You are on page 1of 28
‘Capra E aoe de la literatura argentina CAPITULO Ja historia de la literatura argentina 57. El folklore y su proyeccién literaria Este fesciculo ha sido proparado por ol doctor ‘Augusto Ral Cortazr, redactado en el Depar- tamiente Literaio del Centro Editor de América Latina, y ha tenido una lectura final a cargo del profesor Adolfo Prieto. CAPITULO constituira, a través de sus 56 fasofculos, una Historia de la Literatura Ar- ‘gentina, ordenada cronolégicamente desde la Conquista y la Colonia hasta nuestros dias. El material grafico con que se ilustrard la Historia, estrectiamente vinculado con el tex- to, brindard a los lectores una visién viva y amene de nuestra literatura y del pais. Cada fasciculo sera, a su vez, un trabajo organico y completo sobre un aspecto, tendencia, pe- riodo o autor de nuestras letras. En CAPITULO NO 58: ” EL MAPA LITERARIO CON UNA AMPLIA Y DETALLADA CRONOLO- GIA DE LA LITERATURA ARGENTINA, DESDE SUS ORIGENES HASTA LA ACTUALIDAD, DI- VIDIDA POR GENEROS Y PROFUSAMENTE ILUSTRADA yy junto con el fascfculo, el libro LITERATURA Y FOLKLORE (tomo It) ara el material ric del presente fasczulo, se ha fortado con la cits tlaboracia el Arenve' Grin (ta Nei, y de fa coecclen parteular do Aagist. ail oraz portunemente se suministarén prtadilas con tials fe tones) pitulos para que os fasleles pusfon fneuedermate, La Dieclén se. resera el deretio de fist euslulre de fs itulosanuncieds Archivo Historico de Revistas Argentinas | www.ahira.com.ar | El folklore proyeccion El folklore. — Las historias de le literatura tratan habitualmente, como gs lic ylegitimo, de iro y txts Aebidos a eseritores prestigiosos, re- presenfativos de géneros, periodos, tendencias, estilos. Pareciera una pa. adoja el ‘destinar un “capitulo” a expresiones literarias no esoritas, que Circulan gracias al vehiculo de la palabra hablada, andnimas, de ince- sante reelaboracién en variantes, de tatiz regional, captedas por la expe- tiencia directa, de persona a persons, de padres a hijos, y asi perdurables en Ia tradicién secular y a veces mi- Tenaria. Tales manifestaciones son les que lla- mamos folklore con palabra ya cas tellanizada que ha tenido acogida en Jas més diversas lenguas, consagrando la feliz invencién de William John Thoms en 1846 (folk, pueblo, ‘ore’, saber tradicional). Aqui nos referimos sélo a las espe- cies literarias, pero el folklore abarca todos los aspectos de la vida tradi- cional de Tos grupos o comunidades opoares (0 como vereos en seg la propios de las sociedades de ti “folk’), desde le misica y ln dance a Ta comida; de las faenas a las su- persticiones; de la artesanfa a los refranes. En todos los casos se trata de fendmenos culturales colectiviza- dos (socialmente vigentes en la comu- nnidad), empiticos (captados por la experiencia y trasmitidos por medios ‘no escritos ni_institucionalizados), funeionales (vinculedos entre sf para Ia satisfaccién de necesidades colec- tivas), tradicionales, anénimos y re- sionales, Por Jo tanto, el folklore no debe ser coneebido como un hecho estético e inmutable, por més que sea tradicio- nal, sino ‘més bien como un fruto maduro, como el resultado de un proceso cultural, que se dilata en el tiempo con ritmo muy pausado (por Jo menos en relacién. con el predomi- rante en Ta sociedad urbana) y que arralga en las regiones més diversas, Iklore,hispanoamepicano es un Archivo Fiistorico y su literaria ejemplo gigantesco cuyo anilisis re- vela el parallismo y equivalencia de Ta trayectoria histérica, que no obs- tante Ia aparente unidad de su es- quema cultural fructfic6, al eabo de més de tres siglos, en expresiones regionales de matices tipicos En Ia imposibilidad de desmenuzar ese complejo itinerario, recordemos, simplificéndolos, aquellos elementos mis notorios: 4) El hispfnico, que en los sigos XVI y_ XVIL, iniciales do la colonieacién, abreva en las fuentes cadalosas ricas de los Siglos de oro, en Tas eua- Jes confluian, no sélo ia. tradici6n medieval inmediata, sino otros ingre- dientes dispares, algunos de los cus- les subsistfan desde el periodo ibé reo; en tanto que otros, pese a las expulsiones y dennotas, seguian ac- tuando en miéltiples sectores do Ia cultura y la vida, por influencia judia y &rabe, reflejo podleroso de Oriente y vehiculo, esta iltima, de corrientes helénieas. De alli que el hex luminoso de lo hispénico traia en su seno gér- menes de universalidad que al con- juro del prisma de nuevas eircunstan- cias se despliegan en una irisada variedad que tanto enriquece el cau- dal folklérico hispanoamericano. b) El elemento de las culturas autée- tonas americanas, no obstante su des parejo nivel (desde el eminente de lo incaico, por ejemplo, al de los grupos némades cazadores y colecto- res), e3 prodigioso por su riqueza y su hondura, considerado en conjunto. No contradice esta valoracién la di- ferencia conceptual entre materiales arqueolégicos y etnogrdficos y aque los que han sido seleccionados y asimilados por grupos “folk”. Este ‘iltimo supuesto tiene escasa relevan- cia, paradéjicamente, en las regiones donde hasta hoy grupos aborigenes prolongan la linea de sus culturas prehispnicas, aunque cargadas de trasculturaciones modemas, como las selvas chaquefas En impresionante contraste, en el Ngverpy stgentinndeniy Sentags__| de Revistas Argentinas Grabado de Pompeyo Audivert para Indio de carga, de Néstor Groppa (edit, Tarja, Jujuy, 1 3) www.anhira.com.ar 1345 Concepto de proyeccién Las “proyecciones” se nos muestran como Ia imagen de fenémenos, reflejada o expresada fuera de su Ambito ceultural, espontineo; son obra de personas determinadas o determinables {que se inspiran en Ta realidad folklérica, cuyo estilo, formas, ambiente 0 cardcter trasuntan y reelaboran; estin destinadas al pablico general, preferentemente turbano, al cual se trasmniten por los medios institucionalizados que In téenica y Ia eivilizacién pponen en cadla caso y en cada época a su servicio, Dignamente expresadas, sobre Ia base de un minucioso conocimiento ¥ verdadera compenetracién espiritual tética con las fuentes auténticas 42 que éste trascienda a planos ‘is difundidos y a veces universales estacando la personalidad cultural colectiva (piénsese en los, lieder {de Schubert, en los romances artisticos ‘spatiles, en los ballets de origen rus0, indonesio y mexicano, en Tas mantas escocesas, entre mil ejemplos) ‘Ala inversa, las interpretaciones chabacanas e irresponsables conspiran Contra el patrimonio espiritual de Ia nacién. Archivo Histérico de ReviStas' At ee. del Estero, se recogen com insistencia significativa aportes y testimonios que las culturas precolombinas, desinte- ‘gradas como unidades orginicas, ha- cen llegar al mundo espiritual y ma- terial del pueblo; no hay sector donde no se hayan infiltrado, desde Ia vi- vienda ala magia, de las téenicas a las ceremonias, de la comida « las fiestas. Falta en estos casos Ia pre- sencia fisica del indigena, pero éste sobrevive. Resurge en el mestizo y dl folklore adquiere un matiz, una patina que trasunta este contradicto- Ho predominio de las culturas muer- tas, El mestizaje ha sido la ancha via 3 la cual, a través de elementos iolégicos y ractales, los pueblos ame- ricanos han logrado estar presentes fen nnestras culturas “folk” El idioma es eficaz vehfculo para estos trasiegos culturales y por es0 no es extraio que las areas donde ‘estin en vigencia Ienguas ind{genas, como el aimaré y el quichua en