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Matcela Paz y Alicia Morel PERICO TREPA POR CHILE SBN 978.956-264-746-5 562647265) EN TIERRA DEL FUEGO, PERICO DEBE DEJAR LA ESCUELA PARA CONVERTIRSE, EW PASTOR, EL OFICIO DE SU PADRE. ‘SABE QUE VA AEXTRARAR A SU PROFE- ‘SORA, A SUS CONPAREROS, ESE GRAN MAPA DE CHILE COLGADO EN LA MURA- ILLA... PERO LO QUE PERICO AUN NO ‘SABE ES QUE, SIN PROPONERSELO, ESTA A PUNTO DE EMPRENDER UNA AVENTURA MEMORABLE, EN LA QUE GRACIAS A LA AYUDA DE DIFERENTES AMIGOS PODRA CUMPLIR SU SUERO Y TREPAR FOR TODO CHILE. NARCELA PAZ Y ALICIA MOREL SON DOS RECONOGICAS ESCRITOFAS CHLENAS. NARCELA PAZ ES LA CREADORA DEL POPULAR PERSONAJE PAPELUCHO Y GANADORA DEL PREMIC NACIONAL CE LITERATURA EN 1962. EN EDICIONES SM HA PUBLICADO JACKY, PAZUCA EN LA DUNA, EL SOLDADITO ROJO Y Los PECOSOS, TODOS EN LA COLECCISN EL ARCO DE VAPOR. ALIC/A MOREL POSEE UNALARGA TRAYECTORIAEN LA LITERA- ‘TURA INFANTIL Y JUVENIL DE NUESTRO Pals. ES AUTORA DE MAS D= MEDIO CENTENAR DE UBAOS. EN EDICIONES 5M HA PUBLICADO LA COLECCISN DE (QUENTOS EL SECRETO DEL CARACOL. APARTIR DE9 ANOS seis 2 = oO 5 3 s 3 3 5 a atlas ae DE VAPOR UNetaera Ke ney ae UKM Cel dc) '’ Perico trépa,por Chile EL BARCO [igi a DE VAPOR Perico trepa por Chile Marcela Paz y Alicia Morel ediciones 1 El fueguino iPerico, vuelve a contart —Pero si conté bien, seforita. —Contaste solo has‘a treinta... la profesora parecia a punto de engjarse—. Escucha, Peri ya es hora de que pongas atencién. Sabes leer escribir, pero cuentas solo hasta treinte, ;Qué te pasa? Toda la clase sabe contar hasta mil Perico miré al suelo. Tenia sus razones no saber contar como Ios otros. Pero no padia pez6 a pasar el dedo en torno al ra decirlas. E pupitre. —jPerico! Si, sefiorite —se levanté y mi la maestra — y afirmé su cabeza en el morral para dormir otro poco. El poncho ten lor familiar y casero que lo hacia sentirse acompaftado mientras miraba al cielo, donde, entre vapores de niebla, navegaban lasestrellas. Descubris entre ellas unas que parecian un volantin gigante y pensd ponerles nombre, pero el sucio le cerns los ojos. Lo desperts un extraiio cosquilleo. Algo carrid sobre su cuerpo y llegé a rasg.afierle su nariz. Perico dic un salto justo a tiempo para ver desaparecer un cururo en su pequefia cueva. Especie de ratén! —lo insulté—. Me saza de un lindo suefo... y se pus a escarbar con la cafia la cueva del curure. Ya era de dia y Perico records de pronto su trabajo. Con espento se v.o solo en el Ilano. Nin- guna oveja se divisaba Dor ningtin lado. Crey6 vivir una horrible pesadille. Estaré despierio? —se pregunté dandose un mec: un 13, pellizcs en la mejilla, que Ze doli harto. Corrié de un lado a otro, pero no habia una sola oveja a la vista. Quiza cuanto dormiria... Su coraz6n tambarileaba de susto. —i8i al menos tuviera un perro ovejero! Mi padre debe darmelo, Se me pierden las ovejas cuando ni siquiera he fabricado mi flauta..,. jNo pueden estar muy lejos! De pronto le dio calor y se sacé la manta, dejandola caer Fue entonces cuando diviss muy lejos un grupito del rebaio y més alld otras pocas oveias. Impeciente comenzé a contarlas. En un grupo conté diecisicte, treinta en el otro y dos que pastaban muy lejos. Treinta y dos y diecisiete, se dijo maravillado de contar més de treinta. Luego cons6 otra vez las treinta y das, y siguié hasta contar cuarenta y nueve. Volvié a con‘ar y una vez mas resultaban cuarenta y nueve les ovejas. jFaltaba una! Corrié con su larga cafta 2 reunirlas, arreéndo- las con gritos hacia el sitio donde dejé su manta, la recogié y Mevé el pifto al lugar donde habia dormido. Ahi estaba su morral y las demés caiias. Quiso abrir el morral porque tenie hamie, pero se aguan6 porque primero tenia que encontrar la oveja perdida, Qué diria su padre si fallaba el primer dial Buse6 en las quebradas, entre los arbustos achatados por fuertes viento... {Jer nada! Allé abajo, camino del rancho, donde su padre apilaba el coirén enfardado, le parecié ver algo. —Podria ser... :Pero por qué se ha ido sola? O quiz4 quedé atrds desde un princizio 14 Se deslizé por la Joma y a medica que se acer- caba, el bulio se parecia mas a una oveja. Por fin estuvo cerca y, ya seguro, le extrané la rara actitud det animal: estaba inmovil, con la cabeza levantada y no camia. Perico Hegé hasta ella y comprendié lo que pasaba: estaba dando vida a una ovejita, pero tenia problemas. Vio en sus ojos una terrible angustia: lo miraba como pidiendo su ayuda. El zorderito tenia solo la cabeza y una pata afuera y se esforzaba iniitilmente en tratar de adelantar su otra patita. Perico habia visto muchas veces a su padre ayudando a una oveja en situacienes como esta y no vacilé en imitaclo. Solo que le faltaban fuerzas... Logeé aleanzar la patite doslada y sus manos inseguras pudieron sacarla de su aprieto. La oveja madre se levanté del pajar er que estaba echade, mientras Perica recogia en sus brazos al corderito que respiraa mal. Sujets su cabeza en sus brazos, que cafa sin aliento, y poco a poco logai que la sostuviera. Los ojos asustados se calmaban y cuando la acereé a ‘a madze, ella lengiieted el hociquito negro y fue limpiardo a la ovejita, La recién nacida hizo un esfuerzo por levantarse, pero no pudo tenerse en pie. Por un rato Perize olvidé sus deberes de pastor confiaba en que el pifio reunido siguiera comiendo ¥ que no llegara su padre 2 sorprenderlo lejos del rebano. 0 nlé en borazos para darle calor y se encamind hecia donde estaban las otras. La madre los siguié. Al fin la ovejite bal6 y respiné tranquiia. Pei 16 C una Punta Arenas, pero estén en estudio”. —Puede ser uno de esas —exclamé alborota- do— y yo lo veré y podré estudiarlo. Rid al darse cuenta de cue hablaba en voz 2! —Se nota que estoy solo todo el dia, ya hablo conmigo y no me aburro. EI “platillo” brillaba y se ace cidad. E° pastoreo lo estaba poniendo imaginativo, ademas de hacerlo hablar solo, porque lo que se aproximaba era un simple aviér, unc de tantos que van ce Cerro Sombrero a Manantiales y a ‘Su Tierra a. ba a gran velo- Punta Arenas en los afanes petrolero: del Fuego era muy importante con sus “pozos de oro negro, por la escasez mundial”, como decia la profesora, Pero este avidn que se acerceba parec‘a mas chico, “r4gil e inseguro. No surcaba el cielo como una ®ala, como algunos gue viera; 23 vacilaba igual que un vo‘antin o un pajara que esti aprendiendo a volar, dando brincos: —Dirfa que esté en apuros —murmuré Peri- co. Quizd no tiere bencina y como esta es la tierra del petrdleo trata de aterrizar... Todo se produjo mas rapido que su ¢ ensa- miento. El avién se vino a tierra, na muy lejos, clavandose de nariz. Perico sori hacia el sitio donde cays. Desde Je loma vio que el aparato empezaba a incendiar- se. Llamas y humo lo e pensé: “Debo ir a casa a pedir auxilia, tengo que avisar... pero entretanto se puede quemar el pi- loto. Quizd puede ayudarlo”. ¥ cortié mas rapido hacia el avidin cafio Ya sentia el calor de las I volvien. Mientras cortia, nas, pero siguié acercdndose y, envuelto en humo, vio al piloto que trataba de salir del aparato. Pesico se meté el gorro hasta los ojos para disminuir el calor tirdndole hacia Y cogié la mano del piloto. pero estaba amarrado por una fuerte cortea y no podia zafarse. Sacé su cuchillo y, aunque le costé bastante, solté la amarra entre toses v ahogos por el humo venenoso. EI hombre, al verse libre, se arrastré hacia afuera medio as- fixiado y quejdndose. Perico comprendié que no era capaz de alejarse de ese montén de fierros que ardia bulliciosamente y oon todas sus fuerzas lo fue tirando hasta dejarlo lejos de la hoguera. El piloto parecia aturdido; ahora no se quejaba. El nifio se apresuré @ apagar los pedazos del buzo que westia el hombre y le corrié el cierre de arriba 24 a bajo, tratando de sacdrselo. El piloto abrié los ojos, pero no dijo nada —Voy a buscar ayuda —le explicé el pastor, sacdndose el gorro y apartando el humo. Pertié a toda carrera hacia su casa pensando que su padre pod:fa hacer alge por el herido. O 4 mismo partirfa al galepe en su viejo caballo a al retén de carabineros José, su hermano chico, salié 2 su encuentro. —Se cay6 un avidn —grits—, mi mama y yo lo vimos, —Si, casi me cayé encima, :Ha vuelto papa? No. Perico fue en busca de su madrastra, que habia dejado de cocinar y se azreglaba sara iz dar aviso a los carabineros de lo que habian visto. Tia, e: piloto esta heride y bastante mal —dijo Perico, —Llévale esto mientras tanto —la tia le pasé la botella del “fuerte’—. Menos mal que esta vivo dar avi —continué—. Iba saliendo para ir a pedirle al compadre que dé avisa por ra Lléva‘e esto al piloto y dile que vend pronto la ambulanci José quedard cuidenda la casa y a su hermana mientras vuelvo.. José alargé sus labios a punto de hacer puche- ros; se morfa de ganas de ir a ver el desastre: Pra el primer accidente que veria en su vida y estaba loco de curiosidad. Perieo, entretanto, se tomaba un enorme vaso de agua. Luego llen6 una botella y, cogiensio la que contenfa el “fuerte”, partié corriendo con ellas por las lomas. Aunque le dio 26 na puntada, siguid, acortando apenes el paso. El camino ie parecia interminable... Menos mal que ya divisaba el huma de los restos del avién y eso lo animaba @ continuar sin darse un descanse. El piloto estaba menos eturdido y acepts el trago de aguarciente —La tia fue a pedir ayuda —dijo Perica, viendo la mirada del piloto, —Gracias, me salvaste la vida. Pero me temo que tengo una pierna quebrada y no puedo moverme. —Hay un hospital en Porverir y otre en Ce-ro Sombrero. En todo caso, pronto vendran a bus- carlo, porque lo vieron de muchas partes Esa era la vertaia de aquella parte plana de la isla, que todo se veia EI piloto bedi6 otro poco. Tenia las manos guemadas, no podia moverlas y Perico le acersaba la botella a la boca. —Yo Io estaba mirando cuando volaba alto Jo vi caer come un pajaro le dijo— y entonc al que le han pegada un hondazo —Npb pude evitarlo. Algo le pasé al motor. Perdi altura con mucha sapidez... Fue terrible. Vi venir el suelo. Alcancé a dar eviso por radio. Cerré otra vez los ojos. Ojali se hubiera do- mido, No se quejaba, aunque sus piernas debian dolerle y las manos y todo el caerpo. Entances divis6 a los lejos algo que se acerca- ba: era el jeep de los carabineros. Seguramente vieron caer el aparato 0 quizé oyeron el Hamado por radio, porque cra imposible que su madrastra hubiera logrado comunicarse tan pronte. 27 Perico sonri¢ al ver ios brincos que deba el jeep por las lorras. Alcanzé a distinguir que venfan tres personas en éi y una jera su madrastr —2Vive todavia? —pregunté el carabinero Practican‘e que tenia una cruz rojaen le manga Salté al suelo al ver que Perico asentia y corrié hacia el piloto. —Les av! saron desde Cerro Sombrero por radio —explic6 la madrastra~—. Yo los encantré por e! camino y les servi de guia. Todos se acetcaron mientras el pract-cante examinaba cuidadosamente al piloto pregun- Andole “jle duele?” a cada rate. Luego le clave une inyece én y armando una camilla de lona recostaron al herido en ella y lo Hevaron al jeep. Se alejaron muy Tent para no dar tantos cor. covcos. Su madrastra partid con ellos. Y Perico, con SUS Oveias, otra vez se quedé solo. 28 5 Terrible amenaza Cuando volvié a su casa, su padre habia He- ado. La madrastra le contaba la caida del avién y el rescate del piloto. Serfa tema para muchas tardes, ahi donde casi no sucedie. nada —Hola, hijo, ges verdad que lo viste caer? —Si. Lo habia divisado cuanda todavia era un punto er el cielo. Al verlo bajar tan brusco, pensé que eza un éguila, pero en ese instante se convirtid en avidn, viniéndese ebejo, cerquita de mi, —zie cio miedo? Ni me acuerdo, porque corri altiro al verlo arder. —Te acercaste? —Caro. Ayudé al piloto que no podia salir, porque estaba amarrado. Con el cuchillo corté Ja correa. —2No te quemaste las man Perico se las mir6. —Chamuscadas no mas, Me do:ian los ojos con el humo, pero me met/ la gorra para taparme hasta las nar:ces. 2Y el piloto? —Tuye que hacer harta fuerza para saca-lo. 29 Después dijo que tal vez tenia una pierna que- brada. —2Y entonces? —Vine corriendo a asa a dar aviso y pedir ayuda. La tia me dio un frasquito con fuerte para llevarle, Le costé tragarlo, pero atrio La tia sonre‘a esperando alabanzas. —Supenge que reg’strarias el avin después que se Hlevaron al piloio —pregunts su padre —Primero recog las ovejas. Luego volvidonde humeaba todavia. Era et primer avion al que me 28 ojos, acereaba, aunque ya no quedaba mucho de él. Estaba casi ascuro, pera le eché otra mirada antes de venirme. Los fierros retorcidos ya se habjan enfriado. Encontré esto y lo guardé de recuerdo Perico alargé a su zadre una pistola medio fundida —Caramba, un recuerdo silido! rid su padre. —{Sirve? —pregun:6 el nifio. Su padre se la devolvie sontiende. -Si, coma uerds solamente, El calor la fregs. Nunea podré funcionar, Perico. —Da igual, no habia pensedo matar a nadie... Te portaste bien hombre, hijo, Porque ya eres hombre. Bien mereces tu recuerdo... Pero ahora tengo que contarte mis negocios. Eres parte de mi equipo. Vendé las bestias ¢ un gringo y vendrds conmigo a entregérselas, Es un viaje de esfuerzo para ti, pero si trabajas conmigo. Perico sintié algo raro, como ganas de Horas, Por un lado le halagaba que su padre lo tomara en cuenta. Pero... se