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AE l Un visitante inesperado Hatin caido ta noche y el viento aulaba con fuerza por toda la ciudad, Poco a poco se iban apagando las ventanas de las casas y el silencio ‘empezaba a reinar en las calles. De vez en cuando pasaba algiin automsvil, se ofa sonar su bocina, cada vez mas lejos, y de nuevo todo quedaba en absoluta calma, —Me siento muy contento de que en una noche como ésta no me vea obligado a andar por Jas calles en busca de ladrones y asesinos —mur- muré Nap, disponiéndose a leer un gtueso libro que acababa de escoger de entre los muchos que habia en su biblioteca. BL CRIMEN DE LA CALLE BAMBI —Es una suerte para los dos que esta noche podamos estar tranquilos —dijo Moisés, echando- se hacia atrs en un enorme sill6n, junto al fuego de la chimenea, donde le gustaba dormitar algunas horas, después de comer, hasta que se resolvfa a ‘marcharse a su cama, luego de bostezar ruidosa- mente y de estirarse con una pereza que siempre desesperaba a Nap. —¥ ya que estamos tranquilos esta noche, como dices —declaré Nap, sentéindose junto a la lémpara—, conviene que no te duermas todavia, como de costumbre, y escuches lo que voy a leer en voz alta. Eres muy poco instruido, Moisés, y me gustarfa ver que siquiera te interesas por la historia de nuestro pais, —{ Qué piensas leerme? —interrogé Moisés, poniendo cara de angustia y de aburrimiento, —Leeremos Introduccién a la Historia de Animalandia, escrita por el més sabio de nuestros compatriotas. —(El mono Birma? —pregunté Moisés, ha- ciendo un gesto de disgusto—, Yo no sé si sera sabio 0 no, pero la verdad es que me aburre con 8 EL CRIMEN DELA CALLE BAMBL eee gus interminables descripciones, : Nap grufé con visible desagrado y Te dijo “Moisés que, le agradara o no lo que Birma escribia, ‘esa noche tendrfa que ofr la lectura, sin dormirse, hasta que fuera hora de acostarse. Moisés no contesté nada y miré la punta de sus zapatillas, prometiéndose no disgustar a su patrén, que al fin y al cabo era el que mandaba en la cas Y aquf —segiin creemos— es muy oportuno que digamos unas pocas palabras acerca de los personajes de nuestra historia. Nap era un perro bulldog, de origen francés, negro y robusto, con una pinta blanca alrededor de los ojos. Se habia hecho célebre en Animalandia por una razén muy sencilla: era el mejor detective del pafs. No habfa crimen misterioso que no descubriera; y cuando se le encomendaba a Nap un caso dificil, todo el mundo estaba plenamente convencido de que, en el instante menos pensado, el misterio quedarfa esclarecido como si se tratara de un simple juego. En cuanto a Moisés, era el ayudante de Nap, y pertenecfa a esa raza de perros alemanes largos 9 Pe BL CRIMEN DELA CALLE BAMBI como salchichas, de patas cortas y hocico pun- tiagudo, que siempre andan olfateando el suelo. Esta cualidad le habfa valido ser contratado por el famos{simo Nap, que, como buen detective, sabia que el menor rastro —ya fuese una pisada oun olor determinado—podfa llevar al descubtimiento del més astuto malhechor. —Asi, pues, escucha lo que voy a leerte — dijo Nap, abriendo el libro en la primera pagina—. Aqui no se trata de cuentos fantisticos ni de cosa por el estilo. Es algo muchisimo mejor. Birma, el mono sabio, nos cuenta en su Introduccidn a Ja Historia de Animalandia cémo hemos podido llegar a ser lo que somos. {No te parece un tema digno de suma atenci6n? —Indudablemente —contests Moisés, escon- diendo un bosteo—. Escacharé lo que leas sin per- der una sola palabra. Puedes empezar enseguida. Y Nap empezé a leer con su voz sonora, de bajo profundo, que muchas veces habia merecido las alabanzas de los entendidos en el arte del canto. —‘En un principio existian los hombres, y los animales eran sus esclavos —leyé Nap—. 10 aS CaM me Durante muchos siglos, los hombres persiguieron a los animales por la tierra, el mar y los cielos. Y los animales podian ser divididos en dos clases: los que fécilmente se iban con los hombres, y a éstos se les lamaba animales domésticos; y los que, resueltos a mantener su libertad, no querfan pactar con los hombres de ninguna manera, y a éstos se les llamaba animales salvajes. Los anima- les domésticos servian para dos menesteres: para compaiieros del hombre, como algunos caballos, algunos perros y algunos gatos; y para ser comidos por el hombre, como las gallinas, los patos, los cerdos y otros infelices antepasados que dieron su vida sin gloria ni fortuna cuando més se podia esperar de ellos, "Después de innumerables acontecimientos, como luego contaremos detenidamente en este libro, los hombres Hegaron a una edad que ellos Haman atémica, y nosotros llamamos civilizada. Entonces cambiaron en absoluto de conducta: se alimentaron de otra manera, nos dejaron en libertad, no quisieron saber nada més de nosotros, y todos los animales —tanto los domésticos como Ios salva- 12 LCRIMEN DE LA CALLE BAMBI FX — formamos un mundo propio: Animalandia. *Tenemos una larga historia, una tradicién que se pierde en la noche de los tiempos, y nues- tro deber consiste en conocer todas esas cosas y honrarlas. Por eso