « Justificado por la cruzada pedagogica de ta Iglesia, Las grandes camparas escolares y misioneras de las iglesias en el siglo XVII son bien conocidas: S= irigen ante todo a las “regiones” geograticas, sociales y culturales, dejados hasta entonces sin cultivo porque se las creia asimiladas por las estructures globales: el campo, el nifo, la mujer" Estas “regiones" se emaneipan, se cor vierten en peligrosas para un orden nuevo, Me pregunto si la “explicucién’, que durante el siglo XVII tiende a interpretar estas resistencias como conse~ cuencia de la ignorancia, no es sino el indicio de la funcion que ha reeibid progresivamente esta “reconquista” porel saber. Una unidad nacional es er tonces promovida y delimitada por la adquisicién, en un principio eatequetic de los conocimientos. EI “resto” sera arrojado al folclor o eliminado.” Tal vez desde este punto de vista, en la Francia rural “clasica’ todavia por descubrir," seria necesario precisar Ia relacion entre los “ure tes campesinos” evocados por Roland Mousnier,** las “rebeliones salv: Jes", las fiestas convertidas en motines,* la criminalidad en el campo, les restos de brujeria, eteétera, por una parte, y por ora, el eardcterintelectus del movimiento catequético "’ y el esfuerzo de escolarizacion animado per la Iglesia. Como la filantropia de los devotos se dedica a “encerrar” a Jes pobres al mismo tiempo que los socorre, como, con un mismo gesto de fiende la pobreza evangelica y reprime la pobreza delictuosa," de la misint manera la campatia escolar podria haber desempeiiado estos dos papeles Obedece al imperativo del orden piblico. Una redefinicién nacional, entor © Seta terse ela ppt deamon ni milog a qu Phipe Asm see tno en Enfant et ae fale sous din Rego (Pn, 1960), Peete pista agian Fat Manfred rantemene (Niel IE sppoeel te matin eG Recs Laleme cn ese Pera 938 "Estes, deste, soups, core een dlimensoeaayo pledge desarrollaba eatonces en Franci Pee °C." ao Hine gdp ni 20a 1967 9.71595 (4 ani de ver oe a Nae Vs ogee Presale Soe 1B5D, ysobre tb E Gabor Itncen gine A Col, BOD pp Fed "crs pases. Les pss dan les hse ce Cama 1967.1 ‘tesimamel LeRoy Late, Les Faron de angueday Seven, IGG Lp. 1 slay se Dect iro, ail ej mics wpe ea abn ea Lange (ated seein actors Lev Sty) ania ape eset ea eng "eyelid 1 deers gents msoscamane Lasers Sanu pide snonia "CE Jan Cae Del “Lagi prin” Les Origins dacachiomemaden, Abie 1967 -vo-278 "Ct; sre Dejo, "Ptr cua inne des 1967p. 137-183, Delete pons evi, Soil Sutin Savarmerto aby cnsu ariel ence dena pores tpi etano an pie estn)oahere opel ple ces, divide al pais segiin eriterios culfurales impuestos por la coyuntura; estos criterios habian sido aceptados por el apostolado cristiano, pero de ninguna manera determinados por él, y tal vez fueron eficaces sin que se iera cuenta, En este punto se impone la hipétesis de un funcionamiento ‘nuevo de las estructuras religiosas, 3. Ideologia religiosa y realidad social Elinterrogante que plantea este funcionamiento social dela religién nos remi- te auna cuestiéa més amplia, lade las relaciones que mantienen las represen- taciones o las ideologias religiosas con la organizacién de una sociedad, y de un modo secundario, la de los crterios de que disponemos actualmente para juzgar una “realidad” social que permitiria apreciar bien sea el engafio (si se trata de efectos de superficie) o a eficacia (si son determinantes), y en todo caso el sentido de las expresiones religiosas. Lucien Goldmann plantea la cuestién con toda brutalidad bajo su pri- ‘mera forma cuando muestra en los lepistas una reeccién acompafiada poruna dependencia econdmica ereciente de todo lo que se refiere ala monarquia; la retirada “jansenista” expresaria solamente el resultado fatal de una oposicion desprovisia de poder: serfa una renuncia sublimada,"® Comprender la “ideolo- aia” jansenista, para él, consiste en identificar‘“Ia infraestructura econémica y social” que se manifiesta” Este problema pesa hoy en dia sobre todo andlisis de teologiaso de espiritualidades. Pero la brillante demostracién de Goldmann nolo resuelve, en la medida en que sigue siendo una tautologia, es decir, en la medida en que, ignorando las resistencias del material historico, realiza una seleccién y extrae solamente los datos que van de acuerdo con un sistema de interpretacién “marxista” preparado de antemano. La cuestién queda abierta, sin embargo, aun cuando no pueda resolverse con la sustitucién de una ideolo- gia més antigua (teoldgica) por otra mis reciente (marxista) Antes de considerar cémo una historiografia religiosa puede defi- nit la relacién entre un modo actual de comprensién y la manera como Ios hombres del pasado se comprendian a sf mismos, es posible comprobar, centre los elementos que descubrimos en el siglo XVIT, una homologia de las estructuras del pensamiento con las estructuras sociales. Parece que hay una conexién entre los movimientos intelectuales revelados por una "1, Gokdmana, “anseismoy nobler de toga en Le Diu each, alimar, 1985, pp. 115-116, Le iMeologiajansenisa representa, para eso “oficiales evar aibusiones se asfieren alos comiaros el rey (1635-1640, la iepostilidad dion de realizar vida valioaenel mundo” (. 11. ibid, . 186 136 : historia de las ideas y las madificaciones o jerarquizaciones descritas por tuna historia social Darnos cuenta de ello es una primera obligacion. Calificar esta co- nexion (y tal vez que tener que modificar la idea que teniamos al principio, o Feconocer alli resultado de una “mirada” que hace resaltar el paralelismo), es tuna segunda obligacién. Mc contentaré, pues, com sefialar en primer lugar algunos datos que sugieren un paralelismo entre ideologias y modificaciones sociales, a) La organtzacién de las etencias eclesidsticas cambia durante el siglo XVII. A través de un nuevo reparto de Jos conocimientos y de una tedefinicién del conocimiento, se realiza un desplazamiento que tiene sus analogias en la sociedad: el lugar otorgado al saber religioso en la cultura ‘general; fa localizacién creciente del rectutamiento social propio de este gé- nero de sabios; fa venta, més ain, el formato, la ilustracién especializada, etoétera, de diversas obras publicadas, y los organisms socioculturales que su circulacién permite distinguir en la superficie del pais o seiialar en su cespesor (Iugares de venta, precios, citas o menciones en otros textos 0 en ceartas, toda una serie de indicios nos traza con lineas punteadas el esquema de estratificaciones mentales y de grupos que de otro modo diffcilmente po- aE CTasificaba Tos comportamientos efi tina subseceion laniae weotogla ‘motal” y jerarquizaba Tas Conductas seyan las normas de la docinar Eee | (olucion presenta muchos signoss el primado epistemolbgiea deTasticao lareflexign sobre lasociedad; Taaprecicionde teste ee feTaTeligion seguin “valores” ‘antes al teologi Una “ciencia de las cost” pees eer | “Ta ideotogia religiosa y ais elCIoR en etismo silo nue sles | | 1 {ue son los suyos propios (el bien comin, la exigencia de la conciencia, el Progreso, elcétera); el repliegue de la religién hacia las “prictivas seligie $28" 6 su alineamiento bajo estegorias impucsut a eee ee Biainalicidn del cultoporla ley evilommordl canes “Surin itereste conionav EAE Ses see de una trayectoria on un anilisis de las précticas como enunciadoras de sentidos. Numerece estudios nos autorizan a formmilar algunas hipétesis ‘cuales podrin ser debilitadas, precisadas 6 confirmada lares, Las clasificamos aqut en etapas destinadas a ha nexiones que pueden captarse partiendo de pricticas r sig de las iglesias a la “razén de Estado" (sia 18 comportamientos: una nueva formalidad de las pri ic una alfemiativa entre el deber de estado y el profetismo; 4) la’eman ion Tena cca: Tegalidad”y"wilidad” En eTSGTORVIM, 5 a sates \Soultural:Tas leyes del grupo religioso, 1. De la divi (siglo XVI) A fines del siglo XV1 y a principios del XVII, la divi sobre esta materia, las Spor encuestas particu, cor resaltar algunas co- religiosas: 1) De ladivi- D; 2) la potitizacion de ticas"3) el “practican. a n de las iglesias ala “razén de Estado” ‘sign de tas iglesias no solamente revelaba una “desagregacién de los principios y de las estruetune Sisicas de In Edad Media”, sino laaceleraba y ademas producia un efecto de disuas ves: en el Nuevo Mundo, en Africa o en Asia, Fatt impacto se multiplicé con el descubrimiento de otras religio. Anteriormente, un marco tinico de referencia ian 9, las manifestactones rociales de Tas istcma, teoldgico, a Ia herejia o a Ta defensa de una autouomls a tos Jerechos del rey. Por este mative ones sociales Ae Ta s2fechos del rey. ccmmnesiactones sociales de Tas ‘exgiias medioevales son feoldgicas, precisamenté Porque he Heron aire =medioevales son feo! Prcclsament® porque no Tienen « Jose #4, La Réforme de Luther, td. fe, Cet 1970, 1p 2, nto de referencia, y la teologia, equivalente medieval de nuestros cédigos Sociol glee eeeanticon Seal Eae aaa Nee Fncoitabs, pues. elena, waradr a eye vo TRAM slTes Eason WHTEY Tne Tn ¥ tal vez todavia mas, porno poder manifestarse como algo diferente del siste- ma de referencia, porno tener como punto de apoyo de su préctica, ol 2bdigo, sino el mismo, doctrinal, al que estaba poniendo en tela de juig La divisién y la incertidumbre Con la pluralizacién de los sistemas de referencia, se crea un nuevo espacio social. La hersjia se convierte en Ja alteridad que se insinia junto a la le comiin,"* gn un espacio propio que no se puede reducir a una antley, Esia sittin no se tole Tinea ponte bee a a Fe grupo Enel siglo XVI lasiuncignseeanes selene pos el tnt os grupos, Seve que to eno ons sac or tnmcone hance rezcatna mera ley Durr prada se etplna lee one Tentas contra la hemorragia de los sistemas integradores (guerras de religicn, luchas sangrientas contra la brujeria,etcétera) y los tanteos que tratan de re Las referencias totalizadoras y lng discursos dagmiticos.que-vienen Sa wiet roel enciauees meee un conunt donde too baba de uma nidaddsspacede Lehn no e sino una parte de un peje desonenado we eege See CDherela Lp alee decussate ho tas formaciones religiosas Tragmeatadas, 3€ descubren Zonas enteras (como 18s Nuevos Minidos) que no pueden encasillars cos de referencia “iraiteN través de encuadramientos sociales y simbilicos, se entregan ts] alucinaciones de brujeria que crea esta terrible ausencia, El esceptismo se extiende y da testimonio de Ia misma ausencia, pero en los medios cultiva- dos." Brujeria y escepticismo van trazando un vacio que Hear una Razin Universal o una Ley Natural ——erir~ "Ch Alphonse Doprort, "Releiones sobre la hea moder”, en J. Le Gof (68), Héresis RakrtLenale (he fe oe denature, A. Mich, 1969, 9.283) eee de, Sequin comune, pe ie Raia Mule ans ay 1 he Seng Mors L4 SoURSH OT om ne Stent, ar, Lara, 1970, BD. ¥ Georges Goode Dio le nates homme ou sede mires, Pay 1972p 48 2 Yuen Pasa, Inexpresi ene w verti pvorstivo (ef Pens, Bf 194, not). Enelsigi Xt, sola Encik Enccopes, sea design neoito de incpineehepucy,engaiad pores que ‘ensadpee uy goa Tascaer gai tees aboracones Et geveal cc lotor Tease toa a cater, soar del yepuci puso de modal pst presse ‘mas Hoy end, gracits a Newton, parece que vamos salen de ese prejuiio™(Eueclopse fh opt, t 2, 1779 p. 305) Jam Frangois Dears ‘ontradtion ave aan, Pats, 1782) vei. Tid: pra ioe qe alzanestrmine ert, (a Fo astifiée de tout reproche de lp de ee tenn oe Bayle un signa dered ses srema ea religion” porque"tedoes pr ber Migne, Demonstrations évangéliques, 1, (843, cal. 851) Es Wie sido gue en el siglo SV alco) eeino se cferan ante todo aly divisn iglesias Patties 7 caUlicos se tata THutimenie de aleor Ta tligibn dl ono e3 wg ie igl m eel “Uiestina sempre fundamental, de René Pia, Le Libertinage éruit dans fap emibre mowed se siete, Boivin, 1983.0 — jeria en los am fees Pops ves “poestnesiniicasen as cuddles” ainva- Sign mistica™ durante los mismos afios” Pere ~~ —“Aleisitio, Grijerfa, mistica: estos tres fendmenos sincrénicos nos re- integradoras de Ia vida Social, Divididas entre ellas y dentro de ellas, las iglesias 3S Tocaliza; ya no proporcionanal pensamiento oa la préetica el enunciado de leyes generales, Asi pues, junto con los fenémenos que he tomado como tres variantes de una nueva estructuracién social, se producen dos movimientos reciproces. Por una parte, los elementos doctrinales hasta entonce¥ COmBina- dos orginicamente se des-articulan: en tos ibertinos, las conductas del saber 5e Separan dé Ta “7az6n™ unitaria cuyo principio era la fe, en la brujeria, los imbolos colectivos de. ‘pertenencia religiosa se apartan de las igiesias para for- “likertina” de una moral sin religién en pleno siglo XVII, debe relacionarse con otros sinfomas confempordneos: fa explosion de la bru ‘nar el Iéxico imaginario de una ant-sociedadi emTos "eSpirtuaTes" Taexperien- | a personal traza intinerarios Bograficos.opsicologicos Geses Tos enguajes institucionales y teoldgicos que organizaban hasta entonces su desarrollo. Por ora parte, esta desarticulacién obedece a estratificaciones sociales (UE SE acen- ian (aun cuando Tas “fidelidades” religiosas siguen desemperiando un papel “cligioso, sin embargo se escafonan y se reparten segtin categories socio-Kigi- 22s): los libertinos habitan las ciudades y dominan la escritura; ya poseen el ‘ugar social ¥ el instrumento técnico con los que van a afirmar el nuevo poder como miasificados por el hecho mismo de la movilidad de las jerarquias locales: fodo pasa como si los elementos doctrinalcs, al salir de la drbita iy ‘eun sisters intepado, se oouaan st dense eee | zladas. Los Tugares sociales Megan a ser determinantes, pero el lenguaje ligioso sirve todavia para designarlos. La distribucién de Ia sociedad ad- quiere una eapacidad clasificadora; modela poco a poco un arden nuevo, aun cuando la evolucién queda oculta bajo simbolos culturales y tinica- nente se revela por las reorganizaciones que lleva a cabo. Tenemos ya a "Ch: R. Mandtou, Mapistras et sorciers en France eu sre sécle, Pas, 1968, M. de Cectenu, ‘a Possesion de Lowdun, Psi, 1970; A. Macfacane, Mithorgt fe eador and Stare England, Londres, 1970; Keith Thomas, Religion ard the Decline of Magic, Lendies, 1971, Julio Caro Saroja Ler Sovidres et leur monde, Pais, 197%; etter * Cir evidentemente la Histoire liuérare du centiment religiews de Henti Bremond, y 2 rsibal, La Rencontre du Carmel therésien avec les mystigues du Nord, Patis, 1959, L “ognet, La Spriualé moderne, Pace 1966; M. de Certen “La mstce en et siglo Wt ea Wélanges de Lubac, Paris, 1964, «t, pp. 257-291, y Le hangage mystique, exparience ct ‘cid au Ate site, en preparaci, 156 I la verdadera eclesiologia bajo Ia forma de ut , antes de que se convierta, mds tarde, en una sociologia, Por el hecho mismo de efectuarse segin repartos cada vez mis sociales, esta fragmientacion designa algo qué esti naciendo y al mismo tiem- eT principio de unidad, su inceridumbrese manifiesta, en cada ‘grupo, por medio de la duds critica entre los “libertinos” o por elretomno de Jo “pagano” inhibido Targo tiempo, en Ta brijeria, © por los viajes hacia los Seapets ities del Tenge Yviidoprovooados parla usenet de Dib, Lapéndida del objeto absoluio est inscrita en Tos tres movimientos, aunque | con caracteres Tad UG de Tos grupos. Es una pregunta a la que responden de un modo diferente, La razin de Estado Puesto que no son todavia sino sintomas, estas corrientes van a desaparecer casi simulténcamente, hacia 1650-1660" a medida que se impone Ja ley Cast Simultsrcamente, hacia 1650-1660— a medida que se impone la ley. pola que susitial orden del cual manos la apelin. Apr ser Wid Wt sit, fer ley Hoe equvoen cud epi dl i miismo modo a fos ateos, fas brajas y los misticos, con el fin de defender va ‘no una ortodoxia religiosa sino la "azo de Estado”: los movimientos evan Sintomas d& tr Ofden que’ be estd desMactendo, ya ho pueden ser tolerados per la pottica intauradora de un evo orden sae vae uss a reli foe! papel deser dlmarn devetiansi deine oeedads SMR asus bao Wichelisu en medio deeSgarcamiento” yea el contexto’de um esceptictsmo que envuelve a todas las doctrinas, ef forta- lecimiento del Estado “trastorna las antiguas estructuras mentales", pues «baie fundamentalnene feorgaiza ls conduct Moves yada lase Te Cfiterios y de marcos de Teletneta- Pressiodiende de lnyes-ecurte oon Jas ereencias condenadas a Ta TnceFtidumbre, lo que se advierte entonces como faltante necesario, ¢s una raz6n de Ja précficd, una axiomatica de formas de intansigeneia doer Seheralnenie, ceden ante Is ley de (Bs cofesoneypellses o soviales. Enonces eUgnietiin opin ona images mie cule @ mis EAL y apere, cae WW leas opens, Braor' regis womoaate Cirapher AT ‘Gea ee Tosa le Teron NS CTC SCRE Zn Faglnd (Oxford, 1971, f T68)-Parece Taber eden Tendinena commie en toda Furopa occidental * Frenne Thus, Rais d'Bat et patie poltgue 4 dpaque de Rohe, A. Cola, 166, p10. mits Ja accién, La ciencia modema va a formarse buscando un ordenamiento de las marieras de proceder. 7 Problema de pasiones, es decir, de la accién impulsada por las irrup- ciones de tn quecrer insondable, desarticulado del lenguaje intelectual o social De aqui se sigue, durante algun tiempo, la moral de excepcién, ambiciosa, inestleyariesgada, de bombs "noble del “os” del etoisoa del mis. hacia ¢lacto individual, como ocurre cada vez que las referencias normativas, dena sociedad se doblegan. ‘SSE LETIST Esa viene lesa et vaclo ol eglamentarloscompor- tamientos. Apoyada en Técito y Maguiavelo ~"el pais de Maqui ie ‘Tacito”, decia Balzac-, Ja razon de Estado supera de hecho, en el terreno de la prictica, Aa Contradiccion entre razén y violencia. Manipulado por los Grandes (s6lo ellos tienen “capacidad de razonar™™ sobre cualquier asunto) unotden nuevo se impone junto con el poder del rey, acompafiado por un_ hymanismo “elisico”. que, escéptica en materia de ideologias, cinico en lo que se reficre al pader, “hicido en el esenutinio de los defectos de Ia naturale- 2a, debe mis aa filosofia que a la “religion” “Reina de todas las virtues". {a fuerza finda un orden, Como Id piensa Hobbes, esta legitimidad tiene su ofigea en Ta legitimidad de una violencia. La fuerza construye el circulo dei eae ng ek Estado sobre los tres puntos que van a organizar [a eseritura de una sociedad Jos “negocios” (una préctica), los “Grandes” (un poder), un “poder” una raz6n"}- y cuya certeza es representada por un “Dios mortal”, ef Rey. DUES, “Ta raz Wel siglo XVTI nage: en gran parie, de la accion fa razin del siglo XVTI nace, en gran parte, de la accie colectiva y de las necesidades pricticas de la empresa de estado”. Ella desa- de conv 10 y poseedor de Ja naturaleza social. La razon de Estado también a las creencias: “Gobemnar, es hacer creer”. * Fata expresion de Sésene Fees, un eps oligos en el Carolgue df Etat (1628), ee anit eguivalentessSloel poder"eazontal iret ia sno bactease, Paul Benichou, Morales du Grand Sc, Gallimard, 148, p23 " Citado en E. Thou, op. ct p. 185 ME Thatsop ct pe Chi, p40: "La wanfamacin ue ei lata de aoe — as Ws cooly epwianer mods Yeon Siete diean wemrom us sie me morte ages uicion dl pope mies eae ‘cro It corpeii devin raional come ona uh poate ov mora oe Comtesse pansies cal wore sea ake Or Senta Se Tha pct p18 158 nk Toh ple, 1 4 En esta racionalizacién politica de convicciones y mentalidades, Mersenne veia, con derecho, una “mamutencién de fos espiitus"; Campanella una “guerra espiritual”, una cruzada, el equivalente del “combate espirisal” Esta racionalizacién movilizaa predicadores y letrados al servicio del poder; orienta la instruceién del “pablico” como batalla pedagogic, agrava los “de. litos de opinién”, Qué tiene de admirable que los trabajos que se refieren ala moral y al saber tomen por centro al Principe, lugar estratégico del sentido? RUE Tice de anirable que a “nstrucciOn del Principe” se convierta en la prictica por excelencia, aguella en gue eUmieve oFdeh poco Mega a Ser el {fbco dé Tormacion de un lenguaje social referencial? La instruccién del Princi- secalatarena proptiode lncaal "cha ododeeFa menudo”, ynada menos ‘que a Pascal, “que no habia nada a lo que quisiera contribuir con més gusto si Jo contratara y que sacrificaria su vida por una cosa tan importante” 2. Una nueva formalidad de las précticas: la politizacivin de los comportamicntos Una cosa cs la constitucién de una razin practica junto con el fortalecimiiento del poder mondrquico; otra, el reajuste de las formaciones religiosas cuya visign interna ha sido “compensadi ci que, Sit embargo, no dessparecen, al contrario, sigu ‘que se establecen entre ellos ~puesto que no podemos suponer que el poder politico tenga la eapacidad de difundir por todas partes las razones ue 10 fundamentan,o de retirar su oportunidad o su existencia alas conductas » alas creencias que continian presentindose como religiosas? Las pricticas permi- tencaptar los moos de una combinacién nueva, pues definen efectivamente el ceampo donde se efectia el desplazamiento que Va a refluir sobre las ileolo- gias. Su formalidad diferente manifiesta su nuevo empleo, bajo el titulo de otro foncionamiento, "1, Pasal, ewes competes, Grats Esivsne de a France, Hache, 369 (al comisnzo de tos Discusos del difato Senor Paseal sera dea cond del Granes") 159 La formalidad de las précticas a racién se nonmatia a convid'S una soca dad de etamentos alrededor it nico meningica qo Ie rporina aa vest ey comets mn espejo, la posibilidad de representarse ella misma.’ Se foman de nuevo jstructuras religiosas, pero bajo ofro régimen, Las organizaciones eristianas; nuelven aemplear en funcién de un orden que ellas ya no determit Un rasgo_ Fo aa ee ee Dandies Sena ce Bes eee alo) (aa ets snct avid Catto RST prince Bitar con os Neva cabo” Cement, cada vez es mis eon vador™ ei materia religiosa @ meds que su poder se afirma. Su “gran desig- aio” parece tendfra la “restauracién” de una Iglesia lena de cuatteaduras, pero east a Re Boe in “deo of Estado su tranquilidad yan autora sus erechos”>* Revolucion subrepticia: el fin se ha convertido en medio. Las _ErRerios, las domiaan Con su proteccién, las destinan.a sus abjctivos. TaGUE ST AED tesla Kdeofogéa religiosa (el poder impone un ‘etomno a la ortodoxia catdlica), sino la prdctica que elo sicesivo hace ‘uncionara Ja religién al servicio de una politica del orden. [a investidura “eligiosa con la que se acredita este orden, esta destinada a ganarse las orga- nizaciones existentes y a consolidar la unidad politica. En este nivel, el “sis. vema” cristiano, debilitado, se transforma en teatro sagrado de Sistema TE IE SURERe ave iando asi cl winsto de Tas conciencias cristianas hacia une juevanioralidadpiblica ‘sta Tnsinuacion de la raz6n de Estado bajo la cubierta de lo que ‘esta reemplazando, aparece junto con una politizacion de los comporta- mnientos ~si entendemos por “politizacién” el movimiento hacia un siste- ‘ga que organiza las conductas en los términos de las fuerzas presentes, Us los conatos sacales gue lengua a dchas tea isles ula. res communes postulados por dichos contratos. Pero para identficar !as ‘odificationes que se efSCTiaiT en este razdn préctica, para descubrir el orden nuevo que se inscribe en los comportamientos tradicionales, no basta el andlisis de sus contenidos: las mismas ideas o las mismas institu- alls 1966, pp. 19-31), cusdr planendo por el refi del rey" °Citndo eo E. Tha, op cit p14 Elago de 1685 idicinde Ns lease fence toss Orca, Las Fa 15 estes, Vein, 1981. pp 1 «Hepes de Lan elas en ORRaop ap Beg TR 160 fl oda gue Mil Fok Manne elie Ler Mot te Chses, ciones pueden perpetuarse en el momento en que cambian de significaci6n social, Asi ocurre con lag concepeiones o las organizaciones seligiosas a REE Renmin er ee den algunos elementos tuevos que son ya indicios de otro conjunto, Sin embargo, asi como un sistema de pensamiento se espectfica, sin duda algu- na, por la vento Ue Sgunay octoneytutres yds tava or ure ‘organizacion diferente de las ideas que recibe de afuera, es decir, por una ‘manera propia de “hacerlas avanzar” en fa totalidad de un discurso, no de Giza manera fs reenctas y Tas insttuciones eomienzan a “avanzas™ de un ‘modo diferente, revelando asT URrnaMIce UE Guo fipo GuvOs principios ‘podra captar una recapitulacion posterior a fin de convertirla en teoria, Rian manteniendOse intactas en sf mismas, fas conductas se inseri- ben en otras trayectorias sociales; obedecen a criterias, se clasifican segin categorias, tienden a objetivos que cambian. Estas cuestiones son signo de una formalidad de las practicas (practicas del lenguaje, practicas profesio- nales o creyentes, eteétera) ~andloga a lo que P’Bourdieu llama una “ligica en el estado prictica”.” Esta formalidad va més 0 menos de acuerdo con los discursos oficiales o tedricos; los pone en tela de juicio puesto que también organiza una prctica de la Tectura o de la audicidn, dicho de otro modo, una prictiea de dichos diseursos, yes0 sin hablar de Ias prcticas que olvidan o que destierran. Una de las tareas de la historia consiste en medir la distancia © las relaciones entre la formalidad de las pricticas y la de sus representacio- nes; de esta manera podemos analizar junto con las tensiones que trabajan en el espesor de una sociedad, la naturaleza y las formas de su movilidad, Nuevos empleos Durante el Antiguo Régimen, y principalmente en el siglo XVIL, las con- ductas y las concepciones religiosas nos ofrecen un terreno privilegiade para este tipo de analisis, Las estructuras religiosas comienzan a “gitar” de un modo diferente, como impulsadas por masas en el elemento politi- co. Debemos atender a la erosion de estas estructuras, y més aiin a sus movimientos nuevos para poder captar las transformaciones que se estin realizando. En el interior de las conductas religiosas se encuentran toda 2 Piere Boudin, “Génestt v exructa de! campo rigioro” en Rewwe francaise de solo tau, 1971, pp. Bie. S.J. Schmidt ("Trato vocal y logistic. Reflexiones sobte oa teria active del Jeaguae", en Linguusche Berle, t th 195, pp. 64-70) se interes, dentin de 1x perspectva de uma sociligistica, en la “Tormaldad de Tos actos sociales” y eo los “sisters Iomtives dela acca. Es va manera de peesentar et problema que nasa pnteamos at 161 closed ns qe permite precisa odo, mis omens exes, mis 0 menos nuevos, bajo los cuales puede presentarse Ia “formalidad de tuna préctica”, ‘Algunos son de un tipo directamente politico, y son los mas eviden- tes. Asi el “culto mondrquico” y la “religiin del rey” entre los protestantes ‘Siento per somineno ealienc rine ani con Roma (calificaditde witramontana)y empuja a la Iglesia de Francia hacia ‘in galicanisino politico”, quemuchas veces se acerca al cisma, y Finalmente enethecho de que a partir de 1675, las Asambleas del Clero estén “completa —peme consoled, pola Cee * yx mismo funcionamiento supera la divi. eh vano, SUS teologias que siguen siendo diferentes, Las religiones opuestas waite easpee on hay fe sin “obras” someté Wecesariamenté la accion weary multiplicacién de refugios, ermitas, asociaciones secretas, eteétera, consti- ‘tuye el equivatente social de esos “corazones” cerrados y a la defensiva con- tra el mundo. Un profetismo de tipo nuevo se empieza a formar en esos mirgenes, A todo esto corresponde un fenémeng inverso. La exigencia del iprendida a Ja organizacion de fareis civiles y pollicas, que soi Tas prinieras en Ser aivbiadas por el nuevo ordah de ls prsclicas (as actividades profesionalee o amilaresparecenhaberseTnicieade” mis ade) El "hase delseseopae inseasiblemsnt i smo que queria roduey atebei ie ese ientecrsianos. Se Tega‘ Toque los ontenponiates lanes eaten ala ley que se impone desde el momento en que se escoge el obrardentro de la soviedad. Desde este punto de vista, el “humanismo” conciliador y aun el Iexnmo” moral son los prinetes sxe esTTapATOG EI org inaistan pede Slates conan (Sata ner que wee oe tena amnsna stan) por medio decoreetnos oporcionasoven lc a cada conducta social (con el fin de introducir una diferenciacion ‘especificamente” cristiana) y sobre todo con un fortalecimiento de esas ‘mareas” de diferenciacién que son las practicas lamadas “eligiosas” Poresta ruptura del obrar cristiano, el lugar es separado de su signifi- cacidn (es deci, dela posibilidad de encontrar un Tugar de enuineiacion) y el ‘abajo es Separaco de la produccion soctal (es deer, del trabajo efective con el qubSe consinive ut soeledady Sin dda, podenios damos Cuenta de Tos pran- des debates Uel fin del Siglo gracias a esta tensién entre la necesidad de te construir un jugar de enunciacidn y la logica del trabajo que una sociedad real 2a sobre ella misina, Las opeiones son divergentes, algunas veces favorecen aa —tigensia proGica, y otras ratifican la politizacion de hecho para comregirla. Y io dejan de dar testimonio, al cruzarse y aun al inverttse, de la sitaci¢n co- man en funcién de la cual se enfrentan las doctrinas y las alternativas. Las "marcas" Bajo la figura de los retiros colectivos que Hleva a cabo el profetismo, ocon la serie de mandatos (0 de rectificaciones) que la casuistica coloca a lo “Eat dicotomia es In anilogs, en el obrar socal, de ora fuadamestal, que Mme. David seseutrié en las investzacones del siglo WV acerca del lengiaj, » propssito ea exiptotota, 2 simbolo(@ ala sleoria) que expresa una vetdad, xe opove Ia clave veut que proce as sabe, Ci, Madeleine V. Davi Le Debar sur les deritures et Phérogisphe ane ite et mt stele, Sespen, 1998, pp. 41-30 166 0 de la trayectorias de accibn, se abre paso una misma necesidad, ade lenaoad”plara que apaece innumerable veces osteo dl en po, Por “marca” es preciso entender una combination objetiva entre una practica y un Signo, un punto de crizamiento entre el lenguaje de la sociedad 4a enunciacisn de unit fe ~en Festmen, Wha manera efectiva de superat i Fuplura entre uno y otf, La “marca” puede ser un milagro, un “refugio un personaje sacerdotal o carismitico, una devocién, un gesto sacramento |. et cétera. De todos modos enfoca la expresion religiosa sobre gestos particula- res. Todo se eoncenita en las prictcas. Pormedio de ells, un grupo te i0- so se da prucbas de su coh@sion. Alli encuentra su punto de upoye y sit AisTneTOM trent POTS UnTaAES sociales, sean religiosas ono, Deallir-cibe una seguridad que las creencias dan cada vez menos. Pronto dira Montes ica Ge los cristianos que “ya no estan mas firmes en su incredulidad que en st fe aque viven en un flujo yreflujo que los lleva sin cesar de la wna ata oi Esta observacisn es tal vez humoristica, en todo caso es hicida, pues nos indica la dificultad que tenian esos cristianos en encontrar puntos de enovo sociales para su fe; nos hace comprender el papel decisive, y en cierto sen Lido fetichista, que adquiere en su vida tal o cual préctica religiosa Jansenistas v jesuitas L.as elecciones entre los cristianos se evan a cabo en términos ¢ cas. La oposician entre lay comientes que se definen a si mismas como ‘Jansenistas” y “jesuitas” es reveladora de eleceiones que necesarianvente se-efeeTuaron en téoninos de précticas. FT campo de batalla ¢5 01 le lo moral prictica* Si dejamos aparte a Tos espirituales”, cuyas ¥e¥ce ones Te PorcRayal ala Compania de ests, son cada vez mis comes 9 Pes de Ia frontera social que separa a los dos “partidos”, nos encontiamns * petres persance, ctta 7S, En vempor de Lui Xv, tas dragons, las conversion ¢¥ ne ‘ominionesforzosasditon “erst ents” a todos Toe que habian predica f porncia te las isposcinesintenores, Pein se Montana, por eerie salads entonces Me Ws eatlcce viejo. 6 estandalizaben al ver Io ese hacia cow ol pretext dela eighr ye las comvoiones forzosss "quebrantaban a fe vacilate” (eit, eh J. Oreial, Laws 10 et Fes protestants, op. cit, p. 166, 9. 27) "Gt a Morale pratquse des Jévite, 8 vol, 169-1695, po Perr, Pontchiteny¥ ane: com calaboracn de Amul y de Nicole, Se tata agi dea pga de la moral”, de eins dea ‘nora de las "ordained wm plitica (th Preface primer volumen), Testa ert ihstacstaternzacicn alrededor de rca mora, hast leat a Refliones morals de eh, ‘Aun ls discsiones dogmiticns se clagon bajo el sgn defy mel, como orwte ela ere Aste rp fra pre racacs yr a in des manus dl 9 Sin no coincide con los gripes formados por lor aiherener (ya podiamoe supanario de tos mento de preparaciOn interiofy Tachan especialmente contra las Institicfones| sociafes que mis anienazaira la SBSETT ta hasta Ta Corte. "OF eT Contato, Tos jesuitas se colocan dehiberadamente en cl eam- 10 de las pricticas civiles. Partidarios de la adaptacion, principales inifoductores de la “urbanidad”, de ae Ja “honestidad”, del “deber de estado”, y muy pronio en el sigla XVI--del “honor” odeunaniarprapio Tegitime”””
t ey Oeil, Sain Crane Jeanne, Se, 961 pp, 43s, ino abajo de AppollcT-ConaivoR ah {ctreerigrunratmnarde feererrejmenitery TT, pr plo, Robert Sheen, amano estan Sine on etaean che fphcenhCenty, al 51987, Bp iBT Slsionai als (CH y K. Geoige, The Frtttant Mind of fe Engh Romans 15981600 Pinson, 1961, °F) Portion como Fistor Histropt ta UTOnd Prenem,am Ay T96h, pp. 77108). Cleaner te dicots msera (CH. Gee) tse co acon de um desert, Smo to demscsta Wiliam Mt, bamost CE Patni como Hinorin« Hintorogain torva elexvnc, en Past and Press n,44 196%, yp. 13140) por ta ee Cvclun etenads por el flonan de gripoe rls ia celal plea ritiieme pualane al puritan v4 giosa, Esto quiere decir que, como el obrar, hergjia social Debido a esta transformacién, que se nota en un principio en las adc ticas, un grupo profétice podra evitar cada vez.con mayor dificultad el esli= zarse hacia la defensa de una moralidad civiea, o hacia una existencia oculta, ‘hacia organizaciones culturales que pronto se convertirin en “folcléricas estardn muy alejadas de los verdadesos intereses de una sociedad. rejia se socializa; nace la |. La ética Miloséfic: : “legalidad” y “utilidad” en el siglo XVII Politizacién 0 “foletortzacién” de tas practicas religiosas: en el limite, éstaes Ja altemativa que anuncia esta situacién, atin cwando ta evohucidn se ves fre= nada por la conservacién de los contenidos religiosos que lleva consigo con Jos que aumenta y corroe al sistema, En esta combinacion de dos sistemas, fa proteccién que el poder real concede todavia alas instituciones eclesiale des- empeiia también un papel importante porque al mismo tiempo acelera la politizacién y conserva las representaciones catslicas, Nos encontramos. pues, ‘con una gran variedad de posiciones que se van escalonendo a lo largo de la imutacién que se desarrotla Pero, desde el siglo XVI, los espiritus mis licidos descubren Ia in tromisién del “uso” social y del “orden” piblico en los comportamientos reli= giosos, Para muchos de ellos, ya no existe una ética propiamente crisiana Cuando Pascal analiza el acceso a laf, la verdad de que habla no se idertifica con ninguna conducta particular ni con ningin enunciado doctrinal. Ene pre= sente, esta verdad es el punto de fuga implicado por realidades todas ellas iviles pero contradictorias; es el espacio entre dos cosas (entre dos enuncia dos) al cual nos remiten las combinaciones sociales de la violencia y del orden de lalegitimidad y de la ilegitimidad, de los prejuicios y de lazazén; ya no tiene tun lugar propio en el mundo, sino es fa huella gue el milagro estampa evcinna del martitio de los “santos”: es exactamente algo fuera de lugar. Se han ntado tas analogias entre el pensamiento de Pascal y el de Hobbes,” De hecho, Vascal tiene tna filosofia de la sociedad completamente politica y “mundana” que le censefiaron su experiencia, el tro con Roannez. eteétera, Desde este punto de vista, es mis modemo y mis perspicaz que sus adversarios easuistas. Ve ade- Iante de ellos cuando inscribe al creyente en una dialéctica de “usos” y de " Kins M. Kosalle, "Atague de Pascal conta una teologi plitizada” en Nawe Zttch if iy sstemanitche Theologe ord Religionphilosophi, t. XIV, 1972, pp. 6&8. © Chr J. Mesnard, Parvo Tos Roonne, op. et, 9p. 30-382, sere deta “experiencia oe ‘egocios” que Pascal adn cart esti a lado det Duque de Rewone, gobernador de Pst 175 conflictos de poderes, eteétera. Yano trata de colocarde alguna manera a la Feen alguna parte del lenguaje, mas bien la hace destacar de las formalida: des contratias de la préctica social. En el ambiente de Ia Compafia del Santisimo Sacramento, René ’Argenson, embajador e intendente del rey, admitia ya la autonomia de la ‘otganizacién social y politica. D’Argenson es un verdadero mistico, y sin ‘embargo tinicamente admite como reglas para su vida piiblica la fiel ejecu- cidn de las érdenes del rey y el servicio de las poblaciones que administra Estas reglas tienen para el un valor moral, sin que les sea necesaria ninguna justificacién o referencia religiosa. Menos Kicido que Pascal, sitia la expe~ riencia religiosa en lo “particular” (en todos los sentidos del término),* pero sta privatizacién religiosa pertenece a un orden “mistioo” que para él es a reproduccién impalpable del orden piblico objetivo." Condenada aun juego entre Ia invisibilildad de su “orden” y la marginalidad de algunos aspectos particulares (las “obras” de Ia Compaiia del Santisimo Sacramento, el cum- plimitento de los “deberes de piedad’ algunas devociones privadas), la expre- sién de a vida cristiana se disocia de las précticas civiles, Una razén que implanta su folclor Este tipo de combinacién nos da testimonio de una organizacion que se gene- raliza en el siglo XVII Podemos decir que Ia reflexin de las Luces exhuma sus postulados y saca las consecuencias tedricas, Ya no se trata de la forma batalladora que toma la poitizacin de la moral entre Tos apologistas de la “ra- zzin de Estado” en tiempos de Richelieu, Sin embargo, el lugar sigue siendo el tnismo: una “razén" politica de pricticas articuladas entre ellas. Pero a este ugar no solamente lo esbozan los juristas 0 los clientes del rey; él mismo se construye durante los aii decisivos de 1660-1680. El Estado se convierte en el centro poderoso de Ia administracién nacional, la gran empresa de racionalizacién econ6mica, financiera y estadistica; “pertenece casi todo entero al dominio de lo querido, de lo deliberado”: ese! arca de la nueva alianza entre la razén (el Logos) y el hacer (las pricticas que hacen la historia). El siglo XVIII es "por exceleneia el siglo de la politica, el siglo del " Lo para se ditingue Ik ver de lo pblicey de To general es desi a politics y de In razon A propsito de be raps (qv llega atta la tlio) ene ta moral peivada y lt moral poiltica, el ator del Catholique Eta, esrb: “La Justicia de Tos Reins os diferente de Te Sastiie que se ejecta entre patiulares” (et en E.Thusu, La Raison d'Btat., op. cits 174), Wh M. de Centers “Politi ysistic, René d’Argenson (1596-1681) en Aerue Arcéigue evie Motigue, 0%, 1968, pp. 45-92. 