llevarian a Mirasol y eso 30 ie dolia tremendo. Con un estuerzo grande, se teagé la pena. — Las vendiste todas, papa? —pregunt6 al fin —Clarito. Las cincuenta, Son finas, estén pre- ciosas y me pagaron bien. Compraré nuevas que crecerdn v engorderdn a tu cuidado —Y entonces les venders —marmuré Perico tristemen — Bravo! e, ntendiste el negocio. No todos sor capaces de formar un ganado de seleccién. ;Y to vas como socio! —rid el padre, sin darse cuente, de la pena de Perice. Habia vendido a la oveja madre y con ella se irfa la erie recién nacida, La pobre no podia sepa~ rarse de su madce y se irfa con ella... Aunque le explicara a su padre la verdad y su pena, igual se fa Mirasol. No iba a deshacer el negocio por eso. Esa noche, mientras todos dormian, Perico fa con su ovejita, fuera tomé una decisién: partir ella donde fuera. Lo aplastada por las otras y él la necesitaba a ella eces aba para no morir porque era su tnica coxa propia A la manana siguiente, su padre lo esperaba con el desayuno como el pr.mer dia de trabajo, Le gustaba estar sole con él, sin los hermanos chicos ni su madrastra. No median el pan, ni la leche ni el azticar mientras hablaban de muchas cosas que interesaban a los dos. —Iré contigo a ver las ovejas y el avién cai —dijo el padre sopeando el pan en su jarro. Perico comprendi6 que habia legado el mo- mento de contarle lo de Mirasal, Qué pasaria lo 31 entonces? Las grandes son duefios de muchas cosas y no entienden |o itr portante que es para un nifo tener algo propio: un animalito vivo. Empezaba a aclazar cuando salieron al corral Sincieron un galope. ¢Quién podria v horas? El pacire se detuvo, Fa esas —ilré mas tare sobre sus pasos Sra _una sue-te. Una gran suerte. Perice abrid las trancas y recogi6 a ia ovelita envolviéndola ef le grité a Perico volviends en su manta mientras azazaba al rebaho hacia les lomas. —Dios me esta ayudande —pensé e nite. Nada se puede si no empujan de arriba. Ojala que mi padre se entretenga bastants y no venga 2 ver el ganado. Las estrellas amigas se iban borrando en e ielo. Esta vez las ovejas buscaron pasto mas lejos, lo que daba tiempo para ver si alguien se acerzaba, Acomod6 a Mirasol junto a la madre y comenz6 a s3 r sonidos @ su flauta De pronto se dio cuenta de que la ovejita estaba sabre sus patas que apenas la sostenian. Batia colita como un remoline apovada c su tra la oveja madre. Perico se alegré de ver que ya podia ali- mentarse sala, pero luego sintié una punzada de triste: a: Mizasol va no ls necesitarfa como antes. —Soy tan egaista como el José —pensé eno- jado—. La queria para mi, tuilida, y ahora me apena verla sana. Menos mal. asi el gringo, si la descubre, tendré que pagar por ella y entonces \ Tomé su flauta y ensay6, sin quitar la vista de su oveja, une cancién para ella. Surgié una melodia muy simple, pero linda, y ef pastor ia cia repitié una y otra vez para aprendé Su padre no venia atin, cuncue, si, alguien. se acereaba, Al poco rato distinguié el jeep de los ia su propia huella hacia carabineros, que se ci avién destrozado. Dio una mirada al rebaiio y corrié a juntarse con ellos. El carabinero que mangjaba lo reconacié y In presenté a su acem pafante: Aqui tiene al salvador del piloto. —Teniente Campos. El teniente le estreché la mano con fuerza, —{Mis felicitaciones! —dijo—. Quie as notas que se tomaron ayer, pero prefiero oir tu relato de los hechos. Eres e! testigo principal Perico se sintié muy importarte. El teniente se acomodé en una piedra para fomar apuntes de lo que contara el pastor: Informé que el piloto estaba fa quedradas ambas recuperindose eunque piernas y muchas quemadur: relata: lo sucedids, y e7 seguida ei teniente le 8 el papel, cuanco acabé de eseribin. enes que firmar tu declaracién. ¢Quieres s. Bl nite volvié a alar leer lo que anote? Perico dijo que no. El teniente le aconsejé que siemzre leyera antes ce firmar, pero el pastor pens que con lo lento que lefa, iba a pasar un buen rato antes de la firma. Tomé el idpiz del te y puso su nombre con letra insegura jo el teniente. tenie! —Gracies por tu cor 33 Entretanto, el otro carzbinero examinaba los restos del avi6n, y apari6 algunas piezas metélicas que mostré a su jefe. —La matvicula —dijo indicando una lata ei roscada—. El mimero del motos y lo que queda de la radio. —Tedo fundido —confirms el tenien‘e. El perito averiguara ‘a razén de! accidente con estas piezas. Perico records la pistola que recogié como recuerdo, pero no dijo nada. Se la quitarian, aurque no servia ya, En camb:o para él formabe parte de su tesoro. Se despidié de los del jeep y volvié donde sus ovejas, que se habian disper- sade. Mientras reunia el rebaiio, tocé la dauta junto a Micasol: las ovejas pare y aprenderian pronto a seg an escucharla, ilo por La meladia, Lo que més le interesaba ora que la aprenciera su Mirasol Cuando al anochecer Baltasar asom6 timida- mente en el cielo, Perico hizo sorar su flauta para 5 veces y con su cafia larga empujé a que el rebaiio emprendiera el regreso, Vari repitié el sonido las remoloras, De pronto recordé que no volveria con ellas a los pastos. A’ dia siguiente partiria con su padre a ertregarlas a! gringo. Ctras iban a ser las ove as que tendria que cuidar, Pero nose separaria nunca de Mirasol. La tome en brazos y regres6 al rarcho sin sospechar lo que traeria la siguiente mafiana. 34 6 Y ahora gqué? Al llegar a su casa advirtié un enorme camién corralero, casi tan grande como el rancho. Sentados a la mesa con su padre habia dos hombres. Uno de ellos tenia una barba rubia y al momento el pastor comprerdié que era el gringo ‘Tomaban al que su padre le vendid las oveja aguardiente, mientras chirriadan unos castillares sabrosos en la cocirilla, Su padre la presenté a los hombres, agregando que era “el salvador” del piloto, Perico se sinti enrojecer y empez a molestarle que repitieran la historie. —Ademéas es mi socio —decia el padre. Cuida mi ganado —y agregé, dirigiéndose a él— Perico, el sefior Smith prefiri su camion a buscar las ovejas, porque dice que pierden peso con el viaje a pie y que, como son finas, sueder quebrarse les patas. Y se eché a reir estrepitosamente —Usted no tiene miedo a viajar ce noche 6 venir en —coments su madrastra al gringo. —Casi no hay noche ahora —rié él—. Se ahorra tiempo. —Tiempo y plata —dijo el padre —Sobre todo platita, porque a mi ayudante le pago por horas —y el] sefiur Smith le pegs un codazo a su joven companero que bebia sin hablar. Los ojes de Perico brillaron. Habia llegada el momento. Aun sentia e! olar ce su ovejita en Ja manta y veia sus ojos suplicantes pidiéndole que np [a abandonara. Como una orden, una vor dentro de é! repetia: Emtances —dijo a su pac carraspera para darle fuer vardn las ovejas esta noche? Si Dios y el aguardiente lo permiten —con- testa inister Smith y rié de nuevo. Se empiné el vaso y a Perico le cargé su tisa, su barba dura, rojiza, que le hacia recordar a. un Pirata male, cruel, asesino de ovejas Se fue al rincén donde dormia con su her mano y sacé cuidadosamente de debajn del colchén su pistola fundida, La escondié 2n su bolsillo y volvid a la mes servido su plato. Te poce; queria guardar algo para el viaie, que podia set largo. Llevarfa su flauta, su cachillo, su pisto- la y los pocos ahorros que teni hacia qué lugares tendvi “Partirs con ella” e haciendo una a a su vor, 1 4st Me- a, donde ya estaba fa hambre pero se cvidé de comer solo un No imaginaba que seguir a Mirasol. Por de pronto, le estorbaba la manta oscure; si iba < mezelerse con el rebano deberia parecerse ad -Toma un trago o te daré h compenero de Smith. —le dijo el 36 Perico sonrié al nombre que le caia simpsti- co y se cal6 la vieja chomba de lana de ovejas, tan parecida a ellas mismas. Recagié su plate y pregunté si podie guardar su raciGn para el dia siguiente, Nadie le contests ‘Cuando ai amanecer Is remecieron, no recor daba su preocupacién de aventuras y le casté volver a la realidad. —Vamos, hombre, tienes que ayudarme a echar el rebano al camién... Perico salté al suelo y al mojarse la cara le vino a la memoria st: proyecto. Répidamente cogié el paquete que habia peparado y lo ech en su morral Afuera la noche era muy oscura, pero estaba brillando Baltasar, que le serviria de gu necesario, Abrié las trancas y fue despertando a las ovejas y empujindolas hacia afuera. Aun a tientas descubrié @ Mirasal y la escondié en su chomba. El pioneta y el gringo habfan ajustade el puentecillo a camidn. Por él podian pasar es- trechamente una a una y entre los tres hombres Jas iban contando. —Cuando vende ganaco yo m y cuando lo compro, igual —decia Smith, sin en caso mo lo cuento perder la cuenta. A Perico le parecié que munde encima. ;Cémo iba él aw con su ovejita? Se fue quedando atras con Mirasol y Iz madre. Habia cue turbar al gringo en la cuenta, A pesar a frase le echaba el erse al camién de] frio, traspirabe. —Treinta y siete, treinta y ocho —contaban las voce Se acerczba su turno, Habia que aventurarse. Cogié ala madre de Mirasol y la empujé por el indola 4 subir el puente. La oveja trepé, roneas. lomo, Sorz pero cuanda el pastor se aparté de su ! atrés y armé el desorden entre las que seguian —Llevabamos cuarente y tres —dijo el gringo con rabia —Yo conté ido, se ech arenta y cuatro —aleg6 su padre. » han subido se volvié atras. Sol {, pero ur cuarenta y tres Perico dio un nuevo empuién a la oveja madre yal hacerlo, confiado en la oscuridad, se arriesg ar junto a ella por el puentecillo y gates baja sus patas. —Ahora si que van cuarenta y cuatro —grité Smith Pero al conti cuenta y una. —Usted tenia raz6n, senior Smith, Mis ovejas son cincuenta. EI gringo rid —¥o nunca me equivoco. Y subi6 el puen‘e amacrdndolo a la baranda ya bien fija en el cam —Esto: a ar contandoles le salieron cin confor ne —afiadid, mientras Perica se acomodaba entre las patas del ganado del primer piso, lo que no dejaba de ser incémodo. Ya se las arreglaria para subirse al de arriba cuando pudiera. Oyé los adioses y el motor del vehiculo apagé cualquier tro ruido. Los focos iluminaron 38 las praderas y partieron. Perico respiré. Su padre casi lo descubrié, pera ahora jamés logrer‘a al- canzarlo. Por lo deméds, no se iba para siempre Volveria en cuanto Mirasol comiera sola y esto seria proto, cualy 40 7 Rumbo desconocido Pero no fue a muy diferente y su Perico se acomodé en un rineén cerca de la bazanda con Mirasol cn sus rodillas. La madre, a sus espaldas, Se servia de cojin. Iba calentizo entre Avveces, lo que se planea resulta ede lo que nunca se pensé sus grucsas lanas cue amo-tiguaban los seltos y se durmié sin problemas. Nuca supo cuanto viaje. Cuando el camién se cetuvo, abrié les ojos y era pleno dia. Los hombres se bajaron a almorzar en ur barrancén, Hebia algunas casas y calles Perico aprovecnd para comerse lo suyo, aunque guardando un poco para mas adelante. Las ove- Jas belaban, empujindose. Seguramente tenian Aambre y extrahadar. la libertad de las lomas y el pasto mojado de cada dia, Mirasol era la Gnica que se alimentaba con la leche ce su madre. Perica asom su cabeza revuelta y el ventarrén le refrescé Ia c fa, Las calles estaban solitarias y algunas drboles inclinados por el viento austra se movian como haciéndole sefas. Pasaron dos personas agachadas defendiéndose del viento, otras caminaban hacia atrds arrimadas a los muros para no caer a Al mirar a su alrededor, Perico empez6 a reconocer Puerto Porvenir, donde una yez vino con su padre, En esa ocasidn solo estuvieron en un frigorifico, donde congelaban Ja carne de los corderos: los convertian en trazos de h Jo color granate. Jamas lo olvids. El dia fue muy large esperande en el cemisn, largo de luz también. Perico, mirando al comie su merienda. Pensabe en los patagones, enormes indios que antes poblaron su tierra. Decian que ahora quedaban muy pocos, escondidos en los canales del poniente de le gran isla Be pronto aparecié el gringo con su pivneta. Traian sus gorros muy metidos y abrazaban sus ponchos avanzando contra el horrible viento, tamos listos —cijo Smith—. Tan‘o pape para un embarque. Ahora hay que preocuparse de alimentar cl ganado para que no pierda peso. Trepazon al camién y partieron, acelerando por les celles del puerto. Bruscamente frenaron {Donde estaban? Este si que eva un lugar desco- nosido. Tenia un ruido nueve, un olor nueve, algo gue Perico nunca antes escucr6 ni of 42 8 ;Contratado! —jArre! jUh, uh! jArre! —gritaba una voz Aspera. Un irio afilado hirié la espalda de Perico al so.tarse las ovejas que Jo apretaban. El puente ya estaba puesto en el camidn y no dio tiempe al muchacho para pensar en el peligco inmediato. Las ovejas bajaban medio tullidas. El gringo L picaneeba brutalmente. Perico salté afuera junto a ta cabina y, una ver. en tierra. firme, se jugd entero, acercandose a los hombres. Habia una g-an bareaza atracada al muelle donde por otro puente trepaban semia- turdidas las ovejas. —Puedo ayudar? —pregunté acereéndose— Soy pastor. El pioneta lo miré fijamente; por ur momento Perico creyé que lo reconocia. —Parece que te he visto antes... ;Verdad. amigo? —le pregunté. Perico negé con la cabeza y empez6 a levantar las ovejas tullidas estirando sus patas suavemente. Hacfa bastante fuerza y esto lo notaron los otros. —Eres en verdad pastor —dijo el gringo con feroz cisotada—. Y te necesizamos. Te ganarés unos 43 pesos si haces