escribo este libro, que segura- mente todos ustedes leerén con el mismo interés con que yo lo escribo, robandole horas al sueiio, porque ya estoy viejo y es mucho el trabajo que tengo por delante. Lo que quiero decir, ante todo, como predim- bulo de la historia de Animalandia, es que con pro- fundo agrado veo cémo a los animales més famosos de nuestra vieja historia se les recuerda con carifio, Nuestras ciudades principales, nuestros parques, nuestras plazas, nuestras calles Hevan los nombres de animales que se tienen ganado el respeto de las generaciones actuales y futuras, La mayor de nues- tras ciudades se llama Bucéfalo; el mas hermoso de nuestros castillos, donde reside nuestro Presidente, se llama Rocinante; hay calles muy bellas que Ile- van los nombres de Pluto, Bambi, Jumbo, Donald, Mickey, y otros que pertenecen a nuestra vida his- rica 0 a nuestras tradiciones literarias...” jes 13 HL CRIMEN DBLA CALLE BAMHE ros sei lc En los momentos en que Nap Ilegaba a este pasaje de su lectura, se oy6 en la puerta de la casa un golpe bastante fuerte, que resoné en la noche. Moisés dio un brinco en su sillén, sobresaltado, al sentir que se le despertaba de modo tan descortés. Nap dejé el libro, se sacé los anteojos, los puso encima de la ‘mesa, y dijo a su ayudante con acento apenado: —;Te habfas dormido, Moisés! —No, Nap. Escuchaba atentamente, pero ese maldito golpe me ha sobresaltado, —Y ahora tendras que ira ver quién es el que lama —dijo Nap. —Se me ocurre que es el viento —repuso Moisés—. Esperemos un poco. ;Esté el fuego tan agradable! Y ya Nap iba a continuar su lectura, conven cido de que era el viento el que llamaba, cuando volvié a ofrse un golpe seco, vigoroso. Moisés, rezongando, se levant6 y fue a abrir, Nap le oyé ha- blar con alguien en la puerta, y poco después sintié ‘unos pasos por el corredor, Y aparecié en el umbral un personaje conocido y respetado: Tomasito, el Joro millonario, que aunque era un poco calavera 4 BL CRIMEN DELA CALLE BAMBI SS y amaba demasiado los bailes y el bullicio, habia conseguido la direccién de uno de los més impor- tantes partidos politicos de Animalandia. —-jUsted por aqui, y a estas horas? —pre- gunt6 Nap, asombrado—. Tome asiento, por fa- vor. Aqui, junto a la chimenea, para calentarse un poco. Tomasito le dio una mirada a Nap, indicén- dole a Moisés, con Io cual le dio a entender que deseaba hablar a solas, sin testigos. —Moisés —dijo Nap—, ya es un poco tarde y puedes irte a dormir, El ayudante no se hizo repetir la invitacién, y con toda la rapidez. que le permitfan sus cortas patas subié las escaleras, hasta el tercer piso, donde tenfa su donmitorio. Poco después dormfa lanzando ‘unos ronquidos que demostraban, por lo vigorosos, a robustez de sus pulmones. La carta misteriosa rs Ebntetanto, en ia sala de la chimenea, Nap le preguntaba a Tomasito qué era aquello que le Ievaba, cerca de la medianoche, a su casa, Toma- sito pidi6 insistentemente que se Ie perdonara tan inesperada visita, y aseguré que las razones que tenia para hacerla eran muy graves. —Veamos cules son —dijo Nap, frunciendo el cefio—. En todo caso, bien sabe usted que aqui estoy para servirle Entonces Tomasito entreabri6 su abrigo de plumas y sacé un papel, que al ser desplegado tenfa el tamaiio de los periédicos de la localidad. Se lo pasé a Nap, y mientras éste lo leia, Tomasito 7 ELCRIMEN DE LA CALLE BAMBI estiraba hacia el fuego una de sus patas, calentén- dosela con extraordinatio placer —Es curioso, muy curioso, y si no se trata de una simple broma, creo que vamos a tenet que preocupamios muy seriamente de este asunto —murmuré Nap. —No es una broma —aseguré ‘Tomasito— Le juro que me siento aterrado, y le ruego que usted se preocupe, Nap, de esta misteriosa carta. Lo que Tomasito llamaba una carta distaba muchisimo de serlo. No por eso, sin embargo, merecfa menos atenci6n, $e trataba, simplemente, de la primera pagina del diario de mayor circula. ci6n en el pats: El Ratén Agudo. ¥ con lapiz rojo se habfa subrayado algunas palabras, de manera que leyéndolas ordenadamente, a través de la pa- gina, se tenfa de principio a fin una amenaza muy inquietante, Nap ley6 en voz alta: : —"Deseamos ser fuertes, alcanzar el pleno desarrollo de nuestros instintos, y no ser simples imitadores de los hombres. Nos hemos propuesto cexterminar alos que se oponen a nuestros propésitos. Si descas salvarte,retrate a tu casa de campo y no in- 18, HL CRIMEN DELLA CALLE BAMB) eX sh tervengas en la direccién de nuestra vida pili —Como usted ve, se me amenaza muy cla- ramente —dijo Tomasito, poniendo una cara de grave preocupacién que impresioné a Nap. —No me cabe duda de que son sus enemi- g08 politicos los que le amenazan asi —murmurd Nap—. Habri que vigilarles. ta pagina del diario la encontré dentro de mi automévil cuando se anunciaba que yo pronunciarfa, en la inauguracién de nuestro Museo Nacional, un discurso acerca dela conveniencia de mantener las mas sabias tradiciones, representadas por los animales domésticos —dijo Tomasito. —2Y pronuncié ese discurso? —pregunt6 Nap—. Me gustarfa saber, en resumen, qué es lo que usted dijo, c6mo