el Norte (y este tltimo, ademés, en la {sla idiomética de Santiago del Es- tero), el mapuche o araucano en el Sur patagénico, y el guaran en el Nordeste, sean a'la vez los dmbitos {que se cuentan entre los més carac- terfsticos del folklore argentino. En todos los casos, las comprobaciones cientificas modemas de la Arqueolo- gia y la Etnografia son valiosos apor- fes para su interpretacién, pero no porque los datos estudiados sean de procedencia indigena, sino por haber Sufrido su trasmutacién en folklore, es decir, en patrimonio de comuni- dades populares criollas. ¢) Con esto decimos que el tercer factor surge de la actividad cultural colectiva del pueblo mismo: parsimo- niosa, sutil, recoleta, pero no por eso ‘menos evidente en el curso de largos pperiodos, en los que se suceden eta- pas de trasmisién sincrénica (de per- sona a persona, en un momento dado), de aceptacién selectiva o fragmenta- ria de bienes recibidos, de asimilacién y reelaboraciéa en variantes hasta malizacién y por 4 le trasmisién generacional diacré- nica, a cuyo término, terso y pulido ‘como un canto rodado, el folklore se nos muestra como un prodigio, Los protagonistas colectivos y_and- nimos de estos procesos culturales son las comunidades o grupos a los que lamamos de tipo “folk”. La cultura “folk”. — Los bienes iateriales y espirituales, las, pantas de conducta, las actitudes, las cos- tumbres, habitos ¢ instrumentos que actéan directa o indirectamente para satisfacciOn de las necesidades (bio- légicas, estéticas, religiosas, magicas, cetebtera), estén implicitas en los ras- gos que la observacion y el andlisis asignan a sus portadores, los mencio- rados grupos “folk” La evidente imposibilidad de incluir en estas péginas una presentacion Aeseciptiva de las manifestaciones Integrantes de las culturas “folk” de nuestro pais, asi fueran las més sig- nificativas y solo de los émbitos més tipicos, nos lleva a presentar en es- ‘quemitica perspectiva ese rico, con- tenido, que no cede, por su candalosa abundancia y su significacin histé- rica, ante las expresiones urbanas de ccultura popular. Los puntos de refe- rencia para ese sueinto panorama son Jos que lamariamos eauces por los cuales pueden legar a cualquier cul- tura “folk” Jos elementos susceptibles de integrarla Por cierto que no nos detendremos en 1 anilisis, sino que nos Timitamos a rmencionar Ia. red. instituefonalizada Y oficial formada por Ta organizacién Politica, jaridica, administrativa, es- Eolar, religiosa, ete. del pais dentro de cuyas fronteras los grupos “folk”, por lo comin periférico y_ lejanos, fogran mantener esa especie de al- yéolo tipieo de su vida lugarefa, empirica y tradicional. Aquellos cauces que marean 1a tra- yectoria de bienes materiales y espi- rituales de todas Tas especies pueden ser reducidos, por razones de econo- ‘mia. expositiva, a los siguientes: a) gentinas | www.ahira.com.ar Paisajes de Villa Misie Arc als hive His Higueras) ‘Tradicién cultural superior, b) Tras- culturaciones urbanas asimiladas (por 1 “folk’); ©) Supervivencias autécto- has, d)Transferencias a nivel del pueblo mismo (de un grupo “folk” a Otro); e) Creaciones, reelaboraciones y variantes debidas a cada grupo popular. 2) Un primer rasyo caracterizador de toda cultura “folk” es que atesora ‘como meollo, muchas veces soterra- do, elementos de una tradicién cul- tural superior, procedentes de cen- tros civilizados irradiantes, del propio 1 ajeno pais, que pueden ser Tejanos en el tiempo y en el espacio; en este feas0 nos referimos desde luego a los hhispdinicos de los siglos XVI a XVIL os, slemplos sorfan innumerable, desde la equitacién caballeresca_y prendas de la indumentaria cortesana hasta las fiestas y ceremonias en las que se advierten destellos de autos Sacramentales, del paseo de estandar- tes reales y de Ia actuacién del alfé- rez. En campos mis préximos a lo Titerario basta mencionar en bloque la literatura refinada de Jos cancio- nneros, la gracia de Tas comedias, el encanto pegadizo de los romances artisticos, Ia enjundia de los escritos Goctrinales, el artificio de las glosas, Jos temas abstractos y filoséticos de Jos contrapuntos y,“tensones” que dan a las payadas (recuérdese Ia de Martin Fierro) tan inesperada hon- dura. En estrecha relacin podemos men- cionar los casos bien gstudiados de Tas danzas folkléricas, que en esoena- ros agrestes realizan el prodigio de revivir la donosura de los bailes de sa- ign virreinales, como por ejemplo la media cafa y el cielito, versin local Ge la contradanza; Ja’ evolucionada tara de seis cuerdas sigue llarmdn- Sose vihuela (‘al comps de la vi giiela...”, dice: Martin Fierro), sa antecesor, instrumento pal por fin, el castellano cervantino se hizo habla popular, ennobleida con vyoces a menudo desusadas y arcaicas en la misma Espafia, b) Las cindades prestigiosas (para ruestro caso Asuncién, Santiago de Chile, principalmente' Lima y en época tarda, deste fines del siglo XVIII, Buenos Aires) irradian oleadas de novedades y aun de modas que ‘casionalmente son retenidas por los ‘grupos populares e incrustadas en su propio sistema de vida, con igual 0 divers funcién: son las trascultura- ciones urbanas asimilades. Junto a ejemplos como las armas de fuego, clertas telas y prendas del vestido, be: bidas blancas envasadas, etc, cabe re- cordar los diavios de la ciudad, 10s fo Iletos y pliegos sueltos cayo contenido se difumdfa, no por Ta lectura indivi dual, sino en grupos, ya de familia en las estancias, ya de parroquianos en los almacenes y pulperias. Esto contribuy6 a Ia difusién, mucho mis ripida y extensa de lo que podria suponerse, de textos poéticos y de crénicas de actualidad reelaborados f veces como relatos en, prosa y 10- ances, “corridos’, y “argumentos” cc) Las transferencias entre grupos “folk” son por eso mAs frecuentes © indeterminadas, pero se_despliegan desde la rutina doméstica (comidas, recetas, costumbres) a los refranes y adivinanzas y desde Inego cuentos, “casos”, coplas y romances ya folklo- rizados en la Espatia originaria. 4) Supervivencias imnumerables testimonian el influjo de culturas autéctonas, especialmente en los ém- bites nortefios, tanto andino como guaranttico, y en cierta medida tam- bién en ef antiguo dominio de los aravcanos pategénicos; Jo pr {a vivienda, la comida, las artesanias, los mitos y pricticas ‘mégicas y su: perstciosas En el terreno literario originan po- léinica, pues las especies poéticas en lenguas indigenas (quichua, guara- ni, mapuche) son en buena parte traducciéa 0 adaptacién de coplas y romances en castellano (un aporte importante es el Cancionero quichua torico de Revistas Argentinas | www.ahira.com.ar santaguefio (1958), de Domingo A. Bravo, 1906); es abundante el ma- terial indigena de cuentos y otras formas narrativas y, por otra parte, el fran caudal de palabras qu, como regionalismos ¢ indigenismos, integra tl atin popular do Sstntas regione, cearacterizada, ademis, por la pecu- ar entonacién, nuestra simpatica “tonada” provinciana, de probable afr autbctona, ©) Por fin, cualquiera sea Ia proce- densi de tos bienes que a Ta poze Tegan a integrar una cultura “folk”, Jo esencal no ess punto de parte (indigena 0 palaciego, americano o spfnico), sino la asimilacién fun- ional por la comunidad, que se ma- fiesta en adaptaciones, reelabora- ciones y variantes. Este pempetuo fluit es le nota definidora de Ia tradicio- nalidad folklérica. Muchas de las novedades legadas al “folk” mueren