comer y beber al rebafio. El nifio entré en aceién coma tecnico. Empezé a jar al pifo con maestria a Las ovejas lo reconocie- ron y sintid gratitud hacia los inocentes animales, llevados a cualg Lier parte por los hombi —Eres de equi? —pregunts el gringo, m= Aindolo con atencién—, Aunque hace ates que trabajamas con ovejas, no sabemos manejarlas como td Perico contests sin volver la cabeza No, no soy de Porvenir. Vengo de tierra adentro —y sacs su flauta como quien muestra un documento. Necesitaba ganar tiempo y demorar la ‘area para que no descubrieran @ Mirasol. Se Neva la cata a la boca y comenzé a repetir la tinica melodia que le resultaba —~Habré pasto aqui? —pregunt gringo— Si han que el agua —No te preacupes, ya recidirin su racién a bordo —contesté e] barbudo—. fremos a buscar’, Hizo sefias al pioneta y grité a Perico: —Cuidalas mientras volveros Se alejaron, pero m iar al pastor. luego al viajado mucho, Io necesitan mas ban hacia ai ‘és para Seitor, que no me recenozcan —re: Mirasol y yo estamos perdidos si tii no 20s ayudas Se sentia censasio y hambriento. Pero hab ja que actuar rapido, antes de que volvieran los datrones Con esfuerze levento a las tltimas ovejas y subi al camién para bajar a Mirasol. Corrié con ella por la planchada tendida ent-e la barcaza y el 44 muelle, y todo el pifto lo siguié. Acomod6 a sa ovejita junto a la madre, que siempre iba tras él Terminaba la tarea cuando reg:esaran los dos hombres. —Bien, c de ovejero, {Quieres venir con nos Si, senor —Andando, entonces. Stivete a la barcaza. Su suerte estaba echada. No habia pesibilidad de volver atras, Lo importante era salvar a s oveja. Mas adelante veria cémo regresar a casa. La cabeza de Perico empez6 a furconar ace- lerade. ;Adénde iban? ¢Matarian las ovejas al otro lado? No; oy6 que el gringo las compré por finas, entonces servirian para la crianza, Pero si no resultaba el negocio... :Las congelarian? De qué manera podria salvar a la suya? Los hombres hablaban junto a él, pero no po- nia atencisn. Su problema baila>a en su cabeza y ademas tenia hambre. El piso ce la bazc landamente y Perico sinti¢ iquillo—dijo &: gringo—, tienes pasta ntros? za era inestable. Se movia que estaba parado en una especie de mube. De pronto una mano fuerte to sujet, —Qué te pasa? —pregunté una voz leja —Esté mareado —dijo otra. Pos blemente ni siquiera ha com.do. Reconocié al pioneta que lo sostenie de la beza y vagamente records que no deb‘a mirarlo mucho. Alguier acercé a sus labios una taza de café con leche y al tomarla lentamente se sintis mejor. Comié con axsias Jo que le dieran y sudo levantarse y caminaz por la barceza —gLe han dado de comer al rebaiio? —fue su primera frase. Los hombres rieron fuerte. —Eres un verdacero pastor Puedes estar tranquilo, hac alimentando. —No es bueno que coman demasiado la pri- mera vez después del nido. uno que han pueden empachar con este paste seco que no conacen —dijo Perico —Han ayunado apenas una noche y un dia Déjalas que se desquiten —Ko respondo por ellas —refunfuiié el pas- for, sin pensar que padian tomarle la palabra desembarcarlo. Pero el gringa reaccioné de otro mode: —Té estds a cargo. Vigila su comida o su ayune como quieras, Confiamos en ti Y se encaminé con el pioneta y los marinos de a bordo hacia la proa, 46 9 El pioneta Peries respiré su libertad. Estaba solo can sus ovejas, por fin, Se hebfa acostumbrado a su compania silenciosa Se abrid paso entre el rebano que rumiaba restos de pasto seco y, aunque estabe oscuro, descubrié 2 Mirasol junto a la madre. Se dirigié hacie la popa, en sentido contraric al que tomaron los hombres, y alli pudo mirar ue el mar y conocerlo. El agua oscura centelleaba con los reflejos de las tuces cel puerto, En torno a la quilla chasoteaan olitas que iban y venian dando paimadas suaves al casco, come haciendo cosquillas a un gigante Por un costado de la barcaza caia una graesa cadena que se pezdia en el agua. Tado olfa a aceite, a extranas cosas di nocidas, quizds a petroleo A lo lejos, a través de la noche, en cl agua, se mecian luces parpadeantes, faros tal v1 fabuloso fuerte Bulnes... Dificil eonocer el mar a esa nora. En cambio al tarco, que pisaba por z, 08 primera vez, tenia que tocarlo, mirar cada cosa, alerlo. Era algo nuevo que ofa nombrar mucho en la escuela y ahora podia imaginar de verdad 47 carabelas de Colin, los barcos piratas y un acorazado de guerra. Con la brise. helada en sus orejas y la cabeza solgando hacia afuera para mi mov Fel incesante miento de las olas, no oy6 los pasos que se acezceban. De pronto sintié una mano en e hombre: No hagas estupideces, puedes cavrte al agus y adios vida Se vely Pianeta que lo miraba de esa manera como si lo conoci para encontrarse con los ojos de! —Ti estabas sin tr mos, eno? bajo cuands te encon! Si, Seftor ‘Quiz te convendria volver a casa. Siempre se esté mejor en familia. Perico no vespondis pero por dentro peas6: “Me ha reconocice y tendrs que re desaparecer con Mirasol”. Selo vamos a atrevesar hasta Punta Arenas, Y aunque ahi te quedes sin trabajo, puedes en- contrar algo n el puerto. Respirs. [No Io recanoeia! Ademiés, ahora sabia addnde se dirigian: a Punta Arenas, la mayor ciu dad austral de Chile. Qué pasaria alli? Tenia cue estar alerta para escapar en cualcuier momento Ya veria. El poneta .¢ pasé una bolsa de papel m queso y pan. —Ustedes, los cabras, jer pre Lenen hambre y hoy trabajaste mucho. Aunque el trayecto es corto, addnde te vas a quedar? 48 —Aqut mismo, en cubierta. No cuiero perder de vista el rebaiio que me encargan. Sentia una comezén por hacer muchas pregun- tas, porque habfa ofdo tantas palabras nuev: pero solo cio las gracias por la comida. -Buenas noches —dijo el pioneta alejindose Perico le hizo une sefia. —jLevar anclas! —se oyé desde el otro lado. y salia como enrollaban pesadas cadenas el ancla del agua con sus colgajos de extrafias tre- plantas. Comprendié que la barcaza partis pidaba entera con sus motores. 49 10 Perico desaparece Se ducmié al poca rato y estaba en lo meior de su suefo surcanzo el mar en su propia goleta, dando Grdenes a Mirasol como oveja mari era, cuando un trueno gigante los partié en dos. Mi- rasol escapé de sus brazos y antes de atraparla, el feroz trucno se repitié Una espesa ruma rodeaba al barco; sin em- bargo, se dio cuenta de que navegaban en pleno mar, No, aquello ne habje sido un truenc; nunca los hay con niebla. Debfa tretarse de otra cose —iSi, la bocina del barco! Eso era —se dijo, manoteando en la oscuridad hasta que aleanzé a su ove) 1—. No tengas miedo —murmuré—, es Ja sirena del bares. La hacer sonar para no chocar con ora en a nicbla, Pitearé hasta que se despeje. ‘Otro bocinazs apag6 su voz y se acomodé de nuevo entre las patas del rebano para volver asus suefios. El vaivsn de la barcaza era un colempio y treia imagenes dificiles de recordar. La si como trempeta de oro, partia el aire en la noch: Gro, el metal que en los canales de la cordillera de Darwin casté le vida a los pobres vanacanes, los a, 50 indios gigantes que ye no existian. La tomy iba marcando el paso a través de Ia niebla, Lo desperto un gran silencio y una extraha quietud Las maquinas se habian detenido. I barco empezé a despertar, y los marineros salieron a cubierta listos, dando érdenes preci- sas... Estaba rodeado de lanchones, de buques petroleros y, poco a poco, a medida que la luz aumentaba, la niebla iba desapareciendo y se podia ver el ajetrea del puerto, Cargadores con sacos, fardos, cueros y corderos congelados. Unas griias funcionaban sobre los baroos y, mas lejos, habia un extraito muelle hecho con vigjas cascos que antes fueran veleros. Pero allt se trabejaba de otra modo. Perico se dio cuenta de que esa era una fantastica fabrica de buques, un astiliero. Se sintié aturdido al ver tanto movimiento y tuido. El ir y venir de hombres, los pitazos y les extraiias érdenes que daban los patrones de bar cos a través de cornetas Io Tenaron de esombro. 2a Los cargadores levaban la gorra con La vis hacia atrés, defendiéndose del viento siempre feroz. El frio era tremenda ahora que no lo pro- tegia el zebaiio. —Perico, aqui esta tu deseyuno —dijo una voz conocida, y una mano también conocida le alargé un paquete. Gracias! —Perico lo tomé an sac tna fruta. Miré al pioneta a los ajos y sos- josamente y tuvo su mirada. —{Usted me hebia reconocido, entonces? —pregunts, mordiendo la manzana 51 —Desce un principio, pero te guardé el secreto, —Gracias —murmuré con la boca lena —Yo debia haberte devuelto a tu padre, pero no sé tus planes ni por qué estés aqui. Sélo me preocuparé de que no te mueres de hambre. El recuerdo de su padre lo golseé duramente. Hacfa mucho que ne pensaba en él. raba, :Serfa un eco? —Puede ser un arbol que se desgancha —se trang | Y continué su camino, miranda por si la oveja hubdiera dejado ctros cadejos de lana. E) silencio grande del bosque lo detuvo. Habla cesade el viento y, aunque se escuciaban gritos de paja- ros aislados, la vida par si esperara algo. No se atrevid a seguir tocando su flauta, De improviso oy6 un duro golpe y en seguida otros, con marcada ritmo. Cesaron y escuchs el angustioso gemido de un Arbol al caer. —Diria que hay un lefiador... el brujo tal vez, con el que asustan a Pancho y a su hermana 2 suspendida como mirona Y se enceminé hacia donde pyé caer el Arbol, Golpes de hacha mas cortos lo guiaron... El brujo ramas. Tenia curicsidad debia estar trozanco la de verlo y la esperanza de que su brujeria le ayudara a encontrar ¢ Mirasol. W7 Los golpes eran cada vez, mds cercanos y acempesados, como el motor de una barcaza. Entonces, cuando menos lo pensaba, oy un crujido inmenso, coma de algo que caia del cielo osamente: era un arbol can su agonia de viejas... Mir6 hacia arriba y vio que se le fa encima, igual a un méstil inmenso, con sus ramas sin hojas, arrastranda consigo les ganchos de los roles vecinos. Perico lanz6 un grito al verlo venir sobre su cabeza y dio un salto hacia atrés para evitarls. El drbol, al caer, sacudié la tierra y uno de sus ganchos atrazé e Pecico, lanzdndolo al suelo 9 24 El brujo Perico se desperts entre las grandes manos de un desconacido. Era un hombre de barbas cabellos muy la Z08, color de tierra, envuelto en cueros de lobas, Sus ojos, fruncidos e ntre gruesas artugas, lo miraban de fijo. Sus duras manos le movian una pierna, luego atra, como queriendo nveneerse de que las tenia enteras. Cuando Peri oj0s, el hombre haciendo mas arrugas en su rostro pero ensei unos dientes Blancos y sanos. “Al menos estés vive —dijo con voz extraia— 0 abrig Te vi a! ceer el pellin y cref que te aplastaba. Por suerte fueron apenas unas ramas, pero cl galpe fue duro —Creo que me aturdi —dijo Perico | dose—, Solo estoy medio mareado. Qué bueno! —sonrié e! barbudo—, un arbol al caer puede matar. ;De donde viene —De casa del farero, pero no soy de aqui. No saco nada con preguntarte cosas porque soy sordo —y mostré sus arejas grandes que no antén- Perico lo miré prendido y apenado. Quisa 120 andar, pero un dolor agudo en la pierna lo hizo as tirarse al suelo. Con las dos manos empez barse la canilla que se iba hinchando rapidamente, —Estés lastimado —el hombre se encuclillé para examinar la hinchazon—. Te llevaré a mi rancho para curarle. Lo levanté en sus brazos como si fuera un juguete, pero sus firmes pisadas repercutian en la pierna adolorida y Perico empez6 2 quejarse sabiendo que el hom’re no lo escuchaba. Era una ruca pequefa, hecha de troncos y ramas cubierta por cueros de lobo, pero sucia y mi ble. El sordo recosté al nifio sobre unos cue Je aplicd unas hojas que tenia en un tach a poco le aliviaron el dolor de la pierna nun par de horas estaras sano —le dijo— Soy medio brujo para curar los males. Perico del bosque hora Solo entonces se aco: embrujado. Sin duda este era el brujo y estaba en sus manos: no podia hu vendria a buscarle, Menos mal que el dolor iba desapareciendo. No era tan malo el brujo si lo habia sanadc Lo abservaba tendide sobre Jos cueros que EL bru- jo molia entre las manos algo que luego dejaba caer en una ollita de greda, negra de humo, que calentaba en un hornillo de piedras. Hablaba solo todo el tiempo. pero en voz baja, de modo que Perico no aleanzaha a entender lo que decia Vacié un poco de lo que cocinaba en un jarro y se lo dio a kever a Perico. tenian debaje un colchén de hojas seca —Esto te curaré Ce dijo animandolo a beberlo, y come si adivinara us pensamientos, agregé— Ao tengas miedo, no soy malo. Vivo solo pero me agrada ayuder a los que me necesitan, Hago mi vida sin molestar a otras, Say lefiador y cur- lidor de cueros, No me hace falta nada, poraue me compran la lefia_y me tracr: los cueros para curtirlos. A cambio de eso me pagan con lo que me Aace falta: arnoz, porotes, papas, ruta, yer ba para mis matecitos y también azticar. Tengo verduras silvestres y otras cosas Perico lo miraba fijamente mientras el brujo hablaba; iba probando en sorbitos el agua de hojas secas. Hablo solo para no olvidarto... ;Ah! Tt ‘levas cueros sin curtir. Estdn tiesos y duros. Yo te los curtiré y los dejaré muy suaves, Es mi traba‘o Esta noche prepararé algo bueno par ti, Tengo piures remojedos y sé guisarlos bie . iA ver si te gustan! Ahara dime, zqué hacias en el bosque? Perieo empez6 a explicar, luego vio en la cara del viejo que no servia de nada lo que decia Entonces, con manos