6 Estado"." Federico Iles su modelo, como Luts XIV lo fe para et siglo XVI 'Bstarazéi est ligada al poder de organizar las pricticas, Distingue dentro desi, como campo de sus conquistas, el inmenso espacio de las “ereen- cias” irracionales y Ia extensién inerte de esa Naturaleza que se ofrece a la posesidn de los que conocerdn sus leyes hasta ahora silenciosas. Las expresio- nes carentes de esta capacidad de actuacién no merecen ms et nombre de discurso, puesto que se disocian de los “asuntos”. Un sector pasivo del lengua~ {je va caer en el lado donde las opiniones, las ideotogias y las supersticiones se ‘encuentran reunidas, formando una masa aislada de la politica y de la ciencia {dos dominios unidos indisolublemente, a pesar de las fricciones, por el mi ‘monio de laracionalidad y de aeficacia). Evidentemente, las expresiontes reli- giosas son el elemento més importante de este sector inerte (este lugar sera ‘ccupado mis tarde por el folcloro la literatura popular), La sociedad ilustrada sc esfuerza, en el siglo XVII, en converttfas enalgo rentable, es decir, intent introducirias en su “orden”. Establece asi, como objeto de una politica o de un saber a estas expresiones, a las que consttuye como otras en lo referente a la organizacién racional del poder, fo que es fo misio, en fo referente al poder sdquirido gracias a la racionalizacién de las pricticas. Se abre asi un abisiio centre Ia razén y su “resto” —o entre los discursos del hacer y la masa més 0 menos explotable de los decires sin “Fuerza”, lo que ya Maquiaveto lamba, a propdsito de los discursos religiosos, palabras sin virt ‘Aceste abismo se afiade otro que no le es idéntico: ef que separa las masas populares de una élite noble y burguesa, Los Grandes no son los linicos que “razonan” acerca de los negocios: en Francia, aun cuando estén ms limitados por la nobleza que en los paises vecinos,"* comerciantes, banqueros, funcionarios, notables, etcétera, participan de esta razén, am- Diciosa y calculadora que hace de los mimeros y de las escrituras el arma de sus conquistas. El poder de administrar y de producir es el lugar del que hablan los te6ricos. “La afitmacién central de las Luces es laafirmacién de la legalidad y de Ia inteligibilidad”.* Pero, ,quién sostiene esta afirmacién? {De dénde proviene? De una burguesia que se atribuye la exclusiva de ser la“civilizacion” al distinguirse de un pueblo supersticioso y todavia salvaje, plerte Chavau, La Civitiaton de 1Europe des Luniires,Arthaod, 1971, p. 217, ctu a S Moseavic. Sim dna debernos ercomendst a una vluntad ("iscurssa") que quiets oui eta masa de Tenguaje ¥ racionlizgr esta iamensa ineein lings, todos fos wabajos sere Jos aletos las lengua “salvjes”o antiraesy too el fllor dela segunda mid del siglo sat. Teni ‘nos eon exo un esuivnlente de Io que sek en el siglo AL. la enpltacién de fs “reeusos ineres dea atiralezs, Cf. por ejmpls, M. de Certen D. Tala ¥ 5 Reval, Une polane de la langue. La Révoltion at tes pate (2790-1794), alliate, 1975, Che B Chun, La Choisation de 'Eurpe dee Lamitrer op ct pp. 194203, Bid, 9.280, 7 de ciudades convertidas en centros y en puntos de partida de eruzadas que vvan a los “desiertos” del mundo rural, Se produce una dispersién urbana hacia el campo y hacia et Este” La “cultura” se elabora donde se construye el poder de hacer la historia, cultura que se opone @ las regiones sociales establecidas por ella misma dentro dela inereia de una especie de “naturale- za” original, pasiva ¢ insondable. Segiin este movimiento, la religién, todavia recibida masivamente, se divide. Donde tiene participacién en las pricticas del poder, ratifica una razén a Ja que ya no define y que invierte poco @ poco sus propios principios. Por otra parte, cae del lado de las lenguas no operativas yde las masas populares, Cier- tamente, esta localizacién fue preparada por la misma Iglesia, que no dejé de trabajar durante un siglo, en un “retomo” al pueblo (misiones populares, educa- ci6n primaria, literatura de devocién, eteétera) en el momento en que perdia a las ites que surgian. Las consecuencias van a ser numerosas y no las podemos reducir a problemas sociales. En particular, por haberse constnuido dentro de ‘una relacién con un otro “salvaje”, la cultura establece wn Lenguaje doble: el primero, admisible, productor, provisto de una razén “lustrada” que organiza luna aviomtica de la utilidad social; el segundo, propio de las creencias yano confesadas pero todavia presentes, y que al ser negadas en el presente, toma la figura de un origen oscuro, de un pasado “oscurantista" de los sistemas que fas han sustituido. Este conjunto de “fabulas” es un inmenso conglomerado de sig- ‘nos que nos remiten al pueblo, base de la nacién. Es una “iengua desconocida” que Hleva en si mista el secreto del que habla la raz6n, No es solamente un espacio que hay que ocupar para plantar ahi la “cultura; esta lengua también ‘os afirma, pero en términos inadmisibles, la verdad. la que tienden las catego- rias “filosoficas" de “bien comin”, de “uilidad pablica”, de universalidad, et- cétera. Es el ap6logo de la realidad. Esta lengua que debemos descifiar es el folelor de algo esencial. Asia partir de mediados del siglo XVII, se forma una combinacién durable —casi estructural durante cien aos por lo menos—en- ‘re un fondo “popular” que debemos desciftar y una racionalidad cientifica ceuyo contenido efectivo esté colocado fuera de ella. La razén tiene su propio tesoro escondido en el pueblo e nscrito en Ia historia, Ella lo transforma, pero al reeibirlo de quicn la precede. Un flujo popular sube, de donde viene todo; Finalmente, al considerarse como el punto mis avanzado de este flujo, la cien- cia ilustrada confiesa también que no es sino su metifora A este secreto oculto en la intimidad oscura de la lengua vulgar, una literatura antropolégica trata de descubrirlo, ya que no de exhumarlo. Esta literatura hace vacilar la relacién entre la razdn y la fabulacién, y "Chi: el henmoso mapa de P.Chaunu (op. ci, 9 64) sore eta compas urbana a eaves de oop y fia Este eva consigo un “distanciamiento” * respecto al lenguaje culto, como si a acertar perdiera la presencia de lo que seitala, como si instituyera su proyio secreto al constitwiral objeto indigena, Lanovela y el tratado filos6fico nos muestran los juegos de mascaias por medio de los cuales una élite sitia al sentido en retirada, en una \- legibilidad, en una fuente perdida, “fabula” y misc Ambivalencia de la “utitidat” Laevolucién que convierte la religion popularen el objeto de una antrono- logfa ilustrada se presenta primero como una seleccién que pretende exteer de las creencias y de las pricticas religiosas todo lo que puede admitirse bajo el titulo de una raz6n social, Este trabajo se prosigue desde hace mur ho tiempo. Una de sus formas esenciales consiste en “aislar” de la religion axiomitica, como la fisica se dard como objetivo el aislar Ios euerpos “pr0- pios" en el material recibido. Desde 1624, Lord Herbert of Cherbury planteaba como principio ue la vérnud es lo esencial del culto.” En 1678, Joseph Clanvil opone sta disper- sién historica de las creencias la necesidad de extraer de ellas algunas reglas sencillas para la practica: “Religion consists not in knowing many things, but im practising the few plain things that we know”." Nos encontramos aqui con un trabajo de traduecién que tiende& una transformacién del lenguaje relirio- so en lenguaje social, Se trata de instaurar una legalidad apoyada en las psic- ticas efectivas, El andlisis critico de la religion tiene desde entonces por sen tido el seruna trea dua. Fxplicar la religidn, discemir las leyes que vuelven comprensibles a tantas formaciones religiosas inconexas, es explicitar lo je puede y debe conducir las opciones de la sociedad que se construye. Montesquieu nos indica el método de esta hermenéutiea (en el lon: do, tradicional desde hace un siglo), cuando eseribe: “Todas tas religiones conticnen principios iitles a la socicdad”."' Esta regla tiene wna sign cién cientifica y un aleance moral, ya que nos indica lo que la élite quiere hacer de las religiones: cambiatlas en utilidad so ial. La puesta al die de * bs deci, una iteprticisn “dancin”, como lo hari un etlogo ante a Tene esra jera. Cie al respecto el sotable estudio de Claude Labroste, “Relato novelesco ¥ encesta rmsropoligica" Raman et huniérer aw Ot site, ES. Sociales, 1970, pp. 7847,» tan bien ‘eon Covle, “EI distaniamiento en ls novela y el evento Bosses, bul, pp. 438-48 Edward Lord Herbere of Chrbury, De Feito, 1624 ae tata del tercern de cinco “none communes circa relgionen!” que prernia en au iltime capital, dediendo a decir das Dportiewaridaderteigisss algunos valores comuner Repie ete feta eh 3 Religie, Teas © Joseph Glamil, An Essay’ concerning Preaching, London, 1678, p. 33 Monmtesquiew Leer persanes, cata 86 rp ‘una normalidad que se encuentra en la multiplicidad de los hechos observa~ dos permite explicitar las reglas de accin relativas a esta “sociedad” que sustituye a la Iglesia en el papel de ser. el Ingar del sentido, el cuerpo de Jo absoluto y también una clericatura de Ia razén. Con la urbanizacién que se acelera y el comercio, una “moralidad de mercaderes” se establece, ligada al desarrollo del eapitalismo. Los tratados de ‘moral la celebran,** y no podemos disociarlos del proceso que lleva consigo este discurso: la recuperacién de la ascension de la burguesia después del freno que marcd, durante la segunda mitad del siglo XVII. el “fortalecinaiento de Jas estructuras atistocriticas de una sociedad de orden.” Aun las image- nes de la literatura espiritual nos habian de pricticas burguesas: los simbolos ‘ols comparaciones que utiliza ya no los saca principalmente de los elementos naturales (agua, fuego, etcétera) como en el siglo XVI, o de la vida civil y ‘éenica, como duraate et iltimo tercio del siglo XVI, sino del comerci Se impone el reinado de lo itil. Pronto Hegel caracterizara la ver- dad de la Aufilarung por Ia utilidad (Natzlichkeit). Asi pues, escribe en 1807: “como todo es itil al hombre, el hombre también es itl al hombre, y su destino también es hacer de si mismo tn miembro de la tropa util a la comunidad, que puede servir para todo... Utiliza a los demas y ellos to utilizan’” En lo referente a las ereencias y a as practicas religiosas, se las juzga segin el eriterio adoptado por Morelly, a saber, segiin lo que ellas producen en los pueblos:** su efecto social, nefasto 0 benéfica, permite hacer la seleccién entre las “supersticiones” y los “principios tiles”. Esta hermenéutica es, para colmo, capaz de explicar Ia aparicién de los hechos religiosos por leyes generales (cl cima, el temperamento, el tipo de socie- dad), pero sigue siendo una operacién, sigue marcada por el principio de donde saca su fuerza, La razdn que organiza una préctica de 1a sociedad sobre ella misma supone siempre que su verdad y su “esencia” estén ente- tradas en lo “vulgar”, y por consiguiente son extraiias a Ia misma razén, Pase lo que pase con sus éxitos, cl método se refiere a un fondo que siempre queda extrinseco. Esta razn prictica es para otro —toma una forma “civilizadora” y “pedagogica"—, del mismo modo, el otro popular Ch. Jean Ehrard, Le de nature om France pendant fa promiére moitié de sur sidele, Sewpen, 1963.99, 382 $8, y también Joseph Lecier, "Libralsmo econbmico y ibe pense mien en el sigto xu, em Ender, § de marzo de 1957, pp. €24 645, © Canny, Lt Clsaion de Europe claerigue, Past, 1966, p. 352. “GWA. Hepel, La Phonoménoioge de esprit ead. Hipplyte, Abie tm, pp. 132-114 “La ubilidad como concepto fundamental de In Aufkieuag". Ci Guy Besse, “Filosofia, Apologitica, Utitaismo", em Diehuideme ciel, nim, 2, 1990, pp. 121-146, Sobre el mismo tema, Michel Fovenlt, ay Motte ler Chores, Gallimard, 1968, yp. 209-218 Mecely, Cade dela Notre (1758), 3a. pane: el copia sobre los "Defectospetculaesée la ‘mora vga” refers alo fei den iden de Die. Reed. Chinas, Par, 1950, yp. 239 ss. 180 es para ella, y esté destinado a reunirse con ta burguesia ilustrada, Cada uno de estos términos s6lo tiene verdad en su otto. La legalidad de las Luces, sistema particular en el conjunto del siglo XVIII francés, implica una contradiccién interna que hace que a la ver se anticipe a las masas, a las que dotnina pero que le siguen siendo extraias. y cespere que la esencia ocuita del pueblo se revele en una sociedad “transparen te” —como lo quiere el gran mito contemparineo creado por Rousseau o Ja experiencia revolucionaria, La educacién en particular, cruzada del siglo XVIIL, es muy trabajada por esta ambivalencia insuperable. Ciertamente la ceducacién coloniza, pero es también una bisqueda escatoligica; espera que vengan la confirmacion y la efectividad de to mismo que ha enunciado. El pueblo ignorante, el nfo, el salvaje, y también el enfermo y el loco —-dioses cnigmaticos de una sociedad que cree haberlos expulsado— conservan en Jos repliegues de su lenguaje la verificacién de la razén que les impone su ley 1a labot educadora va a perfeccionar sus métodos sin cesar y a extender el campo de sus progtesos para superar la ruptura que la mantiene fuera de st verdad y la hace depender de lo mismo que combate. Pero esta ruptura es en realidad constitutiva; no Ia pocriamos suprimir sin que se derrumbe Ia razén que se ha definido al planteatla. De acuerdo con los modos antitéticos pero hom@logos de la dominacién o de la seduccidn, la facionalidad de las Luces ‘mantiene con su otro una relacién necesaria, A partir del momento en que se vuelve impensable una fe tautologica gue acredita a los signos para que sean la presencia de la verdad que designan, la “cultura” parece condenada a repetir Ia ley que la impulsa @ mvultiplicar practicas que siempre se refieren a lo quelle fat, En fo sucesivo, la verdad ya no se encuentra en fos signos. La razén encuentra en su otro, fuera de ella misma, algo que la hace producir indefinidamente: economias de las nevesi- dades. Expansiones cientificas, estrategias escolares, democratizaciones Jacobinas y edlonizaciones civilizadoras, se arraigan en una cultura elitista indisolublementeligada a su contrat. ¢Formalidades cristianas de las pricticas filosdficas? La ética no puede apoyarse sobre sus objetos ya que éstos le indican a la razén la exterioridad de su verdad, mas bien toma como fundamentos a sus propios postulados. Del conatus espinozista al “imperativo catcgérico” kantiano —en los dos extremos del siglo—, muchas filogofias apoyan Ia racionalidad de ls prdcticas sobre un principio del obrar —sobre un querer of el gra estudio de Jean Strobinsh, JJ Rowan. La oansparence et Fobsele, iin wn Ist acer 0.un deber hacer que organiza la vonstruccin de laraz6n, Pase lo que pase con las formas que toma este postulado dindmico, es preciso notar que su elucidacién (Aufklirung) implica cada vez Ia doble referencia ala eultura ‘que “se hace” (la de las Luces) y 2 la situacion que es un “hecho” (todavia religioso). La operaciin nos. mite a su artaigo en un querer saber 0 en un querer hacer, pero también en wna eoyuntura general que la condiciona. Si listinguimnos estos dos elementos, veriamos, por una parte, la experiencia ‘que engendra una nueva filosofia del hombre, y por otra parte, el objeto de ‘una reinterpretacién que eambia la religion en pasado, De hecho las dos em- presas no se distinguen tan fécilmente, porque el trabajo econémico, politico © cicntifico es el que permite tomar distancias con respecto a la religion y ‘constituirla en un lugar “otro” (que va aser, por ejemplo, el de la historia 0 el de la etnologia). A su ver, este distanciamiento en lo referentc alos content- dos religiosos trabaja como sil volviera posible una transposicion que man- tuviera a las formalidades religiosas, pero segin un “régimen’ filos6lico. Asi nace una “religién civil", como lo dice justameiite Rousseau en el Contraro Social (IV, 8). La exégesis que destierrg la literatidad de la religion y la envia aun pasado 0 alo “vulgar”, permite un nuevo funcionamicnto de las est turas hasta entonces caracteristicas del cristianismo, pues al verse deslastradas| de sus contenidos ideologicos o practicos, pueden ser reinterpretadas —como un residuo—en el lenguaje de la “politica”, de la “conciencia” o del “progreso”, Estos contenidos se convierten en el objeto de las ciencias reli giosas que comienzan a desarrollarse en este periodo,*’ mientras que el “su- _jeto” de la ciencia se organiza todavia segin Jas formalidades propias de las diversas figuras histérieas de la experiencia cristiana modern, Por este mismo hecho, seria sin duda inexacto pensar todavia en estas formalidades como “religiosas”, puesto que precisamente han dejado do setlo, y en cierto sentido se podria considerar el tiempo de su “cumpli- miento’ religioso como un motnento en a historia de dichas formas cultura~ les. En todos los estudios que le son consagrados, 2 religin presenta, desde el siglo XVII, cierta ambigiledad en su objeto; por ejemplo, su pasado es explicado por la sociologia, la cual fue organizada por este mismo pasado, y tenido como la explicacidn de la misma sociotogfa que lo ha sustituido. Ha- blando mis generalmente, toda sociedad nacida y salida de un universo reli sioso (cexisten acaso otros tipos de sociedad?) debe enfientarse con la rela- cin que mantiene con su arqueologia Este problema estd inscrito en le cultura presente, debido a que las estructuras religiosas se despegaron de los contenidos religiosos al otganizar las conductas racionales, Desde este punto de vista, estudiar la °C em pater 6, Gus, Die. a war, Phonan vie da Canis, Pay, 1972, bp. 1450938, "La apr de las elensiasreliglxar™ 182 religién en nuestros dias quicre decir pensar en aquello en que se fan cvn- vertido sus contenidos en nuestras sociedades (en “fendmenos” religios¢s), tomando como criterio aquello en que se han convertido sus formalid ies dentro de nuestra prictica cientfica.”* El siglo XVII presenta en todo caso este transporte de las estracturas religiosas alos discursos filosSficos. Bs la reciproca del proceso que, ya lo vie ‘mos, cambia las manifestacionesreligiosas de acuerdo con ls formalidades 10- liticas. Dicho de otro modo, parece que la prictica “lustrada” se organiza seein formalidades que fueron religiosas antes de volvera ser tomaclas como post ia- dos de una moral, Lo que esta moral produce obedece todavia los principio: de Jo que esti reemplazando, Esto ocurre con tres grandes etapas de Ia ética, ue pueden designarse segin la referencia preferida: lo politico, la conciencis, el progreso, Estos momentos nos remiten a experiencias hst6ricas del eristianisino yyllevan en sila matea de figuras retigiosas con las cuales forjan una arquecio- Bia, ya sea una eclesiologia, ya una espiritualidad o un pietismo, ya sea un ine- sianismo del pueblo elegido por Dios para una misién universal, 1) Nacida del enorme esfuerzo que permitié al siglo XVII la csca- cidn de naciones y el paso de la cristiandad a la Europa modema,” una é 10 politica domina en un principio. Esta otorga al Estado el papel que habia sido hasta entonces reclaimado por la Iglesia, el de ser et mediador social c= la salvacién comin -el sacramento de lo absoluto. Se trata de una eclesiole xia catélica, pero encargada a un Estado que jerarquiza los érdenes sociales. da origen a las lturgias de su poder, distribuye las gracias y racionaliza los ite- teses particulares. fn teorfa el discurso universal sigue siendo politico evan- do la ley austera del bien comin y del desarrollo méximo sustituye a sus simbolismos realistas. El imperativo de la razén dle Estado dirige a lave? la critica de las prohibiciones cristianas y las mucvas prescripciones. Por ejem- plo, en Morelly,\® en Diderot, "y en otros nnuchos, la libertad sexual tisne como fin y como eriterio Ia reproduceién; no ef amor, sino el “crecimie! to” % Debesimos citar los aumerosos trabajos de A. Koy, C, Canguihem, A. Kojise, eer sobre lo que el ism Kojéve lama "el erigen eistiane dela ceneia mederaa"(en Miser Alesandre Keyré, Hermann, 1968, Pp. 298-208) Cli Alphonse Dupont, Europe et Chrétenté dant la seconde moité dsr ste, ce» de 1a Sorboma, mimeogrtindo, Pals, 1957 ' Morelly, Code de la nature (1758), Pa “Leyes conyapses que inpedir todo desentren ‘Ca win politi presentade por Diderot en 1772-1773 en sa Sioplment (ubre to eo 1 ~Conversacin enue et capellan y @Orou") au Jovage autour dv monde de Bougti lle (4771) ote Is elaciones sexuales 8 fuein den “aumento de fortuna” y de “ues pas Ja nacin” ante todo de product "ninoshensesor”y de "her Io spose: ie ‘Venus fecunds y no tanto "glane”, ett al servicio de I "iid pica 1950, 40, parte, pp. 310-913, acer & 183 emogritico, que, en la perspectiva “poblacionista” de los economistas de ‘aquel tiempo, constituye Ia fuerza y la riqueza de una nacién. Un guerer hacer al Estado fundamenta la racionalizacién de las pric- ticas, y podriamos, desde este punto de vista, comparara los nuevos tedlogos del siglo XVII, con aquellos que tenian la voluntad misionera de “establecer la Iglesia” reorganizando, normalizando y extendiendo las conductas eristia~ nas, “Necesitariamos misioneros de la razén en Europa", decia ya Leibnizen 1709. Pero esta “misién” vel, sigue otras, ctuzadas. Combinando las nociones claves del siglo, apoya /eves cientificas sobre energias, que en una dindtica inminente, deben ponerse al servicio de una utlidad piblica con el fin de tina creacién colectiva. 