fueron recibidas sus palabras y si ocurti6 algo después. —E] Museo Nacional estaba de bote en bote el dia de la inauguracién. Todo el mundo lo sabe. No han hablado de otra cosa Jos diarios. Pues bien: yo pronuncié mi discurso y fui aplaudido de tal ‘manera, que muchos me dijeron que no habfa en Animalandia un orador que pudiera compararse 19 FLCRIMEN DELLA CALLE BAMBI 5 conmigo. Lo que dije fue muy sencillo: estamos gobernados por el partido que representa a los antiguos animales domésticos, y no debemos dejar que los animales que vinieron de las selvas, ¥ que no tienen sino una tradicién de sangre y de muerte, logren apoderarse del Gobierno en las elecciones préximas. —Muy bien pensado —murmuré Nap—. Pero ahora quiero saber si, después de ese discurso, le ocurrié a usted algo sospechoso. —Comf con unos amigos en el palacio La Ballena de Jonds y estuve allf hasta después de la medianoche —dijo Tomasito—, Después me fui a casa y me acosté. Me sentia muy cansado. Apenas habfa apagado la luz, senti pasos. Escuché desde mi cama, sin moverme, conteniendo la respiraci6n, Los pasos se acercaban a mi dormitorio. Sentf que destizaban algo por debajo de Ia puerta y que se alejaban después. AI principio cref que todo era una ilusién, pero encendf la luz, miré y vi que en el suelo, junto a la puerta, habja un papel. Era otra hoja de El Raton Agudo. Y s6lo habjan subrayado una palabra: “Morirds”. 20 FL CRIMEN DE LA CALLE BAMBI pa ‘Tiene ahi el periédico? —pregunts Nap. —Adui lo tiene —respondié Tomasito, sacan- do la hoja de uno de sus bolsillos. Nap la mir6 atentamente y la guard6, junto a Ja otra, en uno de los cajones de su mesa, después de pedirle al loro millonario que se las dejara, Porque querfa examinarlas con todo detenimiento, Luego pregunté Nap: —Y no sali6 usted a ver quién era el que ttafa esa amenaza? —Sali, pero fue intitil, pues ya habfa perdido mucho tiempo —respondié Tomasito—. Lo tinico que pude advertir fue que mi enemigo no habfa en- trado por la puerta principal, sino por la del fondo de la casa. Y la dejé abierta al marcharse, —{Usted vive solo? —interrogé Nap. —Solo. Es decir, tengo una vieja empleada, Ja gallina Cocora, que duerme junto a la cocina, y no sinti6 nada esa noche. Es un poco sorda, y no me extraiia, — {Usted tiene plena confianza en Cocora? éNo cree que acaso haya sido ella Ja que dejé abierta la puerta para que el otro pudiese entrar ccc. EL CRIMEN DE LA CALLE BAMBI —Se me ocurre que no —dijo Tomasito—. Cocora es vieja y sin amigos ni amigas. Sin em- bargo, si usted cree que debo dudar de ella, haré Jo que me indique. —jHace mucho tiempo que no le da usted vacaciones? —pregunté Nap —Dos afios. No ha querido salir. Tiene su familia en el campo, pero dice que no se aviene con sus hermanas. —Bueno, Tomasito. Debemos tomar ciertas medidas. La primera serd exigirle a Cocora que se vaya al campo. Moisés, mi ayudante, se ird a su casa, como criado suyo, y dormir en la pieza contigua a su cuarto. Yo le daré instrucciones Y, mientras tanto, me encargaré de hacer ciertas averiguaciones. Puede usted estar completamente seguro de que no le ocurriré nada. —Le agradezco, Nap, su generosa ayuda —dijo el loro con voz conmovida—. Y sepa usted que puede hacer todos los gastos que crea necesa- 8, Soy bastante rico, como usted sabe. —Por ahora —dijo Nap—, lo primero que 23 BL CRIMEN DE LA CALLE BAMBI P ot ag hharé serd despertar a Moisés. Le acompafiaré hasta su casa. Y mafiana despide usted, temporalmente, @Cocora. No quiero que nadie viva a su lado sino mi ayudante. ;Entendido? —iEntendido! —declaré Tomasito, con su s solemne Entonces Nap hizo una breve inclinacién de cabeza, dejé solo a Tomasito y subi6 al tercer piso, a despertar a Moisés. —iDespierta! (Despierta! —grufié Nap, re- meciéndole con todas sus fuerzas, que eran muchas, ‘Moisés dejé de roncar, lanz6 un gruiftido sordo ¥, siempre profundamente dormido, comenz6 a sofiar que iba montado en un elefante y que éste, en loca carrera, le zarandeaba de una manera infernal —iNo tan ligero, Jumbo, no tan ligero! —co- menz6 a gritar Moisés en su suefio. ‘Cémo que no tan ligero? —grité Nap— Despierta inmediatamente, infeliz, si no quieres que te rompa todos los huesos, Moisés abti6 un ojo, luego otro, y se senté en Ja cama visiblemente asustado, —Te vestiras enseguida —e dijo Nap— 24 FL CRIMENDELA CALLE BAMBI : Porn ss Quiero que acompafies a Tomasito a su casa. Se trata de algo de vida o muerte, {Date pri Y salié del cuarto, mientras Moisés empeza- ba a vestirse. Pero cuando Nap lleg6 al segundo piso, sintié un aire frfo que le azotaba de repente las orejas. “Tomasito debe de haber abierto las ventanas —pensé Nap—. ; Vaya una idea en una noche como ésta.” ¥ se precipit6 a la sala en que habia dejado al millonario. Pero se detuvo en el umbral, sintiendo que el corazén se le detenia. Era posible aquello? Una de las ventanas, que daba a la calle, estaba abierta, entraba el viento en la sala, agitando las cortinas, y, en medio de la amplia pieza, tendido, yerto, se hallaba Tomasito. El crimen de la calle Bambi oy Atcie siguiente, todos los pingiiinos ven- dedores de periddicos