y gestos, traté de hecerle comprender que buscab algunas intentos, el brujo entencié perfectamente —iYa! —dijo—. Perdiste a tu perritn Perico negé con la cabeza, bald varias veres y su oveja. Después de in sacé su flauta por —iEres pastor! Claro, esta mamiana vi a tu oveja y bien tentado estuve de cogerla. Para alguien e come sale pescados y mariscos, un trozo de carne fresca es mucha tentaci6n. Pero la dejé ir. 122 : era mia y tendrfa un duefo. Ese duefio eras tt Perico refa de felicidad y demostraba su agra- decimiento. Trato de levantarse, pe-o el dolor lo retuvo. a estd ascuro —dijo el hrujo—. Si tu ove'a no es tonta, la encontraremos mafiana, donde yo sé. Hay pasto tierno, pero lejos de aqui. Encendié una lamparilla de aceite y preparé el guiso enunciads que Perico sabored feliz. -No tengas miedo de que alguien atrape a tu ovea en estas soledades. No hay zorros n enemigos, Y faltan algunos dias para que venga Ta balsa a [evar mi lena y los cueros curtidos. Ni siquiera he acarreado toda la lena a mi muelle, —y le mostré a pero estin listos los cueros, Perico unos atados de cueros suaves y brillantes. mal tiempo —con- —Soy curtider cuando hay tinué hablando el sordo—, y cuando escampa y hace {rio, trozo lefia. Ahora boto los arboles viejos a con para el afio que viene porque ya hice los que boté el verano pasado. Fso quiere decir que la balsa viene una vez por aflo —dijo Perico sabiendo que no le oia— Antes a mf me gustaba estar solo en los faldeos de mi padre. Pero aqui no me gusta, y mencs un afo entero... Si tu pierna no esta buen mafiana para minar, ‘e levaré en mis hombros en busca de tu oveja. La encontranemos. Lastima que cuanda la encuentres partirés con ella y no te veré mas. Creo que es la primera vez gue viene un nine hasta aqui.. 25 Otra huella Laos golpes repetides sacaron del suite a Perico, que demoré bastante en darse cuenta dénde se hallaba. E! brujo azotaba cueros con: un tronco un poco més alio que él, firmemente arraigado al suelo para resistir sus golpes. Luego las sobaba en sus manos y Ios sacudia como si fueran trapos. Perico reconozis sus lobos, aunque ahora brillaban regros y sedosos. Mir6 su pierna que ya na se veta hi y se levanté. Pero le doifa al andar. Sentia como alambritos en el hueso y prefiris acercarse al so Go sakando en su pie sano. El viejo ro la habia sentido y se aleg:é al verlo. —Tus lobitos ya estén sobades —dija el bru- jo—. Me desperté muy temprano y cuve tiemp: de curtirlos mientras dormias Estaban suaves y Perice los acaricis encantado mientras el viejo pseparaba el desayuno. —zPrefieres mate © caié? —pregunts. Perico puso si deco en el tarro de café, al que estaba acostumbrado y le traia recuerdos de sir tiersa Lo azucararon a gusto y lo bebieron lentamente, mientras el ermitafo conversaba a su mode, sin 124 recibir respuestas —Veamos si eres capaz de cam:nar —dijo cuando terminé de desayunar y lo tom6 se la mano. Perico hizo empefo por disimular su cojera pero ef viejo lo advirtid. —Mejor te llevo en mis hombros, Pesas menos que un tronco de metro. Llevaremos charqui para el almuerzo y tu cantimplora con agua. No es cerca, aunque yo acorte el camino Cruzé los brazos y elevé a Perico montandolo en sus hombros mientras ¢] nif‘o trataba de evitar Ia cosquilla de su larga melena, Reia al verse tan alto, pero le preacupaban las ramas Capaz que un gancho me deguelle, a estas jento, Igual que el brujo, alturas —dijo Perico al v hablaba solo para no olvidarse—. Si mi cabeza cueda atras, seguiremos viaje sin ella, seguro. Mi la ord caer, Pasaron junto a unas rumas de troncos ordena- dos y del mismo tamaio y avanzaron entre ¢:las. El basque era cada vez mas ralo y en partes sus Arboles eran pequeiios y delgacios. —Es mi bosque —decia el brujo con su voz de un solo tcno—. Lo he plantado aio eras 8 hace ya diez amigo no ato. Los primeros robles los tr: aftos y se me hicieron largos mirdndolos erecer. Los gue tt: ves en pilas ya tenfan doce afios y esos tan guainas camo ti, los trozaré en ocho aftos mas. Salieron por fin del bosquccillo tierno y se encaminaron a una loma suave que verceaba. —Tu oveja no habria sacadomucho con morder 125 este musgo, es demasiado corto. Mas arriba creo que habré pastito.. Se detuvieron a mirar por todos lados sin di- visar a Mirasol. Luego siguieron, A medida que avanzaban, el paste asomaba fresco y se doblaba bajo las pisadas. Perico sacé su flauta y entoro su melodia. El corazén del viejo golpeaba fuerte junto 2 sus piernas y comprendis que el brujo estaba cansado, Le cogié ta cabeza y le grité con la su fuerza en la oreja: —jDescansemos! Para su gran sorpresa el viejo se eché al suelo y lo baié de sus hombros —jO1 tu voz! —dijo ei brujo con los ojos bri- antes de alegria— Es le primero que oigo en treinta afios. Aunque quiza solo senti de tu ~—iNo! —Perico volvié a gritarle en la oreja—. jUsted me oyé! jAlgiin dia seré médico de sordos y vendré aqui para sanarlo! soplo a... Dijiste que ibas a sanar a los sorios? —el viejo sonrefa pero con lagrimas. Perico ya no tenia fuerz © asintio as para volver & gritarle ps sanriendo. —A ver si te auras en crecer.. —dijo viejo Sacaran el charqui para celebrar esta esperanza y se instalaron a almorzar. Se entendfan otra vez @ su manera, sorque ya las gritos de Perico no lograban hacerse oft. —Dejame hablar a mi y no te quedes sin voz, porque un sordo y un mudo no pueden enter derse. Mira all lejos, bien lejos —apunté con su 126 grueso dedo chueco—. :Aleanzas a ver los ventis- queros? So las cumbres de hielos cantinen‘ales mas duros que lé roca y 20 se han derretido en miles de aos, Su murs helado cierra un inmenso campo de hielo que es imposible atravesar y, sin embazgo, hay en él una isla que es un paraiso de flores y plantas. Algunos de sus péjacos se aventuran hasta aqui. Yo quise hacer otre paraiso acé en mi tierra, mi paraiso, perv las aves ne me trajeron semilla y siguieron su vuelo, Perica volvid a tocar su flauta, El ermitaio te- nfa mucho que decir, mucho que hablar y contar, entretanto no buscaban a Mirasol. Como si el vieja adivinara su pensamiento, cogié algo del suelo y lo ensedé a Peric: —Por aqui anduvo tu oveja —Ie dijo mostran- Gole una pequena bosta ce animal—. Ya debe ir lejos, porque esta seca - erar @ que lo invitara, Perico volvi6 a hombros de! brujo y continuaron s repar en lo ’ omas verdes, uno hazlando y el camino por las otro tocando su flauta. 127 26 Una gran Ven el cielo i6 la noche y se cobijaron en un refugio del brujo, a mitad de camino hacia su muelle. El viejo continuaba explicando su manera de acarrear los lefios, ha camino, Per: a —Pensaré que vey a quedarme aqui con toda la vida... Me trae aqui y mi oveje no tiene qué haber venido a este rincin, Esta vez su cama fue solo un nido de hojas y rames. Igual se durmié porque equilibrarse en los hombros del brujo era tan cansador como caminar. La fleuta soné mucho al otto dia, esta vez estaciones en el > se abui Perico iba andando junto al brujo. Inventé melo- dias nuevas, pero fue inutil encontrar hucllas de ‘a oveja. Poco a pose se iba abriendo paso algo en su cabeza y cuando Hegaroa de vuelta a la ruca del ermitato, en luger de dormi Perico se quedé pensando: “Cada uno de esas troncos Ios ha acarreado el brujo... v seguir cortando ¥ acarreando aio a fio, Yo no podria resistirlo”,. Ledaba hor-or pensar en la vi de eschombre, verse atrapado en algo panecido. No sospechaba que la suya seria muy pero muy distinta y Pena 128 de sorpres: —Desde que voy cosas son menos importantes —se di wociendo el mundo, muchas: n voz alta, seguro de no ser ofdo—. Mirasol es une. simple ovejita... Qviza fue un pretexto seguirla para no ser pastor. El munde es muy grande, Chile es muy grande y lo quieco conocer entero. Podria er que el pastor que antes fui quiera quedarse otro Perica, esie en estas tierras con su oveje, que ahora soy, siga trepando por Chile, Muy temprano, y entre suefos, oyd pasa bandadas de Se levant de un salto, ndose llamado por ellos. brujo estaba afuera mirando pasar las aves. —Nan hacia el norte —dijo al ver a Perico crey Son bandurrias, las cigiiefias chilenas, goyes sus corneteos? Anuncian el fin de nuestco corto veran: —Pero usted no las oye —dijo Perico, con sefas. Quign sabe, .. —respondiéel vieja con sonrisa iosa. Perico miré al cielo y vio una enorme ra, que viajaban hacia mali V de cisnes, el norte. Se Jos indi caso de su ti 6 al viejo s onriendo, porque Ie eran conocides. —Buscan lugares mas abrigades. en los lagos cercanos a la costa. No sé por qué creo que tit vas a seguirlos —agregs. —De verdad usted es adivino y con razon Jo aman brujo... —rid P asintiendo con la cabeza. Si, se irfa como los péjaros y quizés en el camino encentrarfa a Mirasol Mieatras tomaban desayuno segura hablando el viejo: peg —Si has de irte, lo harés bordeando el ria San Tadeo; yo te lor ostraré. Llegards entonces a la Jaguna San Rafael, aquel enorme espejo azul. Ahi Jos caminos del ague se te abriran de nuevo, Ko tienes mas que seguir a los pajaros y a as estre- las. Siempre hacia el norte... Pasan barquitos, lanchones y hasta botes. Alguno te recogerd, sin dua, si sabes vercer ¢. miedo de esa tremenda soledad Er, ese instante se oyé un estruende inmenso. Perica miré al brujo asustado, pero este se rascaba el ofdo sordo. —Oiste el desprencimiento de un sémpano de hielo. Esos los aigo lejos... son bloques que se desprenden paca vol- » también auncue estén verse agua, Hay muchos y no deben asustarie. Yo buscaré tu oveja hasta encontrarla, La cuidaré muy bien y ser Mieniras hablaba iba enrollande apretades los cuerus de lobo de Perieo y atandolos con kanas mi compaiera. firmes y torcidas, Se los colg6 al nino terciados a la espalda y luego fue Henando su morral con pescados secos o zhumados, ga'le‘as y raras frutas silvestres. Por fin descolg6 de un arbol un saquito y los puso del que sacé unos extrafos hueve cuidadosamente junto a !os demas alimentos —Son huevos de cisne, de los cue viven en peninsula de Taitao. ¥ estos el interior de est otros son de caiquenes, Nunca foce los nidos de flamencos, porue son sagcadas. Ne deben irse da esta regién salvaje es un refugio de de aq los animales perseguidos por los hombres. 131 Perico le agradecié a su mods a! viejc y en un impulso le regel6é su flauta, Le serviria para en- contrar a Mirasol, aunque quiza con qué melodia La oveja reconoceria el sonido si lo escuchaba. 27 El bosque sumergido Perico. caminé y camin6, no supo cudntos dias. no un avary media su comida, para hacerla durar y cada vex que bebia en su cantimplora dejaba en ella un poco de agua. Cuando encon- traba e| medo de Henarla en ef rie, aprovechaba también para refrescar sus pies ducas de barro, Luchaba contra ef miedo a esa inmensa soledad y se alegraba sintiéndose acompamiado cuande veia 0 escuchaba pasar las bandadas de pajaros. En las nochvs buscaba las estrellas corocidas. se cubria, No le costaba desenrollaba sus cueros } dormirse porque era mucho el cansancio. Una tarde, 2 oj azul rodeado de hielos, coms un gran par- pado de cristal, Maravillado ante la luz, se dejé ceer a la orilla de la laguna. Estaba deslumbrade y sentia que habia legado al fin del mundo a |, se abrié ante é un inmense: acaso al cielo, Cerré un momento los ojos pero un estruenda gigantesco le hizo abrirlus de nuevo. Un témpana guebraha los cristales del aire. desprend de un rio de hielo que se derreti dose al caer a la laguna, Por un zato el terror lo dejé inmivil 13) hasta que poco a poce se dominé, recordando la que le habia anunciado el brujo. Vio entonces los Aumerosos témpanos de tan distintas formas que flotaban més lejos, hacia el norte, y que brillaban como joyas gigantes. Quizs podrfa ravegar en uno ce ellos y legar a puerto —pensé Més que a Mirasol. ecl y afanes de um puerto, las voces y las Ordenes aba de menos el ajetreo de los cargadores y oficiales ce barcazas, la vida de hombres esforzados, pero Suenos comedores, Su morrai estaba vacio; sola quedaba al fondo un huevo de caiquén al que cuidadosamente le quebré un pedacito para sorberlo y saboreario. Se acereé después a la laguna y bebi6, sumergiendo ra.en las aguas er:stalinas. EL sol, al bajar en el horizonte, lanzé rayos lac oblicuos que hicieron transzarente las profundi- dades. A Perico le parecié ver, er el fondo, un bosque de arboles enormes... 