2) El recurso a la conciencia se origina més bien en el iberalistno econdmico y en un “individuatismo burgués”. Pero este es el lugar que se hhabfan reservado los teformadios, al cual Ia “palabra” que no puede introducirse opulares, remitiéndolas a un pasado inconfesable, afin de evitar un “descrédi- ‘© para lareligidn’.” La hermeneutica de las pricticas y la de los textos obede- zen.a los mismos prineipios. Estos hombres, en efecto, son ante todo elérigos. Masivamente se distancian dela cultura popular, tolerando o ignorando lo que:no pueden impe~ Sit, La ruptura se agrava a partir de los afigs 1750. Disminucién de contactos entre los pastores y las poblaciones; retiro del clero hacia un discurso que se ‘onstruyé en el siglo XVII como “reformista”, pero que se convierte en el nredio formal de los reagrupamientos sacerdotales; desaparicién casi general fe Tas visitas pastorales: estos hechos, entre muchos otros, dan testimonio vimulténeo de fa atraceién que ejerce el ambiente intelectual de las Luces nacido de una ruptura con to “vulgat”), y de la parlisis que trae consigo la ‘mposibilidad de introdueir en el discursoreligioso (congelado en el lugar donde a Iglesia debe ser defendida por sus levitas) la revolucién epistemologica que ‘ostituye la fuerza de dicho ambiente intelectual. Ciertamente, una lenta muta- ién cambia alos saverdotes, pero queda en sccreto o marginada. Mestier es un 80 extremo, pero no excepeional, cuando nos presenta después de su muerte, % Falo se observa desde Fines del siglo xvH en Ie famosa Carta de Fenn a obiapa de Ants, Sobre lelectra de la tanta Excritura en Imngua vulgar (ea Oensrer complete, Pal, t 8 1348, pp. 190-201), oen lat telexiones que dedica al mismo tema 4 Mandamiento sobre ls recepeton de la Bula Unigentius (ibid, « %, 1881, pp. 140-182): “Leer las Ferien e& lo nism que escuchar alo pasores que ls explican" En efecto, "ks pastres so Tas Breet ‘iviener" As In Iplesia vee ames el “derecho” de "eo permit Ia lectre del texto agra Sino alas personas que jag tfiienterente bien preparadas para leerlo con fate” (Onware, op. elt, tte p. 193). #Statelogia es teach, Fer, en el siglo XVI, Fnciona coma la sustmcién dt exo, puto de releenia ler objetivo, por el sacerdot, pinto de refeen- ia social objetivo. Ea ese ess, como en michos oles, Mens. Soanea Bila por el vigor om sue prevents a ae Esriture como st “lengusje de Dies” y a relacién cen la verdad (ett nt senna Sabre Tae amas Erorturas, en Mighe, Oratewe sderés xa, ek 1444-1462), peo € sabe qu ese lenge ya no es esac "Es uae expresisn que epaece muy Fecuentemente en las Conftrencas eclesistcas Borde lesas que pude mliar (fem. 140), sobre todo en el tatanento de “easos” de moral ode 96 {a exposicién de su verdadero pensamiento.* Bl contenido del discurso y et acto de hablar se extraponen, extranjero el uno al otro, como el texto y el autor: cuando hay enunciacién, el enuunciado miente; cuando dice Ia verdad, ya no hay enunciacién. La palabra se desarticuta entre una voz sin verdad y tuna eseritura sin voz —una estructura que combina, empujdndolas hasta el limite, la posicién de lo vulgar y lade las Luces. Esta transformacién oculta no aparece en los textos o en los gestos: oficiales y silo se revelaré a la luz del dia en el momento de la Revolucién, cuando tantos sacerdotes desemperiarén un papel decisive en el desenmasca- ramiento nacional que atribuye todo principaimente a su situacién particular. Anteriormente acorralados en el punto intermedio entre la religiosidad popu- lary la burguesfa ilustrada, podian solamente tramar sus discursos ideotigi- ‘cos y organizar pricticas religiosas, aplicando a las masas la ética de las Lu- ‘ces en materia de edueacién, Una “policta " del lenguaje y det culto La“policta” en el siglo XVIII, designa ala vez a cultura (se vive en policia) y elorden que ella misma supone. La policfa no se puede disociar dela Educa- cién, En la insituciones propiamente eclesiales, la cultura es partcipacién en ‘una filosofia clvil cuyos principios vienen de fuera, Por lo tanto, no encuentra mucho lugaren la actividad ministerial, Le que prevalece e3 el establecimien- to de un orden, asf en el discurso como en el cult. En fo que se refiereal lenguaje, podemos concluirde has encuestas que tratan sobre las masas del discurso clerical oficial, que los clérigas se convierten «en funcionarios de una ideotogiareligéosa. Lo que enel siglo XVI era a diném- ce de una reforma, se convierte en el XVIII en un aparato administrativo de precision extrema, completamente ocupado en normar los principios, es deci, en defender un lenguaje del grupo. Podemos deduct todo esto sl analizar las impresionantes series de los archivos formadas por ls “conferencias eclesist- cas” y las asambleas de Tas vicars forineas, reuniones sacenotales en cada Aistrito, ensues o bimestrales, y consagradas cada vez-a tres materia (“Ex- 1 Jean Mester (1664-1729), Ocwwre, ed R. Des, Anthropos, 3 t, 1970-1971. La Memoria de Meslir comienza asl: “Queridos amigos. ya que no me hubiers sido permite y hubiers tad eonseeueosig eligosas y moests pan ml el dcios abietamente,dirate mi ve, I> fue yo peasabn. be reset dectoslo por To menes después de mi mete” (Ortres, of eth, tp. I) “Tn un exterior may devo” la expresion es de su azobispa €9 1716, op. ell 4p. 200). Mesierocuta un ates que lega por textamiento, tal cme to hacisn macho sacerdotespiblicamesteantansensit que en #0 lesnmentos expretaban canvesiones eon tcaias (como To ba demostrado Jaliie Brancolin,eitado por R. Detné, ef op. cit LB xan tI) 197 plicacién de la Sagrada Escritura”, *Virtudes cclesidsticas”, “Teologia pricti- ca” o “moral"). La erudicién de los sacerdotes ha sustituido a su ignorancia de antafio, Pero esta erudicién se ahoga en la repeticion de libros 0 de res- ‘puestas impuestas por la autoridad bajo la forma de “deberes” y “corregidas” por los vicarios generales. Este discurso es uniforme, sin contradicciones iniemas, regido por las citas, impermeable a la experiencia personal, d@cil a lo “neutro” det grupo. FI diseurso dirige Ia promocién a los eargos (el sacerdocto es “una carrera como cualquier otra"), y ya no hace ninguna relerencia.a la vida local real, Lo que se refiere ala sexuaiidad o ala violencia en el campo es ignorado y teemplazado por los “casos” abstractos que expo- nen los libros recibidos." Lo mistno se observa en los reglamentos pastorales © en la literatura sacerdotal. FI trabajo de organizar un grupo ha engendrado 1 Ienguaje administrative que yao es poroso ala existencia de los sacerdo- tes como tampoco a la de sus fieles. La formalidad de una practica produc- tora ha vaciado al discurso de su poder de decir la realidad. Sera necesaria la explosi6n fevolucionaria para que resurja una expresién’ de la experiencia espititual (Grou, Cloriviére, etcétera) y al mismo tiempo se revelen el teismo latente bajo el lenguaje clerical y la insignificancia religiosa enmascatada por el mantenimiento de las costumbres tradicionales. En la prictica, la gran preocupacisn es el culto. Deste este punto de vista las visitas pastorales constituyen un documento privilegiado para descu- bir, de parroquia en parroquia, las reacciones de los files, de los curas y de los obispes. La observancia y a purificacién del culto son la preocupacién esencial de los responsables, movilizados, por lo dems, sobre dos frentes: la lucha contia l.competencia exterior (en primer lugar el tabemero, jee anticura!),y la eimi- nacién de las “indecencias” en el interior (ante todo de las tradiciones populates antiguas que llenaban fa iglesia de santos terapeutas, de imagenes familiares y profesionales, de festividades ruidosas). Una “represion iconogrifica” exclaye Jos desnudos, los animales, las representaciones no conformes con la “verdad historica”, en fin, todo lo que podria ser materia de “burla”, es decir, lo que no va deacuerdo con el “gusto” de la it intelectual hacia la eval los cléiges dirigen las miradas." La opinién que los curas tienen acerca de sus fieles mues~ * D, Julia, "EL Saserdote en ef siglo xVU", op cit, p. $25. Cf. también Ch. Resthelot ds (Chesoay, “El clero tines en el sglo Xvi y ios regs de insinuacin elesisticn, en Revue 1" histotre moderne et contemporaine, 1903, 9p. 241 #8 "sto esulia en particular de un anaisis de las Covferenciaeecesistis y Congregaciones forineas dels diese de Honlos en fos silos 0 9 xm, exyos lpn nos proporciovan un serie completa (Burdeos, Aho epartaentn, 591-507 para el sglo XV) Otros sondeos ‘conta este aniisis,sobve todos tenemos en venta, qu al hebere feformndo ates ge ‘tas, Ia dees de Burdeos presenta ms promt ext evlvcion hac l formalism "Me eefiero al informe siattica presentado por D. Julia en el “Convegno sti di Stone 198 tra la importancia de este criterio cultural en las apreciaciones morales, pues to que la “groseria” de las costumres ocupa un lugar mas importante que los “pecados”."? Se trata de una “policia” de las practicas. Ademés, lo que por st ‘cuenta el potér paiblico sostiene en la “religién”, es precisamente: este instru mento limitado, pero necesario, que es el culto, En su gran Tratado del Policia (1705), Delamare, después de un “primer libro” de generalidades ‘consaggra todo su “segundo libro” a la religién: “primero y principal objeto de Ja policfa”. En este libro s6lo trata de dos materias: por una parte, el trata miento de los no-catslicos; por otra, el respeto del culto (fiestas, tiempos de penitencia, procesiones, peregrinaciones, eteétera).'" Indicio, entre otros mu hos, de una “santa alianza” como dice d’Holbac, pero todavia mas de unis homologia en el orden de las practicas, aun cuando Hleven consigo verdades diferentes. Una mista logica localiza la falta donde aparece un obsticulo © una desviacién en lo que respecta a una policia de las eostumbres. Es eviden te que la administracin eclesidstica constituye un cuerpo autonome, y 4 “marca” esta especificidad por medio de prohibiciones —limitaciones 0 exi gencias-, destinadas a rectificar, en los extremos, la normalidad comin. De la misma manera, la Iglesia conserva “magnificos objetos” para el pens miento~“espectéculos admirables” y “tesoros inestimables"- que “hace ver al pueblo." Hay, pues, particularidades en el obrar cristiano ~esencialmentc, pricticas culturales~ y una teatralizacion de las representaciones. Pera todas ellas se inscriben dentro de una economia civil. Lo que esta administracio hace por si misma cuatido organiza espectéculos 0 una diseiplina para ct sociale ereligiosa” de Capaccio Paestum (18-21 de mayo 1972): La Reforma pos-ridentn: en Francia sein los clas de la vsitar pastonales:ondonamlentos y resistencias, on 1+ Socletdreligiota nll eid moderna, Napoles, Guid, 1973, pp. 341-297 (C.D. Julia “El Cero parogual de Indices Ge Rens hacia Hines del Anigvo Regimen vocsbolaio de lor cura” ens de anise", en Etules ardennzes, mi, $5, oct, 196) pp. 416 'S Delemate, Trait de la Police, Pais, 1708, yp. 267-378: "De In eligia” "Ba Ewal sur les Preuges, cludo por Roland Money, “Reflexige sobre el exsiaismo siglo XVIN". op. cit, v.21 “Por empl, voluendo a uy una obigncin antigua recordada por Is Bula Supra Gragem > Pio (8 de marzo de 1566) ¥ poe It Sagrada Congregsciin de 1609, el derecho de a Tples = prokibe todavia entonces al médize ia visitor a fos agoniauts si na ha visto la atesiacin Confeser que cetfigue haberlor odo en conlesiin, Cfr Emeste eS, Jeneph Le Mfoére 0 confesseur om pratique... Lie, Barchon, A714, ©. p. 295. Ab ingorbirss dentzo de vr jeracquzaciéareligisn do la sociedad esta media toma el sentido de von “marca” y dev» “iecrot” sobreaadios a a Iigea civil dena profesién “Son expresiones de Mon, Jean Soanen en su sennin Sabre la exclencta del crisanio (1 Migue, Oratews saves, 21, eo 11621168), A os “espectlculos” presents po ba ei, aac las “Ventas” y los “tesors" que ofc, “Foconamos en el sno dela reg rss como el se00 de ins monlabas ue prodcen ero dinantes, eon iestnabes” (Bid, co 1166; et. col 1172). Pero estas expesiones se eneuentan tambien e ols. 196 pueblo obedece a las reglas de una raz6n “itustrada”, ala formalidad de las practicas tal como la definen las Luces, {Qué ocurre, pues, con fas masas populares que representan en le cultura elitsta la Voz que ella pierde al fabricar Ia escritura? En qué se con- vierten las tradiciones orales, con las cuales el andlisis cientifico ha hecho su fuera, es decir, que las eliminé para constituirse? Las masas escapan a la antoridad eclesiéstica, aun cuando acepten los simbolos y 1s ttos teligiosos. Sin duda (pero zhasta qué punto?), alegorizan los signos y los gestos tal como 4a experiencia individual pietista lo hace con los textos escrituristicos, Los desplazamientos pricticos de la interpretacién sobre la superficie de textos {ijos permanecen desconocidos, puesto que no se escriben. ciertatmente, la {iteratura popular de los almanaques nos proporciona un indicio, por fell que sea: sustituye las “mentiras” eclesidsticas con Ia seguridad de las téenicas caseras; al temor del juicio después de la muerte, opone las recetas terapéuti- cas sacadas de una experiencia ancestral y 1os métodos del “vivir bien" o del “saber vivir".M" ;Se tata acaso de la vulgarizacién del espiritu de las Luces por autores “educadores"? ;0 de la atestacién de pricticas populares que en- uentran un lenguaje en las mirgenes de la iradicién religiosa? Probablemente se trata de Tas dos cosas, Pero para precisar el segundo aspecto el que va.a set rechazado en el siglo XIX por la escolarizacién y desarrollado por la demo- cratizacibn- seria necesatio recurriral lenguaje de los gestos y de las herra- ‘mientas, a los discursos Ilamados “tcitos" y que en un principio sélo se hacen oir durante los motines o las revoluciones junto con In guadaiia, el bieldo, Ia azada, eteétera, Seria necesario tomar en serio la formalidad de otras préccticas distintas de la “escritura”."* Tal vez entonces redescubritia- mos en el lenguaje su funcion de hablar, De todas maneras, tuna ruptura ha des-hecho, en lo sucesivo, a los initos organizadores de conductas, para dar higar, por una parte, a una “razon de las prdcticas” ~un tipo de ciencia~ y_ por otra parte a “representaciones” ideotogias 0 creencias. Una nueva historiografia nacerd, cuando una raciona- lidad de las tareas “revolucionarias” haya clasificado las creencias entre las bulas “antiguas”. Entonces, la comprensién misma de las épocas anteriores sncontraré alas representaciones como un efecto o un resto, que refiriéndose Jo que viene del pasado, se ha convertido en homogéneo con lo presente, es lect: con una ciencia econémica o politica de las operaciones sociales. Genevidve Boiléme, Lee Atmanache populares ou Xvi et ru sitles. Estat d° hsoire ‘cial, Mouton, 1969, y La Biblathégue Bleve lied, 197%. Cir. Robert Mandeoo, De fa culture populare auc WHF ot X0UF sites, Stock, 1904 “ Podemos ler de esta manera el gran panorama que sooienes a trzar Femand Braudel ‘slstion materille e aplaizme (oH acts), LA. Calin, 1967, iba que aa Jee tos acereaenacho més al ugar dels eultrs popular que muchas obras sobve In "iterstara plan 00 Tercera Parte Sistemas de sentido: lo escrito y lo oral Capitulo \ Etno-grafia. La oralidad o el espacio del otro: Léry La escritura historiadora y la totalidad etnoldgica Caatro nociones parecen organiza e campo cientificoeuya condiciin se fija en el sigio XVIII y que recibe de Ampére su nombre de etologia:' Ia, oralidad (comunicacisn propia de la sociedad salvaje, o primitiva, otradivic: nal), la espacialidad (0 cundro sinerdnico de un sistema sin historia), 1a alteridad (la diferencia que plantea una ruptura cultural), la ineonsciencia (condicién de fenémenos colectivos que se refieren a una significacién que les es extraiia y que sélo se da a un saber venido de fuera). Cada una de elles ¢garantiza y lama a las otras. Asi, en la sociedad salvaje, que se extiende ante Ja mirada del observador como un pafs inmemorial ("las cosas ban sido sier pre asi”, dice el indigena), se supone una palabra que circula sin saber a qué reglas silenciosas obedece. Pertenece a la etnologia apoyar estas leyes en una escritura y organizar en un cuadro de la oralidad este espacio del otro. ‘Tomado aqui como hipétesis (evidentemente parcial), este cuadril teto “etnolégico” dara lugar a transformaciones, que irén de Ta pedagogia al psicoanilisis, pero euya combinacién inicial puede siempre reconocerse. EL ccuadriltero tiene su corolario en Ia historiografia moderna, cuya consiruccion pone a trabajar en a misma época, 2 cuatro nociones opuestas a escritura, ia femporalidad, la identidad y la conciencta, “Ge Roars, “La primera aac dl mina cuologio” en Fthnologia europea, Reve tnrnationaie etnologe. ewapéene, oh), [S67 nin 4 yp. [70-14 Desde este punto de vista, Lévi-Strauss da testimonio de una diferen- siacién que ya existia desde hace cuatro siglos cuando atiade su variante per- ‘onal al género literario del paralelo entre etnologia c historia, “La etnologia, nos dice, se interesa principalmente en lo que no esté escrito”. Lo que trata es “diferente de todo to que los hombres piensan habitualmente fijar en la piedra » enel papel”, Para dl, a esta distincién de los materiales (eseritos o no escri- ‘08) se afiade otra, que se refierea surelacién con el saber: la histotia organiza sus datos en relacién con las expresiones conscientes, la etnologia en rela- «i6n con las condiciones inconscientes de la vida social”? ‘Connotada por Ia oralidad y por un inconseiente, esta “diferencia” liseda una extensién, objeto de la actividad cientifica: el lenguaje otal espera, para hablar, que una escritura lo recorra y sepa lo que dice. En este espacio de vontinentes y de océanos ofrecidos de antemano a las operaciones de la escri- ‘ura los itinerarios de los viajeros se dibujan y sus buellas van a ser objeto de ‘a historia, Desde el momento en que se trata de escritos, fa investigacién no ne necesidad de colocar un implicito —una “naturaleza inconsciente”— ‘encima de los fenémenos, La historia es hamogénea en los documentos de la \ctividad occidental, ls acredita con una a“‘conciencia” que ella puede reco- vocer, se desarrolla en la continuidad de las mareas dejadas por los procesos «scrituristicos: se eontenta con ordenarlos cuando compone un solo texto con nillares de fragmentos escritos donde ya se expresa el trabajo que construye 'hace) al tiempo y se da conciencia a si misma por un retomo a su propio ser. De esta configuracién compleja, retendré ante todo dos térmiinos, Me rregunto acerca del alcance de esta palabra instituida en lugar del otro y \lestinada a ser entendida de un modo diferente de aquel que ella habla, Este espacio de la diferencia pone en tela de juicio un funcionamiento de la palabra nuestras sociedados de escritura —problema muy amplio, pero que nos vace percibir la aticulacién de la historia y de la etnologia dentro del conjunto te las ciencias humanas. Una figura de la modernidad sto no es sino un sondeo. Atravesar la historia y Ia etnologia con algunas preguntas, he abi todo mi objetivo, Aun bajo este titulo, no podriamos dmitir a ta palabra y a Ia escritura como elementos estables, de los que dastaria analizar las alianzas o tos divorcios. Se trata de categorias que ‘orman un sistema en el interior de conjuntos sucesivos. Las posiciones laude vi-Stauss,dnhrepologesovenwale, loo, 1958, taro, "Historia etvologi pp. 33 2S-Elanbimyads esto, respectivas de lo escrito y de fo oral se determinan mutuamente. Sus combi- naciones, que cambian Ios términos asi como sus relaciones, se inscriben en ‘una sucesién de configuraciones histéricas. Trabajos recientes nos muestran la importancia det desplazamiento que se realiza en Europa occidental del siglo XVI al XVIIL* Fl descubrimiento del Nuevo Mundo, la fragmentacién de lacristiandad, los desgarramientos sociales que acompafian al nacimiento de una polities y de una razén nuevas, engendran otto funcionamiento de Ia escritura y de la palabra. Comprendida en la érbita de la sociedad moderna, su diferenciacién adquiere una pertinencia epistemolégica y social que no habia tenido antes; en particular, se convierte en el instrumento de wn doble trabajo que se refiere, por una parte, ala relacién con el hombre “salvaje”, y por otta parte, a la relacién con fa tradicin religiasa. Esta diferenciacidn nos sitve para clasificar los problemas que presentan ala élite intelectual, por una parte el sol naciente del "Nuevo Mundo" y por otra, el erepiisculo del cristin- nismo “medioeval” Este uso nuevo, lo noto en los textos —historias de viajes y cuadros etnogrificos— se queda evidentemente en el campo de la narracién, se con- forma con lo que lo escrito dice de la palabra. Aun cuando sean el producto de investigaciones, de observaciones y de practicas, los textos siguen siendo los, relatos que se cuentan dentro de un medio. No podemos identificar con la organizacién de practicas a estas “leyendas” cientificas, Pero al indicar « un grupo de Tetrados lo que “debe leer", al recomponer las representaciones que este grupo se da, estas “leyendas” simbolizan las alteraciones provocadas en luna cultura por su encuentro con otra, Las experiencias nuevas de una socie- dad no descubren su “verdad” através de una transparencia de dichos textos, se transforman segin las leyes de una escenificacién cientifica propia de la &poca. Bajo este titulo, los textos dependen de una “eiencia de los suefios” forman discursos sobre el “otro”, a propdsito de los cuales nos podemos pre guntar qué se cuenta alld, en esa regién literaria siempre desfasada con res- pecto a lo que se produce en fa otra parte. Finalmente, al extraer de una serie de relatos de viajes algunas piezas que marcan une arqueotogia de la etnologia,* al detenerme en un > fe suprascap "La formal de aspen” + Slamente para srie de vines Franca de oe sige XV al XVI, objet dun trabajo en reparaciin,lbisiopaiavaer iments, Mencions icant algunas bras gereaes ean domi invesigscin: G. Atkinson Lar Noun Horlrone dea Renlesacerangaine Pai, SE, H ‘Baudet Peraise an earth Some thought on European Dagee of mon European Na, Lond, 198; 5. Bunrque de Holanda, Fedo do prairo Ormaivoredentcor na detebrinientoecolonsapee so Brasil, Rio, 1959; M. Duchel,Anlropoigie et heir sleds Lames, ars, 1971 Lando {Flos sevogg. 