al nacer por falta de receptividad (una canciin que no arraiga, por ejemplo), otras se difun- den y perpetian, segin como se defi- na el perenne ditelo entre lo consue. tudinario y 1o novedoso, lo tradicional y lo innovador. El ritmo sosegado que regula Je vida de los grupos “folk” hace a veces perder de vista Ia intima, auténtica naturaleza del folklore, que es esen- cialmente dinémico y funcional. Fluencia Iatente, — Estos esclare- cimientos, referidos al proceso de uestra propia formacién histérica, implican tener en cuenta que, germi- nada Ta simiente de las primeras fun- daciones, se fueron produciendo dis. tingos sociales, politicos, culturales y ‘econémicos entre los sectores de la ‘misma sociedad hispana colonial. Tal ircunstancia estratificadora hha. sido el estimulo de la paulatina formacién en nuestro tertitorio de los. primeros grupos de tipo ‘folk’, de. creciente tono criollo, Por lo tanto la. ciudad (desde su forma embrionaria) fue la condicién histérica de la existencia Archivo Historico de Revistas Argentinas | www.ahira.com,ar Tipo popular del noroeste argentino EI folklore hispanoamericano. ¢s,tn-excelente ejemy de un proceso cultural ‘india ent el.que se ean incorporacién un legado comin de elementos: traidos por los colonizadores, y de elementos indigenas, aportados por las ricas y ariadas cults autéctonas. Reunién musical folklérica en la provincia de Salta s | ww m.ar de ese sector “popular”, ya haya es- tado incluido en el dmbito urbano, ya Aisgregado y disperso en la campiia cireundante, en las lejanas encomien- das, en las “fincas”, estancias y fun- dos_posteriores. Asi va delinedndose, dentro del conjunto de la poblacién colonial, este “pueblo”, que recibe, seleceiona y asimila algunos de los clementos constitutivos de sa pr cultura “folk’, a la que en definitiva imprime la impronta de su propio estilo de vida regional, de los matices de sos variants, do i, peularidad je su habla popular, de su. propi visién del mundo, be Tales pequetios méicleos, por Io co- ain aislados y dispersos en escena- ios geogrdficos desmesurados, casi {nfinitos, han moldeado y trasmitido, desde las primeras fundaciones hasta hoy, su acervo cultural de una a otra generacién, constituyendo una co- rriente sin término, pricticamente desconocida en las eludades. Es decir, que los fenémenos folkléricos han vi: vido en estado latente, dando a estos términos el sentido cientificg y meto- dolégico que surge de las investign- ciones de don Ramén Menéndez. Pi- dal (1869) para los casos de los 10- ances y diversas manifest Biiisticas y lterarias Consideramos fecunda la aplicacién de es0s conceptos y del anétodo resul- tante a la interpretacin de la trayec: toria de las manifestaciones folkiri- ‘eas en América hispana y desde Inego ‘en nuestro pais. No se intente aqui exponer el complejo problema, sino s6lo aplicar sintéticamente algunas conclusiones. Durante los siglos XVIL, XVIII y gran parte del XIX la cultura “folk” pec- ManeetS como oculta a los ojos de los ambientes Ietrados, urbanos y di- rigentes, de los centros universitarios ¥ prestigiosos, como Santa Fe, Cér- oba, Buenos Aires, por ejemplo, Co- mo es explicable, estaban mas atentos a las novedades literarias, estéticas, Misico popular de Trancas, prov. de Tucumén (foto Isabel Aretz, 1941) Cantor de coplas, en el camino de coisa entre Salta y Jujuy TA CHIVO Piscarite de Resta Argentirlas | www.ahira.com.ar Francisco Peralta, misico ciego, violinist, guitarrista, flautero y cantor, de Chicligasta, prov. de Tucumdn (foto Elena Hosman, 1941) Folklore y poesia gauchesca ‘La poesia llamada “gauchesea” tha originado una notoria confusion de conceptos, no sélo en el piblico general, sino también en articulos, onferencias y hasta en ciertos manuales. Martin Fierro es proclamado paradigma de “folklore” argentino, Esto induce ‘a considerar Jos poemas de Hidalgo, ‘Ascasubi, del Campo y Hernindez ‘como poesia del gaucho; con Ia terminologia aqui adoptada, diramos jue. se identifica “poesia gauchesca” con Folklore poético” del gaucho. No obstante, es obyio que aquélla es obra de autores no sélo letrados y ciudadanos, sino eminentes ademés por su actividad politica, diplomética, periodistica, militar Su obra se conoce a través de textos impresos y otros medios modernos de trasmisién y es materia de estudio fen Jas aulas, Por lo tanto, constituye a1 reverso del folklore postico del gaucho (anénimo, trasmitido fen variantes, en. alas del canto), que Ia investigacién contemporinea Ya ethumando en sus formas tipicas de cieltos, “corridos” o “corridas’, “Tetras” y “argumentos” (ano de cuyos protagonistas es, segxin Olga Femindez Latour de Botas, ‘un sorprendente Martin Fiero). Archivo Historico de R Ventura Lynch del mundo, que a las expresiones ris- ticas de los paisanos iletrados, apenas entrevistos 0 presentidos tras Ia in- tmensidad de los desiertos, las selvas y las montafas, en regiones erizadas de peligros y de misterios. En con- secuencia, es también explicable que falten los datos precisos, los_test- monios aprovechables, los documen- tos escritos de esa cultura campesina, popular y tadicinal. Pero, como lo ice notar Menéndez Pidal, no hay que identifcar el dato documental y conereto con la vida misma, que no deja de ser real por carecer de 'tes- timonio escrito. [A despecho del descomtocimiento, ig- norancia y desdén de los circulos le- trados y eraditos de la ciudad colo- nial, las expresiones folkléricas si- fuieron en vigencia, como patrimonio de grupos “folk” y como caudal cons- titutivo de Ia respectiva cultura. Se difandieron_sinerdnicamente, por la palabra hablada y el ejemplo directo y perduraron diacrénicamente, cons- tituyendo una ininterrumpida co- rriente tradicional. Esta alegoria del folklore como oo- rriente es claificadora, porque alude a su constante Fluir, a su perdurar y trasmitirse en variantes, sin perder, sin embargo, su fisonomia y st o3- ricter, como un slo eterno. Por 50, sin desmedro de la expresién consa- furada de estado latente preferimos la de fluencia latente, para destacar quella caracteristica y al mismo tiem- po eliminar cualquier posible infe- encia de “estado” invariable y ex tatioo, Precursores, estudiosos, maestros. — En el caso que consi- deramos, corre como una napa 0- terrada que no es fécilmente percep- tible desde la superficie letrada_y Iibresca de la cultura ciudadana. Co- mo ocurre con Tas napas verdaderas, se requiere el sondeo bien orientado para dar con sus aguas. Asi ocurrié, en la regién de Ja pam- evistas Argentinas | www.ahira.com.ar Joaquin V. Gonzdlez Archivo Historico de Revistas Argentinas | www.ahira.com.ag pa, con Ventura R. Lynch (1851- '888) con su folleto sobre Ta Provin- ia de Buenos Aires (editado por A. R. Coztazar con el titulo de Fol- Klore Bonaerense) que hacia 1880 hhace conocer cantos, letras de dan- zas, cuentos y costumbres del gaucho contemporineo de Hemindez Desde fines de siglo, Juan B. Ambro- setti (1865-1917), mucstzo primer fol- Klorista cfentifico, amplia sus inves- tigaciones arqueolégicas y etnogré- ficas com la recoleccién y estudio de “supersticiones y leyendas” (como se titulé su libro péstumo) y otros si. quisimos materiales reunidos en el volumen Viajes de un maturrango y ‘otros relatos folkléricos (1963), s- leccionado y anotado por A. R. Cor- tazar, con la colaboracién de Miguel H. Gonzalez y Santiago Alberto Bilbao. Samuel A. Lafone Quevedo (1835- 1920) emplea por primera vez. entre nosotros la palabra “folk-lore” en el prélogo a su Londres y Catamar. ca (1888), Roberto Lehmann-Nitsche (1872. 