gritaban por las calles, con voces estrepitosas: —iBdicién especial de El Ratén Agudo! {Con el crimen de la calle Bambi! jEl caso més sensa- cional de todos los tiempos... Todo el mundo se arrebataba los ejemplares del diario, y un par de horas después fue necesario hacer una segunda edicién, El relato, ilustrado con buenas Fotografias, estaba escrito con el estilo mis novelesco de que fue capaz el redactor policial de El Raton Agudo, un zorro aventurero que conociaa Jos vagabundos, los ladrones y los asesinos hasta el punto de que nadie podfa competir con él en seme- 7 EL CRIMEN DE LA CALLE BAMBI Jante conocimiento, si no era Nap, el detective. A continuacién copiamos, palabra tras pala- bra, el relato del zorro, cuyo titulo, a ocho colum- has, no era sino éste, con letras gigantescas: EL. CRIMEN DE LA CALLE BAMBI. “Todos los habitantes de Animalandia, desde los més ricos hasta los més pobres, se sentirdn profundamente conmovidos, indescriptiblemente aterrados, al saber que el crimen més sensacional de nuestra historia ha puesto un fin irremediable a una de las existencias més valiosas del pats. Nos referimos a Tomasito, el loro multimillonario, presidente del Partido de los Tradicionalistas, cuyo Iema todos admiramos, porque declara, con muy pocas palabras, una de esas verdades que nadie Puede discutir, y que es ésta: “Lo que fue siempre debe ser’. Defensor de este principio, el multimi- Honario se gané el respeto de todos, menos de ese ‘grupo de animales violentos que, con incalificable osadia, protende cambiar la vida de nuestro pueblo y dar el poder a los descendientes de los habitantes de las selvas. "Porque hay que decirlo con toda claridad: éste 28 EL CRIMEN DELA CALLE RAMBE Pr a! esun crimen politico, y las més elementales nocio- nes de seguridad colectiva exigen que se adopten, con toda severidad, las medidas mas radicales. "Pero no divaguemos. Atengémonos a los hechos, y que cada cual opine después como no- sotros opinamos, "Tomasito, el querido multimillonario, vivia feliz en su palacio de la calle Pluto, y amenudo nos deslumbraba con sus fiestas maravillosas. Habia heredado de sus padres una cuantiosa fortuna, y sabfa gastarla con generosidad. Huérfano desde hace apenas.tres afios, y duefio de su destino, si- gui6 la tradici6n de su familia y se entreg6 de lleno a las actividades politicas. Cierta noche, después de haber pronunciado un discurso sensacional en Ja apertura de nuestro Museo, recibié una amenaza gue le inquiet6 muy hondamente. Era la segunda que recibfa en pocas horas. Entonces decidié aconsejarse de Nap, el célebre Nap, cuya visi6n detectivesca es la més extraordinaria de cuantas han existido hasta hoy. Asf, pues, anoche, mientras Por la ciudad soplaba un viento aterrador, Tomasito se desliz6 por las calles y pudo llegar hasta aquella 29 ELCRIMEN DELA CALLE BAMBI Po que lleva el nombre de Bambi. Se detuvo en la casa N° 40 y Ilam6 dos o tres veces. Nadie ignora que en la calle Bambi N° 40 vive el célebre Nap, y fue éste quien le atendié desde el primer momento. Habia un buen fuego en la chimenea. Tomasito se sinti6 tranquilo momenténeamente, Se encontraba en casa del policfa més famoso de Animalandia. {.Qué podia amenazarle? Sin embargo, el destino es cruel, indescifrable, caprichoso, ciego, terrible y descorazonador: estaba escrito que en la calle Bambi N° 40 habria de encontrar la muerte eterna ‘Tomasito, el multimillonario a quien todos hemos crefdo siempre feliz. "Después de haber puesto en conocimiento de Nap la amenaza que pesaba sobre su vida, To- masito se qued6 solo momenténeamente, mientras Nap subfa a despertar a Moisés, su ayudante, que se habia recogido a sus habitaciones. El plan de Nap era el més inteligente de cuantos se hubie- ran podido trazar. El célebre detective pens6 que Moisés debia acompafiar desde esos precisos mo- mentos a Tomasito, sin abandonarle un segundo, para proteger su valiosa vida. Pero ya hemos dicho 30 L-CRIMEN DELA CALLE BAMBI rr ———e—— —o vamos a decir ahora— que la calle Bambi N° 40 estaba sefialada por la suerte para que allf se ‘cometiera el crimen feroz. Cuando Nap bajaba las escaleras de su casa, dirigiéndose a la sala en que haba dejado a Tomasito, se encontré con una de Jas ventanas —Ia que da hacia la calle— de par en par, y el multimillonario yacfa, con los ojos vidriosos, sin vida, en el suelo. ”Hemos alcanzado a cambiar algunas pala- bras con Nap, el detective, y nos ha dicho que por ahora no puede adelantarnos nada. Pero a una pregunta nuestra de si cree no que éste es un crimen politico, Nap nos ha contestado con una significativa mirada. Dejemos en sus manos este caso sensacional y aguardemos nuevas noticias. No dudamos de que serdn sobrecogedoras y que lenardn de horror a los pacfficos habitantes de nuestra bella ciudad. Nosotros, en cumplimiento de nuestras obligaciones periodfsticas, manten- dremos constantemente informados a nuestros ectores de todo lo que ocurra.” ‘Todos lefan una y otra vez el relato del crimen, y se hacfan las mas contradictorias conjeturas. 