1580-1780, Bai, 1972; G, Leclerc, Ambropologe et colonalieme, Pais, 1972; FE, Manvel, Te [8h Conny confront the Gos, Cambri (Mas) 1958S. Moravia, 205 episodio narrado por Jean de Léry (1578) como en el equivalente de una *escena primitiva” en la construccidn det discurso etnol6gico, al dejar proli- ferar a partir de dichos documentos las palabras, las referencias y las re~ flexiones que asocia el lector que soy, debo interrogarme sobre Io que este andlisis me oculta 0 me explica. Acetea del discurso etnologico, quisiera decir lo que él construye al desterrar Ia oralidad fuera del campo ocupado por cl trabajo occidental, convirtiendo asi la palabra en un objeto exético, Sin embargo, no me escapo de la cultura que la produjo; tinicamente reduplico su ‘efecto, ;Qué clase de ex-vato dirige mi escrito a la palabra ausente? ;De qué suelo o de qué engano es metéfora? No hay respuesta. El auto-andlisis per- id sus derechos y no me atreveria a sustituir un texto por lo que otra voz sola podria revelar acerca del lugar sobre el que escribo. ‘Lo importante esta en oiro lado, La cuestin planteada alos trabajos eiolégicas —que es To que supone esta escritura sobre ta oralidad?— se repite de nucvo en la que los textos me obligan a publicar y que viene de ‘mucho mis lejos. Mi andlisis vay viene entre estas dos variantes de a misma relacién estructural: Ios textos que estudia yJos que proxtuce. Con esta bilocacin se mantiene el problema sin resolverse, es decit, sin poder salir de la “circuns- cripcién’”. Por lo menes se manifiesta aqui una de as reglas del sistema que se ha constituide como “oceidental” y “mioderno”: la operacién escrituristica que produce, preserva y cultiva “verdades"™ imperecederas, se apoya sobre un rumor de palabras que se desvanecen tan pronto como se enuncian y por lo tanto, se pierden para siempre. Una “pérdida’” irreparable es la huella de di- cchas palabras en Jos textos que las buscaban. Asi parece escribirse una tela~ cidn encima de fa otra, 1. La “leccién de eseritura” en Jean de Léry (1578) ‘Aun cuando supone una larga tradicién medioeval de utopias y de expectati- ‘vas donde se esboza ya el lugar que vendré a ocupar el “buen salvaje" Jean de Léry nos proporeiona un punto de partida “moderno”, Para decirla verdad, ‘mas bien nos asegura wna transici6n, Le scienze del noma nel Seecono, Bari, 1970; BN, Sedo, O Rio de Janeiro no seeulo ATT Tisboo, 1965; etecora,y naturalmeste AL, Gara, siblographieBresiionne (obras Hane Savy latins rlotivos a Basil, 1500-1898), 2a ed, Rio, 1962, y G. Raeders, Bibliographie jranco-bréillonne (1551-1987), Rio, 1960 dd Media repre abn als qu es neces paraacoge a en salvaje’: m ilenrismo ‘ve espera unregteso al edad doo convicion de que el peoueso historic, sent, se oviene = thse derenainienoa de etomoe am rimitviersineente (J Le Gof °F bisriaory el hombre Codigo", en L'Historien ence eologue ete faurologue, Moston, 1972, p. 280), Sobee Publicada en 1578, su Historia de un viaje hecho a la tierra del breviario del etnélogo”, dice Lévi-Strauss— es el relato de una estancia en Ja bahia de Rio durante los aftos 1556-1558. Este viaje se inscribe dentro de una sucesidn de “retiros”. Reformade, Léry huye de Francia a Gine- bra; abandona Ginebra y parte al Brasil con algunos compafieros para partici- paren la fundacién de un “refugio” calvinista; se aparta de la isla de la bahia de Rio, donde el almirante Nicolés Durant de Villegagnon recibié a la misién protestante después de un acuerdo con Calvino, desilusionado pot las fluctua ciones teol6gicas del almirante, y vaga durante tres meses (fines de octubre 1557-prineipios de enero 1558) entre los tupinambas de la costa, antes de cemprender el camino de regreso, del Brasil a Ginebra, y de Ginebra a Francia donde sc instala como pastor. Peregrinacién al revés: lejos de reunirse con e} cuerpo referencial de una ortodoxia (Ia ciudad santa, la tumba, la basilica), itinerario parte del centro hacia los bordes, en busca de un espacio donde en: contrar un suelo; trata de construir alld ef lenguaje de una conviccién nueva (reformada). Al finde esta investigacién, como resultado de este viaje de ida y regreso, aparece Ia invencién del Salvaje.” Brasil 1a contd ene elite de Ta edad de oro y el dl buen salvaje cfr G. Gonnard, La Ligende tle bon sauvage. Contribution « Viude ds origines iu zoctalisme, ibe. Médicis, 1946; 11 Levin, The hvth of the Golden Age inthe Renaesance, Londes, 1970, cap. SCLevi-Stnsn, Tes Tropiqus, lon 1955, . 89, "BlexpedieneLéryesimporate, Dela Hltrtade un Vje (sve dun voyage fit en Inter i ki) tar Ia reedicin de Pau Gall, ania exara (salvo algunos detalles, verifiads ens ‘icin, de Ginebra, 1580, Paris BN. 8°O y 1368) yeomplets 2 ones, Pasi, A. Lemere, 180 (ct tse tertocon! sero, segido de os ames dete yd api) [Bespots dels ses piers ediiones el siglo XVI (La Roche S78; Ginebra, 1580,1585,1894 1598 1611, Historian sea poi de mew sino parlauete(conexcepeién de Catach 1927 (Chany Cles), 1057 (MLR. Mayon 1972 (con una excelente presentacio Ue A.M. Cs) ooo despuds apes excelente reprsociSnanastitea dela eign de 1880, publica por Jean (Caade Merisot Ginebra, Droz, 1975. Debemosmencions rbita a taduccimbrasiea yale rotas de, Mallet ol “Bibiotes bistrca baile (Ihagom a Terra do Brasil, So Paul, 1972 All encoirsms, po ba del ano de Pio Arosa, ona curios econtrucsin dl captlo X2. sebre a lengun up (op. cl, pp. 219-250 ala qu node les mejores espesialistas del Topi aioe su Gursode Tupi antigo, Ri 1986) vivamee- A Lens Darboss Estados de Tit: O “Dial {fo de Liry” na esiuragio de Plo Aya, Ro, 1944. ‘orante la sega mit det siglo XV, tod na Heat rodea 0 expla Ie expeicibn de catallaye Dusnat de Vilegagnon 4 Rio (1555-1560), Algunos watados como la Casmograph “niverslie del franesearo. André Thévet (Pars, 1973) cuyas “impostaras” tata de refute Ley, Ler Toit Mondes de La Popelisiée (Pars, 1882) cuya 3a. pare (América) toma machos ator el vije;etesera, Pero estas obras ciesifias vienen despues de Is publeacton d= tlocumentesy de panflatos. Algonos de ello, peiodsicosy polémicos, son de género poo seti: L' Epousett des armoiies de Pilegsignon... © E'Eole de Nicolas Durand. etd ‘Con lor ottos podemos formar buenos legsjos acerca de las cuestiones debaids. Hay do momentos principales 1" 1557-1558, desputs de la paitida dela “nisin” de Ginebra, pero evando Villgngn0 conzerva todavia la (la Coligny en la tahis de Rio. Estos documentos son apoogis politic En 1556, Jean de Léry tiene veinticuatro aft. Su Historia, veinte afios mas tarde, convierte en una forma circular el movimiento de partida que iba de por-acd (aqui, Francia) apor-allé (all los tupis). El viaje se convierte cn un ciclo. La Historia trae de alla un objeto literario, el salvaje, que permite volver al punto de partida, El telato produce un retome de uno miso a uno ‘mismo por la mediacién del otro, Pero algo queda alla, que se le escapa al texto: La palabra tupi, que es del otro y no se puede recuperar —un acto pere ccedero que la escritura no puede relatar — Cope de quelques Leves sur la Navigation cu Chevalier de ilegaignon es Teres de I Amérique. contonant sommairerient ie frnmes encourues en ce voyage. aves les murs et fagons de vivre des Sawvages du pate: onvoyses par un des gens dudict Selgnenr (ed. Por ‘Nols Bars), Paris, Martin le Jeune, 1887, in & reed. 1558, io 84,1941 “— Discours de Nicoias Bard su Ta navigation du Chevalier de Vlegaignon en Amértgue, ais Matin Te Jeane, 1$58 (red. en P Gaffarel, Histoire Brélfrangais, «9p. 373-382). 2 1561, por consguiene después de I victva de los press y la pat de los fanceses (1860), Dette teoldgice-pollico Pat- Ginebra sobre Iocan aia de estblecer tn" Re- gio” protetante Vllegaignon es acusedo de bre tisicionado ala religion reformada, al fey © 4 ambos. El pastor Pier Richie, lelogo miembro dela "msin” dela que Léryfommaba arte ef el mir contraio al aati goberador (isis dx Roza, Histoire des ehoser mémorables avenues en la tere di Brési porte de 1" Amérique Australe, sous le gouvernement de M. ie Miegaignon sur ta Résctton dor Sacremons de Maisve Jehan Calvin, Pars, 1561, ido al precedente ~ Response aut Letres de Neola Durant, dit le Chevalier de Vilegelgnen addveesee 4 la ‘eome mere iu Ry. Enserbe la confutain dune rite mie en avant parle dt Vlegaignon contre ia souveraine puissance et euthorité dee roi, sn, (1861, probablemente), is tE ~ Peiri Rickert libri duo apologetci od refutandas noenas, et coarguendos blasphemos ‘errors detegendague mendacia Nicolai Durand gui ee Viegagonem cogrominat. Ginebra (Excusum Hierapoli, pec Thrasybulum, Phoenicai, 156, in 4. Fl vento de Richer fhe ‘itada el mismo ato en francts: La Reftation des flier réveries, execrablesblasphimes tt Imensonger de Nicolas Durend..(Giaebrs), 1561 = Response caus liklles diure pubis conte le Chevalier de Filllgagnon, Pats, Ane Weche, 1561, in 4” (aspcado escrito por Villeizsgno). Es preciso seflar tb, en In edi siguiente dels edlbves Aces des Martyrs de Sean CCrespin (Ginebra, 1564, pp. 887-A68 y ABO.A9S), In insercign de dos memoray ecetea de lot ‘eles calvnisas pesepuidos por Vileigngn dant msn de 1556-1857 en Ro: ne deben ala pluma de Jean de Ly, ‘Avera dela Histoire d'un Kage fi en La tore cu Brdsly wv aeance hisicoy iteaio, ‘iste algunos ests: Paul Gaflael, Jean de Ler. La lange tpi tieda spate Ue la Revue ide Hinguistique), Pati, Maisonneuve, 1877; Histoire du Brésil francais au 30" siecle, Maissonneuve, 1878; Les Frangos au dela des mer. Ler Décowseursfrangats du 0" Chale, 886; ArthorHeulhard Plegaignon, Rol d' rsriqu, Pais, 1897 (panelico de vn colon 2dr) Gilbert Chim, Zexotme américon dans la ttéraurerancise au 7 sete Hachete 1911, y Ler Réfiglés luguonocs en Amérique, Let Belle Lettres, 1925; C.Cler, “El Vine de Laxy'y el descubviniento del “Buen Salvaje,” en Revue de Inst de Sociofogte (Breas), vu, 1927, p_ 308 5; Peso Calmon, Mitre do Bras, 1500-1800, Sto Paulo Rio, 1839 (2a 1950), Olivier Reverdin, Quotrzecainter chez lee Tapinambous, Ginebra Paty, Dros Minar, 1957; E. Vibert, "S- Nico y Ia empresa de Villegsigcn”, en La Décowerte de Amérique, Vin, 1968, p.89's5; Florestan Fernandes, Organiza social dos Tapinamba ‘So Paulo, 24. e,1963;etcdtee vom expeiente sabre Lin, debemos adi todo Yo que s refers 1 impostancia dentro de 208 Asi, en el estuche del relato, la palabra salvaje hace el papel de joya ausente; es el momento de un encantamiento, un instante robado, un recuerdo fuera del texto: Tan grande alegria (eseribe Léry a propdsito de sus impresiones duran. te una asamblea tupi) que, no solamente al oir los acordes tan biet: medi- dos por una multtud tan grande, sobre todo cuando al unir sus voces pata la cadencia y el estribillo de la balada, en cada estrofa decian: hen, hheuawre, heura, heuraure, heura, heurar weh, queddaba yo completamien- te arrobado; sino que también, todas tas veces que me acuerdo, el cora- ‘bn se me esiremece y me parece que las tengo todavia en mis oidos.* Aqui la ausencia de sentido, constituye un vacio en el tiempo. El can- to tararea aqui hew, heuawre, o, més lejos, He, hua, ua, como una voz puede docir rere, o wralald. Nada puede ser transmitido, relatado y conservado. Peto inmediatamente después, Léry acude al “intermediario" (el jntérprete) para tener la traduccidn de muchas cosas que no ha podido “comprender”. Enton- ces se efectia, con este paso al sentido, Ia tarea que transforma la balada en producto utilizable De las voces, el hil intermediatio saca el rlato de un diluvio inicial “que es, nota Léty, lo que tienen entre ellos como més cercano a la Escritura Santa’? retomo al Oceidente ya la eseritura, para los cuales el regalo de esta cconfirmacin fue traido desde las Iejanas riberas tupis; retorno al texto cris no y francés gracias a los cuidaclos conjuntos del exégeta y del viajero. El ‘tiempo productive sc remienda, sigue adelante el engendramiento de la histo- ‘a, después de la runtura provocada por el estremecimiento del corazén que nos Hevaba por alld, hasta el instante en que, “completamente arrobado”, so. brecogido porta vor del otro, ef observador se olvidé de si mismo, Esta articulacin entre fa palabra y la escritura se escenifica tuna vez en la Historia, y focaliza discretamente todo el relato, pera Léry explicita su posicién en un episodio clave, en el eapitulo central donde trata de la religidn,! es decir de fa relacidn que el cristianismo de Ia Eseritura mantiene con las tradiciones orales del mundo salvaje. En el ta bistora del peusamientn en ef siglo Xe (Montaigne. ectera, ofr. Atkinson. efcserh ¥ también ef materiat que ha peperionadn serea de In Tengn ti, convert, en etx de Ia Ftsora, en wna area lighten que outa meta tna int dt ne (ef, Visor de Port-Sepure,L ‘Origine touraivane des Amiriaine Tipis —-Carbes et des Aneiens Exypiens. Viena, Faesy et Frick, [876 RC. Tatevin, La Langue taping dite tpt om Net, Views, A olde, 1910, Fede G Edelweiss, Eves Tape e Tg Guarani, Ris Liv, Bras, Ei, (909) "G3, 71-72 * Tid, 72. ° Histoire din Vosage... ap. xv “Lo que se puede lama reign ene los Saleaes Amer anos.” (G2, 59-60, 209 lindero de los tiempos modernos, este episodio inaugura la serie de cuadros analogos que nos presentarn durante cuatro siglos muchos relatos de viajes. ‘Aun cuando invierte una vez mis el sentido y la moral, la “Leecién de Escri- tura", en Tristes tropiques (1955),"repite el esquema que organiza la literatu- raetnoldgica y que engendra, de cuando en cuando, una teatralizacién de los actores. Bajo la forma que toma aqui, la escena ya retine toda clase de escti~ ‘uras, sagradas o profanas, para asignarlas a Ocoidente, sujeto de la historia, yy encomendarles la funcién de ser un irabajo expansionista del saber. En cuanto ala escritura, sea sagrada o sea profana, no solamente no saben lo que-es, sino, lo que es peor, no tienen ninguns caracteres para significar ringuna cosa, Cuando en les primeros dias queestuve en su pas para apren- der sa lenguaj, escribia algunas frases y sc las lia un poco después. ellos creyeron que eso era un acto de brujeria y se decian uno al otto: ;No es caso una maravilla que éste, que ayer no sup decir una sola palabra en hestra lengus, en virtud de ese papel que tiene en Ia mano y que le hace hablar as, sea ahora tan entendido de nosotros? Y¥ aqui tienen Ja risma opinién que los salvajes de la Isla Espa- ola? que fueron los primeros. Porque el que escrbié su Historia” dice asi Jos Indios, sabiendo que los Espafols sin verse ni hablarse uno al oto, sino solamente enviando cartas de lugar en logar se entendian de esta manera erefan o que tenian esprit de profecfa o que las mismas hablaban: de ma- neta dice 1, que Tos salvaje, emiendo ser deseubirtos y sorprendidos en falta, fueron por este medio tan bien retenidos en sus deberes que ya.n0 ‘osaban mentir ni robara los Espafioles. Por lo cual yo digo que, para el que quicra amplificar esta ‘materia, se presenta aqui un magnifico sujeto tanto para alabar y exaltar el arte de la escrtura como para mostrar cudnto tienen de que alabar & Dios las naciones que habitan estas tres partes dei mundo, Furopa, Asia y Attia, por encima de los salvajes de esta cuarta parte Hamada América: porque en el fugar en que ellos habitan, no pueden comuni- ©. Lévi-Stanss, Mites Topiques, 1985, pp.337-349: “Levoidn de escrtua, Cf. Iaeques| Destde, De lz grammatologie BA. de Mit, 1967; pp. 149.202 “La snlencia de Ia let! de Lec-stanse « Rootiens” Roland Barthes, “La lecciin de esertrs, en Te! Duel, sm. 34, 8, pp. 2838, 1 Isa Espadola™ Hopaniola, es desir ai YE Lipeede Gimare, Hutorta de as Indias, con la conguiss de México y de la Nueva Espa, ib ‘yeap. 2000p (a traduccin fncest de Mario Fume, Histove général des Indes accidentals clTeresneuve, sparece en Psion 1568 ten cinco eeiiones de 1577 91606). Ld serehcrea desposesién) y por contsiguientea la identidad del que habla, 4. Construccién y desconstruccién de un lugar. Un eje seméntico de los textos diabélicos se indica con la pregunta que tiene por formula, en el exorcista: “{Quién esta alli”, y en el médico: *;Qué es eso?” Ambos, el exorcista y el médico, responden con nombres propios sacados ya sea de la serie demonolégica (Lucifer, Asmodeo, clcétera) ya de ta médica (melancolfa, imaginacién, hipocondria, histeria, eteétera), Estos nombres de- signan igualmente “esencias” determinadas por el saber de uno u otto. Desde este punto de vista hay, sin embargo, una diferencia entre ellos. El exorcista Gebe obligar a confesar el ombre propio a la endemoniada. Si el trabajo més importante del exorcistaes la denominacién, es preciso que esta denominacién se vea sella con la confesién de Ta posesa; para que el contrato sea restaura- do, ella debe responder: “Sf, yo soy Asmodeo”. Posteriormente, en la psiquia- tria a partir de Pinel, se ha establecido algo semejante: Ia verdadera curacién ” Emile Benvéniste, Problémes de linguisgue générale, Gallimard, 1966, pp. 258-266: “De la suljeividad en el lenge" 248 ‘ del enfermo no consiste solamente en nonubrar la enfermedad, sino en obte ner del enfermo que reconozca la verdad de lo que su médica dice de él. En este caso, partiendo de la denominacién hasta llegar a la