1998), etndlogo y lingiista, nos dejé tuna maciza monografia sobre Santos Vega (917), en sus proteicas m: festaciones folkléricas_y_ lteraris ademés de estudios sobre leyendas omitolégicas y eruditas monografias sobre temas diversos. Adin Quiroga, arquedlogo, historia. dor y poeta, publicé numerosos_ar- ticulos periodisticos (muchos hoy prictieamente desconocidos), parte de los cuales Ricardo Rojas hizo pu- Dlicar con el titulo de Folklore cal- chaqué (1929). Otros grandes maestros actuaron co- mmo alentadores de estas inquictudes y profetas de los descubrimientos fu- turos. Algunos se pusieron concrets- mente en la tarea, ya en actitud documental, ya de reelaboracién lite- aria de esa rica sustanca, como Joaquin V. Gonzélez (1864-1923), patrlaroa de nuestras letras, con La tradicién nacional (1888) y Mis mon- CALCHAQUI Por Adin Quiroga sii (luesraacios ve FERNAX GONZALED) TUCUMAN GPE Portada de Ia primera edicion de Calehagui (tomo 1) Entre los procursores de los estudios folkléricos en nuestro pats, cabe mencionar a Ventura Lynch, investigador de los cantos bonaerenses; a Juan B. Ambrosetti, arquedlogo y etnélogo notable; a Samuel A. Lafone Quevedo; a Roberto Lehmann-Nitsche; a Adén Quiroga; a Joaquin V. Gonzélez. Paul Groussac tafas (1892); Paul Groussac’ (1848- 1989), autor de un plan para la documentacién de nuestro folklore, al que contribuyé con sus estudios sobre el gaucho y los refranes; Esta- nislao $, Zeballos (1854-1923), espi- ritu observador y cientifico ¥ viajero incansable, que deyela el misterio de la “tierra” adentro” surefia con sus novelas y sus memorias (Painé, 1886, Relmé, 1887, Viaje al pais de tos araucanos, 1881), cuajadas de datos de primera mano; Ricardo Rojas (1882-1957), insigne maestro. cuyo nombre jalona las principales. sendas del estudio, Ia exégesis, Ia critica y la concepeién estética del folklore y la literatura argentina: son famosos_y fundamentales La literatura argent na (1017-1922), primera historia inte- gral de nuestra cultura Iteraria; El aie de la selea (1907), relatos y le- yendas de Santiago del Estero; La ‘salemanca (1943), misterio dramético sobre esa leyenda supersticiosa, su alegorla y su trascendencia, y una serie muy nutrida de libros y artien- los de poesia, teatro, ensayo, inves gacién erudite; esta obra monumen: tal se duplica, sin embargo, en su acelin directa como propulsor, ya publicando textos y documentos en fl Instituto de Literatura Argentina de Ia Facultad de Filosofia y Letras de la Universidad de Buenos Aires, ya como catedritico y conferenciante, inieiando vocaciones y‘estimulando ef twabajo de sus disefpalos, Martiniano Leguizamén’ (1858-1935) recogié versiones de cuentos, leyen- das y tradiciones y exalt6 en sus libros las “cosas” del pasado y de su tierra entrerriana (Hombres y cosas que pasaron, 1928; Recuerdos de Ia tie- 71a, 1896; De cepa criolla, 1908; La cinta colorada, 1916, La cune del gau- ‘cho, 1985; etc.) Roberto J. Payré (1867-1928), obser- vador sagaz y eseritor de garra, cuya predileccién por los temas populares y regionales se manifest, no s6lo en Sus obras literarias, paradigmas de nestra literatura, sino también, en sus trabajos de peviodista viajero (En las tierras de Inti, 1909 y ‘perdurd hasta su madurez (articulos reunidos bajo ol titulo de EI diablo en Bél ‘80, 1953) En 1928 y 1925 un culto investfgador, Jorge M. Furt, ha investigado ma- teal de las provincius de Buenos Aires y Cérdoba y algunos textos re- mitidos de Santiago del Estero y Catamarca, y los enriquecié con no- tas criticas ¥ prolja bibliografa, Emesto E. Padilla (1873-1951), fue también una mente orientadora y wna especie de mecenas intelectual, me- disnte las publicaciones que auspicié en la Universidad Nacional de Tu- camén. Juan Alfonso Carrizo y su impulso, — Entre éstas, los Cancio- neroe populares de Salta (1993), Ju- jny (1994), Tucumén (1936) y La Rioja (1943), compilados por Juan Alfonso Carrizo (1895-1957), autor también de informativos prologos y rotas. Con Antiguas cantos popula- res argentinos (Cancionero de Cata- marca, 1926), la primera compilacién de Carrizo, se inicia la época. con- tempordnea de los estudios_folkl cos. Su magna obra (més de veinte mil cantares rescatados del olvido y de la pérdids) fue adquiriendo am- plitud y rigor a medida que él di {aba su vida a recorrer los pueblecitos Gel Noroeste, comenzando por Cata- ‘area, su provineia natal, anotando de cantores ¢ informantes coplas, r0- ances y glosas cuyas correlaciones ¥ origenes rastreaba luego en su. se- lecta biblioteca; esta labor culmina con Antecedentes. hispano-medioeva- Tes de la poesta tradicional argentina (41945), libro en el que, con amplio conocimiento de las fuentes literarias tspafiolas de la Edad media y del Siglo de oro, afianza su tesis de la filiacién hispinica de nuestro folklore pottico. La trascendencia de esta obra radica no s6lo en su vastedad, Archivo Histérico de Revistas Argentinas | www.ahira.com.ar sino en lo que significa como acti- tud, como intuicién, que el estudio consolidé, sobre Ia existencia, en el desdefiado y desconocido mundo del “folk”, de ese tesoro en “estado le- tente®, de esa napa cuyo soterrado ‘luir secular compruchan hoy los son- eos cientificos en todas las regiones del Ambito de habla hispana y espe- cialmente en América Latina. El impulso inicial de Carrizo se pro- Jonga hasta hoy, eslabonando Ia obra de consagrados investigadores con jgvenes diseipulos, desde Juan Dre- Shi Lucero (1897) (Cancionero po- pular de Cuyo, 1998), Orestes Di Lillo (1898) (Cancionero popular de Santiago del Estero, 1940), Guillermo Terrera (1922) (Cancionero popular de Cérdoba, 1948), Ismael Moya (1900) (Romancero, 1941) ¢ Isabel Aretz de Ramén y Rivera (1917), compiladora de un cancionero poé ticommusical de La Rioja, base de su reciente tesis doctoral (1967). Bruno C. Jacovella (1910) se destaca, no tanto por le compilacién como por la agudeza critica y rigurosa visién eien- tifica con que somete a examen los ‘materiales; Carlos Vega (1898-1966), pponiendo el tono en su especialidad usicol6giea, aportd. valiosa docu: mentacién y planteos técnicos en sus libros sobre danzas y especialmente en Las canciones folkloricas argenti- nas, una de sus ‘iltimas publicacio- (1965), editada con el apoyo del Fondo Nacional de las Artes; Hora- cio Jorge Becco (1924) ha puesto al aleance del piblico general tina acer- tada antologia (Cancionero tradicio- nal argentino, 1960) con un estudio preliminar informativo y clarficador. Olga Fernéndez Latour de Botas {1985} se formé junto a Jacovells, en al Instituto que fundé Juan Alfonso Carrizo y se ha especializado en el estudio del folklore poétioo (Cantares Hisidricos de la tradicién argentina, 1960) y por estimulo de Augusto Ratil Cortazar, de las reeiprocas in- fluencias con la proyeccién artistica individual, vale decir, In poesta fol- Wérica, inclnida la gauchesca; sus trabajos se caracterizan por el rigor conceptual y técnico, lo que no ex cluye una legitima y saludable sen- sibilidad critiea (en prensa: Folklore y Poesia argentina). Folklore poético y narrative. — En el campo del folklore poético se estacan las especies liricas, las can- ciones propiamente dichas, como la vidala y la vidalita, la baguala, el ya- ravi, el triste, el estilo, [a tonada, la rt y 1a milonga. Desde el punto de vista