32 FL-CRIMEN DELA CALLE BAMBL EP roo) a Hubo tal agitacién, que muchos desearon ir a quemar el club politico en que se reunfan los con- trarios a las ideas de ‘Tomasito. Se hizo necesario poner una fuerte guardia ante sus puertas. Mientras tanto, las estaciones de radio de todo el pais, cada cinco minutos, repetian estas curiosas palabras: “Podemos anunciar a nuestros auditores que Ja investigacién del crimen de la calle Bambi sigue su curso normal. Nap ha encontrado, al parecer, una pista segura. Dentro de unos momentos volve- remos a informar, con nuestra acostumbrada pron- titud, acerca de otros detalles reveladores, Mientras tanto, pedimos calma a nuestros radioescuchas, y les rogamos que oigan con atencién ‘Sonata para tres cuetnos N°18", de que es autor el divino biiho Tricola, orgutlo de Animalandia”. En todas partes, en las casas, continuamente, sonaban con estrépito los receptores de radio, y habia zorros, cuervos, ratas, lechuzas, cerdos que escuchaban sin pestafiear las mtisicas de cdimara y de baile que, repentinamente interrumpidas, daban paso a los anuncios de los diltimos jabones, de las 33 EL CRIMEN DE.LA CALLE BAMBI BP a mejores pildoras y de las noticias del crimen. De repente, hubo en toda la ciudad una ex- traordinaria conmoci6n. Las radios dejaron of unas trompetas, pidiendo atencién inmediata, y luego dijeron los numerosos locutores, casi a un mismo tiempo: “Se nos acaba de comunicar que el crimen de la calle Bambi se complica tan misteriosamente, que los mas perspicaces sabuesos, entre ellos Nap, el inigualable, se inclinan a pensar que éste seré el caso més dificil de cuantos puedan presentarse en muchos afios. Ya todos nuestros auditores saben que el cuerpo de Tomasito no presentaba lesién alguna cuando fue encontrado por Nap, a unos cuantos pasos de la chimenea de su casa. Pues bien: mientras se asesinaba a Tomasito en la calle Bambi, también era asesinada la criada del multi- millonario, la gallina Cocora. Y tampoco hay en su cuerpo la menor huella de violencia. Este nuevo crimen, de la calle Pluto, ha llenado de consterna- cién al vecindario. Interrogados los habitantes de Jas casas mis préximas, han declarado no haber ido ningtin rumor sospechoso. El cuerpo de Co- 34 e 1 CRIMEN DELA CALLE BAMBI s cora ha sido trasladado a la Morgue, donde seri examinado. En cuanto al cadaver de Tomasito, se encuentra en estos instantes en el Hospital La Paloma del Arca, donde, por orden judicial, se le hard la autopsia dentro de corto tiempo. Rogamos, pues, a nuestros auditores que se mantengan alerta, pues no tardaremos en comunicar la opinién de nuestros médicos més prestigiosos”. El misterio de la calle Pluto V civamos ahora al Indo de nuestro amigo Nap y tratemos de saber que ha sido de él, mientras los periédicos y las radios han estado dando tan sensacionales noticias. Habjamos dejado a Nap en los momentos en que, al entrar en la sala del primer piso, donde ardfa el fuego de la chimenea, se encontré con una ventana abierta y con el cadaver de Tomasito tendido en el suelo. Nap dio entonces grandes gritos, lamando a su ayudante, y Moisés no tardé en bajar, com ojos asustados. —Ilan matado a nuestro amigo —dijo Nap—. Cierra esa ventana. Y corre a darle aviso al juez. 37 PL CRIMEN DE LA CALLE BAMBI Pr cae ag —Mejor seré que yo no toque la ventana dijo el ayudante—, Puedo borrar las huellas del asesino. —Saca del armario unos guantes, péntelos y cierra esa ventana, porque con este viento no vamos a poder seguir aqui —declaré Nap, con voz autoritaria. Obedecié Moisés, y al cabo de unos minutos partia en el automévil de Nap camino de la casa del Juez de tumo, un cuervo respetado por la rectitud de sus juicios. Apenas Nap se qued6 solo, abrié las narices y respir6 con fuerza. Sintié un olor apenas per- ceptible y se acercé a la chimenea. Se incliné a mirar atentamente. Y vio, entre los grandes lefios que se quemaban, unos pedazos de papel, ya casi del todo devorados por el fuego, Entonces Nap, con suma presteza, corrié al cajén en que habia guardado las dos hojas del diario El Raton Agudo, en las cuales se amenazaba a Tomasito. Las hojas habian desaparecido. Esto hizo fruncir los ojos @ Nap, que encendié una pipa y empez6 a pasearse por la sala, sumido en profundas reflexiones. EL CRIMEN DE LA CALLE BAMBI “El asesino —pensaba Nap— ha seguido hasta aqui a Tomasito, Nos ha estado espiando por la ventana. Cuando ha visto a Tomasito solo, no ha querido perder tiempo, se ha introducido en Ia sala, lo ha asesinado, y después ha tomado del caj6n las dos hojas del periédico y las ha echado al fuego. No cabe duda de que el asesino tiene sangre fria, valor y grande astucia, Tendré que recurrir a toda mi inteligencia para conseguir ponerle la mano encima,” Y Nap, al pensar esto, se habfa aproximado a la ventana, sin darse cuenta, Entonces dio de repente una chupada profunda a su pipa, eché un chorro de humo por las natices, y se pregunté con inaudito asombro: “zCémo ha podido abrir la ventana desde afuera? Es imposible. Lo nico que ha podido ocurrir es que yo me haya olvidado de cerrar bien esa ventana, Y ha bastado empujarla para abrirla, Pero, entonces, {Dios mio!, ;c6mo es que no la abrié antes el viento?” En