confesion, el saber cierra su circulo. Pasa lo mismo en el tratamiento de la posesién, Pero el exorcista debe obtener la confesidn de Ia endemoninda en el momento en que esté poseida y en un estado de “inconsciencia”: se espera la confesin del otro que habla en ella. Ahora bien, el médica del siglo XVIT no tiene necesi- dad de esta confesién, o por lo menos la obtiene de su propia observacin, es decir de ia superficie corporal cuyo especticulo (sudores, pulso, heces fecal, degluciones) hace las veces de confesi¢n, El sudor de ta“enferma” habla en vez de las palabras de Ia “posesa”. Pero si el exorcista obliga a la voz a confesar el nombre del maligno, el médico obliga al euerpo a indicar el mal; en ambos casos un no saber (de Ia endemoniada 0 de la enferma) es el pos” tulado de a idemtificacién impuesta por un saber. La vor dela posesa incons- ciente y el cuerpo de la enferma muda tinieamente dan su asentimiento al saber, que es el nico que habla Dos movimientos paralelos se inscriben, pues, en los textos. Uno, demonolégico, parte de la pregunta “;Quién esté ali?” y por medio de una vor inconsciente llega al nombre propio (deun diablo) sacado de una lista de seres definidos por la demonologia. Otro, médico, parte de fa pregunta", Qué seo?" y por medio de fenbmenos corporales llega al nombre propio (de una enfermedad) sacado de un diccionario establecido por laciencia médica. Las dos lineas se construyen segiin el mismo esquema que consiste en pasar de la no-identificacign a una identfieacion, Este esquema describe la produccién de un nombre propio. Pero el nombre propio viene acompatiado de una constelaciin de “adjetivos”o predi- cados, Estos van a crear alrededor de él un espacio complejo donde cada tino ‘de los predicados se convierte en la metonimia del nombre propio y atiapa ala posesa con el Iazo de “desplazamientos” que inicamente la hacen pasar de un equivalente a otro de fa misma identidad. La “subversion” se convierte en st contrario teatral, Asi, el nombre “Leviatén” desarvollaa su alrededor todo un muestrario de calificativos que van recorriendo las palabias (burlons), fas 1mimicas(risuefias, graciosa, etcétera) o los comportainientos (zalamieros,et- cétera) de la posesa. Este repertorio plural amplia el eiculo cle Yo nisin (el ‘tombre); limita con mayor seguridad la accion de la posesa al concederte la posibilidad de movimientos que ya no ponen en tela de juicio el lugar de identficacién, sino producen efectos espectaculares (sorpresas, invencio- nes) sacedos de Ins relaciones (metonimicas, metaférieas) entre una pluraticad 4e atributos (mas o menos coherentes entre si ye! mistio nombre propio, Una verestablecidas las reglas dl juego, “el rostorisuefo”, com dicen las acta, susttuye a Leviatén y comienza una cireulacién sobre una superficie seminti> 249 ca bien definida, E} nombre de “Leviatén” se convierte en un campo de jue- 20s, En el centro esta el nombre; alrededor, una serie de posturas, de mimi- cas 0 de equivalentes verbales. Entre las posesas, los exorvistas y el piblico se establece un teatro de alusiones y de adivinanzas. La posesa juega con el publico; el exorcista con la posesa, Asi, ella no quiere decir su nombre, pero toma una actitud zalamera, como diciendo al piblico: “;,Adivina quién es?" y el piblico responde: “Claro, es Leviatin”” Bajo este aspecto, la escenografia, transforma los juegos de identidad en juegos retéricos, sustituye el desvane~ cetse del sujeto con Jas metamorfosis o las correspondencias imprevistas de sus atributos, Este teatro barroco es el triunfo de un orden. Sin embargo, aun cuando se haya vuelto mis Tento por estos efec- tos superficiales, el proceso inicial continia. Condena la operacién ‘dentificatoria a un infinito volver a comenzar, del que no se sale jamais, El proceso que establece los lugares, vuelve sin cesar a su punto de partida, debido al revoloteo de las posesas por todas partes, y por consiguiente es neeesario volver a comenzar desde cero el trabajo de colocarlas en lugares ‘onomisticos seguros. Finalmente, cuando el encierro en el tablero onomistico religioso no da mas de si, es reemplazado por otra euadricula, cesta ver policiaca, Y asi acaba la historia de Loudun, Laubardemont, agente de Richelicu, dard lugares a las posesas —pero ya no en casilleros ‘onomisticos, sino en celdas de prisién, La razén de estado se entiende bien ‘con los muros. Pero hay otro problema, pues en todo este tiempo las posesas perturban Ia operacién de identificacion lingtistica religiosa, Los textos dicen a menudo: “Ellas olvidan su nombre", y reiteran con esto el enigma de su nombre al moverse hacia otra casilla del diccionario, y con una serie de deslizamientos alteran el funcionamiento del sistema demonologico sin cambiar su estructura. No reemplazan al sistema ni lo destruyen, 1o per- vierten al comprometer constantemente los lugares onomasticos que se les han sefalado, La denominacién nunca queda ni completamente derrotada i completamente victoriosa. Es como un juego de cartas en el que la reina de espadas pudiera utilizarse como sota de corazones, y donde se insinuara contre la reina y el rey la figura inesperada de-un as de tréboles. Asistimos asi, por un desvanecimiento de las figuras, por una especie de apelmazamiento encadenado, a la mutacién de Leviattin en otra cosa que se llama mnt o bien a la irrupeién de un Sowvillon (especie de chiste erdti- co) 0 de una Cola de perro entre Isacarén y Behemot. Estas metamorfosis y anamorfosis pertenecen claramente @ un arte barroco, pero lo importante aqui es que sefialan wn trastomo en el cddigo y son Ia huella del modo como interviene “algo del otro” en el discurso demonologico. 280 5. El cuadro de nombres propios: una toponimia “alterada” ‘La insinuacidn de un as dle téboles (de un Souvillén) en la lista “clisica” d+ nombres diabélicos, pone en tela de juicio otra dependencia distinta a lade I1 enunciacién “posesa”: la del eédigo mismo en un momento de transicién cu - tural. Ademés de ta deriva del yo a través del cuadro idemtificatorio, se advie: te una inestabilidad del mismo cundto, debilitado por la incertidumbre cq2 aquaja en esta época a los marcos de referencia religiosos; el cuadro se v2 invadido a su vez pormenciones heterdclitas;y en sa conjunto se deforma por 'a intervencién de codificaciones (médicas, politicas) que se imponen progr<~ sivamente y ocasionan corts eiruitos. Tomado en este conjunto sociohstorie como una pieza particular, el cuadro sigue siendo el testigo de esta mutacio general. Asi pues, para poder informar acerca de su funcionamiento, es neec sario distinguir el papel teérico de los nombres propios en la posesién, y los alteraciones que sufe fa lista en Loudun, 1) Contra Gardiner, que sostenia su insignificancia y oponia desi nacién a significacién,§ Lévi-Strauss ha demostrado que esos nombres, las soviedades de clases definidas, "siempre son significativos de Ia perte nencia a una clase actual o virtual que s6lo pusde ser la clase del que s= nombra o la clase del que nombra”.” El no dejaba de ver el limite de un empresa clasificadora en medio de un sistema cultural determinado: son los “cuantos de significacién debajo de los cuales no se hace sino mostrar”. Aci ‘ues, si“el nombre propio permanece siempre de parte dela significactéir Se sitia en el “umbral” marcado por una discontinuidad entre el acto 1 significar y el de mostrar."? Es pues muy interesante considerar qué forma toma esta ruptura ente> eldecir y el mostrar en el discurso que se refiere precisamente a lo no-dicho, F| undo de los nombres de demonios representa, en efecto, una de las fronvert con las que se defiendeel sistema demonologico y baja en reintegrat Io que hs sido “tomado” por “otra cosa”. Ea esta frontera consttuida porla nomenclature, ‘uesto avanzado de la significacién, la posesa es la que se escapa del sisteina. Fl ‘xorcismo tiene por fin asegurar un paso del silencio de la posesa alos noni {que le offecen los exorcistas; transforma en Lenguaje al “silencio” de los pestos e los gritos inarticulades.” Puesto que el diccionario de nombres propivs NAM, Gacdines, The teary of per names. 4 camtovsrslalestay, Londkes a. ed, 1954, ¢ ©. LéviSteus, La Rensse saniage, Pla, 1982, cap. 11 vi. Chr tonbien TR: Semele, “Neo Sees propos" eh HF. Rosenberp)'C. Travis, Reading nse Phileseply of Langan Bes Halt, 1971, pp. 212-218. i ae ie "La Pensée sawvags, 09. ct, p. 248 3 Bid, pp. 285-286 * Lede Reus “Posesion ychanaismo”, en Fourguo épouer, Gallimard, 251 diabticos desempeiia un papel importantisimo en este acceso o en este re- tomo al lenguaje, se le puede asemejar aun almacén de significantes destina- doa Henar las lagunas que manifiesta la posesa. El diccionario se encuentra sobre la linea de cemarcacién entre lo indecible y lo significable, pero “del lado de la significacién”. Por esto mismo, en las sociedades tradicionales, la recepcién o la confesién del nombre propio diabdlico tiene un valorintegrador, pues estable- ce una alianza con el “espiritu’ (demonio, antepasado) identificado, reconoce oficialmente lo que hace irrupeién en un grupo; algunas veces confirma un destino. En resumen, se inscribe en un sistema de comunicacién. El nombre propio tiene a veces aun el sentido de una respuesta dada a los signos o a las voces que los padres 0 ls iniciadores han percibido en la coyuntura del naci- ‘miento,"* De todas maneras, a denominaciénestablece un lazo al mismo tiem- ‘po que un lugar. Funciona a la vez como participacién en un sistema y como acceso a la simbdlico, Con estas palabras, y segiin procedimientos variables, la posesa puede encontrar uta salida a silencio de su cuerpo 0 desu deseo al entrar en el de simbolizacién que una cultura pone a su disposicién. 2) En Loudua, las cosas no pueden pasar asi, puesto que al nivel ‘en que nos situamos existen muchos diccionarios de nombres propios: el demonolégico, el médico y también el politico. Como en la mayor parte de Jos demas casos durante ¢l mismo petiodo, la posesién juega aqui con una pluralidad de cuadros onomasticos estratificados y separados en el tiempo. Lacapacidad de hablar no esti ligada, en la posesa, tinicamente a las posibi- Jidades que le ofrecen los nombres propios de tos demondlogos. Va a ganar {a lista del “mds fuerte”, la de los médicos y lade los politicos. Durante los primeros meses de Loudun, el discurso demonologico aparece y se desarro- I de un modo prioritario (a 1o largo de los exorcismos en ei interior del convento), pero pronto se ve amenazado por los sistemas con los que entra en competencia y que van a imponerse poco 2 poco. Enssi mismo, el diccionario completo de nombres propivs de demo- nios utilizado en Loudun, muestra ya la infiltracién de otras instancias diferentes de las demonolégicas. Bi cuadro lleva la huella de derrumbes internos y de colonizaciones. Se ha introducido toda una poblacién de nom- bores ajenos al sistema, 4@) En esta lista de alrededor de 55 nombres (mas 4 repeticiones), se forma una primera categoria con los nombres patentados y garantizados por {a literatura demonoldgica: “thd, pp. 240-241, y tambiéo las numerosas iadicaciones proporsionndas por N. Belmost Les Signes de ta naitgance, Plo, 1971, en et exptulo “Nomen et omen", "CM, Heuis, La Nome individuals ches let Mossi, Dakar, Mn, 1963, pp. 9-23, 252 Asmodeo, Astaroth, Balam, Behemoth, Belzebuth, Berith, Isacarén, eteétera A esta serie se unen otros nombres hebreos, sacados de una tradi- cién més esotérica: Acaph, Agal, Améin (zvatiante de Amén?), Barberith (compuesto de Berith), Caleph, Caph, Eazar (o Fazas), Lezear, etcétera Eneesta regién, las denominaciones demoniacas se unen a las elabo- raciones cabalisticas, &) Completamente fuera de orden, otros significantes provienen de Je mitologia grecolatina: Caronte y Cerbero, Castorin, eteétera, 0 de Ia 10- ‘menclatura heresiolégica cristiana: Celso, Luciano, Lutero, etcétera ©) Otros términos representan la clevacién de nombres comunes ala condicién de nombres propios Cerilla de impureza, Carbén de impureza, Concupiscencia, Enemi- go dela Firgen, Fornicacién, Leén det Infierno, Cola de perro (se encuentra también Caudacants, simple traduccisn latina), Polucién, Sinfin, etcétera En este repertorio francés, el deseo impuro se deletrea sin disimulo, 4) Finalmente, el iltimo paquete se forma con nombres propios fran= ceses sacados de tradiciones populares, ode localizaciones provinciales,o de un fondo regional de palabras de doble sentido: Buffetison, Carreau, Cédon, Eliny, Greleto Grelier, Legret, Luret,Luvret, Maron, Penault, Pérou, Rebat, Sowvillon, eeétera Sin detenemos en los detalles de estos nomibres, que con excepeisn de la categoria c, tienen a menudo el aspecto de una charada, podemos disti Buir varios bloques lingiiisticos heterogéneos. Las series a b pertenecen al extraordinario. Crece el abismo entre las “Biografias” eruditas y las “Vidas " edificantes. Las primeras son eriticas, menos numerosas y tratan de santos mis antiguos, es decir se refieren a una pureza primitiva de lo verdadero ‘2. un privilegio elitista del saber. Las segundas, como mil “Flores de Santi dad” populares, se difunden mucho y se consagran mis bien a contempo- aneos muertos “en olor de santidad”. En el siglo XX, otros personajes, los de la politica, del crimen o del amor, sustituyen a los “santos”, pero sr mantiene la divisibn entre las dos series. 259 Un documento sociolégico La vida de un santo se inscribe dentro de la vida de un grupo, Tglesia o comunidad; supone a un erupo ya existente, pero representa la conciencia que éste tiene de si misma al asociar una figura a un lugar. Se da un produc- tor (méatir, santo petronimico, fundador de una abadia, fundador de una ‘orden religiosa o de una iglesia, eteétera) a un sitio (la tumba, la iglesia, el monasterio, etcétera) que se convierte asi en una fundacién, el producto y el signo de un acontecimiento. EI texto implica también una serie de apoyos (Cransmisin oral, manuscrita 0 impresa), cuyo desarrollo indefinido se detie- ne en tun momento preciso, Dentro de la dinémica de Ia proliferacién y de la ddiseminacién sociales, el texto fija una etapa. A las fugas ya la “pérdida” que ‘curren en la difusién, el texto responde clausurando una escenificacién, que circunscribe o rectifica la tendencia de las convicciones en boga (progreso de la devocién a los primeros mArtires o 1a que amplifice los milagros del Pailre Pio), Desde este punto de vista, el texto efectta una doble funcién de aclaracién, pues distingwe un tiempo y un Tugar del grupo. Por una parte, la“vida de un santo” articula dos movimientos apa- rentemente contrarios, pues asegura una distancia en la relacién con los orige- nes (unia comunidad ya constituida se distingue de su pasado gracias alo espe- cifico que constituye la representacidn de ese mismo pasado). Pero por lo de- mis, un retomo a los origenes permite reconstruir una unidad en ef momento, en que al desarrollarse, el grupo corre el riesgo de dispersarse. Asi el recuerdo (objeto cuya construccién se ve ligada a la desaparicién de los comienzos) se combina con la “edificacién” productora de una imagen destinada a proteger al grupo contra su dispersién, De esta manera se expresa un momento de la colectividad dividida entre lo que pierde y lo que crea. La serie de vidas de Pacomio o de Francisco de Asis da testimonio a la vez de estados y programas diferentes, proporcionados a un distanciamiento del pasado y a la reaccién, presente que suscita, Por otra parte, la vida de un santo indica la relacién que el grupo ‘mantiene con otros grupos. Asi, el “martirio” predomina cuando la comunidad ‘sti mas marginada y se enfrenta a una amenaza de muerte, mientras que ta “virtud” representa a una iglesia establecida, Epifania del orden social en que se inscribe, Reveladores, también, de este punto de vista, son el relato de los combates del héroe con las figuras sociales del diablo; 0 el caracter, ya polé- twico, ya parenético del discurso hagiogratico; 0 el ennegrecimiento del fon- do sobre el que se destaca el santo gracias a los milagros més claramente selialados; o la estructura ya binaria (conflictiva, antinémica), ya ternaria (mediatizada y en “equilibrio”) del espacio en que se mueven los actores. 260 : Se da también una sociotogia histrica del héroe. Asi, el méntires a figura dominante en los comiienzos dela Iglesia Catblia (las Pasiones), Pro- testante (los martirologios de Rabe, de Foxe, de Crespin) 0, en menor grado, Camisard, eteétera, Después vienen los confesores (en ef siglo IV entre los Sitios o en Galia con San Martin) que duplican y finalmente sustituyen a los irtires: ya sea el ermitafio que todavia es un combatiente (en el desierto y on el diablo) pero también un fundador, ya el pastor (obispo o abad restaura- dor de una connunidad). Pasamos enseguida a los hombres virtuosos (con pre- dominio de los religiosos sobre los sacerdotes y los laicos); las mujeres vienen bastante tarde (en la época merovingia, si nos limitamos a las canonizadas) y ennlimero reducido, pero todavia mayor que el grupo exiguo de los nifios, Una funcién de “vacacién” En la comunidad cristiana y desde los primeros tiempos, la hagiografia se distingue globalmente de otro tipo de textos, los “libros candnicos”, constitui- ddos esencialmente por las Escrituras. En su Vida (siglo V), se nos cuenta que Melania, una ver. “saciada” con tos libros canénicos o con las colecciones de ‘homilia, “recorria las Vidas de los Padres como si fueran un postre”. La vida de los santos aporta a la comunidad un elemento festivo, se siti det lado del descanso y del solaz, corresponde a un “tiempo libre”, lugar puesto aparte, apertura “espiritual” y contemplativa, No se encuentra del lado de la instr cién, de la norma pedagégica, del dogma, mis biea “divierte”. De un modo diferente a los textos que es preciso creer 0 practicar, fa hagiografia oscila entre lo erefble y lo increfble, propone lo que es agradable para pensar hacer. Bajo estos dos aspectos, erea, fucra del tiempo y de la regia, un espacio de “vacacién” y de posibilidades nuevas, Eluso de la hagiografia comresponde a su contenido, En la lectura, es Loco distinto del trabajo, Se la lee durante las comidas 0 en el recreo de los monjes. Durante el aff, interviene en los dias de fiesta; se la narra en los lugares de peregrinacidn y se la escucha en las horas de liberiad, Bajo estos diferentes aspectos, el texto corta con lo imaginario el rigor del tiempo; reintroduce lo repetitive y lo ciclico en fa linea recta del trabajo. Al mostrar como, gracias a un santo (una excepcién), la historia se abre al “poder de Dios”, crea un lugar donde /o mismo y lo agradable se retinen, Este lugar excepcional abre a cada lector la posibilidad de un sentido que es a la vez Io otto y lo inmutable. Lo extraordinario y lo posible se apoyan uno en el otro para construir la ficcidn que se pone al servicio de la ejemplaridad, Esta combinacién en Ia forma de un relato 261 esempeiia una funcidn de “gratuidad” que se encuentra también en el texto ‘yen sumodo de empleo; es una poética del sentido, no se la puede reducir a ina exactitud de hechos 0 de doctrina sin destruir el género mismo que enuncia, Bajo las especies de una excepcién y de una desviacién (es decir, por la metdfora de un caso particular), el discurso crea una libertad relativa al tiempo cotidiano, colectivo o individual, pero todo se reduce a un no-lugar Una literatura popular? La mencién mas antigua de un hagidgrafo en la literatura cristiana eclesidsti- ca aparece en una condenacién: el autor (un sacerdote) fue degradado por haber escrito un apéerifo, La ortodoxia reprime a la ficcién. El Decreto Gelasiano (que se ha considerado como el primer indice de la Iglesia de Roma) ‘tosga un amplio lugar a la prohibicién de las gestas de los mértires. Asf pues, Ja hagiogratia entr6 en la literatura eclesidstica rompiendo los cerrojos © por Ja puerta falsa, Se insinia en un orden clerical