de las formas miétricas, el verso octosilabo predo- rina ampliamente, salvo las varieds- des del hexasilabo, la combinacién tipo seguidilla (7 y 5 silabas) y las variables de los estribillos y_ motes intercalados. Como. tipos estréficos, 1a copla en primer lugar, el romance monorrimo tradicional y'el romance coplado (en cuartetas consonantes 0 asonantes) llamado “criollo”, la déci- ma del tipo espinela y el artificio poético de la glosa (Ia més docu- mentada: cuarteta de cabecera y cu. tro décimas, euyos tltimos versos van reproducienlo ordenadamente los de Ja copla inicial). Grupo aparte lo forman las letras de danzas (zamba, chacarera, gato, cue- a, triunfo, firmeza, etc.) ‘de las que hay buenos ejemplos en los libros so- bre bailes folkiéricos (los de Carlos Vega en primer término). Por fin, el amplio y simpético sector del folklore infantil (rondas, nanas, ete.) que no trataremos aqui. En trayectoria paralela a la del fol- Klore poético se sucede la bibliografia sobre las especies narrat cialmente cuientos, “casos” y leyen- das). También en esto fue un inicia- dor Juan B. Ambrosetti con Supers- Ficiones y leyendas (1917), libro pés- tumo que reedita material recogido en época muy anterior, dado a cono- cer desde sus primeras publicaciones, f partir de 1892. Berta Elena Vidal Roberto J. Payré (dibujo de Rose, en el Almanaque Sudamericano, 1889) Archivo Historico de Revistas Argentinas | www.ahira.comar i a sefalar que, en términos generales Sociedades y abstractos (no de referencia descriptiva i ” articular) tales grupos som poco de tipo folk comme de erpecacia socal simple y homogénes, de tipo aldeanos Llamamos comunidades 0 grupos de tipo viven compenetrados con el paisaje “folie” los que, aun integrando natural (su “tierra”), ubicados en regiones la sociedad contempordnes, presentan _marginales o aisladas, sometidos ciertos caracteres distintivos derivados 4 pautas tradicionales que tienden de sus tipicos géneros de vida. funcionalmente a la satisfaccién La enumeracién de tales rasgos puede de necesidades concretas en el dmbito encia, ocupar varias paginas. Aqui nos limitamos de una economia de subs Escena de campatia ‘en el Rio de la Plata (D'Hasirel) En contraposicién con las “élites” turbanas, con las sociedades de tipo industrial, con el tréfago,cosmopolit y portuario, para el “folk” lo tele ¥ ancestral tiene més predicamento {que lo novedoso y foraneo; In experiencia priva sobre la ensef tebriea; Io espontineo popular sobre Ia estructura oficial; 1a aptitud de adaptacién sobre la capacidad creadora; lo manual sobre lo mecinic Io artesanal sobre lo artistico puro. Archivo Histo de Revistas Argentinas | www.ahira.com.ar La asimilacién de clementos extrafios festa sometida a ritmos lentisimos, generacionales y aun seculares. La tabla de valores (enmarcada por la tradicién, el parentesco, Ia vecindad, Ia religién y lo tehirico) muestra habitualmente algunos muy positives, como el respeto por Ia familia, el sentimiento religiaso, €l amor al pr6jimo, Ia hospitalidad ‘yum innato sentido artistico que se trasunta especialmente en el canto, Ia danza, las artesanias. Dibujo de Gertrudis Chale para Copajira, de Manuel J. Castilla Archivo Historico de Revistas Argentinas | www.ahira.com.asy Portada de la primera edicién de Alma nativa ¢ de Battini ha documentado personal- mente y divulgado para uso escolar ‘cuentos y leyendas populares, ademés de haber dedicado a algunas de estas, Gltimas (por ejemplo, la de la ciudad perdida, 1942, y la de San Francisco Solano, 1965) eruditos estudios. Félix Caoluccio ha docamentado en fuentes bibliografieas leyendas vineuladas con los astros, animales, plantas, hechos hist6riens, ete. (1964). Los Tlamados “casos”, es decir, bre- ves cuentos y relatos’ animalisticos 0 Fabulisticas, que tienen preferente- mente al 2orro por protagonista, sue- Ten ser incluidos entre los cuentos: se destacan en Del tiempo de Noupa (1900), de Rafael Cano (1884) y forman dos series de cinco en las ‘publicaciones (1947 y 1948) de Agus- tin Zapata Gollén (1895). Los cuentos propiamente dichos lo- gran una primera publicacién técnica {tanto por la documentacién en el temeno como por Ja claseaién polégica y de “motivos” a cargo Bruno C. Jacovella), en la Revista del Instituto ‘Nacional ‘de la Tradicién (1948) y corresponden a Catamarca y Corrientes, donde fueron recogidos por Alberto’ y_Jesiis Maria Carrizo (1911) y Guillermo Perkins Hidal- 0 (1902), respectivamente.. A esta Grientacién general responden, con diferencias y matices: los publicados por aquel Istituto en Renca, folklore puntano (1958), volumen colectivo en €1 que este tema esti a cargo de Susana Chertudi de Nardi; la. serie de cuentos aparecidos en el Boletin de la Asociacién tucumana de Folklo- re (1952, 1954); las varias especies nnarrativas incluidas por Orestes Di Laillo en Folklore de Santiago del Estero, 1943; El “ciclo de San Pedro” fen el folklore de Tucumén (1952), de Horacio G. Rava; los Cuentos popt- ares de La Rioja (1965), compilados ‘por Juan Zacarias Agiiero Vera (1886- 1943), editados con un estudio pre- Viminar de Augusto Rail Cortazar sobre El método histérico geogréfico y el estudio de los cuentos populares y dasifiacién tipol6gica y_andlisis de los motives, por Susana i cde Nardi; esta investigadora es quien hha llevado més adelante entre noso- tros Ia especializacién técnica sobré este aspeoto de Ja clencia folllérica; sus colecciones Cuentos folkléricas dé Ta Argentina (Ta. 1960, y 2a. serie, 1964), Juan Soldao (1962) y otros ‘textos, con estudios preliminares, no- tas y rigurosa aplicacién de métodos intermacionales, gozan de merecido prestigio en los centros.cientificos del mundo. Este doble vinculo entre el folklore narrativo y su expresién letrada, al parecer universal y tan antigno como Ja cvilizacién, inspiré un magistral ‘optisculo de Maria Rosa Lida de Mal- Kiel (1910-1962) (El cuento populat Fisponoamericano y la lit 1941) y se relaciona con el estudio de Dora Pastoriza de Etchebarne (El cuento en la literatura infantil, 1962). “Elementos y proyecciones”. — Al comienzo anticipamnos algunos dis- tingos conceptuales que ahora debe- ‘mos precisar. El término “folklore” no designa sélo los fendmenos (ya con- siderados aisladamente, ya en los conglomerades 0 contexturas regio- rales), sino también otras expresiones que el anilisis ha ido desentrafiando, sin contar el obvio entre el Folklore como ciencia y el objeto o materia de su estudio. Consideramos tiles las distineiones que siguen, pues el no tenerlas presentes acarrea en el uso cortfente errores y confusiones, De aquellos “complejos” folkléricos que constituyen ef folklore propia- thente dicho suclen _desprenderse bienes materiales y espirituales aisla- dos que se manifiestan ocasional- mente en otros niveles de cultura son, a nuestro entender, “elementos” {olldéricos y no “el folklore” conside- ado como patrimonio integral de un grupo popular regionalizado. Asi, por fjemplo, un euento folklérieo puede Agchivo Historico de Revistas Argentinas | www.ahira.com.ar Fiesta de méscaras en el pueblo de Truya ‘Martiniano Leguizamén Agghivo Historico de Revistas Argentinas | www.ahira.com.ar ser narrado por la “nurse” de una guarderfa aristocritica; supersticiones tradicionales afloran en aulas univer- sitarias, en hipédromos y casinos; los refranes salpimentan la charla de personas de toda condiciin; cualquie- ta trae a cuento, en reuniones 0 chat- Jas estimulantes, cuentos