esos instantes amaron a la puerta. Era Jerénimo, el gato de Angora, uno de los mas 40 4. CRIMEN DE LA CALLE BAMBI Eevee, afamados médicos de la ciudad, que acudia al Hamado telefénico que Nap le habfa hecho apenas cometido el crimen, Jerénimo le dio una mirada a ‘Tomasito y opiné: —No hay nada que hacer. Esta muerto, sin duda. ‘Y comentando el caso con todo detenimiento, esperaron Ja legada del juez, que no demoré mucho. —Todo esto me parece muy misterioso —de- claré el juez, en cuanto Nap terminé su larga declaracién—. Creo que lo mas conveniente es hacerle la autopsia a Tomasito. Me inclino a pensar que ha sido envenenado. ;Cémo? Eso lo dirdn los médicos. Entonces, como concesién especial, se de- cidié que Tomasito seria Hevado al Hospital La Paloma del Arca, donde al dia siguiente se le ha- ria el examen capaz de lanzar alguna luz sobre el impenetrable misterio de su muerte. Antes de que el juez se marchara, Nap le pidié autorizacién para visitar la casa de Tomasito, en la calle Pluto. —Acaso alld encuentre algdin detalle de inte- 41 FL CRIMPN DE LA CALLE BAMBL Be 5 rés para la pesquisa —dijo el detective. —Estamos en la obligacién de agotar todos los medios que puedan ponernos en una pista segura —murmuré el juez, estrechando la mano dle Nap, y retiréndose poco después en compatifa del médico. Nap esper6 que vinieran en busca del cuerpo de Tomasito, y apenas se lo Hevaron al hospital abri6 un cajén, sacé un manojo de Ilaves, una linterna y una pistola. Vamos —Ie dijo a Moisés—. Quiero legar hasta la calle Pluto y examinar Ja casa de Tomasito, Partieron en automévil y al cabo de diez mi- hutos se detenfan ante Ia casa. Bajaron, La calle estaba dormida. No habfa luz en una sola ventana, Nap tocé el timbre. Volvi6 a tocarlo. Nadie salié a abrir, Eniraremos, entonces, de otra manera — dijo Nap, sacando su manojo de aves. Y poco después el detective y su ayudante pe- netraban en un elegante vestibulo. Encendieron la luz y vieron que todo estaba en orden. En un rinesn habfa una vieja percha, y bajo ella una placa de 42 BL CRIMEN DELA CALLE BAMBI —— metal. Se acercaron y pudieron leer estas palabras: “Esta percha pertenecié a mis abuelos. Fueron loros del Brasil, alegres y despreocupados”. En uno de los muros habia un retrato magni- fico, del mejor pintor de Animalandia, Era un loro grueso, de mirada astuta, —EBste era el padre de Tomasito —dijo Nap~ Fue un foro respetable, trabajador y supo reunir una fantastica fortuna, Pero no estaban allf para admirar los objetos de arte. Habfan ido a algo mucho més urgente. Y Nap, seguido de Moisés, comenzé a recorrer la casa. Habia un silencio absoluto. ‘Todo estaba en orden. En el dormitorio de Tomasito, la cama es- taba lista para recibir a su dueiio, Junto al velador se vefan unas zapatillas de piel fina. Siguieron inspeccionando. Pasaron ante la cocina y dieron una mirada adentro, Pudieron ad- mirar una gran limpieza. Y, no lejos de la cocina, habja un cuarto. La puerta estaba cerrada. —Aqui duerme Cocora, la empleada de To- masito —dijo Nap. Golpearon. No hubo la menor sefial de que se 43 EL CRIMEN DELA CALLE BAMBI x les hubiera ofdo, —Tiene el suetio mas pesado que yo —co- menté Moisés Volvieron a golpeat, y como no tuvieran res- puesta, Nap abrié la puerta y encendio su litera antes de entrar, — {Que es esto? —dijo Nap en voz alta, De un brinco estuvo junto a la cama. Alli repo- saba Cocora, con los ojos muy abiertos, inmévil. —Esté muerta —dijo Nap, después de ponerle el ofdo junto al corazén, Poco después daban el aviso correspondiente, y Cocora era conducida a la Morgue. —Este crimen es tan raro como el otro —mur- mur6 Nap, pensativo—. No hay sefial alguna de violencia, Realmente, no me explico este caso ni el anterior. No se ve la menor huella de que haya entrado alguien en 1a casa. Todas las puertas y ventanas estén cerradas. Seguramente me romperé la cabeza y no descubriré nada, —Eso es imposible —declaré Moisés—. No se ha dado el caso todavia de ver a Nap, el mejor de nuestros detectives, derrotado por un ascsino. 44 HLCRIMEN DELA CALLE BAMBI Calla, adulador! —dijo Nap, malhumo- rado—. Aqui no se trata de un solo asesino. Son dos, sin duda alguna. —Aungue fueran trescientos mil —replics Moisés, muy contento de haber dicho una cifra considerable. —{Vamonos a casa! —gruiié Nap—. Mafiana volveré a examinarlo todo con mayor atencién BI cadaver desaparecido (Peres Sy A dfa siguiente, mientras los diarios y las emisoras de radio comunicaban lo mejor posible al pablico las noticias que se conseguian, Nap y su ayudante descansaban unos momentos en su casa de la calle Bambi. De pronto soné el teléfo- no. Acudié Moisés, rezongando, Y fue después al cuarto de Nap a darle una extrafia noticia: —Le Haman del Hospital La Paloma del Arca —dijo—. El doctor Jerénimo le ruega que no tarde. Asegura que se trata de algo de suma importancia, —Saca el automédvil, Moisés —ordené Nap— Dentro de dos minutos estaré listo. 