del que no forma parte. Las “pasiones de los martires” no se introducen sino muy tarde (siglo VIll) y con ruchas reticencias en la liturgia romana. Pasa lo mismo con Ia Iglesia griega, donde, sin embargo, la hagiografia se desarrolla mucho més aprisa, y & partir del siglo IX, a menudo entre los laicos. Las mismas reservas se encuentran en cl siglo XVI, en los origenes de las iglesias protestantes, y todavia més, en el siglo XVII, en la administracign eclesidstica catdlica movitizada contra esas “leyendas" y “supersticiones” por una caceria de brujas. Mas tarde, el Estado sustituird @ las jurisdicciones eclesiésticas. Asi, entre mil otras, la censura ‘ministerial, que en Paris, en mayo de 1811, afecta a una colevei6n de “maravi- ilas” realizadas en Notre-Dame de Laus: “servimos ata Iglesia, dice el censor, al impedir que creencias sin autenticidad se conviertan en objeto de burlas” (Paris, Arch. Nat, £18, 1149"), Utilizando los términos que emplea Du Cange (1665), los “censores Tegitimos" se Ievantan constantemente contra “la devocitin de fos pueblos”, En todos los tiempos, como en el siglo XVI, los “hombres doctos” se oponen a la “creencia falsa" de los pueblos, y la acomodan junto con “Ia barbarie de los sighos pasados” (A. Godeau, 1681), La hagiogratfa seria la region donde pululan, focalizados-en el mismo lugar y condenados al misto tiempo, lo falso, lo popular y lo areaico. Esta censura es obra de funcionarios (cuando no son religiosos, son politicos), pero obedece a eriterios diferentes segin las épocas. La norma, en cuyo nombre se exclnye 1a “leyenda”, varia. En los origenes, ¢s sobre todo litirgica; mds tarde, es de tipo dogmético. A partir del siglo XVII toma una forma més histdrica: la erudicién impone una definicién nueva de Jo quees “verdadero” o “auténtico”. En el siglo XIX toma un sesgo mis moral: a gusto de lo extraordinario, pérdida de sentido y pérdida de tiempo, se opone ws orden ligado al mérito det trabajo, a la utilidad de los valores liberates, a un: clasificaciOn segtn as virtues familiares. La norma se refiere también a una nor ralidad psicoldgica, pues en un medio que debe ser patolégico, el santo deb: distinguirse por su“equilibrio", que lo linea, como un ejemplo, de acuerdo con e| e6digo establecido por nuevos funcionarios. Apoyada, cada vez, sobre las reglas que caracterizan @ una condicién de Ia sociedad eclesidstica, la censura clerical extrae de la masa de Ja literaturs hagiogréfica una parte “conforme” a una norma de saber: esta parte seri cant nica y canonizable. Al resto, que es lo principal, se le juzga severamente, per sin embargo, se le tolera debido a su utilidad para el pueblo. Esta literatura, “nerética” es a Ia ver. destinada al pueblo por clérigos (autores 0 utilizadores de tantas vidas edificantes) y rechazada debido a los errores que provienen de Ia ignorancia popular. Asi nace el problema del doble aspecto de una Titeratn ra “popular”: iproducto de una élite o efecto de lo que ella misma elimina? La hagiografia entrs desde hace cien afios en el folclor; ali, se la ve a menuco adoptar el privilegio de representar un fondo del hombre, del que una élite os sabios, foeloristas o etnélogos, seria el intérpretey la conciencia, Pero ;acaso este trabajo no est destinado 8 eliminar lo que se supone representa la hagi- grafla, y por consiguiente a perder lo que pretende? 2, La estructura del iseurso Elhérce La individuatidad, en la hagiografia, cuenta menos que el personaje, Los mis- ‘mos rasgos 0 los tnismos episodios pasan de un nombre propio al otro: con esos elementos flotantes, palabras o joyas disponibles, las combinaciones con ponen una u otra figura y le sefialan un sentido. Mas que el nombre propi importa ef modelo que resulta de esta “artesania”; més que la unidad biogr fica, importa la asignacién de una funcién y del tipo que la representa. La construccién de la figura se efectia a partir de elementos seménticos. Asi, para indicar en el héroe la fuente divina de su accién y sle Ja heroicidad de sus virtudes, la vida de santo le. confiere a menudo in origen noble. La sangre es la metifora de la gracia, De aqui se sigue la necesidad de genealogias, La santificacién de los principes y 21 263 miento de los santos se corresponden de un texto a otro: estas operaciones reciprocas establecen en la jerarquia social una ejemplaridad religiosa y sacralizan un orden establecido (asi ocurre con San Carlomagno 0 San Napole6n), Pero tambign responden a un esquema escatolgice que de- triba al orden politico para sustituirlo con el celestial y convierte a los pobres, en reyes. De hecho, hay tn movimiento circular: eada orden nos vuelve a llevar al otro, En esto consiste la ambigtiedad de los Cesta principumt et vitae sanctorum: una atraccién recfproca del principe y del santo los asemeje en luna prueba “que es siempre fa misma” bajo diversas manifestaciones. La utilizacion del origen noble (conocido u oculto) no es sino un sin- toma de la ley que organiza la vida del santo. Mientras que la biografia tiendea ppresentar una evolucién, y por consiguiente una serie de diferencias, la hagio- sgrafia postula que todo se dio desde el principio con una “vocacién”, con una “eleccién”, 0, como en las vidas de Ia antigtedad, con un ethos inicial. La historia es entonces la epifania progresiva de este don, como si fuera también ahistoria de las relaciones entre el principio generadot del texto y sus manifes- taciones de superficie, La prueba o la tentacién es el pathos de estarelacién, la ficcién de su indecisin, EI mismo texto se cuenta centrando al hérce alrededor de fa “constancia”, perseverancia en lo mismo: “Idem enim constantissime perseverabat qui prius frat", se dice de San Martin en su Vita, Elfin repite el principio. Del santo adulto se remonta a la infancia, en la que se reconoce ya la efigie péstuma. El santo es el que no pierde nada de lo que ha recibido. El relato no deja de ser dramtico, pero sélo hay transformaciones en la Imanifestacin, Sus lugares sucesivos se eparten esencialmente entre un tiempo «de pruebas (combates solitarios) y un tiempo de glorificaciones (milagros pili 08): paso de lo privado a fo piblico. Como en la tragedia griega, se conoce el desenlace desde el principio, con la diferencia de que Ia ley del destino griego implicaba la caida del héroe, y la glorificacién de Dios exige el triunfo det santo, Un discurso de “virtudes” La hagiografia es, si hablamos con propiedad, un discurso de virtudes. Pero el término ne tiene sino secundariamente, y no siempre, una signifi- caciéa moral. Se acerca mas bien a lo extraordinario y a lo maravilloso, pero solamente en cuanto son signos. Nos seftala el ejercicio de “poten- cias” que se refieren a las dynameis del Nuevo Testamento y apoya el orden de las apariencias sobre un orden dei ser. La “potencia” representa la relacién entre estos dos niveles y mantiene su diferencia, Esta media~ cidn Heva consigo toda una gama de representantes, desde el martirio 0 et 264 milagro, hasta Ia ascesis 0 el cumplimiento del deber de estado, Cada vida de saato nos. offece un campo de eleccin yuna organizacién propias de este tipo de virtudes, y para lograrlo sc vale del material proporcionado ya por los hhechos y gestas del santo, ya por episodios que perteneven al fondo comin de una tradicién, Las “virtudes” constituyen unidades de base, su rarefae- cién o su multipticacién producen en el relato efectos de retroceso 0 de Progreso; sus combinaciones permiten una clasificacién de las hagiograflas. Estas unidades pueden caracterizarse con titulos diferentes. Si nos proporcionan modelos (exempla) sociales, se sitian en una interseccién en- tre la evolucién de ta comunidad particular donde se elaboran (aspecto dia crénico) y la coyuntura sociocultural que esta evolucién atraviesa (aspecto siner6nico): asi, el lugar y la definicién de la pobreza varian en la Edad Me- dia, siuna congregacién esté certs o lejos de sus comiienzos, y siel pauperismo desempedia en la sociedad global el papel de una movilidad que se ha vucito necesaria o de una smenaza para el orden. Pasaré lo mismo, por ejemplo, con esas virtudes opuestas que son por tna parte la irreductibilided de la contfe- sion de fa fe en relacién con un medio (martirio por Ia sangre), y por otra parte, la integracién en nombre de la utilidad social (el deber de estado) 0 de ‘una conformidad cultural (el equilibrio psicoldgico. Las virudes dependen también de una jerarquia de signos segtin su relacidn con el ser que manifiestan. Se puede explicar por medio de esto el que haya una revelacién stibita de la virtud ~ histérico o escrituristico, que repite, desarrollae ilustra fos signos proporcio rnados por el Antiguo y el Nuevo Testamnento; un tipo aseético y moral, que s> organiza alrededor de la pureza y de la culpabilidad, y que repite las represen taciones dela salud y de la enfermedad, eteétera, 3. Una geografia de lo sagrady ‘La hagiografia se caracteriza por un predominio de las precisiones de lugar sobre las precisiones de tiempo, y es0 mismo la distingue de la biografia. La bagiografia obedece a la ley de la manifestaciOn que caracteriza a ese géner esencialmente “teofinico”: Las discontinuidades del tiempo son aplastadas por la permanencia de lo que es el comienzo, el fin y el fundamento, La histo- ria del santo se desarrolla en un recorrido de hugares y en un cambio continu de decoraciones que determinan el espacio de una “constancia’” La circularidad de un tiempo cerradw En su conjunto, y desde las primeras palabras, la vida del santo se somete a un tiempo distinto del tiempo det héroe: el tiempo ritual, de la fiesta, El hoy litirgi ‘co predomina sobre un pasado que debe telatarse. El incipit fija la condicion, del discurso, No se trata de una historia, sino de una “leyenda”, es decir de alg. ue “es preciso leer” (legendum) ese dia. Desde los primeros “calendatios” hasta las “Vidas de Santos para todos ls dias del aio” (de J. Caillet, entre otra muchas) y los “catélogos de sanios segtin el orden de los meses”, un marce linirgico fija a la bogiografia su lugar dentro de una circularidad, Ia de ote tiempo, sin duracién, y ya escatolgico, de la festa. El“orden” de un calenda +o sc impone al relat (encontramos dos calendarios en el origen de las versio nes griega y latina de la Vida de Melania). Las obras del santo se clasifiean de acuerdo con los ealendarios que se usan en las comunidades donde se lee sv leyenda, Todo esto constituye el orden de un cosmos Este orden se encuentra en los “catélogos universales” que susti tuyen a la circularidad de! “santoral” (el ciclo anual de las fiestas de lo: 267 santos), en la totalidad més vasta de Ia historia desde el principio del mundo, como lo nota ya L, Rabe en 1571, un tiempo diferente y cerrado, puesto que lacronologia que se introduce en la hagiografiaes el medio con que se realiza ‘una recapitulacién que engloba todo. El orden litirgico no se fragmenta sino donde se impone el orden alfabético; y aun en esos casos sobrevive subrep- ticiamente (por ejemplo, en la “tabla” tiamada “cronolégiea” que en el Diccio- nario Hagiogrifico de Migne, de 1850, viene después del calendario). Este ‘orden litgico sigue siendo la norma oculta, el apoyo secreto del espacio donde se encuentra encerrado, Esta proteccién de un lugar que esta fuera del tiempo jacaso puede hacer otra cosa que no sea repetir fo que dice el texto con la voluntad de cubrir con hechos extraordinarios a una localidad religiosa ‘© con la tencencia apocaliptica y milenatista que se expresa tan a menudo? Una composicién de lugares {La vida de santos es una composicién de lugares. Primitivamente, nace en un lugar fandador (tumba de mirtir, centro de peregrinacién, monastetio, con- sgregacién, etcétera) convertido en lugar litirgico, y nutca cesa de remitir- nos otta vez allé (por una serie de viajes o de desplazamientos del santo) ‘como a algo que es la prueba final. El recorrido tiene por finalidad el regreso al punto de partida. El mist itinerario de la escritura conduce a la visién del lugar: leer es ir aver. El texto, con su héroe, gira alrededor del lugar, es deictico, muestra siempre lo que no puede ni decir ni reemplazar. La manifestacién es esencial- mente local, visible y no decible; se fe escqpa al discurso que la designa. La fragmenta y la comenta en una sucesidn de cuadros, Pero esta “discursividad”, que es el paso de una escena a otra, puede enunciar el sentido del lugar, ‘rremplazable,tmico, extraordinario y sagrado (hagios). La organizacién del espacio que recorre el santo se desplicga y se repliega para mostrar una verdad que es un lugar. En un gran mimero de hhagiografias, antiguas 0 modems, la vida del héroe se divide, como en el relato de un viaje, en una partida yun regreso, pero no trac consigo la deseripeién de otra sociedad, solamente va y viene. Primero est la vocacién que desticra al santo dela ciudad para conducirio al desierto, al campo o a tiers lejanas —tiompo de ascesis que se concluye con la iluminaciGn, Después viene litine- ratio que Jo vuelve llevar a la ciudad © que conduce a él a multitud de los pueblos —tiempo de epifinia, de milagros y de conversiones. Este esquema permite introducira fos lectores dentro del movimiento del texto, produce una Jectura itinerant, se encarga, en su primera parte, del undo “malvado" para evarlo, siguiendo las huellas del santo, hasta el lugar seiialado, Es el lado “edificante” de la hagiografia, ya aparezca bajo una forma parenética, ya como un juicio pronunciado contra el “mundo” (la primera parte es el ugar privilegiado para los combates contra el demonio). ‘Todavia mas, estos dos lugares contrarios, esta partida scguida de lun regreso, este exterior que se realiza al encontrar un interior, designan un nno-lugar. Un espacio espiritual queda indicado por la contrariedad de estos ‘movimientos, La unidad del texto consiste en la produccién de un sentido por 4a yuxtaposicién de los contratios -0, utilizando una expresién de los misti- cos, por una “coincidencia de los optestos”, Pero el sentido es un lugar que zo es uno. Remite a los lectores a un “mas alla” que no es ni otra parte ni el mismo sitio donde fa vida del santo orgniza la edifcacin de una comunidad. Se produce a menudo un trabajo de simbolizacién. Tal vez esta relativizacién de un lugar particular por una composicién de lugares, si como el desvane- cimiento del individuo detrés de una combinacin de virtudes destinadas a la manifestacién del ser, proporcionan la “moraleja” de fa hagiografia: una vo- Juntad de significer, cuyo no-lugar es un discurso de lugares Indicaciones bibliogréficas H. Delebaye, Les légendes hagiographiques, Bruselas, 1905, Hi, Delehaye, Cing depons sur la méthode hagiographique, Bruselas, 1934, P. Peeters, Orient et Byzance. Le tréfonds oriental de I" hagiographie byzantine, Bruselas, 1950. R. Aigrain, L" hagiographic, Pacis, 1953, H. Ginther, Psychologie de la légende, Introduction @ une hagiographie scientifique, Paris, 1954. T. Wolpers, Die englische Heiligenlegende des Mittelalters, TUbingen, 1964, F. Grau, Yolk, Herrscher und Helliger im Reich der Merowinger, Praga, 1965, LF. Gilmont, Les Martyrologes protestants du AVP siécle, Lovaina, 1966, 4, Fontaine, Introduccion a Sulpicio Severo, Vie de Saint Martin, Paris, 1967, E, Dom, Der siindige Heilige in der Legende des Mittelalters, Munich, 1967, E, Patlagean, “En Rizancio: hagiografia antigua e historia social”, en Annales FSC, 05,1968, pp. 106-126, B. De Gaiffier, “Mentalidad de Ia hagiografia medioeval”, en Analecta Bollandiana, t. (XXXVI, 1968, pp. 391-399. P. Delooz, Socialogie et canonisations, La Haya, 1968. 269 Cuarta parte Escrituras freudianas Capitulo VII Lo que Freud hace con Ia historia. A propésito de Una neurosis demoniaca en el siglo XVI* ‘Lo que tamamos espontineamsente historia no es sino unrelato, Toto co- mienza con la presentacidn de una leyenda, que dispone los objetos “‘cutio- sos” en el orden en que es preciso leerlos. Hs lo imaginario que necesitamos para que el en otra parte repita solamente el aqid Se impone un sentido reci- bido en una organizacién tautolbgica que no dice otra cosa sino lo presente. Cuando recibimos el texto, ya se levé a cabo una operacién que elimind ala alteridad y su peligro, para no guardar del pasado, integrados en las historias, que toda una sociedad repite en las veladas, sino fragmentos empotrados en el rompecabezas de un presente. Estos signos acomodados en forma de leyenda pueden, sin embargo, ser analizados de otro modo. Entonces comienza otra historia que tiende a esta- blecer la heteronomia (“esto paso”) dentro de la homogeneidad del lenguaje (esto se dice”, “esto se lee”). Historia que produce lo historico en el elemento deun texto, Hablando con propiedad, en esto consiste hacer la historia. La palabra historia oscila entre dos polos: la historia que se cuen- ta (Historie) y 1a que ocurre (Geschichte). Esta distincién tiene el mérito de indicar, entre dos significaciones, el espacio de un trabajo y de una ‘mutacin. Porque el historiador parte siempre del primer sentido y tiende hacia el segundo, para descubrir, con el texto propio de su cultura, la rea- lidad de algo que pasé en otra parte y de otro modo; de esta manera produ ‘Estudio pblieado e os Arnales 5, 1.251970, pp. 654-67. joria, Con fos trozos que le organiz6 de antemano la imaginacién de su sociedad, realiza desplazamientos, aflade otras piczas, establece diferen- cis y comparaciones, descubre con estos indicios las huellas de otras cosas que lo remiten a una construceién ya desaparecida, Para resumir: crea au- sencias. Con esos documentos—valigndose de procedimientos de su oficio ‘que no vamos a mencionar aqui—consiruye un pasado que es tomado, pero no absorbido por su nucvo discurso, Su trabajo es también un acontecimien- to. Porel hecho de no repetir, logra cambiar la historia-leyenda en historia- trabajo. E] mismo proceso operativo transforma la relaci6n del historiador con el objeto pasado del que se hablaba y la relacién interna entre los docu- ‘mentos que contenian al mismo objeto. Eneste timo sentido vamos a tratar aqui de historia, No tratamos de deducir de conocimientos obtenidos de Freud su“concepcién” de la historia, ni tratamos de medir los resultados de la interpretacién freudiana de acuerdo con los métodos actuales de Ia investigacién historica, sino mas bien quete- ‘mos descubrir a qué responden y adénde nos Hlevan las incursiones de Freud en la regidn “hist6rica” de su cultura. ,Como trata él esta parte de su lenguaje, donde su curiosidad lo une con la aficién de muchos de sus contempordneos? Como analista, ,qué hace con la historia? Preferimos examinar su trabajo en «un caso particular. Corremos el riesgo de suscitar algunos problemas a los que 1no poxiremos darles una verdadera posicién cientifica, y mucho menos tendre- ‘mos la ilusoria presuncién de resolvertos. Tal vez esta nota sea también una reaccin contra cierta manera de servirse del psicoanslisis. Un buen niimero de trabajos de etnologia y de histo- ria demuestran que el uso de los conceptos psicoanaliticos corre el riesgo de convertirse en una nueva retdtica, de transformarlos en figuras de estilo. El recurso a la muerte del padre, a Edipo o a la transferencia, sirve para todo. Como se supone que estos “conceptos” freudianos pueden utilizarse pan cual- quier cosa, no es raro que los introduzcan en las regiones oscuras de la histo- ria, Desgraciadamente, silo son objetos decorativos si su inico fin es sefialar cubrir pidicamente lo que el historiador no comprende. Circunscriben lo inexplicado, pero no fo explican; dan testimonio de una ignorancia, Se les encuentra donde una explicacién econémica o sociotégica deja un hueco. Li- teratura de elipsis, arte de presentar los residuos, sensacién de un problema, tal vez; pero de ninguna manera andlisis freudiano. 