jocosos 0 coplas oportunas; hasta los médicos acuden a veces a la receta casera ‘cuya eficacia inmemorial preconizan los abuelos Ala par de los fendmenos, por, otra parte, existen las “proyeeciones” del folklore. Nos referimos a las obras Iiterarias publicadas por autores de- terminados; a las piezas musicales que estin en caso semejante y, en serie paralela equivalente, a las re presentaciones teatrales, a’ los espec- tculos televisedos, 2 Jas andiciones radiofénicas, a las’ obras plésticas, a las danzas ejecutadas en salones, es- trados o aulas; a los tejidos, tapices, objetos de cerdmiea, plata, cuero, ete, producidos por artistas 0 fabricados fen series industriales; a las novedad de los modistos y a cuanta creacién {individual procure imitar, reproducir, interpretar o estilizar manifestaciones tradicionales y an6nimas del pueblo Proyecciones de la poesia y Ia prosa narrativa, — De esta vasta Zama, nuestro tema sbarca sélo las proyecciones en Ia literatura argen- tina; pero tampoco en toda si am- plitud, imposible de resumir aqui, aunque se redujera el asunto a una simple enumeracién. En el caso presente, para mayor efi- cacia demostrativa, vamos a concen- tear el andlisis y la ejemplificacién al campo de las especies poéticas y na- rrativas cuyos nombres, for ooincidir on las correspondientes. del folklore literario, ya mencionadas, pueden més faciknente inducir a error: las capecies Hrieas (vidalitas, bagualas, etc.) y letras de danzas (zambas, chacareras, ete.) y, en cuanto 2 la Horacio Jorge Becco forma, las consabidas de coplas, déci- mas, romances y glosas. Las especies narrativas podrfan re- presentarse ejemplificativamente con ceuentos, “casos”, leyendas y tradi- Establecido el distingo bésico entre folklore literario (expresiones popula res, ‘tradicionales, anénimas, region nales, de trasmisién oral) por una parte, y por otra su proyeccin en la literatura individual y escrita (erea- ciones y reelaboraciones artisticas de autores. determinados), cabe aludir, ‘aunque no se pueda exponer aqui, a Jos grados en que agrupamos tales proyecciones, a partir de un nivel préximo a los fendmenos originarios ¢ inspiradores hasta la mayor esti zaciOn personal y aun a los casos de especies literarias que nunca podrian confundisse con las folkléricas, como novela, teatro, ensayo, pero que son ricos en “elementos” folkléricos, mu- tridos con esa sustancia popular y tradicional qu se tasluce en el len wuaje, los ambientes, los tipos, la femitica, en una palabra, en el esti, Un, primer grado de proyecciin se nos muestra casi identificado con el folklore literario a tal punto que en Ja expresién pottica el complejo esté tico total pareciera presuponer 0 re- clamar la mésica, al modo del pueblo, cuya poesia se expresa en canto, En el pasado, debe haber sido la forma en que se difundieron los Cie litos de Bartolomé Hidalgo (1788- 1822) 0 de Hilario Ascasubt (1807 1875), y en nuestros dias las coplas y letras de Arturo y Jaime Dévalos (1921), Atahualpa Yupangui, José R. Luna, ‘Manuel J. Castilla (1918), Hamlet Lima Quintana, por ejemplo. ‘A modo de variantes de este caso, los Romances del Rio Seco, de Leo- poldo Lugones (1874-1938), pare on una anomalia caprichosa por sus ccuartetas consonantes y hoy sabemos que es forma tradicional en América; en otto sentido, combinaciones arti: figiosas preferidas por los viejos. cane Fchivo Allstorico Dibujo de Enrique Policastro para Indio de carga, de Néstor Groppa (edic. Tarja, Jujuy, 1958) de Revistas Argentinas | www.ahira.com.ar Vaivén entre cultura letrada El distingo entre folklore Kteratio (oético y narativo) y sus maltiples proyecciones en Ia literatura argentina, que es como el umbral y el leit motiv de estas piginas no debe fomentar la idea errénea de que ambas festaciones de nuestra cultura son como departamentos estancos incomunicados entre si, Muy por el contrario, entre ambos planos se entreteje un zigeag eterno en todas las literaturas,en todas las lenguas y épocas, La comprobacién de ‘ste fecundo vaivén es una de las conclusiones del ensayo Folklore y literatura (1964, 2* ed., 1967), de Augusto Rail Cortazar y, como corolario, debe también afirmarse en este capitulo, aun reducido en tema y en espacio, Por otra parte, no hay que olvidar que ciertos estudios, ensayos y monografias de valor cientifico en cuanto al folklore, valen ademés por sus quilates literarios; a la inverse, en cierto modo, las obras literarias para los estudiosos de Ia ciencia folklérica. foe a literatura culta ha aprovechado reiteradamente elementos jolkléricos, y muchos escritores distinguidos han utilizado esta vertiente en sus obras. Por lo demds, el proceso se ha producido también al revés, y hay ejemplos sorprendentes de folklorizacién de obras cultas, como en Facundo y Martin Fierro. Reunién popular en Salta Archivo Historico de Revistas Argentinas | www.ahira.com.ar tores, como Ta glosa, hoy. subsisten ‘en el repertorio de poetas ciudadanos, como Juan Oscar Ponferrada (198) y Leén Benarés (1915). Un caso especial es el de Ia poesta gauchess, el Martin Fira, su paradigma, pues el. piblico suele in- ferpretaror ‘como. gala del. foldore pampeano; de acuerdo con los cri {erios expuestos, son un notable ejem- plo de proyeccién poética de tema ‘gauchesco. En las-proyecciones de 2° grado hay afinidad y generalmente coincidencia Con la tematica y la métrica del fol Klore literario, pero sin confundirse con él, pues se advierte que se trata de reclaboraciones que procuran in- terpretar, ser ficles al estilo tradi- ional. La gradacién, a veces leve 0 sutil, va desde una proximidad extre- ‘ma al primer grado (Sobre todo si la lengua es popular o regional) hasta la evocacién subjetiva, los episodios autobiogrdficos y las deseripciones paisajistas. El autor no se identifica © confunde con el cantor o el narra: dor popular y por el contrario, revela a veces influencias de corrientes esté- ticas. Las especies en verso no plan tean, desde Incgo, Ia nevesidad de acompafiamiento musical. Podria compilarse una sugerente an- tologia poética que ordenase el ma- terial siguiendo este itinerario aqui propuesto y que partiendo de Rafael Jijena Sénchez. (1904), Domingo 2 pa_ (1906), Juan C. Davalos (188 1959), Jaime Divalos, Nicandro Pe reyra (1914), presentase un_ grupo fntermedio con Antonio Esteban Agiero (1917), Alfredo Bufano (1895-1950), M: A. Camino (1877- 1944), Antonio de Ia Torre (1004), Vi- cente Barbieri (1903-1956), Leén Be- narés, Horacio Enrique Guillén (1915), Luis Franco (1898), Carlos Abregii Virreira (1896), Alma Gar- cia, José Ramén Lana, Ellas Carpe na (1897), Ismacl Moya, Azor Gri- maut, Marcelino M. Romén (1908), At hivo Hist hasta Jegar a los lindes del Ser. grado con Fausto (1866) de Estanisiao del Campo (1834-1880), romances de Enrique Banchs (1888-1868), Santos Vega y otras leyendas argentinas (desde 1877) de Rafael Obligado (1851-1920) ‘y algunos poemas de Leopoldo Lugones (1874-1938), Ri- cardo Molinari, (1896), acl Galén (1913-1963), Eduardo Jorge Bosco (1913-1943), Jorge Luis Borges (1899) con sus milongas de Para las seis cuerdas (1965) La seccién de cuentos literarios apa- rece como inabarcable; por eso, m0 como seleccién, sino a titulo de ejem- pplos, se citan algunos nombres, entre los ms notorios: Mateo Boor (seud. de Miguel Angel Correa, 1881-1943), Fausto Burgos (1888-1953), Juan Car- los Davalos, Joan Draghi Lucero, Juan Pablo Echagiie (1877-1950), Jo- se Hein