2Estaba loco? Eran en realidad arboles desnudos y gigantes, dormidos en el fonde de ‘a laguna, oscuros y sin hojas ni pa Jaros juguetones —(Una selva sumergida! —exclams Perieo y su vox resoné agrandadndnse en el inmenso silencio. Algo se le apreté en las costillas v pana de Morar —{Seré el nico cristiano en estas soledades? pensé luchando contra el miedo que lo iba ama- rrando hasta los pies—. El brujo me asegurd que aqui llegaban bates y lanchones y hasta barcos... Llegabsa ‘a noche y era urgente protegerse del 134 Erio que respiraba el ventisquero. EI inmenso ojo azul de agua con su bosque fantasma se iba poniendo negro. Se refugié en un hoyo, y.agotad se embarcs en el sueiio, ya que ne padie embarcarse en otra cosa Del suefo largo y profundo lo sacé un extraiio griterio, Qué era eso? ;Choroyes que emigraban? Salt6 fuera cel nidal con la esperanza de que la bandada dejara caer un hueve para su hambre. Y vio que era pleno dia y el sol brillaba sobre el lago y sus inmensos castillos de hielo se coloreaban. mie Pero no eran choroyes ni otros péjares grantes los chillones: eran dos botes llenos de gente con plumaje de todos colozs que gritaban n ante los hielos eternos. Corrié hacia lentes y las misinas que su admiraci la orilla y reconocié, por sus caprichose pintorescas ropas, 2 las grings muchos dias atrés habfa encontrado en la cueva del Milodon Grité sabiendo que su voz no iba a ser vida por el alborots con que celebrakan las inmensas y angustiacas figuras de los penitentes azrodillados en el ventisquero, También él quedé muco por un momento ante la grandiosidad del paisaje. Corria por la orilla sacudiendo su gorra de lana para hacerse notar; no se daba cuenta de gue sus ropas grises y rotas se confundian con la arena y que mas que un nifio parecia un Robinson Crusoe, un habitante de los vensisqueros. Pere él habia perdido su miedo a los misterios del lago con Sosques sumergidos y témpanos flotaates. a el bruja estaban ahi, con Los botes que anunci 135 gente, aunque fueran gringas, Alguiea, de pie en el barquito, enfocaba un telescopio hacia los penitentes, muchas manos se alargaban para mirar también a través de ellos. Una mujer de gorro colorado mireba ahora hacia la orilla, hacia Perico, Gritaba en ese idioma taro, sefialindolo y pronto tode el bote chill, agitando dedos hacia él, como si fuera un extraordinario descubrimiento. El botero acereé el barquito a la playa y grité: —iEh! :Quictes ayuda? Sif! —cornete6 Perico a través de sus manos para aumentar el volumen de su voz de péjaro. —iVolveré a buscarte! —y le voz.se la Tievaba el viento helado. El bote se ale} con su carga alborotada, que hizo sefias al muchacho con sus pafuelos de colores, hasta desapareser por el argoste paso entre la laguna San Rafael y ef estuario Elefanies, EI silencio cay6 otra vez como una manta. Pasé mucho tiempo; Perico no se atrevié a mo- verse esperando a sus salvadores, El hambre se le olvid6 ante el miedo de quedarse atrapado entre los hielos eternos, Al fin reaparecié el bar- quito y Perico corrid agitando su gorra; cuando la embarcacién atracé 2 la orilla, se dej6 caer en ella sin resue’lo. Fl remero no le hizo preguntas, Parecia acostumbrado a recoger néufragos en las més raras regiones Sin darse cuenta, Perico naveg6 sobre los bos- ques sumergidos, y 90 advir:i6 la inmeasa rama que casi dio vuelta el bote. 136 Cuando salieror de la laguna, el muchacho divis6 el barce: blanco y dorado de las turistas. Su cubierta se vefa lena de sillas de lona, con gente descansando, Los marineros recibieron a Perico entre risas y dromas; le dieron comida caliente y Ip hicie- ron limpiarse in poco para presentarse ante el capitan del barca. Perico se desperté al dia s bullicio de los marineros al levantarse. Habia guiente con el dormico en une ‘itera como ellos y comenz una vida que nunca imagins. Plates sa>rosos y abundantes en las comidas, disciplina y Srdenes que 61 debfa cumplir miertras se deslizaban por las aguas azules sin saber hacia dénde ‘ba Ahora vestia un blusén largo, pantalones azules arremangados para poder andar y la gorra mari nera hundida hasta las oreias. Le tocaba el tiltimo lugar er la fila, pero se sentia feliz. formando parte de los hombres que hacian funcionar el barco. Sus compajieros lo Iamaban “Mascota” y le hacian muchas bromas: pero al pastor eso le iba dando confianza y hacigndolo sentirse uno de tanto: —Todavia no entiendo Io que soy en el barco. gSoy mari pregurté el més Una pizca menos que es0 —rié e| muchacho. Y eso squé es? —Suche —oontesté el otro—. Pero ademas eres ota, no lo olvides. ero? —1 joven. No hizo mas preguntas, pero se fue dando cuenta de que su oficio era ayudar, ser mandacio 137 por todos. limpiar © recoges, pelar papas o lavar estrapajos. Eran amigos alld abajo, pero le costabe entender al cocinero japonés, trabado de lengua, aunque siempre sonriente; enojado o contento, mostraba sus dientes y muchas veces se llevé Perico unos gotpes de karate inesperados. Lesirvi6 para apren- derlo y practicarlo con los marineros alguna vez. Cierto dia le tocé Hevar a cubierta una si!la de Jona para reemplazar otra en mal estado. Sintiéndose un hombronazo y muy cepaz, legs, por fin, con dastantes tropezones, a la escotilla gue daba a la cubierta, Llevaba la silla en alto con su cabeza pasada entre las lonas y solamente veia donde pisaban sus pies. A poco andar, tropez de freniin con una persona. Bajé de golpe la silla y con tan mala suerte, que la dejé caer en el pie de alguien que grité: “jAy!”. Perico la solté y se disparé a todo correr por donde habia venido. La duefa de ese pie donde cayé la silla era nada menos que la gtinga turista que le habia sacado tantas fotos cuaado se encontraron en la cueve del Milod¢ Y Perico alcanz6 a reconocer al g-upo apoyaco en la baranda blanca del bar p2seaban por cubierta Anadie le conis que conocia al grupo de turis- tas, pero si se negé a subir a buscar ia silla rota —Si no obedeces, faltas a la disciplina —dijo enojado el marinero. > mientras otros —Soy suche solamente —se defendié Perico— Si un oficial me ve en cubierta no solv yo lo voy 138 momento la dotac:én a pasar mal se¢ dio cuenta de que su mascota sabia defenderse. Una mafana temprano le extraiié a Perico el alboroto de los marineros. La ducha funciona>a con camtos muy sonores y nunca le dieron hueco mbullir cara y manos en un .—y desde a él, que tuvo que 7 bald sonrefan bien efeitados y hacien bromas. conte —Mascota, jtienes novia en Puerto Cisnes? os compaiieros lucian chequetas ‘impias, itos. Atracamos en una hora més... —le dijo une de Jos marineros. Perico vold al rincén donde estaba su litera y preparésu equipo: los cuerosenrollados, su morral y sus visjos harapos que estuvieron guardados dajo su frazada, Apenas atracara el barco, bajarfa @ tierra para encontrar a su amigo lobero, el capi- tén Miguel, y seguir can él, Le explicarta por qué no lo esperd en la casa del Zarero, le mostraria sus cueros ya curtidos, le contaria sus aventuras para llegar hasta aqui... Pero entretanto estar‘a de suche para que cumpliendo sus obligaciones nadie sospechara lo que zensaba hacer. Iba y venia con sus traperos, limpiando agut 0 alld, dando brillo a los bronces © a 10s vidrios empaiiados por la brisa helada Por fin se detuvieron las méquinas del b y el balancee; la faita de ruido lo hizo sentirse sordo por un rato, hasta que ef ancla se empez6 a descolgar con sus pesadas y ruidosas cadenas. Perico se escurrié entre la dotacién que traba- jaba en el atraco del barca y se asoms por una ventanilia para ver la maniobra. co, 139 El barco dio un sacudén cuando el ancla tooé fondo y otro ruido muy extrafto hize aparecer el largo puente que lo uniria a tierra. El balanceo era casi imperceptible v algunos marineros y oficiales bajaron a tierra. Tres ellos, con su alboroto de siempre, aparecié el grupo de las turistas gringas, alegres y ar Mas alld del muelle y las bodegas de! puerto, se veian grandes arbolus que sin duda atrafan a las viajeres imosas a pesar de sus altos. El problema de Perico era bajar a tierra sin s visto. Que: Pastor 0 Iobero, sin amarras. Vio alejarse a las turistas en su grupo de colores y al capitia y sus oficiales; tras ellos la dotacién de marineros, Fue entonces cuando cambié rdpidamente su uniforme zor sus vie|os harapos y, aprovechando un momento en que no habia genie a la vista, corrié por el puente y pisé tierra. ‘a sentirse libre, el Perico de antes, cl Se escurris entre cajones y fardos hasta llegar a una calle larga donde se veian grupos de hombr que parecian Ioberos, Fue ac si re es redndlose a ellos por onocia a sui amigo el capitin Miguel. Siempre con la esperanza, se asoms a restau- rantes, pulzerias y otros lugares, No estaba por ningtin lado, pero siguié buscindole. Pasado un tiempo, ey6 el bramido del barco anunciande su partida; ro volvis a él Estaba en tietra firme, en su propia ticrra, solo y libre como lo halvia querido. Pero no tenia adénde ir 140 28 Extranto encuentro ber por qué sintid ganas de Horar y dew saltar sus lagrimas. De pronto vio unos ojas que lo miraban fijo ¥ el duerio de escs ojos se desprendié del grupo e vino hacia él zNo me reconaces? —dijo el hombre sec dale las Iigrimas con su pafiuelo—. Yo no sodria olvidarte. Tu salvaste mi vida en Tie=ra del Fueg: {Recuerdas al piloto del avidin que cayé y que t sacaste cuando empezaba a arder? ncia, Lo miraba extranad Sin en que conversaba Perico na se cor este le carecia mas duro, mas moreno. Ta me yiste desmayado y blanca por el goige al caer en ese accidente... Dime ahora, gpor qué lloras? Perico volvié a llorar, sin decir nada Dime al menos aémo llegaste aqui. ;Andas perdido? si —Bueno, ahora tienes un avién con piloto para levarte aconde quieras. ¥ ante todo un amigo. 2Quieres almorzar conmigo? Perico asintié sonriendo, pero miré sus harapos 141 y el pilota comprendis. —lremos antes a comprare unas ropas y 2a- patos. Ven conmigo. Los que hablaban con el piloto los mirazon partir. Al soco rato estaba Perico con pantalones de mezdlilla, camisa y chaquatén forrado en cuero de oveja. También zapatos duros y molestos que le hactan diffeil caminar, per eran nuevos Entraron en un restaurante y eligigron una mesa mirando al mar y comieron mientras conversaben. 1A qui piloto. —Queria encontrar a mi amigo lobero. el ca- pitén Miguel —Yo también soy tu amigo y no me recono- ciste —Ancuve con él mucho tiempo lobeando. El me regals estos cueros. Me dejé con el farero y como demoré tanto en venir a buscarme. : n esperacas aqui? —le pregunts el {Te dijo que venia a Puerto Cisnes? Si es asi lo encontraremos. A no ser que vaya navegando para recogerte dande te deja. La cara de Perico se alarg. —No pensé en eso —dijo —En todo case, tt conoces su embarcacién. $i sobrevolamos la zona, podemos ubicarlo. 2 gin su avi —Naturalmente. Podemos volar bajo, sobre el mer y ttt In buscas. Volar solo con el piotn para encontrar al capi- tén Miguel era una felicidad tremenda. Ojala no estuviera e/ capitin en este puerto! Habia otros 142 loberos conocidos, pero ninguno Jo habia visto Se encaminaron felices hacia la cancha de aviones —{Qué le pasé a usted alld en Tierra del Fue- go? —pregunts Perico —Una falla de motor. ;Tienes miedo de volar conmigo? No, claro que no. Los metores no fallan todas las veces, o usted no estaria aqui, gverded? Habia cos @ tres aparatos en le cancha. Pajaros grandes que apuntaban al cielo, listos para vola Perico los examind uno a uno porgue solo conocia el que cay6 ardiendo en las lomas de su padre. Los tocaba, los registraba leno de curiosicad y admiracitn. Este es el nuestro —dijo el piloto abriendo la portezuela del mas lindo. Un muchacho en traje de buzo acudié para retirar Jas trancas a las ruedas del avién. —;Todo en orden? —pregunté el piloto. -{Si, mi capitdn! Perico se rié al pensar que otro capitan era ahora su amigo, Subié al aparato y acupé el asiento junto a él. —Ahora te amarras. Eres mi copilot. Imité a su jefe atando firme la correa del cintur6n. A una orden, el ayudante de tierra dio impulso a la hélice que a poco de dar vueltas se borré y se torné en una rueda brillarte que echa- ba mucho viento, tierra y ruido. Perica reia solo. El pdjarc grande empezé a correr y a despe- gar poco a poco hasta elevarse. Lo malo era que 143, ahora habia que gritar las preguntas por el ruido del motor. EI piloto, por sefas. le indicé que viajeban hacia el sur. Si, ahi estaban los ventisqueros heiados, los penitentes, los glaciares enormes, Desde ia alt se vefa can més claridac el bosque sumergide, aquel em que hundié Perico su cara al Hegar a la laguna San Rafael. La transparencia del agi era Luminosa, Perico olvidé un momento que trataban de a ubicar al capitan Miguel. Fescinado, miraba des- de arriba lo que antes recorris palmo a palmo durante tantos dias a pie y después en barco Ahora volaban sobre todo eso en solo minutos. Se acercaban al mar hasta casi rozarlo por si reconocian algiin lobero que se aver-turara hasta ahi; luego se remontaba el avin para elevarse sobre los bosques de irmensos drbaies. £1 rio San Tadeo parecfa una cinta de plata serpenteando, entre el espeso ramaje verde para abrirse lue- g0 entre los glacieres. Chile se convertia en un mapa de colores luminosos mirado desde e: aire, Claramente se destacaba une ‘sla; entendia por fin lo que era una peninsula... esa tiersa que se meti ‘a. al mar, como dedo inmenso, sin dejar de ser parte del continente. De pronto el piloto hizo virar el aparato en redondo y Perico sintié que se le daba vuelta el cielo. La tierra estaba ahora arriba. Tevo que agarrarse muy ‘irme para no sollarse del cinturén jos volvemos —anuncié el capitan—. Tu 144 amigo no se divisa en estos nares y es hora de n que enfilar a Puerto Montt. Yo tengo una mi cumplir abv. “Puerto Mont:...”. S096 Perico todavia marea “otro lugar de Chile, En mision —zUsted es también misionero? —pregunté al piloto. —Cumpl sea misionero, Perico. Ts runa misién no guivre decir que nde cumples la mis acompanarme en este vuelo y yo la de Hevar un remedio a un enfermo, Los aviones no son soio pera la guerra, son también para salvar muchas vida Perico no contest6, Miraba el interior del avis jerto desprecio. No veia que estuviera equi con pedo para ser selvavidas. Pero el piloto parecié adivinar su pensamiente. —Tt miras con desco porque no sabes las ventajas que tiene. Na nece- ianza mi matapiojo sita cancha para elevarse ni para aterrizar. Casi como un helicépters, descega en pocos metros, y hay que tomarlo con alas. Perico se rié. Alargaba su cuello para mirar mejor hacia abajo, fascinado con las centellas del mar y las manchas verdes de las islas y fiordos. {Qué isla es esa tan grande, atracada a la tierra? -Es mi terruno, Chiloé, donde naci. Te mu: tro sus alrededores, Perico. Este amigo aviador er chilote. Para mi, Chiloé es as bien como una biciceta siente orgulle de s lo mas lindo de Chile. 