274 1. Lo histérico, produceién de la aufkldrung freudiana Flestudio acerca de Una neurosis demoniaca en el siglo XVII data de 1922. Para todas las precisiones necesarias para e! diagnostico, me remito al texto, La historia es conocida, pues se encuentra en un manuscrito de los siglos XVII XVII (el Trophaeum Marianocellense, Viena, Bibl, Nac., ms. 14084), det cual Freud nos da una descripcién detallada Hubo una vez un pintor bavaro, Christoph Haitzmann, E15 de sep- tiembre de 1677, levando una carta de presentacion del cura de Pottenbruna (Baja Austria), se present6 en el monasterio de Mariazell (en Zell, Estria), La carta, escritael 1. de septiembre por Leopoldo Braun al abad del convento, ¥ copiada en el TiSphaeum, contaba que et pintor habia Hegado desde hacia muchos meses a Pottenbrunn, y que el 29 de agosto fue atacado, en la iglest, por terribles convulsiones, y que en los dias siguientes present6 Jos mismcs sintomas. Interrogadio por el cura, confes6 que se habfa dejado seducit por cl diablo en 1669, y que se comprometié entonces por escrito a pertenecerle en, cuerpo y alma ai cabo de nueve afos. Otros textos nos informan que su “me~ Jancolia” estaba entonces relacionada con la muerte de su padre, causa de ia depresion que precedié a su contrato con el diablo. El cumplimiento del pacto cafa el 24 de septiembre de 1677. El infeliz esperaba que la Bienaventuraca Virgen Maria de Zell lo salvaria obligando al Maligno a devolver cl pacio escrito con sangre. Segiin un relato escrito muy probablemente durante septiembre de 1677 (y que también nos lo presenta el Trophaeum), desde su Hegada a Mariazell, Haitzmann fue exorcizado durante tres dias y tres noches. EI 8 ¢e septiembre, fiesta de la Natividad de Maria, hacia medianoche, vio que =i diablo se le aparecia bajo ta forma de un dragén alado, en el lado izquierdo del altar consagrado a la Virgen; separindose violentamente de los sacerdotes, se precipité hacia ef altar y anulé su pacto. Al cabo de algunos dias volvié a Pottenbrunn y de alli se dirigié a Viena, donde vivia su hermana casada. A partir del 11 de octubre y hasta mayo de 1678, tuvo de nuevo convulsiones, apariciones extrafas, y, una vez pardlisis en las piemas. Se puso a describir sus estados en wn diario (copiado también en el manuseri'o de Viena) redactado hasta el 13 de enero de 1678 e ilustrado por él misto * Sigmund Freud, Gesammelte Werke, Imago Publishing, Londres, t. xn, pp. 315-353: Ei Tnyeseurese im webacten aberunden. sta adi terd cia con la sgl GW, seuida iene de apgina. Serene latadcion ingles dl eto en a Standard Eatin, vol. 19, p9. 69-105; Ibtradveciénfascesa (no muy stor) seb en sais de peyehanalsse applique, Galli’, 1962, pp. 213-254 con pinturas que representan sus visiones —en particular al diablo, que apare- ce ya como “honorable burgués”, ya como demonio provisto de mamas. Volvié a Mariazel, donde se quejé de “ataques del mal espiritu”, que auribuia a un segundo pacto (escrito con tinta) hecho con el diablo. Después de tuna repeticién de los exoreismos, recuperd ese pacto el 9 de mayo, hacia las tnueve dela noche. Poco después se hizo religioso con los Hermanos Hospita- \arios, o Hermanos de la Misericordia, bajo el nombre de hermano Cris6stomo. Murié el 14 de marzo de 1700 en Neustadt, a orillas del Moldava. La resefia ue le consagra el provincial, de acuerdo con una informecién de 1714, men- 2iona una vida regular a pesar de la tentacién maligna, que fe venia de tiempo en tiempo, de hacer un muevo pacto con el diablo, Es verdad, afiade el informe, que esto le pasaba cuando “habia bebido un poco mas de vino”. El manuscrito copié cuidadosamente los dos “singrafos”. Uno, escri- ‘© con sangre: “Yo, Christopher Haitzmann, me consagro a Satanas para ser su propio hijo y pertenecerle en cuerpo y alma al cabo de nueve ailos”. lotro, escrito con tinta: “Yo, Christopher Haitzmann, me comprometo por escrito von ese seilor para ser st propio hijo al cabo de nueve afios". Se trata, pues, de un caso de “posesién". Hay miles de ellos en el siglo XVIL. Este rinebn negro de la historia, este “universo salvaje de las su- versticiones” detiene y fascina a Ja vez al historiador y al filésofo . Pero el ‘nurmullo de esta experiencia marginal no entra en nuestro discurso. ‘Ahora bien, he aqui que, para Freud, esos “tiempos sombrios” (GW, 417) son por el contrario una mina a ciclo abierto. Lo que para nosotros es roche se le presenta con plena claridad-, segtin dice (GW. 318). Con esto se ‘Tespictta la incredulidad o la sospecha, puesto que el historiador, determinado 2or su documentaciéa, sélo capta la brujeria como un kueco af margen de lo sserito y de su texto,?y el filésofo define lo diabélico como el término elimi- ado (y una vez eliminado, ilegible) dentro de una “estructura de limite” esen- vial pare la constitucién de toda razén y de toda sociedad.’ Pero éstas no son ‘as preguntas a las que Freud, en este texto, eree responder. \sinfomcit,efectvamente ess constinida por dacimentot que tration de a possi dea bje- is Geos juraios, mécos. religion, etcetera); ets informacion no proviene diectamente de los ros de oe roresos, sino ha sido acads del conjuto de iateogeterios ue fos acusan ode late Michel Fossa tire del folie a dge classique, Plo, 1961, pref, pV, at ‘vmor el estructura deine “estructura de recbazo™ "Ls hstraslo es posible sobee fonda de ss ansenciadebistoria.Tenemos un vib de conjunt del extdio que M Foal prometia seer ‘eesperiosin de endemoaiado ya reduciéa qu shu hecho dels dese el siglo Xval Xb, £- Hanum 1) eaauereulo "Mies, joes y Bajo enel gt Ten Médecine de France nn 109,106, pp. 121-128, CTendriamos, por lo menos, gracias ala “elarificacién” freudiena y Puesto que trabaja en el terreno de la historia, un “modelo” cientifico que precise lo que llamames interdisciplinariedad? Este encuentro nos permiti- tia definir las condiciones de una diferenciaciin y de una confrontacién en- ite ciencias afines, en este caso entre Ia historia y el psicoanlisis. Con esto se nos, ofrece una magnifica oportunidad, Ia de liquidar a esa interdisciplinariedad floja que se insiniia en nuestros dias a través de los intersticios que quedan entre los campos definidos por las ciencias, interdisciplinariedad que s6lo aprovecha de estos encuentros lo vacio, Jo incierto y lo inconfesable, y que deja a cada ciencia Ia facilidad de atribuir a otras lo que esté més alld de su propia explicacién. La interdisciplinariedad que buscamos trata mis bien de captar constelaciones epistemoldgicas que se dan reciprocamente una nueva precisién de sus objetivos y un nuevo esta- {tuto para sus procedimientos... Pero Freud no lo entiende asi, él escribe para 1 que cree (glauben) en el psicoanlisis (GW. 330). Lo hace en el nombre de una ciencia a la cual su “éxito” en general (fiberhaupt) te concede el derecho cesireo de extender sus investigaciones a nuevas regiones (GW. 317) y el aplomo para confirmar sus primeras conquistas. Envia su “flecha’ hacia Troya, seguro de que la ciudad amurallada de los brujos también cede- ra y s6lo cederd ante esta arma (GW. 329). Por primetas providencias, Freud toma, ante el manuscrito de Mariazell, una actitud muy caracteristica, Pues si Ise vale de su instrumen- to en una tierra para él todavia en barbecho y no “cultivada” Psicoanaliticamente—es deci, los escritos del siglo XVII—, no es porque esta tierra le sea extranjera, distante y tenida en conjunto como algo pasado, sino al contratio, porque Ia considera como suya. Los documentos que lee Pertenecen a su paisaje, forman parte de su presente, pero de un presente no analizado, lo cuaLes un indicio muy revelador. El documento de Mariazell forma aqui na parte del conjunto, facticio pero real, constituido por tas Jecturas, los conocimientos, los intereses, en sma por toda fa cultura de Freud, superficie plana y totalmente contempordnea, en la que se da un lugar al documento antes de que é/ mismo se autorice, Freud ya esta dentro de ese lenguaje (el de sus clientes, de sts amigos, de sus lecturas) antes de actuar ‘como sabio. Desde este punto de vista, el manuscrito no le plantea ningan problema distinto del que le plantea cualquier otto fragmento de su lenguaje. Pero precisamente va.a convertirio en un documento histarico de una mane- raque le ¢s muy propia, y gracias a una operacién cientifica—muy suya— que se extiende también a este elemento de su cultura Aeeste agrupamiento de palabras colocado, como todos los dems, en la geografia cultural de un presente eterno (el pasado no es sino una a7 ‘modalidad del presente), el endlisi le vaa dartuna nueva densidad. Ast proce- de, por lo demas, la terapéutica freudiana: descubre en las palabras del enfer= mo una organizacién que “revela” un origen; a estas palabras las remite a los acontecimientos que ellas mismas estin ocultando y que se convierten —ala ‘vez ausentes y presentes—en un pasado, La interpretacién parte ingenuamen- te de “lo que se puede encontrar en todas partes”, nos dice Freud, pero obliga alo presente y alo cotidiano a deducir “las conclusiones mas extraiias” (GW. 328). La historia es una forma de esta “extraiieza”, pues no es ni un dato inmediato ni un apriori,es el producto de un acto cientifico, que en este c250 proviene del psicoanslisis, ;Cémo? Ateniéndose a caso de Haitzmann, Freud Jo va a probar con su Aufkldrung 0 elucidacién (ésta es la palabra del texto: aufkldren; GW. 329). Bastenos por ahora, indicar el propésito general: como siempre, este anilisis convierte las relaciones entre palabras en huellas de relaciones entre tiempos. Trabajando sobre el texto, el andlisis convierte la superficie de los elementos verbales en un sistema de interrglaciones que orga nizana esta misma superficie, que ensamblan las palabras en funcin de cosas bborradas o pérdidas, y que convierten al texto en el signo engafioso de aconte- cimientos pasados. ‘Quiero subrayar el hecho de cimo una historia puede implicarse den- tro de una relacién verbal y eémo puede constiturse por el examen freudiano. Eleaso Haitzmann parece ser pors{ mismo histdrico, pues data del siglo XVI —Io cual ya nos da una manera de clasificarlo dentro de los casilleros de una repartici6n cronolégica presente. En realidad, se convierte en histérico en el momento en que se inscribe dentro de una problematica de la historia, proble- mftica que Freud no puede dejar de manifestar con su trabajo interpretative. 2. Para una historia del siglo XVI No me voy a detener en el interés heuristco que puede presentar Una neurosis demoniaca para e! historiador 0 el filésofo. ‘Yo que he vivido mucho tiempo en las margenes de la historia del siglo XVI lo considero muy grande, Desde este punto de vista, los argu- mentos que Ida Macalpine y Richard Hunter oponen a la tesis froudiana’ se * admis dt iro, yallsico, de Robert Mando, Magisrars et Soriersen France x Xe siéle, Pn, 1968, me perio recomsenda ia documentaiinreunia en. Suri, Commspondance ed. M. de Cert, DDI, L9G, y ota sebe el tema: M de Cates, £-Absontde hist, Mame, 1973: “La mngistratra ate a bres de siglo XVI", pp. 13-39 da Maclpine y Richard A. Haste, Schizophrenia 1677, A Peyshiapic Soy of am lurvated Autbiographical Record of Domoniaea! Poseslon. W. Dawson, Lone, 1956, 197 eons repro ‘fuceidnde las pints de Haitzman. 278 inspiran demasiado en una erudicién més “cientista” que cientifica, y muy préxima a ese bazar oriental al cual una “filosofia de las retigiones” ha tenido durante mucho tiempo el honor de parecerse: se acomodan juntos, segiin sv forma, los cachartos que vienen de cualquier parte, y todos los diablos cor :mamas se encuentran en el mismo anaquel, como en otro estin todas las lanas quese han encontrado a través de las civilizaciones, Este tipo de andlisis des taca, en la multiplicidad de las religiones, un solo tema; en este caso, po: ejemplo, se trata de diablos provistos de atributos femeninos, como mamas. etoétera, Del todo al que pertenece, este andlisis aisla un elemento para unirlc aun objeto constituido antologicamente segiin analogias fundadas tnicamente en los subentendidos del observador. En realidad, el sentido de un elemento sélo es accesible a través del anilisis de su funcionamiento dentro de las rela ciones hist6ricas internas de una sociedad, es decir en la medida en que este clemento se toma como un término inserito dentro del sistema de un lenguaje Macalpine y Hunter no dejan de tener razén* cuando juzgan como insuficiente y errénea a la informacién que hace decir a Freud que la representacion de diablo con mamas en las pinturas de Haitzmann’ es “lins6lita” (GW. 335) Pero este punto no es esencial en la argumentacién de Freud, quien responce ‘aqui alos contradictores con sus propias armas. Freud quiere decir otra cosa Dentro de la perspectiva de una historiografia, laintempretacién dele época clisica puede conservar dos puntos de! andliss freudiano, que sin dud son susceptibles dc un mayor desarrollo, Unicamente los menciono, ya que nt se refieren al objetivo del presente estudio, sino a sus “derivaciones”” ad, p. 108 *Etnbiogo también picoanalst, za Rein apa uoa perspective mis reins cud vuelve ‘a colocar este elemento (€ diablo femenio) er a onaniavisn de lo indcios propercionades po Haitznana, Acepta a interpetacion propuesta por Une néwose démoniague (Piychanalyee anthropolegte,Galiard, 1967, p.523-S25) peo peeire oa que seria fendi en el condicons pret (lo qe Freud habia debido o pod dai "Si Fred bier exert a atl me tae éstoyconvencid qu habia interpreta Diablo cmoelwiperego Lo trastomoeconinzan co ‘nslancol es decirconataqane voleto del superego contac ep, Eo pasa Gespds de ames de! de, ye sjeto eset clpabledbidow sus deseos de mor Camo pater sist inferior comple Jode clptiidedy de nfeirida) ypromete vert bea ie del sus faeral exe sti 4elpadveo superego) suaviza la pees que pss sorely deja de inhibi la actividad Je su ego Icha eit lego ¥ el superego termina cuando los mos del mouaseri se ier sobre: Enc futuro viv en seguridad,” (id, p. 524, el subrayadoes io). Sea So que fuer dea “ska ene 90 yelspereg0 (que toma el aspectode una guerra entre dose), in evoecin de te “fino pees enforme al pensamiento de Frew poco inclnao, yale Verems, nconelsila historia coma seven ‘ss conan ial fli. A lnexdgess de Goa Roherme le eacap el problema, econ de "ostice tet" deyplizamsento” feng) que exciyen, como die). Lact, "a promos de una resausion 279 En primer lugar, la importancia de la ambivalencia Diablo-Dios, re~ calcada por Freud, parece confirmada por las miiltiples formas de su perma- nencia a lo largo del siglo XVIL. Asi por ejemplo el Estado (y en teorfa, “Ia razbn de estado") cuando reemplaza a la autoridad religiosa, se convierte en lua “sustituto” (un ersatz) del Padre, que ha sido (valiéndose de una palabra del texto) “desgarrado” por las guerras de religin. Pero la ambivalencia ini- cial del Pace sigue patente en cada Iglesia por la oscilacidn de toda la expe- ricncia religiosa entre lo divino y lo diabslico, y en el otro bando, resurge ‘como la ambigiiedad que hay en el movimiento que a veces nos hace lamar a 4a “razén de Fstado”, “de derecho divino” o “razén del Infierno”* ¥ podria- mos dar muchos ejemplos mis, Por otra parte, para Freud, cuando analiza el texto, los pactos de Haitzmana con el diablo representah un contrato que concede al pintor, pri- vado de su padre muerto, el beneficio de tener otro padre a cambio de su vida, cuerpo y alma, al cabo de nueve aiios. Se comprometerd enseguida del ‘mismo modo con la congregacién de los Hermanos de la Misericordia para Poder ser hijo. Esta interpretacién sugiere que durante el siglo XVII, en el acontecer noctumo de los aquelarres y én el diurno de la vida civiea, las structuraciones socioculturales diferentes tienen un origen andlogo. De esta ‘manera, en efecto, uno se “consagra” de diversas formas para tener el privi- legio de ser cliente, feligrés 0 “hijo”. Fl problema se plantea cuando ya no estd el padre (a quien “consagrarse”). De ahi se sigue la diversidad de re- Presentaciones que toma el mismo cargo del rey durante algin tiempo. A esta conclusion de la necesidad de ser hijo y de ser considetado como hijo por un padre, podriamos oponer (pero, ghasta qué punto?) la organizacién presente de una sociedad en la que el desco de existir se constituye, y se éenajena, al encontrar de nuevo al padre, pero como algo facticio determinan- te, como un lenguaje social y como una ley anénima. Pero dos cuestioncs deben detenernos, asociadas de un modo a pri- ‘mera vista paradojico, pero en realidad complementarias del modo como las enlaza el procedimiento freudiano: una, la legibilidad det pasado; otra, las sustituciones det pace. Del pasado legible al presente oculto Laneurosis demoniaca del siglo XVII, se nos dice, “se presenta con plena claridad” (GW. 318). Se parece, por lo demas, a la neurosis infantil, que se descubre mas ficilmente que la del adulto, El siglo XVII (esa “edad” de "Cf: porelempl, el exttio de Benne Thus, Raton d tat etrensépolidque dl epogue de Richey, A Cot, 1966, 478 p, 280 | humanidad a Ia que Freud considera “primitiva” y ala que también lama i°'medioeval"t, ef. GW. 318 y 332) descubbre con el simple ojo (mit freien Augen; GW. 317) una enfermedad que en el siglo XX sélo se revela a una investigacién profunda. Entonces cra evidente lo que hoy es oscuro. La “Auficlarung” de las representaciones propias de esos “nifios” del siglo XVI ‘no es sino un juego de nifios. Asi pues, lo ms antiguo serfa més claro, Esta posicién’’ nos permite interpretar la pretensién freudiana, indicada al principio de su estudio, de “re- conocer bajo otras palabras” (las del siglo XVI) las mismas estructuras neurdticas (GW. 317). Porque no se trata aqui de una “realidad” oculta, ho- ‘mogénea, como un “esencial” oun dhumas que sostendria la diseontinuidad de {as representaciones. EI historiador profesional mas bien tiende a substantificar lacontinuidad (bajo la forma de un “progreso”, de una “logica” de las cuales Ja historia seria la “manifestacién”, 0 de un “cuantitativo” cuyas claves de interpretacién determinan de antemano las continuidades, etcétera), Freud ad- mite demasiado pronto como realidad historica lo que es solamente la cohe- rencia de su discurso historiogrifico, y como un orden en la sucesidn de los: hhechos, lo que es solamente el orden posnulado o impuesto por su pensamiento, Freud no habla aqui de una permanencia de Ia cosa bajo diferentes vestiduras. Para él, la misma relacién de ambivalencia y de tensién puede Tepetirse y por consiguiente “voiverse a encontrar” (como un “contenido”, nos dice: Jnhalte; GW. 317), revelado pot las mascaras sucesivas que lo represen- tan ya bajo la forma de una “vestidura demonolégica” en el siglo XVI, ya en el lenguaje de las “enfermedades orgénicas”, en el siglo XX, El “contenido” constante es una relacién entre dos términos cambiantes, uno de los cuales ra, ayer, la méscara diabdlica, hoy la migraia la tileera, Ia enfermedad or- ‘génica, Lo que se puede reconocer mas fécilmente en el pasado es la misma engafiifa, porque nos aparece claramente como lo que es, una engafifa, El {engatio com el que se presenta y se oculta el conflicto rebusado es mis “claro” La “huella” de Ta desaparicién del padre era més visible ayer que hoy. Esta afirmacién establece una distancia “histérica” entre el lector y el documento analizado. Esta distancia puede expresarse con la férmula: “era visible”; pero aqui la visibilidad da peso al imperfecto (“era”); mide una distancia entre tiempos diferentes. Con esta concepeién se enlazan otros datos de! texto. En prim: lugar, Freud evoce un més acé del siglo XVII. Hacia arriba, un “principio se establece como Anfang (comienzo; GW, 330) 0 como Ursprung (oti- " Sélo consider aqulsigifenci tec de eta posicio, Qe Fred abaya amanifestciones mie «lista (yp lo tato mds “aside i) ytbio, ver, a elas desafecadas “vert dl sujet, choarbeter de ser ma clarasy mis sequbles, pon aibire u gusto por laacgusslginy «mo algo deez sobre propia scot 281

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