Figueroa Aréoz (1900), Alberto Franeo (1903), (Leyendas del Tucumén, 1944); Luis Franco (1808), (cuentos incluidos en Biogra- Fas animales, 1953); Joaquin V. G: zalez, (Cuentos, 1854); Fébulas nati- cas péstuma, 1924); Ricardo Giiral- des (1886-1927), Martiniano Leguiza- mén, Emesto Morales (1890-1948), Justo P. Séenz (1892), Angel Maria Vargas (1913) Han publicado leyendas con finali dad muy dispar: Rosa Bazin de Ci: mare (1895), German Berdiales (1896), Anibal Cambas, Azucena Ca- rranza y Leonor Maria Lorda Pere lién, Ernesto Morales (1890-1949), Ri cardo Rojas (El pais de la selva, 1967), Blanca S. Tschudy. Entre las versiones de “casos” litera- ios: Fausto Burgos (1888-1053) (Aventuras de Juancho el Zorro, 1953); Bernardo Canal Feij6o (1897 (Los casos de “Juan” [dramatizados], 1940); Juan Carlos Davalos (Los ea: sos del zorro, 1925), Tncluimos en el 3er. grado obras que reelaboran “elementos” folkléricos 0 wspiran en ellos, pero sin confur. Augusto Radi Cortazar, en uno de sus viajes de i ‘estigacién al noroeste Ira.cOm.ag dirse con el folklore poético o narra- tivo por razones evidentes de es ta a gro beso esa ‘poemas en metros ausentes de la tradicién popular, como endecssi bos, alejandrinos, ete. y formas exclu- sivamente letradas, como el soneto, ppor ejemplo). Para s6lo dar una idea, recordamos, en poesia. a Bamba (1933) “de. Ataliva Herrera (1888- 1953), Lin-Galel (1910) de Eduardo Ladislao Holmberg (1852-1997), poemas varios de Adin Quiroga (1883-1904), Rail Galén (1913-1963) centre tantos otros. tulogo bibliogréfico de novelas, rela- tos, obras draméticas, poemas exten- sos, ensayos, ete, por més variada y auténtica que sea Ta riqueza que en- cierren de “elementos” folklérieos, como tipos y costumbres populares, habla regional, motivos fabulisicos Jegendarios, creencias y_ supersticio- Alfredo R. Bufano Marfa Ross Lida de Malkiel nes, descripcidn de fiestas, faenas y ambientes tipieos, ete. El amplio pa- norama esté dado en el tomo 5? de la Historia de la literatura argentina (1959), dirigida por Rafael Alberto Arrieta (1889-1968), en el cual Augus- to Rail Cortazar’ (1910) presenta huestra literatura folklérica con in- lusidn de lo més. significative en todos los géneros, segiin los Ambitos caracteristicos de a Argentina y agru pando las menciones de acuerdo con fos temas (registrados, ademés, en un {ndice), suministrando a la vez una . amplia bibliografia. El conjunto repo- sa sobre una exposicién conceptual y teérica que To sustenta, Alli encontra- | mos incluidos muchos de los wns ilus- tres autores de nuestra literatura, co- mo son (entre los no citados hasta ahora en este trabajo): Ascasubi, Co: ronado, Fray Mocho, Galvez, Gerchu- noff, Gonzflez Arrili, Nicolls Grana- da, Eduardo y Ricardo Gutiérrez, Gi lermo House, Hudson, Larreta, Be- nito Lynch, Mansilla, C. B. Quiroga, Rojas Paz, Sanchez Gardel, Sarmien- Rasit Galdn eet Wee AMECHIVO Historico de Revi com.ar Fuentes para ampliacién y consulta, — Para ampliar la infor- macién y gustar la lectura de textos selectos, las antologias, como es ob- vio, brindan su coneurso; en este caso, especialmente, las siguientes: Consejo Nacional de Educacién (para las cuelas primarias y de adultos); Félix Coluecio, 1911 (Antologia ibérica y americana det folklore, 1953); Julio C. Diaz Usandivaras, 1996 (Folklore 1 tradicién, 1953); Carlos Villafuete, 41908 (El cantar de Tas provincias ar- gentinas, 1951); Horacio Jorge Bec- co (Ganeionero tradicional argen. tino, 1960); E. M.S. Danero, 1897 (Antoloaia gaucha, en prose y verso, 3956 y 1958); José Luis Busaniche, 1892-1959 (Imagenes del pasado, 1959); Antonio Pagés Larraya, 1918 (Cuentos de nuestra tierra, 1952); Mignon Dominguez (16 cuentos ar- gentinos, 1955); Fermin Anzalaz, 1020 (Folllore de toy ales clch ies, 1961); Rafael Jijena S&nchez, Woon Cuctten do Mama Vinge, Nieondro Pereyra (foto Corbalén, 1968) 1946); Domingo Lagh (Cuentos det folklore argentino, 1962) Por otra parte, la informacién puede ampliarse en obras de diverso ca- ricter, como la Historia del Folklore argentino (1983) de Juan Alfonso Carrizo; BL folklore argentino y tos estudios folkléricos; reser esquemé- fica de su formacién y desarrallo (1964) por Augusto Ratil Cortazar, el estudio preliminar al citado Can- cionero de H. J. Becco; los de Susana Chertudi de Nardi a las colecciones de cuentos, ademés de su ensayo El cuento folkldrico; Folkloristas e inst- tuciones folkléricas del mundo (1951), asi como el Diccionario folklérico ar. gentino (2a. ed, 1950) y Ta Enciclo- pedia folkldrica, americana e ibérica (1966), obras de referencia de Félix Coluecio (1911); la colecctin en tres volimenes de los 13 nimeros de la revista Selecciones folklbricas Codex, con indices sistemiticos y alfabéticos, de autores y temas, y abundante ma- Archivo Historico de Revistas Argentinas | www.ahira.com.ates Jaime Davalos (foto Saderman) ee terial ilustrativo; publicada bajo la dizeceién de Augusto Rail Cortazar, ofrece textos anotados de todos los géneros y dmbitos del pais, con noti- cias sobre los autores en la seccién “Quién es quién’ Amplia y precisa informacion podré dobtencrse en las bibliografias que se fan apart. Conviene advertir que se confunden frecuentemente con proyecciones fol- kléricas obras de orientacién costum- brista, regionales, evocativas de epi- sodios 0 ambientes de interés tradi nal, o animadas de fervor nativista «que pueden ser tipica, caractristicas de una regién, histéricamente valiosas y aun populares, pero no folklérieas, por las razones téenicas y conceptua- les explicadas; ejemplificando con la poesia, se podrian citar libros de Ar- turo Capdevila, Fernindez Moreno, José Pedroni; en la. prosa narrativa, ‘l ojemplo més clocuente son los cuentos de Horacio Quiroga, repre- sentativos del paisaje, la fauna, Ia flo- ray el hombre de la zona misionera, pero no por eso solo folkléricos. El agrupamiento que aqui hemos en- sayaco, en general, ejemplifica una radacién basada en una interpreta cién conceptual del folklore y sus proyecciones y no implica, como es evidente por los nombres citados en Ios tres niveles (de alcance puramente metodolégiea ), ninguna diserimina cién estética, ni calificacin literari Literatura y folklore. — La fructifera relacion entre el folklo- re literario (popular, anénimo, oral, tradicional y regionalizado) y la lite ratura individual y esorita se revela no s6lo. por el aprovechamiento. de materiales por los especialists en ambas disciplines, sino que trasciend ala médula del proceso cultural mis- mo, enriqueciendo ambes vertientes. Baste citar dos ejemplos signifi cativos. Uno esti patente en el paralelismo y correlacién entre el capitulo 9 de la 2a, parte de Facundo (1845) de Do- mingo Faustino Sarmiento (1611- 41888) y el romance andnimo exhu- mado por Juan Alfonso Carrizo, s0- bre la muerte de Quiroga; sin entrar en la polémica sobre si es prosifica- ién del romance 0 versificacién del capitulo, lo que aqui interesa es la correspondencia indudable. El otto, aportado por Augusto Rail Cortazar en diversos estudios, ¢s ain ‘més impresionante por estarse. desa rrollando en nuestros dias: la folklor- zacién de estrofas y pasajes de Mertin Fierro, Asi lo prueban las coplas, do- cumentadas de labios de cantores po- pulares ietrados, que con notable intuicién poética han reducido a los cuatro versos de la estrofa tradicional lo que Heméndez expresa en. sus sextinas, Los ejemplos hasta ahora documen- tados proceden