145, mbién para otros. En el barco donde navegusé decian igual que usted. Si es més lindo ‘odo lo | imaginarlo. jo que ya he visto, na puedo verds... —No necesites imaginarlo, porque yah El avi6n hizo una curva lenta rodeando la gran isla y se dirigié hacia ella eminorando la velocidad. —Para aprender a conocer e. mundo, para aprender a canocer Chile, para aprender geo- graffa hay que volar —exclam6 Perico—. En la escuela, con el pura mapa, yo no enterdie nada jTampoco podia figurarme lo grand pai que es mi | aparato empezé a toser detenienco a veces el motor, Lin montiin de techos rojos y azuiles se vinieron encima, entre racimos verdes y manchas de ade fti:bol, el aparato Habian aterrizado. flores. De pronto, en una can: dio un corcove y se detuvs 147 29 Las dos serpientes E| piloto salto a tierra y Perico hizo lo mismo, pero con mala suerte parque ne supo calcular la altura y cay6 al suelo como un sac, Cuando se convencid de que nadie vio su porrazo, el golpe no le dol. Habjan aterrizado en Castro y se encaminaron hacia el centro de la ciudad. El piloto queria ensefarle a Perica su plaza liena de flores, la hermosa iglesia de madera y la brusca bajada hacia an (0 interior al gue 0, que era un pe se entra por t angosto canal Perico miraba fascinada. Todo se ve mas lindo con cuatro ojos —aijo— Solo no me habria fijado ni en la iglesia ni en las casas que parecen recién pintadas —Se lavan todos los dies o en las noches —explicé e! olo— porque aqui lueve Io bas- tante para fener todo limpio y lorido. —Estoes como dit n vez de tint... No veo la cordillera a hay un muro de bosques que empujar las crsas al agua. Da sumer arece edo que vayan a girse.., —exclamd Perico mostrando cémo el agua Ih gaba hasta algunas puertas. 148 —No se hunden porque estén sobre pilotes y son tan firmes que hasta se pueden t-asladar enteras a otro lugar. Son todas de madera y el remelcarlas a otro sitio, con cadenas, por el agua, Jo Hamamos “mingas”. En estas tierras no verds carcetas porque se hurden en ef barro, Usamos. bateas, especie de botes tirados por bueyes, para cargar las coscchas, que Hamamos “mingacos”. —Y esos hombres, casi dv mi porte, 280 las pueden? —Los chiloiws son fuertes, aungue chicos de porte. Tienen corazén, que vale mAs que la altu- dos ra... ¥ son alegres y sanos. Muesiran sus li dientes al remolcar lo que cualquier vecino no se podria solo, Se ayudan Petico indicé dos caballos en un potrere —{Son mampatos? —pregunto. —No. Son chilotes, los verdaderos caballos chilenos. Habian Megado a una pequeia case azul ro- deada de flores. Los esperaba una pareja en la puerta y el hombre vino a su encuentro. —Cémo esta el enferm to? —pregunts el capitan entregdndole la medicina. —I doctor Io verd maiiana, después que tome el remedio. Si no le baja Ja fiebre, fo mandard al hespital —Si es asf, me avisan por radio v ve goa bus- carlo —dijo el piloto cespidiéndose de la pareja, que insistia en afrecerle un matecito—. Quiero aleanzar donde mi madre... —explicé ¥ treparon por la misma pendiente que habian 19 bajado, atravesaron el pueblo y siguieron sor un camino intesior. —Para acortar la camineta, Perica, te contaré una de las ley yendas de mi tierra: la de “las dos serpiertes”... Hace muchos, muchos efios, vivia en e| mar unaenorme serpiente llamada Caicaivilu. Era malvada y vengativa, Tenia un solo hijo, deforme. ‘Teauco era el nombre de ese culebrén fenémeno con facha de hombre, patas de guanac y cola de pescaclo. Este monstruo se enamoré de una linda muchacha y el muy fre 10 Se quiso casar con ella Cuando la nifta quise huis, la perversa Caicai Ia atrapé con su cola y, enroscindose en su pierna, la aprisioné, Lloraba indtilmente la pobrecita, que le tenia terror a las serpientes, hasta que por fi le ocurrié pedir auxibio en vez muy alta. Vivia er ilu la montafia una serpiente buena que escuchi su Hamado y vine a socorrerla, Caicaivilu se enfurecié en el mer al ver acercarse a Trentren, la Suena serpiente, y comenzé a levantar inmensas olas a coletazos, tratanda de inundar la tierza. Trentren subid a la muchacha en su lomo y huyé con ella a las cavernas, tratando de salvarla, La pe:versa Caicaivilu Hamé entonces en su ayuda a la lluvia, los temporales, los truenos y los vientos... Las aguas undaron la tiersa y fueron subiendo hasta aleanza: la montafia. —Eso seria en tiempos del diZuvio —dijo Perico. —Seguramente... La buena serpiente, Trentren, tuvo entonses que levantar el techo de las monta- fas con su poderosa fuerza. Entzetante Cai aivilu elevaba mas y més las aguas, hasta alcanzar la 150 ia escondido a la caverna donde Treniren ha’ nifia. La buena serpiente se armé de todas sus fuerzas y estiré la montaita, formando la cordillera como una fortaleza contra las iras de Caicaivilu que ‘a azotaba dia y noche con sus enormes olas. No logré cestruir of alto y duro roquz Furiosa, echando Hamaradas por la boca y por sus terribles ojos, la mala serpiente trepé hasta alcanzar la cumbre. Dio un silbido atronador y un salto gigantesco... Trentren, entonces, con un fue a aplastar coletazo desprendié un alud qu a Caicaivilu, arrastrandola con agua, piedras y rocas hasta destrutria. C algtin chilote de esos ¢ je mala y su hijo deforme, el Trauco. azo de agua separa a Chi- iando bajaron las aguas. os enconind los restos de la sexpier Desde entonces, un b 0€ del continente. Pero Caic y de vez en cuando revuelve las aguas y forma maremotos, Por eso construimos nuestras casas como acces, clavadas sobre pilones firmes durante ilu todavia pena el buen tiempo, pero que podemes desprender de ellos y remolcarlas a sitin seguro cuando el peligro amenaza, —jEs una historia real? —pregunté Perico— 2Existen 10s huesos de Caicaivilu como los del Milodén? Es ur contada dura no te lo cuento yo a ti y algiin cia puedes ti leyenda, Perico, Algo que se ha ze muchos aitos de padres a hijos, contérsela a otros nifios... Y aqui tenemos la casa en que nact Era una hermosa casa de madera de techos de 151 tejuelas que se veian doradas por electo de las Mavias. Grandes arb sy lomas verdes borceadas de flores formaban el enorme jardin gue subia suavemente hacia ella, Algunas bancas de troncos viejos simulaban una terraza junto a la puerta BI piloto dio un silbido antes de Negar y cesi instanténeamente aparecid una muchacha corrien do a su encuentro. La segufa una muje= madura, tan alegre como elva —\Pedro: —| © Mujeres abrazaban al piloto que se vefa feliz. Te esperamos a almorzar ;ncontré a un amigo y eso atrasé mi vuelo —explicé mostrando a Perico. Luego lo pre senté a su hermana y a su madre lamandolo “mi salvade de Tierra del Fuego” y contando sus aventurras. Perico estasa encantado del carifo con que lo tvatabaa, como un hije mas, al que hubieran estado esperando. —Nunea pe nocer al salva erte de co- or de mi hijo —decia la madre del piloto— Tengo que dar g 6 que tendria la acias a Dios de poder mostrarle mi gratitud pos le que hizo por li, Pedeo —y diciende esto le entr ja grande. Dentro de Ia caja habia un precioso avin que Se[6 sin aliento al chicuillo al descubrirlo. Es tuyo, un recuerdo de mi agradecimiento —decia ella acariciando a Perico—, Este juguste 196 a Perico una ce me lo trajo Pedro cuando volé por primera vez al Japon, pero desde que suze que un nifo Io habia salvado, pensé que a él le regalaria este 152 avi én que es muy quer-do. Y por fin te lo he podido entregar Perico, el pastor aventurero, marino, lobero, amundios, estaba mudo de felicidad farero y tro Nunca ances tuva un juguete, nunea artes vio ina réplica de un jet en miniatura. Lo es:rechabe en sus brazos sin saber qué decir Lo siento—dijo de prorto Pedro. Ti gue irnos porque este gusto grande de traeries @ memos Perico acorta la visita, Volveré, madre, eungue na ‘cio sé si él me cuiera acompanar. A le mejor Grdenes de volar a Magallanes y creo que am compafero noe faltan ganas de ver a su pedre. Salieron juntos bajando por el jardin hacia el 1 para volver a la cancha camino que seguiria donde los esperaza la “bicieleta con alas” cue los Hevaria ¢ Puerto Montt. Los aleanz6 un burrero. emolqve, patron? Parecen —,Quieren un apurados... Si —dijo Pedro montando un burrito y ha ciéndole sefas @ Per Con remecido trote Ile esta vez le tocé a Periew hacer de ay andar la hélice. No resulté tan fa —Tenemos que apurarnes, vie Perico Te puso toda su:élma al em pefio y resu:té. {Podremes volar con Huvia? —grité para hacerse oft, trepando <) aparato. En ese momen- to una bandada de flamencos rosados cruzi por 0 para que montara otro. aron luego a la cancha y ante y echar 1 pera Perico. e Huvia encima de ellos con gran alborote: Hos también hayen de la Iuvia. Nosotros 153. nos remontaremos para volar sobre ella, sebre las nubes. Se agregé emtonces otro suido al de los motores. La Iluvia se habia descargado fuerte, golpeando por todos lados al avidn. Pedro cortié unos metros por la canche y enfils al cielo para superar ef aguaceru, 30 El buque fantasma Volands sobre las nubes, Perico se sentia segu- 10. Le parecia una colchoneta espumosa y blanda que amortiguaria cualquier golpe, Se imaginaba ir entre planetas © cavernas de atros mundos, mientras sus manos acariciaban el maravilioso ado examinar. avidin de juguete que no habia lo; A cada rato le preguntaba al ro de su pequeno jet; el apitin Pedro para qué era esto o lo ¢ matapiojo en que volaban no tenia tanto aparato. Pedro explicaba pacientemente, hasta que por fin exclamé: Tienes tempo de sobra para ver tu avién en tierra, on cambio te estés perdiende algo que solo ya se fueron las nubes; se} mira abajo tu Chile caprichoso.. El aire transparente daba més brillo al cent gra desde el ciek eo del mar y a los colores de la isla que iban dejando atras. El avién iba perdiendo altura velocidad para que el chiquillo apreciara mejor su tierra. —Veo una entrada de mar en plen: tie: muchas islas verdes. jCre gue eran pescados gigantes... y son botes! —rié Perico. gigi —Claro que son botes y eargados de chamantos, trabajos de artesaniaen mimbrey totora, abjetos de piedra cancagua... Hoy es dia de feria en Ancud, donde atracan esos botes, y viene mucha ge comp: jue traen los artesanos desce las islas — ¢Podriamos bajar un ratito ol matapioje para conocer Ia feria? —No toco es pasatlo bien, Perico... En Puerto Montt hay un avi6n en apuros, unw de los grandes, muy tripulado y ese gente nos espera. Me habria gustado conocer Ancud —Algtin cia lo conoceras sepuramente... (Ti un fuerte del tiempa de los esp ea OK oles; y su mar brava, conde golpea el Pacifico, es famosa por sus ‘emporales que :etumben en la isla enteral —Caicaivilu? Seguramente... De ahi la leyenda Estaba pensativo y callado mientras el aparato laneaba para aterrizar en el acropuerto de El opal —gSabe una cosa? Quiero c mprarme un bloc para esczibirle una carta a mi pasire y de que he visto. le lo Aterrizaron en un enorme aernpuerto, donde habia aviones ce todo tipo y tamaito, y tanto ajetreo como viera Peric en los puertos de mar Embazques, carritos cargados de maletas y escaleras con rucdas, bod: gas, hangares, capitanes, mecanicos manchados de aceite. ruidos surtidos y Srcenes en voces altas. Dos oficiales se acercaron al capitin Pedro —Muy a tiempo como siempre, mi capitén, Una 156 tarea delicada como e dad, por llevar ochente pasajeros, solo podiamos confiarla a usted, ;Y perdone que le robsramos st: domingo! accidentes y os enfermes no consultan el calendario, 2n0? —rid el piloto mientras se acer- ta. la y de tanta responsabili- caban al pajare grandote que esperaba en a p Mientras Ped-o y otros mecéinicos trabajadan monitor invite a Perico sin duda la més operando al gigante, u a conocer la ciudad, que er grande e importante que habia visto en su vida Calles anchas, hermosas casas de madera de dos pisos, plazas, jardines y comercio deslumbrente para el pastor via‘ero. A le daba vergiienze comenterle sus im:presiones a este muchacho poco mayor que él; esa no le sucedia con las personas grandes... Al fin consiguié decir alge: Chile es cada vez més lindo... ‘Siento orgullo de ser chileno! 