47 BL CRIMEN DBLA CALLE BAMBI Pe Y el automévil pattié a tal velocidad, que todo el mundo, en las calles, se volvia a mirarlo. —Esos se matan hoy mismo —decfan los transetintes—. {Qué locos! ;Ni los hombres han sido nunca capaces de tanta temeridad! ;Da ver- gilenza pertenecer a Animalandia! ;Ya no hay leyes ni castigo para los malvados! —Asf es —comenté una lechuza malhumo- tada—., Todos los dias estamos viendo accidentes del trinsito. Y s6lo terminarén cuando se castigue severamente a los que se dejan llevar por el vértigo de la velocidad, Nap, en tanto, corrfa como si pretendiera batir un récord, y Moisés iba aferrado de Ia bocina, de manera que el bullicio era infernal. En un abrir y cerrar de ojos estuvieron a las puertas de Hospital La Paloma del Arca. Nap salt6 del automévil y corriendo se dirigié a la oficina del médico. Encontré a Jerénimo examinando una radio- graffa. Apenas vio asomar a Nap, el médico fue a su encuentro y le dijo con verdadera angustia —;Tomasito ha desaparecido! —No es posible —murmuré Nap. BL CRIMEN DEA CALLE BAMBI mos en _-Si, Nap. Ha desaparecido. Lo tenfam un cuarto de operaciones, en el segundo piso. : cuando hemos subido a hacerle la autopsia, no 1o e \do. hemos encontrai ae {Qué piensa usted de esto, doctor? —in- rerrogé Nap. ; ‘ are se ban robado su cadaver, Han ele: jdo Ja hora en gue almuerzan los enfermeros, Soewramente, Nadie los ha visto, No han dejado lamenor hella. : Es una osadia realmente asombrosa —co- menté Nap—. ;Podria Hevarme, doctor, a Ja sala i masito? en que pusieron a Tor oo - —Con el mayor gusto, Nap. Vamos inmedia: tamente, : Cruzaron unos amplios corredores. Subieron al segundo piso. Al fondo de un largo pasillo se detuvieron ante'una sala, —Aqui es —dijo el médico. ‘Apenas entraron en la sala de operaciones, Nap sacé una Iente poderosa y comenz6 a exa- minar los bordes de la mesa en que habia estado tendido el cuerpo de Tomasito; después examiné 49 el suelo con mucha atencién, y, sin decir palabra, guard6 la lente y le pregunt6 a Jersnimo: —(Habia quedado cerrada con llave la puerta? El médico reflexioné unos instantes y declaré después que seguramente la puerta habia queda- do cerrada, aunque no era capaz de cettificarlo; ¥ agregé que seria ficil saberlo enseguida, pues bastarfa lamar al encargado de las salas que habia enese piso. Pero Nap hizo un gesto de indiferencia y declaré que no valia la pena averiguar nada, —GEs que ha encontrado algo realmente re- velador? —pregunté el médico, ansioso. ~—Creo que sf —contesté enigméticamente Nap, empezando a llenar la pipa que acababa de sacar de uno de sus bolsillos, El doctor Jerénimo no quiso preguntar nada ‘més; conocia a Nap y sabia que serfan vanas todas sus preguntas, Cuando Nap se dedicaba a pesquisar un caso dificil, guardaba silencio constantemen- te; s6lo respondia con vagos grufiidos y, al final, cuando ya tenfa en sus manos todos los hilos del misterio y los asesinos cafan en su poder, tampoco era mas locuaz, “Las cosas son para hacerlas, y no EL.CRIMEN DE LA CALLS EAM Porn para contarlas”, sola decir Nap, y todo el mundo respetaba su opinién: Bajaron, pues, el detective y el médico y se despidieron en 1a puerta del hospital. Moisés aguardaba a su jefe en el automévil, —jHa encontrado alguna pista? —pregunté el ayudante al poner en marcha el motor. —Vamonos a casa —respondié Nap, como sino hubiera ofdo la pregunta. En la calle Bambi N° 40 esperaba a Nap el Jefe det partido politico contrario al de Tomasito. Era un tigre viejo, de aspecto respetable, enormes bigotes blancos y mirada muy intensa. —He venido a verle, Nap —dijo el tigre—, porque deseo con toda mi alma que se descubra cuanto antes el misterio de la muerte de Tomasi- to. Se rumorea que hemos sido nosotros los que Je hemos asesinado. Cuando alguno de nosotros pasa por las calles, le gritan: “|Asesino!” Y esto es insuftible. Yo le aseguro a usted que nosotros nada tenemos que ver en este misterioso caso, Y estamos dispuestos a ayudar, en Ja medida de duestras fuerzas, para que pueda comprobarse que 52 EL CRIMEN DELA CALLE BAMBI ss, pcan eet somos inocentes. —Yo no lo he dudado nunca —respondié Nap—. Puede irse tranquil : El tigte viejo hizo una eeremoniosa inclina- cidn de cabeza y se marché. Moisés, que habia escuichado la conversaci6n, se acereé a Nap y le pregunté: —{De modo que éste no es un erimen po- litico? ;Queé interesante, jefe! Asi se complican ms las cosas y recogeremos mayor gloria cuando consigamos aclarar el misterio. Y siusted me pet- mite dar mi opinién, le diré que no seria raro que en todo esto anduviese metida una lora pizpireta y temible. Nap se puso serio y respondi6: —Si es como tii dices, Moisés, te dejaré a ti Ja misiGn de conquistarla, para que la obligues a confesarlo todo. Moisés no vio una leve sonrisa en el rostro siempre severo de Nap, y se sintié muy contento de la misi6n que se le encomendarfa. —Haré lo que pueda —murmuré el ayu- dante—. Soy capaz de todo, con tal de descubrir 53 BL CRIMEN DELA CALLE BAMBI ~ aaah este misterio, Nap subi a su cuarto, y al bajar dijo a Moisés: —Si vienen los periodistas, contéstales lo ue creas més conveniente. Lo tinico que no debes decir es el sitio en que me encontraré. Dentro de tuna hora Hama a la Morgue y pregunta si algo se sabe ya acerca de cémo murié Cocora. Lego