de Salta, Tucumén, Lavalleja (Repiblica Oriental - del Uruguay), Parané, “Aucapin (Pro- vincia de’ Neuquén) y, aunque pa- rezca increible, de Colombia, donde Emirto de Lima las da como “coplas indigenas”, E] caudal narrativo, poé- fica y paremiolégico que llegé tradi cionalmente hasta los gauchos con- tempordneos de José Herndndez, dan- do sustancia y verdad a su genio creador, cumple el cielo y torna a su fuente ‘popular en la que, por ley infalible, se borra el nombre del autor. Su perduracién en boca de “analfabetos profundos", que no sa- ben de letras, pero si’ de intuitiva belleza, compensaré ese olvido, con- firiéndole a sus versos la perennidad fresea, viva, renovada, de la autén- tica poesia tradicional. Sera una nue- va trasmutacién de poesia en folklore, ceo Jo que una vez. més se daré raz6n a la copla, pues al fundir el corazén en el alma popular, To que se pierde de gloria se gana en eternidad. Familia del norogste mientras trabaja en el telar 1367 Bibliografia basica Obras bibliogrifieas y de referencia ‘Beceo, Horaclo Jorge, “Contribuelén a 1a bibliografie folklorica argentina; poesia tradicional argentina. Antologias y estu~ (dios', Cuadernor del Instituto Nacional de Investigaciones "Foleléricas, Buenos Aires, n? 1, D. 259-272, 1960. Jd, “La literatura gauchesca; aportes Pate una bibliografia”, Cuadernos, BP 2-4, 1961-1968. ‘Bibliogratia Argentina de Artes y Letras Buenos Aires, Fondo Nacional de ias Ar- es Ne 1, 1958; Ultimo n® publ. 38-84, 1068, Bibliografia del folklore argentino, Bue- thos Aires, Fondo Nacional de las ‘artes, 4965-1066, 2 v. (Compllaciones especiales Ge la Bibllogratia Argentina de Artes y Letras, mn? 21-22 y 25-28, dir. Augusto Raul Cortazar; vol, 1: bros; vol 2: ar~ Holos de Tevistas, Indices generales acu mnlados y temético.) Carrizo, Juan Alfonso, Historia det fol- lore argentino, Buenos Alres, Tnstiluto Nacional de ln Tradieion, 195%. Coluecio, Félix, 1911, Diccloriario folkis- Meo argentino, 2 ed aumentada y corre. ida, Buenos Aires, El Ateneo, 1980, Chertudi de Nardi, Susana, £1 cuento folidérico \y Uterario regional, Buenos Aires, Fondo Naclonal de las Artes, 1008. (Comipliaciones especiales de la Bibllo- gratia Argentina de Artes y Letras, n° 16) Gran manual de Folklore. Buenos Aires, Honegger, 1964. Publicaciones periéaicas Roletin de ia Academta Argentina de Le- tras, Buenos Aires, t. 1, n 1, eneto- mario 1988; en curso de’publiescion. Cuadernos del Instituto Nacional de An- tropologta, ‘Buenos Aires, Subsecretaria @e Cultura de ia Nacion, no 1, 1960; en curso de publieacion. (Direstor’ fundador Tulié Gheeres Freyre.) Selecciones Folkldricas Codex, Buenos ‘Aires. Sintesis amena, documental e tus trada de le Argentina tradicional y po- pulas, Aflo a, n" 1, jun. 1965; ao 2, 0°15, Set, 1066, 3' vol. con indices genieales, Ineluso tematico; “quien es quien” de olaboradares. Literatura y folklore (teoria, método y cnitiea) Carrizo, Juan Alfonso, Antecedentes his- pano-nicdioevales de ta poesia tradicio- nal argenting, Buenos ‘Aires, Estudios ispanicos, 1945, Cortagar, Augusto Rai, “Los elelitos pa- {rlotieas,’ expresion folklérica dela argentina’, Revista de educacion, nueva Genie, ano, n 7, p. 10-41. Ta Plata, jul. 1087. 1d, “Bl folkiore, Herndndea y 1a tradi- eign”, Selecotonés Folkldricas Codes, ao Ln", p. 5-12, Buenos Aires, nov. 1965, 1d, “Folklore literario y literatura fol- Inériea”. En Arrieta, Rafael Alberto, di Historia de a literatura argentina. Bue- hos ‘Aires, Peuser, 1959, 5, p. 19-395; Bibl, p. 438-452; Indice tematico, p, 353-407, Td, Folklore y literatura. Buenos Aires, ‘ditorlal Universitaria de Buenos Aires, 1064, Td, Poesia gauchesca; interpretada con los aportes ‘de 1a teorla olkidrica. Bue- nos Aires, Balt. Guadalupe. (in prensa.) Td, “El folklore argentino y los estudios follidricos; resefia esquemétiea de su formacion y desarrollo". En Historia ar gentina contempordnea; Historla de as fnststuciones Ta cultura, t. 2, D. 488-486. Buenos Aires, Aeaderia ‘Nacional de In Historia, 1964 Chertudi de Nardi, Susana, #1 cuento Joltddrico, Buenos Aires, Centro Editor de ‘América ‘ating, 1967. 1d, “Las especies lterarias en prosa”. Bn Imbellont, Jose y otros, Folklore argen- ‘tino, . 142197, Buenos Alres, Nova, 1086. Td, “El estudio de los cuentos. Bl cuento folkiérico en la Argentina”. En Cuentos folktoricos de la argentina, 1» 9 2° serie, Buenos Aires, Thstituto Nacional de An- tropologia, 1860-1964. Ferndndez Latour de Botas, Olga Elona, “Folklore y poesia argentina’. Buenos Aires, Edit. Gaudalupe. (Hn prensa.) Id, ‘Martin Fiero y Martin Fierro; de Jos’ cantares matoneseas a la poesia gau- chesea”, La Waciin, Buenos Aires, 2 set. 1050. Id, “El ‘Martin Fierro’ y el folklore pod eo", Cuadernos del Instituto Nacional Ge Investigaciones Folklorioae (hoy de Antropologia), 1* 8, p. 287-308, 1962. Jacovella, Bruno C, Juan Alfonso Carri zo. Buenos Aires, "Bdlelones. Culturales ‘Atgentinas, 1968. (BIDL. del Sesquieente- ‘nario; Coles, Monogratias) Td, “Las especies literarias en verso”. En Imbellonl y otros: Folklore argentino, . 108-131, Buenos Aires, Nova, 1959. Uda de Matklel, Marta Rosa, £1 cuento Popular hispans-americano ya tera Fira, Suenos Aires, Instituto’ de cultura lniioamertcans, Pacultad ce Micsotia y Tetras, 198 Maria, Julién, "La idea del estado ta lente en el método de Menénder Pidai, Foura Jusarren ops ealdad Bist eg’ Ze. Nacion, Buenos Alres, $ ¥ 5 oot. 1958. aa Menéndez Pidal, Ramén, “Poesfa popular Y posse tadeonal en erage ola" fin sw Los romances de_ Ame ‘oa. 9 otras estudlos, p. 81-98, Buenos bites, Sspasa-Caipe Argentina, 1990. Pinon, Roger, Bl cuenlo fotklrico como fema'de estuiio, Trad. por Susann Gher= {td Buenas Aires wélforial Universita~ Fin de Buenos Altes, 1908 Vega, Carlos, Las canciones folkléricas argoitinas. Buenos Aire, Mioieterio de ‘Edueneln, Subsecretaria de Cultura, Ine- tituto“de Musieoogia, 1005 Archivo Historico de Revistas Argentinas | www.ahira.com.ar Agustin Di Sciascio, (1967) Este fasciculo, con el libro LITERATURA Y FOLKLORE (tomo 1), constituye la entrega N° 57 de CAPITULO Precio del fasciculo mas el libro: $ 160.- ye 2 ert are cod Un esfuerzo editorial sin precedentes En sélo 120 semanas las obras mas importantes de los grandes autores de todas las épocas. Cada fasciculo, un autor, un periodo, tun género o una época, en un texto profusamente ilustrado. Cada libro: su obra mas representativa. ‘Siempre: versiones completas, por extensas que sean. Estos son algunos de los autores: Cervantes - Shakespeare - Homero - Dostoievski - Sartre - Goethe - thsen - Balzac - Proust - Bernard Shaw ara que usted refresque sus buenas lectras. Un plan de lectura completo para sus hijos. ‘Una obra fundamental de consulta para toda la familia Una visién moderna de los grandes autores Y las grandes obras en su marco socal 1 jueves 9 Pee he pen i Hy cual AE PA) a ee Ua - Séfocles - Dante - Joyce - Tolstoi - Dickens - Lope de Vega - Zola - Maupassant - Pavese - Hemingway - etc, ete. Estas son algunas de las obras: El Quijote - El mercader de Venecia - Fausto - Crimen y castigo Ana Karenina - Eugenia Grandet - La Divina Comedia - Ecipo Rey - La poesia del siglo XX - Gargantia y Pantagruel El Decamerén - El cuento en el siglo XX - etc, ete. Imprescindible en todos los hogares y para todos los piilicos, desde el escolar al universitario Y siempre un fasefculo més un libro completo: $160.— Be eras “i fot $4, he ssa

You might also like