4 conocer el puerto y Angelmo a all —Te gustar entonces —y se encaminaron hac El sol palido de la tarde alumbraba una tidad de veleros; y sus empinadas loras blancas terminando en punta se mecian en el mar. Hakia también lanchas y barcazas cle todos colores... Un cuadro movedizo de un ariisza, pintor y po Qué lind: esien por lo recordando otras puertos que habia conocico- dlamé sin poder contener —murmuré 0, {Dios es maravilloso! su admiracién. De pronto lo sacé de su ensueno el monitor: 157 El Tepual Caminaban en silencio porque Perico estaba demasiado impresionado y na se atrevia a des- ahogarse con alguien a quien apenas conocia Pero el monitor rompié el silencio: —,De dénde vienes? le pregunts —Sali de Tierra del Fuego —Si, eso ya lo sé, pero gcdnde despegaron con el capitan? -En Chiloé. Fuimos a dejar un remedio a unt enfermo... —Estin haciendo de ambulancia, entonces —1i6 el monitor—. Enfermos por todos lados y de todo tipo. Te contarian entonces la historia del Caleuche. —No la he vido. {Es de verdad 0 leyenda? —Cree que leyenda, y leyenda importade por los piratas ho.andeses. quizd, pera defenderse de los indios de entonces... El Caleuche es un barco fantasma que, seatin dicen, aparece en las noches d2 tempestad. Es blanco y fosforescente y se acerca a los bareos en peligro. Ess barcos naufragan en el temporal... Pero otras veces viene el Caleuche en las noches de luna, sin tempestad, tas para robarse y se acerca en silencio a las cal a los pescadores dormidos... Es una leyenda que todo el mundo conoce. —Suerte que es solo ieyenda —dijo Perico y decidié anotarla en su cuaderno. Entonces se acordé de que no lo habia comprads, pero en el mesén del aeropuerto, al llegar, cansiguié tam- 159 bién lépiz y hasta un sobre para la casta que iba a escribir a su padre. EI gigantesco aviér_ya probeba sus motores en mecio de lz losa EI capitan Pedro invité 2 los dos muchaches a conocer ei interior del gigante, no solo en sus salones de vuelo sino tambien en su repostero, bodega de emergencia y cabina ce mando. Para ellos todo eso era un mundo fascinante que no acababan de admirar —Yo vay a ser aviador —dijo el monitor este es mi primer paso: conocer por dentro el aparato —le brillaban tos ojos —Yo también quiero ser piloto —dijo Perico {De qué edad puede uno enizar a la Escuela d Aviacion? —No es solo cuestién de edad —el monitor se estaba panicnde “protector”—. Yo la tengo, pero me faltan estuciios todavia. —Estudios... —repitié Perico—. Pero también ‘an las horas de vuelo —dijo, sintiéndose eguro. 31 El rapto Perico, te invito a comer algo bueno. Lo me- secemos tii y yo, Habria querido llevarte a cenar ala isla Tenglo donde hacen exquisitos curantos, © a Puerto Varas, donde en una noche como esta los valeanes se yen muy bien. —Ya vi el Osorno —lo int rrumpi6 Perico. — {También el Calbuco y el Villarrica? En todo 280, prefiero no alejerme de El Tepual hasta que parte el gran pajaro, sano y seguro. Eso ses4 por lo menos en una media hore mas. Entretanto, vamos a pedir Ins mejores mariscos del mundo antes de que se terminen Ccuparen la dinica mesita vecia, en un tines el mozo no se hizo esperar con su lista y su mable sonvisa. Pedro decidié por los dos: ostras, erizos, jaibas al natural. —¥o conver los banens de ostra dijo: Pe- rico— y también los roquerfos donde viven las jaibas. ;Pero no tas he comido! Ya vera: s son, tal came las hizo Dios. La sala estaba Ilena de voces y casi no se ofa qué lo que se hableba. La gente refa alegre y todos 161 bebian, menos en las mesas de la tripulacién, donde el café servia de animador. —gSiempre demoran tanto en tzaer el plato? —Perico tenia hambre. —Hay mucha gente esta noche, y el personal se hace escaso, pero te acortaré la espera con una leyenda. —Ya me contaron la del Caleuche, capitan Cuénteme otra —Cuentan que los espafioles estaban haciendo guardia en la frontera, Esto era durante la Con- quista, en el sur, cerca de Llanquihue, el lago que vimos de lejos. Se encontraron las espaiioles cereados por los indies y el combate fue fero Cuando los indies ya iban ganando, aparecié un ejéreito faniasma, de blancos e indios con cascos y cerazas viejas, Derrotaron a los indios y desaparecieron en las selvas de Llanquihue Queds sembrado de cascos y armas primitivas ¢ campo de batalla y también de heridos. Uno de ellos conté que habia en el interior una ciudad de mezcla indigena y espanola: la Ciudad de los Césares, que has cide nombr Apareciét el mozo con el pedido, y el piloto y el nifio se lanzaron al festi De pronto, el capitin, que se lievaba a la boca la ostra mas grande, se quedé con ella en la mano, en suspenso... Sus ojos se endurecieron y su boca quedé abierta, Su mirada estaza fija en Ia ventana Cuando Perico le iba a preguntar si la ostra estaba mala, el piloto la dejé caer all pla 162 nifio no lo 6, llevandose la servilleta siguié y continué comiende mientras la veia acercarse a la mesa del capitan de vuelo y su comande —ZHa enviado usted a probar el 623? —Pedro interrumpia la comida de los “grandes” Por supuesto que no —Acabo de verlo pasar. Atin se divisa. Los oficiales y cap:tanes se levantaro atro- pellacamente y salieron con Pedro disparados hacia la losa. comprobanda que el gigante avin no estaba ya y se divisaba remonténdose en di- reccién al vale’n Osorno. Quedaron palidos y turbados, p palido de todos era el capitin Pedro. {Quién puede ser el piloto? Yo lo senti arran- vo el més car, pero obviamente pensé que eras ttt, Pedro... —Entonces, gquién? —preguntaba a tocos el capitin de vaclo—. Mi tripulacidn esté toda aqui presente, en tierra. {Se han robado el avidn! Las mesas de aviadores y oficiales se habian vaciadio y todo el personal rodeaba a su jefe, esperanda érdenes. Las azafatas se dispersaron entre las mesas del comedor para ca pasajeros. —Tai Hevaste dos muchachos a bordo —dijo de pronto un ayudante a Pedro. —Agui est el chico que viaja conmigo —y tam por los hombros a Perico que se habia acercado, con cara de susto. Entonces es ef otro, el qu uno mayor que se las da de aspirante Esta fra mar a los Jo acompaftaba, e electrizé a todo e! grupo; cacla wie 163) sugeria algo y haslaban a un tiempo. —jAtencién! —buté el capitin de vuole y se produjo un tremerdo silencio. Es una emer gencia. Como en estado de guerra, casia uno a su puesto. El 628 va en vuelo en las manos de un muchacho que apenas tiene conocimientos para haceslo partir. Hay que tratar de evitar su muerte y, en lo posible, salvar el aparato. La operacién inmediata es RADIO. Dar aviso a todas las es- taciones y que estas traten de obtener contacto con ef 628, conseguir que conteste, que atienda las instrucciones cue le envia la torre de cor trol Es un irtesponsable o un loco, hay que ponerse en su lugar cuando se dé cuznta en lo gue se ha metido. Hablarle con mucha caima y are instrucciones muy claras de diveccién, velocidad enfoque de cancha para que aterrice, Todas las radios de Chile Hamando también a Argentina. —jA la orden! —contestanon todos a cora, Ei grupa se disolvié militarrente y cada unc partié corriendo a la oficina en que debia opera. Se oy6 una voz en el parlante: “Aqui aero- tral, Hamando to El Tepual, lamando a pu a central. Contes Tras un cortosilencio, contin 6: “Si, emergencia, emergencia en e| avidn 628. Si » pide un experto pera dirigir por radio un aterrizaje en Osorno. EI piloto es un nifio. Atencién, torre de control Conteste si recibié el mensaje y trensmita a todas las estaciones. También la direccién del oxperto par a salvar al muchacho y al aparato”. El avion se habia perdido tras el volcin 164 mientras cientos de ojos, clavados en la cumbre, miraban aque! junto. Los pasajeros se reunieron en la losa y escucharon atentos los mensajes de le radio. Algunos reclamaban a un oficial porque iban a perder sus maletas; él les aseguraba que la compaiiia era responsable par todo. Las azafatas atendian a los més nerviosos; con une sonrisa que parecia pintada en sus caras simpaticas explicaron que venia otro avién para llevarlos a destino, y estampaban los reclamos por equipajes en detalladas listas La voz de los parlantes Hleg6 hasta el vecindario de El Tepual, y los curioses neimero a informarse. Alguicn tiré de la manga acudieron en gran a Perico con in: ‘ero go ibas ti en el avidn? wencia Perico se espanté al ver al monitor a su lado. Corrié, abrigndose paso y atropel'andoa cualyuic ta, hasta llegar a la oficina donde se encontraben reunidos los jefes. Entré como ventarrén, sin respetar a nadie. EI capitén Pedro lo cetuvo rudamente jfuera’ le ondené—. Qué te has imaginado? Pero el machache logré hacerse oir: {Mi capitén! Esté aqui el monitor que m acompaiié a visitar el 628. Lo vi entre los curinsos. El capitén lo sig queria estar uy seguro antes de hablar. 1 o se quadé afue-a (6, sin comunicar a nadie la notica: ‘A poco de sal:r de la oficina, encontraron monitor y con él velvier y jamés supo lo que sucedi6 a puertas cernulr Los parlantes rezetian lo mismo y © presto’ a 165 sabia qué pensar. Pasado un buen rato, se abrié la puerta y sal el discutido monitor, con cara de saber mucho y Hevé a un rinaén a Perico, Con gran secreto le conté que iban a llamar a todos les pasajeros y cerrarian las puertas de El Tepual. —Yo me voy antes de que me encierren —dijo el chiquille, Perico no valvid a verk Se interrumpié falta es ef piloto-pirata y le metralleta propia del aparato... Ahora dime cémo estas. —Bien, mi capitsn, y quiero juntarme con usted Escucha, el pirata anda suelto. No le results tirarse a los pasos de la cordillera y ha venido aqui para ver modo de embarearse en algén barco o Janchén... Por supuesto que no ha sido visto, pero la marina y nosotros custodiamos y patru‘lamos todo. Mientras no sea ubicado hay peligro en cada esquina y no quiero azriesgarte. Apenas tenga otra noticia, me comun ente T Fé con- tigo. Mantén contacto con el teni s ahora tu guardién —la comunicacisn se corts. El cadete se habia qued6 Perico con el telefono en la mano. Torts? —dije une voz chata y el eparato Srez, que jo yal qued6 mudo. Sin saber qué hacer, Perico ensayo cémo colgar 209 el fono hasta lograrlo. Lo levants para asegurarse de que estaba bien y una voz muy cerca de su oreia dijo: —iNtimero? —Perico no contests. De nuevo la voz dijo: gNtimero? —y luego—: :Desea algo, sefior? Quisiera desayuno... —dijo sin darse nia. —Inmediatam voz con eficiencia. Al poco rato golpearon la puerta y entré un muchacho con una enorme bandeja que coloct te In hago subir —contesté la sobre la mesita-escritorio, Luego ie alargé un pavel a Peri —éMe firma, por favor? En Ia bandeja habia de tado, hasta huevos, o: mermelada y pan tostado, Perico se sintio grande y maduro, un teniente quiz, solo ante sur ban- deja con rico desayune. Sirviendose y riendo, lo sorprendié un gofpecito en la puerta. iAdelante! —dijo maquinalments y apazecié el ten nte de la vispera. Se saludaron muy ami- 08 y Perigo le conté cel Hamado por teléforo del capitan warez ~Lo tinico malo —comenté Perico— es que me dijo oue yo tenia un guardian, y eso me cae tremendb. Es un tal Pérez y ni sospecho su cara... {Por qué te cae tremendo un guardiin? Es como estar preso y yo eso no lo aguanto... —No es como estar preso, Perico. Es tener al- guien que te pueda ayudar o por dltimo llevarte donde esta Alvares 210 Perico se lo quedé mirendo fijo. Pasé un largo minuto, —Sabe una cosa? —dijo Perico por fin—. ;Que me cayé la teja’ El guardian Pérez debe ser usted... Se dieron un estrechén de manos y salieren juntos del dormitorio. —Ahora serds tu mi guardian -dijo el teniente a todos mis Pérez—, porque me acompanar: quehaceres Los tzabajos del teniente Pérez, que para él eran rutina, le parecieron fascinentes a Perico. Hasta las nteresaron tanto clases que dis a los novatos le que tomé algunas notas. También le tocé asistir a clase de musica y no cesistié Ia tentacidn de pedir prestada una comete para ensayar y, cosa rara, na le costé aprender a sacarle el sonice y io final. Mientras dar las notas que sonaban au soplaba, penst —Suena tan fuerte que quizé Mirasol escuche el bruje. mi llamado aild en la isla Pasada media tarde, se le acered un cadete: Hay un lamado para ti en la cabina tres dijo: indicando un cuartito diminuto casi de puras ventanas. Perico dio un salto: —zEs mi capitén Alvarez? —pregunt con Ja cara radiante —Dijo ser el pilo:o Ro'as. —Dile que no me encuentras —y ech6 a correr s de hasta perderse entre los numernsos editici la escucla. Al poco rato oyé que lo Hamaban por b parlantes; ere la voz dei tenierte Pérez —Llemando a Perico, que se presente en el wil certral, Escuché cos veces antes de decidirse a buscar cl hali central. Le parecié imposible encontrarla desde el labotinto de edificins y tuvo que salir afuera, a los patios, y entrar por la puerta pri cipal. Ahi estaba el teniente Pérez esperandol con un pa de oficiales, —No te preguntaré dénde estabas poroue ni tii debes saberlo. Vamos al aeropuerto para que tomes el avion a Valparatse. Partieron en un auto, en compaiiia de los oficiales; uno de ellos iba manejanda, Perico se sintié: mas a gusto que en su salida con Papirote De pronte cruzaron un puente. Por qué hay un puente aqui? —pregunt6. —Bueno, para cruzar el ro Mepocho... Rio? —Perico se rié— zCon esa cosquilla de agua c6no puede Hamarse ria, y mas emurallado cue un estero? —Aunque no lo creas, algunos inviernos se sale de madre —coment6 el teniente Pérez, El camino a Cerrillos, con sus calles animadas de avisos luminosos, teeminé por conquistar a Perico, que al bajar en ‘a losa sara embarear dijo iValia la pena conocer Santiago! 