me lamas a la calle Pluto, a casa de Tomasito, Alli esperaré tu llamada, —iEntendido! —respondié Moisés—, Ya veri usted, jefe, e6mo los periodistas quedan muy contentos de mis informes Nap no oy6 estas titimas palabras, pues ya habfa salido. No subié en el automévil que le ‘aguardaba a Ia puerta, Con grandes y sonoros pa- Sos eché a andar camino a Ia calle Pluto, Poco después, los periodistas que habfan ha- blado con Moisés por teléfono o personalmente, comunicaban, através de las estaciones de radio y en suplementos de sus diarios respectivos, las més extraordinarias noticias. Fl ocutor de una emisora decfa, por ejemplo: “Estamos en situacién de adelantarnos a todos 34 EL CRIMEN DE LA CALLE BAMBI nuestros colegas y de informar acerca de la verdad del crimen de la calle Bambi, El multimillonario ‘Tomasito ha sido asesinado por orden de una lora aventurera, que comanda a un grupo de peligrosos mathechotes, Bl célebre Nap se halla en la pista segura, Nadie sabe en estos instantes dénde se encuentra, pero puede adivinarse facilmente que a Ja lora temeraria y asesina le quedan muy escasas horas de libertad”. Nap en la casa desierta EE —— Para no entrar porta puerta principal, el de- tective dio un largo rodeo y se dirigié al fondo del jardinde la casa de Tomasito. Fl jardin daba a una callejuela angosta. Las tapias no eran muy altas y por encima asomaban unos grandes arboles. Nap cruzé la calle, que estaba silenciosa. Las casas de enfrente parecfan deshabitadas. No habia nadie en las ventanas. El detective mir6 a uno y otto lado y después, con agilidad atlética, se trepé en la tapia, tom6 la rama de un Arbol, se balances en ella y se dej6 caer al jardin. Lo atravesé répidamente y leg6 ala puerta trasera de la casa. La abrié con una de sus llaves y, apenas volvié a cerrarla, se detuvo a 37 PL CRIMEN DE LA CALLE BAMBL Fe Hi mirar el suelo. Entonces sonrié a pesar suyo. Y tenfa raz6n para hacerlo, indudablemente, pues cuando habia estado antes en la casa, en compaiifa de su ayudante, tuvo la precaucién de desparramar ante esta puerta una buena cantidad de arena muy fina. Y de este modo advirtié las huellas de unos pasos. Alguien, pues, habfa entrado en la casa hacfa poco. Pero ya no estaba en ella, pues habia pisadas que se dirigian hacia el interior de la casa y otras vueltas hacia la salida, “En realidad —se dijo Nap—, esto no hace sino complicar las cosas, exactamente como yo me lo temfa.” Y sin preocuparse mas de los rastros que hhabia en el suelo, el detective empez6 a examinar todos los cuartos, Principié por el dormitorio de Cocora, En una mesita que se encontraba a la ca becera de Ja cama habfa un vaso con agua, més 0 menos hasta la mitad. Esto fue lo tnico que parecié imteresar al detective. Visité muchos otros cuartos, pero sin detener- se Jargamente en ellos. En cambio, cuando entré en el escritorio, certé cuidadosamente la puerta, 58 EL CRIMEN DE LA CALLE BAMBI a aK como si temiera que alguien viniese a molestarle, Era evidente que se aprestaba para hacer un exa- ‘men detenido de todo lo que alli habfa. El eseritorio era amplio, En los muros, en quella partes en que no habfa biblioteca, se admi~ raban unos cuadros firmados por buenos artistas de Animalandia. Habfa, por ejemplo, un paisaje muy hermoso; era una maftana de sol, en el campo, y unas esbeltas garzas bailaban en el césped. En un rine6n se vefa una estatua, que representaba a una corza, en actitud de baile, tocando una flauta. “No cabe duda de que al pobre Tomasito le gustaba la buena vida", pens6 Nap, meneando tristemente la cabeza. ‘Al centro de la pieza estaba el escritorio. Nap abrié los cajones y revolvié los papeles. Los clasific6 minuciosamente, reuniendo en montones, separados las cartas, las cuentas, dos o tres libretas con ditecciones, unos recortes de periddicos. “Los examinaré después”, se dijo Nap, levan- tindose y dirigiéndose a la biblioteca. : En los principales anaqueles habfa obras clé- sicas, de historia, de filosofia y de otras importan- 59 ELCRIMEN DE LA CALLE BAMBI x tes ramas del saber. Todos los voltimenes estaban Iujosamente encuadernados. Nap tom6 uno al azar. Se titulaba: La Historia de las Primeras Guerras de los Tigres. Abrié el volumen y advirtié que nunca habia sido lefdo. Poco después, al dirigirse al otro extremo de Ja biblioteca, se apoyé de repente en cl muro y vio, con gran sorpresa suya, que el muro se abria para mostrar una hilera de libros en réstica, amontona- dos de cualquier manera en los anaqueles. Estos libros estaban ajados, y demostraban de modo muy claro que su duefto los habia lefdo muchas veces. Lleno de curiosidad, Nap empez6 a examinar los titulos. Ley6 algunos en vor alta: El Misterio del Tren Subterraneo de la Medianoche, La Alondra Envenenada, El Enigma de los Escarabajos Vaga- bundos, La Encrucijada del Erizo. —iDemonios! —exclamé Nap—. Veo que las novelas policiales y de aventuras fueron la debilidad de Tomasito. Y sonrié al pensar que esta predileccién por los libros de semejante indole la comparte més 0 menos todo el mundo, aunque son pocos los que 60

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