39 El puerto de pie El avidn-carreo en que el teniente Pérez, embarcé a Perico iba con destino a Rodelillo, en Valparaiso Se juntaria con el capitén Alvarez en la Escuela Naval. Aunque era un avidn biplaza, de un motor, cumplir la orden general de mantenerse 9 con la torre de control y estar recibiendo dio las instrucciones sobre le, Operacién Pirata. vuelo es corto porque Chile es —pens6 Perico desde el aire. En ef momento del angosto en que iban a aterrizar en Rodelillo, la ve trasmisor ordend: —ATENCION, todos los aparatos en vuelo que participan en la Operacién Pirata deben dirigi-se a la base de Quintero. —Nos cambian la ruta —suspir6 el piloto— Pero pod Y vir6 la na remos ser titiles. del aparato hacia el norte. Alcanzaron apenas a divisar las luces del to, que parecia estar de pie frente al mar. Los barcos iluminados se duplicaban en los reflzjos Perico se maraviilé por el del agua oscura juego de estreilas del mar, del cielo y la tierra. ‘A medida que se acercaban a Quintero, otras 213 luces seguian la misma ruta que ellos, —Otros pajaros obedecen la orden, ojala haya cencha para tantos en la base —coments el piloto. Sobrevolé la pista larga que se adentraba en el mar, lena de pajarus plateados. Aterrizé en la cancha y se clined en el tltimo rineén de la pista. Se dirigieron en seguida hacia la playa de Ritoque. en un vehicul, y vieron que estaba iluminada por toda clase de focos y repleta de jeeps y otros transportes militares. Un grupo de hombres se acereé a recibir al piloto y su companero. —Se rastrea la zona... —dijo un teniente— Hay peligro; este chico no se bajé para orientarse y saber y el camione dénde estaban. Ven, Perico! le Hamo de pronte: . Corre a ver este pueblo abandenado Es un pueblo ras de mi padre. ;Ca- bras mas trepacioras eran esas! Me creo que eran argentinas por su afan de subir cordillera arriba. Y eran tontas, jporque en lo alto habia nieve! 2De qué les sirve a las cabras la nieve, digame? Yo andaba correteanda a la mas loba cuando me cayé de repente una sombra encima. “Chitas, la sombra helada”, pensé y miré arriba. Quién le va a decir que eran un par de tremendos céndores con las alas del porte de un avin y uns picos filudes somo tenazas. Venian por mi cabra... 0 quiza creyeron que ella se habia metido en su propia case. Total, querian robarmela. Me largué a varillazos v garabetos. Yo antes no era ronco Uno de los dajarracos se tins a pescar la bestia y el otro de picada se me venia encima, “Aqui va perdico el que se asusta”, pensé. Yo era un cabrito, acuércese. Y los embrujé con gritos y ale- tazos de rai poncho. También unas maldiciones Y se asusteron, porque dieren del cuerpo y me cayd encima. Eso me ayudé. Me Jo saqué y lo disparé a su propia cara, Ln eéndor es orgulloso- y fue peor que un escopetazo, lo que les dolio Mientras @ ellos se los comia la rabia, pesqué a mi cabra y rodamos certo abajo. No sé cual de los dos qued6 mas machucado... Mi padre, que sintié la griteria de pajaros y chiquillo, salié del rancho y le dispar a uno. Muertito quedo el orgulloso péjaro y el otro prefirié arrancar... Con 241 mi padre lo clavamos con les alas abiertas en la puerta del rancho. Nunca se atrevié ri ladrén ni animal a entrar en esa casita cordillerana Perico se sintis transportado # su ambiente, a su tigtra y 2 su rancho —cabras y ovejas, soledad y silencio, tierra firme... y carifio fan E! Marsopa detuve el camién para dejar que bajara el Chicharra. Al despedirse, é! les dijo: —Si esta muestra me trae plata aquien Paipote, van a sabe: de mf porque lo que yo gano es para compatticlo... —y se alejé con su sac. iar. 242 44 La pastora de cabras Copiapé, junto a su rio, floreefa como una ciudad milagrosa, lena de leyendas de mineros, de descubridores y antiguas grandezas. Perico se fue a recorrer calles, ansiaso de es tirar las pieenas y mirar lo nuevo, mientras don Marsopa negociaba, vendiende y comprando frutas secas y “pajaretes", que asi se Haman Jos vinos dulees de’ norte chico. Caminando de un lado a otro, Perico Hegé a Ja Universidad Técnica, donde tenian, entre rejas una rara locomotora. Une placa brillante decia: “Primer fernocarril construido en Chile, por Whee'wright en e! afi 1849” —Caramba, tiene mas de ciento treinta afios...¥ esté todavia bonita —Perico se la quedé miranda con admiracién, Una mujer que pasaba trapos por los faroles, lo miré. @ Ja cuido y la hago brillar —dijo la ar- ciana—. Soy la encargada —termins con orgello —Y harto linda ‘a tiene. ¢Puede contarme algo de ella? 243 —Soy tan vieja como ella —rié la viejita arrugands més su cara al sonreir—, Dicen que Almagro fue el primeroen llegar a Copiap6. Tenia olfato para el ore... Aflos después se encontraron las minas de ore y plata y los que descubrieron esas minas leventaron la ciudad. Un gringo, ti puedes leer su. nombre, yo no, hizo el ferrocactil y esta fue la primera locomotora que empez6 a acarrear el mineral para embarcarlo en el puettcr de Caldera. —{Ese caballero descubrié las minas? —No, patroncito. La mina la deseubrié una pastorcita india que se llamaba Flora Normilla Pero guardé el secreto hasta que creci6 su hijo, ese Juan Godoy que esta ahi encaramado en una estatua. ¥ cuando el Juan Gosoy fue capaz de chucear el suelo, su madre le mostré el lugar premiado... El Juan, ayudado por su satrén, por alld por el afio 1832, trabajé la mina que fue la famosa Chaftarcillo. La més cica en plata de toda esta zona. Un verdadero tescto.. —zAsi que el Juan Godoy fue millonario? —Perico se quedé mirande la estatua de bronce, que se divisaba lejos. —No, él murié pobre... Se farres ta plata Menos mal que sui patron le compré tiesras cerca de La Serena, asf que algo le dejé a su familia... —(Hay plata aqui todavia? —pregunté Perico speranzado. —Muchos antes que tt rastrearon y se Hevaron lo que quedaba, eo que Ja que merecia esta estatua era la pastorcita india Flora Normilla —dijo pensative. —Une estatua a ella le da igual... Pero debe gustarle que una vieja Ia recuerde y le cuente a un nifio io que hizo por el suyo. Ti, algin dia, cuando tengas cien afios como yo, le contards a tu nicto quién era Flora Normilla. Perico miraba las pzofundas arrugas de la anciana, y sin darse cuenta se past la mano por su cara tan suave —Quizé sea otra leyenda —dijo a media vow, El rostro de la anciana se puso duro: Fsto es la pura verdad, ;Tt debes distinguir una leyenda de una historia, chiquillo! —y volvié a su tarea de sacar brillo a los faroles de la loco- motora. No le dio més la cara a Perico y él tuvo gue marcharse sintiendo cue Ja habia engjado. 45 El gran desierto Cuando salieron de Copiapé, do Marsopa dio un suspiro: aqui en adelante, puros seladeros, Perico. Se acabaron los valles con sus rios y sus vegas que dan exquisitos vinos y piscos —2Cémo vive la gente si no hay rios? —Hay pora gente. En algunos puertes, desalan agua dal mar. En otros, viven de pozos subterré- neos; en Antofagasta, traen agua de la cordillera. Hay un solo rio, el gran Loa, que cruze todo el desierto y se da una tremenda vuelta en forma de “VW. —Dejaremos atrés Chafaral, que es el puerto por donde embarcan todo el cobre de Potrerillos y El Salvador. Los cerros mas altos brincan por esta cordillera de metales y de todo el mundo vienen a escalar esa montafia que se llama Ojos del Salado y que tiene seis mil novecientos metros de altura. La més alta de la cordillera chilena y apenitas cien metros menas que el Aconcagua. —iYo sabia que el Aconcagua es el més alto! —dijo Perico —Si, pero noes chilena. Es argentino. De ahora 246 en adelante convérsame, Perico, No dejes que me duerma. Marejar por lugares solitarios da suefio. ¥ en un momento estas patas arriba y a lo mejor en el otro mundo., Era noche oscura cuando don Marsope dio el primer cabeceo, ahi mismo pararon, en medio de la soledad inmensa; encendieron las luces de emergencia y, por si acaso, el camionero dej6 a mano su revélver. —Menos mal que se puso descunfiado —pens6 Perico, enrollndose para dormir Fue el primero en despertar, Auin era de no- che y a su alrededor la pampa brillaba de modo fantasmal. Le parecié que asi desia ser Ja Luna © ese planeta Marte que via por el telescopio. El silencio le hizo recordar su tierra y le entré como una cosquilla de moverse, de zazpar hacia el sur y tocar de nuevo los pastos dsperos de su tierra, Empez6 a ver extrafias sombras y, aunque no era miedeso, la pampa se le figuré como un nmenso cementerio de mineros y pirquineros perdidos. Al fondo del camino, aparecieron dns focos grandes y varios pequefios, de color rojo. —iNo seré un platillo volador? —se dijo Las luces se acercaron répidamente y un gran camién frend junto a ellos: thi, gestin en pana? —rugié mas que grit la voz de un hombronazo Don Marsopa desperté sobresaltado: No, compafiero, gracias. Estébames echando un sueaecito. 247 Y ahi se reconacieron los dos amigos y con- versaron un rato. El camién, que iba hacia el sur, partid. —Es una gran cosa que los amigos. Nos ayudamos —exclam6 el Marsopa camioneros seams Alcancé a creer que era un platillo marciano ir6 Perico. —Te quedaron gustando las apariciones... Por mi, ya no quiero mas fantasmas —dijo don Marsopa muy serio—. Por esta aburrida pampa Hegaremos a Antofagasta. No te olvides de te- nerme despierto... Ah! Y también allé, cuando vayamos al mercado, acuérdame de comprarle un collar a mi Paulina... Aunque es cabrita como lui, como buena mujer, le gustan las chacharachas —don Marsoza le 2eg6 una mirada a Perico, que enrojecid, Habria adivinado el viejo que a él le gust6 Paulina? Siguieron por el monétono desierto, aunque Perico admiré el amanecer, viendo tenirse las montafias de rojo, de amarillo, de verde y azul, sobre el fondo desértico. Al mediodfa Hegacon por fin a Antofagasta, que abrié sus calles de gran ciudad y puerto importante del norte. Cruzaron muchas lineas de ferrocarril y se fueron derecho a le playa Hoznitos, donde se bafiaron libres del tiempo, del suenio y del viaje. El mar, de un azul profundo. tenfa olas grandes y espumosas —Es mi primer bafio de mar —confes6 Perico, tanteendo las arenas de! fondo y sintiendo miedo de las olas. 248 —Entonces voy a bautizarte con una “china” —alborot6 don Marsopa, mas parecido que nunca a su tocayo marino, Pecico, que no tenia idea de In que “china” significaba, creyé morir ahogado; aleted y tragé mucha agua salada, mientras el camionero reso- te bautizo er: el océano Pacit > decidié que apenas Hegaran a Calama tomaria su propio rumbo, porque don Marsopa, 30) aunque buena persona y sinpético, lo tenia hos- tigado con sus chistes pesados. Al otro dia, temprano, ambos se dirigiron al famoso Mercado de Antofagasta, leno de tiendecitas y de mesas que se salfan del edificio, invadiendo la plaza. Alli, don Marsopa no sole a Pau- vendi6 sus mereaderias, sino que compré lina e! famoso collar de piedras semnipreciosas del Brasil. Ademas, llevé regalos para toda su fam:lia y sus amigos. Perice también hizo sus compras pera nose atrevis a mandarle algo ala muchacha, sino que comprs un barquito que se movia en mitad superior para llevarle a su hermano, y para el amigo pilot que tanto lo habie paseado, un encendedor: y otro para su padre, que gastaba tantos {6sforos, que le apagaba el viento, al furnai Al dia siguiente, de alba, zarparon hacia la dad de Calama 46 El pucard El camino hacia Celama se metia por el medio dela pampa, atravesando Chile hacia la cordillera. Al fonda se divisaban enormes montafias y vole nes. A una pregunta de Perico, don Marsope se enderez6 en el asiento y asumiendo una actitud sofiadara miré lejos y dije —Conozco esto como la palma de mi mano. Es mi tierra y desde muy cabro fui pirquinero; por es0 conozco lo gue son. Recort’ este mundo buscdndome ur tesoro. A los veinte afios me lamé el servicio y ahi conoci a Pedro Alvarez. £1 me in fin... Peco de no seguir ese camino ser militar y, probando esto y lo otro, {en camionero, Per eso conozco hasta los volcanes, el Lascar y el Licancabur, esos; y més alld, las montafias del Tatio con sus fuentes hirviendo que se elevan al cielo al amanecer y se esconden en la noche. Se Haman géiseres y de ellos sacan energias. Esos otros voleanes, dos hermanitos, se Haman San Pedro y San Pablo. cLos ves? Todos ellos suben de cinco mil metros de altura. Calama y Chuquicamata, el mineral de cobre, son més dajos. Tres mil metros 10 més, 250 pero hay que tener corazén para trabajar ahi. Por es allf na hay pulgas ni demasiado calor. Hay aice electrificade —Fso quiere decir que caen muchos rayos? —pregunts Perico. {. Durante el inviezno boliviano. Porque aqui se da ese invierno en pleno verano... Los temporales arrecian. Inundaciones, rayos, hu- racanes de viento. Aunque te cueste creerlo, el rfa Loa se sale de madre y se inundan las casas y cosechas de los que viven a sus orillas. La electricidad del aire es pura estatica por la sequedad, que es mayor en la altura, Cuando trabajé en Chuqui, yo senzia corriente en las herramientas de trabajo, en las perillas de las puertas... ;Deban chispas! Perico escuchaba encantado. Pasaron por un lugar donde habia un sem- bradero de enarmes piedras negras, como si una mano gigante las hubiera desparramado en el desierto. Vieron también elevarse columnas de tierra que se arremolinaban con el calor del mediodia y parecian bailar en los peladeros. Lo tinica que se movia en ese horizonte dormido. —Esta pampa tiene mil senderas —dijo don Marsopa—. Huellas de sees humanos de todos los tiempos que buscaron tesoros 0 una salida al mar, 0 secretos del desierto, O quizas un oasis con agua... Aqui no Ilueve y lo mas se agitan las arenas con los vientos El viaje se hizo corto y Hegaron a Calama para almorzar. 251 —Don Marsopa—dijo Perico—, quiere carle las grecias y despedirme porcue sigo por mi cuenta. Le debo mucho y algtin dia quizs.. AL camioneco no le sorprendié esta brusca despedida —jL.0s chiquillos se aburren en la pampa! —

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